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The Chronicles of Daphne:


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#1 Cástor_G

Cástor_G

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Publicado 16 abril 2009 - 23:57

QUOTE ( Cástor_G)
Bueno, éste Fic de historia autoconclusiva sobre el personaje de un usuario del **** llamado Daphne de Casiopea.
Si esta historia fuese una película, diría que no es una película muy comercial xD, más bien es algo personal... no estoy seguro de continuarla, o dejarla como que es hasta ahora, una historia autoconclusiva. creo que eso sólo depende del lector. :P

Ojalá les guste, es Saint Seiya visto desde un punto de vista diferente, con más magia y fantasía, pero respetando su esencia.



The Chronicles of Daphne:
La hermosa princesa Cirene



Magia… desde el principio de los tiempos, seres de naturaleza fantástica han permanecido silenciosos sobre la Tierra. Estos seres, invisibles ante el ojo humano la mayor parte del tiempo, tienen su origen millones de años antes de que el hombre caminara sobre el planeta. Hoy, escondidos en ríos y lagos, en bosques y montañas, en flores y arbustos, esperan con anhelo el día en que nuevamente puedan vivir en armonía, sin temor de perecer a manos de sus depredadores: el humano, y ellos mismos.


Apenas había concluido la súplica, cuando todos los miembros se le entorpecen: sus entrañas se cubren de una tierna corteza, los cabellos se convierten en hojas, los brazos en ramas, los pies, que eran antes tan ligeros, se transforman en retorcidas raíces, ocupa finalmente el rostro la altura y sólo queda en ella la belleza” —Ovidio.


Tesalia, Grecia.
En el lugar más recóndito de la región de Tesalia, en Grecia, yacen las ruinas de una antigua civilización. El polvo, las grietas en los muros, y los grandes y desgastados pilares sobre el suelo, dejaban ver que el lugar había quedado desierto desde hace varios cientos de años.
Al final de un largo, viejo y corroído camino, una rota figura femenina de mármol apunta hacia un misterioso árbol, que se encuentra justo en el centro de esta ciudad perdida.
El extraño árbol de laurel parece tener la forma de una mujer. Por pies, un retorcido grupo de raíces profundamente sumergidas en la tierra; en lugar de brazos, largas ramas cubiertas de verdes y brillantes hojas, adornadas con flores blancas; justo entre los brazos, el bello rostro de una mujer formado con la corteza del árbol, un rostro que de manera sutil, inspira paz y tranquilidad.

Bajo la sombra del laurel, reposaba un joven de blanca piel y larga cabellera verde, y con un gesto de serenidad en su rostro, suavemente acariciaba el fino y dorado pelaje de un gato, mientras que éste último producía un sutil ronquido mostrando así el agrado que sentía en ese momento.

—Tengo que partir, querida Artemisa. –dijo el joven peliverde, e inmediatamente el dorado felino saltó de sus manos, emitiendo un fuerte sonido con el cascabel que llevaba en el cuello.
— ¡No lo hagas, Daphne! –exclamó el gato, mientras giraba en el aire, sufriendo una metamorfosis. Temo por tu vida. -dijo al caer al suelo, ya con la forma de una joven y bella dama, de larga y rubia cabellera, y vestida de blanco, conservando solamente su larga cola, sus grandes y puntiagudas orejas como características felinas, así como el cascabel atado a un listón rosa sobre su cuello.
—Es necesario que lo haga, querida Artemisa. –dijo el joven peliverde y sonrió ligeramente. Como Caballero de Athena, debo cumplir con la misión que se me ha encomendado.
—¿Pero cuál ese esa misión tan importante que se te ha encomendado precisamente a ti, Daphne? Dime por favor…
—Se trata de la hermosa princesa Cirene.
—¿Princesa Cirene has dicho? ¿Quién es ella? –preguntó la joven felina con curiosidad.
—La hermosa princesa Cirene es un ente de la naturaleza, una ninfa quizá, que habita en los bosques de Noruega. –le respondió Daphne. Se supone, que ella es quien mantiene el equilibrio en la naturaleza que permite a seres fantásticos vivir en armonía en esa época, pues es un ser lleno de luz.
—¿Y qué fue lo que ocurrió con ella, Daphne? –preguntó la rubia muchacha.
—La princesa fue raptada por un grupo de trolls, siguiendo las órdenes de Asmund, el Rey Troll. –respondió Daphne. En el mensaje que he recibido del Santuario se me ha explicado todo, incluso la ubicación donde se encuentra el escondite de esas repugnantes criaturas.
—¡No vayas! –exclamó la joven felina, al momento que abrazó al joven peliverde. Los trolls son criaturas muy peligrosas, no quiero que pierdas la vida. –dijo y una lágrima rodó por su mejilla.
—Tranquila, querida Artemisa. –dijo el joven de blanca piel y cabello verde, al momento que colocó su diestra sobre la cabeza de la joven, acariciando su cabello. Esta no es solo una misión del Santuario que tenga que cumplir, es una misión muy importante para mí, es necesario que lo entiendas. –agregó. Necesito descubrir de dónde vengo, cuál es mi origen…
— ¿Tu origen dices? ¿Es por eso que jamás me has hablado sobre tu pasado, Daphne?
—Así es, mi querida Artemisa. –dijo el joven con seriedad. Hace algunos años, una pareja de artistas vidrieros de avanzada edad, viajaban cerca de esta civilización abandonada, buscando un pueblo en el cuál pudiesen vender figuras de cristal. Ellos se dedicaban al arte de trabajar el vidrio desde su juventud, pero el pueblo en el cuál habían permanecido casi toda su vida, sufrió una epidemia que mató la mayor parte de la población, por lo que tuvieron que viajar de pueblo en pueblo, buscando el lugar apropiado en el cual pudiesen establecer su negocio nuevamente. Como debes saber, el pueblo más cercano a éste lugar recóndito, es Erinias. Justo cuando esa pareja de ancianos se dirigían a Erinias, la mujer observó un resplandeciente brillo color púrpura que provenía de estas ruinas. Ellos creyeron que era un material con el cual podrían hacer fabulosas figuras de cristal, por lo que decidieron venir. Al llegar a éste sitio, no encontraron material alguno. Lo que encontraron, fue un bebé al pie de éste árbol de laurel, un bebé cuyo cuerpo emitía ese resplandeciente brillo púrpura. Ese bebé soy yo…
—Daphne… así que tú… -decía la joven con sorpresa.
—No sé como es que llegué a éste lugar.
—Daphne, ese brillo morado en tu cuerpo, ¿era el cosmo, verdad? –preguntó Artemisa.
—Así es, con el tiempo lo descubrí. Por eso decidí convertirme en Caballero de Athena, creí que así podría obtener una respuesta de por qué ese brillo estaba en mí aún siendo un bebé, pero no lo conseguí.
—¿Y qué pasó con esa pareja de ancianos, Daphne?
—Ellos jamás tuvieron hijos, por esa razón decidieron adoptarme. Viví con ellos por varios años, y me enseñaron el arte de trabajar el vidrio, cosa que me ayudó incluso en el desarrollo de mis técnicas como Caballero. Pero eran demasiado viejos, jamás pudieron verme convertido en Caballero de Athena, ellos murieron antes. –dijo el joven peliverde mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Lo siento mucho, Daphne. –dijo Artemisa, que en un gesto de ternura, limpió con su mano las lágrimas del joven. Pero aún no entiendo, ¿Por qué dices que esta misión es importante para descubrir tu origen?
—He visto a la hermosa princesa Cirene en el reflejo de mi espejo, incluso antes de se me encomendara esta misión. Es por ello que creo que es una premonición… algo que ayudará a entender cosas sobre mi pasado.
—Daphne… ahora entiendo, aún así, no sé si podré soportar la incertidumbre una vez que partas.
—Observa éste laurel, Artemisa. –dijo el joven peliverde señalando el arbol de figura femenina. Éste arbol fue testigo de mi nacimiento, por esa razón, mantenemos un vínculo especial.
— ¿Un vínculo especial? ¿A qué te refieres? –preguntó confundida la chica felina.
—Mientras éste arbol esté vivo, yo también lo estaré. A menos que cada hoja y cada flor de éste laurel se seque y caiga al suelo, yo me encontraré sano y salvo. ¿Entiendes mi querida, Artemisa?
—Si éste árbol se seca, ¿significa entonces que tú has muerto?
—Así es, pero te prometo que éste laurel permanecerá tan verde como hoy, por muchos años más, te lo prometo mi querida y fiel Artemisa.

Así entonces, el joven de blanca piel y cabello verde como las hojas de un roble en primavera, tomó una gran caja de bronce que colocó en su espalda, y salió de aquellas ruinas donde solo estaba su pasado, para cumplir con una importante misión, con la cuál esperaba entender el origen de su naturaleza.


Bosque de Hammerfest, Noruega.
Una vez que Daphne logró atravesar el denso bosque, se encontró con una vieja construcción de mármol. Era pequeña y de forma circular, con grabados indescifrables por todo el contorno. Más que un templo, parecía ser la entrada a un escondite bajo tierra. Fue entonces cuando Daphne recordó una interesante característica acerca de los Trolls, estas criaturas temen de la luz solar. Según se cuenta, estos despreciables seres tienen la piel tan sensible, que en caso de exponer su cuerpo a la luz, su cuerpo se quemaría hasta quedar solo en cenizas. Otros cuentan, que el Dios Apolo, harto de las fechorías de estos monstruos, les lanzó una terrible maldición, condenándolos a vivir en las tinieblas eternamente, pues en caso de ser tocados por la luz del astro rey, sus cuerpos quedarían convertidos en piedra.
Daphne estaba a punto de entrar en aquella pequeña construcción, pero justo antes de hacerlo, la aparición de una decena de horrendos seres que habían llegado se lo impidió. Estas criaturas que de pronto se presentaron, aprovecharon que los rayos del sol se habían ocultado tras una densa nube negra, que desafortunadamente había cubierto gran parte del cielo.
Una decena de Trolls habían llegado para impedir que el Caballero de Athena siguiese con su camino. Su aspecto era desagradable, medían cerca de un metro, su nariz era enorme y llena de barros, sus dientes eran amarillos y deformes, tenían pelo por todo el cuerpo y despedían un olor nauseabundo. Estaban vestidos con ropa vieja y sucia, y como protección, una vieja e igualmente sucia armadura de metal oscuro.
Apenas aparecieron, empezaron a babear y a balbucear palabras sin sentido. También emitían sonidos extraños, similares a los de un cerdo. Uno de ellos corrió hacia el joven peliverde, pero éste pudo evitarlo dando un salto hacia atrás, tomo la caja de bronce que llevaba en su espalda, la abrió, y el ese instante, un resplandeciente brillo púrpura salió de ella, y posteriormente, el brilló cubrió el cuerpo del joven.
Cuando el brillo se disipó, se pudo ver que una poderosa y brillante armadura de bronce había cubierto el cuerpo de Daphne.

—Soy Daphne de Casiopea, y he venido por la princesa Cirene. –dijo el joven de blanca piel y verde cabellera. Si se interponen en mi camino, tendré que matarlos.
—¡Mátenlo! –gritó uno de los engendros, demostrando que también podía hablar un lenguaje normal. ¡Maten al intruso! –gritó, y todos corrieron hacia Daphne, dispuestos a matarlo.
—Como quieran… -musitó Daphne, al momento que una gema color morado apareció en la palma de su mano derecha. ¡Crystal Bow!

La gema que Daphne tenía, inmediatamente se convirtió en un arco de cristal color morado. Entonces se preparó para atacar, con una gema de igual color en la mano izquierda, tomó el hilo que sujetaba ambos extremos del arco, y ésta se transformó en una flecha de vidrio, pero tan dura como un diamante. Fue entonces cuando disparo la primera y esta se incrustó justo en el pecho de un Troll. La repugnante criatura empezó a gemir de dolor, la sangre oscura que brotaba de cuerpo pronto empezó a cristalizarse, y siguió por todo su cuerpo, hasta que quedó completamente convertido en cristal para posteriormente estallar en millones de fragmentos.
Cada uno de los monstruos fue alcanzado por una flecha antes de que estos pudiesen hacer algo, Daphne simplemente superaba su velocidad. Todos quedaron cristalizados, explotaron en millones de fragmentos uno tras otro. Daphne camino hacia la vieja construcción entre una danza de brillantes cristales color púrpura.

—Así que esta es la entrada. –dijo Daphne al entrar a la construcción de mármol. Me temo que el camino será muy largo. –agregó, al momento que empezó a descender por una larga escalera en forma de espiral que conducía a las entrañas de la tierra.

Después de un largo camino, el joven peliverde llegó al final de la escalera, y pudo observar como una gran fortaleza se escondía bajo tierra. Era un lugar muy amplio, aunque descuidado, lleno de figuras de piedra y mármol de aspecto espantoso. El lugar olía terriblemente mal.

Daphne siguió su camino hasta que fue violentamente interceptado por un temblor, provocado por una criatura que de forma estrepitosa salió debajo del suelo, levantando rocas y una espesa cortina de polvo. Esta criatura, era un gigantesco gusano color marrón, medía cerca de 20 metros y era tan grueso como una ballena. De su hocico salían cinco hileras de afilados dientes en forma circular. Justo en la cabeza de esta abominación, un Troll tiraba de un par de extremidades que sobresalían del repugnante gusano.

¡Crystal Bow!


Daphne nuevamente utilizó el arco de cristal, pero esta vez no funcionó. Las flechas se rompieron apenas tocaron el cuerpo del gigantesco gusano, la piel de esta bestia incluso era más dura que un diamante.

—¡Cómetelo, Guhdir! –gritó el Troll, en inmediatamente el gusano se introdujo nuevamente bajo la tierra.
—¿Y ahora a dónde se fue? –preguntó Daphne con desconcierto.

El gusano se movió bajo el suelo, y salió justo en el lugar en que Daphne se encontraba, por lo que el joven peliverde fue devorado.

—Jajaja, bien hecho Guhdir, ¿Qué tal sabe? –decía el Troll con felicidad. ¿Eh? ¿Qué te pasa? ¿Por qué haces ese ruido Guhdir? –pregunta desconcertado el Troll.

Ante los ojos de su amo, el horrendo gusano comenzó a inflarse sin parar, hasta que pequeños orificios empezaron a aparecer a lo largo de su cuerpo, saliendo de estos una brillante luz color púrpura, y momentos después, el gusano explotó completamente, saliendo de éste una enorme lluvia de cristales.

—Si no podía ser destruido desde fuera, entonces era necesario destruirlo desde dentro. –dijo Daphne, que salió de entre los restos de la criatura.
—¡Desgraciado! –gritó el Troll. ¡Mataste a Guhdir!
—¡Crystal Rain!

Daphne levantó su mano derecha y un brillo púrpura cubrió su brazo. Pronto pequeños cristales empezaron a formarse y posteriormente fueron lanzados hacia el escandaloso Troll. Millones de filosos fragmentos de cristal se impactaron sobre su cuerpo, matándolo casi al instante.

Daphne siguió su camino y decenas de Trolls siguieron apareciendo, pero cada uno de ellos fue derrotado. Hasta que finalmente llegó ante Asmund, el Rey Troll. Ante la sorpresa de Daphne, el Rey Troll tenía una apariencia completamente humana, su rostro no era deforme como el de los Trolls que había visto a lo largo de su recorrido. Su vestimenta no estaba sucia, y su protección era una armadura de metal oscuro mucho más completa que la de los diminutos monstruos que hasta entonces habían aparecido.

—Rey Asmund. He venido por la princesa Cirene. –dijo el joven peliverde.
—Tu recorrido ha sido en vano joven atrevido, pues te aseguro que la princesa de aquí no saldrá. –con una sonrisa burlona dijo el rey.
—Entonces tendrás que atenerte a las consecuencias. ¡Crystal Bow!

Daphne nuevamente lazó una flecha de cristal, pero esta se detuvo ante la palma del Rey Troll, sin que éste se parase de su trono siquiera.

—Tonto hombre. ¿Con esto creíste ser capaz de derrotarme? –dijo al momento que tomó la flecha y la rompió en pedazos. El poder de la magia oscura está más allá de tus trucos inofensivos. Ahora mismo te lo mostraré.

Asmund abrió su boca y de esta comenzaron a salir raíces y ramas que rápidamente se dirigieron hacia Daphne, al cual envolvieron y trataban de triturar. La fuerza ejercida por estas raíces era tal que la armadura de Casiopea se agrietaba poco a poco. Uno de sus brazos había quedado libre, y aprovechó la oportunidad para atacar. Una gema color morado apareció en la palma de su mano, y posteriormente se transformó en una espada, con la cuál rápidamente se apresuró a cortar cada una de las raíces.
Daphne había quedado herido pero afortunadamente logró salir con vida del terrible ataque Troll. Asmund se levantó, y de entre sus ropas sacó un pequeño cofre.

—Si quieres llevarte a Cirene, tendrás que arrebatarme éste cofre. –dijo el Troll y rió sarcásticamente.
—Te prometo que eso haré. –le dijo el joven de cabello verde y le apuntó con su espada de cristal.
—Ahora mismo te mostraré la superioridad de mis habilidades. –dijo el Troll al levantar su mano, en la cual inmediatamente apareció una espada, negra como la noche. Aunque creo que éste cofre será un estorbo en nuestro enfrentamiento.


Asmund nuevamente abrió su boca, la cual se estiró repugnantemente de forma increíble, hasta que la abertura permitió al Troll tragar por completo el cofre.

—¿Pero qué ha hecho éste monstruo? –preguntó Daphne con un gesto de asco y desconcierto en su rostro.
—¿Qué esperas? ¡Ataca!

Daphne empuñó su espada y a gran velocidad corrió hacia Asmund, pero la velocidad del Troll era mayor, y con un solo movimiento de su oscura espada, el arma cristalina y púrpura de Daphne quedó hecha añicos. Daphne retrocedió rápidamente. Asmund tomó su espada y la hizo levitar en el aire, posteriormente, sin siquiera tocarla la lanzó en contra del joven peliverde, que astutamente sacó el Cetro de su armadura, colocándolo frente a él. La punta del cetro consiste de un espejo, el cuál emitió un brillo justo antes de que la espada impactara en el joven. Lo que éste brillo consiguió, fue reflejar el ataque que Asmund había arrojado, la oscura espada que el Troll lanzó en contra del joven de Casiopea se regresó contra él mismo golpeando su cabeza. El casco que llevaba puesto se partió en dos, dejando caer la oscura y larga cabellera negra del rey, así mismo una delgada línea de líquido rojo bajó por su frente.

—¡Desgraciado! –gritó el Troll. ¿Cómo es que has podido hacer esto?
—Voy a cumplir con la misión que se me ha encomendado… a toda costa. –dijo el joven con mirada retadora.
—Tu mirada… no es como la de cualquier humano… ¿eres como yo, no es así? –dijo el Troll al momento que con la mano limpió la sangre en su frente, para después lamerla.
—¿Qué es lo que dices?
—¿No te parece extraña mi apariencia? No soy como los otros Trolls, doy diferente. Soy el hijo de un Troll y un humano. Y sospecho que tu origen es similar al mío…
—Mi origen… en realidad eso es lo que estoy buscando. –dijo el joven peliverde y sonrió.
—Como sea… en realidad no importa, po que ahora mismo te voy a matar, seas humano o no. –dijo Asmund y tomó nuevamente su espada. ¡Muere de una vez! –gritó y corrió hacía Daphne.


Daphne intentó defenderse nuevamente con su cetro, pero de nada sirvió ya que Asmund logró partirlo en dos con se espada, la cual posteriormente hundió en el pecho del joven de verde cabellera, atravesando su corazón.
Asmund colocó su pie sobre el cuerpo de Daphne y bruscamente retiró la espada, provocando que el joven cayese al suelo, sin vida.


Lejos de ahí, en las ruinas de una antigua civilización, Artemisa, la joven felina de largo cabello rubio, lloraba desconsolada, pues el laurel de pronto había comenzado a secarse, y rápidamente cada hoja cayó al suelo, hasta quedar completamente seco.

—¡Daphne! ¡Me prometiste que esto no pasaría! –gritaba y lloraba, mientras hojas y flores secas volaban a su alrededor.

Daphne había muerto, pero de la herida en su cuerpo aún salía sangre a borbotones. Pronto un charco inmenso de líquido carmesí cubrió el suelo. Asmund se retorcía de placer, la felicidad que sentía por haber terminado con la vida de un Caballero de Athena, parecía no haberla tenido nunca, era como si hubiese obtenido el mejor trofeo de su vida. Pero realmente, la su felicidad duró poco.

Ante la atónita mirada del Troll, gran cantidad de plantas empezaron a emerger de la sangre que regada se encontraba por el piso, y de entre la hierba, cientos de capullos de amapola nacieron. Asmund no podía creer lo que estaba pasando ¿Qué de especial tenía la sangre del muchacho muerto como para que tal evento estuviese ocurriendo?
Su asombro aún no terminada, cuando cada uno de los capullos finalmente se abrió. El polen de cada flor salió disparado entre millones de puntos luminosos que rápidamente se esparcieron por todo el lugar, y de cada una de las flores de amapola nacida de la sangre del joven peliverde, una diminuta figura femenina y alada se liberó.

Las diminutas damas que nacieron de las flores, empezaron a danzar en círculos, y posteriormente volaron hacia arriba, rompiendo el techo de mármol y tierra que cubría la fortaleza subterránea de los Trolls, provocando que se abriera un enorme hueco, desde el fondo hasta la superficie. Los poderosos rayos del sol entraron a través del enorme hueco alcanzó completamente al Troll. Éste último quedó inmovilizado, y después de un instante de agonía, su cuerpo se secó, y letalmente cayó al suelo convertido el polvo.

De alguna forma, la sangre del joven Caballero de Casiopea tenía un vínculo con la naturaleza. La magia que habitaba su cuerpo se liberó, y fue eso lo que le devolvió la vida.
Aún incrédulo de lo que estaba ocurriendo, el joven peliverde se levantó, caminó y se arrodilló ante los restos del Rey Troll, buscó entre el polvo hasta el encontrar el cofre que Asmund había tragado. Lo abrió, y finalmente la hermosa princesa Cirene fue liberada.
—Joven guerrero, te agradezco infinitamente el haberme liberado. –dijo la hermosa mujer de profundos y oscuros ojos negros que salió del cofre, mientras su blanco cabello danzaba al compás del viento que entraba por el enorme agujero en el techo. Pide lo que quieras, que en honor a tu valor, te he de recompensar.
—Hermosa princesa Cirene. –dijo el joven de Casiopea al momento de inclinarse ante la dama. Necesito saber de dónde vengo… quién soy realmente… hermosa princesa Cirene, ¿Acaso usted me lo puede decir?

El laurel con forma de mujer nuevamente volvió a la vida, las verdes hojas y las blancas flores nuevamente lo cubrieron. Y a su alrededor, feliz danzaba una bella joven de cola, orejas puntiagudas y una larga y rubia cabellera, esperando el regreso de la persona a quien más estima, Daphne de Casiopea.



Magia… seres fantásticos conviven con el hombre desde el principio de los tiempos, en bosques, rios o praderas, aún están presentes. El poder de la magia no está en aquello que el ojo humano puede captar, sino aquello en lo que el humano es capaz de creer.




La magia es un puente que te permite ir del mundo visible hacia el invisible. Y aprender las lecciones de ambos mundos —Paulo Coelho.

Editado por Cástor_G, 16 abril 2009 - 23:59 .


Capítulo 15: La Flor Sangrienta
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Saint Seiya: COSMO WARS
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