PARTE 6: Ciento ocho cuentas.
Santuario.
~Proximidades al Reloj de Fuego.
—Eso es... Una surplice. Sera aquella que vio regresar al castillo de Hades? Que hace en este lugar?—Rigard había retrocedido unos cuantos metros y solo se limitaba a observar.
Un cosmo similar desprendían ambos: Gadreel y la surplice de Wendiggo. Ese cosmo era tan poderoso que sobrepasaba fácilmente el de Rigard.
—Gadreel en tu interior se encontraba una estrella maligna. Así que era eso. Pero... Como será eso posible...?
Posteriormente, del cuerpo de Gadreel esa aura maléfica se debilito dando lugar a un majestuoso cosmo benevolente, el cosmo que tanto lo definía, digno de un Santo de Plata, fiel al Santuario, y sobre todo fiel a la diosa Athena.
—Otra vez puedo sentir tu cosmo Gadreel. Es mas grande que antes.
No te des por vencido!! Tu puedes vencer la maldad que desea posesionarse de ti.
El tiempo transcurría y en determinados momentos un cosmo era mas intenso que el otro. Era evidente. Las dos almas estaban en medio de una guerra dentro de Gadreel por el control de su cuerpo.
—Amigo, no te rindas.—Rigard se encontraba frente al él y tenia sus ojos llorosos. Esos ojos verdes que nunca habían sentido el calor de las lágrimas demostraban impotencia.
Una vez pronunciadas esas palabras aumento su cosmos lo mas que daban sus energías y envolvió con el, al cuerpo de su compañero que aun yacía inconsciente en el suelo.
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Hace muchos años.
~Santuario.
—El es Rigard, un joven de tu misma nacionalidad que ha decidido servir a la paz de la Tierra. Justo como tú. De hoy en adelante serán compañeros. Gadreel encargate de mostrarle todos los lugares de los que se compone el Santuario, desde el gran cementerio hasta la Villa Rodorio que se encuentra mas abajo, la aldea que le servirá de hogar durante su entrenamiento.
—Si! Sumo Sacerdote. Como usted diga.
Apenas era un niño de unos seis años, Gadreel lo superaba con dos mas de ventaja. Lo miraba con simpatía, al no tener un maestro, se contentó rápidamente al saber que tendría un compañero de entrenamiento.
—Mi nombre es Gadreel...
Desde aquel día se hicieron grandes amigos. Se ponían a prueba constantemente para determinar quien de los dos era superior. Aun cuando llevaba un par de meses mas en el Santuario que Rigard, con el tiempo ambos poseían la misma fuerza y valentía.
Unos años después.
~Aposentos del Sumo Sacerdote.
—Aquí estamos Gadreel y Rigard.
—Que desea Sumo Sacerdote?
—Los he llamado para entregarles esto.
—Que? Esas son!!
—Armaduras de Plata!!
—Asi es. Las cloth del rango Plata de Cefeo y Lira.
Al momento las pandora-box se abrieron dejando ver los Object plateados. Estos se separaron en partes y cubrieron el cuerpo de los recién ascendidos santos.
—Por su valentía, virtud y sabiduría hoy se convierten en Santos de Plata con el deber de procurar la Justicia y la Paz en la Tierra, así como la responsabilidad de velar por Athena.
—Si!
—Asi lo haremos Sumo Sacerdote! Aunque arriesguemos nuestras vidas.
~Descendiendo a través de los Doce Templos.
—Es increíble. No lo crees así, amigo?
—Por supuesto. Después de esforzarnos tanto como santos de bronce. Esto es excelente.
—Si. De esta forma podremos ayudar mas a nuestros compañeros y al Santuario.
—De esta manera podremos luchar fervorosamente por la paz y la justicia del mundo.
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—Desde aquel día, ambos prometimos luchar por la justicia y la paz, sin desviarnos del camino como Santos de Athena —recordaba esos buenos momentos que había pasado con su compañero. — Es por eso que ahora te brindo el calor de mi cosmo. Junto con el tuyo, lograremos imponer la bondad en ti sobre la maldad.
Los dos cosmos hervían al unisono, haciéndole frente al invasor. Por un momento pareció que se impusieron. Solo por un breve instante. De todas formas esa energía maléfica aun tenia el poder para dominarlos, dificultosamente pero aun así estaban bajo control.
—Ese mal... Es muy fuerte. No creo que aguantemos demasiado.
En ese momento el cosmo de Gadreel se apago sorpresivamente dejando a Rigard combatiéndolo solo.
—Siento descargas eléctricas que recorren mi cuerpo.—se quejaba Rigard— Esto afecto en una proporción superior a Gadreel, cuyo origen se remonta de esa estrella maligna?
Ya había pasado casi una hora desde que compartió su cosmoenergia con su aliado. Sin embargo veía agotar considerablemente sus fuerzas. Realmente el ataque del enemigo lo estaba afectando.
—N...No puedo mas. Lo s..siento Gadreel, Sumo Sacerdote— culmino con esas palabras cayendo rendido al suelo.
El duelo de cosmos unido a los choques eléctricos fueron demasiado.
En esos momentos.
~Colina de Yomotsu Hirasaka.
Un lugar inhóspito se presentaba frente a los Santos que acudieron al umbral de entre la vida y la muerte.
El cielo con ese tono cual sangre, se desplegaba sobre ellos como el único testigo de su presencia. Era un sitio realmente aterrador, incontables fosas se hallaban en los alrededores y los quejidos y lamentos de personas era lo único que combatía el silencio.
Aun así, la paz dominaba la colina de Yomotsu. Las muertos incluso eran organizados pues formaban extensas filas para desembocar en el agujero del mundo infernal.
En aquel lugar siete santos se hallaban en lo que era una de las misiones habituales frente a las guerras contra el Emperador del Inframundo.
—Seguro que en este lugar se encuentran esas perlas?
—Por supuesto. El Sumo Sacerdote así nos lo dijo.
Momentos antes de la batalla entre Gadreel y Rigard, el Papa había ordenado a un grupo de santos acudir a este mundo. Él lo sabia. Sabia que el ejercito de Hades no estaba desaparecido como aparentaba y tal vez la razón radicaba en Gadreel, de cuyo ser emanaba un cosmo totalmente ajeno al Santuario.
"—Tu DeathWave estarás al mando. Deben conseguir ciento ocho perlas, de esas que solo se forman en los rocosos montes del Yomotsu"
Una orden directa del Sumo Sacerdote que debían llevar a cabo. Sin embargo, de seguro Shexel tendría algo que ver.
Se habían reunido previamente en el templo del Cangrejo Gigante, del cual se decía era el mas cercano al Inframundo, y una vez allí fueron enviados al otro mundo gracias al SEKISHIKI MEIKAI HA del santo de Oro de Cáncer.
—Con uno de nosotros hubiera alcanzado para juntar las ciento ocho cuentas— se quejaba Taniel, uno de los mas jóvenes Santos de Plata— es mas, con un par de soldados hubiese sido suficiente.
—Ya deja de quejarte Taniel, tu fuiste quien se ofreció voluntariamente para ayudarnos— Heredia lo amonestaba por su actitud.
—Je. Creí que seria divertido, no te enojes Heredia...— unas risas se le escapaban por lo bajo, le encantaba molestarla. Se podría decir que solo se unió al grupo porque ella estaba allí.
Las perlas se encontraban repartidas abundantemente bajo las rocas y ya habían juntado un buen numero de ellas. Su color era de un morado suave y eran todas, sorprendentemente del mismo tamaño, ni mas grandes ni mas chicas, una equivalencia perfecta.
—El choque de cosmo termino. Ese malvado espectro a tomado el control del cuerpo del Santo de Plata— razonaba DeathWave, quien aparentemente no se había perdido ningún detalle del combate que se pudo sentir en todo el Santuario, hasta incluso en el monte Yomotsu.
—Ya tenemos mas de lo encargado. Fue fácil juntar esas gemas. DeathWave, regresamos a los doce templos?—le consultaba Heredia.
El Santo de Cáncer parecía no escucharla. Su mirada estaba totalmente enfocada en ese grupo de muertos que se dirigían al Infierno. No precisamente en todos, si no es uno de ellos.
—El muchacho mas fiel al Sumo Sacerdote, cuál era su nombre...? Gadreel, cierto?— DeathWave lo miraba con despreocupacion— Que haces en este lugar...?