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Saint Seiya ~Shinka no Tounan~ | 聖闘士星矢 ~ 神火の盗難 ~


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#41 WynegS

WynegS

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Publicado 16 julio 2020 - 14:13

Hola a todos, espero que estén bien y que no les haya pegado tan fuerte el maldito coronavirus, tanto física como financieramente.

 Aquí les traigo otro capítulo más, se está poniendo buena la cosa, disfrútenlo!

 

Capítulo 13 – La acusación (Η κατηγορία. / I katigoría).

Vélos salió despedido por el débil ataque del dios del infierno, magullándose todo su cuerpo, cayendo inconsciente y sangrante en el piso. Hades recogió su casco y corrió con premura cargando a la desvanecida Perséfone en sus brazos, internándose en un rocoso agujero en la tierra que se encontraba abierto desde que emergió de su reino, volviendo a sus oscuros dominios sin dejar rastro de su presencia.

  • ¡¿Vélos?! –se preguntó la diosa Athena con desconcierto al llegar al sitio donde sintió que fue emitida una ráfaga de Fuego Divino, tomándole unos segundos digerir la escena, reaccionando para intentar ayudar al joven—. ¡¿Quién te hizo esto?!

Athena intentó en vano detener el sangrado de Vélos, mirando los alrededores en búsqueda de algo que le ayudase a curar al moribundo muchacho, además de escudriñar por el atacante de su apreciado comerciante de aceitunas.

La diosa cogió al muchacho en sus brazos, volando a toda velocidad en dirección a Athenas para recurrir a alguien que le ayudase a salvar la vida de Vélos, acordándose del hijo muerto de Apolo.

  • ¡Debo ir al templo de Asclepio en Delfos! –pensó Athena, dirigiéndose con el malherido joven, cruzando el mar como una saeta en dirección a su diana.

Athena arribó al templo del difunto Asclepio, un lugar que estaba en plena construcción, pero que ya aceptaba ofrendas y realizaba algunos servicios a la comunidad afectada por enfermedades y dolencias.

  • ¡Alguien que me ayude! –exclamó Athena, con su traje manchado por la sangre de Vélos, apoyando al desfallecido muchacho en el piso para corroborar que continuara respirando.

  • ¿Qué es tan urgente? –preguntó el asclepíada de turno, uno de los tantos sucesores del hijo de Apolo, reconociendo a la diosa por su divina aura—. ¡Diosa Athena! ¿quién es este muchacho?

  • ¡Su nombre es Vélos, tienes que salvarlo! –dijo Athena con desespero, sorprendiendo y atemorizando al aprendiz de medicina, temiendo no lograr salvar al joven y ganarse el odio de la deidad.

  • Yo… haré lo que pueda, señora Athena –dijo el joven, examinando de inmediato el estado de Vélos con sus manos temblorosas, comenzando el tratamiento después de esto.

Athena se quedó observando todos los procedimientos en silencio, pensando en ofrecer su ayuda al aprendiz, prefiriendo no interrumpirlo para no ejercer presión sobre él y que pudiese tratarlo de la mejor manera posible. Lo único que pudo hacer fue encender su Fuego Divino y orar por la salvación de Vélos.

El tiempo pasaba y la diosa ya no aguantaba la incertidumbre. Quería que todo terminara pronto, resultándole un suplicio la duración de las curaciones, como si estas se extendieran al infinito mientras ella presenciaba todo el proceso de forma ralentizada.

  • Detuve el sangrado, cerré algunas heridas, bajé una fiebre que estaba comenzando y lo hidraté –dijo el asclepíada con su cuerpo cubierto de sudor y extremadamente cansado, con el rostro consumido y ojeroso, habiéndose movido a una vertiginosa velocidad para lograr tratar adecuadamente a Vélos gracias a la intervención de la energía divina de Athena mientras ella oraba—. No… no sé como lo hice, todo fue tan rápido… Ahora depende de él.

El joven médico trastabilló por el esfuerzo, siendo atajado por la diosa, quien lo depositó en el piso con amabilidad. Otro asclepíada llegó al rato, revisando a su compañero al ver su demacrado estado, encontrándose con la deidad de frente.

  • Debo salir un momento, háganse cargo de él –dijo Athena a los asclepíadas mientras ellos realizaban una respetuosa reverencia—. ¡Manténganlo con vida, por favor!

  • ¡Diosa! –gritó el aprendiz que curó a Vélos, aceptando el encargo de la diosa, mientras ella se acercaba al muchacho que yacía inmóvil e inconsciente sobre el piso.

Vélos tenía su mano derecha levemente empuñada, con unos frutos del cinamomo que recogió en Enna antes de ser atacado por el dios de los infiernos, cayendo estos al piso al moverse su extremidad de forma involuntaria. Athena levantó los frutos y los devolvió a la mano del muchacho, cerrándola con delicadeza, entregándole también parte de su Fuego Divino en el acto.

  • ¿Cuál es tu nombre? –preguntó Athena al aprendiz que curó a Vélos.

  • Γαληνός (Galinós), señora –respondió el asclepíada con una reverencia.

  • Gracias, Galinós... –murmuró Athena, elevándose hacia el cielo, dejando el templo de Asclepio.

  • ¿Eso que vi en su rostro…? –preguntó el recién llegado asclepíada a su compañero—. ¿… eran lágrimas?

  • No lo sé, pero más nos vale resguardar su vida o... –dijo Galinós mientras se sentaba en el piso, callándose para no emitir juicios sobre lo que el pensaba que estaba sucediendo entre la diosa y ese herido hombre.

Athena voló con todas sus fuerzas al monte Olimpo para comunicarle a Deméter que su hija estaba desaparecida, entrando con cautela al lugar para evitar una escena como la de Apolo, esquivando a su padre que de seguro se encontraba saciando alguno de sus deseos.

  • ¡Deméter! –exclamó Athena, abrazando a la diosa al encontrarla—, ¡Perdóname!

  • ¡¿Qué es lo que pasa, Athena?! –exclamó Deméter, observando a la muchacha—. ¡Estás cubierta de sangre!

  • Es Perséfone… fuimos juntas a Enna a arrancar unas flores y desapareció de repente, ¡no tengo idea de donde puede estar! –exclamó Athena, paralizando a la madre de la doncella desaparecida.

  • ¿Cómo?, ¿entonces esa sangre es de…? –preguntó Deméter, perdiendo el control ante los nervios de Athena—. ¡Athena, responde! ¡¿Qué le pasó a mi hija?!

  • No es de ella. Esta sangre es de Vélos… –murmuró Athena, calmándose repentinamente, mostrando su ropaje con melancolía—. Él estaba allá, maltrecho sobre la tierra, alguien lo atacó, lo encontré mientras buscaba a Perséfone…

  • ¿Estás segura de que no está implicado? –preguntó Deméter, dispuesta a matar al muchacho si es que le había hecho algo a su hija.

  • No lo está, fui a buscar en la dirección en que lo encontré porque sentí un Fuego Divino proviniendo desde ese lugar –aseguró Athena, alertando a Deméter, quien sintió un escalofrío en su espalda—. Quien atacó a Vélos es quien tiene a Perséfone.

  • ¿Está vivo? –preguntó Deméter, comprendiendo el sentir de Athena, olvidándose del incipiente odio que había sentido por el herido muchacho—. Si está, podríamos preguntarle si sabe algo…

  • Lo dejé en el templo de Asclepio en Delfos para que salvaran su vida –dijo Athena con decaimiento—. Perdió mucha sangre, estaba inconsciente, no sé como estará ahora…

  • Vamos a verlo –dijo Deméter, saliendo las dos diosas al templo indicado.

Las diosas llegaron al templo, encontrando a Vélos aún inconsciente y tapado con varias sábanas para conservar su calor, siendo custodiado celosamente por los aprendices de Asclepio.

  • Diosa Athena –dijo Galinós—. Está estable, no volvió a presentar fiebre, así que lo cubrimos para mantenerlo caliente.

  • ¿Despertará? –preguntó Deméter, acercándose al muchacho—. Necesitamos preguntarle algo.

  • La verdad es que… –dijo Galinós, cabizbajo—. No puedo asegurar como responderá, hice lo mejor que pude para salvarlo, sólo el tiempo lo dirá.

  • No lo agobies –dijo Athena, sentándose al lado de Vélos, tomando la mano desocupada del muchacho mientras encendía su Fuego Divino para templar su magullado cuerpo—. Esperemos un poco.

Deméter aguantó media hora esperando, saliendo en búsqueda de su hija, llegando a Enna en cuestión de segundos. La buscó por todos los bosques mientras le pedía ayuda a todas las ninfas del lugar, hablando con las que estuvieron acompañando a Athena y a su hija, explicándole estas lo que pasó con más detalle.

Luego de varias horas de registrar cada uno de los sitios en que se podría encontrar, volvió al lado de Athena, esperando que Vélos despertara para saber el paradero de Perséfone. El día acabó. Vélos seguía sumido en su sueño involuntario mientras Athena continuaba haciéndole compañía. Otra jornada inició. Athena no se movió de su lugar, sin probar bocado ni líquido, esperando que su energía despertara al muchacho. Y llegó la noche nuevamente, cuando…

  • Ha… –dijo Vélos, balbuceando mientras desvariaba—. ¡La amiga de Athena! ¡Ha… Hades!

Deméter abrió sus cansados ojos de par en par, recordando la lasciva mirada del dios posándose sobre su amada hija, abalanzándose sobre el convaleciente y medianamente consciente Vélos.

  • ¿Estás seguro?, ¡¿lo estás?! –preguntó Deméter, sacudiendo con fuerza a Vélos en su lecho, siendo detenida por Athena.

  • ¡Detente, Deméter! –pidió Athena con un grito, sujetando a la diosa—. ¡Aún está herido!

La diosa dejó tranquilo a Vélos, quien no volvió a hablar ni moverse, continuando su sueño con respiración más calmada y los ojos cerrados.

  • Maldito Hades –dijo Deméter con enojo, culpándolo de inmediato por la efímera acusación—. No puedo reclamarle si no tengo pruebas ni testigos, no alcanzó a confirmarme sus palabras.

  • ¡Yo las puedo confirmar, lo vi todo! –se escuchó decir con ímpetu desde el cielo, descendiendo una potente luz entre las diosas, Vélos y los asclepíadas.

  • ¡Helios! –gritaron Athena y Deméter, observando como el dios sol iluminaba la noche como si se tratara de un día normal.

  • Hades fue quien tomó a tu hija y además atacó al muchacho cuando intentaba defenderla –aseguró Helios, apuntando a Deméter y luego a Vélos—. Luego se metió por donde salió, un agujero en la tierra que conectó temporalmente el Hades con la superficie.

  • Ese fue el movimiento de tierra que sentiste, Athena –dijo Deméter, confirmando las palabras de las ninfas.

  • Y eso explica que no los hallásemos después de que atacó a Vélos –complementó Athena, llenándose de rabia sus ojos, levantándose del lado del convaleciente muchacho—. Vamos a rescatarla.

Athena y Deméter viajaron por toda la tierra buscando un lugar por donde entrar en el reino de Hades, no encontrando ninguna entrada que las llevara al lugar. Los días pasaban y la diosa de la agricultura puso todo su esfuerzo en buscar a su hija, descuidando a la tierra y a la vida que emergía desde ella, marchitándose todos los árboles y plantas, así como también su ánimo.

  • ¡La amiga de Athena! –exclamó Vélos, despertando de su duro lecho, encontrándose con Galinós—. ¿Dónde estoy?, ¿quién eres?

  • ¡Al fin despertaste! –grito Galinós, revisando el cuerpo de Vélos, aún amoratado por la fugaz paliza propinada por el dios—. Athena estará complacida de esto… Por cierto, estás en Delfos.

Vélos abrió su mano derecha, encontrando los frutos del cinamomo que había recogido en Enna, sintiendo en ellos la fuerza de la diosa Athena. Repentinamente espabiló al repasar las palabras de Galinós.

  • ¡¿Qué, Delfos?! ¿Cómo llegué acá? Yo estaba en Enna y Hades se estaba llevando a... –dijo Vélos, recordando el ataque que aún lo tenía dolorido, murmurando—. No pude hacer nada para defenderla.

  • Hace un mes atrás Athena te trajo acá, casi muerto, gracias a Asclepio sigues en el mundo de los vivos –explicó Galinós, sorprendiendo a Vélos por la cantidad de tiempo que estuvo fuera de combate—. Ella nos encargó tu cuidado, pero ahora comenzará tu verdadera recuperación.

Vélos había perdido un gran cantidad de masa muscular mientras descansaba y se recuperaba en el templo de Asclepio, habiéndolo mantenido con vida alimentándolo solamente con sopas y agua, incapaz de tragar comida sólida durante todo ese tiempo.

  • Casi lo olvido. Athena te visitaba casi todos los días, nos dijo que no te preocuparas por el pescador, ya volvió a nuestras costas –dijo Galinós, comunicando el mensaje que la diosa le encargó entregar a Vélos en caso de que despertara—. También le avisó a tus amigos.

  • ¿Dónde está ella? –preguntó Vélos, levantándose a duras penas del lugar donde pasó un mes durmiendo.

  • Sigue buscando a la hija de Deméter, Perséfone, junto a la madre de la doncella perdida –dijo Galinós, sorprendiendo nuevamente al muchacho.

  • ¡¿La doncella es la hija de Deméter?! –preguntó Vélos—. Debo ayudarlas, todo lo que soy en este momento se lo debo a ellas.

  • No te esfuerces demasiado, acabas de despertar –dijo Galinós, atajando al debilitado muchacho—. Te lo dije.

  • No hay tiempo para eso, dame algo para comer, volveré a Athenas para disculparme con las diosas por no haber protegido a Perséfone y ofrecer mi ayuda en la búsqueda –dijo Vélos, con la mirada llena de energía—. Después que la hallemos, volveré aquí con uno de mis mejores barriles de aceitunas para ofrendarlo a tu dios… Gracias por todo lo que hicieron por mí.

  • Por nada… –dijo Galinós, entregándole comida y bebida a Vélos, viendo como el muchacho se alejaba del templo con pasos lentos y pesados.

Vélos caminó lo que pudo, sentándose a disfrutar el pan y las setas que le dieron tras abandonar el templo de Asclepio, notando la falta de brillo y color en su entorno, encontrándose con toda la vegetación que emergía de la tierra completamente mustia y seca. Esto desinfló su ánimo, perdiendo la fuerza para caminar, hablándole a un comerciante que tiraba una carreta mientras pasaba frente a él.

  • ¿Quiere un barril lleno de aceitunas? –ofreció Vélos al mercader, comenzando una conversación para convencerlo de transportarle en su carruaje a Athenas.

El hombre aceptó llevarlo, creyendo en las palabras y determinación de Vélos, no temiendo que pudiese hacerle daño debido al dañado físico que presentaba en ese momento. Se dirigieron de inmediato, demorándose dos días en llegar al sembradío, siendo recibidos por Kshanik y Ujjval.

  • ¡Llegué! –exclamó Vélos con desgano, desanimado por los grisáceos y áridos paisajes que observó en su camino de regreso a casa.

  • ¡Gracias a los olímpicos! –exclamó Kshanik, ayudando al disminuido muchacho a bajar del vehículo—. Athena nos contó todo lo que pasó.

  • Ujjval, puedes darle un barril a este gentil hombre, por favor –pidió Vélos, sentándose con dificultad en el suelo, iluminándose sus ojos de inmediato—. Los olivos… ¡están a salvo!

Los olivos que Deméter ayudó a crecer estaban intactos, rodeados de naturaleza marchita y seca, destellando entre la involuntaria muerte que la diosa permitió al dedicarse exclusivamente a buscar a su secuestrada hija.

  • Tienes suerte de seguir con nosotros –dijo Ujjval, entregando pan, queso y aceitunas a su amigo, despidiéndose los tres del mercante que se retiraba feliz con su barril con aceitunas—. Te costará recuperarte del ataque de un dios, no te preocupes por el negocio, lo hemos llevado bien este tiempo que estuviste fuera.

  • Gracias, chicos, sabía que podía contar con ustedes –dijo Vélos, engullendo la comida con rapidez, casi atragantándose—. Aunque estaba deprimido al pensar que los olivos corrieron la misma suerte que todo los vegetales que vi en el camino…

  • Nosotros también nos sorprendimos al notar que todo lo demás moría y no los olivos –dijo Kshanik, sentándose al lado de su amigo—. Debes descansar y alimentarte para recuperarte, seguiremos haciéndonos cargo de todo hasta que estés en condiciones de trabajar.

  • No puedo hacer eso, perdí un mes descansando, ahora debo ayudar a Athena y Deméter a encontrar a Perséfone –dijo Vélos, levantándose para ir al templo de la diosa, guardando los frutos del cinamomo dentro de una pequeña bolsa entre sus pertenencias guardadas en el sembradío—. Esto debo hacerlo solo, pero me gustaría saber si puedo contar con ustedes para que ayudemos a Athena en un futuro cercano.

  • ¡Claro! –exclamó Ujjval, asintiendo también su hermano, sacándole una sonrisa a Vélos.

  • Gracias, amigos –dijo Vélos, saliendo al encuentro de la diosa.

El maltrecho muchacho caminó con pasos lentos pero seguros, llegando al templo de la diosa completamente sudado, gastando casi toda su fuerza en subir las escaleras del templo.

  • Athena... –murmuró Vélos sin aliento, respirando profundamente para intentarlo nuevamente—. ¡Athena, estoy aquí!



#42 WynegS

WynegS

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Publicado 15 agosto 2020 - 22:45

Uf, mucho tiempo, muchas cosas que hacer, pero la idea siempre está en mi mente. Espero que se encuentren bien y seguros, acá viene otro cap de Saint Seiya Shinka no Tounan ;)

 

Capítulo 14 – El encierro (Τον περιορισμό / Ton periorismó).

  • No veo bien a Vélos –dijo Kshanik a Ujjval, viendo como el muchacho terminaba su desayuno y salía como todos los días de los últimos tres meses en dirección al abandonado templo de Athena.

  • No te entrometas, Kshanik –dijo Ujjval a su hermano—. Él tiene una gran deuda con las dos diosas, sólo quiere serles útil.

  • Lo sé, sólo es que no me gusta verlo llegar deprimido por pensar que lo están eludiendo o menospreciando –respondió Kshanik, apoyando cariñosamente su cabeza en el hombro de su hermano.

Vélos corrió al templo de la diosa Athena, quien seguía buscando a Perséfone junto a Deméter, desatendiendo completamente a los suplicantes oradores que a diario se presentaban en la edificación construida en su nombre. En el monte Olimpo, Zeus se encontraba exasperado por el estado actual de la tierra, discutiendo junto a las recién llegadas Athena y Deméter.

  • ¡Nuestras ofrendas son casi inexistentes! ¡¿Qué es lo que haces, Deméter?! –preguntó Zeus a la demacrada diosa, quien apenas probaba bocado para mantenerse en pie y poder buscar a su amada hija.

  • ¿Acaso no ves que estoy sufriendo? No puedo hacer nada más hasta tener a mi preciosa hija a mi lado, junto a Athena la hemos buscado por todo el mundo sin lograr entrar al Hades –dijo Deméter, sollozando con dolor—. Si tan sólo tú…

  • Tú puedes intervenir, padre –dijo Athena—. Ya van dos veces que Hades ha hecho cosas que nos perjudican, no puedes dejarlo pasar así nada más.

  • Asclepio brilla en el cielo nocturno ahora y… –alcanzó a decir Zeus, callándose ante la enfurecida voz de Deméter.

  • ¡Ese era tu nieto y Perséfone nuestra hija, Apolo y yo hemos sido perjudicados por Hades! –gritó Deméter al padre de los dioses, mirándolo con ponzoñosa mirada—. ¡Si quieres que el mundo vuelva a brillar y florecer para que puedas regodearte con sus manjares, ya sabes lo que tienes que hacer!

  • Cla… claro –dijo Zeus, intimidado por la voluntad de la diosa—. ¡Hermes, ven aquí!

  • Iremos con él –declaró Athena, esperando a la llegada del rápido dios, quien ya se encontraba detrás de ellas.

Hermes, al ser el mensajero de los dioses, tenía permitida su entrada al reino de Hades de forma directa, sin tener que atravesar agujeros en la tierra. El dios entró junto a las diosas, transformadas en lechuza y en rama de un marchito olivo respectivamente, para no ser detectadas por los infernales aliados del dios del inframundo. Después de cruzar rápidamente los lúgubres parajes del Hades, llegaron los tres ante el rey de los muertos, volviendo las diosas a su forma original y exigiéndole que les entregasen a Perséfone.

  • ¡Hades, devuélveme a mi hija o tendrás que responder ante Zeus en el altísimo Olimpo! –amenazó Deméter con figura demacrada, aunque con un ferviente espíritu que siempre abogaba por su amada hija.

  • ¿Qué dices, mujer? No sé de que estás hablando –dijo Hades, declarando no conocer sobre lo que se le hablaba, comiendo una jugosa granada proveniente de la superficie—. Hermes, no sabía que te prestabas para acusaciones injustas y falsas.

El veloz dios retrocedió, no queriendo intervenir más que en el transporte de las diosas al subterráneo reino, ocultándose entre las sombras.

  • Tenemos dos testigos: un humano que te vio cargando a Perséfone y al mismísimo dios Helios. Los dos te acusaron de manera independiente y sin mediar palabras entre ellos, no me dirás que eso es una coincidencia –declaró Athena, poniéndose al frente de la discusión con gallardía—. Regresa a Perséfone ahora.

El dios hizo una mueca de desagrado ante las palabras de la diosa, pensando que había pasado desapercibido en su fugaz paso por la superficie, cediendo ante la presión de las diosas.

Por su parte, en la superficie de la tierra, Vélos abandonaba el templo de la diosa completamente desamparado. Caminó con desgano hasta su sembradío de aceitunas, el único lugar en la tierra que conservaba su verdor y vida, lo que le recordaba a la diosa que deseaba agradar y que hace mucho tiempo no lograba contemplar.

  • ¿Es porque soy débil? –preguntó Vélos a sus amigos al llegar al sembradío con evidente pesimismo—. ¿Por eso Athena no atiende mis llamados?

Los hermanos se quedaron en silencio sin saber que responder, conmoviéndose Kshanik por las palabras de su amigo.

  • Deseo ser fuerte para poder protegerla, aunque sé que no lo necesita… –dijo Vélos al borde de las lágrimas, siendo atacado por Ujjval de frente, dándole la oportunidad de esquivar el repentino golpe—. ¿Qué es lo que haces?

  • Si tanto deseas ser fuerte, empieza a entrenar –dijo Ujjval, lanzando distintos golpes a su amigo para alejarlo de la tristeza y llenarlo de su habitual coraje—. ¡Vamos, eres más que esto!

Por otra parte, Hades reflexionaba sobre el trato al que llegó para poder desposar a Perséfone, debiendo entregarla a su madre después de eso. También estaba el asunto de la acusación que terminó produciendo el rescate de Perséfone por parte de las diosas. No tomaría represalias contra Helios, era lo mismo que enemistarse con todos los demás dioses que recibían su luz sobre la faz de la tierra, pero si averiguaría quien fue el humano soplón que lo acusó del rapto de su ahora esposa.

  • Perséfone debería estar aquí, todos los días junto a mí… ¿Quién pudo verme aparte del niño que maté? A menos que… ¿el chico sobrevivió? No puede ser. Seas quien seas, te encontraré y pagarás por entrometerte en mis asuntos, pequeño humano –dijo Hades sentado en su trono, desconociendo la identidad del humano que involuntariamente lo acusó con Athena y con su actual suegra, siendo la misma persona que intentó rescatar a Perséfone de sus brazos y que él atacó para sacarse de encima meses atrás.

Vélos comenzó a entrenar regularmente junto a Ujjval mientras el ambiente se llenaba nuevamente de colores y dulces fragancias, floreciendo los vegetales que alimentaban a los animales sobre la tierra, convirtiéndose estos en las ofrendas que llenaron los templos de los dioses. El muchacho no sabía que su vida estaba corriendo peligro nuevamente, continuando con su entrenamiento y con sus visitas al templo de Athena, esperando a encontrarla, aunque sin suerte.

  • Ahora entrenaremos tu Fuego Divino –djio Ujjval apenas terminó de intercambiar golpes con su amigo, quien estaba completamente sudado, agotado y recostado en el piso.

  • No lo entiendo. Puedo sentirlo perfectamente proviniendo de ti, de Jökull, del maestro Long, de los dioses, pero no en mí… No me satisface la idea, para mí no es como un fuego. El fuego quema, echa humo, sofoca… Esta energía es distinta, es inmensamente brillante e infinita, como si todas las estrellas brillaran dentro de ti al mismo tiempo –dijo Vélos, sin encontrar las palabras correctas para darse a entender—. ¡Es como si toda la existencia estuviese en tu interior!

  • Κόσμος (Kósmos) –dijo Kshanik, interviniendo en la conversación de su amigo y su hermano.

  • ¿Cómo dices, Cosmos? –preguntó Vélos, no estando muy al corriente de los conocimientos que se intercambiaban todos los días en el ágora.

  • Lo que acabas de describir es el Cosmos –dijo Kshanik, siempre tratando de incorporar nuevos conocimientos en su inquieta mente, demostrando los ya adquiridos—. Deberías llamarlo así si no te convence la idea del Fuego Divino.

  • No importa como lo llames, si no lo sientes en tu interior y crees en él, no saldrá de ti ni en un millón de años –dijo Ujjval, ayudando a su amigo a levantarse del piso para comenzar el entrenamiento de Chi.

  • Si importa para mí. Fuego Divino es muy largo y rebuscado; Chi es una palabra extranjera que no me dice nada –declaró Vélos, decidiéndose por la sugerencia de su amigo—. Kshanik tiene razón, lo llamaré Cosmos de ahora en adelante, complementa más lo que siento que las otras dos opciones.

  • Lo que sea, si te sirve, es más una experiencia personal que una receta definida e inamovible. No vamos a perder tiempo en un nombre –dijo Ujjval, sentándose en el piso para meditar—. No debes forzarlo. Debes sentirlo. Debes preguntarte: ¿qué es lo que me mueve?, ¿qué me inspira?, ¿qué es lo que me lleva a querer romper mis límites? Cuando tengas claras esas preguntas, las respuestas harán que tu “Cosmos” emerja desde tu interior y se expanda hasta el infinito. Esa sensación de movimiento imparable y entusiasmo te hará darte cuenta de que estás cerca.

  • Claro… veré que puedo hacer con eso –dijo Vélos, sentándose de igual manera que su amigo, planteándose las preguntas e intentando sentir su Cosmos en las respuestas.

Los muchachos entrenaron hasta acabar el día, bañándose posteriormente para limpiar sus sudorosos cuerpos, yendo a descansar después de tan extenuante jornada. Vélos observó los frutos de cinamomo que tenía guardados, como venía haciendo todas las noches desde que dejó de ver a la diosa Athena, siendo su último y más preciado recuerdo.

  • Este es el brillo del Cosmos de Athena. Brilla y calienta como el fuego, pero también entrega amor y calma –murmuró Vélos mientras observaba los frutos para comenzar una plegaria a la diosa antes de irse a dormir.

Athena escuchó la plegaria nocturna de Vélos, como todas las otras que el muchacho fue a decir en su templo los días que ella se encontraba ausente, orando de vuelta para bendecir al joven que les ayudó a liberar parcialmente a Perséfone, continuando con su merecido descanso después de tan larga búsqueda.

  • Espérame, Vélos. Cuando recupere mis fuerzas podremos vernos nuevamente –dijo Athena al finalizar su plegaria para Vélos, cerrando sus ojos para descansar.

La noche estaba calmada, todos descansaban. Vélos se durmió con los frutos de cinamomo entre sus manos, Athena respiraba suavemente mientras yacía recostada sobre su cómodo lecho y Helios ya no iluminaba el cielo, pernoctando como todos los demás. Pero no era así. Una visita nocturna invadió la morada del dios sol, emergiendo una voz desde las sombras, inquiriendo respuestas inmediatas.

  • ¿Dónde encuentro al muchacho que me vio con Perséfone y que no murió tras recibir mi ataque? –preguntó Hades a Helios, sacudiendo al recostado dios para hacerlo reaccionar.

  • Yo… –dijo Helios, temeroso ante el dios del inframundo.

La noche seguía serena y fresca. La tierra se sacudió levemente, ahuyentando a las aves de los árboles próximos, sin despertar a Vélos y sus durmientes amigos. Una sombra más oscura que la noche se posó repentinamente sobre el comerciante de aceitunas, levantándolo de su lugar de reposo contra su voluntad, agarrándolo firmemente desde su torso para que no escapase mientras le tapaba la boca para que no alertara a sus acompañantes.

  • Tú vienes conmigo, Vélos –murmuró Hades, secuestrando al joven, metiéndose en la tierra rumbo a su reino.

Vélos no comprendía lo que estaba pasando. Pensaba que estaba teniendo una pesadilla, golpeando en vano al dios con sus puños descubiertos, sintiendo dolor al apretar los frutos del cinamomo con las palmas de sus empuñadas manos. Estaba despierto y el terrible paisaje que se presentaba ante él era infinitamente más desolador y sombrío que la tierra abandonada a su suerte cuando Deméter se encontraba buscando a Perséfone.

El muchacho dejó de luchar, congelándose su cuerpo y espíritu ante los muertos y oscuros parajes frente a sus ojos, derramando lágrimas al no poder gritar el nombre de Athena. Hades, al no encontrar más resistencia en Vélos, siguió avanzando por su reino mientras arrastraba al muchacho por el piso, agarrando fuertemente sus manos con sólo una de sus extremidades superiores.

  • Si estuvieras muerto, tu destino sería el helado Κωκυτός (Kôkutos / Cocito), pero eso es demasiado bueno para ti –explicó Hades a Vélos mientras tiraba de su cuerpo sobre el rocoso piso del inframundo, arrastrando las piernas del muchacho, causándole heridas por el roce—. No, no tendrás un juicio justo, tendrás un lugar especial aquí, sólo para ti y por la eternidad.

El helado sudor de las manos de Vélos hizo que se resbalara de la mano del dios, cayendo al piso detrás de él, soltando sin querer los frutos del cinamomo. El muchacho levantó su cabeza con dificultad y tanteó el piso buscando los frutos, pero estos cayeron entre las grietas del estéril terreno, perdiéndose de vista.

  • ¿Qué es lo que haces? –preguntó Hades, secándose con desprecio el sudor que mojaba su mano, mirando el lugar donde se encontraban—. La gran cascada de sangre… Es un lugar adecuado para lo que tengo planeado para ti.

El terreno comenzó a temblar y removerse, elevándose desde sus entrañas un inmenso e irregular cubo de piedra hueco en su interior, abriéndose un portal en una de sus paredes por el cual Hades arrojó a Vélos para encerrarlo.

  • Este será tu suplicio eterno, no morirás, pero nunca más verás la luz del sol –dijo Hades, cerrando el agujero en la piedra por el cual metió a Vélos—. Y eso es sólo el principio...



#43 zaktiel

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Publicado 26 noviembre 2020 - 20:39

Buenas.

Leí el primer capitulo me parecio interesante, de la historia obviamente no es tiempo para dar una opinión concreta por obviedad. Es bastante pronto para decir algo al respecto. De momento lo veo con buenos ojos.

Veremos si me atrapa o no, por que lo que más me interesa a mí de un fic es la historia. El estilo de escritura, técnicas o recursos de la narrativa que se manejan, para mi pasa a un segundo o aveces hasta un tercer plano.

Con respecto a la duración del mismo, me pareció muy corto, pero es un gusto personal mio.

Te quería preguntar, por el título, 神火の盗難, si sabes japonés o alguien que sabes japones te indicó como escribirlo.?

Otro dia leo el segundo capítulo, a ver cómo sigue la historia.

Muchas gracias por tu esfuerzo.
Saludos.
 



#44 WynegS

WynegS

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Publicado 29 noviembre 2020 - 16:17

Buenas.
Leí el primer capitulo me parecio interesante, de la historia obviamente no es tiempo para dar una opinión concreta por obviedad. Es bastante pronto para decir algo al respecto. De momento lo veo con buenos ojos.
Veremos si me atrapa o no, por que lo que más me interesa a mí de un fic es la historia. El estilo de escritura, técnicas o recursos de la narrativa que se manejan, para mi pasa a un segundo o aveces hasta un tercer plano.
Con respecto a la duración del mismo, me pareció muy corto, pero es un gusto personal mio.
Te quería preguntar, por el título, 神火の盗難, si sabes japonés o alguien que sabes japones te indicó como escribirlo.?
Otro dia leo el segundo capítulo, a ver cómo sigue la historia.
Muchas gracias por tu esfuerzo.
Saludos.


Hola!
Tengo un poco abandonado este escrito, muchas cosas que hacer, igualmente gracias por dedicarle tiempo y leerlo. Por lo general escribo capítulos de 2500 palabras, en lo que sea, no me gusta extenderlos más, xD Con respecto al japonés, si sé, estudié años atrás, trato de mantenerlo vivo para cuando viaje a Japón algún día... (Algún día...).

Saludos!




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