=) Saludos a todos.
Quiero aprovechar el espacio para colocar en este foro un fanfic que pese a que me he tardado en avanzaaaar trato de escribirlo a la par con el de SAINT SEIYA que tengo en el tema correspondiente.
Es un proyecto medio extraño pero no me quise quedar con las ganas de escribirlo. Es un Universo Alterno donde en un solo mundo pueden coexistir muchas historias de animes conocidos.
RESEÑA:
Una división secreta del gobierno dirigida por el director en jefe Kurama, reúne a un grupo selecto de individuos para respaldar a Kamui en su nueva misión: velar por la humanidad a la que decidió salvar. :::FANFIC UNIVERSO ALTERNO:::
Animes involucrados hasta el momento: X-1999, Inuyasha, Naruto, Chobits, Angelic Layer, Elfen Lied, La visión de Escaflowne y más a futuro....
Sin más por el momento, iniciamos con este fanfic.
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— El futuro no está decidido…
— ¡¡Kamui, esto no puede terminar así!!— exclamó agotado— ¡Debe haber otra manera!— insistió aunque fuera en vano.
La gran espada de empuñadura dorada que sostenía en sus manos servía como bastón para su cuerpo débil y adolorido.
El turbulento viento que alzaba el poder místico de los dos Kamui arrastraba tierra y fuego, logrando que sus numerosas heridas ardieran en insoportable dolor…
Pero el sufrimiento corporal podía ignorarlo, pero no el inmenso dolor que desgarraba su alma al tener que levantar su espada contra su enemigo… su alguna vez amigo… su hermano… Kamui…
El ambiente que los rodeaba se adecuaba al precario desenlace que las hojas del destino reservaban para la humanidad o para la Tierra…
Los cielos cubiertos tras cortinas oscuras, nebulosas y ásperas cual humo de cualquier incendio pues la Tierra misma ardía en desesperación, temblaba en ansiedad. Truenos y lluvia caían sobre las dos entidades que serán los escritores del futuro. Mas aquella tormenta no aplacaba las gigantes llamas de fuego que rodeaban el escenario de la batalla, la que sería un fin o un prolongamiento hacia lo inevitable…
Un joven delgado permaneció en una ubicación alta sobre la inmaculada Torre de Tokio que como gigante de acero se sobreponía a la furia de la naturaleza. Miró con superioridad al diminuto ser humano que apenas y se mantenía en pie, aquel que se había atrevido a cargar con un destino divino que no le concernía… Un destino que pudo haber sido suyo, pero en vez de elegir la vereda de espinas y lagrimas, tomó el de juez y destructor, aquel que lo llevaría a cumplir con el deseo de la Tierra.
Sus ojos mostraban una determinación marcada en el alma, una malicia propia de un ser que había terminado por destruir cualquier lazo emocional… Una criatura que había dejado de ser humano para convertirse en una deidad de muerte.
Sin ataduras, sin conciencia hacia las consecuencias, sin empatía, ese joven era el indicado para juzgar los actos de los humanos tal y como el mismo Dios lo haría: simplemente observando los hechos…
Kamui volvió a alzar su espada, apuntando su aguda y filosa punta hacia su deshonroso rival. Sentenciándolo así a morir.
— Así como esa mujer fue el sacrificio inicial para emprender mi cruzada hacia el cambio, tú, aquel que tomó mi sitio y osó volverse mi opuesto, serás el último sacrificio que ofreceré a la Tierra para librarla de su martirio.
Exento de heridas graves, Kamui se arrojó sobre su enemigo, esperando terminar así con el destino que se había tejido desde antes de su nacimiento.
Esa mujer…
La mente del que defendía los intereses de la humanidad recordó el atroz momento en que Kamui Shirou hubiese asesinado a su hermana, Kotori… Y de ello, todos los eventos que continuaron…
Cómo es que en ese instante, él, Fuuma Monou, se vio convertido en el Kamui que dirigiría a los dragones del cielo, los siete sellos, en su batalla contra Kamui y los dragones de la tierra, los siete mensajeros.
La destrucción que esa guerra había causado por todo Tokio; la muerte de tantas personas, el sacrificio de tantos amigos sólo para llegar hasta aquí…
Kotori… Sorata… Karen… Hinoto… Saiki… su padre… su madre…
Todos ellos… Y el esfuerzo de Arashi, Yuzuriha, Seiichiro y Subaru ¿En verdad podrían ser en vano?
¿En verdad, él podría ser tan egoísta como para desear que Kamui lo matase y así terminar con esta calamidad…?
— ¿Cuál es tu verdadero deseo?— Subaru le había cuestionado después de que lo ayudó a sobreponerse a la perdida de Kotori y de Kamui.
Fuuma levantó su espada sagrada y con un atinado movimiento logró retener el camino que seguía la espada de su enemigo antes de que cortara su cuello.
— ¿Hasta cuando vas a dejar de luchar, Fuuma?— cuestionó con una sonrisa prepotente el Kamui de frágil apariencia, pero de mirada fría e inquietante— ¿Por qué es tan difícil comprender que todo terminó en el momento en que yo decidí ser un dragón de la tierra? Tú no eres mas que un espacio necesario en la red del destino, todo tu desempeño en esta cruzada no tiene sentido… Todo fue inútil.
— ¡Eso no es cierto!— sobreponiéndose a cualquier pesar, Fuuma mantuvo a raya a Kamui en ese duelo de fuerza donde sus espadas se encontraban en tensión una sobre otra— Todos tenemos un papel que cumplir… Y tú pudiste ser el salvador Kamui, pero en vez de eso escogiste ser el exterminador… ¡Después de lo que le hiciste a Kotori, no podía sentarme y ver cómo es que un ser humano con una mente tan dañada y torcida como la tuya fuera quien decidiera el fin de la humanidad! ¡Aquel que decidiera mi destino!— haciendo acopio de una pequeña reserva en sus fuerzas, Fuuma repelió a su oponente, obligándolo a retroceder para escapar de una estocada directa al corazón. Kamui evadió el golpe, trastrabillando sobre la Torre unos metros atrás.
¿Cuál es tu verdadero deseo?
de nuevo lo perseguían las palabras de Subaru.
¿Su deseo inicial, ese donde esperaba poder salvar a Kamui, de hacerlo entrar en razón? Dicho deseo había desaparecido… No existía forma en recuperar al Kamui que él conoció en su niñez… Él había muerto en el momento en que abandonó Tokio… Lo sabía, lo comprendía, pero su corazón se aferraba a la ilusa esperanza.
— Mi deseo… Yo… Ya no lo sé…— musitó para si mismo.
Kamui levantó su mano para controlar los alambres que se tensaban para mantener la torre en equilibrio, rompiéndolos y así la fuerza de un golpe de estos pudiera terminar con su adversario.
Fuuma eludió cada uno de esos latigazos que destrozaron las superficies contra las que azotaban. Dio un salto con intención de esquivar uno que venía sobre él, mas Kamui se precipitó a ese encuentro, reteniendo al Dragón del Cielo, impidiéndole escapar y que ese látigo de metal lo golpeara en la espalda.
De tratarse de un humano cualquier, habría sido partido por la mitad como si su piel y huesos estuvieran hechos de mero papel.
Fuuma gritó cuando toda su espalda se desgarrara por el impacto y la sangre revistiera escandalosamente su espinazo. Su alarido cesó por un dolor sofocante, cuando la espada sagrada de Kamui penetrara por su abdomen, emergiendo por su espalda como una fría ala de metal.
Su cuerpo perdió toda energía, la agonía de las heridas lo mantenían paralizado de pies a cabeza. Soltó su espada al sentirla pesar demasiado para sus reducidas fuerzas, cayendo hacia el vacío.
Kamui sostuvo el peso muerto del abatido Fuuma, manteniéndolo inmóvil mientras veía con una mirada sádica la forma en que la sangre del dragón del cielo caía al suelo, manchaba su afilada arma y sus manos; la cual rápidamente se lavaba por la lluvia. Podría haber permanecido así, complacido de ver cómo la última gota de su infame estrella gemela se diluía con las lágrimas del cielo. Sin embargo, Kamui decidió avanzar, empujando su espada con fuerza y por ende a su enemigo con ella, hasta que el camino se terminara por la presencia de una columna de metal rojo.
La espalda de Fuma golpeó la dura superficie, agravando todavía más las heridas por las que estaba perdiendo la vida. La espada de Kamui sirvió como una estaca sobre su cuerpo, la cual y lo detendría finalmente, uniéndolo a la Torre de Tokio donde perecería así como el resto de la humanidad.
Con un techo sobre ellos, el agua no pudo limpiar el camino de sangre que dejaban a su paso. Kamui alzó una mano recubierta con el fluido escarlata y con malicia probó un poco de la que se acumulaba en su dedo meñique.
Fuuma luchó por mantenerse despierto aun ante el aliento de la muerte acechando su cuello. Logró alzar la vista y mirar a Kamui por encima de su altura, mostrándose superior aún en la derrota.
Los relámpagos iluminaron el rostro de Kamui, cuyo cabello goteaba por la tormenta. El líquido sobre su cara simulaban las lagrimas que sus ojos eran incapaces de generar ante lo que estaba por hacer, la destrucción de su más fiel amigo.
— La ilusión que ustedes los humanos mantienen sobre poder cambiar su destino es admirable… pero a la vez patética— dijo con sorna— Fuuma, aquellos que se levantan contra el orden divino sufren el castigo por su desacato, sólo observa como es que terminaron tus dragones del cielo.
—… ¿Qué… me dices de ti?... Los dragones de la tierra... no fueron diferentes— se esforzó por hablar antes de desfallecer.
— Al final, dragones del cielo, dragones de la tierra fueron elementos que debieron llenarse por mero capricho de los dioses…—musitó el cruel Kamui.
—… ¿Qué dices…?— una vibra de desconcierto mantuvo sus parpados abiertos.
— Las deidades del pasado cometen el error de mostrar piedad hacia los humanos, sobreestimando lo que son capaces de hacer… Y sólo por eso es que se les cedió la oportunidad de defenderse; por tal, este juicio debió ser imparcial y justo desde el momento en que su presencia comenzó a corromper nuestra Tierra madre, sin interferencia de sellos, ni mensajeros— una sonrisa siniestra se asomó por labios de Kamui— Sólo sirvieron de actores para diversión de seres fuera de su comprensión… Aquellos que hilan el destino, porque al final, ¡yo tendré la última palabra!
—… Kamui… has llegado al límite… En verdad, no sabes cuanta lástima… siento por ti— su mano tomó la empuñadura de la espada que le atravesaba el cuerpo y lo mantenía adherido a la Torre de Tokio, pero una descarga eléctrica lastimó su mano por su atrevimiento.
— ¿Lástima?— pudo reprimir el joven una carcajada— Pero mi querido Fuuma, soy yo quien siente lástima por ti— alargó su mano para poder tocar el rostro de su opuesto, manchándolo con huellas sangrientas— Veo tu estado, siento tu pena, tus miedos, tu odio, todas tus emociones, y creeme que no me arrepiento de mi decisión. Dime ¿acaso no hubieras querido estar en mi lugar? Después de todo, si yo hubiera decidido ser un dragón del cielo, tal vez tu posición sería diferente… Todo fue por mis decisiones, al final tu destino siempre estuvo en mis manos, y ahora es momento de ponerle fin.
Sujetó de nuevo el mango de su espada sagrada con toda la intención de retirarla y terminar con la vida de su rival— Duerme en paz Fuuma, te juro que tu derrota no será en vano. Con la Tierra renovada todo cambiará, comenzará una nueva era donde los antiguos dioses deberán abandonar este, mi reino.
Pero Fuuma Monou sujetó por las muñecas a Kamui, impidiendo que realizara su movimiento.
—… Kotori, he perdido la visión de mi deseo… Pero, es tu sueño hermana mía por el que pienso ganar ahora…— musitó Fuma con sus brazos temblorosos al estar concentrando todo lo que quedaba de su poder…
— ¡Fuuma!— Kamui intentó liberarse, pero su adversario lo tenía bien sujeto. Su cuerpo se halló inmóvil gracias a que la energía de Fuma superó la suya en una fracción de segundo, pudiendo retenerlo a su lado. En un intento por frenar a su oponente, Kamui logró girar su espada con saña.
Fuuma se estremeció de dolor, pero sus malestares se habían convertido en una fuente de poder que le impedía abandonar su lucha.
La torre de Tokio comenzó a temblar con toda la intención de venirse abajo en cualquier momento, pues la vida del dragón del cielo estaba por extinguirse…
— ¡Un mundo donde todos puedan crear su destino…! ¡Donde nadie impida a las personas el soñar con lograr un futuro mejor…! ¡Donde ni los poderosos… los hambrientos de poder… o de aquellos que han perdido las esperanzas obstruyan el deseo de los inocentes! ¡¡Kamui, objeto tu decisión… Y yo digo, en nombre de todos lo que creyeron en mí y que han muerto en la espera de un nuevo mundo que… que… merecemos seguir existiendo!!
El rostro de Kamui Shirou se contrajo de rabia ante insolentes palabras, y cuando hubiera liberado un brazo para cortar con este el cuello de su enemigo, un dolor rápido y letal había golpeado su espalda y atravesado su pecho.
Entre el estremecimiento y desguance de su cuerpo, Kamui bajó la vista y, justo ahí, a la altura de su corazón, la espada sagrada de Fuuma se alojaba en una herida mortal.
Kamui dedicó una mirada confundida y colérica a su rival, el cual sonreía pese a que él mismo se hubiera herido su propio brazo por su acción.
Con clara frustración y sorpresa, Kamui tosió e hilos de sangre corrieron por su boca— … No… ¿Cómo… pudiste?.... ¡Tú…!— el dragón de la tierra se empujó hacia atrás, pero su cuerpo estaba dejando de serle útil, moría…
Cayó de costado aun con la espada sagrada que lo torturaba con un calor abrasador. Sus ojos se mantuvieron muy abiertos, como si aún no creyera lo que había pasado.
No podía ser posible… No podía perder, estaba dicho... ¡Estaba escrito…! Dos caminos pero un sólo futuro… ¿cómo podía caer a manos de su propia sombra?... ¿Cómo podía vencer el impostor…?
Fuuma respiraba con dificultad, y ante cada ascender y descender de su pecho lo golpeaba el tormento… Observó a Kamui en el suelo, y como es que aun con todo su poder este no podía aferrarse a la vida con la misma fuerza con la que sus dedos rasgaban el suelo…
— … El destino… no puede haber… cambiado… no puede…— su mandíbula se tensó ante cada palabra.
— … Kamui— pronunció su nombre con sumo pesar, le dedicó una mirada de completa tristeza— Dices… sentir lástima por mí y mi destino… Y yo… yo siento gran pena por ti… porque ni aún ahora puedes comprender que… para cada deseo que nace del corazón de las personas, existe un futuro… La vida, es una constante lucha para que tu deseo se cumpla aunque se sobreponga al deseo de otros… Por eso, es imposible predecir… lo que ocurrirá… Aquellos que muestren más valor para ver cumplido su deseo pueden cambiar la rueda del destino…
El Kamui de los dragones de la tierra levantó su mano, extendida hacia su oponente al cual deseaba exterminar… No podía dejarlo con vida. Emplearía todo su poder en un último disparo con tal de verlo desaparecer en un estallido.
Fuuma cerró los ojos, esperando su fin… Pero no iba a morir sin antes expresar lo que guardaba en su corazón— Kamui… Me preguntaste si alguna vez deseé que tu elección hubiera sido diferente… Pensando en que yo sería el dragón de la tierra y tú el dragón del cielo…— Fuuma logró sonreír con melancolía— … Pero no me arrepiento, hiciste lo correcto… De haber sido diferente, habrías sido tú quien pasara por todo este sufrimiento… tu corazón se hubiese deshecho… Yo, no hubiera soportado verte así… Me alegra haber podido ahorrarte este camino… Al final pude protegerte… tal y como te prometí cuando éramos… unos niños…
Los ojos de Kamui Shirou, que habían permanecido cual hielo desde su regreso a Tokio, por un momento fugaz y único temblaron en confusión…
Al encontrarse tan cerca de la muerte es en la que su vida pasó frente a sus ojos… Y en esas imágenes no recordó la cruel infancia de la que fue objeto, ni de las personas que lo educaron… No, nada de ese infierno en vida vino a su cabeza, mas bien, recordó los rostros amables, y las sonrisas sinceras de Fuuma y Kotori… De sus juegos, de su amistad… De lo feliz que fue estando a su lado… Las únicas memorias felices que se encontraban recluidas en lo profundo de su alma las compartía con ellos dos.
Los mismos recuerdos que lo mantuvieron con vida durante su entrenamiento ahora le permitían reprimir su ataque.
Fuuma abrió los ojos ante el prolongado silencio. Y aunque su vista estaba acabándose, pudo ver a Kamui, su cuerpo tendido en el suelo, descansando… Durante todo este tiempo, era la primera vez que Fuuma observó una expresión tan pacifica en cara de su querido amigo…
Podría sentirse aliviado el que su enemigo finalmente había dejado de moverse, pero un vacío le aplastaba el pecho.
Aunque intentó reprimir su angustia, el Kamui de los dragones del cielo dejó escapar un grito lleno de frustración a la vez que un relámpago azotara el cielo. Sus ojos se llenaron de lágrimas al sentirse desolado… impotente… un traidor a su propia convicción…
La victoria no iba a traer ningún beneficio para él, porque sin importar que el mundo se salvase, no existiría en él una Kotori o un Kamui con el cual pudiera compartir las bellezas del futuro.
Oprimió sus puños con coraje y sangró por ello. Tras haber tomado la decisión de vivir, de vencer, había salvado a la Tierra… pero también había condenado su existencia al eterno remordimiento.
Sus deseos de vivir fueron más grandes que los de Kamui por destruirlo… Eso fue determinante para permitirle a él invocar su espada sagrada que, pese al haberse encontrado fuera de su alcance, vino a él y cumplió la orden de su amo.
La dulce paz de la muerte comenzaba a llegar por fin, la tormenta se había convertido en una gentil lluvia, con un golpeteo armonioso de las gotas sobre la Torre… ¿Acaso tendría esa suerte?... ¿De poder morir ahí mismo e ir a donde se encontraban sus amigos y seres queridos? Sí… Eso es lo que deseaba… Más que nada en este mundo, deseaba cerrar los ojos y cuando volviera a abrirlos, pudiera ver de nuevo a su familia y al Kamui que recordaba…
— … Todo ha… terminado…— susurró en un delirio, y después cerró los ojos rendido.
Las sirenas de equipos de rescate resonaban por todo el distrito en ruinas. Bomberos, policías y paramédicos se encontraban por doquier.
Un automóvil de oscuros colores y vidrios polarizados se abrió camino de modo prestigioso entre las autoridades y los retenes. Deteniéndose junto a la Torre de Tokio, donde un par de ambulancias y camiones blindados trabajaban en conjunto.
Un equipo SWAT protegía el perímetro y al hombre que emergió del lujoso automóvil en cuya antena colgaba una banderita de Japón.
Vistiendo un distinguido traje de color azul marino y corbata morada, un hombre de cabello corto utilizó un paraguas de liso color negro para protegerse de la llovizna.
Instantáneamente a su arribo, él caminó hacia donde vislumbraba a los paramédicos, siendo seguido por un agente de su equipo de confianza.
— Jefe Kurama, ocurrió tal y cual fueron las predicciones que expresó el Oráculo— explicó uno de los SWAT con pasamontañas gris que se acercó a ambos.
El hombre que respondía al nombre de Kurama acomodó sus anteojos con uno de sus dedos— ¿Quién sobrevivió?— aunque la pregunta resultaba inútil, en el simple hecho de encontrarse con vida se encontraba la respuesta.
— Su nombre es Monou Fuuma— respondió el agente que seguía de cerca los pasos de su superior, uno que lo imitaba en color de traje y porte.
— ¿Estado?— cuestionó Kurama al detenerse en un punto en el que no estorbara en el paso de una camilla cuyos paramédicos cuidaban con sumo interés a quien la ocupaba. Como si sus vidas dependieran de la vida misma de su paciente es por lo que no podían permitirse fallar, ese muchacho iba a sobrevivir sin importar el costo.
— Crítico, varias laceraciones por todo el cuerpo, traumatismos severos, algunos órganos vitales dañados por lo que necesita una rápida intervención; excesiva perdida de sangre e hipotermia— se apresuró a responder su empleado de confianza— Es un milagro que aún se mantenga con vida.
Kurama lanzó una de sus miradas serias y analíticas hacia el joven que era puesto dentro de la ambulancia. Para él no existen los llamados milagros, simplemente, esa persona no era un ser humano común y corriente, y lo demostraba con su gran fortaleza— Saben sus ordenes, notifiquen el estado del individuo a la sala de emergencias, no se permitan perderlo— advirtió con desdén— ¿Qué hay de las espadas?— anticipándose a las explicaciones, Kurama analizó los delgados tubos de contención confeccionados con titanio reforzado, los cuales eran llevados hacia el interior de los vehículos acorazados.
— Intactas y salvaguardadas, como lo ordenó. Serán llevadas al área de investigación inmediatamente.
— ¿Algún contratiempo?— preguntó, adentrándose más hacia donde se ubicaba el monumento más reconocido de todo Tokio, centro del que fue una batalla apocalíptica.
Recibió una negativa por parte de sus hombres y eso le complació. Kurama detuvo a unos hombres que empujaban una camilla cuyas sabanas blancas cubrían el cuerpo de algún caído.
Deseaba ver con sus propios ojos que no había equivocaciones, y el dragón de la tierra que debía morir (por el bien de la humanidad) era quien se encontraba bajo esas mantas.
Respiró aliviado al contemplar el rostro pálido e impasible de ese cadáver, el cual volvió a cubrir tras su rápida inspección. Ordenó con un movimiento de cabeza que lo retiraran del lugar.
— Encárguense de limpiar la zona por completo, no quiero que dejen nada que nos incrimine. Nunca estuvieron ellos aquí ¿Entendido?— preguntó con la vista clavada en algún lugar de la Torre, el único sello que logró sobrevivir a la caza de Kamui y de los dragones de la tierra… La única estructura que impedía que la raza humana pereciera...
Al despachar a su hombre de confianza y permaneciendo en medio de todo el bullicio de su personal por la zona de desastre, Kurama buscó un pequeño teléfono en el interior de su saco, oprimiendo un sólo botón para establecer una conexión.
— Soy yo…— habló despacio— Tenemos a Kamui y las dos espadas sagradas— explicó a quien lo escuchaba del otro lado del auricular— No podría asegurar si sobrevivirá… Cualquier humano ya estaría muerto por las severas lesiones, pero él es Kamui, por lo que tengo altas expectativas sobre su recuperación— silenció para escuchar el mensaje— Lo único que puedo decir, es que la Tierra ha pasado una de sus más grandes amenazas, y seguimos aquí. Pero hay mucho que debemos reparar, empezando por las barreras, el kekai de Japón.
Las luces de la ambulancia golpearon los escombros cercanos y por instantes volvía roja las aguas estancadas por la lluvia, las sirenas comenzaron a sonar como lamentos que ahuyentaban a los estorbos— Llegó el momento de comenzar a cobrar favores, comiencen inmediatamente ya que debemos alzar en menos tiempo algo que nuestros antepasados edificaron en siglos. Empezaremos desde mañana a primera hora, partiré hacia la sección medica y me quedaré ahí hasta recibir noticias, mientras tanto encárgate de cualquier imprevisto que surja en la oficina— con su típica falta de emoción al hablar con sus empleados, Kurama terminó con la comunicación y guardó su teléfono. Ajustó de nuevo sus anteojos y dio media vuelta para volver al interior de su automóvil, donde el chofer emprendió su rumbo por las calles derruidas de Tokio.
-SECTOR HEAVEN-
Por Ulti_SG
Capitulo 1
Cruce de destinos
Su cuerpo caía sutilmente desde las alturas, tan ligera como si fuese una pluma le bastaba el extender sus brazos para sentir esa grácil sensación de vuelo que únicamente en sueños era posible. En su descenso, sus ojos distinguieron una concentración de denso líquido escarlata en el fondo del vacío y temió que fuese a zambullirse en algo claramente desagradable. Pero antes de entrar en contacto con ese fluido, su cuerpo frenó y sus pies descalzos lograron mantenerse limpios, como si existiera una superficie invisible por la cual podía caminar sin problemas.
Desconcertada, miró a su alrededor donde un escenario lúgubre y caótico se le presentaba. Fue testigo de cómo es que gotas de la sustancia escarlata goteaban de modo invertido al salir del basto estanque para ascender y perderse en algún punto del negro cielo.
Vestía en pijama rosada, y no imaginaba cómo es que había llegado a ese lugar.
Avanzó al saber que no llegaría a una solución permaneciendo allí, tal vez más adelante encontraría indicios de su desconocido paradero.
Conforme marchó, a lo lejos distinguió dos altas columnas en forma de cruz, las cuales y consideró señales a las cuales debía seguir.
Apretó el paso al sentirse cerca, muy cerca, pudiendo ver con claridad los extrañas edificaciones sobre esa laguna de sangre: dos cruces de grandes proporciones, una de ellas, la que se encontraba a su izquierda, oscura y marchita como si un fuego incandescente hubiera consumido su antigua belleza, reduciéndola a un despojo ennegrecido y poroso como carbón; a su alrededor se enrollaban alambres oxidados que mantenían ahí adherido un cuerpo momificado, raquítico y cenizo. Una bruma y hedor a muerte rodeaba esa cruz. El escalofrió por estar cerca de ella la llevó a alejarse y despertar un miedo incapaz de poder explicar.
La segunda, la de su derecha, estaba hecha con el oro más puro y brillante; adornos de plata y marfil que zigzagueaban en siluetas que podrían tratarse de dragones en plena contienda; incrustadas a toda la base, piedras preciosas que maravillarían a los reyes; y ahí, justo a la mitad de esa cruz, alguien se hallaba crucificado.
La chica se cubrió la boca para sobreponerse a la sorpresa de tal visión: un hombre joven, atado con cadenas de oro y diamante se encontraba inconciente y colgando de dicha obra; sus manos sangraban ya que dos espadas relucientes servían como clavos para su martirio. Increíble para ella el notar el aura que despedían tales armas: mientras una resplandecía en pureza con energías celestiales y trasparentes (como si los dioses mismos la hubiesen forjado con su bondadoso aliento), la otra de ellas carecía de brillo alguno y en su lugar desprendía una nauseabunda bruma, espesa y corrosiva de color negro. El percibirla un claro malestar al sentir la violencia y el odio que habitaba en ella.
Se preocupó por el joven que sufría de tan terrible tortura. Su cuerpo se hallaba desgarrado por serias heridas, su ropa hecha jirones y empapadas. Imposible contemplar su rostro pues su cabello, la oscuridad y la sangre lo mantenían oculto. Todas esas heridas la acongojaban… ¿Sería posible que toda la sangre que había bajo ellos pertenezca a ese hombre?
Su angustia se volvía mayor al saberlo con vida, muy a penas. Podía escuchar una débil respiración capaz de detenerse en cualquier instante.
Se encontraba demasiado alto para ella, y no era capaz de alcanzarle, ni siquiera al intentar escalar.
Se sintió frustrada, y aunque intentó hablarle, no hubo respuesta o reacción por parte de esa persona. Finalmente le gritó, gritó con todas sus fuerzas de modo escandaloso y pretencioso tal y cual era su carácter— ¡¡Despierta!!— suplicó al crucificado una y otra vez.
Y al mismo tiempo, ella despertó cuando una alarma comenzara a pitar de modo incesante.
Su mejilla no se despegó inmediatamente de la blanda almohada. Cuando abrió los ojos, se aseguraron de que se encontraba en su habitación, todo parecía en orden.
Se estiró bajo sus sabanas y terminó con el deber de su despertador. Usualmente, vencía a la alarma pero, últimamente, gracias a esos sueños incomprensibles, le era imposible. Despertaba cansada pese a dormir sus ocho horas diarias, pero todas esas visiones resultaban desgastantes.
Meditó sobre las imágenes de su sueño, en ese pobre chico. Se miró las palmas de las manos y trató de imaginar lo doloroso que sería el encontrarse en su lugar… Pero todo eso había sido un sueño ¿no es así? No significaba que esa persona estuviera en problemas, que existiera si quiera. Pero ¿entonces por qué se sentía tan insegura?
— … ¿Por qué continúan estos sueños?... — se preguntó en voz baja.
Un toque a su puerta y se sobresaltó un instante. Cedió el paso a su dormitorio todavía bostezando.
— Hermana— un jovencito de cabello negro y ojos castaños abrió tímidamente la puerta.
— ¿Qué ocurre Sota?— preguntó ella.
— Buenos días hermana, disculpa que te moleste pero hay una llamada para mamá, y aunque les dije que ella no se encuentra, me pidieron que los comunicara con el responsable de la casa— explicó su hermano menor abriendo completamente la puerta de madera.
— ¿Tan temprano? ¿Quién podrá ser?— metió sus pies en las pantuflas bajo su cama y salió rápidamente a atender ese llamado. Pero eso sí prometía, si se trataba de un cobrador, en ese momento le diría unas cuentas verdades por importunar a esas horas de la mañana.
Tomó el auricular y contestó— ¿Si? Kagome Higurashi al habla.
Sota permaneció interesado al lado de su hermana, tratando de entender lo que pasaba, pero sólo podía escuchar lo que ella decía y leer las expresiones de esta al responder.
— Lamento decirlo, pero mi madre y mi abuelo se encuentra fuera por cuestiones familiares. ¿Qué dice?... ¿Monou Fuuma?...— ese nombre había provocado un cosquilleo en su memoria…— ¿Del Templo Togakushi?... ¡Ah, sí, ahora lo recuerdo!— se exaltó al escudriñar tan antiguos recuerdos de su infancia— ¿Qué dice, hospitalizado?... Ay no… ¿Cuándo?...
Sota se preocupó al escuchar la palabra hospital.
— … Entiendo, si… La verdad es muy desafortunado… ¿Yo?... Bueno, la verdad es que no creo ser la indicada pero… Sí, comprendo que no es algo que pueda esperar… De acuerdo, iré, pero podré hacerlo en la tarde después de mis clases… Sí, comprendo— Kagome le hizo una seña a su hermano de conseguirle algo con qué escribir, a lo que el pequeño, asustadizo, fue y vació su mochila recién ordenada por la búsqueda de un escurridizo bolígrafo.
— Bien, ahí estaré…— anotó una dirección y un numero telefónico— No, gracias a usted. Hasta luego.
— ¿Qué sucede hermana, por qué estas tan pensativa?— inquirió el jovencito al ver como es que Kagome no dejaba de contemplar el pedazo de papel donde escribió— ¿Quién era?
La joven Higurashi se esforzaba por extraer los recuerdos que su memoria guardaba sobre el Templo Togakushi con tanto recelo.
— ¿Hermana?
Al darse cuenta de su falta de atención hacia su hermano, Kagome se disculpó— No es nada Sota, simplemente estaba intentando recordar.
— ¿Qué es lo que pasa, alguien está en problemas?
Kagome asintió— Todo sería más fácil si mamá estuviera aquí, ella y el abuelo son los que más conocieron a la familia que vivía en el Templo Togakushi.
— ¿El templo Togakushi?— repitió inocente.
— Yo apenas y los recuerdo, era muy pequeña, tú ni siquiera habías nacido…— suspiró— ¿Por qué sólo cuando mamá no está en casa pasan estas cosas?
— ¿Por qué, qué es lo que pasa?— insistió con el ceño tenso al sentirse eludido.
— Lo que sucede es que el hijo mayor de la familia Monou se encuentra hospitalizado. Desafortunadamente él ya no tiene familia…— explicó entristecida— Y por ello recurrieron a las personas más cercanas a ellos que pudieran localizar. Antiguamente, cuando papá se encontraba con nosotros, él era muy amigo de…— luchó por el que un nombre llegara a su cabeza—… el amo del templo, Kyouga creo que era su nombre.
— ¿En serio?
— Así es. La verdad es que fue hace tanto tiempo pero, creo recordar al hijo mayor…— volvió a perderse en imágenes de un pasado confuso, buscando respuestas a sus dudas, sin embargo prefirió posponerlo al saber que nada ganaría con ello — Como sea, me pidieron ir a verle al hospital. Y si es cierto lo que dicen y somos lo único que tiene…— comenzó a dudar… Todo parecía demasiado extraño al creer imposible el que no hubiera alguien más cercano a él que la familia Higurashi— Bueno, creo que lo mejor que podré hacer es ir e investigar— por venir a su mente las imágenes fugases de anterior sueño, es que se convenció de que debía hacerlo— A nadie le gustaría enfrentar solo el dolor y la tristeza que puede despertar un hospital ¿cierto?
— Eres muy buena hermana. Estoy seguro que es lo que haría mamá si estuviera aquí— apoyó la noción el niño, orgulloso de tener una hermana tan compasiva.
— Entonces eso haré…— sus ojos se desviaron momentáneamente hacia el reloj más cercano— ¡Oh cielo santo, mira la hora, ya es muy tarde, Sota!— exclamó al volver a su habitación de modo presuroso, contagiado a su hermano quien había olvidado que él se encontraba más que listo para partir a la escuela.
Mi nombre es Kagome Higirashi. Tengo 16 años y curso el 3er. año de secundaria.
— ¡Hermana vámonos se hace tarde!—esperaba afuera del templo su joven hermano con la mochila en la espalda.
— ¡Ya voy!— se colocó el último de sus zapatos y cerró las puertas de su hogar.
Desde pequeña, papá siempre dijo que era alguien especial; que poseía un alma fuerte y valiente que aún a través del tiempo y las reencarnaciones jamás cambiaría. Eso no lo entendí únicamente hasta tiempo después.
Soy heredera de habilidades especiales las cuales y descubrí en mi niñez. No me sorprende porque por algo nací en este templo y dentro de la familia Higirashi.
De pequeña pude ver cosas que otros no, y con el tiempo fui capaz de sentir la presencia de todo elemento que me rodeaba, de las personas, espíritus u objetos… Yo lo llamo un sexto sentido que jamás se equivoca.
Ambos hermanos pasaron por el gigantesco árbol en el cual Kagome solía meditar y perderse en sus pensamientos por horas cuando algo la inquietaba.
El tronco endurecido por los años se veía toscamente grueso por largas y anchas raíces que se enrollaban y amontonaban a su alrededor. Curioso es que de entre tales ramificaciones, el extremo de una flecha era visible, cuya punta se encontraba perdida en lo más profundo de aquel árbol.
Por generacionesa esa flecha se ha encontrado ahí, desde antes de la edificación del templo… Quien sabe, nadie se ha atrevido a retirarla ni cuestionar su presencia, incluso se ha convertido en el centro de muchas historias que su abuelo cambiaba y cambiaba hasta que la versión se ha distorsionado tanto que es imposible saber cuál habrá sido el origen real.
Rápido, ambos se encontraron caminando por las calles rumbo a sus respectivas escuelas.
— Es increíble que apenas haya pasado un año desde los terribles terremotos ¿lo recuerdas hermana? Esta calle y el edificio departamental que se encontraba por allá estaban completamente destruidos.
¿Cómo olvidar algo que marcó al Japón de por vida? Tal vez para todos fueron fenómenos naturales imposibles de predecir, pero aún recuerdo las terribles energías que circularon por todo Tokio en esos días… Como es que una serie de dragones coléricos surcaron los cielos, peleando entre si; el choque de su terrible fuerza era lo que ocasionó los sismos, de eso no tengo duda…
Pero no sentí que fuera algo en lo que pudiera o debiera intervenir. Por fortuna todo terminó y los temblores cesaron… Japón volvió a respirar tranquilo.
Las clases pasaron con demasiada lentitud. El reloj jugaba con su curiosidad, se burlaba de su ansiedad. Pasó la mayor parte de la mañana distraída, dedicándose a observar por la ventana.
Como si su mente fuera un álbum de fotografías es como sus memorias pasaban frente sus ojos coloreando las nubes. Ante sus esfuerzos por recordar, el rostro de un niño alegre comenzaba a formarse; un árbol de cerezos de un templo similar al suyo, cómo es que ese niño permanecía bajo la sombra de ese mismo cerezo con la mirada perdida en un horizonte siempre melancólico; la forma en la que él, cuando se veía descubierto por otra persona, cambiaba rápido de semblante para saludar animosamente. La sonrisa y el brillo en sus ojos cuando decía su nombre— Hola Kagome-chan.
— … Fuuma…— murmuró, creyendo que sólo había pensando su nombre.
— ¡Aja! ¡Lo sabía!— exclamó triunfante una chica en las cercanías— ¡Sabía que era por un chico!
Tres pares de pies se abalanzaron inmediatamente en su dirección, y una de las jovencitas que la rodearon golpeó con fuerza el pupitre con sus manos.
Completamente confundida, Kagome miró los ojos expectativos de sus tres mejores amigas.
— … ¿Por qué me están viendo de esa forma?— se cohibió Higurashi al sentirse el centro de atención.
— No tienes por que mentirnos Kagome, lo sabemos todo— sentenció aquella que mantenía las manos sobre su pupitre.
— Ayumi… en serio que no entiendo qué traman ahora— aclaró Kagome con un tic nervioso en su ceja derecha.
—Has estado muy distraída hoy— señaló la chica de cabello ondulado— Al principio creímos que era nuestra imaginación pero ante las numerosas llamadas de atención de los profesores, tus pocos reflejos durante el voleibol y tu indiferencia hacia Hojo nos hizo dudar.
— Pero Eri, yo…
Interrumpió la tercera, aquella de diadema sobre su cabello— Y finalmente, después de todo este silencio e incertidumbre, mientras observabas nostálgica con ojos extraviados hacia la ventana suspiras el nombre de un chico.
Kagome se sintió atrapada, pero sobre todo, avergonzada. Lo demostraba el colorante en sus mejillas y la forma en la que se hundía en su asiento— Yo no suspiré— pensó.
— Kagome, ¿cómo pudiste?— Ayumi se encontraba enfadada, pero en un cambio radical las tres amigas se amontonaron frente a su pupitre y saltaron en— ¿Cómo pudiste escondernos algo así?— dijeron al unísono.
— Mala amiga, tuviste una cita y no nos lo dijiste— Eri comentó con un semblante de curiosidad extrema.
—Pero no es algo que no puedas remediar, somos toda oídos. ¿Quién es? ¿Dónde lo conociste?— se apresuró a decir Ayumi.
— ¿Lo conocemos? ¿Hojo sabe de esto?— agregó Yuka.— ¿Cuándo volverás a verlo?
— ¿Cómo fue su cita? ¿Es guapo?
Kagome aprovechó un segundo de tiempo que les tomó a las tres chicas el pausar para poder decir— ¡No, no se adelanten a las cosas!— pidió completamente apenada— No tuve ninguna cita— dijo mas calmada cuando logró el silencio entre ellas.
— ¿Ah no?— inquirió Eri.
— Entonces ¿Quién es Fuuma? Estabas muy pensativa cuando lo nombraste— los ojos de Yuca se tornaron quisquillosos.
— ¿Un antiguo amor tal vez?— exclamó Ayumi completamente impresionada.
Kagome negó frenéticamente— ¡Claro que no!
Aunque la joven Higurashi conocía la actitud entrometida de sus amigas, tal vez nunca podría acostumbrarse a ello.
Fue difícil convencerlas de que no existía relación con ese joven. Incluso debió hablar con los detalles de los que esta mañana se había enterado… Y eso empeoró aún mucho más las cosas.
Kagome caminaba seguida de su pequeña escolta una vez terminadas las clases cuando…
— ¡Que romántico!— saltó de emoción Yuka.
— Un antiguo amor, lisiado y en recuperación en espera de tu completa atención— suspiró Eri en las nubes— Es como una novela de amor, Kagome te envidio.
— Si que eres una chica con suerte Kagome— añadió Ayumi con una sonrisa de hito a hito.
Higurashi no entendía por qué es que su vida amorosa se encontraba entre las prioridades de Yuka, Ayumi y Eri. Si toda esa energía que empleaban en ese asunto lo proyectaran en la búsqueda de respectivos novios, desde hace mucho tiempo que habrían encontrado a alguien.
— Me rindo con ustedes…
Un cruce peatonal separó el camino de las estudiantes. Mientras que Yuka, Eri y Ayumi dieron vuelta a la izquierda, Kagome bajó al subterráneo.
Debió revisar las rutas del metro ya que ni ella conocía realmente esas estaciones tan alejadas a las que debía ir.
Fue un viaje largo, incluso debió comprar unas golosinas de una maquina para mitigar su hambruna.
Caminó por las calles con el trozo de papel en el que había anotado la dirección. Llegando finalmente a cuestas de un alto edificio clínico.
Hospital Heaven, leyó en las puertas corredizas. Al entrar fue claro que se trataba de una clínica privada, los corredores poseían un ambiente pulcro y sofisticado. No había sala de espera, sólo una recepcionista que vestía su uniforme de enfermera detrás de un pequeño escritorio.
Al no haber más, Kagome se acercó a ella— Buenas tardes, tal vez usted pueda ayudarme— comenzó ella, desconcertándose por la peculiar mujer que le atendía.
Los largos cabellos rosados de la recepcionista le daban una apariencia única, como si cada bucle se tratara de algodón azucarado. Su uniforme realmente blanco resaltaba el color miel de sus ojos, pero raro fue el notar que carecían del brillo de un alma.
— Para eso estoy aquí— sonrió la bella enfermera.
Kagome se desconcertó todavía más al ver los peculiares adornos que la recepcionista tenia sobre sus orejas— Que cubre orejas tan extraños— pensó.
— ¿En que puedo servirle?— insistió la mujer de cabello rosado.
— Ah… yo… yo… Bueno, ejem— tomó rápida compostura, no deseaba mostrarse grosera— Me contactaron en la mañana y me dieron esta dirección y este teléfono— le mostró la nota— Dijeron que debía venir y…
La enfermera dio un rápido vistazo a los datos y asintió— Un momento por favor— pidió ella y guardó silencio.
Kagome pestañeó extrañada al escuchar un sonido en particular, uno que sólo había escuchado en las computadoras de la escuela. Pero no había a la vista ningún computador, ni siquiera un teléfono, ni una agenda o libreta, ni plumas o una taza de café. ¡Ese escritorio estaba completamente vacío!
Miró más de cerca a la enfermera y se percató que el sonido provenía de ella, así como de la extraña forma en la que sus ojos brillaban.
— Creo que no fue una buena idea venir…— comenzó a preocuparse.
Antes de que sus pies dieran media vuelta y se marchara, la recepcionista volvió en si y dijo con amabilidad— Señorita Kagome Higurashi, bienvenida. La atenderán en seguida, por favor tomé el elevador que se encuentra al final del pasillo a mi derecha y acuda al piso siete, la están esperando.
En completa desconfianza, Kagome caminó en la dirección señalada. Paranoica al no ver ningún otro paciente, doctor o enfermero es que comenzó a creer que se trataba de alguna trampa; había mucha gente cruel que se aprovechaba de chicas bonitas como ella después de todo. Pero sólo recapacitó en ello hasta que se sintió atrapada por las puertas del ascensor
Ya era muy tarde como para arrepentirse. Su único consuelo es que Sota, Yuka, Eri y Ayumi sabían de su paradero… Ojalá y lo recordasen.
El elevador se detuvo en el piso siete, y ahí, al abrirse las pequeñas puertas, alguien con rostro risueño estaba para recibirla— Buenas tardes señorita Higurashi— se inclinó en respetuoso saludo una joven de cabello café, peinado en una coleta alta que caía sobre su espalda. Vestía saco y falda formal café con zapatillas.
— Buenas tardes…— se esforzó por saludar del mismo modo.
— Mi nombre es Kisaragi— se presentó con su gentil voz— Soy asistente del jefe Kurama, la persona que la contactó esta mañana. Nos alegra que haya podido venir.
Kagome volvió a estar en un pasillo que no diferenciaba del primero en el que estuvo; de paredes blancas y piso reluciente. Algunas puertas de colores metálicos con gran distancia entre ellas dividían los muros
— Di mí palabra y aquí estoy— dijo ella con recelo— Ahora, ¿podría hablarme un poco más de la situación por la que me convocaron a aquí?— entre más rápido supiera la razón por lo que la llamaron, más rápido podría volver a sentirse tranquila.
— Por supuesto— la asistente sonrió cortésmente. Era notorio el nerviosismo de la recién llegada, y en su lugar se encontraría igual de preocupada— Acompáñeme, mi jefe quiere hablar personalmente con usted.
La puerta más lejana en aquel pasillo fue el destino de ambas mujeres. Hastiada de los colores blancos del lugar, Kagome se cautivó por la colorida oficina a la que le dieron el paso.
Con las paredes mitad superior color beige claro y la mitad inferior de madera; el suelo con azulejo claro perfectamente pulido. Lo más llamativo sería su vista pues una ventana abarcaba completamente el muro que permitía una vista panorámica de la ciudad; pequeñas macetas con plantas artificiales decoraban las esquinas; cuadros de paisajes luminosos clavados en las paredes. Una pequeña sala de estar con cojines marrones, y frente a la ventana el escritorio de caoba del dirigente del hospital.
Kagome dejó su maletín en manos de Kisaragi quien lo guardó en un anaquel. La animó a que se acercará a donde se encontraba su jefe.
Higurashi observó a ese hombre de cuyos lentes se reflejaba la pantalla de su computadora portátil, donde frenéticamente escribía algún informe importante de seguro. Por su apariencia intelectual es que no dudó que se tratara del director en jefe.
Al no recibir ninguna invitación para sentarse, ni de ser tomada en cuenta si quiera, Higurashi infló las mejillas ante la falta de hospitalidad de ese individuo, por lo que dio un rápido vistazo despectivo a su lugar de trabajo, todo perfectamente acomodado; la taza de café sobre su portavasos (aunque era gracioso el ver figuras de conejitos en el color verde de esa taza). Llamó su atención los tres portarretratos que descansaban en una repisa cercana, pudiendo ver uno de ellos de reojo. La fotografía mostraba una pareja cuya mujer se encontraba embarazada, y por el bulto de su barriga era obvio que la imagen se tomó durante los últimos meses de gestación.
Dejó de contemplarla cuando se vio engullida por la sombra del director quien se alzó repentinamente de su asiento.
— Señorita Higurashi, es un placer— dijo con voz seria el caballero— Me alegra ver que haya decidido venir.
Kagome se sintió ligeramente intimidada por esa persona, pero rápido se sobrepuso a la primera impresión.
— También es un placer señor Kurama.
— Por favor, tome asiento— pidió cortés.
Kisaragi se acercó pronto a servir un vaso con agua de limón para la visitante.
Kurama cerró su computadora y miró a la joven estudiante por prolongados segundos, cómo si estudiara cada línea de sus expresiones.
Kagome esperaba que ninguna falsa idea estuviera paseando por la cabeza de ese hombre. Y sin embargo, pese a aparentar ser una persona pacifica, un mal presentimiento la mantenía al borde del asiento…
— … Disculpe mi atrevimiento pero, ¿podría decirme lo que pasa?… Sinceramente, me incomoda el no saber exactamente sobre la situación… Vine aquí porque parece que alguien necesita mi ayuda así que, ¿que tal si comienza por el principio? ¿Cómo supo nuestra relación con la familia Monou?— inquirió mostrando un carácter mas firme y desconfiado.
Kurama permaneció un poco más en silencio, al final acomodó sus brazos sobre la lisa superficie y habló— Hace un año, Fuuma Monou fue ingresado en esta institución a causa de graves heridas y severos daños. Desde entonces ha permanecido bajo nuestro cuidado. Pero creemos que ha llegado el momento que personas que le conocen se involucren en su recuperación— explicó sin rodeos el hombre de relucientes anteojos.
— ¿Un año?...— se mostró pensativa— ¿Acaso se accidentó durante los disturbios en Tokio?
Kurama asintió con una leve inclinación.
— Eso quiere decir que ¿fue él quien les habló de nosotros?
El director evadió la pregunta— Los registros mostraron que Fuuma Monou carece de parientes cercanos. Su familia era de una cadena muy reducida, por lo que no existe nadie que pueda hacerse responsable de él. Tras un seguimiento, encontramos que los únicos que podrían responder a este llamado serían los habitantes del Templo Higurashi.
Kagome volvió a sentirse mal por Fuma y lo difícil que debía ser sobreponerse a la pérdida de tu familia entera.
— El siguiente paso del tratamiento requiere, como ya le dije, de ayuda, su ayuda señorita Higurashi.
— ¿Y qué es lo que puedo hacer yo?— cuestionó ingenuamente.
Kurama entonces volvió a levantarse, sutilmente pidió a la joven que le acompañase.
Abandonando la oficina es que volvieron a los insípidos pasillos blancos. Al entrar en el ascensor no hubo palabras.
— Y… ¿exactamente que clase de hospital es este?— se atrevió a preguntar la chica, justo cuando las puertas se abrieron en el penúltimo piso del edificio.
El director no fue nada caballeroso y dejó a su visitante atrás.
Al sentirse ignorada, Kagome sólo deseaba la verdad, algo comenzaba a oler mal en todo esto.
— ¿Dónde están los enfermeros, los doctores, los pacientes?... ¡¿Me esta escuchando?!
El hombre de anteojos se giró precipitadamente hacía la chica, justo frente a una compuerta metálica donde su espalda se reflejó.
— Para su edad, es muy desconfiada señorita Higurashi— comentó con desganó el director. Tocó un pequeño panel que servia de cerradura para esa habitación en particular— Y por eso creo que podré confiar completamente en usted.
Kagome echó un rápido vistazo al interior de ese cuarto, uno de grandes proporciones. Ahí dentro solo había de una cama que se encontraba paralela a una ventana cuadrada, cubierta por cortinas blancas. Una maquina monitoreaba los signos vitales de la persona que yacía en esa recamara.
Kurama permitió que la curiosidad de Higurashi la obligaran a entrar. Sabía de antemano que lo haría.
Kagome caminó despacio y hasta de modo precavido. Se sintió ligeramente sofocada por la presencia que la golpeó cuando el viento de esa habitación llegó a tocar su piel.
No era fácil explicárselo, pero sintió algo que nunca antes había sentido… ¿Quién era esa persona como para poder expulsar esa clase de energía?
Sin darse cuenta había llegado al costado de esa cama, allí vio el rostro pasivo de un joven de largo cabello oscuro que dormía. Sobre él, algunos electrodos mandaban señales al monitor, mientras una intravenosa se conectaba a su brazo derecho.
Intentó que la imagen del niño que recodaba encuadrara en la de ese joven que estaba frente a ella… Batalló un poco pero al final se encontraba completamente segura que se trataba de él.
— Un año de silencio, meses de cirugías, meses de tratamiento— explicó Kurama manteniendo su distancia dentro de esa habitación blanca— Y aun así, su conciencia se niega a volver.
Que conmoción sintió en el pecho, nunca imaginó que el ver a alguien en ese estado pudiera ocasionarle tanta pena.
— No hay daño cerebral pero ha permanecido en coma desde lo sucedido. Tratamos su cuerpo y cualquier daño recibido no ha dejado secuelas… Hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance, pero nuestra especialidad es únicamente restaurar la salud de un cuerpo maltrecho. El resto dependerá completamente de usted.
Como si hubiese salido de un trance, Kagome miró hacia el director
— … ¿De mí?... ¿Qué es lo que puedo hacer yo que ustedes no hayan hecho ya?— preguntó desanimada.
— Sanar su corazón— respondió con serenidad el enigmático director de la institución.
Continuará…
Fuuma Monou y Kamui Shirow (Serie: X-1999)
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Kurama y Kisaragi (Serie: Elfen Lied
Edited by Seph_girl, 15 August 2016 - 00:11 am.