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Saint Seiya ~Shinka no Tounan~ | 聖闘士星矢 ~ 神火の盗難 ~


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#1 WynegS

WynegS

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Publicado 31 enero 2020 - 22:30

Buenas!

 

Les traigo un fanfic en proceso, su nombre es "Saint Seiya - Shinka no Tounan" (SS - El Robo del Fuego Divino) y trata sobre, bueno... Saint Seiya, pero desde una mirada (un poco) más apegada a la historia griega antigua, tratando de utilizar los mitos y personajes de estas historias, espero lo disfruten y dejen algún comentario ;)

 

Tengo otros escritos en Wattpad y Megustaescribir, pueden buscarme por mi nombre de usuario.

 

 

Capítulo 1 – Ελιά (Eliá / Olivo).

 

Día soleado y ajetreado en el ágora, la gente discute los misterios fundamentales y otros asuntos más terrenales, los mercaderes vocean a los transeúntes para tentarlos con sus exquisiteces, mientras que en los templos las almas en necesidad claman por ayuda divina.

Rápidos pasos. Saltos, gritos. Un brioso joven se yergue sobre la multitud, con una de sus manos llena de frutos del olivo, los cuales descansaban en una canasta segundos antes, esperando a ser comprados por alguien. Una amenaza se escucha.

  • Corre tanto como puedas, Βέλος (Vélos), no durarías ni cinco minutos en una carrera –gritó el vendedor a quien le robaron su mercancía, agitando firmemente sus brazos en el aire.
  • ¡Las carreras duran menos que eso, idiota! –respondió el joven mientras huía, saludando con la mano atiborrada de aceitunas, cayéndosele algunas—. ¡Algún día te las retribuiré, gracias!

Vélos era un joven huérfano, acostumbrado a vivir en las calles del ágora y la acrópolis, recurriendo a pequeños trabajos y robos para mantenerse con vida, valiéndose siempre de su velocidad para completar sus tareas o evitar ser atrapado por los comerciantes a los que defraudaba. Sus ojos eran de color café, centelleantes, y su cabello rizado compartía la misma coloración, con su tez tostada por su larga estadía bajo el dios Sol y sus ágiles piernas bendecidas al parecer por el mismísimo Hermes.

Aunque la verdad era que no había sido bendecido con belleza, riquezas ni ningún otro atributo. Pero eso no lo detendría en lo que quería hacer, cambiar su destino, aunque este estuviese escrito profundamente en una roca imposible de labrar.

  • Gracias, Hermes –dijo Vélos, engullendo unas aceitunas, escupiendo los cuescos en su mano desocupada, caminando despreocupadamente por las calles, impactando en el hombro de una sacerdotisa que justamente salía de un templo—. Discúlpeme, doncella.

La joven mujer se quedó viendo al muchacho que la golpeó involuntariamente, en silencio, agarrando la gargantilla de oro que adornaba su cuello, de la cual colgaba una figura de mármol tallada con forma de lechuza, sintiendo el olor de las aceitunas. No temía ser asaltada, pero el impacto desordenó su joya colgante, regresándola al sitio correcto. Ambos jóvenes continuaron sus caminos, distanciándose, avanzando en direcciones opuestas.

  • Siempre dice que me las pagará, pero es sólo un niño, no sé qué cree que le deparará el futuro, pero los dioses no lo han bendecido –refunfuñaba el mercader, llorando aún por las aceitunas robadas, siendo escuchado por la sacerdotisa, quien se detuvo en seco, cambiando de dirección, comenzando a seguir al muchacho.

El joven ladrón caminó a las afueras del ágora, sin percatarse de que estaba siendo perseguido por la sacerdotisa, deteniéndose en un terreno baldío. La muchacha también se detuvo. La distancia se mantuvo, Vélos era observado. El suelo fue perforado en varias ocasiones con una larga rama de madera, los cuescos del fruto del olivo fueron sembrados en cada uno de esos agujeros, luego todos fueron cubiertos con tierra. El joven corrió en dirección a la playa. Regresó unos minutos después, cargando un ánfora destrozada desde el cuello hacia arriba, vaciando agua sobre los sitios donde plantó anteriormente los cuescos. La sacerdotisa avanzó.

  • ¿Qué estás haciendo? –preguntó la sacerdotisa a Vélos, espantándolo al aparecer repentinamente.
  • ¡Qué me lleva la muerte! –gritó Vélos, cruzando los brazos sobre su cabeza, agachándose un poco, viendo entre sus extremidades—. Tú, tú eres…

Vélos observó a quién tenía en frente, reconociéndola como la muchacha con la que había chocado rato atrás. A través de su delgado y blanco velo podía verse un cabello dorado como el sol, cayendo sobre sus níveos hombros, rizándose en las puntas. Sus ojos eran un fiel espejo del cielo despejado, brillantes y grandes, con una intensidad que llamaba a la obediencia. Su sotana cubría casi completamente su cuerpo, dejando parte de los hombros fuera, siendo del mismo color del velo, aunque no dejaba pasar la vista a través de él. Vélos estaba anonadado.

  • ¿Robaste los frutos del olivo del mercader? –preguntó la muchacha, con evidente molestia, sacando a Vélos de su estupor.
  • Sí, pero algún día se los devolveré –respondió Vélos desvergonzadamente, mostrando el lugar donde sembró los cuescos con un ademán.
  • Es un terreno abandonado –apuntó la muchacha, acercándose más a Vélos.
  • Lo sé, no es de nadie, le pregunté a los dueños de terrenos cercanos y no es de nadie –dijo Vélos con una sonrisa—. Sólo robé las aceitunas, nada más.
  • No me refiero a eso, es tierra infértil, esa es la razón de que nadie quiera este terreno –dijo la joven mujer, descolocando a su oyente.
  • Pero… Pero… Eso no importa, yo sé que lo lograré, aunque el agua no llegue acá, todos los días riego a mis futuros árboles –expresó Vélos, mostrando su vasija rota.
  • ¿Con agua de mar? –preguntó retóricamente la doncella.
  • Sí –respondió Vélos, sonriendo nuevamente.
  • No brotarán. Eres un ladronzuelo y un tonto, no podrás devolverle los frutos al mercader, nunca –aseveró la sacerdotisa, tratando de desanimar al muchacho.
  • Tú no lo entenderías –dijo Vélos, girándose, mirando al suelo.
  • ¿Qué? –dijo la mujer, descubriendo su cabeza, quitándose el velo que cubría su cabello y rostro.
  • No fui bendecido por los dioses como ustedes, no tengo dones divinos, menos belleza o dinero. Mira tu gargantilla, ¡es de oro! Los templos reciben toda clase de ofrendas, yo ni siquiera recibo limosnas… ¿Me entiendes? Somos de mundos distintos. Tu vida está asegurada, yo tengo que ganármela todos los días. Sé que robé las aceitunas, siempre al mismo mercader, sólo a él he perjudicado, en realidad no… ¡Pero lo compensaré! Estoy trabajando para lograrlo y no permitiré que una muchacha acomodada como tú me diga que es imposible hacerlo, si no funciona aquí, ¡buscaré un nuevo lugar y lo lograré! –dijo Vélos, explayándose, sorprendiendo a la sacerdotisa con su vehemente discurso.
  • ¿Eso es…? –pensó la joven, sintiendo una tenue brisa en su impoluto rostro, observando un sutilísimo brillo rodeando a Vélos—. ¿Cuál es tu nombre?
  • Vélos, bueno, en realidad no es mi nombre, pero… –respondió nervioso el joven, al fijar su mirada en el bello rostro y cabello de la sacerdotisa, con un perfil parecido a los labrados por los grandes escultores de su país.
  • Vélos, buena suerte –dijo la muchacha, cubriéndose la cabeza, retirándose del lugar.

Vélos quiso preguntar el nombre de la sacerdotisa, pero sintió temor de provocar al dios del templo al que la muchacha pertenecía, no quería visitar el inframundo tan pronto. Así, prosiguió con su día, regando cada uno de los sitios sembrados, retirándose ya entrada la tarde, durmiéndose en las afueras del ágora.

Al día siguiente, Vélos continuó con su rutina matutina, revisando los cuescos sembrados, regándolos con agua de mar y buscando algo de comer distinto a los frutos del olivo, esperando algún día contar con varios árboles para poder vender sus propias aceitunas y pagar el “favor” que el mercader le estaba haciendo, para salir de la pobreza que le traía el ser huérfano.

Sin embargo, había algo que había cambiado y él no lo sabía, estaba siendo vigilado desde la lejanía, siguiendo cada uno de sus pasos. A veces de frente, otras veces desde altura, pero siempre inadvertidamente. Un aleteo. La tarde llegó y los cuescos debían ser regados nuevamente, el ánfora se llenó varias veces, el día era caluroso y brillante.

  • ¡Qué cansancio! –gritó Vélos, tirándose al piso, mirando las nubes, recordando el traje blanco de la sacerdotisa del día anterior, espantándose por el aleteo repentino de un ave, posándose una lechuza blanca en una piedra cercana a él—. ¿Qué? ¡Sal de aquí, pájaro, no te robarás mis preciados cuescos, chu, chu, vuela!

El ave retrocedió con un salto, pero no se echó a volar, girando su cabeza como si tratara de entender lo que se le decía. Vélos siguió tratando de espantar al albo pájaro, sin lograrlo, aburriéndose, momento en que la lechuza se fue por su cuenta.

  • Maldito pájaro, que se vaya a robar a otro lado, se salvó de ser mi cena… ¡Qué hambre! –reclamó el muchacho, con retortijones en las tripas, dejando el sembradío para buscar la última comida de su día.

La noche llegó. Luego la mañana. La rutina comenzó. Revisar, regar, desayunar. El ágora estaba llena como todos los días, conversaciones, exquisitos aromas de las nuevas mercancías, plegarias al Olimpo, ofrendas. La tarde, los cuescos debían ser regados, de vuelta al terreno baldío. Dos figuras humanas estaban en él. Una reconocible, la sacerdotisa, la otra no, aunque también era una mujer.

  • Sacerdotisa, ¿qué es lo que haces aquí nuevamente? No me digas que me acusaste a las autoridades, te dije que el terreno no tiene dueño –dijo Vélos, hablándole a la muchacha, mirando a la alta, rubia y de azules ojos mujer que la acompañaba, notando que esta tenía un puñado de tierra en su mano izquierda.
  • Traje a una amiga que puede ayudarte con unos consejos sobre cultivos, ya que este sitio es completamente infértil –dijo la muchacha de blanco traje, sin sacar el velo de su cabello, extendiendo los brazos para señalar el terreno.
  • Tienes razón, este terreno no sirve para cultivar –dijo la mujer, sin mirar a Vélos, botando la tierra, la que se esparció como un fino polvo a causa del viento del lugar.
  • Otra más –pensó el muchacho antes de abrir la boca, dispuesto a echarlas del lugar; sin embargo, observó el polvo que el viento se llevaba, notando algo a unos metros de donde se encontraban apostados, abalanzándose al lugar, gritando de júbilo, dando saltos—. ¡Sí, lo logré, sí!

La mujer que acompañaba a la sacerdotisa se acercó a Vélos, viendo un pequeño y frágil brote de color verde emergiendo desde la infértil tierra, agachándose para examinarlo más de cerca.

  • No sobrevivirá –dijo la mujer, agarrando un nuevo puñado de tierra cercana al brote mientras se levantaba del piso, generando un reclamo de Vélos, que pasó de la alegría a la preocupación—. Si lo que dices es cierto, el agua de mar puede haber cambiado algo en este terreno, permitiéndole a este brote emerger, pero no durará si se queda aquí, a menos que…

Vélos sintió como si el piso bajo sus pies se hubiera sacudido, cayendo sentado en este, percibiendo una extraña, cálida y brillante presión en el ambiente, arremolinándose el viento entorno a ellos, notando una tenue y etérea luminosidad que envolvía y parecía brotar de la mujer que acompañaba a la sacerdotisa, inundando todo el lugar con su presencia.

  • ¿Qué es esto?, ¿Quiénes son ustedes? –preguntó Vélos, sintiéndose inmensamente pequeño, nervioso, tembloroso, pero no temeroso. La cálida luz lo abrazaba como si una madre lo acurrucara para alimentarlo, se sentía protegido.
  • ¿Aún no lo sabes? Ella es Deméter, la diosa de la agricultura, y yo soy…


#2 Shiryu

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Publicado 01 febrero 2020 - 05:59

Suerte con tu nuevo proyecto

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#3 WynegS

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Publicado 01 febrero 2020 - 07:19

Suerte con tu nuevo proyecto


Muchas gracias!

#4 Patriarca 8

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Publicado 01 febrero 2020 - 14:25

Vélos es un trol XD

 

esa muchacha es misteriosa

 

¿En que época se desarrolla tu fic?

 

mucha suerte en tu fic


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#5 WynegS

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Publicado 01 febrero 2020 - 16:09

Vélos es un trol XD
 
esa muchacha es misteriosa
 
¿En que época se desarrolla tu fic?
 
mucha suerte en tu fic


Patriarca, que honor!

El fic se desarrolla en la grecia antigua, cuando los dioses andaban haciendo de las suyas en las calles de las polis. No quiero ponerle una fecha exacta, así puedo mezclar mitos y otras historias. Subiré más capítulos, voy actualmente en el tercero, así que si les gustó, queden atentos ;)

Gracias por desearme suerte, igual para ti! Saludos!

#6 ALFREDO

ALFREDO

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Publicado 01 febrero 2020 - 16:37

Buen fic, compatriota. Siempre me parece un desafió hacer una historia de ss en los tiempos de la mitologia. Mucha suerte.

 

 

Me daré el tiempo de leer tu fic mas adelante.


fics2017_escena_sadica_by_bytalaris-dazo

FANFIC: La condenación de los caballeros de Athena

Capitulo final N°66.- Publicado!

Fichas de personajes


#7 Kael'Thas

Kael'Thas

    Here's to the ones that we got

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Publicado 02 febrero 2020 - 09:21

Esta muy pero muy interesante y Mucha suerte con tu fanfic 


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#8 WynegS

WynegS

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Publicado 02 febrero 2020 - 10:19

Buen fic, compatriota. Siempre me parece un desafió hacer una historia de ss en los tiempos de la mitologia. Mucha suerte.
 
 
Me daré el tiempo de leer tu fic mas adelante.


Muchas gracias, recién pude responder, xD

Esta muy pero muy interesante y Mucha suerte con tu fanfic


Gracias, pronto subiré el segundo, esta noche comenzaré con el cuarto, saludos!

#9 WynegS

WynegS

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Publicado 03 febrero 2020 - 16:06

Capítulo 2, disfrútenlo! ;)

 

Capítulo 2 – Προσφορά (Prosforá / Ofrenda).

 

Vélos despertó sobresaltado, levantándose rápidamente de la choza que él mismo construyó. Recolectó los frutos, llenando con aceitunas y agua de mar los dos barriles de madera que se consiguió, cargando a duras penas uno a uno sobre la carreta usada que rescató y reparó, tirando de esta como si él fuera un equino, caminando hacia el ágora.

  • Si tuviera unas alas, todo sería más fácil –rezongó el muchacho, tirando del carruaje, con las palmas de sus manos sudadas y resbalosas, aproximándose al mercado.

El emprendedor joven avanzó entre la gente, como un comerciante más, llegando donde su “prestamista” de frutos.

  • ¡Hola, mercader! –saludó Vélos, deteniendo su vehículo, lo que hizo que también cesara el rechinar de la añosa madera—. Te dije que este día llegaría.

El evidentemente sobrecargado carruaje parecía que se desmoronaría en cualquier momento. Vélos descargó uno de los barriles, aunque el sudor en sus brazos, manos y pecho le jugó una mala pasada y casi bota el envase, siendo ayudado por el comerciante, apoyando el recipiente en el piso.

El comerciante abrió la tapa del barril, observando su interior, incrédulo.

  • ¿Estamos a mano con esto? No puedo quedarme mucho tiempo, tengo que entregar el otro barril –dijo el muchacho, retomando la aligerada carreta, dirigiéndose a los templos—. ¡Gracias por tu patrocinio!
  • Cla… claro –respondió el comerciante, tapando las aceitunas, viendo como Vélos se alejaba—. Cumpliste tu promesa, muchacho.

El carruaje se estacionó fuera de un templo. El joven descargó el barril, cargándolo con ambas manos, apoyándolo sobre su pecho, subiendo las escaleras del recinto sagrado, depositándolo de lado al llegar al pórtico, haciéndolo rodar para dejarlo dentro, completamente exhausto por el esfuerzo. Levantó el barril para dejarlo quieto. El sudor cubría todo su cuerpo, habiendo también manchado sus ropas al apoyar el barril.

  • Difícilmente alguien lo moverá de aquí –pensó Vélos, temiendo que alguien lo robara, despreocupándose al recordar la ira de los dioses en caso de robos en su propiedad.

Vélos dejó el barril a solas por unos minutos, volviendo al rato un poco más limpio y fresco, lavándose las manos y rostro en una pileta cercana al templo, ingresando oficialmente a este. Volvió a poner el envase de lado, empujándolo lentamente para producir la menor cantidad de ruido posible, avanzando entre los otros asistentes que elevaban sus suplicas a la diosa del templo y pasando al lado de alguna que otra sacerdotisa. Un olor que sólo había percibido desde la lejanía inundó sus pulmones, incienso, produciéndole una molesta carraspera. Tosió fuertemente, casi perdiendo el barril en movimiento, volviendo a ponerlo sobre su parte recta, aclarando su garganta.

  • Es mi primera vez haciendo esto… Estos meses han sido intensos. Seguí todos los consejos que ustedes, ¡Oh, diosas olímpicas!, me entregaron aquel día y aquí está el fruto de mi esfuerzo, que no sería nada sin su divina intervención. Es la primera cosecha, se los dejo aquí, espero lo disfruten… Eh, bueno, no sé qué más decir… –habló Vélos en voz alta, incómodo por simular que hablaba con alguien que no estaba presente, juntando sus manos, elevándolas al cielo—. ¡Seguiré esforzándome y les traeré más y más barriles, ya verán!

Frente al templo, en un elevado árbol, una lechuza blanca y una mujer observaban al joven mientras dejaba su ofrenda. El joven bajó por las escaleras, haciendo avanzar la carreta, desarmándose esta unos metros más adelante, perdiendo una de sus ruedas, la que fue perseguida por Vélos para que no se perdiera, poniéndola en su sitio como pudo, caminando lentamente para que no se desprendiera nuevamente, debiendo ajustarla a ratos para poder continuar.

  • Increíble. Sobrevivieron, todos –dijo Δημήτηρ (Deméter), apoyando su barbilla entre sus manos, a la vez que apoyaba sus codos sobre sus muslos.
  • ¿Te extraña? Arreglaste la tierra para que así fuera y le diste instrucciones específicas, el agua que debía usar, las horas de riego y otros cuidados. Además, adelantaste los tiempos de cosecha de años a meses –respondió la lechuza, sin articular palabras, solamente abriendo su pico, emitiendo su voz a través de él—. Sólo hizo lo que le dijiste para que todo funcionase.
  • Y lo hizo perfectamente, el esfuerzo que le tomó fue el doble o el triple de lo que ya estaba haciendo, hasta nos trajo una ofrenda que nadie pidió –destacó Deméter, viendo aparecer a la sacerdotisa, sentándose a su lado—. No entiendo por qué lo ayudaste si estás reaccionando de esa forma, sin valorar su esfuerzo.
  • Quería ver si lo lograba. Quería ver si esa luz llena de esperanza que lo rodeaba, ese ímpetu… Él hizo cosas malas, pero cumplió su promesa con el mercader, devolviendo lo robado, de otro modo, yo… –dijo la sacerdotisa, irguiendo su cabeza con mirada severa.
  • Lo sé, la justicia es lo tuyo, la naturaleza lo mío –respondió Deméter—. Su fuerte convicción lo salvó de irse directamente al Hades.
  • Él no se salvó de nada, eso no está en su naturaleza, no era su destino –dijo la sacerdotisa, saltando del árbol mientras recordaba la tenue aura cubriendo el cuerpo de Vélos—. Fui yo quien desconfié de él, fue mi error.
  • ¡Diosa, no deberías criticarte tan exigentemente! –gritó Deméter a su acompañante desde la altura, mientras esta se alejaba caminando—. Creo que iré a probar unas pocas aceitunas. Están en su templo, pero yo ayudé a que crecieran.

Vélos demoró una hora en regresar a su sembradío, arrojando finalmente la carreta, aburrido de tener que reposicionar la rueda en fuga, pateando al desarmado vehículo, no percatándose de inmediato que había gente cercando sus árboles.

  • ¿Eh, quiénes son ustedes? –preguntó Vélos al ver a los trabajadores, acercándose a ellos, interrumpiendo su trabajo—. ¡Estos árboles son míos!
  • Puede que eso sea verdad, pero este terreno es de nuestro señor –dijo el esclavo, continuando su tarea, clavando largas estacas de madera para alejar a los intrusos.
  • ¿Qué? Este terreno estuvo abandonado por años, le pregunté a todos los dueños de los sitios cercanos y nadie lo reclamó. Además, esta tierra era estéril, sino fuera por la ayuda que la mismísima diosa Deméter me dio, estos árboles no existirían –explicó Vélos, desatando las risas de los hombres, que no se creían el supuesto cuento del muchacho.
  • Así que recibiste ayuda divina… –dijo otro esclavo, golpeando a su compañero con su codo en las costillas, apuntándolo con el rostro, riéndose en la cara del joven—. ¿Tuviste que rezar mucho para que se te apareciera?
  • No, no hice nada. Una sacerdotisa… otra diosa me siguió y… –dijo Vélos, contándoles su historia, interrumpiéndose por una explosiva carcajada del esclavo que tenía en frente.
  • ¿Una diosa te siguió, a ti? –preguntó de forma burlesca el hombre, enojando al muchacho—. ¿Y cuál era el nombre de esa diosa?
  • ¡Es un mentiroso! –gritaron al unísono los otros cuatro esclavos que seguían clavando las estacas.
  • Dejen de hacer eso, les estoy diciendo la verdad –dijo Vélos, atajando la mano del esclavo, apretándosela para que dejara de martillar.
  • ¡No te pases de listo! –gritó el esclavo, liberándose del débil agarre del muchacho, mostrando su superioridad física, levantando su mano libre para golpearlo, deteniéndose abruptamente—. ¿Qué… qué es esto?

Vélos se estaba cubriendo el rostro con ambas manos, sintiendo lo mismo que los esclavos, aunque él no estaba paralizado ni temblando de miedo. Se descubrió y se vio envuelto nuevamente en esa cálida luz, observando como la diosa disfrazada de sacerdotisa avanzaba tocando las estacas con su dedo índice, las que se reducían a polvo después de iluminarse intensamente, dejando sólo el agujero donde estaban clavadas.

  • Nadie se adueñará de lo que hemos regalado los dioses a quien lo tiene merecido –dijo la bella y dorada joven, tocando el hombro del paralizado atacante de Vélos, liberándolo de su inmovilidad—. A no ser que quieran terminar como aquellas estacas…

El grupo de esclavos huyó aterrorizado, dejando atrás las herramientas y estacas restantes, pidiéndole perdón a la diosa y al muchacho. Vélos comenzó a retirar las estacas restantes, hablando con la deidad.

  • Gracias por salvarme, de nuevo. Fui a su templo –dijo Vélos.
  • Lo sé, te vimos llegar con una ofrenda –respondió la diosa.
  • Ya veo, Deméter estaba con usted… Yo… Ellos tienen razón, nuevamente está aquí, ¿por qué yo? –preguntó el muchacho.
  • Tú mismo lo dijiste tiempo atrás. No recibiste bendición alguna de los dioses, intentaste hacer todo por tu cuenta, incluso sabiendo que podías estar equivocado; aun así, te esforzabas y no nos llamaste –explicó la diosa—. Además, sin saber quién era, me mostraste que no te conformarías con lo que te depara el destino, y esa luz…
  • ¿Qué luz? –preguntó Vélos, intrigado, mirando en todas direcciones.
  • Es un tema de justicia. Aceptaste tus errores frente a mí y me aseguraste que los enmendarías. Quería ver qué harías si se te daba la oportunidad, ver si incumplías tu palabra, pero la mantuviste, eso es digno de distinción –siguió explicando la diosa, obviando la mención de la luz.
  • Je, je, je –sonrió Vélos, adulado, olvidando el tema de la luz—. Así es como soy, no puedo ser de otra forma, por lo mismo le prometo que puede contar conmigo para lo que usted desee…

La diosa se quedó esperando a que dijera algo en particular, pero ante la negativa del muchacho, lo increpó duramente.

  • A Deméter la llamas directamente por su nombre, ¿por qué no haces lo mismo conmigo? –preguntó la joven diosa.
  • Es qué, a Deméter no la golpeé en su hombro ni le falté el respeto con mis palabras, todo en un mismo día, simplemente no me atrevo a hacerlo –explicó Vélos, contrariado.
  • Sólo dilo de una vez, ya serías polvo estelar si yo así lo hubiera deseado –animó la diosa, permitiéndole al muchacho llamarla directamente.
  • Gracias, diosa Ἀθήνα (Athena), por todas sus bendiciones –dijo Vélos, llamando al fin a la diosa por su nombre, mirando para todos lados—. ¿Qué?, ¿Dónde se fue?

Athena se elevó por el cielo, convertida en el ave que sus adoradores utilizaban para representarla, dejando al agradecido muchacho para que se ocupara de sus asuntos, debiendo ella también ocuparse de los suyos.

Vélos terminó de quitar las estacas, guardándolas en caso de necesitarlas, procediendo a intentar arreglar su maltrecho carruaje, logrando fijar la rueda, sin garantía de que volviera a huir del sitio donde debía permanecer. Más tarde regó los árboles, contando desde hace algún tiempo con un cubículo grande de madera para guardar agua y no tener que viajar cada vez al río más cercano a recoger agua dulce.

Pasaron los días, luego algunos meses, produciendo cada vez más frutos, pudiendo comprar un carruaje nuevo, invirtiendo también en nuevas herramientas para seguir con su sembradío. El negocio estaba creciendo, por la misma razón nunca dejó de dejar ofrendas en el templo de Athena, ganando la costumbre de cargar con sus mercancías, repartiendo sus aceitunas directamente a sus compradores, siendo recomendado por estos mismos a otros ciudadanos cercanos, visitándolos para regalarles muestras y así promocionar sus aceitunas.

  • Entonces, mañana le traeré un barril, señor Άφροδίσιος (Aphrodísios) –confirmó Vélos, despidiéndose del pudiente hombre.
  • Mañana te recibirá uno de mis esclavos, te dejaré la paga con él –respondió Aphrodísios, despidiéndose del muchacho, entrando en su casa.

Vélos volvió al día siguiente, llamando a la casa del señor Aphrodísios, no saliendo nadie del lugar. Tocó fuertemente la puerta, saliendo un muchacho esclavo de piel medianamente oscura a atenderlo, manifiestamente extranjero, abriéndole la puerta de la vivienda. Sacó el barril de su carruaje, cargándolo sobre su pecho sin mucho esfuerzo, caminando por un pequeño pasillo que comunicaba con el interior del recinto. Todo el tiempo que estuvo trabajando desde que fue bendecido por las dos diosas le había reportado un aumento considerable de fuerza, además de mejorar su alimentación y su economía personal. Dejó el barril en el piso del patio interior, esperando a que se le pagara por su mercancía.

  • El señor Aphrodísios dijo que alguno de ustedes me entregaría mi paga –dijo Vélos, mirando a los otros esclavos, esperando sus monedas, divisando a alguien envuelto en un colorido traje, sentado bajo la sombra del techo, leyendo un papiro—. ¿Quién es… ella?
  • ¡Oye! ¿Qué es lo que miras? –preguntó el joven esclavo que le abrió la puerta, hablando correctamente el idioma local, interponiéndose en la visión de Vélos, como si tapara a la persona que se encontraba leyendo, solamente alcanzando a divisar su blanca piel y su cabello castaño claro y rizado cayendo sobre sus hombros—. Aquí tienes tu paga.

Vélos recibió una bolsa con monedas de plata, contándolas, guardándolas entre sus ropas. Luego se dirigió al esclavo.

  • Dime, ¿quién es ella? –preguntó Vélos, interesado en la lectora, la que salió de la escena, metiéndose dentro del hogar.
  • ¿Cómo te atreves? –preguntó el muchacho esclavo, agarrando a Vélos por su túnica—. ¡No te metas con él!
  • ¡¿Qué?! –gritó Vélos, desconcertado, sin creer las palabras del esclavo.

 

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#10 Pojoyuelo

Pojoyuelo

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Se ve muy interesante. También postear el mío en tus redes. Estaré atento

#11 WynegS

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Gracias!

Puedes publicar tu trabajo abriendo un nuevo tema!

Saludos ;)

#12 Kael'Thas

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La ultima parte ya quiero saber quien se refiere...


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#13 WynegS

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La ultima parte ya quiero saber quien se refiere...


Pronto subiré la 3era parte ;)

Gracias, saludos!

#14 Patriarca 8

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Publicado 06 febrero 2020 - 10:23

Capítulo 2, disfrútenlo! 

 

menos mal que Vélos cumplio su promesa

 

me pregunto por que esas diosas lo estarán ayudando

 

esa gente me recuerda  a cierto tipo de personas que nunca hacen nada y solo aparecen para sacar provecho del trabajo de los demás

 

no entendí a quien vio el protagonista al final

 

 

 

 

 

 

 

 


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#15 WynegS

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Capítulo 2, disfrútenlo! [/size]
 
menos mal que Vélos cumplio su promesa
 
me pregunto por que esas diosas lo estarán ayudando
 
esa gente me recuerda  a cierto tipo de personas que nunca hacen nada y solo aparecen para sacar provecho del trabajo de los demás
 
no entendí a quien vio el protagonista al final


Ya serán respondidas todas sus dudas, gracias por pasar nuevamente ;)

#16 WynegS

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Publicado 07 febrero 2020 - 20:51

Tercer capítulo, para quienes quedaron con dudas al leer el segundo, xD

 

Capítulo 3 – Αδελφοί (Adelfoí / Hermanos).

  • ¡Él es mi hermano! –gritó el joven esclavo a Vélos, empujándole el hombro.
  • ¡Hey! –reclamó Vélos, mirando la mano del esclavo—. Te disculpo solamente porque parece que no sabes de qué estás hablando. Hablas bien nuestro idioma, pero no me extraña que te hayas confundido.
  • No estoy confundido, él es un hombre igual que nosotros dos; de hecho, él es el ἐρώμενος (erómenos) del señor Aphrodísios –dijo el joven esclavo, escupiendo al piso—. Atenienses pervertidos.

Vélos quedó decepcionado. Él no tenía ese tipo de preferencias de viejos pervertidos, coincidiendo en su pensar con el joven esclavo, pero debía aceptar que su hermano era un bello hombre.

  • Está bien, está bien, te creo. No me quedaré discutiendo contigo, tengo cosas que hacer, nos vemos –dijo Vélos, despidiéndose—. ¿Cuál es tu nombre?
  • No te lo dije –respondió el esclavo, cediendo ante la amable mirada del muchacho—. उज्ज्वल (Ujjval).
  • Yo soy Vélos, nos vemos –dijo el muchacho, caminando por el pasillo, saliendo de la vivienda del señor Aphrodísios.

Vélos continuó con su trabajo, entregando todos los pedidos adeudados a sus compradores, descansando al final de la jornada. Pasó el tiempo y fue llamado nuevamente por Aphrodísios, cargando esta vez tres barriles llenos de aceitunas, llevándolos rápidamente a la vivienda del viejo, enfrentándose a una gresca apenas llegó al lugar, viendo como el anciano golpeaba duramente a Ujjval en la entrada de su casa.

  • ¿Qué es lo que está haciendo? –dijo Vélos, interponiéndose en la paliza que le estaba propinando a Ujjval.
  • No te entrometas, chico. Deja los dos barriles y te vas, aquí tienes el dinero –dijo Aphrodísios, pagándole a Vélos, retirándose de la escena.

Vélos ayudó a Ujjval a reincorporarse, secándole la sangre de su rostro con la parte superior de su sotana, preguntándole que había hecho para recibir tal golpiza.

  • Nada. Se está desquitando conmigo por no poder llegar adecuadamente a क्षणिक (Kshanik) –dijo Ujjval, enderezándose la nariz, produciendo un pequeño crujido.
  • No entiendo a qué te refieres... –dijo Vélos, iluminándose su mente repentinamente—. ¡Oh, verdad! Viejo pervertido.
  • Kshanik accedió a ser el erómenos del señor Aphrodísios si me compraba a mí también, para trabajar como su esclavo. En caso contrario, lo amenazó con quitarse la vida –explicó Ujjval, ayudando a Vélos a bajar los barriles de la carreta, demostrando su fortaleza—. Hasta ahora ha logrado mantenerlo a raya, pero él está perdiendo la paciencia.
  • Hablas bien nuestro idioma, Shank… Shakin… ¿tu hermano te enseñó? –preguntó Vélos, complicándose al intentar nombrar al hermano de Ujjval.
  • Sí, Kshanik ha aprovechado las instrucciones que el señor Aphrodísios le ha impartido, en las noches se ha encargado de pasarme algunos conocimientos, sin que él se entere –respondió Ujjval, cargando el barril al patio interior, siendo seguido por Vélos.
  • ¡Señor Aphrodísios, Señor…! –llamó Vélos, gritando al interior de la residencia del hombre, ante la mirada de duda de Ujjval—. ¡Señor!
  • ¡Ya voy, espéreme! –gritó el viejo en respuesta, sin reconocer la voz de quien le llamaba—. ¿Qué es lo que quieres? Ya te entregué tu dinero, descarga y vete.
  • Lo sé, sólo quiero saber… –dijo Vélos, apuntando a Ujjval—. ¿Cuánto por Uvj… Ujj… Uh… cuánto por el chico?
  • ¿Qué? –preguntó Ujjval en su idioma natal, sorprendido por la pregunta de Vélos.
  • ¿Qué? No está a la venta, vete –respondió Aphrodísios, volviendo a meterse en la habitación de la cual había emergido.

Kshanik salió del mismo cuarto donde el viejo hizo ingreso, siendo agarrado por el hombre para intentar detener su salida, logrando arrancar, atento a las palabras emitidas por Vélos.

  • ¡Hermano! –gritó Kshanik, posando su antebrazo derecho sobre su pecho al ver el estado en el que se encontraba Ujjval, vistiendo un precioso y colorido traje—. Señor, ¿es verdad lo que usted solicitó al señor Aphrodísios?
  • Qué bello, lástima que sea hombre –pensó Vélos, apreciando a Kshanik, rascándose la cabeza—. Sí, es verdad. Necesito mano de obra, mi negocio está creciendo y me vendría bien un poco de ayuda con las aceitunas.
  • ¡No está a la venta! –gritó Aphrodísios, saliendo de la habitación nuevamente, observando el descompuesto rostro de Kshanik, desesperándose—. ¿Qué quieres de mí, qué más?
  • Libérelo, por favor –pidió Kshanik, sollozando.
  • ¡No! –gritó el viejo.
  • Además, no querrá que los demás ciudadanos se enteren de lo que le hizo al pobre muchacho –argumentó Vélos, mostrando a Ujjval.
  • No es para tanto, sólo fueron un par de golpes –intervino Ujjval, haciéndose el valiente, evidentemente golpeado en todo su cuerpo.

Aphrodísios iba a negarse nuevamente a la petición del joven comerciante, deteniéndose al ver lo que Kshanik estaba dispuesto a hacer, apuntando a su cuello con un afilado cuchillo.

  • No, querido, no lo hagas… –rogó el viejo, acercándose lentamente al muchacho, con manos temblorosas.
  • Entonces, acuerde un precio justo con el señor y libere a Ujjval, por favor –dijo Kshanik, sin dejar de apuntarse a sí mismo.
  • Está… está bien –dijo Aphrodísios, cediendo finalmente, solicitando un pago desorbitado por el esclavo hermano, esperando que Vélos se arrepintiera—. Quince barriles, eso o nada.
  • ¡¿Qué?! –gritaron Kshanik y Ujjval al unísono, desconcertados.

Vélos se acercó al viejo, pasando al lado de Ujjval, diciéndole que se calmara con una seña, cruzándose con el bello Kshanik, ofreciéndole la mano a Aphrodísios, cerrando el trato.

  • Me quedan 13, pero necesitaré del muchacho para traérselos lo más pronto posible –dijo Vélos, devolviéndole el dinero al viejo.
  • Si es así, no tengo problema –respondió el viejo, guardando sus monedas de plata, momento en que Kshanik se arrojó al piso, soltando el cuchillo.
  • ¡Gracias, señor Aphrodísios! –agradeció Kshanik con lágrimas de felicidad en su terso rostro.
  • ¡Hermano, volveré por ti, no tengas dudas de eso! –gritó Ujjval, saliendo con Vélos de la casa de su antiguo amo.

Los jóvenes tomaron la carreta entre los dos, cargándose esta de manera más fácil, llevando el tercer barril al otro cliente que esperaba a Vélos ese día, caminando en silencio. Después de dejar la mercancía, Vélos llevó a Ujjval a su sembradío, enseñándole el lugar donde trabajaría desde ese mismo momento.

  • Esto es todo, me quedan algunos barriles, pero luego vendrá el tiempo de espera hasta la próxima cosecha –dijo Vélos, subiéndose en la carreta para ver cómo se ocultaba el sol en el mar—. Vamos a tener que trabajar duro para poder pagarle a tu antiguo amo.
  • Entonces, señor Vélos… –dijo Ujjval, desatando una gran carcajada en el otro muchacho.
  • ¿Señor?, ¿qué edad crees que tengo? –preguntó Vélos, riéndose aún—. Ya viste mi terreno, es perfectamente manejable por una persona completamente desocupada como yo. Estás aquí por otra razón. Hay ciertas cosas que no acepto, una de esas es que golpeen a alguien indefenso…
  • ¡Hey! No estaba indefenso, pero no podía arriesgarme a que le pasara algo a Kshanik por intentar defenderme –explicó Ujjval, cruzándose de brazos—. No soy ningún debilucho.
  • Tienes razón. Bueno, otra de las cosas que no me gusta es ser desagradecido. Esta tierra era completamente estéril, nada crecía, su destino estaba escrito, siempre iba a estar abandonada. Lo mismo pasaba conmigo. Soy huérfano y como puedes ver, no soy ni rico ni bello ni inteligente, mi destino también estaba sellado. Estaba atado de manos, era esclavo del destino que los dioses determinaron para mí. Pero me rebelé, no quería eso para mí, así que hice algunas cosas de las que no me siento orgulloso, comprometiéndome a rectificarlo apenas pudiera. Y pude, porque alguien creyó en mí, fui ayudado de la manera menos probable. Gracias a eso tengo estos lindos arbolitos, esa grandiosa carreta y algunas otras cosas más. Fui liberado sin pedir nada a cambio, lo mismo te ofrezco –dijo Vélos, mirando al horizonte desde la carreta—. No eres un esclavo aquí. Eres libre de quedarte, también puedes irte; pero si te vas, se me hará más difícil pagar mi deuda con el viejo.
  • Gracias –respondió Ujjval, bajando la cabeza, mirando el camino por el cual llegaron.
  • ¡Ánimo, Uv… Ujj! –dijo Vélos, complicándose nuevamente.
  • Ujjval. Ujj - val –dijo el muchacho, separando su nombre para aclararle la pronunciación.
  • Ya, Ujjval. Entiendo lo que debes estar sintiendo, tu hermano está lejos y tienes miedo de que pueda pasarle algo, pero ten la certeza de que el viejo no le hará nada, por algo se desquitaba contigo, para no tocarle un pelo a tu hermano. Además, si le hubiera ofrecido que me vendiera a Ksha… –dijo Vélos, deteniéndose—. ¿Kshanik?
  • Sí, bien dicho –respondió Ujjval—. Tienes razón, no venderá a Kshanik hasta que sacie sus perversos placeres, se hubiera negado de todos modos. Pagaré mi deuda contigo y luego liberaré a mi hermano mayor, lo juro por mi vida.
  • ¡¿Tu qué?! –preguntó Vélos, sorprendido.
  • Es sólo un año mayor, no es gran cosa –explicó Ujjval, mostrándose más animado.

Esa noche se quedaron conversando frente a una fogata, comiendo unos peces recién arrebatados al dios del mar, durmiéndose al rato. Con las primeras luces del alba, Ujjval se levantó, revisando las pertenencias de Vélos mientras este dormía, agarrando unas herramientas, yéndose del lugar. Horas después Vélos despertó con el sonido de una piedra chocando con un metal, pensando que estaban siendo asaltados y/o atacados.

  • ¿Qué sucede? –dijo Vélos, reincorporándose del piso, encontrando a Ujjval luchando por sacar una roca desde una larga y delgada excavación—. ¿Qué es lo que haces?
  • Estoy trayendo el río hasta acá, para que no tengamos que ir siempre a llenar el depósito de agua. Haremos un pozo con piedras y lo llenaremos con esta excavación, así será más fácil regar los árboles –explicó Ujjval ante un maravillado Vélos, que no había imaginado que se pudiese hacer lo que el muchacho ya estaba haciendo.
  • ¡Increíble! ¿Cómo se te ocurrió? –preguntó Vélos, ayudando a Ujjval a retirar la piedra del largo agujero cavado por el trabajador chico, tironeando un rato los dos hasta lograr sacarla de la tierra.
  • No se me ocurrió. Donde vivíamos, con mi familia, había un río y los mayores hicieron lo mismo para regar las plantaciones. Sólo imité lo que vi –explicó Ujjval a Vélos, que no parecía estar decepcionado por la idea copiada.
  • ¿Crees que podemos hacer algo más para mejorar este lugar? –preguntó Vélos, emocionado por lo que él pensaba que era una gran reforma.
  • Podríamos despejar ese terreno que está cubierto por esas rocas gigantes para plantar más árboles, la choza podemos moverla atrás del camino para aprovechar ese espacio también –enumeró Ujjval, nombrando algunas ideas que se le vinieron a la cabeza en el momento.
  • Pero las rocas son gigantescas, ni siquiera entre los dos podríamos moverlas –dijo Vélos, mirando bien a Ujjval, notando algo raro en él—. Espera, ¿estás bien? Te ves pálido.
  • ¿Ah? Claro, me veía más oscuro ayer. Me bañé en el río después de encontrarlo, estaba muy sucio. Mi piel es como la de Kshanik, pero el trabajo bajo el sol me oscureció un poco –aclaró Ujjval—. Con respecto a las rocas, podemos romperlas antes de moverlas, con un par de cinceles y martillos es suficiente.

Vélos estaba estupefacto. Nada de lo que el muchacho le dijo se le había ocurrido. Sin duda juntos podrían lograr mucho más de lo que se le había ocurrido en un inicio. Después de avanzar unos metros más en la larga excavación, despacharon los últimos cuatro barriles que les quedaban, destinando tres para Aphrodísios y el último de todos para la diosa Athena. Llegaron al templo de la diosa benefactora, quedando Ujjval a cargo de la carreta, subiendo Vélos solo al lugar de oración.

  • Diosa Athena, aquí está mi ofrenda, pero debo comunicarle que estaré un tiempo sin poder traerle… Surgió algo, pero le pagaré lo que le adeudo, se lo prometo –dijo Vélos, arrodillado en el piso, estirando ambos brazos al cielo de la construcción.
  • ¿Qué sucedió? Los meses anteriores reservaste ofrendas para nosotras –dijo la diosa, arrodillada al lado de Vélos, apareciendo de repente, asustando al muchacho.
  • ¡Diosa! –gritó Vélos, siendo increpado por Athena, queriendo pasar desapercibida. El joven habló susurrando—. Perdón. Compré un joven esclavo, Ujjval, y me comprometí a pagar lo más pronto posible, acabamos de quedarnos sin aceitunas. Además, hay que esperar a la nueva cosecha.
  • ¿Cuánto tiempo te costará pagar tu deuda? –preguntó Athena, sin inmutarse por las razones descritas.
  • Toda la próxima cosecha –aseguró Vélos sin titubeos—. Pero Ujjval me recomendó varias mejoras en el terreno, traeremos el doble de ofrendas para pagarles, ¡Oh, poderosas diosas!
  • ¿Mejoras? Aceptaré tu compromiso y no le mencionaré a Deméter sobre esas “mejoras”, mira que un mortal piensa que puede mejorar lo que los dioses hicieron. Esperaremos tus aceitunas, sé que no me defraudarás –dijo la diosa, desapareciendo del templo, produciéndole un escalofrío a Vélos.
  • Creo que… no debí mencionar eso –dijo Vélos, con las piernas temblorosas—. Bueno, lo único que debemos hacer es trabajar, yo sé que lo lograremos.

Los muchachos se fueron del templo, pasando por el mercado, adquiriendo los cinceles y martillos que Ujjval dijo que necesitarían. Al regresar al sembradío de Vélos, comenzaron a romper las rocas, jugando a que eran escultores, fallando estrepitosamente en su finalidad, riéndose de buena gana.

Después de descansar sus agotados brazos, se bañaron en el río y continuaron con la excavación, cavando un profundo agujero al cabo de varios días de remover tierra, huesos y rocas. Utilizaron las mismas rocas rotas con los cinceles para construir el pozo, uniéndolas con mortero de cal, dejándolo secar por varios días, llenándolo con el agua del río a través de la excavación. Ya no tendrían la necesidad de ir una y otra vez al caudal a recoger el fluido vital para los árboles.

Llegó el tiempo de espera. Los nuevos árboles crecieron; los viejos florecieron. Las flores se convirtieron en los frutos que terminarían de liberar a Ujjval, ahora podrían pensar en qué hacer para poder liberar también a Kshanik.

Lejos de allí, en tierras más frías, un mensaje llegaba a un castillo entre los hielos y más tarde una carroza iniciaba un largo viaje.



#17 WynegS

WynegS

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Publicado 08 febrero 2020 - 23:09

Capítulo 4, buen fin de semana para todos! ;)

 

Capítulo 4 – Αστέρια (Astéria / Estrellas).

  • ¡Uf, que flojera! –dijo Vélos, levantándose desde dentro de su tienda, estirando los brazos y las piernas, parándose en la punta de los dedos de sus pies.

Mientras Vélos caminaba hacia el mar para sacar unos peces para el desayuno, Ujjval estaba sobre el terreno más plano del sembradío, doblándose como si intentara mirarse de cerca las uñas de los pies, con el trasero apuntando al cielo.

  • ¿Qué estás haciendo, Ujjval? Te vas a partir en dos –dijo Vélos, extrañado por la extrema postura del muchacho.
  • Es para mantener mi cuerpo fuerte y flexible, es una técnica de mi tierra, deberías intentarlo también. No pude practicarlo mientras estuve con Aphrodísios, comía poco y no tenía tiempo –explicó Ujjval, cambiando de posición, equilibrando todo su peso en una sola pierna.
  • Ehh, no creo poder hacerlo, tengo pésimo equilibrio –respondió Vélos antes de retirarse, corriendo hacia la arena, sumergiéndose en el mar.

Desayunaron y quedaron desocupados por el resto del día. Desde que estaban esperando la nueva cosecha, los días pasaban tranquilamente, regando los árboles y realizando pequeños trabajos para mantenerse diariamente. Ujjval tenía permitido ir a visitar a Kshanik, aprendiendo los nuevos conocimientos que su hermano mayor le impartía, contándole las cosas que hacía junto a Vélos, alegrándolo y tranquilizándolo.

Aphrodísios estaba saliendo poco el último tiempo, producto de los típicos achaques de la edad, molestando en escasas ocasiones a Kshanik con sus lujuriosos deseos. El día anterior Ujjval visitó nuevamente a su hermano, prometiéndole que lo liberaría, despidiéndose de él, regresando para trabajar junto a Vélos.

  • No te recomendaría eso –dijo Ujjval, viendo como Vélos intentaba mover una de las rocas gigantes que aún no terminaban de romper—. Te dañarás.
  • Tú tienes tu forma de entrenar; yo tengo la mía, obviamente más efectiva –dijo Vélos, mostrando sus sudorosos bíceps.
  • ¿Qué dices?, ¿acaso lograste mover la roca? –respondió Ujjval, cruzando sus brazos, endureciéndolos para verse más poderoso.
  • No, pero sé que soy más fuerte que tú –arremetió Vélos con seguridad, mostrando sus puños.
  • ¿Sí? Veamos si es real lo que dices –dijo Ujjval, extendiendo su brazo frente a su empleador, encendiendo el brillo de sus ojos.
  • Interesante –dijo Vélos, tirándose al piso sobre su abdomen, apoyando el codo de su brazo derecho en la tierra.
  • Te romperé el brazo –comentó Ujjval, imitando a su contrincante, agarrándole la mano con firmeza.

Comenzaron a forcejear, agrandándose los músculos de sus brazos y enrojeciéndose sus rostros, gruñendo como si fueran animales furiosos. Aguantaron la respiración, sudando, presionando sus cuerpos hasta el límite para comprobar quien era el más fuerte, apretando los dientes, casi haciéndolos rechinar. Después de unos largos segundos de tenso enfrentamiento, el ganador fue Vélos, levantándose victoriosamente del piso, burlándose del muchacho.

  • ¡Te lo dije! –exclamó Vélos, levantando ambos brazos, evidentemente cansado, jadeando y un poco mareado por la falta de aire—. Soy el más fuerte.
  • ¿Crees poder ganarme nuevamente si descansas? –preguntó Ujjval, con el ceño fruncido, levantándose lentamente del piso, sacudiendo los brazos para relajarlos.
  • Obviamente, esta vez ocuparé mi brazo izquierdo, que es el más fuerte de los dos –respondió Vélos, sentándose para recuperarse de la desorientación, masajeándose el hombro derecho debido a que se le acalambró por el esfuerzo.
  • Espera entonces –dijo Ujjval, juntando sus antebrazos con las manos empuñadas, elevándolas sobre su cabeza, para luego bajarlas y dejar sus puños a los lados de sus pectorales, estirando los brazos apegados hacia el frente como si golpeara con ambas manos, reiniciando el movimiento inicial.
  • ¿Qué es lo que haces? –preguntó Vélos, intrigado, viendo como el muchacho repetía los mismos movimientos en varias ocasiones, controlando su respiración.
  • ¡Estoy listo! –exclamó Ujjval con determinación, terminando con sus hipnóticos movimientos, tirándose al piso como si fuera una pesada piedra, removiendo y levantando el polvo con su caída.

Vélos se espantó por el sonoro golpe, recostándose lentamente en la tierra, extendiendo el brazo al preparado Ujjval, comenzando el forcejeo.

  • ¿Qué es lo que pasa, Vélos? –preguntó Ujjval, con su brazo firme como si fuera una roca esculpida, impidiéndole al otro muchacho movérselo siquiera un milímetro, sin demostrar estar esforzándose.
  • No puedo moverlo –pensó Vélos, forcejeando, tirando, sudando, cansándose después de unos segundos de esfuerzo, sentándose en el piso, acalambrado y vencido—. Fue por lo que hiciste, ¿cierto?
  • Sí, es una técnica de control corporal, concentra toda mi fuerza para poder utilizarla de forma explosiva, no tenías ninguna oportunidad –dijo Ujjval, relajándose, comenzando a sudar después de eso, notándosele todas las venas del brazo utilizado—. Te lo dije, deberías practicar yoga conmigo, mi hermano y yo lo hacemos desde pequeños.
  • ¿Puedo aprenderlo a pesar de ser tieso? –preguntó Vélos, apuntándose a sí mismo.
  • ¡Claro! Es sólo cuestión de práctica –respondió Ujjval, llevándolo a terreno más plano para enseñarle las artes de su tierra natal.

Ujjval adoptó las poses de yoga, enseñándole a Vélos como hacerlo, demostrándole que no era una fácil faena, sobre todo considerando el poco equilibrio que el ateniense dijo tener, riéndose los dos cada vez que se caía por culpa de eso.

En el monte Olimpo, los dioses celebraban una de sus periódicas reuniones, poniéndose al día en las cosas que estaban realizando, bebiendo y comiendo meriendas dignas sólo de sus celestiales paladares.

  • Muy ricas aceitunas las que trajiste, hija mía –dijo el padre de Athena, sacando frutos del olivo puestos en un bello y etéreo plato, hallándose vacío el barril donde el joven humano se las entregó, mirando con burlona sonrisa a Ποσειδῶν (Poseidón)—. Hiciste bien en regalarles el olivo a los atenienses.

El dios del mar recibió de mala gana la indirecta de su hermano, recordando como perdió el favor de la ciudad frente a Athena, despreciando posteriormente su propio regalo con el que les intentó agradar.

De fondo podía escucharse a Ἀπόλλων (Apolo) y Πάν (Pan) enfrentándose en un nuevo duelo musical, tocando la lira y la siringa respectivamente, deleitando a los dioses presentes con sus elevadas artes, conmoviendo sus regocijados corazones. Poseidón no sonreía ni se regocijaba, pensando que hirientes palabras podía decir para responder a su hermano.

  • Sí, deliciosas, una lástima que necesiten de agua salada para sacarles el mal sabor inicial –rezongó Poseidón, escupiendo los cuescos al nuboso piso, perdiéndose estos dentro del vaporoso y luminoso lugar.
  • Agradécele a Deméter, ella fue quien volvió fértil el sitio donde Vélos plantó los cuescos –respondió Athena sin caer en los juegos infantiles de su padre, para no volver a polemizar con su tío—. Le devolveré su barril. ¡Έρμῆς! (¡Hermes!)

El dios mensajero apareció súbitamente ante el llamado de la patrona de Atenas, mirándola con apuro, como si hubiese pasado mucho tiempo frente a ella esperando a que dijera algo.

  • ¿Sí? –preguntó Hermes, despabilando a la diosa, que recién se dio cuenta de la presencia del dios propietario del pétaso alado al escucharlo.
  • ¡Oh! –exclamó la diosa, sorprendida por la velocidad de Hermes—. Necesito que lleves este barril a su dueño, por favor.
  • Claro, en un segundo vuelvo –dijo Hermes, tomando el envase de madera sin problemas, acomodándose el sombrero, siendo detenido por Athena.
  • ¡Espera! Deja esta nota dentro del barril –dijo la diosa, depositando un papel dentro, permitiendo que Hermes saliera.

Ujjval vio una luz entre los olivos, acercándose rápidamente, pensando que estaban siendo robados, encontrándose a un hombre vistiendo solamente una capa sobre sus hombros y un sombrero con alas.

  • Esto no debió suceder –dijo Hermes al ver al muchacho, apagándose el brillo que envolvía su cuerpo—. Sólo vine a dejar esto, me estás retrasando.
  • ¿Quién eres? –preguntó Ujjval, cegándolo un repentino y breve brillo, desapareciendo el hombre, recorriéndole un escalofrío por la espalda, acercándose a examinar el barril recién depositado—. Creo que es el que dejamos en el templo…

Athena esperaba impaciente la llegada de Hermes, habiendo pasado más de un segundo desde que había partido.

  • ¡Entregado! –dijo el rápido dios, sorprendiendo nuevamente a Athena.
  • Eso tomó más de un segundo –dijo la diosa de la justicia y la guerra inteligente.
  • Un niño me detuvo un rato, pero ya volví, no me molestes por algo que está fuera de mi control —reclamó Hermes, perdiéndose de la vista de la diosa.
  • Gra… cias –murmuró Athena, mirando para todos lados, sacando una aceituna del plato puesto en la mesa central, bebiendo un poco de néctar.

Otro de los tíos de Athena estaba rondando por el palacio, un dios que no acostumbraba a aparecer en la superficie, reinando inexorablemente en las profundidades. ᾍδης (Hades), el rey de los muertos, estaba hablando con su hermano menor Ζεύς (Zeus), comiendo despreocupadamente de las aceitunas que la diosa proveyera para el banquete, mirando a Deméter y su hija, Περσεφόνη (Perséfone).

La hija de la diosa de la agricultura sintió la penetrante mirada del hijo mayor de Κρόνος (Cronos), devolviéndole una dulce sonrisa, desconcentrándolo completamente de la conversación con Zeus.

  • Yo… Bueno… Perdón. El reino no es difícil de gobernar, las reglas están estipuladas desde la mismísima entrada –dijo Hades, sacando un cuesco de su boca, relamiéndose los labios escondidos entre la espesura de su barba mientras miraba a Perséfone—. Lo único que extraño de la superficie son ciertos juveniles y tiernos paisajes imposibles de adquirir en tan oscura profundidad.

Deméter notó cierta lascivia en la mirada del dios del inframundo, tomando a su hija de un brazo, acercándose a Athena, hablándole con susurros.

  • Esos hombres son unos impertinentes –dijo Deméter, poniendo a la joven Perséfone frente a ella, para esconderla—. Él representa todo lo contrario a mí, su severidad drena toda la vitalidad del entorno.
  • Hades drena la vida y mi padre a las señoritas humanas –bufó Athena, reclinándose en extremo en su silla personal, recordando las andanzas de Zeus en la tierra—. ¿Hablemos de algo más estimulante, por favor?

El trío de deidades femeninas se quedó hablando, comiendo ambrosía y bebiendo néctar, disfrutando de la divina jornada, olvidándose de los otros dioses y sus debilidades. Por otra parte, en el sembradío de olivos bendecido por Deméter, Vélos regresaba de un largo paseo para estirar las piernas, encontrándose a Ujjval sentado al lado de un barril mientras agarraba un papel con su mano izquierda.

  • Cuando me dijiste que conocías directamente a los dioses, pensé que estabas bromeando o que te habías vuelto loco, pero después de lo de esta noche, no te cuestionaré nada –dijo Ujjval, entregándole el papel a Vélos, volviendo a su lugar de descanso.
  • “Recuerda tus palabras, espero tu ofrenda” –leyó Vélos, mirando el papel escrito por Athena con doradas y perfectas letras, sintiendo la presión por lograr pronto la próxima cosecha, para poder regularizar su situación con la diosa—. Espera, ¿ella estuvo aquí?
  • ¿La diosa del templo? No lo creo, sólo un tipo desnudo con un casco alado; llegó tan rápido como se fue, con un maldito destello, me deslumbró –respondió Ujjval, recostado en el piso, jugando con sus piernas estiradas, mirando las estrellas entre los dedos de sus pies.
  • ¡Ah, sólo fue Hermes…! –respondió Vélos con melancolía, cabizbajo, procediendo a imitar a Ujjval, mirando las estrellas en silencio por un rato—. ¿Qué se sentirá estar tan cerca de ellas?
  • No deberías intentar acercarte a ella, es Palas Athena, tú mismo me lo enseñaste –dijo Ujjval mirando a Vélos, malentendiendo lo que escuchó, encontrándolo con el rostro enrojecido, moviendo la cabeza en señal de negación y apuntando con su mano hacia el despejado cielo nocturno.
  • No, las estrellas. No me refería a la diosa Athena, no podría, ella no es para nadie, ni humano ni divino –dijo Vélos con pesadumbre, mirando al suelo, a la tierra a la cual pertenecía.
  • No pensé que existiera algo que pudiera desanimarte –dijo Ujjval, reincorporándose—. ¿Estás bien?
  • Sí, no estoy desanimado, sólo un poco nostálgico –respondió Vélos, estirando su mano abierta al cielo, cerrándola como si intentara atrapar una estrella con ella.
  • Es una noche de añoranzas –comentó Ujjval, recordando a Kshanik, intentando recoger también una estrella con su mano—. Lo lograremos, gracias a ti.
  • ¿Qué cosa? –preguntó Vélos, ilusionándose.
  • Liberar a mi hermano, recuerda que lo prometiste –recordó Ujjval, golpeando en el hombro a Vélos, arrancándole una sonrisa.
  • Yo y mis promesas –dijo Vélos, sonriendo—. Claro que lo lograremos; primero Kshanik, luego las ofrendas para la diosa Athena.


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Publicado 10 febrero 2020 - 14:44

Capítulo 3 – Αδελφοί (Adelfoí / Hermanos).

 

Este capitulo fue..........muy dificil de entender

 

¿El protagonista Vélos es alguien con gustos normales o es un progre?


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#19 WynegS

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Publicado 10 febrero 2020 - 14:55

Capítulo 3 – Αδελφοί (Adelfoí / Hermanos).
 
Este capitulo fue..........muy dificil de entender
 
¿El protagonista Vélos es alguien con gustos normales o es un progre?


No, es "normalcito", sólo que Kshanik es un hombre muy bello, nada atípico en Saknt Seiya, xD

#20 WynegS

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Publicado 23 febrero 2020 - 21:53

Si alguien lo sigue, disculpen la demora, cosas que hacer y una pequeña tendinitis me estaba deteniendo de escribir, espero les guste ;)

 

Capítulo 5 – Καλή τύχη (Kalí týchi/ Suerte).

  • No sé cómo puedes estar aquí después de todo lo que ha pasado –dijo Aphrodísios, recostado en su cama, con sus fuerzas mermadas.
  • Entiendo sus dudas, lo importante es el presente, no debe preocuparse por lo que le hizo a mi hermano, él comprende su sentir actual a pesar de no estar presente –respondió Kshanik, tocando la frente del anciano, remojando un trozo de tela en agua fresca y depositándolo en la acalorada cabeza de Aphrodísios—. Además, no huiría de acá, nunca huyo de mis responsabilidades.
  • ¿Así de verdadero es tu compromiso conmigo? –preguntó el viejo, recordando el momento cuando le compró en el mercado y de cómo se negó a irse si no era con su hermano al lado, cerrando lentamente los ojos, inhalando sus últimas bocanadas de aire.
  • Sí, señor Aphrodísios, se lo prometí aquel día y lo cumpliré cabalmente –respondió Kshanik, besando la frente del viejo, quien exhaló su último aliento, apagándose su vida.

Kshanik salió de la habitación del amo de la casa, llorando gruesas lágrimas sobre sus mejillas, encontrándose con los otros esclavos de la casa, saliendo del inmueble para ir a encontrarse con su hermano.

Lejos de allí, un carruaje tirado por dos caballos de largo pelaje se aproximaba a la Polis de Atenas, faltándole aproximadamente un día para llegar, desconociendo sus tripulantes el estado actual del occiso amo de Ujjval y Kshanik.

Kshanik preguntó en las calles del ágora, llegando al sembradío de Vélos, encontrándose a los dos muchachos trabajando, recolectando las aceitunas adeudadas al viejo Aphrodísios.

  • ¿Kshanik?, ¿Qué es lo que haces aquí? –preguntó Ujjval a su hermano utilizando su lengua materna, acercándose a él, abrazándolo cariñosamente.
  • El señor Aphrodísios acaba de morir –respondió Kshanik, llorando sobre el hombro de su hermano, apegándose a él.
  • ¡Hey, hermano de Ujjval! –saludó Vélos, integrándose a la conversación, acercándose—. ¿El viejo te mandó a pedir las aceitunas? Ya están casi listas, puedes ayudarnos a cargarlas si quieres.
  • Se murió –comentó Ujjval a Vélos mientras tranquilizaba a su hermano.
  • Estoy bien, gracias –agradeció Kshanik a su hermano, saludando al recién llegado—. Hola, Vélos.
  • Ho… Hola –respondió Vélos, desconcertado por la noticia, mirando los barriles a medio llenar, preguntándose qué harían—. Entonces, ¿se podría decir que ahora eres libre?
  • La verdad es que no lo sé, el señor Aphrodísios nunca me explicó en profundidad sobre ese tema –explicó Kshanik—. Lo único que sé es que, si existiera algún descendiente, debería servirle, pero no sé si exista algún pariente cercano que pueda tomar el control de la casa y de nosotros.
  • Si ocurre lo que dices, deberíamos poder pagar tu peculio, así te liberaríamos. No creo que un nuevo amo tenga las mismas intenciones que ese viejo degenerado profesaba por ti –dijo Ujjval, esperanzado por pronto poder liberar completamente a su hermano, molestando un poco a Kshanik con sus palabras.
  • Él estaba apenado por lo que te hizo, en sus momentos finales demostró su humanidad… –dijo Kshanik, pero Ujjval le hizo callar apoyando su mano sobre su hombro.
  • No estoy enojado por sus golpes, fueron livianos como una cálida lluvia, sólo lo desprecio por tenerte con él contra tu voluntad –reclamó Ujjval—. Siempre viendo lo bueno de la gente, a pesar de todo, Kshanik.
  • Bueno, independiente de lo que debamos hacer para liberarte, deberíamos celebrar que estás aquí, con nosotros –dijo Vélos, ganándose una mirada de reprimenda de los hermanos—. Obviamente sin olvidar que el señor Aphrodísios acaba de morir, será una pequeña celebración… en su honor… ¿Sí?

Los tres muchachos dejaron las tareas de lado, cerrando los barriles y dedicando su tiempo a divertirse, jugando juegos infantiles, bañándose en el mar primero y luego en el río para quitarse la sal de la piel, disfrutando posteriormente de un exquisito almuerzo: pan, frutas, legumbres y un poco de queso que compraron para honrar la ocasión, durmiendo una siesta para digerir lo consumido. Entrada la tarde, Vélos se metió al mar para sacar algunos peces, cocinándolos en una hoguera cercana a la playa, cenando los tres juntos, viendo como el sol se escondía en el horizonte, apareciendo las primeras estrellas en el firmamento.

  • Volveré mañana temprano, tenemos que sepultar al señor Aphrodísios, luego averiguaré si debo quedarme allá o si puedo pagar directamente mi peculio a alguien –dijo Kshanik al terminar de comer el pescado que Vélos preparó, mirando con cariño a su hermano menor.
  • Sí, mañana será un gran día –dijo Ujjval, con una espina de pescado entre sus dientes, mordisqueándola sin llegar a romperla.
  • Si te hace falta dinero, podemos vender los barriles que íbamos a entregarle a Aphrodísios –ofreció Vélos, recordando de repente la promesa que hizo a la diosa Athena, rectificándose—. Aunque podríamos guardar un par…
  • No creo que sea necesario, te lo agradezco, el señor Aphrodísios me daba una mesada, la ahorré toda –dijo Kshanik, mirando el costoso traje que el viejo le había regalado—. Me dio de todo, nunca necesité gastar. Ahora quisiera vestirme como un chico normal, como ustedes…

Kshanik comenzó a desvestirse, causando vergüenza a Vélos, quien se olvidaba a veces de que estaba tratando con un hombre.

  • Cuando te liberemos compraremos ropa normal para ti –dijo Vélos, deteniéndolo—. Ahora te enfriarás si te desnudas.
  • Claro, tienes razón –respondió Kshanik con una sonrisa, volviendo la ropa a su lugar.
  • Sí, mejor vamos a dormir, mañana debes volver –dijo Ujjval, tapándose con su manta, acercándose al fuego.
  • ¡Hermano, cuidado con el fuego! –exclamó Kshanik al ver a Ujjval tan cerca de la hoguera.
  • Todas las noches hace lo mismo, no sé si es friolero o se quiere quemar mientras duerme –dijo Vélos, tapándose, pasándole una manta al hermano de su compañero de labores.
  • Gracias, Vélos. Por todo –dijo Kshanik, tapándose también, mirando el despejado cielo y sus brillantes estrellas—. Mañana será un gran día.

El hermano mayor de Ujjval se levantó temprano, preparando desayuno a sus dos jóvenes acompañantes, comiendo junto a ellos para luego volver a la casa de su difunto amo. Se despidió abrazando a su hermano, agradeciendo la hospitalidad de Vélos con una respetuosa reverencia, abandonando el lugar.

  • ¿Qué fue lo que me dijo al despedirse? –preguntó Vélos, imitando la inclinación con las manos unidas por sus palmas, poniéndolas frente a su pecho.
  • Namasté –respondió Ujjval—. Una forma de saludo y agradecimiento.
  • Ya veo –dijo Vélos, mirando al cielo, como si algo se le hubiese olvidado, sobresaltándose de repente—. ¡La ofrenda! Podemos dar una ofrenda y saldar mi deuda con la diosa Athena, llevaré dos barriles al templo, los otros los guardaremos en caso de que tu hermano necesite más dinero para pagar su peculio.
  • Gracias, Vélos –dijo Ujjval, extendiendo su mano al joven—. No sé cómo pagarte lo que has hecho por nosotros.
  • Nah, no te preocupes. Si quieres me acompañas al templo para descargar los barriles más rápidamente, con eso me basta por ahora –ofreció Vélos, cargándose un barril en el hombro derecho.
  • Vamos –dijo Ujjval, imitando al muchacho, cargándose el otro barril en el hombro izquierdo, dejándolo sobre la carreta, partiendo ambos al templo de la diosa.

Kshanik llegó a la casa de Aphrodísios, despertando a los esclavos para comenzar las preparaciones para los ritos fúnebres del señor de la casa, habiéndolos aprendido durante las clases que tuvo junto al viejo y otros pedagogos.

Cuando estaban cargando al cadáver para bañarlo como el rito mandaba, se escuchó la llegada de un carruaje en las afueras de la vivienda, saliendo uno de los esclavos a ver qué era lo que pasaba.

  • ¿Dónde está Aphrodísios? –preguntó un joven rubio y de aleonada melena, con una pálida piel, vistiendo una blanca y delgada toga, quejándose del clima—. Está muy caluroso acá dentro, ¡abran las ventanas!

Los esclavos se detuvieron en sus quehaceres, mirando al recién llegado y luego mirándose entre ellos, indecisos en su proceder.

  • ¿Qué están esperando? ¡Abran todo! –dijo el joven, mirando los alrededores, viendo a Kshanik y al otro esclavo que cargaban al occiso, entendiendo la situación—. Ya veo, no aguantó hasta mi llegada.
  • ¿Quién es usted, señor? –preguntó Kshanik, apoyando al viejo en un lugar blando, irguiéndose para hablar.
  • Jökull, sobrino de Aphrodísios y nuevo amo de esta casa –dijo el joven, mostrando una carta escrita de puño y letra por el finado, haciendo que todos los esclavos cumplieran sus órdenes de inmediato, llamando a los dos guardias que venían con él en el carruaje—. Ordénenlos, hombres allá, mujeres acá.

Kshanik se quedó frente a Jökull, viendo como los esclavos eran puestos en línea, hombres frente a las mujeres, siendo tomado por el brazo por uno de los guardias, poniéndolo del lado de las féminas, sin protestar por la equivocación. Jökull revisó a los hombres primero, dándoles especificas ordenes según sus constituciones físicas, enviándolos a trabajar fuera de la casa, siendo acompañados por uno de sus guardias. Comenzó a revisar a las mujeres, partiendo por Kshanik, desnudándole el pecho, endureciéndose su mirada, rasgando el bello vestido que su tío le regaló, gritándole al muchacho después de ver sus genitales.

  • ¡¿Qué es lo que haces vestido de este modo?!, ¡¿pensaste que podrías pasar desapercibido?!, ¡¿estás burlándote de mí?! –preguntó Jökull, cacheteando el rostro de Kshanik con el anverso de su mano, rompiéndole el labio superior.
  • Fue un regalo del señor Aphrodísios, era su erómenos –explicó Kshanik, sin alterarse ni quejarse por el golpe recibido.
  • Si es así, ¿dónde está tu equipo militar?, ¿y tu copa? –preguntó Jökull a Kshanik, afligiéndolo—. Muéstramelos.
  • Yo no tengo… El señor Aphrodísios nunca… –dijo Kshanik, mirando al piso—. Él me compró en el mercado de esclavos, él…
  • Entonces eras un simple esclavo para él –dijo Jökull, alejándose del muchacho.
  • ¡Señor! –dijo Kshanik, con lágrimas en sus ojos.
  • Irás a las minas de plata, como el resto de los hombres fuertes. A ver si con eso ganas algo de fuerza para ese enclenque cuerpo tuyo –ordenó Jökull, siguiendo con la inspección de las verdaderas mujeres.
  • ¡Señor! Yo… tengo dinero para pagar… puedo pagar mi rescate, mi peculio –dijo Kshanik, alterando al nuevo amo de la casa, siendo cacheteado en la otra mejilla, saliendo despedidas sus lágrimas.
  • No te he permitido hablar, sal de esta casa y ve con los otros hombres –ordenó Jökull, agarrando a Kshanik desde la barbilla, empujándole la cabeza—. ¡Ve!

Vélos y Ujjval dejaron los barriles en el templo de Athena, descansado después de subir los escalones con los toneles sobre sus hombros.

  • Una cosa es caminar en terreno plano con un barril al hombro; lo otro es subirlo por estas escaleras –dijo Vélos, revisando su hombro, viendo como la madera le marcó en la piel—. Creo que los sobrecargamos esta vez.
  • Totalmente diferente. Están repletos de aceitunas –respondió Ujjval, mirando al cielo, sentado en el piso del templo, captando una estrella fugaz en el firmamento, petrificándose—. ¿Viste eso?
  • Sí, una estrella fugaz, es de buena suerte –respondió Vélos a la pregunta de Ujjval, notándolo descompuesto, con la piel lívida y sudorosa, temblando—. Ujjval, ¿estás bien?
  • Eso no es de buena suerte, es un mal presagio, algo debe haberle pasado a Kshanik, debo ir con él –dijo Ujjval, levantándose, dejando solo a Vélos, corriendo por las escaleras.
  • ¿Qué? ¡Ujjval, espera! –gritó Vélos, bajando detrás del muchacho, atajándolo al final de las escaleras—. Ujjval, ve con Kshanik, dejaré la carreta en el sembradío e iré tras ustedes.
  • Gracias –dijo Ujjval, corriendo a toda velocidad hacia la casa de Aphrodísios, preocupado por su hermano mayor.

Ujjval corrió con todas sus fuerzas al hogar del difunto amo de Kshanik, encontrando una carroza en la entrada de la vivienda, entrando en esta sin anunciarse, encontrando todo en silencio mientras las esclavas cocinaban y limpiaban el interior.

Por otra parte, Vélos corrió velozmente a su sembradío, arrastrando la carreta, dejando una estela de polvo detrás de él. Dejó la carreta amarrada a una roca, saliendo despedido a la casa del señor Aphrodísios.

  • ¿Dónde están todos los demás? –preguntó Ujjval a sus antiguas compañeras de trabajo, quienes lo miraron en silencio, alejando la mirada de él, siguiendo con sus tareas.
  • ¿Y quién eres tú, entrando sin permiso en mi casa? –preguntó Jökull, sentado sobre unas cómodas telas, escondido en la penumbra del patio interior.
  • ¿Tu casa? Tú no eres Aphrodísios, él era el dueño de esta casa, pero está muerto –respondió Ujjval, desconociendo su autoridad.
  • Yo soy Jökull, el sobrino de Aphrodísios, él me heredó todas sus posesiones –dijo el joven de dorado cabello, presentándose.
  • Soy Ujjval, hermano de Kshanik, ¿qué hiciste con él? –preguntó Ujjval, encontrando en el piso parte de la rasgada vestimenta de su hermano—. Esto… es de Kshanik, ¡¿qué le hiciste?!
  • ¡Ah! Ese esclavo. Lo envié con todos los otros esclavos hombres a trabajar en las minas de plata, intentó esconderse entre las mujeres usando esas ropas, las rompí y lo mandé a ganar un poco de fuerza –explicó Jökull, sin levantarse de su descanso.
  • ¿Esconderse? Él es más fuerte de lo que crees, aguantó todo este tiempo para que el depravado de tu tío me comprara y mantuviera como uno de sus esclavos –dijo Ujjval, con su corazón enardecido por el desdén de Jökull, empuñando sus manos.
  • Una cosa en la que estamos de acuerdo. Aphrodísios era un degenerado, al igual que tu hermano. ¿Fuerza? Aguantar hasta la muerte es de débiles, no tienes idea de lo que estás hablando –respondió Jökull, sonriendo.
  • ¿Qué crees saber de nosotros, maldito? –preguntó Ujjval en su lengua natal, no percatándose de lo que hizo debido a su creciente enojo.
  • ¿A quién crees que estás maldiciendo, gusano? –respondió Jökull en el idioma de Ujjval con una sombría y penetrante mirada, desconcertando al muchacho, abalanzándose sobre él, golpeándolo en la barbilla con la punta de su pie, lanzándolo al piso.
  • Mal… maldito –dijo Ujjval, limpiándose la sangre de su boca, habiéndose mordido el interior de las mejillas, adolorido por el sorpresivo golpe—. Peleemos, no serás capaz de golpearme nuevamente con ese ataque. ¡Te venceré!

Ujjval comenzó a ejecutar su técnica de control corporal, calmando su respiración, preparándose para la batalla. Jökull adoptó una pose de pelea, mirando seriamente a Ujjval, abandonando la postura al cabo de unos segundos, relajando su cuerpo, soltando una fuerte carcajada.

  • Hagámoslo un poco más interesante –ofreció Jökull, pasando al lado de Ujjval, caminando por el pasillo al exterior de la casa—. Sígueme, “guerrero”.
  • ¿Qué quieres hacer? –preguntó Ujjval, sin relajar ningún músculo.
  • Si me vences en una pelea limpia, liberaré al débil esclavo que es tu hermano –dijo Jökull con confianza, de espalda a Ujjval, antes de abrir la puerta principal de la casa.
  • ¿Y si pierdo? –preguntó Ujjval, parándose con las piernas separadas, bajando sus brazos.
  • Compartirán el mismo destino –decretó Jökull, sin mencionar nada más, saliendo de la casa.

Jökull y Ujjval salieron de la casa, encontrándose a Vélos que venía recién llegando, pasando a su lado sin mediar ninguna palabra. Jökull se acercó a la carroza, hablando con alguien en su interior, ordenándole algo al conductor del vehículo en un lenguaje que ni Ujjval ni Vélos lograron comprender, conduciendo el carruaje lejos del lugar.

  • ¿Qué acaba de suceder aquí? –preguntó Vélos a Ujjval, viendo la sangre saliendo de las comisuras de la boca de su amigo.
  • Este maldito mandó a Kshanik a las minas de plata –respondió Ujjval, escupiendo sangre al piso.
  • ¿Y qué van a hacer ahora? –preguntó Vélos, preocupado.
  • Pelearemos y lo venceré para liberar a Kshanik, hoy es el día tan esperado –dijo Ujjval, concentrándose en la pelea a realizarse.





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