Bueno, no sé si puedo colocar primero la descripción y luego el dibujo, pero aquí va.
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Los dioses conocen mi verdadero nombre, un nombre que data de tiempos antiguos, antes de Cristo, un nombre que refleja, la hermosura de la primera en llamarse de la misma forma, la belleza de su ser, designada como “la gracia de todos los que la veían”, una mujer tan fuerte que ayudó a todo un pueblo a liberarse del castigo injusto que un solo hombre quería imponer debido a su codicia; siempre sabia y fiel a las enseñanzas de su tío y mentor, Mardoqueo.
El nombre que con el que me conocen los mortales, es un nombre mundano, un nombre que nace de la rabia y la ira, que emerge por la necesidad de revelarse contra toda ley, un nombre que va tomando diferentes matices a medida que las experiencias de la vida y las enseñanzas del camino van mostrándome la senda que debo seguir para convertirme en una gran guerrera, un nombre que refleja el hielo que corre por mis venas cuando castigo la injusticia y que a la vez muestra el enorme fuego que se aviva al defender mis ideales y a todos aquellos indefensos necesitados de esperanza y fe en un mundo mejor.
Soy una guerrera de mediana estatura, no tan alta para ser derribada como un árbol, pero no tan baja como para ser pisada por el enemigo, bastante ágil y atlética, aunque mi masa corporal no refleja mi entrenamiento, muchos rivales se sorprenden de mi agilidad, fuerza y resistencia. Con el cabello castaño oscuro y pequeños visos rojizos que hacen que los reflejos del sol se vean como una enorme llamarada cuando el viento lo hace ondear como las olas. Ojos castaño oscuro, tan profundos que petrifican a quien se atreve a mirarme fijamente, como si estuvieran mirando a la mismísima medusa, ojos que llenan de temor a cualquier enemigo, pero que se iluminan con una calidez inmensa cuando las batallas acaban y puedo observar el brillo en los ojos de aquellos a quienes he ayudado, ese brillo especial que alimenta mi alma y me hace sentir viva.
Mis técnicas especiales son habilidades desarrolladas por años y años de entrenamiento, una de ellas es la mirada de Medusa, con la que inhabilito a mis adversarios cuando se atreven a mirarme de frente, conozco el miedo, conozco el dolor y es todo lo que les transmito cuando se atreven a mirarme directamente, haciendo que queden petrificados, asustados, sintiendo en su alma el dolor de la muerte antes de ser aplastados por mi puño.
Y las ondas de cristal, una combinación de dos técnicas de antiguos guerreros, que envían al oponente directamente al infierno dentro de una muerte helada de la cual no se puede escapar.
Mi historia comienza con la mezcla de varias razas, varios países, varias culturas, es algo que data de muchos años atrás, varias generaciones pasadas que fueron entrelazando lo que hoy es mi destino, generaciones que vienen desde tierras dominadas por los Persas de donde proviene mi verdadero nombre, estirpes que se han ido mezclando con culturas europeas, y cuyos descendientes han ido evolucionando a través de los siglos, linajes que han surgido por la unión de antiguas familias italianas y españolas, y dentro de mi mismo territorio una mezcla completa de varias regiones, regiones conocidas por el empuje y la determinación de su gente, personas que son llamadas recias, duras, sin corazón, porque son demasiado perseverantes en sus luchas. Toda esta extraordinaria unión de diferentes rasgos a través de los lazos sanguíneos, ha hecho que sienta que estoy en este mundo para algo especial, más allá de sólo sobrevivir en el tiempo.
Mi entrenamiento comenzó desde muy pequeña donde se nos trataba de igual a igual con los varones para que adquiriéramos su fortaleza y en cierta forma, un poco de ese razonamiento recio, sin sentimientos para que cuando nos enfrentáramos a las más duras batallas el enemigo no pudiera hacer mella en nuestras almas, ni se aprovechara de los sentimientos que por naturaleza tenemos las mujeres, sentimientos que pueden hacer que movamos todo un mundo para lograr nuestros objetivos, pero que por una debilidad, pueden acabar con nuestra vida. El entrenamiento físico para muchos sería tomado como algo bastante fuerte para una mujer, pero debido a que era algo rutinario desde pequeña, nunca noté la rudeza del mismo y por lo cual a pesar de los años y las diferentes circunstancias la fortaleza física se mantiene intacta.
Dentro del camino del entrenamiento y la vida cotidiana, los estudios y demás, me fui dando cuenta que había algo en mí que me hacía ser especial, según mis padres el haberme dado ese nombre era algo normal, pero algo en mí, me decía que mi nombre, mi forma de actuar y mis continuas fijaciones con los dioses no tenían nada de normal, era una continua coincidencia que se repetía una y otra vez, algo me decía que por dentro tenía a una guerrera. Un accidente dentro de un entrenamiento me hizo darme cuenta que debía buscar mi camino junto a los dioses y que me había sido dada una segunda oportunidad para vivir, una oportunidad para unirme al ejercito de Athena, eran demasiadas coincidencias, todas de una forma sistémica, que no había margen de error para pensar que iba a ser una persona común y corriente.
A medida que mi camino avanzaba fui descubriendo que más allá de mi nombre tenía una estrella guardiana, una estrella que siempre me protegía, que me daba fuerzas, me llenaba de energía, cada vez que luchaba y recordaba mi signo, era como si tomara un segundo aire y dejara salir todo mi poder en un solo golpe, esto me hizo darme cuenta que soy la persona indicada para portar la armadura que simboliza a mi signo, esa estrella sagrada que me protege y me da el valor suficiente para enfrentar a cualquier enemigo de la justicia. La armadura que representa al signo de Cáncer.
La razón más poderosa para portar ésta armadura es porque en algún punto fui tan malvada como los enemigos que ahora combato, mi mayor poder era sentir la derrota del otro, sin importarme su sufrimiento o dolor, esa era mi mayor motivación para la lucha, sentir como la luz da la vida de otro se apagaba entre mis manos, pero todo cambió al ver en los ojos de un niño, ver esa mirada fijada, que me atravesaba el corazón, me miraba con sus ojos llenos de lagrimas, llenos de tristeza y a su vez, llenos de reproche, esa mirada hizo que mi alma se estremeciera y me hizo sentir vacía, me hizo sentir hundida en la más profunda oscuridad en el hueco más hondo y lo peor de todo, es que esa mirada pura me hizo darme cuenta que yo sola había cavado ese hueco, ese día sentí realmente el poder de Athena, ese poder que me daba ya no una segunda, sino una tercera oportunidad de salir adelante, ya que en vez de buscar la luz de los dioses, me había hundido en la oscuridad del egocentrismo y el poder, ese día vi en los ojos de ese niño el poder de Athena, su cosmos cálido, hermoso, lleno de amor, que me brindaba nuevos horizontes y me hizo salir del hueco que yo misma había creado, al creer que la fuerza es la razón.
Editado por Lucy, 27 octubre 2010 - 23:43 .