COPIO NUEVAMENTE LOS CAPÍTULOS QUE NO SE VEN.
CAPÍTULO II.-EL ACUERDO
Tatsumi, el fiel sirviente de la familia Kido, rápidamente se disculpó por la joven. Ese viejo abusón que tantas palizas les había propinado en el orfanato ya no era ni la mitad de la sombra de lo que fue, los años y quizás las circunstancias habían hecho clara mella en él. Seiya fue consciente de ello con sólo mirarlo, una leve sensación de rabia proveniente de viejos recuerdos se alojó en su estómago.
Los amigos se retiraron a la habitación de Seiya dejando a la joven y su sirviente acabando su desayuno.
- Y bien…- se adelantó a decir Shiryu mientras ambos se acomodaban en la habitación.
- No puedo negarte mi impresión al verla Shiryu…pero aun así… sabes que me pides mucho. – Hizo una pausa como alejando los pensamientos que le venían a la cabeza - ¿Quién es Pegaso? Hasta lo que mis conocimientos llegan sólo es un caballo alado… no me digas que en su otra realidad la humanidad es el juego de Farm Ville.
- ¡Ojalá! – Shiryu no pudo evitar que se le escapara una leve sonrisa con la ocurrencia de su amigo – Acabas de conocer a la poderosa hija del Dios de Dioses Zeus… Athena. – Seiya le miró con asombro. – Hasta ahora lo único que sé de su realidad es que ella junto con sus Caballeros es la protectora de la humanidad y que lucha contra los malvados Dioses del Olimpo que pretenden destruirla. Pegaso es uno de sus caballeros, de hecho, el más especial para ella, me sorprende que te haya elegido para ocupar ese papel, hace años que no os veis.
- ¿Te sorprende que me haya elegido? – le miró incrédulo.
- Querido amigo he de decirte que te encuentras ante el fiel y entregado Caballero de bronce del Dragón y justo heredero de la armadura de oro del signo de Libra, perteneciente al maestro Dhoko.
Seiya no pudo evitar reírse de imaginar a su amigo con semejante semblante. – Así que tú Caballero del Dragón y el Señor Dhoko, tu mentor en la tesis, es Libra… Veo que la educación que le costeó su abuelo ha tenido muy buenos resultados… Imaginativa es la chica.
- No deberíamos reinos Seiya… además… Pegaso es heredero de la armadura de oro de Sagitario, no creas que te libras amigo…
- Me preocupa que me asocie tanto a los equinos… ¿tengo cara de caballo? – ambos rieron. La actitud de Shiryu cambio.
- No siempre es así Seiya. Hoy has presenciado su versión "alternativa" suele huir a ella cuando sale de la Mansión. – Seiya le miró intrigado, lo que le animó a continuar su relato.- Cuando, digámoslo así, regresa a nuestra realidad ella vuelve a ser Saori Kido sin embargo es muy consciente de su alter ego Athena y todo lo que representa. Para ella nuestra realidad no existe, es, según cuenta, un castigo de su padre Zeus por renunciar a su estatus de Diosa para salvar a sus caballeros.
- Entiendo… no ha desarrollado una segunda personalidad strictu sensu, sin embargo, vive dos vidas paralelas, dos realidades.
- Eso no es todo…pero preferiría no darte más detalles, necesito que tú saques tus propias conclusiones. – Shiryu le miró inquiriéndole una respuesta a la pregunta que no se atrevía a formular.
- Todavía no he aceptado – le replicó Seiya.
- ¿Pero lo harás? – se hizo una pausa en la que ambos se miraron.
- No lo sé – continuó el castaño rompiendo el silencio – Esa familia nos hizo mucho daño a Seika y a mi. Si no nos hubieran separado Shiryu… todo hubiera sido muy diferente. –Elevó el tono. – Era mi hermana, mi única familia.
- Lo sé Seiya – intervino su amigo con un tono de preocupación – por eso no he querido molestarte hasta que no he visto que eras mi única opción. Pero créeme, ella no es como su abuelo.
- ¿En serio? La gente no cambia tanto… siempre fue una niña estúpida y malcriada.
- Tú lo has dicho Seiya: una niña; ahora es una mujer, y créeme cuando te digo que aquella niña quedó en el pasado. – Shiryu se puso serio – En el fondo ambos sabemos que el caso te interesa, es raro y único, sería muy relevante para tu carrera. – hizo una pausa – Hagamos un trato: acepta un período de prueba, digamos… 3 meses, en ese tiempo te demostraré que ella no es quien crees y que merece la pena intentarlo.
Ambos amigos se miraron fijamente por un momento. Seiya sabía que su amigo no era un tonto y que seguramente le había investigado previamente. Su cabeza era un lío; por una lado era consciente que ese podía ser el "caso" que tanto había estado esperando pero, por otro, esa familia… Examinó a su amigo. Era un buen amigo, siempre lo había sido y se lo había demostrado. Él creía en lo que decía y le pedía, quizás no era mala idea intentarlo.
- Necesitaré un alojamiento cerca de la Mansión Kido – Shiryu sonrió sin evitar mostrar su alegría – debo integrarme en el entorno de mis pacientes para poder desarrollar mi método.
- ¡Estupendo! – la emoción de Shiryu era evidente – Puedes alojarte en la Mansión… - Seiya frunció el ceño - … o mejor con Shunrei y conmigo, vivimos en unos apartamentos anejos a la misma dentro de los terrenos de la propia finca. ¡Seiya me alegro tanto! Te prometo que no te arrepentirás.
- Ya, ya… me debes una y muy grande que lo sepas.
Seiya tardó alrededor de dos semanas en empacar sus cosas y dejar sus asuntos en Grecia zanjados. El apartamento en el que se alojaría era bastante moderno, en comparación con la pomposidad de la Mansión Kido, e independiente aunque conexo al de su amigo y su mujer. Desde su ventana podía ver la habitación principal de la Mansión que daba a un gran balcón con vistas al jardín trasero, coronado en su centro por una enorme fuente con estatuas que imitaban ángeles y ninfas con cántaros de agua. La luz estaba en encendida, esa no podría ser otra que la habitación de ella.
La primera noche la pasaron poniéndose al día y cenando en familia, no tocaron el tema por el que él estaba allí, cosa que agradeció. Se les veía felices juntos y él se sintió feliz también de ver así a su amigo. Se retiraron pronto a dormir, les esperaba un día complicado mañana.
CAPITULO III.- SAORI VS ATHENA. LA OTRA CHICA.
Tsasumi le abrió la puerta antes de que llegara a tocar el timbre. Por un instante las miradas de ambos viejos enemigos se cruzaron, pero el sirviente no tardó en retirarla – "oh… Tsasumi… esperaba más de ti ¿dónde ha quedado tu rabia?" - pensó Seiya. Le ofreció una bebida que él rechazó, quería empezar lo antes posible. Shiryu se mantenía en un segundo plano como un mero observador.
- ¿Dónde está mi paciente? – preguntó Seiya, su tono resultó más formal y profesional de lo que esperaba.
- En el jardín de atrás, les acompañaré.
Ambos amigos siguieron al sirviente aunque no era necesario, sabían perfectamente cómo llegar tras tantos años viviendo en esa Mansión, apenas nada había cambiado, salvo que el orfanato ya no estaba allí, Shiryu le había contado que Saori construyó uno nuevo más cerca del centro de la ciudad y de la escuela.
La joven estaba sentada al sol con un block en su regazo con el que parecía entretenida. Seiya quedó sorprendido con la imagen.
- Shiryu, me dijiste que Saori no había sufrido secuelas físicas por el accidente ¿por… por qué? –la joven estaba en una silla de ruedas. Lo cierto es que el día anterior ella había permanecido todo el tiempo sentada, pero no recordaba haber visto una silla de ruedas.
Su amigo le contestó no sin cierto tono de preocupación y resignación.
- Y no las tuvo. – Seiya se giró para mirarle de frente – Cuando ella está en "nuestra realidad" no puede o quiere caminar.
Dice que es la pequeña trampa de su padre Zeus cuando accedió a liberar a sus Caballeros y darles una vida normal, ella tendría que sufrir el destino de quien quiso salvar. – Eso no le quedó muy claro a Seiya, pero prefirió no preguntar más.
El joven de cabellos castaños y ojos avellana se acercó a la joven, sabía que en ese momento se encontraba ante Saori Kido, la mujer, no la Diosa, eso facilitaría las cosas de momento.
- Buenos días Saori. ¿Qué día tan bonito hace cierto? – el joven puso sus manos tras su cabeza y se estiró con naturalidad como disfrutando de la brisa.
- Seiya… - la joven levantó su vista del block de dibujo, esa voz… - ¿qué… qué haces aquí?
- He venido a visitarte, Shiryu me informó de tu accidente – quiso parecer normal necesitaba tantear hasta qué punto la joven era consciente de la realidad. – ella cambió su semblante y se puso seria mientras retomaba el dibujo que segundos antes concentraba su atención.
- Eso no es verdad Seiya. – le inquirió - Ambos sabemos que ni mi abuelo y ni yo somos de tu agrado. Has venido por mi enfermedad. – hizo una pausa - ¿Sabes? – levantó nuevamente la vista hacia el joven – Nunca pensé que Shiryu acudiría a ti, debe estar muy preocupado.
- Entiendo…- la interrumpió Seiya antes de que retomara su dibujo – Así que sabes a lo que me dedico.
- Si. Siempre me he preocupado por todos vosotros Seiya, aun sabiendo que no era recíproco. En el fondo sois parte de mi familia. – Esas palabras no le hicieron gracia al joven, aun así no la interrumpió. – Pero no es buena idea que estés aquí, podría ser peligroso. – Mas tarde ahondaría en esa afirmación, pensó el joven.
- Te puedo asegurar que no hay peligro alguno Saori. – ella le miró con resignación y cierta ternura – He venido a ayudarte. ¿Dejarás que lo haga?
- No – el semblante de la chica cambió. De repente se mostró fuerte y con determinación. "Dios esta chica es un caso muy particular…me va a desesperar" pensó Seiya.
- ¡Señorita! – él igualó su tono e incluso la superó en vehemencia – ¿Sabe qué? A cabezón no me gana nadie y he hecho una promesa a un buen amigo que pienso cumplir. Ahora, tenemos dos caminos… el fácil, aceptas mi ayuda; o el difícil, en el que no dudaré en ser muy molesto. – La joven le miró con cierto asombro y un brillo extraño en su mirada. – Te repetiré la pregunta ¿Dejarás que te ayude? – vio duda en los ojos de la joven - ¿Confías en mi Saori?
Ambos se miraron por un momento a los ojos. Seiya se fascinó por la profundidad en la mirada de la joven, parecía como si esa última frase hubiera despertado algún recuerdo en ella.
- Sabes que eres la persona en la que más confío. – Hizo una pausa. - Lo haré. Pero si en algún momento tu vida corre algún peligro prométeme que te marcharás lejos.
Seiya no pudo evitar soltar una leve sonrisa, no entendía que peligros, más allá que viejos recuerdos, podrían acecharle, aun así, al ver la cara de profunda preocupación de la joven asintió.
- ¿Y ya está? ¿Eso es todo? – preguntó Shiryu mientras Seiya avanzaba hasta ellos.
- Ya está. Sabías que mi método es poco convencional. Sólo necesitaba su consentimiento y reconozco que ha sido fácil.
No podría empezar sin él, mi método se basa en la confianza Shiryu, necesito entrar en su mundo o no podré sacarla de él- El joven de ojos avellana se giró hacia Tatsumi que lo miraba anonadado. – Creo Tatsumi que ahora si te aceptaré ese café.. ¡y algo de comer! – empujo a ambos hacia el interior de la casa. Saori continuó con su dibujo.
Shiryu marchó a trabajar sin tomar nada mientras Seiya interrogaba al sirviente. Le sorprendió el hombre tan dócil en el que se había transformado. Cuando eran jóvenes era muy estricto y no dudaba en propinarles fuertes palizas cada vez que desobedecían sus órdenes o las del viejo Mitsumasa, el abuelo de Saori. Nunca les dejaba explicarse, antes de que pudieran abrir la boca les callaba con una bofetada o incluso un puñetazo. Seiya lo odiaba y aprendió a recibir sus golpes con orgullo, nunca lloraba, no se mostraría débil ante él. Sin embargo, ahora parecía un anciano sin fuerza siquiera para matar una mosca.
Aprovechó el desayuno para sonsacarle algo de información. Le contó que Saori pasaba la mayor parte del tiempo en el jardín de la casa cuando se encontraba "bien", le gustaba dibujar y leer libros, sobre todo de mitología clásica, era como si buscara alguna respuesta en ellos. Los "episodios" se daban principalmente por la noche o cuando abandonaba la Mansión. Al principio sus amigos la visitaban recurrentemente, pero pronto no pudieron soportar el dolor de verla así, tan joven y tan…loca.
A Seiya no le gustaba ese calificativo "loca" ¿qué era estar loco? A caso nuestra realidad era mejor que la de los "locos".
En su investigación mientras desarrollaba su técnica se dio cuenta que el principal error era considerarlos "locos", aunque el mismo en ocasiones utilizara ese adjetivo. ¿Acaso para ellos los locos no eran los demás? Cuando más aprendió a respetar a sus pacientes, a entender su mundo, más cerca se encontró de curarles. La confianza era la clave. Si confiaban en él, le creían, y sólo así podía devolverles al mundo real.
- ¿Sabe? – continuó Tatsumi – Hasta su prometido ha dejado de visitarla, no me sorprendería que pronto cancele el compromiso oficialmente – "¿Cómo? ¿Saori estaba prometida?" pensó Seiya, aunque rápido se recriminó su sorpresa. Saori era una chica guapa y de buena familia no tendría que resularle extraño que tuviera pretendientes a patadas.
– Aunque, si le soy sincero, nunca me ha gustado ese chico – continuó el sirviente – y creo que a mi señora tampoco. Su matrimonio fue arreglado por el Señor Kido con su principal socio, el Señor Solo. – A Seiya no le sonaba ese nombre, no estaba muy familiarizado con las altas esferas del mundo de los negocios, cuando trataba los asuntos de sus becas y financiaciones acudía a las ventanillas habituales para los de su clase. – Nunca me gustó ese chico, casi que agradezco que se haya alejado de ella. Señor Seiya… - no sé qué sorprendió más al joven, su tono… que amenazaba una pregunta… o que le llamara "Señor", en el fondo pensó que tendría que agradecer a Shiryu ese momento - ¿qué es lo que pretende hacer con mi señora?
Seiya le miró y sonrió.
– Por lo pronto, hacer que se levante de esa silla. – Tatsumi escupió por la nariz la mitad del café con el que se deleitaba en ese momento.
Ella no entendía que estaba pasando. Poco a poco había asumido su castigo, creía que su padre fue excesivamente duro con ella, pero no por menos era el Dios más poderoso del Olimpo. Pero que Seiya apareciera, eso no estaba dentro de los planes, en este mundo no le podría proteger no tenía su poder. Si el resto se enteraba se iban a enfadar e intentarían acabar con su vida y con la del resto de Caballeros… no lo podría permitir.
Todo había sido tan extraño… él no la recordaba. Su Caballero más fiel, su valiente Pegaso, había olvidado a su Diosa… a su Saori. Si él supiera lo que siempre le había querido, más que a nadie en el mundo. Pero sus deberes como Diosa nunca le permitieron reconocerlo abiertamente: ella tenía que amar a todos sus caballeros por igual. Esa frase de Mu, el Caballero de Aries, se grabó a fuego en su memoria. Ella se esforzó, se esforzó muchísimo por cumplir con su obligación, pero el amor no atiende a razones. Además él siempre estaba ahí, arriesgando su vida por salvarla no importaba de quién; y no a ella, la Diosa Athena, sino a Saori, la mujer, él siempre se lo había dejado claro. Siempre intuyó que sus sentimientos eran correspondidos, pero la nobleza del caballero evitó cualquier encuentro entre ambos.
La joven divagó en sus recuerdos por unos momentos más, recordando cada roce, cada final de batalla en el que acababa en sus brazos, el día en el acantilado en el que casi se atreve a besarle mientras él se encontraba inconsciente fruto de la caída que les salvo al vida… No podía permitir que le pasase nada, había sacrificado mucho para salvarle y que pudiera tener una vida normal, aunque ello significara que la olvidara y ser infeliz por siempre. Que apareciera de repente lo había cambiado todo ahora que sus esfuerzos le estaban permitiendo regresar a su mundo otra vez y recuperar su control sobre la tierra como Diosa protectora de la humanidad, tendría que cambiar su plan. Quizás si le hacía caso, si le convencía de que estaba curada… el volvería a marcharse y estaría a salvo… La chica se entristeció con este último pensamiento "Si, eso tendré que hacer, le seguiré el juego y así ya no tendrá motivos para quedarse, de todos modos, no sabe quién soy, no sabe quién es y es mejor así". La joven de ojos turquesas abandonó su ensimismamiento para continuar pintando un bello caballo alado.
CAPÍTULO IV.- COMIENZA EL TRATAMIENTO.
Seiya comenzó a organizar su planning. Durante los primeros días se limitó a estudiar casos y a investigar los recursos que podría encontrar en Japón para su tratamiento. Únicamente se reunió con Tatsumi, limitándose a saludar cordialmente a Saori cuando visitaba la mansión para que se habituara a su presencia, eso si no se encontraba indispuesta.
No sin un importante esfuerzo convenció al sirviente para analizar la habitación de Saori, el viejo y su excesivo afán proteccionista por la joven resultaba agotador en ocasiones.
Su habitación estaba perfectamente ordenada y limpia como sacada de una revista de decoración, sin embargo no era ostentosa ni recargada, más bien elegantemente sencilla. Predominaban colores pastel fríos, rosas, verdes y azules.
La enorme cama se contraponía con la balconada que daba al jardín de atrás, su suposición fue correcta, podía ver su apartamento desde allí. Pocos muebles más completaban la estancia: una pequeña biblioteca, con gran variedad de libros de autores clásicos y modernos, si bien predominaban los libros de mitología clásica, incluso encontró un ejemplar de 50 Sombras de Grey – ese detalle causó una reacción curiosa en Seiya, "vaya, vaya Señorita…" – pero al cogerlo descubrió que, claramente, nunca había sido leído – "Qué lástima, hubiera sido divertido conocer un lado fuera de lo convencional tuyo Saori."
El escritorio era el único elemento que concentraba cierto desorden. Había muchos dibujos, sobre todo de caballos alados y notas incongruentes, propias de un diario, pero apuntadas en los márgenes de artículos sobre mitología griega y en los propios dibujos: "Abel, es muy fuerte y peligroso, debo evitar que mis Caballeros se enfrenten a él, en esta ocasión sólo yo debo arriesgar mi vida", "(…) quizás Shaka pueda ayudarme, necesito concentrarme para contactar con él".
Al fondo de la habitación estaba el baño, donde no encontró ninguna pastilla o instrumento con el que pudiera causarse algún daño. Junto al baño estaba el vestidor, pero Tatsumi ahí se mostró intransigente: Eran las pertenencias más íntimas de su Señora y no permitiría la entrada a ningún hombre.
Cinco días después de su llegada a Japón ya tenía todo organizado, así que después de cenar se recostó en la tumbona de la pequeña terraza a la que daba su habitación para repasar las notas de su encuentro del día siguiente.
- ¡NOOO! ¡NOOO POR FAVOR! – un grito desgarrador, mejor dicho un sollozo desgarrador le apartó de su concentración. Venía de la habitación de la chica, no pudo evitar ponerse en pie e intentar escudriñar desde la lejanía algún movimiento que le aclarara lo sucedido.
Por un momento pensó que el bruto de Tatsumi le había hecho algo a la chica, pero rápido descartó la idea, por grande que fuera su desagrado por aquel personaje debía reconocer que su devoción y respeto por su Señora era digno de admirar. Ya sólo se alcanzaba a oír un lloro. La luz de la habitación se encendió. ¿Qué debía hacer? Sabía que sería contraproducente intervenir, pero al mismo tiempo la preocupación le ahogaba. Shuryu y Shunrei hacía tiempo que se habían ido a dormir. Tendría que confiar en que todo estaría bien. Al poco la luz de la habitación de Saori se apagó, la calma volvió a envolver el lugar.
Acordó con Tatsumi que si Saori se levantaba dentro de la normalidad le acompañaría en su desayuno para empezar con el tratamiento. No quiso preguntarle por el episodio de la noche anterior, no era extraño en sus pacientes, al ver la normalidad en la actitud del sirviente consideró mejor dejarlo estar. Una llamada temprana le cito para acudir a desayunar con la Señorita Saori a las 10:00 de la mañana.
Cuando llegó ella se encontraba ya junto a una de las mesas del jardín donde se había servido un copioso desayuno con bollería francesa. Llevaba un largo vestido blanco que ocultaba sus piernas, con tirantes de corte griego, estaba claro que le gustaba ese mundo. Seiya advirtió el contraste de ambos, él se había presentado mucho más informal con sus habituales vaqueros y una camiseta roja.
- Buenos días Saori ¿Qué tal te has levantado hoy? – la joven le miró y le dedicó un agradable sonrisa.
- Muy bien, gracias por tu preocupación. ¿Qué tal en tu apartamento? ¿Es de tu agrado? Cualquier cosa que necesites no dudes en pedírsela a Tatsumi.
- ¡Oh no! No es necesario, todo está perfecto, soy hombre de gustos sencillos – tuvo dudas de que aquello sonara como una crítica a su lujosa vida, pero la joven apenas se inmutó con su comentario. – Saori, me gustaría que hoy empezáramos a trabajar juntos – continuó – ¿estás de acuerdo?
- Sí Seiya, prometí que lo haría. ¿Con qué quieres empezar? ¿Algún test? ¿He de hablarte de mi relación con mi abuelo? ¿Me enseñarás dibujos de manchas? Que por cierto, te puedo adelantar: mariposa, niños jugando y murciélago. – ironizó desafiante. Seiya no quiso crisparse con su comentario y se limitó a reír.
- Para nada Señorita. Sólo quiero que charlemos como viejos amigos que se ponen al día. Pero recuerda que el objetivo es confiar el uno en el otro, así que debes prometerme ser sincera. Yo lo seré contigo también. – Ella hizo un gesto de conformidad. – Si me lo permites me gustaría hacer un pequeño juego de preguntas. Yo te haré una pregunta a ti, que al mismo tiempo responderé yo mismo y, a cambio, tú me harás otra a mí que también responderás. – Ella le sirvió un café y se acomodó expectante. Seiya carraspeó. – Pues bien… comencemos… ¿Cuál es tu color favorito? El mío es el rojo. - Ella le miró sorprendida, ciertamente no esperaba esa pregunta y él lo notó. – Te dije que teníamos que conocernos mejor para confiar.
- Bien… de acuerdo. Creo que el azul. - sonrió - ¿Cuál es tu comida favorita?
- La pizza.
- Los macarons de frambuesa – añadió ella con una risa tímida. Con esa respuesta no le extrañaba que el pensara que era una snob.
- ¿Tú lugar favorito? – preguntó él.
- La casa del lago. ¿El tuyo?
- Uhm..- Seiya respiró hondo - Creo que no lo tengo claro. No me importa tanto el lugar, me importa más con quien estoy en cada momento.
Continuaron con preguntas mundanas: canción favorita, película favorita, mejor amigo – en esta Saori le mintió, no podía decirle que él era su mejor amigo -, manía inconfesable, etc.
- ¿Te has enamorado alguna vez? - ¡guau! La pregunta de la chica le pilló por sorpresa, pero Seiya aprovecharía para pasar a la fase dos.
- He tenido dos novias formales… pero no sé si me llegué a enamorar en el sentido romántico típico. Pero espero hacerlo algún día. – La joven sintió una punzada de celos, pero rápido se recriminó por tener ese sentimiento. Él no le pertenecía.
- ¿Tú estás enamorada de tu prometido? – el chico cambió la pregunta.
- ¿De Julián? – Saori respondió extrañada, ¿por qué sabía de Julián? – Yo no elegí a Julián Seiya, es algo que hizo mi abuelo sin mi consentimiento. Él sabe que no estoy de acuerdo con ese compromiso y que no lo he aceptado. – su tono era firme y determinante. No era conveniente incidir en ese tema. Seiya, tras unos segundos de duda, continuó.
- ¿Qué es lo que más temes? – esta pregunta le asustaba, normalmente despertaba reacciones defensivas en sus pacientes o, peor, despertaba esos miedos. Pero la sesión había avanzado bien, con calma, y quiso arriesgar. La joven se sonrojó, agachando la mirada, parecía dudar en su respuesta.
- Eh… creo… creo que… – levantó la cabeza y todavía con cierto rubor en sus mejillas y añadió mirándole firmemente a los ojos – perder a la gente que amo.
- Seiya le mantuvo la mirada mientras escuchaba su respuesta, sus ojos eran tremendamente expresivos e increíblemente bonitos, si no fuera quien era…- Creo que ahí coincidimos señorita.- concluyó.
Ambos quedaron un momento en silencio mirando hacia el jardín. Había sido un momento intensó hasta para Seiya, tristes recuerdos de su hermana vinieron a su cabeza en ese momento. La respuesta de la joven era positiva, eso le permitiría anclarla a la realidad, vincularla a la gente que quiere sería la clave. Muchos pacientes manifestaban temores más personales, como, la soledad, al diablo, etc.; pero el amor era un vínculo con el que podría trabajar.
- Saori, ¿por qué no quieres andar por ti misma y te esclavizas en esa silla de ruedas? – ella le miró ojiplática.
- Seiya… no puedo andar… mis piernas no responden, es mi castigo divino.
- ¿Tu castigo? Saori no hay nada que físicamente te impida andar. Creo que si realmente quisieras, te levantarías de esa silla – ella le miró con descrédito, levantando un ceja. – Lo digo en serio, no me pongas esa cara. – Afirmó él con rotundidad. – Lo que te ata a esa silla depende de ti, creo que si lo deseas fervientemente podrás andar por ti misma, saca la fuerza que hay en ti. – Esas últimas palabras hicieron reflexionar a Saori, sabía que si recuperara su cosmos de Diosa… podría romper el sello que la ataba a esa silla. Pero era imposible en ese mundo. – Déjame que intentemos algo ¿de acuerdo? – continuó Seiya. - Te presentaré a unos amigos que creo te ayudarán encontrar esa motivación – ella le miró con miedo. – Tranquila… te aseguro que son de mi plena confianza – la sonrió. Ella asintió, sabía que no podía negarle nada cuando le sonreía.
Pasaron unos cuantos días compartiendo esos momentos que Seiya utilizaba para su tratamiento. Hablaron de muchas cosas banales y de otras más profundas sobre su "situación". Él intentó que ella le hablara de su "otra" realidad, pero aún no estaba preparada.
CAPÍTULO V.- UN PEQUEÑO ACERCAMIENTO.
Ese día el clima se tornó gris y una gran tormenta cubrió la ciudad. Era sábado y no tenía sesión. Saori, como era habitual, se encontraba en un pequeño salón de la segunda planta revisando sus libros de mitología. Estaba acostumbrada a esa soledad, todos la trataron como una loca cuando les intentó explicar lo que sucedía… al final optó por asumir su papel de loca. Tampoco los culpaba, en sus "viajes" todo era confuso, mezclar ambas realidades la consumía, pero tenía que hacerlo si quería volver. No podía abandonar a la gente del Santuario.
Alguna de esas leyendas tenía que tener la clave que necesitaba para salir de esa pesadilla, aunque ahora le estaba costando mucho concentrarse, su cabeza viajaba una y otra vez a sus encuentros con Seiya.
No entendía nada, se supone que él tendría que estar a salvo y vivir una vida normal, ¿por qué el destino los había juntado? ¿Quizás sería una prueba? Ella sólo le traía problemas y dolor. Además, el hecho de que no la recordara era tan doloroso… esa semana había sido como un sueño… nuevamente acompañada de su caballero, pero al mismo tiempo era todo tan difícil… sólo quería abrazarle, pero eso era algo que estaba lejos de su alcance.
Estaba sorprendida con él, era un buen profesional, la forma en la que hacía las cosas y desarrollaba las sesiones no era nada común en comparación con todos los otros que habían pasado por allí. Creaba un contexto de tranquilidad en la que ella se sentía confiada… y siempre terminaba respondiendo todas sus preguntas.
Luego estaba lo de caminar… pobre iluso… sin su poder de Diosa no podría recuperar sus piernas, su padre la ató en esa silla de ruedas como castigo. Cuando Seiya quedó postrado malherido tras su última batalla con Hades y sumido en un estado de inconsciencia comatoso esa silla era su medio para que no perdiera su contacto con al mundo. Aquellos recuerdos la removían por dentro, cuando acabó la guerra con Hades creyó que su corazón no lo soportaría, ese daño lo había causado ella, por su egoísmo, por forzarlo a luchar por su causa. Él siempre decía que no luchaba por la Diosa que lo hacía por ella. Ella siempre lo había sabido, y aunque las estrictas normas del Santuario no les permitían estar juntos, aprovechaba cualquier ocasión para hacerle ver que su amor sería correspondido si algún día se atreviera a romper esas reglas. Alentaba su esperanza, porque al fin y al cabo era la de ella y su egoísmo casi lleva a Seiya al borde de la muerte.
Cuando pidió a su padre que perdonara a sus caballeros y les permitiera vivir una vida normal a cambio de su condición de Diosa de la tierra sólo buscaba su perdón, quería salvarle por encima de todo, por encima de todos, lo amaba demasiado, y si ello significaba renunciar a él lo asumiría. Nunca imaginó que en castigo a su osadía su padre le obligaría a soportar idéntica parálisis a la de su caballero, al menos Seiya no fue consciente durante su convalecencia, ella, desgraciadamente, era consciente de todo.
Tocaron a la puerta del salón… era Seiya, una emoción la embargó por dentro aunque quiso disimularlo.
- ¿Qué tal está princesa? – su cabeza se asomaba por el marco de la puerta con una enorme sonrisa mientras levantaba una bolsa de palomitas igual de enorme. – He venido a ver cómo vas con los deberes que te he puesto: tienes la obligación de hacer algo ordinario pero divertido esta semana. Recuerda que mi reto es hacer que este mundo o "realidad" no te parezca tan malo. – "Que tonto... si supiera que sólo estando él en él ya era maravilloso" pensó la chica.
- Y que tienes pensado – preguntó ella siguiéndole el juego - ¿acudir a la charla sobre la "Teoría de cuerdas en el origen del universo" que imparten en la universidad? Creo que será un evento muy concurrido… dudo que encontremos sitio a estas horas… pero si insistes.
- Que graciosilla ella,.. no pensaba yo que la bien educada Señorita Kido osara burlarse de un joven inocente que está muy lejos de su hogar perdido y en una ciudad nueva para él - la contestó con muecas de burla mientras se sentaba a su lado en el sofá – ¿Qué quieres ver? – metió un puñado de palomitas en su boca - Avisogr, no pienso grrr tragarme ningún tostón de esos tipo – tragó - "El diario de Noa". – Saori le miró seria y comprensiva.
- Seiya… no tienes que hacer esto, estoy bien… me he acostumbrado a estar sola. – el se reclinó hacia atrás con una mano detrás de su cabeza mientras lanzaba otro puñado de palomitas en su boca.
- No creas que lo hago por usted Señorita. Shiryu y Shunrei salieron con un matrimonio amigos del trabajo de Shunrei, y como comprenderás no me apetecía acompañarles, hablar de cocinas y cortinas… no es lo mío. Tatsumi tampoco es que me apetezca mucho… ¿sabes? Creo que no le caigo muy bien – la guiñó un ojo al decir esto último.
- Entiendo… entonces soy tu última opción…
- Básicamente.
- Ya veo… claro, como no puedo huir…
Él se giró y la miró directamente a los ojos, Saori odiaba cuando hacía eso porque no podía evitar ponerse nerviosa, esa mirada… sus grandes ojos color avellana eran su debilidad, finalmente dijo:
- Señorita, si quiere evitar pasar la tarde conmigo sólo tiene que levantarse y abandonar la habitación, ambos sabemos que puede hacerlo – sonrió pícaro mientras la retaba con su mirada. Saori apartó rápidamente su mirada, notó como el calor subía hacía sus mejillas.
- Yo también tengo mis preferencias, me niego a ver una película de peleas. – Seiya sonrió ante su respuesta.
- Entonces veremos … creo que tengo la opción perfecta…
- ¿En qué estás pensando? – le preguntó ella curiosa mientras le miraba de reojo sonriendo en actitud juguetona. En esta ocasión fue Seiya quien se puso algo nervioso, cosa que le sorprendió, la actitud de la chica le había resultado… ¿sexy? "Bueno… - pensó - ¿de qué se sorprendía?, en el fondo era una chica muy guapa, inteligente… y, aunque no quisiera reconocerlo, no era tan pija y mimada como recordaba. Maldito Shiryu… odiaba cuando tenía razón."
- ¿Qué te parece si vemos una película de humor? Pero que sea un clásico… no se… La vida de Brian?
- No la he visto nunca – dijo ella.
- ¿Cómo? Entonces decidido. – el joven se levantó, cogió el mando de la tele, buscó en internet la película y la dejó en pausa. Fue a la cocina y trajo un bol para echar las palomitas, cogió un reposapiés y lo acercó al sofá en el que se encontraban. Saori le miraba extrañada por la naturalidad con la que se desenvolvía. De repente el joven se acercó demasiado a ella. Casi podía notar su calor.
- ¿Me permite Señorita? – Saori no supo contestar sólo se ruborizó, él cogió sus piernas y las colocó sobre el reposapiés, era la primera vez que la tocaba. – Así estará más cómoda. – Sonrió y se sentó muy cerca de ella, con el bol sobre las piernas de ambos. – Saori no se creía lo que estaba viviendo… ¿era eso lo que uno siente con una vida normal?
Aunque al principio se mostró algo tímida no tardó en soltarse. La estuvo contemplando durante toda la película, le maravillaban sus reacciones tan naturales e inocentes, realmente estaba disfrutando. No paraba de reír y de hacer comentarios y bromas, parecía una niña emocionada con un juguete nuevo. Seiya estaba contento con cómo había ido la semana. Miraba a esa chica tan divertida y llena de vida y no podía evitar sonreír. Sin embargo… algo le hizo entristecer… recordó algún episodio de esa semana en el que ella se había "ido". En aquellos momentos le recordaba muchísimo a su hermana… estaban ahí … pero en su cabeza… nadie estaba conduciendo. No era justo que alguien tan joven y con tanta vida por delante pasara por eso.
Cuando acabó la película ella le miró con tristeza. Seiya sabía que ella no quería que se fuera, que se estaba divirtiendo, y aunque supo que era tarde le propuso ver otra película. La chica asintió con una enorme sonrisa.
Pusieron otro clásico, esta vez una película dramática pero hermosa, La vida es bella. Ella le dijo que era de sus favoritas.
Estaba totalmente concentrada en la película, todavía conservaba una sombra de las últimas lágrimas que le había provocado la escena en la que el padre convencía a su hijo para quedarse en el campo de concentración, y ni siquiera se inmutó al oír la puerta de la habitación de Tatsumi cerrarse. El viejo sirviente no había parado de vigilarles en toda la tarde.
Antes de acabar la película Seiya se dio cuenta de que Saori se había quedado dormida. La miró con ternura – "Pobre chica… ha acabado agotada" pensó- La cogió en brazos para llevarla a su habitación. De repente ella se movió y casi instintivamente rodeó su cuello con sus brazos y se abrazó a él. Seiya se sorprendió con la naturalidad de ese movimiento y con su olor, olía a una mezcla de flores y dulce, su cuerpo desprendía un calor que le resultó familiar, como si no fuera la primera vez que la cogía así.
La llevó a su habitación y la dejó en su cama. Sin embargo, no pudo evitar sentarse a su lado y quedarse mirándola mientras dormía. ¿Qué estaría pasando por esa cabecita? Era una chica muy bonita… sonrió… Seiya se levantó sobresaltado, no estaba bien, tenía que irse… eso no era nada profesional.
- Cuando se aproximaba a las escaleras que daban al gran hall de salida la oyó gritar. – ¡NOOO! ¡CORRED! ¡ERES UN ASESINO! ¡NO TE PERMITIRÉ QUE LES HAGAS DAÑO! – Seiya corrió de regreso, cruzándose con Tatsumi que corría igualmente hacia la habitación de Saori, llevaba un frasco de pastillas en la mano.
- Señorita Saori, es un sueño, despierte – Ella estaba de pie frente a la puerta del balcón, Tatsumi la cogía por los hombros mientras acercaba el bote de pastillas a su boca.
- Espera Tatsumi- le frenó Seiya apartándole y ocupando su lugar frente a la joven. Tenía los ojos abiertos pero la mirada perdida.- Saori soy yo Seiya… - Ella le miró con sus ojos vacíos.
- Seiya... mi Caballero de Pegaso… tenéis que iros de aquí Shiryu está herido. No puedo permitir que os haga algo al resto– Seiya reaccionó rápido.
- No te preocupes está todo controlado. Shun se encargará, yo debo ponerte a salvo. Nos iremos de aquí. – la abrazó y la cogió en brazos dejándola nuevamente en la cama.
- Ellos volverán Seiya… no parará hasta que haya acabado conmigo. – la chica acarició su mejilla, su tacto era tan suave.
- No se lo permitiremos - le dijo el joven. – Ahora descansa, mañana pensaremos en un plan.
Saori volvió a dormirse. Seiya miró a Tatsumi preocupado, el sirviente le agradeció su intervención con un gesto. La puerta del balcón estaba abierta… ¿A dónde se dirigía?
CAPÍTULO VI.- La luna, un lago y un caballo.
Seiya seguía convencido de tener la clave para que Saori volviera a andar. Habló con Tatsumi y con Shiryu y ante la proximidad de las fiestas de la primavera organizaron una salida a la casa del lago de la familia Kido. Seiya insistió a
Shiryu en que era importante que ellos también fueran dado que para Saori eran como su familia y serían elementos clave en su recuperación. Shiryu y Shunrei aceptaron de buen grado, además el joven de cabellos largos y morenos le prometió a Seiya una sorpresa.
La casa del lago de los Kido era más austera que la Mansión, pero aun así no escatimaba en comodidades y espacio. De arquitectura nipona clásica, la villa se levantaba frente a un enorme lago a las afueras de la ciudad, alejada de la civilización sus luces y su ruido. El porche de la entrada daba directamente al lago y la familia había construido una pequeña playa artificial y un embarcadero en el que se veía amarrado un pequeño bote de remos. La parte trasera daba a un prado rebosante de margaritas propias de la época, con otro pequeño porche cubierto o como se diría ahora, espacio, chill out.
Cuando llegaron a la casa se encontraron a un joven esperando en la puerta con un macuto. Seiya no podía creer lo que veían sus ojos, era su amigo de la infancia Hyoga.
- Hyoga ¿Qué haces aquí? - Corrió a abrazarle.
- Nada… el pesado de Shiryu me avisó de que estabas en Japón hace sólo unos días, ¿te puedes creer? No podía perderme volver a ver al pequeño y peleón de Seiya. La verdad me sorprendiste, ¡esperaba encontrarte más gordo y calvo! – ambos rieron.
Esa noche organizaron una cena muy familiar en el porche. Tatsumi y Saori presidían la mesa. A un lado se sentaron Shiryu y su mujer y al otro Hyoga y Seiya. Los tres amigos no paraban de reír y recordar historias de sus tiempos en el orfanato, muchas de ellas sacaban los colores del viejo Tatsumi, al que con el tiempo tanto Hyoga como Shiryu habían cogido mucho cariño. Seiya se percató de que Saori se había mantenido callada casi toda la cena, sólo les observaba sonriente y reía sus bromas.
- ¿Estás bien Saori? – la preguntó cogiendo la mano que tenía apoyada sobre la mesa más cerca de él. Ella se asustó un poco con ese gesto, pero no la retiró. Se le hacían raro esas muestras de cariño por parte de Seiya, cuando era su Caballero nunca hubiera osado a rozarla siquiera salvo en el contexto de una batalla. Pero desde que era su terapeuta esos gestos se habían convertido en algo habitual entre ambos.
- Muy bien Seiya – le sonrió – me encanta verles juntos. Hubiera sido perfecto si Shun e Ikki estuvieran aquí también.
- Uff Ikki, menudo personaje está hecho… – Hyoga se incorporó a su conversación – la última vez que le vi se encontraba en plena investigación, parado en frente de un banco con un periódico, seguía los pasos de un político corrupto que había aceptado sobornos por la recalificación de unos terrenos. ¿Quién nos iba a decir que el más quinqui de la pandilla acabaría del lado de la ley?
- Eso no se lo digas a él – añadió Shiryu – sabes que prefiere considerarse independiente, él elige sus casos. – Puso voz interesante, imitando a su amigo. Ambos amigos rieron.
- ¿Y qué ha sido de Shun? – pregunto Seiya.
- Shun estudió neourobiología – explicó Shunrei, que poco a poco había perdido su timidez con el grupo. – Es una eminencia en su campo, creo que dentro de poco nos visitará ¿podríamos organizar algo no crees Shiryu? – su marido asintió – Seguro que le hace mucha ilusión veros.
- Shun ha colaborado mucho con Shunrei en el orfanato y conmigo en la fundación – añadió Shiryu. – Ayudó a desarrollar el programa de adn que nos permite poner en contacto a los niños con sus familias desaparecidas.
- Estáis haciendo un trabajo increíble allí – añadió Saori.
- Deberías ir a verlos – dijo Shunrei – los niños preguntan mucho por ti.
La joven de cabellos morados se entristeció con el comentario, nada le gustaría más que visitar a esos niños, pero sabía que con su enfermedad era algo casi imposible. Seiya consciente del cambio en su actitud se apresuró a añadir.
- Si Saori sigue avanzando como hasta ahora, creo que pronto podremos realizar esa visita – la sonrió, pero la joven no levantaba a mirada de su plato vacío.
- Creo que la Señorita está cansada - interrumpió el sirviente – si nos disculpan, este anciano y su Señora nos retiramos.
Seiya no retiró la mirada de la joven mientras Tatsumi y ella entraban en la casa.
- Parece que el duro de Seiya se ha rendido a los encantos de nuestra millonaria favorita – bromeó Hyoga interrumpiendo sus pensamientos.
- ¿Cómo?¿Qué? – Seiya se sintió observado por sus compañeros y se puso rojo. – No te equivoques amigo – dio un trago a su copa – sólo es preocupación profesional.
- Si claro… a otro perro con ese hueso. O, en mi caso, a otro pájaro – Hyoga quiso hacer una broma con el delirio de la chica, para ella él era el Caballero del Cisne.
- No seas liante Hyoga. He de reconocer que no es la niña mimada y caprichosa que conocía, pero no creas que he olvidado lo que me hizo su abuelo. Simplemente he madurado y no dejo que ello me afecte en mi relación profesional.
Que no se te olvide que sólo es mi paciente, nada más. – Seiya zanjó con vehemencia el tema.
Unos metros más arriba una joven dejó caer una lágrima por su mejilla, había escuchado toda la conversación.
Seiya salió a dar un paseo nocturno, se había pasado con el vino durante la cena y pensó que el aire fresco le ayudaría a dormir. Cuando se acercaba al lago vio una silueta salir de la casa. Apresuró el paso.
La luz de la enorme luna de esa noche la iluminaba tanto que ella misma parecía desprender luz propia. Antes se había molestado con el comentario de Hyoga, pero en su fuero más interno sabía que había empezado a coger un cariño especial a esa chica.
Seiya se dio cuenta que la joven que le daba la espalda no era Saori, caminaba hacia el embarcadero, estaba en uno de sus momentos en los que dominaba su alter ego Athena. Se apresuró a alcanzarla, tenía miedo de que cayera al agua, pero la joven paró al borde del muelle.
- Saori hace frío deberíamos regresar.
- ¡Seiya! – Ella se giró sonriente hacia su Caballero. – No deberías estar aquí, mi hermana nos observa – dijo señalando a la luna – y sabes que no le gusta vernos juntos.
- A Seiya todavía le costaba entenderla, pero durante sus sesiones había aprendido mucho de su "mundo alternativo".
- Si yo fuera la luna… no me preocuparía de dos jóvenes solitarios a la orilla de un lago como nosotros – el joven llamó el interés de la Diosa que se volteó para mirar de frente a su hermana Selene. – Si fuera la luna – le susurró Seiya desde su espalda - visitaría los lugares más bellos del mundo y los recorrería a mis anchas: París, las pirámides de Egipto, los templos de Angkor,…; al fin y al cabo, la noche es suya, ella manda y da luz allí donde quiere mostrar su presencia – la joven soltó un suspiro. - Ella no nos observa Saori, te lo demostraré. – El joven vio que el reflejo de la luna se retiraba hacia el fondo de lago, así que aprovechó el momento. Tapo sus ojos con las manos. – Confía en mí.
El joven poco a poco dirigió a la chica hacia el inicio del muelle donde los rayos de la luna ya no alcanzaban a iluminarles.
- ¿Lo ves? La luna tiene cosas más importantes que ver esta noche. – Retiro sus manos de los ojos de Saori. La joven relajó los hombros y observó sus manos en la noche que ahora apenas les permitía verse al perder el favor de la luz lunar. Se giró y miró a Seiya a los ojos, sus ojos perdidos estaban bañados en lágrimas. El joven se asustó al verla y la cogió por los hombros.
- ¿Saori estás bien?
- Tengo tanto miedo de que te pase algo – se abrazó a él, hundiendo su rostro empapado en lágrimas en su pecho. Él correspondió su abrazo.
- No me va a pasar nada Saori… - Era curioso ese caso… su miedo y preocupación por el dolor de los demás era muy fuerte. Ella levantó la vista hacia él.
- No me dejes nunca, por favor. – él no pudo evitar responder…
- Nunca.
Sus miradas se quedaron atrapadas por un hilo invisible que cada vez se acortaba más. Sus cabezas estaban cada vez más cerca… Seiya ignoró la razón que en sus pensamientos le alertaba de que aquello no estaba bien. Simplemente no podía… no quería. Notaba la respiración de la joven, los latidos de su corazón al acercarse… Sus labios se rozaron en la oscuridad. Pero de repente el cuerpo de la joven se tensó en sus brazos, sus ojos se pusieron en blanco y Saori se desplomó dormida en sus brazos.
Seiya fue el último en llegar a desayunar esa mañana. Apenas había pegado ojo con el episodio de la noche anterior, no entendía lo que le había sucedido, nunca antes había sido tan poco profesional, pero esa chica empezaba a nublar su razón. Por suerte ella no recordaría nada o al menos pensaría que fue uno de sus delirios.
- Entonces, ¿Qué es lo que nos tienes preparado para hoy Seiya? -dijo Hyoga mientras se acababa el último bocado de su tostada.
- Es una sorpresa, pero prometo no decepcionaros, poneros ropa cómoda, pantalones también las chicas por favor, y nos vemos en el jardín de atrás en… - miró su reloj – aproximadamente media hora, mis invitados estarán por llegar.
Notó que Saori le miró nerviosa ante la idea de tener compañía. La sonrió y le hizo un gesto para que comprendiera que no tenía nada de qué preocuparse.
Cuando todos salieron al jardín no pudieron evitar mostrar su entusiasmo y asombro. Seiya los esperaba con cinco preciosos caballos.
- Amigos – se adelantó a decir el castaño – os presento a mis invitados. Ronin, el primero por la derecha de color pardo será tu mejor amigo hoy Tatsumi, si te animas a compartir la tarde con nosotros. – El viejo sirviente no pudo evitar su alegría por el ofrecimiento. – Loto, la hembra marrón y blanca a su lado es para ti Shunrei. – Lushan, el negro azabache como va a juego de tu pelo es para ti Shiryu. - el joven rió y se acercó al caballo - La dama marrón clarito, Fler, será tu compañía esta tarde Hyoga. – Le guiñó un ojo.- Y para usted señorita – miró a Saori – Valkiria, la diosa guerrera blanca a mi izquierda.
Seiya les explicó que los cinco equinos participaban en terapias con niños y personas "especialmente sensibles" eran muy dóciles y unos auténticos profesionales. Su entrenador, que le acompañaba, les explicó cómo empezar a interactuar con los animales.
Lo primero que hicieron fue cepillarles la crin y el lomo para que los caballos cogieran confianza y se acostumbraran a su tacto. Después el entrenador trajo unas pinturas especiales que solía usar con los niños y con las que pintarían el lomo de los animales.
Saori estaba maravillada con su yegua Valkiria, ella solía montar a caballo, lo echaba mucho de menos. Ambas se encontraban tumbadas en el prado mientras la joven pintaba con sus manos unas enormes alas en el lomo del animal, cuando notó que Seiya se acercaba.
- Valkiria creo que te acaban de ascender a caballo divino.
- No te burles de mi amiga.
- No, no, no me burlo. – Seiya se sentó a su lado. – De hecho no me cabe la menor duda de que el pegaso de Perseo era una yegua blanca idéntica a esta. – Acarició su lomo. – Saori, quiero que la montes. – La mirada asustada de la joven le alertó. – Confía en mí, puedes hacerlo, yo estaré a tu lado en todo momento, no dejaré que te caigas. Además siempre has sido una excelente amazona – la joven no pudo evitar soltar una exhalación. Las pruebas de Seiya comenzaban a recordarle a los retos de Heracles.
Pasaron aproximadamente una hora paseando por las inmediaciones en sus caballos. No pararon de reírse y bromear con sus portes caballerescas, sobre todo Hyoga.
Cuando volvieron a la casa del lago, Tatsumi, Shiryu, Shunrei, Hyoga y el joven adiestrador de los caballos se sentaron a tomar un refresco en el porche trasero, cansados por el trajín del día, mientras los caballos pastaban en un lateral. Seiya y
Saori, sin embargo, continuaban con Valkiria paseando alrededor del jardín. Saori estaba feliz, no quería abandonar a su nueva compañera, mientras, Seiya, caminaba a su lado.
- Creo que estoy celoso de esta yegua… - Seiya rompió el silencio que les acompañaba desde hacía un rato. Saori le miró con un leve rubor en sus mejillas. – Pensaba que era la persona que más sonrisas te estaba robando últimamente con mis payasadas, pero esta picarona - dijo mientras acariciaba la crin de la yegua – ha batido claramente mi record esta tarde.
- Que tonto eres… – le sonrió. – Es preciosa, casi no recordaba la sensación de libertad que supone montar. Gracias Seiya.
- No hay de qué, además todavía no hemos acabado la prueba de hoy. – Su semblante cambió y el joven se puso serio. Saori se alertó con su cambio de actitud y agarró fuertemente las riendas por instinto. – Saori - continuó el joven – por favor confía en ti como yo lo hago y sobre todo perdóname por lo que tengo que hacer…
En ese momento Seiya golpeó el trasero de la yegua, ésta relincho y comenzó a correr en dirección al porche en el que el resto de sus amigos continuaban con su charla ignorando lo que estaba a punto de suceder.
Un temor horrible invadió a Saori, el miedo del momento le impidió gritar para alertar a sus amigos, iba directa hacia ellos sin control. Si no frenaba a esa yegua alguno de ellos resultaría herido de gravedad. Tenía que hacer algo y hacerlo rápido. Su cuerpo reaccionó instintivamente, apretó sus muslos al lomo de Valkiria y echó su cuerpo hacia atrás para frenar su envestida. Cuando estaba a punto de alcanzar a sus amigos la yegua paró. Saori cayó exhausta sobre su lomo.
Cuando Seiya, que había corrido tras ambas, se encontraba casi a su altura fue sorprendido por un furioso Tatsumi que le cogió por la pechera de su camiseta. Seiya vio la rabia en sus ojos, el viejo parecía haber recuperado la fuerza bruta de su juventud.
- ¡Tatsumi déjale! – el grito de su Señora frenó a su fiel guardián que estaba a punto de golpear con toda su fuerza a Seiya – no ha sido su culpa.
El sirviente se giró al grito de su Señora y al verla cayó de rodillas al suelo mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.
Saori se había bajado del caballo y se sostenía en pie sirviéndose únicamente de la yegua como apoyo. Al ver la reacción de Tatsumi la joven empezó a ser consciente de lo que había sucedido y miró hacia sus piernas. Estaba de pie. En ese momento notó que perdía las fuerzas y el equilibrio, pero Seiya la alcanzó antes de que cayera al suelo.
- Te dije que podías hacerlo, sólo necesitabas una motivación, proteger a los que te importan. – La joven le miró aun asustada, aun extasiada por lo ocurrido.
- La próxima vez … ¿podríamos probar con un palo y una zanahoria? – el joven no pudo contener la risa ante el comentario de la chica.
En compensación al día anterior repleto de emociones Seiya había planeado que hoy pasarían el día bañándose en el lago.
Mientras Hyoga, Shiryu y Shunrei disfrutaban en el agua Seiya y Saori charlaban en sus toallas.
Ella llevaba un bañador blanco y el joven no pudo evitar admirar embobado su delicada y fina figura cuando todos se encontraron en la arena. Un codazo de Hyoga le había devuelto a la realidad en eso momento. Menos mal que les habían dejado solos, el tonto de su amigo no había dejado de vacilarle.
- ¿Vamos al agua?.
- Ve tu Seiya a mi no me gusta mucho bañarme, el mar siempre me ha generado cierta desconfianza.
- Por eso te he traído a un lago. – La guiñó un ojo - No admito un no por respuesta señorita, esto es parte de tu tratamiento.
Seiya ya la tenía en sus brazos antes de que ella pudiera replicarle algo. Procuró alejarse un poco de su grupo de amigos, adentrándose en el lago hasta que el agua le llegaba poco más arriba de la cintura.
- Ahora te dejaré flotar un poco Saori – la dijo mientras la soltaba por el agua – pero no te preocupes estaré sujetándote en todo momento.
La joven sintió como su cuerpo flotaba sobre el agua, notaba que Seiya la sujetaba tenía una mano a la altura de su espalda y otra por sus rodillas. Su tacto la ponía nerviosa, tenía miedo que él se diera cuenta.
- Ahora cierra los ojos.
- La dejó estar así un rato sintiendo su cuerpo mecerse con el agua.
- Saori – la despertó de su ensimismamiento – necesito que te agarres a mis brazos, intentaremos adentrarnos un poquito más. Quiero que intentes mover tus piernas como si nadaras.
- No puedo Seiya – dijo rápidamente la chica, casi antes de que él acabara su frase.
- Si puedes. – Su tono y su mirada eran firmes. Aflojó. – Te prometo que hoy no habrá sorpresas, en ningún momento voy a soltarte. – La joven estaba desconfiada. – Hazlo por mí Saori, por favor, yo creo en ti.
En ese momento la joven dudó, pero no de sí misma, de todo lo que había creído hasta ese momento. Ayer consiguió ponerse en pie ¿y si había roto el sello? ¿y si gracias al apoyo de Seiya podía romper su maldición y recuperar su fuerza?.
Se concentró.
Seiya no podía creerlo… funcionó. El pie derecho de la joven se había movido un poco.
- Eso es… tu puedes despacio… ahora el otro pie.
La joven movió muy despacio un pierna y después la otra.
- Dios mío Seiya, creo que puedo sentir un poco mis piernas – la joven se abrazó a él de la emoción.
- Te dije que sólo tenías que confiar en ti.
La joven deshizo su abrazo. Se miraron. Estaban casi tan cerca como la anterior noche. Seiya se puso nervioso, no podía apartar la mirada de sus ojos azules como el lago que los rodeaba.
Una ola malintencionada de Hyoga rompió la magia. Sus amigos se habían acercado hasta ellos.
Los siguientes días Saori avanzó extraordinariamente en su recuperación, no sólo la física, los episodios nocturnos se habían reducido. Seiya solía acostarse el último y controlar a la joven cuando la apetecía de disfrutar de uno sus paseos nocturnos; eso sí, desde la lejanía para evitar conflictos.
Cuando regresaron a la ciudad Saori era capaz de andar por sí misma, aunque todavía precisaba de la ayuda de alguien que le sirviera de apoyo. Pero el avance había sido espectacular, todos estaban asombrados con el trabajo de Seiya.
Al llegar a la mansión una limusina estaba parada en la puerta de entrada. Los jóvenes bajaron del vehículo a su altura mientras Tatsumi continuaba hasta el garaje.
La puerta de la limusina se abrió y de ella se apeó un joven alto y apuesto, de cabellos y ojos azules, elegantemente vestido.
- Julián… ¿Qué haces aquí? – Saori rompió el silencio.