CAP.3.- DO UT DES
El sitio que Kiki le había indicado era un viejo pabellón abandonado en los muelles del puerto. Totalmente vestida de negro, bajo la capucha de su sudadera, se valió de la noche sin luna para ocultar su rastro. Mientras se acercaba con sigilo al punto indicado en su mapa, apretaba en sus bolsillos la linterna y el spray de pimienta, ese simple gesto le daba algo de seguridad.
Consiguió forzar una de las entradas laterales del recinto gracias al juego de ganzúas y la clase exprés de ratera que le
había dado Kiki.
El espacio diáfano que se presentó ante ella estaba desierto, los esqueletos de viejas máquinas de carga oxidadas le daban un aspecto fantasmagórico. La joven encendió su linterna y recorrió el lugar con discreción.
Ahí no había nada, ni siquiera una trampilla o algo que permitiera acceder a un espacio oculto. Después de casi media hora revisando el lugar, decidió que era inútil, seguramente todo había sido una trampa del mal llamado "héroe". Cerró la puerta tras de sí y abandonó el lugar.
Una sombra negra oculta entre las vigas del techo había observado todos los movimientos de la joven desde el principio.
- Ella ha estado aquí – informaba al oyente anónimo del otro lado de la línea.
-"Imaginaba que el pen tenía un rastreador, es un software muy complejo. Sigue con tu ronda, yo me encargo" – le instruía la voz.
- No, no espera. Habla con él y que lo solucione. Paso de ser su niñera, esto es peligroso.
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La primera semana de los chicos con sus nuevas responsabilidades estaba por terminar. Ese viernes Saori se había citado con Shiryu y Shunrei en el orfanato para revisar algunas cuestiones sobre su gestión.
La joven que bajó del taxi llevaba una falda plisada hasta la rodilla color beige y una blusa azul clara. Mientras se acercaba a la entrada del orfanato Shunrei no paraba de mirarla, su silueta era inconfundible, sobre todo por su larga cabellera morada. Ya hacía unos cuantos años que se conocían y el porte de la joven Kido la seguía fascinando por su noble elegancia.
Cuando ella y Shiryu decidieron dejar China y asentarse en Japón, Saori se convirtió en su principal benefactora, por decirlo de alguna manera. Al principio le resultó una chica bastante fría aunque correcta al trato, poco a poco, la amabilidad de Shunrei consiguió que la muchacha se relajara y se mostrara más natural. Con Shiryu fue diferente, desde el principio tuvieron una relación más cercana, incluso la joven china llegó a sentir celos, pero pronto se disiparon al ver que solamente era cariño fraternal el que se tenían. Con el tiempo se convirtieron en buenas amigas.
- Hola Shunrei – le saludó la chica con su adorable sonrisa. - ¿Qué tal os encontráis? ¿Cómo va la gestión de la fundación y el orfanato?
- Bastante bien la verdad. – Le contestó igual de sonriente. – Lo cierto es que la labor que hacéis aquí es fascinante. No se lo digas a Shiryu pero me gusta más esto que la escuela de artes marciales, aunque ya se está planteando incluir una actividad del estilo para los niños del orfanato. – Ambas sonrieron al comentario.
- Hablando de Shiryu ¿dónde está?
- ¡Ah sí! está dentro con Seiya.
- ¿Con Seiya? ¿Pero qué hace aquí? – la muchacha se sorprendió, ella no le había dicho que venía.
- Él dijo que estaba en tu agenda. Pensé que lo sabías, como trabajáis juntos.
- Uff no me lo recuerdes. Menuda semana llevo, le encanta sacarme de quicio. Prácticamente ha invadido mi despacho.
- No será para tanto – le insinuó la joven de larga cabellera morena. – Es un chico muy agradable, no entiendo porqué ustedes dos se llevan tan mal.
- Es una historia muy larga Shunrei, aunque si te soy sincera, tampoco yo lo tengo claro. Vayamos dentro. – Así dio por finalizada su conversación y, cogiendo a su compañera del brazo, ambas se dirigieron al despacho principal.
Mientras tanto Seiya y Shiryu comentaban la primera semana de trabajo de ambos.
- Así que Shunrei está emocionada con el cambio.
- Más de lo que pude imaginar hermanito – el muchacho de larga cabellera negra le acercaba un café al castaño que miraba distraído por la ventana del despacho.- Aunque no sé de qué me extraño, le encantan los niños. – Ambos sorbieron al tiempo de su café - Bueno y tú… ¿qué tal con Saori? – Una mueca burlona se dibujó en su cara.
- ¿Por?
- ¿Cómo que por? El otro día parecía que te estábamos condenando a muerte cuando te pedimos que aceptaras. – El joven castaño, rio avergonzado, rascándose detrás de la cabeza con una mano, ese gesto era muy característico de él.
- Bueno sí, no era lo que más me apeteciera del mundo la verdad. Pero tampoco está siendo el suplicio que esperaba. – Shiryu le miró con gesto de interés, le parecía curioso que Seiya estuviera relajado y sonriente mientras hablaba, por lo general todo lo que tuviera que ver con Saori le crispaba. – A ver, no me entiendas mal, sigue teniendo ese deje de niña estirada que me consigue sacar de quicio, pero reconozco que cuando se relaja puede ser bastante divertida. ¡Es tan fácil picarla! – Ambos rieron.
- ¿De qué se ríen muchachos? – preguntó Shunrei, que junto a Saori, acababa de llegar al despacho. – Miren a quien me encontré. - Saori lanzó a Seiya una mirada de exasperación.
El joven se limitó a sonreír irónico y tomar un sorbo de su café mientras le decía a Shiryu por lo bajo. – ¿Ves lo que te decía?
- Sí, sí, lo veo muy claro... – Le contestó en idéntico tono. El joven moreno miraba a su hermano con malicia, "al final estos dos acabarán llevándose más que bien" pensó.
Los cuatro conversaron un rato sobre el estado de la fundación y el orfanato, parecía que tanto Shiryu como Shunrei estaban cumpliendo envidiablemente con su nuevo cometido. En tan sólo una semana, se habían estudiado con mimo los entresijos del negocio.
- Hay una cosa que quería enseñarte Saori. Ayer llegó esto. – Shiryu le acercó un papel con el sello del Ayuntamiento que guardaba en un cajón.
Saori comenzó a leerlo mientras Seiya intentaba hacer lo propio por encima de su hombro.
- Esto es del Ayuntamiento… al parecer quieren recalificar los terrenos de la fundación y el orfanato y piden que hagamos alegaciones como actuales propietarios.
- Eso es bueno ¿no? – preguntó Seiya. – Se supone que incrementará el valor de los terrenos.
- Si fuésemos a venderlos sí, pero no es el caso. De hecho es posible que nos suban los impuestos. – Saori se quedó pensativa. – Si te parece puedo llevárselo a Saga, quizás él sepa algo.
- ¿A Saga? – preguntó Shiryu.
- Si – intervino Seiya – es el que maneja todo en la empresa.
- Me dejáis sorprendido – Shiryu no entendía nada – pensaba que eras tú Saori quien había estado ocupando el lugar de Mitsumasa.
- No, en lo que respecta a la empresa no. – La joven respondía sin levantar la vista del papel que seguía examinando. – Mi labor ha sido gestionar el patrimonio familiar, el negocio principal de Kido Enterprises lo ha gestionado siempre mi abuelo y, en los últimos años, sobre todo apoyado en el asesoramiento de Saga.
Seiya la miraba intrigado, ahora entendía muchas cosas que durante la semana le parecieron extrañas. Saori le había parecido tan perdida como él con todo lo de la empresa, aquí tenía el porqué.
- Ahora que hemos acabado de hablar de negocios, ¿por qué no vamos a ver a los niños? Creo que es su hora de juego justo ahora. – Shunrei dió por zanjada la reunión de negocios y el resto accedió con gusto. – Seiya creo que hay alguien a la que le va a hacer mucha ilusión verte. – Saori frunció el ceño.
Casi unos 30 niños jugaban en el patio de atrás. Los dos visitantes generaron gran expectación en ellos, sobre todo Saori, que hacía tiempo que no los visitaba. Entonces de entre la multitud de niños que los rodeaban una hermosa joven se acercó haciendo alarde de una gran sonrisa que dirigía al castaño.
- Hola Seiya.
- Hola Mi…Miho, estás preciosa. – El joven se había quedado sin habla. Solo se miraban.
- ¿Qué tal si dejamos a estos dos viejos amigos que se pongan al día niños? – intervino Shunrei mientras empujaba a los niños de vuelta a la zona de juego.
- ¿Vamos Saori? – le preguntó Shiryu consciente de que la joven se había quedado mirando a los recién encontrados exnovios con una inusual atención.
- Sí, sí claro, Shiryu. – bajó la cabeza sonrojada.
Una vez todos los dejaron solos, Seiya y Miho fueron a dar un paseo al parque cercano.
- ¡Qué alegría volver a verte Miho! He de decirte que estás preciosa.
- Gracias Seiya, tu siempre tan halagador. – La sonrisa de Miho no había cambiado con los años.
- Oye, Miho, antes de nada, hay algo que necesito decirte, que me ha atormentado durante mucho tiempo. – El joven se puso triste, bajando su mirada en gesto de clemencia. – Lamento mucho todo lo ocurrido Miho, siento no haber cumplido mi promesa y no regresar a tú lado cuando lo prometí.
La joven acarició dulcemente el rostro del joven, en el fondo sentía compasión por él. Hacía años le había llorado, había rezado por su regreso, incluso le había odiado. Pero ahora toda esa historia había quedado atrás.
- Gracias Seiya, de verdad que agradezco tus palabras. Durante mucho tiempo he esperado oírlas. – Le sonrió con la dulzura propia de un cariño de antaño olvidado. - No te voy a mentir, te esperé, te esperé durante mucho tiempo, pero hubo un momento en el que simplemente seguí adelante. Ya no te guardo rencor Seiya, en serio, soy inmensamente feliz, como puedes ver. – La joven finalizó sus palabras acariciando la prominente tripa que se alzaba bajo su vestido.
- ¿De cuánto estas?
- De cinco meses, es una niña.
- Si se parece a su madre los va a tener a todos locos – bromeó el muchacho.
- ¡Qué tonto eres Seiya! – rio la joven agarrándole del brazo y continuando su camino. – Oye y tú qué, ¿no hay nadie en tu vida?
- Lo cierto es que no, todavía no ha habido nadie que pueda con este cabezota – bromeó nuevamente.
- Ya llegará Seiya… y cuando la encuentres ni se te ocurra soltarla ¿de acuerdo? – Miho pellizcó su brazo a modo de castigo. – Mi pequeño Seiya…
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Era la quinta vez que se cambiaba de blusa. Tenía un momento de esos en los que no se veía bien con nada, elegir los vaqueros también le había supuesto una auténtica odisea. Esa noche cenarían todos en casa, en familia. Era la primera petición que había dejado marcada su abuelo a Tatsumi, quien estaba emocionado con todo ese asunto.
A Saori lo cierto es que no le apetecía especialmente la reunión, no por los chicos, sino más bien porque su semana ya había sido lo suficientemente intensa entre el enmascarado, Seiya pegado a ella casi 24 horas, y ahora lo de Shiryu, estaba tan cansada.
- La blanca, definitivamente la blanca, que vivan los clásicos – dijo en alto. Acostumbraba a hablar sola cuando estaban en casa, aunque era consciente de que podría parecer una loca. De hecho Kiki se lo había insinuado en alguna que otra ocasión en la que se había colado por sorpresa a robarle la wifi.
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Tatsumi preparó una copiosa cena para todos: maki-shushi de pez mantequilla, atún rojo y salmón, tartar de salmón y aguacate, delicias de pollo con salsa de miel y mostaza y pinchos de carne estilo teriyaki entre otras muchas exquisiteces.
Sirvió la cena en el gran salón principal, algo frío y solemne para el gusto de los chicos, pero pronto sus risas y voces calentaron el ambiente. Ciertamente no había sido una mala idea reunirse.
Los chicos devoraban la comida, especialmente Seiya, quien ni siquiera masticaba, engullía como un pato.
- Seiya por favor, tus modales – le recriminó el rubio, que era, de lejos, el más elegante en la mesa.
- ¿Qué ocurre? – el castaño levantó por primera vez la vista de su plato, extrañado ante el comentario, contestando con la boca llena.
- Déjalo Hyoga, lo de este chico es imposible… -intervino Ikki – el día menos pensado se comerá el mantel y todavía preguntará si hay postre.
- Exagerados… – Seiya cogió una servilleta y limpió las comisuras de sus labios imitando los modos de la alta nobleza, para terminar lamiéndola, como testeando su sabor.
Tras un breve silencio en la mesa por la rápida reacción del muchacho, Saori, ante el asombro de todos, rompió a reír. Al momento el grupo la siguió, incluido Seiya que se había sorprendido gratamente con la reacción de la muchacha.
Acabada la cena los jóvenes se acomodaron en círculo en el salón a tomar una copa. Shiryu y Shunrei eligieron el sofá biplaza, Saori se acurrucó en una butaca cercana. Ikki, Shun y Hyoga en el sofá grande y Seiya se sentó junto a ellos sobre la alfombra.
- ¿Os acordáis de cuando éramos pequeños? – preguntó Shun, que durante toda la velada había mantenido una expresión infantil de ilusión en su rostro. Era obvio que le encantaban esos momentos juntos.
- Demasiado bien, aún me duele el trasero de los azotes de Tatsumi – se adelantó a contestar Seiya.
- Es que eras un terremoto, Seiya el indomable. – Le espetó Saori.
- ¡Habló el alma de la fiesta! – Saori se sonrojó de rabia. - Vamos no te enfades – se corrigió rápido Seiya – pero reconoce que siempre has sido muy correcta, deberías soltarte un poco de vez en cuando. – Saori se acurrucó un poco más en su sofá fingiendo desinterés por sus palabras.
- Cálmense chicos – intervino Shiryu – hay cosas que nunca cambian…
- Yo recuerdo que Shun era un llorón de cuidado – Hyoga atrajo la atención con su comentario – siempre ibas llorándole a Ikki cuando algo te molestaba. Y este que siempre ha sido un bruto… el árbol del jardín creo que aún tiene marcas de tus puños.
- Oye, que siempre haya sido fuerte no es mi culpa blandengue – se defendió Ikki.
- Jajajaj, no me retes hermanito que a lo mejor te dejo helado. – Todos rieron, era obvio que el equilibrio de fuerzas estaba desproporcionado.
- ¿Dónde estarán el resto de chicos del orfanato? – preguntó Shiryu.
- Saori ¿tú lo sabes? – preguntó Seiya.
Saori, para la sorpresa de todos, se había quedado profundamente dormida acurrucada en el pequeño butacón. Seiya se levantó, cogió la manta que descansaba sobre la cabecera de la butaca y la tapó. Al girarse todos sus hermanos y Shunrei le miraban con la boca abierta, el moreno se sonrojó.
- ¡Qué miráis atontados! – bufó – Ni que yo fuera el Grinch…
- No, no, el Grinch no… pero… tampoco eres el hada de los dientes… que digamos. – El comentario de Hyoga remató la vergüenza del chico.
Los jóvenes siguieron un rato más comentando anécdotas de su infancia, hasta que el cansancio de la larga semana pudo con ellos. Llegó el momento de dar por terminada la velada y fue Shunrei quien despertó a Saori, no sin que antes algún que otro bromista le insinuara a Seiya que si prefería hacerlo él, ahora que eran amiguitos.
Ikki, Shun y Hyoga se despidieron del resto del grupo y marcharon a sus habitaciones, eran los únicos que se alojaban en la Mansión temporalmente. Shun tenía su piso, pero gustaba de quedarse con su hermano.
- Saori – afirmó Seiya extrañado – pensaba que seguías viviendo en la Mansión.
- No, hace unos años que me fui a vivir a un piso en el centro. Tatsumi se estaba pasando de protector.
- Buff, me lo imagino.
Shunrei y Shiryu, al igual que Seiya, habían ido en moto hasta allí, así que cuando Saori se propuso llamar a un taxi Shiryu intervino.
- Oye Seiya, ¿por qué no coges el casco de Hyoga que está dentro y acercas a Saori? Un taxi tardará mucho en llegar aquí. – Seiya le lanzó una mirada de desaprobación "¿en serio?" pensó.
- De verdad chicos no os preocupéis, no quiero importunaros, esperaré a un taxi sin problema. – Pero Seiya ya se había adelantado y cogido el casco y la cazadora de Hyoga, pensó que la chica seguramente se helaría con la chaqueta tan fina que llevaba.
- Déjate de tonterías – le decía mientras la ayudaba a ponérse la cazadora con desgana – no me cuesta nada acercarte. – Shuryu y Shun se miraron cómplices.
- Vale, pero no corras mucho. Vivo cerca del edificio Nike.
- ¡Oye! No me seas abuela y monta anda.
Saori montó a regañadientes sujetándose a los agarres traseros de la moto. Era una Yamaha roja de carreras, demasiado llamativa para su gusto.
- Agárrate fuerte.- El castaño dio un fuerte acelerón levantando la rueda delantera, lo que hizo que Saori perdiera el equilibrio y por instinto se abrazara a él.
Mientras se alejaban Shunrei se dirigió a Shiryu.
- ¿Crees que ha sido buena idea?
- No estoy muy seguro, sólo sé que son como dos niños pequeños…
Poco a poco Saori se fue relajando, a pesar del susto inicial Seiya resultó ser un hábil conductor. La flecha roja zigzagueaba por las calles de la ciudad con precisión, a pesar de que nunca le habían gustado las motos, se sentía segura con Seiya. Casi no se dio cuenta cuando llegaron a la puerta del edificio de su apartamento.
- Es aquí – bajó de la moto, una extraña incomodidad la invadió, no tenía muy claro como despedirse – bueno… hasta pronto Seiya y.. y gracias por traerme, fue divertido. – Le sonrió, se dio la vuelta y entró en su apartamento.
El joven se quedó un rato parado esperando a que entrara. "Buenas noches Saori".
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Saori durmió hasta tarde ese sábado, realmente estaba cansada. Aprovechó el día para hacer compras para la casa, revisar algunos papeles del trabajo y darse una larga ducha. Vestida con un pantalón de pijama ancho y una camiseta de tirantes, aún con el cabello enroscado en la toalla, se dispuso a prepararse la cena.
- Mira que insinuar que soy una aburrida – volvía a hablar en alto – este Seiya es un tonto.
Entonces se le ocurrió hacer algo inusual en ella, en el fondo quería demostrarse a sí misma que no era tan rígida como el chico pensaba, que sólo era una chica normal. Puso la radio, sonaba "Shape of you" de Ed Sheeran, comenzó a bailar mientras terminaba de preparar su cena.
- Nunca me hubiera imaginado que las chicas de clase alta conocierais otros ritmos a parte del vals clásico.
Saori paró en seco… esa voz ronca y mecánica.
- ¿Qué haces aquí? – el encapuchado la observaba apoyado en el alfeizar de su ventana.
- Me quedé sin sal vecina, ¿me prestas un poco?
- No tiene ninguna gracia, voy a llamar a la policía.
- Vamos cálmate, tampoco bailas tan mal. – Saori le lanzó un trozo de pan, que esquivó con facilidad.
- No te enfades princesa – saltó dentro de su apartamento. – Además, aquí el que debería estar enfadado soy yo, tu juguetito tenía truco ¿pensaste que no me daría cuenta?
"El localizador del pendrive" pensó Saori.
- Devuélvemelo, me lo robaste, es mío.
- No tan rápido – el joven sacó el pendrive de su bolsillo mostrándoselo, ella lo intentó atrapar, pero él lo apartó rápidamente de su alcance. – Muéstrame lo que contiene.
- ¿Por qué debería hacerlo?
- Porque a lo mejor yo también tengo información que puede interesarte. - "Touche"pensó Saori. No iba desencaminado con su insinuación, no en vano se había preguntado muchas veces cuál era el motivo que llevó al encapuchado esa noche a Kido Enterprises.
- ¿Me estás ofreciendo un trato?
- Puede… - cruzó los brazos con gesto de interés.
- Yo no puedo desencriptarlo. – El encapuchado se giró con intención de salir por donde había entrado, aquella no había sido la respuesta correcta. – Pero sé quién puede hacerlo.- Se apresuró a matizar la joven.
- De acuerdo – el joven saltó a la escalera de incendios – procura que esté aquí mañana sobre esta hora. – Desapareció en la noche ante la mirada de estupefacción de la chica.
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Do ut des: locución latina "Te doy para que me des"