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Desde el primer Atari (1974), hasta los juegos del nuevo milenio, un repaso por los clásicos que convirtieron los joysticks en volantes y divirtieron a más de una generación.
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La historia de los videojuegos de carreras de autos se divide en dos grandes etapas: antes y después del 3D. En total, alrededor del mundo, se lanzaron 2400 durante estos cuarenta años. La cantidad de opciones en materia de contenidos fue y es amplia. Las competencias pueden desarrollarse en circuitos de pista, en terrenos off-road, en sitios urbanos y hasta en superficies imaginarias.
Para muchos, el joystick fue su primer volante y el comando a través del cual conocieron la adrenalina de accionar un turbo o de alcanzar 250 km/h de velocidad y rebajar repentinamente la marcha para girar en una curva.
Esa diversión de conducir súper deportivos se la debemos a la industria japonesa. No precisamente por los Honda NSX, Nissan Skyline GT-R, Mitsubishi Lancer Evolution o Subaru Impreza WRX STI que fabricaron, sino porque fueron los creadores del primer videojuego de carreras en el mundo: el Gran Trak 10. Hecho por Atari en 1974, consistía en correr contra el reloj y acumular puntos alrededor de un circuito único formado por puntos blancos con un fondo negro.
Sin tiempo que perder, apenas unos meses más tarde, Taito lanzó el Speed Race. Fue el primer videojuego japonés en llegar a los Estados Unidos. Claro que no fue casualidad: hasta el momento, era el único que incluía volante, acelerador, comando de transmisión y tacómetro. En 1974 resultaba lo más parecido a estar arriba de un auto… ¡Y a toda velocidad!
Apenas comenzada la década del ´80, Namco tomó ideas del Head On (1979) de Sega y desarrolló el Rally-X. Era muy similar al famoso Pac Man, pero con autos. Los vehículos, de estética similar a los Fórmula 1, corrían entre los laberintos que cada pantalla le planteaba y podían ser orientados hacia cualquier dirección.
Un año más tarde, Sega sorprendió con el Turbo, el juego que recreaba, casi con exactitud, la cabina de un auto. Agregaba controles complementarios a los ya convencionales y se desarrollaba en una pantalla full color de 20 pulgadas. Era el primero, asimismo, que ofrecía una perspectiva de la carrera en tercera persona. Fue un éxito, pero su creador lo pagó caro: finalizó el proyecto internado por un colapso pulmonar y un alto grado de estrés.
Sin embargo, el juego que marcó esa época fue el Pole Position (1982). Para ese año, contaba con gráficos impactantes. Recreaba una velocidad muy rápida. Por eso se convirtió en el más popular de todos, a tal punto que en Norteamérica se vendieron miles de CD´s con la música que se reproducía durante el transcurso de las carreras. Luego mejoró sus gráficos, incorporó más circuitos y terminó convirtiéndose en un clásico.
Llegamos a 1986 y aquí se detiene la historia. No vamos a hablar del gol de Maradona a los ingleses, de la corrida de Burruchaga o de las locuras de Bilardo. Cualquiera que lo haya jugado, sabrá entender por qué, el Outrun que desarrolló Sega ese año es un verdadero referente en lo que a juegos de carrera respecta.
Estar en California y sentirse el conductor de una Ferrari que alcanza el triple de velocidad que el auto con el que salimos a pasear los domingos. Elegir el camino a tomar y la música de la radio. Observar gráficos con elementos que simulan una tercera dimensión. Ah, y viajar con una rubia sentada en el asiento del acompañante. Sobran motivos para volverse un fanático de este juego, ¿no?
Un año más tarde llegó el RoadBlasters, otro producto de Atari. Fue el primer videojuego con temáticas futuristas, en el que, desde el vehículo protagonista, podía disparársele a los adversarios y a las naves espaciales que descendían de la estratósfera. Una propuesta parecida a las anteriores en relación a los gráficos, pero novedosa y atractiva para los amantes de la ficción, por lo que se convirtió, también, en uno de los más populares y en el inventor de un estilo de juego que aún está vigente.
El Indianápolis 500 fue el último gran videojuego de los ochenta y el primero que contaba con una simulación completa de carrera en el circuito de aquella ciudad; es decir, desde la clasificación, hasta la entrega de premios. Además, entre otros detalles realistas inéditos, había posibilidades de tener un accidente o de quedarse sin combustible. A partir de aquí, pasar por boxes y frenar antes de cada curva se convirtió en una obligación.
Ya en 1992, apareció uno de los más divertidos: el Súper Mario Kart. Los personajes principales del videojuego aventurero Mario Bross se subieron a sus kartings y empezaron a rodar para el considerado mejor juego en la historia del Súper Nintendo 64. El debut no podría haber sido mejor: la primera generación obtuvo un millón de ventas alrededor del mundo.
Entrados en la era del 3D, estacionamos en 1993 para mencionar el videojuego de carreras con el más largo período de vida: el Daytona USA. ¿Alguno creyó que lo dejaríamos afuera? En nuestro país, la estrella de cada temporada de vacaciones y una cita obligada en toda visita a centros comerciales. Con los amigos, con la novia o la familia. No importa edad ni sexo, muchos menos la afinidad por el deporte motor. La adrenalina fue una clave de su atracción.
El motivo de su éxito no tiene una clara explicación. No es que se destaque por sus gráficos, ni por sus contenidos. Simplemente recrea una sensación de manejo que ni el más moderno de los videojuegos ha podido lograr. De hecho, íbamos a hablar de los que llegaron después y tuvieron mayor resonancia, como el Need For Speed (1994), el Gran Turismo (1999) o los espectaculares Fórmula 1 de la década del 2000. Pero a esos ya los conocen, así que dejamos de escribir acá y ya mismo nos ponemos a jugar al Daytona hasta que se nos acaben las fichas: “Gentlemen, start your engines”.
