¡Buenas, compañeros! Es muy probable que muy pocos o ninguno me conozcan, excepto diversas personas con las que charlo y también vagan por este pequeño lugar de Internet. Bien, al lío, Saint Seiya - El Despertar (o Saint Seiya - Sengoku Returns, este título fue desechado aunque aún permanezca encabezando el tema.) es mi tercera historia, la primera dedicada al mundo de los Caballeros del Zodiaco (La primera trata de Torremolinos, una ciudad inventada por mí, aunque sé de sobra que existe en España una localidad del mismo nombre, pero yo decidí narrar las proezas de sus habitantes, que defendían su territorio, etc... y la segunda, que aún está inconclusa, de una banda y sus aventuras / desventuras para llegar a la fama.), y probablemente la que va a ser más larga en toda mi trayectoria como escritor, al menos hasta el momento, pues tengo pensado desarrollar más historias. Pero bueno, no estoy aquí para hablaros de mí, ni mucho menos (Aunque si os interesa mi vida, siempre podéis preguntarme directamente, que no muerdo.), estaréis pensando, ¿de qué trata tu Fic? Lo descubriréis si leéis, claro, pues no puedo resumir todas las ideas que tengo en mi cabeza en un simple esquema.
Antes de nada, me gustaría aclarar que la fecha de actualización de la historia irá intercalada con mi otra historia (Trotamundos solitario: La leyenda del Yermo), para ser exactos, una semana actualizo uno, otra semana actualizo el otro. La longitud por capítulo será de 2500 palabras, como mucho, el porqué de esto es debido a que me gusta mantener una estructura constante, una correlación, la cual acaba siendo distintiva para los lectores, y sé bien que a veces el exceso de información en un episodio da lugar a pesadez y/o aburrimiento.
Esta historia fue iniciada el dieciséis de agosto de 2015, y el primer capítulo no fue terminado hasta el treinta y uno (debido a que me quedaba poco verano, y sólo escribía cuando no estaba haciendo otra cosa.) de ese mismo mes, día que fue subido a Fanfic.es (Si queréis buscarla, la encontraréis allí como Saint Seiya - El Despertar.), el dieciséis de septiembre fue subida a Saint Seiya Foros, el pasado once de octubre se me dio la oportunidad de subir mi creación a SaintSeiya.es, por lo cual doy las gracias a su administrador, Shaman, que sé que también deambula por este lugar.
Otra cosa que me gustaría que supieseis, es que estoy algo chapado a la antigua, ¿y cómo es eso? Pues muy simple, en el adverbio "solo" (solamente o únicamente) acostumbro a ponerlo con tilde, de modo que "Sólo estábamos nosotros dos", ese sólo siempre irá acentuado, sí, ya sé que la RAE eliminó hace tiempo la necesidad de poner la tilde en este tipo de palabras (así como en los pronombres demostrativos éste, ése, aquél...) La tilde diacrítica siempre irá en mis textos, y la Real Academia de la Lengua no reconoce como error este dato o este añadido, así que, por favor, antes de decirme que "sólo" o "éste" ya no lleva tilde, leed esto.
Por último antes de dejaros con mi historia (Afú, qué pesado que soy, ¿verdad?), si os preguntáis por qué la imagen que representa mi Fic es una montaña, sólo os diré que se trata del Monte Fuji, a partir de ahí, ya tenéis lo que hay que saber. ¡Muchas gracias y disfrutad! También recalcar que espero muchas Reviews, pues éstas son siempre buenas para mejorar y motivar.
Temporada 1:
Capítulo II: Ansia de Fénix
Capítulo III: Desafío alentador
Capítulo IV: Avance de un ser incorpóreo
Capítulo V: Marca geminiana
Capítulo VI: Alas ardientes surcan el cielo
Capítulo VII: Sorpresa de cero absoluto
Capítulo VIII: Cruel copia
Capítulo IX: Tiempo muerto y tiempo vivo
Capítulo X: Perros de caza y aves del paraíso
Capítulo XI: Bronce inmortal
Capítulo XII: Ambrosía
Capítulo XIII: Furia de dragones
Capítulo XIV: Sorpresa olímpica
Capítulo XV: Sol ardiente
Capítulo XVI: Máximo, un toro inmatable
Capítulo XVII: Honor de caballero
Temporada 2:
Capítulo XVIII: Leyenda
Capítulo XIX: Noble savage
Prólogo:
Hace quinientos años, en Japón, hubo un periodo denominado "Sengoku", en el cual catorce Samuráis lucharon y conquistaron el territorio del sol naciente a base de espadazos y derramamiento de sangre. Éstos actuaban en nombre de un dios cuyo nombre jamás revelaban antes de matar a sus enemigos, lo único que se sabía de aquellos hombres es que su furia y determinación en combate no tenían igual. Siempre dedicaban sus victorias a aquél que, según ellos, los protegía y guiaba hacia la victoria.
Una fría noche de 1483, los violentos predicadores, acompañados por un ejército de miles y miles de hombres fieles a la causa asaltaron la última resistencia que guardaba el país nipón ante la masiva oleada de muerte y desesperación que aquellos Samuráis llevaban consigo allá a donde fuesen. Se dice que arrasaron con todo lo que encontraron a su paso, asesinando a hombres, mujeres y niños por igual, la piedad era para los cobardes, y los que se atrevían a perdonar la vida de alguna persona corrían su misma suerte.
Los catorce hombres, encargados de la total conquista del territorio, distribuyeron el archipiélago japonés en catorce estados distintos, siendo otorgado a cada uno de ellos un nombre. La población fue esclavizada, excepto los más ricos, que mediante altas rentas, mantuvieron su estatus de personas privilegiadas y ayudaron en todo lo posible a sus nuevos señores. Los Samuráis, sin estar contentos con tener un país entero para ellos solos, decidieron expandir sus dominios llevando la guerra incluso a la costa china y las islas Filipinas, además de Malasia y Vietnam. Encarrilando su violenta campaña más allá del Mar de Japón y del Mar Amarillo, conquistando todo a su paso, sin que ningún ejército se les resistiese, los catorce hombres eran los nuevos amos del mundo, iban camino de superar en expansión al Imperio Romano de Occidente, que antaño ocupó toda Europa.
Era la ambición lo que movía a aquellos hombres, unos más que otros, siempre avanzaban porque deseaban tener más y más. Pasaron los años y cada Samurái tenía una gran porción de territorio bajo su nombre. Actuaban más independientemente y ya no formaban equipo, como en los viejos tiempos. Aunque sus dominios habían aumentado una barbaridad, nunca serían tan poderosos como lo fueron en épocas de batallar todos juntos, y es por eso que comenzaron a chocar en ideales unos con otros, dando a luz a terribles guerras entre ellos, matándose por menos de nada.
Los catorce tuvieron hijos, creando copias suyas, pero aún más crueles y asesinas. Estos fueron designados generales de la guardia, pero nunca alcanzaron el grado de habilidad que sus padres tenían, siendo aquéllos letales con el simple hecho de blandir la hoja con una maestría digna de elogio.
Pero pronto se vieron envueltos en el más grande y sangriento conflicto de los que habían llevado nunca, de los territorios inexplorados aún por ellos aparecieron hombres envueltos en protecciones de tonos bronces, plateados y dorados. Tal era el grado de fuerza que alcanzaban aquellos guerreros misteriosos, venidos del oeste, que sus ejércitos eran incapaces de vencer a aquellos portentos del campo de batalla. Desesperados, los catorce Samuráis originales se reunieron de nuevo en un templo, lugar donde se erigía tributo al dios por el que tanto habían luchado, y éste, oyendo sus plegarias, los dotó de mayor poder, cediéndoles catorce espadas divinas y el mismo número de vestiduras sagradas, bendecidas por la deidad suprema. Con aquellos nuevos dones se veían capaces de derrotar a cualquier enemigo que se postrase ante ellos. Los fieles soldados, bajo la responsabilidad que el dios había depositado sobre ellos, salieron personalmente al campo de batalla, a combatir por defender y vencer a aquellos invasores.
Tras un larguísimo tiempo en el frente, los invasores terminaron por llegar al templo del dios que aquellos catorce hombres honraban con su vida. Ya muertos los susodichos Samuráis, un legendario guerrero, el último de todos los que se habían atrevido a entrar en conflicto con aquellos magníficos estrategas, puso su vida en riesgo y, con la ayuda de una mujer que portaba un báculo, consiguió derrotar al oscuro ser divino, que fue sellado en las grietas del tiempo hasta que aquello que lo guardaba fuese roto o muerto. Por lo cual, el duradero periodo Sengoku terminó en 1568.
Capítulo I: El comienzo de una nueva Guerra Santa
En alguna parte de Japón, un hombre cubierto con una capa caminaba hacia una choza con aspecto ruinoso. De él sólo se veía que llevaba una vaina y el mango de una espada sobresaliendo de ésta, la casa, a pesar de lucir como si tuviese mil años, por dentro estaba dotada de muchos lujos: cofres de oro rebosaban por las cuatro esquinas de aquella sala y obras de arte milenarias, como jarrones y estatuas, decoraban a lo largo y a lo ancho aquel lugar.
En la casa le esperaba otro hombre vestido de la misma manera: una especie de capa que cubría la mayor parte de su cuerpo excepto otra vaina con una espada, ésta era más curvada y larga que la anterior. Ambos desenvainaron sus armas y se arrodillaron ante una estatua algo más peculiar que las demás, ya que su forma era amorfa. Ésta estaba centrada en la pared contraria a la entrada de la choza. Un aura empezó a emanar de ellos y sus sables se elevaron en el aire, clavándose en la fría piedra de la que estaba hecha la figura.
En Grecia, el coliseo albergaba un torneo entre los caballeros de bronce para entrenarse por si una futura guerra estallaba. Habían pasado tres años desde que completaron la guerra santa contra Hades, venciendo a aquél que emergía como mal en la Tierra, los caballeros legendarios Seiya de Pegaso, Shiryu de Dragón, Hyoga del Cisne y Shun de Andrómeda, eran los encargados de inaugurar el torneo a base de buenos golpes.
—¡Diamond Dust!
El cisne se alzó por los cielos con su clásico golpe mientras que su rival esperaba y analizaba con paciencia.
—¡Pegasus Ryu Sei Ken!
Los meteoros salieron disparados hacia el Polvo de Diamantes, impacto que causó una gran explosión en el radio del coliseo.
—¿Estás preparado, Seiya? Pues no pienso tener piedad.
—¡Vamos Hyoga, deja de parlotear y ven a por mí!
El Cisne alzó los brazos y con ellos formó una vasija que apuntaba directamente a su contrincante, un aura blanquecina se apoderó de toda su figura.
—¡Aurora Execution!
La ráfaga de hielo salió disparada hacia el caballero Pegaso, que a su vez adoptó la posición de su ataque más poderoso; a él le tocó un aura azulada que le mostraba la fuerza necesaria para lanzar su técnica.
—¡Pegasus Sui Sei Ken!
Las técnicas chocaron de nuevo pero la Ejecución de Aurora no pudo soportar la presión y potencia del Cometa de Pegaso, que se comió el ataque del Cisne e impactó contra él y cayó derrotado, a lo cual Seiya fue declarado vencedor. Unos soldados rasos se acercaron al caído caballero para ayudarle a levantarse y llevarlo a una enfermería.
Desde lo alto, el nuevo Patriarca observaba el progreso del Torneo que él mismo había organizado. Un año después de suceder la batalla contra Hades, las Casas habían sido reconstruidas con ayuda de todos y se preparaban para una futura guerra haciéndose más fuertes. Los legendarios habían sido encargados de inaugurar las peleas como gesto de buena fe ante su temeraria acción salvando a Atenea y, por tanto, al mundo.
Al lado del Patriarca regentaba un trono de oro la Princesa Atenea, Diosa y guía de los ochenta y ocho caballeros guardianes de una constelación, que admiraba con risas y halagos a sus caballeros, mientras disfrutaba de una rodaja de melón y comentaba los movimientos con el Gran Patriarca, que lucía una melena larga y pelirroja, pero con máscara para que no se le viese la cara.
Salió uno de los soldados rasos del ejército de Atenea a vociferar algo en alto mientras la gente de la grada escuchaba atentamente.
—El siguiente combate enfrentará a los Caballeros de Dragón y Andrómeda, Shiryu y Shun.
El público enloquecía, gritaba como loco al ver a los legendarios de Bronce entrar en el campo de batalla, con sus armaduras brillando como si fuesen nuevas gracias al increíble trabajo del recién designado caballero de Aries, que gustosamente se había ofrecido voluntario a repararlas.
El combate comenzó y la muchedumbre enfervorecida no dejaba de gritar, animada por el gran suceso que estaban a punto de ver. Antes de que a ninguno de los adversarios le diese tiempo a golpear, todo acabó en silencio, pues algo había sucedido, las personas ya no se movían, ya no gritaban, nadie decía nada, todos estaban como petrificados, incluso los caballeros en combate se habían quedado inmóviles, como piedras o estatuas humanas.
Un tipo vestido con un manto de cabeza a pies, encapuchado sin que se le viese la cara, hizo aparición en el campo de batalla, salió de una de las sombras que proyectaba una columna, como habiendo atravesado el espacio o siendo invisible. Otro de aquellos encapuchados apareció en la parte alta del coliseo y bajó los escalones entre la gente. Los dos se reunieron en la arena del coliseo y caminaron a través de los caballeros que se batían en duelo, que también estaban hechos "piedra".
—¿Y éstos son los famosos caballeros de Atenea, quienes vencieron a incontables dioses por proteger a su diosa? Qué patético poder, ni siquiera has usado una quinta parte de tu técnica para ralentizar el tiempo, pensé que supondrían un reto.
Aquél que hablaba era unos centímetros más bajo que el otro que le acompañaba. Miró con rabia al hombre que había salido de las gradas, a lo que el otro le respondió con un gesto frío y rápido.
—No hemos venido para pelear, recuerda que tenemos una misión, no hemos de matar a nadie, no deben saber que aquí ha pasado nada, para cuando lo averigüen será demasiado tarde.
Ambos caminaron hasta alcanzar las escaleras que llevaban a las estancias donde Atenea se sentaba y las ascendieron, llegando frente a ella y al Patriarca, que también estaba inmóvil. Uno de los hombres, aquél aparecido en las gradas, sacó una espada larga y curvada de la vaina que la contenía y la puso en el pecho de la Diosa mientras le hablaba a su compañero.
—Encárgate de que nadie me moleste, ¿está claro, Tenkai?
—Ocúpate de lo que tengas que ocuparte, Masamune, que yo haré lo mismo.
El hombre portador de aquella espada balanceó su brazo hacia atrás para atravesar el corazón de Atenea cuando un cosmos se alzó contra aquellos que invadían la privacidad de aquel evento.
—¡Que os lo habéis creído!
La luz del sol cubría la figura del que se acercaba por los aires hasta que se vislumbró bien la de uno de los cuatro caballeros de bronce, el tipo al que le había tocado cubrir al asesino de Atenea sacó otra espada de una vaina para protegerse del impacto. Un puño humano golpeó el sable, lo cual provocó una colisión de cosmos, aquél que había salido en defensa de su diosa no era otro que Seiya.
—Pegaso…
El tipo de la sombra susurró bajito ante la intromisión del caballero.
—Vaya, así que me conoces, pues bien, así dirás quién te mandó al mundo de los muertos, ¡no dejaré que le toquéis un pelo a Saori!”
El menudo caballero movió sus brazos para realizar su característica técnica mientras alzaba su cosmos más y más.
—¡Desapareced de aquí, seres que moran la maldad y la muerte, Pegasus Ryu Sei Ken!
—Interesante, Pegaso, pero tu técnica no puede nada contra mí.
Movió la espada a una posición defensiva y de ella empezó a rezumar un cosmos oscuro.
—¡Shadow Shield!
Entre el ataque de Seiya y el portador de aquella arma, ahora llamado Tenkai, se formó un escudo negro, que se tragaba los meteoros del caballero de bronce, como si fuese un agujero negro, o una sombra infinita que ninguna luz puede atravesar.
—¿Es eso todo lo que tienes, caballero legendario de Pegaso? ¡Qué decepcionante! Ahora verás algo que deberás temer… ¡Darkness Invasion!
La oscuridad más oscura rodeó al caballero mientras aquél no podía hacer nada para evitarlo, pues fue envuelto en un cilindro de penumbra, de golpe cayó al suelo de rodillas escupiendo un chorro de sangre por la boca y respirando agitado.
—¿Te gusta mi técnica, Pegaso? Te robará todas tus fuerzas y te secará como si fueses una camiseta mojada al sol en verano.
Aquél que había lanzado la técnica rio desagradablemente mientras blandía la espada, se sintió orgulloso de haber realizado aquella acción y se giró para hablar con el otro, que observaba atentamente el desarrollo del combate.
—¿Qué te parece, Masamune, verdad que ha sido demasiado fácil?
Continuó con una risa casi de cerdo mientras el otro hombre lo miraba frío como el hielo.
—Eres de veras un chapucero, Tenkai, te consideraba más listo.
—¿Qué, cómo te atreves a decirme tal cosa, a mí, al dueño de la Espada de la Penumbra, que siembra el miedo en todos los que me ven?
—Tan solo mira al Pegaso salir volando de tu técnica de papel.
Tan orgulloso se sentía de haber apresado al caballero legendario que no se dio cuenta de que Seiya era más que capaz de librarse de esa táctica.
—¡Qué iluso, ser tan fanfarrón será lo que te lleve a la perdición hoy!
Seiya se había levantado del suelo y su cosmos se había propagado por todo aquel cilindro en el que estaba encerrado, con un aura azul clara que se hacía cada vez más intensa.
—¡Arde, Cosmos, y llévate contigo la maldad que asola hoy el Santuario… Pegasus Sui Sei Ken!
El ataque de Tenkai se vio quebrado como si fuese cristal y el cometa avanzó hasta chocar brutalmente contra él, lanzándolo a volar y estampádolo contra una columna.
—Bien. ¡Ahora vas tú, hombre tranquilo, aleja tus manos de Saori!
Al referirse al hombre tranquilo, hablaba de aquél que había observado la pelea y antes se disponía a atravesar a Atenea con aquella espada.
—Seiya de Pegaso, caballero legendario, es un honor conocerte, eres un rival digno que no se rinde ante nada, y es un grato placer combatir contigo.
El todavía encapuchado le hizo una reverencia al caballero de bronce, que lo miró muy extrañado.
—¿Te estás riendo de mí, quién te crees que eres para burlarte de mí? ¡Exijo saber tu nombre, encapuchado!
—¿Mi nombre? Mi nombre es irrelevante, Pegaso, sólo has de saber que aquí termina tu batalla junto a la diosa Atenea.
—¡Nadie es quién para decir eso, y te lo voy a demostrar ahora, encaja esto, Pegasus Ryu Sei Ken!
Seiya lanzó los meteoros contra su rival, pero éste sacó una espada distinta a aquella que tenía antes entre las manos, ésta tenía una empuñadura extraña, en la cual se reflejaba un reloj justo en el medio. Con solo blandirla, los meteoros se quedaron quietos, como sostenidos por algo.
—Esto que ves, Pegaso, es la Espada del Tiempo, forjada por el mismo dios Saturno, que junto con la Espada del Espacio forman la llamada Forja de la red interdimensional, éstas fueron dadas a mi deidad por el gobernante del Espacio Tiempo, y como tu última voluntad, quería que lo supieses.
—¿C…como… mi última voluntad?
—Como honra a tu magnífica carrera como caballero, acabaré contigo sin dolor, Pegaso… ¡Descansa ya de tus heridas, Countdown’s End!
Rápidamente el joven vio cómo todo lo que había a su alrededor se distorsionaba, como siendo víctima de una terrible ilusión que lo mataba poco a poco.
—Esta técnica dejará tus órganos internos como si tuviesen cien años, destrozados, a punto de fallarte, y no podrás moverte más, aunque por fuera luzcas como siempre.
—¡No… no puede ser!
—“En cuestión de tiempo... pueden ser unos segundos, unas horas, o unos días, todo depende de tu voluntad.
El joven caballero, al principio se sintió preocupado pues la vida de Saori estaba en grave peligro y aquel hombre amenazaba con vencerle, pero luego, al no notar nada se dijo a sí mismo…
«¿Y si estaba jugando con su mente, y si realmente todo era un intento de engaño?»
—¿Crees que soy tan tonto? No te burles de mí, pues no le tocarás un pelo a Saori, ¡prepárate, Pegasus…!
El silencio se hizo después, cuando el joven quedó inmovilizado con el puño preparado para lanzar el ataque, con solo haber hecho un pequeño gesto ya estaba completamente inhabilitado. Un pinchazo en su corazón, como si le hubiesen clavado un puñal, le impidió moverse.
—Pero qué…
—Te lo he dicho, Pegaso, no podrás lanzar un ataque más.
El encapuchado de la espada con la empuñadura de reloj envainó su instrumento de pelea y sacó una daga, con la que antes había amenazado la vida de Atenea, y la dirigió de nuevo contra el corazón de la diosa, esta vez se la clavó.
—¡No, maldita sea, Saori!
—Relájate, Pegaso, tu amada Saori está bien, cuando despierte ni siquiera sabrá que la he apuñalado.
—Maldito seas, tú que te burlas de mí... ¡Juro que me vengaré, vengaré a la princesa Saori!
—Cuán obstinado eres, Pegaso, te he dicho que está bien. Los que hablan de ti dicen sin temor que eres el más fiel defensor de tu diosa y que pelearás incluso contra el Dios más poderoso para vencer, pero esta vez se acabó, descansa para siempre y ten una muerte dulce y placentera en combate, defendiendo aquello por lo que naciste.
De la nada apareció aquél al que Seiya había mandado a volar de un golpe, estaba ensangrentado y con una cara de muy mal humor.
—Tú, enano… Te arrepentirás de haberme hecho esto… ¡a mí, al rey de las sombras, cortaré tu cabeza y la pondré como trofeo en mi respectiva Kura!
Enfadado, Tenkai alzó la espada sombría contra Seiya, decidido totalmente a sesgar su cabeza del cuerpo, cuando Masamune intervino cogiendo el filo del sable amenazante.
—Nuestra misión aquí ha terminado, tenemos que irnos. Deja a ese chico, ya está muerto.
—¡Pero Masamune, esto clama venganza, necesito matar a ese crío por la ofensa que ha cometido contra mí!
—¿Estás desobedeciendo la orden de un superior, Tenkai? Porque haré que te maten por ello.
—¡No, no, lo lamento, señor Masamune!
El lastimado Seiya seguía en la posición característica para lanzar sus meteoros, pero no se movía, no atacaba, no decía nada, sólo estaba con cara de muerto. El hombre que le clavó la espada a Saori se acercó al joven inmóvil y le susurró algo al oído a Seiya, lo cual le dibujó un gesto aún más horrendo. Acto seguido, los dos hombres que habían interrumpido en el Coliseo se desvanecieron.
—Sa… ori…
El joven Pegaso se lamentó mientras, sin siquiera poder caerse al suelo, veía cómo todo a su alrededor seguía congelado, detenido en el tiempo. Sus tres compañeros, petrificados y aislados del espacio tiempo actual, por siempre.
Técnicas en castellano:
Diamond Dust: Polvo de Diamantes. ➡ Hyoga del Cisne.
Pegasus Ryu Sei Ken: Meteoros de Pegaso. ➡ Seiya de Pegaso.
Aurora Execution: Ejecución de Aurora. ➡ Hyoga del Cisne.
Pegasus Sui Sei Ken: Cometa de Pegaso. ➡ Seiya de Pegaso.
Shadow Shield: Escudo de Sombras. ➡ Tenkai de la Espada de la Penumbra.
Darkness Invasion: Invasión de la Oscuridad. ➡ Tenkai de la Espada de la Penumbra.
Countdown's End: Fin de la cuenta atrás. ➡ Masamune de la Espada del Tiempo.
LOS PERSONAJES ORIGINALES PERTENECEN A KURUMADA SENSEI, LOS OC's Y LA HISTORIA SON DERECHOS RESERVADOS Y EXCLUSIVOS DE ESTE FANFIC.
Edited by Gemini No P., 27 November 2015 - 12:46 pm.