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Leyendas urbanas y paranormales


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143 respuestas a este tema

#41 Saga de Géminis

Saga de Géminis

    ~ Saguista Cool ~

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Publicado 29 enero 2005 - 14:14

EL GATO NEGRO



No espero ni remotamente que se conceda el menor crédito a la extraña, aunque familiar historia que voy a relatar. Sería verdaderamente insensato esperarlo cuando mis mismos sentidos rechazan su propio testimonio. No obstante, yo no estoy loco, y ciertamente no sueño. Pero, por si muero mañana, quiero aliviar hoy mi alma. Me propongo presentar ante el mundo, clara, suscintamente y sin comentarios, una serie de sencillos sucesos domésticos. Por sus consecuencias, estos sucesos me han torturado, me han anonadado. Con todo, sólo trataré de aclararlos. A mí sólo horror me han causado, a muchas personas parecerán tal vez menos terribles que estrambóticos. triviaá más tarde surja una inteligencia que de a mi visión una forma regular y tangible; una inteligencia más serena, más lógica, y, sobre todo, menos excitable que la mía, que no encuentre en las circunstancias que relato con horror más que una sucesión de causas y de efectos naturales.
La docilidad y la humanidad fueron mis características durante mi niñez. Mi ternura de corazón era tan extremada, que atrajo sobre mí las burlas de mis camaradas. Sentía extraordinaria afición por los animales, y mis parientes me habían permitido poseer una gran variedad de ellos. Pasaba en su compañía casi todo el tiempo y jamás me sentía más feliz que cuando les daba de comer o acariciaba. Esta singularidad de mi carácter aumentó con los años, y cuando llegué a ser un hombre, vino a constituir uno de mis principales placeres. Para los que han profesado afecto a un perro fiel e inteligente, no es preciso que explique la naturaleza o la intensidad de goces que esto puede proporcionar. Hay en el desinteresado amor de un animal, en su abnegación, algo que va derecho al corazón del que ha tenido frecuentes ocasiones de experimentar su humilde amistad, su fidelidad sin límites. Me casé joven, y tuve la suerte de encontrar en mi esposa una disposición semejante a la mía. Observando mi inclinación hacia los animales domésticos, no perdonó ocasión alguna de proporcionarme los de las especies más agradables. Teniamos pájaros, un pez dorado, un perro hermosísimo, conejitos, un pequeño mono y un gato. Este último animal era tan robusto como hermoso, completamente negro y de una sagacidad maravillosa. Respecto a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era bastante supersticiosa, hacía frecuentes alusiones a la antigua creencia popular, que veía brujas disfrazadas en todos los gatos negros. Esto no quiere decir que ella tomase esta preocupación muy en serio, y si lo menciono, es sencillamente porque me viene a la memoria en este momento. Plutón, este era el nombre del gato, era mi favorito, mi camarada. Yo le daba de comer y él me seguía por la casa adondequiera que iba. Esto me tenía tan sin cuidado, que llegué a permititirle que me acompañase por las calles. Nuestra amistad subsistió así muchos años, durante los cuales mi carácter, por obra del demonio de la intemperancia, aunque me avergüence de confesarlo, sufrió una alteración radical. Me hice de día en día más taciturno, más irritable, más indiferente a los sentimientos ajenos. Llegué a emplear un lenguaje brutal con mi mujer. Más tarde, hasta la injurié con violencias personales. Mis pobres favoritos, naturalmente, sufrieron también el cambio de mi carácter. No solamente los abandonaba, sino que llegué a maltratarlos. El afecto que a Plutón todavía conservaba me impedía pegarle, así como no me daba escrúpulo de maltratar a los conejos, al mono y aun al perro, cuando por acaso o por cariño se atravesaban en mi camino. Mi enfermedad me invadía cada vez más, pues ¿qué enfermedad es comparable al alcohol?, y, con el tiempo, hasta el mismo Plutón, que mientras tanto envejecía y naturalmente se iba haciendo un poco desapacible, empezó a sufrir las consecuencias de mi mal humor.

Una noche que entré en casa completamente borracho, me pareció que el gato evitaba mi vista. Lo agarré, pero, espantado de mi violencia, me hizo en una mano con sus dientes una herida muy leve. Mi alma pareció que abandonaba mi cuerpo, y una rabia más que diabólica, saturada de ginebra, penetró en cada fibra de mi ser. Saqué del bolsillo del chaleco un cortaplumas, lo abrí, agarré al pobre animal por la garganta y deliberadamente le hice saltar un ojo de su órbita. Me avergüenzo, me consumo, me estremezco al escribir esta abominable atrocidad.

Por la mañana, al recuperar la razón, cuando se hubieron disipado los vapores de mi crápula nocturna, experimenté una sensacion mitad horror mitad remordimiento, por el crimen que había cometido; pero fue sólo un débil e inestable pensamiento, y el alma no sufrió las heridas.

Persistí en mis excesos, y bien pronto ahogué en vino todo recuerdo de mi criminal acción.

El gato sanó lentamente. La órbita del ojo perdido presentaba, en verdad, un aspecto horroroso, pero en adelante no pareció sufrir. Iba y venía por la casa, según su costumbre; pero huía de mí con indecible horror.

Aún me quedaba lo bastante de mi benevolencia anterior para sentirme afligido por esta antipatía evidente de parte de un ser que tanto me había amado. Pero a este sentimiento bien pronto sucedió la irritación. Y entonces desarrollóse en mí, para mi postrera e irrevocable caída, el espíritu de la perversidad, del que la filosofía no hace mención. Con todo, tan seguro como existe mi alma, yo creo que la perversidad es uno de los primitivos impulsos del corazón humano; una de las facultades o sentimientos elementales que dirigen al carácter del hombre. ¿Quién no se ha sorprendido cien veces cometiendo una acción sucia o vil, por la sola razón de saber que no la debía cometer? ¿No tenemos una perpetua inclinación, no obstante la excelencia de nuestro juicio, a violar lo que es ley, sencillamente porque comprendemos que es ley? Este espíritu de perversidad, repito, causó mi ruina completa. El deseo ardiente, insondable del alma de atormentarse a sí misma, de violentar su propia naturaleza, de hacer el mal por amor al mal, me impulsaba a continuar el Suplicio a que había condenado al inofensivo animal. Una mañana, a completa sangre fría, le puse un nudo corredizo alrededor del cuello y lo colgué de una rama de un árbol; lo ahorqué con los ojos arrasados en lágrimas, experimentando el más amargo remordimiento en el corazón; lo ahorqué porque me constaba que me había amado y porque sentía que no me hubiese dado ningún motivo de cólera; lo ahorqué porque sabía que haciendolo así cometía un pecado, un pecado mortal que comprometía mi alma inmortal, al punto de colocarla, si tal cosa es posible, fuera de la misericordia infinita del Dios misericordioso y terrible.

En la noche que siguió al día en que fue ejecutada esta cruel acción, fuí despertado a los gritos de «¡fuego!» Las cortinas de mi lecho estaban convertidas en llamas. Toda la casa estaba ardiendo. Con gran dificultad escapamos del incendio mi mujer, un criado y yo. La destrucción fue completa. Se aniquiló toda mi fortuna, y entonces me entregué a la desesperación.

No trato de establecer una relación de la causa con el efecto, entre la atrocidad y el desastre: estoy muy por encima de esta debilidad. Sólo doy cuenta de una cadena de hechos, y no quiero que falte ningún eslabón. El día siguiente al incendio visité las ruinas. Los muros se habían desplomado, exceptuando uno solo, y esta única excepción fue un tabique interior poco sólido, situado casi en la mitad de la casa, y contra el cual se apoyaba la cabecera de mi lecho. Dicha pared había escapado en gran parte a la acción del fuego, cosa que yo atribuí a que había sido recientemente renovada. En torno de este muro agrupábase una multitud de gente y muchas personas parecían examinar algo muy particular con minuciosa y viva atención. Las palabras «¡extraño!» «¡singular!» y otras expresiones semejantes excitaron mi curiosidad. Me aproximé y vi, a manera de un bajo relieve esculpido sobre la blanca superficie, la figura de un gato gigantesco. La imagen estaba estampada con una exactitud verdaderamente maravillosa.

Había una cuerda alrededor del cuello del animal. Al momento de ver esta aparición, pues como a tal, en semejante circunstancia, no podía por menos de considerarla, mi asombro y mi temor fueron extraordinarios. Pero, al fin, la reflexión vino en mi ayuda. Recordé entonces que el gato había sido ahorcado en un jardín,contiguo a la casa. A los gritos de alarma, el jardín habría sido inmediatamente invadido por la multitud y el animal debió haber sido descolgado del árbol por alguno y arrojado en mi cuarto a través de una ventana abierta. Esto seguramente, había sido hecho con el fin de despertarme. La caída de los otros muros había aplastado a la víctima de mi crueldad en el yeso recientemente extendido; la cal de este muro, combinada con las llamas y el amoníaco desprendido del cadáver, habrían formado la imagen, tal como yo la veía. Merced a este artificio logré satisfacer muy pronto a mi razón, mas no pude hacerlo tan rápidamente con mi conciencia, por que el suceso sorprendente que acabo de relatar, grabóse en mi imaginación de una manera profunda. Hasta pasados muchos meses no pude desembarazarme del espectro del gato, y durante este período envolvió mi alma un semisentimiento. muy semejante al remordimiento. Llegué hasta llorar la pérdida del animal y a buscar en torno mío, en los tugurios miserables, que tanto frecuentaba habitualmente, otro favorito de la misma especie y de una figura parecida que lo reemplazara.

Ocurrió que una noche que me hallaba sentado, medio aturdido, en una taberna más que infame, fue repentinamente solicitada mi atención hacia un objeto negro que reposaba en lo alto de uno de esos inmensos toneles de ginebra o ron que componían el principal ajuar de la sala. Hacía algunos momentos que miraba a lo alto de este tonel, y lo que mé sorprendía era no haber notado más pronto el objeto colocado encima. Me aproximé, tocándolo con la mano.

Era un enorme gato, tan grande por lo menos como Plutón, e igual a él en todo, menos en una cosa. Plutón no tenía ni un pelo blanco en todo el cuerpo, mientras que éste tenía una salpicadura larga y blanca, de forma indecisa que le cubría casi toda la región del pecho.
No bien lo hube acariciado cuando se levantó súbitamente, prorrumpió en continuado ronquido, se frotó contra mi mano y pareció muy contento de mi atención. Era, pues, el verdadero animal que yo buscaba. Al momento propuse, al dueño de la taberna comprarlo, pero éste no se dio por entendido: yo no lo conocía ni lo había visto nunca antes de aquel momento. Continué acariciándolo y, cuando me preparaba a regresar a mi casa, el animal se mostró dispuesto a acompañarme. Le permití que lo hiciera, agachándome de vez en cuando para acariciarlo durante el camino.
Cuando estuvo en mi casa, se encontró como en la suya, e hízose en seguida gran amigo de mi mujer. Por mi parte, bien pronto sentí nacer antipatía contra él. Era casualmente lo contrario de lo que yo había esperado; no sé cómo ni por qué sucedió esto: su empalagosa ternura me disgustaba, fatigándóme casi. Poco a poco, estos sentimientos de disgusto y fastidio convirtiéronse en odio.

Esquivaba su presencia; pero una especie de sensación de bochorno y el recuerdo de mi primer acto de crueldad me impidieron maltratarlo. Durante algunas semanas me abstuve de golpearlo con violencia; llegué a tomarle un indecible horror, y a huir silenciosamente de su odiosa presencia, como de la peste.

Seguramente lo que aumentó mi odio contra el animal fue el descubrimiento que hice en la mañana siguiente de haberlo traído a casa: lo mismo que Plutón, él también había sido privado de uno de sus ojos.

Esta circunstancia hizo que mi mujer le tomase más cariño, pues, como ya he dicho, ella poseía en alto grado esta ternura de sentimientos que había sido mi rasgo característico y el manantial frecuente de mis más sencillos y puros placeres.

No obstante, el cariño del gato hacia mí parecía acrecentarse en razón directa de mi aversión contra él. Con implacable tenacidad, que no podrá explicarse el lector, seguía mis pasos. Cada vez que me sentaba, acurrucábase bajo mi silla o saltaba sobre mis rodillas, cubriendome con sus repugnantes caricias.

Si me levantaba para andar, se metía entre mis piernas y casi me hacía caer al suelo, o bien introduciendo sus largas y afiladas garras en mis vestidos, trepaba hasta mi pecho.

En tales momentos, aunque hubiera deseado matarlo de un solo golpe, me contenía en parte por el recuerdo de mi primer crimen, pero principalmente debo confesarlo, por el terror que me causaba el animal.

Este terror no era de ningún modo el espanto que produce la perspectiva de un mal físico, pero me sería muy difícil denominarlo de otro modo. Lo confieso abochornado. Sí; aun en este lugar de criminales, casi me avergüenzo al afirmar que el miedo y el horror que me inspiraba el animal se habían aumentado por una de las mayores fantasías que es posible concebir.

Mi mujer habíame hecho notar más de una vez el carácter de la mancha blanca de que he hablado y en la que estribaba la única diferencia aparente entre el nuevo animal y el matado por mí. Seguramente recordará el lector que esta marca, aunque grande, estaba primitivarnente indefinida en su forma, pero lentamente, por grados imperceptibles, que mi razón se esforzó largo tiempo en considerar como imaginarios, había llegado a adquirir una rigurosa precisión en sus contornos. Presentaba la forma de un objeto que me estremezco sólo al nombrarlo: y ésto era lo que sobre todo me hacía mirar al monstruo con horror y repugnancia, y me habría impulsado a librarme de él, ni me hubiera atrevido: la imagen de una cosa horrible y siniestra, la imagen de la horca. ¡Oh lúgubre y terrible aparato, instrumento del horror y del crimen, de la agonía y de la muerte!

Y heme aquí convertido en un miserable, más allá de la miseria de la humanidad. Un animal inmundo, cuyo hermano yo había con desprecio destruido, una bestia bruta creando para mí -para mí, hombre formado a imagen del Altísimo-, un tan grande e intolerable infortunio. ¡Desde entonces no volví a disfrutar de reposo, ni de día ni de noche! Durante el día el animal no me dejaba ni un momento, y por la noche, a cada instante, cuando despertaba de mi sueño, lleno de angustia inexplicable, sentía el tibio aliento de la alimaña sobre mi rostro, y su enorme peso, encarnación de una pesadilla que no podía sacudir, posado eternamente sobre mi corazón.

Tales tormentos influyeron lo bastante para que lo poco de bueno que quedaba en mí desapareciera. Vinieron a ser mis íntimas preocupaciones los más sombríos y malvados pensamientos. La tristeza de mi carácter habitual se acrecentó hasta odiar todas las cosas y a toda la humanidad; y, no obstante, mi mujer no se quejaba nunca, ¡ay! ella era de ordinario el blanco de mis iras, la más paciente víctima de mis repentinas, frecuentes e indomables explosiones de una cólera a la cual me abandonaba ciegamente.

Ocurrió, que un día que me acompañaba, para un quehacer doméstico, al sótano del viejo edificio donde nuestra pobreza nos obligaba a habitar, el gato me seguía por la pendiente escalera, y, en ese momento, me exasperó hasta la demencia. Enarbolé el hacha, y, olvidando en mi furor el temor pueril que hasta entonces contuviera mi mano, asesté al animal un golpe que habría sido mortal si le hubiese alcanzado como deseaba; pero el golpe fue evitado por la mano de mi mujer. Su intervención me produjo una rabia más que diabólica; desembaracé mi brazo del obstáretaguardia y le hundí el hacha en el cráneo. Y sucumbió instantáneamente, sin exhalar un solo gemido mi desdicháda mujer.

Consumado este horrible asesinato, traté de esconder el cuerpo.

Juzgué que no podía hacerlo desaparecer de la casa, ni de día ni de noche, sin correr el riesgo de ser observado por los vecinos. Numerosos proyectos cruzaron por mi mente. Pensé primero en dividir el cadáver en pequeños trozos y destruirlos por medio del fuego. Discurrí luego cavar una fosa en el suelo del sótano. Pensé más tarde arrojarlo al pozo del patio: después meterlo en un cajón, como mercancía, en la forma acostumbrada, y encargar a un mandadero que lo llevase fuera de la casa. Finalmente, me detuve ante una idea que consideré la mejor de todas.

Resolví emparedarlo en el sótano, como se dice que los monjes de la Edad Media emparedaban a sus víctimas. En efecto, el sótano parecía muy adecuado para semejante operación. Los muros estaban construidos muy a la ligera, y recientemente habían sido cubiertos, en toda su extensión de una capa de mezcla, que la humedad había impedido que se endureciese.

Por otra parte, en una de las paredes había un hueco, que era una falsa chimenea, o especie de hogar, que había sido enjabelgado como el resto del sótano. Supuse que me sería fácil quitar los ladrillos de este sitio, introducir el cuerpo y colocarlos de nuevo de manera que ningún ojo humano pudiera sospechar lo que allí se ocultaba. No salió fallido mi cálculo. Con ayuda de una palanqueta , quité con bastante facilidad los ladrillos, y habiendo colocado cuidadosamente el cuerpo contra el muro interior, lo sostuve en esta posición hasta que hube reconstituído, sin gran trabajo toda la obra de fábrica. Habiendo adquirido cal y arena con todas las precauciones imaginables, preparé un revoque que no se diferenciaba del antiguo y cubrí con él escrupulosamente el nuevo tabique. El muro no presentaba la más ligera señal de renovación.

Hice desaparecer los escombros con el más prolijo esmero y expurgué el suelo, por decirlo así. Miré triunfalmente en torno mío, y me dije: «Aquí, a lo menos, mi trabajo no ha sido perdido».

Lo primero que acudió a mi pensamiento fue buscar al gato, causa de tan gran desgracia, pues, al fin, había resuelto darle muerte. De haberle encontrado en aquel momento, su destino estaba decidido; pero, alarmado el sagaz animal por la violencia de mi reciente acción, no osaba presentarse ante mí en mi actual estado de ánimo.

Sería tarea imposible describir o imaginar la profunda, la feliz sensación de consuelo que la ausencia del detestable animal produjo en mi corazón. No apareció en toda la noche, y por primera vez desde su entrada en mi casa, logré dormir con un sueño profundo y sosegado: sí, dormí, como un patriarca, no obstante tener el peso del crimen sobre el alma.

Transcurrieron el segundo y el tercer día, sin que volviera mi verdugo. De nuevo respiré como hombre libre. El monstruo en su terror, había abandonado para siempre aquellos lugares. Me parecía que no lo volvería a ver. Mi dicha era inmensa. El remordimiento de mi tenebrosa acción no me inquietaba mucho. Instruyóse una especie de sumaria que fue sobreseída al instante. La indagación practicada no dio el menor resultado. Habían pasado cuatro días después del asesinato, cuando una porción de agentes de policía se presentaron inopinadamente en casa, y se procedió de nuevo a una prolija investigación. Como tenía plena confianza en la impermeabilidad del escondrijo, no experimenté zozobra. Los funcionarios me obligaron a acompañarlos en el registro, que fue minucioso en extremo. Por último, y por tercera o cuarta vez, descendieron al sótano. Mi corazón latía regularmente, como el de un hombre que confía en su inocencia. Recorrí de uno a otro extremo el sótano, crucé mis brazos sobre mi pecho y me paseé afectando tranquilidad de un lado para otro.

La justicia estaba plenamente satisfecha, y se preparaba a marchar. Era tanta la alegría de mi corazón, que no podía contenerla. Me abrasaba el deseo de decir algo, aunque no fuese más que una palabra en señal de triunfo, y hacer indubitable la convicción acerca de mi inocencia.

-Señores -dije, al fin, cuando la gente subía la escalera-, estoy satisfecho de haber desvanecido vuestras sospechas. Deseo a todos buena salud y un poco más de cortesía. Y de paso caballeros, vean aquí una casa singularmente bien construida (en mi ardiente deseo de decir alguna cosa, apenas sabía lo que hablaba). Yo puedo asegurar que ésta es una casa admirablemente hecha. Esos muros... ¿Van ustedes a marcharse, señores? Estas paredes están fabricadas sólidamente.

Y entonces, con una audacia frenética, golpeé fuertemente con el bastón que tenía en la mano precisamente sobre la pared de tabique detrás del cual estaba el cadáver de la esposa de mi corazón.

¡Ah! que al menos Dios me proteja y me libre de las garras del demonio. No se había extinguido aún el eco de mis golpes, cuando una voz surgió del fondo de la tumba: un quejido primero, débil y entrecortado como el sollozo de un niño, y que aumentó después de intensidad hasta convertirse en un grito prolongado, sonoro y continuo, anormal y antihumano, un aullido, un alarido a la vez de espanto y de triunfo, como solamente puede salir del infierno, como horrible armonía que brotase a la vez de las gargantas de los condenados en sus torturas y de los demonios regocijándose en sus padecimientos.

Relatar mi estupor sería Insensato. Sentí agotarse mis fuerzas, y caí tambaleándome contra la pared opuesta. Durante un instante, los agentes, que estaban ya en la escalera, quedaron paralizados por el terror. Un momento después, una docena de brazos vigorosos caían demoledores sobre el muro, que vino a tierra en seguida.

El cadáver, ya bastante descompuesto y cubierto de sangre cuajada, apareció rígido ante la vista de los espectadores. Encima de su cabeza, con las rojas fauces dilatadas y el ojo único despidiendo fuego, estaba subida la abominable bestia, cuya malicia me había inducido al asesinato, y cuya voz acusadora me había entregado al verdugo...

Al tiempo mismo de esconder a mi desgraciada víctima, había emparedado al monstruo

Hasta el Infierno tiene sus Héroes !


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#42 Guest_Adrih_*

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Publicado 29 enero 2005 - 14:48


La mujer del marinero


A mediados del siglo xvi vivía en la calle mesones de talavera de la reina una hermosa mujer llamada isabel. Su marido era un intrépido marinero que había llegado a navegar por los siete mares. Isabel, era una mujer amante de su casa y de su marido, aunque tenían un problema, que disgustaba grandemente a ambos: isabel no se quedaba nunca embarazada.
una primavera, las naves españolas iban a partir desde el puerto de cadiz en una travesía que les iba a llevar durante varios meses a recorrer las costas de america central. Durante este periplo, isabel, quien era una mujer muy hermosa, cuidaba de la casa y de unas tierras que tenía en la localidad de belvis de la jara. isabel ademas de bella, era una mujer muy limpia para su tiempo. no hay que olvidar que bañarse diariamente era considerado por los españoles de aquella época como un signo de judíos. de todas maneras isabel llenaba una tinaja con agua del pozo del patio y luego se sumergía en ella durante horas. esto le relajaba mucho y le hacía olvidar la pena de tener a su esposo en tierras tan lejanas.

isabel cometió el error una tarde de verano, de dejar la ventana, de su cuarto abierta para que entrara la fresca brisa del tajo, olvidando que desde la ventana vecina alguien podría verla. efectivamente, una anciana inmiscusora, cada tarde la veía bañarse en su tinaja. esto le valió a isabel una denuncia ante el tribunal de la santa inquisición. aunque como nada pudo ser probado, isabel fue dejada en libertad.

dos años mas tarde cuando su marido regresó de la isla de la española, le trajo a isabel muchos regalos: la resina seca de un arbol que se masticaba sin tragar, varios avalorios de cuero y conchas comprado a los indígenas y una especie de hojas grandes, enrolladadas, cuya punta, los indios quemaban y por el otro extremo chupaban el humo con gran placer. sin saberlo isabel estaba probando uno de los primeros puros que llegaron a españa. cuando su marido en primavera volvio a enrolarse en otro navio conquistador. isabel, volvio a cometer el error de dejar la ventana abierta. esta vez, la anciana cotilla, avisó al cura de la parroquia cercana de santiago y ambos espias ante su estupor, no solo vieron a isabel bañarse en su tinaja, sino que esta soltaba bocanadas de humo por la boca mientras chupaba un extraño instrumento semejante a un falo.

esta vez la denuncia tuvo una sentencia inculpatoria. isabel fue condenada a muerte y quemada en la plaza de la cruz verde por bruja. cuando su marido regresó a talavera y entró en su casa, encontró la tinaja aún repleta de agua y sobre la superficie habían nacido nenúfares. el hombre quien tantas veces se había salvado de estragos en la mar, del acoso de los piratas ingleses y las racias de los indigenas corrió hacia el río y gritando el nobre de isabel se tiró y nunca se supo más de él.

aún hoy, dicen... si se cruza el puente romano justo a la hora en la que isabel fue quemada (las dos de la madrugada) y uno se asoma al río, puede ver el rostro de la mujer y escuchar sus espeluznantes gritos cuando las llamas comenzaron a consumirla.



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Publicado 29 enero 2005 - 14:50


La Mano del Negro

No eran pocos los indios que por el año de 1.559 morían a causa del maltrato que recibían al llevar carga desde Cali a Buenaventura. Fue entonces que se fijó la vista en los negros y tomó fuerza en nuestra tierra la esclavitud.

Por tal motivo muchos hombres de color debieron huir y se hicieron asaltantes de caminos, lo cual obligó al estado a imponer como castigo para ellos, la amputación del pene. Cuenta la leyenda que por aquel entonces llegó a la hacienda de don Alberto Bujalance, un encomendero dueño de muchas tierras, un negro rebelde llamado Crecencio, quien de inmediato quedó enamorado de la hermosa negra Juana, la dama de compañía y sirvienta de doña Carmen de la Ronda, esposa de don Alberto.

Cuentan que fue tal su conmoción, que su temperamento reaccionario dio paso en su interior a un benévolo hombre siempre obediente y servil.
Doña Carmen, quien se convirtió en poco tiempo en la benefactora y cómplice de ambos, no tardaría en darse cuenta de una terrible verdad: en medio de una charla informal la negra Juana le confesó a su ama que se había casado con Crecencio en el altar de Piedra Grande en el Valle del Lili, el entonces santuario de los venidos del África. Pero además le contó que ambos escuchaban una voz grave y profunda que los invitaba a ir a los Farallones. Doña Carmen de inmediato recordó que era allá en donde se reunía el Diablo con sus brujas a danzar. Entonces tomó una determinación: decidió delatar a los enamorados.

Eso implicaba la muerte para Crecencio, quien se fugó con Juana rápidamente. Pero en poco tiempo fueron arrestados en Vijes. Al llevarlos ante don Alberto, éste golpeó a Juana casi hasta matarla, ante lo cual Crecencio se liberó de sus ataduras y le partió la mandíbula a su antiguo patrón.

Como castigo, a Crecencio se le cortó la mano y de paso, el pene, mientras que a Juana la aventaron al monte en donde fue devorada en estado de embarazo por las fieras. Al poco tiempo Crecencio también apareció muerto. Su cuerpo, sin una santa sepultura, fue echado al muladar.

Fue cuando comenzó a aparecerse en lo que hoy es la Loma de la Cruz, un negro sin mano que arrastraba cadenas y de cuyo muñón caía sangre sin parar; a su paso los animales enloquecían. Así, presas del terror, la gente hizo clavar una santa cruz en el lugar para santiguar el sitio.

Dicen algunos que todo se calmó por un tiempo pero otros afirman que todavía el negro ronda el sitio.




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Publicado 29 enero 2005 - 14:55


EL FANTASMA DEL LAGAR


Los hechos que ocurrieron durante el otoño e invierno de 1948 se encuentran documentados en los periódicos de la época. Aproximadamente a finales de octubre de ese año, una noche en la que hacía un terrible viento que hacía chocar las ramas de los álamos del río, unas niñas habían salido desde su casa en la calle Horno del Río hasta la de su abuela en la Ronda del Cañillo para llevarla la cena. Cuando pasaban por la calle de San Jerónimo, un escalofrío recorrió cada centímetro de la piel de ambas muchachas. Un espectro embuelto en una sábana blanca corrió por la calle y pasó a su lado veloz como un rayo desapareciendo por los aledaños de San Prudencio. Las dos muchachas tiraron los recipientes donde llevaban la comida al suelo y corrieron a su casa refugiándose junto a su madre. Nadie hizo caso de lo ocurrido. Los mayores lo achacaron a la imaginación de las dos niñas que incluso fueron objeto de bromas entre los vecinos. Dos semanas después, sobre las diez de la noche, una mujer tendía la ropa en el valcón de su casa, y quedó petrificada al ver como un ser cubierto por una sábana blanca salía de la vieja carbonería y se perdía por otra calle aledaña. La mujer fue a hablar con la madre de las dos niñas y ambas decidieron ir a contar el hecho a la policía. Los miembros del servicio de seguridad ni siquiera tomaron datos de la denuncia.
La noche antes del día de difuntos, tres personas más en diferentes puntos del barrio vieron al espectro moviendose sigilosamente entre las aristas de las casas. Una de ellas fue doña Eloísa. Una profesora del colegio de San Agustín que era muy querida y respetada. Ella no podía entrar en un juego como ése, así que un grupo de vecinos organizaron una batida nocturna para vigilar y coger al fantasma.
Dos veces más fue visto antes de Navidad dicho ser, pero no fue hasta el día antes de nochevieja cuando una pareja de guardias civiles, observaron al espectro dirigiéndose hacia la calle del charcón, más tarde de la media noche. Ambos vieron como el fantasma se metía en una casa y llamaba a una puerta. La vecina abrió sin inmutarse ante la presencia del espíritu y lo dejó pasar. Los dos guardias civiles esperaron hasta que unos gritos de dolor salieron de la casa. Entonces decidieron entrar y tiraron la puerta encontrando al impostor, mejor dicho impostora, realizando un aborto a una joven.
La fantasma (cuyo nombre nos reservamos porque aún vive) fue detenida y encarcelada. Durante varios meses había venido realizando aborto a jovencitas que se quedaban embarazadas y aprovechaba el disfraz de fantasma para que nadie pudiera reconocerla. Tras cinco años de cárcel, no se la permitió volver a la ciudad y fue desterrada a Madrid.
Años después volvió a Talavera y las malas lenguas dicen que durante varios años más siguió practicando interrupciones de embarazos, aunque el fantasma, nunca más volvió a ser visto.








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Publicado 29 enero 2005 - 21:37


El fantasma de Androides


En los años ochenta, la discoteca Androides era una de las más conocidas de la ciudad. Estaba situada en la Calle Alfares muy cerca de un cruce de calles denominado popularmente Cuatro Caminos. Muchos son los hechos extraños que se contaron acerca de ese local. Algunos hablaban de vasos que se estallaban sin nadie tocarlos. Una joven describió perfectamente como de los baldosines de las paredes del cuarto de baño brotaban chorros de sangre. Alguien contó que durante un apagón durante una nochevieja un frió intenso recorrió todo el local e hizo que las copas se congelaran en las manos de la gente en cuestión de segundos.
De todas maneras la historia más extraña y terrorífica de la que tenemos noticias, y que según muchos fue la causa de su cierre, fue la historia que narramos a continuación con nombres supuestos ya que los protagonistas son una familia muy conocida en la ciudad:
La noche de un sábado cualquiera de invierno Pablo conducía su moto hacia la discoteca Androides. Aquella noche, sus amigos no habían regresado de Madrid, pues estaban allí estudiando, pero Pablo decidió tomar una copa con la esperanza de encontrar otra alma solitaria con quien hablar. De repente, cuando enfilaba la calle Alfares, un fuerte aguacero comenzó a caer sobre la ciudad. Gracias a Dios, Pablo estaba muy cerca de la discoteca, así que aparcó su moto en un callejón cercano llamado Cerrillo de San Roque y bajo una cornisa, comenzó a atar con su cadena, los radios de la moto al poste de una señal de tráfico.
De repente un escalofrío rozó su nuca y miró atrás. La sombra de una joven de unos dieciseis años, vestida con una leve blusa de seda y una falda también de tela muy ligera estaba observándole. La chica estaba totalmente calada. El agua caía de su pelo rubio y lacio sobre sus hombros, y el color de rimel de sus ojos formaba un reguero de lágrimas negras sobre su cara. Pablo, se puso en pie y viendo que la chica temblaba, se quitó su chaqueta motera de cuero y se la echó encima. Pablo le sugirió llevarla a su casa pero ella se negó, así que le invitó a entrar a la discoteca y tomar una copa. La cara de la muchacha era pálida y triste, pero esgrimió una leve sonrisa y entró junto con el chico al local. Allí conversaron durante horas y casi a las cinco de la mañana, Pablo cogió su moto y la llevó hasta su domicilio. Una pequeña casa baja, en la calle de la Luna. Allí en la puerta, la muchacha cuyo nombre no había preguntado le dió un pequeño beso en la mejilla y le entregó una fotografía de carnet.
Al día siguiente, Pablo, muy ilusionado por tener una nueva amiga que además le gustaba como no le había gustado otra mujer en su vida, se encaminó hacia la casa de la muchacha. Tras varios golpes. Una mujer de unos cincuenta y muchos años abrió la puerta. -¿Está su hija? - Preguntó Pablo. - No haga usted bromas, joven - Contestó la mujer - Mi hija murió hace tres años en un accidente de moto.- Pablo no daba crédito a lo que oía. La foto que había colocado bajo su almohada coincidía con la hija de aquella triste señora. Pablo no se resignaba y creía que todo era una macabra broma. Tan empeñado estaba Pablo en su afirmación que la mujer le acompañó hasta el cementerio. Allí sobre una tumba con el nombre de su amada estaba colocada la chaqueta que la noche anterior le había prestado.
Ahora Pablo continúa en tratamiento psiquiatrico. Tras conocerse la historia que incluso salió publicada en la prensa local, la discoteca Androides cerró. La joven fantasma dicen que hoy sigue vagando por la zona y a veces, las noches de lluvia algunos motoristas al parar en el semáforo de Cuatro Caminos creen ver a una joven vestida de seda que calada hasta los huesos se esconde entre los bancos y los árboles de la plaza de Zamora.








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Publicado 29 enero 2005 - 21:41


La Llorona de San Antonio


En ocasiones los aullidos de los perros se hacen incontrolables y los vecinos no consiguen conciliar el sueño en un buen rato. Por las empinadas calles del barrio San Antonio una entidad extraña cuya historia es más una tragedia que un relato de espantos, se pasea de vez en cuando llorando sin pudor su desventura eterna.

Era el año de 1.593 cuando por esas mismas calles vivía el concejal Álvaro Pérez Llanos con su esposa, Micaela, un matrimonio pudiente y de clase alta de la ciudad. Con ellos vivía una hermosa joven empleada, gitana y mestiza de exhuberante belleza, llamada Margarita Hernández y protagonista desdichada de este relato. Cuenta la leyenda que Margarita conoció en una fiesta a un apuesto hombre, don Salvador de Ribera, lo cual desembocó en un enamoramiento a primera vista y en una pasión sin control; todo, con un agravante, don Salvador era casado con doña Ana Maldonado, quien no tardó en darse cuenta del desliz. Ante esto, envió una carta al obispo en España, acusando a la pareja de adulterio y a don Álvaro Pérez de alcahuete. Sin embargo, por cosas del destino, la carta llegó a manos de éste último, quien entrado en cólera decidió tomar cartas en el asunto.

Esa noche, esperó al enamorado tras la puerta de su casa, en donde al verle llegar desenvainó su espada para darle muerte; empero, don Salvador se defendió con su florete e hiriendo al dueño de hogar, huyó de inmediato. El alboroto despertó a Micaela, la señora de la casa, quien al darse cuenta del asunto, golpeó casi hasta la muerte a la pobre Margarita; luego la acusó de ramera y le obligó a marcharse so pena de ser acusada ante la justicia por prostitución.
Margarita, embriagada de pena, decidió suicidarse esa misma noche a puertas cerradas, en su alcoba. Don Salvador, por su parte, fue acusado de adulterio y desterrado.

La familia Pérez, intentando ocultar la desgracia, optó por echar el cuerpo de Margarita envuelto en una manta a un muladar, en lugar de darle sana sepultura.

Noches después del suceso, don Álvaro Pérez sintió unos ruidos en la sala de su casa. Al ir a ver de qué se trataba, fue atacado con furia por el fantasma de Margarita, quien le acusaba de haber intentado violarla anteriormente. El suceso se repitió durante muchas noches más, al final de las cuales el hombre terminaba lleno de moretones, dormido en su propia cama.

Se dice que hoy, Margarita recorre las calles de San Antonio llorando su pena a través de un lamento agudo y lastimero, mientras los perros aúllan desconsoladamente.




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Publicado 29 enero 2005 - 21:45


La niñera


Esta es una historia que le ocurrió a un amigo mío, o tal vez al primo de mi amigo, o al primo del primo de mi amigo... ¡en fin, lo cierto es que ésto es completamente cierto!

Todo ocurrió durante una fría noche de invierno, cuando Christen Myers, una universitaria de 19 años de edad, tuvo hacer las veces de canguro para conseguir algo de dinero. La joven debía hacerse cargo de los hijos de un matrimonio que vivía dos manzanas más abajo de su casa. Se trataba de dos niños, uno de 4 años y el otro de 14 meses, que apenas le causarían molestias.
Al dar las diez de la noche, Christen acudió al domicilio del matrimonio donde pasaría la peor noche de toda su vida...
Era una casa enorme, tenía dos pisos y una buardilla de esas antigüas que parecía haber salido de una película de terror. Arriba se encontraba la habitación de los niños y la de la pareja y en la parte de abajo había un gran salón donde la joven aprovecharía para seguir con sus estudios mientras estaba pendiente de las necesidades de los críos.
A las diez y media les puso el pijama y los subió a la habitación en la que dormían rodeados de unos grandes muñecos de peluche que parecían tener vida propia.
El tiempo comenzó a pasar lentamente y por fin llegó la media noche. El cielo estaba completamente oscuro y una fina lluvia comenzó a golpear los cristales de la casa. Minutos más tarde, empezó a empeorar el tiempo, y lo que en un principio era una inofensiva lluvia de cuatro gotas de agua, llegó a convertirse en una de las más aterradoras tormentas de los últimos tiempos.
Debido a una subida de tensión en los conductos de corriente, las luces del salón se fundieron una por una y la joven comenzó a notar como el miedo recorría su cuerpo de pies a cabeza.
De pronto comenzó a sonar el teléfono y la muchacha corrió a cogerlo pensando que se trataría del matrimonio. Pero no fué así, al otro lado del teléfono podían escucharse los gemidos de un hombre que parecía querer asustarla. Era una voz profunda y tétrica, realmente aterradora!
La joven apenas podía entender lo que aquel hombre decía, era casi imposible descifrarlo! El miedo la envolvía cada vez más y la voz de ese personaje se hacía más aterradora.
La casa estaba completamente congelada, hacía un frío espantoso, pero... ¿de donde procedía? Era como si alguien se hubiese dejado una ventana abierta, pero ella ya se había asegurado de cerrarlas todas antes de acostar a los niños.
El teléfono comenzó a sonar de nuevo; en ese mismo instante los críos comenzaron a gritar de una forma agonizante. Christen recordó que podía utilizar el localizador de llamadas para poder saber de donde procedían las llamadas y de quien era la misteriosa voz que la acosaba. Descolgó el teléfono, pulsó la tecla de localización y esperó durante unos cuantos segundos.
Un 'bip' fue el decisivo para desvelar el misterio, pero no hizo que el miedo desapareciese, ¡sino todo lo contrario!. Lo que la joven descubrió en esos instantes la dejó sin apenas poder respirar! Las llamadas procedian...


...DE LA HABITACIÓN EN LA QUE SE ENCONTRABAN LOS NIÑOS DURMIENDO!!!!!!


Por el auricular del teléfono pudo escuchar como la voz del hombre le decía a gritos: - "Quédate ahí quieta, enseguida bajaré a por tí..."
"Si alguna vez os quedáis solos en casa aseguraros de cerrar bien todas las puertas y ventanas o el mal podrá colarse a través de ellas"









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El Buziraco

Corría el año de 1.825 cuando de pronto, sin explicación alguna, algo malo comenzó a ocurrir en Cali. El ambiente se llenó de un denso olor a azufre, hubo peste de viruela, dengue, tabardillo y lepra, una plaga de langostas comenzó a asolar los cultivos del Valle del Cauca; y lo más misterioso, en las noches de lluvia se aparecía en el cerro la figura gigante de un murciélago, alrededor del cual un conjunto de hombres y mujeres de color negro danzaban en medio de las llamas al son de ritmos africanos.

Se trataba del demonio conocido como El Buziraco, quien había sido expulsado anteriormente del Cerro de la Popa en Cartagena por un monje exorcista; se dice que con él vinieron todos los herejes y brujas a quienes no había alcanzado a bautizar San Pedro Claver.

Se decidió entonces, pedirle ayuda a Popayán, de donde enviaron a Vicente y a Juan Cuesta, dos misioneros cuyo objetivo era expulsar de la Sultana a El Buziraco. Llegados a Cali, ambos comenzaron a realizar una campaña de exorcismos que convirtió esta tierra en un dantesco cuadro de gemidos, dolores y purgas. Como complemento, los misioneros colocaron sobre el cerro tres cruces de guadua en el año de 1.837, con lo cual la furia de este demonio se aplacó y no se volvió a saber de él en un buen tiempo.

Empero, en el año de 1.876, Santiago de Cali fue víctima de saqueos, incendios y degüellos; cuenta la leyenda que desde el cerro se escuchó una voz ronca que con ira desmedida, maldijo la ciudad. Años después, en 1.925, hubo un temblor sin precedentes en el que se derrumbaron varias iglesias de la ciudad y en el que se desplomaron las tres cruces de guadua, como si se estuviera liberando entre estertores El Buziraco.

Y fue sólo hasta el seis de enero de 1.937 que el Padre Marco Tulio Collazos hizo volver a construir las cruces, esta vez en ferroconcreto para más seguridad. Para la época, los cristianos tomaron por tradición el subir al cerro a hacer peregrinaciones, lo cual enfureció a El Buziraco, quien repartió entre los fieles aguardiente y mujerzuelas. Todo desembocó en un carnaval macabro de orgías, violaciones, saqueos y raponeos, por lo que la Arquidiócesis prohibió la tradición.

Sin embargo, dicen que El Buziraco sigue haciendo de las suyas y que en lugar de haber sido desterrarlo, las tres cruces lo dejaron atrapado aquí. También se dice que él ríe y goza cada vez que suenan los tambores, se prende la parranda y se inician las orgías acá en la urbe, bajo su maligna supervisión.








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Publicado 29 enero 2005 - 21:56


El enano suicida


Esta leyenda, más que urbana, parece destinada a amenizar frías noches de acampada sentados alrededor de una confortable hoguera.

Como comentamos en nuestra cabecera, esta leyenda se sale un poco de las típicas leyendas urbanas, pero nos ha parecido conveniente incluirla porque le sucedió realmente a alguien que conocemos.

Bueno, no conocemos a los mismos protagonistas de la historia, pero la prima de una amiga de ellos viene de vez en cuando a tomar café con nosotros. Bueno otra vez, la amiga no lo es realmente de ellos, sino de la hija de la carnicera del pueblo donde sucedieron los hechos, así que son fuentes de absoluta primera mano.

Cuidado al conducir de noche por parajes desconocidos, no sea que te lleves alguna sorpresita.

La historia es la siguiente, tal cual salió de los labios del protagonista:

" Todo comenzó una tarde de verano, en la que mi familia y yo nos disponíamos a asistir a la boda de mi prima en un pueblecito. Pues bien, despues de una boda un tanto aburrida y un banquete a reventar, por no hablar de las copas que llevaban en el cuerpo, de lo que yo me declaro inocente (no me gusta el alcohol) nos ocurrió algo sorprendente.

Íbamos directos a casa (o sea a la capital) por una carretera algo oscura del pueblecito este, y de repente el coche que hay delante de nosotros da un volantazo y se mete en el carril contrario, sin saber qué caño pasa hacemos nosotros lo mismo, percatándonos despúes de que lo que había en la carretera era algo extraño. Paramos el coche, saliendo todos del mismo muy asustados, comenzamos a correr por la carretera para ver que era aquello. Pues bien aquello de repente lo vimos de lejos levantarse,¡era un enano! que salía corriendo en dirección al cementerio del pueblo. Y a todo esto la carretera y el campo más oscuros que todas las cosas. Despues de tranquilizarnos por el susto, hablamos con la policía del pueblo y nos informó que el eneno era un suicida y que acostumbraba a dar esa clase de bromas a los conductores. Y yo pienso si lo llegamos a coger cuando iba camino al cementerio se le quitan las ganas de dar sustos a nadie."












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Publicado 30 enero 2005 - 05:14

La Finca y las Brujas

Una noche en liborina (colombia) nos pisponiamos a dormir mi mama mi papa mi abuela osea toda mi familia en el sarso de la finca de mi abuelo ya fallesido.

Mi abuela oliva ya que esta es muy miedosa sintio un ruido en el ventanal de la finca del primer piso ella nos dijo pero nosotros no le haciamos caso ya que ella todos los dias decia lo mismo.

Nosotros nos dormimos pero por los ruidos que sentiamos parecia que la abuela no logro dormice temprano

Al dia siguiente la primera persona en despertar fui yo ya que no estoy muy acostumbrada a dormir.Un gran susuto el que pase al ver que la unica que ndormia en la piesa era yo pero que podia pasar si eramos 10 en una piesa y ninguno estaba alli las camas tendidas asi que decidi ir a buscarlos en el reto de la finca

Paso una hora y no los encontrava pensaba lo peor que les pudo a ver pasado?

Llego la noche y ello snollegaban estaba un poco asustada sin saber nada de ellos y ademas la finca era tenebrosa.

Me dio sueño asi que decidi dormir sola y muy acurrujada en una piesa trasera apage las luces !!!!pero!!!! que veo una luz pero si yo las apage todas pero derrepente veo que la luz pasa rapido y desaparece ahi si me dio miedo y decidi dormime lo mas promnto posible pero quien duerme con semejante susto!!!

Logre dormir 3 horas pero no pude mas decidi levantarme por un vaso de agua.Cuando salgo de la piesa las rejas de la finca sonaban como si alguien las tocara como una melodia me calme y subi al sarso ñas paredes estaban rasguñadas como si alguien uviese querido suvir poor una pared me asustes y mire asia el techo pero vi una sombra cai desmallada del susto. Al dia siguiente me desperto mi mama les pregunte que donde habian estado les conte lo ocurrido pero no m ecreian ella me respondio que habian estado buscando ala buela y que no me despertaron `por que les dio pesasar despertarme !!!!

Resulta que mi abuela habia estado corriendo detras de un muñequito chiquito mas que una zapato que le decia que lo persiguiera

Mi familia y yo salimos a dar un paseo alas otras fincas exepto mi mama y mi abuela que se quedaron en la finca vijilandola

Cuando volvimos mi mama corria un ataque de nervios y mi abuela repetia\"regresa\"\" mi tio que es spclogo la reviso pero al mes mi mama se recupero y dijo que habian visto a l abuelo que yta esta en latumba en una amaca y que el trataba de cojer un lazo y una foto en un tuvito arriba en techo para lograrlo se bregava a subir aferrado en las paredes las cojio y cojio una linterna y se fue !!!

Creemos que es el quien hace los ruidos y cuida la finca dicen que ala en la finca hay un entierro

Aun nos recuperamos y no volvimos ala finca.

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Una niña nunca miente

Tras un corto período de tiempo conseguí entender el significado de mis misteriosos compañeros. Sé que lo que voy a contar parecerá un poco lioso pero intentaré hacerlo resumido y claro. Todo empezó la noche del 25 de abril de 1990, cuando yo tan sólo tenía 8 años. Comencé a recordar cosas, situaciones que nunca había vivido, personas desconocidas paero conservadaas en mi memoria en forma de recuerdos. Mis padres pensaban que todas las historias que contaba eran nada más que la imaginación de una cría, pero no era así. Contaba detalles de la vida de una persona que nadie sabía excepto yo. Decía que estaba prometida con un médico y que estaba embaraza de un niño que nunca pude tener. Di la diercción de mi supuesto prometido en Francia, y mis padres, hartos de escucharme fueron a comprobar esa dirección. Al llegar a la casa abrió un hombre alto y apuesto. Mi padre le preguntó si estaba casado y su respuesta fue:
-Estuve prometido, con la mujer más maravillosa del mundo pero desgraciadamente murió el 16 de junio de 1982
Al escuchar esta fechamis padres se quedaron asombrados, era la fecha de mi nacimiento. Averiguamos que el alma de esa encantadora mujer se reencarnó en mí, es decir, que soy una de las pocas personas que sabe su vida anterior y me siento muy especial po ello. Soy como dos personas en una.

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Publicado 30 enero 2005 - 05:19

El pequeño llanto

Hace ya unos tres años atrás en un pequeño pueblo llamado Sengaball habitaba una numerosa familia,la cual hace dos meses había perdido al menor de todos los hermanos a causa de una terrible neumonía que no se le pudo detectar a tiempo.El más afectado fue Martín quien en la hora de la perdida huyo en su bicicleta al siguiente pueblo donde pasó la noche,y fue encontrado gracias a que las huellas de su bicicleta quedaron marcadas en el barro....Bueno el caso es que pasado esos dos meses,tipo doce de la noche del dia sabado,martín ya apunto de acostarse escucho un misterioso llanto fuera de su habitación el cual era proveniente del pasillo,Martín no le dio importancia pues podría haber sido cualquiera de sus hermanos chicos.Después de algunos minutos se sintió otro ligero llanto proveniente de la habitación del lado la cual había sido la pieza del menor de los hermanos,osea del hermanito difunto.
A martín si le dió importancia ese llanto pues le sonaba extraño que uno de sus hermanos estuviera llorando en esa habitación,a si que decidió ir a ver cual de todos sus hermanos lloraba tanto.....derrepente no se escucharon más llantos pero si se escucho un susurrante diálogo, donde lo único que alcanzó a oir fue \"¿te dolió mucho?-..no,casi ni se sintió.\" A Martín le sonó extraño haber escuchado esas palabras,a si que se levantó de su cama y caminó lentamente hacia la habitación del lado,al habrir la puerta vió a uno de sus hermanos conversandole a la ex cuna del hermano difunto....¿quen era el niño que lloraba desesperadamente por la casa?..podría haber sido el pequeño muerto?..y ¿porque el hermano de Martín le hablaba susurrante a la cuna?..y¿de donde provino la respuesta de ese diálogo?...¿acaso fue el hermanito muerto?......

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Publicado 30 enero 2005 - 05:20

Una muerte extraña

Estaba un señor en su casa en New Jersey (EEUU) eran las 8:00 pm cuando de repente el señor se disponia a ir a comprar la cena cuando subio al auto de su madre observo como una sombra negra iba sentada en el asiento de copiloto y de un momento a otro desaparecio todos los dias cuando se disponia a ir a comprar la cena sucedia lo mismo y un dia ya arto de todo eso se fue al carro de su mama nuevamente pero ya no le aparecio la sombra asi que el empezo a investigar en libros revistas en todo cuanto podia luego se entero por medio de un amigo que esa sombra era su muerte q lo buscaba el no creyo y siguio su camino al dia siguiente su madre se fue a su auto y vio a su hijo muerto y votando espuma por la boca y con los ojos arrancados ya que no habia creido en lo que le dijo su amigo y en la luna con sangre decia : \" Por favor auxilio no dejen que la muerte me lleve ya que no crei en las palabras de mi amigo \"

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Publicado 30 enero 2005 - 05:22

Energias de la montaña

Hace ya bastantes años empecé a andar con un grupo de amigos, teníamos muchas aficiones y gustos en común y de ahí nació una amistad bastante fuerte, tanto así que hoy, a pesar de que las distancias nos separan a muchos (uno vive en Tenerife, el otro en Chile y el resto aquí, en Venezuela) seguimos siendo como hermanos.


Una de las aficionas que teníamos en común era el montañismo, nos encantaba subir a la montaña (El Ávila, majestuosa montaña del valle de Caracas), y pronto nos encontramos subiendo por lo menos dos meses por mes a acampar. Se dice que esta montaña es una base secreta de OVNIS y tiene cualquier cantidad de historias en su haber, pero la siguiente, aunque realmente no puedo explicar que fue, sucedió en realidad hace unos 6 o 7 años.


Habíamos subido todo el grupo a acampar a un lugar cercano llamado “La Zorrera” en los mapas, pero conocido por nosotros como “La Planicie”, por se una amplia explanada donde se podía jugar futbol incluso. He de decir que nunca hemos sido aficionados a realizar prácticas espiritistas y menos a jugar a la oiuja ni a juegos por el estilo, pues metafísicamente hablando, nuestras condiciones son bastante particulares, todos tenemos algún sentido “sobrenatural” ampliamente desarrollado y hacer algún juego de esos sería invitar al desastre.


Hacía bastante tiempo que subíamos a La Planicie y siempre se notaban cosas raras, “presencias”, silencios largos e inquebrantados en plena noche, animalitos como ratones que aparecían abiertos y vaciados de todos sus órganos y cosas por el estilo, pero eso no nos atemorizó, mas bien nos incitó a realizar un círculo de energía para tratar de ver que podíamos dilucidar del asunto. Una noche de Viernes, si mal no recuerdo, subimos con esa intención, agudizamos nuestros sentidos y podíamos ver sombras, o más bien siluetas en la oscuridad de “gente” que se paraba en ciertos puntos, recuerdo bastante bien a una que se paraba siempre al lado de un delgado árbol (que a la mañana siguiente, por la altura del árbol, me di cuenta de que aquel ser debía medir por lo menos 2,5 metros o más). Empezó también a aparecer una criatura que caminaba muy rápidamente de un lado a otro, pero sin acercarse al campamento de nosotros, era pequeña, como una persona gateando pero muy, muy rápido. Esto no nos asustó tanto como para no llevar a cabo nuestro propósito de haber subido aquella noche, así que nos acercamos al centro de la planicie, a mitad de camino entre nuestro campamento y el único camino de condiciones seguras para salir de la misma, hicimos un círculo espalda con espalda y nos sujetamos de las manos, nos concentramos fuertemente, cada quien en lo que se le daba más, un amigo por ejemplo, entraba en trance meditativo casi inmediatamente cuando eso a mi me costaba, sin embargo, yo enfoqué toda la energía hacia mis ojos, pues mi don es el del poder de la vista.


Luego de no se cuanto tiempo se empezó a sentir una respuesta, las “sombras” empezaron a acercarse y todo se hizo silencio, callaron los grillos y toda la fauna nocturna, los murciélagos no volaron más y ni siquiera recuerdo haber oído el viento. Esto si nos empezó a asustar pero a orden de un amigo no rompimos el círculo, todos juntos estábamos a salvo, pero esa sensación extraña que nos recorría se hizo muy fuerte y dos amigos decidieron ver de que color era el aura de aquella presencia de la que parecía provenir toda esa energía. Practicaron lo que comúnmente se conoce como “El triángulo de energía”, un método para ver el color del aura, y descubrieron que aquel ser no tenía un solo color fijo (como solemos tener las personas) sino que su aura cambiaba de colores intermitentemente. Al descubrir eso la figura se empezó a acercar y sinceramente la reacción fue salir corriendo a la voz de los que estaban más cerca de ella cuando vieron que se acercaba.


Nuestro campamento estaba en el borde de un barranco no muy empinado, en donde había un único árbol, del cual terminamos montados, yo fui uno de los últimos en subir y sentí aquel hormigueo detrás de mí que se alivió cuando me halaron hacia arriba. Volteé y no había nada, el árbol temblaba (aunque ese temblor lo producíamos nosotros del miedo), entonces sucedió algo que jamás había visto ni vuelto a ver en todos mis años como montañista. El silencio fue roto por las guacharacas (aves bastante escandalosos y de hábitos diurnos), no sólo fue que empezaran a chillar de noche, sino que el rumor venía desde una quebrada cercana y empezó a oírse en círculos alrededor de nosotros (cuando detrás nuestro había un barranco) y no se veía presencia de ave alguna, el sonido dio un par de vueltas y se desvaneció... todo volvió a la normalidad.


De alguna manera pienso que aquello que vimos fue el espíritu de la montaña, dejándonos ver que estábamos en su casa, por eso, de ahí en adelante respeto más que nunca a la montaña cuando me adentro en sus misteriosos pasillos de bosque. Nunca reten a un espíritu en su propia casa...

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Publicado 30 enero 2005 - 05:24

He de confesar que esta es un poco rarilla pero bueno, igual les gusta:




Leyenda Creyente

carlitos era un niño que no creia en la mala suerte era feliz no creyendo en eso hasta que
un viernes 13 carlitos camino a la dulceria a
comprar golosinas cuando depronto un anciano
de rostro verde le pidio prestado dinero
carlitos no acepto y a cambio engaño al anciano
diciendole qu se tapara los ojos y contara hasta 5.
carlitos aprovechando el tiempo de que el anciano se tapara los ojos salio corriendo a la dulceria. El anciano termino de contar, de lejos disinguio al niño corriendo felizmente,cuando finalmente descubrio que lo habia engañado
el anciano se enojo tanto que hecho una maldición al niño de que cada día envejeciera
es decir cada día se le sumaban 10 años mas.
el niño moriria en una semana porque el tenia
12 años.
empezo el sabado se dio cuenta de su
habitación no era la misma miro a su lado
y estaba su esposa salio corriendo
miro por la ventana y estaba en un departamento no puede ser
corrio por las escaleras y vio:un bebé y un cartel de diploma para empleo de supermercado, era el cajero.
luego de 7 días despues ya era viejo miro a su esposa y ella lo miro y dijo: tienes 82 años y todavia me miras.
carlitos al oir se asusto tanto que se murio
de un infarto.
luego en su funeral aparecio el anciano
de rostro verde,se dirigio al ataud de
carlitos y dijo en voz baja:
-no es bueno engañar a las personas de ,ayor edad en especial a las con rostro verde.

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Publicado 30 enero 2005 - 06:03

Carolina y Verónica

Existen muchas historias acerca de la, maldición de Verónica, la que yo conozco es bien distinta a las que he podido leer aquí.

La leyenda que yo conozco esta protagonizada por Verónica y Carolina y me fue contada cuando tenía 14 y estudiaba en el colegio donde se produjeron los hechos.

Carolina y Verónica eran dos jóvenes novicias de un convento, el cual, actualmente, es un colegio de Primaria y Secundaría.

Estas jóvenes habían sido amigas desde la infancia y juntas habían decido convertirse en religiosas. Durante el último año de sus estudios se celebro en el convento una pequeña convivencia religiosa en la que participaron las otras congregaciones de la comarca . De una de ellas procedía un joven que había sido criado por los monjes debido a que su madre lo abandonó, este joven era bastante atractivo y Carolina se enamoro de el a pesar de sus votos .Por otro lado Verónica también se enamoro de el pero lo mantuvo en secreto hasta que una noche Carolina fue a buscarla y la encontró en la habitación del joven acostándose con él. Carolina salió corriendo de la habitación gritando sin darle tiempo a Verónica de explicar que había renunciado a la vida religiosa y había decidido casarse con el joven . Al ver que era imposible que Carolina atendiera a razones decidió acostarse y que ya hablaría con ella por la mañana. Pero esa mañana nunca llegaría para ella.

Por la noche Carolina cogió las tijeras que usaban en los talleres de costura las cuales estaban atadas a un lazo rojo para poderse colgar del cuello y así no perderlas .Esta se dirigió sigilosamente hacía el cuarto donde se hallaba Verónica durmiendo, se acercó a la cama, levanto las tijeras abiertas y se las clavo a Verónica en el pecho al mismo tiempo que esta gritaba su nombre . Asustada por lo que había hecho, Carolina cogió el cuerpo de Verónica y lo enterró en el huerto del convento con las tijeras todavía clavadas en el pecho.

Al año siguiente Carolina seguía estudiando en el convento y todo el mundo creía que Verónica se había fugado con aquel joven del que se había enamorado, pero la noche en la que se celebraba el aniversario de la muerte de Verónica, Carolina comenzó a escuchar un ruido de pasos en el corredor que se dirigían a su habitación, de repente la puerta se abrió y Carolina fue incapaz de abrir los ojos hasta que un escalofrío recorrió su cuerpo estremeciéndola de miedo que le hizo abrirlos y observó el cuerpo putrefacto de su amiga la cual sujetaba en las manos las tijeras con el lazo rojo .En cuestión de segundos Verónica clavó las tijeras en el corazón de su amiga dándole muerte.

Al día siguiente las hermanas de la orden hallaron sobre la cama de Carolina las tijeras con el lazo rojo y una pequeña Biblia en cuyas tapas Carolina relataba lo sucedido una noche hacía ya un año cuando por celos había matado a su mejor amiga.

Se dice que el espíritu de Verónica todavía vaga buscando venganza y se dice que para invocarla es necesario una tabla de ouija, una Biblia abierta por la mitad y unas tijeras abiertas rodeadas por un lazo rojo, pero esto es muy peligroso de hacer ya que si aparece Verónica y encuentra a alguien en la reunión con los mismos sentimientos de celos y odio que su amiga Carolina, esta le clavará las tijeras en el corazón.

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#57 SHaKa_BaVLi

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Publicado 30 enero 2005 - 06:05

Sandra y Laure

Empezaba a anochecer, y hacía frío. Tenía miedo. Estaba sola. Sandra era una de esas chicas asustadizas, solo que esta vez tenía razones para estarlo. Apresurándose, se fue hasta una de las esquinas de la enorme habitación; se sentó en el suelo y arrinconada contra la pared recogió sus piernas contra el pecho mientras se balanceaba y sollozaba.

Uno de los ventanales se abrió de golpe dejando entrar una ráfaga de aire helado, y, una dulce risita retumbaba en su mente acompañada de una vocecita de niña que le decía: \"Sandra... Sandra. ¿Ya no te acuerdas de mi?\". Sandra estaba paralizada, y solo podía articular una palabra entre sollozos y sollozos: \"¡vete!\".

Así, sin más, un album de fotos se abrió ante ella. Era una niña: morena, con tirabuzones en el pelo y los ojos verdes y muy grandes, con una mirada helada. Volvió en si al escuchar el susurro: \"¿Me recuerdas?\". Era Laura, una compañera de clase. Un día jugando en el patio empujaron a Sandra, y ésta chocó contra Laura. Laura cayó por la escalinata y un pincho la atravesó.

Sandra, asustada, mintió diciendo que no sabía quien era, pero Laura se encargó de refrescarle la memoria: Una serie de imégenes horrendas y escalofriantes pasaron delante de ella. Laura le gritó: \"¡ahora pagarás por lo que me hiciste!\". \"¡pero yo no fui!\", suplicaba Sandra. Un charco de sangre apareció a sus pies, seguidamente empezó a sentir un dolor muy fuerte... y luego solo quedaba la oscuridad, y el silencio. El escalofriante silencio.

Dos días después encotraron su cabeza en la esquina de la habitación con un esbozo en la cara de miedo y pena, tenía los ojos muy cerrados y aún las lagrimas caían sobre sus mejillas.

Ahora ya no puedo ir a jugar con mi prima Sandra, pero me visita... y así me ha contado ella su historia.

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#58 Saga de Géminis

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Publicado 30 enero 2005 - 11:02

¿Una bruja de Blair?.

Introducción:
En "El proyecto de la bruja de Blair" unos jóvenes se ven acosados por un ser invisible en plena montaña. Esta historia, ocurrida en España, os sonará, pero es anterior a la película.

Historia:

    Un grupo de amigos acamparon en el Pirineo catalán. Por allí había un riachuelo por donde bajaban aguas en deshielo. Encendieron una hoguera y disfrutaron del ambiente. De pronto uno de ellos vio una sombra que se movía entre los árboles y lo comunicó. Se asustaron, pero supusieron que podría haber sido un efecto de las llamas de la hoguera, no obstante, casi al mismo tiempo, otra sombra similar corría justo al otro lado. Sin pensárselo dos veces cogieron palos y comenzaron a buscar al intruso pero lo único que encontraron fue una huella similar a la de un pie, aunque de dimensiones mayores.
        Durante el resto de la noche no ocurrió nada más digno de mención, y tampoco pasó nada durante el día siguiente. Pero de nuevo llegó la noche y esta vez la historia comenzó de otra forma. Estaban dentro de la tienda cuando comenzaron a escuchar ruidos fuera. Decidieron no salir. Aquella noche había luna llena, lo que provocaba que cualquier cosa que se moviera fuera, se viese perfectamente como una sombra desde dentro. Y así ocurrió. Los ruidos, que no eran otra cosa que pisadas en la tierra, dieron pasos a una enorme sombra que se acercaba a la tienda.
        Convencidos de que esta vez pillarían al extraño merodeador salieron fuera sin pensárselo, decididos a pillar a éste in fraganti, no dándole tiempo a escapar. Salieron en tropel... pero aquella sombra no la producía "nadie". Si había alguien ahí fuera... se había volatilizado absolutamente en segundos. Ellos pensaron en un yeti... yo me acuerdo de la bruja de Blair unsure.gif

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#59 Saga de Géminis

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Publicado 30 enero 2005 - 11:04

COMBUSTION ESPONTANEA  frown.gif

Introducción:
¿Pueden los cuerpos arder sin impregnarse de gasolina o ser los únicos en un salón que se han pegado fuego? El fuego no comienza en las cortinas, los sofás, las almohadas, un cigarrillo o una estufa... pero el cuerpo queda totalmente carbonizado.

Historia:

    El propio escritor británico Charles Dickens investigó la combustión humana espontánea.
          Hagamos un repaso:
    Cornelia Bandi era una condesa de 62 años que en abril de 1731 falleció cerca de Verona. Al parecer se había ido a cenar y tras llenar el estómago se marchó a la cama acompañada de su doncella con la que pasó unas horas hablando. Terminó por dormirse.
        A la mañana siguiente la doncella acudió a la habitación de la condesa para despertarla y lo primero que vio fue un cuarto negro de hollín y el suelo impregnado de un líquido pegajoso, amarillo, grasiento y hediondo. La cama estaba intacta y mostraba una pista: la condesa se había levantado pues las sábanas estaban apartadas.
        A una distancia de metro y medio de ésta yacía un montón de cenizas y dos piernas intactas y aún vestidas con medias que salían de ellas. Y entre las piernas yacía la mitad de la parte trasera del cráneo, el cerebro, tres dedos ennegrecidos y el mentón. Todo lo demás eran cenizas que, al tocarlas, dejaba impregnado una grasa con olor hediondo.

        La combustión humana espontánea tiene una característica común: es rápida. Se puede estar mirando a una persona y de pronto verla arder y consumirse por el fuego.

        Hay otra historia que puedo contaros al respecto, la del cura Bertoli.
    Bertoli falleció en la ciudad de Filetto en 1789. Aunque vivía con su cuñado, eran muchas las veces que se quedaba solo leyendo un libro de oraciones en su habitación. El hombre empezó a gritar desde su cuarto y aquellos que fueron a socorrerle vieron al cura tirado en el suelo y envuelto en una llama pálida que se apagó cuando los otros se acercaron.
        Cerca de la piel, el cura Bertoli llevaba una túnica de tela de saco debajo de sus ropas, y con estupor se comprobó que la ropa de encima se había quemado... pero la túnica estaba intacta. Curiosamente, debajo de la túnica la piel tampoco se había quemado, pero mostraba su carne colgada a jirones.

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#60 Saga de Géminis

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Publicado 30 enero 2005 - 11:07

AVISOS DESDE EL TELEVISOR  unsure.gif

Introducción:
A veces las televisiones fallan durante unos segundos, y si te fijas bien.. quién sabe.... es posible que veas algo de lo que luego no puedas olvidarte. Si eres rápido en reflejos como los protagonistas de esta corta historia.... mejor para ti.



Historia:

    Un joven matrimonio estaba en el salón viendo la televisión. Era ya medianoche y hacía horas que su hijita estaba durmiendo en su habitación. La niña tenía ocho añitos.
        Después de un rato aburridos frente a la tele, comenzaron a hacer zapping en busca de algo interesante.
        En uno de aquellos cambios de canal, se coló un extraño fotograma que ambos vieron con extrañeza.
        ¿Qué era eso? ¿Quién había podido hacerlo? ¿Cómo?
        Habían visto a su propia hija llorar en la televisión.

    Se levantaron de un salto y corrieron hacia la habitación de su hija, y cuál fue su sorpresa cuando descubrieron que la niña se había caído de la cama y estaba sollozando en el suelo.

Hasta el Infierno tiene sus Héroes !


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