En el capítulo anterior, Lynch lleva a Seiya a Holanda, donde sintió por última vez el cosmos del caballero de Piscis, Doro, el cual, con su capacidad para curar, logra tratar la rabia.
En los Cinco Picos, Endo de Dragón Rojo se enfrenta a Shiryu, logrando el caballero de bronce vencer.
Capítulo XIV: Sorpresa olímpica
Las altísimas colinas de Grecia eran casi imposibles de escalar, pero allí estaban, a través de un estrecho camino, casi pudiendo decir que era un bordillo, pasaban los tres caballeros encaminados a conseguir la hoja del Olimpo: Andriev, caballero de Acuario, Máximo, caballero de Tauro, y Hyoga, caballero legendario del Cisne.
—Máximo… ¿Te callarás en algún momento del viaje?
El Acuario se quejaba irritado por la extrema verborrea que el toro dorado tenía, ya que no se callaba ni un momento, entre bromas, comentarios del paisaje y preguntas a Hyoga, aquél había sido un incesante paseo de palabras. Sin embargo, el Cisne disfrutaba ampliamente conversando con aquel enorme hombre, era alegre, su risa era casi contagiosa y su tono de voz, tan rudo y fuerte, hacían de él una persona poco común entre los caballeros de oro que había conocido, desconocía su poder, pero seguro que Aldebarán lo vería con buenos ojos.
—Eres un amargado, Andriev, ¡tienes que disfrutar un poco más de la vida, tío!
Tan animado como había demostrado estar todo el camino, Máximo respondió, riendo como un loco, mientras Hyoga le seguía el juego, aquél resultaba ser un juego algo pesado para el Acuario. Al fin llegaron al otro lado de la estrecha cornisa, lo que frente a ellos se mostró fue un camino, pavimentado con oro, de una pureza y brillo insuperable. El cielo, sólo en aquella parte, lucía libre de nubes que molestasen la visión del azul celeste que reina sobre las cabezas humanas.
—¡Oye, qué hermoso lugar, y cuánto oro, para hacerme un chalé aquí, ni lo dudaba!
Con comicidad, el toro dorado fue el que primero se puso a andar hacia aquel paraíso en la Tierra, sin duda, el Monte Olimpo, su destino y morada de los dioses e hijos de Zeus.
—Eh, Máximo, no vayas tan deprisa, no sabemos qué nos puede deparar este lugar.
—¡Pero eso es lo que venimos a ver, tío, no seas tan aburrido!
El caballero Cisne los miraba desde atrás, riendo ante el comportamiento de aquel mastodóntico toro, pero Andriev lo oteaba con rabia; había venido a cumplir una misión, no a hacer de compañero ni mejor amigo de ninguno.
—Caballeros… en el territorio de los Dioses… Esto es imperdonable…
Vestía una larga capa, que llegaba a los pies, como las de los propios caballeros, pero su armadura era blanca, reluciente y parecía contener en su interior una luz, tan pura como misteriosa. Apareció de la nada aquella sombra, como venida de la misma tierra, sólo apareció, ante ella, los tres caballeros se quedaron algo atónitos, pues no le habían visto llegar, pero sí habían escuchado aquella corta frase.
—¿Qué hacéis aquí, caballeros de Atenea, cómo os atrevéis a pisar esta tierra sagrada después de haberos rebelado tantas veces contra los dioses? Marchad o pagaréis esta ofensa con vuestra vida.
—Nada nos detendrá, no hasta que lleguemos a la hoja del Olimpo.
—¡¿La hoja del Olimpo dices, Acuario?!
Era como una visión extraña, su pelo, blanco, contrastaba con el tono casi gris y pálido de su piel, que ni siquiera contenía una arruga. Sus ojos también eran blancos y sus labios estaban cortados, también eran blancuzcos, de un rasgo frío y oscuro, su cuerpo, corpulento y esbelto, contrastaba con su altura, de aproximadamente un metro sesenta y cinco, a pesar de todos estos datos, aquel guerrero era una mujer, que sólo se la reconocía por la parte del cuerpo en la que su armadura se deformaba para dejar sitio a sus pechos.
—¡Qué impertinentes, yo, Psique de la Luz de Luna, os borraré tal idea de la cabeza!
—Luna…
Andriev repitió esa palabra en bajo, para sí mismo, como intentando recordar dónde la había escuchado, maldiciendo tras obtener la respuesta.
—El libro de Dégel…
Alerta, y recordando las precauciones que el dorado del siglo XVIII había escrito, Andriev mantuvo a Hyoga y a Máximo detrás suyo mientras miraba observador a la tal Psique, ¿de veras aquel esperpento era una mujer?
—¿Qué murmuras, Acuario?
—Nada que te interese.
—Si te preguntas quién soy, te lo diré, para darte una oportunidad de repensar lo que vas a hacer. Defiendo el Olimpo de invasores extranjeros, como vosotros, que venís a robar la hoja del Olimpo, Zeus sabe para qué… Otra vez Atenea planea alzarse contra un dios, y por eso seréis castigados vosotros, caballeros…
—Poco me importa lo que creas que vengo a hacer aquí, Psique, lo único que me interesa es que te apartes de mi camino.
Amenazante, el caballero de Acuario comenzó a enfriar el ambiente, mientras en su mano derecha se formaba hielo. Mas no pasó a mayores aquello, fue Máximo quien intervino en el presunto ataque de su compañero dorado, cogiendo su hombro.
—¡Eh, que no es tuya toda la diversión, compañero!
—¿No ves que estoy ocupado, Tauro?
—¡Oh, vamos, no seas aguafiestas y déjame a esta preciosidad a mí!
—¿Acaso crees que soy tan cobarde como para achantarme ante ella?
—¡Venga, Andriev, que tu misión espera, y yo también quiero divertirme!
Con el tono animado de siempre, Máximo dedicó una mirada especial a su compañero dorado, una que decía que siguiese adelante y no se detuviese hasta que encontrase lo que tenía que encontrar. Aquello sorprendió muchísimo a Andriev, que nunca había visto algo así en el Tauro.
—Está bien, testarudo. Pero no te retrases, no sabemos qué vamos a encontrar ahí dentro.
—Descuida por eso…
El mastodóntico toro esbozó una sonrisa de confianza a aquel caballero dorado, que bien seguido de Hyoga, se dispuso a cruzar la entrada del sagrado lugar.
—¿A dónde creéis que vais vosotros dos, caballeros?
Con una voz aguda y chillona, Psique se lanzaba con su puño cargado para golpear a ambos caballeros, mas Máximo detuvo su golpe con una mano, retrocediendo de la fuerza ejercida sobre él.
—Preciosa, te enfrentarás a mí hoy.
La sonrisa cómica del dorado no se borraba de su rostro, algo que molestaba a Psique.
—¡Apártate, bestia, o te destrozaré!
Un poderosísimo golpe fue lanzado al rostro del Tauro, que cayó de espaldas debido al impacto recibido, haciendo retumbar el suelo.
—¿Es éste el poder de un caballero dorado? Qué triste.
—Ahora empieza la fiesta, preciosa, ahora que estamos solos.
Psique miró hacia atrás: Andriev y Hyoga habían logrado avanzar; era ese el objetivo del caballero, que se dejó golpear para desviar la atención de aquella extraña mujer.
—Tauro, te atreves a engañarme…
—No frunzas el ceño, preciosa, que saldrán arrugas.
Ante la impasible sonrisa del recién levantado caballero de Tauro, Psique desquició, golpeando su estómago y su rostro repetidas veces con muchísima fuerza, volviendo a derrumbar al caballero, ¿era aquél el auténtico poder de la mujer? Para parecer tan endeble, era de veras una máquina de golpear; parecía un boxeador.
—Ríndete, Tauro, careces de la fuerza necesaria siquiera para tocarme.
—Mujer, si yo te toco, tú disfrutarías demasiado.
—¡Deja de ser tan irritante!
Un nuevo golpe fue lanzado a Máximo, mas esta vez fue distinto, pues consiguió agarrar la muñeca de la mujer y, con toda la inercia que ella traía, la levantó por encima de sí mismo y la estampó contra el suelo, haciendo un boquete por la onda expansiva dejada a raíz del terrible impacto.
—Ya he comprobado la velocidad y la fuerza de tus golpes, Psique…
Máximo parecía otra persona, no el mismo hombre burlón y cómico que antes se mostraba. Su rostro estaba serio y su mirada se clavaba con dureza en la de ella, que desde abajo lo miraba hipnotizada.
—¿Quién demonios eres tú, caballero…?
Su armadura dorada comenzó a brillar, síntoma de que la energía cósmica de su interior crecía más y más, bien lo notaba Psique, que tuvo que retirarse de aquel enorme socavón creado por el golpe de su cuerpo contra el suelo. Reapareció frente al acceso que antes habían cruzado los dos caballeros unos minutos antes.
—Tauro… Tienes muchas agallas… para venir y enfrentarme de tal manera…
—Solo soy una distracción, pero ahora que estoy aquí…
El hombre dorado, inamovible bigardo, sonrió leve y sincero, algo que molestaba a Psique, haciéndole pensar que se burlaba de ella, ¡de ella, que nadie osaba siquiera tocarla!
—¡No te rías de mí, Tauro…
La postura que adoptó era extraña, un brazo hacia delante, con la mano haciendo una garra, y en la palma de su mano una luna apareció, o al menos eso aparentaba ser.
—… Moonlight Shadow!
Aquella luna despertó creando una intensa luz, que proyectó una sombra tras el dorado, como si el sol más brillante estuviese allí mismo. ¿Cómo era posible tanto poder en la simple luna?
—¿Es este tu poderoso ataque, preciosa? Una pena…
El cosmos del toro fue aumentando bajo la atenta mirada de la mujer que, con el pelo echado encima de su ojo derecho, solo se le veía aquel iris blanco nieve.
—… ¡Conoce al gran toro dorado, Great Horn!
El ataque salió, pero con un nivel de poder muy bajo, de tal manera que Psique, con un solo dedo, hizo frente al ataque parándolo en seco.
—¡¿Cómo?!
—Qué mal rival eres, Tauro, nunca estarás a mi nivel.
La velocidad de aquella mujer era impresionante, tan rápida como imprevista; apareció frente al gran hombre propinándole un brutal rodillazo, haciendo que el Tauro se encogiese para calmar el dolor, y en cuanto lo hubo hecho, la mujer, de un puñetazo en el mentón, consiguió hasta levantar a la masa de músculos que el dorado era del suelo, cayendo y provocando una terrible onda expansiva, rompiendo por lo tanto el piso y haciendo otro agujero cercano al dejado por la mujer antes.
Máximo escupió un chorro enorme de sangre mientras apoyaba las enormes palmas de sus manos para levantarse y salir del enorme cráter creado allí, su casco se había resquebrajado y hecho añicos.
—¿Acaso te preguntas cómo lo he hecho, caballero dorado? Muy fácil… La técnica que antes has visto te robó el cosmos cuando lo aumentaste, la sombra creada por mí te debilitó hasta dejarte de esta manera… Qué triste, caballero dorado, una muerte poco digna de alguien con tan elevado rango…
—…
Tuvo que permanecer callado el dorado, que estaba inmóvil y de rodillas. Sangraba mucho y la pechera de su armadura se había agrietado por completo sin llegar a romperse.
—¡Muere, caballero dorado!
Psique cargó su puño con cosmos, aquel puño que si cargaba, se convertía en un asesino en potencia, cogió muchísimo impulso y lo lanzó contra el caballero de Tauro.
El golpe provocó en el suelo un boquete profundo, pero ninguna herida en Máximo, que antes siquiera de que el golpe fuese a rozarle, su puño alcanzó el estómago descubierto de la mujer, que tosió quedándose sin aire y retrocediendo unos cuantos pasos atrás.
La sonrisa, esa clásica sonrisa en el atrevido y fuerte rostro del Tauro, y la posterior postura, indicaron que el combate se le ponía muy de cara.
—¡Great Horn!
Impactó de lleno el ataque en la mujer, lanzándola por los aires, destrozando parte de su blanca armadura al caer al suelo. La zona que cubría los pechos se vio rota y se pudo visualizar sin problemas una parte del seno derecho, que, con un corte por la parte desprendida de la pechera, se mostraba.
—Lo siento, preciosa, pero no tengo tiempo para darte todo lo que necesitas.
—Es… pera, Tauro… tú no vas a ninguna parte…
Era Psique la que se levantaba magullada, con su orgullo casi roto, a la par que su armadura.
Golpeada con fuerza por el Gran Cuerno de Máximo, la mujer todavía podía erguirse en sus piernas, ante la atenta mirada del dorado.
—¡Vamos, preciosa, acepta la derrota!
—Yo nunca aceptaré algo que no existe para mí.
—Eres dura, pero el Gran Cuerno te ha roto, ¿cómo piensas pelear?
—Muy fácil, así…
Un grito desgarrador salió de la garganta de la mujer, que explotó su energía cósmica, elevándose más allá de lo que había visto hasta ahora el caballero, y todavía más de lo que el santo le había demostrado, quedándose anonadado ante el enorme poder desarrollado por aquella mujer.
Tal era el cosmos de aquella mujer que consiguió moler a palos al Tauro a velocidad impensable. Máximo cayó al suelo, su Cloth se rompió por varias partes; el pecho y las hombreras quedaron reducidos a ceniza nada más recibir aquellos impactos llenos de furia.
—Ahora, Tauro… Es tu fin…
—Tsk…
De rodillas, el enorme caballero miraba hacia arriba, donde estaba situada la mujer blanca, que ponía su mano abierta cerca de la cara. De pronto, la luna comenzó a moverse por el cielo, hasta colocarse justo encima de la guardiana olímpica, proyectando luz, ¡luz lunar en pleno día!
—¡Furious Moon Impact!
Siguió subiendo el cosmos de la mujer hasta alcanzar un nivel impensable en alguien mortal. Su técnica consistió en tomar altura de un gran salto, seguida de aquella luz lunar que la bañaba.
Su puño impregnado de cosmos se incrustó en el pecho del Tauro, que fue atravesado de lado a lado, dejando un enorme agujero en la parte derecha de la caja torácica del hombre, por la cual salió un chorro de sangre, quedando el caballero de pie, con los ojos cerrados.
—Al fin mueres, Tauro…
Cuando Psique se dispuso a sacar la mano, le fue imposible, por mucho que tirara, ¿qué demonios sucedía?
Su sorpresa fue mayúscula cuando vio en el rostro del dorado una enorme sonrisa, casi de picardía más que de felicidad.
—Lo siento, preciosa, pero no me voy sin llevarte conmigo.
—¿¡Cómo dices!?
Aura dorada, esa que nace cuando un santo se dispone a ejecutar una técnica, con un fulgor tan intenso como el mismo sol. Su cosmos subió y subió, casi hasta igualar a la mismísima mujer, que ya había sido algo fuera de serie.
—¡Siente el impacto del toro dorado, desmembrando tus huesos y tu carne…
Cerró ambos puños, como queriendo darle énfasis a la situación, mientras otro grito que indicaba una potencia impresionante salió de la garganta de Máximo.
—… Greatest Horn!
Una enorme masa de energía salió del cuerpo del caballero dorado, consumiendo por completo a Psique, que contemplaba horrorizada cómo se iba a morir sin siquiera poder defenderse.
Cayó muerta la mujer. En el suelo, su armadura estaba deshecha. Desnuda y ensangrentada, yacía sin vida su inerte cuerpo.
Máximo, a su vez, estaba de pie, respirando con dificultad; normal, le faltaba un pulmón, que había sido destrozado por Psique. Sin poder moverse, esbozó una gran y sincera sonrisa.
—Todo vuestro, queridos compañeros.
Técnicas en castellano:
Moonlight Shadow: Sombra de luz de luna. ➡ Psique de Luz de Luna.
Great Horn: Gran Cuerno. ➡ Máximo de Tauro.
Furious Moon Impact: Impacto furioso de la luna. ➡ Psique de Luz de Luna.
Greatest Horn: El más grande cuerno. ➡ Máximo de Tauro.
Editado por Gemini No P., 01 diciembre 2015 - 12:49 .