Buenas!
Después de dejar olvidado mi anterior fic, vuelvo con este que, principalmente, estará mejor preparado. Bueno, Etherias lo dejé tanto por no tener tiempo e ideas... Pero algún día le haré un remake... algún día. Pero por ahora tienen este.
Cosas a tener en cuenta al leer el fic:
- Pese a encontrarse desarrollado en un año cercano al que se da la historia de Seiya y compañía, en este "universo" ellos ni el LC, ni ND puede que hayan existido. Lo único que se mantiene es la presencia de los santos xD
- Las habilidades de los santos pueden variar un poco
- No se usarán constelaciones "actuales" como Compás, etc. Principalmente para que sea creíble el que se hayan creado esas armaduras con una base de por medio y no con la imaginación de ser inventor -dudo que los compases existiesen en año-...
A continuación el prólogo de la historia. Espero les guste.
Capítulo 0: O - Prólogo
Se dice que desde que el mundo fue creado han existido los dioses. Estos seres de magnificos poderes observaron el mundo vacío y por ello, uno creó a los humanos, de aspectos similares a los dioses, pero sin llegar a serlo. En algun momento estos obtuvieron la capacidad de creer, y veneraban a quienes los habian creado. Asi ocurrió desde las regiones gélidas de Escandinavia hasta las cálidas arenas de Egipto. Fue una época muy distinguida, pero eso se acabó hace ya mucho. Ahora, en el siglo XXI, solo se tiene una deidad, la cual rige la mayoría de pensamientos humanos, el dinero. Muchos fueron olvidados y se selló de la memoria colectiva a aquellos que alguna vez habían dominado con mano de hierro el planeta Earth.
El tercer milenio d.C. apenas comenzaba y con la llegada del llamado internet se acercó uno y otro usuario de este para devolver la creencia de estos dioses. Pero en un oscuro rincón aún más profundo algunos hablaban de misteriosas personas que aparecían —cubiertas de rasgadas capas— alrededor del mundo. Algunos incluso decían haberlos visto con sus propios ojos partir montañas con solo un golpe con la mano desnuda.
Los rumores siguieron esparciéndose durante meses enteros. Los gobernantes de todo el mundo al enterarse de estas conversaciones no se preocuparon en lo absoluto. Ellos ya lo sabían desde hace mucho tiempo.
En un lugar alejado por algunos kilómetros a la redonda de cualquier gran ciudad, se alzaba imponente en una montaña un antiguo complejo de construcciones. Le llamaban Santuario de Athena, no por la ciudad que se encontraba más cercana a esta, sino porque dentro de aquel lugar se reunían creyentes de la diosa homónima. Aquella que en la era mitológica alguna vez les prometió paz verdadera y no la efímera que se sentía en aquel tiempo hostil. A su servicio se encontraban personas del mundo entero reunidas por algo en común, el manejo de la misteriosa energía llamada cosmos.
* * *
14 de febrero 2003
En el templo que se encontraba a mayor altitud en el Santuario, tres personas se hallaban reunidas al lado de la gigantesca estatua de esta diosa, dos mujeres y un hombre. Una de ellas era Ariadne, quien era la reencarnación actual de la diosa a la que se le rendía culto en aquel complejo. Los otros dos, jóvenes y fieles subordinados de ella que actuaban como consejeros directos. Observaban el cielo tranquilamente como si el tiempo pasase lentamente. Las formas que adoptaban las nubes maravillaban a Ariadne y aún más a Tiana, una de sus acompañantes, ya que era lo único que les quitaba la monotonía a sus cortas vidas.
Poco a poco el Santuario se fue cubriendo de una densa neblina que, arrastrada por las corrientes de aire, en pocos quedó oculto por completa. Tan pronto como esta apareció, desapareció. Dejando tras de sí un complejo enteramente vacío. Bandejas y vasos se escucharon caer al unísono segundos después en el templo del Patriarca. Ni una sola alma recorría aquella misteriosa estructura.
En una única habitación blanca se encontraban atrapados, al parecer era muy espaciosa ya que en esta podían entrar más de doscientas personas sin estar hacinados ni uno de ellos. Poco a poco todos despertaban de su sueño y observaban con temor a un gran hombre que los miraba con una sonrisa en el rostro. Sus vestiduras eran, después de su sonrisa, lo más desconcertante que veían en él. Vestía un manto blanco que le rodeaba por completo y hombreras con grabados extraños en ellas, como si de un arcaico lenguaje se tratase.
—Oh, veo que ya despertaron todos. Me alegra, me alegra mucho la verdad. —dijo la extraña presencia, luciendo la misma enorme sonrisa que los había recibido.
—Supongo que eres un dios, ¿o me equivoco señor? —Ariadne se acercaba lentamente abriéndose paso entre la multitud. Sus dos acompañantes le seguían de cerca.
—¿Así que usted es la diosa Athena de esta época? Maravilloso. Gracias por venir hacia mi y no hacerme buscarte. Se nota que tus "perros guardianes" te están entrenando muy bien, niña.
—Respondele de una vez —Dijo Shiou, uno de sus acompañantes—. No tenemos tiempo que perder con alguien como tú.
—Uno de los perros atacando. Pero ya es conocido el dicho, “Perro que ladra no muerde”... Esto se pone interesante. Bien, les diré.
En tan solo segundos la misteriosa persona desapareció. Reapareció nuevamente detrás de Ariadne mostrando la daga que llevaba oculta en la manga de su manto. La tenia acorralada rozando la afilada hoja de su daga con el delicado cuello de ella. Sus consejeros se alarmaron, y como si se tratase de un acto reflejo, llamaron a sus Gold Cloths. Los diseños de sus tiaras revelaban a los signos de Cáncer y Virgo. Los otros diez fueron apareciendo uno por uno hasta que llegó el Patriarca. Todos tenían algo en común: estaban listos para atacarlo.
—Veo que les importa tanto su diosa. ¡Atrápenla si pueden! —Retiró su daga y la empujó hacia el Patriarca, sin embargo cayó al suelo, raspándose las rodillas— Mi nombre es Loki.
—Loki... El maléfico dios de la mitología Nórdica, causante del Ragnarok... Ya me empezaba a sonar curioso ese tono tan condescendiente... Así que los libros lo describían bien. —mencionó Shiou mientras el Patriarca le ayudaba a Ariadne para levantarse.
—Athena, Patriarca, Santos, soldados, ¡sean bienvenidos a mi más grande creación, Mannaheim! —Exclamó mientras se desvanecían él y la habitación blanca que les aprisionaba.
Tras la desaparición de aquella cárcel, se iba desvaneciendo el blanco e iba revelando lentamente un campo cubierto por completo de vegetación. Árboles frondosos y coloridas flores eran lo que se podía observar. Desde el primer momento, pese a las hermosas vistas que tenían, los santos dorados desconfiaron del entorno en el que se encontraban ya que siempre estaban en un estado de alerta constante a causa de su captor Loki.
Los doce santos dorados y sus dos líderes decidieron guardar su silencio hasta encontrar un lugar adecuado en el que no molesten a los demás.
Editado por SagenTheIlusionist, 14 febrero 2017 - 16:20 .