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Omega: Prologue


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93 respuestas a este tema

#41 Diana de Geminis

Diana de Geminis

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Publicado 16 noviembre 2013 - 11:45

Excelente, como siempre, sigue así

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El destino de las personas nacidas bajo la estrella de Géminis es debatirse entre la luz y la oscuridad


#42 Apsu.

Apsu.

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Publicado 16 noviembre 2013 - 21:39

grande pipe :3


SATARN SAMA el Dios más poderoso de todo el universo de SS :3


#43 -Felipe-

-Felipe-

    Bang

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Publicado 21 noviembre 2013 - 17:51

Bueno, me demoré harto en publicar, pero el siguiente es un capítulo largo en "compensación". Disfrútenlo.

 

CAPÍTULO XII, ALMA

 

—¡Movimiento Cuatro! —exclamó Azrael. Se arrojó hacia Shun con el puño derecho en alto, y la pierna izquierda dispuesta.

Shun se protegió con el brazo izquierdo, bloqueó la patada con una rodilla, y lanzó la cadena triangular. Fue esquivada por el marciano con el “Movimiento Trece”, una pirueta hacia atrás aprovechando de patear los fantásticos eslabones de la cadena.

—¡¿Qué diablos...?!

—¿Te sorprenden mis movimientos? Movimiento Cuarenta y Dos —murmuró el sepulturero sin cambiar su expresión fría. Pateó el suelo con fuerza, una roca surgió del suelo y golpeó a Shun en la barbilla.

—Eres muy rápido, aunque no fue tan potente... —Shun se limpió la sangre del mentón y miró a su oponente. Le incomodaba de sobremanera su expresión serena y su voz melancólica.

—Fue el cuarenta y dos, no tenía que serlo.

—¿Qué dices?

—Mi maestro, el Alto Marciano Cimeries, me enseñó este arte. Tengo cien tipos de movimientos, tal como las patas de un ciempiés. Ya has conocido tres, pero todos aquellos que he llevado a su sitio eterno de descanso han logrado llegar hasta, máximo, los diez movimientos. ¿Cuántos lograrás soportar tú, Andrómeda? —preguntó el marciano, cuyo cabello asemejaba a una capa negra que se movía como la muerte que acompañaba.

—Debe haber un patrón, tendré que descubrirlo... ¿pero si no lo hay? Pueden ser totalmente impredecibles sus cien técnicas —pensó Shun.

—Movimiento Cien —Azrael desapareció frente a los ojos de Shun. La cadena redonda indicó su posición, siempre inquieta, pero fue tarde.

—¿Eh? ¡Ah! —el ciempiés atravesó la espalda de Shun con sus largas uñas, haciendo que este cayera de bruces inmediatamente, sangrando profusamente de la herida.

—Eso es por si crees que hay un patrón. Te lo diré, el número de mi técnica no implica mayor poder, dificultad ni precisión. Solo son cien técnicas distintas al azar ¡Mira, Movimiento Sesentaisiete! —Azrael generó una esfera de Cosmos entre sus manos, la hizo crecer de tamaño y aplastó a Shun con ella.

—¡Ahhh! Es como una bola de plomo machacando mis huesos...

—Deja de luchar. Ve con esta gente a un lugar de descanso mágico, digno de un Santo de tu calidad.  La Pirámide de Cestio te espera, Andrómeda, déjame acompañarte hasta allá.

—No puedo rendirme, ¡No lo haré! —Shun se levantó y ordenó a su cadena atacar.

—Movimiento Veintiuno —Ciempiés agarró la cadena con la mano izquierda, y con la derecha le dio un golpe que la cortó en dos, ante la sorpresa de Shun.

—¡Mi cadena! —Shun fue golpeado por los eslabones que salieron volando con el ataque. Era inútil, imposible predecir esos movimientos.

—Movimiento Dos —con la mano cerca de su rostro, envió una ola de Cosmos que impactó de lleno al bondadoso Santo, y lo arrojó al interior de un edificio cercano —Con ese van siete movimientos, Andrómeda.

 

Aún estaba en pie el Castillo Sant’Angelo, pero en cada techo de su inmensidad, en cada ventana rodeando el mausoleo, incluso en el Passetto que conectaba con el Vaticano, había al menos diez marcianos. En total, los sentidos perceptivos del dragón lograban rastrear unos cien, en su mínimo.

“Desde Vaticano y el mausoleo pueden controlar fácilmente el mundo. Supuse bien, entonces. Aquí está mi camino.” —se dijo.

La armadura de tonos esmeraldas, la Cloth de la que se decía era bañada por aguas que caían desde la luna, cubrió el cuerpo de Shiryu. Pronto sería padre, no permitiría que su hijo viniera al mundo en medio de un caos, así que corrió no solo con su energía. Podía sentir que sus piernas eran movidas por la dulce Shunrei, y también por el hijo que se avecinaba.

—¡Miren, alguien viene!

—¿Señor Mars?

—¡Él no vendría corriendo así, idiota!

—¡¡¡Es el dragón!!!

—Este mausoleo será un lugar de descanso apropiado..., incluso para ustedes, marcianos —les dijo el hombre cuyas vendas cubrían los ojos. Estaba de pie sin problemas sobre el brazo de la estatua del Arcángel San Miguel, en la cima del castillo.

 

—¡Movimiento Treintaidós!

—¡Ahhh! —exclamó Shun. Su cabeza fue pateada y aplastada contra los escombros por la fuerza del Alto Marciano.

—¡Movimiento Noventaicinco!

—¡Uhh! —luego, Shun fue agarrado, levantado y golpeado en el estómago potentemente.

—Con ese van nueve ataques, Andrómeda. Por favor, no te resistas, deja que te lleve al mundo de la muerte con mi próximo ataque. Nadie ha pasado de recibir diez movimientos, así que si no quieres sufrir más, permite que te acompañe a la Pirámide de Cestio.

—¡No moriré aún! —Shun se sentía mareado e inútil, aún no había hecho nada de daño en su enemigo, y a las espaldas del marciano, sus comparsas llevaban los cadáveres de los inocentes romanos al interior del cementerio.

—¿Por qué? Piénsalo bien, Andrómeda, le estarías haciendo un favor a innumerables personas.

—¿Qué sandeces...?

—La energía de las almas, los fuegos fatuos, son consumidas en esa pirámide y llevadas al centro de Roma, al mismísimo Señor Mars. Con esa energía reunida, él podrá crear un nuevo mundo, sin enfermedades ni guerras, solo paz, salud y alegría, en un planeta solo gobernado por quien quiere lo mejor para nosotros.

—¡Esa gente fue asesinada! —Shun comenzó a desesperarse por la quietud de su oponente.

—Eso fue porque no pudieron entender el plan de nuestro Señor. Después de muertos, vivirán como almas en un paraíso, yo mismo velaré por ellos, y solo así comprenderán la necesidad del mundo mejor —su voz no parecía exaltarse jamás, pero se notaba que en otras circunstancias podría emocionarse con su propio discurso— Y cuando a las personas que nos sigan les toque la hora de su muerte, yo seré el que los guíe por el buen camino. Los convertiré en ángeles guardianes que protegerán a los que queden en la Tierra.

—¿Dices que crees poder ver almas?

—No lo creo, lo sé. En este mismo momento, las almas de los valientes que ves aquí inmóviles me llenan de vítores y gloria. ¿Sabes qué significa?

—¡Estás demente! —Shun lanzó la cadena redonda que le quedaba al imperturbable Azrael, pero éste la agarró entre sus dedos con rapidez.

—Significa que comprendieron, Andrómeda. Ellos ya se dieron cuenta de la verdad, aprendieron el significado de su propio deceso, no entiendo por qué tú no —el marciano cortó en dos la cadena defensiva, y encendió su Cosmos.

—¿Qué haces?

—Después de tu muerte entenderás la verdad, Santo de la Pureza. Mi Movimiento Uno: FATUO SERENO.

De nada más que aire salieron cientos de pequeños rastros de Cosmos. Shun pudo notar que ardían, como si fueran los fuegos fatuos, de los cuales se dicen que son almas que surgen del cuerpo después de morir, y que llevan a los viajeros vivos a un destino fatal, para hacerles compañía.

Danzaron en el aire, y se acercaron rítmicamente para rodear a Shun. Éste ni siquiera intentó quitárselos de encima, ya que si era verdad esa leyenda, eso significaría que esas llamas resplandecientes eran las almas de los inocentes cuyos cuerpos llevaban a su lugar de descanso.

—¿Ves como bailan, Andrómeda? Están felices, gozan de la compañía que les brindo, y del futuro maravilloso que su sacrificio les dará a los vivos.

—Me siento... débil...

—Es porque intentan convencerte, Andrómeda, a veces se necesita la fuerza para presionar a alguien, es algo lamentable. Como dije, nadie pasa de los diez movimientos, pero me gustaría que el décimo fuera para ti algo placentero, suave, sin dolor. El Fatuo Sereno te llevará tranquilamente al Reino de la Muerte, y te prometo que velaré por ti.

—Seiya... Shiryu, Hyoga... señorita Saori... hermano... ¿cómo puedo pelear aquí? ¿Cómo puedo luchar contra estas almas que no tuvieron la culpa de estar en este lugar? Han muerto, no puedo hacer nada por ellos, y quieren llevarme a un lugar de descanso. ¡Díganme, por favor!

Shun tambaleó y cayó de rodillas. Las llamas doradas brillaban y seguían bailando a su alrededor, como si lo invitaran a retroceder.

—Eres muy puro, Andrómeda. Por más que crezcas y madures, nada cambiará tu inocencia —escuchó decir a Azrael de Ciempiés.

—¿Acaso... debo deshacerme de estas almas? Hermano, has vuelto de la muerte tantas veces... ¿viste alguna vez a alguien que festejara su fallecimiento? ¿Los muertos desean la felicidad de los vivos protegiéndolos? Quizás Mars tenga razón en todo esto, quizás debo convertirme en un guardián para su mundo...

Un Cosmos agresivo se manifestó en el aire. Azrael miró hacia los lados, pero no vio a nadie, aunque sabía que era observado. No dejo de mover las manos, como un director de orquesta moviendo a las flamas danzantes, pero los dedos temblaban y comenzó a sentir un calor muy molesto. Shun cayó al suelo, debilitado, pero antes de tocar el polvo, sintió ese ardor. Ese fuego celestial que siempre sentía que lo reanimaba, le daba esperanzas.

“¿Tendré que protegerte a ti después de mi muerte, hermano?”

Shun movió tiernamente su dedo, y tocó una de las llamas. Se deshizo en un instante, y el humo se devolvió en dirección al ciempiés, quien aún miraba hacia los lados, inquieto ante la posible amenaza, el dueño de ese Cosmos agresivo que cubría la Porta Ostiense.

—¿Quién está ahí, con un demonio? ¡Muéstrate! —lejos de su calma habitual, Azrael estaba sudando, y con los ojos desorbitados buscaba algún intruso, pero solo encontró a sus compañeros marcianos.

—Quizás... quizás es una de esas almas que salieron... de los que asesinaste, ¿no era que podías... verlas, Azrael? —una voz cálida surgió del cuerpo en el suelo, pero acompañado de un Cosmos vigoroso.

—¿Eh? ¿Sigues vivo? —trató de recuperar su seriedad habitual, pero sus ojos no recuperaron la melancolía. Era una mirada visiblemente afectada —Eres el alma más pura de la tierra, por eso deseaba acompañarte, sería un honor. Pero parece que también eres el alma más terca, eres el primero en aguantar diez movimientos, ¿por qué sigues resistiéndote ante lo inevitable?

—Azrael... —Shun se levantó con dificultades, sujetando fuertemente las cadenas cortadas en sus manos. Su voz contenía un tono poco común.

—¿Eres tan egoísta que no quieres ayudar a los vivos después de muertos? ¿No entiendes que el señor Mars me dio el poder de guiarlos a todos ustedes después de matarlos, para que se unan a sus familiares y amigos caídos? ¡No necesitas vengar a los muertos, Andrómeda!

—Tienes razón, los muertos no quieren venganza, pero no quieren ver morir a los vivos. Solo quieren su felicidad...

—Supongo que contigo se necesitará más que diez. Tengo noventa movimientos más, pero ninguno es tan suave como aquel al cual te resististe tan estúpidamente...

—Adelante —Shun miraba el suelo, y su Cosmos ardía. Sin embargo, el aura agresiva que Azrael había captado antes no se había alejado, y lo mantenía muy alerta. Obviamente no provenía de Andrómeda, había que terminar rápidamente con la situación.

—¡Este es violento, lo siento, Movimiento diecisiete! —en un parpadeo, el marciano desapareció, y la sombra de su cabello surgió a espaldas de Shun. Lo tomó del cuello por detrás, le arqueó la columna, y dirigió un rodillazo a un punto delicado.

Con velocidad, Shun movió el brazo hacia atrás, y detuvo la rodilla de su oponente sin inconvenientes. Cuando el ciempiés intentó alejarse, se dio cuenta que la fuerza de Shun era intensa, no parecía desear dejarlo ir.

—¿Qué? ¡Esa fuerza! No parece provenir de alguien tan...

—Inocente. Sí, te oí. Dicen que los locos hablan más cuando creen estar solos, y definitivamente los muertos no te están acompañando —el Santo se giró y con un gran impulso hizo volar por los aires al marciano, aunque logró caer de pie sobre un árbol.

—¿Y esto? No entiendo... —murmuró Azrael. Sonrió por primera vez, generó una esfera de energía entre sus manos, y la lanzó a Shun, seguida de varias otras de distintos tamaños —¡Movimiento Veintitrés!

El hombre se cubrió con los brazos, y una gran humareda se formó cuando las esferas de aura oscura impactaron contra el objetivo. Sin embargo, el Cosmos de Shun no se había apagado, y su silueta aún se distinguía de pie entre el polvo. Finalmente perdió la compostura.

—¡No te resistas, déjate llevar! ¡Movimientos Cinco, Quince, Treintiséis, Ochenta y Nueve, Noventa! —Azrael saltó, y golpeó velozmente con varias tácticas y técnicas distintas a su contrincante en medio del humo. Patadas, giros, ganchos, energía de disparo, usó un gran arsenal contra Shun.

El Cosmos agresivo pareció palpitar, y detuvo al ciempiés. Estaba cubriendo todo alrededor, y lucía iracundo. Azrael encendió su Cosmos e invocó nuevamente a sus fuegos fatuos, sujetándolos en la mano para atacar al extraño que lo molestaba.

—Se acerca... ¿Quién eres, qué quieres? ¡Maldito cobarde, lo seguiré golpeando aunque intentes evitarlo! ¡Mira, Movimiento Setenta y siete, ERUPCIÓN FATUA! —como si estuvieran hechos de goma, aglutinó todas las llamas brillantes en su mano, las aplastó, y las disparó como un potente cañón en dirección a la sombra que seguía de pie cerca de él.

La explosión lanzó varios metros a los marcianos y los cadáveres que cargaban, aplastándolos entre escombros. Algunos inocentes serían difíciles, tal vez imposibles de encontrar y sepultar en dignas condiciones, en particular un grupo de niños cuyos cuerpos no aguantarían tantas piedras encima. Una saeta de fuego, ardiente e iracunda, surgió como gatillada por este caos, y cruzó el aire en dirección al ciempiés, quien miraba en dirección contraria. La percibió a instantes de ser perforado por ella, pero una mano cubierta de una coraza púrpura lo salvó.

 

—Shun...

—¿Saori? —el hombre de alas doradas puso la mano sobre el hombro de su diosa, mientras caminaban.

—No es nada, Seiya, lo siento. Es solo... que siento que podemos ganar esta batalla. Nadie permitirá que haya muertes en vano.

 

—No puede ser...

—Llamarme inocente cuando crees que las almas te veneran... sinceramente me parece patético —Shun estaba de pie, magullado en varias partes del cuerpo, y con la Cloth dañada. Tenía la mano levantada, perforada y severamente quemada por la flecha de fuego que intentaba matar a Azrael desde atrás de Andrómeda.

—¿Qué diablos hiciste? ¿Acaso...? —Recuperó rápidamente la mirada fría y calculadora, a pesar de que el Cosmos extraño seguía rondando —¿Acaso aceptaste finalmente que sea tu guía?

No recibió respuesta. Con una expresión de seguridad poco usual, mezclado con la ira de la situación que se había llevado a cabo en la pirámide, Shun volteó el rostro y miró en dirección a un punto fijo a lo lejos, en lo alto de un edificio. Un cosmos ardiente se vislumbraba allí, Azrael logró verlo unos segundos, con expresión triunfante.

—No es necesario... nunca más... —murmuró Shun, tenía un tono de voz firme y una mirada furiosa que provocó la vaporización del Cosmos agresivo. El aire volvió a la normalidad.

—¿Y ese quién era? Parecía querer salvarte, ¿Por qué no lo permitiste? ¿Tanto quieres ser parte de mi comunidad de valientes alm...? —no pudo terminar su frase. Una cadena se materializó alrededor de su cabeza cubriendo específicamente la boca para que no pudiera hablar.

—¿Tu comunidad de almas? Mataste a esta gente, no sabían y nunca sabrán de lo que es capaz Mars, son almas que solo desean que sus seres queridos, que el resto de la humanidad, no sufra el mismo destino que ellos. Muchos de ellos... no tenían conciencia... y tú los asesinaste, no importa cuáles son tus ideas perturbadas sobre las almas, lo cierto es ¡¡¡Que mataste niños, demente!!! —Shun soltó a Azrael, y la punta de la cadena triangular lo golpeó directamente entre los ojos, lanzándolo con una fuerza fenomenal varios metros lejos, dejando un rastro de sangre en el camino.

—¿Qué pasa aquí? Nadie resiste más de diez movimientos...

—Tener tantos movimientos específicos es inútil, ya que ninguno puede ser determinante en la pelea contra un Santo. Mi cadena tiene dos funciones, proteger a los inocentes con una, y destruir el mal con la otra. Es todo lo que se necesita, ¿entiendes?

—Tu cadena... yo la corté en pedazos —Azrael vio a la cadena del brazo izquierdo dar vueltas interminables alrededor del cuerpo de Shun, protegiéndolo como un muro giratorio de hierro. Sobre su cabeza, logró distinguir el aro en la punta.

—¿Tus fuegos fatuos son las almas de los valientes héroes que despedazaste? ¡No es así, son parte de tu propio Cosmos que usas para tus ideas desquiciadas! No entiendo como pude dudar unos momentos, incluso pensé en seguirte... supongo que tenías razón en que la naturaleza no se puede cambiar. Siempre veré algo bueno en las personas, no importan los actos que hagan... pero tú eres una excepción, alguien en quien no encuentro ni una pizca de bondad —Shun tenía su Cosmos ardiendo furiosamente, a pesar de que sus ojos estaban delicadamente cerrados y su semblante era triste, pero firme.

—Perdiste la oportunidad de formar parte de algo glorioso, Andrómeda. No te guiaré más que al Reino de la Muerte... —sus ojos estaban fijos en las cadenas reconstruidas de la nebulosa, y Shun se percató de esto.

—Te lo explicaré... tus llamas no son almas, nunca lo han sido. Pero cada eslabón de mis cadenas está llevado por cada muerto que hay aquí. Los vi, aún veo las caritas de esos niños..., los tengo en mi mente, en mi corazón, y me llenan de Cosmos. Sus almas son eternas, igual que mis cadenas, por eso nunca podrás romperlas.

—¡Movimiento Setentaitrés! ¡FUNERAL FATUO! —miles de llamas luminosas surgieron del suelo, y cubrieron la visión de Shun. Parecía una lluvia de fuego que cubría el espacio, e impedían que encontrara con sus ojos al enemigo, aunque sabía que se movía.

—Esto lo confirma. No puedo encontrar tu ubicación con la vista, y tampoco rastreando tú Cosmos, ya que cada una de estas llamas son parte de él.

—Estas almas te llevarán a la fuerza Andrómeda, y dolerá mucho. Arderás entre ellas, y no podrás encontrar mi ubicación, ya que no seré tu guía. No me busques Santo, es una lástima que no pueda cuidar al más puro de la Tierra.

Las flamas doradas cayeron como lluvia de meteoritos sobre Shun, pero la velocidad de la cadena redonda aumentó y dejó de distinguirse.

—Movimiento defensivo, ¡DEFENSA GIRATORIA!

Se decía que la cadena de Andrómeda era una maravilla del mundo, nada era más impresionante. Eso quedó en evidencia con cada llama que se quedaba atorada entre los eslabones del muro defensivo que Shun puso a su alrededor.

—¡Andrómeda!

—Mi cadena se adapta a todos los ataques del enemigo, sin excepción. Tus supuestos fuegos fatuos ya no son problema para ella... Y aunque no me gusta hacerlo, debo terminar esto. Por esta gente inocente que implora un destino diferente para los vivos, por esos niños que jamás supieron lo que los golpeó... ¡Te encontraré! Con los eslabones que recorren incluso varios años luz... Movimiento ofensivo, ¡¡¡ONDA TRUENO!!!

Haciendo figuras en zig-zag, la cadena se transformó en un rayo, y a gran velocidad surcó el cielo dejando destellos de electricidad, rugiendo entre los fuegos de Cosmos. Las cien patas del monstruo eran difíciles de cortar una por una, y eran individualmente peligrosas, pero si se quemaban a la vez, la situación podía cambiar. La cadena atravesó a la velocidad del relámpago varias veces a Azrael, haciendo que su falsa visión y sus llamas se apagaran de una vez.

 

Shun estaba seguro. Su deber sería destruir los escombros cuando la batalla terminara. Esos muertos debían descansar en paz, solo así se alegrarían y tendrían esperanza de que los vivos, como el Santo más puro de la Tierra, continuaran su camino, sin rendirse jamás.


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Publicado 21 noviembre 2013 - 21:14

 Me hubiera gustado mas participacion de Ikki en el emfrentamiento ,pero creo que de todas formas

  fue un buen capitulo ya que demuestra que  Shun esta madurando y ya no es tan lloron.


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#45 -Felipe-

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Publicado 21 noviembre 2013 - 22:02

Esa era la idea. Shun tiene 22 años en esta parte de la historia, no puede seguir dependiendo de su hermano. La verdad, me gustó describir la mirada de odio que la da a Ikki diciendo "No te metas, ya lo puedo hacer solito".


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#46 Apsu.

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Publicado 22 noviembre 2013 - 19:20

fue genial como metiste a Ikki sin meterlo jajaja


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#47 -Felipe-

-Felipe-

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Publicado 28 noviembre 2013 - 13:34

De nuevo tardé harto en publicar, trataré de hacerlo más seguido. Gracias por todos sus comentarios, me ayudan a mejorar cada vez más.

 

CAPÍTULO XIII, VISIÓN

 

“Me siento... débil... ese ácaro me...” —Hyoga de Cisne caminaba por las calles de Roma con lentitud.  Druso de Ácaro, el enemigo que había enfrentado, aún daba lucha desde el más allá.

A su alrededor yacían decenas de estatuas de hielo. A pesar de la debilidad, Hyoga estaba decidido a cumplir su misión, y venció a cada marciano que osó mirarlo. No necesitaba preguntar la localización de Mars, solo seguía el sendero con más enemigos que vencer.

Sin embargo, cerca del muro interior, el frío cisne descendió con las plumas cansadas, y cayó al polvo sin poder agitar las alas para emprender nuevamente el vuelo. Hyoga estaba inconsciente.

 

—¡Muere, dragón ciego! —gritaron los marcianos, subiendo al Castillo, y Shiryu los esperó pacientemente.

¡DRAGÓN ASCENDENTE DE LUSHAN!

Con un puñetazo en dirección al cielo, los marcianos cayeron como moscas sobre las calles romanas. Algunos más saltaron sobre el mausoleo, y Shiryu se metió a un combate físico con todos ellos a la vez. Sus patadas, sus puñetazos, sus ágiles y veloces movimientos eran impecables, precisos, potentes. Quizás llevados por el pensamiento de que siendo ciego sería más fácil de derrotar, los marcianos lo enfrentaron sin temor, pero cometieron el error de subestimar al dragón.

“No tengo dificultades en luchar sin ver. El Cosmos nace del corazón...”

Su antebrazo derecho empezó a sangrar, y el dolor surgió poco después, agudo y constante. No había sentido el ataque venir, ya que combatía con los marcianos, pero tampoco pudo reconocer su procedencia.

Había decenas de enemigos aún a los pies del castillo, y aunque no podía verlos, sabía que ninguno de ellos había sido el que le provocó la herida. Confirmó su teoría cuando oyó el silbido de una ráfaga, y el dolor aumentó junto a la hemorragia en el muslo izquierdo. Shiryu lanzó una exclamación.

 

“No puedes ver, dragón. Pero por otro lado, mi vista es perfecta”, dijo la mujer sentada sobre la piedra.

 

—Jejeje, estás en problemas, Santo —dijo uno de los marcianos saltando sobre el techo y acercándose a Shiryu. Levantó el puño para golpearle la cara por el lado izquierdo, y el dragón lo presintió. Levantó el brazo para protegerse, pero rápidamente descendió, impulsado por el proyectil que dio en el hombro, atravesó la armadura, y lo hizo estremecer nuevamente de dolor. Shiryu fue golpeado por su contrincante.

—¡Maldición! ¿Quién de estos tipos es el que me ataca?

—Pobrecito...

—Jamás sabrá qué lo golpeó.

—¡A un lado, que viene otro! —anunció un marciano. Shiryu trató de detener el ataque, pero la velocidad del mismo lo superó. Impactó directamente contra su estómago, y los marcianos aprovecharon de atacarlo a toda velocidad, y en el instante en que hizo ademán de levantarse, se alejaron.

—Son un montón de cobardes... —murmuró Shiryu, poco antes de utilizar su velocidad y vencer a los marcianos que tenía más cerca, tratando de evitar los embates de su misterioso atacante, pero ni siquiera moviéndose lo logró. Uno de los ojos de dragón en el brazo derecho de Shiryu se reventó, y el valiente Santo cayó del mausoleo a tierra. Los marcianos aprovecharon el instante para pisotearlo a montones.

 

“Eres patético. Podría atravesarte el corazón de una sola vez, pero te torturaré, en nombre de cada uno de mis hombres a los que eliminaste. Y te juro, por el señor Mars, que lo disfrutaré.” Susurró lo último con una sonrisa siniestra, cargó, y volvió a disparar.

 

—¿Hay ya rastros de mi hija? —preguntó asomándose por la ventana. Su Galaxy relucía con el brillo del fuego ante él, los hogares incinerados a su paso.

—No, mi señor. El escuadrón espía fue al Santuario a investigar mientras nuestro ejército luchaba con los Santos, pero éste fue destruido, y los espías tuvieron que retroceder —informó Mykene. Lucía su majestuosa Cloth dorada, aquella vestida por hombres valientes y temerarios en el pasado, leones que nunca han sido olvidados.

—¿Dices que todas las abejas fueron destruidas?—un toque de ira se dejó notar en su voz a través del yelmo negro.

—Sí. Tal como le había advertido, no son solo los Santos de Plata y Bronce, o el número de sus soldados. Tienen de su lado a un Santo casi invencible, aquel que luchó con los dioses y los venció —Su semblante era serio e imperturbable a pesar de las malas noticias.

—Pegasus Seiya...

—Sí, mi señor, aunque ahora se hace llamar Sagittarius Seiya. Es un Santo Dorado el que lidera a su ejército junto a Athena hacia nuestra ubicación.

—Y los esperaremos, Mykene. No esperaba que las abejas fueran vencidas tan rápidamente, pero de nuestro lado tenemos a dos hombres vestidos de luz solar como Seiya.

—¿Habla del Santo de la Virgen? Él tiene dudas, mi señor, nunca podríamos confiar en que no nos traicione.

—Lo conocí cuando era joven, mi fiel león. Se disiparán todas sus dudas a nuestro favor en el campo de batalla.

Bebió un trago de la copa que sostenía entre sus manos.

—¿Qué hay de Lady Sonia?

—No hay de qué preocuparse. Es mi hija, aunque sea una niña, es imposible que sea asesinada por otro ser humano. Ella y Edén serán los pilares del nuevo mundo que deseo crear.

—Lady Medea no piensa así de la señorita Sonia...

—No seas irrespetuoso, Mykene. Es mi mujer.

—Lo siento mucho, señor Mars.

—Como sea, ni siquiera ella podría deshacerse de Sonia. Edén será el rey del nuevo mundo, y ella su principal comandante, la líder invencible del ejército. Solo podría ser vencida por otra Sonia, nadie más, ¿Entendiste, mi fiel león? —su tono ahora mostraba amenaza, no daba espacio a cuestionamiento.

—Sí, señor.

—Entonces reúnete con Amor y los demás. Athena y Seiya se acercan, puedo sentirlo. Démosles la bienvenida que merecen.

—¡Sí!

 

—¡¡¡Ahhhhhh!!! —la garganta sangraba sin parar, y su voz se apagó en un grito. La manzana de Adán fue gravemente dañada por el proyectil invisible, y Shiryu recibió el pago por no evitarlo con más ataques de los marcianos.

—¡Muere dragón!

—Tranquilo hombre... ¿no lo ves? No son puntos vitales. Este tipo será torturado, y debemos atenernos a esa orden.

—Como quiera la señora. ¡¡¡Sufre, dragón!!! —una patada del más alto de los presentes envió a Shiryu a dar contra el portón del Castillo Sant’Angelo.

—¿Una mujer? No puedo percibirla... ¿Qué acaso no está aquí, cómo es posible? Pero no importa lo que hagas... —con esfuerzo envidiable, Shiryu apoyó la espalda en el portón y levantó el brazo izquierdo. El escudo del que se decía era indestructible se presentó como un muro de hierro frente a los marcianos.

—¿Usarás ese pequeño escudo? Jaja...

—Dragón imbécil, ¿Crees que puedes defenderte con ese escudo? Pueden golpearte en cualquier parte del cuerpo que esté lejos.

—...Jamás me rendiré —Shiryu encendió su Cosmos. Era tranquilo como aguas en calma, esperaba pacientemente la acción enemiga.

 

“Movimiento inteligente, no hay duda de eso. Te apoyas en el portón para no recibir ataques por la espalda, y estás predispuesto a que te ataque en un lugar distinto a la posición del escudo, por ejemplo, en las piernas, como si temiera a eso que llevas en el brazo, pero dime, ¿Cómo evitarás que destruya esa pieza inútil de metal, dragón? ¡¿Cómo?!”

 

Oyó la ráfaga silbar con el viento, se dirigía hacia él. ¿Las piernas? ¿Las rodillas? ¿El cuello o la cabeza? No. Iba directamente hacia el escudo. Algunos marcianos rieron en el momento en que la legendaria coraza sufriera un daño del tamaño de un aguijón, un disparo que atravesó la protección y pasó a través del brazo y del cuerpo, muy cerca del corazón.

Ni siquiera gritó, solo se desplomó en el suelo arrastrándose por el portón que quedó manchado del color escarlata. Los marcianos atacaron nuevamente, golpeándolo varias veces en el cuerpo, sin que pudiera defenderse.

—¡¡Jaja!! ¿Vieron eso?

—Se destrozó como si fuera papel, ¡Toma, toma maldito dragón!

—¿Oyeron la leyenda? Se decía que nada podía romper ese escudo...

—Obviamente la señora sí... ¡A un lado, se está levantando otra vez!

Sin hacer caso a los comentarios de sus matones, el dragón surgió nuevamente, y se puso en pie, apoyándose contra el portón manchado de sangre. La hemorragia se derramaba también en otras partes de su cuerpo, la venda de sus ojos había caído, pero mantenía su semblante sereno y volvió a levantar el escudo dañado.

—Este tipo es idiota...

—Sí, su más potente protección falló.

—Esta vez la señora lo rematará, estoy seguro.

—Ni siquiera pudiendo ver habría evitado su derrota.

—Arde... Cosmos... —susurró Shiryu con la garganta rota haciendo caso omiso otra vez.

 

“¿Se volvió a levantar? Muy tenaz debo decirlo, pero también estúpido. Esta vez no habrá tortura. Esta vez lo mataré, atravesaré el legendario escudo del dragón, su brazo, su peto, su piel, músculos y huesos, reventaré su corazón, y no volverá a rugir” La mujer llevaba una coraza negra con largas y delgadas alas de libélula en su espalda. En su brazo derecho tenía un cañón pequeño, muy delgado, que hizo apuntar a larga distancia. Sin dejar su posición relajada, sentada sobre la puerta, sonrió y disparó una última vez. “BALA SILENCIOSA”.

 

Nuevamente el rugir del viento, esta vez Shiryu inclinó el escudo en la dirección de ataque. Su Cosmos comenzó a arder y se arremolinó en la redonda coraza casi indestructible.

—¡Ahí viene! —anunció el mismo marciano de las veces anteriores.

—Esta vez sí se muere —dijo otro.

—¡Viene a toda potencia! —exclamó un tercero.

REFLEJO DE AGUAS EN CALMA... —murmuró el dragón. Una explosión calló sus palabras, y la puerta del castillo San Ángelo se derrumbó sobre él, así como la sangre plasmada en la madera.

 

—Maldición. No puedo ver su cadáver, ¿Cómo es posible que un ejército tan grande no pueda encontrarlo? ¡Qué inútiles! —maldijo la mujer, de pie sobre la Porta Flaminia, a varios kilómetros del Castillo Sant’Angelo. Era un muro de tres puertas, muy adornado cerca de las calles de Roma —Tengo tres objetivos posibles más, uno está inconsciente gracias a Druso, otro camina por las calles romanas al otro lado de la ciudad, sería un buen blanco, pero ese otro... aquel de cosmos de fuego que corre entre las filas enemigas como si fueran moscas...

—Veo que te divertiste bastante, Hayha, la francotiradora. ¿Acaso les tenías tanto cariño a tus tropas? —interrumpió una voz melodiosa, cuyo dueño apareció sentado cerca de ella, también sobre la llamada Puerta del Poppolo.

—¿Qué es lo quieres? El ser nuestro comandante no te hace dueño de burlarte de nosotros, niño.

—¿Niño? ¡Qué ofensa, por los dioses del destino cruel! Eres solo dos años mayor que yo... —el muchacho rubio hizo un gesto melodramático tapando su rostro con la mano.

—Pero actúas como uno. Al menos ya te pusiste tu Galaxy, como corresponde, Comandante Marciano, Amor de Avispón.

—La batalla se avecina. ¿Te imaginas si luchara sin esto puesto? Sería muy doloroso, no alcanzaría a disfrutarlo... —su armadura era negra con detalles rojos, cuatro hombreras y una larga falda.

—¡Dime qué quieres!

—No te enfades tanto. Ese hombre, Dragon Shiryu, destruyó a tus tropas Libélula en Inglaterra junto a su amigo. Y por eso, llevada por la ira y deseos de venganza, tu corazón pide el de su asesino, destrozado por tus balas silenciosas, y su escudo inmortal que trató de oponerse a ti. ¡Qué escena tan dramática, que clímax tan sangriento!

—No es venganza, idiota. Comando a mis tropas, él las destruyó, me quedé sin ejército propio. Él debía pagar por eso, es tan simple como suena —se acomodó el cabello rojo detrás de la oreja, y volvió a sentarse cobre la piedra del techo de la Puerta.

—¡Y él, ciego gracias a la ayuda de Relogho, contra ti, cuya mirada es capaz de distinguir una aguja a cien kilómetros de distancia! Qué oposición, ¡Qué conflicto más poético!

—¡Ya cállate!

—Bueno, bueno... pero podrías haber destrozado su cabeza desde el principio con esa última bala, la más potente. ¿Querías torturarlo?

—Se lo merecía, ahora ya está casi terminado. Solo falta que encuentren su cuerpo —clavó los ojos negros en algún punto en el horizonte.

—Ya veo..., y dime, después de eso... —Amor se sentó y se acomodó al lado de la muchacha, sonriendo traviesamente, mirándola fijamente —...podríamos pasear por esta Tierra, hay muchos lugares hermosos que te encantarían, teatros impresionantes en cada rincón. ¿Te gustaría?

—Preferiría una operación cerebral. Estamos en guerra, Amor, ¿Qué te hace pensar que querría salir contigo?

—No es cosa de pensar, es cosa de hechos. Jamás me han rechazado, ni nunca lo harán, así que, ¿te gustaría? Porque... pero... ¡Oh, la acción sigue! ¿Es que no avisan que comenzó la siguiente escena? Ya no se puede encontrar personal decente al parecer, viene la escena trágica...

—¿De qué diablos estás hablando? —esta vez sí miró fijamente a Amor, quien se levantó sonriente. Luego, sintió un Cosmos acercándose a toda velocidad, y vio la explosión de la calle. Un sismo la hizo tambalear de su posición mientras Amor no perdía detalle de la sombra que surgió de entre los escombros del subsuelo.

—De eso, preciosa dama. Comienza el acto Dos de tu propia obra.

—¡¿Tú?! —exclamó la Alto Marciano Hayha de Libélula, al ver al Santo Noble, Shiryu de Dragón, frente a ella. Sangraba desde varios puntos, se ceguera le impedía distinguir a sus enemigos, su escudo estaba dañado, pero su Cosmos ardía con vitalidad, sin temor.

—Bajo Roma está lleno de túneles. Fueron muy útiles...

—¿Cómo es posible? Te había asesinado, estoy segura, yo... ¿Cómo me encontraste? —la mujer cargó el cañón de su brazo con un Cosmos oscuro, lleno de ira y venganza.

—Entiendo perfectamente la situación, Hayha. Este hombre es audaz, ha tenido miles de batallas sangrientas, y las ha superado. Recibió el primer disparo a propósito para encontrar tu ubicación según la dirección del impacto, usando el Castillo como punto cero —explicó sonriente Amor.

—¿Qué? Pero... mi ataque de todas formas debió haber...

—Te lo diré. Usé una técnica que aumenta el poder de mi escudo, haciendo armonía con mi propio Cosmos. Cubrí totalmente mi cuerpo a partir del escudo del dragón, quedándome quieto como las aguas de un estanque. Detuve tu golpe, destruí el suelo, y llegué hasta aquí.

—Como dije, audaz...

—Pero no quiero matar a una mujer, así que por favor, desiste y vete de aquí, este será un combate violento.

—¡Silencio! A corta distancia puedo matarte de igual forma que de lejos, mi escopeta puede funcionar como ametralladora si es necesario.

—¿Quieres que te cubra, preciosa?

—¡¡¡BALAS VOCIFERANTES!!! —Hayha hizo caso omiso de su compañero, y disparó un centenar de balas por segundo de su cañón, todas hechas de Cosmos que se dispersaron sobre Shiryu. Pero éste jamás se atemorizó, y las esquivó con facilidad pasando a través de ella sin recibir un solo daño —¿Qué demonios pasa?

—He luchado con Santos de Oro que se mueven a la velocidad de la luz. Desde el principio pude esquivar tus ataques, pero tus compañeros me lo impedían. Te lo advertí, ahora recibe el poder del dragón...

—¡Miserable, muérete así como mis hombres! —ella aumentó la velocidad de sus disparos, pero Shiryu seguía acercándose con movimientos rápidos.

—Hicieron cosas imperdonables. No puedo verlos, pero no necesito mis ojos para ver y destruir el mal, a diferencia de ti que dependes de ellos para disparar y dar órdenes tan cobardes.

—El clímax llega en tres, dos... —murmuró Amor.

¡DRAGÓN ASCENDENTE DE LUSHAN!

Con un solo golpe, Shiryu destruyó el cañón de la mujer, así como sus ojos y vida que ocupaba desde tras bambalinas. Finalmente acabó con todas las libélulas, y tanto el Passeto, como el Castillo Sant’Angelo, y ahora la Porta Flaminia, habían quedado libres de marcianos.

Amor aplaudió afablemente con una sonrisa alegre y vivaz el asesinato de su compañera.

—¿Qué haces?

—Fue un sorprendente acto, dragón, me alegra haber estado en primera fila —respondió el muchacho.

—No me agradó matarla, fue solo mi deber, y un acto de defensa. Pero tú... pareces haberlo disfrutado.

—Algo así, sí. Aunque no voy a luchar contigo ahora, Santo Noble, nos veremos más adelante, en el acto principal de esta obra. Solo sigan estos caminos, crucen las Puertas de Roma, y nos encontrarán. Por favor, no lleguen tarde, las entradas se están agotando.

Con esas palabras, Amor desapareció, su presencia se desvaneció para los sentidos de Shiryu. Estaba gravemente dañado, pero debía seguir adelante. No importaba si lo atacaban desde lejos, o si lo observaban aunque no pudiera hacer lo mismo. La única visión que importaba, era la del futuro. Aquel que debía evitar se volviera un caos, con los ojos del corazón, con el poder del Cosmos de los Santos de Athena.


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#48 Apsu.

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Publicado 28 noviembre 2013 - 13:59

te estás poniendo como Kuru Dx

 

wut? Reunete con Amor?

 

pero si Micenas no lo conocia hasta la batalla de las 12 casas xD


SATARN SAMA el Dios más poderoso de todo el universo de SS :3


#49 -Felipe-

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Publicado 28 noviembre 2013 - 14:37

Bueno, son detalles. Como dije cuando empecé el fanfic, tuve que corregir varias cosas, y una de esas cosas es lo ridículo que me parecía que el amigo de Mars no conociera al cuñado de Ludwig, siendo Amor un marciano y teniendo una relación tan cercana con Medea. Eso sin contar con lo extraño que ma parecía que no participara en la primera guerra, y recién hiciera acto de presencia al final.

 

Es decir, para mí Amor fue lo mismo que Youma, un personaje troll sacado de la manga al final, pero que no había sido planeado antes, y surgió cuando no sabían quién meter como Piscis. Trato de corregir eso.

 

De todas formas, igual tenía planeado que por más que Mars dijera "Reúnete con Amor", intentar que nunca aparecieran juntos en ninguna escena, para que no pareciera tan lejos de la obra original.


Editado por Felipe_14, 28 noviembre 2013 - 14:38 .

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#50 Gnzalo

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Publicado 01 diciembre 2013 - 18:35

Así que como siempre, Hyoga se desplomó, Shiryu le puso el pecho desnudo a las balas y Amor un hdp.

 

Buena narración, ya hacía tiempo.


¿Extrañas a Umakoshi en Saint Seiya? ¡Checa mi galería donde homenajeo su trazo!


#51 GoldenDragon

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Publicado 01 diciembre 2013 - 18:54

Buen fic, solo algunos detalles un poco raros, pero pasables me gustaria ver como continua.

 

Pd. no te conviertas en el Kuru de los fics,



#52 -Felipe-

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Publicado 06 diciembre 2013 - 13:17

Sí, me he estado convirtiendo en el Kuru de los fics xD. La verdad es que poco tiempo he tenido para escribir, mas muy pronto estará el siguiente capítulo y le seguirán los próximos de manera regular, como era al principio. Gracias por el apoyo y por leer y...

 

 

...

...

 

 

 

 

...¿Grupo con España y Holada, además de Brasil al lado? Qué clase de broma es esta !!!


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#53 GoldenDragon

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Publicado 07 diciembre 2013 - 20:19

Bueno, si el siguiente capitulo seguira pronto no me importaria esperar, y si no te apures tanto con el fic tu tienes tu vida, pero porlomenos actualiza el fic de vez en cuando puedas.



#54 -Felipe-

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Publicado 08 diciembre 2013 - 15:47

CAPÍTULO XIV, ATADURAS

 

—¡Hyoga! —exclamó el muchacho de ojos esmeralda, al ver el cuerpo en el suelo, manchado de sangre y heridas, cubierto de un suave y casi invisible gas de color negro.

Lo sacudió y tambaleó, gritando su nombre, hasta que el hombre glacial abrió dificultosamente los ojos, observó los de su amigo, su compañero de armas, aquel que temía dañar a sus oponentes y no mostraba su verdadero poder. Era alguien temible, pero su rostro era suave y delicado, no parecía ser capaz de hacer daño a una mosca.

—Shun... sigue adelante, déjame aquí.

—No puedo hacer eso, Hyoga. No sé qué te pasó, pero no puedo llamarme Santo si cualquiera sea la circunstancia, te dejo a tu muerte.

—No moriré, Shun. Tengo una misión que cumplir aquí, así que no importa lo que me pase, no moriré.

—Pero Hyoga... —Shun vio en los ojos de su amigo el destello de la convicción y decisión, pero aún así no se sentía seguro de dejarlo solo.

—Una vez me salvaste la vida, usando tu Cosmos para revivirme como haría un gran hombre, un justo compañero, incluso a costa de casi perder tu vida después, y dejando de lado tu camino, te retrasé. Pero esta vez, no necesito eso, podré salir de esto sin ayuda de nadie, debo hacerlo sin que nadie me estorbe en mi misión. Así que Shun, ¡Vete de aquí, ya, no seré tu retraso!

—Qué palabras tan frías para un Santo —cerca de ellos, un Cosmos se arremolinaba como un torbellino de oscuridad.

—¿Quién está ahí? —Shun alejó la mirada de su compañero, y la puso en aquellos marcianos que se ubicaban a lo largo del gran monte iluminado por el sol del ocaso. Su Cosmos era como un tornado, violento y caótico.

—¿Quién? La pregunta debería ser “Quiénes”.

—Somos los marcianos encargados del monte Aventinus.

—Nuestro territorio se expande hasta la Porta Capena, una de las puertas sevillanas, el segundo nivel después de las puertas aurelianas.

—En este caso, este es el camino que une dos de ellas, la Porta Ostiene y la Porta Appia.

—¿Qué... qué diablos son ustedes? —preguntó Shun, haciendo caso omiso a las explicaciones geográficas que le entregaban. Todos sus contrincantes se acercaron al unísono, bajando por el monte Aventino con perfecta sincronía. Eran unos veinte aproximadamente, todos idénticos. Encorvados, cabello blanco, yelmo con seis ojos, largos brazos y grandes manos.

—Soy Ragno de Araña —dijo uno, el que estaba más cerca.

—Y yo también —le siguió otro. Pronto, esta frase se repitió a lo largo del espacio arremolinado de Cosmos oscuro.

—Todos somos arañas. Andrómeda, deja a ese sujeto, porque queremos disfrutar de una buena pelea con el asesino de marcianos.

—¿Asesino de marcianos? De qué está... —sin embargo, el corazón de Shun empezó a palpitar nervioso. Algo le hizo daño en sus emociones, aunque no sabía qué.

—Shun, acaba con esos hombres, son demasiados, mira sus manos. Están manchadas de sangre, debes evitar que sigan matando a más gente inocente —le dijo Hyoga desde el suelo, volviendo a caer inconsciente.

—¡Hyoga! —cuando Shun puso su mano sobre la espalda del cisne, la quitó rápidamente. Estaba fría, más helada que cualquier glaciar. Pronto notó una capa de aire helado expandiéndose por su cuerpo.

—¡Vamos, Andrómeda! —el que lo llamó reía, y lamió el líquido escarlata, la vida que se derramaba de sus dedos negros. Shun se levantó, miró una última vez a Hyoga, y corrió hacia sus adversarios llevado por la ira.

—¡Muévanse, aquí viene! —ordenó uno de los hombres Araña, y rápidamente todos se dispersaron, corriendo en diferentes direcciones. Shun no entendía lo que sucedía, decían que querían enfrentarlo, pero ahora huían. Se adentraron entre los frondosos árboles del Aventinus, ocultándose a plena luz solar. No iba a permitirlo, y su cadena tenía la misma intención.

—¡No los dejes escapar, cadena de la nebulosa! —un trueno rugió, y la cadena con punta de triángulo recorrió el aire y se transformó en un veloz relámpago, que impactó en pocos segundos con una araña. La aplastó contra un árbol brutalmente, aunque eso solo provocó risas entre sus hermanos que aún se escondían y huían.

 

La Porta Maggiore. Fue la principal de la primera línea de defensa de Roma, los muros aurelianos. Es la Puerta Mayor.

El hombre que supera cualquier dificultad con sus alas celestiales escolta a la muchacha cuyo destino contiene el peso de la paz, tanto como el de la guerra, en la vida de la humanidad. Ingresan al portón de dos entradas con decisión y valor, nada puede evitar que cumplan su misión.

—Saori, ¿estás segura de tu decisión?

—Ya te dije que sí, Seiya. No puedo quedarme de brazos cruzados en el Santuario mientras mis hombres luchan sin cesar.

—Entiendo. Espera, hay unos marcianos aquí, deja que los saque de encima —Seiya levantó el dedo y destruyó unas rocas que ocultaban a los diez marcianos con un resplandor incandescente.

—¡Un momento, es Athena!

—Es nuestra oportunidad...

—¡Mátenla ahora! El señor Mars estará...

—No lo deberían haber mencionado —Seiya, a la velocidad de la luz, se deshizo de sus contrincantes sin ninguna dificultad con diversos haces luminosos. Ni siquiera derramó una gota de sudor —¿Saori?

—Shaina, Kazuma y los demás entraron por la Porta Nomentana hace ya un rato. Hyoga y Shun están cerca, pero siento que el Cosmos frío se debilita. Shiryu está al otro lado de la ciudad, herido.  Y también...

—Todos nos encontraremos al centro, Saori, no te preocupes. Mars será derrotado, protegeremos al mundo y restauraremos la paz... ¡Pero qué diablos! Otra vez te estoy llamando Saori, es decir, le estoy llamando... ¡Ah! —Seiya se revolvió el cabello con una expresión de molestia, mientras la diosa sonreía.

—Que la diosa de la guerra, la protectora del planeta, haya llegado solo con una escolta es algo sorprendente. No sé si es digno y valiente, o una decisión tremendamente idiota.

—¿Tú eres quien protege este lugar? —preguntó Seiya dando un paso adelante. Saori seguía tranquila, a pesar de que el enemigo no era visible.

—Soy el Alto Marciano de Fásmido, mi nombre es Phasmos —se oyó. Seiya solo veía los árboles, las hojas meciéndose con el viento, el humo del fuego por los hogares destruidos, era incluso capaz de distinguir las partículas de agua en el ambiente, pero no conseguía ver a su contrincante.

—Un fásmido, el llamado insecto palo, al que también dicen “fantasma”, ten cuidado Seiya —le advirtió Saori sosteniendo firmemente su báculo dorado, aunque sin intención de moverse.

—Tranquila Sa... Athena. No le temo a los fantasmas.

 

Shun solo había logrado acabar con seis de las arañas, pero las otras habían escapado. Las persiguió con ayuda de la cadena, hasta que su carrera lo llevó a la Porta Capena, la que decían era parte del territorio de los arácnidos. Un enorme obelisco se erguía, con la punta hacia el cielo, cerca de la puerta.

—Bienvenido a la Porta Capena, Andrómeda.

—Lo que ves allí es el Obelisco de Aksum.

—Fue una construcción de los etíopes, que se trajo a Roma como trofeo de guerra. Es curioso...

—¿Andrómeda era etíope también, cierto?

—Yacerá en este lugar también entonces. Prepárate, asesino de marcianos —Shun escuchó las voces de los marcianos que lo observaban desde varios puntos lejanos entre sí, alrededor de la plaza. Fue paciente hasta que volvieron a llamarlo “asesino de marcianos”.

—¿Por qué me llaman así?

—Se dice que eres el hombre más puro de la Tierra, pero también eres un temible asesino, ¡HILOS DE OSCURIDAD!

Shun lanzó una exclamación, pero no pudo detener las ataduras que lo amarraron, unos hilos oscuros alrededor de su cuerpo. El que lo atacó se acercó desde detrás del obelisco.

—Tú también serás nuestro trofeo de guerra, Andrómeda, tal como el Obelisco —el segundo marciano que se acercó también lanzó sus redes de telaraña negra para atar a Shun, impidiendo que usara sus cadenas.

—¡Muere, asesino de marcianos! —varios otros enemigos, todos con armaduras de araña, lanzaron sus redes para inmovilizar al Santo, y a la vez que lo asfixiaban, lo arrojaron hacia el Obelisco.

—Dejen... de llamarme... así... —Shun a duras penas podía respirar, los hilos negros lo ahogaban y destrozaban su cuello. También rompían la piel y los huesos en las piernas, rodillas, brazos, incluso los dedos.

—Te contaremos esto, Andrómeda.

—Los Altos Marcianos son doce, al igual que la élite de su ejército ateniense —comenzó a explicar uno que salió de la ventana de una casa, con las manos manchadas de sangre inocente y fresca.

—Acris de Saltamonte, Azrael de Ciempiés fueron dos de ellos. Tú los mataste con tus cadenas.

—Eso sin contar a algunos de los mejores marcianos, como Caesar de Hormiga Mayor y Adros de Grillo.

—Son bastantes para un hombre que se dice “Puro”.

—Yo no... ellos... —Shun se lamentó. No quiso asesinar a nadie, pero debía defender y ayudar a los inocentes. El problema es que no sabía que había asesinado a tantos marcianos ya, en tan poco tiempo.

—¡Silencio!

—¡Ah! —Las hombreras de Shun se trisaron, comenzaron a destrozarse, mientras Shun tenía su garganta siendo asfixiada hasta el límite humano, ni siquiera le salía la voz.

—Aparte de los dos que venciste, también Relogho, Buthus y Anthos cayeron, uno en China, el otro en Rusia y el último en el corazón de su Santuario —uno más alto que los demás tiró con fuerza de los hilos negros que salían de sus dedos, y le quebró la rodilla a Shun quien, indefenso, era sacrificado en el Obelisco por arañas vengativas.

—Druso y Hayha fueron vencidos aquí mismo en Roma. Eso deja a cinco Altos Marcianos vivos, incluyendo al comandante Amor.

—Por lo tanto, nuestro deber es impedir que continúen las pérdidas. En conjunto, las arañas tejen mucho más eficazmente.

 

—¿Y tú? —preguntó la mujer fatal, sus manos y dedos cargadas de electricidad, lanzando destelladas como una víbora enfadada.

—El guardián de la Porta Nomentana, querida, Cimeries de Milpiés. El camino desde aquí es el más largo hasta el Foro Romano, el Palatium donde espera el señor Mars —el maestro de Azrael de Ciempiés era grueso, macizo y visiblemente potente físicamente. De corto cabello rojo fuego, mirada llameante, barba frondosa, dientes afilados en una sonrisa maquiavélica. Su Galaxy parecía estar hecha de diamante, no daba lugar a un punto débil, cubría íntegramente todo el cuerpo desde el cuello hacia abajo, y aunque se veía extremadamente pesada, por las gruesas hombreras afiladas, las enormes coderas puntiagudas, el macizo cinturón y las firmes rodilleras agresivas, Cimeries no parecía tener problema en moverse con facilidad.

—No importa cuánto nos demoremos. Tenemos la misión de llegar al Circo Romano y detener los planes de Mars —dijo el Santo de la Cruz, Kazuma, encendiendo su Cosmos ardiente.

—Es difícil que logren escapar de mí. Aunque sean miles, están frente al muro marciano, tan robusto como cualquier montaña del planeta rojo, indestructible e impenetrable. Quiero ver su frustración por llegar a un punto tan lejano, siendo un gran número, y sin avanzar más que de aquí.

—Nosotros somos Santos de Athena. Nos han dicho cosas semejantes un millón de veces —sonrió Jabu. Detrás de él se agolpaban cientos de soldados atenienses, portando armas para suplir la ausencia del uso del Cosmos.

—Nos abriremos paso. Yo misma te haré a un lado, para demostrarte el poder del Santuario —la guerrera se acercó amenazante. Su más cara no dejaba ver su expresión facial, pero en la voz se notaba la decisión.

—Ven a mí... hermosa Shaina de Ofiuco, quiero verte de cerca para sentir mejor tu sufrimiento —murmuró Cimeries, y los Cosmos de ambos chocaron con violencia.

 

“Cadena de la Nebulosa... ve.”

No podía mover su cuerpo, pero las cadenas maravillosas que ataron a la princesa de Etiopía se desplegaron y bajaron por el obelisco a gran velocidad. Para sorpresa de las arañas, no podían detenerla, y continuaba bajando de manera irreal.

—¡¿Cuánto mide esa cadena?! —gritó horrorizado uno, cuando la cadena con punta triangular le perforó el cuello sin aviso.

—Dicen que la cadena de Andrómeda es eterna, no tiene longitud, ya que se expande hasta el infinito.

—¿Eso quiere decir que debemos matarlo para detener la cadena?

La cadena con punta redondeada pasó con precisión cerca de los labios de Shun, rompiendo las cuerdas que lo ataban y ahogaban en esa zona.

—Aunque me eliminen, la cadena los acabará, ya que es defensora de la justicia, a diferencia de ustedes. La cadena de Andrómeda, así como cualquiera de nuestras Cloths, tiene vida propia. No necesita de mí para cumplir con su deber, incluso sabe y siente cosas que yo no.

—¡Qué! ¿Entonces quieres seguir matando marcianos, asesino? —cuando la araña grande tiró nuevamente de sus cuerdas al pie del obelisco, notó que su brazo no podía moverse.

—Yo no mato por placer como ustedes. Si mato a alguien, es porque creo que otros necesitan, merecen vivir. Gente que nunca ha hecho daño a nadie. Y aunque sea a través de la fuerza, el mal debe ser exterminado, lo aprendí hace muchos años.

—¿Qué pasa? ¡No podemos movernos!

—Pero no son las cadenas, ellas siguen atacándonos, ¡Ahhhh! —gritó su último quejido antes de ser atravesado por miles de cadenas.

—No quiero que otros se ensucien las manos. Yo mismo me sacrificaré por ellos, en su lugar derramaré la sangre negra —Shun encendió su Cosmos, un aura púrpura se extendió por todo el obelisco.

—¿Qué es esto? ¿Qué es esta corriente que no deja que nos movamos?

—La princesa Andrómeda también fue atada, como sacrificio para salvar a su pueblo. Este obelisco es etíope, como la roca en que ella fue condenada. Ella fue salvada por Perseo, en cambio yo tengo mis propias cadenas para ayudarme. ¿Creen que con sus hilos me detendrán?

Poco a poco, los hilos se fueron deshaciendo. Eran decenas de marcianos idénticos, pero todos caían sin poder moverse con el poder de los eslabones maravillosos que salían de sus brazos.

—¿Por qué? ¿Cómo haces esto si usas las cadenas para atacar?

—Ustedes solo usan hilos para matar así a la gente. Yo tengo mi cadena de ataque, con las cuales destruyo al mal, y mi cadena de defensa, la que rompe las telarañas. Para inmovilizarlos, utilizo mi mejor arma.

—¡¡¡Hay un remolino en mis piernas!!!

TORRENTE NEBULAR. Muévanse, y serán aplastados por esa ventisca, querría evitar lastimarlos, pero sé que no tienen forma de cambiar, especialmente estando en grupo —Shun aumentó su Cosmos, y se soltó de los hilos con ayuda de la cadena circular, cayendo al suelo.

—¿Así que seguirás eliminando marcianos? No eres mejor que nosotros, Andrómeda —dijo el que tenía gotas de sangre en sus manos.

—Desde el momento en que se te ocurrió mancharte las manos con la vida de un inocente puedo decir con seguridad que soy mejor que tú —Shun soltó lágrimas de sus ojos con tristeza por la muerte de los inocentes. Alrededor de Porta Capena se olía la sangre de los pobladores, no quería que eso continuara. No quería seguir matando enemigos tampoco, pero entre eso y la vida de buenas personas, de almas que no tenían idea de lo que sucedía, estaba dispuesto a pagar el precio que conllevaba el asesinato. Todo por ellos, nadie ataba sus manos para impedírselo.

Una ventisca púrpura se vio desde diversos puntos de la ciudad. Shun no había visto aún a Mars, pero aunque no conociera los motivos detrás de tanta matanza, debía detenerlo. Junto a las cadenas de los milagros, Andrómeda ataría al mal, no dejaría que las arañas salieran de los rincones a ocultar el sol.


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#55 Patriarca 8

Patriarca 8

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Publicado 08 diciembre 2013 - 16:27

Asi que  Shun se libro una buena reputacion como guerrero , por si solo sin depender de su hermano en la

guerra contra Marte. ¿quien lo diria?

buen capitulo


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#56 -Felipe-

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Publicado 08 diciembre 2013 - 16:39

Sí, aunque la verdad la saga de Pallas me está arruinando bastante mi trama sobre Shun en este fic xD


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#57 GoldenDragon

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Publicado 08 diciembre 2013 - 17:44

Y eso que importa? esta es la saga de Mars, no la Saga de Palas.

 

No se te olvide que Athena no conoce a Mars, eso ya se mostro en Omega.(creo)

 

 

.



#58 pegasuskoga

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Publicado 13 diciembre 2013 - 22:33

SIGUE ASI Y SERAS EL NUMERO UNO



#59 -Felipe-

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Publicado 17 diciembre 2013 - 13:31

CAPÍTULO XV, RELACIÓN

 

—¡Muestra tu rostro, marciano! —ordenó Seiya. Sentía que ahora que vestía las alas, podía tener mayor respeto incluso de sus enemigos.

—¿Para qué, Pegasus Seiya? O debería decir, Santo de Oro de la Luz, Sagittarius Seiya. Sé todo sobre ti, muchacho —dijo la voz es un tono lánguido y sombrío, pero dulce al mismo tiempo, desde algún punto del espacio invisible.

—¿Muchacho? —Seiya se sintió ofendido, pero una mirada de Saori lo tranquilizó. Siempre tenía esa capacidad sobre él.

—Sé que tu fuerte es el combate directo, frente a frente, con puñetazos y descargas a la velocidad del sonido y de la luz, en cambio yo soy diferente. ¿Por qué debería adaptarme a ti si eres un invitado en nuestro hogar?

—¿Hogar? No viven aquí, Roma era una ciudad donde vivían humanos normales, inocentes, a los que ustedes asesinaron...

—...Y tomamos este lugar como nuestro a partir de la conquista —interrumpió Phasmos con cierta cortesía— Es un método válido y aceptado de toma de poder, ¿Eres tan ignorante, Seiya?

—¿Qué cosa? ¡Ah! —un dolor en lo profundo de los huesos del brazo derecho se presentó de repente. No sintió ningún golpe ni contacto, pero era como si le hubieran estrujado y destrozado los huesos y la carne en un instante.

—¡Seiya! —exclamó Saori, alarmada.

—¿Eh? ¿Veo cierta... “confianza” en su tono de voz, Athena? ¿Qué es este hombre para usted, puedo preguntar?

—¿Qué dices? —Saori lo miró con una sombra de ira en el semblante. Seiya se presionaba fuertemente el brazo, pero su mueca de dolor aumentaba a juego con los huesos rompiéndose.

—Como dije, sé todo sobre ustedes. Las estrellas fugaces de Pegaso las utiliza preferentemente con el brazo derecho, y lo destruí

—Maldito... —la voz de Phasmos no tenía una procedencia clara. Aunque Seiya agudizó su audición no pudo percibir de dónde venía la voz, era como si estuviera en todos y ningún lado a la vez. Si era capaz de eso, además de atacar sin contacto, debía ser un enemigo muy peligroso.

—Luego, tenemos el visible, llamémoslo, favoritismo que la diosa protectora de todos los humanos tiene por uno solo. Curiosamente, el único de su generación que ahora viste el oro, da para pensar.

—¿Qué insinúas? —Saori sujetó fuertemente su báculo.

—¿Insinuar? Nada, diosa de la guerra, nada de nada —una ínfima risa se asomó entre los árboles, pero luego se percibió en la dirección contraria.

—No importa si no puedo encontrarte, te derrotaré. Recibe esto, ¡METEOROS DE PEGASO! —Seiya lanzó su puño con el brazo adolorido antes que fuera peor, hacia la última dirección donde oyó la voz.

Las esferas de luz azules se estrellaron contra un muro, contra los árboles, contra el aire. En la Porta Maggiore, también llamada Porta Prenestina, no había muchos hogares inocentes, no tendría dificultad para evitar las fatalidades indeseadas, pero Seiya no logró su cometido. Una risa lejana se oyó entre las nubes, serena y fastidiosa, digna de un ser invisible, un fantasma que no podía ser golpeado.

 

¡BOMBARDERO DE LEONCILLO!

—Movimiento Noventaicinco —tal como Azrael había hecho con Shun, su maestro Cimeries agarró a Ban, quien corrió hacia él rodeado de un Cosmos ardiente, lo levantó, y lo golpeó fuertemente en el estómago, dejándolo inmóvil en el suelo. Un puño tan grande como el del “muro marciano”, le quitó el aire al león, quien destacaba por su resistencia física.

¡AULLIDO DE LOS MUERTOS!

—Movimiento Cincuenta —Cimeries se movió a gran velocidad girando sobre sí mismo, y como si fuera un torbellino repelió cada uno de los colmillos de lobo que Nachi le arrojó con el viento. Luego, con un movimiento brusco, dejó de girar y le estampó un potente puñetazo en la cara que lo arrojó a un auto cercano, haciéndolo pedazos.

—¡Ban! ¡Nachi! —gritó Geki, impresionado por el poder de su enemigo.

—Ese último fue el Movimiento Seis, algo poco impresionante, pero efectivo. Le quebré la mandíbula.

—¿Qué son esos movimientos? —se preguntó Shaina, tanteando la situación, acercándose precavidamente a Cimeries.

—¿Habrá un patrón? ¡¡¡Uaaaaaaaaaagh!!! —se cuestionó Kazuma, antes de recibir los dedos del marciano en su costado, creando una profunda herida sangrante en la espalda que lo hizo rugir de dolor.

—Movimiento Cien. Eso fue por si creen que hay un patrón, les digo de antemano, no lo hay. Bueno, normalmente la gente no aguanta más de diez movimientos, así que teniendo en cuenta el número de ustedes, tendré que usar casi cien —dijo mirando al gran ejército que se presentaba temeroso y dubitativo a espaldas de Shaina de Ofiuco.

—¡No teman, desgraciados! ¡Son parte del ejército de Athena! —les gritó Geki, con algunos resultados, pero no todos.

—Jajaja, vaya, es el oso. Contigo tal vez necesitaré ocho movimientos.

—¡¿Qué dices?! —se ofendió el gran Santo de la Fuerza Bruta.

—Mi discípulo, Azrael de Ciempiés, era capaz de realizar cien distintos movimientos, y aún así no bastó, y fue derrotado por uno de ustedes, un muchacho gentil con cadenas. En cambio yo tengo mil movimientos a mi disposición, ni siquiera ese chico, ni menos alguno de ustedes podría vencerme, y eso es lo que dará la victoria, tengo total seguridad. La Porta Nomentana será su tumba eterna.

Shaina y Geki se pusieron en guardia, los soldados levantaron sus lanzas, mientras Ban, Nachi y Kazuma se erguían a pesar del dolor, pero otro hombre dio un paso al frente.

—Así que Shun venció a tu discípulo, jeje. Bien, ese chico gentil que dices fue el primero en derrotarme alguna vez. Tal vez no soy tan poderoso, pero ten por seguro que pasaré a través de ti, galopando a toda velocidad.

—¿Tú? ¿Quién eres?

—Soy el Santo de Bronce Fiel, Unicorn Jabu. Después de esta pelea, no olvidarás jamás mi nombre.

—¡Jabu! ¿Qué diablos haces?

—Shaina, sigue adelante, te haré el camino. Al menos uno de nosotros debe atravesar el portón, y tú eres la mejor de nosotros. Contendré a este sujeto, estoy deseoso de luchar.

—Espera, Jabu... —Kazuma se acercó a él —te ayudaré a luchar.

—¿Estás seguro de lo que dices, Kazuma? —Jabu sonrió, y Kazuma suspiró al darse cuenta de lo que había olvidado.

—Como pude ser tan idiota para pedir eso. Los Santos no luchan a montones, sino uno contra uno. Pero si veo que tienes problemas, debes darme el paso, ¿Entendido?

—No creo que...

—¡Soy tu superior, con un demonio! —exclamó Kazuma, con una amplia sonrisa. Su Cloth de Plata destelló con la luz de su Cosmos.

—Oigan, oigan, el que haya dicho que se quedarán aquí, nos significa que pueden estar hablando todo lo que quieran... —murmuró aburrido Cimeries.

—Ustedes, los Santos de Plata, su lugar es lo más cerca posible del campo de batalla principal, mientras que los de Bronce nos ocupamos de los alrededores —dijo Ban, sobándose el estómago.

—Miren, hay montones de marcianos rasos esperando su oportunidad entre los árboles, allí hay algunos sobre esos tejados, y este hombre tiene mil ataques posibles. Con los soldados del Santuario, y nosotros cuatro bastará para vencer a todos estos —murmuró Nachi con dificultad, su rostro estaba levemente desfigurado, pero todos comprendieron sus palabras.

—No somos tan fuertes como Seiya, Shiryu, Shun y los demás. Pero... —Geki encendió su Cosmos. Nachi y Ban lo siguieron, resplandecía como el sol que se ocultaba tras las colinas del oeste.

—¿Qué es este Cosmos? Estos tipos no libraron tantas batallas como los otros pero... ¿Qué demonios? —se asombró Cimeries. Una gota de sudor bajó por su nariz.

—¡También somos Santos de Athena! —Jabu hizo arder su Cosmos purpúreo, a juego con el anaranjado, el azul y el verde de sus compañeros. Los soldados rasos lanzaron exclamaciones, estaban listos gracias a las palabras de sus superiores.

—Ustedes son Santos de Athena... entiendo. Bien, Kazuma, vamos —dijo Shaina sin dudas.

—Oye, no puedes darme órdenes así, yo... —Kazuma sonreía mirando a los cuatro valientes Santos preparados para luchar.

Una mirada a través de la máscara sin emociones bastó para que Kazuma corriera tras ella, riendo por la situación.

—¿A dónde creen que van? Dije que nadie pasaría la Porta Nomentana.

—Jejeje, no tienes idea de lo que vas a enfrentar.

—Movimiento Ciento treinta y ocho —el marciano encendió su Cosmos, creando un muro defensivo que le impediría el paso a ambos Santos de Plata, pero una fuerte patada lo rompió.

—Movimiento Uno, GALOPE DEL UNICORNIO... Imbécil.

 

—Maldición, ¿dónde estás? ¡¡Ah, ahhh!! —gritó Seiya. Sus piernas se quebraron, sintió los huesos romperse y cayó de rodillas, a pesar de que la brillante armadura dorada no tenía ni un rasguño.

—Seiya, calma, no te desesperes —pidió Saori.

—Eso, haz lo que dice tu diosa, Pegaso dorado... como siempre. En serio, me interesa, es que... cuando venciste al cuervo de plata hace muchos años, te lanzaste a un acantilado solo por una muchacha adinerada que los había maltratado cuando niños, ¿Por qué fue eso?

—¡Qué te importa! —Seiya lanzó otra descarga de puñetazos azules sin encontrar la meta deseada.

—Jaja, sigue tratando de golpear a un fantasma, Seiya, quizás en dos milenios lo logres. Pero dime, cuando derrotaste al toro y al león dorado, Athena te brindó su Cosmos desde casi un lecho de muerte.

—Así como a todos aquellos que luchaban en mi nombre en esas horrendas doce horas —le respondió Saori. Sus labios temblaban, igual que sus párpados. Estaba nerviosa.

—Ah, claro, claro. Como dije, sé todo sobre ustedes. Todos los Santos de Bronce se sacrificaron para que Pegaso llegara hasta el Templo del Pope, y allí este muchacho te salvó. Subiste las escaleras y lloraste... ¡Oh sí, lloraste por él! Qué diosa tan patética...

—¡¡¡Silencio!!! ¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!! —Como nunca, Seiya encendió su Cosmos, un brillo dorado se extendió iracundo, cubriendo no solo la Puerta Mayor, sino aún más allá. Las heridas en sus piernas y brazos no evitaron que se enfureciera, y extendiera su poder al máximo posible.

 

—Seiya, ¿Qué te pasa, amigo? —murmuró Shun, deteniéndose mientras se alejaba del obelisco, sintiendo el Cosmos dorado no muy lejos.

 

—¡Es el Cosmos de Seiya! ¿Qué estará pasando? —Shiryu también se detuvo, las heridas de su batalla no le impedían seguir su camino, bordeando el Tíber, y acercándose al Campus Martus.

 

—Seiya, cálmate —murmuró el Cisne, aún en el polvo. El hielo que cubría su cuerpo aumentaba, y los gases caían al suelo, congelados.

 

—¡Seiya! —gritó Saori, y entonces Seiya se detuvo. El muchacho de alas doradas dejó sus ojos fijos en una roca que había sobre una pequeña colina. A pesar del dolor creciente, levantó su puño, y a la velocidad de la luz lanzó una fuerte descarga de energía que pulverizó la roca en menos de un segundo. En el suelo, un hombre sangraba del pecho, su armadura negra bastante dañada tenía una forma demasiado simple, y era delgada, sumamente ajustada al cuerpo del marciano, cuyo cabello verde cubría sus ojos enfurecidos.

—¿Cómo... cómo demonios me encontraste? —murmuró Phasmos, levantándose con dificultad. Sangraba mucho del pecho, cerca del corazón, donde Seiya lo había golpeado.

—No debiste enfurecerme. Cuando extendí el radio de mi Cosmos, sentí una presencia diferente en su interior, algo vivo y poderoso, pero invisible al ojo humano. Ahora estás visible, no podrás escapar de mí.

—Nada impide que pueda desaparecer de nuevo —el marciano sonrió, era una sonrisa cínica y tenebrosa, sus ojos no mostraban rastros de sentimientos tras los largos mechones de cabello.

—Seiya es un Santo Dorado. Te pido que desistas de pelear y dejes que continuemos nuestro camino, ya que él jamás ha sido vencido.

—Oh, eso es gracias a usted, Athena, ¿o me equivoco? Venció al arquero de plata, enfurecido, apenas éste incrustó una flecha en tu pecho. Él mismo puso una saeta de oro en la cabeza de un dios cuando se atrevió a encerrarte en un pilar indestructible para que te ahogaras. Se arrojó sin dudar contra ese monumento a costa de su vida, y te sacó de allí en brazos, como una princesa en apuros. Se adentró al mismísimo infierno cuando fuiste asesinada, y dio su vida al recibir un espadazo del dios de las tinieblas. Y a pesar de que el dragón, el cisne, el puro, muchos sacrificaban sus vidas, tú solo tenías lágrimas para el actual arquero dorado. Por favor, dígame, Athena. ¿Qué es este hombre para usted? —su Cosmos se transformó en un bastón, un arma con la forma de un palo, como el fásmido que representaba, y lo hizo girar a gran velocidad. Un torbellino se hizo paso a través del aire para hacer volar a ambos, la diosa y su guerrero, por los aires —¡VIENTOS NOCTURNOS!

—Athena, toma mi mano, ¡Athena! —exclamó Seiya extendiendo su brazo a la diosa, quien daba vueltas en el aire, las corrientes de viento rasgaban su vestido y su piel, y sus ojos estaban cerrados como reflejo del dolor.

—Vamos, protégela, da tu vida por ella, Pegaso Dorado. Luego será más fácil asesinarla, sin su gran guardián, el único importante para la diosa egoísta de la guerra —Phasmos volvió a desaparecer, pero los vientos seguían su curso.

La presión era insoportable. Seiya se dio cuenta que eso era lo que usaba para golpearlo sin darse cuenta, viento en poca cantidad pero a mucha presión, pasando a través de la coraza dorada, y asfixiando sus huesos y el paso del aire. Eso también debió hacerle perder el control. Ahora todo su cuerpo se sentía igual de dañado, pensó que podía estallar, pero solo le preocupaba Athena. Ella no tenía con qué protegerse en ese momento, y estaba fuera de su alcance.

 

—Mi señor Mars, creo que Athena jamás llegará hasta aquí. Phasmos la tiene contra las cuerdas, y el mismísimo Seiya está teniendo problemas —le informó Medea, con una esfera de cristal flotando sobre su hombro.

—Hay una razón por la que Athena se atrevió a llegar acompañada solo del Pegaso. Ese hombre jamás ha sido vencido. No quiero desmerecer al fásmido que nombraste Alto Marciano sin mi permiso, pero tengo que decir que perdiste a un soldado importante, mujer —levantó la copa de vino —¿Sientes eso? Aquí se viene, su poder aumenta. Yo soy el único con el derecho a vencer a Seiya de Sagitario.

 

—¡¡¡Ahhh, enciéndete Cosmos!!! —rugió el hombre de cabello castaño. Sus alas doradas se abrieron con actitud amenazadora, y como si fuera a través de una brisa veraniega, Seiya voló hacia Saori, la tomó en sus brazos, la cubrió con los pliegues de las alas, y descendió sin ningún problema a pesar del viento que no se detenía.

—¿Qué demonios? ¿Cómo pudiste pasar a través del aire con tantas facilidad si hace segundos estabas indefenso?

—El Cosmos es inmortal y eterno Phasmos. En mi caso, se elevará hasta el infinito cada vez que ella esté en problemas —a pesar de que le hablaba al marciano, sus ojos estaban puestos en los de ella, quien miraba a su más leal Santo con admiración.

Hubo un silencio de unos cuantos segundos, y Phasmos comenzó a reírse en la invisibilidad, una carcajada estridente y aterradora.

—¡Ya entiendo! Es todo tan obvio. Athena, tienes un sentimiento especial por un humano, eres una egoísta, tanto como cuando eras niña, la adinerada hija del hombre más rico de Japón. Ochentaiocho humanos dan su vida por ti todos los días, y solo tienes esos ojos de cordero para ese chico, él que recibió la espada en el corazón con una maldición que tú misma rompiste.

—Phasmos... eres... —murmuró Saori, levantándose, con el báculo de Nike en alto.

—¡¡¡Jajajaja!!! Qué ejército tan triste, servir ciegamente a una diosa que solo se interesa en un hombre, el señor Mars se preocupa por todos nosotros, es totalmente diferente a ustedes. Eso nos dará la victoria, Athena, jamás serás una protectora digna de la Tierra, ¡¡¡Jajajaja!!!

—Phasmos, te lo diré de una sola vez. Si Seiya es más importante para mí o no, si es especial para mí o no, eso será como humana, y no es de tu incumbencia. Soy una diosa, pero también soy una humana, que ha crecido y vivido con las emociones de una persona común. Lo único que debería preocuparte es mi deber como diosa.

—Pero como diosa, ves a Seiya como...

—Como diosa de la guerra y protectora de la humanidad, veo a todos, mis ochentaiocho protectores, con la misma importancia. Vivo por todos los hombres y mujeres de este planeta, nadie es más importante que otro en mi condición de Athena. Saori Kido no es quien lucha esta batalla, solo momentáneamente fue repelida por tus corrientes de aire, y fue salvada por un Santo que daría su vida por cualquier persona que sufra peligro.

—Pero Athena es muy diferente, no querrías enfrentarte a ella —advirtió el Santo de Sagitario. Encendió su Cosmos, y subió sobre la Porta Maggiore.

—¿Qué vas a hacer? ¿Disparar a todos lados a ver si aciertas? Patético...

—Protegeré a Athena con mi vida, como el Santo que soy, y daré todo por Saori Kido, como el ser humano que también soy, pero tú te atreviste a burlarte de esos deseos, de esos ideales, de esas emociones, de mi deber. Hiciste enfurecer al caballo alado y al centauro, eso no te lo perdonaré.

El Cosmos dorado de Seiya brillaba como las alas que se erguían valerosamente, y unas luces empezaron a surgir del cuerpo del hombre de ojos marrones, totalmente leales a Athena.

—Debo abrazar mi deber como Santo Dorado, solo vivir por Athena. Y también debo acostumbrarme a lo que me brinda tener este rango. ¿Sabes lo que diferencia a un Santo de Oro con uno de cualquier otro rango?

—¿Qué pasa? Esto se siente... —pensó Phasmos. Comenzaba a sentir mucho miedo al interior de la invisibilidad.

—Nos movemos a la velocidad de la luz, mantenemos despierto el máximo Cosmos, el Séptimo Sentido, a cada segundo de nuestra existencia. Te voy a presentar ese Cosmos, Phasmos de Fásmido.

—¡¡¡Aumenten su fuerza, Vientos de la noche, no dejen que se mueva, elimínenlo en el aire!!! —gritó la voz siniestra, pero Seiya no se amedrentó.

¡METEOROS DE PEGASO! —Seiya lanzó su puño hacia el cielo, y las estrellas fugaces se transformaron en una lluvia que cayó por todos lados, sin hacerle daño a Saori, cuyo Cosmos la protegía.

—¡Ah! —gritó Phasmos, volviéndose visible con una visible herida en el abdomen, donde Seiya le había acertado. Cuando abrió los ojos otra vez para insultar una última vez a Seiya, éste había desaparecido —¡Imposible! Yo soy el único que puede desaparecer así, ¿dónde está?

—No puedo hacer cosas tan complejas como tú, pero me basto con esto —murmuró Seiya, detrás del marciano. Lo sujetó por la espalda con sus fuertes brazos, batió las alas, y despegó del suelo.

—¡¡¡¿¿¿Qué haces???!!!

—Serás el último en inmiscuirse en algo que es de su incumbencia, y el último en burlarte de Athena, ahora desaparecerás para siempre, ¡¡¡CHOQUE GIRATORIO DE PEGASO!!!

Soltó a Phasmos antes de estrellarse contra el suelo, y el insecto palo se hizo trizas en el impacto.

—Seiya... —Saori se acercó a él corriendo, pero el muchacho hizo un gesto con la mano, que la hizo detenerse.

—Athena, debemos seguir nuestro camino. La escoltaré aún a costa de mi vida, vámonos por favor —le dijo con seriedad. Se levantó y caminó a través del portón. Ella lo miró con un dejo de tristeza, asintió con la cabeza antes de seguirlo. Cuando ella cruzó también el portón, el hombre alado se volteó, sonriendo como un chiquillo.

—¿Seiya?

—Se me olvidó que aún hay treintaisiete marcianos mirándonos en este momento, Saori. Son como periodistas de prensa rosa...

Ella se sonrojó, sonrió, y esperó que cumpliera con su deber como Santo esta vez.

 

La Plaza del Capitolio miraba hacia la Basílica de San Pedro, pero a su espalda estaba el Foro Romano, donde Mars reunía lo principal de su ejército. Allí, el león esperaba pacientemente a su presa, quien se manifestó con un Cosmos agresivo, lleno de fuego.

—Eres tú, el hombre inmortal... —dijo Mykene en voz alta, al centro de la plaza deshabitada.

—Como todos los que se han puesto en mi camino, te haré a un lado, no me importa si vistes de negro u oro. Nadie se interpone en el camino del Fénix.


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#60 Patriarca 8

Patriarca 8

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Publicado 17 diciembre 2013 - 15:19

jajaja ,hasta que alguien les dijo sus verdades a saori y a seiya .me pregunto que cara hubieran puesto Jabu de estar presente.

 

y ¿como hara  Mykene para sobrevivir al emfrentamiento con Ikki?

 

gran capitulo y felicitaciones por tu fic


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