Hoy me sobraba un rato y me he puesto a ver una película a la que le tenía ganas gracias a su increíble banda sonora. Redline es una obra original del estudio Madhouse. Sí, los mismos que animaron Death Note y esos que aún le deben a Claymore una segunda temporada que cubra la totalidad del manga y arregle su asqueroso final.
Redline nos lleva, como muchos animes, al futuro. Un futuro en el que se hacen carreras, como el equivalente a la F1 de hoy día, pero a un nivel mucho más extremo. En un mundo donde ya no existen los coches de ruedas normales, ya que todo el mundo se transporta por aerodeslizadores, la carrera está llena de gente que utiliza coches corrientes.
JP, el protagonista, es un tipo bastante retro y simpático, así como un bocas, que conduce un flamante coche amarillo que se llama TRANSAM, una veloz máquina que recuerda a los viejos Mustang americanos.
JP compite contra otros ocho pilotos en una carrera llamada Redline, de la cual se nos explica poco o nada. Es ahí donde conoce a Sonoshee, una chica un tanto peculiar.
¿Es Redline una obra maestra para ser algo original de Madhouse y haberse pasado la enorme cifra de 9 años en producción? Pues la verdad es que no. La historia es bastante simple, casi parece sacada de una película barata de Fast & Furious. A los personajes, a casi todos, les falta trasfondo y solo están ahí para rellenar la trama. Incluso al mismo JP, que se supone es el protagonista.
Sin embargo, he disfrutado, y bastante, la hora cuarenta y dos minutos de Redline. Su increíble y novedosa animación, acompañada de una tremenda y pegadiza banda sonora y unas carreras de emoción trepidante, han hecho que el tiempo se me pasara volando.
Redline es lo que es. Una película para entretener, lejos de la profundidad argumental de cosas como Chihiro, End of Eva, Ghost in the Shell u otras por mentar. Pero la recomiendo si se quiere pasar un buen rato.