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Los reinos de Etherias


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92 respuestas a este tema

#1 SagenTheIlusionist

SagenTheIlusionist

    Ocioso las 23:59 horas.

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Publicado 09 febrero 2020 - 17:45

Buenas tardes tengan todos, sí incluso los que lean esto de mañana o noche. El día de hoy vengo a colocar sobre la mesa, una muy desprolija y horrible mesa, unos cuantos papelitos referentes a una nueva historia de su servidor.
 
A algunos de ustedes podrá sonarles el nombre Etherias, unos sabrán que mi persona en el 2015 era un simple desgraciado que tomaba conceptos de nuestro G.P. (Guilty Pleasure) favorito, Fairy Tail; otros en cambio podrían relacionarlo con un viejo fanfic que, como habré adelantado, publiqué como por el 2015. Un pobre esperpento de historia que, sin querer queriendo, dio nacimiento a mi tendencia de escribir en prosa. ¡Oh, maravillosos tiempos! (Agradecimientos a Marcus, entre otros, que me impulsaron en esta tendencia). Continúo. Recordarán la historia básica, o tal vez no por lo viva y hermosa que está la actual zona fanfic y lo horriblemente muerta que está esa historia Etherias en el subconsiciente del lector de estas palabras.
 
La idea de este Re-Make es volver a tomar la idea original de esos dĂ­as, pero cambiandola a personajes que ya he ideado previamente, escribiendola en una prosa más legible, menos escalofrĂ­ante y cringe, y divertirme mientras redacto la aventura de Athena, y quizás, no solo Athena. Y, por supuesto, reeditando dicha historia desde el comienzo para que el lector pueda disfrutar envolviendose en la realidad de este nuevo mundo, no solo creyendose lo que el antiguo Sagen escribĂ­a, donde A iba a B solo porque sĂ­ sin más. 
 
Una cosilla más, antes de comenzar. La historia será publicada a mediados y finales de cada mes, dos veces por mes en resĂşmen. ÂżPara quĂ© hago esto? Pues por mi carente habilidad como escritor y la inmensa cantidad de tiempo que necesito para poder entregar un trabajo medianamente decente y, como dirĂ­a un cierto Pallasite, interesante para ustedes. Este post primero no tiene más finalidad que tratarse de una introducciĂłn básica y de un muy bonito Ă­ndice que tarde o temprano acabarĂ© quizás abandonando por pereza (espero que el señor Felipe me recuerde actualizarlo tanto como lo hace su persona con el maravilloso fanfic que es Mito del Santuario). 
 
La introducción escrita a continuación no tiene relación con las palabras escritas en la historia, dicho de otra forma, no se trata de un prólogo que anteceda a la historia. Es más bien una ayuda al lector para ponerlo un pelín en contexto y no permitir que se pierda en la mala escritura de la que un Sagen puede presumir.
 
 
IntroducciĂłn.
 
'Los reinos de Etherias' es una historia que desde su comienzo tomó como idea base el hacer que los doce dioses olímpicos que todos conocemos y amamos (los cuales me costó decidir, pues la Wikipedia no me había considerado a Hades y tuve que hacer algun que otro recorte) pelearán en una no tan encarnizada guerra. ¿El motivo? Conquistar todo el mundo conocido. ¿Para qué? Solo ellos mismos lo saben.
Esta idea básica fue concebida mientras me hallaba jugando el no tan querido Pokemon Conquest (1. Oh, mi muy querido juego de pseudo-estrategia que siempre se me borraba la partida de emulador antes de acabarla historia principal) (2. Este juego está basado en los Periodos Sengoku y Azuchi-Momoyama. Es decir, los tiempos de Nobunaga, Ieyasu, Hideyoshi, etc, en la historia japonesa. Un muy interesante pasaje de esa parte del mundo). 
 
No existen ni U.S.A., ni JapĂłn o la U.R.S.S. (aunque esta Ăşltima no exista tampoco acá, muajaja (?  ). En el mundo de Etherias, se vive dentro de una enorme masa continental, que nosotros por historia nuestra podemos considerarla una Pangea. ConsidĂ©renla, por favor, la extensiĂłn de este mundo como si fuera el nuestro. Quizás me olvide yo mismo, pero es un detalle de la dominaciĂłn mundial de aquĂ­ los compañeros dioses olĂ­mpicos. En Etherias, el mundo se ha separado en doce paĂ­ses reinos diferentes (Cada uno tiene su nombre diferente, algĂşn dĂ­a publicarĂ© un mapita geográfico, quien sabe...). Algunos toman el combate a la orden del dĂ­a, otros no, pero nunca hay dĂ­a en que no corra sangre en el amplio mundo donde acontece esta historia.
 
El mundo en que nosotros vivimos dĂ­a a dĂ­a es un tanto diferente al que plantea esta historia. Tan solo como menciĂłn de datos, las armas bĂ©licas como tanques y cañones obviamente no se dieron el lujo de ser creados al vivir en una sociedad donde impera el cosmos y los sentidos que no siente una persona normal. PodrĂ­a decir que por conveniencias de la escritura existen la mayorĂ­a de electrodomĂ©sticos que uno podrĂ­a conseguir en su propia casa, mas no hay la necesidad de fabricar automĂłviles o cualquier vehĂ­culo motorizado (idea tambien basada en la importancia de la velocidad del guerrero y de lo imprescindible que a veces resulta una teletransportaciĂłn). 
 
Esas son las ideas básicas. Si me olvido alguna o si considero algo nuevo en el transcurso de la escritura lo verán allí.
Eso es todo, agradezco el que hayan leĂ­do hasta aquĂ­ y espero que sigan y comenten la historia que con mucho esfuerzo ando escribiendo incluso en estos momentos que redacto tambien estas palabras.


 

 







 

Saludos.

 

 
Mapa Geográfico de Etherias
 

mapaeterias___losreinosdeetherias___fanf

 
ĂŤndice. (actualizado hasta el capĂ­tulo 9)
 

CapĂ­tulo 1: El Oráculo de Delfos                          (14/02/2020)
CapĂ­tulo 2: El recado de Nadeko                          (29/02/2020)
CapĂ­tulo 3: La reuniĂłn dorada                             (16/03/2020)
CapĂ­tulo 4: La recámara de las diosas                 (01/04/2020)
CapĂ­tulo 5: Un nuevo Patriarca                            (15/04/2020)
CapĂ­tulo 6: El trono de Atlantis                            (30/04/2020)
CapĂ­tulo 7: La bienvenida de Nessa                     (15/05/2020)
CapĂ­tulo 8: La expediciĂłn nocturna                     (30/05/2020)
CapĂ­tulo Especial 1: Miare - Exiliado del reino   (10/06/2020)
CapĂ­tulo Especial 2: Entrenamiento en Aquos    (20/06/2020)
CapĂ­tulo 9: La audiencia de PoseidĂłn                  (01/07/2020)

CapĂ­tulo 10: El primer encuentro: Kraken           (11/07/2020)
CapĂ­tulo 11: La barrera del Hipocampo               (21/07/2020)


Editado por SagenTheIlusionist, 21 julio 2020 - 20:21 .

Si deseas leer un fanfic, puedes echarle un vistazo a mi historia, se agradecerĂ­a:

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                              "Los Reinos de Etherias"      Ya disponible hasta el Cap. 34

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#2 Kael'Thas

Kael'Thas

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Publicado 10 febrero 2020 - 09:08

Estare atento al fanfic y suerte.


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#3 Patriarca 8

Patriarca 8

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Publicado 10 febrero 2020 - 14:35

Âżsera un remake o un reboot ?

 

remake es una nueva versión de la historia original que intenta parecerse bastante a la anterior pero con un estilo mas pulido deshaciéndose de los aspectos que no fueron del agrado del autor o que son innecesarios ,es decir los personajes principales y la trama principal se mantienen pero algunos acontecimientos varían

 

 

 

reboot es prácticamente reiniciar desde cero una historia se crea una nueva historia que va tomando  algunos elementos de la historia original como personajes o situaciones que se dieron pero la trama principal es distinta ya que aunque tenga elemento de la version original su estructura principal es otra

 

 

 

 

PD:  Mucha suerte en tu fic


Editado por Patriarca 8, 10 febrero 2020 - 14:36 .

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#4 SagenTheIlusionist

SagenTheIlusionist

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Publicado 14 febrero 2020 - 15:00

La idea original era comenzar a publicar el primer capítulo en la quincena, pero ya que no tengo nada que hacer el día de hoy y siendo día catorce, un día que sería mitad de mes en todos los años menos los bisiestos, pues estoy aquí... Así es Sagen, primero dice unas horas antes el capítulo, luego dirá que unos días antes el capítulo y así seguiremos hasta que no haya más capítulos que publicar... Bien Sagen, arruinándolo todo desde tiempos immemoriables.
 
Les agradezco mucho por comentar este nuevo fanfic, T, Mystoria. Y a usted tambiĂ©n le agradezco Lord Feli, no crea ni por un segundo que se me ha escapado de la vista ese discreto like que le diĂł al post inicial.  
 
Por si no ha quedado claro, el nombre del mundo en sí es Etherias, siento que se me olvido recabar más en ello. Es como decirle a nuestro planeta "Tierra", algo así. Al releer la introducción me di cuenta de que quizas no podía entenderse la importancia del termino "Etherias" en lo que respecta al fanfic, por lo cual este párrafo explica ello brevemente. En realidad solo las dos primeras oraciones lo explicaban, el resto es simple relleno.
 
Espero que mis actuales destrezas como pseudo-escritor les puedan convencer una vez más y se sientan atraídos a seguir la historia. Sé que anteriormente ya lo había dicho, pero ya que es el primer capítulo de la historia, ¿qué menos que eso? Dicho todo, que de comienzo este proyecto...
 


Capítulo 1. El oráculo de Delfos

 

          Como era costumbre, los quince de cada tres meses se celebraba una reuniĂłn entre los doce dioses olĂ­mpicos, a la cual asistĂ­an sin falta ellos acompañados de uno de sus más leales sirvientes. En el caso del reino de Atmetis, su representante habĂ­a asistido en esta ocasiĂłn acompañada de un rostro nuevo por esos lugares, la Santa Dorada del signo Aries, Nadeko. Ella nunca antes habĂ­a asistido a los concilios celebrados en la isla neutral de Delfos, lugar donde se asentaba un oráculo al que en tiempos de guerra los dioses acudĂ­an por cuenta propia en busca de consejo. Pero esta vez habĂ­a sido la excepciĂłn: ella era la Ăşnica que podĂ­a haberla acompañado.
          La autoridad de la pitonisa del oráculo de Delfos era reconocida como la Ăşnica en toda la faz de Etherias capaz de comunicarse con la voluntad de la Madre Gaia, la cual permitĂ­a a todos los seres existir y vivir en armonĂ­a con el planeta. Quien oficiaba como la actual sacerdotisa era una joven mujer que no aparentaba más de los veinte años. Debajo del velo con el que se cubrĂ­a gran parte del rostro ella ocultaba un cabello de tonalidad lila, que se veĂ­a un poco desprolijo, pero, a su vez, no descuidado. A pesar de su posiciĂłn, ella nunca se debĂ­a hacer presente en la habitaciĂłn en la cual los doce dioses y sus respectivos ayudantes se mantenĂ­an expectantes ante las palabras que debĂ­a profesar. Solo su voz era necesaria allĂ­, mas no su presencia, pues, a pesar de todo, el recipiente de los conocimientos de la madre Gaia era una simple mortal quien no debĂ­a relacionarse en los asuntos de los demás dioses.
          La dinámica que se mantenĂ­a era simple: Cada uno de los invitados debĂ­a llegar mediante la teletransportaciĂłn a la isla de Delfos pues los mares que le rodeaban en cada uno de sus extremos eran feroces adversarios y, por ello, ni siquiera la embarcaciĂłn mejor preparada de todo Etherias podrĂ­a haber surcado a travĂ©s de aquella barrera que la mantenĂ­a como una tierra casi virgen. No solo eso era un impedimento, sino que, desde la era del mito, se habĂ­a mantenido oculto en la isla un muy potente inhibidor de cosmos del cual todos sabĂ­a, pero a la vez desconocĂ­an su apariencia o si en realidad era eso. Era prácticamente intrascendente para los dioses, pues solo acudĂ­an allĂ­ cuatro veces al año y ello tenĂ­an más de un problema que resolver dĂ­a a dĂ­a.
          Cuando tanto la diosa como su guerrera llegaron a la habitaciĂłn, Athena se adelantĂł unos pasos y como hacĂ­a usualmente saludaba cordialmente a cada uno de los dioses presentes tomándoles de la mano, como una señal de “tregua” como usualmente se hacĂ­a tan solo en ese lugar. En cambio, con los guerreros, de haberlos, solo bajaba levemente su cabeza —como hacĂ­an comĂşnmente con ella quienes la veneraban—. A Nadeko aquella habitaciĂłn le pareciĂł un tanto extraña en principio, pues, en ella, ella se habĂ­a fijado en que habĂ­a una permanente iluminaciĂłn que no provenĂ­a de las velas que estaban permanentemente encendidas y ubicadas en cada una de las columnas de mármol. Cuando la diosa finalmente se sentĂł en su respectivo lugar, Nadeko se colocĂł detrás de ella, con las manos detrás de sĂ­ —tal y como habĂ­a visto que hacĂ­an el resto de los guerreros de otros reinos— esperando a que sucediese algo.
 

          â€” Señorita Ariadne, Âżes seguro que yo estĂ© aquĂ­? —preguntĂł desconfiada en voz baja la Santa Dorada, quien se habĂ­a inclinado un poco hacia adelante para que nadie más que ella le escuchara—. No soy digna de estar presente en esta reuniĂłn, deberĂ­a permanecer afuera esperándola.
          â€” Nadeko, amiga mĂ­a, Ăşnicamente me puedo mantener tranquila si tĂş estás aquĂ­ para protegerme. SĂ© bien que es muy incĂłmodo estar rodeada por desconocidos provenientes de los otros reinos. Las primeras veces tambiĂ©n sentĂ­ un pequeño temor de ello, es normal, pero por favor no te vayas —dijo la diosa Athena mientras trataba de pasar el tiempo jugueteando con sus dedos sobre su propio regazo moviĂ©ndolos de arriba abajo una y otra vez—. Es de tu conocimiento la situaciĂłn por la que Atmetis está pasando ahora mismo…
          â€” Lo entiendo, diosa de mi devociĂłn. DiscĂşlpeme por hablar de más, de mi boca ninguna queja saldrá a partir de ahora —rápidamente ella habĂ­a descubierto que le habĂ­a dicho, en otras palabras: “estamos rodeados por enemigos, por favor protĂ©geme”. No le quedĂł más opciĂłn que tragarse su incomodidad en aras de mantener a salvo a su diosa.
 

          Ambas trataban de no hacer demasiado ruido como para molestar a cualquiera de los otros once dioses que se encontraban en la habitaciĂłn en sus respectivos asientos, pero eso no quitaba que les hayan lanzado más de una mirada incĂłmoda. La reencarnaciĂłn de PoseidĂłn, quien se encontraba sentado inmediatamente a su lado solo se habĂ­a limitado a ver la escena en silencio sin hacer ningĂşn comentario al respecto. Su guerrero, quien portaba una armadura anaranjada con algunos detalles en dorado —las cuales ya antes habĂ­a observado muy de lejos en el campo de batalla—, habĂ­a captado ya la completa atenciĂłn de Nadeko. Él no era el más bello de los doce reinos, ni el más formidable oponente de todo Etherias, solo tenĂ­a una hermosĂ­sima Scale que sobresalĂ­a de entre todas esas armaduras azules y verdes que repletaban el reino de Atlantis.
          La guerrera de Athena, aunque seguĂ­a distraĂ­da por la armadura, no descuidĂł de ver siquiera de perfil a quien gobernaba uno de los reinos vecinos, el dios de los mares PoseidĂłn. Ella solo lo observaba, pero podĂ­a decir bien que tenĂ­a unos treinta, máximo unos treinta y cinco años. Su mirada parecĂ­a perdida, aburrida de la situaciĂłn quizás, y que marcaba una notable diferencia de la de Athena quien, a pesar de encontrarse en la misma situaciĂłn, se mantenĂ­a decidida. El lĂ­der de los atlantes era medianamente musculoso, no exagerado, de una talla promedio —ella consideraba como promedio el metro ochenta que ella no alcanzaba por unos mĂ­seros siete centĂ­metros—, piel clara, ligeramente bronceada y tenĂ­a el cabello corto y rizado. Era su opiniĂłn personal, pero a Nadeko le parecĂ­a ligeramente guapo. Y era una suerte que ella estuviese más interesada en las armaduras que en las personas quienes le rodeaban, porque de haber sido cautivada por su hermosura no hubiese tenido ningĂşn reparo hasta conseguir ser castigada con la misma penitencia que tuvo que cargar Medusa tiempo atrás.
          A su otro costado, parada, habĂ­a una joven, quizás de su edad, portando una Triticum, una de las armaduras de los guerreros del reino de Delusia, las tierras de la diosa agricultora DemĂ©ter. Su desatinada fascinaciĂłn le impidiĂł fijarse bien en la amenaza que tenĂ­a a su costado, solo pudo pensar en lo bella que era tambiĂ©n esa armadura, no tanto como su querido Arietis —nombre con el que cariñosamente llamaba a su más fiel compañero de peleas, quien tambiĂ©n le acompañaba en dicha reuniĂłn— o la Scale de aquel atlante. Ella suponĂ­a que, por la presencia de la guerrera delusiana, quien se encontraba delante suya, en el asiento, era DemĂ©ter. Quien era, para su sorpresa, otra adolescente, al igual que su querida Athena. En sus manos llevaba una consola de penĂşltima generaciĂłn la cual pasaba casi desapercibida entre las grandes mangas de una enorme casaca color mostaza —casi dos tallas más grandes del debido—, la cual envolvĂ­a su pequeño cuerpo.

          Las luces principales de aquella habitaciĂłn de pronto se apagaron, dejándolos a merced de la oscuridad. Las luces de las velas, que hasta el momento habĂ­an parecido un vano intento de decoraciĂłn fallida, tomaron mayor importancia ahora que era la Ăşnica iluminaciĂłn posible dentro de ese cuarto. En ese momento las sombras no le permitĂ­an a Nadeko ver nada más que a su diosa quien se encontraba delante suyo. Ella sintiĂł como una mano trataba de agarrarla. Era la de su diosa: habĂ­a olvidado por un momento que la joven Ariadne, quien era la reencarnaciĂłn de Athena, era una chica que le tenĂ­a un muy comĂşn temor a la oscuridad.
 

          â€” La Madre Gaia os da su bendiciĂłn nuevamente a ustedes, dioses olĂ­mpicos.
 

          Al escuchar las palabras la guerrera atmetiense intuyĂł que aquella voz le pertenecĂ­a a la pitonisa. Ella la habĂ­a visto pasar una sola vez mientras acompañaba a su diosa hasta la habitaciĂłn donde ahora estaban. Era un ejercicio inĂştil, pero en ese momento Nadeko se estuvo mentalizando la figura de aquella sacerdotisa y tratando de que su voz encajara con la imagen que tenĂ­a de ella mientras la hacĂ­a hablar teniĂ©ndole que mover los labios a la enviada de Gaia, como si de un tĂ­tere se tratara.
 

          â€” Antes de comenzar, desearĂ­a pedirles a los cuatro presentes en esta sala que están ridiculizando mi posiciĂłn como sacerdotisa de la madre Gaia dentro de su mente que dejen de hacer fluir su activa imaginaciĂłn mientras trato de canalizar correctamente el mensaje de nuestra diosa suprema, por el cual nos hemos reunido en esta ocasiĂłn. Gracias.
 

          La santa de Aries se sentĂ­a culpable, pues aquella advertencia habĂ­a corrido por ella, pero tambiĂ©n estaba curiosa de saber quiĂ©nes eran los demás. PodrĂ­a haber sido bien el combatiente atlante que tenĂ­a al costado, pues, por lo que habĂ­a visto, tenĂ­a un rostro incapaz de contener la más mĂ­nima burla. Otro de ellos deberĂ­a haber sido el pĂ­caro de Hermes, el dios menos serio que ella habĂ­a conocido, pero por lo mismo era de los más peligrosos. El reino de Maiestas, propiedad suya, se habĂ­a convertido en el peor de los enemigos posibles para Atmetis desde hacĂ­a cuarenta años, la misma fecha de cuando le dieron la total potestad de decisiĂłn a un ahora anciano quincuagenario Hermes.
 

          â€” El mundo que ahora conocemos se sumirá más temprano que tarde en el caos más absoluto que nunca se ha visto. Uno de ustedes será el detonante que genere la mayor de las guerras, la cual destruirá los cimientos de muchos de los reinos etherianos.
 

          La guerrera atmetiense tomĂł aire un momento y ella pensĂł entonces que se habĂ­a armado demasiado revuelo por unas simples palabras, pues un intenso murmullo se escuchaba en los alrededores que ella no podĂ­a ver. Lo que ella no conocĂ­a era que la predicciĂłn de la pitonisa nunca fallaba, es por ello que los dioses más cautos se sorprendieron al escuchar tales palabras, Athena incluida. Los dioses mellizos, quienes se habĂ­an caracterizado siempre por su desconfiada personalidad empezaron a impacientarse apenas la iluminaciĂłn proveniente del techo regresaron. Habiendo acabado la participaciĂłn de la profetisa, ellos se quedaron viendo de lado a lado con una mirada fulminante pensando en quien de todos los dioses serĂ­a el primero en rebelarse.
          Varios de los dioses presentes, algunos visiblemente más preocupados que otros, se retiraron a toda prisa de la habitaciĂłn sin quedarse a cumplir con las formalidades impuestas. Ariadne tomaba las cosas con calma por lo cual, estando pensativa, se quedĂł casi solitaria dentro de aquellas ocho paredes.
 

          â€” Nadeko, ya podemos retirarnos —le dijo de repente su diosa, quien ya se habĂ­a parado y acomodado el vestido.
          â€” ÂżTanta prisa tienes, Athena? —Le dijo un chico que parecĂ­a poco mayor que su diosa, quien vestĂ­a una camiseta de entero color lila pálido, casi llegando a parecer grisáceo, y unos shorts de color azul marino.
          â€” Me siento honrada de que el mismĂ­simo Hades, gobernante de Tártaros, se acerque a conversar conmigo…
 

          Cuando la guerrera volviĂł a observar al dios de los muertos, su apariencia le llegĂł a desconcertar. Si sus cálculos no le fallaban, debĂ­a de tener unos diecisiete años, apenas dos más que Ariadne. Su puesto como rey de los muertos le dio extrañeza pues se veĂ­a como un chico comĂşn y corriente, exceptuando su antinatural y despeinado cabello plateado y su piel pálida. Detrás de Ă©l, una de sus sirvientes se hallaba observándoles fijamente a los tres. Se le notaba un poco de miedo que pasaba desapercibido a primera instancia, debido al resguardo detrás de su gran armadura de tonos oscuros el cual a evocaba la muerte misma.
 

          â€” DejĂ©monos de formalidades Athena, sabes bien que en tu reino hay algo que yo quiero y que no me detendrĂ© hasta conseguirlo. ÂżO acaso lo olvidaste? —PreguntĂł Ă©l mientras cruzaba los brazos frente a la diosa de Atmetis.
          â€” Entonces, ÂżtĂş eres de quien hablĂł la profecĂ­a, Hades?
          â€” ÂżQuiĂ©n sabe? PodrĂ­a desencadenarla, sĂ­, pero… Esto es un asunto que nos compete solo a nosotros dos, Athena, y quizás a la gentil DemĂ©ter que “generosamente” nos prestará su reino, quiera o no, como campo de batalla —Sus ojos no dejaron de tener la misma fuerte intensiĂłn en ningĂşn momento, Ă©l no iba a dudar en ningĂşn momento hasta concretar su ambiciĂłn.
          â€” ÂżQuĂ© quieres decir, Hades? —Por primera vez en su vida la santa de Aries notĂł en el rostro de Ariadne el temor de alguien que conoce la verdadera faceta del dios de los muertos.
          â€” Hay reinos que buscan la guerra contra otros, no me digas que no lo has notado. El incompetente de Hermes, por ejemplo. ÂżCrees tambiĂ©n que mi hermanito Zeus se va a quedar quieto teniendo en las fronteras de su reino a la repudiable de Hera? ÂżO que el borracho ese toma las mejores decisiones cuando se pasa de copas?
          â€” Entiendo tu punto, Hades, pero no sĂ© porque has venido a hablar conmigo. PodrĂ­as confiar tambiĂ©n en PoseidĂłn, tu otro hermano.
          â€” ÂżDe verdad crees que es equiparable hablar de estas cosas con una chica bonita que con un sujeto que a la mĂ­nima que me equivoque me podrĂ­a partir fácilmente la columna con esos aborrecibles mĂşsculos? Yo paso de dialogar con Ă©l.
          â€” Sigue siendo hermano suyo, no creo que le pase nada.
          â€” Ay, Athena, Athena, Athena… ÂżOlvidas que Hera tambiĂ©n es mi hermana? Sabes perfectamente que ella me odia, yo la odio y vivimos más que tranquilos asĂ­. Con DemĂ©ter tampoco me llevo de las mil maravillas, Âżsabes? ÂżQuieres saber cuántas bajas ha tenido que soportar ella por querer pelear conmigo cada vez que quise ir pacĂ­ficamente hasta Atmetis por lo que me corresponde? Maldita niña tenĂ­a que ser berrinchuda y caprichosa encima. Dudo que con PoseidĂłn podamos estar tranquilamente en una habitaciĂłn tomando un cafĂ© sin querer destruirnos mutuamente
          â€” Entonces, Âżpor quĂ© precisamente conmigo, Hades?
          â€” Ya te lo he dicho, Athena. Porque quiero tomar lo que me corresponde. No deseo que pierdas una guerra contra cualquiera de tus alrededores, quiero que pierdas una guerra contra mĂ­, que me dejes tomar aquello que quiero de tus tierras y marcharme sin más. ÂżPara quĂ© más deberĂ­a desperdiciar la energĂ­a mĂ­a y de mis soldados? ÂżDominar el mundo? Eso es muy trillado, Athena. De nada me sirve tener un bonito gran pedazo de tierra con nombre.
          â€” Nunca lo conseguirás, Hades, yo voy a impedir a toda costa ello, aunque me cueste la vida. DetendrĂ© esa ambiciĂłn tuya de una vez por todas.
           â€” ÂżEn serio? ÂżLo dices en serio, Athena? Vaya, otra más en mi lista de “dioses con los que me es imposible dialogar pacĂ­ficamente”. Espero que des una buena pelea, diosa de Atmetis, llegada la hora indicada eso es lo que definirá finalmente si tu cabeza rodará elegantemente sobre una alfombra roja cuando te asesine o si solo será un amasijo de cabellos, sangre y retazos de piel cuando la patee como si fuese un balĂłn de fĂştbol. Te veo luego —se dio media vuelta mientras metĂ­a las manos en el bolsillo de su pantaloncillo—. Emony, es hora de marcharnos.

 

          Ambas observaron como el dios del inframundo se retiraba tranquilamente del lugar por la puerta grande, seguido de su escolta. Habiendo desaparecido de su vista, ellas le siguieron al retirarse de allĂ­. Al llegar a la recepciĂłn, donde una serie de monumentos con una disposiciĂłn inconsistente se agrupaban al aire libre, ellas se adentraron en un pilar de luz que se encontraba en pleno centro de estos. El haz de luz que se dibujaba desde más allá de las nubes era el Ăşnico punto de la isla desde donde podĂ­an usar la teletransportaciĂłn de Nadeko, tanto de ida como de regreso.
          Concentrándose fijamente en el punto donde debĂ­a volver, aquel que durante años habĂ­a sido como un segundo hogar para ella, pues allĂ­ tambiĂ©n era un lugar donde fácilmente se podrĂ­a conseguir el preciado polvo de estrellas con el que ella reparaba cada una de las noventa y una armaduras que ella tenĂ­a bajo su jurisdicciĂłn. La colina de las estrellas, aquella sobre la cual se ubicaba el gran templo de Athena. La Santa de Aries le tomĂł de la mano, esta vez olvidándose de las formalidades pues ya habĂ­a pasado un par de horas repletas de la formalidad con la que deberĂ­a dirigirse a su diosa. Ahora solo querĂ­a volver a casa y descansar un poco.
          Solo un par de segundos transcurrieron en los que cambiĂł completamente el lugar donde ellas se encontraban. A veces era bien sabido que quedarse con los ojos abiertos durante las teletransportaciones causaban una innumerable cantidad de mareos por año en todo Etherias, y se quiera o no, era una cifra muy preocupante. Y por un simple error a causa del cansancio, ahora ella formaba parte de las estadĂ­sticas. Estaba confundida y cansada al volver a pisar el suelo de Atmetis, por ello no pudo comprender bien lo que le dijo Ariadne al oĂ­do mientras sus dos acompañantes de siempre venĂ­an en bĂşsqueda de su diosa, a quien no pudieron seguir hasta la Isla del Oráculo.
          La Santa Dorada le hablĂł en el mismo tono que tenĂ­a cuando ella se pasaba unas cuantas gotas de alcohol —era una tortura cada reuniĂłn con ella y su baja tolerancia a la bebida— pero sin la irreverencia que era costumbre en alguien que estuviese igual de mareado. Ella le pidiĂł que repitiese sus palabras la diosa, disculpándose mucho al respecto. Sus acompañantes, de nombres Pallas y Nike, llegaron en el momento justo para escuchar lo que la diosa Athena debĂ­a decir.
 

          â€” Creo que debemos de ser nosotros quienes unifiquen los doce reinos de Etherias… Y, si es necesario, iremos a la guerra para evitar la catástrofe de la que se nos advirtiĂł.

 

 

 


Si deseas leer un fanfic, puedes echarle un vistazo a mi historia, se agradecerĂ­a:

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                              "Los Reinos de Etherias"      Ya disponible hasta el Cap. 34

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#5 Patriarca 8

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Publicado 16 febrero 2020 - 14:45

Capítulo 1. El oráculo de Delfos

 

 

Âżla Santa Dorada del signo Aries, Nadeko sirve a athena?

 

esa reuniĂłn es muy peculiar

 

Âżathena se llama Ariadne?

 

esa santa tiene la mente de una loquilla XD  :lol:

 

me pregunto que tramara Hades

 

 

 

 

 

 


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#6 -Felipe-

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Publicado 20 febrero 2020 - 20:40

He decidido que cada vez que lea la palabra Etherias, desde este mismo momento, leeré y escribiré Tierra. No pienso referirme a... eso. Ya sabes. Esa cosa. En fin. ¿Nadeko no era la ariana del otro fic también? ¿Hay continuidad? ¿La ciudad de Delfos es ahora una isla? ¿Los dioses tienen calendarios como los humanos, con bisiestos y todo? Tantas preguntas y solo estamos comenzando.

 

y como hacĂ­a usualmente saludaba cordialmente a cada uno de los dioses presentes tomándoles de la mano, como una señal de “tregua” como usualmente se hacĂ­a tan solo en ese lugar. 

Cuida la repetición de palabras, estimado Sagen. El español requiere sinónimos, y siempre tenemos que andar con el diccionario en la otra pestañita, porque sino, es señal de que no tenemos el mismo IQ que ya sabes jaja... dios, y ahora esos dos son BFF, ¿cómo diabloss llegamos a esto y ajshgakjshajkga?

 

Ejem. En fin. El comienzo va muy bien, tomando una zona neutral para divinidades es un buen concepto, porque en SS generalmente vemos a los dioses como seres poderosos que quieren destruirlo todo, en lugar de entidades que representan... bueno, el mundo. La Tierra, como la llamas muy adecuadamente. Me recuerda al Concilio del Anillo en el Lord of the Rings, todos con su representante mirando. Lo más llamativo, sin duda, es como las distintas "áreas" del mundo están separadas, cada una con su nombre. Entiendo los mares, pero ¿qué separa a Démeter de su sobrina? Será interesante descubrirlo. La interacción de esta versión de Hades con Atenea... está bien, solo que no me convence para nada este dios del Inframundo. Aún. Será porque yo lo soy, quién sabe. Se parece al de Destripando la Historia eso sí xD

 

Bueno, gran motivaciĂłn para dar inicio. AquĂ­ no es ir a la guerra, sino detenerla, porque andan todos hartos. Original, aprobado.

 

Saludos!


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#7 SagenTheIlusionist

SagenTheIlusionist

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Publicado 21 febrero 2020 - 10:52

Muchísimas gracias por sus comentarios Felipe, T. Ahora pasaré a responder algunas cosas.

 

 

He decidido que cada vez que lea la palabra Etherias, desde este mismo momento, leeré y escribiré Tierra. No pienso referirme a... eso. Ya sabes. Esa cosa. En fin. ¿Nadeko no era la ariana del otro fic también? ¿Hay continuidad? ¿La ciudad de Delfos es ahora una isla? ¿Los dioses tienen calendarios como los humanos, con bisiestos y todo? Tantas preguntas y solo estamos comenzando.

 

No es mala decisión, Señor Felipe, después de todo sigue siendo el mismo planeta de la Via Lactea que nosotros conocemos. Eth... Tierra es un nombre correcto para interpretarlo, descuide. Lamento traerle malos recuerdos de... esa cosa.

Si se ve desde un punto de vista, podemos decir que sí. Podría decir que los guerreros del universo 1(El otro fic: Mannaheim) y del universo paralelo 2 (Este fic: Etherias) son los mismos porque están destinados a servir a Athena y blablabla... Peeeero tambien debo admitir que es mi notoria falta de creatividad con respecto a personajes y características de estos. Realmente, en la versión 2015 de este fic habían otros personajes (como un tal Miare que fungía de Aries. Sí sé que le sonará el nombre xD), pero ni la sucesión de hechos, ni los personajes me atraían. Creo que es por haber pasado tanto tiempo ideando personajes para Mannaheim, pero me encariñé con muchos de estos y pues... los saqué de la prisión y los metí en este universo.

Igual voy a desarrollarlos poco a poco de nuevo, reformulando cosas que en este nuevo mundo obviamente no pueden existir (tal que Nadeko vaya a Japón por una misión... Porque, bueno, aquí no existe ese ni el resto de países.) y añadiendo otras cosillas que ya van a ver conforme se desarrolle la historia.

 

Lo más llamativo, sin duda, es como las distintas "áreas" del mundo están separadas, cada una con su nombre. Entiendo los mares, pero ÂżquĂ© separa a DĂ©meter de su sobrina? Será interesante descubrirlo. 

 

Realmente... es más como la frontera que usan nuestros países para delimitarse, están ahí pero no significa que haya una enorme cordillera que dibuje naturalmente la separación de reinos. No es como la Argentina al otro lado de la cordillera, Señor Felipe :t420:

 

Quizás quite un poco el sueño esto... Peeeero, igualmente debería dejar aquí un pequeño mapita con la ubicación geográfica de cada uno de los doce reinos que los antiguos dioses del Olimpo protegen.

 

mapaeterias___losreinosdeetherias___fanf

 

Sé que hay cosas mejores sí... Pero para ilustrar básicamente cómo el mundo de Etherias es repartido se los dejo. Fue una de las primeras cosas que realicé cuando pensé en desarrollar este fic porque con tanto tiempo que voy a pasar en este mundo sería un error garrafal marearme con las ubicaciones xD

 

Esto... Como pueden observar cada reino tiene un nombre en particular que, como trivia, está relacionado con epítetos de los dioses correspondientes, o a veces con otros nombres relativos a ellos. Sí, no soy muy creativo, I know it. Si gustan pueden jugar a adivinar qué dios gobierna qué reino :t420:

 

 

Cuida la repetición de palabras, estimado Sagen. El español requiere sinónimos, y siempre tenemos que andar con el diccionario en la otra pestañita, porque sino, es señal de que no tenemos el mismo IQ que ya sabes jaja... dios, y ahora esos dos son BFF, ¿cómo diabloss llegamos a esto y ajshgakjshajkga?

...

Se parece al de Destripando la Historia eso sĂ­ xD

 

¿En verdad cometí ese colosal fallo? Oh dios mio, apiádate de mi alma... ¿alma? Esto... No dije nada... No quiero que meterme en esos asuntos (?)

Voy a tener más cuidado y releer los capĂ­tulos ya hechos para no publicar esos errores. De hecho tambien tengo que corregir mi fallo de que repito mucho terminos como "ella" o "Ă©l" en las narraciones. Espero que no tengan que ver eso más adelante... 

 

Me creería que recién despues de su comentario vi el video de Destripando la Historia? xD Oh vaya... que... interesante canción xD

 

Saludos señor Felipe.

 

 

Capítulo 1. El oráculo de Delfos

 

 

Âżla Santa Dorada del signo Aries, Nadeko sirve a athena?

 

esa reuniĂłn es muy peculiar

 

Âżathena se llama Ariadne?

 

esa santa tiene la mente de una loquilla XD  :lol:

 

me pregunto que tramara Hades

 

1. SĂ­ amigo, no he cambiado las denominaciones. Los Santos sirven a Athena, los Marinos a PoseidĂłn y los Espectros a Hades.

3. Sí, traté de aclararlo en algunos párrafos.

5. ContinĂşa leyendo lo que sigue del fanfic en prĂłximas publicaciones, aunque dudo que ese misterio se resuelva en lo que queda del 2020...

 

 

Bueno, gracias nuevamente por haberle dado una oportunidad a mi historia. Espero no decpcionarles. 

El prĂłximo capĂ­tulo estará disponible entre el 28 y el 29 de febrero.  


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#8 SagenTheIlusionist

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Publicado 29 febrero 2020 - 19:21

CapĂ­tulo 2. El recado de Nadeko


          Durante toda su vida siempre habĂ­a pensado en la inmortalidad de las tortugas, o en el verdoso cĂ©sped que coexistĂ­a con Ă©l bajo la suela de sus zapatos. Con la calma y tranquilidad con que el mundo transcurrĂ­a dĂ­a a dĂ­a no tenĂ­a por quĂ© preocuparse más que de ello. Con veinticinco años en su haber, lo más interesante que habĂ­a ocurrido a su alrededor eran las ridĂ­culas, y hasta graciosas, riñas que habĂ­a entre pobladores y comerciantes locales por un simple error en el cálculo de sus intereses al consumo. O quizás eran aquellas veces donde la vecina de enfrente se iba a visitar a su sobrino nieto a la naciĂłn contigua y entonces toda su no tan pequeña ciudad comenzaba a marcarse rumores que no bajaban del calibre de: “esa vieja loca del setenta y uno conspira para asesinarnos a todos”, entre otras sutilezas.
          Muy a su pesar de que ya llevaba varios años fungiendo como uno de los Santos de Athena, su Ăşnica misiĂłn se limitaba a solo observar, mirar, vigilar, comer sin hacer ruido alguno y beber de a sorbos más que cortos. SĂ­, ese era el deber de Shiou, uno de los dos guardianes de la ciudad occidental de Aquos, y aquel cuya constelaciĂłn guardiana representaba un simpático cangrejo en el nocturno cielo sobre ellos. En más de una ocasiĂłn ya se habĂ­a imaginado durante sus rutinas nocturnas que este le cantaba: “Bajo el mar, bajo el mar”, muchas veces inventándole más de una continuaciĂłn posible a aquellas letras que no recordaba donde antes las habĂ­a escuchado.
          Dentro del territorio de Atmetis, reino regido por la diosa Athena, el irregular territorio habĂ­a sido repartido en cuatro ciudades, tres de las cuales se encontraban estratĂ©gicamente ubicadas en mitad de los caminos que comunicaban con los reinos vecinos regidas por PoseidĂłn, DemĂ©ter y Hermes. La Ăşltima ciudad, y, de hecho, la más importante de ellas, era la principal urbe del ejĂ©rcito y pueblo ateniense. En ella la diosa olĂ­mpica se encontraba asentada junto a su sĂ©quito, y era ahĂ­ desde donde ultimaba todos y cada uno de los detalles que debĂ­an verse tanto para mantener la paz de Atmetis como la tregua con los demás once reinos.
          Caminando despacio por detrás de Ă©l, su compañera de guardia Kyouka de Escorpio, se le acercĂł sin hacer ruido alguno. Él miraba el horizonte desde aquel balcĂłn al que estaban confinados los dos la mayorĂ­a de su tiempo. Le abrazĂł por la espalda mientras Ă©l seguĂ­a apoyado en la barandilla. Sus labios besaron la parte posterior de la cabeza de su compañero.
 

          â€” Kyouka, querida hermana, Âżya compraste el pan?
          â€” ÂżVes cĂłmo no me haces ni pizca de caso, hermano mĂ­o? Te habĂ­a dicho que bajaba para visitar a la amable señora del setenta y uno que la semana pasada regresĂł de su larguĂ­simo viaje hasta la capital de Atlantis.
          â€” ÂżAh sĂ­? ÂżY quĂ© cuenta la amable viejecilla? ÂżYa tuvo noticias de sus nietos reciĂ©n nacidos?
          â€” Te equivocas hermanito Shiou, eran los sobrinos mellizos de la hija menor de su hermana mayor los reciĂ©n nacidos, no los nietos de ella. Descuida, querido, no gritĂł demasiado —comentĂł ella con la suficiente tranquilidad para que sus palabras pasaran desapercibidas.
          â€” Me alegro… Espera, ÂżquĂ©? ExplĂ­came palabra por palabra lo que acabas de decirme, Kyouka —atĂłnito Ă©l por la sorpresiva respuesta de su hermana, abriĂł los ojos cuando la apatĂ­a del momento dejĂł de apoderarse de Ă©l.
          â€” Que… no… gritó… demasiado… —Dijo ella con la suficiente pausa entre cada palabra como para que Shiou pudiera entenderle sin causarle ninguna duda de por medio—. Los informantes de las calles tenĂ­an razĂłn, hermano mĂ­o, esa señora de quien todos y nadie sospechaba era una traidora hacia nosotros. Les vendĂ­a informaciĂłn a los atlantes sobre nosotros, incluso les dijo que me gustaban los helados de fresa tan rojos como la sangre y tan deliciosos como ella. Quizás exagero un poco esa parte, pero sĂ­, ella ya nos habĂ­a causado un daño a nosotros y debĂ­amos… intervenir.
          â€” Bueno… Siempre es de agradecer un traidor menos entre nosotros. Ahora, pasando a lo importante, me imagino que habrás cumplido con tu misiĂłn, Âżno Kyouka?
          â€” SĂ­ hermanito. RecogĂ­ la llave del lugar, tendĂ­ las sábanas, coloquĂ© las almohadas en su sitio, y coloquĂ© en la puerta un cartel de “Se alquila”, pero solo con tinta roja, no creo que alguien lo quisiera despuĂ©s de saber estaba escrito en sangre —Se tocĂł la barbilla mientras pensaba en otro comentario medianamente ingenioso—. Aunque, bien es un sitio cĂ©ntrico muy bonito, cerca de muchas comodidades y tal. Seguro alguno hubiera picado el anzuelo, siempre hay de esos.
          â€” Me alegro hermana mĂ­a, imagĂ­nate perder un predio asĂ­ en estas Ă©pocas primaverales tan bonitas para hacer mudanzas —Se detuvo un momento en sus vanos pensamientos, tomando de todas las palabras de su consanguĂ­nea lo que a Ă©l le convenĂ­a—. ÂżHace cuántas horas eliminaste a la traidora? ÂżUna? ÂżDos? Por favor dime que menos de seis horas.
          â€” Eh… pues supongo que reciĂ©n se habrán cumplido las tres horas y media hermano mĂ­o. No tiene caso, Shiou. Su alma a pesar de tener guardados esos sentimientos tan aberrantes como el supuesto odio y rencor hacia nosotros, era un odio cobarde que no te va a beneficiar en nada, hermano. Desperdiciarás tu energĂ­a solo para aumentar tu colecciĂłn de almas humanas en uno. Cuando capturemos a uno de los Marines de PoseidĂłn, o incluso a uno de los PlĂ©yades de Hermes valdrá la verdadera pena.
          â€” Eres muy soñadora, Kyouka, Âżcrees que a ese patĂ©tico esperpento impulsivo de Miare le importarĂ­a ello? ÂżO acaso que a cualquiera de los otros le importa? No, a nadie le importa, hermana. Solo a ti y a mí… DĂ©jame ampliar mi colecciĂłn en tiempos de tregua… AlgĂşn dĂ­a quizás pueda demostrarles la belleza que yo veo en ella.
          â€” Ay, hermano mĂ­o… ÂżBelleza en unas almas arrebatadas? Creo que necesitas salir más a menudo de aquĂ­. Si mañana nuestra pequeña alumna Sylene me invita a comer galletitas de jengibre allĂ­ en la plaza te voy a obligar a acompañarme… Te lo advierto desde ya, hermano.
          â€” Está bien, Kyouka… —ComentĂł Ă©l en respuesta mientras continuaba viendo el horizonte que se mantenĂ­a invariable ante el paso del tiempo.
 

          La tranquilidad, que hasta entonces era un placer para ambos hermanos que disfrutaban de las cuestionablemente agradables vistas de aquella torre, fue interrumpida cuando una figura conocida por ellos dos hizo acto de presencia en medio de la espaciosa habitaciĂłn. Como parte de su entrenamiento, Nadeko de Aries habĂ­a aprendido a manejar las tĂ©cnicas telequinĂ©ticas y el teletransporte, quizás fue por esto Ăşltimo que se le designĂł como mensajera en las situaciones de riesgo. La Ăşltima vez que un comunicado oficial habĂ­a sido emitido de tal forma, era para informar acerca de la muerte del Patriarca. Esto deberĂ­a haber alarmado tanto a Kyouka como a Shiou, pero lo cierto era que en innumerables ocasiones anteriores ella solo habĂ­a ido a comprar chocolates de una tienda casera que incluso la reconocĂ­a como “Clienta del mes” siendo que “apenas la visitaba” —segĂşn les decĂ­a a ambos—. Pero algo era diferente esta ocasiĂłn, pues el afable rostro de Nadeko no contenĂ­a la habitual sonrisa a la que ellos estaban más que acostumbrados.
 

          â€” Buenos dĂ­as honorables compañeros fervientes seguidores de Athena, en esta bella mañana nuestra diosa me ha honrado con la mis… —Se detuvo por un momento antes de recomponerse, ella no tenĂ­a ganas de volver a pronunciar dichas palabras por quinta vez en el dĂ­a—. Shiou, Kyouka, cuánto tiempo, Âżno?

          â€” Nadeko, no te hagas la desentendida… sabemos que vienes cada quincena a comprar dulces en la tienda esa que está frente a la plaza central —comentĂł Shiou mientras observaba que en la mano de su compañera habĂ­a un sobre blanco con un despegado sello dorado que emitĂ­a un cosmos Ăşnico y divino—. Supongo que has venido por esa cosa que tienes allĂ­, Âżo me equivoco?
          â€” Pues sí… —respondiĂł ella con todo el desgano que tenĂ­a acumulado.
          â€” Y, Âżpor quĂ© el sobre está abierto, querida compañera? ÂżNo sabes que las comunicaciones privadas deben ser eso? Ya sabes… Âżprivadas? —AñadiĂł Shiou.
          â€” TenĂ­a curiosidad, Shioucito, descuida… Los doce hemos recibido la misma carta de puño y letra de la pequeña Ariadne. Nos está citando para una ReuniĂłn Dorada. Y si bien conozco el motivo, creo que es menester que ella se los informe en persona. Y antes de que digas algo más, esto… ÂżdĂłnde dejĂ© mi excusa? Ah, sí… los leĂ­ porque sabĂ­a que gente como Aruf y Dreud quizás no las leyesen antes de la fecha, con lo ocupados que son…
          â€” Está bien… Entonces, Âżcuándo es la reuniĂłn, Nadeko? —Intervino por fin Kyouka.
          â€” Dame un segundo para revisar mi reloj —hizo un gesto de observar su muñeca izquierda en la cual evidentemente no habĂ­a accesorio alguno—. Pues… es dentro de unos veinte minutos supongo, si es que no he sacado mal la cuenta…
 

En ese momento ambos Santos guardianes de la ciudad de Aquos se miraron mutuamente y a Nadeko mientras no podĂ­an creer aquello que estaban escuchando su boca.
 

          â€” Espera, espera, espera… Âżveinte minutos? —PreguntĂł la joven Santa de Escorpio—. ÂżY para quĂ© era la carta entonces?
          â€” Formalidad supongo yo —las penetrantes miradas de sus compañeros se habĂ­an posado en ella como centro de su atenciĂłn. Ya no podĂ­a ocultárselos—. La verdad es que… desde hace tres dĂ­as nuestra diosa me encomendĂł dicha misiĂłn, con ello todos tendrĂ­an tiempo de llegar hasta la capital. Pero… digamos que las coloquĂ© en uno de los cajones de mi mesita de noche, lo cerrĂ©, me fui a dormir porque estaba demasiado cansada de reparar las armaduras que me traĂ­an de Ventus… y reciĂ©n hoy despuĂ©s de que Ariadne y las demás mencionaran el temita de la reuniĂłn en mitad de nuestro desayuno me di cuenta de que me habĂ­a olvidado entregar las cartas. QuerĂ­a hacerlo lo más pronto posible, pero hoy habĂ­a panqueques en el menĂş y desde el mes pasado que no los servĂ­an…
          â€” Nadeko… esto… tienes suerte de que sepas reparar armaduras, porque si no te hubieran despedido de tu rango hace mucho… —comentĂł Shiou casi entre dientes porque eran bien conocidos los repentinos arranques de ira de su amiga de la infancia.
          â€” Más bien, ustedes alĂ­stense rápido. Haremos un viaje exprĂ©s al templo de la diosa en la capital de Atmetis. ÂżEstán listos? —PreguntĂł mientras se acercaba a ellos dos y les colocaba una mano en el hombro a cada uno sin que estos se diesen cuenta—. Los veo dentro de un rato muchachos. Suerte.
          â€” Nadeko, ni te atre… — Kyouka ni pudo terminar de quejarse, pues en ese momento ella desapareciĂł de su vista. O más bien, ellos desaparecieron de la vista de Nadeko pues ya habĂ­an llegado a su destino.
 

          Los dos hermanos de un segundo a otro aparecieron casi frente a los otros Santos Dorados, a algunos llevaban demasiado tiempo sin verlos que apenas les reconocĂ­an con un poco más de vello facial del que acostumbraban usar en tiempos de paz —como era el caso de Dreud de GĂ©minis con ese gracioso bigotillo que empezaba a formársele por encima del labio y que cada vez que alguien le mencionaba al respecto decĂ­a que ya se lo iba rasurar—. Con los ojos recorrĂ­an ambos de izquierda a derecha el amplio salĂłn donde se requerĂ­a la presencia de ellos doce, casi no habĂ­a cambiado nada desde la Ăşltima vez que habĂ­an estado allĂ­.
 

          â€” Ya llegĂł el patĂ©tico este, al fin… ÂżY cĂłmo está Aquos? ÂżYa fue destruida por tu incompetencia cangrejo de pacotilla? —hablĂł uno de los Santos Dorados que estaba apoyado sobre una de las columnas de mármol que sostenĂ­an el techo, aunque realmente eran puro decorado.
          â€” Hola a ti tambiĂ©n, Miare —saludĂł Kyouka haciendo un gesto con la mano al Santo de Piscis porque sabĂ­a bien que su hermano no dudarĂ­a en iniciar una “guerra de mil dĂ­as” si le dejaba a sus anchas.
          â€” Kyouka, cuánto tiempo sin verte. DeberĂ­as venir más a menudo por estos lares —sorprendente era su cordialidad hacia ella, pues era más que conocido el hecho de que Miare detestara todo lo relacionado con Shiou—. Cada dĂ­a te ves más… sanguinaria… supongo.
          â€” Oh, gracias querido. Hoy acabo de matar a una ancianita —comentĂł ella en respuesta con una nada coherente sonrisa en su rostro.
          â€” Eh… Esto… Eso está bien… Creo… —dijo un desconcertado Piscis sin saber cĂłmo reaccionar correctamente.
 

          Las bisagras rechinaron al abrirse de par en par las enormes y pesadas puertas de piedra blanca con detalles dorados que separaban el exterior de la sala del trono, el lugar donde se encontraban actualmente. Acompañada de sus dos compañeras, quienes eran bien conocidas por todos ellos, se aproximaba la diosa vistiendo un vestido impecablemente blanco el cual le cubrĂ­a por completo las piernas e incluso acababa levemente arrastrado por la alfombra roja que dibujaba un camino hasta el trono de la diosa al otro extremo de la habitaciĂłn.
          En el salĂłn solo debĂ­an escucharse los pasos de la bella Ariadne, quien habĂ­a decidido dejar su lacio cabello castaño oscuro caer sobre sus hombros libremente aquel dĂ­a. Con la elegancia que ella debĂ­a tener, caminĂł lentamente con la sonoridad que le proporcionaban aquellos tacos —los cuales habĂ­an sido directamente prestados del armario de su compañera Pallas— que debĂ­an de aumentarle unos siete centĂ­metros a su estatura normal, pues era un poco baja a comparaciĂłn de sus Santos sirvientes y no querĂ­a verse mal para la ocasiĂłn.
          No estaban muy acostumbrados a reunirse, pues casi nunca habĂ­a la necesidad de hacerlo, pero por las palabras de Nadeko, la Ăşnica ausente en ese momento, era una situaciĂłn de suma importancia y debĂ­a ser tratada como tal. Los once Santos Dorados presentes, mientras la diosa Athena iba caminando, ellos formaban dos filas a su alrededor, a cada lado de la alfombra sin llegar a pisarla. De un lado iban ordenados las primeras seis constelaciones de la elĂ­ptica, empezando desde Aries; del otro iban el resto, empezando desde Libra. Solo quedaba un espacio vacĂ­o al lado del vigoroso Santo de Tauro
          Con la elegancia debida, en el Ăşltimo segundo antes de que los grandes portones se cerraran, Nadeko de Aries hacĂ­a su entrada triunfal en el salĂłn tratando de no ganarse el odio de sus compañeros por haber llegado tarde. Se quedĂł de pie allĂ­ mismo mientras esperaba que el trĂ­o de deidades llegara a sus tronos correspondientes. Apenas se sentaron ella se arrodillĂł frente a ellas, en señal de respeto, para pedirles disculpas por su imperdonable tardanza.
 

          â€” Me alegra que hayas regresado pronto, Nadeko —dijo Ariadne con una sonrisa en el rostro repleta de la compasiĂłn de una diosa
          â€” Espero sepan disculpar mi ausencia durante unos minutos, diosas nuestras, compañeros mĂ­os. He estado haciendo en Aquos un reporte de los Ăşltimos sucesos ocurridos en la frontera compartida con el reino de Atlantis. Cuando culmine la reuniĂłn se lo entregarĂ©, diosa Athena.
          â€” Espero hayas hecho un magnĂ­fico trabajo, Nadeko. ConfĂ­o en que tu criterio haya sido el mejor para la tarea que te encomendĂ© realizar. AnsĂ­o ver tus resultados, querida mĂ­a.
 

          La Santa de Aries se colocĂł de pie y, siguiendo la alfombra roja, cruzĂł frente a la mirada de sus compañeros hasta llegar al sitio que le correspondĂ­a al lado de Parsath de Tauro. Quienes habĂ­an sido hábiles observadores pudieron ver cĂłmo las mentiras de Nadeko eran develadas por una simple envoltura que ella habĂ­a guardado mal en el bolsillo trasero de su pantalĂłn verde. No era la primera vez que ella se excusaba de una tardanza por causas similares, pero sĂ­ lo era frente a una ReuniĂłn Dorada.
          Entre pensamientos malos de unos y otros, la diosa de la sabidurĂ­a tomĂł la palabra sin que nadie en el salĂłn se lo esperase. Y, por el tono de su voz, la situaciĂłn era más seria de lo pensado.
 

          â€” Estando ya todos los involucrados presentes, me incluyo, creo que es un buen momento para comenzar esta ReuniĂłn Dorada.
 


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#9 Patriarca 8

Patriarca 8

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CapĂ­tulo 2. El recado de Nadeko

 

La gente de esa ciudad me recuerda un poco a las extrañas formas de vida que son fans extremos de personajes de saint seiya

 

 

a Shiou le toco un trabajo peor que al del heroico Dohko

 

 

Âż Kyouka de Escorpio es hermana de Shiou ?

 

 

asi que Nadeko de Aries usa sus poderes de teletransportacion para beneficio personal

 

 

 Nadeko es mas despistada que seiya 

 

 

 

 

 


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#10 SagenTheIlusionist

SagenTheIlusionist

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Publicado 16 marzo 2020 - 14:48

Muchas gracias por tu comentario T. Sí amigo, Kyouka es la hermana de Shiou, siempre lo ha sido y siemprelo será. Y, bueno... Si Nadeko quiere hacer uso de lo que se demoró aprendiendo cientos de días, bien por ella. Cualquiera podría hacerlo.
Muchas gracias a ti tambien Kael, vi los likes que dejaste a tu paso, amigo. Espero que te estĂ© gustando la historia. :lol: 
 
 
 
CapĂ­tulo 3. La reuniĂłn dorada
 
 
          — Santos Dorados, ustedes que me juraron lealtad ahora deben escuchar mis palabras. En el dĂ­a presente, dos temas de vital importancia serán confiados a sus manos, esperando siempre que ustedes decidan lo mejor para el bien nuestro, el bien de Atmetis —exclamĂł Ariadne en ese momento, tomando un tono solemne en su voz. 
 
          La Ă©lite del ejĂ©rcito de Atmetis quedĂł levemente desconcertada por unos segundos pues, pese a lo que les habĂ­a anticipado la Santa de Aries, habĂ­a un segundo hecho del que incluso ella desconocĂ­a. 
 
          â€” He de suponer que la mayorĂ­a de ustedes ya sabe el motivo por el cual ha venido. Era previsto de que Nadeko hubiese mencionado algo, asĂ­ que ocuparemos ello como primer tema. Santos Dorados, Âżustedes quĂ© opinan de unificar los doce reinos de Etherias?
 
          Una mano se levantĂł, pidiendo asĂ­ el permiso de hablar ante las diosas presentes. A pesar de lo que ellos pensaban, los Santos Dorados decidieron guardar silencio.
 
          â€” Diosa Athena, espero disculpe mis palabras —dijo Mizael, Santo de Capricornio—. Estoy seguro de que no hablo solo por mĂ­, sino en representaciĂłn de muchos de mis compañeros. Unificar Etherias es una idea muy descabellada, diosa mĂ­a. 
          â€” Lo sĂ© perfectamente, Mizael. Gracias por confirmarme vuestros temores. Es cierto, incluso yo le tengo desconfianza a esa iniciativa, pero es lo que debemos hacer. Por supuesto, se hará si ustedes piensan que es lo correcto. No es mi deber obligárselos, cada uno es libre de decidir.
          â€” Diosa Athena, si me permite la pregunta, ÂżcĂłmo es que usted llegĂł a tal decisiĂłn? Usted generalmente no trata de incitar el conflicto, sino más bien de resolverlos. Es por ello que mi ser se encuentra confundido y pensativo acerca de lo que ocurre. PodrĂ­a, diosa nuestra, concedernos esa explicaciĂłn —intervino Aiza, el Santo de Libra, mientras se acomodaba los lentes de lejos.
          â€” Es una predicciĂłn del Oráculo de Delfos, Aiza. Uno de los doce dioses olĂ­mpicos destruirá los cimientos de nuestro mundo —interrumpiĂł la Santa de Aries— y Ari... nuestra diosa Athena lo que quiere es impedirlo.  
          â€” Es tal cual dice Nadeko, es nuestro deber hacerlo. Debemos ser nosotros de quienes hable la predicciĂłn, y que, si bien vayamos a la guerra, nunca olvidemos que nuestra misiĂłn es Ăşnicamente el tratar de unificar Etherias para conducirla a un futuro donde haya menos odio entre los reinos, donde el mundo pueda respirar un nuevo ambiente de paz que dure lo más posible. 
          â€” Diosa Athena, si bien usted está en lo correcto, pienso que usted va a poner en peligro a muchos tomando dicha decisiĂłn. No hablando por nosotros, sino tambiĂ©n por usted, por la señorita Pallas, la señorita Nike, y por todos los habitantes de Atmetis —Ante las palabras de Miare el asombro de algunos de sus compañeros se hacĂ­a notar, pues Ă©l siempre se habĂ­a mostrado como el egoĂ­sta que es. 
          â€” Es cierto lo que dice mi compañero el pesc… Miare —por más que Shiou de Cáncer trataba de mencionar su nombre con total normalidad, la costumbre le hacĂ­a añadir alguna ofensa inconscientemente—. Nuestras tierras sufrirán el castigo de los dioses una y otra vez, muchas bajas serán reportadas desde todos los rincones de Atmetis. Cuando una incontable cantidad de batallas se den en nuestro territorio, esto será imposible ocultarlo. Es entonces que tendremos de enemigos tanto a los dioses como a nuestra propia gente harta de nuestra egoĂ­sta lucha. 
          â€” Es un riesgo que debemos correr, Shiou —dijo Athena desde su trono, tomándole fuertemente la mano a Pallas, quien estaba a su izquierda—. Lo comprendo, sĂ© que ello es inevitable, pero es inevitable tambiĂ©n que tarde o temprano otros dioses iracundos por miedo a las predicciones de Delfos nos ataquen. Debemos tener nosotros la iniciativa, de forma que nuestros ciudadanos no se vean tan afectados.
          â€” Sus palabras me han abierto los ojos, diosa mĂ­a, pero… Âżde quĂ© forma piensa usted que hagamos todo esto? Se trata de enfrentarnos a los once dioses olĂ­mpicos y a todos sus ejĂ©rcitos —intervino Aiza, ya habĂ­a tomado una posiciĂłn correcta a su forma de pensar, pero aĂşn habĂ­a detalles en los que Ă©l querĂ­a recabar. 
          â€” Eso… No lo sĂ©. EstarĂ­a mintiendo si te dijera que tengo un plan detallado. Puedo decir que conozco de apariencia a todos ellos, pero solamente con dos o tres he hablado en alguna ocasiĂłn. Primero solo quiero asegurarme un as bajo la manga, necesitamos del apoyo de otro de los dioses olĂ­mpicos. Eso es seguro, pues en tiempos de guerra esta será cruel y necesitaremos de todas las fuerzas de las que dispongamos.
          â€” Por nuestra posiciĂłn, le recomendarĂ­a que el primero que usted tenga a consideraciĂłn sea al enemigo nĂşmero uno de Aquos, el rey de Atlantis, PoseidĂłn —dijo Shiou mientras se mantenĂ­a pensando con la mano sobre la boca—. Necesitamos a alguien impetuoso, pero que pueda recurrir pronto en nuestra ayuda. Es decir, debe ser alguien que reine en una de nuestras fronteras. Las fronteras con Atlantis desde hace tiempo se han mantenido pacĂ­ficas, por lo cual me permito hacerle dicha sugerencia.
          â€” Como encargado de la provincia de Ventus, es mi deber el informarle, diosa Athena, que Ăşltimamente Hermes ha estado muy activo en sus intentos de invasiĂłn. No creo prudente que trate de dialogar con Ă©l —insistiĂł Mizael mientras se quedaba de brazos cruzados esperando que su diosa tome una decisiĂłn.
          â€” Y yo como, encargado de Pyrus —dijo Aruf de Leo con esa voz animosa de alguien que todavĂ­a tiene diecinueve años y poco conoce de la cruda vida adulta—, le informo que la diosa DemĂ©ter de Delusia apenas ha deseado invadir nuestras tierras. Quizás eso sea buena señal, pero quizás tambiĂ©n indique que está centrando sus fuerzas contra el dios Hades. Mejor serĂ­a no entrometernos.
          â€” Entonces, debemos ir primero al reino de Atlantis —concluyĂł la diosa tras pensarlo un buen momento. 
 
          Dentro del salĂłn del trono todos los presentes ya habĂ­an aceptado las palabras de la diosa, por lo cual asintieron y aplaudieron la decisiĂłn que ella habĂ­a tomado.
 
          â€” Diosa, está bien su propuesta, pero permĂ­tame sugerirle que solo un grupo pequeño pueda ir a su lado. Siendo más llamarĂ­amos la atenciĂłn del enemigo, o de otros enemigos en el peor de los casos. Escoja usted quienes deberĂ­an acompañarle —añadiĂł el estratega de Atmetis, Shiou.
          â€” A ver… Pallas, Nike, Âżquieren venir conmigo? No las obligarĂ©. A quienes sĂ­ obligarĂ© serán… nuestro Patriarca, luego… —dijo la diosa Athena
          â€” ÂżPatriarca?… Diosa Athena, permĂ­tame recordarle que Su IlustrĂ­sima Haloid falleciĂł repentinamente por una enfermedad desconocida apenas hace dos meses. No hay un Patriarca con el cual usted vaya a… —interrumpiĂł sorprendido Parsath al escucharle.
          â€” Oh… Creo que me anticipĂ© un poco a los hechos. Está bien. DiscĂşlpenme si no les mencionĂ© esto antes, pero… El segundo tema a tratar hoy era la selecciĂłn del nuevo Patriarca de Atmetis. Quizás no sea el momento más pertinente, pues en mi corazĂłn aĂşn siento su pĂ©rdida, pero es necesario que designemos uno nuevo si queremos avanzar con nuestra misiĂłn.
 
          El Patriarca Haloid habĂ­a sido el más querido por ellos, despuĂ©s de todo, no solo habĂ­a sido una autoridad o un maestro, Ă©l habĂ­a sido como un padre para ellos doce y, cuando crecieron y se volvieron mayores, un amigo tambiĂ©n. Dentro del deber de un Santo el sentimentalismo no era lo más correcto, pero ellos hicieron caso omiso al no querer designar ningĂşn Patriarca inmediatamente despuĂ©s de su muerte. Nadie podrĂ­a llenar el vacĂ­o que Ă©l dejĂł.
 
          â€” SĂ© que debe ser difĂ­cil, incluso para nosotras es difĂ­cil, pero debemos avanzar, demostrarle, dondequiera que estĂ©, que nos ha criado bien, que nosotros hemos aprendido de sus enseñanzas. Por ello, ustedes escogerán un sucesor digno de entre los doce, quien tomará las riendas de Atmetis en sus manos. SĂ© que es una elecciĂłn difĂ­cil, es por ello que les harĂ© la siguiente pregunta. ÂżDesean que les conceda más tiempo? ÂżCon una hora será suficiente?
          â€” Una hora es un tiempo prudente, sĂ­ —respondiĂł Aiza mientras observaba de un lado a otro los rostros de sus compañeros.
          â€” Entonces que asĂ­ sea, los veo dentro de una hora.
 
          Nadie quedĂł en el salĂłn en dicho momento, la joven Ariadne tomĂł su propio camino acompañada de las otras diosas mientras que los Santos de Oro se reunieron en el lugar donde siempre habĂ­an celebrado sus fiestas, una habitaciĂłn del otro extremo del entramado laberinto subterráneo del que estaba conformado el Templo de Athena. Completamente amoblado, con estanterĂ­as donde cada uno de ellos habĂ­a escondido más de una cosa en alguna ocasiĂłn, algunos electrodomĂ©sticos básicos y seis sillones bipersonales —dispuestos de forma simĂ©trica sin interrumpir el paso por las puertas tanto de la entrada como del baño—, con sus respectivas mesitas, en donde se sentaban a charlar y descansar cada ocasiĂłn que tenĂ­an que pasar la noche allĂ­ en la capital.
          â€” Se nota que hace tiempo que no venimos todos a este lugar —dijo Nadeko mientras contemplaba cada urbanizaciĂłn arácnida que se habĂ­a formado en las esquinas del techo.
          â€” Vamos a ver si ese vino tinto que comprĂ© hace un año sigue en tan buen estado como siempre… —Kyouka se acercĂł a uno de los refrigeradores que habĂ­a en un extremo de la habitaciĂłn. Apenas abriĂł la puerta, lo vio ahĂ­ con su maravillosa etiqueta completamente hĂşmeda por haber transcurrido tanto tiempo a unos perfectos doce centĂ­grados en los cuales su sabor se mantendrĂ­a igual de exquisito como siempre.
 
          Conociendo las costumbres generosas de su hermana, Ă©l buscĂł en una de las repisas las doce copas que usaban siempre para las celebraciones de año nuevo, donde olvidaban cualquier diferencia y bebĂ­an como si fuesen hermanos de toda la vida, aunque despuĂ©s de la resaca se odiasen más que nunca. Él colocĂł las copas y su hermana sirviĂł en ellas la bebida alcohĂłlica. Solo por cortesĂ­a ellos les entregaron a cada uno desus compañeros, para que pudiesen disfrutar un poco de ese soberbio toque mientras deliberaban. Ellos agradecĂ­an —aunque por ahĂ­ se colĂł un “sigue asĂ­ cangrejo, sĂ­rveme como el ser inferior que eres”—, pero nadie dio ni un sorbo hasta que quienes servĂ­an tomaron asiento. 
 
          â€” Y bien, Âżahora quĂ© debemos hacer? —Dijo Nereida de Acuario mientras bebĂ­a de su copa, agitándola de vez en cuando sin ningĂşn motivo razonable. Odiaba admitirlo, pero Kyouka habĂ­a tenido una buena intuiciĂłn al escoger esa cosecha. 
          â€” ÂżQuieren decidirlo a la suerte? ÂżO escogemos al que nos plazca en gana? —Intervino graciosamente el Santo de Leo, Aruf. 
          â€” Hay que escoger un nombre en estos treinta minutos que aĂşn tenemos. Hay que usar el criterio que a nosotros nos parezca el mejor, no uno solo en concreto. Ganará el que haya sido nombrado por la mayorĂ­a en el recuento —Aiza se mantuvo sereno en su asiento, el cual compartĂ­a con el Santo de Capricornio. 
          â€” Está bien. Si me permiten decir algo… Les pedirĂ­a a ustedes que no me considerasen para el puesto. Como bien saben, no soy buena para estas cosas y prefiero tener un perfil bajo… Además, no podrĂ­a vivir sin la compañía de mi hermano —añadiĂł finalmente Kyouka.
          â€” Yo tampoco quiero ser nombrado —dijo Shiou mientras tomaba un largo trago de vino, como tratando de ahogar su propio dolor—. Yo tampoco podrĂ­a vivir sin la compañía de mi querida Kyouka. LamentarĂ© decepcionar a mi viejo maestro, pero es lo correcto.
 
          Habiendo dejado ya las copas sobre la mesa al costado de su hermano, Kyouka acostĂł su cabeza sobre el hombro del Santo de Cáncer. Estaba más que contenta de escuchar que Ă©l siempre estarĂ­a para ella, aunque se volviese una mentira en el momento en que Shiou se enamorase verdaderamente de alguien. Pensaba disfrutar todo el tiempo posible hasta que llegara lo inevitable asĂ­ que ella acomodĂł por su cuenta el brazo de su hermano para que asĂ­ la rodease y se sintiera bajo su protecciĂłn una vez más.  
 
          â€” Entonces yo debo ser el Patriarca, si este inĂştil cangrejo no puede asumir la responsabilidad, es mi turno de hacerlo. Denme vuestra confianza y aplastaremos a este pobre bicho raro amante de la muerte —entre risas y provocaciones Miare logrĂł conseguir lo que más ansiaba: enfadar a su rival.
          â€” Ya sabĂ­a que el bueno para nada iba a hablar. Como quieras, con los votos de tus tres allegados y tu cobarde y soberbio autovoto Ăşnicamente cuentas con cuatro. Los suficientes como para perder patĂ©ticamente —dijo en respuesta un enojado Santo de Cáncer.
          â€” SĂ­guele hablando a la nada como siempre haces, Âżvale? Yo a diferencia tuya sĂ­ me relaciono con la gente, no con la sombra que dejan cuando su boca ya no puede moverse más y su corazĂłn deja de latir —A Miare le encantaba la situaciĂłn, cualquier momento en que la discordia reinase era bueno para Ă©l. 
          â€” Ya cálmense un poco, chicos… —intervino Kyouka, pero fue casi ignorada por la disputa entre ambos Santos Dorados. Intentaba acariciar la mano de su hermano, pero eso no fue lo suficientemente efectivo como para detener su ira.
          â€” Esto… Yo tampoco quiero ser… —tĂ­midamente sin querer resaltar dijo Jasmine de Virgo, mas fue interrumpida tambiĂ©n por la discusiĂłn de ambos dorados. 
          â€” ¡EscĂşchame bien pedazo de inĂştil! TĂş tienes la vida bien fácil quedándote aquĂ­ lejos de todo peligro, mientras que nosotros nos podrimos en el campo de batalla. Eres un cobarde que huyĂł ante la primera señal del peligro. ÂżAun asĂ­ te haces llamar Santo Dorado? Solo eres un vil chiste —Miare estaba a punto de pararse, pues las palabras de su rival, aunque no querĂ­a hacerlo ver asĂ­, habĂ­an colmado su paciencia.
          â€” Oh, esto te va a doler como no te imaginas, crustáceo… —En las manos del Santo de Piscis, Ă©l ya habĂ­a materializado una rosa blanca como la nieve que, en el papel, deberĂ­a teñir sus pĂ©talos al absorber hasta la Ăşltima gota de cosmos del Santo de Cáncer.
          â€” ÂżAsĂ­ que piensas atacarme? Cobarde como siempre, lo dicho. Entonces no me quedarĂ© atrás, venga, inicia una lucha sin sentido. QuĂ© más da perder mil dĂ­as de mi vida si asĂ­ puedo exterminar a esta plaga —Shiou extendiĂł su dedo Ă­ndice derecho en direcciĂłn a Miare. Alrededor de este comenzĂł a formarse un vĂłrtice de fuegos fatuos con el cual deberĂ­a mandar al Santo de Piscis a sus dominios, el mundo de los muertos. 
 
          Aunque estaba muy tentada a clavarle una de sus afiladas uñas en la pierna a su hermano para evitar que haga un desastre ahĂ­, en cierta parte le fascinaba verlo combatir. Indecisa como solo ella podĂ­a estar en su situaciĂłn, finalmente no logrĂł hacer nada hasta que Nadeko se puso de pie. La Santa de Aries no intentĂł en lo más mĂ­nimo detenerlos, solo pasĂł sin miedo entre los rivales apuntándose a muerte mutuamente. De una de las estanterĂ­as en el lado opuesto de la habitaciĂłn ella sacĂł, ante la expectante atenciĂłn de todos, dos bolsas de frituras, de considerable tamaño, que habrán llevado ahĂ­ guardadas quiĂ©n sabe cuánto tiempo. Sin que nadie lo previera, ella las lanzĂł apuntando hacia las cabezas de sus dos conflictivos compañeros. No tenĂ­an más opciĂłn que desistir de sus ataques si querĂ­an atraparlas antes de que aterrizasen en sus caras y que eso le diera una oportunidad al otro de atacar.
          Nadie atacĂł, ambos atraparon las bolsas con su diestra y las abrieron tranquilamente. El ambiente se habĂ­a apaciguado. De otra repisa, la Santa de Aries saco un cuenco de vidrio de gran tamaño —fácilmente podrĂ­a superar el diámetro de cualquiera de sus cabezas— y lo manipulĂł usando su telekinesis llevándolo primero con Miare para que vierta el contenido de la bolsa, repitiendo su misma acciĂłn con Shiou. Mientras ella llegaba y se acomodaba en su asiento, usando su mente para mover el bol de un lado a otro, pidiĂ©ndole cortĂ©smente a sus compañeros que se sirviesen.
 
          â€” Nadeko, eso fue del todo innecesario. PodrĂ­as haber hecho todo esto allá, Âżno crees? —dijo para sĂ­ Shiou mientras degustaba el sabor de la fritura.
          â€” Innecesario como vuestra pelea —dijo sonriente mientras con su mano agarraba un buen puñado de patatas fritas de una cierta marca que le encantaba.
 
          Por algĂşn extraño motivo, el ambiente se habĂ­a vuelto jocoso nuevamente entre los sorbos a las copas y las nuevas peleas que se daban porque algunos se disputaban la custodia de aquellas frituras. ParecĂ­a que la pelea nunca hubiese estado por ocurrir.
 
          â€” Llamadme loco, o como queráis —dijo Aiza de Libra de repente—, pero ya tomĂ© una decisiĂłn. SĂ© quiĂ©n quiero que sea mi futuro Patriarca. 
 

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#11 Lairiel99

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Publicado 25 marzo 2020 - 09:28

Hola, Sage. Disculpa que coloque el mensaje aqui, pero no me deja en tu perfil xD.
No se si te acordaras de mi, por alla por la Ă©poca de Nuevo Olimpo.

#12 SagenTheIlusionist

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Publicado 26 marzo 2020 - 05:39

Hola LES, ¿cómo olvidarme? cuanto tiempo sin oir de ti. ¿Cómo has estado? ¿Qué te trae por aquí?

TambiĂ©n me disculparĂ© porque no me deja contestarte por privado ya que eres user nuevo, pero bueno... 

Supongo que podrías pasar por ahí abajo, a donde dice un tema llamado "cuenta del millón". No sé, para hablar mientras no tienes activa esa funcionalidad xD

 

Y bueno... como antes te gustaban los fanfics, no sé, si quieres lees este ya que estamos. Porque publicidad no es ya que es en este mismo tema xD

 

Bueno, eso, saludos  ^_^

 

 

 

 

 

 

 

 

* Aviso para lector habitual, o no*

(El siguiente capítulo será publicado el día 31 de marzo del presente año en curso. Y sí, es el número 4. Así que así.)


Editado por Sagen of Atenas, 26 marzo 2020 - 05:41 .

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#13 Lairiel99

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Publicado 26 marzo 2020 - 08:29

Claro, voy a echarle una ojeada, se ve interesante. Veo que ambos también hemos cambiado el estilo de escritura.
Como pasa el tiempo...
Apenas pueda hablarte por privado lo hare.
Un saludo, cangrejin.

#14 Lairiel99

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Publicado 26 marzo 2020 - 08:41

Tambien disculpa por haber dejado el mensaje aqui, soy muy simio para esto de los foros xDDDDD
Tampoco se donde esta el chat privado :'v

#15 Lairiel99

Lairiel99

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Publicado 31 marzo 2020 - 15:32

Saludos, cangrejin.
Dado a que voy a demorarme leer el fic entero, por celular es incomodo y que intento zanjar el asunto por el que vengo antes de que se me olvide, dejame consultarte: ÂżAlgĂşn lugar donde podamos conversar en privado? Intento revivir los viejos tiempos y ha sido grato poder contactar contigo, pense que no lo conseguiria. Supongo que ya te daras una idea de que se trata.

Otra vez, disculpa, me siento un inadaptado sejando mensajes aqui que no vienen al caso :'v

#16 SagenTheIlusionist

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Publicado 01 abril 2020 - 05:25

Saludos, cangrejin.

 
Saludos LES, esto... Estuve pensándolo por un rato largo, y creo saber cĂłmo podrĂ­amos hacer. PodrĂ­as crearte una cuenta en MyAnimeList y agregarme. Creo que no hay tantos impedimentos para mandarme un Privado por allĂ­, al menos para los nuevos, sino por los comentarios en el perfil allá.  
En el link que te coloqué, abajo de mi avatar sale mensaje, intenta por allí. xD
 
Ah, y sobre el fanfic, descuida. Tomate tu tiempo, aĂşn queda para largo esta historia.
 
 
 
 
Ahora sĂ­, con un dĂ­a de retraso (de publicaciĂłn y del autor), les presento el capĂ­tulo cuarto de la historia. Espero les agrade las ideas propuestas para este capĂ­tulo, y bueno, el capĂ­tulo en sĂ­, claro.  Por favor, disculpen los cuatrillones de párrafos de Slice of Life que abundarán en el fanfic xD Espero que pronto puedan ya ver algo de acciĂłn (?

 


 CapĂ­tulo 4. La recámara de las diosas

 

          Era muy poco conocido fuera de las tierras de Atmetis, que el sĂ©quito que siempre acompañaba a la diosa Athena estaba formado principalmente por dos diosas menores cuyos destinos siempre habĂ­an estado ligados a ella desde la era del mito. Siempre siguiĂ©ndola a todos lados, Ariadne pensĂł correcto, a muy corta edad, llamarles hermanas. Ambas vivĂ­an junto con ella en una habitaciĂłn dentro del templo principal de Athena, el cual se ubicaba a los pies de la majestuosa cordillera que se interponĂ­a entre la ciudad capital y el inmenso e inexplorado OcĂ©ano de la PerdiciĂłn, en una zona denominada la Colina de las Estrellas.
          Pallas era el nombre de una de las diosas. Ella habĂ­a reencarnado veinte años atrás en espera de la llegada de la bebĂ© que serĂ­a llamada luego como Ariadne, pero a pesar de tener cinco años de diferencia con ella, nunca dejaron de considerarse las mejores amigas y hermanas. Pallas estaba dotada de gran belleza, con un cuerpo de piel clara bien proporcionado al metro setenta de estatura que siempre se dejaba ver usando esas sandalias marrones de tacĂłn bajo. Su cabello rubio lo llevaba corto, apenas rozando sus hombros, pues decĂ­a que, si bien era el deber de ella verse radiante, el tener cabello largo le perjudicaba en sus entrenamientos de combate. Muy a pesar de lo que decĂ­a, siempre habĂ­a sido considerada como la más bella de entre los lĂ­mites de Atmetis.
          Por otro lado, Nike era el nombre de la segunda de las diosas. Ella, a pesar de haber reencarnado al mismo tiempo que lo hizo Pallas, se veĂ­a de la edad de una adolescente de la edad de Ariadne. El destino como diosa guardiana de Athena, le concediĂł la maldiciĂłn de la juventud eterna a una muy corta edad lo cual le impidiĂł desarrollarse fĂ­sicamente como deberĂ­a haber sido. En las historias que estaban narradas en los textos antiguos, la diosa Nike siempre habĂ­a acompañado a Athena en forma de un báculo sagrado. No porque ella hubiese reencarnado de tal forma, sino porque su cuerpo se transformaba en ello.
          La apariencia jovial y aniñada de Nike habĂ­a sido producto de un descuido de Ariadne al descubrir sus poderes como diosa a la temprana edad de nueve años. Ese dĂ­a fatĂ­dico, la joven Athena estaba muy contenta y ansiosa por mostrarle sus nuevos poderes a su hermana Nike. Ella le tomĂł de la mano para que pudiese sentir más de cerca ese cosquilleo que ella misma sentĂ­a cuando le rodeaba su magnĂ­fico cosmos. Era inocente en aquel entonces, y por ello cuando el cuerpo de Nike se convirtiĂł en el báculo sagrado del que hablaban las leyendas, la pequeña Ariadne se asustĂł y llorĂł desesperada por la desapariciĂłn de su hermana. Cuando el Patriarca Haloid descubriĂł lo que habĂ­a sucedido, Ă©l se lamentĂł por haber sido tan despreocupado. Pudo resolver aquel asunto, pero desde ese dĂ­a Nike nunca más envejeciĂł, ni tampoco creciĂł un centĂ­metro más. Estaba condenada a vivir el resto de su vida con su estatura de metro cuarenta, con el cabello largo hasta media espalda que nunca más le iba a crecer si se lo cortaba, y con el poco atractivo fĂ­sico que una adolescente promedio podĂ­a poseer.
          La reuniĂłn dorada aĂşn estaba en pleno acontecer, pero la diosa regente habĂ­a decidido darle a sus Santos Dorados un receso de una hora porque habĂ­an cosas que debĂ­an deliberar tranquilamente y tanto ella como su sĂ©quito de diosas no iban a soportar el frĂ­o y duro asiento de piedra que a alguien del pasado le habĂ­a parecido buena idea construir —obviamente no era la misma persona que tenĂ­a que quedarse varias horas sobre Ă©l, porque de lo contrario hubiese sabido que dentro de su pensamiento habĂ­a unos detalles no considerados—. Mientras que sus guerreros se habĂ­an marchado a la sala de reuniones, ellas tres prefirieron regresar a su habitaciĂłn donde podrĂ­an descansar tranquilamente, al menos por un momento.   
 

          â€” ¡Al fin pude salir de allĂ­! —DecĂ­a Ariadne mientras se estiraba, tan solo con media hora allĂ­ se le habĂ­an adormecido un poco los brazos—. Ay, por dios… CĂłmo odio hacer esto… Pallas, son nuestros amigos… ÂżEn verdad es necesario que tenga que hablar de esa manera tan antinatural?
          â€” Ariadne, por favor, ya te lo he dicho muchas veces. Por tus venas corre la sangre de una diosa, y no de una diosa cualquiera. TĂş eres Athena, una de las doce gobernantes de los reinos de Etherias y por ello tienes que comportarte como tal, aunque sea en ciertas ocasiones —respondiĂł ella mientras sacaba de su mesita de noche el Ăşltimo chocolate que tenĂ­a allĂ­ y lo desenvolvĂ­a para comĂ©rselo—. DĂ­selo, Nike.
          â€” Nuestra hermana Pallas tiene razĂłn, tĂş debes comport… Espera, Pallas, Âżeso que acabas de meterte a la boca es un chocolate? —Sus ojos estaban fijos puestos sobre la otra diosa. Nike no era diferente del resto, a ella tambiĂ©n le gustaban los dulces, pero nunca habĂ­a probado uno de esos chocolates—. Vas a engordar si sigues asĂ­, mejor será si me lo das…
          â€” A diferencia tuya, querida Nike, yo sĂ­ entreno, es decir, gasto más calorĂ­as que tĂş. No te preocupes por mi peso y figura, ya de eso se ocupa Parsath que me dice todas las semanas que mi salud sigue estando tan perfectamente bien desde el dĂ­a en que reencarnĂ© —Sin remordimiento alguno dio una mordida con la que desapareciĂł más de la mitad del chocolate.
          â€” ¡Pallas! —GritĂł ella en un tono caprichoso— No seas mala y convĂ­dame un poco de chocolate. ÂżSĂ­?
          â€” Es una lástima, ya me lo acabĂ© —no era cierto obviamente, la pequeña Nike podĂ­a ver como aĂşn tenĂ­a entre sus manos el dulce. Mientras observaba en el rostro de su hermana el deseo de querer obtenerlo, le dio varias mordidas pequeñas hasta que no quedĂł más de Ă©l—. ¡Oh, tan delicioso como siempre!
          â€” Yo querĂ­a probarlo, Pallas. Eres una mala persona —dijo inflando sus mofletes al no haber conseguido su objetivo.
          â€” ÂżProbarlo? ÂżNunca antes los has probado? Espera, Âżme vas a decir que toda esa bolsa que habĂ­a el mes pasado debajo de la cama de Ariadne con no menos de cuarenta chocolates se los acabĂł ella sola? ÂżNuestra Ariadne? —VolteĂł a ver a quien habĂ­a estado al margen de la conversaciĂłn. Entre sus manos tenĂ­a un libro de su autor favorito, Aiza, aunque este usaba un seudĂłnimo bajo el que los publicaba.
          â€” Esto… Si sirve de algo te puedo invitar uno, Nike. Justo hoy dĂ­a Nadeko me ha dejado bajo la cama una nueva provisiĂłn de chocolates, asĂ­ que… ¡A comer se ha dicho! —Dijo la reencarnaciĂłn de Athena mientras dejaba el libro a un costado y, aĂşn tendida sobre su cama, buscĂł una bolsa que debĂ­a estar bajo esta. Ese era el lugar donde la Santa de Aries los teletransportaba generalmente para no mantener sospechas de las otras diosas.
          â€” Hoy, hoy, hoy… —Pallas se quedĂł pensativa hablando en voz alta—. No me digas que el motivo por el cual ella llegĂł tarde a la reuniĂłn fue por eso. En serio, Ariadne, dime que no hiciste eso…
          â€” Esto… miren Pallas, Nike, justo hay cuarenta chocolates —Ariadne colocĂł la bolsa sobre su cama, y desatĂł el lazo rojo con el que lo habĂ­an cerrado—. Repartidos equitativamente significan treinta para mĂ­, y cinco para cada una de ustedes.
          â€” Ariadne… —dijo Nike en forma de reproche mientras observaba directamente a la diosa que debĂ­a acompañar—. ÂżEn verdad te puedes comer tamaña cantidad?
          â€” En mi defensa, en Aquos hacen unos chocolates muy deliciosos, Nike. ÂżA que sĂ­, Pallas? —preguntĂł Ariadne mientras los sacaba de la bolsa y los iba separando sobre su cama de acuerdo a las cantidades que le correspondĂ­an a cada una.
          â€” Son una maravilla, Nike —Pallas se sentĂł en el borde de su cama y se agachĂł para buscar algo que se encontraba dentro de su mesa de noche. Era una caja, la cual le mostrĂł a su pequeña hermana.
          â€” Ni una sola vez los he probado, esperaba que Ariadne algĂşn dĂ­a me invitara y por ello siempre me he hecho la ciega frente a su adicciĂłn a los dulces… —En sus brillosos ojos se empezaron a formar unas pequeñas lágrimas por haber sido olvidada una vez más—. Nunca me esperĂ© esta traiciĂłn de ti, Pallas.
          â€” Ariadne nunca me ha invitado nada. Es una glotona, tal parece ser. Ni un miserable chocolate tampoco me ha convidado en todo el año que Nadeko se los ha traĂ­do en ofrenda. Si no fuera porque Shiou tuvo la amabilidad de traerme algunos para mi cumpleaños, nunca hubiera conocido ese amargo tan exquisito que tienen.
          â€” ÂżTe los trajo Shiou? ÂżQuieres que te recuerde que cumplimos años el mismo dĂ­a? A mĂ­ nunca me trajeron ni uno… —Las lágrimas en sus ojos habĂ­an empezado a correr, producto de la tristeza de una pobre Nike. 
          â€” ÂżDe quĂ© te quejas, Nike? Si Kyouka te trajo ese bonito vestido rosa pálido que tienes en el armario —ella apuntĂł con el dedo el mueble de madera ese que se encontraba casi al lado de la Ăşnica puerta de la habitaciĂłn—. Vaya… Sabes perfectamente que los niños no saben apreciar los chocolates tanto como una adulta como yo.
          â€” Pallas, tenemos la misma edad. ¡Deja de tratarme como una niña! —ExclamĂł furiosa la pequeña diosa, aĂşn con los ojos repletos de lágrimas.
          â€” No lo decĂ­a por eso. Tus papilas gustativas están muy poco adaptadas a la belleza que posee la amargura de un chocolate de verdad. Tus golosinas esas que compras en la tienda de la esquina de la plaza no se comparan para nada. TĂş no sabes apreciar un verdadero chocolate, Nike.
          â€”Ya hermanas, tranquilĂ­cense un poquito… —comentĂł Ariadne cuando se decidiĂł el ser mediadora en ese pequeño conflicto entre sus dos hermanas mayores. Estaba pensativa de si entregarles ya los presentes, pero mejor no lo hacĂ­a hasta que se calmasen las aguas.
 

          En su interior, Pallas sabĂ­a que ella era un poco conflictiva. El que le gustara estar presente en primera fila del campo de batalla tampoco ayudaba mucho, es más, en situaciones como esta le impedĂ­an comportarse como la tierna y amable hermana mayor que deberĂ­a y querĂ­a ser.
 

          â€” Ven y Ă©chate un rato en mi cama, Nike, conmigo, como en los viejos tiempos —dijo ella invitándole a acercarse con un gesto de su mano—. Vamos, no te enojes. Sabes que era una pequeña broma, hermanita.

 

          Nike ya no querĂ­a decir nada más. Pensaba que su silencio podrĂ­a servir más que cualquier disculpa a su hermana, por lo que solo se sentĂł junto a su hermana en la cama ubicada del otro extremo de la habitaciĂłn. La maldiciĂłn de Nike y la fuerza de Pallas permitieron que en ese momento ella pudiese alzar a la pequeña colocándola encima suyo, dejando que asĂ­ se acurruque allĂ­ mientras ella le hacĂ­a todos los mimos necesarios para demostrarle su cariño.
 

          â€” En cierto sentido tuviste suerte, Nike. De haberse activado la maldiciĂłn mucho antes, hubieras sido una niña eternamente. Una muy linda muñequita con la que Ariadne y yo podrĂ­amos jugar todo el dĂ­a a la comidita sin que pudieras quejarte.

          â€” Sabes que tu comentario no es lo que más me molesta ahora… Sino ese pecho tuyo contra el que me estás apretando… Sabes la envidia que me das y aun asĂ­ lo haces a maldad, Âżcierto?
          â€” Claro que lo sĂ©, Nike querida. ÂżEn verdad pensabas que me iba a dejar ganar? —Dijo Pallas con un ligero tono de maldad en su voz.
 

          Las tres diosas se rieron al darse cuenta de lo absurda que era la situaciĂłn en la que estaban. Era lo que les faltaba, un momento de verdadera paz antes de embarcarse en una misiĂłn casi suicida como lo era el declararles guerra a los otros once reinos de Etherias. En el fondo, ellas sabĂ­an que, tras la guerra, nada serĂ­a como en aquel entonces.
          Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando alguien tocĂł apresurado la puerta de su habitaciĂłn. Del otro lado de la puerta, quien se encontraba allĂ­ se identificĂł como Miare de Piscis. Pallas podrĂ­a haber pecado de confiada al abrirle a un desconocido de no ser porque ella conocĂ­a el cosmos que emitĂ­a el Santo Dorado. SacĂł el seguro de la puerta y la abriĂł tratando de que el picaporte no chocara contra el armario donde ella y sus hermanas guardaban sus prendas.
 

          â€” Buenas tardes, diosa Athena, diosa Pallas, diosa Nike —dijo el joven Santo de veintitrĂ©s años tratando de ser cordial por alguna vez en la vida— disculpen la intromisiĂłn.
          â€” Miare, me alegro mucho de verte —dijo la pequeña Nike quien, para guardar las apariencias, ya habĂ­a regresado a su cama y se habĂ­a sentado en ella. Hubiera sido terrible que le hubiese visto comportarse como una niña.
 

          El joven no respondiĂł al comentario. MantenĂ­a su mirada fija en el suelo mientras caminaba recto en direcciĂłn de la joven diosa Athena. Él se inclinĂł hacia el frente, y comenzĂł a murmurarle algunas palabras al oĂ­do a Ariadne, levantando un aura de misterio en la habitaciĂłn
 

          â€” Ariadne, sĂ© que aĂşn no es la hora de continuar la reuniĂłn, pero… Âżpuedo hablarte un momento en privado? —dijo Miare.
          â€” Con gusto, Miare —respondiĂł la diosa—.  Por favor hermanas, ÂżpodrĂ­an dejarme un rato a solas con nuestro querido Miare?  
 

          Las dos diosas que siempre acompañaban a Ariadne salieron de la habitaciĂłn sin hacer queja alguna. A pesar de ello, Nike se sentĂ­a ligeramente mal por dentro: Miare no habĂ­a correspondido su alegrĂ­a de verlo. Cerraron la puerta tras de sĂ­, mas no se marcharon del lugar, sino que se quedaron a escuchar lo que el Santo de Piscis tenĂ­a que decirle a su diosa Athena. Mas bien, Pallas fue la Ăşnica que colocĂł su oĂ­do esperando entender algo de lo que se decĂ­a en la habitaciĂłn contigua, mientras que Nike acostada sobre su regazo miraba al vacĂ­o pensando en quien alguna vez fue su amigo Miare.
 

          â€” Ariadne, mira… te debo pedir algo, no lo tomes como un favor, sino como una sĂşplica de alguien quien siempre te será leal. Por favor, protege a Nike.
          â€” Siempre lo he hecho y siempre lo harĂ©, descuida Miare.
          â€” Esta vez estoy hablando en serio, Ariadne. Iremos a la guerra, y lo quieras o no, Nike es, en cierto sentido, tu arma. Estaremos en el campo de batalla, donde infinidad de peligros acecharán, y tĂş tratarás de protegerte con su ayuda, pero eso solo cambiará el objetivo del daño, de ti a ella. Por eso te pido que la cuides.
          â€” Comprendo tus temores Miare, y aunque en tu cabeza ronde la idea de que nunca he pensado en ello, lo he tenido como uno de mis demonios personales desde que tomĂ© la decisiĂłn de pelear.
          â€” Nunca he perdonado que la sola existencia de Nike haya sido considerada una maldiciĂłn, una broma de los dioses. Y usted, como principal causa de su actual condiciĂłn, en algĂşn momento no pensĂ©, me dejĂ© llevar por los instintos, y la odiĂ©. Pero eso ha quedado atrás, diosa Athena, he venido a suplicarle que me perdone.
          â€”Supongo que es normal eso, Miare. No te lamentes. Cuando el Patriarca me confirmĂł mis temores hace algunos años, yo tampoco podĂ­a dejar de culparme. Sin que nadie lo supiera lloraba cada noche hasta que aceptĂ© que quizás no habĂ­a más que yo pudiera hacer, y que, si Nike descubriera mis lágrimas, peor hubiese sido para ella.
          â€” Yo tambiĂ©n hubiera deseado impedir eso. Siempre pensĂ© que, de haber escapado exitosamente junto con Nike aquella vez cuando podĂ­a, quizás ella hubiera seguido viviendo de forma normal hasta su adultez. Aunque fui considerado todo un traidor, no me hubiese importado en lo absoluto si realmente con ello podĂ­a detener sin saberlo, aunque sea un poco, ese desgraciado destino que le aguardaba.
          â€” Miare, tú… Âżsigues amándola?
          â€” No digas tonterĂ­as, Ariadne. Nike es una de las diosas a quien le he jurado lealtad y fidelidad, solo eso. Hace tiempo le hice una promesa y pienso cumplirla, solo eso. No vuelvas a repetir esas palabras, mucho menos frente a ella. Te lo pido, Ariadne.
          â€” No lo harĂ©. QuĂ©date tranquilo, Miare.  
          â€” Espero que cumpla su palabra, diosa Athena —dijo Ă©l mientras hacĂ­a una venia antes de marcharse de dicha habitaciĂłn.
 

          Al escuchar los pasos del otro lado de la puerta, Pallas forcejeĂł el brazo de la otra diosa esperando que se parara por su propia cuenta. Hubiera habido un problema mayor con Miare si Ă©l se enteraba que habĂ­a estado espiando algo que no debĂ­a de oĂ­r ella. Su estatuto como diosa le salvaba de cualquier tĂ©cnica que Ă©l pudiese haberle lanzado en represalia, pero el hecho de que desconfiara de ella podĂ­a hacerle más castigo que unas simples rosas envenenadas.
 

          â€” Levántate Nike, es hora de que nos marchemos de aquĂ­.
          â€” No tendrĂ­amos que pasar estas vergĂĽenzas si es que a alguien no le gustara espiar las conversaciones de nuestra hermana Ariadne —dijo Nike mientras, ya parada, se sacudĂ­a el polvo del vestido que llevaba puesto.
          â€” Sabes que no confĂ­o demasiado en Miare, Ă©l es un tanto extraño. Siempre me ha parecido que, a pesar de que nos jurĂł lealtad tiempo atrás, nunca me ha visto con buenos ojos.
          â€” Miare es un chico bueno, Pallas. Él dijo que nos protegerĂ­a a las tres, y hasta ahora no nos ha mentido. Y pues… aunque haya cambiado con los años, pienso que en el fondo puede tratarse del mismo Miare que yo conocĂ­, por lo que solo quiero creer en Ă©l.
          â€” Ay, Nike… Si tan solo supieras la suerte que tienes… —dijo ella para sĂ­ misma mientras le observaba siendo tan pequeña, frágil e incapaz. Incapaz de entender la razĂłn detrás de la forma en que Miare la trataba ahora. 
 

          Ellas ya estaban del otro extremo del corredor cuando Miare abriĂł las dos puertas de la “recámara de las diosas”. ObservĂł a sus dos lados antes de salir impetuosamente de allĂ­ y se dirigiĂł en la direcciĂłn en que se encontraba la hermosa Pallas y, casi resguardada entre sus brazos, la pequeña Nike. Caminaba relajadamente, como un matĂłn promedio, siempre con una actitud hiriente y con una mirada que hacĂ­a daño a cualquiera con quien se cruzara. Él solo se limitĂł a hacer una venia de respeto cuando tuvo a las dos diosas frente a Ă©l. No les dirigiĂł ni una sola palabra, solo continuĂł siguiendo el pasadizo hasta perderse nuevamente dentro del gran laberinto de paredes que tenĂ­a delante suyo.
 

          â€” Extraño al viejo Miare, Pallas. En verdad lo extraño…


Editado por Sagen of Atenas, 07 abril 2020 - 13:53 .

Si deseas leer un fanfic, puedes echarle un vistazo a mi historia, se agradecerĂ­a:

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                              "Los Reinos de Etherias"      Ya disponible hasta el Cap. 34

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Publicado 01 abril 2020 - 09:48

CapĂ­tulo 3. La reuniĂłn dorada

 

Âżquien es Atmetis?

 

Ojala que esta Athena sea una lider competente durante la guerra que se avecina

 

Kyouka tiene muchos vicios

 

esos caballeros y amazonas son peores que politicos en campaña presidencial XD

 

 

 

 CapĂ­tulo 4. La recámara de las diosas

 

 

Nike tiene la maldiciĂłn de un vampiro XD

 

la discusiĂłn de Nike y de Pallas es igual a la que suelen tener las saintias ,que me late que pronto harán una fiesta de piyamas y cantaran canciones de disney mientras bailan  <_<

 

no entendĂ­ cual es el problema con Miare  


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Publicado 01 abril 2020 - 19:34

buen capitulo

 

saludos



#19 Lairiel99

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Publicado 01 abril 2020 - 20:37

Saludos, cangrejin.

 

Finalmente me digné a leer el primer capítulo, dejame decirte que me alegra ver como tu estilo evolucionó tanto con el tiempo; me saco el sombrero ante ti.

La trama es interesante, y como te digo, me encanta el estilo de escritura que estás adaptando. Por lo demás, dejame dejarte unos consejos que puedan servirte mas adelante:

-Intenta evitar los verbos terminados en "-mente", puedes ser mucho mas creativo con las palabras. ¡Si nos deleitas con descripciones tan precisas, puedes encontrar una forma de cambiar aquellos verbos!

-Intenta no repetir la misma palabra varias veces; tienes sinĂłnimos y otros recursos que puedes utilizar.

-Ten cuidado con la manera de hablar de los personajes, intenta de que sea lo mas acorde a su personalidad posible.

-Lee, relee y reedita: así irás evolucionando, corrigiendo tus propios errores y avanzarás de una forma en la que no te imaginas.

 

Con respecto a la cuenta de MAL; tampoco me deja enviar mensaje hasta tener mĂ­nimo tres dias de logueo :'v.

Si tienes discord, podrías agregarme si quieres, asi podemos hacerla mas corta y comenzar a ponernos al día. Encontré dos sobrevivientes mas, asi que pronto podremos juntarnos nuevamente en algun chat.

 

Mi cuenta de discord es lairiel99#6959 (va con esos numeritos).

 

Nada mas que decir Sage.

Un cordial saludo y estariamos hablando en estos dias.



#20 Lairiel99

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Publicado 14 abril 2020 - 21:57

Cangrejin, un saludo.

 

He leido hasta el cap 4 del fanfic (entre los entretiempos que se me dan en el trabajo), y quiero felicitarte por como estas hilando la historia, lo haces perfectamente.

La quimica entre tus diosas es excelente; tus personajes se sienten muy humanos, en especial tus Saints Dorados (cosa que ni el clásico pudo conseguir tan bien). El hilo de la historia va bien, avanzas a pasos lentos pero destapando cosas interesantes en cada capítulo. Tu prosa es impecable, muy pulcra y con un gran valor estético (mi prosa es mas desaliñada y directa; la tuya llega a rozar la lírica sin tocarla, y eso la hace tan bella).

 

 

No veo la hora de que empiecen los madrazos, estate seguro que tienes un nuevo seguidor.

 

Nada mas que decir, Sage. Un saludo y sigue escribiendo.






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