Dedicada con todo respeto a mi amigo Dio.
Saint Seiya y los personajes utilizados en éste fanfiction, con excepción de aquellos que han sido creados expresamente para ésta historia por mí, son propiedad intelectual y comercial de Masami Kurumada y de Toei Animation.
Y no, no lucro con estos personajes al exhibir ésta historia hecha por puro fanático de ésta grandiosa serie.
Pollux Dioscuros
***
“Hace millones de años nuestro universo nació como resultado de una explosión portentosa de energía.” Dijo la voz que parecía existir únicamente y llenar el vacío de la tranquilidad que les rodeaba. “En aquel instante nuestro ser fue decidido predeterminadamente, y la materia de la que estamos formados, la misma materia que hoy nos mueve a través de esta dimensión, fue creada: tan grande es la maravilla del universo.”
Los estudiantes escucharon la voz de ése hombre que hablaba con resonancia mística, a aquellos jóvenes les parecía que era una voz parecida a un ser celestial, y era indudable que esa presencia semejaba el nacimiento de un cosmos y que de sus enseñanzas se generarían todas aquellas cosas por venir y que trascenderían a la vida de todos ellos y su permanencia en éste mundo.
“Por lo que pareciera un instante en la eternidad el universo siguió expandiéndose, incrementándose, enfriándose y creando lo que hoy llamamos: Cosmos.” Prosiguió la voz que parecía penetrar y resonar entre la naturaleza.
Semejante a un microcosmos el hombre brillaba en medio de lo que parecería ser un sistema, y todo en uno parecía ser parte perfecta de su entorno y a la vez elemento indistinto e indispensable para su continuación y preservación.
“Luego el calor dio paso al frío y el nacimiento de planetas y estrellas, cuerpos celestes que son testimonio claro del devenir de las eras y los tiempos. Todo esto, amigos míos, sin embargo sería un evento sin sentido, hermoso y majestuoso, sin lugar a dudas, pero vacío, banal y hueco de no haber sido por el hecho de que entonces, luego de un tiempo, se escuchó en todo el universo la primera palabra, el primer sonido.”
El hombre frunció su ceño al sentir que uno de sus estudiantes parecía dudar. Esa nota discordante que pareció romper con la sinfonía de la que él era director y principal voz cantante.
“¿Qué ocurre, Gurka?” preguntó de pronto interrumpiendo la lección. “¿Algo está interrumpiendo tu meditación y tu sintonía, ¿qué es?”
Todos sumidos en una profunda y disciplinada meditación tuvieron que contener sus deseos por abrir los ojos y observar a aquel que había dudado de las palabras de el Maestro.
“Hablad, sin ningún temor. Decidme qué duda se ha sembrado en tu corazón para que podamos ambos llegar a las respuestas que tu espíritu busca y desea.” Dijo con voz firme el hombre imponente que se encontraba sentado bajo un increíble árbol rodeado de una docena de estudiantes jóvenes.
Gurka, de piel ébano y cabellos obsidiana, manteniendo los ojos cerrados sintió como el cosmos imponente de su Maestro le cubría por completo pareciendo escudriñar su alma. Podía sentir que tenía el dulce propósito de guiarle y de poderle llevar a un buen camino siendo él alguien que se había salido de la ruta que les iba mostrando desvelando el camino en medio de la oscuridad.
“Maestro…” dijo finalmente llevado por la convicción y la admiración profesada a su Maestro. “¿No es acaso la Naturaleza uno de los grandes regalos que El Dios nos ha podido regalar? ¿Qué quiere decir cuando dice que el nacimiento del Cosmos no habría sido sino un vehíretaguardia que sería inservible? ¿Qué podría ser más importante que esto?”
Shaka de Virgo, bello, sereno, seguro y fulgurante como si se tratara de un ser celestial entre humanos escuchó pacientemente la pregunta de éste joven. Sonrió para sí mismo. Aquel quién más preguntas tiene es el que con más devoción y firmeza busca una respuesta, pero es también quién más atención merece, un ligero desvío y sería suficiente para que el ímpetu le perdiera por caminos extraviados.
“Gurka…” dijo Shaka al asegurarse que el joven de piel morena había concluido de exponer su pregunta. “… tenéis que entender que la naturaleza es hermosa y es preciosa por su perfección y es menester reconocerlo… ¡observad el Sol!” haciendo caso de las palabras del hombre, Gurka fijó su vista en el cielo. “¿Es imponente, no es verdad?” Gurka asintió cubriéndose los ojos y volviendo una vez más su atención a su Maestro. “Y sin embargo para todo propósito e intento esa majestuosidad sin un propósito ¿de qué serviría?” Preguntó una vez más. Gurka meditó en la pregunta profundamente. “¿De qué serviría toda aquella luz si no fuera la que permitiera que existiera sobre esta Tierra la vida?” Gurka lo meditó y llegó a la conclusión que Shaka anunció. “Exactamente: de nada. En este Universo os dirán: ‘todo tiene un propósito’. Eso es una mentira. Muchas cosas la obtienen puesto que se las asigna el Poder Infinito de Alguien, pero muchas más quedan inservibles y sin propósito: vacías y huecas.”
“Entonces Maestro…” interrumpió una vez más Gurka con la conciencia de haber llegado a una conclusión. “¿Qué evento determinó que este Universo no fuera una pieza infinita sin propósito?”
Shaka sonrió levemente en su sitio, sentado y emanando su cosmo tranquilizador por su cabeza y a sus alrededores.
“Fue el primer sonido que se escuchó en el Universo lo que cambió inevitablemente este universo y su destino, Gurka.” Replicó tranquilamente Shaka. “El sonido del… Om.” Concluyó Shaka. “El sonido de la Gran Voluntad alcanzando el grado de conciencia, que es el más puro y el más grande de los Estados: la capacidad de poder controlar y moldear aquello que no tiene propósito para así crear milagros: No lo olvidéis, como Guerreros no debéis olvidarlo nunca: un Gran Poder Cósmico es importante, pero jamás seriáis capaces de ser verdaderamente extraordinarios si no aprendéis a controlarlo mediante el uso de vuestras conciencias: voluntad y poder, poder y voluntad son un binomio que deben de ir de la mano, uno sin el otro los harían seres distintos, pero no mejores que los millones de planetas yermos y estrellas estériles que terminan su existencia sin propósito… ¿lo habéis comprendido?”
Todos consintieron con su silencio y Shaka sonrió satisfecho.
CRÓNICAS ZODIACALES: VIRGO: EL ADVENIMIENTO
CAPÍTULO 1: ALABANZA
En la planicie verde y florida de enseñanza, Shaka de Virgo, es un símbolo de esperanza para todos aquellos que le observan y le escuchan. Su pecho se llenaba de satisfacción al poder sentir de parte de sus estudiantes esa atención ilimitada y esa fe que le hacía sentirse fuerte. Era una responsabilidad, pero una responsabilidad adquirida con la conciencia de su sino y su estrella guardiana. Él no podía mentirse a sí mismo, sabía y conocía el motivo y misión de su nacimiento: librar la última batalla del bien contra el mal y terminar de una vez por todas con las desgracias de ésta Tierra.
Muchas veces su corazón y su alma se habían llenado de pesar al ser testigo de las injusticias de un universo que le parecían incomprensibles como pequeño, pero un día todo cambió, cuando explorando su interior meditando llegó a la realización de que podía dialogar con una luz del distante pasado.
“No sois el primero en desear recorrer esta vereda, Shaka.” Le dijo la voz que le habló una vez y le llenó de dudas respondiendo otras. “Existe el hombre que se dedica a vivir en este mundo con el afán equivocado: el cumplimiento de sus deseos egoístas.”
“¿Buscar el conocimiento no es egoísta?” preguntó en una ocasión el pequeño.
“Lo es cuando lo buscas para ser reconocido por ello y sin embargo no intentáis transmitirlo. La semilla que se guarda para no producir con ella en un último instante se pudre y se desperdicia. Shaka, así como os he dicho que no eres el primero en querer recorrer este camino hay muchos otros en este mundo que buscan las respuestas ¿sois lo suficientemente humilde y generoso para intentar compartir este conocimiento a riesgo de que algún día seáis superado?”
El pequeño lo meditó un momento.
“¿Dejaríais de ayudarme si te respondiera que no lo deseo?” preguntó el pequeño en lo profundo de su meditación, con temor en su corazón. Hubo un silencio que le acompañó y que se rompía tan sólo con el paso del viento que acariciaba su cabeza. “¿Buda? ¿Estáis ahí?” preguntó con duda.
“Shaka, aunque yo quisiera seguirte ayudando me resultaría imposible poderos ayudar si vuestro corazón se llenara de egoísmo.” Respondió al final esa voz de tono paternal y tan segura de sí misma. “Ya que serías tú mismo el que me habría dejado de escuchar a mí para escucharte a ti mismo: en este mundo no existe nadie que por sí mismo pueda alcanzar la verdad de su corazón si no es escuchando y aprendiendo de aquellos que han andado por esos caminos.”
“¿Llegasteis tú?” preguntó Shaka asombrado y con la esperanza de ser como aquel ser que vislumbraba en su mente como una brillante luz.
“La verdad, Shaka es que el universo cambia siempre, y depende de nosotros trazarnos un camino al cual aspirar, no valdría de nada que os dijera la respuesta, puesto que los límites de tu viaje los marcarás tú mismo.”
“Sois un dios?” preguntó alguna vez el joven Shaka como hoy lo hacían sus estudiantes al escucharle hablar. “¿Sois aquél a quién el mundo espera?”
“Yo soy el que soy.” Respondió entonces aquella voz. “Mi propósito en tu mundo fue diferente al que tú estás llamado a ser.”
“¿Y cuál es ese?” preguntó Shaka esperando una respuesta fácil.
Y Buda, jamás respondió.
Mientras su mente repasaba el propósito de su misión y buscaba la respuesta con ansiedad, Shaka podía darse cuenta para su propio horror, que en muchos sentidos él seguía siendo ese pequeño lleno de preguntas que al ser respondidas sólo abrían un enorme número más grande de preguntas.
“Soy un Guerrero.” Sabía en su interior. “Pero ¿cómo es que con la guerra podría alguien cambiar nada? ¿Qué es la guerra sin justicia? ¿Acaso alguien había recorrido esa vereda en alguna ocasión?” se preguntó insistentemente.
“Buscad a Athena.” Una vez recibió como respuesta de Buda.
“¿A Athena?” preguntó Shaka diciendo el nombre por primera vez. “¿Quién es ella?”
“Athena es la Guerra. Athena es la Justicia. Athena es la bondad y la misericordia.” Respondió la voz que le hablara en su interior. “Ella os mostrará el camino que debéis seguir y que habéis descubierto que es el tuyo: abrazad su causa sin temor, recordad que la duda genera el temor, el cual puede ser vuestro gran aliado o vuestro peor freno.”
“¿Significa que debo alejarme del temor, Buda?” preguntó Shaka.
Y Buda jamás respondió.
Y así, Shaka a sus 8 años, emprendió su camino en la búsqueda de Athena para obtener las respuestas de su misión: ¿cómo traer con la guerra, la que parecía la más cruel de las injusticias, el poder y el balance necesarios? ¿Cómo compensar la debilidad de aquellos que se encontraban limitados ante el poder de quienes eran los fuertes? En su mente quedaba clara la situación que siempre hay un bando de los que participan, activa e inactivamente, en las guerras que eran los que padecían realmente: y esos eran aquellos llamados inocentes.
Tras haber recorrido el mundo un año su sabiduría se había incrementado, pero para variar, sus dudas se habían multiplicado. Durante el camino había sido testigo de aquellas nociones que tenía entre los débiles y los fuertes y sus acentos. La generosidad de quienes le ofrecieron aquello que no tenían de sobra opuesto contra la codicia de aquellos que teniendo los medios lo arrebataban.
“¿Cómo tener piedad para con ellos?” se preguntaba una tarde en una región a las afueras de una ciudad que tenía el nombre de la diosa a la que buscaba. “¿Cómo poder ser generoso con aquellos quienes no lo merecen?”
Y entonces su Cosmo fue rodeado por una fuerza absoluta y que encerraba en una sola, Caos y Orden. Una presencia innegable e imponente que llenó a su alma de curiosidad.
“¿Quién sois?” preguntó al aire agitado poniéndose de pie. “¿Quién sois tú? ¿Acaso sois Athena?”
Una voz llena de paz respondió a su pregunta, a la vez que cambiaba la calidad de su cosmos a uno que era apaciguador, tranquilizante.
“Yo soy aquél que habla en nombre de Athena: Yo soy El Patriarca del Santuario.” Respondió con tranquilidad aquella voz.
“¿El Patriarca del Santuario?” preguntó el niño sobresaltado. “¡Yo no te busco a ti, Patriarca! ¡Idos!” Ordenó con temor.
La voz incrementó el calor de su Cosmos y replicó.
“Tienes miedo.” Dijo asegurando. “Tienes temor.” Agregó una vez más aquella voz que parecía sugerir una sonrisa de parte de quién la emitía. “Dices que buscáis a Athena.”
“¡Sí!” respondió el pequeño peregrino de 9 años. “¡Busco a Athena, aquella que es la guerra sabia!” dijo imprimiendo fervor en su voz. “¡Sólo ella podrá responder a mis preguntas! ¿Acaso tú la conoces?” preguntó mirando a sus alrededores, dónde sólo observó ruinas de viejos edificios, como estuviera acostumbrado a ver en su hogar en India.
“Yo lo sé.” Respondió únicamente la voz tras un breve silencio y con una voz que resonó como un eco en el cosmo de Shaka. “Le conozco.”
Shaka abrió los ojos con sorpresa. Y su ser se llenó de vehemencia por conocer a Athena.
“¡Si Vos sabéis su paradero, llevadme a ella!” suplicó el pequeño. “Me es necesario hablar con ella.”
En un breve instante que lo llenó del temor al fracaso de su misión, Shaka se sintió observado y examinado, y temió que la voz se fuera para no responderle y no ayudarle.
“¿Señor?” preguntó una vez más. “¿Estáis ahí? ¿Me ayudaréis?” preguntó una vez más.
Una carcajada que, por un momento le hizo retroceder se escuchó nuevamente. Una gota de sudor recorrió su sien y bajó rápida por su mejilla.
“Sigue el camino que está a tu derecha.” Respondió finalmente aquella voz, cambiando una vez más de una estertórea a una que transmitía sabiduría y poder. “Encontrarás varias ruinas, pásalas por encima y encontrarás finalmente un lugar con agua que es de difícil acceso.” Conforme Shaka seguía las instrucciones, su vehemencia crecía, su hambre por conocer su destino se incrementaba y su temor le hacía sentir inquieto.
“No me gusta sentir miedo…” pensó en un momento. Y entonces recordó las palabras de Buda:
“El miedo puede ser tu principal impulso… o tu peor lastre.”
En esa oportunidad, Shaka le había preguntado, sin haber obtenido respuestas, si debía de sentir miedo, y Buda no le había respondido. ¿Debía de experimentarlo realmente para poder comprender lo que se avecinaba? ¿Para poder descubrir por sí mismo lo que debía hacer? Hoy estaba más seguro que nunca que así era.
“¡No volveré a sentir miedo!” se decidió Shaka en esos momentos que llegaba ante la fuente natural que aquella voz le dijera. “Ahora comprendo que el miedo debe de ser algo que nos impulse al valor y aprender a ignorarlo, si dejamos que éste crezca se vuelve tan pesado que no nos permite crecer porque ocupa el espacio que la verdad debe de dominar.”
El sonido del agua lo tranquilizó. Aspiró profundamente y pudo percibir un aroma que era inusitadamente perfumado. Observó hacia arriba de la fuente y pudo observar con maravilla que un arco iris parecía enmarcarle, un eterno arco iris que brillaba fulgurante ante la luz del sol y la cristalinidad del agua.
“Toma agua.” Dijo la voz que le había guiado. “Lávate, pues estás por entrar en Tierra Consagrada.”
El niño obedeció. Inclinándose sobre sus brazos tomó con su mano derecha un poco de aquella agua y la bebió, saboreando su dulce sabor y la frescura que fue como un bálsamo a su corazón. Luego, se sacó la camisa sucia que alguna vez fuera blanca, las sandalias destrozadas por su ininterrumpido andar y se arremangó las piernas de su pantalón para ingresar a la fuente. Y se sintió confortado. Era como volver a descubrir sensaciones que le parecían olvidadas desde hacía mucho. Miró hacia abajo y observó su reflejo, sonriendo. Le parecía que era la primera vez que lo hacía. Y maravillado tuvo que admitir que este portento se lo debía a un envíado de Athena.
“La búsqueda por la verdad debe ser una que nos llene de alegrías.” Pensó Shaka observando su imagen moverse poco a poco y rodeado de el rocío del agua que caía como una cascada a su lado. “Athena, si sois capaz de traer a mi corazón este sentimiento y sois aquella que brindará también las respuestas a las angustias de mi mente y de mi alma seré un guerrero vuestro.”
Pasaron unos minutos mientras se refrescaba cuando la voz del Patriarca interrumpió una vez más el silencio.
“Es suficiente, muchacho. “ Dijo con tono calmado. “¿Quieres al fin pasar al Santuario de Athena?” preguntó la voz dulcemente, ofreciéndolo como si se tratara de lo más anhelado, de aquello que había adivinado, era el mayor deseo de aquél chiquillo.
“¡Sí, por favor!” suplicó Shaka. “¡Permitídmelo, permitídmelo!” dijo juntando sus manos como orando.
“Bien…” respondió la voz del Patriarca adquiriendo aquella tersura que parecía ser de una sonrisa. “Entonces pasad por debajo del arco iris, joven, y sed bienvenido.”
Shaka por un momento no lo pudo creer. Habría pensado que entraría corriendo ante esta invitación y sin embargo, ahí, ante el umbral de encontrar aquello que había buscado con tanto empeño durante tanto tiempo de pronto le pareció una empresa imposible… ¡un sueño! Dio un paso adelante sintiendo el rocío de la cascada que estaba detrás del arco iris y de pronto miró hacia atrás: había dejado sus sandalias y su camisa. Se volvió para ir por ellas pero una voz le interrumpió.
“¿A dónde vas, no querías entrar acaso?” dijo la voz del Patriarca haciéndolo detenerse en seco en su sitio.
“Yo… olvidé mis sandalias y mi blusa, Señor. ¿Cómo presentarme de esta manera ante Athena?” Preguntó con un poco de pena.
“¡Ah! Ya veo.” Replicó aquella voz tranquila. “No te angusties, sigue tu paso y deja atrás tus ropas, pequeño, a partir de hoy tu vida está por cambiar: has venido buscando respuestas que sólo aquí obtendrás y que no tienen nada que ver con aquello que has sido hasta ahora. ¡Abraza el cambio, Shaka!” Dijo la voz una vez más.
Al escuchar su nombre pronunciado por aquella voz que recién se había presentado, el niño experimentó una leve sensación de alarma. ¿Cómo sabía su nombre? Aspiró profundamente y tragó saliva mirando ahora hacia detrás de la cueva oscura y una vez más temió. ¿Debía seguir?
“El temor puede ser tu mayor impulso… o tu peor lastre.”
Resonó en su mente una vez más la frase ominosa de Buda, y entonces recordó la determinación que le había invadido unos minutos antes cuando se sintió tranquilo y lleno de paz, al punto de sentir una verdadera alegría envolviendo su corazón.
“La búsqueda del conocimiento no siempre se da sin momentos de temor…” pensó Shaka observando que la luz en su interior parecía extinguirse lanzando algunos destellos más grandes, más bellos que nunca. “… Pero también he aprendido que el temor no debe de ser algo que me detenga. ¡Avanzaré!” Dijo, dando paso resuelto hacia la oscuridad de la cueva detrás de la cascada. Los ecos de sus pasos y del goteo del agua filtrándose fue el único sonido aparte de su respiración y sus latidos que Shaka escuchó durante un par de minutos mientras avanzaba, cuando observó finalmente una luz en la oscuridad que sugería una salida al otro lado. Shaka se detuvo y sonrió, e inconscientemente apresuró el paso, atravesando el arco de luz que le envolvió totalmente, haciendo que por su brillantez se cubriera el rostro.
Escuchó a lo lejos el sonido del agua que caía a lo lejos, y el cantar de las aves le sustituyó abruptamente mientras que sus ojos se adaptaban a la luz que le envolvían, cuando al fin, con cara asombrada pudo observar lo que tenía delante tuvo que respirar fuertemente al observar una ciudadela majestuosa, brillante y llena de gloria. Grandes edificios construidos en roca blanca fulgurante ante el sol, un enorme coliseo al final de una calzada adoquinada con frisos y a lo lejos una montaña enmarcada por un enorme reloj esculpido que tenía como corona un edificio más grande que brillaba prometedor.
“Sé bienvenido, Shaka de Virgo.” Dijo la voz de el Patriarca que le había guiado hasta ahí.
Volviéndose sorprendido, Shaka observó a un hombre alto cubierto con ropajes blancos y capa. Un enorme casco de color rojo que brillaba como la sangre y una máscara azul fulgurante como un espejo. Cuentas de varios rosarios que envolvían su cuello que estaban cerca del suelo. Ese hombre se inclinaba en señal de respeto y de bienvenida, mientras que doncellas vestidas de blanco le envolvían con toallas y secaban sus brazos y piernas ante su sorpresa.
“Te esperábamos con gran ansia, Guerrero de Virgo.” Dijo el hombre de manera tranquila.
“¿Me esperaban?” preguntó Shaka asombrado sin atinar a responder. Y observó la suntuosidad con que era tratado, el respeto que aquellas manos parecían tenerle a su cuerpo, y sintió su corazón confortado y su alma pareció crecer. No podía negarlo, la atención que recibía lo llenó de un sentimiento que no alcanzaba a describir, pero que era muy placentero, mientras que la voz de su interior se apagaba. “He llegado…” dijo en voz baja al notar que la voz que le había guiado durante tanto tiempo se acallaba. “El camino está recorrido.” Pensó entonces. “Pronto habré alcanzado la Iluminación.”
El Patriarca, unos días después, le explicó que Athena le había esperado que llegara y que este acontecimiento se había anunciado esa misma mañana con el fulgor de la estrella de Virgo descendiendo sobre Star Hill. Lo llevó hasta uno de los Palacios en la Montaña Zodiacal, un edificio fastuoso que estaba reservado para él, según palabras de ése hombre que percibía lleno de poder.
“Athena conoce tu origen y tu destino, joven Shaka. Sabe de las dudas que te hicieron emprender tu búsqueda por ella y por tu lugar en el universo.” Le dijo El Patriarca. “Y te ofrece como presente esto…” dijo el Patriarca mientras abría la casa de grandes columnas. Los guardias que le habían escoltado, ante un movimiento de la mano del Patriarca se movieron rápidamente y se apostaron como guardias, uno en cada lado, de las puertas del templo.
“¿Cómo presente?” preguntó extrañado el jovencito. “¿Porqué?” Dijo deteniéndose mientras que El Patriarca ingresaba al Templo de Virgo con paso seguro. Debajo de su máscara, el hombre conocido como Saga movió sus ojos hacia atrás sonriendo y diciendo. “Porque sabemos quién eres y tu gran valía, Príncipe.” Dijo poniendo en su tono énfasis en su tratamiento.
Pasando al templo, Shaka se maravilló ante los espaciosos salones escoltados por imponentes murallas que sostenían los techos como si fueran los Cielos.
“Shaka, tienes preguntas qué hacer, dilas y las responderé sin ningún retraso: habla.” Invitó el hombre imprimiendo confianza y seguridad.
“¿No será Athena quién me las responda, acaso?” preguntó Shaka con un dejo de decepción. Saga sonrió. Era un niño finalmente y él estaba ahí, a tiempo.
“Shaka, yo soy el Patriarca del Santuario. El Gran Maestro, aquél que ha recibido de la diosa el don de su sabiduría y de su voluntad. Athena es una diosa, ella no puede recibir fácilmente a un hombre, para ello uno debe de ser mucho más.”
“¿Una diosa?” preguntó Shaka escuchando su voz resonar en las bóvedas del techo del templo. “¿Ser algo más? ¿Qué debo de ser entonces para verla?”
Ante otra gran puerta que separaba el primer salón de otro, Saga se detuvo recargando su mano en ella, interrumpiendo su andar y entreabriéndola para cerrarla una vez más. Sonriendo debajo de su máscara, el que fuera el antiguo Santo de Géminis se volvió a Shaka emanando paz de su cosmo.
“Athena tiene una misión muy delicada que cumplir, Shaka, una misión para la que ella te estaba esperando, puesto que es parte de tu destino el formar parte de su cruzada por la justicia de La Tierra en la próxima Guerra Sagrada contra el Gran Mal del Universo.” Dijo El Patriarca moviéndose hacia el pequeño. “Ella está consciente del gran poder que eres y quien estás llamado a ser, Niño Sagrado de Oriente.” Dijo Saga zalamero.
Shaka abrió los ojos asombrado… ¿esta era la sabiduría que había impartido Athena en este hombre? Y entonces Saga finalmente expulsó la calidad de su cosmo imponente por toda la Casa de Virgo envolviendo a Shaka en él y haciendo que éste retrocediera. ¿Era éste el poder que Athena había también otorgado a este hombre? ¿Qué era este hombre?
“¿Eres tú… un dios?” preguntó Shaka finalmente al Patriarca, asombrado y cubierto por ese increíble cosmo que irradiaba. Saga, debajo de su máscara sonrió.
“No, no lo soy, pero algún día lo seré.” Dijo El Patriarca finalmente deteniendo su emanación de poder, guardando mucho más, pero considerando que un despliegue tal de energía era un despilfarro ante un chiquillo que, claramente, estaba ya impresionado. “Y tú, Shaka, también lo serás algún día.”
“¿Qué?” preguntó Shaka mientras parecía tocar la energía a su alrededor. Iones que hacían que su cabello rubio se erizara. “¿Yo seré un dios algún día?”
“Sí.” Dijo Saga seguro de su completo dominio de esta situación. “Sí, Shaka… sí… Kalki…” Concluyó dramáticamente mientras abría una puerta más que ponía ante los ojos de Shaka el segundo salón de el Templo de Virgo, que parecía asemejar el Salón de un Trono. Una enorme flor dorada de Loto al final del pasillo que tenía bajo de ella lo que parecía ser una estatua de un ser alado que en actitud de oración parecía mirar al cielo.
“¿Qué es esto?” preguntó Shaka casi sin aliento acercándose a la estatua que reflejó su atónita expresión.
Los ecos de los pasos tranquilos del Patriarca resonaron detrás de Shaka aproximándose, habiéndose disipado todo rastro de cosmo que anteriormente hubiera despedido.
“Este es tu presente, Shaka, el presente que Athena te había reservado.” Dijo Saga con voz aterciopelada. “¿Creíste que era el edificio?” dijo cuando Shaka lo observó tras sentir que El Patriarca apoyaba su mano sobre su hombro con gesto de sorpresa. El niño asintió. El representante de Athena negó entonces con su cabeza suavemente. “El edificio no es algo que tenga importancia ante lo que tienes frente de ti, Shaka.” Agregó el Sumo Sacerdote. “Aquí es donde habitarás, Shaka, mientras creces en poder y conocimientos, hasta que llegado un día, puedas tú sentarte en ese sitio y vestirte con esos ropajes… ¡y ese día llegará, Shaka!” dijo una vez más Saga alzando la voz haciendo que sus palabras resonaran por el edificio. “¡Es una promesa!”
“¿Pero cómo lo haré?” preguntó Shaka observando hacia la armadura de Virgo destellar, observando para su sorpresa que parecía respirar como si estuviera viva.
El Patriarca lo observó entonces y respondió.
“Aceptando los principios de Athena y aliándote con ella, Shaka. Creciendo en poder y en propósito y aprendiendo la visión de la Guerra Justa, el que es tu destino. Y siendo algo más allá que un hombre…” Concluyó Saga en el momento preciso su frase, dejando en el aire una meta que para Shaka hoy ya era nueva. Observó el rostro del ser alado orando, mientras que las manos de el Patriarca se posaron con firmeza en sus hombros. “¿Qué dices, Shaka? ¿Estás dispuesto a aceptar tu destino?”
Shaka se observó en el reflejo habiendo hecho la duda a un lado. Su destino estaba trazado, y era su responsabilidad alcanzarlo.
***
“Me he vuelto indisciplinado.” Se reprendió Shaka mentalmente. “Una vez más he dejado de meditar para entregarme a mis recuerdos… sin embargo, ¿no es necesario que los repase una y otra vez para recordar el camino de mi misión?” Se preguntó una vez más excusándose a sí mismo. “De no hacerlo, la duda me asaltaría, y mi estado de Vanidad desaparecería: no hay duda en mi corazón, puedo alcanzar el grado de perfección. ¿No soy acaso alguien cercano a serlo?” Concluyó sus pensamientos.
Sonriendo satisfecho ante su respuesta, Shaka se consoló a sí mismo, para ser sacado abruptamente de su paz por la inesperada irrupción de una corriente de energía que le hizo fruncir el ceño con preocupación. Apretó la boca mostrando los dientes mientras se quejaba lentamente y ampliando el campo de su percepción.
“¿Qué es esto?” se preguntó extrañado, al tiempo que aquella energía potente parecía casi desaparecer luego de haberse manifestado tan poderosamente. “¿Acaso comienza ya?”
Shaka se puso de pie y volviendo su rostro hacia el cielo pareció buscar irradiando cosmo.
“¿Maestro?” preguntó un hombre delgado de piel blanca y cabello castaño rizado. “¿Te ocurre algo?” Dijo preocupado.
“Shiva, no inoportunes al Maestro.” Dijo otra voz profunda. Un hombre de la misma edad de Shiva se aproximó. De piel morena y de cabello largo. “Las preocupaciones del Maestro son suyas solas, no abandones el entrenamiento.” Concluyó.
Shaka no abandonó su postura de guardia mirando hacia el cielo. Shiva haciendo caso de las palabras de su compañero regresó a su lugar y sentándose juntos cerraron sus ojos para continuar con su meditación.
“Siento una presencia ajena a este mundo.” Pensó Shaka preocupado. “Ha iniciado.” Concluyó finalmente.
Una nueva presencia alcanzó a Shaka en esta ocasión con un cosmo imponente y poderoso, pero que era, a diferencia del otro, conocido por el Santo Dorado de Virgo.
“Shaka.” Dijo la voz del Patriarca. “Shaka.”
“Sí, Maestro.” Dijo Shaka respondiendo con reverencia. “Lo he sentido… ¿qué deseáis?” Preguntó finalmente.
“Apréstate para verme, Shaka, preciso verte.” Dijo la voz que desapareció junto con el enorme cosmo que la acompañaba.
***
Tiempo después, Shaka hace su entrada al Salón del Trono del Patriarca en el último edificio de el Camino Zodiacal, arrodillándose ante él, Shaka pregunta.
“¿Cuáles son vuestras órdenes, Patriarca?”
Asintiendo satisfecho, Saga observa al hombre vestido en brillante armadura dorada, esperando a sus palabras.
“Shaka, la hora ha iniciado antes de lo que esperábamos.” Dice El Patriarca con tono urgente. “Ha habido un movimiento de parte de nuestros enemigos que no esperábamos, y ahora se aprestan a atacarnos.”
“¿Deseáis mandarme a mí, Señor?” pregunta Shaka dubitativo. “Seguramente no será necesario el poder de un Santo Dorado para esto.”
“¿Qué sugieres?” pregunta Saga arqueando la ceja interesado desde debajo de su Máscara. “¿Acaso uno de los alumnos de Shura?”
Ante la pregunta Saga espera la respuesta del Santo de Virgo quien poniéndose de pie vuelve su vista hacia El Patriarca.
“No, Su Excelencia, como sabéis, yo he estado preparándome para una eventualidad como esta, tengo a mi disposición a mis propios alumnos que están listos para enfrentar los peligros que sean necesarios.”
“¿De verdad?” pregunta Saga divertido bajo la Máscara. “¿Confías tanto en ellos para que cumplan con esta misión, Shaka?”
El Santo de Virgo se permite sonreír ante la pregunta de El Patriarca y responde.
“Señor puedo asegurarte que mis alumnos son tan poderosos como los Santos de Plata, yo mismo comandaré esta misión hasta el cumplimiento de la misma.” Replicó sin vacilar Shaka. “Confiad en que estáis dejando esta misión en las manos más capaces.”
“Hmm.” Asintió Saga ante las palabras de Shaka. “No es posible que demos cabida a impostores en este mundo, Shaka… ¡ellos son los causantes del mal que nos ha plagado desde el inicio de los tiempos!”
Shaka abriendo la boca sorprendido se inclina diciendo.
“¡Sí, Señor!”
El Patriarca se pone de pie mientras que suena sus palmas para que entrara un hombrecillo envuelto en túnicas rosadas y de un aspecto que siempre desagradó a Shaka. De bigote y largas barbas, el hombre daba el aspecto de un horrendo búho, con un ojo brillante de cristal que parecía palidecer ante el hambre de poder que el ojo bueno parecía reflejar al ejercer el poder del que lo había comandado El Patriarca.
“¿Llamó usted, Patriarca?” preguntó con voz chillona como de roedor.
“Sí, Gigas.” Dijo El Patriarca. “¡Trae las armaduras que debieron de haber llegado de La Isla de la Reina Muerte!”
“¡Sí, Señor!” replicó Gigas dando media vuelta rápidamente. Shaka acalló las señales de repulsión que contaminaban a su cosmo cuando aparecía ese hombre, o cuando el Patriarca se aproximaba a él.
“El Patriarca es la justicia divina de Athena…” se repitió a sí mismo. “Y aunque a veces intuyo en él un dejo de maldad sé que sus intenciones son justas y que lo que él aspira es lo que yo mismo deseo.”
Custodiado por tres guardias, Gigas ingresó de nueva cuenta en el Salón del Trono con tres armaduras parecidas a las de plata que mostraban las formas extravagantes de un pavo real, una flor de loto y una campana, que depositaron detrás de Shaka ante los pies del Sumo Sacerdote.
“Aquí están, Su Excelencia.” Dijo Gigas sonriendo satisfecho por agradar a su Señor.
“¡Bien! ¡Déjanos solos!” ordenó El Patriarca sin dignarse a mirar al hombre que fungía como su mano derecha en El Santuario. Sin pronunciar palabra, Gigas se retiró del Salón junto a los tres guardias. “Estas son las armaduras de plata con las que premiaré a tus tres mejores estudiantes, Shaka. Escógelos y vístelos para esta misión, sé que Athena y yo podemos confiar en ti, Santo Dorado de Virgo.”
“Se lo agradezco, Señor.” Replicó Shaka ante las palabras del Máximo de los 88 Santos de Athena. “Sé quienes las portarán, mandaré por ellas posteriormente.” Haciendo una nueva reverencia, Shaka se da media vuelta y sale del Palacio Patriarcal. Detrás de él, las puertas se cierran con estruendo dejando al Patriarca en silencio observando aquella puerta por la que saliera.
El antiguo Santo de Géminis observa a sus pies para encontrar un ramo de rosas, haciendo que suspire con gracia y recogiendo una de ellas para aspirar su olor.
“¿Te preocupa su poder, verdad?” pregunta al aire, mientras que detrás de las columnas, una sombra que fulgura con un cosmo dorado parece aguardar la respuesta. “No debes de preocuparte, él no es tanto un dios como puedes serlo tú o como puedo serlo yo… no, él es diferente, podemos confiar en él.”
El cosmo de la sombra misteriosa se intensifica mientras que Saga debajo de la máscara escucha en su cosmo el diálogo que para cualquier otro no existiría.
“Él no es más que arribista, sin embargo es muy capaz.” Poniéndose de pie, Saga camina hacia el sentido contrario de donde se encuentra la sombra. “Pero es tonto, soberbio y muy vanidoso, yo mismo me he encargado de hacer crecer ese sentimiento en él, al final será su propia humanidad la que lo pierda, pero no sin antes ser útil para nuestros propósitos…”
Una voz suave al fin se escucha provenir de el sitio donde el otro cosmos brilla, una voz que suena forzada pero fuerte.
“¿Porqué en contra de ella?” pregunta.
Saga se vuelve hacia donde la bota dorada de la sombra se manifiesta brillante, y unos ojos azules que miran desde ese sitio cuestionantes esperan respuesta.
“Porque es lo que debemos de hacer, porque es parte del precio que se debe de pagar para que podamos ocupar nuestro verdadero sitio al fin en esta Tierra.” Sentándose con la rosa aún entre sus manos, Saga concluye. “Los dioses estamos en Guerra, en una Guerra tan catastrófica, tan determinante, que atrae a los más beligerantes primero al campo de batalla… así como a los dioses que se dicen “De Paz y de Amor”.”
Retirando la rosa de su rostro, Saga se da cuenta que la presencia se ha retirado. Y de lo profundo de su garganta comienza a reír, carcajadas estruendosas que llenan el Salón del Trono, una carcajada capaz de helar la sangre de quien la escuchara…
Continúa…
Editado por Pollux_Dioscuros, 12 junio 2006 - 00:04 .