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Saint Seiya: Los guardianes de la Flama Divina

Grecia Antigua Sócrates Pericles

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77 respuestas a este tema

#61 Patriarca 8

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Publicado 20 noviembre 2014 - 22:34

Asi que el torneo era para buscar candidatos para las armaduras doradas y la traicion de la amazona de virgo fue sorprendente

 

Este fic tuyo es recontra genial ojala lo continues


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#62 Nietz

Nietz

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Publicado 28 noviembre 2014 - 15:16

Gracias por el apoyo como siempre, T-800! Ahora que superé el bloqueo creativo seguramente podré continuar con la historia a un ritmo normal. Me alegra que te guste mi fic!

Saludos!!



#63 Vulcanus no Kentha

Vulcanus no Kentha

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Publicado 28 noviembre 2014 - 15:48

Nietz! Tenía pensado hace mucho comenzar a leer tu fic, pero viendo que no habías publicado en tanto tiempo, decidí no hacerlo ¡adiós!

 

Hahahahahaha afortunadamente has subido otro capítulo y con eso me han vuelto las ganas de leer :B el prólogo estuvo muy muy bueno, me encantó la forma en que narraste las escenas, aunque no se explicara muy bien la trama, supongo que en el futuro si lo harás (si es que ya no lo has hecho).

 

Un arcángel y el ojo de zaratustra, además de una influencia en Zoroastro, sin duda leeré este fic hasta el final xD aunque en verdad considero que Nietzsche es uno de los peores escritores que pudo haber tenido la humanidad xD no considero que ese sea un problema, además un poco de discusión le dará mas movimiento al foro ahahahahaha

 

Del capítulo 1 sólo leí la primer parte, me gustó mucho también, la actitud de Protágoras es sin duda parecida a la del de verdad (tampoco me gusta xD) ahahahahahah y eso genera gran intriga dentro la historia. Espero pronto poder seguir leyendo y que retomes el fic con un buen ritmo ¡Ánimo que si sabes escribir bien sólo tienes que hacerlo! Un saludo fraternal :)


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                                 FanFiction: El Mito del ALCAESTO                                                                                2hs45cj.jpg35mnl0i.png

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#64 Nietz

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Publicado 02 diciembre 2014 - 11:08

Nietz! Tenía pensado hace mucho comenzar a leer tu fic, pero viendo que no habías publicado en tanto tiempo, decidí no hacerlo ¡adiós!

 

Hahahahahaha afortunadamente has subido otro capítulo y con eso me han vuelto las ganas de leer :B el prólogo estuvo muy muy bueno, me encantó la forma en que narraste las escenas, aunque no se explicara muy bien la trama, supongo que en el futuro si lo harás (si es que ya no lo has hecho).

 

Un arcángel y el ojo de zaratustra, además de una influencia en Zoroastro, sin duda leeré este fic hasta el final xD aunque en verdad considero que Nietzsche es uno de los peores escritores que pudo haber tenido la humanidad xD no considero que ese sea un problema, además un poco de discusión le dará mas movimiento al foro ahahahahaha

 

Del capítulo 1 sólo leí la primer parte, me gustó mucho también, la actitud de Protágoras es sin duda parecida a la del de verdad (tampoco me gusta xD) ahahahahahah y eso genera gran intriga dentro la historia. Espero pronto poder seguir leyendo y que retomes el fic con un buen ritmo ¡Ánimo que si sabes escribir bien sólo tienes que hacerlo! Un saludo fraternal :)

 

Hola Abyssal!

Yo pienso que el amigo Nietzsche tiene varias ideas interesantes, sobre todo a la hora de limpiar a la filosofía occidental de tanta metafísica. Más allá de eso, no puedes negar que su pluma es excelente y que es un gran poeta! ;) 

En cuanto a Protágoras, siempre me gustó el contrapunto que hace con Sócrates. Pienso que es un personaje histórico un poco desprestigiado a causa de Platón, al igual que el resto de los sofistas, cuando en realidad dijo en su momento muchas cosas que hoy en día comienzan a revalorizarse. De todas formas, sé que su soberbia es un poco odiosa XD

En cuanto al Zoroastrismo, últimamente vengo rompiéndome la cabeza estudiándolo para darle a mi historia un enemigo sólido, atractivo y no demasiado alejado de lo que estamos acostumbrados en nuestras mentes occidentales =S De seguro verás muchos cambios de nombres (como Zoroastro por Zaratustra), pero son simplemente para facilitar la lectura (hay nombres en persa antiguo que son imposibles de pronunciar, prefiero evitarlos y ya XD).

 

Saludos y gracias por prestarle atención a esos detalles de mi fic! =D



#65 Nietz

Nietz

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Publicado 15 diciembre 2014 - 17:37

Ok, continuamos con la segunda parte de la invasión al Santuario. Recordemos que en el capítulo anterior Karissa de Virgo había mantenido una lucha a muerte con el Patriarca, llevando a este hasta la muerte. Sin embargo, la amazona dorada logró averiguar un dato fundamental: Athena se esconde entre las doncellas de su templo...  Aviso por las dudas que modifiqué el nombre de la amazona de Cassiopea y ahora es Zoe. Cambio menor, pero no está de más aclararlo. Saludos! 

 

 

XI: Invasión al Santuario (II)

 

 

Una guerra se libraba en las calles de Atenas.

La irrupción del enemigo fue sorpresiva. Por eso se cobró la vida de soldados y centinelas que jamás habrían podido anticipar el ataque. Sin embargo, tan pronto como las huestes del Santuario pudieron reaccionar, se afanaron en defender con coraje y vigor su territorio. Lanzas y sables curvos se estremecían con el choque. Y en medio del revuelo, una doncella corría con pies ligeros, segura del camino que estaba tomando. Lander la seguía de cerca, cuidando a la incauta.

“¡Tengo que ir por mi armadura!”, había dicho Sophia al escuchar el sonido punzante del cuerno de alarma. Lander echó una última mirada al Partenón antes de salir tras ella. Sus ojos se cruzaron con los de Arístocles, quien era arrastrado por la amazona de Cola de Serpiente en dirección al campo de batalla.

Mientras atravesaban la acrópolis divisó a tres caballeros en formación triangular: se trataba de Antístenes y sus dos compañeros, Lycaios y Chara.

¡Triángulo de Invierno! —exclamaron los cínicos al mismo tiempo, y una explosión repentina arrasó con todos los persas que los circundaban.

Chara y Lycaios vestían los ropajes del Can Mayor y del Lobo, pero Antístenes se hallaba desprotegido y con el torso desnudo. Lander no acababa de convencerse de que ese hombre fuera realmente el caballero de Cáncer. Pero al menos se sintió aliviado al comprobar que los caballeros ya se habían unido al combate.

Un enemigo saltó sorpresivamente sobre Sophia. El caballero de Orión lo derribó con un golpe certero. La doncella ni siquiera se percató de lo sucedido. Mientras la veía correr de una manera tan imprudente a través de los caminos poblados de enemigos, más se convencía de que alguien como ella no era apta para la batalla. Lo mejor sería llegar hasta su templo y, una vez allí, convencerla de permanecer en ese sitio con sus hermanas. Luego buscaría su armadura y él también se uniría a la lucha.

«Pero antes debo asegurarme que ella esté a salvo», se dijo al mismo tiempo que cruzaban el sendero que conducía al templo de Artemisa.

Ingresaron por los jardines traseros. Los mismos en los que se habían conocido una noche atrás. Sin embargo, algo era distinto esta vez. Con espanto comprobaron que las flores hermosas se hallaban teñidas de rojo. Un penetrante olor a sangre invadía el aire.

Sophia avanzó con pasos torpes. Sus ojos miraban con terror el riachuelo escarlata que manchaba sus pies. De pronto, se topó con una mano sin vida.

—Leros…

La amazona de Andrómeda reconoció el cuerpo inerte de su amiga.

—Delta…

Los ojos apagados de la muchacha reflejaban terror e incertidumbre.

No solo eran ellas dos: decenas de doncellas yacían sin vida entre las flores.

De pronto Lander la tomó por el codo. Despacio, ella lo miró, y luego siguió la dirección que el semblante serio del caballero de Orión señalaba: en medio del jardín había una mujer con un ropaje dorado.

—Sabes que está prohibido que las doncellas abandonen el templo. —Con voz impasible, Karissa de Virgo giró hacia la última doncella—. Ahora mismo pagarás por tu desobediencia…

Instintivamente Lander se colocó delante de la atónita joven. Los ojos del caballero de Orión se habían encendido.

—Muchacho insolente, ¿piensas hacerle frente a un caballero dorado?

Las palabras de Karissa no lo amedrentaron.

—Que así sea —dijo la Dama de Virgo al mismo tiempo que su cosmos se intensificaba.

El fuego que se había encendido en el pecho de Lander pronto se vio ahogado por la marea del intimidante cosmos de Karissa. La Dama de Virgo unió sus manos sobre el pecho al mismo tiempo que su energía se propagaba en forma de círculos concéntricos, creciendo hasta abarcar todo el jardín. Con extrañeza el espartano observó las flores que había a su alrededor: aunque manchadas por la sangre de las doncellas que antes habían jugado a su alrededor, se veían radiantes y llenas de vida.

«El cosmos de Karissa las está haciendo florecer», murmuró Lander para sus adentros, admirado por el fenómeno. Entonces se percató de algo inquietante: «¡No puedo moverme!»

Los pies del caballero de bronce se hallaban paralizados, al igual que sus puños. Trató de volverse para ver si lo mismo le ocurría a Sophia, pero fue incapaz de torcer el cuello. Mientras tanto, las ondas de luz dorada de la Dama de Virgo seguían engullendo todo el recinto como un oleaje cálido y mortal.

Fue entonces cuando un relámpago de plata atravesó el jardín. Fue incapaz de tocar el cuerpo de Karissa, pero bastó para que la amazona dorada perdiera su concentración. Lander cayó de rodillas al suelo y Sophia se apresuró a socorrerlo.

—Increíble que aún puedas luchar —murmuró Karissa con calma mientras observaba la cadena de plata que se erguía recta a escasos centímetros de su rostro—. ¿No comprendes que es una grave ofensa oponerte a tu maestra?

Jadeante, la amazona de Cassiopea luchaba por mantenerse en pie. Un corte recto atravesaba el pecho de su armadura, y un hilo de sangre mancillaba su frente. Su máscara se había partido.

—¿Por qué…? —masculló Zoe con el dolor en los ojos—. ¿Por qué has atacado a las doncellas de tu propio templo, Karissa?

—No es algo que debas cuestionar —le increpó la Dama de Virgo—. Un nuevo orden está a punto de comenzar. El incendio de Atenas será el fuego ritual que marcará la llegada. Esta época decadente, corrupta, pronto será purgada. Pero si bajas tu cadena ahora mismo y la diriges contra esta doncella, te perdonaré y juntas ingresaremos al mundo renovado.

Zoe giró su cabeza hacia la muchacha que se hallaba junto al caballero de Orión. La cadena vaciló y luego descendió con docilidad al suelo. Bajo la máscara dorada, Karissa esbozó una sonrisa. Ese instante de confianza fue su error.

¡Castigo de la Reina!

Las cadenas de Cassiopea envolvieron a Karissa.

—¿Qué intentas hacer? —preguntó la Dama de Virgo—. ¿Piensas que este nudo es suficiente para resistir mi poder?

Karissa hizo arder su cosmos para incinerar las cadenas que la apresaban. Sin embargo, no lo consiguió.

—¿Cómo…?

—Observa con atención —murmuró Zoe.

La amazona dorada estudió con mayor detenimiento los eslabones que envolvían su cuerpo. Grande fue su asombro al descubrirlos empapados en sangre. La cadena de Cassiopea se había clavado en las manos de su propia dueña, emergiendo a través de sus palmas como los hilos de una marioneta.

—La reina Cassiopea fue castigada por los dioses, quienes la hallaron culpable del flagelo de su hija Andrómeda. Lo que ahora ves ante ti, Karissa, es la representación de ese mito. Mi tortura está en tus manos. Pero te lo advierto: el castigo que yo reciba será equivalente al que caerá sobre ti.

—No vas a intimidarme con eso —dijo Karissa confiada.

Jaló con violencia de la cadena y una descarga eléctrica cruzó por su cuerpo. Las dos amazonas, atadas en la lucha, soltaron gritos desgarradores.

—¡Sophia! —exclamó Zoe, quien había recibido la misma descarga que su oponente—. ¡Toma tu armadura y ve hacia el boreal y hacia el oriente! Debes hallar a la diosa de la victoria, quien resguarda el templo oculto en las montañas. Solo entonces Athena…

Una nueva descarga cortó las palabras. Karissa y Zoe seguían envueltas en el abrazo mortal del Castigo de la Reina.

—¡Zoe, no puedo dejarte aquí…!

—¡No te acerques! —detuvo Cassiopea a su protegida—. La cadena de Andrómeda es sabia y te guiará hacia tu meta. Caballero de Orión, protege a esta muchacha y asegúrate de que llegue a su destino. No te conozco, pero depositaré toda mi confianza en ti.

Lander asintió en silencio al mismo tiempo que las lágrimas asomaban por debajo de la máscara de Sophia.

Una tercera descarga, aún más cruel que las anteriores, hizo estremecer a las rivales.

—¡De prisa! —insistió Zoe, quien estaba llegando a su límite.

—¡Tu técnica no será suficiente para detenerme! —le advirtió Karissa con la voz rasgada por la impaciencia—. ¡Suéltame o perderás la vida!

Zoe miró con una profunda tristeza los restos de las doncellas que ella misma había criado.

«Parece que no lo entiendes, Karissa. Yo lo daría todo por cualquiera de estas niñas…»

Luego contempló a Sophia, quien ya había tomado su caja de Pandora y estaba siendo forzada por Lander a abandonar el jardín.

«Siempre supe que una luz muy intensa brillaba en tu interior. Sigue haciéndola crecer; que arda e ilumine el corazón de los hombres y mujeres de este mundo…»

—Muere —sentenció Karissa.

 Y tiró de las cadenas con todas sus fuerzas.

Desde la calle, Lander y Sophia presenciaron la explosión de relámpagos que hizo estremecer el templo de Artemisa hasta sus cimientos.

Pero no había tiempo para lágrimas.

El caballero de Orión tomó a la muchacha por el brazo y echó a correr rumbo a la casa del mecenas que les había dado hospedaje. Sophia gritaba; lo golpeaba en el hombro al mismo tiempo que le rogaba regresar a socorrer a su tutora. Él la ignoraba y continuaba con la vista hacia delante. No se atrevía a decirle que sería en vano; que la vida de la amazona de Cassiopea ya se había perdido.

Cuando arribaron a la residencia de Calias, la hallaron silenciosa y a oscuras. Al parecer, amos y esclavos ya habían buscado refugio en algún lugar más seguro.

—Espérame aquí —indicó Lander a su compañera una vez que se encontraron en el patio interno de la casa—. Iré por mi armadura.

Sophia descansó las manos sobre las rodillas y entre jadeos asintió. El espartano se internó entonces por los pasillos desiertos de la mansión. Sus pasos retumbaban en el silencio. La batalla se libraba lejos de aquel punto de la ciudad, aunque de vez en cuando se oía alguna explosión remota. Halló la armadura de Orión en el mismo sitio donde la había dejado. El contacto de sus dedos con la caja metálica le transmitió tranquilidad. Cuando regresó al patio, ya vestía su ropaje de bronce.

—Vamos —dijo.

Pero Sophia no respondió. Su postura revelaba tensión y miedo. Los ojos vacíos de su máscara apuntaban hacia el umbral de la entrada. Allí se recortaba la silueta dorada de la amazona de Virgo.

—No escaparán de mí.

Karissa mantenía un porte solemne y erguido, aunque no podía ocultar un leve gemido. Imposible discernir si era de dolor o de cólera. Por un breve instante, Lander se preguntó cómo sería el rostro de aquella mujer. Lo imaginó hermoso y maligno a la vez, que era como solía representarse a los demonios en algunos pueblos que había visitado con su maestro.

La Dama de Virgo alzó un brazo. Una corriente eléctrica la hizo caer de rodillas. Al parecer, aún sufría las secuelas del choque contra la amazona de plata.

«Los golpes de Cassiopea no la han dejado ilesa», reflexionó Lander.

No desaprovecharía esa apertura. Sin dudarlo alzó a Sophia en brazos, quien soltó una exclamación de sorpresa cuando él se propulsó hacia las alturas con un gran salto.

—Maldita Zoe… —masculló Karissa mientras los veía alejarse por las terrazas.

No podía arriesgarse a dejarlos ir. No ahora que conocían su verdadera naturaleza.

Con esfuerzo levantó una mano y arrojó un disparo centellante al cielo. Era la señal de auxilio empleada en el Santuario y significaba que un aliado se hallaba en apuros. Así, no tardaron en acercarse al lugar varios hombres del ejército de Athena. Entre ellos, tres caballeros de plata: Alcander del Monstruo Marino, el hombre de la fuerza descomunal; Eryx del Cuervo, aquel que sondea los cielos; y el implacable Thanos de Cefeo, respetado y temido incluso entre los dorados.

Todos, soldados y caballeros, se asombraron de hallar a la Dama de Virgo doblegada.

—Lander de Orión ha traicionado a este Santuario y trata de huir junto a una de las doncellas del templo de Artemisa —afirmó la amazona—. ¡No los dejen atravesar las puertas de esta ciudad!

La orden fue acatada en el acto. Los soldados se dispersaron y dieron la voz de alarma, que pronto llegó a oídos de los centinelas que custodiaban las salidas de la polis. Thanos de Cefeo aseveró con el semblante endurecido que él mismo daría captura a los fugitivos.

Sin embargo, la búsqueda no sería fácil, pues la conmoción de la batalla servía de camuflaje para Lander y Sophia. Surcaron la ciudad con apremio y velocidad. Griegos y persas se mezclaban en una lucha tan encarnecida que pocos se percataban del paso de los dos jóvenes rumbo al arco norte de Atenas.

Al fin arribaron a la calle que conducía hacia la salida. Un núcleo importante de la lucha se concentraba ahí. Numerosos enemigos trataban de avanzar hacia las escalinatas de las doce casas, pero un grupo de caballeros de bronce les ofrecía gran resistencia. Lander distinguió al Delfín Karsten y a las hermanas de la Serpiente entre los que batallaban con coraje. Arístocles también se encontraba allí. El espartano dedicó un instante fugaz a recordar el rostro dubitativo del ateniense, y se preguntó si acaso no tendrían algo en común después de todo. Sin tiempo para perder en esos asuntos, volvió a dirigir la mirada hacia el frente. Lo hizo justo en el momento en que un adversario les cortó el camino.

Se trataba del caballero de Dragón.

Sus ojos de río sereno revelaban cautela y firmeza.

—¡Caballero de Dragón, debes creernos! —trató Sophia de hacerse oír—. ¡No somos nosotros los traidores! ¡Karissa es a quien deben atrapar!

Lander suspiró con resignación y pesimismo. ¿Cómo imponer la palabra de dos caballeros de bronce por encima de la de una amazona dorada? Jamás les creerían.

—Eso no es lo que me han dicho. —Elián  alzó su escudo, dispuesto a convertirse en el torrente que bloquearía la huida—. No puedo dejarlos ir.

Los segundos escaseaban. Lander sabía que sus perseguidores les pisaban los talones. No podían detenerse a persuadir a su oponente.

—Lo siento, Dragón —dijo mientras adoptaba una postura de lucha—. Tenemos que llegar hasta el pórtico norte.

Desde la distancia, Arístocles sintió la explosión de cosmos que tuvo lugar en la calle principal de Atenas. Derrotó a un persa con sus Meteoros de Pegaso y dirigió su atención hacia aquel sitio. Lo que vio entonces cambiaría su vida para siempre.

¡Fulgor de Orión!

Toda la fuerza de Lander convergió en su puño derecho al colisionar contra el escudo del Dragón. El escudo se hizo añicos por el impacto, y el puño siguió su camino hasta atravesar el cuerpo del Dragón.

—¡No! —vociferó Arístocles cuando su amigo cayó de bruces al suelo. La súbita aparición de un nuevo contrincante lo obligó a regresar a la lucha. Se deshizo de él con un solo golpe. Cuando volvió a mirar, Lander ya se había marchado.

Corrió con desesperación hacia Elián y se inclinó a su lado lado mientras Iona, Karsten y Cyrenne se encargaban de cubrirlos. Trató de incorporar a su amigo; lo sacudió con fuerza. No hubo respuesta. Recién entonces se fijó en la marca resquebrajada que el puño de Lander había dejado sobre el corazón de la armadura del Dragón.

—¡Arístocles! —gritó Cyrenne con impaciencia—. ¿Elián se encuentra bien?

La voz no salía de la boca del caballero de Pegaso. ¿Cómo poner los hechos en palabras? ¿Cómo admitir la cruda realidad?

El caballero de Dragón había muerto.



#66 Patriarca 8

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Publicado 20 diciembre 2014 - 22:10

este capitulo te quedo genial

 

 

fue muy buena tecnica la de las cadenas supistes combinar la mitologia

 

lo de la muerte del caballero de dragon fue impactante

parece que el caballero de pegaso buscara vengarse


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#67 Nietz

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Publicado 26 diciembre 2014 - 10:41

este capitulo te quedo genial

 

 

fue muy buena tecnica la de las cadenas supistes combinar la mitologia

 

lo de la muerte del caballero de dragon fue impactante

parece que el caballero de pegaso buscara vengarse

 

Gracias T-800!! =) 

La muerte del Dragón es el elemento que acabará por enfrentar definitivamente a Arístocles y Lander. 

Me alegra que te haya gustado este cap, saludos!!



#68 xxxAlexanderxxx

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    Seras una excelente marioneta....

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Publicado 26 diciembre 2014 - 12:06

Impresionante ^^ tengo tiempo sin leerte, me ha gustado bastante lo que he visto y la Dama de Virgo me encanta, veamos como va esto Saludos!!

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#69 Vulcanus no Kentha

Vulcanus no Kentha

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Saludos amigo Nietz! Vengo para seguir comentando esta obra tan interesante, eso si veo q demoras bastante en publicar nuevos capítulos, sería bueno que dieras fecha al menos aproximada de publicación, ya que de repente uno se cuestiona el leer o no debido a que esta siempre la amenaza de que dejes el fic a medias XD espero q este no sea el caso.

 

Cree en el cosmos (segunda parte): El primer párrafo esta bueno en cuanto a descripción pero siento como que le faltan conexiones a las ideas, si lo lees de nuevo quizás notes a que me refiero.

 

Me encantó la actitud de Arístocles  siempre muy entusiasta y muy alborotado xD ya me está cayendo bien la relación entre él, Sócrates y Elián.

 

La conversación entre Sócrates y Protágoras me parece bastante tensa… quizás es sólo mi interpretación xD me genera mucha intriga el rol que jugará Protágoras en la obra.

 

Vaya… en verdad me sorprendió mucho el altercado que se produjo sólo por saber que Lander era espartano. Sin duda disfruté mucho esa parte del fic.

 

La conversación entre pegaso y dragón me pareció genial también, las palabras de Elián sobre Athena fueron muy inspiradoras, en verdad si consideramos todo lo que involucra luchar por Athena; no es realmente relevante si existe encarnada o solo es un ideal… te felicito por aquella reflexión.

 

Ahora el capítulo dos: En verdad se me hizo muy muy corto. En cuanto a la redacción y la trama, hasta el momento me parecen excelentes. Creo que fue muy introductorio para los siguientes eventos así que no es mucho lo que tengo que decir.

 

Me parece que has elaborado muy bien la estructura del fic para darle un aire bien concreto en cuanto a lo de la época y el sistema organizativo del santuario, te felicito por eso ya que es muy difícil.

 

Me produjo algo de intriga si el caso de la portadora de águila, por el tan recurrente tema de las máscaras ¿Lo omitirás en el fic? Bueno… aún tengo bastante que leer, por el momento este fic está entre mis favoritos, un gran abrazo compañero!


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#70 Nietz

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Publicado 29 diciembre 2014 - 11:38

Impresionante ^^ tengo tiempo sin leerte, me ha gustado bastante lo que he visto y la Dama de Virgo me encanta, veamos como va esto Saludos!!

 

Hola Alexander, qué gusto verte por aquí de nuevo ^_^

Qué bueno que la historia te resulte entretenida. La Dama de Virgo tmb es de mis personajes preferidos, sobre todo porque me pude dar el lujo de introducir algunas variaciones tanto en el género como en la mitología que rodea a esta amazona (más afín al origen de la constelación), como así también en su orientación ideológica. 

Saludos y gracias por comentar!!

PD: Tengo que ponerme al día con Santia Sho, solo he leído los primeros caps, y creo que podría ayudarme a definir mejor a mi personaje Karsten de Delfín =P 

 

 

Saludos amigo Nietz! Vengo para seguir comentando esta obra tan interesante, eso si veo q demoras bastante en publicar nuevos capítulos, sería bueno que dieras fecha al menos aproximada de publicación, ya que de repente uno se cuestiona el leer o no debido a que esta siempre la amenaza de que dejes el fic a medias XD espero q este no sea el caso.

 

Cree en el cosmos (segunda parte): El primer párrafo esta bueno en cuanto a descripción pero siento como que le faltan conexiones a las ideas, si lo lees de nuevo quizás notes a que me refiero.

 

Me encantó la actitud de Arístocles  siempre muy entusiasta y muy alborotado xD ya me está cayendo bien la relación entre él, Sócrates y Elián.

 

La conversación entre Sócrates y Protágoras me parece bastante tensa… quizás es sólo mi interpretación xD me genera mucha intriga el rol que jugará Protágoras en la obra.

 

Vaya… en verdad me sorprendió mucho el altercado que se produjo sólo por saber que Lander era espartano. Sin duda disfruté mucho esa parte del fic.

 

La conversación entre pegaso y dragón me pareció genial también, las palabras de Elián sobre Athena fueron muy inspiradoras, en verdad si consideramos todo lo que involucra luchar por Athena; no es realmente relevante si existe encarnada o solo es un ideal… te felicito por aquella reflexión.

 

Ahora el capítulo dos: En verdad se me hizo muy muy corto. En cuanto a la redacción y la trama, hasta el momento me parecen excelentes. Creo que fue muy introductorio para los siguientes eventos así que no es mucho lo que tengo que decir.

 

Me parece que has elaborado muy bien la estructura del fic para darle un aire bien concreto en cuanto a lo de la época y el sistema organizativo del santuario, te felicito por eso ya que es muy difícil.

 

Me produjo algo de intriga si el caso de la portadora de águila, por el tan recurrente tema de las máscaras ¿Lo omitirás en el fic? Bueno… aún tengo bastante que leer, por el momento este fic está entre mis favoritos, un gran abrazo compañero!

 

Hola Abyssal, gracias por tus comentarios y sugerencias!!
Protágoras jugará un rol sobre todo de contrapunto con Sócrates (aunque esto se verá recién más adelante, cuando los caballeros dorados porten sus armaduras). Creo que ya lo he dicho, pero me gusta la rivaldad que hay entre estos dos personajes históricos, de esas rivalidades que pueden dejarse de lado cuando un mal mayor amenaza. 

 

En relación a las máscaras, digamos que es una disposición del Santuario, pero como la amazona del Águila (que es la persona más allegada al Patriarca) no la usa, y como el maestro de Escorpio (el equivalente a Dohko en nuestra era) tampoco le da importancia al asunto, entonces es algo que queda a decisión de cada amazona, conforme se aferre a la tradición o no lo haga. Así, tendremos algunas amazonas con máscara y otras no, pero conforme vaya avanzando la historia las máscaras van cayendo.

Eso sí, agradecería que me señalaran si encuentran por allí alguna expresión del tipo "los ojos de Sophia revelaban miedo", porque sin querer se me pueden haber escapado algunas XD

Saludos y gracias nuevamente por involucrarte tanto con la historia!!

 

PD: En breve paso a comentar El Mito del Alcaesto. Tengo que decir que las imágenes que compartes de tu fic generan mucha curiosidad =P



#71 Nietz

Nietz

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Publicado 12 enero 2015 - 14:42

Bueno, por fin la conclusión de esta larga batalla en el Santuario. Queda un cap más y termina el primer arco de la historia, supongo que estaré subiéndolo dentro de un mes junto a una sorpresa =) Saludos!!  

 

 

 

XII: Invasión al Santuario (III)

 

 

Sócrates atravesó con velocidad las escalinatas que separaban la casa de Piscis del palacio asentado en la cima del Santuario.

«Un zodiaco muy vacío», rememoró las palabras que Protágoras había dicho antes de la caída del sol. Antes del inicio del ataque.

—Confío en que harás un buen trabajo resguardando la entrada de las doce casas —dirigió un anhelo hacia la lejana casa de Aries—. Hay algo de lo que yo debo cerciorarme ahora…

Dos amazonas habían recorrido el camino hacia los aposentos del Patriarca. Solo una había regresado.

“El Patriarca me ha encomendado una misión importante”, había dicho Karissa al cruzar la casa de Libra.

Sócrates intuyó que se trataba de una tarea relacionada con la situación apremiante de la invasión. Sin embargo, ¿qué había pasado con Aspasia? ¿Continuaba ella en compañía de Pericles? Su corazón le decía que no. El estallido de cosmos que acababa de percibir hacía apenas unos momentos reforzaba esa sospecha.

Ingresó a la antecámara del palacio y la halló demasiado silenciosa. Ningún centinela vigilaba las puertas. Cuando por fin llegó a la sala del Patriarca sus ojos vislumbraron un destello de plata que cruzaba la ventana, pero un cuerpo lastimado llamó su atención:

—¡Aspasia!

El caballero de Libra corrió a socorrer a su amiga. La amazona del Águila se hallaba tumbada contra una de las columnas. Su armadura tenía marcas de batalla y su mirada estaba apagada.

—Sócrates… —susurró ella con la voz llena de congoja—. Pericles ha… Pericles ha…

No se atrevía a terminar la frase. No necesitaba hacerlo. Él comprendió.

—¿Qué ha ocurrido? —quiso saber, esforzándose por ocultar el dolor del hombre debajo de la coraza del caballero dorado.

Aspasia sacó fuerzas de donde no tenía y se dispuso a contar todo lo que había sucedido.

Habiendo obedecido la orden de Pericles, había partido en busca de los cuatro semifinalistas del torneo. Sin embargo, ni siquiera había llegado a la casa de Escorpio cuando el cuerno de alarma se hizo oír con estridencia. Resolvió que lo mejor sería regresar a los aposentos del Patriarca. Por el camino se topó con la Dama de Virgo; no intercambiaron palabras, pues ambas eran presas de la urgencia.

De nuevo en la cima del Santuario, halló al Sumo Pontífice en su asiento. Una máscara oscura cubría su rostro.

“Aspasia”, dijo con una voz que era la suya y, sin embargo, no lo era. “Ordena a los guardias que acallen el cuerno. Todo está bajo control.”

La amazona tardó apenas unos instantes en responder. No lo hizo con palabras, sino con su Destello del Águila. La patada feroz sorprendió a aquel que ocupaba el trono. El casco y la máscara rodaron por el suelo y el usurpador quedó al descubierto.

—Tyrone de Altar —reveló Aspasia a Sócrates con resentimiento en la voz.

—Se dice que el caballero de Altar es la sombra del Patriarca, y que en casos excepcionales es capaz de imitar su apariencia para ocupar su lugar —reflexionó el caballero de Libra en voz alta—. Sin embargo, me cuesta creer que un caballero de su nivel haya sido capaz de dejarte a ti en este estado…

Ella bajó la vista, visiblemente avergonzada, y continuó relatando lo acontecido.

Tyrone se había mostrado sorprendido por la audacia de la amazona del Águila al desenmascarar la mentira. Había olvidado que, no por nada, Aspasia era la persona más cercana a Pericles y que el disfraz más perfecto sería ineficaz contra ella.

La amazona de plata hizo a continuación la pregunta obvia: ¿dónde estaba el verdadero Patriarca?

Como respuesta, el caballero de Altar descorrió las cortinas ubicadas detrás del trono, las que hasta entonces habían estado escondiendo el cadáver sangriento y mancillado de Pericles.

—Sócrates, juro que en ese momento mi cuerpo fue incapaz de reaccionar —aseveró la amazona con un hilo de voz—. Mi sexto sentido percibió el abrupto incremento en el cosmos de Tyrone. Mis ojos lo vieron moverse cuando se acercó de repente hasta mí. Sin embargo, no hice nada para evitar el impacto de su Puño Inmolado contra mi vientre. Sócrates, juro que no pude…

El caballero de Libra la abrazó con fuerza, consciente del horror que paralizó los músculos de Aspasia en ese instante crucial.

—Deduzco que la figura que saltó a través de la ventana al notar mi llegada fue Tyrone —razonó el caballero dorado.

La amazona del Águila asintió.

—De no haber sido por tu irrupción, él de seguro me habría dado muerte.

—Lo que no comprendo, Aspasia, es por qué Tyrone ha hecho algo así —se preguntó Sócrates con impotencia—. ¿Qué puede haberlo llevado a actuar de esa manera contra el hombre que le ha dado hogar y cobijo durante toda su vida?

—No sé por qué lo ha hecho, pero sí estoy segura de que una presencia más grande que él y que nosotros obraba a través de sus brazos y piernas. —Con el cuerpo malherido y el alma desgarrada, Aspasia lo miró a los ojos—. Sócrates, tenemos que detenerlo. ¡Él se ha llevado la armadura de Pericles!

 

 

Apremiado por los crímenes cometidos, Tyrone se escabullía por las calles rumbo al pórtico sur de Atenas. Su destino se hallaba en el puerto de la ciudad. Allí lo aguardaba una embarcación que los persas habían disimulado entre los navíos comerciantes. Todavía vestía su armadura de Altar, y en la espalda llevaba una capa que escondía algo abultado.

Tyrone corría con desesperación, pues al caos de la lucha se habían sumado dos mensajes que corrían de boca en boca entre los soldados del Santuario. Uno decía que Lander de Orión había atacado a Karissa de Virgo. El otro, que Tyrone de Altar había asesinado al Patriarca. Las voces se mezclaban, se confundían; no todos oían lo mismo. Sin embargo, una cosa era clara para él: tenía que llegar al puerto.

¡Puño Inmolado!

Los nudillos del caballero de Altar estallaron contra el rostro de un centinela que intentó interceptarlo. El cuerpo carbonizado quedó atrás, al igual que los otros con los que se había topado anteriormente. Los soldados rasos no eran contrincantes para un caballero de plata. Y sin embargo, lo superaban en número ampliamente; eran un lastre que una y otra vez frenaba su marcha.

«Si no me doy prisa, el barco partirá y me dejarán aquí». Estas eran las cavilaciones que ocupaban la mente de Tyrone cuando un nuevo obstáculo apareció frente a él.

—Tú eres… Pegaso —balbuceó.

Maldijo su suerte. Al parecer, tendría que matar a un caballero si quería escapar de la ciudad.

—¡¿Dónde está el espartano?! —gritó el muchacho de pronto.

Tyrone lo miró sin comprender.

—¡¿Lo has visto pasar por aquí?! —continuó el caballero de Pegaso—. Él mató… —La rabia se le desbordaba entre los dientes—. ¡Mató a mi amigo! ¡Necesito encontrarlo!

Un fulgor de esperanza resplandeció en las pupilas del caballero de plata.

—El caballero de Orión ha tomado la ruta hacia el muelle —dijo—. Ha traicionado a Athena y planea huir a través del mar. Yo voy tras él, pero el camino está lleno de enemigos disfrazados de aliados.

Arístocles no necesitó escuchar nada más. Empezó a correr en dirección al puerto. Con una sonrisa disimulada y la caja de la armadura de Sagitario oculta bajo su capa, Tyrone se valió de los Meteoros de Pegaso para abrirse paso hacia la libertad.

 

 

La entrada a la casa del Carnero Blanco se había convertido en un muro infranqueable. En un Muro de Cristal infranqueable.

Desde las escalinatas, Protágoras impartía directrices a los soldados del ejército de Athena apostados allí. Los invasores de ropajes cobrizos se amuchaban en el lugar solo para hallar un camino sin salida.

—¡Nadie pasará por este templo! —sentenció Protágoras con un dedo apuntando hacia delante.

El Muro de Cristal se deshizo entonces en miles de astillas de luz que arremetieron contra los enemigos acorralados. Los soldados del Santuario se encargaron de reducir a los que intentaron retroceder.

—¡Ariadna! ¡Quirón! —gritó el caballero de Aries al notar que sus aprendices permanecían quietos y con los brazos cruzados—. ¿Qué se supone que están haciendo?

—Pues, maestro, en verdad quisiéramos ayudar… —murmuró el caballero de Corona Austral.

—Pero usted lo dijo claramente —agregó la amazona de Corona Boreal—. Nada de destrucción sin sentido…

Los mellizos intercambiaron una mirada maliciosa.

El maestro de Abdera soltó un resoplido exasperado y se llevó una mano a la frente.

—Está bien… —acabó por ceder y vociferó—: ¡Ariadna! ¡Quirón! ¡Hagan arder Atenas!

Mientras los hermanos incendiarios de Creta se arrojaban sobre la avalancha enemiga como un tornado de fuego y locura, los puños de Aegón y Polidamas quebrantaban la voluntad de luchar de sus adversarios frente al templo de Zeus, en la acrópolis de la ciudad.

«Eres todo un caballero de Athena, Dorieo estaría orgulloso de ti», pensó el maestro con una sonrisa al contemplar los golpes irrefrenables de su aprendiz.

Pero el gesto se borró de su rostro cuando las gruesas columnas del edificio se precipitaron sobre ellos.

—¡Polidamas, cuidado!

El grito de advertencia llegó a tiempo y ambos consiguieron esquivar el derrumbe. Aegón alzó la vista: encima del frontón del templo se erguía una figura envuelta en una capa blanca. Polidamas pensó que un águila carmesí se posaba sobre la espalda del individuo. Eran las hombreras prominentes de una armadura con el color de la sangre.

—Caballero Aegón de Hércules —murmuró el desconocido al mismo tiempo que bajaba suavemente hacia el suelo, mecido por las corrientes de aire—. Es un honor encontrarnos por fin cara a cara.

—Aunque ya nos hemos enfrentado en otra ocasión —repuso el caballero de plata con la mayor seriedad—. En la necrópolis de Atenas.

El invasor soltó una risa seca y áspera. Se agachó e hizo una reverencia.

—En efecto —asintió—. Mi nombre es Vata-Vayu, el ángel de los Vientos, y soy el general de las huestes de Ahura Mazda.

—Entonces tú eres el responsable de esta invasión —dedujo Aegón, preocupado por el cosmos tan inestable que irradiaba aquel sujeto.

—Mi mano es la mano que mueve las ráfagas que transportan a los pájaros del Dios Único —dijo Vata-Vayu; hizo un ademán y el aire se arremolinó a sus pies—. Me refiero a los espíritus guardianes, también conocidos como fravashis. Aquellos que tú y los tuyos se encuentran mancillando ahora mismo. Una ofensa que yo mismo me encargaré de subsanar.

Los vientos se agitaron y decenas de soldados enemigos aparecieron sobre los tejados cercanos.

«Una importante desventaja numérica», calculó Aegón. Pero lo que más le inquietaba en ese momento era el hombre frente a ellos. «Su cosmos es tan poderoso como el de los caballeros dorados, y aún hay algo más… No puedo acabar de discernir si sus intenciones son honestas o son oscuras.»

Vata-Vayu dirigió su puño hacia delante y ráfagas filosas como navajas arremetieron contra sus adversarios:

¡Aves-Suspiros!

 

 

La noche continuaba su marcha, al igual que Tyrone y Arístocles. Habían dejado atrás las murallas defensivas que rodeaban la polis y el puerto estaba cada vez más cerca.

—¿Estás seguro que esta es la dirección que han seguido? —preguntó el caballero de Pegaso—. Creí que ellos habían tomado el camino del norte.

—¡Por supuesto que estoy seguro! —aseveró Tyrone con nerviosismo—. ¿No te lo he dicho ya? Orión va rumbo a Persia y la forma más directa de llegar allí es por mar. Debemos darnos prisa si no queremos que ese traidor perjudique aún más a nuestra diosa…

—No me importa la diosa.

Las palabras de Arístocles sonaron tan frías que Tyrone se detuvo de golpe. Miró al muchacho con los ojos muy abiertos:

—¿Qué has dicho?

—Lo que has oído —replicó Pegaso. Su objetivo era claro y preciso: hallar al asesino de su amigo. Nada más le importaba. Ni Athena, ni Sócrates, ni el Santuario.

—No deberías decir eso, muchacho —soltó Tyrone, aunque su voz sonó apagada; en realidad, su mente volaba en una dirección muy diferente. Pensó que quizás la suerte seguía estando de su lado, y se atrevió a hacer una propuesta—: ¿Traicionarías a Athena para conseguir tus ambiciones?

La pregunta tomó por sorpresa a Arístocles. No se esperaba algo como eso y la confusión se expresaba en su rostro.

—Yo era una sombra, Pegaso —continuó el caballero de plata con una voz impersonal—. La sombra de un astro tan inmenso que no me dejaba ver la luz. Me ahogaba en un lago de anonimato… Hasta que me fue tendida una mano. Y no fue la de Athena. Hoy el astro ya no está, y yo por fin seré alguien.

Arístocles lo miró fijamente. Trataba de adivinar las intenciones debajo de su piel, pero no llegaba a discernirlas.

Aún sabiendo que se hallaba en un apuro, Tyrone hizo una pausa prolongada. Quería dejarlo pensar.

—¿Qué dices? —indagó al fin—. ¿Quieres que esa mano te sea tendida también a ti?

 

 

—¡Disparo de Relámpago!

Los fravashis que observaban la lucha desde las terrazas exclamaron con desconcierto cuando el poderoso torbellino que el puño de Aegón había producido devoró los sables de viento de Vata-Vayu, llevándolos hacia las alturas.

—Impresionante —murmuró el general enemigo—. Ahora entiendo por qué dicen que el tuyo es el ataque más poderoso entre los caballeros de plata.

—Pareces estar bien informado —comentó Aegón con suspicacia—. ¿Hace cuánto nos vigilan?

—Lunas y lunas, caballero de Hércules —dijo el ángel de los Vientos con una voz provocadora—. Muchas más de las que ustedes llevan vigilándonos a nosotros.

Esa sentencia dejó frío al caballero de plata.

—Ypsos de Capricornio y los demás… ¿Qué ha pasado con ellos?

—Realmente me gustaría quedarme platicando contigo, caballero, pero me temo que llevamos prisa. —Una sonrisa sádica que dibujó en los labios del general—. Nuestro aliado ya debe haber cumplido con su parte, no podemos hacerlo esperar…

 —¿Acaso insinúas que hay un traidor entre las huestes de Athena? —indagó Aegón.

Vata-Vayu no contestó. Simplemente remarcó aún más la sonrisa.

—Tú y tu discípulo no tienen por qué preocuparse por esos asuntos —susurró el general de las huestes de Ahura Mazda; luego su cosmos enloqueció—. ¡Porque ustedes no saldrán con vida de aquí! ¡Prisión Aerófaga!

El brazo derecho del ángel soltó una ráfaga veloz que trazó una línea curva sobre la tierra. Aegón reaccionó a tiempo para empujar a Polidamas y arrojarlo más allá del área cercada por los vientos. Cuando el círculo se cerró, las columnas de aire se elevaron hacia las alturas.

Vata-Vayu y Aegón habían quedado atrapados en el ojo de un huracán.

—¡Maestro!

Polidamas embistió con dureza contra el muro arremolinado. Las corrientes lo hirieron en el hombro y lo hicieron rebotar hacia atrás. Impotente, el caballero del Oso solo podía observar lo que ocurría dentro de la Prisión Aerófaga.

—Te has sacrificado por tu aprendiz, una actitud muy noble —elogió Vata-Vayu a Aegón con un tono irónico—. Me encargaré de él una vez que haya acabado contigo.

El caballero de Hércules se hallaba doblegado por una mano invisible que empujaba hacia abajo. Sus puños cerrados lo sostenían con la fuerza suficiente como para no desplomarse. Sin embargo, le resultaba difícil respirar y la presión que el aire ejercía sobre sus hombros le impedía ponerse de pie.

—Tal vez desees pasarte al bando de nuestro señor, Aegón —le propuso el general persa—. El Dios Único es misericordioso. Si le juras lealtad ahora, perdonaré tu vida y la de tu discípulo. ¿Qué dices?

Como respuesta, el caballero de plata soltó el rugido de un león embravecido y se irguió. Sus ojos furiosos se clavaron en el enemigo.

—Lo que suponía —murmuró Vata-Vayu—. En ese caso, no me dejas otra opción… ¡Aves-Suspiros!

—¡Disparo de Relámpago!

Las dos técnicas volvieron a colisionar. Sin embargo, esta vez los vientos del general persa fueron más poderosos. Mucho más poderosos. El golpe alcanzó a Aegón en el pecho. Su armadura de plata se agrietó, su boca se llenó de sangre y el caballero de plata cayó de espaldas al suelo.

—¿Te preguntas qué ha ocurrido? —indagó Vata-Vayu ante la expresión atónita de su oponente—. La Prisión Aerófaga no solo bloquea cualquier contacto con el exterior, sino que además incrementa mis poderes. ¿Te sientes asfixiado y aturdido? Eso es porque mi técnica también te priva del aire necesario para respirar. ¡Defensa y ataque combinados en un movimiento único!

El ángel de los Vientos soltó una carcajada cruel mientras el caballero de Hércules hacía su mayor esfuerzo para ponerse de pie una vez más.

—Antes me has preguntado acerca del traidor —dijo el general mientras avanzaba lentamente hacia su víctima—. Solo te diré que el ejército de Athena está tan corrompido que tres caballeros han pasado al lado del Dios Único.

Aegón no contestó. Con la respiración entrecortada y los dientes manchados de rojo, el caballero de Hércules mantenía los ojos posados en el piso.

—Comprendes ahora por qué es necesaria la purificación de este mundo. —Prosiguió Vata-Vayu y alzó su mano derecha—. Lamentablemente, tú no podrás ver el nuevo Paraíso…

El grito desesperado de Polidamas sobrepasó el rugido colosal de los vientos circulares cuando Vata-Vayu volvió a arremeter:

—¡Aves-Suspiros!

Las espadas alcanzaron frontalmente al caballero de Hércules, atravesando su armadura y su torso. Pero él se mantuvo en pie.

—¿Qué ha pasado…? —balbuceó el general persa.

Polidamas también observaba la escena sin comprender: una capa muy fina de cosmos recubría el cuerpo de su maestro.

—¡Aves-Suspiros!

El disparo de Vata-Vayu volvió a arrancar chorros de sangre del pecho de Aegón, quien sin embargo permanecía sólido como una roca.

—¿Qué es esto? —se preguntó el ángel con desconcierto—. ¿Acaso te resistes a morir? ¡Es en vano, no podrás seguir resistiendo mis golpes! ¡Aves-Suspiros!

La armadura de Hércules estalló en pedazos y el torso lleno de heridas de Aegón quedó al descubierto. Las lágrimas brotaron de los ojos del caballero del Oso, quien se sentía inútil e incapaz de hacer algo para socorrer a quien le había enseñado todo.

—¡Polidamas! —La voz desgarrada de Aegón logró atravesar el límite de la Prisión Aerófaga y llegó hasta los oídos del muchacho—. ¡Observa la técnica definitiva del pancracio griego! ¡Esta será mi última lección!

—¡Maestro! —soltó el Oso en un ruego sufriente.

—¡Basta de charla! —cortó Vata-Vayu—. ¡Aves-Suspiros!

¡Último Klimax!

La membrana de cosmos que recubría al caballero de Hércules absorbió el golpe de aire de su rival. De pronto, comenzó a expandirse hasta alcanzar dimensiones gigantescas. El rostro de Vata-Vayu se llenó de espanto cuando el fuego vital de Aegón se liberó en una explosión masiva que desgarró la Prisión Aerófaga.

 

 

—¡Arístocles!

El grito de una muchacha interrumpió el silencio que se había producido entre los caballeros de Pegaso y Altar. Tyrone retrocedió unos pasos y alzó la guardia mientras Arístocles buscaba con la mirada a la intrusa que llegaba con pasos presurosos.

—¿Iona? —se sorprendió al reconocerla.

—Al fin pude alcanzarte… —exhaló ella, tratando de recobrar el aliento—. ¿Qué haces con él aquí? —Escudriñó con recelo a Tyrone.

«He sido un incauto», se reprochó el caballero de plata. «Tendría que haberme dado cuenta de que nos estaban siguiendo…»

Por su parte, Arístocles miraba a Iona sin comprender.

—¿A qué te refieres? —indagó.

—Él atacó a Aspasia y mató al Patriarca. —La amazona de Cola de Serpiente apuntó a Tyrone con el dedo—. Toda la guardia del Santuario está buscándolo.

—¡No la escuches! —gritó Tyrone en un intento desesperado por sostener el control de la situación—. Ella también es un enemigo. Solo quiere ayudar a Orión a escapar.

Pegaso y Cola de Serpiente mantuvieron una mirada intensa.

—Cabeza hueca, ¿en verdad te has creído su historia? —le espetó la amazona—. ¿No te has fijado en lo que oculta tras su espalda?

Asombrado, el caballero de bronce dirigió su atención por primera vez al bulto que Tyrone cargaba. Un leve destello dorado debajo de la capa bastó para revelarle la verdad.

«La armadura de Pericles», comprendió. De inmediato volteó hacia el caballero de Altar con los ojos encendidos.

—¿Qué haces…? —balbuceó Tyrone—. ¡No la escuches! ¡Debemos llegar al puerto…!

—No solo te has aprovechado del dolor de mi pérdida para tenderme una vulgar treta —el cosmos de Arístocles se incendiaba más y más con cada palabra—, sino que además me has hecho perder la pista de mi objetivo.

Tyrone esbozó una sonrisa de resignación. Dejó la armadura de Sagitario a un lado y adoptó una pose de lucha.

—Llevo mucha prisa y lo último que deseaba era tener que enfrentarme a dos caballeros de bronce. Pero si no me queda otra opción…

—No, solo pelearás contra mí. —Arístocles detuvo a Iona con un gesto de la mano—. Me las pagarás todas juntas.

Sin replicar, la amazona retrocedió algunos pasos.

Tyrone soltó una risa desdeñosa.

—¿Piensas que un caballero de bronce es rival para uno de plata?

—Tú no eres un caballero —replicó Arístocles—. Solo eres escoria, un vulgar traidor. Como Lander de Orión.

—Tus palabras no me afectan, Pegaso —dijo Tyrone con desprecio—. Es imposible que un niño consentido como tú entienda mi angustia. —Contempló la caja de Sagitario con anhelo y la acarició con la punta de los dedos—. Pero eso no importa ya. Te derrotaré en este lugar y les demostraré a todos por qué ese torneo fue injusto. —El caballero de plata abrió los brazos, invitando a su oponente a atacar—. Adelante, dame tu mejor golpe.

—Tú lo has querido… —Los brazos de Arístocles trazaron los puntos de su constelación guardiana. Su cosmos se incendió y sus puños resplandecieron en la oscuridad de la noche—: ¡Meteoros de Pegaso!

Los disparos impactaron directamente contra el cuerpo del caballero de Altar, quien los recibió sin tratar de defenderse. El cristal en el pecho de su armadura brilló con cada golpe recibido. Cuando el ataque cesó, Tyrone seguía de pie y sin ninguna herida visible.

—El ropaje sagrado de Altar es la mesa que recibe los sacrificios destinados a los dioses —explicó el caballero de plata con satisfacción—. Agradezco tus ofrendas y aquí está tu justa recompensa: ¡Triple Alianza!

Tyrone estiró los brazos y el cristal incrustado en su pecho resplandeció con intensidad. A continuación, una onda de energía salió dispara hacia Arístocles.

El caballero de Pegaso trató de protegerse, pero su armadura estaba demasiado dañada como para resistir semejante embate. Su cuerpo recibió el castigo del fuego, las mareas y los relámpagos, todo a la vez.

—¡Los rayos de Zeus, las olas de Poseidón y las llamas de Hades! ¡Ese es el regalo que has obtenido por alzar tu puño contra el caballero de Altar! —Tyrone rió con frenesí.

Aún con las secuelas del ataque sobre sus hombros, Arístocles volvió a ponerse de pie.

—¡Meteoros de Pegaso!

Los puños centellantes volvieron a arremeter contra Tyrone, quien echó la cabeza hacia atrás y los recibió como si se tratara de una fresca brisa primaveral.

—¡Triple Alianza!

De nuevo el ropaje de Altar se iluminó y el ataque múltiple mancilló el cuerpo del caballero de bronce una vez más. Su diadema de Pegaso se partió y el hombro izquierdo de la armadura fue destruido.

—¡Arístocles!

Iona se acercó a socorrerlo, pero él la alejó con brusquedad.

—Te he dicho que no interfieras. Solo necesito otra oportunidad.

—¡No seas terco! —le espetó ella—. ¿Acaso no te has percatado de que su armadura absorbe todos tus golpes y utiliza tu propia fuerza en tu contra?

—Si es así, solo tengo que asestarle un golpe que no sea capaz de absorber.

Arístocles volvió a erguirse y alzó la guardia frente a su enemigo. La expresión de confianza en la sonrisa de Tyrone se acrecentaba cada vez más.

—Tu armadura se hará polvo con el siguiente ataque —aseguró el caballero de plata—. Vamos, Pegaso. Conviértete en tu propio verdugo.

Sin sentirse amedrentado por la amenaza de su enemigo, Arístocles encendió su cosmos y arrojó su último ataque:

—¡Meteoros de Pegaso!

Tyrone se echó a reír mientras su armadura devoraba todo aquel poder. Sentía la intensidad de cada disparo; los sentimientos efusivos de su dueño. De pronto, algo llamó su atención: los goles estaban aumentando su tamaño.

«¿Qué es esto?», se preguntó con preocupación. «No son meteoros normales…»

La gema del ropaje de Altar continuaba absorbiendo los golpes, pero lo que inquietaba a Tyone era la fuerza que fusionaba los meteoros entre sí.

«Odio…», reconoció Iona con espanto. La sed de ira y venganza de Arírtocles se materializaba bajo la forma de un aura rojiza que otorgaba un mayor poder ofensivo a cada impacto. «¡Detente…!», suplicó la amazona de Cola de Serpiente cuando todos los golpes se unieron en uno solo.

Los ojos de Tyrones se llenaron de terror.

—¡Eso no es un meteoro! ¡Es un cometa!

El puño de Arístocles avanzó irrefrenable hasta arrasar con el caballero de Altar. Su gema fue incapaz de absorber tanto poder y se llenó de grietas. Lo último que Tyrone vio fue la imagen encolerizada de un corcel alado que galopando se llevó su vida.

Admirada, temerosa, Iona contempló al muchacho que antaño había sido su compañero de juegos. Su puño había sido fatal, sufriente y furioso, al igual que su mirada. Esta vez había resultado ser el vencedor, pero la amazona se preguntó si esas emociones turbulentas no se volverían un arma de doble filo en el futuro…

—Vamos —dijo Arístocles de pronto. Sus ojos revelaban contrariedad mientras apuntaban hacia el puerto—. Hemos tomado la dirección equivocada y no hay nada que hacer aquí. Regresemos al Santuario.

El silencio que precede al amanecer moraba en el sendero que unía el puerto de Atenas con la polis. El silencio crepuscular y no el estruendo de la lucha. El silencio que al mismo tiempo era una bandera que anunciaba que la invasión había terminado. 


Editado por Nietz, 12 enero 2015 - 14:44 .


#72 Patriarca 8

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Publicado 14 enero 2015 - 19:07

Un capitulo epico

 

pegaso como de costumbre un cabeza hueca que por poco ayuda a huir al enemigo menos malque logro vencerlo

 

te quedo muy bien el combate entre Aegón de Hércules y  Vata-Vayu, el ángel de los Vientos se ve que en tu fic los plateados son mas fuertes que los del clasico

 

esperando el proximo capitulo


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#73 Nietz

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Publicado 04 febrero 2015 - 21:59

Un capitulo epico

 

pegaso como de costumbre un cabeza hueca que por poco ayuda a huir al enemigo menos malque logro vencerlo

 

te quedo muy bien el combate entre Aegón de Hércules y  Vata-Vayu, el ángel de los Vientos se ve que en tu fic los plateados son mas fuertes que los del clasico

 

esperando el proximo capitulo

 

Hola T-800!!
Me alegra que te haya gustado este cap y que le hayas visto ese lado épico =)
Pienso que Kuru tiene una gran deuda con los caballeros de plata y los ha usado solo como enemigos intermedios, por eso me gusta darles un poco más de protagonismo (aunque los de bronce y oro sigan siendo siempre los estelares). 

Gracias por leer y comentar como siempre!! 



#74 xxxAlexanderxxx

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Este capitulo estubo genial, pero matastes a sagitario :( . Me gusto la pelea. Me ha sorprendido algo de pegaso, no pese que dijera eso sobre athena, quizas estamos acostumbrados tanto al pegaso leal, que jamas me imagine que diria algo asi buen toque. Altar me parecio puro bla bla bla. :( la pelea entre hercules/oso vs el angel de los vientos tambien me gusto dinamico y bien llevado. En conclusion buen capitulo Saludo!!

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buen fic

 

esperando el prox capitulo


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Publicado 13 febrero 2015 - 15:16

XIII: Los guerreros de la esperanza

 

 

La guerra se alejó de las calles atenienses con la llegada del alba.

Sin un líder para dirigir sus acciones, los soldados del ejército persa pronto se vieron desconcertados y fueron expulsados por las huestes del Santuario. Lo único que quedaba ahora de la batalla que había tenido lugar eran escombros y los cuerpos de guerreros que no volverían a pelear.

Iona contemplaba con tristeza el paisaje desolado. No conocía a ninguno de los caídos, ni siquiera a los de su propio bando. Enemigos durante una noche, ahora a todos ellos los unía la misma quietud y la misma calma.

«Y todos se reencontrarán en la morada final», se dijo la amazona como un sutil consuelo.

Arístocles iba adelante, con la caja de Sagitario a cuestas. Sus ojos se clavaban en el camino por el que marchaban y no se detenía a observar los estragos de la invasión.

No alzó la vista cuando pasaron cerca del sitio donde Elián había muerto. Allí estaba Cyrenne, quien no podía contener las lágrimas y estas caían como un manantial de amargura sobre el pecho de quien había sido su gran amigo. De pie y manteniendo una distancia respetuosa, Karsten apretaba el puño con impotencia mientras pensaba que había sido incapaz de proteger a un compañero, otra vez.

Los que traían la armadura de Pericles continuaron avanzando. Llegaron al templo de Aries y los oídos del joven ateniense permanecieron cerrados al diálogo escueto que mantenían los hermanos de Creta frente a un cuerpo tapado con una manta.

—Hermana, ¿por qué has hecho eso? —indagó Quirón cuando ella se quitó la máscara.

—Se dice que el verdadero motivo por el cual una amazona debe matar al hombre que ha visto su rostro es para evitar enamorarse de él. —Los ojos claros de Ariadna se posaban sobre la diadema rota de la Hidra, que descansaba sobre el torso de quien había sido su portador—. Pues bien, entonces ya no necesitaré esta máscara.

Iona y Arístocles acababan de atravesar el quinto templo, el que desde hacía años estaba vacío y mancillado por la deserción, el de Leo, cuando un mensajero pasó corriendo a su lado. La actitud del caballero de Pegaso continuó siendo la misma, a pesar de que este traía, al menos, una buena noticia:

—¡El caballero de Heracles vive! —exclamó el enviado.

Al parecer, Aegón había quedado sepultado bajo una montaña de escombros luego del choque violento contra el general persa, Vata-Vayu de los Vientos. Polidamas fue el único que mantuvo las esperanzas hasta el final, removiendo roca tras roca, hasta dar con el cuerpo maltrecho de su maestro. Lo importante, de momento, era que había sobrevivido al combate y tenía un mensaje urgente que hacer llegar a la cima del Santuario.

Los dos jóvenes caballeros de bronce al fin arribaron al palacio del Patriarca. Los centinelas vacilaron al momento de dejarlos entrar, pues una reunión de emergencia estaba teniendo lugar allí. Acabaron cediendo al comprobar que cargaban con la armadura de oro robada.

Cinco eran las personas que se encontraban en la cámara: Aspasia del Águila, cuyas heridas habían sido tratas, y los cuatro caballeros dorados que permanecían en el Santuario. Sócrates dirigió una mirada piadosa a su discípulo; seguramente estaba al tanto de lo que había ocurrido con el caballero de Dragón. Sin embargo, Arístocles rehuyó sus ojos y fue directo a los hechos:

—El caballero de Altar está muerto —sentenció al mismo tiempo que dejaba la caja de Sagitario con brusquedad en el suelo.

—Será mejor que nos cuentes qué sucedió —intervino Aspasia cuando él aprontaba a marcharse.

Arístocles tardó unos momentos en contestar.

—Tyrone solo hablaba incoherencias. Trató de persuadirme para que me uniera al bando enemigo. Quería llegar al puerto de Atenas a cualquier costo. Eso es todo.

Iona desvió la vista con incomodidad. Él no había contado todo lo sucedido.

«El amor propio no te permite admitir que fuiste manipulado por un impostor», pensó ella, y por lástima decidió dejar pasar ese detalle.

Como había cosas que la cúspide del Santuario debía seguir debatiendo y ellos dos no tenían más información para aportar, Aspasia les permitió retirarse. Nadie la había puesto al mando y, sin embargo, nadie tampoco cuestionaba su autoridad como la persona más cercana a Pericles.

—Creo que ya no tenemos dudas sobre la identidad del primer traidor —dijo Sócrates—. Tyrone de Altar planeaba hacerse pasar por el Patriarca y así imponer la voluntad del enemigo sobre nuestro Santuario. Al ser desenmascarado por Aspasia, trató de huir hacia el puerto llevando consigo la armadura de Sagitario, pero fue oportunamente detenido por dos caballeros de bronce.

—¿Y cómo estás tan seguro de eso? —replicó Protágoras—. Tal vez Tyrone descubrió que Aspasia había asesinado a Pericles y solo estaba tratando de protegerse, tanto a él mismo como a la caja de Sagitario. Luego ella envió sus dos secuaces, Pegaso y Cola de Serpiente, a terminar con el trabajo y no dejar testigos.

—Protágoras, sabes que el panorama que planteas es muy improbable —intervino Karissa—. Lo único que estás haciendo es desacreditar al discípulo de Sócrates porque tu propio aprendiz resultó ser un enemigo del Santuario.

—Sócrates confía en Aspasia y acusa a Altar; Protágoras no confía en nadie y acusa a Pegaso; Karissa confía en ella misma y acusa a Orión. ¿A quién me tocará acusar entonces a mí?

Antístenes era quien había hablado y atrajo la mirada de sus compañeros. Con una mano sobre el mentón, su tono era divertido y a la vez mordaz.

La Dama de Virgo fue la primera en reaccionar.

—¿Qué quieres decir con eso de que solo confío en mi misma?

—Simplemente señalo que fuiste la única persona que presenció los crímenes del muchacho espartano. —La mirada del caballero de Cancer era incisiva—. Curiosamente, también fuiste la última persona que vio a Pericles con vida. ¿Puedes repetirnos qué sucedió en ese encuentro?

—Puedo hacerlo las veces que consideres necesario —replicó la amazona dorada con actitud desafiante—. Pedí una audiencia con el Patriarca a última hora porque había notado una fluctuación en la barrera que protege al Santuario. Pericles intuyó que el enemigo estaba a punto de atacar y me encomendó proteger a Athena…

—Quien, según lo que dices, se hallaba escondida entre las doncellas del templo de Artemisa —agregó Antístenes—. Una verdad que solo Pericles y tú conocían.

—Así es —corroboró Karissa—. Cuando Athena reencarnó hace trece años, Su Santidad la dejó bajo mi cuidado y me hizo jurar que mantendría su identidad en secreto para protegerla. Sin embargo, el enemigo descubrió parte de la verdad y atacó el templo de Artemisa, matando a todas las doncellas y secuestrando a Sophia de Andrómeda. Esa joven es nuestra diosa.

La cámara del Patriarca quedó en silencio. Karissa mentía y, de momento, la verdad permanecía oculta bajo su máscara.

El plan no había salido como estaba planeado. Aspasia había sido lo suficientemente astuta como para descubrir la identidad del falso Patriarca. Para empeorar las cosas, Vata-Vayu había hablado de más y revelado que tres caballeros habían traicionado al Santuario. Muchas imprudencias habían sido cometidas en la urgencia de la situación —ella misma había sido responsable de algunas—. Por eso debió improvisar una coartada. Quizás no era la mejor, pero le daría algo de tiempo. Por lo demás, ella ya había enviado a tres caballeros de plata a seguir el rastro de Lander de Orión y tenían la orden de darle aviso apenas dieran con él. Cuando eso sucediera, ella misma terminaría lo que no pudo en los jardines de su templo.

—Curioso…

La voz de Antístenes rompió la quietud de la situación.

—Es curioso que, siendo tú la única persona con la que Pericles compartió el secreto, el enemigo descubriera que Athena era una de las doncellas de tu templo…

—¿Estás acusándome de algo, Perro Sucio? —lo enfrentó la Dama de Virgo—. ¿Tengo Que señalar que has sido tú quien incumplió sus obligaciones y dejó desprotegido el templo del Cangrejo Celeste? ¿O acaso debo recordar tu sospechosa simpatía por el espartano en el torneo de caballeros?

—Karissa, Antístenes, basta —dijo Aspasia con una voz firme y tajante—. El mensaje de Aegón nos ha dejado desconcertados, pues el escenario se complejiza al pensar en tres posibles traidores entre las filas de Athena. Comprendo que eso de lugar a muchos recelos y especulaciones, pero este tipo de discusiones solo lograrán dividirnos y debilitarnos. Hasta que no tengamos más evidencias de que las palabras de Vata-Vayu son ciertas, propongo que se mantenga en secreto el asunto de los tres traidores, así como también la verdadera identidad de Athena. Por lo pronto, debemos ocuparnos de otra cuestión. Es preciso dar un mensaje claro al Santuario para recuperar algo del orden que nos ha sido arrebatado en una sola noche.

—Aspasia, si hay algo que todos necesitamos en este momento es la figura de un guía —dijo Protágoras—. Me duele en mi orgullo de caballero dorado admitirlo, pero creo que eres la persona más idónea para hacerlo.

Sócrates sonrió, conforme con las palabras de su compañero. Karissa y Antístenes también se mostraron de acuerdo.

Aspasia asintió.

—Prometo hacer todo lo que esté a mi alcance.

 

Caballeros, asistentes y soldados se hallaban reunidos frente al palacio del Patriarca. Todos habían sido convocados para oír las palabras de Aspasia de Águila. Era la primera vez que un caballero de plata era puesto al frente del ejército de Athena. Quizás más inaudito todavía, nunca antes una mujer había asumido el mando del Santuario.

La amazona se asomó al balcón escoltada por los cuatro caballeros de oro. A muchos sorprendió ver a Antístenes vistiendo su armadura de Cáncer, y tomaron aquel gesto como una muestra de apoyo a la autoridad provisional de Aspasia. Cuando ella habló, lo hizo con una actitud segura y decidida, cálida y comprensiva.

Aspasia reconoció ante todos que el golpe recibido durante la invasión fue el más duro que el Santuario había recibido en muchos siglos. Mencionó el trágico final del Patriarca y tuvo que hacer un gran esfuerzo para que no le temblara la voz. Temió la reacción de la multitud cuando confesó que el paradero de Athena era desconocido. Las exclamaciones de espanto y pavor no se hicieron esperar ante tan terrible anuncio. Sin embargo, la amazona del Águila no permitió que la desesperación se apoderara de los corazones.

—El panorama es oscuro, tal vez como nunca antes. Pero debemos recordar que no en vano las generaciones de los hombres nos han conocido como los guerreros de la esperanza —dijo Aspasia y las cabezas volvieron a levantarse—. Nuestro enemigo ha dado a conocer su rostro. Sabemos hacia dónde tienen que apuntar nuestras armas. Los meses que siguen estarán dedicados a prepararnos para el contraataque. Anoche una nueva Guerra Santa ha comenzado. ¡El ejército de Athena no sucumbirá!

Mil voces se elevaron hacia cielo como una parvada de palomas valerosas y blancas. Quizás el temor había anidado en el corazón de aquellos guerreros. Pero mientras siguieran con vida, la luz de la esperanza latiría dentro de cada uno de ellos.

 

Apoyado contra la baranda del balcón vacío, Protágoras observaba la procesión que emprendía el descenso a través de las doce casas. El discurso de Aspasia había logrado sosegar las almas y ahora todos regresaban a sus quehaceres, ya pensando en las batallas que se avecinaban. El caballero de Aries detuvo su mirada un momento sobre los techos de la casa de Piscis y pudo distinguir dos siluetas, aunque la distancia no le permitía discernirlas con claridad.

—¿Cómo te encuentras, amigo?

Era Sócrates quien se había acercado.

—Uno de mis discípulos está muerto y otro es acusado de ser el raptor de Athena. ¿Cómo piensas que me encuentro? —replicó Protágoras.

—Lo siento, mis palabras no fueron correctas—se disculpó el maestro ateniense—. Sin embargo, hay algo que debo preguntarte a ti ahora mismo.

El maestro de Abdera le prestó su atención.

—Tú eres el guardián de la casa de Aries. Solo tú estás al tanto del número de personas que ayer atravesaron las doce casas. Dime, Protágoras, ¿quiénes pasaron a través de tu templo?

—Aspasia de Águila y Tyrone de Altar, quienes siempre se hallaban junto al Patriarca. Además, Karissa de Virgo y… Sócrates de Libra.

El filósofo ateniense volvió a asentir.

—Solo han sido cuatro personas, entonces. Uno de ellos mató a Pericles.

—Si me permites, Sócrates, creo que podemos reducir ese número a solo dos. Por más que los años hayan consumido a Pericles, ni todos los caballeros de plata juntos podrían haberlo derrotado.

—Estoy completamente de acuerdo contigo, amigo, y esto me lleva a la pregunta que quería hacerte. —Sócrates sostuvo una pausa, miró a Protágoras a los ojos y luego habló—: ¿Confías en mí?

La respuesta de Protágoras se hizo esperar. Sus facciones eran duras, las habituales, y su voz sonó segura:

—Por supuesto que confío en ti.

—En ese caso —dijo Sócrates—, creo que sabemos quién traicionó a Athena…

Ambos miraron en dirección al templo de Artemisa, donde una gran masacre había tenido lugar. Sin embargo, eran conscientes del conflicto que tal revelación podía despertar. De momento, lo mejor era guardar silencio y esperar. De momento, lo mejor era concentrarse en preparar la contraofensiva. 

 

Posado sobre la terraza del templo de Piscis, Arístocles contemplaba los dos diminutos puntos dorados que brillaban en el balcón del palacio del Patriarca. No sabía quiénes eran. Tampoco le importaba. La muchedumbre que desandaba las escalinatas pasaba por debajo de él como la corriente de un río sin nombre.  

—¿Hasta cuándo piensas seguirme? —le espetó a Iona, quien se encontraba allí con él.

—Solo hasta que compruebe que no harás ninguna locura —replicó la amazona de Cola de Serpiente.

—Aunque quisiera, no hay nada que pueda hacer, ¿verdad? —dijo Arístocles con una mueca de ironía.

Iona suspiró. Él tenía razón, pues nadie sabía qué rumbo habían tomado Lander y Sophia al abandonar la polis.

—¿No deberías estar consolando a tu hermana? —preguntó el muchacho después de un rato.

—Conozco a Cyrenne y sé que necesita estar sola —explicó la hermana menor—. ¿Y qué hay de ti? ¿No te despedirás de Elián?

—Lo haré cuando llegue el momento —La voz del caballero de Pegaso sonó apagada e impersonal—. Pero antes mataré a Lander de Orión.

—Creí que habías dicho que no cometerías ninguna locura… —murmuró Iona con inquietud.

—¿De qué hablas? No será ninguna locura —Los ojos de Arístocles reflejaban ardientes deseos de venganza—. Solo llevaré justicia a la tumba de mi hermano.

El sol que ilumina todo y todo lo ve fue testigo del juramento de sangre de ese joven ateniense y sintió pena por él. También la sintió por aquel otro joven, el espartano que se vio obligado a huir rumbo a un destino incierto, hacia el norte y hacia el este, tal vez esperando dejar atrás sus miserias.

Los tres volverán a cruzarse, el espartano, el ateniense y el sol, en el lugar donde una doncella huérfana tal vez se convierta en una diosa.

 

 

FIN DE LA PRIMERA PARTE



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Publicado 13 febrero 2015 - 15:28

Bueno, con este cap. llegamos al final de la primera parte de esta historia. Tardé pero me alegra mucho haber podido llegar hasta este punto de la historia. A partir de ahora comenzarán las misiones de reorganización del Santuario. Tendremos novedades de los caballeros de Géminis, Leo, Escorpio y Acuario, y veremos en acción a los personajes de bronce que hasta ahora solo han tenido apariciones esporádicas (Delfín, Oso, las Coronas y las Serpientes). Se viene un 2015 movido, pero espero mantener un mayor ritmo de escritura con esta historia: trataré de subir un capítulo cada 15 días.

Por lo pronto, les comento que también empecé a compartir esta historia en Wattpad. Si quieren leerla desde allí, aquí esta el enlace: http://www.wattpad.c...la-flama-divina

 

Para terminar, les dejo la portada que tendrá esta historia. Saludos y gracias por leer!! :D

 

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Publicado 13 febrero 2015 - 22:57

me pregunto porque siempre el santuario tiene traidores XD

si la athena de esa epoca porta una armadura ,supongo que no se dejara secuestrar tan seguido

como saori XD

 

Parece que Sócrates y Protágoras usando su deducciones ya saben quien es el traidor o mejor

dicho la traidora del santuario

 

parece que muchos emfrentamientos epicos se avecinan

 

Buen fic

 


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