CITA
Hola! Aquí les dejo el capítulo 10 de mi fic! Es un poco largo, pero es de los más importantes por las cosas que ocurren! A partir de éste cambio, cambiará el rumbo de la guerra!!!
Espero sea de su agrado! T_T
CAPÍTULO 10:
El Ejército de Lionel
¿Qué es el miedo? El miedo es una emoción… una sensación de angustia o nerviosismo por algo real o imaginario… un sentimiento de naturaleza desagradable por cosas que ocurren, que han ocurrido o que pueden ocurrir… un malestar que advierte peligro y genera terror.Santuario, Grecia. Meses atrás…Las ruinas de un viejo y deteriorado templo en medio del Santuario, fueron testigo del sufrimiento de un pequeño joven, quien no dejaba de sollozar y derramar lágrimas… hasta que un joven de hermoso ropaje dorado, y larga cabellera verde, se acercó a él.
—¿Por qué lloras, pequeño? –
preguntó el de ropaje dorado, al momento de colocar su diestra sobre el hombro de aquel joven de cabello celeste. ¿Qué te ha ocurrido que te ha hecho llorar de forma tan lastimosa?
—Oh… ¡pero si usted es el señor Lionel de Leo! –
exclamó el pequeño e inmediatamente se levantó, haciendo reverencia en señal de respeto. Lamento que me haya encontrado en esta situación tan vergonzosa… soy Uji del Pez Volador. –
agregó mientras limpiaba las lágrimas de su rostro.
—Olvida eso. –
dijo el de la melena verde y ropaje dorado. Dime qué es lo que te ha ocurrido. –agregó y sonrió.
—Es sólo que… hace tiempo, cuando aún no me convertía en Caballero de Bronce, tenía miedo. –
respondió el chico. El entrenamiento que se recibe es muy duro. No dejaba de pensar que quizá podría morir, y eso me angustiaba. Con el pasar de los días, meses y años, creí superarlo, pero ahora que ya me he convertido en Caballero de Athena, nuevamente siento temor. El sello que mantenía dormido al señor del Inframundo ha perdido su efecto, y aunque su cuerpo terrenal aún no aparece, algunos espectros ya han provocado alborotos en la Tierra. La guerra contra Hades sin duda está por comenzar. El momento de pelear, y quizá morir, está cerca…
—Pequeño Uji… -
musitó Lionel, al momento tumbarse de trasero sobre el suelo, recargando su espalda en una de las columnas que yacían en aquel templo destruido. Cuenta una vieja fábula, que había un ratón que vivía siempre angustiado, por el miedo que le infundía el gato. Fue entonces que, un hechicero conmovido por los lamentos de aquel pequeño ratón, decidió convertirlo en gato, para que así dejase de sentir temor por el audaz felino.
—¿Y fue así? ¿El ratón dejó de sentir miedo del gato? –
cuestionó Uji.
—Sí, así fue. –respondió Lionel de Leo. Pero siendo gato, empezó a sentir miedo del perro. Era un terror indescriptible el que sentía por aquel animal. –
agregó. Nuevamente conmovido, el hechicero decidió transformarlo una vez más, pero ahora en un perro… “Tal vez así no vuelva a sentir temor”, pensó. Sin embargo, siendo perro empezó a sentir miedo de la pantera… por lo que el amable hechicero lo transformó por tercera ocasión, ahora en una pantera.
—¿Y finalmente dejó de sentir miedo? –
curioso preguntó el pequeño Uji.
—No. –le respondió Lionel. Puesto que siendo pantera, empezó a sentir miedo del cazador.
—Uhm… no entiendo señor Lionel. –
murmuró el pequeño. Esto que me ha contado ¿Me ayuda de alguna forma? No entiendo…
—Jejeje. Aún no he terminado, Uji. Después de ver que siendo pantera tenía miedo del cazador, el hechicero se dio por vencido y lo transformó por última vez… dejándolo tal como era en un principio, como un pequeño ratón… “Nada que haga por ti podrá ayudarte, porque quien tiene alma de ratón, sea lo que sea, siempre tendrá miedo de alguien”, dijo el hechicero.
—Señor Lionel…
—Hades no es el problema, Uji. El verdadero problema eres tú mismo. Dejarás de sentir miedo el día que tu percepción de la vida y la muerte cambie, de otro modo, seguirás siendo como un pequeño ratón asustado.
Anthea, Grecia. Tiempo actual…El poder de la Explosión Cinética fue devastador, la fuerza destructora que Lionel liberó fue tal, que en aquel lugar se levantó una gruesa cortina de polvo que fácilmente podía verse a kilómetros de distancia.
—¡Señor Lionel! –
gritó el pequeño de cabello celeste, Uji del Pez volador, acercándose al león dorado. ¿Se encuentra bien? –preguntó al momento de colocar la diestra sobre el hombro del exhausto guerrero.
—Estoy bien… -
respondió Lionel. El poder de la Explosión Cinética es tan potente como desgastante… me tomará un momento reponer fuerzas. –
agregó, respirando con cierta dificultad.
—¿Eh? ¿A dónde ha ido Yago? –
preguntó Equus del Caballo Menor, mientras giraba su cabeza de un lugar a otro. ¿Acaso ese cretino ha escapado?
—Yago ya ha entrado al castillo. –
respondió el Caballero de Oro. Aprovechó la densa cortina de polvo para escabullirse y entrar al castillo sin que nadie se percatase de ello… pero obviamente no podía escapar de mis ojos, yo sí le vi entrar.
—¡Bien, pues entremos nosotros también! –
exclamó emocionado Uji.
—No tan rápido, Caballeros de Athena. –
proclamó una voz misteriosa, no muy lejos de allí.
El manto de asfixiante polvo que cubría el lugar, poco a poco empezó a disiparse… dejando al descubierto la figura espectral de un hombre, posado en lo alto del lúgubre castillo.
Pero aquel misterioso hombre no estaba solo, pues bajo su brazo izquierdo cargaba a un malherido guerrero que hasta ese momento, todos creían muerto, Aiacos de Garuda.
—Parece que he llegado justo a tiempo. –
alardeó el recién llegado. Yo, Radamanthys de Wivern, Estrella Celeste de la Ferocidad, me encargaré de hacerles pagar su insolencia, Caballeros de Athena. –
agregó, al momento de saltar desde lo alto del castillo, aún con su compañero en brazos, para caer justo frente a Lionel de Leo.
—¡Oye tú, Rada! –
gritó el de cabellera verde y ojos ámbar, Lionel. ¿No te parece de mala educación intervenir en combates ajenos? ¡Eso no es de hombres! Si no hubieses interferido, ahora tu compañero estaría muerto… ¿Sabes lo que me costó realizar dicha técnica? ¡Idiota!
—¿Rada? –
preguntó el espectro. ¿Cómo te atreves a hablarme así? Qué insolente eres.
—Radamanthys es un nombre muy largo… ¡qué pereza! –
dijo Lionel, riendo descaradamente. Para mí tú eres Rada.
—Ya entiendo… -
musitó Wivern. ¿Sólo estás haciendo tiempo, verdad? El ataque que has ejecutado, seguramente te ha dejado exhausto, y necesitas reponer fuerzas. Por eso es que no paras de decir tonterías. ¡Pero se acabó el juego! Os mataré, tanto a ustedes, como a esos dos insolentes que han logrado entrar al castillo.
—¿Dos? –
preguntó Beagle de Unicornio. Pero, sólo ha entrado Yago…
—No… -
musitó el león dorado. Desde hace tiempo alguien venía siguiéndonos… y logró colarse al castillo justo detrás de Yago. Ustedes no se han percatado de ello, pero así fue.
—Pero… ¿Quién es esa otra persona? –
preguntó Beagle desconcertado.
—Alguien que siente un profundo interés por Yago… tan profundo que le ha perseguido hasta éste lugar… como una sombra. –
respondió Lionel.
—Prepárense para lo que os espera, Caballeros de Athena. –
alardeó el espectro de Wivern.
—¿Cuál es tu prisa por matarnos, Rada? –
preguntó Lionel sonriente. ¿Es sólo porque es tu deber? ¿O estás molesto por tu ala rota?
Radamanthys ni siquiera se había percatado, pero el ala derecha de su surplice, había sido seriamente dañada durante el rescate de Aiacos de Garuda. La fuerza destructora de la Explosión Cinética fue tan grande que ni siquiera Wivern pudo salir ileso de ella.
—Infeliz… -
gruñó el de ropaje oscuro.
—¡Radamanthys! –exclamó un hombre al momento de salir por la puerta principal del castillo. Aiacos debe ser atendido inmediatamente ¿Podrías encargarte de él? Yo, Minos de Grifo, Estrella Celeste de la Nobleza, me haré cargo de estas sucias y pestilentes ratas.
Santuario, Grecia. Meses atrás…Velozmente, un joven Caballero corría por los accidentados caminos del Santuario. El paisaje cambió, cuando inesperadamente se topó con un enorme, verde y frondoso jardín, como si fuese un oasis en medio del desierto.
—¿Eh? ¿Qué es esto? –
preguntó el muchacho alto.
—Cannabis Sativa. –
respondió un hombre de ropaje dorado y larga cabellera, que se asomó de entre la verde vegetación.
—¡Oh… pero si usted es el señor Lionel! –
exclamó el muchacho alto. Yo soy Equus del Caballo Menor, Caballero de Bronce. –agregó, haciendo la correspondiente reverencia de respeto hacia su superior. Señor Lionel, permítame decirle que yo lo admiro.
—Juju. Así que tengo un admirador. –
dijo el Caballero Dorado jocosamente. Muy interesante… -
agregó. Estimado discípulo, de ahora en adelante tú serás el encargado de proveer a éste jardín de agua… estas preciosas plantas son sensibles a la falta de tan preciado líquido. Mis deberes como Caballero de Oro… jajaja… no, en serio, tengo deberes, y por ello no puedo estar pendiente de mi cultivo como se debe.
—¿Eh? ¿Cómo? –
preguntó el joven broncíneo, un poco confundido. Digo… ¡Será un honor! –exclamó, cambiando totalmente su expresión.
—Por cierto, mi estimado discípulo… -
dijo el de ropaje dorado. Cada día domingo celebro una importante reunión en templo del León, estás cordialmente invitado.
—¿De verdad? –
preguntó emocionado el Caballo Menor. ¡Uaaaah, es fantástico! Muchas gracias señor Lionel. Pero… ¿Hay algo que deba saber antes de asistir a dicha reunión? No quisiera parecer subnormal. ¿Cuál es el objetivo de la reunión?
—¿El objetivo? –
confundido, preguntó Lionel. Mmmm, bueno, son tres objetivos en realidad. Número uno: fumar hierba. Número dos: hablar pestes de Denon de Acuario. Número tres: fumar más hierba.
Anthea, Gracia. Tiempo actual…Gracias a la densa capa de polvo que la Explosión Cinética había levantado, Yago pudo colarse dentro del Castillo. Presuroso corría el joven de rostro deforme, recorriendo los siniestros pasillos de aquella fortaleza, hasta que un ser monstruoso le cerró el paso.
—¡Hasta aquí has llegado, Caballero de Athena! –
gritó aquel gigantesco hombre, con una singular y aguardentosa voz. Soy Stand, del Escarabajo Mortal, Estrella Celeste de la Repulsión. –
agregó el Espectro.
—Admiro tu entusiasmo, Stand. –
dijo Yago de Cisne. Pero no he venido aquí como enemigo de Hades. Éste ropaje sagrado que visto ahora, es lo único que puede relacionarme con Athena y sus Caballeros, pero mi lealtad es para el señor del Inframundo, y he venido a ofrecerle mi ayuda.
—¿Eh? ¿Qué dices? ¿En qué podrías ayudar tú al señor hades? Eres sólo un niño… ¡deja de decir estupideces!
—No son estupideces… ¿Ves esto? –
preguntó Yago al levantar el brazo izquierdo, señalando la pulsera de perlas negras que llevaba en su muñeca. Me la ha regalado Lamia de Sanguijuela… esa mujer Espectro infiltrada en el Santuario.
—¡No te creo! –
gruño el gigante.
Al no creer en las palabras del Caballero de Bronce, Stand del Escarabajo Mortal decidió poner fin a la discusión. De forma totalmente imprevista, un pequeño hueco se abrió en el suelo, justo entre aquellos dos guerreros. Pronto, aquel hoyo se vio envuelto en una espiral de tierra que en pocos segundos había formado un cono sobre la superficie. Y, en un instante, miles de escarabajos negros empezaron a emerger cual hormigas de un hormiguero.
—¿Escarabajos? –
desconcertado preguntó Yago, al verse rodeado por miles de estas pequeñas y repulsivas criaturas.
—Jujuju. Parece que mis pequeños amigos están emocionados contigo, Caballero. –
dijo el hombre de ropaje oscuro y figura grotesca. Ellos están hambrientos.
—¿Acaso pretendes que estas cosas me devoren? –
preguntó el Cisne. Qué estupidez…
—Claro que sí. –
Respondió Stand, muy confiado. En Egipto, mi tierra natal, estas criaturas existen desde épocas remotas. Lamentablemente mis pequeños amigos sólo se alimentan de carne muerta… ¡así que tendré que matarte para que ellos puedan darse un festín!
—¿Matarme? –
preguntó cínicamente el joven de Bronce. ¿Tú? ¿A mí? –
preguntó nuevamente, al momento de aplastar con su pie derecho a uno de los escarabajos que le rodeaban. Qué risa. Tú eres tan insignificante como cada uno de tus pequeños “amigos”. –
agregó, mientras con el pie remolía los restos del escarabajo que había aplastado.
El caparazón de los escarabajos es una corteza muy dura que al romperse provoca un tronido muy peculiar, como romper un trozo de madera. El sonido de aquel escarabajo siendo destrozado molestó enormemente al Espectro.
—¡Desgraciado! –
gritó el hombre de ropaje oscuro. ¿Cómo te atreves?
¡Black Beetle Attack!
(Embestida del Escarabajo Negro)
Los miles de insectos que cubrían el pasillo, pronto abrieron paso, dejando que aquella bestia saliera disparada en contra del muchacho de bronce. La intención de aquel gigantesco hombre era ensartar los enormes cuernos de su casco en el cuerpo del joven Caballero. Pero Yago, hábilmente pudo evadir el impacto: saltó sobre el Espectro, golpeó la cabeza de éste con el pie izquierdo para tomar impulso y saltar nuevamente, cayendo justo al otro lado.
—¿Qué? ¡No es posible! –
exclamó desconcertado Stand del Escarabajo Mortal.
—Eres un estúpido. –
dijo Yago, riendo cínicamente. Estuviste tan preocupado de no aplastar a estos insectos, que tu intento por matarme ha sido completamente inútil.
¡Freezing Arrow!
(Flecha Congelante)
Un frio e intenso aire rodeó el cuerpo de Yago, concentrándose principalmente en la palma de sus manos. Pronto, dicho aire tomó la forma de un arco y una flecha de hielo, que rápidamente Yago empuño. Sin perder tiempo, Yago disparó aquella flecha, que fue a clavarse justo al corazón de Stand del Escarabajo Mortal.
—Freezing Arrow… esta es la más poderosa de mis técnicas. –
proclamó el Cisne. Ahora tu corazón empezará a enfriarse… pronto sentirás un dolor intenso en el pecho, y no podrás respirar con normalidad. Los vellos de tu cuerpo se erizarán y tu piel endurecerá al momento de tornarse cada vez más pálida. Después, la temperatura de tu cuerpo descenderá de forma drástica, pues el corazón ya no estará bombeando sangre… esto te provocará una desesperante parálisis corporal. Y finalmente, tu corazón quedará convertido en un trozo de hielo cristalizado… sin duda una muerte lenta y dolorosa… pero preciosa al mismo tiempo.
—Maldito… -
moribundo, gimió el Espectro.
—Cuando mencionaste a Egipto como tu tierra natal, recordé una historia que cuando niño leí en el Santuario. –
dijo Yago. Era sobre un dios egipcio, al cual representaban con forma de escarabajo… Jepri era su nombre, si mal no recuerdo. Lo interesante es que en tu natal Egipto, a estas repugnantes criaturas se les considera como algo sagrado… algo divino. Supuse que aplastando a algunas de ellas podría ofender tus creencias… así lograría distraerte y entorpecer tus movimientos. Jejeje. Creo que soy muy listo… o quizá tengo demasiada suerte. En cualquier caso, eres tú quien ha terminado muerto. Pronto tu cuerpo empezará a hincharse… y mientras te pudres, emanarás un fétido aroma que será irresistible para tus pequeños “amigos”… al final serás tú el banquete.
Frente al castillo, una terrible pelea estaba a punto de empezar. Minos de Grifo, el tercer Juez del Inframundo, había aparecido en el campo de batalla, dispuesto a desaparecer todos los presentes.
Es una lástima que Rada y Aiacos se hayan ido. –
alardeó el león dorado. Era una buena oportunidad para mandar a los tres jueces de regreso al infierno. –
agregó y sonrió cínicamente.
—Pobre estúpido. –
dijo Minos, también entre risas. Mi poder basta y sobra para ponerte en ridículo. ¿Realmente crees que tendrías oportunidad contra los tres?
—Averígualo tú mismo, Minos. Vamos… ¡Ataca!
La intención de Lionel era utilizar la energía cinética de Minos, tal cual lo había hecho en su enfrentamiento con Aiacos, para así poder ejecutar nuevamente la Explosión Cinética y aniquilar completamente al Juez. Lionel había quedado seriamente lastimado, y se encontraba visiblemente exhausto, por lo que no podía ejecutar dicha técnica con su propia energía.
—Antes de mandarte al otro mundo, me gustaría que respondieras a una pregunta, Caballero de Athena. –
dijo Minos de Grifo, acercándose lentamente al león dorado. ¿Qué es lo que provoca que no seas afectado por el campo de fuerza que cubre al castillo y sus alrededores?
—¿Campo de fuerza? –
preguntó el de la armadura de oro, visiblemente sorprendido ante tal cuestionamiento. ¿De qué porqueria hablas?
—Éste castillo se encuentra protegido por un campo de fuerza invisible. –
respondió el Espectro. Todo aquel que llegue hasta aquí, y sea ajeno al ejército del señor del Inframundo, será afectado por dicho campo.
—¿Ah sí? ¿Y en qué afecta el dichoso campo? –
preguntó Lionel.
—La fuerza de aquellos pobres infelices que tengan el infortunio de ser afectados por esta energía, se verá disminuida considerablemente. –
respondió el de ropaje oscuro y ostentosas alas negras. Es decir, serán tan vulnerables como un bebé.
—Es imposible… -
musitó el joven león.
—Vaya… parece que realmente no lo sabías. –
sarcásticamente, dijo el Espectro. ¿Has venido a la cueva del lobo sin ningún tipo de información? De ser así, obviamente tampoco sabrás por qué razón tú y tu compañero no son afectados por el campo.
—¿Mi compañero? ¿De qué hablas?
—Uno de esos dos infelices que entraron al castillo… uno de ellos tampoco es afectado por el campo de fuerza. Aunque por la energía que puede percibirse, debe ser un guerrero de baja categoría… un Caballero de Bronce.
—Yago… -
musitó Lionel, confundido como nunca antes. ¿Acaso Yago me ha traído a este lugar, sabiendo que podría ser afectado por el campo de fuerza? ¿Sabiendo que todos nosotros podríamos morir, excepto él? ¡Hijo de cain!
—No te preocupes, Caballero de Athena… pronto volverás a ver a tu compañero y podrás ajustar cuentas con él. Después de que os mate a ambos, ¡se reunirán en el Inframundo!
—¡Detente Minos! –
exclamó el más prudente de los Caballeros de Bronce, Beagle de Unicornio. El señor Lionel no está solo… no permitiremos que se aproveche de su estado para atacarlo.
—¡Beagle, largo de aquí! –
gritó el león dorado. No tienen oportunidad contra ese sujeto… ¡Regresen al Santuario!
—¡De ninguna manera! –
proclamó el más pequeño de los Caballeros, Uji del Pez Volador. Hace tiempo hicimos una promesa… ¿Lo recuerda?
—Uji… -
murmuró Lionel.
—Prometimos que, el día que llegara la hora de morir… ¡lo haríamos juntos! Como hermanos… –proclamó el más alto de los Caballeros, Equus del Caballo Menor.
—Escucha bien, Minos. –
profirió el Unicornio, rebosante de furia. Para hacerle daño al señor Lionel… ¡Tendrás que pasar sobre nuestro cadáver!
—Haberlo dicho antes. –
dijo Minos, al momento de sonreír maliciosamente.
De forma inesperada, la cabeza de Beagle se desprendió de su cuerpo. Todo había sido muy rápido, al principio sólo podía distinguirse una mancha de sangre suspendida en el aire, y poco después, ya podía verse una cabeza volando y girando de forma grotesca, hasta caer al suelo. La sangre no había dejado de correr, cuando las cabezas de Uji y Equus igualmente fueron cercenadas. Era una escena totalmente siniestra, los cuerpos mutilados de aquellos jóvenes guerreros, no dejaban de salpicar sangre.
—Cosmic Marionetion. –
musitó Minos de Grifo, sonriendo obscenamente. Qué estúpidos… desde hacía un momento que hilos invisibles rodeaban sus cuellos. Sólo he tenido que mover un dedo para decapitarles.
—¡HIJO DE cain! –
gritó Lionel, al momento de derramar lágrimas de furia y dolor. Pagarás por esto… ¡Te lo juro! –
agregó furioso, mientras Minos no dejaba de sonreír.
Santuario. Grecia. Días atrás…Habían pasado un par de días, desde que Lionel tuvo un sanguinario enfrentamiento con Queen de Alraune. A pesar de que aquel siniestro Espectro estuvo a punto de cortar la cabeza del león dorado, al final el Caballero de Athena consiguió derrotarle. Pero, no todo terminó gratamente para todos, pues el joven Caballero del Unicornio, Beagle, perdió la mano izquierda en dicho enfrentamiento.
—¡Oh! ¡Pero si es el más cuerdo de mis discípulos… Beagle! –
exclamó Lionel, apenas vio al joven unicornio entrar al templo del León.
—Señor Lionel… parece que he llegado justo a tiempo la reunión. –
dijo el joven broncíneo.
—¿Cómo sigue tu herida? –
preguntó el joven peliverde.
—Aún duele un poco… pero está mejorando. –
respondió Beagle.
—Para el dolor… no existe mejor remedio que usar Cannabis Sativa.
Lionel creía que tan atractiva planta podía curar casi cualquier padecimiento. Alguna vez obligó a su amigo Deos de Sagitario a consumirla, después de que éste le había comentado que tenía un fuerte dolor de cabeza. De igual forma, Fëanor de Aries se vio obligado a consumir la hierba, después de haber manifestado un leve malestar estomacal.
—Señor Lionel… antes de que Equus y Uji lleguen… me gustaría agradecerle por haber salvado mi vida.
—No tienes nada que agradecer, Beagle. Cuando era más joven… cuatro Caballeros de Oro y yo, formábamos parte de un grupo. Éramos los mejores amigos, pero con el tiempo las cosas han cambiado. Seguimos siendo amigos, pero las distintas responsabilidades que como Caballeros de Oro tenemos, nos han alejado un poco. Equus, Uji, tú y yo, ahora formamos un nuevo grupo… y como prometimos en alguna reunión pasada, si morimos, lo haremos juntos, como hermanos.
Anthea, Grecia. Tiempo actual…El ejército de Lionel había sido decapitado… no había nada que los Caballeros de Bronce pudieran hacer, Minos de Grifo era el más terrible oponente que hubiesen enfrentado… el sadismo y bestialidad de aquel hombre era incomparable, sin duda era un demonio salido del infierno.
—Hijo de cain… -
musitó Lionel, mientras observaba a sus compañeros tendidos sobre el suelo, mutilados… muertos. ¡Te mataré! –
agregó, dirigiendo la Mirada hacia el despiadado asesino.
¡King of Beasts!
(Rey de las Bestias)
El puño de Lionel pronto se vio envuelto en resplandeciente energía, que en un instante fue lanzada en contra del Juez del Inframundo, tomando la forma de un imponente y fulguroso león dorado… pero bastó que el hombre de ropaje oscuro extendiera los brazos hacia el frente, para poder detener aquella energía destructiva con la palma de sus manos.
—¿Qué ocurre, Lionel? ¿Te has quedado sin energías? –
preguntó Minos, evidentemente haciendo mofa de los esfuerzos de aquel Caballero de Athena. Deberás esforzarte un poco más si es que quieres mantener la cabeza unida a tu cuerpo.
—Minos… si mi energía no es suficiente para acabar contigo, intentaré otra cosa. No importa la forma… lo único seguro es que vas a morir… hijo de cain.
A pesar de que a Lionel no le agradaba del todo utilizarla, en ésta ocasión no tenía otra opción. Lentamente Lionel llevó la diestra hacia su espalda, y tomó una resplandeciente flauta de oro, la Flauta Celeste.
—¿Una flauta? –
curioso preguntó Minos. Parece que los ataques de Aaicos te han hecho perder la razón… ¿O acaso fue por ver morir a tus compañeros? ¿O quizá simplemente quieres tocar una bella melodía, por ser hoy el día de tu funeral?
—Esta flauta, es la Flauta Celeste. –
respondió Lionel. En tiempos mitológicos, cuando las guerras entre dioses no existían, los dioses del Olimpo entregaron valiosos regalos a Athena… 11 increíbles objetos con poderes sorprendentes. Con el tiempo, Athena decidió entregar estos objetos a los guerreros más poderosos de su ejército, los Caballeros de Oro, siendo el regalo 12 brindado por ella misma. Morirás al rito de una bella y mortal melodía, Minos. Siendo esta flauta un Regalo Olímpico… ¡Acepta tu muerte como un castigo de los dioses!
—Idiota… -
murmuró Minos.
—¡Aaaaaaargh!
Justo cuando Lionel colocó la flauta en su boca, el brazo con el cual la sostenía fue arrancado violentamente de su cuerpo. La sangre empezó a emerger a chorros, provocando a Lionel un terrible dolor.
¡Cosmic Marionetion!
(Marioneta Cósmica)
Miles de hilos invisibles brotaron de los dedos del sádico Espectro. Cada uno de estos hilos entró al cuerpo del Caballero de Oro, sellando sus movimientos casi en su totalidad.
—Cosmic Marionetion. –
musitó Minos. Lionel, a pesar de que no puedes verlos, en éste momento miles de hilos invisibles cubren tu cuerpo… no hay parte de ti que no esté bajo mi control… con sólo mover un dedo, ahora mismo podría arrancarte la cabeza. –
agregó, mientras de forma bizarra y misteriosa movía sus manos, como si estuviese jugando con una marioneta.
—Maldito… -
gruñó el joven Caballero. ¿Qué esperas entonces? ¡Mátame!
—Debo confesarte algo, Lionel. –
dijo el Espectro. Disfruto torturando a mis víctimas. –
agregó, sonriendo sádicamente. Tus compañeros eran muy poca cosa para mí, por esa razón tuvieron una muerte rápida. Pero tú… tú eres un Caballero de Oro, tú mereces un trato especial. Maldice tu destino Caballero de Athena, porque has tenido el infortunio de toparte con aquel conocido como “El Maestro de las Marionetas”.
Apenas Minos pronunció aquellas palabras, y el brazo izquierdo de Lionel empezó a girar sobre sí mismo, hasta desprenderse. El dolor que el joven peliverde sentía era indescriptible.
—Ahora ya no tienes brazos. –
dijo Minos. ¿Qué perderás a continuación? ¿La pierna izquierda? ¿La pierna derecha? –
agregó, mientras al mover sus dedos retorcía las piernas de Lionel sin compasión.
—¡Jódete desgraciado! –
gritó el joven león. ¡Que te jodan! –
agregó, al momento de forzar su cuerpo, intentando escapar de aquella tétrica prisión de hilos invisibles.
—¡Es inútil! Mientras más te resistas, más heridas provocarás en tu cuerpo. –
proclamó el Espectro, justo en el momento en que la pierna izquierda de Lionel fue cercenada.
—¡Uuaaaah!
—Jajaja. Debo admitir que hace mucho tiempo que una marioneta no me provocaba tal diversión… tal placer. –
dijo el Espectro, al momento de arrancar violentamente la pierna derecha del joven peliverde.
—¡Uaaaah! ¡Hijo de cain!
—Ahora que puedo observarte detenidamente, Lionel, me doy cuenta del color de tus ojos… ámbar, justo como los míos. –
dijo Minos. Jamás había conocido a otra persona con ojos color ámbar… creí ser el único. ¿Y sabes qué? Me agrada la idea de ser único.
Aquellas palabras parecían haber sentenciado un acto cruel y sádico, digno de la peor de las bestias. Fue algo confuso, Minos realizó un movimiento extraño con sus manos, y en un instante, los ojos de Lionel habían salido disparados fuera de su órbita. En medio de un grito espeluznante, chorros de sangre empezaron a emerger de aquellas cuencas oculares. Lionel había perdido brazos y piernas, y ahora también sus ojos.
—¡Hijo de cain! –
gritó Lionel, sumido en una terrible agonía.
—Antes de arrancarte la cabeza, te informo que la Flauta Celeste como tú la llamas, fue aquello que impidió que fueses afectado por el Campo de Fuerza del castillo. Siendo un regalo de los dioses, te protegió. Te lo hago saber, para darte las gracias… esa flauta es un objeto de gran valor, y ahora me pertenece. Dicho eso… ¡Muere!
Minos decidió poner fin a la vida del joven León, pero éste parecía no querer morir… mientras Minos trataba de hacer girar la cabeza del peliverde hacia el lado izquierdo, Lionel hacía un esfuerzo sobrehumano para girarla hacia el otro.
—¡Estúpido! –
exclamó Minos. ¿Por qué te resistes? ¿No entiendes que dejarás de sentir dolor cuando ponga fin a tu existencia? ¿Acaso tienes miedo a morir? No te preocupes, el miedo desaparecerá con tu último aliento… ¡Así que deja de oponer resistencia!
—Te equivocas, Minos… -
musitó el malherido Caballero de Athena. Hace mucho tiempo que dejé de temerle a la muerte. Se escuchará muy raro, pero cuando ese Espectro llamado Kojiro me cortó el cabello, supe que pronto iba a morir. Y aún así decidí seguir adelante… porque nadie puede escapar a su destino. Y tú tampoco escaparás del tuyo, Minos. Algún otro Caballero de Athena te dará tu merecido… y yo te estaré esperando en infierno… hijo de cain.
—Mhu… ya me aburriste. –
profirió es de la Estrella Noble. Sigues siendo un insolente ¿No te das cuenta de la posición en la que te encuentras? Ahora mismo te cortaré la cabeza.
—¡QUE TE JODAN MINOS!
Así fue como Lionel pronunció sus últimas palabras. Tal como Minos lo había advertido, la cabeza del león fue arrancada violentamente. Y en un instante, una fuente de sangre empezó a emerger furiosamente de aquel cuerpo inerte. La cantidad fue tal, que incluso Minos fue salpicado por ella.
—Esta sangre… -
murmuró el espectro al mirar la palma de su mano, poco después de limpiar la sangre en su rostro. Qué calidez…
La mente de Minos fue invadida por miles de imágenes que velozmente pasaban frente a él… imágenes confusas, sin sentido alguno, pero que le hacían sentir un calor que nunca antes había sentido, o que quizá había olvidado. ¿Acaso tras la piel de aquel hombre cruel, se escondía un triste pasado? ¿Quizá la sangre caliente de aquel valiente guerrero, le ha mostrado que él también es un humano? Es algo que quizá jamás pueda aclararse.
Mientras jóvenes y valientes guerreros perdían la vida frente al castillo, dentro de éste alguien había seguido su camino. Después de haber asesinado a Stand del Escarabajo Mortal, Yago fue interceptado por dos soldados rasos, quienes inútilmente trataron de matar al Cisne con el filo de sus guadañas. Ésta cuchilla era el símbolo que caracterizaba a la defensa básica en el ejército de Hades, pero no fue suficiente para detener al intrépido intruso.
—¡Fuera de mi camino! –
gritó el joven de cabello oscuro y rostro deforme.
¡Diamond Dust!
(Polvo de Diamante!
El puño de Yago pronto fue cubierto por una intensa energía glaciar que velozmente fue lanzada en contra de uno de aquellos soldados que le habían cerrado el paso. Aquel pobre infeliz no pudo soportar el intenso frio, y murió casi instantáneamente. Al ver la muerte de su compañero, el segundo soldado intentó escapar, pero Yago tenía algo preparado para él. La fuerza y velocidad de un simple soldado raso no podía compararse a la de un Caballero de Bronce, por lo que el Cisne fácilmente pudo alcanzar a aquel cobarde: le tomó del cuello y utilizando una increíble fuerza, digna de un Caballero, lo rompió.
—De esta forma será más sencillo llegar ante Hades. –
pensó el joven broncíneo, mientras perversamente observaba el cadáver de aquel soldado.
La intención de Yago era asesinar a aquel desgraciado de tal modo que su ropaje oscuro no resultase dañado, de esta forma podría utilizarlo en él mismo para llegar hasta Hades como uno de los suyos, sin que nadie pudiera cerrarle el paso.
Después de un largo recorrido, finalmente, Yago disfrazado como un soldado raso, llegó al salón principal, donde el dios del Inframundo descansaba tranquilamente en el trono real, acampado de una bella y enigmática mujer, Pandora.
—Soldado… ¿Qué puedes decir acerca de lo que está ocurriendo frente al castillo?–
dijo de forma seria y totalmente autoritaria, la bella mujer, Pandora. Has demorado… ¿Acaso has tenido algún imprevisto? –
agregó, dirigiendo una fría mirada hacia el soldado raso que yacía arrodillado frente a ella.
—Tú no eres uno de mis soldados… -
musitó Hades. ¡Revela tu verdadera identidad!
El ropaje oscuro de aquel soldado fue destruido en un segundo, dejando ante la vista de todos al impostor que había tenido el atrevimiento de urdir semejante engaño, Yago de Cisne.
—¡Un Caballero de Athena! –
exclamó la mujer de gran belleza y larga cabellera negra. Infeliz… ¿Has venido hasta aquí pretendiendo atentar contra el señor Hades? ¡Ahora mismo tendrás tu merecido!
—¡Espera por favor! –
exclamó el joven broncíneo, arrodillándose inmediatamente. Mi intención no es lastimar al señor Hades… he venido de tan lejos para mostrarle mi lealtad, señor. Soy Yago de Cisne.
—¿Acaso has traicionado a Athena? –
preguntó Hades.
—Nunca he sido apreciado dentro del Santuario, señor. –
respondió el Cisne. Además, considero que Athena es una diosa inútil que no merece tener el control de nuestro planeta. Las personas son cada día más corruptas, violentas y perversas. Bajo su mando, en algunos años la humanidad estará completamente perdida. Señor, le aseguro que yo podría serle de gran utilidad… sólo tiene que confiar en mí…
—¿Por qué habríamos de confiar en la palabra de un Caballero de Athena? –
dijo la mujer al interrumpir. Tú palabra no vale nada.
—Esto me lo ha regalado Lamia de Sanguijuela. –
respondió el joven broncíneo, señalando la pulsera de perlas negras que llevaba en su muñeca. Estoy enterado de todo… esa mujer es un Espectro, ha permanecido oculta en el ejército de Athena por muchos años, aparentando ser la amazona de Ofiuco, actuando desde las sombras. –
agregó el muchacho de rostro deforme. Ella ha confiado en mí… me ha regalado esta pulsera como prueba... además me advirtió que éste objeto me protegería del campo de fuerza que rodea al castillo.
—Quizá deba confiar en ti… -
musitó Hades, aparentemente convencido por las palabras de Yago.
—Señor Hades… -
dijo la mujer enigmática. Todos confiamos en su infinita sabiduría. Si realmente considera prudente aceptar a éste Caballero de Athena como uno de los suyos, nadie objetará su decisión. Sin embargo, le ruego me permita someter a ese hombre a una prueba, una prueba de lealtad. Para así poder confirmar la claridad de sus intenciones.
—¿Una prueba? –
preguntó Hades. Haz lo que consideres pertinente, Pandora, tienes mi aprobación.
—Gracias, señor.
En ese momento, Pandora levantó el tridente que poco antes le había entregado uno de los soldados. Yago no entendía qué era lo que pretendía esa mujer, cuál era la prueba. Pero pronto lo descubrió… cuando repentinamente apareció frente a él una mujer enmascarada, Corinne de la Zorra.
—¡Corinne! –
exclamó el joven broncíneo. ¿Qué porqueria haces aquí?
—¡Yago! –
gritó la chica enmascarada.
—Yo la he traído hasta aquí. –
dijo Pandora, mostrando una leve y sutilmente descarada sonrisa. Al igual que tú, esta mujer entró al castillo, pero viendo tu reacción, al parecer no lo sabías ¿Verdad?
—Yago… -musitó Corinne. Lo siento, te he seguido desde que saliste del Santuario con el señor Lionel. Lo lamento, no quería ocasionarte problemas… sólo quería estar cerca de ti.
—Corinne…
—Yago, parar mostrar tu lealtad a Hades, tendrás que cortar la cabeza de esa mujer. –
dijo Pandora. Vamos… toma la guadaña que llevabas contigo al entrar a éste lugar, y hazlo. Termina con la vida de tu compañera.
¿Realmente Yago sería capaz de hacer tal cosa? Corinne de la Zorra no era cualquier chica… ella siempre estuvo enamorada de él, y estuvo a su lado todo el tiempo. Cuando Yago estuvo herido, ella estuvo allí para atenderlo. Cuando Yago estuvo enfermo, ella estuvo allí para cuidarlo. Cuando Yago estuvo triste, ella estuvo allí para consolarlo. Yago nunca fue popular dentro del Santuario, en realidad, todos le odiaban… excepto dos personas: Corinne de la Zorra y Abel del Cisne. La envidia y la ambición hicieron que Yago terminara con la vida de Abel… ¿Ocurriría lo mismo con Corinne?
—Corinne… -
musitó Yago, al momento de tomar la guadaña que yacía en el suelo. No tengo alternativa… -agregó al empuñar la mortal cuchilla.
—Yago… -
musitó la chica enmascarada. Moriré por ti si así lo deseas…
—¡Lo siento! –
gritó el joven de bronce, abalanzándose contra la indefensa muchacha.
En medio del rastro luminoso que la guadaña dejó a su paso, la cabeza de aquella joven Amazona fue desprendida de su cuerpo. Con un movimiento sumamente violento, Yago arrancó la cabeza de aquella persona que le había entregado todo en la vida… su amor, su inocencia.
Lentamente Yago caminó hacia el cuerpo inerte de Corrine, la sangre que no dejaba de brotar, había cubierto gran parte del salón. Al estar frente a la cabeza decapitada de aquella chica, se inclinó, le retiró la máscara que aún tenía puesta y pudo ver las lágrimas que la joven había derramado.
—Lo siento Corinne… pero antes que tú y antes que todos, estoy yo. –
dijo el cisne. Gracias a tu sacrificio, podré tener el poder que siempre he ambicionado… y al mismo tiempo, podré vengarme de todos aquellos que me han humillado. –
agregó, al momento de incorporarse.
Yago tomó la máscara de Corinne y la colocó sobre su rostro deforme. Yago era ahora un guerrero enmascarado… con la máscara no sólo dejó atrás su repugnante y nauseabundo rostro amorfo, sino todo rastro de humanidad en él.
En una región poco conocida de Grecia, existe un pueblo llamado Anthea, famoso por el tétrico y peligroso bosque Dysthe, habitado por demonios y monstruos horribles según creía la gente. Detrás de aquel bosque macabro, Hades levantó un enorme y ostentoso castillo, rodeado por un campo de hermosos tulipanes. A la entrada de aquel campo floral, un hermoso arco esculpido a base de mármol y caliza fungía como entrada a los dominios del señor del Inframundo. Ahora, de aquel arco colgaban de forma espeluznante 6 cabezas, pendientes de finos hilos atados a la construcción. Las cabezas decapitadas de aquellos Caballeros de Athena que se atrevieron a entrar al territorio enemigo, fueron exhibidas a la entrada, mostrando lo que pasaría con cualquier infeliz que quisiera seguir su ejemplo, e ir en contra del todo poderoso Hades.
¿Qué es el miedo? El miedo es una emoción… una sensación de angustia o nerviosismo por algo real o imaginario… un sentimiento de naturaleza desagradable por cosas que ocurren, que han ocurrido o que pueden ocurrir… un malestar que advierte peligro y genera terror. Pero… ¿Qué es el miedo para un guerrero? El miedo para un guerrero es su peor enemigo… es por eso que, no importa cuál sea la situación, nunca debe mostrarse o la pelea se habrá perdido antes de iniciar. “Un guerrero nunca se preocupa por su miedo” —Carlos Castaneda.
CITA
Por cierto... la parte en que Lionel menciona algo de su cabello corto, no está puesta nomás porque sí jujujuju es importante para algo que se mencionará después.
Editado por Cástor_G, 31 enero 2011 - 18:21 .