[16] LA TIERRA DE LOS MUERTOS
Los Marinos salieron raudos del Santuario mientras este se destruía, se reunieron en una cumbre pues el océano había tomado un gran porcentaje de la Tierra y seguía avanzando. Kraken estaba molesto con los dos Marinos que se presentaron sin su permiso.
— ¿Es que no entienden? Los necesito intactos para combatir a Hades, me habría encargado de cualquier Dorado sobreviviente y al final lo que importaba era quitar el factor Athena del camino y sus patéticos guerreros caerían con ella.
— Calma, Kraken, estamos aquí, al menos la mayoría. Aunque hubo perdidas importantes...—interrumpió Salius.
— No les justifiques Salius, pero tienes razón, esos Dorados dieron más resistencia de la que esperaba, el caso es que ahora empieza la verdadera guerra. Estamos hablando de 105 espectros que aunque no sean demasiado fuertes son un número importante que pueden mermarlos contra los jueces.
— Reunámonos de una vez con nuestro señor Poseidón y vayamos al castillo de Hades—dijo con entusiasmo Salius.
— Recuerden que esta vez es en serio, no dejen uno vivo y el Inframundo caerá a nuestros pies.
Se apresuraron hacia el castillo en ruinas de la familia de Marixose, la actual Pandora, entre sus habitaciones Sylar, Kogu y Seth se reunían pues era el lugar que más frecuentaban ya que les recordaba su vida fuera del reino. Sylar ya se había recuperado bastante bien de sus heridas igualmente Kogu tras el ataque inesperado de los asgarianos. Reuniéndose en la cocina para merendar uno de ellos se quejaba de no tener personal de servicio.
— Eleazar ha exagerado despedir a todo el mundo ¿Tendremos nosotros que limpiar y prepararnos algo de comer?—reclamaba Kogu sentándose a la mesa.
— Cualquiera que te oyera creería que si tuvieras necesidad de hacerlo lo harías, pero nosotros sabemos que no moverías un dedo...—dijo Sylar, el sapuri de Cáncer, dando una hojeada a su libro.
— Y ahora dilo en una palabra...—rezongó el Aries sapuri.
— Vago...— le respondió sin dejar de mirar su libro.
— No chilles Kogu, ¡cuentan con el mejor chef!—sirvió unos emparedados Seth a sus compañeros.
— ¿Otra vez sandwiches?—exclamó Kogu.
— Come y calla —le mostró sus garras afiladas el caballero albino conteniéndose el enfado—. Te quejas de lleno...
No alcanzaron a saborear sus bocadillos cuando sintieron la presencia del enemigo acercándose al castillo. De inmediato salieron y un gran número de soldados se amontonaban en los alrededores. Provistos de sus sapuris los caballeros de Aries, Capricornio y Cáncer contuvieron la embestida del ejército acabando con ellos fácilmente uno tras otro hasta que los Marinos hicieron su aparición y sin mayor esfuerzo se abrieron camino hacia la habitación que contenía las escaleras hacia el Inframundo.
— Me quedaré con los sapuritos —dijo entusiasta Salius de Lymnades.
— Esta vez no, entrarás conmigo —señaló el Kraken—. Baku, alcánzanos rápidamente.
El Marino de Krysaor asintió aunque no le agradaba la idea, pero las órdenes de Kraken eran indiscutibles. Los sapuris se sentían subestimados y atacaron al grupo de Marinos aun sabiendo que su número era mayor sin embargo ellos evadieron cada ataque y sin más continuaron hacia el interior del castillo para saltar por las escaleras.
Baku estaba inmóvil apoyado en su lanza observando a los caballeros de Hades que golpeaban sin cesar las huéstes marinas que entraban al castillo siguiendo a los Generales. Tras un momento el Marino interceptó a Sylar clavándole su lanza atravesando su pecho, ante esto los otros dos atacaron a Baku mas este sin esfuerzo les esquivó produciéndoles varios cortes en contrataque. El General Marino ya había observado los posibles movimientos de los sapuris cuando estos se abrían camino entre la multitud de soldados.
El Kraken había sido muy astuto al dejar a Baku sabiendo que él no perdería el tiempo para terminar con sus víctimas y así mismo lo hizo, atacando sin piedad a los sapuris que poco y nada pudieron hacer cayendo definitivamente ante el poderoso Marino. En ese momento el gran poder de Poseidón se sintió en el lugar, moribundos los sapuris vieron pasar cerca de ellos la figura impoluta del dios de los mares, un hombre muy joven de unos 16 años.
Con paso seguro y vestido con su armadura Alan destelleaba su gran cosmos, protegiendo así a sus soldados y Generales mientras estos caían al Inframundo, su cabello rizado era de un tono celeste clarísimo como sus ojos. Su protección era crucial para esta fase de la guerra y descendió él también pues enfrentaría cara a cara a su hermano Hades.
El número mayor de espectros, los terrestres, hicieron frente al enemigo en primera instancia cual barrera cerraba el paso de los Soldados marinos, la gran batalla se estableció cerca de la puerta de la famosa inscripción, peleando los espectros y destruyendo a los soldados mientras los Generales por su parte les destrozaban sin dificultad.
— No te escondas, Hades. Ven y enfrentame aquí, no tengo ganas de recorrer tu horrible reino...—dijo el inexpresivo dios de los mares, pero no tuvo respuesta.
En aquel lugar se encontraba una barca y Poseidón subió a ella junto con los Generales, aun las aguas del Inframundo le obedecían y no tardó en llegar a la otra orilla mientras la batalla seguía entre sus soldados y los espectros terrestres de Hades con el apoyo de Baku quien se aseguró que ninguno sobreviviera.
Era el momento de los espectros celestiales que se avalanzaron contra el dios mientras este se bajaba de la barca, sin embargo fueron incapaces de siquiera acercarse. Devon se quedó esta vez acabando con ímpetu un espectro tras otro apoyado por Rage, la nueva Marina de Dragón. Alan y los 3 restantes Generales siguieron por la primera prisión donde el juez de Grifo les esperaba.
— Mis órdenes son que el señor Poseidón es bienvenido, sin embargo no así sus lacayos—sonrió el espectro y tras él los otros 2 jueces aparecieron, Jeshab de Wyvern y Morgan de Garuda.
Ante esto ni una expresión se vio en el rostro de Alan quien siguió su camino a la siguiente prisión. Los Marinos que quedaban Salius y Miller no se movieron hasta oir al Kraken quien les señaló con quien enfrentarse cada uno, decidiendo que Lymnades iría contra el Wyvern y Siren contra Grifo, ordenando que se separasen unos de otros. Pero Miller al intentar moverse no pudo hacerlo pues finos hilos enredaban a los 3 Marinos.
— No estoy de acuerdo con tu plan, pecesito —se burló el Grifo de larga cabellera verdeazulada.
— Yo quiero el pelirrojo —dijo Wyvern avanzando hacia este tomándole del cuello y estrellándolo varios metros atrás contra el muro de la edificación traspasando a una habitación contigua.
— Te dejo al raro —habló Morgan atrapando sin previo aviso a Siren en su técnica haciéndolo atravesar el techo del recinto para luego seguirlo y enfrentarlo sobre el tejado de la prisión.
— ¡Siempre me dejan el raro! —se molestó Kainex el Grifo.
Mientras a paso lijero Alan llegó a la segunda prisión donde Hades le esperaba en la entrada vestido con su armadura y la espada en su mano. Eleazar estaba furioso por la intromisión a su reino, no esperaba que Poseidón se atreviera a invadirle cuando las Guerras Santas siempre fueron contra Athena.
— ¿Vienes a explicar tu osadía, Poseidón? Sabes que solo puedes obtener la Tierra si ganas a Athena justamente.
— No me vengas con tu sermón de la justicia, Hades. Athena esta fuera del camino como debe ser, eres tú quien se interpone ahora a mi reinado sobre esta tierra.
— Bien conoces la justicia del dios de los muertos, no permitiré que arraces mi reino como has hecho con el Santuario ¡Tu ambición llega hasta aquí! —elevó su espada y un rayo rojo sangre cortó el camino entre él y el dios de los mares quien lo esquivó por muy poco.
— Como si tú no tuvieras la ambición de controlar también la Tierra, pero decidiremos esto viendo cual de nuestros recipientes humanos tiene mejor conexión con nosotros, sabes muy bien lo fundamental que es.
Los enormes cosmos de los dioses remecieron el lugar, dispuestos a pelear mano a mano ambos confiaban en sus habilidades. Y empezó su ataque Poseidón empuñando su tridente y lanzando veloces rayos de energía a Hades quien ágilmente los interceptó con su espada. El dios de los muertos hizo lo suyo con su arma lanzando un haz horizontal brillante como el fuego que Poseidón cortó con su tridente. Así se enfrascaron en una batalla de poder enviándose rápidos ataques sin recibir daño alguno, mas Eleazar teniendo al dios de los mares muy cerca aprovechó para conectarle una patada al estómago que retorció el cuerpo de Alan y luego con el puño golpeó su cara.
Editado por Sekiam, 31 enero 2016 - 10:53 .