Primer intento de un fanfic, animado, en parte, porque tras hablarlo con un amigo, se animó a hacer un dibujito -espero poder contar con uno por capítulo, a ver si le engaño-... La idea viene de este tema cuando hablamos de un desarrollo diferente para Omega -más futurista y tal-. El universo es pos-Omega. Muchos-muchos años después.
Espero que les guste.
PD: no se me ocurrió mejor título, abierto a sugerencias.
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Prólogo
A su alrededor solo había destrucción. La lluvia caía con fuerza sobre los cuerpos abatidos, apagaba los fuegos de los mechas y diluía la sangre de tantos buenos Santos de Atenea y palasianos. La batalla aún no había terminado, pero ya parecía perdida. ¿Era posible aquello? ¡No podía ser! No podían rendirse. Los pocos que conservaban la vida seguían dando batalla.
–¡Los Mil Dragones de Rozan! –Atacó con furia Shye, caballero de bronce de Dragón. El golpe fue detenido sin gran dificultad por el EC-35, cuyo portador era el más veterano de la Legión de Infantería Móvil del Ejército Azul.
Disparos de armas inconcebibles se fundían con gritos y distintos golpes basados en el cosmos ensordeciendo los propios pensamientos de Shye, mientras que la sangre nublaba parcialmente su vista. La ciencia había encontrado, muchos años atrás, la forma de combatir codo con codo con los caballeros de Atenea; estos trajes, una vez requisados por la ONU, fueron mejorados y llevados a su actual estadio, incluso ya eran rivales para los Caballeros de Oro y los palasianos de Primera Clase. Y jugaban, además, con la ventaja del número y la velocidad de renovar la tropa caída. Hace muchísimos años aquella Atenea, Saori Kido, se equivocó –pensaban muchos caballeros en su fuero interno– cuando dejó que el invento del Dr. Asamori cayera en manos de los codiciosos humanos ordinarios.
En este momento, las fuerzas de la LIM atacaban el mismísimo Santuario, desde todos los flancos posibles. Los caballeros y palasianos que se habían reagrupado en las Doce Casas daban todo lo que podían contra un enemigo demasiado abundante y poderoso.
El cañón principal del EC-35 estaba acumulando energía, Shye se quedó mirando el nuboso brillo que podía significar el final de su vida. De reojo se fijó en el escudo del Dragón, uno de los más poderosos portados por un Santo de Atenea, este se encontraba casi destruido, no aguantaría otro disparo más. Cerró los ojos, casi en paz sabiendo que hizo lo mejor que pudo durante los cinco años que llevaba durando la cruenta lucha entre santos y palasianos contra las distintas divisiones que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, así como la OTAN y demás organizaciones y superpotencias, mandaron en su caza una y otra vez.
Un poderoso rayo de luz salió despedido contra un Shye en paz consigo mismo, que esperaba su muerte. Un grito de dolor acalló todo el ruido de la batalla, mas no era el de Shye. Shye abrió los ojos y reaccionó para coger a su salvador. ¡Ryuho de libra se había interpuesto entre el arma y su discípulo! Uno de los escudos rotantes saltó echo pedazos ante el arma enemiga, el rayo impactó de lleno en el pecho del más viejo de los caballeros vivos, el dorado Ryuho, infringiendo una herida mortal.
–Maestro... –atinó a decir Shye a un moribundo caballero dorado.
–Shye –Escupió sangre–... debes reponerte y acabar con ellos, por la pequeña Atenea, por todos nosotros; mientras haya esperanzas... –dijo el anciano Ryuho, mientras cerraba los ojos.
Shye soltó una lágrima por su mentor mientras se ponía de pie. Libra, el anterior Dragón, tenía razón: la batalla continuaba y no cabía rendirse mientras existiera esperanza, mientras tuvieran a una Atenea que proteger.
El EC-35 saltó y comenzó a preparar su nuevo ataque. ¡Estaba tan harto de esos caballeros! Daban su vida unos por otros y no respondían a tácticas de combate lógicas. Él era un piloto consagrado, un luchador de primer nivel que se había ganado el derecho de portar una de esas maravillosa armaduras, fruto de la ciencia humana. Su rango era el de Primus Pilus, comandante de la primera cohorte de la Legión; sería su unidad la que acabaría de una vez por toda a esos seres tan pesados que defendían a una bebé a la que adoraban como una diosa.
Ellos, los miembros de la LIM, tenían la misión clara de matar a todos esos –supuestos– dioses que durante años habían jugado con los humanos. A todos ellos, incluso a los que se presentaban a sí mismos como portadores de Paz o Amor, ¿qué sabían ellos de paz o amor? Una de las que tenía que caer era esa tal Atenea, que tenía la desfachatez de dirigir todo un ejército armado y de negarse a responder contra la autoridad civil.
Shye concentró todo su cosmos y se lanzó al ataque, no permitiría que el EC tomara una vida más de los caballeros. El estruendo del choque se escuchó en los confines del mundo.
La batalla continuaba... pero, ¿cómo habían llegado hasta ese punto?
[Próximo: «Capítulo I: ¡Despierta, Caballo Menor!»]