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FANFIC SNK 2008


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6 respuestas a este tema

#1 Jeczman

Jeczman

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Publicado 11 marzo 2008 - 20:46

“A la memoria de aquellos valientes que un día dieron luz a este mundo desolado. Recordémosles como ellos desearían: mirándoles con la cabeza bien alta y recitando la oración de la misericordiosa Atenea”
La Esperanza del Humano, por D. Orestes, 2069


No podía ser cierto aquello que sus verdes ojos veían escondidos tras lágrimas. Todo lo que quedaba de Édessa, la ciudad donde nació y creció, ahora estaba inundado en un incendio que consumía los últimos edificios y segaba toda vida aún existente. Los barrios de la resistencia de la ciudad estaban ya sobre el umbral de la muerte.
-Édessa… mi ciudad… -dijo mientras le resbaló la tristeza por sus sucias mejillas. Trató de taparse la cara con su mano, pero no consiguió más que romper en un llanto desconsolado y caer al suelo de rodillas.

La figura de Estebe, de mediana edad, resultaba patética en mitad de aquella masacre, entre tantos cadáveres y sangre y tanta calle destrozada por escombros de casas y vehíretaguardias calcinados… sobre todo muerte. Resultaba tan gracioso ver a alguien llorar en aquellos tiempos de posguerra, que él mismo frunció el ceño y pegó la frente al suelo.

El dolor y la miseria flotaban en el ambiente. Ya no le quedaba nada, o al menos, lo intuía. Lo único que podía hacer era maldecir su suerte, levantar y rezar por que su querida siguiese esperándole allí con su sonrisa de perlas pálidas. Estebe levantó agarrando antes lo que parecía una de las míticas Cajas de Pandora de las que tanto se hablaba. Ya temía lo peor.

El solitario hombre de ropas raídas, cabello oscuro, corto y despeinado, mirada triste y sonrisa invertida caminó por aquella devastada calle, la misma que un día le vio jugar. Todo su pasado se le venía encima amenazando más que las posibilidades de que los edificios se derrumbasen.

Con la mirada perdida, tropezó. Inmediatamente, notó cómo pisaba un cadáver en su afán por no perder el equilibrio. Tras unos segundos, absorto en pensamientos, sus ojos se desorbitaron. ¡Conocía a aquel hombre! Se sintió hasta mareado al ver las heridas en su vientre.
-El anciano de la Iglesia…- el joven procuró cerrar los párpados al mutilado viejo y caminar haciendo de tripas corazón. Debía llegar allá donde vivió sus últimos años en la ciudad. –Atenea… ¿cómo has permitido esto?

Estebe aceleró el ritmo de sus pasos. A los segundos, corrió y corrió. No podía aguantar más. Necesitaba llegar a casa ya. Doblando esquinas, esquivando cadáveres, alzando de vez en cuando la cabeza para ver cómo avanzaba la inminente amenaza de lluvia… Así, llegó a una estrecha bifurcación de lo que parecía ser la entrada al casco viejo de la ciudad, o lo que quedaba de él.

Ahora los edificios, centenarios la mayoría y por supuesto en llamas y agrietados por todas partes, parecían enterrar las calles en la maldición de la oscuridad nocturna. En pasajes tan poco anchos como aquellos era imposible que se filtrase la claridad.
-¡Aquí! La resistencia se sitió aquí para poder tener una posibilidad… -Estebe anheló por un momento haber llegado antes, pues era evidente que alguien había sembrado la desgracia. Como pasó en la deimaquia, no pudo hacer nada.

Las cosas no mejoraron en el corazón de la resistencia de Édessa, pues a pesar de que el laberíntico entramado de calles era ideal para esconderse en caso de ataque, todo seguía estando lleno de cadáveres calcinados. Mujeres y niños, varones de todas las edades, y aún peor, soldados defensores que habían sido desgarrados de todas las formas imaginables. El olor a óxido se hizo insoportable. La sospecha de un asesino que supiera del cosmos era ya evidente.

Calles más allá, un estruendo hizo temblar el suelo. Una explosión sacudió el casco antiguo de Édessa, que vibró como nunca antes. Estebe corrió por varios minutos hasta llegar al ensanche de los adarves de la urbe. Un edificio se acababa de derrumbar y el polvo flotaba con su maldito olor a destrucción.
-A… ayuda –exclamó una muchacha que había podido intuir la figura de Estebe. El hombre, sorprendido, arrojó la Caja de Pandora al suelo para dar un enorme salto hacia donde había sentido una presencia humana.
-¡Aguanta! –el aparente caballero vio cómo una gran roca había caído sobre las piernas de una joven y linda muchacha de temprana edad. Por instantes, confundió a la adolescente con la imagen de su querida en tiempos pasados. Estebe se arrojó al suelo para hablarle. -¿Estás bien?
-No lo sé… no siento mis piernas –susurró la chiquilla ante el inminente avance de su sangre. Tosió y otra bocanada de aquel líquido rojo mancilló su tierna carita.
-Voy a apartar la roca. –la mirada de incredulidad en la muchacha fue evidente para el caballero, pero a pesar de todo, levantó, y tras concentrarse, dio un seco puñetazo a la gran piedra partiéndola en trozos que cayeron por todos lados. La pequeña, aunque muy malherida, ya no estaba apresada y sonrió con escasas fuerzas.
-Tienes que contarme qué ha sucedido. Quién ha hecho esto…

La dulce chica, que trató de mover sus piernas sin éxito, rompió a llorar. Además de la miseria y lo poco que tenía, ya no podría caminar jamás. Todo había sido culpa de aquel hombre de ojos plateados.
-Fue él… el caballero de ojos plateados. ¡Él vino y comenzó a matar! Expulsaba fuego por las manos y sus iris brillaban con maldad.
-¡Un caballero! –gritó Estebe sulfurado. -¡Todavía sigue quedando gente con afán de destruir! – el frustrado hombre abrazó a la chiquilla disculpándose. Le preguntó su nombre con triste dulzura.
-Me llamo Phila. –volvió a toser y a sentirse mareada. Un profundo sueño la invadió y apenas si pudo decir una palabra más. Cayó fulminada ante la impotente figura de Estebe.
-Phila… -una lágrima resbaló hasta tocar el suelo. –yo te prometo, Phila, que encontraré a ese caballero de mirada plateada y acabaré con su vida. ¡Lo haré por vosotros!

I.- Cuando una estrella se apaga

Estebe dejó el cuerpo de Phila tendido de la forma más humana posible. Secó la sangre de su rostro, le cerró los ojos y por supuesto, arregló su cabello. Tras eso, recogió la caja de su armadura y partió sin dilaciones hasta la que era su casa, en la plaza del casco antiguo.

La plaza de Édessa no era gran cosa. Aunque bastante grande, apenas quedaban ya uno o dos bancos sin arder o estar destrozados. La bonita fuente que un día lució expulsando agua sobre los canales colindantes ahora estaba apagada. Las esculturas antropomorfas que había sobre ella estaban quebradas, casi irreconocibles.

A los lados de la plaza, los edificios seguían en pie, algo destrozados por supuesto, bajo el severo incendio del loco asesino. Estebe corrió hacia el interior del de fachada anaranjada, y sin perder el tiempo, acortó distancias por escaleras y pasillos hasta llegar a una quemada puerta. Había superado el infierno de llamas gracias a su humilde cosmos, pero la posibilidad de que quedase alguien con vida en su hogar era ínfima.

Tras abrir la puerta abruptamente, Estebe confirmó su sospecha. No por la mera acción del fuego, sino por un desprendimiento del piso superior, su querida mujer yacía aplastada en el suelo, inerte, con los ojos clavados en el techo, presas del miedo más irracional.
-Lo sabía… -el caballero dio un golpe en la pared, pero de nada le sirvió para paliar su frustración. –he vuelto a llegar tarde. ¡Maldita sea! –su enfado era notorio. –Si tan solo me hubiesen dado las órdenes un poco antes…

Una manifestación cósmica pudo sentirse en la plaza. Un cosmos impregnado en violencia y melancolía ardía sobre una persona cuya existencia no era ignorada por Estebe. Si había traído su Caja de Pandora, era porque iba a necesitarla. El cosmos que ardía en el caos de la plaza debía ser el de aquel hombre de ojos de plata.

El grito del asesino de Édessa resonó por todo el derrumbado apartamento. Estebe caminó hacia la que era su amada y la abrazó a pesar de estar muerta. Nunca antes un abrazo le resultó tan triste, tan doloroso ni tan breve como aquel.
-Te amo, Isahella…

El caballero afligido miró el balcón de la ya quemada estancia. Sin pensarlo un segundo, lanzó una embestida de cosmos para destrozarlo. Los trozos de los cristales que no estallaron con anterioridad por el fuego lo hicieron ahora, cayendo sobre la plaza en la que el enemigo esperaba. La calcinada madera se deshizo antes de tocar el suelo y el oscuro humo del incendio salió por la apertura.

La zona del balcón del hogar de Estebe estaba ahora destrozada, y éste caminó hacia la improvisada puerta que acababa de abrir, pudiendo contemplar desde allí la figura del asesino de su mujer y verdugo de toda la ciudad. Se trataba de un hombre alto de semblante siniestro. A pesar del intercambio de miradas entre ambos, ninguno pareció tener miedo.
-Aún me quedaba alguien por matar, ¿no? Me dijeron que tú serías mi juez, así que lo primero que hice al llegar a Edessa fue matar a tu amada. –el enemigo no se andó por las ramas un instante y gritó para ser escuchado.
-Tú eres el caballero de ojos plateados. ¿Cómo sabías que me enviarían a mí, asesino? –la furia en Estebe se manifestó en el aura verdosa que le rodeaba. Su voz resonó poderosa y atravesó los metros que les separaban
-Mi nombre es Fidelio, y soy un caballero del Orden. No me gusta andar a gritos, por lo que te pediría que bajases…

Antes de que acabase su intervención, Estebe saltó desde aquel alto primer piso para caer a escasos pasos de Fidelio. El caballero del Orden resultó ser bastante tenebroso. No sólo lucía una cicatriz en el rostro, sino que el brillo en sus vacíos grises ojos apenas emitía expresión. El malvado caballero lucía una armadura negra como el ébano que, aunque no le cubriese totalmente, parecía ser más resistente que cualquier prenda de bronce.

Estebe, por su parte, lanzó al aire la Caja de Pandora para tirar con total libertad de su cadena. Un destello verdoso iluminó la plaza, sobre la que comenzó a lloviznar. El que iba a ser ejecutor de Fidelio vestía una preciosa armadura de peto esmeralda y circular, hombreras verdes de vetas negras y falda y perneras de verde oscuro. La armadura lucía una corona con grabados latinos.
-¿La Brújula? –inquirió el guerrero del Orden tras una soez risotada. –es justo como me dijeron. Los pasos que dais que están totalmente controlados. Es inútil que me ataques, pues ya sé todos tus movimientos.
-¿Qué insinúas? –Estebe no quiso creer a su oponente, que comenzó a caminar en círculos a su alrededor.
-Es inútil sobrevivir… -afirmó Fidelio. –hemos sido los humanos los máximos perdedores de la deimaquia. El sufrimiento en este mundo es algo que debe ser erradicado, y es justo lo que me encomendaron hacer en esta resistencia de Édessa.
-¡No digas sandeces! ¡El Ser Humano desea sobrevivir! – el caballero de Brújula saltó hacia su enemigo con el brazo alzado, pegándole en la cara un fuerte puñetazo. Fidelio nada más que ladeó su cara. Ni tan sólo una gota de sangre…
-Tras la guerra que se libró en nuestro planeta, ¿crees que puede seguir la vida? Ya apenas hay agua o comida, y la gente tiende a agruparse en ciudades para sobrevivir. ¿Acaso la resistencia de Édessa era la excepción? –preguntó el malvado, aún con el puño de Estebe en la cara. -¡Magna Cósmica! –Extendiendo sus brazos, los colocó frente al pecho del contrario, creando un vórtice de energía oscura que explosionó. Fruto de la explosión, Estebe fue arrojado veloz y descontrolado contra los restos de la fuente, con los que chocó destrozándola. El estruendo fue como el de una bomba.

El guerrero de la Brújula no pudo creer que aquel golpe le hubiese hecho tanto daño. Le resbalaba la sangre por la frente y su camisa estaba totalmente quemada. El peto de la armadura comenzó a agrietarse, al igual que las hombreras, perneras y cinturón.
-¿¡Qué!?
-El estado de tu armadura era deplorable. –asintió Fidelio. –Tras recibir el golpe, se han abierto sus viejas grietas. Por si lo ignorabas, una armadura es un ser vivo que puede ser herido.
-¡Impulso de Coriolis! –Brújula usó las corrientes del viento para proyectar a su objetivo golpeándole. Éste, sin más, se movió a la izquierda un paso. El golpe falló destrozando la fachada de uno de los edificios de atrás, que explotó arrojando cascotes por todas direcciones. Mientras caían las piedras, el guerrero del Orden habló.
-Ya te he dicho que conozco todos tus golpes. Con tu impulso de Coriolis aprovechas la rotación de la Tierra para ejecutar un golpe que me arrastre. Como la gravedad nos pega al suelo ¿no? Astuto pero insuficiente.

Fidelio desapareció para colocarse a espaldas de Estebe, quien no se esperaba aquello. Sin dudar, Orden arremetió contra su espalda con sus puños, haciéndole caer. Inmediatamente después, le pateó arrojándole varios metros atrás. El caballero que sorprendió a Brújula comenzó a arder mientras su cosmos se hacía más y más intenso.
-¡Fuego del Averno! –Del cuerpo del caballero de Atenea comenzó a salir humo. La implosión le surgió del interior de forma sorpresiva, y generó un estallido tal que el suelo quedó calcinado y destrozado. La armadura de la Brújula no acabó mejor, pues fragmentos de las hombreras y el cinturón cayeron resonando como metal frío. Estebe acabó mojándose con el agua de la fina lluvia. No podía moverse, y yacía tumbado sangrando por la boca, la frente, los brazos, el pecho y las piernas, y el escozor de las quemaduras era tal que no podía reprimir el llanto.
-Tu causa es noble, Brújula. Mas no puedes ganar sólo con ideales. –el caballero del Orden comenzó a andar en dirección a su receptor. Cada paso que daba resonaba metálico. –Yo, aunque me siento como un miserable, tengo el poder para destrozarte. Esa es la justicia que queda en este mundo. ¿Acaso hubieras querido un sitio así para tus hijos?

Desde el suelo, Brújula levantó su mano izquierda con el puño cerrado para extender el dedo corazón al cielo.
-Tú le has matado… ella estaba embarazada. ¡Eres un bastardo! –reprochó con la voz casi extinta. Fidelio palideció y el brillo de sus ojos se tornó más humano. Tras un suspiro, alegó que debía acabar con todo.
-Lo siento. He de matarte.
-Espera… dime al menos quién es el que quiere destruir la humanidad…
-El Orden no quiere destruir nada. He mentido. –dijo el victorioso. –ojalá esos hubiesen sido los ideales del Orden. La humanidad sufre, y yo no puedo hacer más que servir a un sádico. Mis órdenes eran asesinar al caballero de la Brújula, usando como cebo la destrucción de este lugar.
-¿¡Qué!? –Estebe enfureció y se puso en pie, con la mirada desorbitada, el ceño fruncido y los dientes tan apretados que casi se podían oír rechinar.
-Soy uno de los caballeros ejecutores del Orden, Fidelio del Ébano. Me doy asco por cumplir misiones como esta en las que tengo que matar a gente justa como tú. En el fondo, me aterra morir, y es por eso por lo que acepto. –el hombre sonrió alzando su cosmos como cuando ejecutó el Fuego del Averno. Esta vez, por el contrario, la ira se desvaneció quedando sólo tristeza en el aura del hablante. –Ese soy yo, un cobarde asesino. Ahora, explícame lo que haremos… Tengo miedo a morir y tú no puedes matarme…

La lluvia se hizo más intensa y al fin estalló la tormenta sobre las ruinas de Édessa. El presagio sangriento de una batalla decidida sería lo último que presenciaría la ciudad. La justicia cojeaba ante los gritos de Estebe, que por más que la llamaba, no recibía respuesta. Iba a morir, pero no dejaría que las muertes de aquel día fuesen en vano…

El caballero de bronce se confió a los antiguos ideales de Atenea y alzó su cosmos. No podía ganar de ninguna otra manera que no fuese estrellándose contra su oponente, así que sin dudar, corrió hasta romper la barrera del sonido en una rápida acción y provocó un estallido cósmico semejante al golpe de un caballero de plata.

Fidelio, sorprendido ante la valentía de aquel hombre, comprendió algo. Aún tenía tiempo, así que utilizó su cosmos para empujar el cuerpo de Estebe, que chocó con violencia contra una cercana pared. La embestida destructora, por su parte, siguió con la trayectoria golpeando sin piedad el pecho de su objetivo. El caballero de Ébano fue arrastrado contra el suelo por el brutal impacto, que sonó como una descarga ensordecedora.
-Si no hubiera usado mi cosmos, él habría muerto… -pensó el guerrero del Orden viendo cómo su armadura flotaba ensamblada sobre su cabeza. –Al fin y al cabo, él tenía razón… -Fidelio cerró los ojos para descansar para siempre. Con una sonrisa, caviló que quizá habiendo abandonado la armadura podría redimir parte de sus culpas. De haber sabido que la muerte era tan dulce, la habría abrazado mucho antes.


CONTINUARA ...........


“Dedicado a todos los escritores que, con cariño, nos prestaron sus ideas”.

Ideas de nuevos caballeros, y cualquier otra sugerencia, favor de hacerla en el tema ya posteado.

Esperamos sus comentarios de este primer capítulo en este tema.  thumbsup.gif

Este primer capítulo ha sido narrado por la mano magistral de Killcrom. ¡GRACIAS AMIGO!  57.gif

#2 Killcrom

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Publicado 12 marzo 2008 - 11:51

Gracias a vosotros por confiar en mí, y espero que no me quitéis el cargo de escritor... XDDD

Todas las quejas que se os ocurran, dadlas, ¿vale? Sólo espero que la cosa sea de vuestro agrado, y que tengáis en cuenta que en un capítulo... ¡apenas se desarrolla la acción! ¡¡Sólo esperad!!

Abrazos y gracias!

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#3 Argos

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Publicado 13 marzo 2008 - 14:21

Gran cap gran!!! ME gusto mucho, esperemos conocer a los demas santos!!

Un abrazo
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TODAS LAS GUERRAS SANTAS TIENEN SUS HEROES.... ESTA NO SERA LA  ESCEPCION    APOCALIPSIS
lee este fic en reedicion AQUI

#4 Nira Vancopoulos

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Publicado 13 marzo 2008 - 15:56

Sólo una palabra para describir este primer capitulo introductorio... Excelente *-*.  Me gustó mucho como manejaste a Estebe al llegar a la destruida ciudad de Edessa, los sentimientos que sintio, y mas aun cuando abrazó a su amada muerta... sublime! ToT.  Estare esperando ansiosa el siguiente capitulo que éste me ha gustado bastante *o*.  Lo has hecho magnifico Killcrom! =D

Me despido

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#5 Efebo Abel

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Publicado 13 marzo 2008 - 22:58

la verdad muy buen comienzo... muy bueno... solo que me parecio muy corta la pelea... y aun no entiendo porque el caballero del ebano decidio dejarse morir
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#6 Killcrom

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Publicado 14 marzo 2008 - 12:07

Digamos que el caballero de ébano mataba para que no le matasen... Es sólo un capítulo y apenas hay tiempo para desarrollar muchas cosas. En el futuro, estoy seguro de que lo comprenderemos... :)

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#7 Aldebaran_de_Tauro

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Publicado 08 abril 2008 - 10:09

BUEN CAPITULO




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