En este tema voy a tratar de reunir una serie de lecturas recomendadas de "Latinoamérica para el mundo" ...se podrÃan trabajar los clásicos y pasar por las nuevas figuras que nos sorprenden gratamente, asà que ya saben, si quieren recomendar o traer textos de esta parte del continente, pues bienvenidos.
Voy a empezar en desorden y pues leyendo leyendo encontré algo de un autor Chileno..no hablo de Neruda , sino de ROBERTO BOLAÑO, quien ya fallecido dejó una serie de relatos que sencillamente encantan, uno de ellos lo pongo para que se familiaricen un poco con su manera de redactar.
Playa, por Roberto Bolaño
Dejé la heroÃna y volvà a mi pueblo y empecé con el tratamiento de metadona que me suministraban en el ambulatorio y poca cosa más tenÃa que hacer salvo levantarme cada mañana y ver la tele y tratar de dormir por la noche, pero no podÃa, algo me impedÃa cerrar los ojos y descansar, y ésa era mi rutina, hasta que un dÃa ya no pude más y me compré un trajebaño negro en una tienda del centro del pueblo y me fui a la playa, con el trajebaño puesto y una toalla y una revista, y puse mi toalla no demasiado cerca del agua y luego me estiré y estuve un rato pensando si darme un baño o no dármelo, se me ocurrÃan muchas razones para hacerlo, pero también se me ocurrÃan algunas razones para no hacerlo (los niños que se bañaban en la orilla, por ejemplo), asà que al final se me pasó el tiempo y volvà a casa, y a la mañana siguiente compré una crema de protección solar y me fui a la playa otra vez, y a eso de las 12 me marché al ambulatorio y me tomé mi dosis de metadona y saludé a algunas caras conocidas, ningún amigo o amiga, sólo caras conocidas de la cola de la metadona que se extrañaron de verme en trajebaño, pero yo como si nada, y luego volvà caminando a la playa y esta vez me di el primer chapuzón e intenté nadar, aunque no pude, pero eso ya fue suficiente para mÃ, y al dÃa siguiente volvà a la playa y me volvà a untar el cuerpo con protección solar y luego me quedé dormido sobre la arena, y cuando desperté me sentÃa muy descansado, y no me habÃa quemado la espalda ni nada de nada, y asà pasó una semana o tal vez dos semanas, no lo recuerdo, lo único cierto es que cada dÃa yo estaba más moreno y aunque no hablaba con nadie cada dÃa me sentÃa mejor, o diferente, que no es lo mismo pero que en mi caso se le parecÃa, y un dÃa apareció en la playa una pareja de viejos, de eso me acuerdo con claridad, se veÃa que llevaban mucho tiempo juntos, ella era gorda, o rellenita, y debÃa de andar por los 70 años aproximadamente, y él era flaco, o más que flaco, un esqueleto que caminaba, yo creo que eso fue lo que me llamó la atención, porque por regla general apenas me fijaba en la gente que iba a la playa, pero en éstos me fijé y la causa fue la delgadez del tipo, lo vi y me asusté, coño, es la muerte que viene a por mÃ, pensé, pero no venÃa a por mÃ, sólo era un matrimonio viejo, él de unos 75 y ella de unos 70, o al revés, y ella parecÃa gozar de buena salud, y él hacÃa pinta de que iba a palmarla en cualquier momento o de que ése era su último verano, al principio, pasado el primer susto, me costó alejar mi mirada de la cara del viejo, de su calavera apenas recubierta por una delgada capa de piel, pero luego me acostumbré a mirarlos con disimulo, tirado en la arena, bocabajo, con la cara cubierta por los brazos, o desde el paseo, sentado en un banco frente a la playa, mientras fingÃa que me quitaba la arena del cuerpo, y me acuerdo que la vieja siempre llegaba a la playa con un parasol bajo cuya sombra se metÃa presurosa, sin bañador, aunque a veces la vi con bañador, pero más usualmente con un vestido de verano, muy amplio, que la hacÃa parecer menos gorda de lo que era, y bajo el parasol la vieja se pasaba las horas leyendo, llevaba un libro muy grueso, mientras el esqueleto que era su marido se tiraba sobre la arena, vestido únicamente con un trajebaño diminuto, casi un tanga, y absorbÃa el sol con una voracidad que a mà me traÃa recuerdos lejanos, de yonquis disfrutando inmóviles, de yonquis concentrados en lo que hacÃan, en lo único que podÃan hacer, y entonces a mà me dolÃa la cabeza y me iba de la playa, comÃa en el Paseo MarÃtimo, una tapa de anchoas y una cerveza, y después me ponÃa a fumar y a mirar la playa a través de los ventanales del bar, y luego volvÃa y allà seguÃa el viejo y la vieja, ella debajo de la sombrilla, él expuesto a los rayos del sol, y entonces, de manera irreflexiva, a mà me daban ganas de llorar y me metÃa en el agua y nadaba, y cuando ya me habÃa alejado bastante de la orilla miraba el sol y me parecÃa extraño que estuviera allÃ, esa cosa grande y tan distinta de nosotros, y luego me ponÃa a nadar hasta la orilla (en dos ocasiones estuve a punto de ahogarme) y cuando llegaba me dejaba caer junto a mi toalla y me quedaba mucho rato respirando con dificultad, pero siempre mirando hacia donde estaban los viejos, y luego tal vez me quedaba dormido tirado en la arena, y cuando me despertaba la playa ya empezaba a desocuparse, pero los viejos seguÃan allÃ, ella con su novela bajo la sombrilla y él bocarriba, en la zona sin sombra, con los ojos cerrados y una expresión rara en su calavera, como si sintiera cada segundo que pasaba y lo disfrutara, aunque los rayos del sol fueran débiles, aunque el sol ya estuviera al otro lado de los edificios de la primera lÃnea de mar...
Altamente recomendado el que acaban de lanzar creo yo como obra póstuma..."El secreto del mal" y pues a ver de qué otros lugares o autores podrÃamos hablar.
Editado por Sara, 08 julio 2007 - 17:02 .