Como ya dije, traigo la continuación de "Lápida". Tenía pensado subir la continuación de "Lluvia", pero ya tengo mucho avanzado de este one-shot y aun le falta una parte, así que lo haré cuando haya subido el último de esta improvisada "saga".
Lamento el dramatismo, ojalá les guste ^_^ ^_^
Llanto
Te molestan mucho los abrazos, eso lo sabes de hace bastante tiempo. Es una verdad indudable sobre ti, no soportas el contacto físico, incluso eres capaz de romperle la mano a quien ose rozar tu cabello con sus asquerosos dedos. Aun así, has estado demasiado cansado como para decir algo, así que dejas que el toro gigante te apretuje en sus brazos, aunque el dolor de tu cuerpo te indica que no vas a salir de ahí sin un hueso roto.
No sabes cuantos días van, porque mentalmente sientes que ha pasado un mes, pero tu calendario te recuerda que solo van, apenas, dos semanas desde que todos comenzaron a hacer este tipo de cosas contigo. Quiere oponerte a ello, pero el cansancio termina por dinamitar cualquier intento de rebeldía que quedaba en tu magullado cuerpo.
Antes te dejaban solo, porque, según ellos, necesitabas "espacio" para recuperarte, pero pronto parecía que todo el santuario tenía algo que decir para hacerte sentir mejor. Todos saben por lo que estás pasando y no puedes hacer nada para mandarlos a callar como es debido. Sus palabras no te ayudan, sus palmadas en la espalda solo te hacen prestar atención por un momento, pero nada sirve realmente como para hacer que todo vuelva a la normalidad.
Casi parece un ritual la forma en que la cabra aprieta suavemente tu hombro y asiente con la cabeza, porque lo hace cada vez que recuerdas ir a la reunión. Como siempre, tus huesos son destrozados en un abrazo y luego recibes un par de preguntas de parte del viejo maestro. Usualmente son sobre tu ciclo de sueño y tu alimentación, porque te encuentra demasiado delgado y ojeroso. No sabes cómo puedes tener ojeras, al sentir que duermes demasiado en comparación a como lo hacías antes, ¿o tal vez duermes muy poco?.
—Debes alimentarte mejor, Piscis. Si no lo haces, vas a enfermar.
Típico de la gente vieja, quieren hacerte engordar como sea.
El carnero, usualmente, estaría molesto con tu irresponsabilidad, pero se nota bastante que intenta mostrarse sereno cuando entras media hora tarde a la reunión. Simplemente marca tu nombre en la lista y suspira casi imperceptiblemente, supones que es un suspiro de alivio. No es que realmente le importe que no estés. Él nunca se preocuparía mucho por ello, sino que, simplemente, le gusta que todo marche con la eficiencia de un reloj. Desafortunadamente, eres uno de los engranajes y no puedes soltarte de la nada.
Cuando la reunión ya ha terminado tus pies se dirigen al mismo lugar de siempre; tú casa, en el extremo más lejano de las doce casas, casi al lado del templo en el que mora el Patriarca. Antes pedías permiso a los santos de las otras casas para pasar, pero ahora solo caminas en el más profundo silencio, casi como si fueras un fantasma o una corriente de aire. Últimamente nadie te niega el paso, así que te preparas para la tediosa caminata hasta tu cama, porque tu ciclo de sueño está trastornado y no puedes pasar más de una hora sin querer cerrar los ojos y descansar de todo esto.
Vas acercándote a Géminis, cuando una mano te agarra la muñeca. A estas alturas no tienes la fuerza, ni la voluntad como para zafarte y darle la bofetada que se merece, así que solo volteas a mirarlo, para terminar rápido con este ritual de lástima y contacto físico.
—Oye, esto no puede seguir así.
No te esperabas encontrar al león, cuando te diste la vuelta.
Esperabas ver al pegaso, que ahora te mira con determinación y te da un pequeño golpe en el brazo, aunque ves en sus ojos que no está muy seguro de qué hacer contigo. Esperabas ver al conejo, con su mirada de preocupación y su indecisión sobre si hablarte o no. Esperabas incluso al dragón, que creía poder aconsejarte con las mismas frases que usa el viejo maestro, pero ves que la culpa se asoma en su mirada y ya no quieres escuchar ninguna tontería con la que intenta animarte.
Aun así, es indudable que el león quiere que hables, aun cuando procuras hablar lo justo y necesario. Así que intentas que la voz no te tiemble cuando respondes, porque aun mantienes algo de orgullo en ti.
—Solo estoy...cansado. Ya se me pasará.
Sigues su paso, sin saber a dónde se dirige. No te importa mucho cuando llegan a un asiento hecho de mármol, y él da un par de palmadas encima, indicándote que te sientes junto a él. Eres mucho mayor que ese león, ¿quién se cree que es?.
—No voy a fingir que estoy triste por su muerte, porque no era un buen santo, ni mucho menos una buena persona.
El león se veía decidido a no soltarte hasta que tuvieras una conversación del tema, pero tú estabas muy cansado de pensar en ello. No habías pronunciado una sola palabra al respecto, desde que sucedió, pero parecía ser lo único en lo que pensabas tú y los demás.
—Era un traidor y un asesino, eso no lo podrá cambiar ningún epitafio, pero tú eras...cercano a él, así que lo que estás pasando es normal.
No estás muy seguro si definirías tu relación con él como "cercana", pero sería una mentira decir que su muerte no te está doliendo lo suficiente como para considerarte algo más que un conocido suyo.
—Cuando alguien muere, te haces miles de preguntas y empiezas a cuestionarte si podrías haberlo cambiado. Empiezas a pensar en todo lo que no alcanzaste a decir y lo último que le dijiste. Sigues fingiendo que no te importa, pero lo único que consigues es que los demás se preocupen y te tengan lástima.
"Muerte", es la palabra que has evitado por un largo tiempo. Tu mente se niega a aceptarlo, pero tu cuerpo está tan debilitado que no puedes evitar sentir que, tal vez, no es él quien está muerto, sino tú. No puedes aceptar que él se ha ido, así que te conformas con fingir que está lejos, muy lejos de ahí.
-Sé que es difícil aceptar que no vas a volver a verlo, pero no puedes seguir evitando hablar sobre él. En dos semanas no te he escuchado decir su nombre ni una sola vez, pero eres un Santo y debes saber cómo enfrentar el luto de manera correcta.
No estás dispuesto a darle la razón al león, así que decides demostrarle que puedes decir su nombre, como si no tuvieras un nudo en la garganta con solo pensar en ello.
-Death...
En las dos semanas que han pasado hasta ahora, no derramaste una sola lágrima. No te permitiste andar llorando frente a los demás, porque el guerrero más bello, entre el cielo y la tierra, no puede dejar que su rostro se contorsione en una mueca de dolor. De solo imaginar tu fealdad, prefieres aguantar y seguir dejando que tu dolor te drene la poca energía que te queda. Volver a sentir su nombre en tu boca, después de tanto tiempo, hace que tus ojos empiecen a arder y el nudo de tu garganta no parece querer aflojarse.
Otra cosa que odias, aún más que el contacto físico, es llorar frente a alguien indigno de ello, como Aiolia.
Te odiaste a ti mismo por dejarte ver tan débil ante el león, pero, al menos, alcanzaste a cubrirte el rostro al sentir que ibas a empezar a llorar. No querías ver a nadie, ni escuchar consejo alguno sobre qué debías hacer para sobreponerte a la verdad. Porque no eres estúpido, nunca lo has sido, y sabes que de nada sirve seguir negando que el cangrejo ya no está en este plano de la existencia.
—Superar una pérdida nunca es fácil, pero debes tomar tu rol como Santo de Athena.
No solo por tu propio bien, sino porque le debes tu alma, cuerpo y mente a Athena. Ella debe ser tu primera prioridad, aunque debas enterrar tus sentimientos en lo más profundo de tu corazón.
No sabes que decir, porque te avergüenzas enormemente de ti mismo. ¿qué pensaría Saga, si te viera sufriendo por algo tan simple, como la muerte de un compañero?. Ni siquiera eras tan unido a él, no hablaban mucho y cuando hablaban se insultaban hasta quedar sin ideas. Entonces, ¿por qué te importa, ahora mismo, tanto que nunca escucharás ese acento italiano cuando alguien te llame "afeminado"?, ¿acaso es esa estúpida excusa de haber perdido a tu compañero, cuando nunca te has molestado siquiera en aprenderte los nombres de los demás?
Odias el contacto físico, pero ahora mismo la mano que Aiolia tiene en su espalda no te hace irritar. Los movimientos circulares en tu espalda te hacen sentir, en cierto modo, un poco mejor. Puede que él sea indigno, pero ya no te importa. No importa nada, solo te dejas desarmar como si estuvieras hecho de papel, mientras que los ojos te escuecen con el ardor del llanto y el dolor de garganta no te deja hablar.
¡Por Athena!, debes tener una expresión horrible en este momento
Edited by Placebo, 08 March 2017 - 23:00 pm.