Publicado 04 marzo 2005 - 11:36
Sentía frió. A pesar de ser cubierta por aquellas calidas mantas de tela fina que cubrían su cansado cuerpo, podía sentir un frió indescriptible que ahuyentaba el sueno que con tanto anhelo buscaba.
Ya eran varias noches que pasaba en vela bajo la sombra de un extraño insomnio. Sufría incluso cuando lograba conciliar el descanso corporal que necesitaba su cuerpo mortal, atormentada por extrañas pesadillas que presagiaban un desastre futuro.
Estaba temblando en aquel lecho calido, sin poder contener los gemidos de angustia y dolor que eran por ahora, su único consuelo para aliviar un poco el dolor que le atormentaba.
- Hombre “¿Cómo esta?” Alcanzo a oír bajamente esta joven doncella, aun con la vista nublada alcanzo a divisar la silueta de un hombre alto, no muy lejos del lecho en el que ella se hallaba temblando.
Súbitamente, pareciese que sus pulmones se abriesen de golpe al reconocer una voz que le sonaba ajena, pero familiar y extrañamente reconfortante de cierto modo.
- Hombre II “Al parecer ha podido conciliar el sueño unas pocas horas. Poco a poco, parece que nuestra Señora volviera a este mundo para acompañarnos.” Le respondía alguien mas a aquella silueta fantasmal, mas esta dama no podía decir con certeza de donde venia la voz del segundo hombre.
- Hombre “Nuestra Señora necesita todo el reposo que sea posible... hay algo extraño en el cielo las estrellas se agrupan de manera extraña sobre la bóveda celeste últimamente.” Murmuro aquella sombra nuevamente. “Es como si el cielo fuera testigo de los movimientos que realizan los Dioses en esta Nueva Guerra. No quiero imaginarme el peso que debe llevar en sus hombros una Diosa reencarnada en la carne de un mortal...”
No pudo escuchar nada mas, aquel reconfortante aroma que desde hacia algún tiempo llenaba la habitación, había desaparecido. Aquel frío hizo temblar sus huesos hasta el punto en que pensara que sus extremidades se separarían y el agua en sus pulmones llegaría a congelarse... podía ver ciudades enteras envueltas en llamas y grietas en la tierra que pareciesen llevar al mismo infierno. La visión de desastres naturales de todo tipo llenaban su mente, estaba en varios lugares al mismo tiempo... era como si fuese omnipresente... y en todos los lugares en los que se encontraba... había muerte, dolor, sufrimiento, arrepentimiento… suplicas.
Todo termino tan rápido como comenzó, aquella sensación de inmenso dolor se había ido dejando tras de si, un dolor corporal indescriptible, sus huesos temblaban y su carne parecía arder en llamas. Hacia frío, mucho frío, estaba gritando, como si alguien finalmente hubiese abierto su garganta permitiéndole aliviar con un grito desesperado su terrible sufrimiento.
- Shion “¡Señora Athena! ¡Señora Athena! ¡Tranquilícese por favor, solo ha sido una pesadilla!” Gritaba el mayor de todos los 88 Santos que peleaban lealmente por esta Diosa. “¡Señora Athena, tranquilícese por favor!” Pero los gritos de tanta gente aun llenaban sus oídos opacando la voz del Santo Patriarca.
Tantas muertes y tanto sufrimiento.
¿Que podía significar todo esto?
GEA LA MADRE DE TODOS LOS DIOSES: SIDE STORY.
PARTE I - - - - - HERIDAS DEL PASADO
EL LLORAR DE UN SANTO.
Y se alumbraron las majestuosas columnas del Santuario de Grecia con la ferviente luz del sol de Apolo.
Encontrándose a los pies de una larga escalinata de mármol, dos jóvenes de no mas de 17 años de edad, mostraban una expresión sombría mezcla de dolor y preocupación pero a la vez, ansiedad. Era como si algo los molestase y podría confirmarse esto con tan solo verles aquellos ojos ojerosos y caras pálidas que tenían. Los nombres de estos dos muchachos eran: Ichi de Hidra y Ban del Oso Menor.
Ninguno de los dos decía una sola palabra, solo permanecían en silencio con la vista hacia el suelo y con un dolor inexplicable que les apretaba el pecho fuertemente. Después de lo que pareció para ambos una eterna tortura, un hombre que vestía una larga capa blanca y lo que parecía ser una mascara dorada que le cubría el rostro, salió de entre una de las cientos de puertas de madera vieja que adornaban un largo corredor de piedra blanca.
Volviéndose para encarar a ambos jóvenes les dijo con voz su acostumbrada voz serena.
- Gran Patriarca “Ha vuelto a dormir.” Les informo.
- Ban “Gran Patriarca…” Comenzó el Santo de Bronce, no pudiendo contenerse un minuto más. “¿Cree usted que las pesadillas de la Señora Atenea tengan algo que ver con las desapariciones que se han reportado en el Santuario?” Pregunto atrevidamente el Caballero de Bronce.
Solo obtuvo como respuesta el silencio del más grande los 88 Santos Atenienses que ocultaba su postura tras su brillante mascara de oro.
Ban no tardo en comprender lo atrevida que su pregunta había sido bajando así, la cabeza en señal de vergüenza.
Pero la pregunta había hecho reflexionar al Gran Patriarca. Hacia ya dos meses aproximadamente, que sucesos extraños habían comenzado a ocurrir en uno de los lugares mas sagrados de la Tierra: misteriosas desapariciones habían sido reportadas a los guardias del Santuario quienes a su vez, habían informado a sus superiores que hacían pasar la noticia hasta que llegase a oídos del máximo Santo esta Orden Sagrada. Había varia gente que decía haber visto a “extraños” en los alrededores, vistiendo capas oscuras y que como sombras, desaparecían en tan solo un parpadeo anulando la posibilidad de que alguien pudiese acercárseles siquiera.
En sus casi 3 siglos de vida, el Santo Patriarca solo recordaba una ocasión en la que sucesos como tomaron lugar en el recinto mas sagrado de la Tierra. Hace casi 17 años, un hombre de noble estandarte y reconocido por muchos como uno de los mas grandes Santos Atenienses existentes: Saga de Géminis, comenzó a trabajar en un elaborado plan para tomar el Santuario de Grecia con el fin de satisfacer su insaciable sed de poder y grandeza, eliminando a todo aquel que se le opusiera o se negara a ayudarle. “¡Pero eso es imposible!” Se reprocho a si mismo el antiguo Santo del Carnero Dorado el solo pensar en ello era ridíretaguardia. “Saga de Géminis y los demás Santos dorados fueron sellados por los Dioses mismos en un gigantesco roble en las afueras de esta fortaleza divina.” Y entonces llego a otro callejón en su mente: se suponía que el debería estar junto con los demás Santos de Oro… ¿Por qué entonces…? ¿Había sido perdonado por los Dioses? Si era así ¿Por qué los demás Santos de Oro no habían sido liberados de su oscura prisión?
“No debo pensar en tonterías en un momento como este.” Se reprendió nuevamente… además, los avistamientos de estas “sombras” era algo nuevo, no había habido tal cosa hace 17 años. “Probablemente, son espías de algún Dios enemigo.” Pensó. Pero también le resultaba difícil hacerse siquiera a esta idea. Desde los tiempos del mito, el Sagrado Cosmos de Athena cubría en un manto de luz este divino Santuario de paz que se posaba en la Tierra del Caos. Era absurdo el pensar que simples Caballeros lo atravesaran sin enterarse primero Athena… pero, por otra parte, Athena se encontraba en muy mal estado: incontables pesadillas cortaban abruptamente su sueño durante las noches interrumpiendo su sagrado descanso, tenia una mirada perdida y un mal presentimiento que la asechaba como una sombra corroyendo su mente… Aun así, esta teoría era muy improbable sino es que imposible. Cientos de jóvenes que aspiraban a ser Caballeros y llenar así los huecos incontables que habían dejado amigos y camaradas después de tantas batallas incesantes, también deberían haber notado una cara nueva de haberse infiltrado alguien entre las filas de soldados que patrullaban el Santuario de Athena… “¿¡Enemigo!?” pensó aturdido el Gran Patriarca. “¿Qué enemigo podría estar acechándonos? Nuestras defensas han sido disminuidas considerablemente después de la batalla en contra de Hades y el ataque de Artemisa y el Gran Apolo… de ser atacados ahora y sin los Santos de Oro lo mas seguro es que…”
- Ichi “¿Gra… Gran Patriarca?” Pregunto el joven por enésima vez interrumpiendo los desalentadores pensamientos del Santo Papa del Santuario.
- Shion “No… no te preocupes mi fiel guerrero… Ichi, Ban quiero que me hagan un favor.”
- “A la orden.” Respondieron al unísono los dos Santos.
Siberia Oriental.
Cual lámpara que alumbrase el oscuro cielo de estas gélidas regiones, una hermosa aurora boreal reflejaba sus radiantes colores sobre las majestuosas colinas de hielo que se posaban sobre esta tierra congelada. Ajeno al tremendo azote de la temperatura, un joven de cabellera dorada, sostiene entre sus manos un bello ramo de rosas rojas adornadas con un moño escarlata que colgaba del ramo que el joven sostenía con tanto fervor y cariño. Parecía que la nieve que caía del cielo, temiera el siquiera tocar a este hombre. Cada cristal de esta blanca nieve solo le pasaba de lado moviendo únicamente su radiante cabellera dorada para evitar interrumpir el sagrado momento de este Santo Guerrero. Copo por copo y brillando como fina joya, la nieve se acumulaba sobre el fino cristal que este joven observaba fijamente y que se encontraba a sus pies.
Una venda de fina seda blanca cubría la mitad del rostro de Hyoga, el Caballero de Bronce del Cisne. Aun así, sobresalían las finas posturas faciales a la temprana edad de este fiel Santo Ateniense.
- Hyoga “Como lo deseo madre.” Dijo en voz alta, como queriendo compartir sus pensamientos a la nieve que parecía escucharle porque, por un breve instante, la tormenta seso un poco para poder hacer audibles las palabras que salían de la boca de este hermoso joven. “Pero jure… nunca mas volver a hacerlo, madre, te lo jure a ti, a mi querido maestro Camus… y a mi mismo. Jure que nunca mas, no importa cuanto lo desease, volvería a bajar a visitar la tumba helada que guarda tu cuerpo.” Se detuvo un momento, la nieve seguía cayendo y la aurora aun alumbraba los hielos de esta blanca tierra helada. “Hoy es el día madre.” Dijo súbitamente, como queriendo evadir un tema que tanta tristeza trajera a su alma. “Jacob se convertirá en reverendo este mismo día. Ayer hable con el, parece estar muy emocionado al respecto. Me alegra que haya decidido borrar de su mente la idea de convertirse en un Santo de Athena… no quiero que un joven como el sufra tanto.” Se detuvo. No quería hablar más al respecto. Con una mirada nostálgica bajo la vista y se arrodillo sobre el suelo de cristal, dejando las rosas sobre el fino cristal y con un gesto aprecio y dolor y dolor reflejado en su rostro, metió su mano derecha entre la camisa azul que llevaba y saco una cruz dorada con perlas blancas incrustadas en ella… contuvo una lagrima, prácticamente la volvió a meter en su retina, pero no pudo contener la segunda que pareció convertirse en un cristal antes de poder bajar por su calida mejilla… besó la cruz, dio media vuelta y caminó con dirección a la villa… no miró hacia atrás, pero eso no significa que no haya querido hacerlo.
La iglesia era el edificio más grande de esta humilde aldea olvidada. Aun así, era difícil pasar por alto la gran devoción que tenia la gente de esta pequeña villa. Gruesas paredes de colores protegían del frío a todos los devotos que eran alumbrados por la luz que reflejaba la hermosa aurora que con sus rayos, golpeaba los cristales de colores de los elaborados mosaicos en las ventanas de la iglesia. Imágenes y pequeñas esculturas religiosas llenaban la iglesia.
Apenas había entrado a este refugio religioso, cuando los pocos fieles que había acudido a misa, comenzaron a señalarle y a murmurar mientras el hacia su camino hacia una de las habitaciones que se encontraba en la parte trasera de la iglesia.
- Jacob “Adelante.” Se oyó decir a un joven que se encontraba dentro de una habitación apenas iluminada por unas cuantas velas.
Y por la puerta, entró el joven rubio. Hyoga se detuvo por un momento a mirar de arriba a abajo a su amigo de la infancia: Jacob. Estos dos individuos compartían un cierto “lazo” entre ellos.
Hyoga aun recordaba al pequeño Jacob de escasos 6 años escabulléndose discretamente en la cabaña mas alejada de la aldea, donde solía vivir Hyoga, para poder entregar al que seria el futuro Caballero del Cisne alimento y agua cuando este sufría de los escarmientos de su duro entrenamiento. El era el pequeño Jacob que soñaba con llegar a ser un Caballero algún día. Pero hoy, se llevaría acabo una misa muy especial y el pequeño Jacob se convertiría en sacerdote abandonando así, cualquier esperanza de algún día volverse un Caballero… de alguna forma… esto tranquilizaba a Hyoga del Cisne y lo demostró con una sonrisa que rompía su postura fría y ajena.
- Hyoga “Felicidades amigo mió.” Dijo finalmente el Santo después de unos momentos en el que ambos permanecieron en silencio.
- Jacob “Te quedaras ¿verdad, Hyoga? Me prometiste que te quedarías conmigo durante la misa. Sé lo difícil que debe ser para ti después de lo que has vivido pero… en verdad significaría mucho para mí”
- Hyoga “Jacob.” Le corto el otro. “Te dije que vendría por ti amigo mió, por eso pienso quedarme a tu lado viejo amigo.”
- Padre “El Señor este con vosotros.” Dijo con voz firme el padre de la iglesia.
Los pocos fieles que habían acudido respondieron fielmente “Y con tu espíritu.” Mientras se persignaban en señal de respeto y devoción.
Había gente que tocia mientras el padre abría la Santa Biblia y buscaba el capitulo que leería en esta ocasión. También estaban los niños que lloraban pidiendo la atención de sus padres. Un pequeño en particular, llamo la atención de Hyoga, se encontraba a pocos metros de él, era uno de los muchos que lo habían señalado cuando entro a la iglesia y que de vez en vez jalaba a su madre por saco preguntando. “¿Es el mami? ¿Es el?” pero ahora, ya no parecía llamarle tanto la atención al pequeño. El niño remilgaba a su madre, no quería persignarse. “No puedo culpar al pequeño por no querer hacerlo.” Pensó para sus adentros el Santo del Cisne. “Pero ¿Cómo puede rezongarle a su madre?”
Hyoga era un Santo que se distinguía de entre sus demás camaradas, no por su poder o estilo de combate, sino por sus creencias: él era el único Caballero ateniense que era católico. Pero últimamente había cuestionado mucho su propia fe, debido experiencias que el mismo había sufrido en carne y alma resultado de sus múltiples encuentros con “Dioses.”
El nunca había querido ser católico: era algo que su madre había inculcado en él… Hyoga solo mantenía su religión y devoción… por respeto a su madre y tan solo el hecho de pensar en cuestionar a su madre en este aspecto, lo avergonzaba profundamente.
Conforme avanzaba la misa, la gente comenzaba a ponerse mas y mas ansiosa por ver al pequeño Jacob, que era muy querido por todos los aldeanos.
En alguna playa de Japón.
- Seika “Date prisa hermano. ¿Qué no lo ves?” Gritaba a alegremente una hermosa joven a todo pulmón, mientras corría tropezándose torpemente en su apuro con la arena de la playa.
- Shun “¡No te apresures tanto, Seika! ¡De correr así te vas a caer!” Le grito un joven desde lejos mientras corría al encuentro de Seika, hermana del Santo de Pegaso.
- Seika “Finalmente… has llegado, Shun, Seiya y yo… estábamos muy preocupados por ti, creíamos que te habías… olvidado de nuestros planes.” Dijo con la voz entrecortada por el cansancio la muchacha pelirroja que abrazaba fuertemente al Santo de Andrómeda.
- Shun “Lo que pasa es que tuve que ocuparme de algunos asuntos pendientes y es por eso que no pude llegar antes.” Le respondió este a su vez con una hermosa sonrisa que revelaba su perfecta y blanca dentadura.
- Seika “Se trata de tu hermano, Ikki ¿no es cierto?” Pregunto esta inocentemente, ignorando el efecto que estas palabras tuvieron sobre el joven que la abrazaba con tanto cariño.
- Shun “Creí haberlo visto de camino a este lugar… pero debió haber sido mi imaginación… hace mucho que no le veo… y a veces me da la impresión de que me cuida a lo lejos… ¿Dónde esta Seiya?” Pregunto finalmente el joven de cabellera esmeralda tratando de evadir el tema de su hermano.
Seika miro un momento a Shun a los ojos y un ligero toque de tristeza se reflejo en las pupilas de esta bella joven.
- Seika “Se encuentra adentro de la cabaña, le dije que ya habías llegado… pero últimamente ha andado un poco deprimido… desde que fue al Santuario hace ya una semana, ha estado actuando de una manera muy extraña.” Lucho para contener una lágrima de tristeza, mientras veía directamente a los ojos verdes del joven guerrero que no soltaba de entre sus brazos.
- Shun “¿Así que aun no puede aceptar la decisión que ha tomado la señorita Saouri?… es normal que se sienta así, pero al menos, el te tiene a ti a su lado Seika.” Le dijo en tono alentador mientras pasaba su calida mano dulcemente por el rostro de la hermana de Pegaso. Se detuvo un momento para contemplar la bella sonrisa que la joven le regreso después de este bello gesto de afecto. Sonriendo de regreso, el Santo de Andrómeda se dirigió hacia la cabaña donde se encontraba su antiguo camarada: Seiya de Pegaso.
Seika, por su parte, se sentó en de la playa a jugar con la arena, no quería interferir con la reunión de su hermano y su viejo camarada.
Pero no había pasado mucho tiempo después de que Shun entrase a la cabaña, cuando una terrible explosión destrozo por completo la cabaña y disperso la arena ferozmente por todo el lugar.
A pesar de estar confundida y con varias heridas corporales, Seika solo podía pensar en su hermano.
- Caballero “Nosotros hemos venido por Seiya de Pegaso.” Se oyó la voz de un hombre exlamar de por detrás de una cortina de arena.
Como tirada por una fuerza ajena, la arena de la playa se hizo a un lado para revelar a tres individuos que eran cubiertos por capas negras.
- Seiya “¡Miserables! ¿Cómo se atreven?” Exclamo furioso un joven de cabello castaño y ojos cafés que hacia a un lado los escombros que lo sepultaban con un golpe que despidió un aura azulada.
- Shun “Seika, ¿te encuentras bien?” Pregunto preocupado el Santo de Andrómeda mientras se arrodillaba a un lado de la hermana de Pegaso para asegurarse de que se encontrase bien. Parecía ajeno a la prominente cortada que tenia en la frente y que sangraba sin control, probablemente era resultado del golpe de algún fragmento despedido en la reciente explosión.
- Caballero “Seiya de Pegaso, Shun de Andrómeda, ustedes han osado desafiar a los Dioses en numerosas ocasiones, por ello, nosotros hemos sido enviados por la gran Señora de la Tierra para castigarlos y hacerlos pagar por sus pecados. ¡Los mandáremos al infierno!” Y quitándose las capas oscuras que lo ocultaban, el y sus compañeros se lanzaron con ferozmente en contra de Seiya y su compañero de elite.
- Shun “¡Seika!” Grito preocupado el Santo de Andrómeda mirando a sus espaldas a una niña petrificada por el miedo.
- Caballero “¡Azote sísmico!” Grito el que se dirigía hacia Shun alzando su inmenso puño como si de una lanza ardiendo en fuego se tratase… Pero Shun no se movió, prefería sufrir en carne propia la ira de su oponente, que dejar que una joven inocente muriera, además, no seria la primera vez que sintiera el azote de un Cosmos a este nivel.
Seiya, por su parte, había esquivado con dificultad los ataques de sus dos oponentes dando un salto que lo proyecto, al menos, 5 metros sobre sus dos contrincantes. Ahora era el momento perfecto para un contraataque.
- Seiya “¡Dame tu fuerza Pegaso!” Grito el Santo elevando su Cosmos y recordando su antigua fuerza. No hubo nada que su adversario pudiera hacer para evitar los puños de Seiya que, como estrellas fugaces, se impactaban en su cuerpo desgarrando su carne y destrozando sus venas.
- Caballero “Es patético que defiendas a una muchacha como esa. ¿Acaso no sabes que tu vida vale mucho más que la suya, Caballero de Athena?” Pregunto el inmenso hombre de vestimenta púrpura a un joven que, malherido, sangraba después de recibir su ataque sin protección alguna.
- Shun “¿Cómo… como puedes decir eso? ¿Como puedes decir tu, sí mi vida vale mas que la de esta joven?” Le pregunto este a su vez el joven de cabellos escarlata a su rival mientras impotente, observaba como su adversario levantaba nuevamente el puño para darle el golpe de gracia.
- Caballero “Como quieras Santo de Andrómeda.” Torció una sonrisa malévola al ver a su oponente desfallecer una vez agotadas sus fuerzas. El sabor de la victoria llenaba ya la boca de este gigante ignorando completamente su derrota. “¿¡Pe… pero que demonios!?” Exclamo exaltado. Fueron sus últimas palabras. Un vapor rojizo le envolvía de pies a cabeza haciendo difícil que el aire pasara a sus pulmones, su propia saliva comenzaba a concentrarse en su cara en forma de una espesa espuma amarillenta… murió asfixiado.
- Seiya “Dime ¿¡Quien te ha envidado!?” Preguntaba un exaltado Santo de Bronce al hombre que sujetaba fuertemente por cuello. “¡Responde!”
- Caballero “Aunque te lo dijera… de nada te serviría, Pegaso… dime, ¿Qué es lo que harías una vez que lo supieras?” El único de los Caballeros que aun no había muerto, había sido golpeado brutalmente por Seiya, quien buscaba respuestas a sus preguntas. Los gritos de dolor del Caballero y el romper de las olas en la costa, eran lo único que rompía el desagradable silencio en el que habían caído los presentes.
Su hermana se encontraba rogando a Seiya que se detuviera, pero parecía que el Santo de Pegaso había perdido el sentido del oído porque la ignoraba completamente. No escuchaba ni los llantos de su hermana mayor ni los “¡Seiya!” del Santo de Andrómeda que sostenía a una alterada Seika sobre su pecho sangriento.
- Seika “¡Seiya, detente!” Grito Seika desesperadamente… ella no había visto a un hombre ser torturado de esta forma, pero Seiya y Shun, no eran extraños a este tipo de sufrimiento.
- Shun “¡Seiya! ¡Ya déjalo Seiya!... ¿no ves que ya ha muerto?”
Santuario, Grecia.
- Shion “¿Lo has conseguido ya… Shiryu?” Preguntó con dulce voz el Papa del Santuario, volviendo su dorada mascara al joven que se arrodillaba ante él al pie del Trono del Santuario.
- Shiryu “Así es, Gran Maestro.” Contestó a su vez el joven que dejaba caer su larga y fina cabellera negra sobre la alfombra que arropaba el brillante piso de la habitación Papal.
- Shion “Debo decirte, Shiryu, que me has sorprendido. A mi me tomo varios años el lograr llegar a la sima del Monte Estrella. Ahora entiendo porque Athena te a elegido a ti, de entre todos los demás Santos de Bronce, para ocupar mi puesto.” Al decir esto, una mirada de profundo cariño, admiración y respeto hacia que los ojos ocultos de Shion brillaran de esperanza al observar al noble joven que se arrodillaba al pie de la escalinata… de alguna forma, la nobleza del Santo del Dragón, le recordaba a su querido discípulo que solía proteger la Sagrada Casa del Cordero Dorado: Mu de Aries.
- Shiryu “No fue difícil Gran Maestro, después de todo, usted fue quien me ha entrenado durante estos meses.” Respondió humildemente el joven aprendiz sin levantar la mirada y dejando su larga cabellera negra colgar a merced de la refrescante brisa que se filtraba a la habitación Papal.
- Shion “Shiryu, eres un hombre muy noble y humilde.” Se detuvo un momento para observar el efecto que sus palabras tenían sobre su joven aprendiz. Tal y como había previsto, su halago incomodo al Santo de Bronce. “¿No te gusta que te complementen Shiryu?” Preguntó el más grande de los 88 Caballeros de la Orden de Athena. Solo obtuvo de respuesta el silencio de Shiryu, quien pareció hundir aun más las rodillas en la dura piedra de la habitación.
- Shiryu “La verdad… es que nunca me ha gustado sobresalir.” Le respondió humildemente el joven Santo de Bronce.
A pesar de haber observado y peleado al lado de varios nobles Caballeros, Shion nunca había sentido un aura tan noble y sincera como la que percibió aquella noche en Shiryu al confesarle esto. Cada día que pasaba con Shiryu, hacia que creciera la fe en Shion de un Santuario poderoso y justo con un Gran Patriarca al mando.
- Shion “¿Por qué no Shiryu?”
- Shiryu “Creo que es porque…” titubeo un poco, se puso a pensar en su respuesta, no quería elaborar una respuesta que impresionar al Patriarca, sino encontrar la respuesta en su corazón y el Gran Patriarca pudo sentir esta sinceridad en el corazón de Shiryu. “Siempre me ha molestado el hecho de los demás me feliciten o conmemoren de alguna forma. Y es que yo no me considero de ninguna forma alguien tan especial o mejor que los demás. A mi nunca me ha gustado sobresalir o llamar la atención de ninguna forma, porque se que aunque haya gente que me diga que me felicite y apoye, sé que profundamente me recelan y yo no quiero que los demás tengan esa actitud conmigo o algún otro pensamiento negativo hacia mi, por eso siempre trato de ser lo mas atento que pudo para con los demás.” Y permaneció en silencio, arrodillado ante Shion de Aries Patriarca del Santuario de Grecia.
Una calida lagrima fue oculta por la mascara dorada que era forzado a llevar el Santo Papa.
- Shion “Eres un hombre muy noble Shiryu.” Le dijo el Santo Papa en un tono paternal a Shiryu que en ningún momento rompió su postura de reverencia hacia el.
Por primera vez en su vida, Shiryu estaba orgulloso de haber sido felicitado por alguien.
- Shiryu “Aquí esta lo que me pidió, Señor.” Y puso ante si una vasija de piedra tomada de las frías y oscuras cámaras de la Colina Estrella.
- Shion “Gracias Shiryu, puedes ir a descansar.”
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Guest_Ares_no_saga_*
Leo
que no me dejan escapar..... y ahora resulta que me andan diciendo fumado... 
Libra
Ahora puedo morir en paz... No, ni a palos 
Y aun tenes que seguir con lo que pasaba en la trama principal 
Virgo
Tauro
espero que leas este mensaje y me des alguna informacion, seria una lastima no saber más de esta historia.
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