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Saint Seiya - Sengoku Returns


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#21 Patriarca 8

Patriarca 8

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Publicado 24 septiembre 2015 - 22:03

Capítulo IV: El avance del ser incorpóreo.

 

-Al parecer sagitario sera  un gran peligro para el bando de los villanos,ojala no

caiga en un barranco..........espera creo que eso sucede en otra historia XD

 

-Menos mal que seiya aprendio griego.......fue gracioso que no supiera sobre los 12 caballeros

dodados ni quien era hades XDD

 

-Me agrado la mencion a  Deuteros

 

-buen capitulo

 


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#22 ℙentagrλm ♓Sнσgōкι

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Publicado 25 septiembre 2015 - 09:24

En el capítulo anterior, el coliseo, en el cual peleaban los cuatro caballeros de bronce, se descongela temporalmente, pudiendo moverse de nuevo. Ikki se reúne con ellos y con Atenea, la cual les revela sus intenciones.

 

Andriev de Acuario, el cual iba dirigido al Olimpo para conseguir la Hoja del Olimpo, es interceptado por Hyoga del Cisne, el cual, tras un pequeño combate, logra convencerle para acompañarle.

 

Capítulo X: Perros de Caza y Aves del Paraíso

 

Ikki y Shun conversaban sobre la guerra en un plano aparte de la zona más baja del Santuario. El caballero de Andrómeda se veía preocupado ante la nueva amenaza salida de los avernos de la Tierra, mientras que Fénix se limitaba a tranquilizar a su hermano como podía, era un tema espinoso.

 

—Saori está decidida a morir, hermano.

 

—Llegaremos antes de que eso suceda, confío en Andriev y en Hyoga, traerán la Hoja a tiempo.

 

—Pero Ikki, ni siquiera sabemos si nos servirá de algo esa espada.

 

—Si un caballero del Siglo XVIII dice que la necesitamos, así será.

 

Fénix, quien siempre había resultado ser el caballero más escéptico con diferencia, esta vez creía en aquellas palabras escritas en un papel de hace doscientos años. Quién sabe, quizás fuese una trampa, pero había que arriesgarse.

 

De pronto, dos jóvenes vestidos con armadura, de plata y de bronce, se presentaron frente a ellos y se arrodillaron mostrando respeto. El que vestía la armadura de Plata era alto y fornido, andaba sobre el metro ochenta, tendría aproximadamente unos veinte años, su pelo era gris claro y su cara alargada, con una nariz puntiaguda y unos ojos de color marrón claro. El otro, el que vestía la armadura de Bronce, era mucho más pequeño en estatura, mediría sobre un metro sesenta, su complexión era bastante escuálida, pero en sus ojos color miel se denotaba un brillo intenso de fulgor increíble, lo que decía que no necesitaba músculos para ser superior a un enemigo. Su pelo, de color verde, iba de punta, muy bien peinado. Su rostro de niño, que apenas rozaría los trece años, estaba destacado con una cicatriz en la frente y un pequeño colgante en su cuello que decía “Forever”.

 

—Caballeros legendarios de Fénix y Andrómeda, somos los delegados de la guardia de investigación que el Patriarca ha solicitado para vigilar el Monte Fuji…

 

El caballero de Plata, al estar en una categoría superior, fue el que habló frente a Ikki y Shun.

 

—… Me presento, soy Master de Perros de Caza, y éste es mi compañero y aprendiz, que posee la armadura de bronce de Aves del Paraíso, Budgie.

 

—¡Es un placer conocerles al fin, caballeros legendarios!

 

—¡Budgie! ¿Qué te he dicho de guardar los modales?

 

—Lo siento, señor.

 

El caballero de bronce sonrojó sus mejillas y se ocultó bajando la cabeza para que nadie viese la vergüenza que estaba pasando en ese momento. Shun, para intentar evitarle un mal momento al chiquillo, le rebozó el pelo con su mano derecha.

 

—¡Tranquilo, amigo, no nos molestas! Vaya, eres muy joven para ser un caballero de bronce.

 

—S… ¡Sí señor, yo me convertiré en el más fuerte y valeroso de los caballeros, ya lo verá!

 

—¡Ese es el espíritu, jovencito!

 

Mientras Shun animaba al joven Budgie, Ikki hablaba con Master de la vigilancia y el equipo que iban a utilizar.

 

—Partiremos en dos horas.

 

—¿Acaso sois sólo vosotros dos los miembros del equipo de reconocimiento?

 

—No, señor, contamos con tres caballeros de bronce más, el caballero del Dorado, el caballero de Compás y el caballero de Lobo.

 

—Bien, recordad, no debéis entrar en batalla, solo debéis recopilar información del lugar, ¿entendido?

 

—Por supuesto señor, somos los mejores en nuestro trabajo, todo sea por el bien de Atenea.

 

—Exacto. Bien, podéis retiraros, éxito en la misión.

 

—Gracias, señor.—El hombre hizo un gesto con la cabeza como llamando al chiquillo— Budgie, vámonos.

 

El caballero de Ave del Paraíso, que estaba entretenido jugando y hablando con Shun, se vio remendado por su maestro, que le dio un golpe en el hombro para que espabilase.

 

—Sí, señor Master, ¡hasta la vista, señor Shun!

 

—¡Nos vemos, pequeño Budgie!

 

El caballero de Andrómeda sonrió triste al ver alejarse al pequeño caballero.

 

«Que alguien tan joven quiera luchar en una guerra como esta casi me aterra, pero si es su decisión... además, aquel brillo especial en sus ojos… seguro que todo irá bien.» —Pensó para sí.

 

 

—Venid aquí todos.

 

Master llamó a los tres caballeros de bronce restantes que antes le había mencionado a Ikki. En el acto se presentaron tres chicos jóvenes, tanto como Budgie, solo uno tenía más edad que los demás a simple vista, el que vestía la Cloth de Lobo.

 

—Bien, chicos, como sabéis, tenemos el honor de supervisar el territorio enemigo por orden del gran Patriarca; hoy pondremos en práctica todo lo que hemos aprendido, ¿está claro?

 

Todos los chicos respondieron enfervorecidos ante aquel pequeño discurso del caballero de plata.

 

—¡Sí, señor!

 

—Bien, ¿alguien tiene alguna duda?

 

El joven que vestía la armadura del Dorado habló primero, para exponer su duda al jefe.

 

—¿A dónde vamos, señor?

 

—Al Monte Fuji, Japón. ¿Alguna otra duda?

 

El silencio fue absoluto, todo estaba aclarado. En algunas caras se veía el miedo de la primera vez por combatir en serio, y más todavía si se trataba de un enemigo desconocido.

 

—Bien, vámonos pues.

 

 

El tiempo era hostil en Japón, llovía con fuerza y el arduo frío mataba toda planta que nacía en sus alrededores. Los cultivos de arroz quedaron deshechos y los árboles se resentían por aquel terrible y odioso ambiente.

 

Andaban los caballeros juntos, mirando a todos lados, temerosos ante un enemigo que los asaltase, desmembrase o asesinase, pero a la vez ansiosos de que alguien osase entrometerse para probar sus fuerzas con él, todo el entrenamiento sufrido vería sus frutos entonces.

 

—Ojo avizor, caballeros de bronce, nunca sabemos cuándo nos puede atacar un enemigo.

 

—Oiga, señor Master…

 

El joven caballero de Ave del Paraíso, Budgie, fue aquel que habló ante el caballero de plata que iba delante de todos ellos.

 

—… ¿A quién vigilamos exactamente?

 

—Eso venimos a comprobar, Budgie, mantén silencio y guarda la distancia.

 

El joven caballero de bronce acató la orden nada más escuchar al jefe decirla. Vigilante y confiado en batalla, quería completar la misión para que el Patriarca le dijese algo bonito y amable.

 

De pronto, un cosmos oscuro y poderoso, mucho más que la suma del de todos aquellos caballeros del equipo de reconocimiento, apareció. Todo se sumió en negro oscuro para los caballeros, no veían más que oscuridad; estaba claro, aquello era una emboscada.

 

—No os separéis de mí, chicos.

 

Los jóvenes caballeros miraban a todos lados intentando encontrar al que producía tal oscuridad. No se veía nada a un metro de ellos, un foco de luz los cubría y después, nada más.

 

 

—Vaya vaya, caballeros de Atenea, bienvenidos a mi territorio… o más bien el lugar más parecido al infierno, vuestro próximo destino.

 

Una risa macabra se escuchó en todo aquel lugar, mientras los caballeros seguían buscando un enemigo invisible a su vista. El líder de los caballeros, Master de Perros de Caza, fue el primero en decir una palabra para romper el silencio desfavorecido de los hombres del bien.

 

—¡Muéstrate, seas quien seas, una pelea limpia debe ser siempre cara a cara!

 

—Veo que eres gallardo para ser un simple caballero de plata, pero bueno, tanto que quieres ver mi cuerpo, te lo enseñaré.

 

De entre las sombras nació una luz, brillante como la más grande de las estrellas del firmamento, y en su mismo centro, una sombra. Tan fulgurante era el resplandor que ni siquiera podían vislumbrar su cara o su ropa.

 

Los caballeros, ya con el objetivo claro, elevaron sus cosmos y apuntaron todos hacia él, con el objetivo de destruirlo.

 

—¡Swordfish Cutter!

 

—¡Dead Howling!

 

—¡Ground Needle!

 

—¡Typhoon Bullet!

 

—¡Million Ghost Attack!

 

El misterioso hombre extendió su mano, y los ataques chocaron contra ella, parándose en seco y quedando reducidos a cero.

 

—Es inútil, caballeros, solo hay un hombre que pueda compararse a mí en vuestro ejército, y es con él con quien me enfrentaré. Hasta entonces, ¡vosotros no sois NADA!

 

Una onda de choque salió de la mano del hombre misterioso y derribó a todos los caballeros sin problemas, lanzándolos por los aires y haciéndoles caer al suelo con fuerza.

 

—Sois la base del Santuario, hay que reconocer que es una tarea noble para alguien tan joven. Lamento tener que mandaros a la muerte, caballeros de bronce…

 

Los caballeros se lamentaron, viendo que su enemigo era muchísimas veces superior. Decidieron intentar retroceder, pero la oscuridad se lo impedía, era tan densa que tenían la sensación de que jamás saldrían de entre ella, estaban atrapados.

 

Cuando todos parecían rendidos, el más pequeño de los bronceados dio un paso adelante con el puño cerrado, era Budgie.

 

—No nos detendrás en nuestra misión, nosotros somos los caballeros de Atenea, y nada, nunca, nos detendrá. Nuestro objetivo es vencer al mal y jamás nadie conseguirá romper el espíritu con el que combatimos, ¡en guardia, rival!

 

El gallardo caballero de Ave del Paraíso cargó contra su rival con el puño armado, a la máxima velocidad que alcanzaba, la del sonido.

 

—¡Typhoon Bullet!

 

Con un dedo de la mano que tenía adelantada detuvo el avance del caballero de bronce, que puso cara de sorpresa, ¿cómo lo había hecho? Estaba seguro de que su cosmos estaba ardiendo más allá de su límite, era imposible que haciendo tan poco lo detuviese.

 

—Eres un caballero de bronce muy sorprendente, además de tener muchas agallas. Pero eso no es suficiente ni para siquiera hacerme sangrar.

 

El misterioso hombre acumuló cosmos en su dedo índice, aquel con el que había detenido el ataque de Budgie, y lo soltó contra el caballero, lanzándolo por los aires a donde estaban los demás, cayendo estrepitosamente y manchando todo el suelo de sangre por una brecha que se le abrió en la frente.

Sin perder un segundo el caballero de plata corrió a auxiliarle.

 

—¡Budgie! ¡¿Estás bien?!

 

—Sí, maestro…

 

Master se levantó y miró con rabia a aquel que les había cortado el paso y había atacado. Elevó su cosmos de una manera espectacular, los caballeros de bronce se quedaron atontados, ¿acaso su líder, el caballero de Perros de Caza, tenía tanto poder? Su cosmos ardía de una manera inimaginable.

 

—Tú, seas quien seas, has pasado la línea de agredir a mi alumno más joven, y nadie, ¡NADIE, TOCA  A MIS ALUMNOS!

 

Su cosmos se elevó de tal manera que la armadura plateada de Perros de Caza tornó a un color plata profundo. Sus ojos desvelaban una llama, un poder impresionante: el poder de defender a los alumnos, a la gente que le importaba.

 

—Prepárate, porque no saldrás vivo de aquí.

 

Aquel nuevo nivel del cosmos le permitió incluso desplazarse a la velocidad de la luz, intentando sorprender al enemigo.

 

—¡MILLION GHOST ATTACK!

 

Cientos de réplicas aparecieron alrededor de Master, que se movían a la velocidad de la luz. Cuando lo vio oportuno, las copias se lanzaron a por el rival. En el rostro de aquel misterioso hombre se formó una leve sonrisa y con una simple palabra el ataque no avanzó más.

 

—¡Khan!

 

Las copias desaparecieron y Master cayó al suelo, el plata fuerte de su armadura desapareció y los caballeros de bronce no tardaron en llegar hasta él para auxiliarlo. Cuando todos estaban cerca, el hombre misterioso se acercó a los caballeros y elevando su cosmos creó una técnica.

 

Sweet Danger.

 

 

Ikki y Shun estaban en las estancias del Templo de Acuario, mirando el enorme tablón que Andriev había creado. Había en total cinco fotografías, que más bien eran dibujos sacados de libros antiguos. Date Masamune, Sanada Yukimura, Ishida Mitsunari, Kokugawa Ieasu y Kotaro Fuma eran los retratados, y entre ellos estaban unidos por un hilo rojo. Shun estaba atento al libro por si salía alguna novedad, escrita del puño de Dégel, el misterioso caballero del Siglo XVIII que narraba las aventuras de aquella guerra santa.

 

—¿Algo nuevo, Shun?

 

—No, hermano, lo último escrito es tu batalla contra ese tal Yukimura.

 

Ikki se quedó en silencio unos instantes, estaba intentando encajar aquellas piezas en su mente, no estaba nada seguro de lo que allí ocurriría. Libros del pasado presente, espadas con diferentes elementos, era un maldito sinsentido.

 

No tardó mucho tiempo hasta sentir cosmos próximos al Templo, aquello fue detectado por las cadenas de Shun, que empezaron a moverse delatando enemigos en las proximidades.

 

Los cosmos no eran en exceso poderosos, así que serían del más bajo estatus. La sorpresa se la llevaron cuando los cinco caballeros que habían partido a Japón apenas seis horas atrás estaban de vuelta, con Master de Perros de Caza de nuevo a la cabeza.

 

—¿Ya habéis vuelto, qué habéis descubierto?

 

Sin mediar palabra, el caballero de plata se lanzó contra Ikki, que era quien antes había hablado, el cual se vio forzado a esquivar el golpe.

 

—¿Pero qué demonios haces?

 

—¡Hermano, cuidado!

 

Un segundo golpe vino por la espalda, era el caballero de Dorado que le atacaba a traición aprovechando la pequeña distracción que el plateado había creado. Otro ataque más, esta vez a Shun, este vino del caballero de Ave del Paraíso, del cual no se defendió porque era él, aquel niño que horas antes le había hecho reír; pero aquel brillo en sus ojos había desaparecido, ya no estaba. Shun recibió el impacto de lleno, lo que le hizo retroceder unos cuantos pasos, el cosmos de aquel chico era inferior al de ambos caballeros, pero estaban en inferioridad numérica, y también moral.

 

Ikki cargó su puño de cosmos, el cual impactó contra el caballero de Pez Volador, lanzándolo por los aires y destrozando parte de su armadura. Ante aquello, su hermano se opuso a los métodos del Fénix.

 

—¡Ikki, no, son nuestros aliados!

 

—Pero nos están atacando, ¡no voy a quedarme quieto mientras nos masacran!

 

El caballero Fénix se movía entre los golpes que recibía, devolviéndolos y bloqueándolos sin problemas. Por otra parte, Shun no se movía pues no sabía la razón de todo aquel escándalo y los golpes le daban sin ningún problema, por todos lados, hasta que el más poderoso de los caballeros rivales, el de plata, movió ficha y lanzó un golpe directo al pecho de Shun. Ikki, viendo lo que sucedería, se metió en medio del ataque para defender a su hermano, y el puño se incrustó en su corazón.

 

—¡HERMANO!

 

Ikki escupió un chorro de sangre, el impacto había atravesado hasta la armadura de Fénix, y llegado sin ningún problema a su corazón, órgano más importante del cuerpo. Una sonrisa maligna se dibujó en el caballero de plata que sacó la mano y golpeó el rostro de Ikki sacando al bronceado a volar y estampándolo contra el suelo.

 

Un grito desolador fue lo siguiente que se escuchó en la sala.

 

—¡IKKI!

 

Shun corrió hacia su hermano a toda velocidad y se agachó a su lado. Estaba muerto.

 

Lágrimas cayeron por las mejillas del caballero de Andrómeda, que se levantó furioso, aquellos ya no eran sus aliados, y morirían. 

 

 

Técnicas en castellano:

 

Swordfish Cutter: Cuchilla del Pez Espada. ➡ Caballero del Dorado.

Dead Howling: Aullido mortal. ➡ Caballero del Lobo.

Ground Needle: Aguja de tierra. Caballero del Compás.

Typhoon Bullet: Tifón de balas. ➡ Budgie de Ave del Paraíso.

Million Ghost Attack: Ataque del millón de fantasmas. ➡ Master de Perros de Caza.

Sweet Danger: Dulce peligro. ➡ ??? de ???


Editado por Gemini No P., 16 noviembre 2015 - 16:58 .

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Ranking de resistencia dorada


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Publicado 25 septiembre 2015 - 16:48

Capítulo V: La marca del Géminis.

 

 

-Cástor de Géminis si que es un guerrero poderoso pero si llama debiluchos a saga y a

Kanon es por que quizas sea shakista XDDD

 

 

-Fue interesante la aparición de Aioros

 

-buen capitulo

 


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#24 ℙentagrλm ♓Sнσgōкι

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Publicado 26 septiembre 2015 - 11:11

En el capítulo anterior, es designado un equipo de vigilancia formado por cuatro caballeros de bronce y uno de plata, el cual es el líder. Después de llegar al Monte Fuji son atacados por un rival demasiado poderoso incluso para el poder de los cinco.

 

Después, regresan al Santuario y atacan a Ikki y a Shun, acabando con la vida del primero.

 

Capítulo XI: Bronce inmortal

 

—¿Por qué, por qué habéis asesinado a Ikki?

 

Los caballeros de bronce se fueron acercando cada vez más a Shun, el cual sólo se limitaba a lanzar preguntas que nunca eran respondidas y únicamente recibían de vuelta técnicas.

 

—¡Rolling Defense!

 

El caballero de Andrómeda usó su defensa rodante para detener los ataques que venían en su contra, aunque desde lo más dentro de su ser, él ansiaba venganza, no podía acabar con sus aliados, era demasiado cruel y atípico del más pacífico caballero.

 

Million Ghost Attack.

 

Master de Perros de Caza ejecutó su técnica contra Shun, el cual la rechazó de nuevo con su defensa rodante. Al ver los caballeros que no atravesaba uno solo la técnica protectora de Andrómeda, decidieron todos elevar sus cosmos hasta donde llegasen, y atacar.

 

—¡Million Ghost Attack!

 

—¡Dead Howling!

 

—¡Ground Needle!

 

—¡Swordfish Cutter!

 

—¡Typhoon Bullet!

 

El golpe conjunto de las técnicas rompió la defensa de Shun, que de por sí era muy débil por culpa del remordimiento que sentía al pelear contra sus compañeros de armas, sus congéneres en batalla. El caballero de Andrómeda cayó varios metros hacia atrás, su armadura se quebró por varias partes, ¿con un ataque tan simple? Era porque la voluntad de combate del caballero había muerto.

 

Master se acercó y cargó su puño, dispuesto a atravesar el corazón de Shun, como antes había hecho con Fénix.

 

—Llegó tu hora, caballero legendario.

 

Sin oponer resistencia, Shun se puso a pensar.

 

—Hermano, mi voluntad no me permite enfrentarme a mis compañeros, es demasiado inmoral, perdóname, nos reuniremos en el otro mundo…

 

Antes de que el caballero de plata acabase con la vida de su objetivo, un cosmos violento se dejó notar en el recinto.

 

Un puño fortísimo golpeó la cara de Master, tanto que se pudo escuchar el sonido de diferentes huesos faciales romperse.

 

—¿Cómo es posible que sigas vivo, Fénix?

 

Era él, Ikki de Fénix, caballero inmortal. En su pecho ya no había siquiera herida ni rastro de sangre, solo el hueco de la armadura rota.

 

—¡Hermano, estás vivo!

 

El hombre renacido de las cenizas, el que jamás desaparece, el ave inmortal de bronce. Allí estaba, casi imposible de creer, el puño había alcanzado su corazón pero seguía de pie y sin problemas.

 

—Vives, Fénix… Pero no hay problema, ¡te volveremos a atravesar el corazón!

 

Con toda la confianza del mundo, los cinco caballeros volvieron a ejecutar sus respectivas técnicas contra Ikki, que se alzaba frente a todo aquello.

 

—Mientras viva, no dejaré que toquéis a mi hermano…

 

Un cosmos imparable, más grande que el de cualquiera de los caballeros vistos hasta aquel momento, nació de Ikki. Explosiva fuerza creada de la nada, con ojos en llamas.

 

—… Porque yo, Ikki del Fénix… ¡NO LO PERMITIRÉ!

 

El caballero de bronce ejecutó su típico movimiento mientras su cosmos no dejaba de ir en aumento.

 

—¡Recibid la técnica, capaz de pulverizar estrellas… Hō Yoku Tenshō!

 

Ni siquiera los cinco ataques conjuntos pudieron dañar el imponente y arrollador golpe que impactó contra todos, haciendo polvo sus armaduras y su carne, no dejando más que cenizas en el suelo.

 

Ikki, habiendo hecho un ataque superior en poder a la Explosión Galáctica de Saga, cayó de rodillas respirando agitado. El cosmos que de él había nacido ya no estaba, y su armadura estaba de nuevo al cien por cien.

 

—¡Hermano! ¿Estás bien?

 

—Sí, sólo un poco cansado, no te preocupes.

 

Uno de los caballeros permaneció con vida, era Budgie de Ave del Paraíso. Su piel estaba quemada, no se podía distinguir apenas su rostro, chamuscado por el intenso poder del Aleteo del Fénix, pero el pequeño todavía movía la boca, pidiendo auxilio.

 

Shun, tras ver aquel desolador panorama, dejó un minuto a Ikki para ir corriendo hacia el joven caballero de bronce que se hallaba allí, con un panorama desolador.

 

—Señor Shun…

 

—Sh, calla Budgie, no digas nada, te pondrás bien…

 

El caballero de Andrómeda cogió una chaqueta que había en la mesa y la puso bajo la cabeza del pequeño, para acomodarlo, no sabía por dónde cogerlo, daba la sensación de que si intentaba levantarlo, se partiría en mil trozos.

 

—No, señor Shun, me estoy muriendo…

 

—¡Nunca digas eso, Budgie, te pondrás bien, te lo prometo!

 

—Señor… tengo miedo…

 

—Te pondrás bien, ¿vale?

 

El chiquillo tosió agonizante, estaba negro completamente, todo su cuerpo, hasta los tejidos internos por lo visto.

 

—Por favor, señor Shun, no me deje solo, no quiero morir solo…

 

Budgie comenzó a llorar, sus ojos todavía estaban enteros como para derramar lágrimas. Shun también comenzó a llorar, el chiquillo estaba muriéndose.

«Por el amor de Dios, es solo un niño, apenas tiene once años y...»—pensó para sí Andrómeda.

 

—No te dejaré solo, te lo prometo. Ahora guarda silencio, Budgie, o empeorarás…

 

—Ese hombre… y su espada, nos controló… yo… lamento… haberle atacado, señor Shun… en todo momento era consciente de lo que hacía, pero no podía detenerme…

 

Aquellas palabras estaban escritas entre sollozos y dolor inmenso, que se reflejaba en los ojos muertos del pequeño caballero de Ave del Paraíso.

 

—No importa, Budgie, te prometo que encontraré a ese hombre y le haré pagar por lo que te ha hecho, pero te pondrás bien…

 

—Gracias, señor Shun… es usted un honorable caballero…

 

Una sonrisa se dibujó en el quemado y sangriento rostro del crío, que apenas un segundo después dejó de respirar y cerró sus ojos.

 

—¿Budgie? ¡Budgie, por favor, no te duermas, BUDGIE…!

 

Mas era inútil, el alma de aquel joven había iniciado su camino hacia el más allá, estaba muerto. Shun lloró y gritó encima del cadáver del pequeño, las lágrimas de dolor cayeron sobre el rostro deshecho de Budgie.

 

Ikki se acercó por detrás, mirando la escena desde arriba, ya que su hermano estaba sentado en el suelo con el crío fallecido. Ya se había recuperado del todo, y podía caminar de nuevo, aunque su cosmos estaba en reserva; sin embargo, aquello no le importaba.

 

Tal había sido su furia que sin quererlo mató a cinco caballeros, entre ellos, tres niños que tan solo vestían una armadura, en ningún caso eran una amenaza mayor. Aquel poder… jamás lo había visto en él, era comparable al que conseguía con una armadura divina, más incluso.

 

Ikki se agachó al lado de su hermano, que lloraba desconsolado por la muerte del pequeño caballero de bronce, que estaba quemado y desfigurado.

 

—Encontraré a quien hizo esto, juro que los vengaré.

 

—No, Ikki, es mi tarea…

 

Entre sollozos, Shun seguía impactado, había visto morir a muchos caballeros frente a él, pero aquel niño… era tan solo un crío, y ahora estaba muerto.

 

Sobre Ikki pesaba una culpa bastante gorda, se sentía mal, aunque no lo demostrase. Aquel repentino golpe de cosmos les causó la muerte a todos, se había convertido en una peligrosa arma por unos instantes.

 

Se puso a caminar escalones abajo, pensativo. Nunca había llegado hasta tal nivel de poder, jamás, ni siquiera cuando igualó a Shaka en cosmos, a través de las doce casas.

 

—De veras eres poderoso, caballero de Fénix, nunca pensé que tanto.—dijo una voz.

 

—¿Qué, quién eres?

 

Una reluciente armadura dorada se presentó al lado de Ikki, un hombre la vestía y estaba apoyado en una columna del templo de Capricornio. Con un tono de piel blanco y un pelo negro como el carbón, muy largo, una nariz perfilada y unos labios casi morados, unos ojos verdes esmeralda y una cara alargada, de un metro noventa y con complexión fornida. Dos larguísimas uñas, de casi unos cuarenta centímetros, que brillaban al sol con un color rojo profundo, sobresalían de las manos del hombre.

 

—Oh, permíteme que me presente…

 

Una sonrisa diabólica se dibujó en el rostro al pronunciar aquella frase.

 

—Soy Argos de Escorpio, el asesino legendario.

 

Situó la uña de la mano derecha justo delante de su boca y lamió a todo lo largo la uña, de una manera casi incómoda.

 

—Argos de Escorpio… Ah sí, te conozco, eres el más famoso de los doce caballeros de hoy, he oído que mataste a Jasón, aquel semidiós que intentó asesinar a Atenea hace un año.

 

—Claro que has oído hablar de mí, yo rompí el vellocino de oro.

 

—¿Cómo, de veras rompiste el vellocino de oro?

 

—Pues sí, Jasón se quedó sin su juguetito y luego sin cabeza.

 

Parecía un chiste, pero Argos no se rió, más bien se limitó a pronunciar aún más su sonrisa de loco.

 

—¿Qué es lo que quieres, caballero de Escorpio?

 

—He sentido ese cosmos tan poderoso, Fénix… ¿Creías que podrías ocultármelo, creías siquiera que no te sentiría? No no no no no, Fénix, eso está muy feo por tu parte…

 

El caballero dorado hablaba como un loco, como si de veras le faltase un tornillo, hacía gestos extraños y se movía muy rápido de un lado a otro. De pronto miró a Ikki, y sus ojos habían cambiado de ser verde esmeralda a ser rojo fuego.

 

—¿ACASO CREÍAS QUE PODRÍAS SER MÁS PODEROSO QUE YO? ¡NADIE ES MÁS PODEROSO QUE YO, FÉNIX!

 

—¿Qu…?

 

A Ikki no le dio tiempo a terminar la frase, un violento puñetazo le alcanzó en pleno estómago, y cayó de rodillas.

 

—A mí no me importa Atenea, no me importa nadie más que yo. Lo único que de verdad me importa es ser el más fuerte, por eso ahora arrancaré tu cabeza y me coronaré como el más fuerte de los caballeros.

 

—¿Cómo dices?

 

—Combatiré con cualquiera que sea tan o más poderoso que yo, y lo mataré, como hice con Jasón. ¡Ahora muere, Ave Fénix!

 

Argos lanzó su uña para atravesar el cuello de Ikki, pero la velocidad del caballero de bronce le permitió desplazarse lejos de aquel golpe, situándose detrás del Escorpio con rapidez.

 

—Vaya, qué rápido eres, Fénix.

 

—Que lleves esa armadura de oro me repugna.

 

—¿Y eso por qué, caballero?

 

—El caballero que la llevó antes que tú dio su vida para que nosotros, los caballeros de bronce, salvásemos a Atenea. Y ahora tú, Argos, mancillas una valiosa y sagrada prenda que combate en nombre de la justicia. ¿Y bien, Escorpio? Mucho hablar pero poco argumentar.

 

—¿Milo? Oh, no te engañes, Fénix, Milo de Escorpio nunca estará a mi altura, era un caballero mediocre, y sus actos lo demuestran.

 

—¿Cómo te atreves a faltarle el respeto de esa manera a uno de los doce hombres que dio su vida por este mundo, Y POR TI?

 

Los ojos de Argos volvieron a su estado de verde esmeralda al escuchar aquellas palabras, se calmó e hizo un gesto vacilante.

 

—El caballero de Virgo me lo dijo.

 

—¿Virgo, y quién es Virgo?

 

—Eso no tienes necesidad de saberlo ahora, caballero de Fénix, ya que acabaré con tu vida en un abrir y cerrar de ojos.

 

—Esto no tiene sentido, nosotros somos compañeros de combate, que quieras asesinarme ahora que hay guerra es un sinsentido.

 

—Te he dicho que Atenea no me importa, lo único que me importa es ser el más fuerte, y así ganarme el miedo de todos aquellos que se reían de mí.

 

—¡Pero eso es ridículo!

 

Un aura del color verde de los ojos de Argos rodeó al Escorpio por completo. Era extraño, Ikki había visto muchas auras, doradas, moradas, pero nunca verdes.

 

—No tengo tiempo para perder contigo, caballero de Fénix… ¡Atomic Needle!

 

Argos se lanzó con sus dos uñas al ataque, y en un segundo apareció a la espalda del caballero de bronce. Fénix no sintió ningún dolor en su cuerpo, ninguna aguja había traspasado su armadura ni su cuerpo.

 

—¿Eso es todo, asesino legendario? Porque ahora te voy a enseñar una técnica que realmente da miedo. ¡Prepárate… Ho…!

 

Pero su cosmos no se encendió, ni una migaja, nada, era como si lo hubiesen apagado por completo, o se hubiese quedado sin él.

 

—Vaya, Fénix, parece que no eres tan bueno como pensabas.

 

La sonrisa diabólica se hacía cada vez más frecuente en el rostro del Escorpio, su pelo negro ondeaba con un ligero viento y, maldita sea, parecía el mismo demonio.

 

—En realidad, la culpa es mía, Fénix, la Aguja Atómica inutiliza el cosmos, establece un bloqueo que te impide usar siquiera una décima parte de tu fuerza cósmica.

 

—¡¿Cómo?!

 

—Tranquilo, es temporal, sólo dura unos diez minutos, pero para ese tiempo ya estarás muerto.

 

Ikki tuvo un mal presentimiento, aquel movimiento era muy poderoso. ¿Cómo era posible que existiese una técnica que inutilizase el cosmos del rival? Quizás fuese de verdad el asesino legendario.

 

—Ahora que estás a mi merced, Fénix, juguemos un poco, dentro de poco estarás muerto y yo seré el más fuerte caballero del mundo.

 

—¿Acaso consideras que yo, un simple caballero de bronce, supero en poder a uno de oro?

 

—He sentido tu energía cósmica en Acuario, superaba con mucho a la mía y la de cualquier caballero de oro de hoy. Ni siquiera el más poderoso, que soy yo, podría detener una técnica provocada por tal explosión de cosmos. Era una fuerza divina.

 

Sus verdes ojos se clavaron en la armadura de Fénix, que estaba perfecta y brillante, casi podía ver su reflejo en el bronce. Su uña de color carmesí señaló la Cloth, y con lo larga que era, sin problemas llegó a tocarla y rascarla, ni siquiera le hizo surco.

 

—La armadura de Fénix… ese es tu secreto…

 

—¿Mi armadura?

 

—Si consigo destrozar la armadura hasta el punto de que jamás se regenere, habré vencido.

 

—¿Estás loco? La cloth de Fénix jamás será destruida, y menos por alguien como tú.

 

—Eso lo veremos…

 

Argos se lanzó de nuevo al ataque, golpeando con muchísima fuerza y muchísima velocidad a Ikki con su uña.

Al cabo de un minuto, la armadura de Fénix era polvo en el suelo, e Ikki estaba sangrando por todo el pecho.

 

—Con esto debería bastar.

 

—Hm, qué ingenuo…

 

—¿Cómo dices, Fénix?

 

—Jamás lograrás impedir que el Fénix alce el vuelo, ¡jamás!

 

Un aura rodeó a Ikki, estaba hecha de fuego. En nada, la armadura estaba de nuevo en su cuerpo, brillando como si nada le hubiese pasado, era magnífico.

 

—Ese cosmos tan poderoso, Ikki de Fénix…

 

—Como caballero de bronce al servicio de Atenea, ¡jamás dejaré que vistas la armadura de Escorpio!

 

Su cosmos ardía con fuerza, y nada lo detendría, el combate solo acababa de comenzar.

 

 

Técnicas en castellano:

 

Rolling Defense: Defensa rodante. ➡ Shun de Andrómeda.

Ho Yoku Tensho: Alas ardientes del Fénix. ➡ Ikki del Fénix.

Atomic Needle: Aguja atómica. ➡ Argos de Escorpio.


Editado por Gemini No P., 16 noviembre 2015 - 17:19 .

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Publicado 26 septiembre 2015 - 21:07

Saludos hasta ahora solo el prologo me lo lei, lo consegui un poco desordenado pero bueno que se hace, me llamo un poco la atención el hecho de que Seiya pelee de tal manera con el cisne y lo vi un poquito corto, bueno lo seguiré leyendo a ver que hay!


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Publicado 26 septiembre 2015 - 22:10

Saludos hasta ahora solo el prologo me lo lei, lo consegui un poco desordenado pero bueno que se hace, me llamo un poco la atención el hecho de que Seiya pelee de tal manera con el cisne y lo vi un poquito corto, bueno lo seguiré leyendo a ver que hay!

Gracias por tu review compañero, todo es bienvenido para seguir escribiendo y mejorando.

También te animo, como no, a seguir leyendo, pues considero que el resto de la historia está algo más ordenada y se torna interesante.


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Publicado 27 septiembre 2015 - 09:43

Capítulo VI: Las alas del Fénix surcan el cielo.

 

la espada del Espacio Subyacente por poco acaba con el fenix

geminis y fenix hacen buena dupla a la hora de combatir.

si geminis sobrevive a esas heridas le habra quitado el puesto a radagod en cuanto a resistencia XDD

 


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Publicado 27 septiembre 2015 - 13:41

En el capítulo anterior, Ikki resulta estar vivo y vence a los cinco caballeros con un poder casi comparable al de un dios, pero de procedencia desconocida. Más tarde, aparece el caballero de Escorpio, el cual, en su ansia de ser el más poderoso, enfrenta al Fénix.

 

Capítulo XII: Ambrosía

 

Ikki y Argos entablaban puñetazos el uno con el otro, los esquivaban, acertaban, y también los bloqueaban. Por alguna misteriosa razón, el caballero de Escorpio había decidido enfrentarse a Fénix, y este respondió con su propia fuerza.

 

Fénix fue alcanzado por una de las agujas en pleno estómago, por lo cual cayó de rodillas al suelo, Argos aprovechó la oportunidad para lanzar su puño contra el rostro de Ikki, pero para sorpresa del caballero de Escorpio, Fénix pudo detenerlo con una mano y golpear con una patada baja al caballero rival, por la cual cayó al suelo el dorado.

 

Cuando se levantó, su aura cambió de verde esmeralda a rojo fuego, junto con sus ojos. Así que era eso, el nivel de su ira determinaba el color de su aura.

 

—Fénix, me estás enfadando, y te aseguro que no quieres verme enfadado…

 

—A caballeros como tú yo no les temo, vais de sabiondos y chulos, pero no sois nada.

 

—¡Cierra el pico, Fenix, encaja esto, Scarlet Needle!

 

Tres agujas salieron de la uña derecha de Argos y se clavaron en tres de los puntos marcados para impactar, según el ataque tenía predestinado.

 

—Con la séptima aguja morirás, Fénix, nadie ha soportado más de siete.

 

Otras cuatro agujas salieron de la uña escarlata y se clavaron en distintos puntos del cuerpo del caballero de bronce, que escupió un chorro de sangre nada más recibirlas, teniendo que apoyar la mano en el suelo para no caerse.

 

—Eres tenaz, Fénix, aún vives con siete de mis agujas en el cuerpo, pero no resistirás mucho más, hoy morirás.

 

—Ya basta, Argos.

 

—¿Qué?

 

A la voz de alguien, el caballero de Escorpio interrumpió su ataque, ¿quién se atrevía a intermediar en el combate por ver qué hombre era el más fuerte. Era ni más ni menos que Kiki de Aries, que vestía su armadura dorada.

 

—Kiki de Aries, caballero mediocre… ¿por qué interrumpes?

 

—Porque no debes asesinar a Ikki, él es el caballero que llevará a este ejército a la victoria.

 

La cara de Fénix no pudo ser más cómica en aquel momento, ¿cómo era eso de que él era el caballero de la victoria, acaso no era siempre uno más, cómo era posible que un simple caballero de bronce tuviese esa capacidad, o es que Kiki mentía para salvar su vida?

 

—¿Qué dices, Aries, si es solo un simple caballero de bronce?

 

—Nunca lo fue, y en caso de que lo hubiese sido, ya no lo es.

 

Kiki sacó un pequeño frasco, que parecía estar hecho de vidrio. “¿Qué era aquello?” Se preguntó Ikki, jamás había visto el enano recipiente que les enseñaba el dorado.

 

—Esto, Ikki, es Ambrosía.

 

—¿Cómo, Ambrosía?

 

—La Ambrosía es un líquido destinado solo al consumo de los Dioses, y yo reparé tu armadura con él.

 

Argos se acercó al caballero dorado de Aries y le apuntó con la uña.

 

—¡¿Cómo te atreves a suministrarle el líquido de los Dioses a un simple caballero de bronce, estás loco?!

 

—¿Te lo iba a dar a ti, Argos, que ansías el poder que solo los dioses tienen? Seguro que matarías a Atenea por ver si tienes su poder.

 

El caballero de Escorpio, enfadado, se giró y dirigió a Ikki.

 

—Has tenido suerte hoy, caballero de bronce, pero para la próxima, no te libras.

 

Fueron las últimas palabras que pronunció antes de bajar las escaleras en dirección a su Templo, o quién sabe a dónde. Kiki se acercó a Fénix y le ofreció ayuda para levantarse, la cual el caballero de bronce rechazó, como bien orgulloso que era.

 

—¿Qué es eso de la Ambrosía, Kiki?

 

—Te lo contaré en mi Templo, Ikki, mejor que no nos escuche nadie.

 

Ambos caballeros bajaron todos los Templos, atravesaron Escorpio sin encontrar allí a Argos, lo cual no le extrañaba nada al dorado de Aries. En nada llegaron al primero de los Templos, e Ikki estaba perfecto, sin ninguna herida en su cuerpo, tampoco en su armadura.

 

—Kiki, explícame qué demonios hace la Ambrosía, ¿por qué mi cuerpo está intacto después de los ataques de Argos?

 

—Verás, Ikki, la Ambrosía es el alimento de los Dioses, y con ella reparé tu armadura. ¿Acaso crees que yo, el legendario reparador de Cloths, no sabía que la de Fénix se regenera sola? Mientras lleves la armadura bañada en Ambrosía, tu cuerpo tiene la capacidad de regeneración, copiada de la armadura.

 

—¿Quieres decir que soy inmortal?

 

—No, ni mucho menos, Ikki. Argos podría haberte matado si no hubiese aparecido; no, no es que pudiese, es que seguro que lo haría. Pero a corto plazo, tu cuerpo comienza a restaurarse de los golpes sufridos.

 

—¿Cuánto es ese corto plazo?

 

—Unos… diez minutos sin recibir golpes.

 

—¿Y tiene algo que ver la explosión terrible de cosmos con la Ambrosía?

 

—Sí, la Ambrosía que baña tu armadura hará tu cosmos cientos de veces más fuerte.

 

Ikki se levantó y comenzó a observar detenidamente su Cloth de Fénix, que estaba reluciente, y sentía más poder a través de la inmortal armadura de bronce.

 

—¿Hay manera de controlar tan increíble poder?

 

—Que yo sepa, sí, pero requiere un arduo entrenamiento, y dudo que podamos ejecutarlo en una semana que Atenea nos ha dado de margen.

 

—Yo sí podré.

 

—Eres un aguerrido caballero, Ikki, pero ni tú, que destacas en poder por encima de muchos, podrás.

 

El caballero de bronce se mantuvo de pie sonriente y atrevido mirando a Kiki, que estaba sentado, y se extrañaba ante aquella observación tan obvia.

 

—Eso se resuelve combatiendo, Kiki, si logro alcanzar el nivel de antes en Acuario, lograré dominar la Ambrosía.

 

—¿Sí? ¡Ja! A qué esperamos entonces, Ikki, ¡vamos!

 

Ambos salieron del Templo de Aries conversando cosas, se dirigían a una llanura al norte del Santuario, para entablar aquel entrenamiento forzado.

 

 

En la Isla de Kanon, Seiya y Lynch reposaban, sus cuerpos habían recuperado ya la mayoría de sus fuerzas y estaban casi al cien por cien de nuevo. El caballero de Sagitario se había demorado un tiempo explicando todo lo que sabía sobre el misterioso ataque Samurái y qué había descubierto en su cautiverio.

Seiya, ya al corriente de las cosas, apretó su puño con fuerza, ¿de veras otra guerra, y tan poderosos enemigos como aquél que dominaba el tiempo a su antojo? Era ridículo, ni siquiera dos caballeros podrían con él, ¿o sí?

 

—Pegaso, necesitamos ir al Santuario y dirigir a los caballeros al combate, siento que Atenea está en Japón, y eso no es bueno, siento que está dispuesta a hacer una locura…

 

—¿Una locura, dices?

 

—Cuando echó a los caballeros del Santuario, yo fui el único que me quedé, por respeto y para protegerla, a pesar de que fuese contra su voluntad. En ese instante la noté diferente, amargada, con una carga demasiado grande para ella… Si ni nosotros, los doce, podemos ayudarla a vencer a este mal… seremos la generación más inútil y sobre nosotros caerá la vergüenza, ¡y no pienso permitir que la sagrada orden de los ochenta y ocho caballeros se vea perjudicada por mi debilidad, no!

 

A su lado, Seiya escuchó casi con orgullo el pequeño soliloquio de Lynch, que en su rostro tenía una facción de convicción y verdad.

 

—Es cierto, nosotros, los caballeros de Atenea, ¡jamás permitiremos que le ocurra nada!

 

Ambos llevaban casi una semana de reposo en la Isla de Kanon, estaban vivos gracias al milagroso poder del volcán, y darían su nueva oportunidad de vida por proteger a la guardiana y regente de la Tierra, Atenea.

Sagitario y Pegaso cargaron sus Pandora Box a cuestas, y se dirigieron a la salida, una pequeña abertura en el lado del volcán, que hacía como una especie de cueva extraña.

 

—Hunger’s Bite.

 

Un golpe se acercó con fuerza a los caballeros, que saltaron de su trayectoria antes de recibirlo.

¿Cómo?”

 

—¿Pero quién demonios?

 

De entre el polvo formado por el impacto del golpe se pudo ver la silueta de un hombre, cuando este se disipo, se vislumbró mejor una armadura negra, con casco en forma de cabeza de animal, su pelo era azul y sus ojos también. Su boca, pequeña, y sus ojos, marrones, se clavaron en la dorada caja del caballero de Sagitario.

Era alto y delgado, y por los huecos que dejaba su armadura se podían ver unos musculados brazos.

 

—Te encontramos, centauro…

 

Otro hombre apareció tras de aquel otro misterioso personaje, vestido también con una armadura, pero esta vez era de color marrón pardo, y llevaba un casco de… ¿jabalí? Era más pequeño que el otro, y su concentración de arrugas en la cara era mayor, por lo que aparentaba ser más viejo que el otro. Unos ojos marrones y unas cejas pobladas de color blanco, como el de su pelo, daban forma a una cara llena de manchas por el paso del tiempo, como si fuese casi un esqueleto. Ante las palabras del joven con la armadura negra, el viejo fue el primero en hablar.

 

—Excelente, Ban. (DATO: No se refiere a Ban de León Menor)

 

El caballero de Sagitario se había puesto delante de Seiya, que estaba detrás mirando a aquellos misteriosos hombres que habían aparecido. La cara de Lynch se podía describir como de fastidio, miraba a ambos personajes pensando en qué haría, y cómo serían de fuertes.

 

El más viejo se adelantó y cargó su puño de cosmos, mientras dibujaba una sonrisa de victoria en su maltrecho rostro.

 

—Pagarás por haberte escapado de la prisión que te habían asignado los guardianes imperiales, caballero dorado.

 

—¿Quién eres?

 

—Si tanto quieres saber mi nombre te lo diré. Soy Ashina de Jabalí Salvaje, y este es mi compañero, el joven Ban de Perro.

 

—¿Jabalí salvaje y…  Perro…? Pero entonces…

 

—Exacto, caballero, los doce guardianes Samuráis de los valores y los de los caminos no son los únicos en el ejército de mi señor, también estamos nosotros…

 

—¿Vosotros…?

 

—¡Sí, los doce guardianes del zodíaco japonés!

 

La cara del Sagitario tornó a un tono más oscuro aún, era ridículo, ¿acaso no eran suficientes aquellos Samuráis tan fuertes?

 

—Basta de charla, Sagitario, prueba la furia del jabalí… ¡Wild White Fang!

 

El viejo alzó ambos brazos hacia el cielo y luego los dejó caer a plomo al suelo, provocando un terrible temblor.  Poco tardó en salir del suelo que pisaba el caballero dorado una ráfaga fortísima de energía, Lynch cruzó los brazos para intentar bloquear el impacto pero salió despedido hacia atrás, cayendo cerca de la lava del volcán.

 

—Qué débil eres, caballero, es una vergüenza que alguien así haya sido elegido defensor de Atenea… ¡Bien, caballero de bronce, prepárate, ahora te toca a ti!

 

Seiya había contemplado la escena sin perder detalle, aquellos hombres aparentaban ser poderosos, pero estaba seguro de que ninguno de ellos le vencería.

 

—Venid por mí si os atrevéis.

 

—Hm, qué osado, Pegaso, no temes a la muerte…

 

Fue el hombre llamado Ban, supuesto defensor de la constelación de Perro, el que se ofreció para pelear contra Seiya, que alzaba su cosmos para defenderse y salvar al caballero de Sagitario.

 

—… ¡En guardia, Pegaso, Rabid Claw!

 

—¡Pegasus…!

Ni tiempo le dio al bronce de ejecutar su técnica básica; el hombre le había dado con su puño en pleno estómago, haciéndole herida, pero tampoco era un impacto muy fuerte.

 

—Maldita sea, qué velocidad… ¡pero ese golpe no es nada para el vuelo del Pegaso!

 

Ban regresó a su posición cerca del viejo jabalí, Ashina, y miró sonriente al caballero de bronce, como si hubiese más que aquel ataque tan débil.

 

—Vaya, sangre de Pegaso legendario en mis manos, qué contento se pondrá mi señor al saber que he matado al que más podría evitar que Atenea se suicide.

 

Aquellas palabras se metieron en la cabeza de Seiya, “suicidio, Atenea, evitar”, ¿acaso Atenea pensaba suicidarse, o todo era una mentira para volverlo loco? Fuese lo que fuese, no se iba a quedar allí quieto mirando a la nada.

 

—Te quitaré esa sonrisa ridícula de tu cara, maldito… ¡Pegasus Ryu Sei Ken!

 

El cosmos del caballero de bronce se alzó para atacar a aquél que le comía la cabeza en la batalla, el guardián del Perro, que sólo estirando sus brazos pudo detener el ataque, ante la sorpresa de Seiya.

 

—¿Qué, cómo has detenido mis meteoros de esa manera?

 

—Es simple, Pegaso, estás enfermo, y tu cosmos se resiente.

 

—¿Enfermo dices?

 

—Tienes la rabia.

 

—¿Qué, la rabia?

 

—Los perros transmiten la rabia, ¿no lo sabías? Y con sólo haber tocado tu sangre, estas infectado, y muerto.

 

Por la boca de Seiya empezó a salir espuma, y su visión se turbó. Comenzó a ver cosas que ni siquiera estaban allí, vomitó blanco y cayó al suelo convulsionando.

 

El guardián del Perro se acercó a Seiya, mirándolo desde arriba.

 

—¿Es este el poder de un caballero legendario? Qué triste. Pondré fin a tu sufrimiento ahora mismo, caballero de Pegaso…

 

Alzó su brazo en el cielo, y éste fue envuelto por un cosmos gris, indicaba que iba a realizar una técnica.

 

—… ¡Hunger’s Bite!

 

De pronto, el hombre sintió un cosquilleo en su pecho, cuando lo miró una flecha de oro atravesaba su corazón por completo.

 

—Pero qué…

 

—Es la flecha de la justicia, y has sido atravesado por ella.

 

—¡No es posible…!

 

Esas fueron las últimas palabras de Ban del Perro antes de caer al suelo muerto, rodeado por un increíble charco de sangre.

 

Ashina se quedó con cara de tonto al ver a su compañero muerto en el suelo, hizo un gesto de miedo y a la vez de odio, parecía que su gran ataque no había sido suficiente para acabar con aquel hombre.

 

—Sagitario, vives después de haber recibido mi técnica…

 

De la oscuridad de la cueva salió Lynch, vistiendo la armadura de oro, rodeado de un cosmos dorado.

 

—Vuelve con tu amo y dile que los caballeros vamos hacia allá.

 

—Tsk… ¿Cómo te atreves siquiera a insinuar que huiré ante ti, Sagitario? ¡En guardia, le llevaré a mi señor esa cinta del pelo como trofeo…  Boar’s Giant Lunge!

 

El cosmos del viejo se elevó hasta los cielos mientras el caballero de Sagitario se preparaba para combatir.

 

—¡Por el poder de la justicia, yo, el caballero de Sagitario, erradicaré el mal de este mundo…

 

El cosmos dorado del Sagitario se elevó más aún, tomando un aura dorada también alrededor de él. El ataque del viejo salió dirigido a Lynch mientras él cargaba su puño y miraba fijamente la técnica que iba.

 

—… Atomic Thunderbolt!

 

 

Técnicas en castellano:

 

Scarlet Needle: Aguijón escarlata. ➡ Argos de Escorpio.

Hunger's Bite: Mordisco del hambriento. ➡ Ban de Perro.

Wild White Fang: Colmillo blanco salvaje. ➡ Ashina de Jabalí Salvaje.

Rabid Claw: Garra rabiosa. ➡ Ban de Perro.

Pegasus Ryu Sei Ken: Estrellas fugaces de Pegaso. ➡ Seiya de Pegaso.

Boar's Giant Lunge: Estocada del jabalí gigante. Ashina de Jabalí Salvaje.

Atomic Thunderbolt: Trueno atómico. ➡ Lynch de Sagitario.


Editado por Gemini No P., 27 noviembre 2015 - 12:51 .

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Hasta ahora acabo de llegar al Capítulo 4

 

Sagitario primeramente se me hace que ira a parar en un barranco XD

 

Me gusta mucho esa personalidad que llevan los bronceados la verdad, sigue así.

 

Esta muy bien el fic, sobre todo en lo que respecta a trama.


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Publicado 27 septiembre 2015 - 13:55

 

Hasta ahora acabo de llegar al Capítulo 4

 

Sagitario primeramente se me hace que ira a parar en un barranco XD

 

Me gusta mucho esa personalidad que llevan los bronceados la verdad, sigue así.

 

Esta muy bien el fic, sobre todo en lo que respecta a trama.

 

Muchas gracias por el apoyo, significa mucho para seguir escribiendo, de veras.


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Gemini  No P

 

Ya me pique con la historia jejeje, te felicito por tomar a Ikki como líder, ¡Ya no me siento como coyote de la pradera!!!,

No , ya en serio te felicito porque te confieso que al iniciar mi fic me sentía que nadie lo pelaría por usar a Ikki en vez de Seiya, y de repente que vi tu fic , me dio gusto ver que no era el único deschabetado al darle protagonismo a Ikki que a mi modo de ver fue desperdiciado por Don Kuru,

 

Espero ver otro capitulo y ver en que termina, siguele que esta muy bien

 

Espero te animes a leer el mio, si esta kilométrico, ¡Pero espero terminarlo!!! jejeje

 

Animo y sigue escribiendo

 

:s24:


Editado por blackdragon, 27 septiembre 2015 - 22:29 .


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Publicado 28 septiembre 2015 - 08:47

Gemini  No P

 

Ya me pique con la historia jejeje, te felicito por tomar a Ikki como líder, ¡Ya no me siento como coyote de la pradera!!!,

No , ya en serio te felicito porque te confieso que al iniciar mi fic me sentía que nadie lo pelaría por usar a Ikki en vez de Seiya, y de repente que vi tu fic , me dio gusto ver que no era el único deschabetado al darle protagonismo a Ikki que a mi modo de ver fue desperdiciado por Don Kuru,

 

Espero ver otro capitulo y ver en que termina, siguele que esta muy bien

 

Espero te animes a leer el mio, si esta kilométrico, ¡Pero espero terminarlo!!! jejeje

 

Animo y sigue escribiendo

 

:s24:

¡Tú también usas a Ikki de prota, eso está fantástico!

 

Me pasaré a echarle un ojo, prometido.

 

¡Muchas gracias por leer y por la Review compañero!


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Publicado 28 septiembre 2015 - 10:33

En el capítulo anterior, Ikki es salvado de la muerte por Kiki de Aries, el cual le revela que la fuente de su misterioso poder es un líquido con el cual reparó su armadura, dicho líquido era el alimento de los dioses.

 

Por otra parte, Seiya y Lynch se disponen a salir del volcán cuando son atacados por Ashina de Jabalí Salvaje y por Ban de Perro. Aparentemente, ambos caballeros son derrotados, cuando Seiya es infectado de la rabia, pero Ban es vencido por el caballero de Sagitario y termina todo con el choque de técnicas entre Lynch y Ashina.

 

 

Capítulo XIII: Furia de dragones

 

Lynch corrió al lado de Seiya, que convulsionaba en el suelo; una espuma horrible le salía por la boca y parecía que se iba a morir, tenía la rabia, ¿una enfermedad de perros, esa era la técnica del rival? Qué monstruosidad.

 

—¡Seiya, responde!

 

La contestación del Pegaso fue seguir convulsionando en el suelo: qué imagen tan grotesca, el joven caballero muriéndose, y el Sagitario sin poder hacer nada.

 

—Tengo que encontrarlo, no hay nadie más que pueda salvarlo.

 

Detrás de ellos yacía Ashina del Jabalí Salvaje, muerto y con la armadura destrozada, el golpe de Lynch le había alcanzado sin piedad; qué fuerza tenía el Sagitario, sin siquiera sufrir una herida se había despachado a dos enemigos, los cuales presumían de ser tan fuertes como los misteriosos Samuráis. Mas aquello de cierto tenía poco, había una diferencia evidente entre los espadachines y aquellos que decían guardar el zodiaco japonés.

 

Lynch cogió a Seiya en brazos; se le hizo difícil, se movía tanto con las convulsiones que era casi imposible evitar que se cayese al suelo, al fin el Sagitario lo logró. Se notaba que el Pegaso estaba entrando en una fase avanzada de la enfermedad y que pronto sería tarde.

 

—Tengo que moverme rápido, necesito un antídoto. Espero poder encontrarle.

 

 

Un rato tardó el Sagitario en llegar a Holanda, ¿Por qué había ido hasta Holanda? Pues hasta allí se había acercado. Seiya había empeorado muchísimo, ya no se movía, pero su rostro estaba pálido como la nieve, y la espuma se había acumulado en su boca.

 

Llegaron ambos a una casa rural apartada de toda civilización, hecha de madera y piedra, con un bonito porche revestido con parqué. El pequeño edificio estaba rodeado por un jardín lleno de tulipanes de todos los colores: azules, amarillos, rosas... además, el brillante sol hacía ver todavía más hermosas aquellas flores celestiales.

 

—Aquí es donde sentí la última vez su cosmos.

 

Los tulipanes, a ambos lados de la casa, hacían un pequeño camino que conducía a las escaleras de acceso al pequeño soportal, como si fuese aquello el cielo y allá por donde pisaras se llenase el suelo con hermosos pétalos de todos los colores. A gran velocidad Lynch atravesó el estrecho paso con Seiya en sus brazos, subió los tres escalones que daban acceso al porche tan bien montado que allí lucía y abrió la puerta dando un gran golpe esta contra la pared.

 

—Doro, ¿estás aquí?

 

La respuesta fue inmediata, tan veloz como invisible apareció una rosa roja clavada justo delante del pie derecho del Sagitario, que se quedó aliviado, más que alertado ante el reciente ataque.

 

—¿Quién me molesta…?

 

En el marco de la puerta que debía llevar a la cocina se apoyaba un hombre de cabello rubio, casi platino, con un rostro bellísimo, cuyos ojos grises claros parecían ser azules sacados de un zafiro brillante. Sus cejas, perfiladas, y sus labios violetas, junto con su cuerpo contorneado por la armadura dorada de Piscis, hacían de aquel hombre digno de ser un modelo. Su altura era de un metro ochenta y a través de los huecos de la cloth se podían vislumbrar unos músculos bastante marcados en sus brazos.

 

—… Ah, eres tú, Lynch…

 

Tardó el hombre en darse cuenta que el Sagitario traía un paquete del que alguien debía ocuparse, el caballero de Pegaso.

 

—¡Doro, necesito ayuda, este caballero se muere! ¿Tienes algún remedio para la rabia?

 

El caballero dorado chasqueó la lengua. Se sintió molesto porque alguien había llegado para perturbar su paz, aquella que Atenea le había concedido casi un mes atrás.

 

—Atraviesa esa puerta y déjalo en la cama, voy al armarito de los medicamentos.

 

Sin mucho interés, el llamado Doro fue al baño y abrió un pequeño cajón lleno de frascos. Cogió uno en particular, que contenía un líquido que parecía ser denso y tenía un color azulado, tirando a transparente.

 

Volvió al cabo de unos diez minutos, sin darse mucha prisa, con una jeringuilla en su poder. Con ella absorbió el líquido, pinchó a Seiya y se lo inyectó. En diez segundos, más o menos, el Pegaso empezó a respirar normal.

 

Lynch suspiró aliviado ante aquello, que notó cómo el cosmos de Seiya se estabilizaba.

 

—Estará bien, solo necesita descansar.

 

—¿Con sólo una inyección de ese medicamento?

 

—Es de los fabricados por mí, funcionan el triple de rápido.

 

—Sabía que debía acudir a ti, gracias por la ayuda, Doro.

 

—No hay por qué darlas.

 

Se hizo un silencio algo incómodo, ambos habían salido de la habitación en la que el caballero Pegaso reposaba y se encontraban en el porche, mirando atontados las amapolas. Doro de Piscis era llamado “el sanador” por algo: al parecer creaba sus medicinas, mucho más potentes que las creadas por las mismísimas farmacéuticas. Él podía crear cualquier enfermedad que existiese, o eso parecía.

 

—Doro, ha empezado una nueva guerra.

 

—Lo sé.

 

—Hemos de volver al Santuario y reunir a todos los dorados.

 

—¿Hemos, cómo que hemos? Yo no voy a ninguna parte. —reclamó el Piscis ofendido.

 

—¿Cómo dices, acaso no eres un caballero de oro, defensor de Atenea?

 

—Seguro que hay alguien que puede suplir mi puesto sin problema.

 

—¿Pero qué dices, Doro, no ves que eres uno de los caballeros de oro, los más poderosos entre las filas de la diosa?

 

—Yo nunca seré tan bueno como mis antecesores, seguro que hay alguien que pueda sustituirme.

 

—¡Pero eso es una estupidez, Doro, tienes el poder de curar a los enfermos y heridos!

 

El caballero de Piscis se mantuvo en silencio ante aquello; él era fiel a Atenea, entonces, ¿qué le ocurría, por qué evitaba el combate, por qué no quería ir y vencer al mal?

 

—He hablado. —concluyó el hermoso dorado.

 

Lynch se contuvo para no zarandear a su compañero, sabía que él era más que capaz de vencer en batalla, pero… ¿por qué no salía y lo probaba? Era algo sin sentido, pero más sin sentido era permanecer en aquel lugar mientras Atenea se dirigía a la muerte.

 

—Al menos cuida de Seiya, ¿podrás con eso?

 

—Por supuesto, yo lo cuidaré hasta que despierte.

 

Sin mediar más palabra, el caballero de Sagitario salió del lugar por el estrecho pasillo de tulipanes, desapareciendo de la vista de su compañero de armas.

 

 

En China, Shiryu meditaba bajo la cascada de Rozan, en los Cinco Picos. Todo aquel asunto de Atenea le había hecho reflexionar, ¿acaso debían los caballeros dejar que su diosa muriese, ya que así se salvaría la Tierra? No era la primera vez que se planteaba aquella duda, pero nunca antes tan intensa y tan problemática. ¿Estaban sus compañeros por la labor de permitir aquello? Seguro que no, por lo tanto, él tampoco lo estaría.

 

El tiempo había empeorado mucho en aquel lugar: la lluvia y el frío viento arrasaban con muchísimas de las plantas que allí nacían. Aquello era poco normal ya que el clima de los Cinco Picos siempre había sido templado: llovía, hacía calor, nevaba, todo normal, pero en los últimos días era malo.

 

—Viejo maestro, qué será lo que sucede, ojalá estuviese aquí para aconsejarme…

 

—¡Shiryu!

 

El caballero del Dragón miró hacia atrás. Shunrei llegaba corriendo y gritando, con lágrimas de felicidad en los ojos.

 

—Shiryu…

 

La mujer se le lanzó encima, abrazándolo y besándolo, como si hiciese siglos que no lo viese.

 

—… Me tenías muy preocupada, hace una semana que no sé nada de ti…

 

—Lo siento, Shunrei, estuve…

 

Recapacitó el hombre, decirle que había sido atacado quizás la preocupase.

 

—… Estuve muy ocupado con el torneo; vencí, como te prometí.

 

Sonrió de felicidad la mujer al escuchar aquello. Todo iba bien, su vida con el caballero legendario era maravillosa, de nada se tenían que preocupar.

 

El sonido de unos pasos interrumpió el romántico momento que los dos tenían, un hombre con armadura roja se acercaba a ellos, ¿quién era? Eso le gustaría saber a Shiryu, que puso a Shunrei detrás de sí y miró de arriba abajo al desconocido.

 

—Shiryu del Dragón, caballero legendario…

 

—¿Quién eres, y cómo sabes mi nombre?

 

—Me llamo Endo, y soy uno de los defensores del zodiaco japonés, el dragón rojo.

 

—¿Cómo dices, el dragón rojo?

 

—He oído hablar maravillas de ti, caballero de Atenea, y hoy he venido aquí tras pedirle permiso a mi señor... quiero ver tu poder.

 

¿El dragón rojo, qué demonios?, ¿quién era aquel hombre, acaso era un Samurái de los que habían atacado?

No tenía pinta, su casco lucía como la cabeza de un dragón, muy similar a su armadura de bronce.

 

—Bien, caballero legendario, dame el combate que tanto he estado buscando.

 

Shiryu llamó a la armadura del dragón, que se acopló a su cuerpo, brillando como si fuese nueva, mientras un aura azul rodeaba al caballero de Atenea. Tomando una buena precaución, alejó a Shunrei de la pelea, temiendo por su vida, si algo le ocurría a ella, no lo podría soportar.

 

—Bien, estoy listo.

 

—Qué bien que estés listo, caballero, probemos ahora quién merece de verdad el reconocimiento de ser el auténtico guardián del dragón.

 

—¡Bien, vamos allá!

 

El llamado Endo de Dragón rojo elevó su cosmos, le rodeó un aura granate mientras cargaba sus puños en posición de ataque.

 

—¡Vamos, Shiryu! ¡Dragon’s Breath!

 

Su cuerpo se rodeó de llamas, tan flamígeras y calurosas como el magma que habita en un volcán. Se lanzó con su puño cargado contra Shiryu mientras aquél otro concentraba su cosmos en un punto.

 

—¡Rozan Sho Ryu Ha!

 

El Dragón Ascendente de Shiryu salió disparado hacia su rival. Ambas técnicas chocaron con fuerza, sin embargo, el cosmos del Dragón rojo superó al del caballero de bronce, rompiendo su técnica y recibiendo la del rival, cayendo unos metros más atrás.

 

—¿C…cómo es posible?

 

—Es una técnica tan primitiva y débil que jamás podría vencerme… Qué ofensa, Dragón, que vistas esa armadura cuando tu poder es nefasto.

 

—¿Nefasto dices…?

 

Shiryu se levantó con dificultad, su cuerpo estaba quemado en gran proporción. Aquel impacto había sido brutal; su enemigo no era alguien cualquiera, tenía el suficiente poder para eliminarlo si se descuidaba.

 

—¡Terminemos de una vez, caballero, Dragon’s Breath!

 

De nuevo su cuerpo se vio envuelto en llamas generadas por el poder de su cosmos, y se lanzó para atacar a Shiryu, el cual adoptó una posición de Kung Fu, mirando la técnica del enemigo. Cuando esta llegó, el caballero del Dragón detuvo sin ningún problema el impacto de la técnica, sin siquiera quemarle, lo que inquietó a Endo.

 

—¿Cómo lo has hecho?

 

—La misma técnica no funciona dos veces contra un caballero, dragón rojo…

 

El ataque había sido detenido con una mano: la izquierda, y había caído en la trampa de Shiryu, pues su derecha estaba libre.

 

—… Ahora vas a ver lo que realmente es una técnica efectiva, ¡Rozan Sho Ryu Ha!

 

Salió disparado el rival del caballero hasta caer de cabeza contra el duro suelo, resquebrajándose gran parte de su armadura y rompiéndose en miles de pedazos: su pechera quedó dañada, pero todavía cumplía su función, que era proteger, ya que estaba casi entera.

 

Desde atrás, Shunrei miraba el combate rezando para que a Shiryu no le pasase nada; tenía algo muy importante que contarle. Sus plegarias llegaban al corazón del caballero del Dragón, que peleaba con fuerza e ímpetu por defenderla a ella y a Atenea.

 

Endo se levantó tambaleándose; qué tremendo golpe le había asestado el caballero, casi hasta el punto de matarlo. Su rostro sangraba, unas heridas habían aparecido al caer el hombre al suelo de bruces, el poder de Shiryu no era tan inferior al suyo.

 

—Eres muy fuerte, no me cabe duda de eso… pero venceré de una manera u otra.

 

Tan rápido fue que no le dio tiempo siquiera a ver dónde había ido: había usado la velocidad de la luz para acercarse a Shunrei y cogerla por el cuello, amenazando con quitarle la vida.

 

—¡Eh, Shiryu, creo que esta chica te importa mucho!

 

Cabreado, Endo usaba a la amada del caballero para hacerle chantaje, algo deplorable a todas luces.

 

—¡Suéltame, bastardo, animal!, ¡Shiryu, ayúdame!

 

Con rabia, pero más hacia sí mismo que hacia el hombre por no haber sacado a Shunrei antes de allí, Shiryu miraba la escena pensando en qué haría.

 

—¿Qué te pasa, caballero legendario, acaso tienes miedo de que le haga daño a esta preciosa mujer?

 

El dragón rojo, lejos de mostrar respeto, pasó su nariz por el cuello de la mujer, olfateando como si fuese un perro, o peor, un violador enfermo.

 

—¡No te atrevas a tocarla, maldito!

 

—¿O si no qué, caballero? Ahora su vida está en mis manos, aunque no por mucho tiempo…

 

El cosmos de Endo comenzó a elevarse, el aura granate de antes apareció, y puso su brazo derecho junto al cuello de la mujer, como si fuese a sesgar su cabeza.

 

—¡Paga por herirme, con la vida de tu amada, Shiryu! ¡Wrath Of The Infernal Dragon!

 

—¡NO!

 

La furia del caballero de bronce no hizo más que aumentar sin parar, tanto que el suelo se resquebrajó bajo sus pies, y la fuerza de su cosmos se multiplicó por cinco.

 

—¡Viejo maestro, dame la fuerza para acabar con el mal que amenaza la vida de Shunrei…

 

Un grito ensordecedor salió de la garganta del caballero. Un aura azul oscuro le rodeó.

 

Rozan Hyaku Ryū Ha!

 

La técnica sagrada, heredada del maestro al alumno, los Cien dragones de Rozan. Todos salieron disparados hacia el rival, que recibió los impactos del ataque dejando intacta a la mujer, que cayó al suelo hiperventilando por falta de aire.

 

Endo, el dragón rojo, cayó al suelo. Su cuerpo estaba casi deshecho, la sangre se hacía un charco alrededor de su maltrecho abdomen. Su armadura había volado en mil pedazos y su falta de respeto en combate hizo de él muerto.

 

El caballero de Atenea corrió a auxiliar a la joven, que comenzó a llorar desconsolada ante la reciente agresión que había sufrido. Shiryu la miró a los ojos, le dio un profundo beso para tranquilizarla, y luego la abrazó durante dos minutos, hasta que dejó de llorar y de nuevo se sintió segura en los brazos del legendario caballero del dragón.

 

—Ya todo pasó, Shunrei, ya todo pasó…

 

—Shiryu… tengo que decirte algo… Estoy embarazada.

 

 

Técnicas en castellano:

 

Dragon's Breath: Aliento del dragón. ➡ Endo de Dragón rojo.

Rozan Sho Ryu Ha: Dragón ascendente de Lushan. ➡ Shiryu de Dragón.

Wrath of the Infernal Dragon: Furia del dragón infernal. ➡ Endo de Dragón rojo.

Rozan Hyaku Ryu Ha: Cien dragones de Lushan. ➡ Shiryu de Dragón.


Editado por Gemini No P., 27 noviembre 2015 - 13:21 .

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Publicado 02 octubre 2015 - 10:35

En el capítulo anterior, Lynch lleva a Seiya a Holanda, donde sintió por última vez el cosmos del caballero de Piscis, Doro, el cual, con su capacidad para curar, logra tratar la rabia.

 

En los Cinco Picos, Endo de Dragón Rojo se enfrenta a Shiryu, logrando el caballero de bronce vencer.

 

Capítulo XIV: Sorpresa olímpica

 

Las altísimas colinas de Grecia eran casi imposibles de escalar, pero allí estaban, a través de un estrecho camino, casi pudiendo decir que era un bordillo, pasaban los tres caballeros encaminados a conseguir la hoja del Olimpo: Andriev, caballero de Acuario, Máximo, caballero de Tauro, y Hyoga, caballero legendario del Cisne.

 

—Máximo… ¿Te callarás en algún momento del viaje?

 

El Acuario se quejaba irritado por la extrema verborrea que el toro dorado tenía, ya que no se callaba ni un momento, entre bromas, comentarios del paisaje y preguntas a Hyoga, aquél había sido un incesante paseo de palabras. Sin embargo, el Cisne disfrutaba ampliamente conversando con aquel enorme hombre, era alegre, su risa era casi contagiosa y su tono de voz, tan rudo y fuerte, hacían de él una persona poco común entre los caballeros de oro que había conocido, desconocía su poder, pero seguro que Aldebarán lo vería con buenos ojos.

 

—Eres un amargado, Andriev, ¡tienes que disfrutar un poco más de la vida, tío!

 

Tan animado como había demostrado estar todo el camino, Máximo respondió, riendo como un loco, mientras Hyoga le seguía el juego, aquél resultaba ser un juego algo pesado para el Acuario. Al fin llegaron al otro lado de la estrecha cornisa, lo que frente a ellos se mostró fue un camino, pavimentado con oro, de una pureza y brillo insuperable. El cielo, sólo en aquella parte, lucía libre de nubes que molestasen la visión del azul celeste que reina sobre las cabezas humanas.

 

—¡Oye, qué hermoso lugar, y cuánto oro, para hacerme un chalé aquí, ni lo dudaba!

 

Con comicidad, el toro dorado fue el que primero se puso a andar hacia aquel paraíso en la Tierra, sin duda, el Monte Olimpo, su destino y morada de los dioses e hijos de Zeus.

 

—Eh, Máximo, no vayas tan deprisa, no sabemos qué nos puede deparar este lugar.

 

—¡Pero eso es lo que venimos a ver, tío, no seas tan aburrido!

 

El caballero Cisne los miraba desde atrás, riendo ante el comportamiento de aquel mastodóntico toro, pero Andriev lo oteaba con rabia; había venido a cumplir una misión, no a hacer de compañero ni mejor amigo de ninguno.

 

—Caballeros… en el territorio de los Dioses… Esto es imperdonable…

 

Vestía una larga capa, que llegaba a los pies, como las de los propios caballeros, pero su armadura era blanca, reluciente y parecía contener en su interior una luz, tan pura como misteriosa. Apareció de la nada aquella sombra, como venida de la misma tierra, sólo apareció, ante ella, los tres caballeros se quedaron algo atónitos, pues no le habían visto llegar, pero sí habían escuchado aquella corta frase.

 

—¿Qué hacéis aquí, caballeros de Atenea, cómo os atrevéis a pisar esta tierra sagrada después de haberos rebelado tantas veces contra los dioses? Marchad o pagaréis esta ofensa con vuestra vida.

 

—Nada nos detendrá, no hasta que lleguemos a la hoja del Olimpo.

 

—¡¿La hoja del Olimpo dices, Acuario?!

 

Era como una visión extraña, su pelo, blanco, contrastaba con el tono casi gris y pálido de su piel, que ni siquiera contenía una arruga. Sus ojos también eran blancos y sus labios estaban cortados, también eran blancuzcos, de un rasgo frío y oscuro, su cuerpo, corpulento y esbelto, contrastaba con su altura, de aproximadamente un metro sesenta y cinco, a pesar de todos estos datos, aquel guerrero era una mujer, que sólo se la reconocía por la parte del cuerpo en la que su armadura se deformaba para dejar sitio a sus pechos.

 

—¡Qué impertinentes, yo, Psique de la Luz de Luna, os borraré tal idea de la cabeza!

 

—Luna…

 

Andriev repitió esa palabra en bajo, para sí mismo, como intentando recordar dónde la había escuchado, maldiciendo tras obtener la respuesta.

 

—El libro de Dégel…

 

Alerta, y recordando las precauciones que el dorado del siglo XVIII había escrito, Andriev mantuvo a Hyoga y a Máximo detrás suyo mientras miraba observador a la tal Psique, ¿de veras aquel esperpento era una mujer?

 

—¿Qué murmuras, Acuario?

 

—Nada que te interese.

 

—Si te preguntas quién soy, te lo diré, para darte una oportunidad de repensar lo que vas a hacer. Defiendo el Olimpo de invasores extranjeros, como vosotros, que venís a robar la hoja del Olimpo, Zeus sabe para qué… Otra vez Atenea planea alzarse contra un dios, y por eso seréis castigados vosotros, caballeros…

 

—Poco me importa lo que creas que vengo a hacer aquí, Psique, lo único que me interesa es que te apartes de mi camino.

 

Amenazante, el caballero de Acuario comenzó a enfriar el ambiente, mientras en su mano derecha se formaba hielo. Mas no pasó a mayores aquello, fue Máximo quien intervino en el presunto ataque de su compañero dorado, cogiendo su hombro.

 

—¡Eh, que no es tuya toda la diversión, compañero!

 

—¿No ves que estoy ocupado, Tauro?

 

—¡Oh, vamos, no seas aguafiestas y déjame a esta preciosidad a mí!

 

—¿Acaso crees que soy tan cobarde como para achantarme ante ella?

 

—¡Venga, Andriev, que tu misión espera, y yo también quiero divertirme!

 

Con el tono animado de siempre, Máximo dedicó una mirada especial a su compañero dorado, una que decía que siguiese adelante y no se detuviese hasta que encontrase lo que tenía que encontrar. Aquello sorprendió muchísimo a Andriev, que nunca había visto algo así en el Tauro.

 

—Está bien, testarudo. Pero no te retrases, no sabemos qué vamos a encontrar ahí dentro.

 

—Descuida por eso…

 

El mastodóntico toro esbozó una sonrisa de confianza a aquel caballero dorado, que bien seguido de Hyoga, se dispuso a cruzar la entrada del sagrado lugar.

 

—¿A dónde creéis que vais vosotros dos, caballeros?

 

Con una voz aguda y chillona, Psique se lanzaba con su puño cargado para golpear a ambos caballeros, mas Máximo detuvo su golpe con una mano, retrocediendo de la fuerza ejercida sobre él.

 

—Preciosa, te enfrentarás a mí hoy.

 

La sonrisa cómica del dorado no se borraba de su rostro, algo que molestaba a Psique.

 

—¡Apártate, bestia, o te destrozaré!

 

Un poderosísimo golpe fue lanzado al rostro del Tauro, que cayó de espaldas debido al impacto recibido, haciendo retumbar el suelo.

 

—¿Es éste el poder de un caballero dorado? Qué triste.

 

—Ahora empieza la fiesta, preciosa, ahora que estamos solos.

 

Psique miró hacia atrás: Andriev y Hyoga habían logrado avanzar; era ese el objetivo del caballero, que se dejó golpear para desviar la atención de aquella extraña mujer.

 

—Tauro, te atreves a engañarme…

 

—No frunzas el ceño, preciosa, que saldrán arrugas.

 

Ante la impasible sonrisa del recién levantado caballero de Tauro, Psique desquició, golpeando su estómago y su rostro repetidas veces con muchísima fuerza, volviendo a derrumbar al caballero, ¿era aquél el auténtico poder de la mujer? Para parecer tan endeble, era de veras una máquina de golpear; parecía un boxeador.

 

—Ríndete, Tauro, careces de la fuerza necesaria siquiera para tocarme.

 

—Mujer, si yo te toco, tú disfrutarías demasiado.

 

—¡Deja de ser tan irritante!

 

Un nuevo golpe fue lanzado a Máximo, mas esta vez fue distinto, pues consiguió agarrar la muñeca de la mujer y, con toda la inercia que ella traía, la levantó por encima de sí mismo y la estampó contra el suelo, haciendo un boquete por la onda expansiva dejada a raíz del terrible impacto.

 

—Ya he comprobado la velocidad y la fuerza de tus golpes, Psique…

 

Máximo parecía otra persona, no el mismo hombre burlón y cómico que antes se mostraba. Su rostro estaba serio y su mirada se clavaba con dureza en la de ella, que desde abajo lo miraba hipnotizada.

 

—¿Quién demonios eres tú, caballero…?

 

Su armadura dorada comenzó a brillar, síntoma de que la energía cósmica de su interior crecía más y más, bien lo notaba Psique, que tuvo que retirarse de aquel enorme socavón creado por el golpe de su cuerpo contra el suelo. Reapareció frente al acceso que antes habían cruzado los dos caballeros unos minutos antes.

 

—Tauro… Tienes muchas agallas… para venir y enfrentarme de tal manera…

 

—Solo soy una distracción, pero ahora que estoy aquí…

 

El hombre dorado, inamovible bigardo, sonrió leve y sincero, algo que molestaba a Psique, haciéndole pensar que se burlaba de ella, ¡de ella, que nadie osaba siquiera tocarla!

 

—¡No te rías de mí, Tauro…

 

La postura que adoptó era extraña, un brazo hacia delante, con la mano haciendo una garra, y en la palma de su mano una luna apareció, o al menos eso aparentaba ser.

 

—… Moonlight Shadow!

 

Aquella luna despertó creando una intensa luz, que proyectó una sombra tras el dorado, como si el sol más brillante estuviese allí mismo. ¿Cómo era posible tanto poder en la simple luna?

 

—¿Es este tu poderoso ataque, preciosa? Una pena…

 

El cosmos del toro fue aumentando bajo la atenta mirada de la mujer que, con el pelo echado encima de su ojo derecho, solo se le veía aquel iris blanco nieve.

 

—… ¡Conoce al gran toro dorado, Great Horn!

 

El ataque salió, pero con un nivel de poder muy bajo, de tal manera que Psique, con un solo dedo, hizo frente al ataque parándolo en seco.

 

—¡¿Cómo?!

 

—Qué mal rival eres, Tauro, nunca estarás a mi nivel.

 

La velocidad de aquella mujer era impresionante, tan rápida como imprevista; apareció frente al gran hombre propinándole un brutal rodillazo, haciendo que el Tauro se encogiese para calmar el dolor, y en cuanto lo hubo hecho, la mujer, de un puñetazo en el mentón, consiguió hasta levantar a la masa de músculos que el dorado era del suelo, cayendo y provocando una terrible onda expansiva, rompiendo por lo tanto el piso y haciendo otro agujero cercano al dejado por la mujer antes.

 

Máximo escupió un chorro enorme de sangre mientras apoyaba las enormes palmas de sus manos para levantarse y salir del enorme cráter creado allí, su casco se había resquebrajado y hecho añicos.

 

—¿Acaso te preguntas cómo lo he hecho, caballero dorado? Muy fácil… La técnica que antes has visto te robó el cosmos cuando lo aumentaste, la sombra creada por mí te debilitó hasta dejarte de esta manera… Qué triste, caballero dorado, una muerte poco digna de alguien con tan elevado rango…

 

—…

 

Tuvo que permanecer callado el dorado, que estaba inmóvil y de rodillas. Sangraba mucho y la pechera de su armadura se había agrietado por completo sin llegar a romperse.

 

—¡Muere, caballero dorado!

 

Psique cargó su puño con cosmos, aquel puño que si cargaba, se convertía en un asesino en potencia, cogió muchísimo impulso y lo lanzó contra el caballero de Tauro.

 

El golpe provocó en el suelo un boquete profundo, pero ninguna herida en Máximo, que antes siquiera de que el golpe fuese a rozarle, su puño alcanzó el estómago descubierto de la mujer, que tosió quedándose sin aire y retrocediendo unos cuantos pasos atrás.

 

La sonrisa, esa clásica sonrisa en el atrevido y fuerte rostro del Tauro, y la posterior postura, indicaron que el combate se le ponía muy de cara.

 

—¡Great Horn!

 

Impactó de lleno el ataque en la mujer, lanzándola por los aires, destrozando parte de su blanca armadura al caer al suelo. La zona que cubría los pechos se vio rota y se pudo visualizar sin problemas una parte del seno derecho, que, con un corte por la parte desprendida de la pechera, se mostraba.

 

—Lo siento, preciosa, pero no tengo tiempo para darte todo lo que necesitas.

 

—Es… pera, Tauro… tú no vas a ninguna parte…

 

Era Psique la que se levantaba magullada, con su orgullo casi roto, a la par que su armadura.

 

 

Golpeada con fuerza por el Gran Cuerno de Máximo, la mujer todavía podía erguirse en sus piernas, ante la atenta mirada del dorado.

 

—¡Vamos, preciosa, acepta la derrota!

 

—Yo nunca aceptaré algo que no existe para mí.

 

—Eres dura, pero el Gran Cuerno te ha roto, ¿cómo piensas pelear?

 

—Muy fácil, así…

 

Un grito desgarrador salió de la garganta de la mujer, que explotó su energía cósmica, elevándose más allá de lo que había visto hasta ahora el caballero, y todavía más de lo que el santo le había demostrado, quedándose anonadado ante el enorme poder desarrollado por aquella mujer.

 

Tal era el cosmos de aquella mujer que consiguió moler a palos al Tauro a velocidad impensable. Máximo cayó al suelo, su Cloth se rompió por varias partes; el pecho y las hombreras quedaron reducidos a ceniza nada más recibir aquellos impactos llenos de furia.

 

—Ahora, Tauro… Es tu fin…

 

—Tsk…

 

De rodillas, el enorme caballero miraba hacia arriba, donde estaba situada la mujer blanca, que ponía su mano abierta cerca de la cara. De pronto, la luna comenzó a moverse por el cielo, hasta colocarse justo encima de la guardiana olímpica, proyectando luz, ¡luz lunar en pleno día!

 

—¡Furious Moon Impact!

 

Siguió subiendo el cosmos de la mujer  hasta alcanzar un nivel impensable en alguien mortal. Su técnica consistió en tomar altura de un gran salto, seguida de aquella luz lunar que la bañaba.

 

Su puño impregnado de cosmos se incrustó en el pecho del Tauro, que fue atravesado de lado a lado, dejando un enorme agujero en la parte derecha de la caja torácica del hombre, por la cual salió un chorro de sangre, quedando el caballero de pie, con los ojos cerrados.

 

—Al fin mueres, Tauro…

 

Cuando Psique se dispuso a sacar la mano, le fue imposible, por mucho que tirara, ¿qué demonios sucedía?

Su sorpresa fue mayúscula cuando vio en el rostro del dorado una enorme sonrisa, casi de picardía más que de felicidad.

 

—Lo siento, preciosa, pero no me voy sin llevarte conmigo.

 

—¿¡Cómo dices!?

 

Aura dorada, esa que nace cuando un santo se dispone a ejecutar una técnica, con un fulgor tan intenso como el mismo sol. Su cosmos subió y subió, casi hasta igualar a la mismísima mujer, que ya había sido algo fuera de serie.

 

—¡Siente el impacto del toro dorado, desmembrando tus huesos y tu carne…

 

Cerró ambos puños, como queriendo darle énfasis a la situación, mientras otro grito que indicaba una potencia impresionante salió de la garganta de Máximo.

 

—… Greatest Horn!

 

Una enorme masa de energía salió del cuerpo del caballero dorado, consumiendo por completo a Psique, que contemplaba horrorizada cómo se iba a morir sin siquiera poder defenderse.

 

Cayó muerta la mujer. En el suelo, su armadura estaba deshecha. Desnuda y ensangrentada, yacía sin vida su inerte cuerpo.

 

Máximo, a su vez, estaba de pie, respirando con dificultad; normal, le faltaba un pulmón, que había sido destrozado por Psique. Sin poder moverse, esbozó una gran y sincera sonrisa.

 

—Todo vuestro, queridos compañeros.

 

 

Técnicas en castellano:

 

Moonlight Shadow: Sombra de luz de luna. ➡ Psique de Luz de Luna.

Great Horn: Gran Cuerno. ➡ Máximo de Tauro.

Furious Moon Impact: Impacto furioso de la luna. ➡ Psique de Luz de Luna.

Greatest Horn: El más grande cuerno. ➡ Máximo de Tauro.


Editado por Gemini No P., 01 diciembre 2015 - 12:49 .

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Publicado 04 octubre 2015 - 17:00

Capítulo VII: La sorpresa del cero absoluto.

 

Andriev de Acuario me parece que esta un poco loco y ademas tiene un poder fumado,que

me late que siguiendo la tradición acuariana se va convertir en traidor XD

 

buen capitulo

 

 


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Publicado 06 octubre 2015 - 14:46

Capítulo VIII: La viva imagen de un Acuario.

 

No entendí si el sujeto que apareció en verdad era el gemelo de acuario 

 

y el capitulo fue demasiado corto

 


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Publicado 07 octubre 2015 - 08:46

Capítulo VIII: La viva imagen de un Acuario.

 

No entendí si el sujeto que apareció en verdad era el gemelo de acuario 

 

y el capitulo fue demasiado corto

No, no es su gemelo, ese hombre tiene el poder similar a Kasa de Lymnades, poder transformarse en otra persona.

 

Todos los capítulos tienen la misma extensión, 2500 palabras.


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Publicado 07 octubre 2015 - 09:04

Jaja el fume de Adriew, que me late que va a seguir la tradición de traición... Por ahora lo veo bastante fuerte como para cierto lobito de mi fic :3 Saludos.


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Publicado 07 octubre 2015 - 10:40

Jaja el fume de Adriew, que me late que va a seguir la tradición de traición... Por ahora lo veo bastante fuerte como para cierto lobito de mi fic :3 Saludos.

Jajajajaja, tranquilo, al final no está tan tan fumado.


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Publicado 07 octubre 2015 - 16:33

En el capítulo anterior, Máximo de Tauro se enfrenta a Psique de la Luna mientras Hyoga y Andriev de Acuario avanzan. La mujer le atraviesa el pecho, pero éste consigue el doble KO finalmente.

 

Capítulo XV: Sol ardiente.

 

Eran Andriev y Hyoga los que se habían adelantado, dejando atrás a Máximo, que combatía contra Psique, guardiana de la luna y defensora del Olimpo. Corriendo, habían llegado a un lugar, un pasillo que terminaba con una especie de portal o vórtice que deformaba el espacio tiempo. Su color azul y brillo daban a entender que era como una especie de puerta a otro lugar. Ambos caballeros lo atravesaron, llegando a una llanura enorme, que no parecía para nada lo alto de una gigantesca montaña en medio de Grecia, sino otro mundo distinto.

 

El vórtice azul daba lugar a una enorme pradera, con un edificio parecido al Partenón ateniense. Era inmenso, casi tres veces más grande que el original, pero viendo aquello, ¿cuál sería el original, aquél que estaba en la Tierra, o el que moraba en territorio divino? Poco importaba eso. Flores de todos los tipos y colores germinaban y nacían bajo un prado de hierba fina y suave, por el cual se podría caminar descalzo sin sufrir daño.

 

El Monte Olimpo, a la vista de Hyoga, guardaba cierta relación de similitud con los Campos Elíseos, lugar donde había derrotado al espíritu de Hades, tres años atrás.

 

Por la enorme extensión de naturaleza caminaban mujeres semidesnudas, sólo vestidas con una túnica de tela fina, dejando ver sin ningún pudor sus senos y sus intimidades, ya que ni siquiera se molestaban en taparse lo más mínimo. Aquél era un lugar habitado por dioses, y el cuerpo humano estaba considerado como algo perfecto, inimitable, digno de la creación de un ser celestial.

 

Andriev y Hyoga caminaron por el sendero de tierra blanca al que el vórtice los había dirigido. Aquel pequeño paseo parecía llevar a aquella estructura parecida al Partenón, que se veía ya grande a lo lejos.

 

El sol brillaba firme y regio en el celeste cielo que no albergaba ninguna nube. Mariposas revoloteaban entre las flores y se posaban en los dedos de las mujeres, que jugaban con ellas.

 

—Mantente alerta, Hyoga, no sabemos qué peligros podemos hallar aquí.

 

—No parece un lugar muy amenazante, tantas mujeres…

 

—Que no te engañen las apariencias, ¿acaso olvidas que aquí moran los dioses, seres poderosos y faltos de escrúpulos o vergüenza alguna?

 

El cisne se quedó pensativo, era cierta aquella afirmación de su compañero, mas no había indicio alguno de que allí viviese algún dios.

 

Todo estaba en calma y no se sentía ningún cosmos enemigo.

 

—¿Andriev?

 

Extrañado de que alguien dijese su nombre, el Acuario giró la cabeza. Detrás de Hyoga había una hermosísima mujer de pelo castaño y blanca como la nieve, de aproximadamente un metro setenta, cuyo rostro guardaba dos ojos azules, del mismo color del cielo. Una nariz perfilada y unos labios carnosos del rojo más vivo que nadie hubiese visto jamás. Su cuerpo, lleno de curvas, y sus exuberantes pechos dejados al aire, la hacían todavía más hermosa, y cualquier hombre mataría siquiera por verla.

 

Pero no era en su belleza en lo que pensaba el dorado cuando la vio.

 

—Da… nuska…

 

—¡Andriev, amor!

 

La mujer se lanzó a darle un abrazo al caballero, que, haciendo el mismo gesto, la arrebujó entre sus brazos, notando su calor, y sus lágrimas caer. Andriev sonrió ante aquella aparición, la apretó contra su pecho, allí estaba, en carne y hueso, totalmente como él la recordaba.

 

—Danuska… de veras lo siento… jamás podré perdonarme lo que te hice…

 

El dorado comenzó a llorar mientras miraba a la chica a los ojos, a unos ojos celestes de una belleza sin igual. Ella, sonriente, y con su mano derecha, secó las lágrimas que caían por la mejilla de su hombre, para luego darle un beso cálido, tanto que la temperatura glacial del dorado se extinguió, anulando la capacidad natural de congelar cosas con su cuerpo.

 

—No te preocupes, Andriev… Yo ya te he perdonado…

 

—Al fin podremos volver a estar juntos, prometo que te compensaré…

 

Un mohín de desagrado se formó en el rostro de la mujer, como si aquello que el caballero acababa de decir la hubiese molestado.

 

—Yo nunca podré volver contigo, Andriev…

 

Casi se pudo notar un “crack” en el corazón del caballero de Acuario, escuchar aquello de veras le había dolido, podrían romperle todos los huesos, que nunca jamás nada dolería tanto como las palabras pronunciadas por la mujer.

 

—¿C… cómo dices…?

 

—Andriev, yo estoy muerta… Vine aquí por capricho divino, para satisfacer carnalmente a los dioses, con la esperanza de salir de aquí y verte de nuevo algún día, pero…

 

—¿Pero?

 

—… Me engañaron, jamás podré salir de aquí, estoy condenada a pagar por mi avaricia, la avaricia de querer verte de nuevo…

 

—Entonces, yo… soy la culpa de todos tus males…

 

—¡Eso no es cierto!

 

No dijo nada el Acuario, se limitó a darle la espalda a aquella mujer que de la nada había aparecido. Por su mente sólo pasaba el pensamiento de querer morirse. Él, torturado ya largo tiempo, no podía soportar la culpa de que, por toda la eternidad, el alma de la chica a la que una vez había amado estuviese condenada a satisfacer los enfermizos deseos de los dioses olímpicos.

 

Hyoga, al margen de aquella situación, pero bien atento ante lo que ocurría, observaba al caballero de Acuario, que hasta ahora, en aquel larguísimo viaje, no había demostrado un solo signo de debilidad; era allí donde se quebraba su alma.

 

—Eh, Andriev…

 

—Cisne, continúa tú, yo ya no tengo fuerzas…

 

—¡No, ya estamos cerca!

 

Un cosmos abrumador apareció en la zona, el sol comenzó a brillar muchísimo más de lo que lo hacía antes. ¿Qué era aquella enorme energía cósmica, casi explosiva, acaso un dios había hecho acto de presencia ante la intervención de los caballeros en tierra prohibida?

 

—¡Igneous Spear!

 

Un rayo cayó a plomo contra la tierra, haciendo arder todo el suelo, incluso a los caballeros que allí estaban, que fueron quemados por aquel misterioso ataque. Ni siquiera la habilidad natural de Andriev para congelar su alrededor le sirvió para evitar ser consumido por las llamas.

 

Un ente bajó flotando sobre un rayo de sol, como si alguien lo descendiese desde arriba. Vestía una armadura cuyo interior estaba bañado por una intensa luz, como si fuesen los rayos del alba tras una colina. Su brazo derecho estaba prendido en llamas, y su brazo izquierdo brillaba como el oro, más que cualquier armadura dorada vista hasta ahora. Su pelo, naranja ardiente, y sus ojos, rojos como el rubí, desafiaban con mirada de inferioridad a los infiltrados caballeros en el Monte Olimpo. Sus labios estaban pintados de un color carmín bastante llamativo, y su rostro era moreno, ovalado y con cejas muy poco pobladas.

 

—Caballeros de Atenea, supongo…

Era Hyoga el que primero se levantaba tras el brutal impacto, su ropa estaba calcinada, su armadura, entera, lo había protegido de morir ardiendo.

 

—Yo a ti te conozco, rubito.

 

El cisne se le quedó mirando, ¿hablaba con él? Seguramente, pues lo miraba sin cesar.

 

—Tú eres uno de esos caballeros que hicieron frente a Hades, hermano del mismísimo Zeus, tú eres Hyoga del Cisne… Supongo que tendré que tener un cuidado extremo contigo, aunque… viendo el estado en el que has quedado, creo que la gente exagera tu poder.

 

—¡Cállate ya! ¿Quién eres tú? ¡Exijo saberlo!

 

—Soy hijo de Helios, el dios eterno de esa estrella de ahí arriba, esa que a los humanos llena de luz y calor…

 

La mirada de impresión que el Cisne le dedicó al recién llegado fue asombrosa. ¿Hijo de un dios, estaba de broma?

 

—… ¡Soy Electrión, guardián del sol y semidiós!

 

—¡¿Semidiós dices?!

 

—Así es, Hyoga del Cisne, y habéis elegido un mal lugar para morir…

 

Danuska, que se había quedado ligeramente inconsciente por el impacto del ataque, se levantó corriendo cuando vio que el Acuario yacía inmóvil en el suelo.

 

—¡Andriev, Andriev, despierta… DESPIERTA!

 

Gritaba la mujer, mientras lloraba, ya creyendo que su amado estaba muerto, unas lágrimas gordas y llenas de dolor caían sobre el rostro del dorado, que estaba todo quemado por el ataque.

 

Aquellas gotas salidas de la mismísima alma de su amada hicieron que abriese los ojos, como si fuese un soplo de vida el que se acercase hasta allí para que se levantase. Al ver que estaba vivo, Danuska se apoyó encima suyo, abrazándolo fortísimo, como si la vida le fuese en ello.

 

—Pensaba que te había perdido, otra vez no, Andriev…

 

—Danuska, tú sufres porque…

 

—¡Deja eso ya, tú eres el hombre de mi vida, incluso de mi muerte, y ni ella logrará que me separe de ti, por eso aguanté aquí, porque sabía que vendrías, Andriev, mi vida… eres mi todo!

 

—Danuska…

 

La mujer le ayudó a ponerse en pie, con cuidado, acabó teniéndose en pie a pesar de las terribles quemaduras recibidas por parte de aquel hombre que había atacado a traición.

 

—Bien, Danuska, quédate atrás, yo me encargo de este tipo.

 

Desde las alturas, el hombre, que se había denominado un semidiós, observaba la escena, sonriente, burlón.

 

—Vaya, qué bonita escena… Así que una de las fulanas que tantos pecados carnales han cometido, siendo las esclavas sexuales de los dioses, y que aquí vive por siempre jamás es la novia de un caballero dorado…

 

—¡Cómo te atreves, desgraciado!

 

Cabreado, el Acuario cargó su puño y se lanzó contra el tipo, que sin ningún problema y con una mano, la que correspondía al brazo que estaba envuelto en llamas, detuvo el golpe de Andriev.

 

—¿Es este todo tu poder? Que patético.

 

Apretó el puño del dorado, quemándolo por completo y haciéndolo crujir, después, como si el hombre fuese un balón que pudiese lanzar con su mano, lo precipitó contra el suelo, cayendo con mucha fuerza el Acuario, que se retorció de dolor, escupiendo un chorro de sangre.

 

—No mereces esa armadura dorada, ¡muere, Igneous Spear!

 

Electrión alzó su mano derecha al cielo; tras de sí estaba el sol, enorme y cálido. En su palma se formó un rayo hecho de fuego, un rayo de luz proyectado un millón de veces más poderoso contra el caballero.

 

Lanzó el ataque contra Andriev, que todavía no se había recuperado del golpe, y cuando lo vio no pudo defenderse y lo recibiría de lleno.

 

—¡Diamond Dust!

 

Hyoga se interpuso entre el golpe y la técnica, con su Polvo de Diamantes, pero no fue suficiente para detener el impacto y acabó recibiendo todo el golpe, siendo lanzado unos metros más atrás, con su cuerpo en llamas.

 

—¡Hyoga!

 

El Acuario corrió a su lado en cuanto tuvo acto de conciencia y pudo moverse, agachándose y prestándole su ayuda.

 

—¿Por qué lo has hecho, Hyoga?

 

—Porque somos compañeros de batalla, y luchamos por el bien y la justicia…

 

Aquellas palabras se grabaron en la mente de Andriev, el cual puso una cara de sorpresa, nadie antes había demostrado aquel compañerismo hacia él. Cuando Hyoga se disponía a levantarse, una mano se tendía para ayudarle. Con una sonrisa en su rostro, el caballero de Acuario le ofrecía su ayuda, la cual aceptó sin dudar.

 

—Vamos allá, Hyoga, por el futuro de este mundo, nosotros venceremos.

 

—¡Sí!

 

Sin perder detalle de nada, el hombre miraba desde arriba aquella escena.

 

—Qué bonito es el compañerismo, casi me dan ganas de llorar…

 

Haciendo la mofa, el semidiós pasó su dedo por el ojo, como simulando quitarse las lágrimas, para burlarse de ellos.

 

Ambos caballeros estaban de pie, mirando desafiantes a aquél que era su nuevo enemigo. Los dos elevaron sus respectivos cosmos, rodeándose de un aura blanca para el Cisne y dorada para el Acuario. Ambos adoptaron la misma postura, cargaron sus puños y gritaron a la vez.

 

—¡Diamond Dust!

 

Andriev y Hyoga ejecutaron la técnica del Polvo de Diamantes a la vez, uniéndose finalmente en un solo golpe. Electrión cargó de nuevo el brazo que estaba rodeado de llamas y con su puño golpeó la técnica, o las técnicas conjuntas, que venían hacia él, y extinguiéndolas sin problema.

 

—Esto es muy serio… No puede ser solo este el poder de un caballero de Atenea… ¿Tan bajo ha caído vuestra orden?

 

Lo miraban con rabia ambos, sus técnicas habían sido rotas con un solo puñetazo, sin embargo, estaban seguros de haber elevado su cosmos hasta el máximo.

 

—¡Brilla, sol mío… Solar Deep Impact!

 

El astro que da vida a la Tierra comenzó a brillar, mucho más de lo normal, lo cual cegó por completo a los caballeros. No era el sol lo que realmente producía tanta luz, era su brazo izquierdo, que producía un brillo tan fulgurante como la de la misma estrella.

 

Esta distracción fue la justa para que aquel que se denominaba semidiós se trasladase sin que pudiesen verlo, ya que estaban cegados.

 

Un puño devastador impactó en el rostro de Hyoga, el cual quedó enterrado en el suelo de tanta potencia que recibió. Andriev sintió aquello, pero cuando se quiso dar cuenta, el hombre estaba ya detrás suyo, y con su mano derecha creó una bola de fuego que impactó contra él, lanzándolo por los aires y quemando todo su cuerpo aún más.

 

Danuska, aterrada completamente por si algo le sucedía al dorado, se puso frente a él, con los brazos extendidos, cuando Electrión se acercaba a darle el golpe de gracia.

 

—¿Crees que puedes protegerle de mi furia, mujer? Si quiero, puedo matarte.

 

—Antes de intentar siquiera tocarle a él, deberás pasar por encima de mí.

 

—Mujer inconsciente…

 

El semidiós cargó en su puño una pequeña bola de fuego, más que suficiente para matar a alguien tan endeble como aquella señorita, que ni siquiera llevaba ropa.

 

—¡Muere!

 

Cerró los ojos de pánico la mujer, pensando que perecería de nuevo, ahora a manos de aquél que tanto poder tenía, pero al no sentir nada de dolor los abrió. ¿Estaba muerta, era aquello lo que se sentía al morir renacida?

 

No, no estaba muerta, Electrión estaba en el suelo, sangrando y con una cara patética. Su espalda, herida, había sido alcanzada de pleno por un golpe. ¿Acaso Hyoga…? No, seguía en el suelo inconsciente, entonces…

 

Máximo respiraba agitadamente, su pecho estaba cubierto de sangre debido al agujero dejado por Psique de Luz de Luna, pero no se borraba la sonrisa de su cara.

 

—Máximo…

 

No se lo creía el Acuario, que Máximo estaba allí para salvar su vida, de hecho, y más concretamente, la de Danuska, que se iba a sacrificar para que nadie hiriese a su amado.

 

Caminó el toro dorado al lado de su compañero y le tendió la mano, como antes había hecho Hyoga. Máximo y Andriev se levantaron, sus cosmos se elevaron, mientras Electrion los miraba rabioso y ofendido ante aquel golpe.


Editado por Gemini No P., 09 enero 2016 - 09:07 .

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