Cap. 17 Aquel que se Inicia.
¨Vivimos como queremos y morimos cuando queremos¨. Esa frase estaba presente en la mente de Khalid. Si aquel Santo negro que ayudo a un Santo Dorado en la lucha contra un poderoso espectro. Y luego traslado un potente arma desde oriente al Santuario, pero de igual manera ahora se encontraba recostado contra una fría y húmeda pared. Estaba en la prisión del Santuario.
— Agradece que no te llevaron a Cabo Sunion, junto a ese monstruo— grito uno de los prisioneros entre las sombras.
Otro golpeaba los barrotes con algo metálico y exclamaba con furia.
— ¡TODOS MORIRÁN EN LA GUERRA, NO HABRÁ ESCAPATORIA, INCLUSO ATHENA MORIRÁ, LA BESTIA ESTA SUELTA! —
Khalid se levanto, e intento romper los barrotes con su poder. Pero no podía siquiera encender su cosmos.
— ¡¿Que demonios sucede?! — se pregunto con rabia.
Pero su concentración se vio interrumpida, al escuchar los pasos de alguien en el lúgubre pasillo de su cárcel.
Eran pasos metálicos, pero iban acompañados de un molesto chirrido, como si se arrastrara algo pesado con el.
Inmediatamente todos los prisioneros del lugar se escondieron y bajaron la voz.
Curioso, Khalid intento ver que es lo que producía aquel sonido. Y la figura que salio de entre las sombras le resulto algo perturbador.
Con un poco de mas de dos metros, y vestido únicamente con una gran túnica translucida. Se acercaba a las prisiones el Carcelero del Santuario.
Los ojos de este se encontraban hundidos, como si se tratase ya de un cadáver, pero brillaban con un intenso rojo carmesí. Un ser en verdad atemorizante.
Con un andar cojeante llego hasta la celda de Khalid, que prácticamente no se inmutaba ante la criatura. Este lo miro directamente a los ojos y poso su cadavérica mano en los barrotes de la prisión.
Y entonces, el carcelero hablo. Pero lo había hecho en griego y del antiguo.
— Ο Πατριάρχης ζητά την παρουσία του — (El Patriarca solicita su Presencia)
El muchacho se quedo observando a aquella criatura, pues no había entendido nada de lo que este acababa de decirle.
— Mira... no entiend... — fue lo que alcanzo a decir, pues vio como la fría mano de ese ente atravesaba los barrotes y lo sujetaba fuertemente del cuello.
Y como si se tratara de un fantasma, ingreso a la prisión del santo negro. Sujetándolo con fuerza del cuello y apoyándolo contra la pared.
Este acerco su rostro al oído de Khalid, y le susurro de una forma mas que tenebrosa.
— El... Patriarca...solicita...tu...presencia —
Y seguidamente lo arrojo al piso con violencia.
El joven quien casi se ahogo por no poder respirar, diviso lo que la criatura poseía en su otra mano. Era una genuina lanza ateniense. Y se fijo también en el anillo dorado que llevaba en su mano izquierda.
— Que demonios eres — pensó, mientras el ser salia al pasillo de la prisión.
No emitía ningún rastro de cosmos, ni tampoco parecía que estuviera vivo, y sin embargo ahí estaba de pie, sosteniendo la lanza con su mano izquierda y observando con esos fríos ojos rojos
La túnica que cubría su cuerpo, tenia grabados de batallas. Khalid se fijo en eso cuando salio de su cuarto-prisión.
— ¿Un Minotauro? — pensó al ver el dibujo de dicho animal siendo atravesado por una lanza.
El ser volvió a hablar en griego, pero esta vez hizo una seña con su mano, indicando a Khalid que lo siguiera.
El joven así lo hizo, y mientras mas avanzaban por la lúgubre prisión, mas extraño se ponía la criatura frente a el.
Los demás prisioneros, permanecían en silencio y se encontraban de cuclillas contra la pared, lo mas lejos posible de los barrotes.
Fueron como unos cinco minutos, lo que Khalid estuvo andando detrás de aquella cosa. Hasta que después de girar a la derecha en el interminable pasillo, se encontraron frente a una puerta de madera con el sello de Athena por el.
La misteriosa entidad acerco su mano al picaporte y antes de tocarla siquiera esta se abrió con un chirrido desesperante.
— Vete...— murmuro el ente.
Sin pensarlo dos veces, Khalid cruzo hacia el otro lado del pórtico que se cerro con fuerza unos segundos después.
El muchacho observo el panorama. Diviso los doce templos que se encontraban casi frente a el. También el coliseo y demás lugares.
En ese instante sintió el cosmos de todos los que se encontraban en el santuario, y aunque no sea algo de que sorprenderse, el se encontraba así.
Pues mientras que estaba dentro de la prisión, no podía sentir nada del exterior. Ni siquiera era capaz de encender su cosmos.
Pero ahora que estaba afuera, sentía como su energía fluía libremente por todo su cuerpo.
Camino por un buen rato hacia los doce templos, pero se detuvo justo antes de ingresar.
— ¿Que es lo que hago aquí? — se pregunto, — Al DIABLO con esta guerra y con todos — se dijo a si mismo y se dispuso a abandonar el lugar.
Caminando lentamente entre las calles de Rodorio, Khalid observaba a aquellas personas andar tranquilamente sin preocuparse por nada.
Era extraño para el, puesto que estaba acostumbrado a que las personas huyan de el cuando se les acercaba con la armadura negra del Fénix.
— ¡MI ARMADURA! — grito Khalid.
Aunque su ¨grito¨ paso desapercibido para la multitud, pero no para un hombre vestido con una de las 88 armaduras del ejercito Ateniense.
— Creo que tu eres el que vino desde oriente — Dijo este.
El hombre que hablo, portaba una reluciente armadura plateada.
— ¡¿Un Santo de Plata?! — murmuro Khalid, dando un paso hacia atrás y poniéndose a la defensiva.
— Tranquilo, no eres considerado una amenaza para el Santuario, ademas te he estado buscando desde hace rato — le comento el Santo, — Comencé a creer que el carcelero te había matado, pero por lo que veo no lo hizo — continuo, mientras le daba la espalda a Khalid.
Y con un gesto de mano, le indico que lo acompañara.
— Mi nombre es Kitt, Santo de Plata de Perseo y seré tu guía por así decirlo, al menos hasta la recamara del Patriarca — Indico el caballero quien llevaba el cabello rubio atado con una cinta roja.
— ¿A que te refieres con Guía? — pregunto Khalid.
Pero su pregunta nunca fue respondida.
Se internaron entonces dentro de los doce templos, para Khalid era la primera vez que lo hacia, al menos estando consciente.
— ¿Sabes por que estaba en esa prisión? — pregunto el fénix.
— No recuperaste nunca el conocimiento, y tenerte en la villa Rodorio no era una opción, así que el señor Anót fue compasivo al opinar llevarte a la prisión subterránea. — le respondió el santo de plata.
Tras eso se detuvo a cien metros del templo de aries, y se dio media vuelta quedan doce cara a cara con Khalid. Y con una expresión amenazante Kitt le advirtió.
— Escucha bien, no se cuales sean tus intenciones, pero ten por seguro que ante cualquier movimiento sospechoso de tu parte dentro de los doce templos, te asesinare sin dudar — Y tras eso, el santo de Plata volvió a ponerse en marcha hacia la primera casa, Aries.
Khalid estaba un tanto molesto, pero también comprendía la situación. Era un santo negro, uno de los enemigos que mas dolor de cabeza le había dado al santuario. Eso sumando que la mayoría de los santos de oro tenían cuentas por saldar con otros santos negros.
Pero por ahora no llevaba su armadura puesta, mas bien ni sabia donde estaba y ni le importaba en lo mas mínimo, después de todo solo era una replica. Había mas de donde saco esa, pensaba mientras observaba los enormes pilares del templo del carnero.
— ¿No es un poco niño para ser un santo de oro? — comento este al ver a Naós de pie con su armadura a pasos de la entrada.
Kitt observo a Khalid de reojo, mientras que el dorado de Aries intentaba parecer amenazante.
— Lo único que logras poniendo esa falsa cara de seriedad, es que me entren ganas de matarte — indico el fénix negro, viendo fijamente a Naós.
— Niño, adulto o anciano, si alguno de ellos porta una armadura de oro es por alguna razón, y créeme te harán pedazos sin pestañear, así que déjate de burlas y continuemos — comento el Santo de Perseo, Kitt.
Tras eso y luego de pasar junto al santo de aries, Khalid sintió el amenazador cosmos de este, y solo se limito a sonreír.
Tras su paso por las doce casas, llegaron al templo del Patriarca. El cual se encontraba de pie en la entrada.
— Queda en sus manos su ilustrisima — indico Kitt de Perseo, dando una pequeña reverencia, para luego retirarse. No sin antes lanzar otra mirada furtiva hacia Khalid.
Por su parte el Pontífice no dijo ni una palabra, simplemente se limito a suspirar.
— ¿Y ahora que?, vas a pedirme que me una a ustedes y ¿que luche por la paz en la tierra? — pregunto el Santo negro sonriendo.
No hubo respuesta alguna por parte del otro, simplemente estaba ahí parado. Observando el panorama.
— El que seas el líder de un ejercito no te da derecho a ignorarme de esa forma — comento nuevamente Khalid, apretando los puños.
Pero al hacer eso, pudo notar un brusco cambio en la temperatura a su alrededor. Se sentía frio, y por un instante le pareció sentir una helada mano en su nuca.
El Patriarca hizo un pequeño gesto con la cabeza, y al instante esa extraña sensación desapareció.
— ¡¿Que demonios fue eso?! — pensó Khalid volteando a ver que había detrás de el. Pero solo estaban las vacías escaleras hacia el templo de Piscis.
— No es un enemigo — murmuro su Ilustrisima.
Khalid se encontraba ya impaciente, la terrible tranquilidad con la cual el Patriarca se tomaba la situación, sumado a que lo estaba ignorando, comenzaban a hacer hervir su cosmos.
Pero desde luego, hacer eso en ese sitio era suicidio. Quien en su sano juicio atacaría al líder de los 88 guerreros que protegen la tierra en su propio terreno, y a pasos de su Diosa.
— Te desesperas fácilmente joven — indico el anciano líder. — Eso puede causarte una muerte prematura en el campo de batalla — añadió.
Con un gesto de desaprobación, Khalid dio un paso hacia atrás listo para descender, pero fue detenido con las palabras del Patriarca Argos.
— Si te vas, perderás la única oportunidad que tendrás para cambiar tu destino, y el día que regreses al Santuario, seras visto como una amenaza y seras eliminado —.
Ante eso el muchacho se quedo quieto, de espaldas a su ilustrisima quien seguía impasible en el mismo lugar.
— Y dime, ¿que es lo que ganare yo si me quedo? — pregunto el joven, — ¿Una armadura?, ¿amigos?, créeme no necesito nada de eso — añadió presionando fuertemente sus puños.
— Eres libre de decidir, así que vete..., tu trabajo esta echo — le respondió Argos, dando media vuelta y regresando al interior del templo.
Un largo silencio lleno todo el sitio, y un profundo aroma a flores silvestres inundo el lugar.
— ¡ESPERA! — grito Khalid, de forma exhaustiva.
El Patriarca se detuvo a unos pasos, y una sonrisa cálida se visualizo a través del casco que le cubría el rostro.
— Khalid — murmuro este, — Comprendo a la perfección que es lo que mas anhelas, y estoy de acuerdo con ello — continuo su Ilustrisima.
Ante esas palabras el rostro de Khalid pareció liberarse un poco mas, y no se veía tan molesto.
— ¿Entonces me da... el permiso a ganarme la armadura? — pregunto el pelinegro.
— Yo te doy ese permiso, Khalid... pero sabes perfectamente el riesgo que corres, ¿no es así? — le comento Argos volteando a ver al muchacho.
— He vivido toda mi vida en esa isla, así que se los peligros de la misma — contesto el Fénix negro.
Hubo una pequeña pausa entre ambos, Argos observo el vasto cielo azul antes de volver a hablar.
— Entonces ve, y conviértete en un defensor de la justicia... a tu manera, Khalid —.
El muchacho no dijo nada, y se limito a esbozar una pequeña sonrisa antes de darle la espalda al Patriarca, y descender lentamente hacia el templo de Piscis.
Los pasos metálicos de alguien que porta una armadura, se escucharon a espaldas de su ilustrisima. Dos majestuosas alas doradas se extendieron de par en par, mientras que el portador de la Cloth de Sagitario se acercaba hasta Argos.
— ¿Esta seguro que podemos confiar en el? — Cuestiono Kauss, el santo de Sagitario.
— Zavijah confió en el, y si alguien como el pudo hacerlo, no hay razón para que nosotros no confiemos en el — le garantizo el Patriarca con una sonrisa.
Kauss hizo una pequeña mueca, mientras veía desaparecer a Khalid al llegar a Piscis, y seguidamente volvió a preguntar.
— ¿En verdad ibas a matarlo? —.
— No... era solo una prueba, ¿No es así Gleace? — replico Argos girando la cabeza, para ver a un hombre recostado contra uno de los pilares del templo.
Al igual que Kauss, esa persona portaba una armadura dorada, tan brillante como las otras once.
— Quien sabe — respondió este con frialdad.
— De todos modos, puedes regresar al undécima casa, gracias por todo Acuario — espeto Kauss.
Gleace, no dijo nada mientras comenzaba a descender también.
De regreso a la Isla de la Reina muerte, Khalid el Santo negro de Fénix comienza su travesía en busca de ganarse la armadura que yace en el sitio. Mientras que el ejercito del Inframundo mueve sus piezas, buscando la mas mínima ventaja.
Los Dioses caerán, y la humanidad se alzara.
Con este capitulo finaliza el arco 2, La urna de los Dioses. Dentro de poco, comenzara el siguiente Arco, que sera: La Reencarnación del Mal, con el Cap 18. Aquel que Regresa.