Paso dejando el capítulo 8, uno de los más cortos (? que he escrito en prosa a mi opinión. Voy a aclarar que los asteriscos (*) los usé para separar las visiones de ambos personajes. Aclarado esto, les presento el octavo capítulo de mi fic :sonaro:
Capítulo 8: Dos Horas
El tiempo de receso seguía su paso. El santo de lira, Orfeo, se había retirado del coliseo para recorrer los alrededores de aquella ciudad. Junto a la diosa Europa, ambos caminaron por sus calles. Tiendas a cada lado, restaurantes cada cuatrocientos metros. A cada lado se podía ver una gran variedad de establecimientos.
—Vaya Orfeo, ¿no crees que es hermosa esta ciudad? —La joven apreciaba cada uno de los rincones que podía recorrer su vista, quedándose admirada por estos.
—Sí, diosa Athena. Esta ciudad tiene un encanto inexplicable.
—Exacto —dijo a la vez que asentía con la cabeza—. Esta región tiene una escasa superficie terrestre, por lo que hemos visto. Aun así saben aprovechar lo poco que poseen.
—Tal vez sea por eso. Ver un parque en nuestras tierras puede ser tan normal como ver un campo de flores, sin embargo, en Atlantis inspira una belleza inimaginable. El ser muy visto o no, ¿explicará ese encanto? Lo veo probable en esta situación.
—Una obra de arte en todo su esplendor, eso es lo que es. Coloridas flores, verdes pastos, robustos árboles; una maravilla encerrada en apenas unos metros cuadrados de tierra.
—A propósito, diosa mía, ¿No tendrá hambre? La intensidad de la batalla debe de haberle causado un vacío en su estómago.
—Ahora que lo mencionas, un poco Orfeo. ¡Mira, eso se ve delicioso! ¡Compra algo de aquel puesto! —dijo señalando hacia un puesto cercano.
—Diosa Athena, con las prisas que teníamos para venir a este lugar, no tuve tiempo para traer dinero, es más, ni siquiera sabía si usaban la misma moneda que nosotros.
—Hmmm, pregúntale a Miare, él debe saber y de paso, pídele algo para poder comprar.
—Como ordene, mi diosa. —haciendo una reverencia, éste se retiró.
Europa se sentó en una banca que se encontraba cerca. Al cabo de unos cinco minutos, Orfeo había regresado al coliseo ya que Miare, el santo de Aries, había decidido no salir de aquella instalación.
—¿Lo dices en serio? Vaya diosa nos ha tocado proteger, ¿no? —dijo riéndose el santo dorado.
—No creo que sea bueno que tú, uno de los más leales a ella, se burle de esta situación.
—¿No se lo vas a decir, o sí?
—¡Claro que no! —El santo de plata se carcajeaba hablando con su superior— Como seguía diciéndote, necesito saber esa información, Miare.
—Está bien, confiaré en que no venderás la información jejeje. Según lo que me dijo Wolls, “nuestra” moneda es la única validada en todo Etherias, es decir, es una moneda universal en cuanto a compra se refiere. Claro, una moneda de un territorio tan nimio para los otros dioses les debe ser muy valioso. —El frio del cemento del cual estaba hecha la tribuna, y la poca acción que el santo dorado podía presenciar, le hacían dar unos esporádicos pero, al parecer, cronometrados bostezos.
—¡Gracias Miare! Ahora si… —dijo extendiendo la mano, esperando a que recuerde que él necesitaba ayuda monetaria.
—Ah cierto, aun le debes comprar cosas a Europa. Ten, es más de lo que podría costar lo que ella quisiese; y si encuentras algún lugar donde vendan el polvo estelar que tanto necesitamos para nuestras armaduras. Lo que trajimos tal vez no sea suficiente para la travesía. Si no sabes dónde buscar, cuando termines de tomar un aperitivo hablaré con alguien para que nos ayude.
El santo de lira se retiró apresurado. Tras unos minutos de larga caminata regresó al puesto de comida donde Europa quería comprar algo. Las monedas resonaron en el bolsillo del pantalón del santo, aunque solamente habían diez. Cogiendo una de ellas para pagar su apetitosa elección, el vendedor se mostró nervioso. “La moneda servía en todo Etherias”, eso era lo que él sabía, mas no cuanto era su valor fuera de su tierra, quedándose sorprendido ante el vuelto que había recibido. Ni más ni menos que unas cien monedas de Atlantis.
—¡Diosa Europa! —Dijo levantando una mano, acercándose a ella, mientras que con la otra sostenía los contenedores de la comida que hace unos momentos había comprado.
—Te demoraste, Orfeo —cruzando los brazos, frunció el ceño.
—Vamos… no fue tanto hehehe —La joven empezó a reírse mientras cogía el envase de plástico que protegía su comida.
—¿Y esa bolsa de ahí?
—Solo problemas con el valor de nuestra moneda.
—¿Cuánto te dio ese tacaño de Miare?
—Apenas unas diez, pero al parecer, eso es suficiente para alquilar una lujosa habitación en esta ciudad —dijo sorprendido ante el valor de las monedas que por varios años había visto circular por sus manos.
Terminada la comida, ambos se pararon y botaron los envases en un basurero cercano. Y con prisa trataron de volver al coliseo, pese a que aún faltaba más de una hora para el encuentro. Orfeo giró su cabeza en todas las direcciones mientras caminaban, ya que aún no había visto lo que Miare le había encargado.
* * *
Viendo como entraban ambos y se acercaban a él, se paró y se dirigió a su encuentro. Disculpándose el santo de lira, le entregó el dinero sobrante. El santo dorado de Aries reaccionó con sorpresa, pero no pasó a más y se retiró del edificio. Fuera de aquel lugar encontró a Wolls, quien iba en dirección al coliseo.
—Por suerte te encuentro, Wolls.
—Miare, ¡que sorpresa!
—De sorpresa nada. Necesito que me ayudes.
—Con tal de ayudar al amigo del mejor oponente que he tenido. Dime, ¿qué necesitas?
—Polvo estelar, y en una buena cantidad.
—Lo que se necesita para reparar vuestras armaduras, ¿cierto? Pues eso es difícil de conseguir, en este reino, mediante la compra. Por suerte para ustedes, conoces personas que les pueden guiar al sitio, es decir, a Lauren y a mí. Después les daré los detalles de la ubicación de la mina.
—¿Mina?¿Estamos hablando de lo mismo?
—Bueno, tal vez no me expresé con las palabras correctas, pero así es como le conocemos a ese lugar. “La mina estelar”. El valle donde varias estrellas han caído a lo largo del tiempo, se dice que desde la creación del mundo mismo.
—¿Un valle entero? Vaya, suena muy utópico —soltó una pequeña carcajada.
—Si eso es todo, volveré a mi asiento.
—Gracias por la información Wolls —dijo haciendo una venia en señal de agradecimiento.
Luego de ello el santo dorado entró nuevamente al coliseo. Aún faltaba una hora.
—¡Miare volviste rápido!
—Sí, señorita Europa. —Girando la cabeza en dirección al santo plateado— Tú Orfeo, entrena bien en lo que queda de tiempo.
—Como ordene maestro Miare.
—Debes ganar, te lo recordaré por si acaso, el destino de Hetalia... está en nuestras manos.
Editado por SagenTheIlusionist, 10 abril 2016 - 22:21 .