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Saint Seiya ~Shinka no Tounan~ | 聖闘士星矢 ~ 神火の盗難 ~


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43 respuestas a este tema

#21 Patriarca 8

Patriarca 8

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Capítulo 4 – Αστέρια (Astéria / Estrellas).
 
 
Los metodos de entrenamientos de Ujjval y Vélos son muy peculiares
 
 
Capítulo 5 – Καλή τύχη (Kalí týchi/ Suerte).
 
Kshanik es un personaje bastante.....desagradable.Es muy inquietante que sienta pena por la muerte de su dueño teniendo en cuenta .....el trato que le daba
 
Ujjval deberia haberle dado una paliza a su hermano por las tonterías que dice o mejor aun eliminarlo
 
 
menos mal que Jökull tiene gustos normales
 
Ujjval es bastante tarado en lugar de pelear con el sobrino que básicamente no realizo ningún daño extremo a su hermano simplemente lo golpeo porque pensó que era un degenerado . Ujjval debió haber peleado desde el inicio con el depravado del primer dueño

Editado por Patriarca 8, 06 marzo 2020 - 14:25 .

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#22 WynegS

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Publicado 25 febrero 2020 - 15:33

Capítulo 4 – Αστέρια (Astéria / Estrellas).
 
 
Los metodos de entrenamientos de Ujjval y Vélos son muy peculiares
 
 
Capítulo 5 – Καλή τύχη (Kalí týchi/ Suerte).
 
Kshanik es un personaje bastante.....desagradable.Es muy inquietante que sienta pena por la muerte de su dueño teniendo en cuenta .....el trato que le daba
 
Ujjval deberia haberle dado una paliza a su hermano por las tonterías que dice o mejor aun eliminarlo
 
 
menos mal que Jökull tiene gustos normales
 
Ujjval es bastante tarado en lugar de pelear con el sobrino que básicamente no realizo ningún daño extremo a su hermano simplemente lo golpe porque pensó que era un degenerado . Ujjval debió haber peleado desde el inicio con el depravado del primer dueño


Estamos hablando de gente muy antigua, asumían sus roles de inicio a fin, ya veremos como sigue la cosa, xD

#23 WynegS

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Publicado 07 marzo 2020 - 22:59

Al fin el capítulo 6, ojalá les guste, gracias por pasar ;)

 

Capítulo 6 – Αντιπαράθεση (Antiparáthesi / Enfrentamiento).

 

Jökull avanzó hacia el exterior del ágora, bajando entre las construcciones, evitando caminar por las concurridas calles, siendo seguido de cerca por Ujjval y Vélos, llegando a un terreno vacío, deteniéndose de espaldas a los jóvenes.

  • ¡¿Aquí deseas pelear?! –preguntó Ujjval a su contrincante, quien estaba de espaldas a él.
  • Creo que erré el camino –dijo Jökull, pasando al lado de los muchachos, devolviéndose al ágora, fingiendo haberse equivocado.
  • ¡¿Quién te crees que eres para jugar con nosotros?! ¡Sé que estás simulando estar extraviado! –gritó Ujjval, enardeciéndose su espíritu, perdiendo el control, algo que Jökull deseaba que ocurriera.

Jökull esperaba cabrear lo suficiente a Ujjval para que le atacara impulsivamente, ganando el control de la pelea, dirigiéndose al fin al lugar donde esperaba humillarlo públicamente. Llegaron los tres a las afueras del ágora, en el extremo contrario al cual habían llegado anteriormente, esperando la carroza de Jökull en el exterior de la gran edificación donde los atenienses se reunían a practicar deportes.

  • Ahora si llegamos –dijo Jökull, parándose frente al Γυμνάσιον (Gimnásion), abriendo la puerta de su carruaje, saliendo del interior Kshanik y un joven de cabello largo y oscuro, con ojos rasgados y piel amarillenta, además de sus dos guardias personales.
  • ¡Kshanik! –gritó Ujjval, mirando con odio a Jökull—. Maldito…
  • ¡Hermano! –gritó Kshanik, agarrándolo Jökull por su brazo, haciéndole avanzar con firmeza, pero sin arrastrarlo.

Vélos sólo observaba, no quería intervenir y terminar agravando las cosas, así que sólo permaneció en silencio y atento. Los ahora cuatro jóvenes entraron en el Gimnásion, dirigiéndose a la Palestra, lugar donde unos muchachos entrenaban sus golpes y otras técnicas con sus entrenadores.

  • ¡Genial! –exclamó Vélos, interesándose por los puñetazos utilizados por los jóvenes practicantes presentes en el lugar.
  • ¡Desocupen la Palestra! –ordenó Jökull, mandando a sus guardias, quienes sacaron “amablemente” a los practicantes y a su entrenador, desocupando la arena.

Jökull habló con el joven de cabello oscuro y largo, invitando luego a los demás presentes a presenciar el combate, pidiéndoles que se sentaran en torno a la Palestra.

  • Yo, Jökull de Svalbard, juro solemnemente que, si soy derrotado de forma limpia por este hombre aquí presente, liberaré no solamente a su hermano, mi esclavo, sino que también a todos los esclavos de la casa de Echleón, recientemente fallecido, quien me legó todas sus posesiones mientras se encontraba con vida –declaró Jökull, apuntando a Ujjval y Kshanik, sorprendiendo a todos los presentes.

Ujjval y Vélos se miraron con emoción, mirando los dos después a Kshanik, pidiéndole con señas que esperase un poco más por su ansiada libertad. El joven de ojos rasgados se sentó al borde de la Palestra, trenzando sus piernas, esperando calmadamente el inicio del combate.

  • Pero, si el joven Ujjval pierde el combate, deberá servirme de por vida junto a su hermano, en las condiciones que yo determine, sin oportunidad de librarse de su servicio utilizando el peculio –añadió Jökull, intentando mermar la confianza de su contrincante, produciéndose un silencio sepulcral entre los presentes, siendo mirados Kshanik y Ujjval.
  • Ujjval… –dijo Vélos, tomándolo del antebrazo, preocupado.
  • No te preocupes, si es necesario que dé mi vida para lograrlo, lo haré –dijo Ujjval, retirando su brazo, disponiéndose a pelear, poniéndose frente a Jökull.
  • ¡Señor! –dijo Kshanik, levantándose, enfrentándose a su amo—. No involucre a mi hermano, por favor, él ya es un hombre libre.
  • ¡Sí, yo lo compré y ahora trabaja para mí! –gritó Vélos, queriendo aportar peso a las palabras de Kshanik.
  • ¿Y te pagó el peculio o lo liberaste públicamente con testigos que corroboren tus palabras e intenciones? –preguntó Jökull, descolocando a Vélos y Ujjval, quien miró a su jefe con cara de reprimenda.
  • Vélos… –murmuró Ujjval, intentando no desviar su rabia hacia su amigo y compañero de labores, concentrándose en lo que estaba ocurriendo en la Palestra.
  • Yo… no tenía idea de nada… ¡perdón! –dijo Vélos, imitando el Namasté de Kshanik.
  • ¡Señor! –exclamó nuevamente Kshanik, intentando ganar la atención de su nuevo amo—. Si lo enfrento, ¿podría dejar a mi hermano fuera de esto?
  • ¿Tú? –preguntó Jökull, burlándose del cándido muchacho, despreciándolo.
  • ¡No, Kshanik! –gritó Ujjval, casi abalanzándose sobre Jökull, siendo calmado por su hermano mayor.
  • Hermano, yo también soy un hombre, debo aprender a cuidar de mí mismo; además, no puedo dejar que mi amado hermano sufra por mi debilidad, déjame intentarlo –dijo Kshanik, quitándose las ropas que le entregaron para trabajar en las minas de plata—. Confía en mí.
  • Kshanik… –dijo Ujjval, retrocediendo un poco ante las palabras de su hermano.
  • Estás hablando en serio –dijo Jökull, sorprendiéndose por la fortaleza de Kshanik, procediendo a sacarse también las ropas—. Tu determinación es digna de elogio.

La diosa Athena llegó a su templo, encontrándose dos barriles de aceitunas en las inmediaciones, buscando a Vélos para preguntarle la razón por la cual había adelantado la entrega de la ofrenda, no hallándolo en el lugar. Voló transformada en lechuza, llegando al sembradío, pero tampoco lo encontró allá, buscándolo por toda el ágora a vertiginosa velocidad.

Jökull fue aceitado por sus guardias, mientras que Kshanik fue untado por Ujjval y Vélos, masajeando los músculos de los contrincantes para prepararlos para la batalla. Jökull dispuso las reglas.

  • Señores espectadores, formen un cuadrado en torno a nosotros, siéntense y disfruten del espectáculo, aunque dure poco… –dijo Jökull, guiando a los presentes para que formaran un cuadrilátero de las dimensiones que él deseaba—. Las reglas son simples: si sales del cuadrado, ya sea por un golpe o por equivocación, pierdes. Pelearemos hasta que uno de los dos no pueda seguir, todos los golpes son válidos, no así la utilización de armas. ¿Estamos claros?
  • Sí –dijo Kshanik, levantando sus brazos, poniéndolos extendidos frente a su pecho desnudo y aceitado.
  • Ya veo, lucha de agarres. No creo que puedas agarrarme y lograr mantenerme lo suficiente para que me rinda o matarme –dijo Jökull, lanzando veloces puñetazos al aire, relajando sus hombros.
  • ¡Buena suerte! –gritó Vélos, imitándolo los presentes, algunos apoyando al hermano de Ujjval, otros animando a Jökull.
  • ¡Kshanik, ten cuidado! –gritó Ujjval, temeroso de lo que se aprontaba a ver, mirando con odio al joven dueño de su hermano mayor.

Kshanik y Jökull se pusieron uno frente al otro, observándose completamente, rodeados de gente que los vitoreaba y animaba a pelear, concentrados cada uno en los movimientos del contrario. Jökull se sentía a gusto, acostumbrado a pelear desde pequeño, había recorrido el mundo buscando oponentes a quienes vencer, encontrándose con un hombre de su edad quien logró hacerle frente y vencerlo, pidiéndole que fuese su maestro desde ese día, acompañándolo a todos lados después de eso, tratando los dos de crecer y perfeccionarse en el camino del guerrero.

  • Shifu –pensó Jökull, viendo a su maestro, reverenciándolo desde el interior del improvisado cuadrilátero, concentrándose posteriormente en Kshanik, realizando rápidos amagues para despistar al hermano de Ujjval.

Kshanik se sobresaltó con todos los repentinos movimientos de Jökull, protegiéndose el rostro con ambos brazos, levantando las piernas cuando pensó que sería pateado, retrocediendo para guardar distancia.

  • ¿Por qué pediste esto? Parece que no tienes idea de cómo defenderte –dijo Jökull, calentando sus músculos con los amagues, examinando bien el terreno donde estaba parado.

Kshanik no respondió. Claramente se encontraba en desventaja, pero tenía un plan y pensaba llevarlo a cabo, aunque resultara herido en su ejecución.

  • Bueno, si tú no comienzas… –dijo Jökull, levantando las manos y los hombros al mismo tiempo, abalanzándose sobre Kshanik, quien no pudo hacer nada ante la vertiginosa velocidad de su contrincante.

El joven esclavo salió despedido por el aire, mirando repentinamente el cielo sobre el Gimnásion, cayendo pesadamente en el piso, sin poder escuchar los ensordecedores gritos de los espectadores, aturdido por los ataques de Jökull.

  • ¿Qué sucedió? –murmuró Kshanik, con el rostro ensangrentado, la espalda azotada y la pantorrilla derecha comenzando a inflamarse, aún aturdido por la caída.

Los espectadores rieron, no así Ujjval y Vélos, quienes lucían preocupados. El joven maestro de ojos rasgados se mantenía impasible, con ambas piernas entrelazadas y los brazos relajados cayendo sobre su abierto entrepiernas, con la espalda erguida, pero relajada.

  • Esto y esto –dijo Jökull en respuesta a Kshanik, mostrándole como barrió su pierna con una patada y como le estrelló el puño en su rostro descubierto, mandándolo a volar, desatando nuevas risas entre los presentes, poniéndose serio nuevamente—. Ponte de pie, no hemos terminado aún.
  • Kshanik… –murmuró Ujjval, apretando fuertemente sus puños, sintiéndose impotente ante la golpiza que le estaban propinando a su hermano.
  • ¡Vamos, Kshanik, tú puedes! –gritó Vélos, viendo como el muchacho se reincorporaba lentamente del piso, limpiándose la sangre de su boca con su empolvada mano.

Ujjval no temía que su hermano perdiese, sino que temía lo que él estaba dispuesto a hacer para obtener la victoria. Prefería que se quedara en el piso y aceptara el castigo por perder a que siguiera con el enfrentamiento, desviando la mirada para evitar presenciar lo que pensaba que iba a suceder.

  • Hermano… –murmuró Kshanik al mismo tiempo que se ponía completamente de pie, mirando a Ujjval cabizbajo y desesperanzado, concentrándose en Jökull para no ser sorprendido otra vez por sus rápidos ataques.
  • ¿Qué vas a hacer? –preguntó Jökull, acechando a Kshanik, caminando de un lado para otro como una bestia enjaulada, lanzándose con un puñetazo al rostro del muchacho, siendo esquivado, rozando la mejilla del hermano de Ujjval con su antebrazo.

Kshanik se retiró después del ataque, manteniendo la distancia, concentrado, ganándose el apoyo del sorprendido público. Su pantorrilla dolía, pero podía apoyar su pie sin problemas, aunque había perdido algo de reflejos y fuerza en su golpeada extremidad, mirando cada cierto rato el hematoma para comprobar su estado.

  • Buen movimiento. Ahora comprobaremos si fue suerte o algo más –declaró Jökull, lanzándose al ataque, utilizando casi todo su cuerpo para golpear, demostrando gran cantidad de técnicas, enardeciendo a la asistencia con la calidad de sus ataques.

A pesar del gran espectáculo que Jökull estaba mostrando, estaba siendo evitado, no logrando asestar golpes limpios en el cuerpo de Kshanik, valiéndose este del aceite sobre su piel para que los ataques se desviasen, arrancando en reversa todo el tiempo. Si bien había logrado desviar la gran mayoría de los golpes, su cuerpo estaba magullándose de a poco, hinchándosele la piel del rostro, brazos y piernas. Algunos de los espectadores se fueron, encontrando que la pelea se estaba alargando demasiado, aburriéndose por el poco contacto percibido por los contrincantes.

  • Deja de huir, así nunca ganarás –dijo Jökull, cabreado por no poder golpear con todas sus fuerzas al esclavo, resintiéndose también algunas de sus articulaciones, sobándose el codo del brazo derecho.
  • No quiero pelear, no me gusta hacerle daño a nadie. Si puedo lograr que usted se canse lo suficiente como para hacer que se retire, lo intentaré todo el tiempo que sea necesario –declaró Kshanik, acorralado contra una de las paredes formada por los asistentes, respirando profundamente, cansado de tanto escapar, mezclándose su sudor con el escaso aceite que aún cubría su magullada piel.
  • Como si eso fuera a suceder –dijo Jökull, abalanzándose otra vez, lanzando gran cantidad de golpes, siendo evitados nuevamente, pero esta vez pateó fuertemente el piso, lanzando piedrecillas a los ojos de Kshanik, quien no alcanzó a reaccionar, recibiendo los diminutos trozos de rocas, interrumpiéndose su visión, siendo golpeado en el rostro, abdomen y pantorrilla izquierda, cayendo de rodillas al piso, sofocado por el penetrante puñetazo recibido en el estómago—. Levántate.

El público estaba entusiasmado por el combate, habiendo pensado que Kshanik tomaría la delantera, animándolo a ponerse de pie, elevando los brazos y sus gritos para hacerlo reaccionar. Ujjval y Vélos también lo animaban, mirando como la gente se ponía del lado del apabullado muchacho, notando el joven dueño del sembradío un rostro conocido dentro de la audiencia, encontrándose a la diosa Athena entre los presentes, haciéndole señas desde lejos, asintiendo ella con su cabeza a modo de saludo.

  • Ordené que te levantaras, no has hecho nada más que arrancar y hacer declaraciones de intenciones –dijo Jökull, viendo como Kshanik se ponía de pie por segunda vez, con mirada de determinación, pero sin mostrar una gota de rencor por los golpes recibidos, enfureciendo a su contrincante—. Maldito…
  • Lo haré, más ahora que he encontrado un patrón, sé que puedo lograrlo –dijo Kshanik, espantando a Jökull, quien miró de inmediato a su maestro, recordando que no era capaz de entender el idioma local, no pudiendo guiarle con respecto a las palabras emitidas por el hermano de Ujjval.
  • Ya veremos si… –dijo Jökull, intimidándose por la pose que Kshanik adoptó, abriendo los brazos y poniéndolos en horizontal a la altura de su pecho, uno por el frente y el otro por detrás; mientras que sus piernas se abrieron levemente, estiradas y manteniendo el equilibrio, quedando una delante y la otra atrás.
  • ¡Esa…! –exclamó Vélos, callándose para no ayudar a Jökull, murmurándole a Ujjval después—. Esa es una postura de yoga, ¿cierto?
  • Sí –respondió Ujjval, concentrado en lo que su hermano se aprestaba a hacer.

Las piernas de Kshanik estaban hinchadas y moreteadas, doliéndole el estar de pie frente a Jökull, aunque la posición que adoptó no exigía que esforzara demasiado sus cansados músculos, aprovechando de respirar profundamente para estabilizar los latidos de su corazón.

Jökull quería atacar, había mil maneras de hacerlo, pero no sabía que era lo que estaba tramando el malogrado esclavo, aprovechando de oxigenarse también, pensando en sus próximos movimientos, viendo como su inmutable maestro seguía sin variar su posición donde se encontraba sentado.

  • Las piernas están separadas y los brazos arriba, el torso completamente descubierto, es una invitación a atacar –pensó Jökull, decidiéndose, avanzando con total seguridad hacia Kshanik, confiando en que su velocidad no le permitiría reaccionar, aprovechando la apertura.

Jökull avanzó como si fuera a alejar el brazo que Kshanik dejó al frente, retirándolo levemente con un toque de su mano, amagando un puñetazo al rostro, plantando firmemente sus piernas para asestar una patada en las descubiertas entrañas del muchacho, elevando velozmente su pierna hacia el objetivo elegido, girando su cadera para añadirle más potencia a la patada. Kshanik avanzó un paso, dejando una de sus piernas detrás de la pierna de apoyo de Jökull, apoyándola detrás de esta para empujarla y separarla del piso, desestabilizando el cuerpo de Jökull, dejándolo en el aire, agarrándolo de la cabeza con ambas manos, azotándosela en el piso de tierra, arrojándose sobre él para intentar hacerle más daño y que no pudiera seguir combatiendo.

El público se levantó desde donde estaban sentados, maravillados por la táctica de Kshanik, vitoreándolo por su victoria, viendo como Jökull no reaccionaba después del improvisado ataque y como su contrincante rodaba por el piso para alejarse, sentándose sobre sus rodillas, sobándose los dedos de las manos, habiéndoselos apretado con el cráneo de Jökull cuando impactó en el duro suelo.

  • ¿Eso es todo lo que tienes? –preguntó Jökull, abriendo los ojos, levantándose lentamente del suelo, enfurecido al máximo por haber caído en la ofensiva de Kshanik, culpándose por haberlo menospreciado.

Los espectadores se callaron de inmediato, sintiendo como repentinamente una brisa fría circulaba entre ellos, helándoseles la piel, escuchando como si pequeños cristales resonaran desde múltiples direcciones, espantándose algunos, huyendo del lugar.

Jökull comenzó a mover ambos brazos como si fueran un par de largas alas, enfriándose más el ambiente, mirando a Kshanik como si se tratara de una presa.

  • ¿Qué es esta extraña brisa fría acompañada de estas hermosas resonancias cristalinas? –preguntó Kshanik, mirando en todas direcciones, sintiendo una mezcla de temor y asombro—. ¿Acaso usted…?

La temperatura bajó lo suficiente como para congelar el sudor de Kshanik, momento en que dos de los espectadores se levantaron al mismo tiempo: el maestro de Jökull y la diosa Athena. El maestro miró con reprobación a su discípulo, mientras que la diosa expandió su cálida y dorada energía en el lugar, espantando a Jökull y su instructor, descongelándose el sudor del joven esclavo, fluyendo nuevamente por su piel.

Jökull se detuvo, bajando los brazos, reverenciando a su maestro y a quien demostró ser una poderosísima mujer, apoyando una de sus rodillas en el piso y cruzando su brazo izquierdo sobre su pecho. Kshanik también sintió la energía de la diosa, pero la bondad y justicia que experimentó al ser rodeado por ella lo emocionó hasta las lágrimas, girándose para encontrarse con tan benevolente y divina presencia.

  • ¿Tú también sentiste eso, cierto? Creo que ya ves que los dioses están de nuestro lado, deberías dejarlo ir, ella es la diosa Athena –murmuró Vélos a Jökull después de aproximarse a él, agarrando de las muñecas a los contrincantes, elevándolas al cielo—. ¡Saluden a estos valientes guerreros, consagremos esta batalla a la diosa de nuestra Polis!

Jökull sacudió la mano de Vélos para soltarse, mientras que Ujjval revisaba las heridas de su hermano, acercándose a los hermanos, ofreciendo la mano derecha a Kshanik, siendo mirado con desprecio por Ujjval. La diosa Athena desapareció tal como apareció, de forma inadvertida, dejando a Vélos con las ganas de charlar un rato.

  • ¡Qué todos sean testigos, en este momento libero a este hombre de sus servicios conmigo, desde ahora será un hombre libre y sin dueño! –gritó Jökull ante los espectadores restantes, levantando el brazo de Kshanik, soltándoselo, retirándose del lugar con su maestro, quien miró a los tres alegres jóvenes desde lejos mientras celebraban, yéndose también.
  • ¡Kshanik, ya eres libre, lo lograste! –gritó Ujjval, abrazando a su hermano, recordando la deuda de Vélos, requiriendo sus palabras.
  • ¡Oh, claro! –exclamó Vélos, antes de que todos los presentes se fueran del Gimnásion—. Este otro hombre aquí presente, Ujjval, también es un hombre libre, estos hermanos son dos hombres libres.


#24 WynegS

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Publicado 10 marzo 2020 - 13:24

Jökull habló con el joven de cabello oscuro y largo, invitando luego a los demás presentes a presenciar el combate, pidiéndoles que se sentaran en torno a la Palestra.

  • Yo, Jökull de Svalbard, juro solemnemente que, si soy derrotado de forma limpia por este hombre aquí presente, liberaré no solamente a su hermano, mi esclavo, sino que también a todos los esclavos de la casa de Echleón, recientemente fallecido, quien me legó todas sus posesiones mientras se encontraba con vida –declaró Jökull, apuntando a Ujjval y Kshanik, sorprendiendo a todos los presentes.

 

No es la "casa de Echleón", es de Aphrodísios, un pequeño error, él es un personaje de otro escrito que tengo, no relacionado con Saint Seiya, ni se molesten en leerlo (Blaze!, disponible en Wattpad, megustaescribir.com y en su web oficial, vean en mi perfil ;) ). Eso pasa por escribir dos cosas a la vez...
 



#25 Patriarca 8

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Publicado 11 marzo 2020 - 15:00

fue interesante la pelea

 

 

PD: Si quieres cambiar algunas palabras de algún texto que hayas publicado puedes usar la opción de EDITAR que se encuentra debajo del mensaje


Editado por Patriarca 8, 11 marzo 2020 - 15:00 .

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Publicado 20 marzo 2020 - 22:25

Séptimo capítulo, yay ;)

 

Capítulo 7 – Ταπείνωση και εκδίκηση (Tapeínosi kai ekdíkisi / Humillación y venganza).

  • Puño, puño, puño, puño, puño, puño, ¡Puño! –gritó Vélos, lanzando desordenados golpes al aire, desestabilizándose sus piernas, desatando las risas de Ujjval y Kshanik.

  • Te marcó demasiado lo que viste en el Gimnásion –dijo Ujjval, acomodando sus piernas en el piso, lanzando un único y poderoso puñetazo al aire, maravillando a Vélos por el sonido que se produjo, pareciéndose al de una gran llamarada en rápido movimiento.

  • Deberías practicar yoga con nosotros, te ayudaría a corregir tu postura, así lograrás lanzar buenos puñetazos –invitó Kshanik, con el cuerpo menos hinchado que el día anterior, momento cuando se ganó su libertad finalmente.

Vélos practicó su postura junto a Ujjval, mientras Kshanik descansaba bajo la sombra de uno de los olivos del sembradío. En la casa que Jökull heredó de su tío, el joven amo descansaba después de un contundente y delicioso almuerzo, cediendo al sopor que el vino traía a los comensales, tapándose sólo con una sábana por el calor de la ciudad de la diosa Athena.

A pesar de estar descansando, había aprendido a estar siempre alerta, despertándose repentinamente, sintiendo otra presencia en su habitación.

  • ¡¿Quién es?! ¡Muéstrate! –exigió Jökull, sentándose en su lecho, dejando caer la sábana sobre sus partes íntimas.

  • Creo que sabes quién soy –dijo la diosa Athena, invadiendo la habitación del joven con su poderosa y dorada energía—. Más importante es quién eres tú.

  • Soy Jökull –respondió el muchacho—. Esta era la casa de mi tío Aphrodísios, la heredé cuando murió.

  • Ese es sólo tu nombre y tus posesiones, la verdad es que estoy interesada en saber quién es tu padre –explicitó la diosa—. ¿Eres otro de los hijos de mi padre?

  • Perdón, pero no tengo idea de quien me está hablando –dijo Jökull—. Mi padre murió cuando yo era un niño…

  • ¿Estás seguro de eso?, ¿eres un hijo de Zeus? ¡Responde! –dijo la diosa, apuntando a Jökull con su afilada lanza, apoyándola en su cuello.

  • Estoy completamente seguro, recuerdo a mi padre y cuando lo quemamos en su barca preferida –respondió Jökull, alejando lentamente la lanza de su cuello, levantándose de la cama, luciendo su cuerpo desnudo frente a la diosa—. Con respecto a tu padre, no quiero sonar irrespetuoso, pero no tengo idea de quién es.

  • Debes ser hijo de algún otro dios entonces, no me explico de qué forma puedas conocer y manejar de esa manera el Fuego Divino, solamente nuestros semi-dioses y héroes son conocedores de nuestra mística fortaleza –razonó Athena, apoyando su lanza en el piso, agarrando su propia barbilla.

  • ¿Fuego Divino? Nosotros le llamamos “Chi” –dijo Jökull, desconcertando a la diosa, sentándose el muchacho en su cama.

  • ¿Nosotros?, ¿Chi?, ¿hay más gente que conozca y pueda manipular nuestro Fuego Divino? –preguntó la diosa con precaución, con una naciente preocupación alterando su corazón.

  • ¡Claro! Yo lo aprendí de mi maestro, él logró derrotarme al utilizar su Chi y luego le pedí que me enseñara como utilizarlo –explicó Jökull, poniéndose ropa para cubrirse desde la cadera hacia abajo, saliendo de su habitación—. Sígame.

Athena salió detrás de Jökull, desapareciendo la lanza de su mano, pidiendo permiso para entrar en la habitación del maestro.

  • Shifu –dijo Jökull al joven de cabello largo, explicándole la visita de la diosa y que estaba interesada en el uso del Chi.

  • El nombre de mi maestro es Long –presentó Jökull, dejando a la diosa y al joven frente a frente.

Long hizo una reverencia frente a la diosa, hablando en su idioma original, palabras que la divinidad no comprendió, mirando a Jökull.

  • No habla nuestro idioma, ¿cierto? –preguntó Athena, recibiendo una respuesta positiva de parte de Jökull, mirando posteriormente al joven Long.

Athena encendió suavemente su Fuego Divino, envolviendo a Long, quien comprendió lo que la diosa intentaba hacer, encendiendo su Chi en respuesta, sentándose en el piso frente a ella.

Las energías se mezclaron, reaccionando entre ellas, generándose etéreas imágenes animadas en su interior, contándose una historia. Long le contó a la diosa como Zhu Rong les enseñó como usar su fuego interno, su Chi, para lograr cosas consideradas como milagros por el resto de la gente, conocimiento que fue legado a algunos selectos guerreros de su civilización para proteger a su gente, siendo él uno de los últimos aprendices. La diosa le respondió contándole como uno de los dioses de su tierra había hecho algo parecido tiempo atrás, pero que esta acción había resultado mal para la divinidad, siendo castigado eternamente por su padre producto de esta rebeldía.

  • Ahora me queda todo claro –dijo la diosa, despidiéndose de Long, quien reverenció nuevamente, retirándose—. Quiero hablar contigo, Jökull.

  • Dígame –dijo Jökull, reincorporándose en la escena.

  • El día de ayer estuviste a punto de cometer una tremenda injusticia en una de mis edificaciones, intentando atacar a un joven inexperto e indefenso con tu Fuego Divino, con tu Chi… Sin mencionar que sacaste de la Palestra a jóvenes que estaban practicando antes de que ustedes llegaran –enumeró la diosa, acorralando al joven—. Quiero que mañana lleves como ofrenda tres barriles de aceitunas a mi templo, pregunta por Vélos en el ágora, él te venderá lo que solicito. Espero tu visita.

La diosa desapareció de la casa de Jökull con un destello, dejándolo solo en la habitación de Long, sin tiempo para responder o reclamar por lo que le solicitó hacer.

  • Bueno, son tres barriles, un pequeño precio para no ganarme la ira de los dioses, menos si vienen a pedírmelo a mi casa –dijo Jökull, levantando ambos hombros, saliendo de la habitación de su maestro.

Jökull volvió a su descanso, no preocupándole para nada la compra que tenía que hacer, dinero no le faltaba, desconociendo el camino que la diosa había preparado para él, partiendo temprano a la mañana siguiente, saliendo en búsqueda de Vélos, el vendedor de aceitunas.

  • Puede encontrarlo en aquel sembradío, allá –dijo una mujer a Jökull, mostrándole el lugar donde Vélos y compañía trabajaban, cargando sólo dos cosas, una bolsa llena de monedas de oro y una cuerda larga y nueva.

El joven caminó en la dirección que le informaron, encontrándose de frente con Vélos, reconociéndolo de inmediato.

  • Tienes que estar bromeando… –dijo Jökull, viendo después a Ujjval y Kshanik, pasmándose inicialmente, enrabiándose luego con la diosa, endureciendo las facciones de su rostro.

  • ¿Qué es lo que haces acá? –preguntó Vélos, extendiendo su brazo, dejando detrás a los hermanos, quienes se acercaron también al ver al recién llegado.

  • Yo… –dijo Jökull, avergonzándose de dirigirles la palabra y contarles lo que precisaba de ellos, sintiéndose humillado por la petición de la diosa.

  • ¿Acaso te arrancaron la lengua?, ¿vienes por la revancha? Ahora yo me enfrentaré a ti –dijo Ujjval, enseñándole los puños a Jökull.

  • Hermano… –murmuró Kshanik, reteniendo al muchacho un año menor, mirando a los ojos de Jökull.

  • Necesito tres barriles, no importa el precio, ¿quién es el jefe acá? –preguntó Jökull, ofreciendo completamente la bolsa con monedas, cerrando los ojos, evitando ver al trío de muchachos.

  • No sé si deba llamarme jefe, ellos son mis amigos, pero si te refieres al dueño del sembradío, ese soy yo –explicó Vélos, recibiendo la bolsa, subestimando su peso, casi dejándola caer al piso, revisando su contenido con sorpresa—. ¡Guau! Esto alcanza para quince o más barriles…

  • Quédenselo todo, sólo necesito tres –dijo Jökull, exigiendo su compra—. Déjenlos aquí.

  • Pero no trajiste un carruaje para cargarlos –notó Vélos, mirando detrás del joven, viendo la cuerda nueva colgando en su hombro—. Podemos cargarlos hasta tu vivienda, sabemos dónde queda.

  • ¿Acaso te estás burlando de mí? –pensó Jökull, hirviéndole las entrañas por la ira, respondiendo—. ¿No crees que habría traído uno en caso de necesitarlo?

  • Bueno, si no quieres… –dijo Vélos, llamando a los hermanos—. Traigan dos barriles acá, por favor, el señor aquí presente no necesita nuestra ayuda.

Cada uno de los muchachos trajo un barril para Jökull, dejándolos en el piso frente a él, mirando que hacía para llevárselos, pensando que los cargaría uno a uno.

Jökull descolgó la cuerda desde su hombro, procediendo a amarrar uno de los barriles, anudándola de tal forma que lo pudo cargar en su espalda, fabricándole dos tirantes de cuerda. Luego tomó los dos barriles restantes, uno con cada brazo, apegándolos a su torso, comenzando a caminar lejos del negocio de Vélos.

  • Es demasiado fuerte –dijo Vélos, sorprendido por el despliegue de poder de Jökull, mirando luego al hermano de Ujjval—. Tuviste mucha suerte, Kshanik.

  • No durará demasiado así –aseveró Ujjval, despreciando al orgulloso muchacho, escupiendo al piso.

  • ¿Crees que necesitará ayuda? –preguntó Kshanik, tocando el hombro de su hermano.

  • No lo sé, tampoco me importa –dijo Ujjval, arrojándose al piso con los brazos y piernas cruzadas, desviando la mirada.

  • Yo quiero ver cuanto aguanta; además, quiero saber donde los lleva, su casa no queda en aquella dirección –observó Vélos, apuntando hacia el lado contrario—. Les encargo el negocio, chicos.

  • Te acompaño –dijo Kshanik, saliendo detrás de Vélos.

  • No iré, no me importa en lo más mínimo –dijo Ujjval, sin variar su posición en el piso—. Yo cuidaré las cosas.

  • Nos vemos, hermano –dijo Kshanik, despidiéndose—. No nos odies por esto.

Kshanik y Vélos salieron detrás de Jökull, siguiéndolo de cerca sin llamar su atención, escondiéndose de él a pesar de que nunca se giró para mirar atrás. El joven cargaba lentamente los barriles, seguro de sus pasos, avanzando por el ágora, sin dar pistas de donde se dirigía, llegando a las afueras del templo de Athena, deteniéndose frente a las escaleras, respirando profundamente para recuperar su aliento.

  • Ahora la parte más difícil –murmuró Jökull, encendiendo su Chi, enfriándose el aire a su alrededor, así como también el sudor que cubría su cuerpo debido al esfuerzo realizado, subiendo peldaño a peldaño la escalera del templo.

  • ¿Sentiste eso? –preguntó Kshanik, sin saber que no era la primera vez que Vélos experimentaba aquel tipo de energía.

  • Es lo mismo que sucedió cuando luchaste contra él –dijo Vélos, recordando y comparándolo con el poder de la diosa Athena—. Es un poder divino… Vámonos, no nos conviene estar acá.

  • ¿Por qué? –preguntó Kshanik, sin dejar de ver a Jökull subir constantemente, no entendiendo la petición de su amigo.

  • No creo que venga a dejar esos barriles como ofrenda por su propia voluntad, eso explica su comportamiento anterior, es mejor que Jökull no nos vea acá –explicó Vélos, retirándose del lugar, siendo seguido por Kshanik.

Jökull llegó al final de las escaleras, depositando en el piso los barriles que cargaba con los brazos primero, descolgando el tercero de sus hombros, sentándose en el suelo sobre sus pantorrillas, enardeciendo al máximo su Chi, gritándole a la diosa del templo.

  • ¡¿Por qué?!, ¡¿Por qué me humillaste de tal forma frente a esos debiluchos?!, ¡¿Por qué los proteges?! ¡No tienen nada de especial! Yo soy un guerrero, deberías entenderme… ¿Acaso pensaste que me disculparía con ellos? Es su culpa si son débiles, no nací siendo fuerte y me castigas como si así fuera –dijo Jökull, golpeando el empedrado del templo, elevando sus puños al cielo—. Aquí están tus barriles, regocíjate en mi deshonra.

Jökull abandonó el templo enfurecido, jurando por sus propios dioses cobrar venganza, devolviéndose a su casa. Imaginó toda la tarde como deshacerse de los tres jóvenes, recreando una vívida escena donde cargaba sus cabezas, ofrendándolas en el templo de Athena. Esperó a que oscureciera y, armado con un cuchillo, salió de su casa. Los muchachos bajaron completamente sus defensas al llegar la noche, durmiéndose todos sin precaución, golpeándolos mientras dormían para no encontrar resistencias, dejándolos inconscientes.

Los amarró de pies y manos, cargándolos en la carreta de Vélos, avanzando con el vehículo mientras se escondía entre las sombras de la noche. Los tres durmieron hasta la madrugada apoyados contra el tronco de un árbol, despertando frente a un alto precipicio donde la tierra se dividía, formándose un estrecho pasillo por el cual un río desembocaba en el mar.

  • ¿Qué es lo que sucede? –preguntó Vélos, viéndose reducido, mirando a sus amigos en iguales condiciones—. ¡Jökull!

  • Es hora de que paguen para limpiar mi honra –dijo el muchacho, desenvainando el cuchillo que sacó de la casa, acercándose a Vélos—. Comenzaré por ti, para que no sufras por tus amigos.

Ujjval cerró sus ojos, no para evitar ver lo que iba a suceder, sino que para calmarse y concentrar toda su fuerza, endureciendo sus músculos debajo de las amarras, gritándole a Jökull.

  • ¡Espera! –exclamó Ujjval, deteniendo a Jökull por un segundo, apoyando su cuerpo contra el árbol donde los había dejado descansando, concentrando toda la fuerza de su cuerpo en sus piernas, disparándose como un proyectil contra el atacante de Vélos, desestabilizándolo, cayendo los dos al barranco.

  • ¡Hermano! –gritó Kshanik, viendo como Ujjval y Jökull desaparecían frente a sus ojos, quedando completamente pasmado.



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Publicado 02 abril 2020 - 09:08

¿Jökull es un semidios?

 

buena historia sobre el uso del Chi


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Publicado 02 abril 2020 - 21:55

¿Jökull es un semidios?

 

buena historia sobre el uso del Chi

Nah, xD

 

Sólo es un usuario de Chi/Cosmos/Ki/Nen ;)

 

Gracias por tus comentarios!



#29 WynegS

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Publicado 12 abril 2020 - 22:49

Señoras, señores, dioses, demases... Un nuevo capítulo, espero que el tema del maldito virus este no les haya pegado muy fuerte, cuídense todos!

 

Capítulo 8 – Ένα φως στο σκοτάδι (Éna fos sto skotádi / Una luz en la oscuridad).

 

Vélos y Kshanik se levantaron del piso lo más rápido que pudieron, tomando el cuchillo que Jökull dejó caer al ser golpeado por Ujjval, liberándose de sus amarras, mirando por el borde del precipicio.

  • Vé a la Polis a pedir ayuda, bajaré cuidadosamente –dijo Vélos, revisando el terreno para ver por donde bajar, atando todos los trozos de cuerda que encontró, amarrándola al árbol donde habían estado apoyados para poder descender.

  • Sí –respondió Kshanik, corriendo hacia la zona poblada, dejando atrás a Vélos.

Kshanik corrió con todas sus fuerzas, olvidándose del dolor producto de la golpiza debido a la desesperada situación, temiendo lo peor para los dos muchachos caídos, llegando sin darse cuenta a la casa de Aphrodísios, encontrándose con los guardias de Jökull.

  • Necesito su ayuda, él, él... –dijo Kshanik, nublándose su mente y enredándose su lengua debido a los nervios y al miedo, olvidando el nombre de Jökull—. Mi hermano…

  • ¡¿Qué?! Tienes que estar bromeando. Luchaste para salir de aquí y ahora que necesitas ayuda, vuelves de forma tan descarada –dijo uno de los guardias, empujando a Kshanik, haciéndole caer al piso—. Vete, ¡ya!

  • Pero... –tartamudeó Kshanik, no pudiendo articular bien sus palabras, sentado en el suelo.

  • ¡Que te vayas, dijo! –gritó el segundo hombre, levantando las manos—. A no ser de que desees ser golpeado nuevamente.

Kshanik se levantó, sacudiéndose el polvo de las posaderas, retirándose del lugar en silencio y acongojado. En su camino de retirada se topó con el maestro de Jökull, deteniendo su caminar para solicitar su ayuda.

  • ¡Señor! Deténgase por favor, señor –dijo Kshanik, poniéndose en frente de Long—. Necesito su ayuda, mi hermano y Jökull cayeron por un precipicio...

Long no comprendió lo que Kshanik le decía, entendiendo solamente el nombre de su discípulo, poniendo cara de extrañeza al escucharlo, ya que el muchacho llevaba mucho tiempo fuera de su casa y no le había contado de que iba a salir.

  • ¿Jökull? –preguntó Long, soltando palabras en su idioma natal, haciendo entender a Kshanik que no comprendía el lenguaje local.

  • ¡Oh! Ya veo... –dijo Kshanik, mirando para todos lados, tomando dos piedras del piso, nombrando a Ujjval y Jökull, dejándolas caer al mismo tiempo, repitiendo la secuencia para reforzar la idea.

  • ¡Jökull! –gritó Long, entendiendo las señas, hablando con dificultad una de las pocas palabras que había aprendido en compañía de su discípulo—. ¿Dónde?

  • Sígame –invitó Kshanik, corriendo los dos en dirección al abismo.

El tiempo pasó y el día se acabó, escondiéndose el sol, bajando la temperatura del profundo agujero donde yacían Ujjval y Jökull. El hermano de Kshanik fue el primero en despertar, sintiendo un fortísimo dolor en su brazo izquierdo, percatándose que se lo había partido por la mitad en el antebrazo; por otra parte, Jökull permanecía inconsciente, con una herida en su cabeza, no pareciendo tener ninguna de sus extremidades rotas.

Cayeron restregándose contra el muro de piedras que formaba parte del acantilado, lo que retrasó su caída, permitiéndoles salvar sus vidas. Las cuerdas que aprisionaban a Ujjval se soltaron después de que utilizara toda su fuerza para impulsarse, liberándose antes de impactar finalmente contra el llano y pedregoso suelo donde se encontraban.

Ujjval cargó al muchacho inconsciente con su brazo sano, metiéndose junto a él en una hendidura en la roca, echándose a dormir para recuperarse de sus múltiples contusiones y rasponazos, durmiéndose de inmediato sin importarle el frío de la noche.

El fracturado muchacho despertó a mediados de la tarde del siguiente día, con su brazo amoratado e hinchado, viendo a Jökull en la misma posición en la que lo había dejado, con la piel lívida y helada, respirando de forma casi imperceptible.

  • Se va a morir –dijo Ujjval, sacándose sus ropas para tapar a Jökull, corriendo fuera de la pequeña cueva, mirando hacia el firmamento en búsqueda del sol, viendo como la luz se colaba en el precipicio, formándose una alargada y brillante estela de luz sobre su cabeza.

Ujjval buscó hasta encontrar algo que quemar, hallando un árbol seco emergiendo desde la pared de roca, escalando lentamente las piedras, valiéndose de su mano aún funcional, logrando saltar hasta una de sus ramas, colgándose de esta hasta desprenderla, cayendo pesadamente al suelo, volviendo al lado de Jökull.

Después de varios intentos fallidos, Ujjval logró encender un fuego, acercando a Jökull para que se calentara. La herida en su cabeza ya no sangraba, pero todavía no recuperaba su consciencia. Ujjval recuperó sus ropajes de encima del joven inconsciente, mojándolas en el río, abriendo la boca de Jökull para hacerle beber agua, con precaución de no ahogarlo, bebiendo después él. Rato después volvió al lugar donde se encontraba el árbol, subiéndose en varias ocasiones, arrancándole varias ramas para mantener el fuego vivo durante la noche, acabando con eso su día, durmiéndose al lado de la hoguera al igual que Jökull.

Al día siguiente, Ujjval logró pescar un pez con una de las ramas que arrancó del árbol, comiéndoselo completamente sin cocinarlo, bebiendo agua hasta el hartazgo. Luego hidrató a Jökull, yendo posteriormente a buscar más madera del árbol, logrando subirse en su tronco, saltando sobre este hasta desprenderlo de la pared, cayendo juntos al piso con un gran estruendo, doblándose el brazo destrozado, hinchándose aún más su extremidad, soltando lágrimas por el dolor de la caída.

Remolcó como pudo el seco tronco del árbol hasta la cueva, encontrando a Jökull despierto, sentado al lado del fuego y mirando las llamas.

  • ¿Por qué me salvaste? –preguntó Jökull al recién llegado, sin levantarse de su lugar, viendo como arrastraba el madero a duras penas.

  • Hay muchas razones por la cual hice eso. Podría haberte dejado morir después de que desperté en el piso, pero eso hubiera sido inhumano. Podría haberte matado mientras dormías, pero eso hubiera sido cobarde y deshonroso. Además, yo debí pelear por la libertad de mi hermano, él tuvo que aguantar todo este tiempo a tu tío para que pudiésemos estar cerca. Aún tenemos que realizar esa batalla, me la debes, no te iba a dejar morir, no quiero perder mi honra –respondió Ujjval, explayándose mientras dejaba caer el tronco, descansando sobre este—. No te habría dejado morir, sería rechazar la oportunidad de poder derrotarte limpiamente con mis propias manos.

Jökull se quedó en silencio, sintiéndose humillado por las palabras del muchacho, comparando su integridad con la de Ujjval, reconociendo que había obrado mal y que sus acciones eran más deshonrosas que la petición que la diosa Athena le había solicitado.

Miró a Ujjval, notando la fractura en su brazo, levantándose del suelo, agarrándolo de la extremidad dañada.

  • ¿Qué es lo que haces? –preguntó Ujjval, intentando soltarse del agarre de Jökull.

  • Se está curvando. Si el hueso se repara así, quedaras tullido de por vida –dijo Jökull, tomando el brazo de Ujjval, enderezándolo a la fuerza, produciendo un crujido interior que atormentó al joven, entablillándolo con dos ramas secas y ligeramente rectas del árbol que el muchacho sacó de la pared de piedra, amarrándolas con jirones de su ropa—. Un tullido no podría vencerme, nunca.

  • Maldición, eso dolió –dijo Ujjval, sacudiendo el brazo—. Gracias, pero esto no cambia nada de lo que dije.

  • Lo sé –dijo Jökull, mirando hacía arriba, por el estrecho precipicio por el cual cayeron—. Ahora hay que ver como salir de aquí.

Kshanik, Long y Vélos bajaron por el precipicio, atados desde las cinturas con largas cuerdas, avanzando lentamente para no resbalar por las frías piedras, hundiéndose cada vez más en la oscura hendidura del terreno. A pesar del largo de las cuerdas que estaban utilizando, faltaba mucho por avanzar, gritando los nombres de los muchachos caídos para conocer su ubicación en el caso de que hubieran sobrevivido a la caída.

  • ¡Hermano! –gritaba Kshanik, buscando a Ujjval, sujetándose fuertemente a su cuerda y a las rocas, apegando su torso a la pared de piedra.

  • ¡Ujjval! –gritaba Vélos, mirando hacia todos lados, agudizando los ojos por la penumbra.

  • ¡Jökull! –gritaba Long, bajando velozmente y con seguridad por las rocas, adelantándose a los dos inexpertos muchachos, temiendo por la vida de su discípulo.

  • Es como un animal salvaje, no se cansa con nada –comentó Vélos a Kshanik, deslumbrado por la constancia de Long.

  • Es un comentario poco respetuoso, pero es verdad –respondió Kshanik, reconociendo la fortaleza del maestro de Jökull.

Los tres muchachos avanzaron hasta el largo máximo que sus cuerdas les permitieron, gritando a toda voz los nombres de los muchachos perdidos, produciéndose retumbantes ecos en las paredes de piedra, cayéndoles polvo en sus rostros desde la altura.

  • ¿Qué es lo que suena así? –preguntó Vélos, sujetándose de su cuerda con ambas manos, apoyando sus pies en la pared.

  • ¿Qué cosa? No escucho nada –dijo Kshanik, limpiándose el polvo que cayó en su cabello—. ¡Ujjval! ¡Jökull!

Long estaba meditabundo, prestando atención a su entorno con los ojos cerrados, abriéndolos repentinamente, subiendo rápidamente por la cuerda, pasando al lado de los dos amigos, gritando algo que no entendieron pero si lograron ver.

  • ¡Es un derrumbe! –dijo Kshanik, colgándose de su cuerda, quedando como un péndulo en el aire, cayendo algunas rocas alrededor de él.

  • ¡Debemos subir, muévete! –gritó Vélos, ayudando a su amigo para que se volviera a agarrar de las rocas para escalar.

Long llegó primero, ayudando a los dos muchachos a subir, agarrando sus cuerdas con ambas manos, encendiendo su Chi para acelerar la tarea, sacándolos antes de que las rocas los impactaran, luchando con Kshanik que se negaba a dejar sepultado a su hermano, llorando profusamente.

  • ¡Hermano! No, no... –lloriqueó Kshanik, tapándose el rostro con ambas manos.

Jökull y Ujjval escucharon a tiempo el estruendo de las rocas desprendiéndose, logrando ponerse a salvo, quedando atrapados dentro de la pequeña cueva, sin alimentos ni madera para encender una fogata.

  • Con lo que me costó sacar el árbol entero –reclamó Ujjval, lamentándose por quedar encerrado sin algo para quemar cuando la temperatura bajara.

  • Lo único que lograríamos con eso sería morir asfixiados –replicó Jökull, descartando la idea—. Tendremos que aguantar lo más que podamos y esperar a que alguien baje a rescatarnos, si es que alguien nos está buscando.

  • Kshanik y Vélos lo harán, estoy seguro –aseguró Ujjval, confiando en su hermano y en su amigo, tocando las paredes de piedra en búsqueda de alguna abertura—. ¡Ya verás!

  • Eso suponiendo que lleguen antes de que muramos de sed, no tenemos nada de agua y no creo que hayas hecho la prueba para saber cuanto aguantas sin beberla –acotó Jökull, sentándose en el piso, pensando en la única opción que se le ocurrió en ese momento—. Mi maestro, su nombre es Long, me enseñó una historia donde se dice que los hombres estamos hechos de polvo de estrellas…

  • ¿Qué dices? No ha pasado nada de tiempo y ya estas desvariando –dijo Ujjval, pensando que Jökull estaba parloteando por miedo a la muerte.

  • Escucha atentamente, idiota. ¿Sentiste ese aire frío que se produjo cuando estaba peleando contra tu hermano? Yo lo produje, gracias a las enseñanzas de mi maestro. Como iba diciendo, en la historia que él me contó, una que habla de la creación del mundo y de los hombres, dice que las estrellas son las creadoras de nuestros componentes, los átomos, por lo tanto tenemos el mismo potencial de los astros del firmamento, sólo debemos sentirlo en nuestros cuerpos –comentó someramente Jökull, incapaz de ver la cara de incredulidad de Ujjval.

  • ¿Qué?, ¿átomos?, ¿de qué cosas místicas me estás hablando? –preguntó Ujjval, desconociendo las materias filosóficas de las que Jökull le hablaba, algo que sí sabía su hermano mayor.

  • Sólo debes sentir como el Cosmos que compone cada una de las partes de tu cuerpo, de tu alma, brilla y se enciende con el fulgor de las estrellas… Eres de la India, debes saber meditar, encenderemos nuestros Chi y lograremos librarnos de esta prisión de piedra –dijo Jökull, alentando a Ujjval a que lo intentara, sentándose los dos en la oscuridad—. Te daré una prueba, esto es lo que debes sentir proviniendo de tu interior.

Ujjval sintió una suave brisa emergiendo de Jökull, iluminándose la cueva, asustando al incrédulo muchacho.

  • ¿Qué es esa luz blanca saliendo de tu cuerpo?, ¿esos son los átomos? –preguntó Ujjval, atemorizado por la muestra del Chi de Jökull.

  • ¡¿Puedes verla?! Será más fácil para ti entonces –determinó Jökull, iniciando el entrenamiento de Ujjval en el uso del Chi, así como su maestro le había enseñado tiempo atrás.

Entrenaron sin descanso, el tiempo apremiaba y sus fuerzas escaseaban. Jökull mostró varias veces su poder a Ujjval, pero la falta de alimentos y agua estaba pasándole la cuenta, perdiendo su fortaleza a medida de que pasaban las horas.

  • No puedo, no puedo sentirlo, lo único que siento son mis entrañas gruñendo y mi garganta desecada –dijo Ujjval, abandonando la meditación, acostándose en el piso.

  • Debemos seguir intentando, no puedo hacerlo solo, no con mis fuerzas actuales –dijo Jökull, intentando levantar el ánimo al cansado Ujjval, sin cambiar su posición de meditación.

  • ¿Cuanto tiempo ha pasado? –preguntó Ujjval, estirando las piernas.

  • No lo sé, ¿un par de días, quizás? Deberíamos descansar un poco, ya lo intentaremos nuevamente –dijo Jökull, imitando al muchacho, tirándose al piso también.

Descansaron un par de horas, levantándose a duras penas, continuando con la inútil meditación, desesperándose al no ver resultados. Jökull comenzó a atacar las rocas que cayeron en el derrumbe, rompiendo algunas con su disminuido Chi mientras Ujjval continuaba con la meditación.

El hermano de Kshanik no pudo continuar escuchando como Jökull trabajaba infructuosamente en la liberación de ambos, ayudándolo a romper las rocas, arrojando trozos más grandes sobre otros pequeños, guiándose con la luz emitida por el cuerpo de Jökull.

  • Jökull, tú puedes hacerlo, has avanzado bastante –dijo Ujjval antes de que el Chi del otro joven se apagara completamente, desvaneciéndose por el esfuerzo—. ¡Jökull, despierta!

Ujjval acomodó a Jökull para dejarlo descansar, siguiendo con la rotura de las rocas, gastando toda su fuerza muscular hasta quedar completamente exhausto, cayendo también al piso. Después de un rato de inconsciencia comenzó a soñar, recordando los buenos momentos junto a Kshanik, las circunstancias por las cuales se convirtieron en esclavos, el momento en que conoció a Vélos, a Jökull…

El frío se apoderó de la cueva, entumeciendo la piel de Ujjval, aislándolo de lo que lo rodeaba. Cayó en una profunda y calmada oscuridad, de imperturbable silencio. Ya no sentía hambre, sed, miedo, ira, nada… Lo último que dejó de sentir fue el frío. Repentinamente sintió algo que nunca había experimentado, como si se disolviera en el éter, extendiéndose infinitamente, creciendo, enardeciéndose, brillando con una potencia capaz de cegar a los mismísimos dioses…

El cuerpo de Ujjval se levantó involuntariamente, moviéndose automáticamente, ejecutando su técnica de control corporal al mismo tiempo que un aura rojiza emergía de su cuerpo, calentándose la cueva, lanzando un poderoso puñetazo con el brazo fracturado, apuntando hacia adelante como hiciera días atrás frente a Vélos, apagándose su luz divina mientras se desplomaba sobre el piso de rocas.



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Publicado 21 abril 2020 - 08:58

Jökull logro salvarse a las justas

 

poco a poco empiezan a despertar el cosmos

 

 

PD: ojala te encuentres bien respetable usuario


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Publicado 21 abril 2020 - 19:20

Jökull logro salvarse a las justas
 
poco a poco empiezan a despertar el cosmos
 
 
PD: ojala te encuentres bien respetable usuario


Gracias Kamisama, digo Señor Patriarca, xD

Espero pronto tener un nuevo capítulo en todas mis plataformas, saludos!

#32 WynegS

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Publicado 28 abril 2020 - 22:53

Buenas noches o buenos días, no sé donde se encuentren todos, sólo espero que estén bien ;)

 

Nuevo capítulo, disfrútenlo!

 

Capítulo 9 – Ο θυμός του Long (O thymós tou Long / La ira de Long).

Long, Kshanik y Vélos lograron bajar al terreno plano bordeado por el río que desembocaba al mar, encontrando grandes rocas apiladas contra la pared del precipicio.

  • ¡No puede ser, están enterrados bajo las rocas! –gritó Kshanik, dejándose caer al piso, llorando ante el desalentador paraje—. Ya ha pasado demasiado tiempo desde que cayeron estas rocas como para que sigan vivos.

  • Eso no lo sabes, no pierdas las esperanzas, los encontraremos cueste lo que cueste –dijo Vélos, extendiendo la mano para ayudar a Kshanik a levantarse.

Long revisaba visualmente su entorno, esperando a ver algo que les indicara donde se podían encontrar los muchachos, desconociendo la real y verdadera razón por la cual habían caído por el precipicio.

Repentinamente sintió un Chi encendiéndose dentro de un montón de piedras, no reconociéndolo como el de su discípulo, formándose un pequeño agujero cilíndrico en una piedra al ser derretida y atravesada por un rayo de luz rojiza, impactando y explotando parte de la pared de piedra de enfrente.

  • ¡¿Qué rayos fue eso?! –preguntó Vélos con sorpresa mientras Kshanik se erguía rápidamente después de escuchar la pequeña explosión.

  • ¡Jökull! –gritó Long, acudiendo al lugar desde donde vio emerger la luz, encendiendo su Chi para golpear las rocas con sus manos y pies, destruyéndolas con sus poderosísimos ataques.

  • ¡Hermano! –gritó Kshanik, siguiendo a Long, apartando las piedras del camino para que no se acumularan.

Vélos también ayudó a Kshanik con las piedras, tirándolas al río, despejando el lugar después de un par de horas, encontrando a los dos jóvenes inconscientes y protegidos dentro de la cueva de la pared.

Long agarró a su discípulo y gritó una de las pocas palabras que había aprendido de Jökull.

  • ¡Agua! –gritó Long, golpeando el rostro de Jökull para hacerlo reaccionar.

Kshanik abrió la bolsa con la que decidió bajar, apartando los trozos de quesos y aceitunas que cargó para alimentar a los caídos, buscando por el vaso que cargaba para llevar a Long el líquido que había solicitado.

  • Aquí tiene –dijo Kshanik después de ir al río a llenar el vaso con agua, acudiendo al lado de su hermano que estaba siendo reanimado por Vélos.

  • Está respirando, se pondrá bien –dijo Vélos con ojos llorosos, dejando que Kshanik abrazara a su hermano menor.

Después de hidratar y despertar a los accidentados muchachos, les dieron los alimentos que Kshanik cargaba en su bolsa, procediendo con la última etapa del afortunado rescate.

Long les pidió con señas a Kshanik y Vélos que subieran primero, para ayudarlo en la escalada, manteniendo la cuerda atada y firme para que no cayera mientras cargaba a Ujjval primero, subiendo después a Jökull.

La subida no estuvo exenta de problemas, debiendo agarrar la cuerda firmemente para que esta no se desatara, gastando toda la fuerza de los ya cansados muchachos, hiriendo también sus manos.

Ya en la cima, Jökull se arrodilló frente a Long para pedirle perdón, explicándole la situación.

  • Shifu, todo esto fue mi culpa, me deshonré como guerrero al atacar e intentar matar a estos muchachos mientras dormían para poder vengarme por algo que ellos no hicieron –dijo Jökull en el idioma de su maestro, arrodillado frente a él.

  • ¡¿Qué dices?! ¡¿Qué puede ser tan humillante que te hizo deshonrarte de esa manera?! –preguntó Long con furiosa voz, levantando su brazo derecho para dejarlo caer con fiereza sobre su acongojado pupilo, alcanzando a mirar de reojo a Ujjval y su brazo entablillado—. Fuiste tú…

  • Shifu –dijo Jökull, con los ojos fuertemente cerrados, esperando por un golpe que nunca llegaría.

  • ¿Fue el muchacho quien golpeó la pared de piedra con su Chi? Se sentía muy distinto al tuyo –preguntó Long, calmándose, ordenando al muchacho a que se sentase frente a él.

  • Fue nuestra única opción, nos estábamos quedando sin fuerzas y no teníamos nada para beber ni comer, tuve que enseñarle. Además, le prometí que podría enfrentarse a mí en un duelo justo si sobrevivíamos –dijo Jökull, apoyando sus puños en el piso, reverenciando a Long.

  • No tienes permitido mostrarle mis enseñanzas a nadie, aún estás aprendiendo, ahora tendré que enseñarle bien para no confundirlo con tus lecciones de novato –dijo Long, dictaminando lo que sería la reprimenda de su discípulo—. Ese será tu castigo por tu deshonroso ataque. El muchacho entrenará conmigo por un mes y tú te dedicarás a descansar hasta que llegue el día de su combate, sin entrenamiento alguno, ni físico ni de Chi. Totalmente prohibido.

  • Sí, Shifu –dijo Jökull, agachando su cabeza, aceptando su castigo.

Ujjval, Kshanik y Vélos observaron la conversación sin entender ninguna de las palabras, viendo como Jökull se levantaba y se dirigía a donde ellos estaban.

  • Entrenarás con mi Shifu para ponerte en forma para nuestro combate y para que controles correctamente tu Chi –dijo Jökull a Ujjval, descolocando a Kshanik y a Vélos quienes no estaban enterados de toda la historia aún, retirándose del lugar—. Mañana comienzan.

  • Hermano, debes terminar con esta batalla contra Jökull, no terminara bien para ninguno de los dos –dijo Kshanik a Ujjval, tocándole el brazo roto.

  • No es lo que piensas. Él curó mi brazo con esto, después quedamos atrapados bajo esas rocas. Teníamos hambre y sed, nuestras fuerzas se acababan y él me enseñó a usar... él intentó enseñarme a controlar una fuerza proveniente del Cosmos, el Chi. Practiqué y practiqué, pero no logré sentir nada. Recuerdo que caí al piso, soñé con algo, una cálida luz dentro de mí… No sé, luego llegaron ustedes y nos rescataron –dijo Ujjval, buscando en sus recuerdos, agradecido que su hermano y amigo los estaban buscando.

  • Hubo una explosión después de sentirse levemente una energía divina en el ambiente –dijo Vélos—. Quizá fuiste tú.

  • ¿También lo sentiste? Era diferente a lo que sentimos al seguir a Jökull aquel día –dijo Kshanik, mirando a Vélos y luego a su hermano.

  • No lo sé. Jökull fue el primero en caer, intenté reanimarlo, luego caí yo. Soñé algo, quizá no fue un sueño, pero no puedo asegurar nada –dijo Ujjval, mirando el vendaje de su brazo, notando unas pequeñas quemaduras en los bordes de la tela—. Vamos al sembradío, quiero comer y descansar.

Los muchachos comieron y descansaron alegres por encontrar a los accidentados, aunque sin celebrar. Al día siguiente, Long llegó unos minutos después de que el sol saliera, despertando por sorpresa a todos los muchachos, no sabiendo que decirles.

  • Long –dijo el joven maestro, señalándose a sí mismo, frente a los somnolientos muchachos.

  • No imaginé que iba a llegar tan temprano –dijo Vélos, desperezándose con un bostezo.

  • ¡Mejor, así aprovechamos el tiempo! –exclamó Ujjval, golpeando su puño sano en la palma de su extremidad dañada—. Ouch, creo que no debí hacer eso… ¿Cómo están sus manos?

  • Excelente –respondió Vélos, mostrándole las palmas de las manos a Ujjval.

  • Bien, sólo duelen un poco. Si es entrenamiento de combate, más te vale tener energía en el cuerpo, hermano –dijo Kshanik, mirando a Long—. ¿Tomó desayuno?

Long miró a Kshanik sin entender ninguna de las palabras, percatándose de lo difícil que sería para él tratar de hacerse entender y entrenar a Ujjval. Luego de unos minutos, se encontró sentado al borde una fogata, aprestándose a comer junto a los chiquillos.

  • Tome, pan –dijo Kshanik, ofreciéndole pan a Long, quien lo observó y procesó las palabras recién escuchadas.

  • ¿Tome? –preguntó Long, señalando lo que Kshanik le había pasado, pensando que esa era la palabra correspondiente para tal objeto.

  • No, pan. Pan –rectificó Kshanik, entendiendo inmediatamente las intenciones de Long, señalándole otros objetos presentes—. Fuego, árbol, queso, aceituna, cielo, tierra.

  • Long –dijo nuevamente el joven, cediéndole la palabra al chico para que se presentara.

  • Kshanik, Vélos, Ujjval –dijo el muchacho, señalando a todos los presentes.

Así pasaron Long y Kshanik toda la mañana y tarde, señalando objetos y sus nombres, además de las partes del cuerpo. Long portaba un pergamino y un trozo de carbón con el cual anotó cómo se decían las palabras y su significado, repitiendo en múltiples ocasiones y en voz alta las palabras que Kshanik le enseñaba para poder escribirlas lo más correctamente en su documento, para luego poder estudiarlas en su residencia.

Se retiró cuando el sol estaba a punto de esconderse en el horizonte, despidiéndose con una reverencia, dejando a los muchachos en su sembradío.

  • Menos mal que tomé desayuno, casi desfallezco de tanto entrenar –reclamó Ujjval, sentado frente a la hoguera.

  • No podrían haberte enseñado nada hoy, hubiese sido una lucha para solo intentar entenderse –dijo Kshanik, apoyando su mano en el hombro de su hermano—. Además, te conviene descansar para recuperar tu brazo.

  • No es necesario, sé que puedo hacerlo –aseguró Ujjval, empuñando sus manos con mirada desafiante.

  • ¿Estás seguro? –preguntó Vélos, golpeando levemente el vendaje del muchacho, arrancándole una pequeña lágrima de dolor.

  • ¡No te sobrepases! –gritó Ujjval, retirando rápidamente el brazo, causando carcajadas en su hermano y en Vélos.

Al día siguiente, Long llegó nuevamente temprano, pero con varios alimentos para compartir con todos los presentes.

  • Buenos días, Kshanik –saludó Long en el idioma de los chicos, sorprendiendo a todos por lo que aprendió de su discípulo la noche anterior.

  • Buenos días, maestro Long –respondió Kshanik, hablando lentamente, causando duda en el experto guerrero.

  • ¿Ma… maes… maestro? –preguntó Long.

  • Oh, Shi… ¿Shifu? –preguntó Kshanik.

  • Sí. Maestro, Shifu. Sí –dijo Long, entendiendo la nueva palabra.

El día transcurrió de la misma manera que el anterior. Long preguntó por todas las cosas que quería saber como se llamaban y anotó lo que Kshanik le respondía, junto a su correspondiente traducción. Pero Kshanik procedió a imitar el actuar de Long, anotando como se nombraban las cosas en el idioma natal del combatiente maestro.

Así se fue otro día en aprendizaje idiomático, despidiéndose Long de forma cortés y apropiada.

  • Hasta luego, Kshanik, Ujjval, Vélos –dijo Long, reverenciando a los muchachos, retirándose del lugar.

  • Parece que el que vino a entrenar fue él, no yo –reclamó nuevamente Ujjval, sentándose enfadado frente al fuego—. Mi brazo amaneció mucho mejor hoy. No te atrevas a tocarlo, Vélos.

  • No era mi intención, lloraste mucho la noche anterior –respondió Vélos, burlándose del joven herido.

  • Hoy anotó muchas nuevas palabras, pronto estarás entrenando con él, cuando sepa darte las instrucciones apropiadamente –aseguró Kshanik con una sonrisa—. Estoy aprovechando de aprender su idioma también, todos ganamos algo.

  • Yo no siento que esté aprendiendo o aprovechando nada –dijo Vélos, siendo reprochado de inmediato por los hermanos.

  • ¿Recuerdas las uvas que trajo Long? ¡Te las comiste todas! –exclamó Ujjval por la voraginosa hambre matutina de Vélos.

  • ¿Qué, todas? Vi a Kshanik comer también, no me las comí todas –se defendió Vélos ante el ataque de Ujjval.

  • Dos, alcancé a sacar dos uvas. Y es “maestro” Long, respétalo aunque no haya empezado a enseñarte aún –rectificó Kshanik a los dos chicos.

  • Sí, como si entendiese algo de lo que decimos –dijo Ujjval, recostándose en el piso—. Estoy cansado y no hice nada, de nuevo.

Al tercer día, Long llegó, saludó, desayunó y luego meditó, ante la atenta mirada de los tres jóvenes. Después de una hora de concentración, sacó sus pergaminos con palabras anotadas y llamó al hermano de Kshanik.

  • Ujjval –dijo Long, pidiendo la presencia de su nuevo pupilo.

  • Long –respondió Ujjval, acercándose al maestro, recibiendo su primera reprimenda.

  • No. Maestro Long, Shifu Long. No Long –dijo el joven, asustando a Ujjval, quien miró de inmediato a su hermano.

  • ¡Te lo dije! –exclamó Kshanik de forma juguetona desde lejos, continuando sus tareas con Vélos.

Long comenzó a demostrar a Ujjval lo que tenía que hacer, lentamente al principio, agregándole posteriormente potencia, corrigiendo al muchacho cuando lo necesitaba con instrucciones simples y directas.

  • No. Cabeza, arriba. Codo, atrás. Pierna, abajo, más –dijo Long, arreglando la postura de Ujjval.

  • Sí, maestro Long –respondió Ujjval, adoptando la posición que Long le había indicado.

  • Ahora parar. Correr, aquí, allá –señaló Long, mandando a Ujjval a correr un gran trecho, poniéndose a hablar con Kshanik y Vélos para aprender nuevas palabras.

  • Sí, maestro –respondió Ujjval, comenzando la carrera, perdiéndose en el horizonte.

Después de largos minutos de corrida, Ujjval llegó al lugar que su maestro le indicó. Regresó por el mismo camino que lo trajo a ese lugar, demorándose un poco más del doble del tiempo que le tomó llegar al lugar que Long le Indicó rato atrás, sudando profusamente entre sonoros jadeos.

  • No, lento. Más rápido mañana. Ahora pelea –dijo Long, acercándolo a Vélos, quien se encontraba listo para enfrentarse a Ujjval.

  • Te demoraste tanto que el maestro Long nos enseñó algunas cosas para poder pelear contigo –dijo Vélos, haciendo un tosco uso de las técnicas aprendidas del ahora maestro de Jökull y Ujjval.

Vélos y Ujjval se golpearon por un rato, no pudiendo ganar ninguno de los dos, terminando la pelea por el cansancio que abrumaba a Ujjval, quien debió seguir practicando técnicas y posturas con Long hasta la tarde, deteniéndose solamente para almorzar y reposar lo consumido, meditando los dos en ese tiempo de descanso.

Al final del día, Ujjval no podía mover más su cuerpo, yaciendo sobre el piso con los músculos agarrotados y agotados.

  • Hasta mañana, Ujjval. Vélos, Kshanik –dijo Long con dos reverencias, retirándose del lugar.

  • Hasta mañana, maestro –respondió Ujjval, intentando levantar un brazo para despedirse, pero la fuerza no le alcanzaba—. Gracias…

  • ¿Ahora vas a reclamar que el entrenamiento fue muy intenso? –preguntó Vélos en tono de broma, pero Ujjval ya no estaba despierto, habiéndose dormido en el lugar que quedó tirado.

Kshanik y Vélos acomodaron al cansado Ujjval, yéndose a dormir temprano también para poder madrugar al día siguiente. Por otra parte, en el templo de Athena, una sombra se coló en la construcción valiéndose de la oscuridad de la noche, clamando por la presencia de la diosa.

  • ¡Athena! –gritó Jökull, arrojándose al piso con desconsuelo.



#33 Patriarca 8

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Publicado 02 mayo 2020 - 09:48

Capítulo 9 – Ο θυμός του Long (O thymós tou Long / La ira de Long).

 

 

Long adquirio un nuevo discípulo

 

el asunto del lenguaje fue un problema

 

me pregunto que le pedirá Jökull a Athena


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#34 WynegS

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Publicado 02 mayo 2020 - 10:26

Capítulo 9 – Ο θυμός του Long (O thymós tou Long / La ira de Long).
 
 
Long adquirio un nuevo discípulo
 
el asunto del lenguaje fue un problema
 
me pregunto que le pedirá Jökull a Athena


El tema del idioma es tema para mí, es como las típicas series donde los extraterrestres hablan en inglés, no me gusta eso, xD
Lo demás ya veremos como se desarrolla, ejejjejeeje...
Saludos!

#35 WynegS

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Publicado 22 mayo 2020 - 23:53

Buenas noches, esperando que estén todos bien, les dejo otro capítulo de Saint Seiya Shinka no Tounan.

 

Espero que les guste ;)

 

Capítulo 10 – Το συμβάν (To symván / El incidente).

  • ¿Qué sucede?, ¿por qué tanto griterío a esta hora? –preguntó Athena, apareciendo al lado de Jökull, reconociendo al humano vinculado a Vélos y compañía.

  • ¡Diosa! ¡Ataqué deshonestamente al mercader de aceitunas y sus amigos, los antiguos esclavos, después que me pidió comprarles aceitunas! ¡Mi maestro me castigó dejándome sin entrenamiento solamente, pero creo que fue muy indulgente conmigo! –gritó Jökull con hálito alcohólico, sollozando, arrodillándose ante la diosa.

  • ¡¿Qué dices?! –dijo la diosa, haciendo aparecer su lanza en su mano derecha, apoyando su pierna izquierda sobre el hombro de Jökull, botando al muchacho al piso mientras lo amenazaba con su dorada y afilada arma.

La diosa perdió los estribos, aprisionando el hombro de Jökull con su fuego divino como si se tratara de la pata de un ave de presa, haciéndole sentir como si fuera atrapado y atravesado por unas potentes y afiladas garras.

  • Diosa, le pido que no me mate aún, le prometí a Ujjval que pelearíamos en una batalla justa, mi maestro lo entrenará para que pueda enfrentarse a mí de manera más equilibrada –dijo Jökull, con evidente dolor por el pisotón y el poder sobre su hombro, sin oponer resistencia a la fuerza de la divina mujer.

  • ¿Está… Están bien los tres? –preguntó la divinidad, retirando su pie y su arma, calmándose lentamente.

  • Sí, aunque las cosas se salieron de control. Ujjval y yo caímos a un precipicio, pero mi maestro, el mercader y el hermano de Ujjval nos rescataron –dijo Jökull, secándose las lágrimas, sentándose en el piso con la cabeza baja.

Athena se quedó en silencio, pensativa, mirando con misericordia al muchacho sentado a sus pies, declarando.

  • De ahora en adelante, no lucharás nunca más, a no ser de que yo te lo permita. Consagrarás cada una de tus batallas a mí, tu cuerpo y fortaleza serán mis armas, y nunca más pelearas de forma deshonesta –dijo la diosa, ayudando a Jökull a reincorporarse, retirándose del lugar—. Tienes permiso para luchar con Ujjval, avísame un día antes para poder asistir al encuentro.

  • Como usted diga, de ahora en adelante estoy a su disposición –declaró Jökull, retirándose también del templo, conforme con el castigo que la diosa le impartió, sintiéndose menos deshonrado que cuando llegó al edificio de la diosa—. Recuperaré mi honor, nunca más volveré a sentirme de este modo.

La diosa estaba confundida, con un extraño sentimiento en su mente y entrañas, con el corazón alterado y temeroso, pero feliz de saber que Vélos y sus amigos se encontraban bien. Se retiró volando, transformada en lechuza blanca, a sus aposentos en el monte Olimpo, entrando y escuchando de inmediato unos gritos provenientes del salón principal.

  • ¡¿Por qué, Padre?! –preguntó Apolo, caminando detrás de Zeus, con las mejillas cubiertas de lágrimas.

  • Asclepio estaba haciendo algo incorrecto, lo sabes. No quiero tener problemas con Hades, los muertos deben quedarse junto a su rey, nadie más puede traerlos de vuelta, aunque cuente con el poder para hacerlo –dijo Zeus, girándose para enfrentar a su desconsolado hijo—. No llores, era sólo un humano.

  • ¿Sólo un humano? ¡Él era mi sangre, mi hijo, tu nieto! –exclamó Apolo, con los ojos enrojecidos y el rostro desfigurado por la rabia—. Si se tratara de alguno de tus bastardos lo ensalzarías y ayudarías como el semi-dios o héroe que crees que sólo tú puedes proveer. ¡También soy uno de los Olímpicos, mis hijos también tienen sangre divina!

  • Cuidado con lo que dices, Apolo –advirtió el padre de los dioses, frunciendo el ceño.

Athena escuchó toda la conversación, escondida detrás de un pilar de mármol, confundiéndose más sus sentimientos, produciéndose una maraña de pensamientos en su mente, retirándose del lugar.

  • ¡Lo pagarás, Padre, esto no se quedará así! –bramó Apolo, desapareciendo del palacio del monte Olimpo, dejando al padre de los dioses solo.

Apolo salió volando del monte Olimpo, dejando una estela dorada en el aire oscurecido de la noche, dirigiéndose a las faldas del monte usado como morada de los dioses olímpicos, encontrando a los fabricantes de los rayos de su padre.

  • ¡BRONTES! –gritó Apolo, expandiendo violentamente su fuego divino para embeber su arco y flecha con su poder mientras apuntaba su arma al único ojo del cíclope, disparando y penetrando la poderosa carne del gigante, hiriéndolo gravemente.

El cíclope se tapó el rostro involuntariamente mientras gritaba de dolor, arrancando la flecha de su ojo, quedando sin visión, no advirtiendo la siguiente arremetida del furibundo dios, recibiendo una puñalada en su cuello, la que se extendió a través de su pecho y abdomen, cayendo sobre sus rodillas con las entrañas abiertas mientras su sangre se derramaba por el piso.

Estéropes se abalanzó frente al asesino de su hermano, utilizando sus herramientas de forjado para atacarlo, siendo cegado por el destellante e infinito fuego divino de Apolo, recibiendo flechazos en sus manos que no le permitieron seguir cargando sus armas, siendo degollado posteriormente.

El tercer y último de los cíclopes, Arges, no pudo hacer nada. Aterrorizado por la macabra escena frente a él, se cubrió la boca con las manos para acallar sus gritos, corriendo con pavor lejos del lugar. Apolo le cerró el paso con celeridad, atravesando su pecho con su espada, cayendo de espalda al terreno lleno de grandes piedras.

Zeus escuchó el breve escandalo proveniente de la base de su elevada residencia, acudiendo de inmediato a revisar, descubriendo a los masacrados cíclopes y un ensangrentado y tembloroso Apolo.

  • Pero qué… ¿qué fue lo que hiciste, Apolo? ¡Apolo, responde! –gritó Zeus, agarrando a su hijo de los hombros mientras este dejaba caer sus armas al piso.

  • Ellos hicieron los rayos que mataron a mi Asclepio, ya no lo harán más –murmuró Apolo, caminando lentamente a la cima del monte Olimpo mientras Zeus revisaba a los gigantes de un ojo, constatando sus muertes.

Zeus volvió a su palacio con un poderoso salto, esperando a que el ensangrentado Apolo subiese, vociferando y maldiciendo a su hijo por la matanza que llevó a cabo. Los dioses que descansaban en sus habitaciones se despertaron con la acalorada verborrea de Zeus, reuniéndose todos en el salón principal, acompañando al padre de los dioses en total y sepulcral silencio. Athena también estaba allí.

  • ¡Te irás al Tártaro, eso es lo que mereces por tu estúpida acción! –gritó Zeus, agarrando a Apolo apenas entró en el salón del monte Olimpo, apuntando su rostro con su dedo índice.

Los dioses olímpicos suspiraron con fuerza por la determinación de Zeus, temiendo interponerse al alterado padre de Apolo, reculando todos. Zeus continuó atacando a su hijo, incapaz de conmoverlo ni sacarle palabras de la boca, enfureciéndose cada vez más.

Athena recordó lo que pasó con Jökull, Vélos y sus amigos. Casi se descontroló completamente cuando el discípulo de Long le confesó el artero ataque con el que casi asesinó a los muchachos. Como su padre había dicho, era sólo un humano, pero también lo era Vélos. “¿Sólo un humano?”, se cuestionó. Si solamente era eso, sólo uno más, ¿por qué había reaccionado de aquella manera? No sabía lo que estaba sintiendo ni pensando, huyendo del monte Olimpo sin destino definido, volando lejos del lugar.

Zeus no la juzgaría de la forma en que estaba haciendo con Apolo por matar a Jökull, independientemente de la razón que la llevara a hacer eso. El problema era que no sabía si tenía una razón para llegar a hacer eso. Quizá su padre no la cuestionaría, pero ella se estaba juzgando por lo que casi hizo, si faltase a sus votos auto-impuestos debería ser desterrada también, así como le estaba ocurriendo a su hermano.

Athena estaba confundida, deteniéndose en medio del aire, observando la ciudad desde la altura, retomando su viaje en una dirección distinta a la que llevaba. Ya no sabía si lo que estaba ocurriendo era justo o no, no sabía por qué Vélos se había adueñado así de su mente, lo único claro era que quería salvar a su hermano del gran castigo que su padre le estaba imponiendo.

Después de un rato de viaje, llegó a la isla de Delos, descendiendo en su costa, buscando a la madre de Apolo.

  • ¡Leto, Leto! –gritó Athena, llamando a la madre de su hermano, entrando en la edificación que su padre erigió para que su amante habitara.

  • ¿Quién es?, ¿qué quiere? –preguntó la mujer, sin mostrar su figura por temor a que fuese alguno de los esbirros de Hera, buscando venganza por las infidelidades de su esposo.

  • ¡Soy Athena, Zeus va a desterrar a Apolo al Tártaro! –gritó la diosa, sacando de su escondite a Leto.

  • ¿Qué dices?, ¿por qué haría algo así? –preguntó Leto con cara de preocupación, siendo acogida por Athena.

Athena le contó sobre la muerte de su nieto Asclepio y del impulsivo ataque de su hijo en contra de los cíclopes, razón por la cual Zeus quería arrojarlo al sufrimiento eterno, saliendo las dos hacia el elevado monte, interrumpiendo al padre de los dioses en su reprimenda.

  • Leto, ¿qué haces aquí? –preguntó Zeus, mirando de reojo a Hera, quien reconoció de inmediato a la fugaz amante de su esposo, encendiéndose sus ojos con candorosa cólera.

  • Mi niño… ¡No lo arrojes a tan profundo suplicio, te lo imploro! –pidió Leto, arrodillándose frente a Zeus—. Es un castigo desproporcionado tomando en cuenta lo que nos hiciste al matar a Asclepio. Él fue tu nieto también, entiende el dolor de nuestro hijo.

Zeus se sentía con la espalda contra la pared, teniendo en frente a una de sus múltiples amantes mientras su esposa se encontraba también en el lugar, sosegándose parcialmente su ira por la incómoda situación.

  • ¿Y… y qué propones, mujer? –preguntó Zeus, desviando su mirada, desentendiéndose de Leto para demostrar su “fidelidad” a Hera.

Hera resopló con desdén, sonriendo por el descaro de Zeus, entendiendo sus intenciones. Odiaba a Leto por encamarse con él, aunque se conmovió medianamente por su desgarradora petición, empatizando con ella como madre y destacando su valentía de presentarse frente a ella, sabiendo que la quería muerta y enterrada.

  • No lo sé, pero mantenlo lejos de aquel tenebroso agujero –imploró Leto, mirando a Zeus con los ojos llenos de lágrimas mientras que Hera se secaba la comisura de su ojo derecho.

  • ¡Está bien! Si tanto amas a los humanos, esclavo de uno serás –determinó Zeus, mirando a su cabizbajo hijo, aliviando a su madre y a los demás presentes, relajándose el ambiente.

  • Acepto tu castigo con humildad, Padre –murmuró Apolo, abrazando a su madre, mirando los dos a Athena, enterándose de que ella fue quien le informó a Leto sobre el castigo que Zeus le estaba dando.

Los dioses se fueron a sus aposentos, retomando su descanso, quedando solamente Zeus, Apolo, Leto, Hera y Athena en el salón principal, determinando los detalles del castigo del hijo divino. Apolo serviría forzosamente por un año al rey Admeto en lo que él necesitase, pudiendo volver al monte Olimpo después de completar satisfactoriamente esta tarea.

  • Te dejaré ir esta vez sólo porque intercediste personalmente por tu amado hijodijo Hera a Leto, retirándose del lugar, murmurando a sus espaldas—. Pero cuando salgas de acá no puedo asegurar tu integridad física.

Leto asintió después de escuchar las palabras de Hera, abrazando fuertemente a Apolo, feliz de poder verlo y de que su castigo no fuera tan desmesurado como había determinado Zeus antes que ella llegara.

Athena se despidió de los dioses, encerrándose en su habitación, intentando dormir después de ayudar a salvar a su hermano, sin poder dejar de pensar que estaba disculpándose a sí misma por el inapropiado interactuar que sentía que estaba teniendo con Vélos y sus amigos.

Pero no era con ellos tres, se estaba mintiendo y sentía que también le estaba mintiendo a los demás dioses, aunque ellos no supieran nada acerca de sus sentimientos. Era Vélos, sólo él era quien la preocupaba.

  • Soy Athena Parthenos, soy diferente a mi padrese repetía la diosa, encendiendo su fuego divino, extendiéndolo calmadamente sobre la cima del monte Olimpo mientras comenzaba a orar para acallar su mente y tranquilizar su espíritu.

Athena se quedó toda la noche rezando para calmar sus pensamientos y sentimientos, arribando a la mañana siguiente a su templo para realizar ritos de castidad junto a sus sacerdotisas, renovando sus votos bajo el despejado cielo que cubría el ágora.



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Publicado 25 mayo 2020 - 10:09

Athena, puede llegar a ser bastante agresiva XD

 

Apolo se puso furioso

 

los castigos de Zeus son terribles

 

buen uso de la mitología griega

 

creo que Athena tiene las hormonas alborotadas


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Publicado 25 mayo 2020 - 12:18

Athena, puede llegar a ser bastante agresiva XD

 

Apolo se puso furioso

 

los castigos de Zeus son terribles

 

buen uso de la mitología griega

 

creo que Athena tiene las hormonas alborotadas

Por algo es el dios padre, im-pla-ca-ble, xD

 

Y sí, Athena está medio descontroladita, pero ya se le pasará ;)

 

Estoy con un poco de fiebre y tos, quizá es el bicho, no lo sé, pero si es sólo eso, tendríamos que sobrevivir todos acá.

 

Cuidense todos!



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Publicado 28 mayo 2020 - 10:00

Espero que te encuentres bien respetable compañero de foro


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#39 WynegS

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Publicado 25 junio 2020 - 00:38

Buenas noches, perdón por retrasarme tanto, al fin salió, me costó pero aquí está, disfrútenlo y cuídense todos!

 

Capítulo 11 – Batalla convenida (Μάχη σύμφωνος / Máchi sýmfonos).

  • Señora, el combate se realizará mañana a mediodía –dijo Jökull, entregando un barril de aceitunas comprado a Vélos y compañía, retirándose del templo de la diosa.

Ujjval pasó más de tres meses entrenando su cuerpo y espíritu, siguiendo las enseñanzas de quien ahora también era su maestro. Por su parte, Long aprendió y practicó junto a todos los jóvenes el idioma local, logrando una comprensión y manejo más que suficiente para desenvolverse socialmente en el ágora, consiguiendo traspasar correctamente sus conocimientos sobre el Chi al contrincante de su otro discípulo.

Vélos y Kshanik también aprendieron a defenderse gracias a Long, ayudando en los entrenamientos físicos de Ujjval, enfrentándolo en combate para agudizar sus reflejos, practicar sus técnicas y aumentar su resistencia. Pero Long traspasó sus enseñanzas sobre el Chi sólo a Ujjval, reservándose la elección de sus discípulos en tal tópico.

  • Al fin llegó este día –dijo Ujjval, sacudiendo su cuerpo para relajar su musculatura, completamente desnudo y aceitado para la batalla.

  • Ujjval –dijo Jökull, también preparado para el combate, saludando a su contrincante, sacudiendo la cabeza para saludar a Kshanik y Vélos, reverenciando luego a su maestro—. No les dije esto antes, sólo a mi Shifu, pero hay alguien que acudirá a presenciar esta pelea. Debemos esperar a su llegada.

  • ¿A quién debemos esperar? –preguntó Vélos, adelantándose a Kshanik, mirando para todos lados.

  • A la diosa Athena –dijo Long correctamente, pero con cierto acento extranjero imposible de eliminar de su forma de hablar.

  • ¡¿Qué?! –exclamaron Kshanik y Vélos al unísono, sorprendidos por la revelación de Long, sobresaltando a Ujjval, quien se puso nervioso por la inesperada visita divina.

Pasados unos minutos, casi al mediodía, dos potentes y cegadoras luces descendieron del cielo, levantando una nube de polvo que ocultó la presencia de quienes emitían tal fulguroso resplandor.

  • ¡Cof, cof, cof! –tosió Kshanik, siendo el primero en distinguir a las divinidades frente a ellos—. Son… es la diosa Athena y…

Vélos miró a la diosa Athena, deslumbrándose con su dorada cabellera, la que estaba parcialmente cubierta por un yelmo, emergiendo desde dentro de este, no pudiendo ver los ojos de la deidad. Athena estaba portando además su aguda lanza y su brillante e impenetrable escudo, sentándose en el piso sobre sus rodillas, apoyando sus armas en sus costados con mirada impasible.

  • Dio… sa... –murmuró Vélos, incapaz de alterar la concentración de Athena, no atreviéndose a levantar la voz.

  • ¡Atenienses aquí presentes! En este momento se llevará a cabo un enfrentamiento justo y limpio entre Jökull de Svalbard y Ujjval de ινδοί (indoí), enfrentando sus Fuegos Divinos para demostrar su fortaleza a la diosa Athena, quien premiará el esfuerzo del ganador laureándolo como uno de sus Άγιος (Ágios / Santo), un elegido divino, –dijo la mujer que acompañaba a la diosa Athena, sacudiendo el par de albas y brillantes alas que sobresalían de su espalda— quien luchará desde ese momento en adelante para la señora Athena.

  • Es… ¡Es la diosa Νίκη (Niké)! –exclamó Kshanik, sorprendiendo a Ujjval y Vélos, mientras que Jökull se mostraba dudoso de las palabras de la diosa de la victoria, mirando a Athena.

  • ¡Diosa! –exclamó Jökull, postrándose ante Athena, mirando al suelo.

  • Si bien te dije anteriormente que consagrarías todas tus batallas a mí, pensé que no sería justo quitarle la oportunidad a Ujjval de pelear por mí. Por lo tanto, el ganador de esta batalla será el que se adjudique el título del primer Santo de Athena –explicó Athena a Jökull, extendiendo su ofrecimiento a Ujjval, emocionando a los hermanos y a Vélos.

  • ¡Qué afortunado eres, hermano! –exclamó Kshanik, mientras que Vélos golpeaba a Ujjval en las costillas de forma juguetona.

Jökull se levantó del piso, reverenciando primero a las diosas y luego a Ujjval, caminando lentamente hacia el sitio donde se llevaría a cabo el combate, encendiendo su Chi, enfriándose el ambiente.

Ujjval no esperaba la presencia divina en el combate, pesándole además la posibilidad de convertirse en un elegido de la diosa Athena, poniéndose nervioso por la repentina presión que invadió su mente. Sin embargo, recurrió a su técnica de control corporal preferida, moviendo sus brazos como si se tratara de las alas de un ave, respirando profunda y lentamente, logrando calmar su respiración y mente, procediendo también a encender su Chi, contrarrestando el frío producido por la energía vital de Jökull.

  • Hace mucho que no nos veíamos –dijo Jökull, parándose frente a Ujjval, presionando al muchacho con su fuerza—. ¿Tu brazo sanó correctamente?

  • Sí, de otra forma no podría vencerte –respondió Ujjval mientras intentaba responder a la presión del Chi de Jökull, recordándole sus palabras, arrancándole una mueca parecida a una sonrisa.

  • Jökull contra Vélos, demuestren su valía ante la diosa Athena, peleen justa y limpiamente, ni se les ocurra deshonrarse en presencia nuestra –dijo la diosa Niké, puesta entremedio de los dos muchachos, dando inicio a la batalla—. ¡Ahora, comiencen!

La diosa salió de entremedio de los muchachos, quedando los dos enfrentados, mirándose para analizar sus movimientos, haciendo pequeños amagues para intentar iniciar el combate.

Jökull lanzó un golpe de derecha mientras avanzaba con el mismo pie, dando un paso largo, sólo para comprobar sus reflejos y la distancia a la que se podía acercar. Ujjval intentó alejar la mano de su contrincante, pero no estaba lo suficientemente cerca para tocarlo, batiendo su extremidad en el aire, dejando una apertura, la que fue apuntada por Jökull.

  • Cuidado allí –advirtió Jökull, retrocediendo y moviendo elegantemente sus piernas, añadiendo distancia con Ujjval.

Ujjval protegió rápidamente la zona indicada, ejecutando unas evidentes fintas, no logrando perturbar al experimentado Jökull. El joven perteneciente a la gente del río Indo se aproximó al joven proveniente del frío norte protegiendo todos sus puntos vitales como su maestro le enseñó, lo que le hizo avanzar lentamente, desconcertándose y sobrerreaccionando ante los ligeros movimientos de Jökull.

  • Si él no viene, ¡yo lo haré! –pensó Ujjval, abalanzándose sobre Jökull, atacando con un ritmo lento pero exacto.

  • Están bien ejecutados, pero piensas mucho antes de lanzarlos, me das tiempo de sobra para bloquearlos o contraatacar –explicó Jökull, devolviendo perezosamente algunos golpes, siguiendo el mismo compás de su contrincante—. Ahora veamos que sabes…

Jökull incrementó la velocidad de sus ataques, rompiendo la deficiente defensa de Ujjval, asestando varios golpes en diferentes partes del cuerpo del muchacho, debilitando sus piernas al punto de hacerle apoyar su rodilla derecha en el piso.

  • Maldición... –murmuró Ujjval, limpiándose sangre de la comisura de su boca, sintiendo las piernas temblorosas y débiles, no entendiendo que fue lo que lo dejó en ese estado.

  • Párate, sólo fue un golpe en la barbilla –dijo Jökull, animando a su contrincante, sin daño ni cansancio en su cuerpo.

El intercambio de golpes entre los muchachos siguió, dándole una clarísima ventaja a Jökull, aunque con el paso del tiempo Ujjval parecía acostumbrarse a la velocidad y forma de atacar de Jökull, logrando hacer que el joven rubio se protegiera de sus arremetidas ante los eufóricos gritos de Kshanik y Vélos.

Athena y Niké observaban también el combate, comentando a ratos entre susurros las técnicas expuestas en el combate.

  • A pesar de que a Ujjval le falta mucha experiencia, ha logrado hacer retroceder a Jökull en varias ocasiones, y aún no utilizan nada de su Fuego Divino –apuntó Athena, susurrándole a la otra diosa—. Puede que no sea una victoria segura, ¿quién crees que ganará?

  • ¡Sabes que no puedo tomar partido por ninguno de los dos! Eso sería asegurarle el triunfo. Además, me gusta presenciar hasta el incierto desenlace –respondió Niké, tratando de no bendecir involuntariamente a ninguno de los muchachos, observando el combate con ansias.

Kshanik y Vélos animaban al cada vez más cansado y vapuleado Ujjval, esperanzados en que pudiese asestar un golpe que equilibrara la batalla, gritando enérgicamente al muchacho.

  • ¡Ya cállense, no puedo concentrarme! –gritó Ujjval, protegiéndose de casi todos los ataques de Jökull, espantando a su hermano y a su amigo.

Kshanik y Vélos se callaron de inmediato, solamente mirando la contienda. La mirada de Athena se desvió un poco, encontrándose con la de Vélos, volviendo a posicionar rápidamente sus ojos sobre los luchadores para no mostrarse nerviosa frente al comerciante de aceitunas.

  • Ella no quiere hablarme ni verme, ¿qué fue lo que hice? –se preguntó Vélos, reintentando conectar con la mirada de la diosa, encontrándose con la de Niké, quien le saludó de forma risueña desde su puesto en el campo de batalla, devolviéndole el saludo—. ¡Hola...!

  • Athena, el chico aquel mira mucho para acá, debe estar buscando tu atención –dijo Niké, observando a un melancólico Vélos.

  • ¡Ni lo menciones! –susurró con fuerza Athena—. No dejes de ver la pelea.

Por su parte, Ujjval y Jökull seguían intercambiando golpes, completamente desconectados de su entorno.

  • Has aguantado bien hasta ahora, ya comprobé que tanto alcanzó a enseñarte mi maestro Long, ahora cambiemos un poco la técnica para ver si eres capaz de seguir adelante –dijo Jökull dentro de su mente, cambiando de postura, alertando a Ujjval.

Jökull comenzó a atacar al hermano de Kshanik con técnicas distintas a las usadas antes, moviéndose de forma más fluida, conectando golpes desde direcciones inesperadas.

  • ¿Qué tal, Ujjval? –murmuró Jökull, después de conectar un golpe sobre la clavícula del muchacho, hundiendo su mano como si se tratara de un afilado cuchillo.

  • Esto… se parece a… –pensó Ujjval, cubriéndose el sitio impactado, comparando los nuevos movimientos de Jökull con algo que conocía y dominaba a la perfección.

Ujjval se posicionó con tal de forzar un ataque en específico sobre su cuerpo, recibiendo una infinidad de ataques en otras zonas antes de llegar a sentir que era golpeado en el lugar que expuso, lo que le permitió conectar un rodillazo en las costillas de Jökull que le hizo perder parcialmente el aliento y el equilibrio.

  • ¡¿Qué?! –dijo Jökull con un hilo de voz, cubriéndose las costillas, sintiendo como la sangre brotaba desde su boca, retorciéndose de dolor—. ¿Cómo?

  • Se parece mucho… al yoga –dijo Ujjval con abatimiento, con moretones en todo su sudoroso cuerpo, dolorido y manteniéndose de pie casi por pura voluntad.

Una lluvia de puñetazos y patadas cayó sobre Ujjval sin previo aviso, tambaleándolo hacia todos lados, enviándolo a volar con un puñetazo en su mentón.

  • ¡Hermano! –gritó Kshanik al ver la paliza que Jökull le propinó a Ujjval, incapaz de interferir, sabiendo que con eso destruiría el honor de su hermano.

  • No se levantará –declaró Jökull, alejándose de Ujjval, cruzándose de brazos esperando a que se declarase su victoria.

  • ¡Se levantará! –dijo Vélos a Kshanik, animándolo a seguir viendo la batalla—. ¡Mira sus ojos, aunque su cuerpo está derrotado su espíritu no lo está! Aún no utiliza todo lo que aprendió del maestro Long. Él se esforzó mucho durante este tiempo, enfrentándose incontables veces contra nosotros, todavía no muestra todo de sí, ¡recuerda su maravillosa…!

Ujjval se levantó a duras penas del piso, poniéndose nuevamente frente a Jökull, concentrando su mente y espíritu con su movimiento de control corporal, incorporando su Chi a su técnica preferida.

  • Todavía… no… me… derrotas… ¡Jökull! –dijo Ujjval, incrementando su Chi de forma serena al principio, explotando repentinamente.

Jökull sintió como se elevaba la temperatura ambiental rápidamente, como si estuviera rodeado de ardorosas flamas, arrinconándose para no sofocarse.

  • ¿Cómo puedes estar de pie? –preguntó Jökull, incrédulo de la fortaleza de Ujjval, sintiendo un caliente remolino de viento rozando su rostro, incendiándose algunas de las puntas de sus cabellos.

Jökull apagó rápidamente su cabello con sus manos mientras los espectadores se levantaban de sus puestos, impresionados por el nivel del Fuego Divino de Ujjval, expectantes de lo que estaba a punto de suceder.

  • ¡Va a desequilibrar la balanza a su favor con esto! –exclamó Niké emocionada, tapándose la boca con ambas manos y conteniendo el aliento.

Ujjval continuó expandiendo explosivamente su Chi hasta acorralar a Jökull, emitiendo una tenue pero poderosa y ardiente aura de color anaranjada, bellamente adornada por pequeñas luminiscencias parecidas a lejanas estrellas.

  • Ya… verás… –dijo Ujjval, llevando hacia atrás su puño con determinación en su rostro, arrojándolo hacia adelante con toda la fuerza física que le quedaba, lanzando un rayo de luz condensada del mismo color de su aura hacia la cabeza de Jökull.

  • ¿Qué hago?, ¿lo bloqueo, lo evito?, ¿seré capaz de contraatacar o piensa hacer algo más? –pensó Jökull mientras el ataque se abalanzaba velozmente sobre él, sintiendo como el calor y el destello del rayo lo dejaban sin opciones de acción—. No, es muy peligroso, debo…

Jökull alcanzó a echar su espalda hacia atrás, esquivando por los pelos el poderoso ataque de Ujjval, cayendo al piso en consecuencia mientras el rayo se perdía en el cielo despejado del ágora. Ujjval quedó en la misma posición con la que liberó su ataque, perdiendo repentinamente todo su tono muscular, desvaneciéndose y cayendo al piso de frente, perdiendo la consciencia producto del agotamiento.

  • ¿También cayó?, ¿se levantará? –se preguntó Jökull mirando al cielo, temeroso de levantarse y encontrarse con un nuevo ataque de la misma potencia que el anterior, levantando lentamente la cabeza para encontrarse con su contendiente sobre el piso.

  • Tomando en cuenta que Ujjval no puede seguir con la batalla, ¡Jökull es el ganador de esta contienda! –declaró Niké, ayudando al muchacho a levantarse, elevando su mano al cielo.



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WynegS

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Publicado 07 julio 2020 - 00:08

Nuevo cap, espero estén bien, disfrútenlo y aguanten!

 

Capítulo 12 – El rapto (Η αρπαγή / I arpagí).

  • Deberían cubrirlo antes de que su cuerpo se enfríe –dijo Niké a Kshanik y Vélos mientras apuntaba al inconsciente Ujjval.

  • Claro… –dijo el hermano, aún consternado por el asombroso y rápido final de la batalla, habiendo perdido la esperanza en el triunfo de Ujjval.

Los muchachos secaron el sudor del cuerpo de Ujjval y luego lo arroparon con una sábana blanca, acomodándolo en el piso, esperando a que despertara pronto.

Athena llamó a Jökull, pidiéndole que se arrodillara frente a ella, procediendo a honrarlo por su pelea.

  • Demostraste una gran valentía hoy, Jökull de Svalbard, así como aquel día en que admitiste tu deshonra en mi templo. Luchaste sin avasallar a tu inexperto oponente, comprobando su destreza y resistencia, lo que habla de tu cautela y experiencia como guerrero. Es por eso que te reconozco como el primer santo bajo mi protección, tuyas serán mis batallas y victorias, para proteger la justicia entre tus congéneres –dijo Athena a Jökull, depositando en su cabeza una corona de olivo hecha por ella misma, restituyendo el honor que el muchacho pensaba había perdido.

La corona de olivo brillaba con hermosos destellos, como si estuviera labrada en oro, y nunca sufriría el decaimiento por la edad, permaneciendo siempre fresca, brillante y turgente. Vélos y Kshanik estaban maravillados por el presente que la diosa le entregó a Jökull, acercándose a este para felicitarlo por su logro, momento en que Ujjval despertó y se levantó.

  • Me ganaste –dijo Ujjval, aproximándose a Jökull con dificultad, quien asintió ante las palabras de su contendiente.

  • Y tú casi me mataste –respondió Jökull, tomando el hombro de Ujjval, reconociendo su fortaleza—. Te gané por tu falta de experiencia, pero tu Chi me descolocó al punto de congelarme en medio de la batalla, apenas me salvé de tu ataque. Sigue entrenando y algún día lo conseguirás.

  • ¡Qué no te quepan dudas! –exclamó el debilitado Ujjval con una mirada encendida y atrevida, extendiendo su puño a su oponente.

  • Me voy a descansar –dijo Jökull, golpeando el puño de Ujjval con el suyo, retirándose junto a Long a su residencia.

Athena y Niké cuchichearon algunas cosas, adelantándose la diosa alada ante los muchachos que parecían estar acercándose a la hija del dios del rayo.

  • ¡Chicos! Nosotras ya nos vamos, no tenemos nada más que hacer aquí –dijo Niké, interrumpiendo el avance de los muchachos mientras Athena agarraba sus armas y se elevaba al cielo sin mirar atrás—. Los dejó para que se diviertan… Está apurada, tiene mucho que hacer.

Niké le guiñó el ojo a Vélos, sacudiéndole el cabello mientras sonreía, elevándose por el cielo para abandonar el lugar.

  • ¿Qué fue eso? –dijo Kshanik a Vélos, quien tampoco comprendía la extraña interacción que tuvo con la diosa de la victoria.

  • No lo sé, pero… –dijo Vélos, pasando de un juvenil nerviosismo a la melancolía—. Vamos a ver a Ujjval, debe estar hambriento después de la batalla.

El trío de muchachos se dedicó a descansar ese día, dejando las tareas para después, permitiéndole descansar apropiadamente a Ujjval. Vélos salió a pasear para no mostrarse alicaído frente a sus amigos, no comprendiendo el desaire de la diosa Athena, caminando sin rumbo fijo por el ágora.

Por su parte, Athena llegó a su templo y se dirigió al οπισθόδομος (opisthódomos) donde guardaban las ofrendas, observando el barril de aceitunas que Jökull trajo cuando le avisó de su pelea con Ujjval.

  • ¿Athena? –preguntó Niké mientras iba a la parte posterior del templo, habiendo revisado los otros sitios sin encontrarla.

La diosa no respondió al llamado, indecisa de abrir o conservar cerrado el barril, llegando Niké al lugar.

  • ¿Intentando no abrir la caja de Pandora? –preguntó Niké, sobresaltando a la diosa—. ¿Son las que vende el muchacho? Realmente quería hablarte hoy…

  • Lo sé, pero después de lo que pasó con Apolo y su hijo, prefiero mantener la distancia –dijo Athena, indecisa aún, apoyando su mano en la tapa del envase—. No es que tema el destierro, es sólo que…

  • Eres Athena Parthenos, no quieres involucrarte con ellos, lo sé –dijo Niké al mismo tiempo que apartaba la mano de la diosa y se sentaba sobre el barril, comprendiendo el voto de Athena, pero no compartiéndolo.

  • Exactamente… –dijo Athena— no sé que hacer...

  • ¿Te puedo dar unos pequeños consejos? –preguntó Niké, tomando a la diosa por la barbilla para que se mirasen a los ojos.

Las diosas se quedaron charlando por unos minutos más antes de separarse, quedándose Athena en su templo y Niké yendo donde se necesitase definir el resultado de algún enfrentamiento.

  • Creo que tiene razón, de otro modo estará buscándome siempre, será mejor crear una sana distancia y no evitarlo siempre –dijo Athena, prefiriendo hablarle poco a Vélos que alejarlo completamente.

Unos días después, Vélos no aguantó más sus ganas de saber que pasaba con la diosa, cargando un barril en su espalda y acudiendo a su templo caminando para ver si podía arrancarle alguna palabra. Subió las escaleras sin esfuerzo, llegando a la entrada de la construcción, encontrándose con una muchacha que se sorprendió al verlo ascender con el envase lleno de aceitunas en la espalda.

  • Ho… ¡Hola! –saludó Vélos a la joven de cabello negro, ojos azulados y tez blanca, desviando su mirada luego, dejando el barril en el piso.

  • Hola –respondió Perséfone, saludando luego a la diosa del templo—. Buenos días, diosa Athena.

Vélos se giró rápidamente, encontrándose de frente a quien venía a buscar, sorprendiéndose por su repentina aparición.

  • No me llames así, somos amigas con tu madre –dijo la diosa Athena, mirando al muchacho y su barril—. Vélos, ¿qué haces aquí?

  • Yo… quería… –dijo Vélos, anonadado por la vibrante presencia de la diosa, sonriéndose por no haber sido evitado esta vez.

  • Es bueno que estés aquí. Ha pasado un poco más de un año desde que nos conocimos y tu negocio ha prosperado como lo prometiste, tampoco has faltado a tus ofrendas prometidas. Deberíamos celebrar el aniversario, aunque sea atrasado –dijo Athena a Vélos, iluminando los ojos del muchacho, brotando nuevamente una tenue luz desde todo su cuerpo.

  • ¡Claro, cuándo quiera, dónde quiera! –exclamó Vélos, exaltado y con nuevas energías en su cuerpo.

  • Entonces, nos vemos en un mes en los campos de Enna, lleva tres barriles de tus mejores aceitunas y queso, que tus amigos vengan también –dijo Athena, despedazando las esperanzas e ilusiones del joven, quien había pensado que sería una reunión más personal.

  • Lo que diga, señora –respondió Vélos con desilusión, entregándole el barril que trajo consigo al templo.

  • ¿Estás bien?, ¿podrás llegar a Enna? Es lejos –dijo la diosa con una mirada caprichosa, planteándole un reto a Vélos.

  • ¡Por supuesto que sí! A partir de hoy, nos veremos en un mes en Enna –aseguró Vélos, retirándose del templo, despidiéndose—. ¡Hasta ese día!

Vélos corrió de vuelta a su sembradío, sacando uno de sus barriles, pidiéndole a Kshanik que lo acompañara en la carreta, dirigiéndose a toda velocidad a la costa donde los pescadores tenían sus botes antes de lanzarse a pescar.

  • Puedes volver con la carreta, por favor –le pidió Vélos a Kshanik, sacando el barril del vehículo, apoyándolo en la arena—. Estaré un par de días fuera, quedan a cargo del negocio.

  • Así lo haré, cuídate en lo que sea que vas a hacer –dijo Kshanik sin preguntar detalles, tomando las manos de su amigo, despidiéndose—. Nos vemos, no te preocupes de los olivos, nos haremos cargo.

  • Gracias, Kshanik –dijo Vélos a su amigo que comenzaba su camino de regreso, mirando a los pescadores—. A ver, ¡¿quién tiene el bote más rápido?! Necesito ir a Enna de inmediato, pueden llevarse este barril lleno de aceitunas como pago

Los hombres de mar se reunieron y deliberaron un rato sobre las palabras del muchacho, acercándose un anciano de torso desnudo a Vélos, ofreciéndole sus servicios y aceptando como paga el barril.

  • ¿Qué tan rápido quieres llegar? –preguntó el pescador, abriendo el envase para comprobar el contenido, probando unas aceitunas—. ¡Deliciosas!

  • ¿Está seguro, señor? Quizá alguien más joven pueda realizar el trabajo –preguntó Vélos, dudando de la fuerza del viejo.

  • Ve, sube a mi bote, es aquel, yo llevaré esto a mi casa –dijo el viejo, tomando el barril con ambas manos, apoyándoselo en el hombro izquierdo, emergiendo sus endurecidos y poderosos músculos de su añosa espalda y brazos—. ¡Espérame!

  • ¡Increíble! –exclamó Vélos por el trabajado cuerpo del anciano—. Parece esculpido en mármol.

Vélos se subió al bote mientras los otros pescadores se reían de él, esperando la llegada del viejo, que después de unos minutos volvió a la costa. El pescador metió su embarcación al mar, remando suavemente para introducirse al mar al principio, dejando que el muchacho sintiese la brisa marina para luego mover los brazos a toda potencia.

  • ¡Ahhhhh, no vaya tan rápido! –gritó Vélos, temeroso por la velocidad del bote—. ¡Esta cosa se va a desarmar!

  • ¡Te lo pregunté! –exclamó el viejo sin perder el aliento, remando sin cansancio, dejando atrás las playas de Grecia—. Sí, agáchate, de ese modo avanzaremos más rápido.

Después de largas horas en el mar y unos pocos descansos, casi un día y medio después desde que partieron de Grecia, Vélos y el pescador llegaron a la costa de la isla siciliana. Acordó con el viejo a que esperara su regreso, tiempo que el anciano aprovechó para pescar en las costas de la isla, prometiéndole al muchacho no marcharse de allí.

Vélos se internó en la isla hasta llegar a Enna, pasando la noche en el bosque, esperando a que amaneciera para inspeccionar el terreno.

  • No pienso dejar las cosas para último momento, así el día que nos veamos saldrá todo perfecto –dijo Vélos frente a la pequeña fogata que encendió para sobrevivir al frío de la noche, durmiéndose bajo la copa de un árbol de frutos pequeños, redondos y de color amarillo.

Al amanecer, en Grecia, Perséfone llegaba al templo de Athena para hacerle una solicitud personal.

  • ¡Athena, necesito tu asistencia! –exclamó la hija de Deméter, vestida con un traje de brillante color rojo, esperando la presencia de la diosa en la entrada de su templo.

La diosa se hizo esperar, apareciendo de mala gana detrás de Perséfone.

  • Qué deseas a esta hora... –rezongó Athena con el cabello desordenado, masticando unas aceitunas que finalmente decidió sacar del tonel guardado en el opisthódomos de su templo—. ¿Quieres algunas?

  • No, gracias. Pero lo que si quiero es ir a Enna, no puedo dejar de pensar en ese lugar desde que hablaste sobre él, quiero ir y recolectar algunas flores para mi madre –dijo Perséfone, con los ojos llenos de esperanza y brillo.

  • Si quieres te puedo invitar al aniversario de Vélos… –dijo Athena con pereza, espabilando y luego desconfiando del pedido de la joven deidad, casi atragantándose con un cuesco de aceituna—. ¡Espera! No será que te interesaste en… ¿por eso quieres que te invite a nuestro encuentro?

  • ¿Eh? Pero si fuiste tú quien me acaba de invitar… –respondió Perséfone—. Además, no me interesaría en un muchacho imberbe como él. No quiero esperar un mes, quiero ir ahora.

  • ¿A esta hora? Pero puedes volar directamente para… –dijo Athena, recordando las capacidades de la muchacha, silenciándose—. Claro, no te preocupes, puedo llevarte. Sólo deja que me arregle.

Dos horas después, la diosa y la doncella se elevaron por el cielo, viajando rápidamente a la isla siciliana. Al llegar a Enna, envueltas en la fresca brisa matutina, las deidades se encontraron con un par de ninfas en el campo.

  • ¡Es la diosa Athena! –chilló una de las ninfas, reconociendo a la deidad, acercándose las dos—. ¿Podemos hacerles compañía?

  • Sí, pero será por poco tiempo, sólo recogeremos unas flores y nos iremos –respondió Athena, revisando el piso en búsqueda de algunos bellos ejemplares para regresar pronto a casa.

  • Ustedes deben conocer bien este lugar, dígannos donde encontrar las más bellas flores –pidió Perséfone, con algunas plantas entre sus manos.

Las ninfas les indicaron los lugares donde crecían hermosos brotes, quedándose las dos en compañía de Athena, hablándole animadamente mientras Perséfone se internaba inadvertidamente en el bosque en dirección contraria a la que le habían indicado.

El suelo retumbó repentinamente como si se fuera a desgarrar, asustando a Vélos, despertándolo de su plácido sueño.

  • ¿Qué fue ese ruido, un terremoto? –se preguntó Vélos mientras se levantaba del piso, mirando en todas direcciones con los ojos aún somnolientos, levantando con su mano algunos frutos del árbol que le sirvió como apoyo en la noche.

Athena también sintió el movimiento del terreno, percatándose de la ausencia de Perséfone en el campo, mirando a las ninfas que la acompañaban y que no paraban de hablar.

  • ¡Perséfone! ¿dónde se encuentra?preguntó la diosa, interrumpiendo a las ninfas con su grito.

  • No lo sé –respondió una, revisando el entorno sin encontrarla.

  • Debe estar buscando flores donde le indicamos –respondió la otra, apuntando hacia unos árboles frente a ellas.

  • Ayúdenme a buscarla –dijo Athena, procediendo a buscar a la muchacha, gritando su nombre en incontables ocasiones.

Vélos avanzó en el campo, contando con la luz suficiente para revisar y conocer el terreno antes de la celebración del aniversario de su comercio de aceitunas, escuchando unos quejidos entre los árboles que lo alertaron de que algo malo estaba pasando.

  • ¡¿Quién anda ahí?!exclamó Vélos, intentando asustar a quien pudiese estar haciendo algo indebido, sorprendiéndose por lo que encontró.

Ante el desconcertado Vélos había una muchacha flotando, sacudiéndose y reclamando a un invisible ente, como si estuviera siendo cargada por la cintura contra su voluntad.

  • ¡Suéltame! ¡¿quién es y dónde crees que me estás llevando?!reclamaba Perséfone mientras avanzaba suspendida en el aire, golpeando a la presencia que la tenía fuertemente agarrada sin causarle daño.

  • Es… es la amiga de la diosa Athena –pensó Vélos al observar a la muchacha, reconociéndola como la joven que había visto días atrás.

  • Eres… –alcanzó a decir Perséfone al encontrarse con Vélos a lo lejos, cayendo inconsciente de repente, sin dejar de avanzar por el aire.

  • ¡Le dijo que la soltara! –gritó Vélos mientras se abalanzaba sobre el atacante de la muchacha, estimando su tamaño con respecto al lugar donde pendía la joven, lanzando un puñetazo donde se suponía debía estar la cabeza del ser si es que contaba con una.

los impactó una superficie metálica, rompiéndose el puño por uno de los afilados bordes del objeto, logrando tirar por el aire un yelmo que se hizo visible en el momento que impactó en el piso, mostrando a quien lo ocupaba.

  • ¿Quién eres tú?preguntó Vélos sin reconocer al dios de frondosa barba que tenía en frente, agarrándose la mano dañada.

  • ¿Osas atacar al dios del Hades? –dijo Hades, encendiendo levemente su Fuego Divino, atacando a Vélos.

Athena sintió repentinamente como si la luz del sol se enfriara y los colores perdieran su brillo y vida, percibiendo una rápida ráfaga de Fuego Divino proveniente de la dirección contraria donde ellas se hallaban, corriendo a toda velocidad hacía ese lugar sin saber lo que encontraría.

  • ¡¿Vélos?! –se preguntó la diosa con desconcierto y desconociendo la razón por la cual el muchacho se encontraba en los campos de Enna, tirado en el piso con todo el cuerpo ensangrentado y lleno de cientos, sino miles de magulladuras y cortes sobre su piel.






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