La justicia de las llamas oscuras.
Las historias deben ser contadas, y esta es una que comenzó mucho tiempo atrás, marcada y decidida por el destino. Para todo inicio hay un final, y para todo final hay un inicio, un principio. Quien me dio la vida, Gea, era ese inicio.
Sola en el mundo, ella dio a luz a otra celestial existencia, cuyo nombre era Urano, para que fuera su acompañante, su rey con quien engendraría estirpes. Sin embargo, el nuevo Dios del mundo, creador de incontables cosas como las montañas, los océanos, los cielos, era un tirano.
Insatisfecho con sus propios hijos, sin importar nada, los desechaba, enviándolos a lo más profundo del llamado inframundo. Ese era el tártaro, lugar que en un futuro se convertiría en el final. Ciclopes, Hecatónquiros, ni otros Dioses, todos fueron exiliados.
Gea no lo soportó. Aún siendo una Diosa que existe desde el principio de todo no podía olvidar cierto sentimiento, un sentimiento que por naturaleza poseen todas las madres sin excepción, el amor de madre. No lo pudo seguir tolerando y con convicción decidió oponerse a Urano.
Yo sinceramente no puedo recordar si alguna vez sentí personalmente ese afecto, pero, observé el momento que marcaría un antes y un después, que me demostró que ese afecto sí existía. El concepto de arma, las armas son creadas con dos fines, matarse y defenderse. Mis ojos, los de un Dios, quedaron atónitos al fijar la vista en el hermoso constructo divino que mi diosa madre le entregó al más joven de nosotros, hijos de Urano, mi hermano y aquel que se convertiría en nuestro Rey, Cronos, para derrocar a ese tirano y otorgarnos la libertad.
Megas Drepanon.
Un arma divina construida con un único y primordial objetivo, asesinar a Urano. Su nombre era imponente al igual que la presencia que emanaba. Era hermoso, puede parecer contradictorio tildar de hermoso a algo hecho con el fin de matar, pero no importaba. Los tonos negro y purpura, divinos, de aquella guadaña claramente no me permitían retirar mis palabras.
Soma.
Todavía sorprendido por el aspecto de Megas Drepanon, lo siguiente aumentó mi asombro. Nuestra madre, específicamente a doce de nosotros, nos otorgó a cada uno un arma. Soma era el nombre de los objetos destinados a matar, proporcionando defensa y ataque en un mismo ser. Como una armadura, el respectivo soma se ensamblaba en los cuerpos divinos, dándonos la posibilidad de irrumpir en el campo de batalla.
No pasó mucho tiempo hasta que, encabezados por Cronos, Urano fue derrotado, castrado y humillado por su propio hijo.
Lo decidí en ese preciso instante, cuando miré su imponente figura, equipado con megas drepanon, menor que yo y con una apariencia pueril, específicamente su rostro. Al observar su espalda brillando con un tono negro, irradiando un deslumbrante heroísmo propio de aquel que es mi hermano menor, nos liberó. Le juré lealtad absoluta, definitivamente era nuestro nuevo rey, el Rey Cronos.
Obtuvo mi completo respeto y lealtad, y esa era mi razón para luchar.
Proteger al rey Cronos.
¿Por qué? Pensarás tú. La respuesta es bastante simple, su figura que era la representación de la libertad de todos nosotros, no podía permitir que fuese manchada. Es por eso que empuñare mi espada, Gurthang, como el dios del sol, y seré el último y principal muro que lo defienda hasta el final.
Las últimas palabras de nuestro padre fueron un inesperado augurio. Tal vez si en ese entonces le hubiéramos dado mucha más importancia, el futuro y el presente serían distinto.
Así como yo fui asesinado por mi propio hijo… Tú también serás asesinado por tu propio hijo.
No eran simples palabras, eran el destino que fue decidido desde un inicio, el que marcaría a nosotros doce:
Cronos.
Ceo.
Crios.
Japeto.
Themis.
Rhea.
Tethys.
Océano.
Phoebe.
Theia.
Mnemosyne.
Y yo, Hyperión.
Estos doce nombres principales posteriormente serían conocidos como la estirpe de los Titanes. Éramos los gobernantes del nuevo mundo guiados por el rey Cronos. Iba inesperadamente bien hasta que Cronos fue afectado por la locura. No pudo olvidar el augurio. Desesperado, impaciente, frenético, para oponerse a su padre tomó una obstinada decisión.
Si no hay hijos, no hay rebelión.
Probablemente fue su pensamiento. Corrompido por el miedo, se deshizo de cada uno de sus hijos, transformándose inconscientemente en la existencia que una vez derrotó, en otro tirano. Mi hermana, Rhea, amaba profundamente a Cronos, no por nada era su esposa. Pero, el amor que sentía Rhea por sus hijos no se quedaba atrás.
Como una medida para evitar el acto de locura de Cronos, Rhea engañó a su esposo. Un niño divino fue salvado, ocultado de la vista de su padre. Enviado a una isla, un tesoro resplandeciente, Zeus quien poseía la sangre destinada a acabar con su progenitor. Fue criado por ninfas y se hizo fuerte, esperando impaciente por el día en que liberaría a sus hermanos y abdicara al rey Cronos.
El ciclo se repetía, y como era de esperarse, Zeus atacó a Cronos obteniendo de recompensa la liberación de sus hermanos. La intuición me advertía de la sangre que se derramaría por el derecho a gobernar. La nueva generación de deidades, facción que se hacía llamar los olímpicos, con una ilimitada voluntad le declaró la guerra a la antigua, a nosotros los titanes, dando inició a la Titanomaquía.
Mi hermano y amigo, Ceo, me aconsejó estar listo para cualquier acontecimiento inesperado, después de todo él es Aquel que todo lo ha comprendido. Era en quien más podía confiar aparte del rey Cronos, portador de un inconmensurable poder que no tiene nada que envidiar a cualquier olímpico.
Algo de Ceo me preocupaba, podía sentir una gran inquietud en él, como si hubiera descubierto algo que no tuvo que ser descubierto, pero no le di mucha importancia, pensamientos innecesarios afectarían mi desempeño en la guerra.
Dunamis.
La fuente de poder de todos nosotros, los dioses, nosotros somos existencias más allá de lo mortales, quienes no saben hacer nada más que destruirse a sí mismos. Eso significa que si ellos destruyen, el dunamis nos da la fuerza para crear y dar vida. Esa es la prueba de que somos dioses, en el icor de los cuerpos divinos corre el todopoderoso dunamis y es lo que servirá para erradicar a los que se oponen a nosotros… O eso pensaba.
— ¡Inaudito! ¿¡Cómo piensas deshonrar de esa manera a todos con semejantes actos!?
—Los problemas de otros no son mis problemas. En primer lugar, toda esta situación fue causada por la incompetencia de Cronos al querer evitar su destino con actos intolerables que evidentemente provocarían una rebelión, o mejor dicho, guerra como esta, ¿No es así?
Mi otro hermano, Océano, Océano de las corrientes, vestido con una armadura de aspecto amenazante, de un color purpura casi llegando a negro, me hablaba con un tono sereno, una cualidad marcada de él. Se negaba a participar en la batalla y prefirió mantenerse en una posición neutral. No podía estar de acuerdo, conocía su poder, dos dagas y manipulación de todo tipo agua, la fuente de la vida, y su apoyo era fundamental. Este debate se llevó a cabo en el laberinto de Cronos, ubicado en el monte ortris.
—No me malinterpretes, Hyperión, yo soy fiel a todos ustedes, les tengo respeto pero, tener que participar. Derramar sangre divina por un motivo que no me concierne del todo, no lo aceptaré, ¿Tú estás de acuerdo, Thethys? — Dijo volteando la mirada.
—Por supuesto. No me opongo a la decisión de Océano y pienso similar, me abstendré de la guerra.
—¡!
Las palabras no eran capaces de salir de mi boca y ser escupidas. Un sentimiento de frustración me llenó en ese entonces. Era su decisión y no podía cambiarla, Océano y Thethys no participarían.
—Menudos Cobardes.
Interrumpiendo hizo acto de presencia el Espadachín celestial. La soma representante de las estrellas brillaba con un fulgor ardiente, un violento espíritu de pelea de su portador. Mi manejo con la espada era impecable, no obstante, el de Crios era uno en que su propia vida es su espada. Con los ojos ardiendo procedió a soltar palabras.
— ¿Abandonar la batalla por no estar involucrado? No me hagas reír con una excusa tan patética, desde el momento en que todos nosotros compartimos la misma sangre es que nos involucra a todos, y querer abandonarlo por simple capricho es inaceptable. Zeus y todos sus aliados no son débiles, llevan una gran cantidad de tiempo preparándose ¿y planean, tú y tu esposa, evitarlo?
—Así es, ¿Qué harás si no cambio de opinión?
—Mediante la fuerza será la única solución, después de todo mi espada lleva tiempo sin ser manchada por la sangre de alguien digno.
El aire increíblemente tenso, dos dioses amenazándose irradiando voluntad de pelear era sinónimo de caos y destrucción, comenzaron a prepararse. Yo queriendo interrumpir con una voz fuerte la posible batalla. Él se me adelanto e irrumpió.
—Suficiente, si desean abandonar, que lo hagan.
— ¿Rey cronos?
Susurré, no esperaba tal reacción, el rey vestido con su túnica característica.
—No me interesa en lo más mínimo si estoy solo o no, creo en mi poder y seguramente podré encargarme del berrinche de ese niño, quienes me sigan al campo de batalla solo aseguraran el resultado.
—Es tal y como dice nuestro señor, mis hijos finalmente se rebelan, y no queda más alternativas que luchar, naturalmente no estoy capacitada para hacerlo en el campo de batalla, cargo con la culpa… más no dejaré de estar al lado de Cronos, no tiene importancia si más de uno no quiere seguir.
La titánide Rhea, esposa de Cronos, y hermana. La culpable del problema hecho por Zeus, cuando lo dejó escapar. Pero, sigue al lado de Cronos, fiel, a pesar de sus actos justificados, a ninguna madre le gustaría ver cómo sus hijos son desterrados. Su bella apariencia era el exacto reflejo de sus actitudes.
No repliqué, porque mi ideal no me lo permitía. No es cuestión de que me traicione mi pueblo o camaradas, lo importante es que yo no los traicione a ellos y me mantenga imbatible. Si no hay nadie que quiera defender a Cronos, yo seguiré dispuesto a ser el muro.
—Jajajaja, justo cuando mi aburrimiento desaparecía. Eso fue cruel Cronos, sin embargo, pienso igual que el señor espada aquí presente, es de cobardes querer abandonar así.
—No seas insolente con el rey Cronos, Japeto, dirigirse a él con esa falta de respeto es inaceptable.
—Tranquilízate, no era mi intención ser maleducado pero no me digas que mis palabras no son una verdad, tú también deseas luchar por conseguir un gran futuro, ¿No es así, Themis?, y sabes que con la irresponsabilidad de esos insensatos no será posible—Los reclamos de Japeto tenían su razón de ser.
—Japeto, mi voluntad de pelear no decaerá, el planetes está listo, no obstante, todos los presentes somos hermanos y aún con la discordia en nuestras opiniones, luchar entre nosotros cuando el enemigo se encuentra más allá en el olimpo no es válido.
La primera voz provino de Japeto de las dimensiones, la mayoría de las veces era un poco burlesco para tratar con todos pero que eso no engañe, es extremadamente peligroso por su peculiar habilidad dimensional y manejo con la “espada”. Y la segunda voz era de su esposa, Themis de la justicia, como su nombre indica era alguien justa, aunque su actitud y estilo de batalla era temible.
— ¿Qué harás, Hyperión? Yo tampoco pienso luchar, no por ahora.
Mi amada, Theia, con quien tuve hijos, dijo esas palabras, palabras que por un momento me destrozaron. Permanecí con mi espíritu inquebrantable y hablé en voz alta.
—Hace incontables años que hice un juramento a mí mismo frente a la derrota de nuestro padre a manos de Cronos, ¡escúchenme hermanos! , un dios debe proteger a lo que creen en él, y a sus camaradas que comparten el mismo deseo de crear un mundo ideal, en cualquier mundo tiene que existir algo en qué creer y en todo futuro debe haber algo que proteger, no hay ni habrá felicidad en un mundo carente de sentimientos, sigue sin importar quién traicione ni quién muera y desaparezca para toda la eternidad, los sentimientos no desaparecerán, los que quieran permanecer no arrastraran tristeza… Todo lo contrario, grabaran ese sentimiento en sus corazones… Y no temerán arriesgar la vida por aquellos a quienes deben proteger… Ese es el deber de un Dios.
Esas mismas palabras, las repetiría en un futuro lejano, a alguien que solía ser una camarada, que mientras yo decía ese discurso, se mantenía en silencio, con ojos vacíos transmitiendo una sensación de desprecio, mis palabras esa vez fueron dirigidas a todos, la siguiente a ella… Y a un dios necio y patético.
—Las palabras de Hyperión contienen una extremada cantidad de valor, apoyo a nuestro hermano, y les pido por favor, ahora o nunca, decidan sus próximos objetivos y qué desean hacer.
Haciendo honor al título de aquel que todo lo ha comprendido, Ceo habló, directo al grano, respecto a lo que todos querían saber.
—También, tengo una petición para ti, esposa mía, Phoebe.
— ¿Qué ocurre, Ceo? Te dije que lucharía.
—Precisamente, para dar inicio a un futuro es que debes sobrevivir por nuestros próximos descendientes, por las nuevas vidas, el mensaje de Hyperión me terminó de convencer, y es por eso que nosotros lucharemos, tú vivirás.
— ¿Y tú no vivirás?
—No es lo quise decir, pero en la guerra uno debe hacer sacrificios, obtener poder, la fuerza necesaria, todo eso conlleva un riesgo…
Mnemosyne, que siempre estuvo callada, parpadeó sorprendidae cuando escuchó las palabras de Ceo, como si hubiera visto más allá de esas palabras que contenían un gran significado, y una leve sonrisa que nunca antes había visto, apareció en su femenino rostro. Pero, mis pensamientos en ese entonces fueron interrumpidos por el rey Cronos.
—Entonces está decidido, en el ocaso, se dará verdadero inicio a esta titanomaquía, los Ciclopes y Hecatónquiros no están de nuestro lado, e incluso más hermanos y hermanas nuestros están de parte de Zeus, y varios presentes no participaran. Sin embargo, aún si somos minoría, tenemos la fuerza suficiente para oponernos y no dejar que lo que conseguimos con tanto esfuerzos se nos sea arrebatado, el dunamis está ardiendo y no dejará de arder… ¡hasta ver decapitada la cabeza de Zeus!
***
Planetes.
Somos dioses, el poder que poseemos es definitivo. La parte oscura del universo está hecha de un poder que solo se nos otorga a nosotros, el propósito de este poder escondido en el universo es provocar que se expanda indefinidamente. También tiene otro fin que nos involucra, es la fuente de poder los que nos llamamos dioses.
Cosmos es una energía que se encuentra en lo profundo de todo ser vivo, un ínfimo universo en el cuerpo que se asemeja al Big Bang. La cosmoenergía se puede describir como una fuerza cuya motivación es la destrucción de los átomos. Nace de la consciencia mediante el séptimo sentido.
Pero eso es una falsificación del poder real.
Aquella fuerza que solo se nos entrega a los dioses, es algo superior a todo lo definido con el nombre cosmos.
Eschatos Dunamis.
Los titanes ostentamos este poder, el motivo de nuestra existencia es el mismo que el del mundo. Por lo tanto, los dioses existen junto al mundo. Eso es el Planetes. El poder de un Dios es el mundo, específicamente los titanes, cada uno de nosotros tiene diferentes mundos que proteger.
Un universo compuesto de planetas, asteroides, satélites, estrellas. Un universo que le da poder al Titan que le brinda protección. Entonces, cuando el Titan lo recibe, el poder se extiende hasta el infinito sin detenerse, al igual que el universo.
El poder de los titanes es capaz de reducir por completo cuerpos celestes y aplicarlos en el campo de batalla. Por ese motivo, tras casi diez largos años, no me encontraba sorprendido por blandir mi sagrada espada gigante de dos manos impregnada con el poder del sol negro.
Mi planeta, o mejor dicho, estrella es una constante llama manifestada con ímpetu que no permite el brillo producto de su ilimitada oscuridad, negro como el ébano. Mi espada se baña con su poder convirtiéndose en una espada mortal que lo quema todo hasta no dejar in un rastro de cenizas, vida y cosmos de cualquiera que pueda considerar mi enemigo.
Entre el Monte ortris y el Monte olimpo, ese es el lugar donde se definió todo. Un terreno desesperanzado repleto de cadáveres, cielo cubierto de nubes con una lluvia sin mostrar señales de detenerse. Donde efectuaba cortes con dos intenciones, que en el fondo eran la misma.
Eliminar a mis enemigos, aquellos que compartían sangre con nosotros, queriendo desterrarnos. La otra era el motivo que le daba significado a mi vida, proteger al rey Cronos.
—Helios Prominence.
Pronunciado con tranquilidad, dije el nombre de un ataque. Gracias al poder de mi sol negro, serpientes de fuego y protuberancias arrasaron a los ciclopes en frente mío. Necesitaba finiquitar sin rastro de piedad.
—Helios Vortex.
Cargando el nombre de mi hijo, produje el viento solar. Una corriente de aire de aproximadamente setecientos kilómetros por segundo. Sería más que suficiente para limpiar la senda.
— ¿¡DÓNDE ESTÁ ZEUS!?
Perdí la calma, cortando todo que se cruzaba, llamando al responsable. Quería asesinarlo con mis propias manos. En ese instante, únicamente en la batalla se encontraban, sin que yo pudiera saber su exacta ubicación, Crios, Ceo, Japeto, Themis, y por supuesto, el rey Cronos. Otro par de hermanos quienes no tuvieron la bendición de recibir un souma de la madre Gea, Atlas y Menecio, tampoco podían tolerar las acciones de Zeus y se unieron a la batalla.
A lo lejos, podía escuchar las explosiones que desgarraban los cielos, convertían en polvo las estrellas, partían en dos la tierra y las montañas. Esto era una guerra, mis anteriores rivales, individualmente no se comparaban, arremetían en montonera y no me quedaba más opción que amputar sus miembros con cortes eficientes sin mostrar emociones innecesarias.
— ¿Qué te sucede, Dios del Sol? No esperaba ver a mi tío con una cara de tanta impaciencia, ¿Es qué piensas que puedes derrotar a Zeus? Si es así, lamento decepcionarte, pero no puedo permitirlo. Zeus en este último encuentro debe mantenerse ileso, al menos hasta que esté cara a cara con Cronos.
— ¡Hades!
La majestuosidad que irradiaba, aún en medio de un campo de batalla repleto de sangre, era eminente. El otro hijo de Cronos liberado por Zeus, sus ojos hermosos que reflejaban el misticismo de los dioses, su largo cabello negro, él, vestido con una armadura negra de cuerpo completo, seis pares de alas se encontraban en su espalda y en su mano derecha, una espada larga de una mano con grabados de origen celestial en su hoja.
—No haces más que demostrar la cobardía de Zeus, su hipocresía por no querer revelarse así mismo. Basta de estupideces, ¡perecerás aquí mismo!
—Si yo estuviera en tu lugar, no me atrevería a subestimar de esa manera a mi enemigo, ¿Diez años no fueron suficientes para aceptar la realidad? Éramos superados en un principio, pero deberían tener más cuidado con aquellos en quienes confían.
— ¿¡qué dices!?
La voz de Hades, sin emociones, soltó palabras que no comprendía. Estaba seguro que eran importantes, pero el Dios frente a mí, no me dio el tiempo de profundizar en mis pensamientos, más bien era una estrategia para confundirme y maximizar el porcentaje de definir la lucha, uno a uno, que se aproximaba, a su favor.
Un cometa oscuro surcando los cielos, Hades blandió su espada y aceleró en un único movimiento con dirección predestinada. Mi sexto sentido que casi rozaba la cognición actuó antes que mis pensamientos, y con las dos manos me preparé para recibir el impacto, el corte profundo de esa deslumbrante espada negra.
Inconmensurables chispas saltaron, el cosmos y el dunamis se desbordaba de aquel choque. La montaña a kilómetros detrás de mí se fragmentó, y Hades no se apartó. Continuó efectuando el primer golpe en un constante concurso de fuerza física arrastrándome a alta velocidad. El sonido del impacto era suficiente para exterminar cientos de oídos.
Lo miré, su rostro no tenía ni la más mínima pizca de duda, él quería matarme aquí.
Terminando de ejercer fuerza, osciló la espada en diagonal hacia arriba con el fin de alejarme y volver a embestir.Recobré mi postura en el aire y apunté la espada en su dirección.
— ¡Helios Vortex!
El viento abrasador de origen solar brotando de la espada salió disparado, consciente de que este ataque no acabaría con él sino que me permitiría adelantarme unos pasos más.
La confusión que provocaron sus palabras le otorgaron una ventaja, pero yo no sería derrotado por tal idiotez. Si Hades disipaba el viento con miles de cortes por segundo de su espada. Yo aceleraba a su encuentro.
Seguro pensarás, ¿Qué beneficio tendría manejar una espada gigante de dos manos, que reduciría mis movimientos, contra alguien que maneja una espada de una mano, que aceleraría sus movimientos?
No importa.
En casos comunes, una espada de este tamaño no me dejaría realizar cortes continuos, únicamente podría efectuar golpes potentes. Pero algo tengo a mi favor, es la experiencia adquirida en batalla, experiencia que afilaba y agudizaba mis habilidades.
Hades es menor que yo, por lo tanto, el primer combo de ataques que se aproximaban, lo tomarían por sorpresa. Hades tiene la sangre de Cronos, tengo que luchar con todo, ¡No hay forma de que un hijo de Cronos sea un oponente fácil!
Me acerqué con toda la potencia disponible.
Un corte.
A través de la fuerza de este potente corte de mi espada, Gurthang, Hades no tuvo tiempo de reaccionar ofensivamente sino que se pondría a la defensiva. Con esta espada no podría cubrirme en el hipotético caso de una estocada desde un ángulo muerto hacia mi costado.
Hades previó ese ángulo y se dispuso a apuñalar ahí mismo.
Una espada empuñada con la fuerza de dos manos siempre será superior a una mano.
Dos cortes.
Mezo la espada por segunda ocasión. La igualdad entre estilos existía, si yo era lento y potente, Hades era rápido y preciso. La espada que corta con velocidad divina, es repelida con velocidad divina.
Cierra la distancia, y se retira en un parpadeo. Lo mismo que duró ese parpadeo, también duró el tiempo que demoró en cargar una vez más.
Aprovechando la energía cinética de este intercambio ofensivo, giré completamente en sentido anti-horario para oscilar de nuevo de manera horizontal, la encarnación de la oscuridad frente a mí contraatacaba con su propia espada.
Tres cortes.
Hades liberó su cosmos en un estallido. Siendo acorralado y para evitar riesgos, por la desventaja en fuerza física, él quería distanciarme. Lo logró, el cosmos de un dios como él nada tenía que envidiar al mío y me alejó.
El ángulo muerto era su objetivo. El tiempo se detenía, mi intuición me permitía analizar con claridad. Y la espada amputa mi brazo con una estocada.
O al menos eso creería cualquiera que haya visto la velocidad celestial de su filo apuñalando rectamente en lo que, se supone, era mi costado.
Cuatro cortes.
El primer ataque de esta seguidilla de movimientos con Gurthang era un señuelo. La capacidad del sol negro impregnado en mi sagrada espada tenía una útil habilidad para compensar mis debilidades respecto al blandir una gigantesca espada de dos manos.
La tremenda fuerza me permite destellar las protuberancias que están a mi alrededor, para formar una cortina de luz, un fiel reflejo mío que actúa como un engaño e ilusión.
Hades no fue capaz de alcanzarme.
Cinco cortes.
Mezo de nuevo. Se anulan.
Seis cortes.
Balanceo de nuevo. Se cancelan.
Dos figuras que niegan la luz moviéndose con extrema rapidez. Una es mi adversario, un cometa negro golpeando desde cualquier dirección posible, asemejándose a una estrella obscura. Pero, Un cometa es pequeño ante un sol.
Me enfrenta a mí. Derribar la guardia que poseo no será posible mientras tenga esta espada. Arraigándome en el suelo superando la esgrima.
No tiene importancia la velocidad que le proporciona portar una espada más corta para atacar ángulos muertos. Las desvío con solo balancear a Gurthang asemejando una fracción de sus movimientos. Similar a mi planetes, soy un sol negro que consume cualquier objeto que se acerque. ¡Un cometa es efímero frente a un sol!
Veinte cortes.
Sin permitirle escapatoria, tarde o temprano él averiguaría las direcciones de mis ataques y los predecirá, será efímero pero no deja de ser un Dios que adquiere maneras de contraatacar a medida que asimila nuestro enfrentamiento.
Es por eso que no lo dejaba huir. Si podía mermar lo suficiente sus capacidades físicas, estaría propenso a recibir el ataque definitivo.
Treinta cortes.
¡¡Cuarenta cortes!!
Alta velocidad y cortes sin cesar. No hay momento en que se vea mermado. La capacidad de regeneración cotidiana gracias al dunamis permite evitar preocupaciones por sufrir rasguños, heridas insignificantes.
Si no usa todo su cosmos no podrá enfrentarme, pero eso también va para mí. Perder el ritmo equivale a ser decapitado. Varios segundos pasaron desde que modificó su defensiva a ofensiva. La igualdad cada vez era mucho más notoria.
Aumentando la velocidad, a sabiendas de que con fuerza física no podrá superarme. El tiempo no paraba de extenuarse y la paciencia se agota. No sucumbía a la presión.
Somos Dioses, la fatiga no existe. Ninguno ha logrado alcanzar limpiamente al otro sin pasar de daños superficiales. Siendo así, si perdía la euforia de los cortes sería derrotado. Si Hades abandona su velocidad en contraste con mi espada gigante, única ventaja, la muerte era su destino.
¡¡Corta, Corta, Corta, Corta, Corta, Corta, Corta, Corta, Corta, Corta, Corta!!
Existía una forma de romper la equivalencia. Solo esperar el momento. Ataco a Hades, analizo cada movimiento, en mis recuerdos busco entre mis versátiles habilidades que ostento. El cielo lloraba, la tierra crujía. Devastador era el escenario. Perdí la noción del tiempo, no recuerdo si fueron segundos, minutos u horas en el que un torbellino caótico estremecía la tierra, El suelo se resquebrajaba, con cada impacto, cerca y a cientos de kilómetros de nosotros.
Estando en una situación crítica, la expresión serena de Hades no cambiaba, se concentraba en repeler y evadir, buscando el momento oportuno para, probablemente, liberar toda su fuerza y el por qué es digno de hacerse llamar un auténtico Dios. Somos seres cuya existencia es inalcanzable, las palabras no tenían lugar aquí.
Ese pensamiento cruzó por mi cabeza y Hades lo desmintió segundos después.
—Keraunos… Ese es el nombre de que ha creado tu hermano, ¿O me equivoco?
— ¿¡De qué estás hablando!?
Por segunda vez en esta batalla, fui mandado a volar. Mi oponente aprovechó mi desconcentración para finalizar con mi andanada. Empuñando su espada, por primera vez, con dos manos, Hades entonó una frase que no había escuchado antes.
—Espada mía, desbórdate con mi cosmos, muestra la luz del inframundo.
Me detuve, observando la capacidad de mis reservas de energía para afrontarlo. La razón de la existencia de esa inefable espada era esta. Lo supe en un instante.
Amplificando el cosmos de Hades para liberarlo en un estallido en modo de onda expansiva. Pero este ataque dará de lleno, sufriría irreparables daños si me alcanzaba directamente. La condición en la que me encontraba no era ideal para tomar contramedidas.
Pero solo en esa condición.
Conozco mis límites, y todo lo demostrado hasta ahora, efectivamente, no era todo. Mi dunamis tenía que arder igual como el cosmos de Hades, no, más allá.
¿Quién soy yo?
La respuesta siempre está presente. Alberga en mí tanto mi constelación como mi leyenda.
El Dios de las llamas oscuras.
Experiencia adquirida desde los años hasta la actualidad, el verdadero origen fundamental de nuestra fuerza y desempeño en batalla.
Protección del Soma entregado por la madre tierra. Habilidades destacadas en el cuerpo a cuerpo. Dunamis, fuente de poder de los Titanes. Ebony Vortex. Espada divina de dos manos, Gurthang. Planetes, Sol negro, las llamas negras que prohíben el brillo. Manejo de la espada, completo experto empuñando. Helios Vortex. Helios prominence.
Técnica definitiva, el símbolo del infinito que destella con la protuberancia, mi fuerza real que me otorga la victoria en los momentos de desesperación. La serpiente que devora su propia cola. Las llamas infinitas y la regeneración permanente absoluta.
Sobrepasando mis límites. Sin desorientarme y me enfoqué en mi oportunidad.
Ouroboros.
Clavé mi espada a un lado, no es momento de contenerse e iría con mi máximo poder. Fundiéndose con mi brazo derecho, el Ouroboros emplearía su labor principal. Si hades representó la ofensiva que niega la esperanza, yo representé la defensiva que da origen al futuro. La naturaleza original de Ouroboros no es el ataque, es la defensa. No hay manera en que no pueda frenar el poder Hades.
Finalmente, elevó su voz y bramó. Su noble rostro se deformó por la ira. El cosmos se materializaba.
—¡¡¡Cae en la desesperación, húndete en las profundidades del tártaro!!!
—¡¡¡Te espero, muéstrame tu verdadero poder!!!
Él se aproximó y su espada fue balanceada con inmedible fuerza, desatando todo su cosmos. Lo sabía, era su movimiento final de muerte segura. Pero, yo, que soy el último muro, el muro que defenderá toda la eternidad a mi hermano, al rey Cronos, no puedo caer.
Los ideales en los que confío, la justicia en la que creo, un Dios debe proteger a sus camaradas y a aquellos que comparten el mismo deseo.
El deber de un Dios.
Inaceptable renunciar a todo, y me planté en el suelo, firme, observando la espada llenada con un cosmos violento, incontrolable, uno pensaría que no pertenece al Dios de rostro hermoso con ojos profundos.
Dos milisegundos.
Ese era el tiempo en que su espada me asaltaría. Levante mi brazo, lo extendí y abrí mi puño, mostrando la palma de mi mano. Ahora, envuelta con las llamas ilimitadas del Ouroboros. Me concentré, el eschatos dunamis que poseo sería concentrado con un único fin. Listo y preparado.
Un milisegundo.
Con la mano completamente extendida al igual que mi brazo, el dunamis comenzó a desbordarse de mi cuerpo engendrado por los primordiales de este mundo. El suelo bajo mis pies se quebró, los cielos tronaban. La defensa imbatible, el muro que no caería, obedeciendo a esas palabras lo desvelé.
— Ouroboros Prominence…
4Oovi8q.jpg
Lo recibí.
Todos los colores, sin excepción, fueron borrados del mundo. La brillante luz alcanzó puntos críticos. Una explosión lo suficiente como para borrar, en tus términos, países completos en un infame segundo. Las llamaradas calcinaban todo a su paso. No me moví, me mantuve en pie, disputando la superioridad de la igualada colisión divina.
Había una manera de compensar la diferencia. La espada clavada no era un adorno. Aros de oscuridad giraban en torno a ella.
Gurthang Vortex.
Una técnica secundaria, un ordinario vórtice de Magma y Oscuridad a velocidad suprema. Pero su razón de existir no era esa.
Un soporte con el fin de potenciar la defensa de las interminables murallas de fuego del Ouroboros. La forma física de la espada se disolvió transformándose en dunamis puro, posicionándose frente a mi mano, uniéndose. El convulsionante vórtice drásticamente incrementó su velocidad avivando las llamas. En otras palabras, Ouroboros era mucho más fuerte y resistente por el frenético agregado.
—¡¡Ouroboros Gurthang!!
Aguantar.
Soportar.
Superar.
La conclusión fue inesperada. La armadura de Hades, que antes era hermosa, fue casi destruida en su totalidad. Al igual que yo, no cayó y se quedó ahí con una mirada desafiante, demostrando insatisfacción de no lograr lo que te propones.
Yo pensaba algo similar, pero más que insatisfacción era decepción mezclada con emoción. Por un lado, insatisfacción por quedar casi igual, mi soma con grietas en todas partes, algunos sectores como toda la protección de mi brazo derecho incluso fueron exterminados.
Por otro lado, emoción al haber detenido su ataque definitivo, si hablamos de quien efectivamente cumplió su objetivo, ese fui yo. La ventaja me pertenece, todavía me quedaba la suficiente fuerza como para darle el golpe de gracia al fatigado Dios portador de la espada con grabados únicos.
No obstante.
Algo irrumpió con violencia tronando los cielos. Pude sentir como todos, aún sin estar presentes en este combate, se voltearon a ver esa deslumbrante, absoluta, justiciera luz. Una luz que destrozaba cualquier lógica aún para los estándares divinos. Pudo divisar, en los cielos, al rey Cronos equipado con Megas drepanon en su forma final.
Cronos era único en lo que respecta a luchar. La mayoría de nosotros los titanes usamos armas para combatir. Cronos desataba su máximo combatiendo con los puños mientras estaba equipado con la hoz que sega toda existencia, Megas drepanon.
Pero esa luz cegadora no pertenecía al Rey Cronos.
La luz, como una gran estrella en el firmamento, pertenecía al causante de toda esta guerra. Zeus, al que yo buscaba para castigar, apareció en el campo de batalla frente a Cronos. El largo cabello plateado ondeaba gracias al violento viento, como una premonición avisando que se liberaría lo que no debería ser liberado.
Era irónico, Zeus estaba desnudo y no poseía equipada ningún tipo de Armadura. Sin embargo, la luz con las que todos quedaron anonadados, emanaba un poder único. Concentrada en su puño, se disponía a combatir con su padre, cumpliendo el augurio.
—Te lo advertí… Hyperión… Deberían tener cuidado en quien confían… El origen de esa luz ni siquiera pertenecía originalmente a nosotros pero uno de los tuyos cometió el error de jugar con lo prohibido, liberar el keraunos y querer esconderlo por su peligro, ciertamente, es sabio, pero no esperabas que la amante de Zeus estuviera de nuestro lado, ¿Cierto, Dios del Sol?
— ¡No entiendo!
—Fufufu, si te lo digo es porque ya no queda esperanza para ustedes, a mí no me gustaría quedarme con dudas en mi final. Pero, esa luz brillante es el arma definitiva que exterminará y condenará a cada uno de ustedes, si estuvieran todos tal vez no resultaría pero ustedes mismos se traicionaron, pagarán las consecuencias.
—No puede ser…
Impresionado por aquellas palabras no pude reaccionar. Me limite a sentir y ver como en los cielos se desencadenaba la última batalla de esa guerra.
Lo comprendí.
Sabía que Ceo estaba raro por algo en especial, en su momento no lo supe, pero con las palabras de Hades todo era claro al igual que un amanecer.
Keraunos.
Sabía que Ceo estaba en busca de un poder que revirtiera nuestra situación y obtuviéramos la completa victoria, más no me dio mayores detalles. Keraunos, su significado hace referencia a los relámpagos, esa luz en el cielo definitivamente era la de los relámpagos.
Si Ceo, que es aquel que todo lo ha comprendido, descubrió el poder para asesinar los dioses, mi amigo, hermano, ¿Por qué ese poder lo tiene Zeus? Ceo estaba de nuestro lado, no había duda, entonces, si no lo teníamos en nuestro poder debió tratarse de algo absolutamente poderoso capaz de aterrorizarlo y no revelárselo nadie.
Esto explicaba su actitud.
En un principio no cuadraba, pero cuando las palabras “amante de Zeus” fueron dichas, eso significaba que una entidad en específico, de origen femenino, nos traicionó. Si mi deducción no fallaba, probablemente se trató de la que es capaz de observar y manipular las memorias, ella, con sus ojos vacíos que vio el significado oculto de las palabras de Ceo hace tiempo. Confirmado en un futuro.
—¡¡¡Maldición!!!
Aceleré mi velocidad y me lancé hacia el encuentro final.
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