Gracias Beau, se que debí agregar más erotismo al asunto. Mala mía, lo consideraré para la de hoy xD
¡Nunca me acuerdo de arreglar eso del cambio de fuente! De hecho, tampoco sé por qué ocurre aquí, porque en el doc original está bien.
Pero en fin, gracias por el comentario, me alegra haber regresado como un review inmediato... debe ser porque eres argentino.
Y gracias Tsakam Church, me alegra que te gustase.
SHAINA I
23:40 hrs. 17 de junio de 2014.
Un día y una noche habían transcurrido desde aquel día fatídico. En tan solo unas horas más zarparían, y Shaina de Ofiuco no deseaba otra cosa, para poder así pensar en algo más. Solo reflexionar sobre la misión, y no en la muerte de Atenea. De Shun, Nachi y Ban. Al-Marsik. Tantos y tantos otros.
Había estado trabajando todo el día. Desplazar los suministros a bordo del barco, organizar a los soldados que quedaban, ayudar con la reconstrucción del Santuario tras el sismo que se produjo tras la muerte de Atenea, planificar el ataque, limpiar (y actualizar) el cementerio, distribuir las defensas, informarse sobre el estado del resto del mundo… la verdad, era agotador. Alguna vez, en el pasado, se sintió disminuida por el peso que tenían Santos como Algol, Marin, Misty, Asterion, Daidalos o Mayura en todo lo que concernía al funcionamiento del Santuario, pero ahora que ella era una de los pocos Santos de Plata que quedaban, y que había sido nombrada por Atenea como la jefa de las tropas de Plata y Bronce hace tiempo, se daba cuenta que el trabajo administrativo era terriblemente difícil. Ese viejo zorro de Nicole de Altar debió ser alguien fascinante para aguantar tanto.
—¿Has visto al Sumo Sacerdote? —le preguntó Yuli de Sextante, su mejor amiga. Tal vez la única que tenía.
—Está todavía en el Ateneo con las doncellas de Atenea.
—Ya veo. Ya hice el conteo. Me dijo que cuando estuviera listo, habría que realizar una reunión para organizarlos… ¿Podré subir?
—No, espéralo en la plazuela frente al Carnero. —Otra decisión. Tenía que tomar medidas unas tras otras, considerando todas las posibilidades, en todo momento. Era una actividad sumamente agotadora—. Probablemente ya va a bajar.
—¿Y tú qué harás?
—De todo.
¿A dónde le quedaba ir? Ya había dado una ronda por el cementerio, donde había entregado algunas palabras de ánimo a los soldados rasos y había observado de lejos a los Santos de Bronce que rendían oraciones a sus muertos. Ya se habían cavado tumbas tanto para Ban como para Nachi, pero June se había negado repetidamente a que hicieran una para Shun. “No lo creeré hasta que vea su cadáver”, aducía. Para ella, lo que había dicho Ikki era palabrería de borracho, o síntoma de un cuadro depresivo.
Ikki sí aparentaba estar en depresión, pero como Shaina lo veía, él era el único que podía saber si Shun realmente había dejado el mundo, solo con su corazón. Hubiera sido útil interrogarlo más en la mañana, pero la tropa enviada a buscarlo en el bosque Dodona había llegado con la mala noticia de que el hombre había desaparecido. Otra vez. Shaina decidió no incluirlo en el plan de ataque al Inframundo. Fénix no iba a regresar.
También había recorrido las cocinas y las caballerizas hacía unas horas. Dejó a una pareja de Rodrio a cargo de los caballos, pues los soldados no los necesitarían esta vez, y la mitad de las provisiones fueron cargadas en el barco. No era mucho, generalmente se cocinaba para dos o tres días, pero no sabían cuánto tiempo estarían en el Inframundo, en especial porque el tiempo no funcionaba igual allí que en la superficie.
La Academia había sido cerrada por Dohko, después de sacar una pequeña caja de ahí (ni idea qué era y no preguntó). La armería se había vaciado. Todo lo que fuera afilado se había llevado al Templo Corazón, por órdenes de Libra.
Solo le faltaba revisar de nuevo la Fuente. Asterion aún estaba allí, recuperándose, y Shaina pensó hacerle algunas preguntas. En el camino se cruzó con el Águila, que había regresado de quién sabía dónde, y solo cruzaron una mirada. Tal vez. Con Marin no podía saberse con exactitud, debido a la máscara.
—¿Cómo estás? —preguntó Shaina. La luz de la luna entraba tímidamente, como si pidiera disculpas, a la Fuente donde los Santos sanaban sus heridas.
—Mucho mejor, en condiciones para partir con ustedes —contestó el Sabueso de Plata, sentándose en la cama. Le dedicó una sonrisa admirable.
—¿No te guardas nada, eh? Ni siquiera esperas a que me queje por tu decisión y te ordene que te quedes a descansar en lugar de ir con nosotros. ¿Acaso me leíste la mente antes de venir?
—Creo que no tengo fuerzas para eso en realidad, ja, ja, ja —se defendió Asterion, con una suave risa—. No me mires así, ¿crees que es sencillo meterse en la cabeza de otra persona, identificar sus pensamientos en medio de un caos mental, y traducirlos al griego como si fuera leer un afiche?
—Aun así te prohibiré venir con nosotros.
—Y aun así me negaré a obedecer.
Shaina suspiró y miró al Santo de Plata por un momento. Le sonrió como a pocas personas les sonreía. Era uno de los pocos seres cercanos que le quedaban, y ya no importaba cuán mal se hubieran llevado en el pasado. Era su hermano, y se sentó sobre la cama, junto a él.
—Asterion… ¿por qué quieres venir?
—Para luchar, desde luego.
—Sí, pero, ¿por qué luchas?
—¿Qué clase de pregunta es esa?
Se quedaron en silencio. El único ruido era el de las pisadas de las ayudantes de Higía que iban de un lado para otro, recolectando las últimas provisiones médicas para el viaje al infierno. La Santo de Ave del Paraíso ya se encontraba en la Palaestra, junto a los demás que iban quedando desocupados de sus deberes. Todos ellos tenían en la mente el ir a luchar, defender a los inocentes, salvar a Atenea de las garras de Hades… ¿pero qué había detrás de ello? Shaina no dejaba de pensar en eso.
Fue el propio Asterion quien notó ese dejo de duda, y sin necesidad de su famosa habilidad. Debió verlo en sus ojos, un reflejo de su propia experiencia.
—Ya entiendo, estás sufriendo las dudas que, en algún momento, todos sufrimos.
—Quiero saber por qué estoy aquí y no embriagándome en algún bar de Milán, o en un hotel barato de Piamonte, como ese donde nací. Digo, ¿qué me manda a estar aquí lidiando con cincuenta sujetos en lugar de… no sé, cualquier otra cosa?
—¿Cómo llegaste aquí, Shaina?
—El maestro Al-Marsik me trajo. Como nos ocurrió a casi todos.
—Correcto. Y es difícil escapar cuando ya se vive bajo el sol del Santuario, tras la sombra del Meridiano, pero tampoco es que tengamos muchas más opciones. Los agentes del Santuario lo saben, y por eso, generalmente no traen gente con familia. Yo mismo he traído a algunos aquí… —Asterion se enderezó en su cama y sorbió un poco de aquel líquido naranja que Higía preparaba, tan de mal gusto, y a la vez tan eficaz contra heridas y dolores. Según ella era jugo de mandarina, cosa que nadie se creía—. Sin embargo, con el tiempo, cuando maduramos, tenemos opciones. Podemos solo dejar esta vida, buscar otra y ya. Nada nos obliga a utilizar nuestros Mantos Sagrados, ni nuestro Cosmos, si no queremos. Somos militares, sí, pero con elecciones, incluso si en la Academia nos prometen que el destino dicta nuestras acciones.
—Según el Sumo Sacerdote eso es resquicio de la educación de Sion —comentó la Santo de Ofiuco, sintiendo que hablar le ayudaba a relajarse.
—Probablemente. Pero ¿sabes? Un día venía de regreso de una misión, durante mi primer año como Santo. Tenía la pierna rota, y me dolía tanto que deseaba morirme. En ese momento pensaba que era una mejor opción a vivir, porque ni siquiera sabía qué me había llevado a esa misión en primer lugar, aparte de ser mandato del Sumo Sacerdote… de Saga, claro. Me dolía y quería morir, hasta que pasaron tanto los días como el dolor. Lo más estúpido era que había deseado morir después de la misión, y no antes, cuando debía estar muerto de miedo. ¿Entiendes lo que digo?
—Generalmente no sentimos miedo. ¿Es eso?
—No, lo correcto es decir que ocultamos nuestro miedo a la muerte, que es lo más natural del mundo, y lo único que no podemos evitar.
Hades, pensó Shaina. Hades era la muerte encarnada, un ser mitológico que servía a lo único irremediable que existía sobre la Tierra. ¿A eso se refería?
—Evitamos mostrar miedo porque eso le puede salvar la vida a otros. Ese día me paralicé de miedo al final, cuando una mujer fue alcanzada por un ataque y no pude hacer nada para evitarlo. Luego mi pierna fue un blanco fácil. Pero este es el meollo del asunto, Shaina. Años después, cuando Eris atacó, ¿recuerdas?, fui a una misión en Bagdad. En esa ocasión… ahí fue cuando me asusté otra vez. Cuando Mozes perdió el ojo ante el tal Homados del Grito de Guerra, cuando Babel estaba traumatizado por sus memorias en la batalla, y cuando vi que los ancianos eran atravesados por las filosas espinas del monstruo. Sentí miedo… y eso me permitió reaccionar y luchar, a sabiendas de que probablemente moriría. Eso permitió a Mozes atravesarle el cráneo al esperpento ese, pero yo no lo sabía. Solo confiaba en mi compañero y no deseaba que muriera.
—¿Cuál es tu punto, Asterion?
—Que, a veces, los seres humanos deseamos morir por razones ridículas, pues la muerte es inevitable… ¿cómo desear algo imposible de esquivar, y más cuando yo mismo acelero esa muerte? Sin embargo, somos humanos con emociones, que no desean ver la muerte de otros. Eso es lo que nos da miedo, pero también nos da esperanza. Yo lucho porque soy capaz de hacerlo, y porque cuando lo hago, puede que otros no mueran fuera de tiempo. Para luchar, necesito tenerle miedo a la muerte… porque incluso yo no puedo leer su mente. Así que esa es mi respuesta: lucho para tener miedo.
—¿Es esa la respuesta universal? —Shaina se llevó las manos a la cara. Estaba muy cansada, no aterrada. Aún tenía mucho trabajo que hacer, y no sabía por qué lo hacía. No quería ir al Inframundo… ahora eso estaba claro.
—De ninguna manera. Esa es mi respuesta y motivación, la tuya puede ser igual o muy diferente. Tal vez sí la conozcas, pues has luchado por años en nombre de Atenea, para hacer prevalecer la justicia. Así nos han educado. Pero… puede que la respuesta esté en el fondo de tu corazón, y que solo tú puedas sacarla a flote.
Asterion salió de la cama y se dirigió a la Caja de Pandora que se encontraba en un rincón. Con delicadeza la acarició, y pareció hablar con ella en silencio. O, tal vez, a través de esas habilidades que tan incómoda ponían a Shaina.
—¿Cuál era la razón de Mozes? —preguntó al fin.
—¿Mozes? Era un hombre de gustos simples. Jamás vino aquí a sanar, ¿sabías? Le gustaban las heridas y las cicatrices, ni siquiera chilló cuando perdió el ojo. Él luchaba para sentirse vivo. Nunca para morir…
00:52 hrs. 18 de junio de 2014.
Shaina se encontraba frente al mar, en la bahía junto al Santuario. Detrás estaba el bosque, que despedía un agradable aroma a pino; alrededor estaba el aire, danzando a toda prisa, de un lado al otro y de vuelta; arriba estaba la luna, apagada, casi invisible. Y triste, como todo el mundo.
Siseo.
Estaba en la arena, fría, sola y pensando en Al-Marsik. Lo odió cuando se convirtió en Espectro y atacó al Santuario, y ella misma le arrebató la vida. Después resultó que, en realidad, todo había sido culpa de una mariposa…
—¿Por qué luchó usted, maestro? ¿Honor? ¿Educación? ¿Ganas de vivir? Proteger a los otros suena a una razón tan sosa…
—Protegemos a los demás porque alguien tiene que hacerlo —dijo una grave voz de tenor. Una que conocía, en verdad, tan solo desde hacía unos días. Pensó en Al-Marsik casi de inmediato, pero su voz era diferente. Solo podía pertenecer a uno.
—¡Sumo Sacerdote!
Shaina se puso de pie rápidamente, y estuvo a punto de arrodillarse, hasta que se dio cuenta de que era ridículo. Dohko de Libra, portando su armadura, incluso le mostró un gesto que parecía decir ‘qué diablos estás haciendo, soy yo’. Que, de hecho, confirmó con su voz:
—¿Qué estás haciendo? Soy yo.
—Tiene que disculparme por no recordar que usted es… eh…
—Muy diferente a Sion y Saga. Más moreno, apuesto, mejor sonrisa, barbilla…
—Señor —le cortó Shaina, aunque sinceramente le había divertido. ¿Sería que el Sumo Sacerdote estaba tratando de hacerla sentir mejor con solo su humor?
Pues, funcionaba.
Siseo.
—Claro, claro. Pero recuerda: técnicamente soy más joven que tú.
—Eso no tiene sentido.
—Sí lo tiene. Quería informarte que tenemos que hablar. Todos.
—¿En la Palaestra?
—En quince minutos. Creo que ya están todos en el Santuario, menos los que se fueron a Alemania. Si no, reúnelos y juntémonos allí.
—Así será, señor.
—Shaina —le detuvo Dohko, cuando ella estaba a punto de irse—. No requiero leer mentes para saber lo que piensas. Y eso no significa, de ninguna manera, que no sea capaz de leer mentes —recalcó, con una sonrisa traviesa.
—Me han dicho que es normal tener dudas… pero eso no quiere decir que se pasen rápido, ¿no es así?
—Por supuesto que no. Las dudas que he tenido ya no las puedo contar con las manos. Ni con los pies. Ni con mis huesos.
—¿Por qué pelea usted, señor?
—Como te dije antes, porque alguien tiene que hacerlo. —Dohko apoyó su mano en el hombro de Shaina, y ésta sintió la calidez de la experiencia. Le recordó, casi como por arte de magia, a Al-Marsil, y comprendió que él debió tener esa misma conversación con muchísimos otros antes que ella. Incluso consigo mismo.
Siseo.
—Pero nos enfrentamos a la muerte misma. No puede evitarse que caigamos. ¿En qué cambia que no luche? ¿Para qué me he partido el lomo todo este tiempo, si al fin del día solo voy a desaparecer, e ir al mismo lugar al que quiero llegar en un jodi.do barco?
—Si bien creo que cada uno debe buscar su propia respuesta, también considero prudente guiar a los más jóvenes. O, más precisamente en nuestro caso, un jovencito de dieciocho que intenta guiar a una veinteañera.
—Usted no tiene…
—Cuando lleguemos al infierno —le interrumpió Dohko, reprimiendo la risa, igual que ella—, no podremos salvar a nadie más que a nosotros mismos, pues allí solamente hay almas que ya pasaron a mejor vida y no pueden regresar. Podría decirte que con que salves solo a una de ellas entenderás el significado y la importancia de luchar por el bien de los demás, pero allí no se puede salvar a nadie.
—¿Y Atenea?
—Exacto. Podría decirte que salvar a Atenea es lo más importante, porque ella es la representante de nuestra justicia, y sin ella, todo se derrumbará… pero tú, y los otros, solo conocen a Saori Kido, y a pesar de sus buenas intenciones imagino que no han visto nada de especial en ella, más allá de su increíble Cosmos. ¿Por qué hay que sacrificarnos para sacarla del inframundo, si además, ella mismo lo decidió? No me mires así, todos en algún momento hemos pasado por eso, no hay que hacerse los idiotas respecto al tema.
—¿Nos responderá con sus acciones? —preguntó Shaina, recordando el valor que Saori Kido mostró cuando se enfrentó a Poseidón, cara a cara, cuando parecía que el mar entero caía sobre ellos, como un inmenso planeta azul. Una sensación que jamás olvidaría.
Siseo.
—Sí. Atenea es Atenea, y el hecho de que se haya quitado la vida para luchar sola es un indicio de su verdadera identidad, oculta en su memoria. Pero no es eso lo que te va a motivar, ¿no es así? Por lo tanto… solo puedo sugerirte que luches por ti misma. Para sobrevivir a lo que se nos viene. Y que cuides a tus compañeros, así como ellos harán contigo. Es el camino para la respuesta, y para algunos es incluso la respuesta misma. Hades es el dios de los muertos, pero hasta él puede estirar la pata.
Dohko sonrió como un chiquillo. De verdad lucía como un joven de dieciocho, se notaba en casi todo su cuerpo y actitud… pero sus ojos eran distintos. Estaban dotados de una experiencia sin igual. Había visto millones de cosas que ella no. Y por eso, nunca se negaría a seguir su sabiduría.
—Maestro…
—¿Sí?
—¿Aun nos reuniremos en quince minutos?
—¿Después de que abro la boca? Por supuesto que no, me alargo mucho. Lo que quise decir fue quince minutos desde ahora. Aún tienes mucho que aprender, chica… digo, señora. Ah, por favor encárgate de ese asunto, ¿sí?
Diciendo eso, Dohko se dio media vuelta y se alejó moviendo la mano como señal de despedida, a pesar de que todos se iban a reunir en exactamente quince minutos. Con todo eso, Shaina pensó que ese era el mejor Sumo Sacerdote que podían tener en aquellos momentos críticos.
De todas formas, no era eso en lo que tenía que pensar. Había escuchado el siseo molesto durante toda la plática de Dohko, que jamás dejaba nada al azar. Probablemente él quería darle información, pero se puso a hablar de ella para evitar que el intruso en la playa la recibiera… o quizás, solo para que se aburriera.
En quince minutos debían reunirse, y ya iba a tener un contratiempo. Lo peor de todo era que el espía creyese que iba a poder asesinarla por la espalda, en silencio como vil serpiente. ¿Cuánto podían decepcionarla? ¿Cuántos eran? Uno, dos… tal vez tres. No se atrevieron a atacar en presencia de Libra. Eso le dio una idea de qué nivel tenían, y cuán idiotas podían ser.
Se preparó. Dio media vuelta y le dio una patada furiosa, llena de electricidad, a alguien que, por ironía del destino, había tratado de atacarla con una patada. Mandó a volar al intruso, un tipo vestido de tiburón o algo así, con todo y aletas en la Surplice, al mar. Estaba probablemente muerto, pero cuando Shaina puso un pie en tierra fue cuando supo que la jugada, dentro de todo, había sido interesante, digna de reconocer.
Pisó las protuberancias que había en el suelo y sintió un leve chispazo. Ocho largos tentáculos negros cargados de electricidad. La corriente recorría todo su cuerpo, causando algunas quemaduras en su piel, de manera instantánea. ¡Una mina subterránea!
—Ja, ja, ja, ja, sssssabía que caerías en la trampa —dijo el del siseo, al fin revelando la cara. Un Espectro alto y delgaducho, con brazos y piernas anormalmente largas, que se movía de un lado a otro con un irritante intento de sensualidad, y la Surplice demasiado pegada al cuerpo—. Sssssabía que era buena idea quedarnos un tiempo en los alrededores del Santuario, especialmente en el agua, ja, ja, ja.
—Y tú, ¿quién eres? —preguntó Shaina, casi por pura cortesía. La electricidad seguía golpeando su cuerpo.
—Sssssoy un Espectro de la tropa de Garuda, Apelán de Pitón, la Estrella Terrenal de la Asistencia[1] —se presentó el imbécil, acercándose sinuosamente a Shaina. Era similar a Ichi, y no sabía si reírse o enfermarse por ello
—Qué bien. Ahora, si me disculpas…
Piel de Serpiente.
Con aquella técnica defensiva, Shaina se protegió de una carga eléctrica a la que tenía casi inmunidad a esas alturas de su vida. Tomó los tentáculos que había en el suelo, donde le habían puesto la trampa, y jaló hacia arriba con todas sus fuerzas.
Sacó al tercer Espectro de bajo la arena, que se puso a gritar, desesperado, y luego lo golpeó directo en la mandíbula. Shaina dio un salto, agarró al Espectro (que, por cierto, usaba por yelmo una medusa con todo y textura gelatinosa, algo horrible) y lo lanzó hacia donde estaba el primero, el tiburón, que aún seguía vivo, tratando de moverse.
—¡Cuidado, Digger, Krag! —gritó Apelán, que retrocedió a toda velocidad.
Shaina cayó sobre los otros dos Espectros, y descargó el Trueno con toda su ira. No dejó que ni siquiera pudieran intentar defenderse. Luego, se quitó el cabello de la cara, y miró desafiante al Espectro que quedaba, el único vivo.
—¿Cómo entraron a este sitio?
—N-no puedo creerlo… essssoss eran Essspectross, y los assssesssinó un Santo…
—Responde a la pregunta.
—Esssos eran Digger de Tiburón, Essssstrella Terrenal de la Ayuda[2], y Krag, de Medussssa, Estrella Terrenal del Encuentro[3]. ¿Cómo pudissssste terminar con ellosss asssí de fácil? —preguntó Pitón, líder de un plan sumamente tonto. Por culpa de su siseo, ella se enteró de que había gente cerca, y pudo planear algo para contrarrestar los problemas en que pudiera verse implicado si los Espectros eran fuertes. ¡Y lo eran! Solo que además eran idiotas, y le sirvieron para relajarse un poco y dejar de pensar en tonterías.
—¿Sabes cuál es tu problema? —preguntó Shaina, haciendo arder su Cosmos con toda la frustración que había reunido en el día—. Que no contestas a lo que se te ordena contestar. ¿Qué clase de estúpido ataque sorpresa planeaban? ¿Cómo entraron aquí?
Shaina le atacó con el Trueno, pero no dio resultado en el cuerpo de Apelán. Este simplemente la esquivó, y Shaina lo percibió como si hubiera tratado de electrocutar caucho. O algo de goma, o gelatina.
—Je, je, je, je, ¿te la creísste, eh? —inquirió Apelan, tocándose todo el cuerpo con caricias suaves, moviéndose desagradablemente—. Con esssos rayos no puedes tocar mi Ssssurplice de Pitón, ¿no lo vesss? Ssssssssoy inmune a tu poder, ja, ja, ja. Y a tu pregunta, vamossss, la barrera en el mar fue rota por el diosssss Possseidón, y como sse lesss murió Atenea, nosss esss mucho más fácil.
—Ya veo. —Así que estamos desprotegidos, pensó Shaina. Algo que posiblemente Dohko quería comprobar. No era solo un chistoso, obviamente.
—Así que, ¿qué harássss para derrotarme? Je, je, je.
—La pregunta es qué harás tú —sentenció Shaina, bajando los brazos con relajo. Hasta le dedicó una sonrisa a Pitón, y nunca pensó que después del día de mier.da que le había tocado se sentiría tan bien. Incluso las nubes se dispersaron arriba para dejar entrar la luz del sol, y el viento se volvió cálido—. Claro, eres invulnerable a mi electricidad, pero debe haber una razón para que dejaras que esos dos atacaran, ¿no? Y no creo que quieras llegar con las manos vacías al Inframundo.
Pitón retrocedió, con el rostro cubierto de sudor. Tenía los ojos verdes, aterrados.
—De todoss modossss, ella acabará contigo apenassssss le plazca.
—¿Ella? —Shaina se distrajo por solo un segundo, y Pitón emprendió la carrera al mar, a toda velocidad. Parecía un verdadero gusano que, con sus Truenos, Shaina no podía atrapar, aunque lo intentara varias veces. Así que decidió hacerlo con el método antiguo.
Decidió correr hasta que se puso enfrente de él, y le dio un puñetazo en el vientre que resbaló, como si hubiera golpeado a un muñeco. Eso no la detuvo.
—¿Creesss que podrássss…? ¡Ah!…. ¡¡¡Ah!!!
Siguió golpeando mientras Pitón trataba de defenderse, ambos con sus Cosmos al máximo. Dos víboras en un duelo de puños, donde no se dejaba espacio a la estrategia o a las técnicas, solo a la resistencia y la capacidad física. ¿Cuánto tiempo había entrenado eso con sus compañeros, a los que había perdido? ¿Mozes, Algheti, Dio, Sirius, Daidalos?
Con los segundos intercambiando cientos de golpes, comenzó a pasar lo que debía pasar. Con sus compañeros había aprendido a luchar, mientras el Espectro no tenía aquel mismo pasado. La Surplice de Pitón comenzó a trisarse, y luego a romperse. Cada vez que Apelán intentó realizar una técnica, ella se lo impidió con furiosas patadas altas.
Shaina terminó la batalla con una serie de ataques a altísima velocidad, aplicando solo chispazos de sus Truenos, guardando la energía de ataque para aplicarla cinéticamente. El resultado fue una Mordida Sónica[4], que golpeó y golpeó hasta que destruyó la Surplice y dejó casi sin sangre al Espectro, que cayó demolido frente a ella, al final.
No podía decir que estaba orgullosa del funcionamiento de la técnica, pero le había ayudado a despejar sus dudas. Iba a luchar… aún desconocía la razón exacta, pero no iba a dudar en seguir haciéndolo con el fin de liquidar a enemigos tan descerebrados como los que acababa de ver.
En ese momento, Shaina vivió dos eventos simultáneamente, que coincidían por una suerte de azar cósmico. Uno fue que recordó que Pitón había hablado de “ella”, y el otro fue que esa misma ella le atacó, desde lejos. ¡Una Espectro de Hades!
Ofiuco estaba con su Cosmos a tope, concentrada en lo que hacía. Esquivó el rayo rojo de energía que le lanzaron, se puso en guardia, y pudo contemplar a su enemiga, que se conservaba en posición de relajo, sobre unos roqueríos cercanos. Parecía lista para irse, y podría haberlo hecho tranquilamente… pero, por supuesto, una noche de mier.da debía seguir siendo una noche de mier.da. En lugar de irse con la boca cerrada, debió hablar.
—Vaya que te has vuelto fuerte… lo mejor será vernos directo en el Inframundo. Lo hará más interesante. ¿No lo crees… Shaina?
Y así, cuando la Espectro desapareció en la noche como si nunca hubiera estado allí, Shaina supo que no podría dormir… Conocía perfectamente esa voz.
01:20 hrs. 18 de junio de 2014.
De todos modos, Shaina no quería pensar demasiado en eso por ahora. Tenía una reunión a la que asistir, y ya se le estaba haciendo tarde. Y luego… el infierno. Lo que con tantas ganas quería evitar.
En la Palaestra, en la zona del gimnasio, ya estaban casi todos los Santos reunidos, mirando hacia el Monte Estrellado a lo lejos, esperando las instrucciones del Sacerdote, el Santo de Libra. Generalmente, cuando el Pontífice daba instrucciones generales a todo el Santuario, por protocolo lo hacía desde allí, y como casi todos conocían ese protocolo, no necesitaban que nadie les dijera a dónde tenían que mirar para esperar las instrucciones.
Por eso, durante ese silencio sepulcral de anticipación, incluso Shaina, cansada de todo el trabajo del día, tuvo que ahogar un grito cuando Dohko les habló… a dos o tres metros de distancia, detrás de ellos:
—¡Hola! ¿Y ustedes a dónde diablos están mirando?
[1] Chifu, en japonés; Difu, en chino. En la novela Al Borde del agua, es la estrella correspondiente a Ling Zhen, el “Trueno del Cielo”.
[2] Chisa, en japonés; Dizuo, en chino. En la novela Al Borde del agua, es la estrella correspondiente a Lu Fang, el “Pequeño Marqués”.
[3] Chikai, en japonés; Dihui, en chino. En la novela Al Borde del agua, es la estrella correspondiente a Jian Jing, el “Matemático Divino”.
[4] Boom Bite, en inglés.