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-* El Legado de Atena *- (FINALIZADO)


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#201 ALFREDO

ALFREDO

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Publicado 15 febrero 2015 - 19:09

Hola Seph_girl

Como es primera vez que posteo aquí, permítame decirte que tu fic me parece muy interesante a la vez bastante dinámico y ambicioso por tantos personajes. Ya leí hasta el capitulo 10 y déjame decirte que en algunas partes me cai y confundi mas q nada por la diversidad de personajes, aunque realmente, generalmente se entiende muy bien. Como el fic es antiguo no tiene mucho caso evaluar tu desempeño, pues lo haces muy bien y hasta pareces profesional, solo vi algunos detalles que creo seguro te los hicieron notar como el exceso de comas y puntos, pero las descripciones y la forma de saber personificar cada situación o personaje agrada bastante.

Me gusta mucho como has recalcado a los protas, en especial a shiryu y seiya. Siempre supe q shiryu tuve q ser el patriarca en el futuro, y seiya su mejor guerrero como consejero de elite. Aunque el santuario tal parece se adapta a la modernidad de estos tiempos, ya dejo ser tan estricto como era en tiempos de saga, ahora permiten parejas que hasta Seiya se da el lujo con shaina XD.

Otra cosa que encuentro positivo es que no inventaste un rapto para excluir a saori o rescatarla de cualquier cosa sino q solo fue castiga con no regresar a la tierra. Bien hecho.

Ahora sobre las bastantes naciones o sequitos q hay, veamos…

Tenemos a los santos de athena, los marinos, los asgardianos que no se por que vi que le pones asgarianos, corrígeme si me equivoco?... y tu sequito de vuestra invención los apóstoles de Ra. Más nose si detallaras la orden de los guerreros azules o solo alexer, ahí ya serian como cinco ordenes XD. Yo en 10 capitulos ya habría matado una por lo menos. Si no el fic nunca lo terminaras…

Mas un Shaman que parece ser el embajador q todas las ordenes respetan, parece ser que será el gran protagonista, pues no infiero otro personaje que englobe lo q está pasando en todo el universo, el shaman a estado relacionado y mencionado últimamente en casi en todos los escenarios. Aunque no necesariamente presente, pero se hace notar de una forma desapercibida q en algún momento volverá a tomar protagonismo como en el primer capítulo. La verdad no conozco mucho la historia de shaman King nunca la vi, pero una vez en mis investigaciones sobre el mundo SS. Lei q tenía relación con el continente de Mu.  Según la wikipedia XD.

Otra cosa q llamo la atención fue q nuevamente el caballero de geminis es atormentado por su lado malo, wtf no hay salvación para este individuo acaso tendrá q bañarse con la luz del escudo en cada generación para no estar atormentado XD. Albert hasta ahora es uno de mis personajes favoritos juju.

Sobre los apostoles, me gusto mucho como los organizaste sus armaduras, su Ka y lo que represetan. Espero seguir viendo esos detalles como la dureza o la temperatura q soportan más adelante, también me gustaría saber de q están hechas.

Lo q si veo q ya tienes como 40… tantos capítulos XD, y con lo extenso q escribes, en eso nos parecemos mucho. Ya deberías estar por terminar no?

 

La verdad no pensaba seguir leyendo otro fic, pues ya llevo siguiendo 3 y un cuarto espero no enredarme XD. Bueno ojala algun dia pases por el mio... Sin mas que decir nos vemos..


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FANFIC: La condenación de los caballeros de Athena

Capitulo final N°66.- Publicado!

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#202 Seph_girl

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Publicado 19 febrero 2015 - 14:04

¡Hola!

Sé que sólo me aparezco cuando publico un episodio, pero en este caso no traigo aún capitulo nuevo, disculpen los emocionados XD jeje, pero como un nuevo lector dejó un review pues creí correcto venir. 

 

Primero que nada, gracias a Bolt Spectrum, él siempre, siempre, siempre, siempre dejándome su Review, sé que siempre puedo contar con él n.n, y eso me alegra mucho cada que voy a publicar... y cuando se tarda en hacerlo pienso que algo malo le pasó :blink:  o que el cap estuvo tan pero tan malo que mejor se quedó callado XD.

Y sí,  pasé mi examen de Cinta Negra en Tae Kwon Do, 1er. Dan, yeiii, una meta más en la vida cumplida. Gracias por el Interés n.n

 

ALFREDO

hola y muchas gracias por ser un valiente que se atreve a leer este extraño fanfic :lol:  . Y gracias por ser tan considerado al entender que pues el fic empezó desde el 2008 por lo que los primeros episodios podrían tener muchos fallos que CREO los he ido corrigiendo poco a poco avanzando cada capitulo, sin mencionar que (no recuerdo desde cuál episodio comenzó...) un amigo me apoya señalándome los horrores  ortográficos que se me pasan o que no sabía estaban mal, jejejeje

Sé que al inicio es un lio, y pese a que decidí seguir un rumbo arriesgado no me arrepiento. Sé que el inicio ahuyenta posibles lectores, pero los que han decidido quedarse no han tenido muchas quejas jajaja n.n y han pasado buenos ratos.

 

Me alegra que le hayas dado la oportunidad y hayas visto cosas positivas lo suficientemente buenas como para seguir.

Es un fanfic de Saint Seiya por lo que creo que la gente espera ciertos 'cliches' para estar a gusto, por lo que Géminis, bueno, supongo que es un signo del que se espera una traición, maldad y etc, así que decidí que así fuera, peeeroooo ya verás más adelante lo que sucederá en la vida de Albert.

 

Sobre los Apostoles, la verdad me encanta la mitología Egipcia y por eso no me resistí a que si iba a hacer un fic de SS  incluir algo pequeño sobre ellos... pero créeme, la cosa no se limita a ellos, no tienes idea de lo que aún te falta por ver, si es que sobrevives jajaja  ^_^

 

Muchas gracias por tu tiempo :3

Saludos.  ^_^


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 28 febrero 2015 - 16:27

PRÓLOGO:

 

-Me parece una buena idea hacer un crossover entre saint seiya y shaman king,me pregunto si aparecerán mas personajes aparte del prota de dicha serie.

-La historia comienza muy intrigante con todo el mundo cambiado  y la amnesia de la mayor parte de la poblacion.

-pobre seiya estuvo varios años en la zoona friend y al parecer saori no volvera,bueno al menos queda Shaina,me pregunto si habra un acercamiento entre elllos XD

 

 

-Por otra parte el hecho de que el fenix aparezca antes los demas protas solo para decirle que aprueba el plan de atena me parece que no vaya mucho con su personalidad

 

 

 

 

 

 

 

 


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Publicado 02 marzo 2015 - 09:10

Capitulo 1:

 

pobre Sugita si que se metio en un lio

 

 

parece que ya se formo una nueva generacion de caballeros

y me pregunto quien sera el nuevo patriarca

 

 


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#205 Seph_girl

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Publicado 02 marzo 2015 - 11:42

:O Dos nuevos lectores tan seguidos, no sé si asustarme :blink:  así que sólo me alegraré :wub:   :lol:  por el que te hayas animado también T-800, jejeje sé que puede ser difícil.

Pues aunque es un crossover en parte, la verdad como siempre he sostenido, el mayor papel se lo llevarán los santos y guerreros nuevos, y eso no es una mentira jajaja (muchos se van al entender eso :unsure: )

 

Hmmm con lo de Ikki, supongo que en ese tiempo me pareció que sí ( lo inicié a finales del 2008 XD hay muchos años de distancia de ese entonces a ahora jeje)

 

Pues sólo me queda darte las gracias por venir y dejar reviews :3, por darle oportunidad a esta historia loca y a ver cuanto la puedes aguantar  :lol:


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#206 Patriarca 8

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Publicado 03 marzo 2015 - 22:23

Capitulo 2

 

muy buena la historia del caballero de acuario

 

 

me agrado cuando vencio al tramposo de Sirrah 

 

Pd: asi que todos los maestros de hielo instruyen a sus alumnos para que no duden en acabar

con su oponente aunque este haya sido un amigo del pasado,eso explica lo

del cisne del clasico XDDDDD


Editado por T-800, 03 marzo 2015 - 22:24 .

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#207 ALFREDO

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Publicado 05 marzo 2015 - 20:30

Hola Seph_girl

 

Bueno debo decir q tu historia no se porque no la note antes, pero me tiene muy intrigado pues me he aventado otros diez capitulos y ya voy en el 20. Vuestra descripcion realmente es envidiable como la de killcrom, vosotros se dedican a esto ?

 

Lo q si hay algunas cosas q por un lado me gustaron otras no, pues es la  cantidad excesiva de personajes q por fuerza mayor, la trama se pierde, aqui te doy un ej. Pues estaba esperando anciosamente la aparicion del santo de Libra y cuando aparece para pelear cortas la pelea en el capitulo 17 y la regresas despues de tres capitulos como en el 20.... wtf... Me recordo a Omega en los ultimos capitulos con Hyoga y Shun....

 

Se noto bastante esos parones en ciertas escenas donde volvias a retomar los arcos despues de dos capitulos aprox...

 

Tambien nose como diablos algunos llegan antes q otros justo para pelar o salvar el dia, como sucede con Naugh de libra q creo estaba algo perdido y pudo llegar a la cima antes del templo del sacerdote, no recuerdo q hayas puesto q existen pasarelas secretas por el santuario. Si no pues lo retiro lo dicho.

 

Lo mismo con Elpheba de Perseo tambien aparecio de la nada saltandose algunos templos, y otro q me parecio algo forzado su regreso solo porque tiene el aire egipcio y tenia q deambular por esas tierras es el fenix q habia estado desaparecido y lo trae el apostol de Osiris, asi nada mas. Debo reconocer q en 20 capitulos has matado muy pocos personajes de los montones q presentaste de aventon. Como tambien q diablos paso con los asgardianos, no se atrevieron ayudar en plena invasion. Parece q se quedaron dormidos de tanto descansar despues del simulacro, pues les perdi el rastro XD.

 

El recorrido de las doce casas y el giro q le diste a los aspotoles como invasores forzados, me recordo mucho a los dark, porque sera. Pero fue bastante entrenido, debo reconocer q hubo capitulos donde me perdia y tuve q volver a reeler, mas q nada por la cantidad excesiva de personajes q se hace difisil recordar el rol de cada uno.

 

Y ahora en estos cap finales sacaste una nueva orden de guerreros desconocidos, aunque me agradaron bastante no mencioanste el nombre de su orden solo sus armaduras Zohar y q represetan a los ciclopes. Creo q tuviste q haber matado mas apostoles XD. Por lo q intuyo no estoy llegando ni a la mitad del fic XD.

 

Bueno lo dejo hasta aqui, porque creo q podria seguir extendiendome. Pero en general el fic es bastante atractivo. Nos vemos...


Editado por ALFREDO, 05 marzo 2015 - 20:31 .

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Publicado 06 marzo 2015 - 11:20

capitulo 3:

 

-te ha quedado genial

-el caballero de escorpio si que es valiente al coquetear con  shaina XDDD

-buena idea que la lagartija el dragon sea el patriarca

-parece que las armaduras doradas restantes escogeran a sus propios dueños

-me pregunto si en el futuro sugita se convertira en traidor por el momento ha dado muestras de su lealtad a athena ,claro que si la nueva athena tiene una personalidad parecida a saori cualquier cosa puede pasar XD

 


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Publicado 08 marzo 2015 - 12:25

capitulo 4:

 

Parece que Jack y Nauj son un duo muy desparejo

-me parece que Jack  es demasiado idealista y posiblemente eso lo meta en mucho lios en el futuro

-me pregunto quien sera el encapuchado que aparecio ante el Shaman King 

 

capitulo 5:

 

-es muy misterioso el asunto del maestro del caballero de capricornio

-¿quien sera la entidad que habla con el nuevo caballero de geminis?

ojala no se convierta en traidor.

 

 

PD: me parece un buen fic


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Publicado 14 marzo 2015 - 09:25

Capitulo 6:

 

-es muy particular el duo de cancer y cuervo.el alumno es mas responsable que el maestro XD

-se ve que el nuevo dorado ya empezo a usar sus privilegios

-los invasores del santuario parecen muy poderosos

 

 

 

 

 

 


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Publicado 21 marzo 2015 - 13:44

Alo chicos y chicas

¿cómo están? Muchas gracias por sus reviews :D

Sé que me he ausentado y no contesté apropiadamente a ellos, pero han pasado muchas cosas... y pues les comparto que en gran parte de mi ausencia es que me propusieron matrimonio y acepté  :lol: :wub: , por lo que desde ese día he andado algo distraída  en muchos aspectos jejeje  ^_^  Pero ya estoy aquí intentando ponerme al corriente y trayéndoles un nuevo episodio... Pero primeroooo respondamos un poco a los que tan amablemente me dejan sus mensajes:

 

 

¡ALFREDO, hola! Parece que has tenido sus problemas con el fic o.o , lo siento :blink: . Estoy consciente que la cantidad de personajes nuevos a veces hace difícil la lectura  :unsure:  No sé si por mi falta de experiencia o que para mi leer fics así es cosa común y ya estoy acostumbrada, no lo sé XD, pero  agradezco que aún con eso hagas tu esfuerzo y continúes un poco más XD.

Sobre lo que me dices de que "Personajes aparecen y desaparecen de pronto" o "dejo tramas en pausa" es algo que deliberadamente hago ya que no me gusta especificar mucho "Pasaron 1 día, 2 semanas, 3 meses" entre aquí y cuya jaja, ni tampoco escribir paso a paso lo que hacen los personajes, ellos hacen cosas fuera de cámara que solo yo sé. Además creo que si pusiera todo sus caminos hasta llegar a las escenas alargarían las cosas innecesariamente... o cuando menos esa sensación me da a mí, por eso siempre he manejado así las situaciones  :lol: Perdona.

Estoy escribiendo el cap 50 (ya está muy largoooo el fic), así que imagina todo lo que aún te falta si lo logras  :ph34r: .

Falta mucho que ver :lol:  y pues ¿por qué no salieron los asgardianos a defensa del Santuario? Según yo vagamente en mis recuerdos de hace años (porque fue hace años que lo escribí) según yoooo por ahí en una efímera línea aclaré que ellos ya no estaban allí, se habían ido... Y si lo soñé pues upps, pero por eso fue jaja.

Te agradezco mucho tus comentarios sobre cómo escribo, la verdad no me dedico a ello y no creo compararme con Killcrom ya que él tiene un nivel super hyper alto en escritura  que lo mio es meramente aficionado y lo hago por gusto y sacar estas ideas locas de mi cabeza de alguna forma n.n

 

 

T-800, aloooo. Lindo de tu parte que me pongas un review de cada cap, gracias XD

La verdad el capitulo 2 ha sido uno de mis favoritos de escribir jejeje sobre todo por la  final de quién se lleva la armadura de Acuario. Y la historia de Terario es trágica ya que parece que los Acuarios (y la mayoría de los santos) deben tenerla casi de cajón jeje.

El Capitulo 3 fue revelador ya que era al fin anunciar quién era el Patriarca y todos esos pequeños detalles que podrían fastidiar al lector o agradarle jajaja. Sí, Souva de escorpión es uno de los personajes más queridos por los lectores hasta donde me ha tocado saber, él y Albert son los que más llegan a mencionar pese a los numersos episodios que ya tiene el fic.

En el capitulo 4 la verdad la escena con Nauj y Jack también es una de mis favoritas, porque sí, los dos son taaaaan diferentes así que fue muy entretenido para mí esa parte.

En el capitulo 5 comienzan los grandes misterios.... porque habrá muchos más, y las respuestas tardarán en aparecer por lo que te recomiendo paciencia XD

 

 

Gracias por sus mensajes :) Es bonito saberse leída y saber qué les gusta de la historia y qué no .

 

Cuídense yyy en unos minutitos subo el nuevo episodio.


En el Post anterior puse ya unas palabras para los lectores y responder reviews :D

Así que sin más espera el capitulo 49:

 

***********************

 

Una mujer rubia dormía bajo suaves sábanas de satín, las cuales se amoldaban sobre su cuerpo remarcando sus atributos más exquisitos. Sin duda era una imagen que invitaba a cualquier aventurero a buscar placeres esa noche.

Despertó, incómoda por el frío que resintieron sus hombros descubiertos por la falta de calor de otro cuerpo en el lecho matrimonial.

Mantuvo su mirada en el espacio vacío que había a su diestra, el cual palpó con dulzura y entendimiento. No era un secreto para ella el que su compañero, con recurrencia, sufría de prolongados insomnios. Sabía la causa: esa preocupación paternal que no podía ignorar pese a la distancia.

 

Tomó su bata de dormir y, olvidando su calzado, salió de la habitación a oscuras. Caminó por el corredor de la casa, haciendo una parada en la recámara continua, donde un cunero fue el centro de su atención y de su alegría. Acarició los cabellos oscuros del bebé que allí dormía para proseguir con su búsqueda.

 

Llegó hasta la puerta del estudio, tocando con propiedad. Al no recibir una respuesta, entró.

La habitación permanecía en penumbras, sólo la luz de la luna llena que entraba por los ventanales le permitió distinguir la silueta de los muebles y la de su pareja, quien estaba de pie junto a la ventana más alejada del sillón de alto respaldo rojo, una de sus posesiones más preciadas y en las que solía refugiarse en cada desvelo.

— ¿De nuevo una noche larga, querido? — ella preguntó, sin abandonar el marco de la entrada sobre el que se recargó unos momentos.

La cabellera blanca del hechicero brillaba con intensidad gracias a los rayos de luna que lo alumbraban. — Ya me conoces — él respondió, permaneciendo de espaldas, contemplando la hermosa cara del astro nocturno—... Pero ¿sabes? Ésta será la última noche que voy a pasar en vigilia.

La mujer se extrañó ante tales palabras, adentrándose al estudio, donde sus oídos comenzaron a captar un leve goteo. — ¿Qué ronda por tu mente, Eriol? —preguntó, mirando hacia el techo, esperando encontrar alguna gotera, mas ni siquiera llovía.

— Anna… mi bella Anna, permanecimos juntos por la necesidad de nuestros corazones que añoraban al ser amado que nos fue arrebatado por el destino— sonrió—. Y aunque los dos conocíamos la tristeza del otro, decidimos compartirla, buscando consuelo mutuo a tal pena. A pesar de que tu corazón nunca fue completamente mío, quiero que sepas que fui muy feliz a tu lado, esposa mía.

Hasta ese momento, los sentidos de la mujer le permitieron percibir algo en la atmósfera que luchó por permanecer oculto, una sensación que ella conocía muy bien, y por la cual entró en ansiedad; sobre todo por la insistencia de ese goteo que segundo a segundo se volvía cada vez más retumbante para sus oídos.

Ella comenzó a descifrar lo sucedido, mirando con más detenimiento la espalda de su esposo, cuyo cuerpo no generaba ninguna sombra en el lugar.

La mujer caminó hacia el sillón de alto respaldo que se encontraba sumido en la oscuridad. Sus ojos poco a poco se acostumbraron a las tinieblas. A pocos pasos de él se detuvo, cuando sus pies pisaron una sustancia líquida en el suelo de madera.

Anna cerró los ojos, una oleada de tristeza le apuñaló el corazón. Avanzó hasta acuclillarse junto a ese sillón al que se animó a mirar.

— ¿Sabías que esto iba a pasar? —ella preguntó, pero inmediatamente soltó un suspiro al saber lo obvio de la respuesta—… Debiste habérmelo dicho —dijo ella con voz serena—. Me habría gustado acompañarte… No tenías que pasar por esto solo.

— Le aseguré a Sugita que viviría lo suficiente para llegar a ser el padre de dos hermosos niños, serán pelirrojos— explicó el hechicero con tono risueño—. Pero para que ese futuro se cumpla, tuve que hacer un pequeño sacrificio… Y aun así, falta una última decisión que se interpone en su camino… de verdad espero que lo logre. Lo lamento, querida —pidió la voz de su esposo—. A pesar de los años, los dos conservamos ese mal hábito de escondernos estas cosas.

— Siempre fuiste testarudo, al igual que yo —se lamentó, sosteniendo la mano de quien reposaba frente a ella—. Pero sé por qué lo hiciste… Ahora lo sé —aclaró—; yo haría lo mismo por nuestra hija.

— No estuve para Sugita cuando más me necesitó, y ahora tampoco podré estar para Eira —el hechicero se lamentó, pero había resignación en su voz—. Cuida muy bien de ella.

La mujer luchó por retener el llanto en sus ojos. Con cuidado, tomó la mano del cuerpo lastimado frente a ella, inclinando la cabeza hacia el suelo donde contempló el charco negro, producto de la sangre que no pudo ser absorbida por la tela del mueble.

Las lágrimas comenzaron a caer en esa laguna carmesí, sus gotas se unieron a las que continuaban cayendo del sillón.

— Tendrás una larga vida, cariño— escuchó de él, su última predicción—. Te amo.

— Yo también —Anna respondió con un hilo de voz, abrumada al ya no poder leer el corazón de su esposo, siempre tan cálido y fuerte, pero a la vez triste y melancólico—. ¿Algún mensaje para tu hijo?

El silencio se prolongó por más de un minuto, hasta que dentro del susurro de la muerte el hechicero dijo—: “Hijo mío, seguramente hay numerosas dudas en tu corazón… Pero créeme cuando te digo que tú eres mi más preciado legado, aquel que dejo en el mundo, para su bienestar. Eres, y siempre serás, quien tú desees ser, no hay nada en ti que deba ser temido. Tu madre y yo te amamos desde el primer instante en que supimos de tu existencia, y eso jamás cambiará. Perdóname por haberte alejado de tu familia siendo tan pequeño… pero era la única manera de mantenerte a salvo de aquellos que pudieran señalarte dentro de sus maquinaciones… Ahora que el destino que tu madre vio para ti se ha cumplido, sé que estarás bien… mi trabajo terminó, pero el tuyo comienza.”

 

Eriol sonrió una última vez, estirando las manos, con las que sujetó un par de hombros frente a él.

Te amo, hijo. Espero que algún día seas capaz de perdonarme. Adiós.

 

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Capítulo 49

Despertares y sacrificios. Parte 1.

 

Pa… pá —murmuró, tan débilmente que ninguna de las personas a su alrededor lo entendieron con claridad.

Freya, diosa guerrera de Asgard, lo miró con preocupación al notar que un par de lágrimas resbalaron por las mejillas del aún inconsciente santo de Capricornio. Se arrodilló junto a la cama donde reposaba, sujetando su mano, anticipando, quizá, su pronto despertar.

— Habló… —ella dijo a la anciana que se mantenía tras la cabecera de aquel lecho, masajeando con sus dos manos la cabeza del santo durmiente.

— Es un avance —dijo la vieja mujer de corto cabello rojizo y rostro arrugado—. Admito que han hecho un gran trabajando atendiendo sus lesiones físicas, pero este chico, y aquel otro que duerme allá, sufren de lesiones que requieren atenciones mucho más especializadas— explicó la anciana, quien vestía un largo abrigo blanco, guantes rojos y grandes gafas de armazón escarlata.

— Entonces, ¿se recuperará?— Freya preguntó.

— Mis remedios son eficientes. “Costosos” opinan los que jamás han tenido el valor de acercarse, sí, pero eficaces. Nunca nadie ha pedido una devolución —añadió, orgullosa—. El Patriarca estuvo dispuesto a pagar el precio por primera vez durante su reinado —rio un poco—. No pienso desperdiciar la oportunidad, ya que espero se repita.

La guerrera de Asgard no entendía muy bien sus palabras, pero si en el Santuario confiaban en los métodos de esa mujer para devolverles la salud a los santos, entonces debía confiar.

 

Un leve quejido salió de la boca de Sugita de Capricornio, acompañado de un gesto de claro dolor y lucha por despertar.

Sus ojos se abrieron lentamente. Con la vista nublada, miró el techo blanco, distinguiendo segundo a segundo un rostro que le sorprendió ver a su lado—. ¿Fre… ya?

La joven le dedicó una sonrisa de alivio—. Sí, soy yo.

—. Pero… ¿qué…? —En un acto inconsciente, Sugita intentó abandonar la cama, pero la sola idea le acalambró el cuerpo, impidiéndole cualquier movimiento.

— Debes descansar joven santo de Atena —le pidió la anciana, quien mantenía sus manos sobre su cabellera pelirroja—. Aún es pronto.

Sugita se quedó inmóvil, se sentía muy abrumado, cansado y confundido.

— Tranquilo, el adormecimiento es temporal. Sólo así evito que sufras innecesariamente —explicó la anciana.

— … Yo… ¿Cómo es que… estoy vivo? ¿Qué pasó?—cuestionó con voz débil. Trataba de recordar lo sucedido, pero incluso su mente le negó los recuerdos de su última batalla—. ¿Dónde… estamos?

Freya le apretó la mano, esperando confortarlo de alguna manera. — Todo está bien, estás a salvo, en el Santuario, tu hogar.

— ¿… Santuario? —repitió, llenando su cabeza de preguntas—. Yo… creí que moriría.

— Y quizá era tu destino morir, niño —dijo la mujer mayor, presionando con sus pulgares el punto medio de la frente del santo dorado—, pero estás aquí. La buena noticia es que te recuperarás, la mala es que llevará su tiempo.

El pelirrojo apenas y sentía los miembros de su cuerpo, el cual se encontraba en su mayoría vendado.

— Mi cuerpo… se siente como si… no fuera a poder… moverse jamás —explicó, aterrado por la idea de quedarse así el resto de su vida.

— No digas disparates— se mofó la anciana, continuando con su labor—. De un humano ordinario sí, lo esperaría, pero tú eres un santo de Atena, y con mi ayuda, todo esto no será más que un mal recuerdo. Pero no mentiré, tu estado es delicado. No estuve allí para ver cómo terminaste así, pero me es claro que llevaste tu ser al límite de sus fuerzas.

Sugita le dio la razón, en la pelea su cuerpo estaba despedazándose, y aun así logró sobrevivir.

— Dentro de cada ser viviente hay ciertos conductos por el que fluye la energía interna sin importar cómo la llames: ka, espíritu, cosmos; todo eso se genera en el centro de todos nosotros— explicó la mujer—. Y tú, niño, bueno, es evidente que tu poder verdadero sobrepasa la resistencia de tu cuerpo mortal, y al emplearlo estropeaste cada uno de ellos, quedaron inservibles. Sin embargo— la anciana prosiguió al anticipar réplicas de parte de ambos jóvenes guerreros—, en tu caso no sólo se repararán sino que también florecieron nuevas conexiones y cauces, lo que significa que tu cuerpo se fortalecerá, y la próxima vez que hagas algo tan inconsciente los resultados no serán tan desastrosos para ti.

— ¿De… verdad…? —el joven preguntó, más adormecido que antes.

— Yo no miento. Además, Santo o no, aún eres un chiquillo… Me atrevo a imaginarte cuando alcances la madurez, y veo a un santo dorado sublime y poderoso —le aseguró, con el tono amable que una madre puede tener para con su hijo—. Pero ya basta, ha sido mucha charla, necesito concentrarme y tú descansar, por lo que despídete de tu novia.

Freya se tensó y avergonzó por tal sentencia, por lo que nerviosamente recriminó—: ¡Usted no debería…! —. Calló al saberse en la mira de los ojos del santo de Capricornio.

— Me alegro que estés aquí… No creí… que volvería a verte —él le dijo, con un intento de sonrisa que su somnolencia dificultó—. ¿Te llegó… mi carta?

— Sí, ¿por qué lo preguntas?

— ¿La leíste? Qué bueno… llegué a creer que no, pues nunca… escribiste de regreso…

— Claro que la leí —se apresuró a decir, algo abochornada al ocultar que incluso la llevaba consigo—, es solo que… nunca me di tiempo para… ¿Sugita? —lo llamó, en cuanto lo vio cerrar los ojos para volver a quedarse dormido—. ¿Él estará bien?

— Sí, pero necesitará cuidados. Lo que él dijo es cierto, debería estar muerto… Su supervivencia no fue producto de un milagro, sino de un acto desinteresado.

— ¿Qué quiere decir? —Freya se interesó.

— Ya escuchaste a la amazona de Tauro. Pese a sus numerosas heridas, ninguno de sus órganos vitales sufrió lesión alguna. Uno lo llamaría ‘suerte’, pero yo sé que no lo fue —explicó, señalando con sus dedos un punto en el cuello de Sugita—. Todo fue gracias a esto—una pequeña quemadura que cicatrizó hace tiempo.

El silencio de Freya delató su falta de entendimiento, por lo que la anciana prosiguió.

Era un hechizo, uno muy bueno debo decir. Sólo quedan residuos de lo que fue, pero su función me es clara: sacrificio. Esta marca transfirió el daño que este chico recibió físicamente a otra persona… El hechizo no fue capaz de librarlo de todas las lesiones por la magnitud de la batalla, pero sí lo privó de aquellas heridas que pudieron acabar con su vida.

Los ojos de la guerrera asgardiana se abrieron de par en par. — ¡¿Qué?! Entonces… significa que esa otra persona… está…

La anciana asintió. — Si él terminó así, al borde de la muerte, no hay dudas…

 

— ¡Señora Althea! ¿Hasta cuándo deberé vigilarle el sueño a este señor? ¡Es muy aburrido! —de pronto se quejó una voz infantil—. ¿Segura que no está muerto? Dígame que lo está para poder descansar. ¡Me duelen los brazos!

A una cama vacía de distancia, un niño de piel oscura y cabellos blancos se encorvó en el taburete en el cual estaba sentado. Su gesto hastiado reflejaba la aburrición y cansancio que le producía su tarea: sostenía en sus manos un listón blanco, cuya punta colgaba justo encima del rostro durmiente de otro santo dorado, Kenai de Cáncer.

— Lo estará si bajas esos brazos —le reprendió la anciana.

El chiquillo se sobresaltó, nervioso y preocupado por la sentencia; si la bruja lo decía debía ser en serio. — ¡¿Y hasta cuando debo de permanecer así?! —chilló.

— Hasta que él estire la mano y sujete el extremo —explicó, produciendo que el niño suspirara resignado y angustiado—. No seas llorón, fuiste tú quien insistió en ayudarme en primer lugar.

 

Ante los diferentes cuadros clínicos que sus santos y aliados trajeron consigo al Santuario después de las despiadadas batallas, sumada la destrucción de la armadura de la Copa, el Patriarca decidió solicitar la ayuda de un agente exterior, un personaje bien conocido por el Santuario desde lo ocurrido con Aristeo de Lyra. La bruja Althea era una anciana ermitaña que vivía lejos de villa Rodorio, junto a la costa. Se asentó allí hace años, teniendo un oficio de curandera ya que facilitaba remedios milagrosos a quienes lo solicitaban, pero no sólo médicos; entre los más conocidos estaban sus amuletos para acrecentar la fortuna y elixires para el amor…

Entre la población se rumoreaba que era una bruja, y no estaban errados. Se dice que puede curar cualquier mal, pero entre más complicado sea el trabajo, más alto era el precio a pagar. Diferente para cada uno de sus casos, para alguien podría ser sólo un par de pollos, dinero… pero para casos más especiales, hasta un ojo de la cara.

 

Freya fue testigo de aquella disputa, la cual parecía ser entre una abuela y su nieto, pero la situación era más extraña que eso… de hecho, todo lo que ha sucedido desde que despertó lo ha sido.

Viajar al Santuario, donde la señora Hilda y el príncipe Syd permanecen como refugiados, no le fue lo más sorprendente, sino estar viva. Solía palparse el pecho con frecuencia, como si aún sintiera la espada de fuego que Clyde de Megrez clavó en su corazón. Pero cada que lo hacía, se topaba con el amuleto que, dicen, Aifor de Merak colgó en su cuello.

Al verlo, la anciana le aseguró que no era un medallón ordinario, por el contrario, fue forjado con una energía protectora; incluso al tocarlo dijo sentir los fuertes sentimientos maternales que su creadora depositó en él.

— Entonces, ¿este medallón es… fue de la madre de Aifor? —preguntó en esa ocasión, mas los poderes de la vieja hechicera no le permitían saberlo.

Freya pensaba mucho en sus compañeros cada que sujetaba el medallón entre sus manos: la muerte de Elke, el sacrificio de Aifor, la partida de Clyde y la condición del señor Bud, fueron situaciones que Alwar y Sergei le explicaron antes de abandonar Asgard.

 

Le avergonzaba el haber estado convaleciente mientras su reino fue atacado, nuevamente, por los Patronos. Tenía que compensar sus fallas e ineficiencia, por lo que estuvo de acuerdo en dejar a Alwar y a Sergei como protectores del reino de Odín mientras ella, a petición de Hilda de Polaris, viajaba Grecia.

 

Era una pena que su regreso al Santuario fuera en momentos de peligro e incertidumbre. Se sorprendió al escuchar los relatos y resultados de las batallas que se suscitaron en el reino de Poseidón.

No se encontraría en el templo de curación ahora de no ser por la señora Hilda, quien una vez al día le exige que tome un descanso, como si ella supiera de su creciente necesidad por saber del joven santo de Capricornio.

 

— Tengo que irme —dijo la guerrera asgardiana al ponerse de pie, frenando la discusión entre la vieja y el pequeño—. Por favor, no dude en ir en mi búsqueda si algo se complica —pidió a la hechicera.

— Él estará bien —le volvió asegurar, recobrando esa actitud centrada y misteriosa—. Vete sin pendiente, Mailu y yo cuidaremos bien de tu novio.

— ¡Que él no es mi…! —desistió de terminar la frase, sabiendo que sólo estaba siendo provocada para que reaccionara tal cual lo hizo—. Gracias.

 

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Hilda de Polaris se apartó de la cama donde yacía su esposo, permitiendo que la amazona de oro lo examinara.

La guerrera del Santuario posó sus manos por encima de las flores que brotaban del pecho de Bud de Mizar Zeta. Desde su encuentro con la Patrono Hécate, ha permanecido en un sueño profundo del que nadie ha sido capaz de despertarlo.

Al principio, era evidente que la causante era esa extraña flor amarilla que echó raíces en el cuerpo del dios guerrero.

Hilda intentó utilizar sus dones, tratando de purificar el cuerpo de Bud que había sido corrompido por la influencia de esa planta, pero la flor se resistía a cualquier intento de agresión, incluso lastimando al hombre del que intentaban separarla.

 

La bruja Althea sugirió no intentar nada agresivo en su contra, pero dio el visto bueno para que la amazona dorada de Piscis se encargara, creyéndola más capacitada en el campo. De todos modos, la anciana consideró más crítica la condición de los santos de Cáncer y Capricornio, por lo que tendría las manos llenas.

 

Adonisia de Piscis se mostró muy interesada en esa flor. En su excentricidad, se dirigía a ella como si fuera un ser pensante y oyente; había cariño y admiración en su tono, deseaba volverse su amiga.

 

Desde su llegada al Santuario, su personalidad ha causado desconfianza entre algunos de los santos, pero el Patriarca la aceptó y nombró como la legitima guardiana de la doceava casa del zodiaco.

 

Permitirle atender a Bud de Mizar era, tal vez, su oportunidad para ganar simpatías entre aquellos que la recelaban… pero a ella estaba lejos de importarle lo que  la gente opine sobre su persona; esto no lo hacía por nadie más que para ella misma, deseaba descubrir los secretos de esa flor, aprenderlos y… quizá mejorarlos.

 

Adonisia pasaba sus manos alrededor de la flor amarilla, como si fuera una adivina y la planta su bola de cristal. Días atrás colocó una de sus propias rosas aguamarinas a su lado, iniciando una batalla sobre ese cuerpo que preocupó a muchos al comienzo, pero conforme la amazona fue desvelando los misterios del hechizo que tenía sometido al señor de Asgard, la tensión disminuyó.

 

Esta flor fue cultivada con gran dedicación, utilizaron una energía muy pura y poderosa… No debemos retirarla con violencia, su tallo está alojado en el corazón de este hombre, y todas las raíces que lo cubren germinaron de su centro. Si la flor muere, también lo hará el corazón del recipiente —fue su primera advertencia en aquel entonces.

Las lianas que rodeaban el cuerpo de Bud no sólo emergían de su pecho, sino también por su espalda, manteniendo dos heridas abiertas que sangraron sólo al inicio.

Está unida a él, es… una simbiosis de vida… ella se alimenta de su cuerpo y a cambio lo sumerge en este trance… lo recompensa con sueños… felices… un mundo ideal del que jamás querrá despertar.

Cuando le preguntaron si existía manera de curarlo, ella respondió—: Las toxinas que inyecta en su cuerpo lo mantendrán así, pero no se preocupen, al mismo tiempo se asegura de su supervivencia, no es su deseo eliminarlo… Aunque no debemos intentar despertar su conciencia. Esta pequeña cumple una orden precisa, y sólo escucha la voz de su ama…  está más dispuesta a matar al recipiente que permitirle despertar —Adonisia mintió, sólo hasta ver terminado su estudio de tan magnifico ejemplar.

— Pero no teman, yo me encargaré de separarlos. A través de mi rosa lucho contra su influencia y gano terreno. Confío que dentro de poco podré someterla y liberarlo.

 

— ¿Algún cambio? —preguntó Hilda, ante el largo silencio.

— El progreso es lento, pero efectivo —aseguró Adonisia tras retener unos momentos más su respuesta—. Usted misma puede notarlo ¿no?

Hilda asintió al ver que la flor amarilla, antes radiante y de enormes pétalos, había disminuido su tamaño, siendo la rosa de Adonisia la que ahora lucía más hermosa y grande. Incluso, las puntas de los pétalos aguamarina comenzaban a teñirse del mismo color amarillento de su rival, como si estuviera absorbiendo poco a poco su esencia, debilitándola.

— ¿Cuánto tiempo más? —la sacerdotisa de Odín deseó saber, andando por la habitación privada que le fue asignada a ella y su familia en el templo principal.

— Aún no lo puedo precisar —volvió a mentir, con una naturalidad impecable—. No desespere, a diferencia de otros, su esposo está sano y fuera de peligro.

— Gracias, por tus esfuerzos, Adonisia —Hilda dijo con auténtica sinceridad, y aun así, en el interior de la amazona no se removió ni una fibra de remordimiento.

— Al contrario señora Hilda, gracias a usted por permitirme estar aquí —musitó ella, mirando con fascinación lo hermosa que estaba volviéndose su flor aguamarina.

 

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— ¿Un Ángel? —repitió el Patriarca, carente de asombro—. ¿Estás seguro?

— No puedo equivocarme, vi sus alas —respondió Albert, santo dorado de Géminis.

En la explanada donde se alzaba la estatua de la diosa Atena, Shiryu escuchó la historia de Albert y su intervención para salvar a Terario de Acuario.

— Pero no parece sorprendido—continuó el santo—. ¿Acaso es algo que había anticipado?

Shiryu mantenía la cabeza inclinada hacia el cielo azul, como si sus ojos ciegos se perdieran en la tranquilidad de las nubes blancas.

— La intervención de heraldos del Olimpo era algo inevitable —dijo—. Nos lo alertó el santo dorado de Sagitario.

— ¿Lo hizo? —Albert preguntó, interesado.

Shiryu asintió. — En tu ausencia recobró el sentido y me relató su historia —explicó, dispuesto a compartirla—. Asis es su nombre. Dijo provenir de un monasterio en China, hogar de una casta de monjes que preservan costumbres y enseñanzas heredadas por sus antepasados. Mi antiguo maestro me habló de ellos alguna vez —admitió, remontándose unos instantes a su niñez en las cascadas de Rozan—. Ellos lo acogieron al encontrarlo vagando en las espesuras del bosque, sin recuerdos, ni profesión. Le dieron una nueva vida y un propósito, fue entrenado y reconocido como uno de ellos. La armadura de oro apareció ante él un día sin saber la razón. Sólo su Gran Maestro parecía entender el significado, por lo que le pidió tomarla y abandonar el templo para partir hacia el Santuario.

El Patriarca prosiguió con libertad al saber que Albert se abstendría de interrumpir sólo hasta que algo lo inquietara.

— Me confesó que no era su deseo abandonar el lugar que le devolvió la vida, pero al ser una petición de su maestro terminó accediendo. Durante su viaje hasta aquí, el destino lo llevó a involucrarse en cierta situación: Se topó con la batalla encarnizada entre varios hombres que vestían armaduras. A su poco entender, parecían disputarse la vida de un niño aterrado que tres de ellos se empecinaban en proteger, mientras que el resto, en los que vio alas en sus espaldas, deseaban lo contrario.

— La pelea parecía equilibrada. Sólo hasta que un nuevo individuo apareció, una mujer en armadura carmesí. Ella luchó contra todos, originando un caos que permitió que dos de los protectores de ese niño murieran a manos de sus rivales, mientras que el tercero, mortalmente herido, logró tomar al pequeño y alejarse. Fue entonces que el santo de Sagitario decidió intervenir, impulsado por algo que no alcanza aún a comprender, un ‘llamado’ dice él. Por lo que en cuanto la armadura de oro lo cubrió por primera vez, fue en defensa del afligido par.

— Luchó contra los hostigadores, pero eran demasiados para él, sobrevivió únicamente por la presencia de la extraña mujer que atacaba a todos sin hacer distinción. Él aprovechó la oportunidad para ir detrás del niño y su protector; el guerrero herido sabía que su final estaba próximo, por lo que le pidió a Asis que protegiera al infante pues era un dios encarnado en el cuerpo de un mortal. Le suplicó que lo llevara hasta el Santuario, que allí comprenderían.

— Asis aceptó, tomó a ese niño y huyó, empleando todas sus fuerzas, siendo perseguido aún por los hostiles. Protegió al niño con su cuerpo, sin importar las heridas ni el dolor… pero fue demasiado y terminó perdiendo el sentido… es lo último que recuerda hasta que despertó en el templo de curación.

 

Albert recordó ese incidente en que el santo de Sagitario arribó al Santuario sólo guiado por su espíritu de lucha. — Cualquiera pensaría que la intervención de los Ángeles sería para luchar contra los Patronos, quienes abiertamente han agredido a los reinos celestiales… pero la situación del relato, y lo ocurrido en Asgard, hacen pensar que disputan por un mismo objetivo —comentó tras analizar los hechos.

Shiryu asintió. — Su interés por estos niños me es intrigante… Algo debe estar pasando en el Olimpo si incluso la misma Atena ha permanecido en silencio.

— ¿Es eso cierto?. — Albert sabía que el único enlace de Atena con la Tierra se efectuaba a través del Patriarca.

Shiryu volvió a asentir. — El nombramiento del santo de Sagitario y la amazona de Piscis debió prescindir de su aprobación y bendición… Pero en estos tiempos de guerra, me atreví a obviar las formalidades, necesitamos a todos los santos dorados posibles de nuestro lado. —Un suspiro escapó de sus labios antes de proseguir—. Con la muerte de Souva y con la condición delicada de Kenai, Terario y Sugita, contamos sólo con dos terceras partes del verdadero poder del Santuario. Sin mencionar que la desaparición de Kiki nos ha privado de un importante aliado —aclaró, pensando en todos los mantos dañados que no podrán volver a la vida.

— ¿Qué hay de Poseidón? —Albert deseó saber—. ¿Acaso no se nos unirá en lo que está por venir?

— Aristeo fue claro en exponer el deseo de la Atlántida por justicia hacia los Patronos, mas no se mencionó ningún término para llevar a cabo una alianza. Pero, por primera vez contamos con carta abierta para formalizar un pacto duradero.

 

— Aunque el número de Patronos ha disminuido —Albert prosiguió tras un breve silencio en el que repasó los sucesos—, la aparición de los Ángeles vuelve a colocarnos en la misma situación de antes. Vendrán por ellos— señaló Albert, refiriéndose a los niños.

— Serán protegidos.

— ¿Aun cuando en el futuro podrían volverse una amenaza para el mundo? —Albert se atrevió a cuestionar, despertando en el Patriarca una ligera incomodidad.

— Hilda me confió la verdad detrás de la fundación de esta nueva era… Admito que no me es fácil de aceptar, pero me es claro que hay un propósito noble detrás del advenimiento de estos niños.

— Quizá tenga razón. —Albert ocultó sus verdaderos pensamientos—. Doblaré la protección de los infantes al ser su seguridad una prioridad. Si eso es todo Patriarca, entonces me retiro.

— Aguarda —pidió Shiryu, un segundo antes de que los pies de Albert le permitieran la media vuelta—. Hay algo que aún no me explicas de todo esto y que deseo saber. Tengo entendido que tu intervención en Asgard salvó la vida de Terario de Acuario, sin embargo, me enteré de que abandonaste el Santuario mucho antes de que ese conflicto diera inicio. No es propio de ti hacer algo como eso —enfatizó, al saber que el santo de Géminis era muy apegado a las formas—. ¿Qué situación requirió una partida como esa? —El Patriarca lo encaró, volviéndose a él como si  sus ojos no estuvieran ciegos y le sostuvieran la mirada—. Incluso requeriste la asistencia de dos santos de plata. ¿Qué sucedió, Albert?

Con gran tranquilidad, Albert de Géminis cerró los ojos y se tomó un instante para proporcionar una respuesta. — Le pido la más humilde de las disculpas, Patriarca. Me atreví a abandonar el Santuario sin autorización, sí, lo admito —el santo de oro inclinó la cabeza en señal de rendición—, pero mi decisión de guardar silencio fue para evitarme la vergüenza de que mi misión fuera sólo una pérdida de tiempo.

— Explícate.

— Sí. —posó una rodilla en el suelo antes de hablar, siendo su manera de entregarse al juicio de su maestro—. En ese entonces, recibí información de nuestros agentes que bien podría llevarme al lugar donde se ubicaba el enemigo, los Patronos. Pero fue falsa— se apresuró a decir, antes de que los labios del Pontífice replicaran—. Con la posibilidad de ser un acierto o un fallo, opté por acudir personalmente, pero tomando la precaución de que si la pista fuera atinada, los santos de plata podrían volver al Santuario, avisar del descubrimiento y guiar a otros hasta dicha ubicación.

Shiryu mantuvo silencio, intentando ser comprensivo con su antiguo discípulo, del que no tendría por qué dudar jamás.

—Decidí continuar con mi investigación, esperanzado de encontrar algo que nos llevara hasta ellos. Fue entonces que percibí a través del cosmos las encarnizadas luchas que ocurrieron en la Atlántida y en Asgard, tal y como seguro lo hizo el Ángel —Albert explicó. — Me percaté de su presencia y decidí seguirlo, el resto usted ya lo sabe.

Han sido muchas las veces en que Albert tomaba decisiones precipitadas al perseguir un objetivo. Shiryu sabía que era demasiado orgulloso como para creer que su vergüenza sería muy grande si esa información de la que habló resultaba una falsedad, por lo que no pudo siquiera pensar que le mentía… O tal vez, no quería hacerlo.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando un soldado apareció, corriendo presuroso hacia su persona, postrándose de rodillas en cuanto se supo notado por el Pontífice y el santo dorado.

— Excelencia, perdone mi interrupción —se atragantó el hombre, prosiguiendo sólo hasta que el Patriarca se lo indicó con una seña—. La señora Shunrei me ha pedido que me adelante para anunciarle la llegada de un visitante. Dijo que era alguien a quien necesitaba ver.

— ¿Ella está bien? —fue la primera preocupación de Shiryu—. ¿De quién se trata?

— Sí, Patriarca —respondió—. Parece tratarse de un enviado de la aldea de los shamanes, quien ha venido a hablar con usted.

— ¿Justo ahora? —Albert cuestionó, molesto al sentir aquello como una insolencia. Después de que los shamanes habían rechazado sus intentos por hablar con su líder, que ahora se presentaran en el Santuario lo hizo enfurecer.

— Lo recibiré —decidió Shiryu, notando el sobresalto del santo dorado—. Albert, terminaremos nuestra plática después, puedes retirarte.

— ¿Está seguro de querer ver a este hombre, solo? Tal vez debería quedarme…

— Shunrei estará conmigo— intentó sonar comprensivo—. Entiendo tu sentir, pero después de tanto silencio de su parte, el que un enviado del Shaman King toque nuestras puertas es augurio de un gran cambio… uno que deseo saber.

Albert abrió la boca para volver a hablar, pero cambió de opinión y decidió ceder.

— Como usted diga, Patriarca. — El santo de Géminis se levantó, despidiéndose con propiedad y dar media vuelta hacia la salida del gran templo de Atena.

 

 

Han pasado años desde la última vez que un Oficial de la Aldea Apache entraba al Santuario. Esto ocurría cuando el Shaman King se encontraba en tierras griegas, siempre rastreando a su líder que tenía el mal hábito de emprender viajes espontáneos aun cuando había asuntos que resolver en la aldea; todo un dolor de cabeza para ellos.

La gente sabe que así como el Patriarca tiene a su élite de guerreros de armadura dorada, el Shaman King cuenta con sus propios guerreros sagrados, son llamados comúnmente “Oficiales” y son diez de ellos, los más fuertes y leales a su reinado.

Todos vestían el mismo uniforme: llevaban cintas rojas que cubrían sus frentes, de las cuales se sostenían dos largas plumas blancas con extremos oscuros; ocultaban sus caras detrás de una máscaras metálica que simulaba el rostro de un águila, por la que sus voces se distorsionaban de manera lúgubre y poco amigable; vestían una túnica blanca con el diseño de los nativos de América del Norte, pero la tela brillaba de tal forma que parecía estar hecha por la clara luz del sol; sus piernas estaban revestidas por botas de metal que tenían la forma de pezuñas de alguna bestia sobrenatural; en el pecho llevaban una placa de plata personalizada, dependiendo de sus dones o espíritus de lucha.

La placa del Oficial que arribó al Santuario tenía sobresaltada la extraña mezcla de un escorpión con elementos pertenecientes a una serpiente.

Guiado por la gentil esposa del Patriarca, el Oficial fue llevado hasta el Templo Principal, pero antes de entrar por la gran puerta blanca de la estancia, se detuvo.

Shunrei lo imitó, desconcertada por el repentino acto. Decidió esperarlo y articular la pregunta obligada. — ¿Está todo bien?

El shaman no respondió en el acto, permaneció tan tieso como una estatua hasta que su cabeza se volvió un poco hacia el pasillo de su derecha, donde las columnas y cortinas creaban sombras amplias y densas pese a la hora del día.

Hasta los dos custodios de la puerta comenzaron a sentirse nerviosos por el mutismo del visitante.

No es nada —respondió después de unos segundos en que volvió la vista al frente para proseguir  su andar.

La puerta del Gran Salón fue cerrada, permitiendo que el Patriarca atendiera al enviado de Norteamérica en total privacidad.

 

A los soldados no les extrañó que el santo dorado de Géminis emergiera por el flanco del pasillo derecho. Lo saludaron con propiedad mientras él marchaba fuera del complejo. En su lento descenso hacia el templo de Piscis, escuchó una voz incómoda en su oído.

Eso fue peligroso… —pronunció con preocupación la voz que antes creía pertenecer a un trastorno mental o la del mismo dios de la guerra.

Eres tú quien lo vuelve peligroso, pero eres demasiado necio como para apartarte y dejarme actuar solo —Albert recriminó a través de sus pensamientos a la entidad que lo acompañaba.

No, Albert, no he empleado tanto esfuerzo en esto como para permitir que tú te lleves el crédito —espetó la voz de Iblis, Patrono de la Stella de Nereo, verdadero dueño de esa voz espectral que lo engañó por tantos años.

Esto va más allá de tus deseos ahora—replicó el santo—. Si la situación se prolonga, deberás ser más precavido que antes. Puede que hayas logrado escapar estos años de la percepción de Kenai, pero ese Oficial parecía ser capaz de olfatear la peste de tu desagradable alma.

Puede que tengas un poco de razón, pero también pudo haberse dado cuenta de tu alma rancia, Albert—agregó Iblis, con sorna—. Sí, mira que eres un excelente mentiroso, por un momento me preocupé, de verdad creí que el Patriarca descubriría tu “cambio”.

Y espero que así continúe hasta que todos los preparativos estén listos.

Aún me sorprende escucharte hablar así, con tanta —Iblis pausó, buscando cierta palabra—… “libertad”. ¿Es agradable no? Ahora que no necesitas engañarte a ti mismo y puedes abrazar tus verdaderos deseos, tus auténticos pensamientos salen a flote. Me debes eso a mí, Albert, recuérdalo.

A quien se lo debo es al señor Avanish, no a ti —dijo, molesto por el que esa paria se creyera su amo—. Tú sólo fuiste un medio, así como buscas que yo sea el tuyo.

Cuidado “caballerito”. Que ahora cuentes con la aprobación del señor Avanish, no te vuelve superior a ninguno de nosotros… Pese a que deseamos vernos muertos, tendremos que cooperar, cuando menos hasta que logremos nuestro objetivo.

Albert no replicó, podía ocultarle sus pensamientos a Iblis pues no es que el Patrono tuviera una conexión directa con su mente, ahora sabe que utiliza una forma astral para seguir sus movimientos y comunicarse, por lo que podía planear con libertad sus siguientes pasos.

 

El santo de Géminis continuó descendiendo por las Doce Casas hasta que arribó al Templo de Escorpión, donde se detuvo ante las velas que algunos habitantes del Santuario consideraron apropiado colocar, como una ofrenda al finado santo, quien murió cumpliendo su deber.

Para traspasar el octavo templo del zodiaco podía seguirse ese camino de velas cuidadosamente colocadas. La señora Shunrei lo permitió al recibir peticiones personales de personas del Santuario, e incluso de Rodorio, que desearon presentar sus respetos en tan humilde forma. El número de ellas  era el total de individuos que en mayor o menor medida estimaron a Souva de Escorpión.

 

El santo de Géminis permaneció meditabundo, contemplando el fulgor de las llamas. En un instante cerró los ojos, cuando una chispa de dolor brotó de su frente. Albert tocó su cabeza, invadido por un efímero malestar que lo llevó a soltar un suspiro.

¿Acaso percibo una ligera “aflicción” en tu interior? —Iblis se mofó, negándose a privarlo de su vigía—. ¿Será posible? ¿No deberías festejarlo? Tu rival ha dejado de existir…

Albert permaneció en silencio unos momentos más antes de responder—: Mas que triste, estoy molesto— musitó con indignación—, porque no fue mi mano la que le quitó la vida —aclaró, cerrando el puño a la altura del pecho—. Souva de Escorpión siempre se entrometió en mis asuntos, era alguien a quien no podía controlar por más que lo intentara. Era impredecible. —Pausó con leve rencor—… Y lo fue incluso hasta el final, nunca imaginé que moriría a manos del señor Avanish. Llegado el momento habría querido matarlo yo mismo.

Sus emociones liberaron una brisa de poder que extinguió cada una de las luces dentro del Templo de Escorpión, quedando sumergido en oscuridad.

Sus ojos verdes resaltaron en la negrura con una frustración genuina e intimidante.

Ya podrás desquitarte —dijo Iblis con complicidad—. Después de todo, aún hay muchos otros Santos de los que quieres encargarte tú mismo, ¿o me equivoco?

 

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Las despedidas siempre son difíciles, sobre todo cuando la persona que se marcha es la que más espacio tiene en tu corazón.

 

Toda su vida ha estado rodeada de enigmas y suposiciones que, junto a su hermana, sólo se atrevía a ensoñar, pero al crecer sus dones le permitieron respuestas que decidió callar. En el limbo en que cayó tras saborear ese primer y último beso, junto con sus lágrimas imparables, su mente repasó como en un sueño cada momento decisivo en su andar.

 

Desde el principio, todo fue dolor. Nació por un acto indebido de su madre; una mujer cuya vida estaba consagrada a la vigilia de la santa madre Tierra y de las almas que habitan en ella.

Aún tras su pecado, fue perdonada por el resto de sus semejantes. ¿La condición? —porque siempre hay una—: Que ese fruto viviera sólo para servir a la Orden. Después de todo, no sería un niño ordinario lo que fecundó dicha unión. Cuál fue la sorpresa, cuando en vez de uno fueron dos niñas las concebidas, gemelas idénticas con un esperanzador potencial.

Vislumbraron en ellas un gran porvenir, siendo la más pequeña quien nació para ser un oráculo, y eso fue una gran dicha.

Pasaron su infancia en una dimensión subterránea, donde no existía el Sol, pero sí las luces de la madre Tierra. No tardaron en comprender que vivían un enclaustramiento, pese a que su madre se esforzaba por ocultárselos y volverlo divertido hasta que finalmente lo entendieran y lo aceptaran. Tenían un deber y debían cumplirlo.

Desconocían cómo es que un niño se creaba, por lo que nunca tuvieron el concepto de la palabra “padre” como para añorar su presencia o preguntar por su ser. “Madre” era lo único que necesitaban comprender en esa sociedad de únicamente mujeres en las que se movían y educaban.

Al tiempo, cuando la palabra “ritual” comenzó a sonar mucho entre su madre y hermanas, sintieron la tensión crecer, inundando su hogar y convivencia con miedo y tristeza.

Su gemela, idéntica a ella  en aspecto, mas no en espíritu, le advirtió que algo malo estaba por pasar, y así fue. Lo había soñado con anterioridad, mas su madre la confortó con la mentira de que —: Sólo fue un mal sueño.

Jamás olvidaría ese lugar al que ella, su madre y gemela fueron casi obligadas a ir. La forma en la que la colocaron en el centro de un círculo rodeado por las hermanas de la Orden. Todas citaban un cántico que se alzaba por encima de las réplicas de su madre, quien gemía en la distancia.

Estaba asustada, el cántico la había adormecido, por lo que no opuso resistencia a que la recostaran en el suelo, justo sobre un charco de agua que despedía olores que la sedaron aún más. Su vista, adormecida, captó la última imagen que sus ojos físicos podrían registrar: una mujer sosteniendo una daga, la cual precipitó hacia su rostro.

 

Todo esto no lo recordaba por sus propios medios, tuvo que buscar la verdad a través de sus dones para estar consciente de ello y comprender…

 

El dolor la había hecho llorar, pero sería una angustia pasajera; aquello era un sacrificio necesario, pues sus ojos físicos bloqueaban su verdadera visión, aquella que le permitiría escudriñar los enigmas del pasado, presente y del futuro con más claridad.

 

El llanto desolador de la madre y de las hijas, gimiendo al unísono a través del cosmos, fue lo que pudo haberlo atraído, nadie lo sabe con certeza, pero en cuanto tal infamia se cometió, el lugar se estremeció por su presencia. Él apareció, su héroe, el hombre que las sacó de ese lugar y de esa vida, llevándolas lejos, a una dimensión de ensueño en donde vivieron felices por muchos años.

 

Tan pequeña y privada de la vista, fue una experiencia desgarradora que nadie pudo curar. El ritual efectuado lo impedía. Desde entonces siempre fue sobreprotegida, más cuando sus habilidades de oráculo comenzaron a florecer tal cual estaba previsto. Lograba ver el mundo y a la gente a través de las imágenes que extraía del pasado, presente y futuro de los demás, por lo que todo comenzó a ser más llevadero.

El tiempo para ellas pasó más lento, sus cuerpos de niñas no cambiaron pese a las décadas, pero de pronto, sin darse cuenta, vio a su hermana crecer y volverse una joven mujer. Contemplarla era como verse a sí misma, por lo que tuvo una idea de su propia apariencia.

 

El señor Avanish las cuidó y educó, fomentando sus habilidades con un propósito. Ella y su hermana lo acompañaron muchas veces a rescatar a otros que, como ellas, sufrían de grandes tristezas y soledad. Algunos de ellos le despertaron sentimientos de compasión, otros de miedo, pero sólo uno de ellos de amor. No el amor que siente por su madre, hermana o amigos, uno que va más allá, que es egoísta y por el que haría lo que fuera por asegurar su bienestar.

En el futuro de ese hombre nunca vislumbró luz, sólo muerte. Intentó cambiarlo, buscó caminos diferentes para él, pero sólo fueron remedios temporales… su destino estaba marcado y no lo pudo modificar…

Quería verlo feliz, y sólo hasta el final entendió que su felicidad estaba en el descanso en el que ella le permitió quedarse dormido. Abrazó su alma como hubiera querido poder estrechar su cuerpo y, bendecido con su poder, le permitió marchar sin que nada ni nadie lo atara a quedarse.

 

Tras eso, se sintió caer en las profundidades de una oscuridad inexplorada. Segundo a segundo, en un limbo que no tiene un fondo.

Entonces, sintió que su hombro se detuvo contra algo que le impidió continuar su descenso. Debió abrir los ojos, sólo para encontrarse rodeada por tinieblas. Al poder ver sus brazos brillando por encima de la oscuridad, supo que se encontraba lejos de su verdadero cuerpo, en un sueño, pues sólo en ellos sus ojos están sanos.

 

Desorientada dentro de esa fosa oscura, distinguió aquello que detuvo su caída. Parecía un capullo de seda negra, atrapado en medio de una telaraña hecha con la misma oscuridad solidificada.

La joven giró su cuerpo, el cual levitaba de cabeza. Miró el capullo, alcanzando a escuchar una respiración proveniente de su interior. Extendió su brazo, protegido con su propia luz, para apartar un poco el velo que cubría el extraño capullo.

Lo hizo con cuidado, pues no deseaba llamar la atención de la araña que pudo ponerlo allí.

Destapó una cabeza repleta de largo cabello ocre. Se trataba de un muchacho, cuyos ojos se encontraban vendados por una tela igual de oscura que la telaraña.

Estaba vivo, pero débil. El prisionero movió la cabeza un poco al sentirla libre. A través del harapo que tapaba sus ojos pudo distinguir una silueta luminosa que llamó su interés.

 

Tara apartó un poco las vendas, descubriendo sólo uno de sus ojos. Ella lo reconoció.

Tú eres… el dios guerrero de Merak, Aifor.

El susodicho, adormecido aún dentro de ese capullo, le dedicó una mirada a la luminosa visión.

Con un gesto cansado y al punto del desmayo pudo decir:—. Es que acaso estoy en tu sueño… o es que tú has entrado en el mío.

Yo —Tara intentó responder—… la verdad no estoy segura —pronunció, contemplando el vacío oscuro en el que se encontraba, el opuesto a su propio santuario blanco.

— Debes salir de aquí —musitó Aifor, no sólo por debilidad sino por precaución. Era la primera vez que veía a esa mujer, por lo que sin importar si era amiga o enemiga deseó alertarla—. Si él se da cuenta estarás en peligro…

¿“Él”? —Tara repasó sus recuerdos de la batalla suscitada en Asgard y de los eventos que la hicieron temer de sus predicciones—. Hablas de Ehrimanes…

Aifor asintió.— Márchate —insistió, cerrando el ojo en clara señal de estar sumiéndose en un sueño profundo.

Espera — Tara le sujetó la barbilla con las manos, intentando mantenerlo despierto—. Aifor de Merak, no entiendo cómo llegué hasta aquí pero hay algo que siempre he querido preguntarte.

El cálido contacto con la oráculo permitió que el joven dios guerrero pudiera mantenerse despierto.

Tú naciste que el don de las predicciones a través de los sueños —recordó—. Quizá eres la única persona en este mundo que puede entender esta tortura —musitó con tristeza—. A comparación de mi habilidad, la tuya es apenas superficial… y sin embargo, pudiste lograr lo que yo no pude: Salvaste a una persona querida para ti… ¿cómo puede ser? —cuestionó, angustiada—. ¿Por qué triunfaste donde yo fracasé?

 

Aifor le dedicó una mirada de completa calma y resignación.

— Lo intenté… Muchas veces intenté cambiar el futuro fatídico de aquellos que en mis sueños… vi morir —confesó—. En todos y cada uno de ellos fallé. Pero tras mi primer y único éxito entendí dos cosas… La primera y la más importante es que… “todos mueren” —susurró, como si fuera un secreto del que nadie podía enterarse—. Cuando entiendes y aceptas eso… tu sufrimiento no desaparecerá, pero será menor. Aunque logres salvar una vida, a esa persona tarde o temprano le llegará la muerte —recalcó, esbozando una ligera sonrisa—. Y lo segundo es —se atragantó un instante—… si pude triunfar… fue porque estaba en mí y sólo en mí poder cambiarlo… En ocasiones pasadas, las vidas de esas personas no estaban en mis manos… la del maestro Clyde sí, y es por ello que pude tomar la decisión que le salvó —explicó, agradecido por la oportunidad—… Aunque hay algo más que aprendí… el futuro puede alterarse, sí, pero a cambio el universo encontrará la forma de equilibrarse… evitar una tragedia sólo desencadenará otra… Sólo mírame… Éste es el precio

Tara escuchó cada palabra, acongojada por la tristeza que percibía en el alma del dios guerrero de Merak.

Una vida por otra vida… —musitó la mujer, descubriendo la posible razón de sus fracasos—. Un sacrificio propio…

— Por supuesto que… también existen los milagros —Aifor dijo con esperanza—. Aún creo en ellos… pese a todo.

— … Eres un buen hombre, Aifor de Merak —Tara pronunció, agradecida—. Ojalá pudiera hacer algo por ti…

— Lamentablemente, no hay nada que puedas hacer —él respondió, pero se retractó al instante—. ¡No, espera…! Quizá sí… Por favor, adviérteles a todos que… Ehrimanes… Sennefer… ellos van a desatar algo terrible…. ¡Ellos van a…!

Tara se sobresaltó cuando un brazo humano emergió por detrás del capullo y tapó la boca del dios guerrero de Merak. En el ojo de Aifor leyó la advertencia de que retrocediera, por lo que lo hizo.

— ¿Pero qué está pasando aquí? —escucharon de una voz maliciosa y burlona que provenía de la oscuridad.

La joven vio a un hombre pegado a ese brazo, el cual retenía la cabeza de Aifor de Merak contra su pecho.

Esto sí que es una sorpresa. Nunca imaginé que la princesita se atrevería a irrumpir en mi humilde morada —se trataba de Ehrimanes, quien incluso en aquel mundo se representaba con la apariencia del joven guerrero de Merak, pero su cabello gris y ojos repletos de centellas lo diferenciaban claramente.

Tara no sabía qué decir; veía tanta angustia en la expresión del verdadero Aifor que por un instante deseó poder ayudarlo.

Como si Ehrimanes se hubiera percatado de la creciente empatía entre ellos, con su otra mano también tapó los ojos de Aifor, reparando el capullo en el que lo mantenía encerrado.

Una vez hecho, el demonio se impulsó hacia la chica, sujetándola de la cintura y brazo como si fuera su pareja de baile.

Yo no… — se sintió intimidada por la escalofriante presencia de Ehrimanes, pero consiguió retener algo de valor para forcejear—. ¡Suéltame!

¿Quieres partir ya? ¿Por qué tanta prisa? Si estabas muy entusiasmada charlando con mi querido “protegido”. Permíteme ser tu anfitrión por lo que resta de tu estadía —dijo de manera hilarante y tenebrosa.

Tú no puedes hacerme daño… Lo sabes. El señor Avanish…

Sé bien lo que significas para él, y sólo por eso es que no he castigado tu atrevimiento, princesita —Ehrimanes la interrumpió, acercando peligrosamente su rostro al suyo—. No sé cómo entraste aquí, pero te aconsejo que no vuelvas a hacerlo.

Tara tembló al ver cómo el rostro de Ehrimanes se deformaba por las sombras, adquiriendo gestos y facciones demoniacas, como colmillos en toda su dentadura.

A nadie le gustan los invitados indeseables, mucho menos a mí. Valoro mucho la privacidad de este lugar santo. La próxima vez que quieras hablar con mi estimado Aifor, mejor habla conmigo —sonrió con una mueca retorcida—. Yo le transmitiré tu mensaje. ¿He sido claro?

Tara no respondió, aguantó el dolor que el contacto con Ehrimanes comenzó a ocasionarle, como si agujas electrificadas estuvieran penetrando su piel.

 

Su vista volvió a llenarse de oscuridad, por lo que supo que había despertado. Ante el desvelo de su madre, abrió los ojos, dejando escapar un sobresalto breve.

Tara tanteó el aire con su mano derecha, ansiosa y asustada, buscando una mano que la sostuviera, siendo siempre su amorosa madre quien lo hiciera.

Con su tacto, podía imaginarla claramente frente a ella, resaltando su imagen en la negrura de su invidencia.

— Todo está bien, hija mía —Hécate le aseguró, con una cálida expresión.

— Madre… —la llamó, gustosa de sentir su mano sobre la suya. Al poco tiempo, percibió que no estaban solas, por lo que su rostro se ladeó un poco hacia la persona que se encontraba a su diestra.

Padre… —musitó, iluminándose la silueta de Avanish en aquel lugar oscuro.

— ¿Desde cuándo lo sabes? —Hécate se impresionó de que lo llamara así.

— … No estoy segura. Quizá desde siempre —Tara respondió, temerosa de la reacción del hombre que le dio el ser.

Justo como aquel día, escuché tu voz suplicante — Avanish dijo con tranquilidad, recordando aquel tiempo en que el súbito e inesperado llamado llegó hasta él, quien se había resguardado en las profundidades del cosmos para descansar—. Sólo que en esta ocasión me llamaste “padre”, por primera vez —aclaró, siendo dicha palabra por la que tomó la decisión de intervenir y salvar la vida de Danhiri; de lo contrario, habría dejado que el destino fluyera tal cual estaba previsto.

— Lo lamento… señor Avanish —Tara se disculpó. Intentó callar, pero estaba deseosa de hacer tantas preguntas que sus poderes no le han permitido responder—. Yo…

— ¿Danhiri lo sabe? —cuestionó Hécate.

Tara sólo negó con la cabeza. — Creí prudente callar, pensando que debe existir una razón por la que no desearan decírnoslo… ¿Es por temor hacia las réplicas?... ¿Orgullo?... ¿Vergüenza? —cuestionó, preocupada por el prolongado silencio en el que sus padres se mantuvieron.

 

Son mi sangre —respondió Avanish, primero—, hijas de un dios con una mortal. Protegerlas era nuestro deseo, e impedir que el ego contaminara sus almas nuestra intención.

Hécate asintió para proseguir—: Tú y Danhiri nacieron con un gran poder que otros podrían querer aprovechar o lastimar. Iguales en cuerpo, pero diferentes en alma; tú con dotes de oráculo y Danhiri con la fuerza de un titán… las hermosas hijas de Avanish, el primer Shaman King, su legado para esta nueva era… Callé por temor a eso —la Patrono confesó con pesar, reviviendo en sus memorias los momentos difíciles, pero a la vez dichosos, de su vida—. El señor Avanish no lo supo… no le permití saberlo, ni a nadie… pero mis hermanas lo descubrieron e intentaron apropiarse de ustedes y hacer su voluntad —. Ese viejo rencor inundó sus ojos de lágrimas por unos momentos—. No culpes al señor Avanish de tu tragedia, hija mía. Fui yo quien creyó que lo mejor sería mantenernos alejadas y no interponernos en su camino… uno que yo sabía se cumpliría en su momento. —Hécate contempló a su señor con ojos de amor.

La mujer lo conoció cuando la juventud aún iluminaba su rostro, y aunque el tiempo en ella no se detenía, a diferencia de en su señor, los sentimientos que formó continuaban tan fuertes como desde aquel día en que se entregó a él, en cuerpo y alma.

Tara percibía esos sentimientos a su alrededor, el amor de su madre por su padre. Era triste no poder sentir que fueran correspondidos, ningún sentimiento fluía del corazón de su padre… pero siempre ha sido así.

Nunca ha sido capaz de leer sus emociones, ni percibirlas con la misma facilidad con la que siente a los demás. Pero es claro que todas las atenciones recibidas de él reflejaban su amor por ellas… jamás lo dirá con palabras, ni con afecto físico, pero sí con conocimiento, cuidados y protección…

Quizá los dioses tienen esa habilidad, esconder sus corazones de los mortales. ¿Con qué propósito? Tal vez no estaba en los humanos comprender los sentimientos de seres de tan elevada existencia… o sólo es su manera de ocultar alguna debilidad y así proteger su inmortalidad.

 

— No los culpo —Tara dijo al fin, estirando su brazo libre en un intento de sujetar la mano de su padre.

Avanish contempló esa delicada mano, la cual parecía no querer tomar, pero al final la cogió con cuidado.

Tara sonrió al sentirse feliz, pero de golpe recordó todas las preocupaciones que había en su alma, y una urgencia por exteriorizarlas la hizo temblar.

— Danhiri… ¿ella… está? —La sola idea de haber perdido a su gemela la sobrecogió.

— Vive —respondió su madre—. Gracias al esfuerzo de todos nosotros su vida ya no corre peligro, pero —Hécate pausó de forma involuntaria—, es posible que no desee volver a luchar…

No hará falta —Avanish se adelantó, con su voz calma—. Ni Danhiri, ni Tara volverán a pisar el campo de batalla… Ya no son necesarias —sentenció, soltando la mano de su hija al ponerse de pie.

— Pero… señor Avanish —Tara se contrarió. En el pasado, tales palabras habrían traído alegría y paz a su corazón, pero ahora…

Su esfuerzo y lágrimas serán compensados —aseguró el señor de los Patronos—. Cumplieron su papel en esta cruzada, del resto yo me encargaré. —intentó irse.

— Señor Avanish. —Tara buscó levantarse, pero sólo pudo sentarse con ayuda de Hécate, quien la sostuvo de los hombros—… ¡Padre! — Volvió a llamarlo, siendo de nuevo esa palabra la que lo obligó a detener sus pasos antes de desaparecer.

— Sólo pocos quedan para combatir a tu lado… Y entre ellos hay quienes albergan una gran oscuridad… No vayas con ellos a la lucha —suplicó, temiendo por su bienestar.

Tu preocupación es innecesaria. Conozco bien lo que habita en los corazones de cada uno de los guerreros que mantengo a mi lado… sé sobre sus deseos y ambiciones —confesó con total indiferencia—. Desde el principio, les prometí que al final de esta guerra les heredaría el mundo; sabiendo que todos y cada uno de ustedes podrían llevar a esta Tierra y a su población hacia una verdadera evolución. Los más virtuosos murieron por la causa, y es lamentable… pero incluso en aquellos que aún siguen de pie, vislumbro un porvenir… El método es debatible pero, ¿acaso no lo fue también el inicio de esta nueva era?

Tara se estremeció. ¿Acaso él estaba consciente del peligro que el dios guerrero de Merak buscó transmitirle?

— Ahora, descansa —le pidió, disipándose dentro del campo oscuro de su visión—. Es momento de que dejes de preocuparte por otros y veles por tu propia vida… Mientras yo exista, el futuro no volverá a atormentarte… Ese es mi regalo para ti, como debió haber sido desde el principio.

 

Tara lo llamó repetidas veces, pero no logró hacerlo volver. Se refugió en su madre, quien la abrazó con gentileza.

Hécate no pronunció palabra, pero lágrimas corrieron por sus mejillas al ser consciente de la bondad oculta de su amado.

 

FIN DEL CAPITULO 49


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 21 marzo 2015 - 15:23

Capitulo 7:

 

muy buena fueron las peleas de los plateados

es genial el personaje de Elphaba de Perseo

 

aunque la idea del simulacro me parece demasiado radical

 

PD: Felicitaciones por tu prox matrimonio 

 

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Publicado 23 marzo 2015 - 20:10

primero muchas felicitaciones por este gran paso que vas a dar

que su relacion este llena de mucha felicidad, y muchas bendiciones

 

--------------------------------------------------------------------------

 

ahora si cada vez mejor la historia

 

aunque se me esta volviendo dificil seguir el hilo, cada vez me sorprende mas la trama

 

 

saludos

 

:s50:



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Publicado 23 marzo 2015 - 21:04

Seph, q gusto leer una vez más de este grandioso fic. Es cada vez mejor, y cada nuevo capítulo sorprende. No puedo creer q Avanish sea padre, pero me molesta esa falsa y aparente bondad q tiene, cuando quiere destruir todo. Y ya sabía q tarde o temprano Albert se iba a convertir en traidor. Ojalá q Shiryu se pueda dar cuenta antes d q sea tarde. Una pregunta: ¿dónde está Seiya? ¿No se supone q está siempre con Shiryu? Eso me pareció extraño. Bueno, quiero seguir disfrutando este fic.

Y ahora lo más importante para el final: muchas felicidades por tu próximo casamiento, q seas muy feliz, y tu vida sea próspera. Un saludo gigante, y te deseo lo mejor!!



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Publicado 24 marzo 2015 - 13:20

Me encanta el trama, un poco extensa pero me encanta leer.

Saludos y éxito, y ya no nos dejes en tanto suspenso



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capitulo 8:

 

Espero que shiryu tenga un plan oculto muy bueno porque la mayor parte de las decisiones que tomo no me parecen muy sensatas.

y luego culpan de que los geminis se vuelvan traidores XDDD

 

 

buen personaje el de  Freya  parece que las feminas tendran un buen papel en tu fic

 

 

 

 


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Publicado 28 marzo 2015 - 09:38

capitulo 9:

 

pobre athena era la oveja negra de la familia XDD

me agrado la reunión familiar y la aparición sorprendente de zeus


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Publicado 01 mayo 2015 - 15:36

capitulo 10:

 

me agrado las batallas que se libran en el santuario,me hace recordar al clásico aunque

esta vez es el grupo de villanos quien intenta atravesar las 12 casas

 

muy buen personaje  Hafiz,fue épico su enfrentamiento con el dorado de escorpio

 

 

 

 


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Publicado 17 mayo 2015 - 09:29

buena pelea la de acuario y Giezi

 

Terario de Acuario se le dio por imitar al heroico y pelear sin armadura XDD

 

Giezi demostro ser un buen rival 

 

Es un gran fic


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Publicado 27 mayo 2015 - 18:26

Saludos comunidad de SS Foros ¿cómo están? Espero que bien.

Quizás preocupe a uno que otro por mi ausencia, pero no mentiré, tuve una prolongada etapa en la que la inspiración no llegaba por más que la forcé y vaya qu elo intenté. Pero ya que me relajé un poco el capitulo de este fanfic ya salió.

 

Agradezco mucho a los lectores que me echan porras :D

Bolt, carloslibra, Fenrir de Arioto Epsilon y T-800 (quien ya veo has podido avanzar, eso es bueno jejeje y que las peleas hayan sido de tu agrado hasta ahora n.n)  y lamento mucho el retrazo, pero aquí estamos de nuevo.

 

En este momento ya ando estructurando lo que será la ARC final de este fanfic y llevo pensado bien hasta el capitulo 54, pero aún es dificil para mí decirles el total de capitulos que esto tendrá pues aún hay cosas que resolver y peleas que narrar... estará de locos, pero confío en que podrán aguantarlo jejeje.

 

Un abrazo fuerte a todos y sin más les dejo ya el capitulo. ¡Un saludote, besos!

 

***********************

 

Kenai de Cáncer abrió los ojos lentamente. Permaneció tendido en el suelo, contemplando el cielo blanco frente él. Sintiéndose aletargado, no estaba seguro de cuánto tiempo había pasado allí, en el valle blanco de la muerte.

El santo no parecía interesado en ponerse de pie o en tener pensamientos coherentes, estaba hechizado por el ambiente. Por primera vez sentía esa calidez y cobijo que sólo las almas de los muertos sienten al caminar por el lugar…

Antes, cuando entraba allí por entera voluntad, sólo sentía frío y un cosquilleo incómodo que lo apresuraba a querer marchar, quizás como un mecanismo de defensa de ese sitio sagrado; pero ahora su estadía resultaba tan placentera que por su cabeza no podía cruzar la idea de marcharse.

 

Cerró los ojos, deseando conciliar el sueño nuevamente. Pero en el intervalo que a uno le toma caer bajo el hechizo de las deidades del sueño, escuchó una voz lejana que dijo su nombre. Abrió los ojos con asombro al creer reconocer dicha voz. Kenai pensó haberlo imaginado, mas cuando el fenómeno se repitió el gozo hinchó su corazón. Sus recuerdos lo hicieron remontarse a un pasado distante, cuando era un niño dormilón y su padre lo llamaba con insistencia desde afuera de casa para ir de pesca.

Se levantó del suelo con la misma prisa, expresión atolondrada y cabello despeinado.

— ¿Padre?... —Kenai intentó razonar, su padre había muerto hacía ya tanto tiempo, pero no pudo, no esta vez—. Ya voy padre… ¡ya voy! —dijo, atrapado por el recuerdo, impulsado por la fuerza de sus sentimientos sin poder recordar que así era como trabajaba ese limbo para que las almas avanzaran dichosas hacia el otro mundo.

El alma de Kenai pasó de sólo caminar a trotar en dirección al remolino de luz que a lo lejos se alzaba. Sin embargo, tropezó cuando algo golpeó sus piernas. El santo cayó al suelo, resintiendo el impacto en la barbilla y un fuerte pisotón en la parte media de la espalda.

 

Ah, con que aquí estabas—escuchó otra voz que se le dificultó reconocer por las fuerzas que tenían sometido su ser—. Detesto cuando las ovejas se descarrían del camino, pero ya te encontré.

Kenai miró sobre su hombro, encontrándose con un joven de pálida piel, largo cabello negro y fieros ojos dorados. Enseguida comprendió que fue él quien lo hizo caer, lo golpeó en la espalda y ahora lo retenía en el suelo con su pie descalzo.

El santo pestañeó repetidas veces, como si el influjo del mundo espiritual lo estuviera abandonando para volver a ser dueño de sí mismo. El contacto con ese pie resultaba tan helado que lo despojó de todo calor y confort con la misma crudeza con la que un cazador arranca la piel de una presa muerta.

Los ojos de Kenai recuperaron un brillo de conciencia, pero aun así se estremeció al ser todavía capaz de escuchar el llamado de su padre. De manera involuntaria volvió a lanzar sus ojos hacia el remolino de luz, esperando verlo allí.

— ¿Hmm? ¿Qué sucede? ¿De verdad tienes tantos deseos de ir hacia allá? —cuestionó el amo de la muerte y regidor de la antesala al más allá—. Si es así entonces puedo complacerte —dijo con evidente malicia, disminuyendo la presión con la que retenía el alma del santo dorado.

Kenai bajó la cabeza al suelo, tapándose el rostro en un intento por reacomodar sus pensamientos y memorias.

— ¿Qué sucedió? —cuestionó él—. Yo… recuerdo que… Parece que el plan no salió del todo bien… sobre todo en la parte en la que no debía morir —se mofó de sí mismo, lanzando una mirada por encima de su hombro y mirar a la muerte con la misma osadía de siempre.

¿Morir? —La joven deidad se cruzó de brazos, resaltando en su faz un semblante de disgusto y poca paciencia—. Eso quisiera, así dejarías de molestarme, pero no, no tengo esa suerte —anunció, para sorpresa de Kenai.

— Entonces… ¿Cómo es que yo puedo escuchar a….?

Tu cuerpo físico se encuentra aún con vida, lo único que debes hacer es regresar a él —dijo el ente de ojos dorados—. Sí que eres un humano con mucha suerte.

— ¿Es eso cierto? —Kenai cuestionó, incrédulo.

¡¿Acaso estás sordo?! Ya me escuchaste, aunque no es de mi agrado. Mereces un castigo, tú y ese idiota de Nihil, pero en vez de eso tengo que dejarte volver. —La Muerte pisoteó una vez más al santo, ocasionándole un terrible dolor, como el de una plancha ardiente sobre su piel—. Que les haya permitido tener comunicación conmigo todos estos años no significa que me agraden, mucho menos que sean mis amigos —aclaró, con el rostro ensombrecido por energía oscura, liberando su auténtica voz dentro de la que se escuchaba un eco con diferentes e innumerables timbres—. Te lo he repetido hasta el cansancio, la única razón por la que soy permisivo con ustedes es porque me lo pidió el señor Asakura, pero no por ello van a abusar de mi buena voluntad.

Kenai ya había enfrentado el mal carácter del espíritu de la muerte, pero era la primera vez que sentía una amenaza real.

La Muerte lo alzó por el cuello, pegando su frente a la del santo para intimidarlo.— Sé por qué lo hicieron, pero eso no quita que haya sido indebido. Que sea la última vez que traen a tantos espíritus de tal manera… ¿Te quedó claro? No eres el único que tiene un lado malo que se esfuerza por ocultar... No te gustaría ver peor cara.

El santo intentó hablar, pero la Muerte se lo impedía con un fuerte apretón que lo estaba haciendo desfallecer.

La Muerte vislumbró algo que descendía del cielo de su reino, sabiendo exactamente cuál era su objetivo allí.

Pero sí hay alguien a quien deseo mostrársela… y sigue siendo tu tarea que se logre ese encuentro, Kenai. ¿Acaso lo olvidaste? —cuestionó la Muerte, quien estiró la mano y sujetó la punta del listón blanco que llegó hasta ellos desde el infinito—. Estuvieron muy cerca, pero no lo suficiente… Ya se ha vuelto una cuestión personal y muy peligrosa —explicó, enredando ese listón blanco en el brazo de Kenai —… Demasiado.

La Muerte soltó el cuello de Kenai, pero siguió reteniendo su brazo vendado.

La única razón por la que te dejo ir es para enviar un mensaje: destruyan el Cetro de Anubis, de lo contrario el caos que está por desatar en tu mundo será mucho más devastador del que ocurrió el día del nacimiento de esta nueva era. —La Muerte abandonó su forma humana, incendiándose en llamas negras que se ampliaron hasta formar un tenebroso titán de sombras que sostenía al diminuto mortal entre su dedo pulgar e índice. Hazlo y te juro que yo mismo sentenciaré a tus enemigos; falla y jamás permitiré que tu alma alcance su lugar dentro de los Grandes Espíritus —amenazó, soltando la pequeña alma.

Sofocado por las llamas de la muerte, Kenai sintió que fue jalado por el brazo. El listón blanco se tensó en su extremidad antes de jalarlo hacia el infinito, con una fuerza que bien pudo haberle dislocado el hombro de encontrarse en su cuerpo de carne. Subió y subió a gran velocidad, sujetando el lazo al temer que fuera a romperse.

Su ser ardía, quizá por la velocidad o tal vez por acercarse al límite del velo que separa los mundos. Sintió atravesar un umbral, pues el blanco que nublaba su visión se tornó en un remolino de colores que le revolvió el estómago.

Tosió escandalosamente al sentir que sus pulmones se quemaban y cenizas inundaban su garganta.

 

— ¡Lo hizo, se movió! —escuchó a un chiquillo gritar.

El santo dorado se golpeó el pecho repetidas veces, notando que sólo aire salía de su ahogamiento pese a la sensación infernal que le quemaba por dentro. Con los ojos llorosos miró el rostro del niño asustado que sujetaba fuertemente el otro extremo del lazo blanco.

— … ¿Dónde…? —Kenai logró pronunciar al contemplar al niño, quien permaneció estirando esa venda como si fuera una caña de pescar.

— Oh, pudiste volver, comenzaba a preocuparme —escuchó de la voz de una anciana que le transmitió un horrible escalofrío.

Kenai se precipitó a alzarse de la cama, pero terminó cayendo sobre la blanda superficie con claro malestar.

— No estás en condiciones para eso, muchacho —se burló la mujer, quien apartó al chico para tomar su lugar y sostener ella misma el listón blanco —. Tómalo con calma, puede que tu alma aún no esté bien adherida a tu cuerpo. Fueron simples días para ti, pero en el más allá sabes que el tiempo corre de diferentes maneras.

Kenai miró fijamente a la anciana de cabello rojo, aturdido en parte por el poder espiritual que la envolvía.

— ¿Quién es usted…? —deseó saber, tendido en la cama de la que no podía levantarse.

— Señora Althea, mire, mire —dijo el niño, señalando el pecho del santo.

— Althea… la hechicera. —Kenai recordó haber escuchado su nombre entre los habitantes de Villa Rodorio.

— Hmmm supongo que estaba de muy mal humor —musitó la anciana al ver lo que el chiquillo señalaba con tanta insistencia. —. Llamar tu regreso un “éxito” podría ser prematuro.

De manera inconsciente Kenai bajó la vista, notando una severa quemadura negra en su pecho que simulaba el trazo de cinco garras que iniciaba desde su cuello y recorría hasta su costado izquierdo en forma diagonal.

El santo contempló la marca carbonizada, pero no le dolía en lo absoluto.

— Sin temor a equivocarme —dijo la mujer al acomodarse las gafas rojas—, diría que ahora estás comprometido a hacer algo en su nombre, de lo contrario... Créeme niño, no querrás saberlo.

Kenai se acordó de la amenaza del espíritu de la muerte, imaginando que esta era su forma de recordársela.

— Mailu, ve por algo de comida, la necesitará —ordenó la anciana, a lo que el niño renegó un poco pero terminó marchándose.

— Yo no necesito… —Kenai intentó volver a levantarse.

— Claro que la necesitas, estás débil como un bebé —rio la hechicera al empujarle la frente con la punta del dedo y el santo perdiera el equilibrio, cayendo al colchón de nuevo—. Tu cuerpo físico necesita de los nutrientes básicos y tu alma un tiempo para asimilar lo que pasó, muchachito tonto. Para ser un “shaman” eres bastante descuidado, pero así son los jóvenes, viviendo siempre tan a prisa.

Kenai la miró con cierto reproche.

— Si fuera por mí te dejaría ir, pero le prometí al Patriarca que te repondrías y eso vas a hacer. Será mejor que seas un buen paciente, prometo que tu recuperación será rápida, a diferencia de este otro jovencito —sentenció, señalando al durmiente Sugita.

— ¿El Patriarca? Debió estar desesperado si decidió aceptar su ayuda —recalcó Kenai, intrigado por la vieja bruja.

— Es un buen hombre.

— ¿Qué es lo que le pidió a cambio? —el santo deseó saber.

— Nada que no pueda pagar…

 

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Capítulo 50

Lágrimas y sacrificios. Parte II.

 

El Santuario se había vuelto su nuevo hogar. Poco a poco lo ha ido asimilando, pero no por ello la pérdida de su familia era menos dolorosa.

Adaptarse había sido algo difícil, pero su amistad con Víctor y Ayaka lo hizo más llevadero; la amabilidad del Patriarca y su esposa le hacían sentir confianza; y que un santo dorado le hubiera jurado que sería su guardián lo hacía sentir seguro.

Hubo un momento de confusión, pensó que quizá el hombre que lo salvó se refería a convertirlo en su “escudero” así como Víctor lo era del santo de Acuario. Mas Asis de Sagitario le explicó que él había hecho una promesa y que por ese juramento es que hasta el día de su muerte velaría por su bienestar. En honor al guerrero que él conoció como Giovanni, Asis tomaría su lugar como su protector.

 

¡Arun! ¡Arun! —escuchó que lo llamaban con insistencia, siendo su nombre las únicas palabras que entendía de la lengua del enérgico niño que ahora jugaba bajo el sol.

A diferencia de él, quien prefería vestir una capa y capuchón para protegerse del incandescente rayo del sol, el príncipe Syd de Asgard gozaba de la ropa delgada y corta que debía vestir en tierras griegas, hasta se había quitado las sandalias para juguetear entre la tierra.

Quizás era su juventud lo que le impedía sentir desagrado por el clima cálido y el ambiente terroso. El pequeño príncipe parecía encantado; extrañaba la nieve, sí, pero eso no le impedía disfrutar de su estadía allí pese a todas las circunstancias.

 

Arun era el mayor del grupo de niños que ahora moraban en el Santuario — sólo por meses, renegaba Víctor—, por lo que él y Ayaka lo dejaron a cargo de Syd como una especie de hermano mayor. No pudo negarse pues sus amigos habían sido convocados a cumplir sus respectivos deberes.

 

¡Arun! ¡Arun! ¡Ven! —insistió Syd, alegre y sonriente, sujetando el cordoncito del extraordinario juguete que Víctor le prestó.

Volar un cometa no era algo que Arun considerara divertido, por lo que se resistía a exponerse al potente brillo del sol y sólo permanecía sentado bajo la sombra de su capa y de un viejo pilar. También prefería mantener la distancia, pues todo este tiempo era Víctor quien les servía de traductor y Syd no hablaba ninguno de los idiomas que él dominaba. Le incomodaba no entenderlo... aunque más bien le apenaba, sobre todo cuando el pequeño se esforzaba por aprender palabras claves, las cuales dejaba escapar con un acento que resultaba “encantador” —según palabras de la niña lemuriana.

 

Eran dos pequeños en cuyos cuerpos residían las almas de dos inmortales, por lo que pese a sentirse solos y libres en aquel campo desértico que eligieron para jugar, no lo estaban. Había guardias y un par de santos de Plata que los custodiaban por órdenes del Patriarca. Algunos sabían la verdadera razón, otros sólo podían imaginar que era por la presencia del príncipe de Asgard.

 

Seiya de Pegaso era quien los observaba más de cerca. Para algunos resultaba extraño verlo relegado a ese puesto de “niñera”. Aunque si fue por órdenes del Patriarca era entendible, o inclusive por propia voluntad al considerar a tales invitados una amenaza latente… pero todos se equivocaban.

Se permitió ser voluntario, sí, pero en un intento por alejarse de aquellos que pudieran darse cuenta de sus dolencias, las cuales en los últimos días habían aumentado su intensidad y duración… tanto que en ocasiones el dolor lo había hecho desmayarse por prolongados minutos. Para su suerte, o infortunio, nadie había estado cerca cuando ocurrieron dichos desvanecimientos, pero sabía que ya no podía ser normal.

El dolor lacerante en el interior de su pecho —el corazón tal vez—se volvió su primordial preocupación. Por supuesto que buscó ayuda, no era tan necio como muchos aseguraban, mas no encontraron ningún mal, cuando menos no físico. Tenía una buena salud y condición, no por nada era un extraordinario guerrero de Atena.

Se atrevió a confiar en una de las amazonas del Templo de Curación, a quien le hizo jurar no discutiría de su visita con nadie. Ella tampoco encontró nada fuera de lugar, pero le hizo ver que su malestar probablemente era producto de sus antiguas heridas de guerra. ¿Quién no sabía en el Santuario que él había recibido los numerosos ataques de guerreros divinos y hasta de los mismos dioses en defensa de la humanidad y de la Tierra? ¿Podría ser que al fin el castigo divino estaba llegando a él? ¿Su cuerpo estaba consumiéndose por tal ofensa a los dioses?

De ser así, ¿cuánto tiempo más de vida le quedaría? ¿Cuánto más resistiría? No deseaba que otros se preocuparan o sufrieran por su causa, mucho menos Shaina...

Le sugirieron que en esas circunstancias podría, si él quería, consultar a alguien como Kenai de Cáncer, pero la sola idea… el simple pensamiento viajando por su subconsciente lo hacían decir “No”, en un rechazo automático que no alcanzaba a comprender… ¿Por qué temía exponer su mal a otros? Sobre todo al shaman de la Casa de Cáncer…

 

— ¿Perdido en tus pensamientos, Pegaso? —escuchó decir de una voz femenina, aquella que distrajo su mente y lo llevó a olvidar todo cuestionamiento—. No me dirás que tanto tiempo observando a esos niños te hace pensar seriamente en tener los propios —dijo en broma la amazona plateada de Ofiuco.

En su distracción, Seiya de Pegaso no percibió su arribo hasta que ya se encontraba justamente a su lado. De tratarse de una asesina contratada para tomar su vida, habría sido degollado sin siquiera ver quién lo golpeó.

— Sabes bien que la proposición te la he hecho. —Seiya se mantuvo sentado en la bardita de rocas blancas sobre la que había decidido llevar a cabo su vigilia. Con una seña invitó a la amazona a sentarse a su lado, donde discretamente entrelazaron sus manos—. Y he respetado tu decisión y sentir.

— No era un reproche, y lo sabes —se apresuró a decir la mujer—. ¿Te sientes bien? Luces fatigado.

— Estoy bien —mintió, como se había acostumbrado a hacer—.Sólo que es algo aburrido vigilar a dos niños tan bien portados —se obligó a sonreír y bromear.

Ambos los miraron en silencio por unos segundos. —Es increíble pensar que dos dioses extranjeros se encuentran aquí, refugiados en el Santuario —comentó Shaina.

— Dímelo a mí… Odín, de quien alguna vez recibí ayuda, ahora necesita la mía.

— De no ser porque sabemos dónde está Poseidón y que Hades fue eliminado, estoy segura de que las Moiras, en su extraño sentido del humor, habrían puesto a uno de ellos aquí mismo —comentó la amazona.

— Tenerlos aquí es una invitación abierta a nuestros enemigos de venir a buscarlos —dijo el santo de Pegaso—. Y es algo que espero que hagan, esta persecución debe de terminar de una vez por todas.

— Escuché sobre la aparición de Ángeles del Olimpo, pero más como enemigos que como aliados. ¿Qué razones tendrán para ello? ¿No se supone que ahora es Atena quien rige en el Olimpo?

El rostro de Seiya se ensombreció por la preocupación que aún le despertaba el recuerdo de Saori Kido.

— Es lo mismo que quisiera saber… Ni siquiera Shiryu lo puede explicar, no ha habido más comunicación entre ellos.

Shaina quedó unos instantes cabizbaja antes de decir —: Ella debe de estar bien. Llegaremos al fondo de esto, ya verás. —intentó tranquilizarlo posando su mano sobre su hombro, sabiendo el gran espacio que Saori Kido aún ocupa en su corazón.

 

* / * / *

 

Templo de Aries.

 

Ayaka miró fijamente a aquel hombre de inquietante presencia. De no ser porque estaba respaldado por la señora Shunrei se habría negado a su petición.

En esta Era sólo ella y su maestro Kiki tenían los conocimientos sobre la reparación de las cloths de los santos, que el sujeto enmascarado se atreviera a asegurar lo contrario la hirió, pero cuando escuchó que él era un shaman logró entender lo que planeaba… cuando menos un poco.

 

El shaman le pidió que reuniera las cloths heridas y muertas en el salón de batallas del Templo de Aries, le prometió que él las repararía y que necesitaría de una asistente hábil a su lado. La pequeña lemuriana encontraba al shaman un tanto intimidante, pero la presencia de la señora Shunrei le permitía armarse de valor.

 

Ayaka obedeció y en poco tiempo reunió las cajas de Pandora de todas las cloths que necesitaban ser atendidas.

Los minutos que le tomó hacerlo, empleando su telequinesis para desplazarlas, fueron utilizados por el shaman para realizar sus propios preparativos.

Le habría encantado estar más atenta, pero sólo la señora del Patriarca estuvo presente durante todo el ritual por el cual el enmascarado abrió las puertas del más allá y solicitó permiso para que determinada alma pudiera volver al mundo de los vivos.

La invocación fue exitosa y la luminosa alma encontró cobijo en el interior del cuerpo del shaman, a quien por un instante creyeron herido por el leve quejido que se escuchó detrás de su máscara.

 

Ayaka fue quien sujetó a Shunrei por el brazo, pues la mujer intentó ir hasta él. La pequeña le advirtió por experiencia —gracias a Kenai—, que había que ser precavidas en esos asuntos de shamanes y no entrometerse, por más que uno los viera sufrir.

 

La posesión resultó bien, lo supieron cuando las cajas de Pandora se alzaron en el aire por disposición del shaman, colocándose en círculo a su alrededor.

— Qué poderoso cosmos… —musitó Ayaka, sensible a la energía tan diferente que ahora desprendía el hombre enmascarado.

Pequeña —la llamó el alma de quien ahora residía dentro del cuerpo del shaman—, ¿podrías asistirme? —preguntó extendiendo la mano como el cirujano que espera el escalpelo de su enfermera.

Ayaka abrazó la mochila que colgaba de su hombro, con tal énfasis que cualquiera pensaría que estaba por escapar, llevándose con ella las preciadas herramientas de su maestro. Pero al ver todas las armaduras que necesitaban de su ayuda entendió que, en ausencia de Kiki, ella debía responsabilizarse de su reparación.

La desaparición de su maestro la tenía muy mortificada y triste. Le apenaba no poder tomar su lugar apropiadamente, sus conocimientos aún no eran tan bastos como para llevar una tarea como esa sola. Sentía humillación al tener que confiar en un completo extraño, pero si el Patriarca lo ordenaba ella tenía que actuar con propiedad.

La lemuriana se adentró a aquel círculo de cajas, abriendo la bolsa ante el shaman. El hombre enmascarado bajó una de sus rodillas al suelo, admirando las relucientes herramientas que han pasado de generación en generación entre los hijos del continente perdido que sirven a Atena desde su alianza con Atlas, antiguo rey de la Atlántida.

— ¿De verdad podrás hacerlo? —cuestionó ella, con una actitud más fuerte y decidida—. Yo misma puedo hacer un esfuerzo por reparar las cloths dañadas pero… sólo el maestro Kiki puede revivir armaduras muertas —explicó, avergonzada.

Resultará, confía en mí —el enmascarado le pidió, volviendo a extenderle la mano, con la esperanza de que la niña depositara su fe en ella—. Sé que estás preocupada por tu maestro, pero te aseguro que estará bien. Él tenía más o menos tu edad cuando comenzó a seguir a los santos y servir a la diosa Atena en batalla; conoce los riesgos que eso conlleva y los ha afrontado con valentía; ha logrado sobrevivir a todos esos peligros y ésta no será la excepción.

— ¿Conoces al maestro?—preguntó, curiosa.

Podría decirse, en otra vida —respondió con clara nostalgia.

Ayaka meditó unos segundos. Había una familiaridad en ese hombre que no alcanzaba a comprender, pero de alguna forma le hizo olvidar sus miedos y prejuicios.— Un amigo del maestro es también mi amigo, por lo que confiaré en ti… Además, sé que los shamanes pueden ser personas de confiar, Kenai es la prueba de ello.

La niña tomó dos de las herramientas y las colocó en las manos del shaman—. Pero aun así te estaré vigilando.

El shaman asintió y agradeció la confianza. Sujetó los dos extraños martillos de metal dorado con una seguridad que Ayaka sólo había visto en su maestro.

Comencemos entonces. Me alegra que hayan venido —el hombre dijo, para extrañeza de la niña quien no había percibido a las personas que poco a poco se reunieron en el Templo del Carnero Dorado.

— El Patriarca nos avisó de lo que aquí estaba por suceder. Pidió voluntarios, por lo que aquí estoy—dijo la primera en dejarse ver: Calíope de Tauro. Su armadura sufrió graves daños por su encuentro con Avanish, pero a diferencia de las de sus hermanos de oro, la suya aún vivía.

— Ya que nuestros compañeros han luchado tan valientemente contra los Patronos, siento que es justo honrar y corresponder sus esfuerzos. Tienes mi colaboración —comentó el santo de Leo, Jack.

— A riesgo de resultarles algo impropio, también ofrezco mi ayuda —se adelantó a decir Freya, diosa guerrera de Asgard—. El Santuario fue mi hogar durante un largo tiempo y ha sido un gran aliado para Asgard. En nombre de esa amistad, por favor, permítanme unirme a ustedes.

— No espero que nadie más se haga responsable de mis actos —pronunció una voz poco conocida entre los santos dorados, uno de los más recientes miembros del Santuario: Asis de Sagitario—. Yo pagaré el precio que se necesita para devolverle la vida a mi armadura.

 

Si están aquí es porque entienden lo que deben ofrecer —dijo el shaman, al mismo tiempo que las cajas de Pandora de Acuario, Capricornio, Escorpión y Sagitario se abrieron, mostrando los trozos sin vida de las cloths, las cuales habían perdido su forma y brillo.

— El Patriarca fue claro —dijo Calíope, encaminándose hacia donde se encontraban los restos de la armadura de Escorpión y sin vacilación se hirió la muñeca izquierda para comenzar a sangrar.

Freya la imitó, vertiendo su sangre sobre la destrozada armadura de Capricornio. Jack ofrendó la suya a la de Acuario, mientras Asis hizo lo propio con la de su constelación.

— ¡Espere! —clamó Ayaka al ver a este último cortarse la muñeca—. Usted se acaba de recuperar, no debería exponerse de esta manera.

El santo de Sagitario ni siquiera miró a la niña para responder —: Agradezco tu preocupación, pero no puedo esperar a que otros hagan esto por mí. No me conocen lo suficiente como para pedirles que finjan simpatía.

— Esa clase de actitud no ayudará a acelerar el proceso—comentó Calíope con cierta sorna—, te lo aseguro.

— Déjalo —intervino Jack con buena actitud—, en el fondo los hombres como él suelen ser buenas personas. Cierto, ¿Nauj?

 

El santo de Libra permanecía callado y atento, recargado en una de las columnas del templo. Habría preferido dar media vuelta al ver que no necesitaría rebanarse la muñeca pues los voluntarios fueron más de lo esperado. Pero aun así, decidió quedarse y ser testigo de tal ritual.

— Sabes que no me gusta que hagas esas comparaciones —aclaró Nauj, fingiendo desinterés con un gesto de fastidio—. La verdad es que son unos insensatos. Dar la mitad de su sangre para reparar armaduras de santos que posiblemente no se recuperen para las próximas batallas es absurdo. Esta acción los debilitará, ¿se imaginan lo que sucedería si el enemigo decidiera atacar justo ahora?

— Hasta donde tengo entendido, las fuerzas del enemigo también fueron mermadas durante los últimos combates. De poder atacarnos ya lo habrían hecho, aprovechando nuestra aparente debilidad —comentó el santo de Sagitario.

— O están planeando alguna artimaña —añadió el santo de Libra.

Puedan o no sus compañeros luchar, las cloths deben estar listas para enfrentar a los enemigos del Santuario —dijo el enmascarado, atento al incremento del cosmos de los guerreros que ofrendaban su sangre—. Ese es el deseo del Patriarca y el de las almas de las armaduras. Se han perdido las cloths de la Copa y de Aries, no podemos permitirnos más privaciones.

El shaman avanzó en dirección a Calíope de Tauro, tocando su muñeca sangrante con la punta de los dedos—. Es suficiente, el resto pueden dejarlo en nuestras manos —explicó.

La amazona de oro se sorprendió al notar que ya no sangraba más, ni siquiera había quedado una cicatriz.

El shaman repitió ese mismo toque curativo para el resto de los guerreros que lucían agotados por la sangre pérdida, aunque algunos sabían cómo mantener una firme apariencia pese a que les temblaran las rodillas.

 

* / * / *

 

Templo de Acuario

 

Terario abrió los ojos después de veinte horas desde su último momento de conciencia. No tardó en saberse a salvo, en el Santuario, sin entender cómo es que había sobrevivido al ataque del misterioso arpista. Cuando se lo explicaron no pudo creerlo, aun ahora le parecía demasiado improbable.

 

Se sentía tan cansado como la última vez que despertó, parecía que el reposo no era suficiente para curar su fatiga, pero la cama resultaba ya incómoda para su propia espalda. Con el cuerpo seriamente lastimado, permaneció tendido en el lecho de su habitación, sumergido en ese silencio al que a partir de ahora debía acostumbrarse, pues por el resto de sus días sus oídos permanecerían sordos, y sólo el sonido de sus pensamientos le acompañaría en tan atronador vacío.

¿Lamentaba su pérdida? Un poco, pero las consecuencias de la batalla podrían haber sido mortales. Debía sentirse afortunado de poder estar vivo a diferencias de otros.

El camino de un santo era de dolor y sacrificio, no emprendió su andar como guerrero de Atena engañado. Perdió uno de sus cinco sentidos pero eso jamás limitará a un santo de Atena, encontraría la manera de lidiar con su nuevo problema, eso lo juraba.

 

De pronto, en su campo de visión se asomó el rostro alegre de Víctor, quien se inclinó sobre él al verlo despierto. Terario lo vio mover la boca sin parar, no teniendo prisa por recordarle que aquella ya no sería la forma en la que podrían llegar a entenderse.

Usó sus manos para apartarlo e intentar sentarse, tensándose un poco al sentir severas punzadas de dolor atravesando sus costados y dificultándole el respirar. Su escudero —como solía llamarse Víctor con orgullo— lo sujetó por el brazo y lo ayudó con mucho cuidado a sentarse correctamente.

Terario se sujetó al borde de la cama en cuanto sus pies tocaron el suelo. Se palpó un poco las vendas de su cuerpo, detectando un aroma que le permitió saber quién ha sido la encargada de sus curaciones. Reconocería el olor de ese ungüento donde sea.

 

Víctor buscó de nuevo su atención, sus labios continuaban moviéndose con énfasis hasta que finalmente Terario suspiró para decir —: ¿Acaso no te lo dijeron Víctor?... No puedo escucharte.

El niño abrió los ojos sorprendido, un gesto de “lo olvidé completamente” se marcó en su cara. Inesperadamente el pequeño salió corriendo de la habitación, volviendo a los pocos minutos con una charola llena de comida.

Para entonces Terario ya se había puesto de pie pese a que su cuerpo lo castigó con dolores molestos y continuos. Dio una vuelta dentro de la recámara carente de ventanas, asimilando las actuales restricciones de sus movimientos.

Al ver que Víctor dejó la charola en el escritorio de caoba negra, sintió hambre, mucha. El chiquillo le acercó la silla, animándolo a comer, sabiendo que el apetito era un buen síntoma para alguien que yacía enfermo como su maestro.

 

Impulsado por el exquisito aroma de la comida es por lo que Terario aceptó ese asiento y comenzó a comer.

Víctor volvió a desaparecer, regresando ahora con un montón de hojas de papel y un carboncillo en manos. Se sentó a los pies del santo de Acuario, quien sentía como algo de fuerza le regresaba al cuerpo con cada probada que daba al pan dulce y al jugo.

Terario miró hacia abajo cuando Víctor le tocara la pierna, mostrándole un papel en el que leyó “Qué bueno que ya se sienta mejor. Me tenía preocupado.

La fría mirada de Terario se suavizó un poco ante el intento de ese pequeño por comunicarse.

Pero la señorita Natasha se mantuvo optimista. Entre los dos lo hemos cuidado bien.” — Escribió en otra hoja.

— Natasha. —El nombre escapó de sus labios, como si haberla visto junto a su cama las últimas veces hubiera sido sólo un sueño.

Ella es linda” —leyó en otra hoja, notando la sonrisita pícara en cara de Víctor—. “Y cocina muy bien ¿verdad?

— ¿Ha estado aquí todo este tiempo? —preguntó, a lo que Víctor asintió—. ¿Dónde está ahora? — El chico señaló rápidamente por encima del hombro de Terario.

El santo giró la cabeza para ver a la joven de bucles dorados, quien cargaba un cuenco de madera repleto de suministros medicinales.

Natasha le sonrió, sin un aire de reproche o dolor, sólo infinita alegría por verlo mejorado. Ella intercambió unas palabras con Víctor, una petición que Terario no podría saber, pero la necesaria para que el pequeño abandonara la habitación.

— Natasha —Terario la llamó cuando esta se acercara y acuclillara.

La mujer depositó en el suelo las medicinas y sin mover sus labios sujetó el brazo del santo con delicadeza.

Terario entendió que quería cambiarle el vendaje, pero él le sujetó la mano en un intento de detenerla. Tenía mucho que decirle, pero al verla allí frente a él descubrió la desdicha que sentiría a partir de ahora porque nunca volvería a escuchar su voz.

 

Se miraron a los ojos por un largo rato en que Natasha, más consciente que nadie de la sordera del santo de Acuario, ocultó la compasión que sentía por su eterno amor.

— Es posible que nunca vuelva a recuperar mi oído —comenzó Terario—, pero no he perdido el habla y hay mucho que sé debo decirte. —La chica lo escuchó atentamente—. Sé que en parte es por ti que sigo con vida y debo agradecértelo… pero tal acto de insensatez no es algo que vaya a elogiarte nunca —aclaró, con un deje de disgusto. Imaginarla exponiéndose de esa forma ante un enemigo le causaba una gran congoja.

La mujer hizo un gesto de clara molestia, pero sólo se sonrojaron sus cachetes al contener una respuesta que sabía sería inútil soltar.

— Si algo te hubiera pasado, jamás me lo hubiera podido perdonar —musitó el santo de Acuario con total honestidad, borrando el enfado del rostro de la joven—. Por lo que te suplico que no vuelvas a cometer un acto como ese, jamás. Además, piensa en el maestro, ¿qué sería de tu padre?

Mi padre… — entendió al ver el movimiento de los labios de Natasha en tan corta y común palabra.

El santo percibió una desgracia al ver cómo es que el rostro de la chica se ensombreció de forma repentina; sus ojos se cristalizaron sin poder evitarlo y sus manos apretaron con fuerza las suyas.

— … Natasha ¿qué es lo que pasa? ¿Qué le sucedió al maestro? —cuestionó, intuyendo la noticia que poco a poco comenzaba a oprimir su propio corazón.

La joven buscó rehuirle la mirada, no deseaba darle esa carga ahora que apenas estaba recuperándose, pero nunca ha sido capaz de ocultarle nada a Terario desde que eran unos niños.

Sin opciones o escape, Natasha cedió. Alzó la vista y articuló una sola palabra, sílaba por sílaba.

Mu-rió. —Las lágrimas lo hicieron aún más claro de leer.

La joven recargó su frente contra las rodillas del santo de Acuario, aún dolida por la muerte de su padre. La carga de tal evento la había tenido que llevar sola, sin poder hablar con nadie sobre ello pues en el Santuario no tenía amigos de tal confianza y Singa y Velder permanecieron en Asgard. Hubiera querido explicarle a Terario cómo sucedió, pero sería difícil aun escribiéndolo.

No se trató de un presentimiento a causa de los lazos sanguíneos, sino de una manifestación. Vladimir, su padre, vino a despedirse antes de emprender la marcha que todos los mortales están destinados a efectuar algún día. Le partió el corazón no haber podido estrechar su traslúcida imagen y verlo desvanecerse en la eternidad.

Recordar su rostro lleno de paz al decir adiós la ahogó de nuevo en un mar de lágrimas. Terario sintió esas gotas incoloras sobre sus vendas, quedando sumido en su propia pena. Él jamás exteriorizaría su sentir en llanto, pero no era un hombre sin corazón… Vladimir también fue su padre, el hombre que salvó su vida y le mostró un camino al que podría aspirar para solventar la deuda que él sentía por el sacrificio de sus padres naturales.

Fue estricto cuando debió serlo, pero también comprensivo y a su modo afectuoso hacia cuatro niños con los que no tenía ningún compromiso u obligación de serlo. Él era el santo que era gracias a sus enseñanzas y entrenamiento…

 

La joven retuvo la respiración y sollozos ante el repentino acto de Terario, cuando este bajara las rodillas al suelo y alargara los brazos para estrecharla contra su pecho.

Natasha quedó estática en medio de los brazos de Terario, sintiendo como él comenzó a pasar su mano por encima de su cabello rubio en un intento de confortarla.

Terario tardó en decir algo, hubiera preferido sólo mantenerse así y que su cuerpo transmitiera su sentir, pero al final terminó diciéndole al oído :— De verdad lo siento Natasha. Tu padre era un buen hombre y siempre nos hará falta.

La chica cerró los ojos, temblando por sus esfuerzos de dejar de llorar, pero las lágrimas no se detenían.

— Te prometo que no estarás sola —agregó—. Si me lo permites, me gustaría ser yo quien vele por ti a partir de ahora. Eres bienvenida a quedarte aquí, conmigo, todo el tiempo que necesites.

Natasha sonrió un poco, cautivada por la promesa de su amado. — ¿Y si dijera que quiero quedarme para siempre? ¿Cómo responderías a eso, eh? —se le escapó decir, confiando en que él no la oiría.

La joven lo abrazó con fuerza, respondiendo así a su gentileza con un claro —: Gracias.

 

* / * / *

 

Reino submarino de Poseidón, la Atlántida.

 

Todo rastro material de las pasadas batallas fue borrado de la Atlántida y sus gloriosos templos submarinos. El cosmos divino de Poseidón actuó como una fuerza arrolladora que retrocedió el tiempo sobre todo lo que tocaba, devolviéndole su honor y belleza, negando las ofensivas acciones de los mortales que dañaron su reino; pero no podía hacer lo mismo por las vidas perdidas, ni las heridas de sus vasallos.

Su corazón humano resistió la tragedia, y la sabiduría de su espíritu inmortal le permitió mantenerse al frente de todos los suyos como el honorable rey que era.

Hubo mucho que tratar y dictaminar, pero Poseidón vio con beneplácito que el pueblo que había protegido bajo su manto reaccionó con auténtica lealtad.

 

Una vez que trajo tranquilidad a sus dominios tenía que asegurarse de que perdurara. Las batallas cesaron, sí, pero considerando que el verdadero enemigo continuaba con vida y evitó una confrontación que pudo concluir el conflicto, era cuestión de tiempo para que todo reiniciara.

 

Poseidón jamás imaginó que tendría que enfrentarse con ese antiguo fantasma. Antes de ser llamado “Avanish”, fue un mortal en el que despertaron habilidades que no estaban en el plan de la creación, uno de los muchos que se opusieron al exterminio impuesto por los Olímpicos.

Poseidón fue de aquellos dioses que apoyaron la erradicación de tales aberraciones, junto a otros que sintieron era la decisión más justa. Pero en el infierno que desató Apolo en la Tierra, Avanish resurgió de las cenizas y accedió a un nuevo nivel de existencia sin haber tenido sangre olímpica en su cuerpo, ni la ayuda de alguno de los dioses conocidos. Él alcanzó por sí mismo a la Gran Voluntad y esta le concedió la inmortalidad.

Tal hecho no frenó la guerra de inmediato, pero sí fue la pauta que permitió llegar a la paz. Diosas como Atena y Deméter defendieron a la humanidad, declarando que no era de sorprender que los hombres fueran capaces de manifestar tales dones. Después de todo ¿no los habían creado soplando sobre ellos su aliento divino? ¿Algo de éter pudo traspasarse a su ser? ¿Los hijos no pueden parecerse a los padres?

En el pasado vaya que detestó tales sentencias… pero ahora, tras siglos de batallas en los que siempre fue derrotado por Atena y sus mortales, comenzaba a entender la veracidad de esas palabras.

 

 

Avanish estaba manipulando un juego peligroso. No temía que sus fuerzas tuvieran que colisionar en combate pero, ¿realmente la motivación de Avanish era la que pregona? ¿Ese miedo irracional a la repetición de la historia? Aunque dijera que actuaba como un salvador, sus acciones reflejaban lo contrario, ¿pero quién era para juzgar? ¿No actuó con la misma convicción en el pasado al invocar el diluvio?

 

Meditar en ello lo contrariaba, sin embargo, la visita de ese fantasma la tomó como el último mensaje que el destino intentaba darle sobre su propia historia y la repetición de la misma.

El rencor milenario por la traición sufrida a manos de Atlas ha llevado a los últimos miembros de una raza a vivir en la oscuridad y la miseria. El odio sólo genera más odio, y por ello es que al tener la oportunidad de escapar los descendientes de Atlas no dudaron en participar en el intento por destruirlo. ¿Qué hacer con aquellos que aún moraban en la prisión que fortificó su cosmos iracundo?

Poseidón creía haber cambiado, mas tomar cualquier decisión respecto a los atlantes supervivientes sería su prueba final y personal. Continuar con su resentimiento o intentar romper uno de los círculos de odio que giran a su alrededor.

Un vestigio de soberbia le dificultó tomar la decisión piadosa rápidamente, pero las recientes acciones de Atlas, quien en vez de dejarlo morir le salvó la vida, impidieron una precipitada y despiadada sentencia.

 

Los dejó libres. Treinta y nueve ancianos, treinta y seis infantes y catorce mujeres obtuvieron el perdón por el pecado cometido por sus antepasados y su rey; también a aquellos dos únicos guerreros que sobrevivieron a la traición de los Patronos y fueron salvados por la intervención de la marine shogun de Chrysaor.

El actual pueblo de la Atlántida fue acomedido. Aun desconociendo los detalles se mostraron gustosos de poder ayudar a la reintegración y adaptación de esas personas en el reino submarino. Decidieron hacerlo paso a paso, tratándolos con paciencia y comprensión.

Había mucho miedo e inseguridad en los corazones de los atlantes, eso no sólo Nihil podía saberlo con certeza, pero algunos confiaban en que el corazón humano sería capaz de sanar a esas almas asustadas.

 

Algunos de sus hombres de más confianza intentaron advertirle de que no era posible saber si este acto de bondad será tomado con genuinidad, o si en el futuro algunos de ellos podrían buscar alzarse en su contra como consecuencias del pasado. Mas Poseidón se atrevió a confiar en que con el tiempo, tal vez, pudiera ganarse también el perdón de su antiguo pueblo.

 

Y al tratarse de “perdón”, un asunto igual de complicado rodeó al marine shogun de Kraken, Alexer.

Enterado sobre la situación que aconteció en Bluegrad y entendiendo las razones por las cuales actuó de manera desleal hacia la Atlántida, el dios del mar intentó ser comprensivo, pues la traición es un acto que desaprobaba, y vaya que él ha sufrido estragos por ese mal que tanto los corazones de los mortales e inmortales pueden efectuar.

 

Algunos marines shoguns esperaban que se le diera la pena máxima, mientras que el resto de ellos intentó aminorarla, aunque al final fue algo que el dios del mar trató a puertas cerradas con el regente de Bluegrad.

Su última batalla dejó marcas imborrables en el cuerpo de Alexer, sobre todo en su rostro. Las quemaduras le hicieron perder un ojo y quedar con la piel carcomida por ellas, mas esto no parecía afectarle. Sentía más vergüenza por sus actos que por su desfigurado aspecto, el cual tomaba como un merecido castigo y señalamiento de su deliberada traición.

Alexer no buscó excusarse, ni pedir clemencia para él, pero sí para su pueblo en Bluegrad.

 

Oh, las Moiras… definitivamente se habían ensañado con el dios del mar. ¿Por qué lo ponían de nuevo en esa situación? ¿Qué esperaban de él? ¿Comprobar su transformación? ¿Acabar con su paciencia?

Como Rey era importante mostrar justicia al pueblo, pero también saber ejercerla para dar un ejemplo. De nuevo, buscando evitar cometer los mismos horrores de antaño, le concedió a Alexer vivir, sí, pero con una sentencia que consideró adecuada.

Entendía los sentimientos de su subordinado y los motivos por los cuales actuó en favor del enemigo, para bien o para mal es lo que un hombre bueno haría ante el mal acechando a los que ama… pero Alexer no era un simple mortal, era un marine shogun y había consagrado su vida a servirle y protegerle aun a costa de su propia vida.

En vista de que por encima de su deber primordial como guerrero de la Atlántida eligió proteger sus intereses personales, Poseidón lo privó del derecho de gobernar Bluegrad, siendo así que el resto de sus días los vivirá sólo y únicamente como el marine shogun del océano Ártico, y nada más.

Alexer lo aceptó sin objeciones, sabiendo que el tiempo de vida que le quedaba era un obsequio misericordioso del dios del mar y no lo desperdiciaría. Si esa es la pena que debía pagar para asegurar el bienestar de su pueblo y de su hermana, lo haría gustoso.

 

Sólo hasta que tales situaciones quedaron zanjadas es que Poseidón se permitió centrarse en la que era una autentica amenaza, no sólo para su reino sino para el mundo entero, y por eso había convocado a sus guerreros más poderosos.

 

Los siete marine shoguns debieron presentar sus escamas sagradas en el Templo Principal tal cual fue la orden transmitida por su dios. Las situaron en línea horizontal ante el trono, como si se tratara de una ofrenda al señor de los mares, y cada guerrero se mantuvo detrás de la scale que ha portado con orgullo.

Desde su trono, Poseidón contempló los ropajes con serenidad, viendo los daños en cada una de ellas. Las scales de Hipocampo, Kraken, Scylla y Chrysaor estaban deshechas por los agravios de las batallas sostenidas; mientras que la de Siren, Dragón Marino y Lymnades se mantenían en condiciones intactas pese a las adversidades.

 

Una mezcla de vergüenza e impotencia inundó el pecho de los marinos, pues sentían que el estado de sus ropajes reflejaba su pobre habilidad para defender la Atlántida y a su dios. Pero no había desilusión en los ojos de Poseidón, ni tampoco disgusto.

— Henos aquí Emperador, tal cual lo ha solicitado —habló Enoc, quien se situaba en medio de la formación de los marinos. Todos ellos permanecían con una rodilla en el suelo y la cabeza gacha.

 

Los marines shoguns compartían un mismo sentimiento de humillación, pues gozar de la presencia de su dios no fue por causa de su desempeño. De no ser por la intervención del santo dorado de Aries, toda la Atlántida habría sucumbido junto con la vida de su soberano.

 

En la mente de algunos transitó la idea de que serían removidos de sus puestos, en la de otros que los ejecutaría por sus fallos. Pero cualquiera que fuera la decisión del Emperador era algo que aceptarían en silencio y con dignidad.

 

Sin decir palabra, Poseidón se alzó de su trono y bajó con lentitud los peldaños que lo conducirían a donde se postraban sus marinos. Llevaba consigo su tridente, el símbolo de su divinidad y regencia sobre el océano. Su sombra engulló completamente a Dragón Marino, quien al resentir el peso de tal penumbra se atrevió a alzar la mirada y contemplar a su señor.

 

Poseidón antepuso su tridente divino, efectuando un rápido corte que desató hilos de sangre dentro del Templo Principal.

— M-mi señor… ¿Por qué…? — Enoc musitó perplejo, contemplando el afilado y ensangrentado tridente que reflejaba su imagen.

Los marines shogun quedaron atónitos e incrédulos ante el acto, pues la sangre expuesta emergía de la muñeca izquierda del Emperador del Océano.

 

Poseidón procuró que su sangre divina cayera sobre la scale de Dragón Marino. De las gargantas de los guerreros no podían salir palabras, cuando mucho un atragantamiento o sonidos guturales de desconcierto total.

— Mis guerreros —comenzó el Emperador tras avanzar hacia la scale de Scylla y con la misma solemnidad repetir el sacrificio de sangre—, lo que aconteció en mi reino me ha abierto los ojos a una gran verdad.

— Por milenios me he servido de hombres y mujeres como ustedes para ver cumplidos mis objetivos y anhelos. Confieso que todas esas vidas me resultaban insignificantes —dijo sin aflicción—. Miles podían perecer en mi nombre y no existía remordimiento, pues en las guerras santas el desenlace y cause de la victoria o la derrota era definido por la fuerza de los inmortales. Pero entonces llegó Atena —prosiguió, dejando atrás las scales de Kraken y Chrysaor—, y todos quienes la enfrentamos en el paso de los milenios la vimos sufrir por las bajas de su ejército; contemplamos con repulsión la forma en la que se adentraba al campo de batalla junto a sus santos. Luchando al lado de ellos, sacrificándose por ellos… Y tal vez fue eso lo que desató lo impensable, pues fueron los hombres quienes comenzaron a decidir el destino de las guerras santas, superando incluso las acciones de los dioses —le costó admitir aun ahora.

Los marinos permanecieron mudos, atentos y expectantes a las palabras de su Emperador. Pero incluso ellos comenzaron a sentir preocupación por él y la alarmante cantidad de sangre que perdía. Sin importar la divinidad de su ser, su cuerpo seguía siendo el de un humano.

— ¿Por qué siempre me vi enfrascado en la derrota mientras Atena resultaba victoriosa? ¿Dónde estaba mi error para que ella triunfara? Eso me atormentó siglos enteros durante el confinamiento de mi alma. La devoción que algunos de ustedes me profesan no es tan diferente a la que los santos claman hacia Atena, y sin embargo creo haber encontrado la respuesta…. Y es mi deseo ponerlo a prueba… —Unas últimas gotas carmesí cayeron en el casco de la scale de Siren.

 

El cosmos de Poseidón creció dentro del salón del trono, cerrando la profunda herida de su cuerpo y proyectándose hacia las siete scales que comenzaron a destellar con un cegador fulgor aguamarina.

Confianza absoluta hacia ustedes, esa es mi respuesta —musitó, viendo a sus marinos levantarse, obligados a retroceder por la energía dentro de los que sus ropajes se fundían—. Mi continuo error fue el subestimar el coraje de los mortales en cada una de mis batallas, pero es un descuido que no pienso cometer de nuevo. Romperé con el ciclo histórico que ha encadenado mi existencia  y a partir de hoy yo, al igual que lo hizo Atena, espero que luchen a mi lado. Ya no serán más peones sacrificables, desde este día se convertirán en mis armas más poderosas.

Ante la voz del soberano del océano, las scales comenzaron a restaurarse y al mismo tiempo deformarse de su molde original

 

* - * - * - * - /

 

— No puedo —dijo Tara, mientras en su rostro se marcaba un sobreesfuerzo—. Todo permanece en penumbras… el futuro se esconde de mí —explicó, confundida.

Tras lo ocurrido en Asgard y el despertar de la armadura de Odín, había resultado difícil poder obtener visiones claras sobre el futuro, pero ahora un muro oscuro se tragaba toda imagen y sonido en un vacío espeluznante.

¿Acaso era porque el futuro se volvió imposible de determinar o era tan sombrío que era la forma más perfecta de representarlo?

 

Dentro de esa cueva, bajo la luz que se filtraba del techo y por la que las flores pueden germinar en tan lúgubre caverna, Tara intentaba conectarse con sus visiones, pero todo resultaba inútil.

A su lado, tumbada sobre la suave hierba y cubierta por una delgada manta, su hermana gemela dormía plácidamente y se recuperaba de sus heridas.

 

Desde que su padre se marchó, no había vuelto a saber de él. Su madre le pidió velar por la seguridad de su melliza, pero la intranquilidad no le permitió ser la mejor de las compañeras. Se sentía muy angustiada, pensando en el futuro de ella y su familia.

Tenía un mal presentimiento que la agobiaba de manera constante desde que habló con el dios guerrero de Merak. Pero ¿por qué sentía miedo de lo que Sennefer y Ehrimanes pudieran hacer? ¿Acaso no eran aliados de su padre? ¿El señor Avanish correría peligro? Buscando respuestas a tales preguntas es que luchó por recobrar sus poderes, pero no funcionaba.

 

Hécate, su madre, había sido testigo de sus intentos y frustraciones, por lo que entristecida por su condición es que decidió confesarle la verdad, algo que ella no entendió en el instante en que el señor Avanish se marchó.

— Hija mía, por favor, desiste —pidió la mujer que apareció en el campo de flores.

— ¿Madre? —Tara alzó el rostro por reflejo al ubicar la posición de la Patrono.

— Lamento ser yo quien lo diga, pero por más que te exijas no podrás obtener respuestas del futuro. Ya no más —confesó, con un tono firme y poco severo.

— Ten fe en mí, yo podré…

— El señor Avanish te ha retirado ese don, por lo que es mejor que lo aceptes y lo agradezcas— mintió, pues algo como eso no puede ser removido, sólo obstruirse.

— ¡¿Él qué?! —Tara se sobresaltó—. ¿Pero por qué? ¿Cómo?... ¿Por qué justamente ahora? —reclamó.

— Me es claro que no pusiste atención a sus palabras, eso me entristece. Ya eres libre de las pesadillas y de todo deber. Tú y Danhiri deberán permanecer aquí hasta que todo esto termine.

— Madre, yo no quiero eso —Tara dijo, para sorpresa de la Patrono—. Agradezco a mi pa —se corrigió antes de terminar la palabra—… al señor Avanish su preocupación pero… pero ¿por qué no abandonas tú también? En el fondo sé que eres una mujer amable que no desea hacerle daño a nadie… Eres tú quien más ha sufrido al vernos marchar a la batalla y resultar lastimadas… ¿Es que tanto lo amas que no deseas dejarlo solo? ¿O es que tú también temes que todo termine en una tragedia? —cuestionó la oráculo.

Hécate miró con seriedad a su hija para poder elegir con prudencias sus palabras. — No hay guerra que termine sin desdicha, hija mía… Y la cruzada del señor Avanish no será la excepción. Pero es como dices Tara, no puedo abandonarle —confesó con amargura—, aunque eso signifique tener que ir al infierno detrás de él. Sé que lo entiendes, ese sentimiento de mujer —se apresuró a decir antes de que Tara soltara su réplica— al que deseas serle fiel hasta el final. Te pido de nuevo que no juzgues mal al señor Avanish, no es que no me haya concedido la salida de esta desventura, soy yo quien me he negado… Y aunque sé que su intención es radical e inverosímil, no tengo corazón para apartarme, no de nuevo…

— Sennefer… él y ese otro monstruo son peligrosos… ¿Qué clase de mundo espera el señor Avanish emerja de las acciones de esos dos? Necesito saber qué sucederá… Vi tanto miedo en los ojos de ese chico que yo… yo dudo que sea algo de lo que nos podamos sentir orgullosos —sollozó la chica, evitando derramar cualquier lágrima de frustración—… Me niego a que las muertes de Caesar, Leviatán, Engai, Nergal y Dahak hayan sido para llevarlos a ellos al punto en el que decidirán todo… No puedo creer que mi padre lo permita… ¡Me niego a creerlo!

— El futuro parecía prometedor ¿no es cierto, hija? —mencionó Hécate con voz ensoñadora—. Hasta yo me permití creer en ello… pero la lucha de voluntades ha generado un futuro distinto… de eso ya no hay duda. Sin embargo te aseguro que tenemos algo preparado… ven conmigo, quizá saberlo te tranquilice.

Tara percibió la mano de su madre frente a su rostro, la cual tomó llena de dudas e incertidumbre.

Al sujetarla, la silueta de su madre se dibujó en la negrura de su visión, la cual la guió por los túneles de la caverna en la que se han resguardado del mundo exterior los últimos años. La condujo por veredas que jamás había transitado y que incluso desconocía de su existencia.

 

—Desafiar a los dioses no es una elección sencilla de tomar, pero el señor Avanish lo hizo esperando romper con el ciclo interminable de guerras santas —explicó Hécate conforme avanzaba en la oscuridad—. Pero eso ya lo sabes… lo que desconoces es que incluso él entiende la gravedad de sus acciones y las consecuencias que éstas pueden traer para la humanidad y la Tierra, es por ello que retó a Yoh Asakura a un duelo de reyes al que no se pudo negar. Mientras el señor Avanish ponía a prueba ese pacto con los reinos celestiales por el cual el actual Shaman King se sentía tan orgulloso y confiado, Yoh Asakura debía luchar por mantenerlo… Desde entonces él se marchó y no se ha vuelto a saber de él gracias a este duelo personal con nuestro señor. Sin embargo, pensando en la casualidad de que sobrestimáramos la efectividad de Yoh Asakura para mantener al margen a los dioses y sus fuerzas, optamos por reservar un plan sólo por si acaso.

Tara sintió bajo sus pies que el suelo volvió a ser de césped fresco. Percibió la fragancia que sólo las flores de su madre poseían, permitiendo que su mente dibujara sobre el lienzo negro una gruta cubierta de flores de distintos colores, resaltando las de colores cálidos y amarillos.

Pero en esa visión de su mente se dibujaron tres elementos más. Había personas allí: inmóviles, durmientes entre las lianas y enredaderas de los lirios amarillos que brotaban de las sedosas paredes forradas de hojas.

Hécate soltó la mano de Tara. Caminó hacia sus prisioneros, pensando en el que se le escapó en Asgard. Palpó la mejilla del hombre de cabello esmeralda y sonrió al verlo aún bajo su conjuro.

— Si del cielo se desata el infierno en la Tierra… ¿Qué mejor armas contra los dioses que los mismos campeones que han salvado a la humanidad en el pasado?

 

FIN DEL CAPITULO 50

 

 

 

En la "Dinámica de Fics - 2017" de este foro, la escena de Poseidón dando su sangre para reparar las scales de sus marinos, le permitió al personaje ganar el reconocimiento de "Mejor Personaje Divino". Muchas gracias por su apoyo 
 

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Editado por Seph_girl, 20 abril 2017 - 01:05 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"





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