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Crónicas Zodiacales: Aries: Heroismo


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68 respuestas a este tema

#1 Guest_Pollux_Dioscuros_*

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Publicado 18 febrero 2004 - 14:42

Hola amigos...

Les presento el primero de 12 relatos que haré presentando a Los Caballeros Dorados y enfocándome en una de sus cualidades definitorias (según yo) que he nombrado Crónicas Zodiacales.

Este fic es el segundo que escribo y pegaré un nuevo capítulo cada semana.

Por supuesto, esto lo hago sin ningún afán de lucro y todos los personajes, a excepción de aquellos que he creado yo, son propiedad de Masami Kurumada y de Toei.

Quisiera dedicar esta historia a mi gran amigo IaN HaGeN... ¡Amigo! Lo sabes, te admiro y te respeto, se le quiere (todo esto de estricta manera masculina y heterosexual... jeje).

EL NIÑO DIOS

El joven dió una vez más vuelta en su lecho.

De pronto la temperatura se había incrementado y el sudor empapaba su cuerpo, ¡dormir estaba siendo tan dificil para el en estos momentos!

No. No era verdad.

No en estos momentos, lo cierto es que el sueño de éste era todo, menos recuperador, los extraños sueños que le aquejaban iban y venían con una frecuencia casi medida.

"Cuando nuestra Patria desapareció..." pensó el joven entre sueños. "...se decía que se sentía mucho calor."

La noche había dejado de ser oscura y silenciosa. El rojo fulgor del fuego se reflejaba sobre las copas de la espesa selva, y el ruido de tambores y cantos inundaba al medio ambiente, Así mismo, sobre los tambores y cantos se escuchaba el sonido tumultuoso de muchas voces y llantos... súplicas angustiadas, pero de entre todas, una, una era la que más le atormentaba, una era la más sórdida, la más necesitada...

"¡Si alguien pudiera oírme!"

Una gota de sudor recorrió el pecho del joven que dormía.

"¡Si tuviera una esperanza!"

"No lo puedo evitar... es una voz que me habla ¡al alma! ¡al espíritu! ¡al Cosmos!" pensó nuevamente el jóven en medio del ruido.

"¡Qué por favor me lleve! ¡Qué me rescate!"

Afuera, en el risco donde se encuentra la Torre de Jamir, un fulgor dorado la invade, un fulgor dorado que proviene del único habitante de esta misteriosa y solitaria construcción.

Mú finalmente logra escapar de su sueño.

Extrañado, el bello jóven ve a su alrededor. El ruido y el calor se han ido para dar lugar a la realidad del momento. Un silencio casi mortal es el que hay en este sitio, a veces interrumpido por el silbido misterioso del aire de las cumbres que se cuela por las ventanas, y por cierto, un aire que dista mucho de estar caliente, como lo percibía hasta hace unos momentos, es un aire frío al cual, generalmente está acostumbrado, pero que tras tocar su piel empapada, le hace sentir un escalofrío.

Mú se lleva las manos a la frente con un gesto de disgusto y desesperación.

"¿Qué me está pasando? ¿Cuál es esta inquietud que habla a mi Cosmos?" haciendo a un lado las sábanas, Mú se pasea por la habitación tras dejar su cama. Al ver por la ventana las nevadas cumbres, Mú piensa. "Sé que no es una amenaza, es una súplica angustiosa, de algo o de alguien... pero ¿quién podría ser lo suficientemente poderoso como para hablar a mi Cosmo y no poder liberarse de su situación?" Al verse en el espejo, Mú nota las huellas de las últimas malas noches en los meses anteriores. "Debo encontrar la paz..."

Siguiendo un camino que sabe de memoria y sin necesidad de luz, Mú sube unas escaleras que le llevan a la azotea del edificio enclavado en las montañas fronterizas de China y Nepal.

Como un oasis es un alivio para el cansado viajero del desierto, la vista del estrellado y sereno cielo es una visión bienvenida por el jóven de cabello morado. La luna llena y su luz azulada ilumina la azotea haciéndola brillar con un fulgor casi místico.

"Debo intentar encontrar una respuesta... pero no seré capaz de ello sino hasta poder poner en paz a mi mente." dice resuelto.

Despojándose de su ropa, decide sentarse en meditación para encontrar un tronco de paz que le ayude a flotar en el mar de desesperación en el que se ahoga. Y cierra los ojos.

En el silencio y oscuridad de la noche, no es dificil alcanzar un estado de paz, y el cuerpo de Mú comienza a brillar. Al abrir sus ojos, estos tienen el mismo fulgor dorado que le rodea. El aire se llena de energía.

Con atención Mú pone su vista al sur... a la selva del país del sur de esas montañas. Allí encontrará su respuesta.

Los sentidos de Mú de Jamir están entre los más afinados de entre todos los seres vivos del planeta Tierra, y con toda probabilidad, son mejores y más confiables que cualquier aparato tecnológico creado por el hombre como radares ó satélites artificiales, encendidos y aumentados por el Séptimo Sentido que le convierten en un ser mucho más extraordinario de lo que es, no le resulta difícil trazar una ruta que le llevará a las respuestas que su alma necesita para recuperar su paz. ¡Tal es el poder del Santo Dorado del Carnero bajo las órdenes de la diosa Athenea! ¡Tal es el poder de Mú!

CAPÍTULO 1

PEREGRINACIÓN


Existe una constante en los picos de las montañas donde Mú ha decidido establecerse.

Y esa constante es la frialdad del aire. No importa que tanto brilla el sol, como hoy, lo cierto es que el fino aire, dificil de soportar, por otro lado, para cualquier ser menos extraordinario que el, puede llegar a provocar quemaduras en la piel al rozar, y su fineza podría ser comparada al roce de una navaja filosa, tanto, que no puede ser sentida.

Pero, por supuesto, ese no es el caso para Mú. Su piel se encuentra curtida por tanto tiempo de habitar en esta Torre tras su ida del Santuario de Athenea tras la sospecha de la muerte de su maestro Shión, a manos misteriosas. Había ignorado los llamados del Patriarca poniendo toda clase de pretextos tontos, pero lo cierto es que el mundo se perfilaba para tiempos muy oscuros... la diosa Athenea había nacido no hace mucho tiempo, para ahora debía de ser una niña de once años, y las nuevas Guerras Sagradas debían de estarse cocinando con la llegada de otros dioses como ella a La Tierra.

Los Dioses y sus misteriosos juegos... bueno, misteriosos o caprichosos, Mú creía que era más bien la segunda palabra la que se ajustaba más a describir la sucesión de guerras que los dioses tenían cada 250 años aproximadamente.

¿Qué les traía a volver y volver? ¿Orgullo? ¿Aburrimiento? No podía descifrarlo, y quizá era lo mejor, en verdad es que los hombres hacen muy mal al querer comprender la voluntad de seres superiores, porque de alguna forma, era querer igualarse a ellos.

Sin embargo, no podía negar el Carnero Dorado, que el obtener la Armadura Dorada de Aries había figurado entre las mayores alegrías de su vida, era obvio que él había nacido para esto. Su gran maestro, Shión, se lo había explicado ya en alguna ocasión.

"No es casualidad el hecho de que tú, Mú, siendo uno de los últimos Lemurianos, hayas nacido bajo la protección de la constelación de Aries." decía Shión con voz paciente a su pupilo. "Así como no lo fué el que haya sido así en mi propio caso."

Mostrando el cielo con sus manos, el enmascarado Patriarca mostró el cielo y señaló las estrellas.

"Es un hecho, Mú, que nuestra materia está conformada por lo mismo que el Universo tiene... nosotros somos hijos del cielo, y como su química y física nos rigen, su magia y su poder nos alimenta... la Gran Voluntad y los dioses nos ayudan a seguir un camino, y tanto tú como yo estabamos destinados desde la lejanía de los tiempos a ser llamados al servicio de Athena y de su Santuario."

"¿Maestro? ¿Quiere decir que entonces yo... seré Santo Dorado de Aries? ¿Pero... y usted?"

"Mi destino, y la etapa de vida en la que me encuentro, me han llamado a ser algo diferente, Mú, por eso, es que sé que la Armadura de Aries te reconocerá como su nuevo dueño, como Patriarca, tengo que renunciar a ese deber, porque he sido llamado a uno superior."

"Maestro... ¿cuando llegue Athenea, comenzará la Nueva Guerra Santa?"

Shion escuchó la voz de Mú, todavía casi un niño y se sonrió.

"No, no de inmediato, pero es el signo de que viene." Con tristeza aparente el Patriarca tocó el hombro de su pupilo. "En verdad es triste que así sea... sospecho que la Guerra en esta ocasión será más cruel de lo que ya han sido anteriormente."

"¿Más cruel? ¿Más que cuando se hundió Lemuria?"

Viendo al cielo, Shión respondió.

"Esa vez, nuestra Patria pagó el precio, Mú, pero en esta ocasión, todo el mundo puede pagarlo... por eso tú tienes que defender a Athenea, pase lo que pase, porque ella viene a luchar por nuestro mundo y por la justicia ¡nunca la traiciones, Mú! ¡No hay excusa posible!"

"Sí, Maestro." respondió resuelto el jóven de cabello morado viendo con admiración a su Maestro. "¡Juro que haré eso!"

"Muy bien." dijo El Patriarca Shión asintiendo con su cabeza satisfecho. "Y yo te ayudaré... ¡serás el Caballero Dorado más fuerte de todos!"

Entre más recordaba, Mú concluía con más firmeza que El Patriarca sentado ahora en el trono del Santuario no era su maestro. Esa bondad, esa dulzura se habían ido, incluso, aunque su Maestro era fuerte a su avanzada edad, parecía otro... rejuvenecido.

"El mal está entre nosotros... creo que uno de esos dioses se adelantó esta vez para pelear en desigualdad."

Usando un sombrero tradicional chino y el traje de un campesino, Mú tomó una maleta de paja y vió hacia su Torre de Jamir.

"Ahora emprendo un camino, un camino para encontrar la paz que necesita mi alma antes de emprender la lucha contra el mal que se aproxima, Athenea, protégeme."

Oró viendo con un poco de nostalgia a su alrededor. No podía comprender porqué nadie querría destruir esa paz, pero al observar la belleza, pudo entender porque todo mundo anhelaba dominarlo.

"No, no es la tranquilidad lo que ansían... es satisfacer su ego, el mundo es de todos, no pertenece a nadie."

Y con ese espíritu, Mú de Jamir, Mú de Aries, Santo Dorado del Carnero, emprendió un viaje que no presentía, pero que, como su maestro Shión quizá pensara si estuviera vivo, estaba destinado a hacer.

Continúa...


#2 cthulhu

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    BECK FAN


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Publicado 18 febrero 2004 - 15:29

que narrativa utilizas Pollux_dioscuros, te felicito me agrado bastante tu forma de relatar las cosas y esperare con ansia los siguientes relatos ya que esta estuvo genial!!
saludos

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Me he enterado que fui mejor escritor del 2003
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#3 Guest_Pollux_Dioscuros_*

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Publicado 18 febrero 2004 - 16:47

¡Vaya!

Respuesta muy rápida, muchas gracias por tus comentarios, cthulhu.

Tu nick me es familiar, jeje, creo que eres miembro de ciertos foros dedicados a SS...

Pués esta es mi primera Crónica Zodiacal (pronto el segundo capítulo) y segundo fanfic.

El primero (fanfic) está dedicado a Shaina y a Geist, jeje, y espero pronto poderlo exhibir aquí mismo.

Actualmente me encuentro escribiendo la Crónica Zodiacal dedicada a Kanon y a Saga.

Espero que mis siguientes entregas te agraden tanto como dices que te gustó esta...

^__^

#4 Princesa Athenea

Princesa Athenea

    Helena de Troya

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Publicado 18 febrero 2004 - 17:03

¿Y mi nick? ¿Te parece familiar? :P

Hermaniiiiiiiito ^_____^ ya veo que pusiste Aries tb aqui... ^^ creo que mas se van a enamorar de tus fics y no solo yo. ;)

Besiiiitos a ti ^^
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"Crimen y Castigo" me pregunto porque Dios decidió atravesar al amor con su cólera

Visita Saori & Seiya Forever Love</center>

#5 Guest_Pollux_Dioscuros_*

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Publicado 18 febrero 2004 - 17:06

*0*

Tu nick y tu nombre, mi bellísima...

*0*

¡Gracias mi hermanita linda por tus amables palabras... ¡espero que a nuestros amigos les guste esta historia que quiero contarles!

:D

#6 Zeusu no Edoarudo Tenkai no Ou

Zeusu no Edoarudo Tenkai no Ou

    SNK-Rulzzz!

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Publicado 18 febrero 2004 - 19:17

Pues, enhorabuena mi amigo Pollux_Dioscuros!!

Te doy la bienvenida como Moderador de este foro!!

Quiero felicitarte por el estupendo trabajo de narración.
Estaré esperando más de tus fics, que se han hecho muy interesantes.


Saludos desde el Olimpo!!

ATTE: Zeusu no Edoarudo, Tenkai no Ou.



#7 Guest_Pollux_Dioscuros_*

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Publicado 18 febrero 2004 - 20:14

Me honra encontrarte aquí, amigo mío, eso es algo que me hace sentir muy bien, y cada vez más integrado a esta comunidad respetadísima.

¡Saludos!

Y gracias por tus amables palabras respecto a mis trabajos, espero que a mis nuevos compañeros les parezcan interesantes....

#8 Guest_Hope_*

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Publicado 20 febrero 2004 - 22:15

   lo prometido es deuda, al fin saqué algo de tiempo para leer tu fic, me parece genial, quiero la crónica de Aioros pero creo que para eso aún falta :P , como ya dijeron la narrativa es excelente.

  Sería interesate ver una crónica de Jun de Cameleon o de Pandora no creen?

  salu2 s35.gif

#9 mu_aries

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    De Vuelta con MU

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Publicado 21 febrero 2004 - 00:42

hOLA PANA Y COMO DIJO HOPE LO PROMETIDO ES DEUDA, ES WEEKEND Y PUDE LEER  TU FIC, BUENO LA PARTE QUE LLEVAS, Y LA VERDAD ESTÁ MUY IMPRESIONANTE,, LA DESCRIPCIÓN ES PERFECTA, Y BUENO ES DIFERENTE DE LO QUE HE LEÍDO HASTA AHORITA Y ESPERO VER MUCHOS FICS MAS, SALUDOS
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<span style='font-size:14pt;line-height:100%'>Que las fuerzas Demoniacas acaben contigo</span>

#10 Guest_Pollux_Dioscuros_*

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Publicado 23 febrero 2004 - 10:54

Hope...

Muchísisisisisimas gracias por haberme honrado con tu tiempo y con la oportunidad.

¡Gracias amigo! ¡Me alegra sobremanera que te haya agradado el relato! Espero que continúe de esta forma.

Mu-Aries, igualmente, te agradezco muy, pero muy sinceramente el que me des la oportunidad de relatarte a tí también una historia.

Sinceramente deseo que esto prosiga y que te vaya gustando el resto de la historia conforme se vaya desarrollando... ¡gracias!

#11 Guest_Pollux_Dioscuros_*

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Publicado 23 febrero 2004 - 10:59

CAPÍTULO II
EL DESCENSO


Al ir bajando de la montaña, el aire que era escaso comenzaba a hacerse más denso, y sobre todo, más caliente.

Durante esta época del año, las lluvias monzónicas afectaban a la mayor parte de Nepal. Las montañas iban quedando atrás y la gente se iba haciendo hacer notar cada vez más. Durante el camino, Mú tuvo oportunidad de ver a la gente en su mundo diario, lejos de las preocupaciones que a él le aquejaban, y que, en parte hacía envidiarlos.

No llamaba mucho la atención, a pesar de ser alto, 1.82 metros entre esa gente equivale a ser casi un gigante, pero el color de su cabello, hacía pensar a la gente que quizá se tratara de uno de esos artistas extravagantes que hacen actos callejeros. Muchas veces vió hechos que hubiera podido evitar, pequeños robos, generalmente de comida por parte de un mendigo, riñas entre borrachos, cosas comunes. Pero sabía que eso no era algo que necesitara de su atención.

"Nunca interfieras más allá de lo que debes..." le dijo una vez su Maestro Shión. "Ahora eres un Santo de Athenea y debes de respetar la libertad del humano, corrige injusticias cuando dañen a muchos, pero no interfieras en asuntos mundanos, pués tú, afortunada o desafortunadamente, has dejado de ser uno de ellos."

Claro, se detuvo en varias ocasiones a escuchar los problemas de la gente, y de hecho, algunas veces, decidió quedarse más tiempo del normal en ciertas villas, pués los sueños que le aquejaban, una vez más, habían desaparecido tan misteriosamente como habían comenzado. A cambio de su acto, donde hacía malabares con manzanas y naranjas, donde aparecía semillas o trigo de pronto en su mano, le valían unas cuantas rupias, las cuales, usaba para comprar los alimentos que necesitaba.

Dormía casi siempre en el bosque, sus sentidos afinados y su condición de Caballero permitía que durmiera de manera tranquila sin temer grave peligro, de hombres o bestias. Nada ni nadie podía acercarse al poderoso Mú sin que sus sentidos le detectaran antes.

En el camino descubrió que le hacía feliz ver a la gente sonreir con sus hazañas. Claro. Para el no era más que un juego de niños el poder aparecer de la nada cualquier objeto en sus manos, o hacerlo aparecer en otro lado... siendo un Santo Dorado se movía tan rápido como la luz, ayudado con sus habilidades telekinéticas, las sorpresas que podía dar eran, por supuesto, mucho más garantizadas.

Una tarde en una de esas tantas villas, Mú ejecutaba uno de sus actos.

"¡Y ahora verán como es que de un pedazo de trigo puedo hacer ¡un pan!"

La gente le miraba expectante. Y el sentimiento le agradaba mucho. En especial, cuando niños tan pequeños como los que tenía al frente le miraban con tanta expectación. Con movimientos lentos, Mú parecía invocar a poderes mágicos que estaba muy lejos de tener.

"¡En un instante verán
a este trigo común
convertirse en rico pan!"

Dijo jocosamente a manera de rima, usando su gran velocidad, Mú logró sacar un pan de debajo de su manga, sustituyendo al trigo.

Triunfalmente, mostró el sitio donde estuviera el trigo, y por supuesto, una pieza de pan era evidente en el sitio... todo mundo aplaudió, a excepción de un niño que en voz alta clamó.

"¡Eso no es justo! ¡Ha hecho trampa!"

La gente no le escuchó, pero los niños pequeños que estaban a su lado le vieron seriamente preocupados, la suspicacia del niño mayor les había hecho dudar del acto que acababan de ver.

Mú dejó de sonreir y levantando los brazos pidió a su público callar.

"¿Tienes algo que decir, amigo?" preguntó con voz alta pero comprensiva el Santo del Carnero. "¿Porqué piensas eso?"

"Porque es imposible hacer de una espiga de trigo un pan de un momento al otro... simplemente no es posible."

"Y entonces" interrumpió una pequeña uno o dos años menor que el. "¿Dónde está el trigo y dónde estaba el pan?"

El cuestionado señaló las mangas del traje de Mú.

"Esas mangas tan anchas pueden guardarlo todo."

A Mú le pareció gracioso este hecho. Era un pequeño el que le descubría. Con una sonrisa pícara, el joven decidió gastarle una broma.

"Te diré algo..." y quitándose la camisa de su traje, Mú quedó desnudo del pecho. Ningún rastro del trigo, el cual, con su velocidad, había hecho polvo para no guardar más nada dentro de su manga. "..."Te mostraré que cosas asombrosas pueden ocurrir en este mundo!"

"No lo creo..." dijo el niño cerrando un ojo y viendo con el abierto a Mú con una mueca de desconfianza.

"¡Yo si!" afirmó la niña a su lado. "¡Yo sí te creo!" le dijo ella amablemente, sonriendo con fé a Mú.

Sonriendo, el jóven caballero tomó a los dos niños de la mano y los llevó al centro del círculo que los expectadores habían hecho.

"Toma esta rama." dijo Mú recogiendo una rama del suelo y entregándosela al niño. "Y dibuja un círculo justo allí." dijo señalando Mú una sección del suelo.

El niño, obediente, tomó la rama y fué hasta donde Mú le señalara.

"¿Dónde? ¿Aquí?" dijo señalando el sitio que, en efecto, el Santo dijera.

Mú asintió. La gente miraba curiosa el acto. Mientras la niña, sin comprender, veía de su mamá a Mú, y de Mú al niño sin acertar a decir nada. Cuando el niño terminó, regresó hasta Mú y le dijo.

"He terminado... ¿ahora qué?"

Tomando la rama, Mú le dijo.

"Ahora, ve y párate dentro del círculo que has dibujado, y espera un poco."

El niño observó a Mú y dijo.

"Muy bien... ¡pero insisto en que todavía no creo en nada!"

Corriendo se dirigió al círculo y se paró con gesto fastidiado y brazos cruzados expectante de lo que Mú hiciera.

"¿Y yo qué hago?" preguntó la niña a Mú. El cual sonriendo la cargó y dibujando una estrella donde ella estaba parada la dejó dentro de este.

"Tú, esperas aquí, muy quietecita, ¿muy bien?"

La niña asintió amablemente.

"Si."

"Me servirá de entrenamiento." pensó para sus adentros Mú. "Hace mucho que no lo hago, sobre todo desde que inicié este viaje hace ya casi un mes."

La gente observaba con curiosidad al alto muchacho, el cuál, habilmente con su cabello, había cubierto los curiosos lunares que adornaban su frente y que delataban el origen verdadero del amable Mú. Levantando una vez más la voz se dirigió al público.

"¡Damas y Caballeros! A continuación les mostraré un acto que solo presenciaran en esta ocasión de sus vidas... ¡en unos instantes verán al niño parado dentro de un círculo, estar parado de pronto dentro de la estrella donde esta niña se encuentra, y a la niña parada donde el niño se encuentra, todo esto, sin que mis manos los toquen!."

Hubo varias exclamaciones entre el público.

"¡Eso es imposible!"

"¿Cómo pretende hacer eso?"

"¿Creés que lo logre, mamá?"

"A mí me hubiera gustado pasar..."

Mú sonrió. Esto tenía que ser efectivo y rápido. Usando la psicoquinésis, tendría que hacer que cada niño flotara hasta el otro lado a una velocidad cercana a la luz mientras usaba su Crystal Wall.

El Crystal Wall era algo más allá que un simple escudo, algunos pensarían que así era, un espejo que reflejaba cualquier cosa que le tocara. Nada más lejos de la verdad. El Crystal Wall es una especie de cinta magnética donde se grababa el contenido de la información de aquello que tocaba, en el caso de la energía, por su principio de no destrucción, podía grabarla, conservarla y reproducirla de vuelta. En el caso de movimiento de cuerpos, ésta técnica grababa la estructura atómica de éstos (los cuerpos) sobre sí misma, como una película, que sólo podía ser leída por el Santo Dorado de Aries. Así es, era un disco con una trama que sólo sus sentidos super afinados podían descifrar y que junto con el número total de átomos que contenía con esta especie de campo de fuerza, podía reensamblarlo todo como lo había encontrado. Si, por eso, el Crystal Wall es mucho más que un simple escudo.

Y todo esto tendría que hacerlo Mú, mientras escondía su cosmo.

"Maestro... creo que ni a usted se le hubiera ocurrido una prueba más difícil que esta."

Sea como fuera, Mú sabía que no había nadie en peligro, porque era un Maestro en el uso de sus poderes, era el hecho de poder hacerlo todo tan rápido y bien, que la gente realmente creyera que era magia lo que hacía.

Abriendo sus manos, Mú se concentró. Susurrando dijo.

"¡Crystal Wall!"

En el ojo de su mente, Mú pudo percibirlos totalmente, la relación entre los espacios y la cantidad de velocidad a aplicar. Cuando cerró sus brazos, nadie lo había visto, pero había ordenado con su mente el cambio de lugar de ambos niños. Así fué, pero para el ojo común, inexperto del humano, los niños realmente habían desaparecido y aparecido de pronto en lugares opuestos.

Tan rápido fué el movimiento, que los niños, ni la gente, se habían percatado del cambio, sino hasta unos segundos después, que alguien en el público comenzó a aplaudir.

"¡Viva! ¡Bravo!"

El resto de la gente comenzó a hacerlo por inercia, en medio de su paroxismo, pero aún así sonriendo. Realmente este mago era algo espectacular.

Mú sonrió e hizo una elegante reverencia. Acercándose al niño y a la niña los devolvió a sus lugares y les dijo con una sonrisa.

"Lo imposible puede hacerse, con voluntad y fé."

El niño asintió, un poco asustado, un poco admirado. Nunca olvidaría esa presencia agradable, nunca jamás.

"Si señor." acertó a decir tras mucho intentarlo.

Comenzaba a atardecer, la villa estaba pintada de los colores dorados que acompañan a la puesta del sol. Algunas monedas llovieron en el sombrero de Mú y tras un momento, mientras se disponía a recogerlo, cuando la gente se alejaba, se dió cuenta que la niña y su madre no se habían ido.

"¿Sigues aquí, pequeña?" preguntó acercándose a la niña.

Esta, por pura respuesta observó a su madre, la cual asintió como consintiendo en algo. La niña extendió su mano y le ofreció ¡su muñeca!

"Pero... ¿qué es esto?" preguntó Mú conmovido.

"Dice la niña que no tiene con qué ayudarle, ni dinero ni nada, sino simplemente su muñeca."

Conmovido, Mú la miró y tomó el juguete.

"Muchas gracias, pequeña. En verdad lo agradezco. ¿Cómo se llama?"

La niña respondió.

"Sita, se llama Sita."

"¡Qué hermoso nombre!" Mú se levantó viendo a la muñeca con ternura, mientras la niña, con un dejo nostálgico observaba el juguete.

"¿Nos vamos?" le preguntó la mamá a la niña. Con algo de renuencia la niña asintió.

"Esperen." pidió Mú cuando se disponían a irse. Arrodillándose ante la niña, le dijo. "¿Cómo te llamas?"

La niña respondió tímidamente.

"Sashi."

"Muy bien, Sashi, quiero pedirte un grandísimo favor." La niña lo miró con curiosidad y dijo.

"¿Qué favor?"

"Extiende las manos." le dijo Mú. Tras obedecer, Mú puso a Sita en las manos de Sashi. "Necesito que cuides de Sita por mí."

"¿Qué?"

"Si, verás, es que, tengo que hacer un viaje algo largo, y no creo que sea bueno para la pobre Sita acompañarme por esos caminos, así que espero que puedas cuidar de ella por mí? ¿Me harías ese grandísimo favor?"

La niña con sorpresa miró a su madre y sonriendo, tras obtener la aprobación materna, dijo un enfático.

"¡Siiiií!"

"¡Muchas gracias!" dijo Mú sonriendo a la dulce niña. "¡Oh, pero espera!" dijo borrando su sonrisa. "Ya que te harás cargo de algo mío... creo que tengo que pagarte."

Tanto la madre como la niña se miraron extrañadas una a la otra, mientras el amable joven abría su morral y con un hilo, traspasaba algo, algo brillante.

Al voltearse le dijo a la niña.

"Toma, este pendiente te lo doy a pago de tu servicio y tu gran corazón."

Ambas se sorprendieron al ver una extraña y fina partícula brillante que parecía una estrella, atravesada por un humilde hilo.

"¿Qué es esto?" preguntó la niña.

"Esto es una pequeña estrella para tí" respondió tiernamente Mú. "Cada vez que te sientas triste, obsérvala, y ten sentirás mejor."

"¡Gracias!" dijo la niña. La cual comenzó a correr alrededor alegre.

Mú se puso de pie tras recoger su morral mientras la madre de la niña le decía.

"Usted debe de ser un emisario de los dioses." dijo "Este es un buen tiempo para vivir aquí".

A Mú no pudo dejar de causarle un poco de gracia que la señora hubiera elegido tales palabras cuando su impresión era todo lo contrario.

"No señora, no soy un emisario de los dioses, aunque le agradezco el cumplido."

"No sería extraño." dijo la mujer. "Todo mundo habla de que los dioses han descendido a nuestro mundo para ayudarnos."

Mú se sintió sorprendido ante tal declaración.

"¿Cómo dice?"

La mujer le dijo.

"Así es... al sur del río Sum Kosi, cerca de la frontera, se cuenta que ha descendido un dios que es un niño."

Los ojos de Mú se abrieron asombrados.

"¿Cómo dice?"

"Si, así es." dijo la mujer. "En una villa que se encuentra entre la selva, pasando la frontera hacia el sur, existe una aldea donde un niño dios auxilia a todo aquel que le vea y le suplique."

Mú se sintió sorprendido. La descripción del sitio que le daba era muy semejante a la que el buscaba. ¿Un niño dios? ¿Un niño dios que ayuda a los hombres? ¿Era esto el signo de la guerra sagrada?

"¡Vaya!" respondió Mú sonriendo a la mujer que le informara tal acontecimiento. "¡Pués como le he dicho, no soy ningún emisario de los dioses! Simplemente me gusta hacer felices a las personas, y su hija, es una bendición para usted."

"Así es" asintió la mujer. "Le ofreció su muñeca porque no he podido darle una moneda para ayudarle, mi esposo ha estado enfermo, y no tenemos dinero para poder comer, sin embargo, su alegría no le impide estar triste, aún con hambre."

Mú tomó las rupias que tenía guardadas y las introdujo con gran velocidad al bolso de la señora sin que se diera cuenta. Todo esto, lo hizo casi sin pensar. Aunque sabía que no debía interferir, era su deber ayudar a quien lo necesitaba de esta forma si podía.

"No se preocupe" dijo tranquilizadoramente Mú. "Ya verá que su esposo pronto estará bien y la situación se mejorará."

"Eso creo yo, muchas gracias."

"No, señora, gracias a ustedes..." la señora tomó de la mano a Sashi la cual se despidió de Mú con una sonrisa.

Mú se volvió hacia el sur con determinación. Era hora de reemprender su camino, hacia el sur... ¡hacia India! Con rapidez, Mú abandonó la villa estando muy lejos de ella a unas cuantas horas.

Por supuesto, nunca se enteró que al llegar a su casa, y la mujer descubrir el dinero en su bolso lloró de alegría, pero su honradez (y la de su marido) les impidieron tomar el dinero de un extraño, por lo que decidieron buscarle en toda la villa. No lo encontraron por supuesto, en ningún lado. Llorando, la mujer y su esposo, agradecieron la buena fortuna de haber sido ayudados por lo que era, con toda seguridad, un enviado de algún dios. La esperanza los llenó nuevamente esperando mejores tiempos.

La niña al escuchar el relato de su mamá ante todos de ese asombroso prodigio, se contentaba con responder mientras observaba su pendiente de polvo de estrellas:

"Lo imposible puede hacerse, con voluntad y fé."

Continúa

#12 Guest_Cástor Dioscuros_*

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Publicado 26 febrero 2004 - 00:21

¡Las Crónicas Zodiacales son lo mejor de lo mejor!

*Hermano haciendo publicidad a su Gemelo*

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Les puedo Asegurar que no se arrepentirán de leer todas las maravillosas aventuras que los Caballeros Dorados tienen....historias y flashbacks adornan esta gran obra que mi querido hermano Pollux ha escrito.....

Adelante hermanito, enséñales lo que es un fic... 03.gif  03.gif

s48.gif  Kanon_Golden_Triangle_02.gif

___________

YO SOY ESE QUE POSEE EL SECRETO DE LA INMORTALIDAD DE LOS GEMELOS...LOS GEMELOS POSEEN LA FUERZA PARA DIRIGIR A UN EJÉRCITO...ESTA FUERZA QUE DUERME EN EL FONDO DE MI, ME PERMITIRÁ CONTROLAR A TODOS LOS SANTOS.

AL IGUAL QUE POLLUX POSEÍA EL DON OTORGADO POR UNO DE LOS DIOSES, HEFESTO, UN PUÑO DE ACERO....ESA FUERZA QUE EXISTE ENTRE MIS MANOS Y QUE CUANDO EXPLOTA ES CAPAZ DE DESTRUÍR GALAXIAS ENTERAS!!!


#13 Guest_Pollux_Dioscuros_*

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Publicado 26 febrero 2004 - 11:23

¡Muchas gracias en verdad, hermano!

Puedo decir a favor mío al escribir, es que, las hago lleno de entusiasmo y nacidas de un genuino cariño por estos personajes y su universo.

Espero que esto sea notorio a lo largo de la trama y que logre hacer que la gente se entusiasme de vuelta, se emocione y goce estas historias.

¡Gracias Cástor!

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#14 mu_aries

mu_aries

    De Vuelta con MU

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Publicado 27 febrero 2004 - 00:42

Bueno yo soy acá uno de los que siguen tu historia, y creeme que no soy de los que lean muchos fics, pero el tuyo es muy bueno, y bueno que mejor que sea de Mu este primero, y bueno por cierto te invito a que leas a mi caballero en la sección de juegos y que leas el Fic de Kanon de Geminis que lo hixo con personajes que aquí inventamos y donde el mío posteriormente saldra´, buen trabajo y espero leer más y de otros caballeros saludos
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<span style='font-size:14pt;line-height:100%'>Que las fuerzas Demoniacas acaben contigo</span>

#15 Guest_Pollux_Dioscuros_*

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Publicado 27 febrero 2004 - 15:49

¡Muchas gracias Aries Mu!

Seguiré tu consejo... tan pronto como pueda leeré aquello que me recomiendas.

Por lo pronto tengo terminadas las primeras dos Crónicas Zodiacales (la de Aries y la de Tauro), en esta segunda, Mú juega un GRAN papel, además de que otros Santos aparecen...

Estoy escribiendo la tercera, la de Géminis, apenas voy el el capítulo II, jajaja...

Y tengo una historia extra que quizá comparta con ustedes, relativa a Shaina y otros Caballeros que... prefiero no revelar en estos momentos, para no estropear la sorpresilla, jajaja

¡Gracias por los ánimos! Y espero que te guste lo que viene de la historia... El Capítulo III el lunes...

#16 Guest_Pollux_Dioscuros_*

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Publicado 01 marzo 2004 - 10:43

CAPÍTULO III

MILAGROS EXTENDIDOS


El imponente río Sum Kosí era otro espectátrasero más de la naturaleza digno de ser visto.

En verdad, a lo largo del camino, Mú había evitado los centros urbanos para dedicarse a viajar libremente por aquel terreno salvaje pero inocente, lejos de la malicia y bullicio que tienen las ciudades.

"Las ciudades son sitios donde el salvajismo es más cruel que en la selva... porque no es natural."

Al llegar a la orilla del Sum Kosi se deleitó con el sonido del río caudaloso correr. Las lluvias habían aumentado su afluente, que por otro lado, viajaba hacia el sur, a cumplir su destino de ser tributario del magnífico Ganges en la India.

"No debe de estar muy lejos otra villa." dijo Mú tras sentir que su estómago le pidiera alimentos. Se había alimentado a lo largo del camino de unas cuantas bayas silvestres y fruta cristalizada que llevara en su morral, pués Mú no comía carne.

Cerrando sus ojos, Mú se abstrajo del plano que nuestros sentidos sienten, pero se incorporó al mundo de una manera asombrosa, sus sentidos lo podían hacer casi omnisciente y omnipresente. Entre los espesos matorrales que ahora encontraba, y el calor cada vez más proununciado, un pueblo de pocos habitantes se encontraba cerca, gente que vivía gracias y por el río. Mú sonrió. Un plato de arroz cocido no le caería nada mal. Al abrir sus ojos, también sintió la necesidad de bañarse. Despojándose de su ropa, Mú desafió el caudal salvaje del río, el cual, parecía respetarle.

Por supuesto, que Mú podía controlar la dirección de las aguas que le bañaban, pero no quería hacerlo, el golpe salvaje del agua contra su cuerpo era un placer para él. En verdad, este viaje había resultado muy didáctico.

Estar encerrado muchos años en el Santuario de Grecia entrenando y luego, exiliado en Jamir, habían hecho que a Mú se le olvidara la grandeza del mundo y el motivo último (¿o inicial?) que significaba defenderlo.

Reflexionaba sobre el origen de sus misteriosos sueños, sueños que no le habían vuelto a aquejar últimamente, pero que, si seguían con su comportamiento habitual, volverían a plagarle para desaparecer una vez más.

Y así, mientras pensaba en esto, su mente se volvía a otro tema que le preocupaba, y era ese misterioso Niño Dios del cual escuchaba cada vez más frecuentemente. Sabía que tenía que pasar la frontera de Nepal con India, y buscar una villa a las faldas del Monte Kanchenjunga, en una franja curiosa que servía de frontera a tres naciones: India, Nepal y Bhután. Su camino ya no era tan largo para llegar allá, pero no podía dejar de preguntarse... ¿qué encontraría allí? ¿Tendría que luchar en nombre de Athenea? Mú no era de aquellos que gustara de luchar, qué irónico resultaría que el fuera el primero en pelear en una guerra que no comprendía.

Su mente pasó a otro tema que le entristecía, la casi segura muerte de su maestro Shión a manos del nuevo Patriarca. El Aura de Furia que a veces percibía de este era tan desconcertante, en ocasiones el cosmo de este era puro como el agua que le bañaba, en otras ocasiones era corrupto, lleno de ira. Aunque algunos hechos malignos eran reflejo de estos cambios, no percibía maldad tal cual, era algo más complejo, dificil de explicar. Sin embargo, Mú había sido entrenado por Shión toda su vida, por eso, es que estaba más consciente del cambio de Órden en el Santuario, eso, y sus sentidos aumentados, que no le permitían engañarse. La Máscara cubría y disfrazaba la voz, pero el Cosmo era diferente, eso, era lo único cierto.

¿Cómo era posible que hubiera perdido tanto en tan poco tiempo? Su Maestro, casi su padre, su hogar El Santuario, la paz, pués siempre era visto con sospechas. Los mensajes del sitio aquel eran cada vez más insistentes y más ásperos. Sabía que no pasaría mucho tiempo antes de ser considerado un rebelde.

Finalmente terminó de bañarse. Vistiéndose y cubriendo su frente con su cabello, Mú se preparó mentalmente a representar la farsa que había llevado a cabo durante casi todo su viaje. Un mareo repentino le afectó y una imágen que cubrió todos sus sentidos le hicieron casi caerse.

"¡Ayuda! ¡Ya comienza otra vez!"

Mú tuvo que sostenerse del tronco de un árbol para no caer ya casi al entrar a la villa.

"¡Otra vez!" pensó el joven Santo de Athenea. "Esto es exactamente igual que mis pesadillas... pero peor, porque ahora... ¡estoy despierto!"

Sea lo que fuere, la fuente de donde provenía ese grito desesperado debía de ser alguien o algo muy fuerte, pués traspasar sus defensas mentales no era cosa sencilla, sólo Shión era capaz de hacer eso.

"¿Señor?" preguntó un joven que ya tenía tiempo allí hablando. "¿Está usted bien?"

Mú se volvió hacie el joven que le veía de manera extrañada.

"¿Necesita usted ayuda?" insistió el joven moreno.

"Disculpa... estoy solo un poco mareado." dijo Mú tratando de recuperar sus fuerzas, aunque esto no había sido un ataque, le había tomado desprevenido y el poco alimento se combinaba para tal efecto.

"Recárguese en mis hombros... yo lo ayudaré." Y sin esperar a que Mú consintiera en ello, el jóven tomó del brazo al Carnero Dorado y lo pasó por sobre sus hombros. "No se suelte" ordenó con amabilidad el mismo. "Mi casa no está muy lejos de aquí."

"Gracias" respondió Mú asombrado de la amabilidad mostrada por este extraño hacia él.

La villa no tenía muchos pobladores, de hecho, eran realmente pocos, pero todos eran amables, hasta donde Mú podía percibir, aunque lo veían extrañados no parecían asustados.

"¿Quién es el Kifri?" preguntó una señora al joven. "¿Es amigo tuyo?"

"Estaba pasando por la villa y casi cae, le estoy ayudando."

"Haces bien, Kifri, el bien con bien se paga."

A Mú no podía dejar de llamarle la atención todo esto. ¿Qué gente era esta?

Finalmente, llegaron a un apartado sitio de la villa entre matorrales y árboles, los ruidos de la jungla eran ahora diferentes a los del día, pero la vida era evidente. Una tenue luz brillaba dentro de la casa de Kifri, tres niños de entre seis a ocho años se acercaron corriendo.

"¡Papá!" gritaron los tres a unísono.

Kifri sonrió, mientras a la puerta, una bella joven de grandes ojos y piel bronceada abría la puerta también con una sonrisa, la sonrisa de la ansiedad de ver a quien se ama. Pero la mujer y los niños, no pudieron evitar de preguntarse quien era ese alto hombre que acompañaba al jefe de familia.

"Ya estoy aquí, Mahu." Dijo con entusiasmo Kifri. "Pero traje a alguien conmigo... jaja, por favor, abre bien la puerta y acerca una silla."

Mahu, evidentemente la joven, obedeció diligente a su marido, mientras que Kifri ayudaba a Mú a sentarse en la silla. Mú se sentía aún un poco mareado, pero dentro de su mente ya estaba trabajando para levantar defensas más resistentes que lo drenaran tanto.

"Te agradezco desde el fondo de mi alma, Kifri." Dijo Mú al estar sentado. "Eres en verdad un hombre muy amable."

Los niños abrazaron las piernas de su papá mientras le daban la bienvenida. Un niño, el mediano le preguntó con grandes ojos al hombre.

"¿Luchaste con un tigre, papá?" dijo expectante.

"No." Respondió Kifri a su hijo. "Hoy he luchado con... ¡un gorila! Y le he quitado estas frutas para ustedes." De su propio morral, Kifri sacó un racimo de bananas que les entregó mientras los niños festejaban.

"¿Era muy grande papá?" preguntó el mayor.

"¡Huy!" exclamó Kifri. "¡Tan grande como esta casa!"

"¿Y le has matado?" preguntó el mediano una vez más. "¿Te lastimó?"

"No." respondió Kifri con paz. "La lucha no fué a muerte, el Gorila respetó mi fuerza y me dejó ir, diciendo: 'Dile a tus críos que deben obedecerte siempre, pués has sido tan fuerte como para vencerme a mí, Hanuman, rey de los monos.'"

Los niños asintieron con la cabeza. Mahu se acercó y les dijo.

"Bien niños... vayan a comer sus frutas y regresen después para dormir."

"Si, mamá." respondieron los tres mientras obedecían.

Mú logró terminar de erigir sus defensas mentales justo en ese momento, por lo que pudo prestar atención a lo que ocurría a su alrededor.

"¿Se siente mejor, señor?" preguntó Kifri de manera respetuosa.

"Dime Mú, por favor." Pidió el Lemuriano. "Y si, me siento mucho mejor, gracias."

"Mahu..." dijo Kifri a su mujer. "Sírvenos un plato de arroz y vegetales."

Mahu asintió y presta sirvió un plato de arroz cocido con verduras de varios colores.

El aspecto era francamente delicioso, y Mú no pudo por menos evitar sentir el calambre en el estómago del hambre.

"¡Muchas gracias!" dijo Mú con una sonrisa.

"Por nada." Kifri y luego Mahu comenzaron a comer.

Mú comió con hambre y encontró que esta comida cuando más honestamente ofrecida, cuanto más deliciosa. Al terminar de comer, Kifri dijo:

"¿Quieres más, Mú?" preguntó atentamente.

"No quisiera..."

"No es ninguna molestia." Dijo Kifri. "Eso te lo puedo asegurar."

Mahu sirvió otro plato, tan generosamente servido, y con una apariencia justo tan atractiva.

Al terminar de comer, Mahu recogió los platos y los llevó afuera. Mú se levantó e hizo una reverencia.

"Es mi corazón el que te agradece, Kifri, por toda su amabilidad. De verdad, que los dioses les colmen de los favores que ustedes merecen."

"Pués no podemos quejarnos." Respondió Kifri. "Tus buenos deseos se agradecen, Mú, en verdad no vivimos en la abundancia pero no podemos quejarnos, los dioses no nos olvidan nunca."

Mú sonrió.

"Incluso he ido ya a pagarles tributo a la Villa de la Luna Roja, donde un hijo de los dioses ha descendido entre nosotros para bendecirnos."

La mente de Mú se puso alerta.

"¿A la Villa de la... Luna Roja?" preguntó el Carnero Dorado asombrado.

"Si" respondió Kifri extrañado. "¿No has escuchado de ese sitio? ¡Qué extraño!"

"¿Porqué?" preguntó Mú ante esa declaración.

"Porque toda esta región está llena de gente que ha sido bendecida allí, la mujer que vimos mientras veníamos para acá ¿la recuerdas?"

Mú asintió recordando a la amable mujer.

"Ella estaba dejando de ver, visitó la Villa de la Luna Roja en los días del culto y recuperó su visión tras adorar al Niño Dios." Relató Kifri. "Desde entonces, ella ayuda a todo aquel a quien puede... todos nosotros intentamos hacerlo tan seguido como podemos."

"¿Tú has visto al Niño Dios?" preguntó Mú con curiosidad a Kifri.

"Pués... no, no al Niño en carne y hueso, sólo su estatua." Respondió Kifri con tranquilidad. "El Niño no es posible ser visto, sólo durante ciertos días."

"¿Qué días?" preguntó Mú con curiosidad apenas contenida.

"Pués generalmente los primeros días de Luna Llena." Respondió Kifri. "No tarda mucho en volver a aparecer, de hecho, en estos días."

"Me gustaría ir allá..." y poniéndose de pie, Mú dijo. "¡No tengo tiempo que perder!"

Kifri vió a Mú con sorpresa.

"¿Viajarás hoy en la noche?" preguntó asombrado. "¡Es muy peligroso! No puedo permitir que te vayas... te podría ocurrir una desgracia."

Mú se tranquilizó y sonriendo dijo.

"Pués creo que tienes razón... me quedaré esta noche contigo, pero me iré temprano. ¿Está muy lejos de aquí la villa?"

Kifri pensó unos minutos y dijo.

"No, no está lejos, aproximadamente a unos diez días de aquí, llegarás justamente para los días del rito."

Mú supo que entonces estaría allá en menos de cinco días, ya que viajaba al doble de velocidad que un hombre normal.

Ya Mahu y los niños se habían acostado desde hacía un buen rato y ahora Kifri parecía que se retiraría.

"Pués bien, mi amigo Mú, me retiro, espero que puedas dormir confortablemente en nuestra hamaca."

Haciendo una reverencia, Kifri se retiró. Mú correspondió con otra.

Sonriendo, se recostó, Kifri tenía una hermosa familia. Se recostó en la hamaca y cerró los ojos.

"¿Quién puede ser este Niño Dios?" se preguntó dudando Mú. "¿Quién puede haber venido a ayudar a todo mundo? ¿Será posible que esta fuera la señal de que un aliado a la causa del bien había llegado? ¿Acaso sus sospechas y sus miedos eran infundados?"

"¡NO QUIERO!" la voz y la presencia fueron esta vez más grande, Mú casi cae de la hamaca.

"Su poder..." dijo Mú sudando. "Su poder es grande, por lo menos, es uno que puede traspasar mis defensas."

En su mente agradeció el haber construido defensas mentales más fuertes.

"Es evidente que estoy cerca de lo que me hace sentir así." Pensó Mú. "Es la última vez que me tomará por sorpresa, de eso puedo estar seguro."

Mú intentó dormir con tranquilidad, pero en sus sueños, la voz volvió a invadir su espíritu. Ese grito de ayuda desesperado, esa imploración que tanto inquietara a su cosmo y lo llevara a emprender ese viaje. Un grito proveniente de las profundidades de la selva.

"Si hay alguien... alguien que me escuche ¡qué me ayude! ¡por favor!"

Continúa...

#17 Thong_Hu

Thong_Hu

    Titan Dorado

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Publicado 01 marzo 2004 - 14:08

Mue buena la historia!!!

Espero que pronto puedas publica un nuevo episodio!!!

Ezo

Ki ki : Vas a usar la armadura de libra seiya?
Seiya: No lo hare, solo hay una persona en este mundo que merece llevar la armadura de libra, el es el principal personaje de los 88 caballeros y esa persona es el maestro, esa armadura puede dividirse en 6 diferentes pares de armas, 12 armas en total. Atena nunca ha aprobado que usemos armas desde la mitologia, pero hay una excepción, que es cuando el caballero libra, el maestro, piensa que es necesario, entonces si nos permite usar armas, solo por la justicia!!!

#18 Guest_Pollux_Dioscuros_*

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Publicado 02 marzo 2004 - 13:44

Me alegra que te vaya gustando la narración, amigo... el siguiente episodio estará online en próximo lunes.

¡Gracias!

#19 Guest_Pollux_Dioscuros_*

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Publicado 08 marzo 2004 - 18:22

CAPÍTULO IV

LA VILLA DE LA LUNA ROJA


El cansancio fué un nuevo elemento que dificultó la llegada de Mú a la Villa de la Luna Roja, ya que, a pesar de erigir tantas defensas en su mente, lo cierto es que entre más se aproximaba a ella, mucho más dificil era mantenerse tranquilo.

Y no era nada más que los sueños se estuvieran repitiendo con más frecuencia, sino también la cantidad de gente que viajaba en caravanas hacia el mismo lugar a donde el se dirigía. Gente de todas las clases y distinciones sociales, aunque la mayoría de ellas con un elemento en común: la desesperación.

Todos viajaban a la Villa de la Luna Roja para pedir un favor al prodigioso Niño Dios que había llegado a ayudar a los humanos que se acercaran a él.

El corazón de Mú se conmovió en varias ocasiones ante peticiones para la solución de problemas que parecían en realidad imposibles de sortear, gente paralítica o ciega que quería la bendición del supuesto dios para poder superar esta condición, hasta los más vanos que iban a pedir riquezas para recuperar su status perdido, por supuesto, con el pago a cambio de que, una vez obtenidas las riquezas, erigir templos carísimos, erigir estatuas o incluso llevar al Niño Dios a vivir entre aquellos que beneficiara.

"Todos tienen un motivo, todos somos más que mendigos ante los dioses."

Meditó Mú con enojo ante aquellos que buscaban al Niño por motivos que no consideraba justos.

"¿Y usted? ¿Qué busca?" le preguntó una vez una anciana que iba a pedir que su único hijo apareciera, ya que sin el, no podía vivir bien pués era el que la procuraba, sus últimos ahorros se los había gastado en esa caravana que provenía desde una aldea cercana al Ganges.

Mú meditó un momento antes de responder. ¿Eran sus motivos los justos para buscar a este niño?

"Yo, yo sólo quiero ver el milagro." respondió Mú tras mucho meditarlo. "Quiero ver qué tan cierto es esto."

"Entonces ¿usted no creé que sea verdad?" preguntó la anciana con angustia.

Mú no pudo menos de dejar de pensar en la angustia que los pequeños niños sintieran días atrás, cuando otro niño dijera que la magia no era posible.

La mujer se estremeció y unas lágrimas rodaron por su cara.

"Es mi última esperanza... si mi hijo no aparece, estoy condenada."

Mú le respondió amablemente.

"Señora, soy un fiel creyente de que cosas aparentemente imposibles pueden ocurrir en este mundo... por eso, es que me dirijo a la Villa, porque quiero presenciarlo con mis propios ojos."

La anciana sonrió hacia Mú y con un poco de su fé recuperada dijo.

"Pués sea lo que sea que busques, espero que te sea concedido."

"Lo mismo le deseo, señora." Respondió el Carnero Dorado.

Finalmente, tras cinco días de camino desde que saliera de la casa de Kifri, Mú llegó a las puertas de la Villa de la Luna Roja. De arquitectura notablemente vieja, esta ciudadela perdida en medio de una de las abundantes selvas de la India. Con grandes bardas para protegerla de las bestias y posibles ataques humanos, la entrada presentaba dos fuegos alimentados para ser vistos como faros en medio de una tormenta.

Y allí, revisando la entrada de cada peregrino, se encontraban dos imponentes guardias que se encontraban de brazos cruzados. Mú les observó. Y su Cosmos se asombró.

"Esos hombres..." dijo Mú usando toda su percepción extrasensorial. "Emanan fuerza y poder... ¡tienen unos cosmos muy poderosos" Queriendo evitar llamar la atención, Mú introdujo sus manos en sus mangas tras cubrirse un poco más el rostro con su sombrero chino.

Pero los guardianes no eran fáciles de engañar, en efecto, estaban entrenados en el Cosmos, y les llamó la atención el leer los movimientos de aquel hombre para pasar desapercibido, lo que le hizo sospechoso desde un comienzo. Mirándose uno al otro, asintieron. Cuando Mú pasaba junto a ellos, le detuvo el más cercano.

"¡Tú!"

Mú se detuvo en seco. Era evidente que no había logrado su propósito, lo mejor era seguir la farsa. Retirando un poco el sombrero de su rostro, con gesto amable respondió al imponente hombre.

"¿Si señor?" dijo con una sonrisa. "¿Qué desea?"

El hombre, sin sonreir le miró durante unos segundos antes de responder.

Mú observó más de cerca al hombre alto, muy alto. Fácilmente sobrepasaba los dos metros, quizá alrededor de los dos metros con diez centímetros, de grandes orejas y ojos pequeños pero inquisidores. Su piel morena, curtida por el sol, y en el brazo izquierdo, desnudo, llevaba el tatuaje de una formación de estrellas que Mú no podía reconocer.

"¿A qué has venido hasta acá?"

"¿Yo señor?" preguntó Mú. "Pués he venido a agradecer los favores otorgados por el Niño Dios a mi familia."

Con suspicacia, el hombre le observó. Mú sonreía, aparentemente ignorante ante esto. El otro hombre se unió al dúo.

"¿Qué pasa, Kantar?"

El otro hombre era aún más moreno que el primero, y más bajo, aunque aún así, sobrepasaba la altura de Mú con tranquilidad, alrededor del metro con noventa y siete centímetros, este hombre también mostraba en uno de sus hombros varias estrellas en conjunción, diferentes a las de Kantar, pero con todo, irreconocibles para Mú.

"¿Necesitas ayuda?" preguntó una vez más.

Observándolo con atención, Kantar miró una vez más a Mú queriendo desvelar sus intenciones, pero Mú solamente se dedicaba a sonreir de manera amable.

"No, no, Prabtú." Dijo finalmente Kantar. "Solo una curiosidad."

"¿Puedo seguir con mi camino?" preguntó Mú. "Mucha gente sigue entrando y quisiera asegurarme un buen lugar para dormir."

Kantar hizo la seña de que prosiguiera.

"Muchas gracias, Señor, que los dioses lo colmen de bendiciones." Así Mú entró a la Villa de la Luna Roja.

Sin embargo, Kantar no podía dejar de mirar a aquel hombre que se internaba a la Villa con un dejo de desconfianza.

"¿Qué pasa, Kantar?" preguntó una vez más Prabtú.

"No lo sé..." dijo el cuestionado con voz pausada. "Ese hombre tiene algo que no logro detectar, pero es diferente al resto."

"Será mejor avisar a Makutí... el sabrá que hacer." dijo Prabtú.

"Si, tienes razón. Iré a decirle."

"Muy bien." Respondió Prabtú, mientras Kantar se alejaba. La procesión de personas seguía adelante sin ninguna otra novedad.

Las afueras de la Villa eran un campamento en el que era dificil distinguir un espacio vacío. Casas de campaña para los más preparados, algunos cobertores para otros, y de plano, el cobijo de un árbol para aquellos que llegaban con más necesidad.

Llanto de niños hambrientos, y el murmullo que acompaña a las concentraciones de gente, donde cada conversación tenía un sentido, pero que en conjunto lo perdían. Y entre ellos, Mú, que aunque cansado se veía, completo y fuerte. Comprendió que había sido precisamente su lenguaje corporal el que lo había delatado. Toda esta gente tenía motivos poderosos para venir, para pedir algo. Siguiendo su camino llegó hasta un edificio de piedra que tenía un aspecto antiguo, con grandes portones cerrados.

Mú lo analizó. Sin lugar a dudas era este un templo, y mucha gente se había apilado a sus alrededores, pero dejaba sin tocar los escalones, quizá alguna regla... o la reverencia propia de sus ideas. Observando los grandes y gruesos muros, y las pesadas puertas, Mú se dispone a usar su cosmos para traspasar el sitio cuando de pronto, es interrumpido por la voz amable de un hombre de edad madura, un poco jorobado que camina con un bastón.

"¡Te saludo en paz, viajero! Bienvenido seas a nuestra Villa."

Mú sorprendido por la súbita aparición de ese hombre voltea asombrado para verle.

Con sonrisa franca, un hombre de alrededor cincuenta años y piel morena le sonríe. Su arrugado rostro y su encorvado cuerpo no le dicen mucho a Mú, sino que sea un amable habitante de la Villa, sin embargo, algo en su voz denota su don de mando, la cualidad de un lider.

"¿Qué?" preguntó Mú sobresaltado.

"Ya veo que lo asusté, disculpe usted." Agregó el hombre que caminó al encuentro de Mú. Llegando hasta el, le ofreció una referencia. "Mi nombre es Makutí, y soy el sacerdote de esta aldea, y claro está, de este templo."

Mú más recuperado de la sorpresa correspondió al saludo del misterioso Makutí de manera respetuosa y sincera.

"El mío es Mú."

"Mucho gusto, Mú..." y llevándose una mano al mentón, Makutí agregó. "Tu nombre es poderoso, lleva entrañado el misterio de miles de almas."

El jóven abrió los ojos asombrado. Era evidente que este hombre era más allá de lo que aparentaba, no solo logró acercarse sin que él se diera cuenta, sino que en apariencia, parecía conocer datos que muy pocos hombres debían saber.

"Y dime, Mú..." continuó el hombre. "¿A qué has venido hasta estas tierras, si es posible conocer los motivos?"

Mú respondió de manera rápida a esa pregunta.

"He venido a ver al Niño Dios, ése que se rumora está aquí realizando tantos prodigios."

"¿Vienes buscando auxilio?" preguntó una vez más Makutí.

"Si, puede ser... vengo buscando respuestas."

Makutí le miraba con una sonrisa, pero sus ojos observaban cada gesto y cada movimiento del cuerpo de Mú.

"Respuestas... sí, todos las buscamos de una forma u otra ¿no es verdad? La búsqueda de respuestas es lo que me llevó a mí a seguir el sacerdocio." Volviéndose hacia la puerta del templo, Makutí sacó lo que parecía ser una llave. "En verdad veo que eres diferente al resto de la gente que ha llegado hoy, como estos últimos meses, a nuestra aldea, por principio, te acercaste al templo, cuando la mayoría no lo hace."

Mú se sonrió para sus adentros. Era evidente que no podía dejar de hacerse notar aunque quisiera lo contrario.

"Si, joven Mú, como te decía, la búsqueda de respuestas es la que me llevó a ser Sacerdote. La búsqueda de respuestas respecto a la justicia y la verdad detrás de los dioses y su relación con los hombres."

"¿Y ha encontrado las respuestas?" preguntó Mú interesado.

El hombre reflexionó unos instantes y finalmente agregó.

"Creo que apenas las he ido comenzando a encontrar..."

A Mú le hubiera gustado escuchar una respuesta más concisa, pero era evidente que Makutí no quería hablar más por el momento.

"En fin, joven Mú, espero que las respuestas que tú buscas las encuentres más rápido de lo que me ha tomado a mí."

"Quizá usted me podría ayudar a que así sea..." dijo Mú arriesgadamente.

Makutí lo miró perplejo y le preguntó.

"¿De qué forma?"

Mú aclaró su garganta y se acercó al hombre.

"¿Sería posible que viera al Niño Dios ésta misma noche?"

Makutí se sonrió y dijo.

"Creo que finalmente no eres tan diferente al resto de la gente que viene aquí, mi estimado muchacho." Viendo de frente una vez más a Mú, Makutí explicó. "Es imposible que lo veas antes de las fechas previstas. El Niño Dios está al alcance de la gente sólo los primeros tres días de la Luna Llena, es decir, dentro de cinco días."

Mú no pudo disimular un poco la contradicción que esta respuesta le causaba, pero si había esperado ya casi un mes, cinco días no sería nada.

"Comprendo." Dijo sin más. "Esperaré como el resto de la gente lo hace."

"Sin embargo..." agregó el hombre. "Lo que puedo hacer es permitir que entres mañana al templo, creo que te agradará estar allí, ya que tan ansioso te encuentras, quizá parte de tus respuestas las encuentres allá adentro."

"Será un honor, muchas gracias." Mú hizo una reverencia de respeto al Sacerdote que comenzó a alejarse.

"Sin embargo, debes tener claras algunas cosas..." dijo Makutí sin amenazar. "Para poder obtener respuestas, debemos estar seguros de aquello que queremos preguntar." Respondiendo a la reverencia, Makutí le dijo. "Te veré el día de mañana, Mú."

A paso lento, Makutí se alejó hasta perderse entre las sombras. Mú volvió su rostro hacia el Templo y se preguntó si las respuestas que buscaba estarían adentro de ese templo.

Alejándose del lugar, se acercó hasta el campamento improvisado de tanto peregrino.

La gente ya se comenzaba a acurrucar, aunque la mayoría de la gente que le rodeaba tenía por lo menos veinte días allí en espera del nuevo milagro. El olor y la concentración de tanta gente era algo apenas soportable... ¿cómo es que el hombre arriesgara tanto por su bien? ¿su tranquilidad, su reposo?

Esa noche pudo ver a una mujer que lloraba ante su hija que presentaba una pierna totalmente gangrenada... ¡era un verdadero milagro que la gangrena no hubiera acabado con la niña!

La pequeña ni siquiera podía llorar más, el dolor y el cansancio hacían que el llanto de la niña fuera sólo un leve quejido, más parecido al estertor de un animalito muriendo, que nada más. El llanto de ambas, seco. Mú se dió media vuelta para no pensar más en ello y poder dormir, pero justo enfrente de él veía como un niño de vientre voluminoso mamaba el seco pecho de su madre, las moscas hacían un banquete del niño que parecía más un cadáver que un ser vivo. La madre mostraba los signos de inanición también, con piel frágil y casi pegada a los huesos... los débiles son las primeras víctimas de la pobreza.

Un estremecimiento recorrió a Mú, cerrando los ojos. Todas estas personas venían buscando un bien, y mucha otra gente había sido bendecida por estos milagros... ¿porqué esta inquietud?

Sin darse cuenta, Mú logró conciliar finalmente su sueño.

Y una vez más, sin invitación, estos fueron invadidos por esa presencia fuerte. Sin embargo, Mú ahora estaba preparado.

"Si hay alguien... ¡qué me ayude!"

Repitió su súplica eterna aquella voz.

"Yo, yo quiero ayudarte." dijo Mú a aquella misteriosa voz que le visitaba cada vez más frecuentemente.

"¿Qué?" preguntó sorprendida la voz del sueño. "¿Quién es?"

"Mi nombre es Mú y quiero ayudarte... he escuchado tú súplica estos últimos meses y estoy buscándote, pero necesito saber ¿quién eres? ¿porqué necesitas ayuda?"

No hubo respuesta. La voz de su sueño enmudeció misteriosamente.

"¿Sigues allí? ¿No puedes responderme? ¡Dame una señal!"

Pero Mú no escuchó ninguna respuesta. Y por vez primera desde que estuviera acercándose a la Villa, Mú logró dormir sin ninguna pesadilla.

Y así, el amanecer sorprendió a Mú, en vez de que este lo estuviera esperando.

Unas cuantas horas después, Mú recibió un plato de parte de una de las personas que estaban a su lado de hojuelas de trigo y un poco de miel.

"Darle esto no me hará más pobre." Dijo la mujer que le diera el plato con una sonrisa.

Tras terminar el plato de desayuno, Mú se dirigió hacia un río donde encontró a mucha gente lavándose las cabezas y lo más que pudieran del cuerpo. Mú lavó su cuerpo y se daba cuenta de que, en medio de sus problemas y desesperación, la cercanía de la aparición del Niño Dios hacía que la gente se sintiera más aliviada y amable.

Hacia media mañana, Mú se encaminó al templo donde la noche anterior se encontrara con Makutí. Al llegar se dió cuenta de que el sacerdote no le esperaba allí.

Mú se sentó en uno de los escalones a esperar la aparición del sacerdote. Observó con curiosidad, en un momento, el paso del hombre que le detuviera en la entrada de la Villa, el hombre llamado Kantar, el cuál iba acompañado por Prabtú. El primero vió a Mú sentado en los escalones y se saludaron ambos con una inclinación de cabeza.

"No confía en mí." Pensó Mú.

"No hay que perderle de vista." Dijo Kantar a Prabtú.

Ambos hombres se alejaron, Mú vió a sus espaldas y se encontró con el sacerdote parado detrás de él. El Carnero Dorado se puso de pie rápidamente ante esto.

"Buenos días, amigo mío. Veo que eres puntual." dijo el sacerdote.

Inclinándose, Mú respondió.

"Estoy aquí por su recomendación, Makutí."

Asintiendo Makutí agregó.

"Confío en que hayas podido descansar bien y que la gente a tu alrededor haya podido dejarte dormir."

"Al principio fué dificil, debo admitir, pero finalmente logré hacerlo."

"Si, cerrar los ojos a veces no resulta tan difícil." Respondió Makutí.

"¿Fué un reproche?" se preguntó en su mente Mú. "¿Qué quizo decir?"

"Pero en fin..." dijo Makutí volviéndose hacia la puerta del templo extrayendo una llave para abrir las pesadas puertas. "A lo que has venido."

Introduciendo la llave a la puerta, con aire pesado y con un crujido las puertas del templo se abrieron. El olor a incienso invadió el olfato de Mú, y sin necesidad de mucha luz, pués sus ojos eran poderosos, pudo distinguir el fulgor de tributos que había dentro.

¡Miles! ¡Miles de ofrendas dedicadas al templo y su patrón!

"Adelante, pasa..." invitó Makutí. "Ven."

Con movimientos pesados, Makutí se arrastró hacia dentro del templo con Mú siguiéndole a una distancia cautelosa.

Velas, ofrendas de incienso y algunas en metal, flores de todos los colores, prendas de vestir, todas y cada una eran incontables en sí, asombrosamente, todas significaban algo.

"Es la manera de nosotros de agradecer los favores de un dios." Dijo Makutí. "Siempre puede parecer algo absurdo ofrecer un regalo a alguien que lo tiene todo, tanto como para incluso, darnos ¿no es verdad?"

Mú estaba asombrado, acomodado todo en un órden cuidadoso, las ofrendas y agradecimientos formaban una columna que casi cubrían por completo ambas paredes del templo casi hasta el techo. Makutí se adelantó mientras Mú se arrodillaba a observar el detalle de ofrendas, tan variada como una flor violeta marchita hasta encontrar monedas y collares que parecían tener un cierto valor.

"La gente es generosa cuando los dioses cumplen su propósito."

Mú dejó una flor en su sitio, mientras veía hacia Makutí que seguía su camino hacia el fondo del templo.

"¿Su 'propósito'?" preguntó Mú sin comprender. "¿Cuál es el propósito que los dioses tienen?"

Makutí caminó hasta llegar al fondo del templo.

"Pués creo que lo has visto desde que venías en camino, ¿no es así?" preguntó el sacerdote. "Y en cierta forma, ante todas estas muestras de agradecimiento, pués es más aparente."

Mú se puso de pie mientras caminaba lentamente observando ambos lados del templo tan lleno de ofrendas.

"Los dioses están para confortar al humano, para darle aquello que solo por su gracia podemos obtener." Dijo Makutí con solemnidad. "En verdad no veo ninguna necesidad de dioses si no fuera así."

Mú se volvió hacia Makutí, el cual ahora encendía algunas velas en el altar y se arrodillaba con las manos juntas mientras tocaba una campana dorada. En silencio, Makutí se puso a orar, mientras Mú se acercó hasta el lentamente.

Allí, en el altar principal se encontraba una estatua. Pero era la estatua de una divinidad que no conocía.

Evidentemente representando a un infante, tenía características diferentes a lo que había visto... en deidades. Ojos rasgados, brazos fuertes y piernas pequeñas. La nariz del ídolo recordaba a la suya propia. Los ojos, rasgados como los suyos. Cabello pequeño y vuelto hacia arriba. El corazón de Mú comenzó a palpitar al notar el detalle en la frente del ídolo... entre ceja y ceja, separadas por un breve espacio ¡dos lunares lemurianos adornaban la frente del ídolo!

"¡No... no puede ser!" pensó para sus adentros Mú con sorpresa. "¿Qué es esto?"

Mientras que Makutí, en su oración frunció el ceño. Los signos no habían mentido, el extraño había venido a impedir la labor del Niño Dios... ¡tendría que ser detenido!

Continúa...

#20 Thong_Hu

Thong_Hu

    Titan Dorado

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Publicado 09 marzo 2004 - 08:54

Excelente relato y como los capítulos anteriores me encanto!!!

Que sorpresa, el niño es un Lemuriano!, eso explica como pudo penetrar las defensas de Mu!!!

Espero que muy pronto publiques un nuevo capítulo!!!

Ezo




Ki ki : Vas a usar la armadura de libra seiya?
Seiya: No lo hare, solo hay una persona en este mundo que merece llevar la armadura de libra, el es el principal personaje de los 88 caballeros y esa persona es el maestro, esa armadura puede dividirse en 6 diferentes pares de armas, 12 armas en total. Atena nunca ha aprobado que usemos armas desde la mitologia, pero hay una excepción, que es cuando el caballero libra, el maestro, piensa que es necesario, entonces si nos permite usar armas, solo por la justicia!!!




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