Pues esto lo iba a colocar en romace, pero no supe donde ponerlo; espero que les guste, aunque debo argumentar a mi defenza que lo escribi para una cierta persona.
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Siguiendo el propio estilo de las luciérnagas, escapándose de su progenitor habiendo necesitado de la oscuridad misma para hacerse notar individualmente, sin desconocer que solo mantenía el papel de bifurcación entre los tantos otros. Recorrió de aquella peculiar forma un centenar de relojes, desprendiendo un recuerdo a cada temblor que su calzado provocaba, llego el tiempo y consigo la guerra donde su caminar no resultaba de un proceso inverosímil exquisito en falsedades humanas que comúnmente se confundían con espejos quebrados por el pésimo uso, en ese preciso instante con un desahogo que aún recuerdo, desmayo hasta que su cara se confundía por completo con el asfalto gris limpio de maravillas y pasados.
No habría pasado algún tiempo, él falleció de una enfermedad muy poco conocida y que al no presentarse muy a menudo los doctores decidieron no bautizarle con ningún nombre irrelevante. Siendo yo su único amigo (así me dio a entender la situación) me entrego por medio de su testamento; que por cierto carecía de fragancia económica y no respondía a ningún deseo; una carta a medio terminar, en mi extensa experiencia como escritor esa carta no formaba parte de algún estilo lírico sin embargo podría presumir de una maravillosa dicha que irónicamente vestía de fabulas de depresión y fracasos.
Tenia un remitente, en seguida me di a la tarea de reescribir tal manuscrito (porque se encontraba en un pésimo estado), y tras finalizar la primera encomienda realice toda una Troya para descubrir a la fantasía que mi viejo amigo conocía bajo un nombre, qui.zás la belleza de las letras usadas por mi colega, completamente esterilizadas y agujeradas de constantes prosas y metáforas eran la representación misma de la remitente (ya se habrá dado cuenta de la temática del texto).
La mujer jamás apareció demostrando ligereza preocupación por recibir el tan majestuoso arte creado qui.zás siglos atrás. Desgraciadamente mis últimos años de vida pasaron sin resultado alguno; he de decir que a diferencia de mi difunto predecesor yo era muy joven, la edad no importa, ya que ahora la respiración desgarra con tanto fervor la garganta desperdiciando energía.
Al parecer y sin querer había recibido un telegrama, hoy en día eso es bastante inusual y raro favoreciendo al dorado tenue mágicamente nacido de la escasa hermandad de unas teclas de plástico negro. Me desmaye y casi muero al leer el nombre del remitente, nunca pensé que se tratase de ella, nunca supe por donde comenzar, nunca llegue a ella pero esa mujer si trato de buscarme.
No tarde ni dos horas en mandar una pronta respuesta a ese ser que de repente apareció; siendo sincero resurgió de un finito pasado; en seguida de haber pagado el romanticismo de una postal la duda penetro en mi cerebro, sin piedad fusilo con torrentes de mentiras perfectamente construidas, dudaba de la veracidad de la amistad con la que mi compañero recientemente retirado constantemente se me relacionaba, tantas venganzas deseadas en el interior combatían sin cesar, mataban la belleza de los recuerdos de un futuro solo vivido en los sueños de viernes, donde no había preocupación alguna por morir envuelto en sabanas de seda poliésterizada.
Robando escenas de almohada, deje de hacerlo solo en los fines de semana convirtiendo tal masoquismo en el manjar predilecto de un dios que se transformo en el ser más perfecto de su propia creación “el hombre”, los sueños amanecían bañados de sal, matando los cabellos de sed. El calor intransigente techaba las paredes desaparecidas por tanto miedo de entrar en pánico, de cualquier forma ese pánico les devoro. Mis ojos observaban más de lo que la luz les mostraba, la eterna y finita oscuridad brindaban pequeños sorbos de humildad al corazón que aún pensaba en la razón de la carta que se me fue heredada.
Antes de recibir la respuesta amargamente temprana y atascada por las demasiadas intenciones barrocas que unían las creencias que todas las palabras vivían en cada sitio que su creadora les colocaba como si se tratasen de un rompecabezas solo hecho para ser descifrado por mi, pero solo ser comprendido por ella, antes de abrir el sobre y deslumbrarme con su posible contenido, con agilidad investigue la vida de mi colega antes y después de conocerle, no dudando del espacio durante mi corta experiencia con él.
Los expedientes incluso el mismo testamento que presumía de una particularidad que solo en las cortes se percibía, resultaron ser completamente falsos, el nombre al que creía tener el deber de regresarle un cien mil maldiciones por las tremendas confusiones que la carta engendraba día con día en mi ser, sumado a la pared impenetrable llamada “asombro” socorrida por el hallazgo de mi dirección por la persona que en siglos pasados me había dejado.
Tantos días pase sin mover el tintero con la delgada pluma, símbolo por el deseo de escribir en un día como este, acaso la muerte del ahora fantasma (no había rastro alguno de él, mucho menos de su existencia) poseía alguna correlación con la aparición de esa joven (recordando que mi edad no es símbolo de mi apariencia, o viceversa), esa pregunta carcomió los días completos de mi existencia, las dudas se acrecentaron como el impuesto al que no debe nada, y más sin embargo de impuestos morirá, cuestionaba sin perdón a una alma que de muerta escondía las ilusiones; hago este preámbulo para aclarar que qui.zás hubo un día en que me encontré perdido (aquí aclaro el reencuentro que ella provoco, de nuevo).
Mande a un investigador privado, algo caro por cierto, que no investigo más de lo que llegaba a sospechar, mi amigo difunto no gozaba siquiera de una caja negra para si, simplemente no existía, sospeche de mi propia credibilidad, espantado por una locura tangible y temprana; la mente no conoce edad para enfermarse; repentinamente un secreto deseo de tomar el comunicador transito por las venas, topando en un estancamiento impulsivo bombardeando el corazón pintado de grietas y cicatrices ya secas por la falta de tacto, marque el número que pensaba haber olvidado junto con ese cuadro de antaño que de repente deje en una caja (esta debió ser grande, para que el artefacto no sufriera daño alguno). Esperando un disimulado segundo quise descolgar, para mi desfortuna del otro lado ya habían contestado, era su misma voz, era real podía jurar que lo era, no comprendía su lenguaje aunque seguía comunicándose con su español poco elaborado y único, inagotablemente las palabras salían de su boca, imaginaba el movimiento de sus labios tal como los recordaba cuando dormían sobre mi piel. Me pregunto el porque de mi llamada, solo en ese parpadeo comprendí que no había realizado la tarea de leer su texto; casi nunca me escribía; entendí que mostrar la falta de importancia por mi persona al no abrir el sencillo sobre perfumado en su adentro con un aroma cítrico, retrato ideal de su morena textura, remarcada por diminutos bellos negros que se conjugaban perfectamente con el movimiento frágil de sus manos al desear el éxtasis de sudar saboreando el encontronazo con sus semejantes.
Pensando en los otoños que se fueron y en las primaveras que volvieron sin ella, quise llorar por escuchar de nuevo su tenue voz, sin embargo la desesperanza borro esas lágrimas que aún no salían de los ojos que gritaban “desesperadamente” ser vistos otra vez, le pregunte su razón de haberme mandado un telegrama escondiendo la falsedad de la ignorancia; no descubrí absolutamente nada. La platica paso de una entrevista, a un simple recorrido por el tiempo.
Descolgué el teléfono haciéndome uso de la caballerosidad con la que todos los hombres somos bautizados y muy pocos se acuerdan de cómo pulirle. Recordando que mi desaparecido y único amigo (el ultimo que me quedaba) precisaba cada movimiento comencé a buscar el regalo que me obsequio. Sin éxito alguno la carta desapareció por completo.
La tenacidad de sus palabras jamás volvería a releer, era una tremenda perdida, hubiese dado toda mi fortuna por leer unos par de líneas; la que aún podía presumir; desilusionado salí de mi casa incluso del país en busca de un relato parecido al que mi amigo me había condenado a ser mi titiritero de por vida. En una ocasión mientras acomodaba una muda para mi próximo viaje deje caer una maleta, que traía conmigo desde el primera escapada de los mundos, el golpe debió abrir el cerrojo desprendiendo por todo la habitación una infinidad de papeles, timbres, plumas, incluso ropa mal doblada; entre todo ello apareció el telegrama (eso me imagine desde un principio), pero se trataba de una carta que nunca recibí, su destino era diferente al de muchas cartas, pues no marcaba ni ilustraba detalle de una dirección, simplemente estaba escrito mi nombre. Abrí con delicadeza, imaginándome al niño que aún vivía en mi abriendo un regalo sutilmente apetecido; vaya estupor golpeo el franco y delgado verosimilitud de mi cerebro.
En su interior, se escondía tras unos pétalos transparentes, rojos, escapándose de tormentos que no despegaban el viento, no preguntando como ser visto, eso no le importaba, se sentía completamente indiferente de cualquier juego, no necesitaba decir nada, no me aburría el verle; tenía miedo de tocarle pero lo hice.
Cogí otra carta, la misma carta pero con la lividez de ser la original; hallando palabras que dulcemente marchitaban aún más el pesar que me había librado años atrás, nada de lo que leía me parecía ya bello, aunque sus letras encarnaban la poesía misma. Era una invitación para un….no acabe de leer ese párrafo, saque un cigarrillo y antes de prenderle use el cerillo para hacer cenizas la ultima carta que recibiría. Ese día enferme de la misma enfermedad victimaria de la salud de mi homicida.
Seguí el estilo de aquella luciérnaga, escapándome de mi progenitor habiendo necesitado de la oscuridad misma para hacerme notar individualmente, sin desconocer que solo mantenía el papel de bifurcación entre los tantos otros.
PD: La carta nunca fue revelada, y posiblemente nunca existió provocando celos en mi persona, otros dicen que yo mismo escribí todas los manuscritos junto con los telegramas, algunos indican que no aparezco en los registros civiles. Ella por otra parte esta enferma y no recuerda haberme conocido, el cuadro sigue donde colgaba antes de ser olvidado en la caja, los pétalos que creí recoger del interior de un sobre ahora son simples postales del sepulcro de un ser imaginario…de una pasión enferma y muerta.
PD2: Si acaso llegarás a descubrir que palabra falto en este confesionario, si eso se cumpliese pudieras descubrir que nadie fue mejor que el otro, y por ello pido como siempre el derecho a tener rabia por haber errado con tus pensamientos; si te sirve de algo la ilusión me cegó repitiendo el proceso mecánico de apagar las luces y descubrir que la cama se encontraba vacía.
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Gracias por leerlo y dedicarme algo de su tiempo
Editado por samuel_077, 30 abril 2006 - 03:53 .
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