Hubo un tiempo en el que sentía lastima por las personas que amaban mis personajes, y también recuerdo la frustración que sentía por no lograr que estos datos inundaran las calles. Por lo tanto, el siguiente es un regalo de cumpleaños de los fans a los personajes de Saint Seiya.
Las personas a cargo de la publicación de una revista tenemos las manos bastante ocupadas dibujando, pero esta vez, de alguna manera fui capaz de reunir los datos de todos los personajes. (Eventualmente los datos de cada personaje serán publicados...). Por ahora, esta será la edición definitiva sobre los datos de los personajes, gracias por adelantado.
Masami Kurumada
Hacia el ayer, el hoy y el mañana
Masami Kurumada desde su debut hasta hoy sigue siendo uno de los autores punteros del semanario Shônen Jump. Nació el 6 de Diciembre de de 1953, en Tokio, pura raza de Edo, donde vivió con su padres siendo el hijo único del matrimonio. Simultáneamente a su nacimiento, Tokio aún estaba en periodo de reconstrucción de los estragos sufridos en la guerra, aunque no fue necesario mucho tiempo para que todo esto quedase atrás y la vida de las personas se hiciera más confortable. En esta época fue donde el maestro Kurumada vivió su infancia. ¿Cómo fue aquella época?
MK: Bueno, era una época en donde, a diferencia de la actual, no existía la Nintendo, así que pasaba mi tiempo jugando en los parques, las calles... También tomaba prestados muchos libros de las casas de préstamo. En la escuela, bueno, era un chico normal, estudiaba y me portaba bien... Aunque, en fin, también me peleaba alguna vez. Eso que dijo mi editor cuando debuté, de que yo era una persona destacada, era una gran mentira. (Risas) Con respecto a los clubes, con 15 años ingresé en el club de Yudo, aunque sólo lo tomé en serio el primer año de la preparatoria. (Risas)
No hay persona que en su juventud no piense en que es lo que quiere hacer en el futuro, y fue en su vida diaria de aquella época cuando Kurumada se encontró con el manga. Al principio fue sólo un niño al que le gustaba el manga, como a los demás, pero después... fue algo diferente.
MK: Me gusta mucho el manga desde que era muy pequeño, siempre he leído muchísimo, sobre todo cuando estaba en la enseñanza primaria, en tercero y cuarto. Me gustaba mucho Tetsuwan Atom e Iga no Kagemaru, especialmente esta última, que fue la obra que me dejó una impresión más profunda. El Shônen como manga era realmente interesante y con mucho sentido. Después, más o menos en la enseñanza media me aficioné al 'gekiga' (estilo de manga con un contenido y estilo más adulto). Coincidiendo con el boom de estos libros en las tiendas, dibujaban autores como Takao Saito y Mitsuyo Sonoda. Al ver esas ilustraciones, sentí que los dibujos de los mangas eran demasiado corrientes; sin embargo la ilustración, la composición y la técnica de esos libros me parecieron que reflejaban frescura. Lo más importante fue cuando en la Shônen Jump vi la obra del maestro Hiroshi Motomiya. Recibí un gran impacto; así era como yo pensaba que debía de ser un manga. Era una época en la que la Shônen Jump aún no salía semanal y la leía por casualidad en los puestos de ramen. (Risas) Pero desde que veía la portada a color y la abría, sentía una atracción irresistible. Creo que si no hubiera visto la obra del maestro Motomiya, es muy posible que no me hubiera convertido en mangaka.
El encontrarse con la obra de un gran maestro, llevó a Kurumada a tomar los lápices. Masami Kurumada comenzaba el viaje hacia la gloria del mangaka. Después de su graduación se inició con pequeños ensayos y colaboraciones pequeñas en revistas, para finalmente comenzar con sus días de asistente.
MK: Desde que era pequeño, como hace todo el mundo, hacia dibujillos y amagos de manga en las hojas desechables o en sucio, en los márgenes... No comencé a dibujar en hojas para ilustración hasta que me gradué; pero no sabía cómo dibujar, incluso dibujaba en tinta azul. (Risas) (En la Shônen Jump, aunque los originales sean en tinta negra, muchas series se publican en tinta de otro color, predominando el azul.) Como ya he dicho, me había dejado llevar por la impresión de las ilustraciones y la obra de Motomiya, pero no sabía bien como dibujar las viñetas o construir los diálogos. Además, la historia que contase tenía que ser interesante. Yo sólo quería ser como el maestro Motomiya.
Cuando estaba en el último año de la enseñanza superior, en la revista Shônen Jump daban el premio "Hope Step" a una obra profesional, y también el "Young Jump", y ahí fue donde envié la primera obra que salió de mis manos. Mientras dibujaba esa historia, sólo tenía una cosa en la mente "no hay absolutamente nadie que dibuje mejor que yo"; sin embargo no me dieron ni una mención. (Risas) Hasta me fui a la propia editorial a preguntar el por qué; incluso corrieron rumores de que fui a intimidarlos. (Risas) Fue entonces cuando en la redacción me dijeron que el número de asistentes de Samurai Giants se estaba quedando insuficiente, así que me pidieron que colaborase, y de este modo empecé a trabajar por primera vez como asistente profesional. Debía de ser el mes de noviembre del año de mi graduación.
De amateur al mundo profesional. El maestro Kurumada fue tomando experiencia colaborando en esta historia sobre Samurais, y a pesar de estar sumido por la vorágine de trabajo que supone la vida de asistente, poco a poco se iba acercando al día de su debut.
MK: En aquel entonces absolutamente todo era nuevo para mí, de veras que hasta que no me hice asistente no sabía ni como diseñar una página. (Risas) Recuerdo haberme impresionado mucho con el resultado final de las cuartillas. También cometí muchos errores. En un manga sobre béisbol en el que trabajaba, el público tenía que gritar "UOOOONN", pero a mí me pareció que quedaría mejor "UOOOO" así que lo cambié por mi cuenta. (Risas) El maestro se sorprendió mucho y no se enfadó, pero era mejor que no lo volviera hacer.
Mientras realizaba mis labores de asistente poco a poco iba dibujando mi propia obra, para ello siempre trataba de volver a casa lo más pronto posible. En aquel entonces vivía solo en un apartamento que había alquilado en Shakujii. Mis padres decían que a pesar de haber salido de casa no había conseguido nada y que no tardaría mucho en volver. (Risas) Y la verdad es que con lo que ganaba como asistente no me alcanzaba ni para pagar el alquiler, así que tuve que buscarme un trabajo a tiempo parcial.
Finalmente, a los 20 años, pude debutar con la presentación de Sukeban Arashi, dos años y medio después de haber comenzado como asistente. El trabajo que durante mis años de asistente había dibujado empleando muchas noches en vela y que constantemente había enviado a la editorial, veía la luz.
Un nuevo mangaka de gran entusiasmo había nacido dentro del mundo del manga Shônen. Al comenzar a publicar Sukeban Arashi, esta poderosa obra hizo que el autor destacara nítidamente en la cabeza de los lectores. Su debut fue su primera victoria, una obra que para él es difícil de olvidar.
MK: La verdad es que en un principio Sukeban Arashi iba a ser protagonizada por un chico, igual que todo lo que había hecho hasta entonces, también desarrollándose en ambiente estudiantil. La realidad es que siempre he querido hacer una obra como Otoko Ippiki Gaki Daisho del maestro Motomiya. No podía evitarlo, pero tenía que admitir que en ese momento ese era un tema muy recurrente, así que opté por una protagonista que se comportara como un barón. El caso es que yo quería debutar en la Shônen Jump lo antes posible, pero estaba un poco confundido con el argumento, no sabía cómo era la mejor manera de enfocarlo. Por un lado quería dotarle de la fuerza y virilidad de las obras de Motomiya, pero por otro quería darle ese toque que podría hacer que también gustase a las chicas. Pensaba que si podía dotar a la obra de una atmósfera suave y a la vez masculina, podría entusiasmar tanto a los lectores de Shônen como a los de Shôjo, eso sería lo ideal.
Y así fue, empecé a recibir muchas cartas de fans, y entre ellas también había muchísimas que eran enviadas por chicas. La serie se hizo tremendamente popular y los lectores la alzaron al primer puesto con sus votaciones. Después, debido a la crisis de los combustibles, se hizo muy difícil y caro poder hacerse con papel, por lo que el número de páginas tuvo que reducirse notablemente y la publicación se acortó, teniendo finalmente que dar por terminada la obra. Me sentí muy mal, nunca olvidaré ese sentimiento de frustración.
Dejando atrás la obra de su debut, las historias épicas de Kurumada estaban aún por nacer con mucha más intensidad, enlazando un gran éxito con otro. Con Ring ni Kakero comenzó la época dorada de Kurumada, el creador de éxitos.
MK: Mi frustración por la cancelación de Sukeban Arashi se convirtió en un resorte que posiblemente me llevó a mi siguiente obra: Ring ni Kakero. Cuando comencé a dibujarla no tenía la menor idea sobre boxeo o lucha libre; ni siquiera sabía cómo debía de dibujarla. Mi objetivo principal era entusiasmar a los lectores; si conseguía dibujar un manga apasionado, seguro que lograría ese entusiasmo. Dibujé muchas batallas, incluso llegando a rebasar los límites del boxeo. Al final, parecían súper-batallas entre hombres ultra poderosos, pero a mí me parecía bien así. Realmente si miras mis mangas, verás que siempre he tenido la misma dinámica. (Risas) Combates entre boxeadores, ninjas, héroes sacados de la mitología griega... Pero en definitiva todo gira en torno a lo mismo; dibujo mucha violencia. (Risas) En realidad, lo más difícil de elaborar Ring ni Kakero fueron los diálogos, el argumento en sí. Se dice que los textos son la vida del manga, y hoy día me sigue resultando difícil.
Este año la Shônen Jump cumple su 20º aniversario, y fueron solamente unas 40 o 50 obras las que superaron los 50 capítulos. La supervivencia es muy difícil. Yo nunca me creí capaz de construir una obra a ese nivel, y no creí que pudiera volver a triunfar en las votaciones de los lectores. Yo me aseguraba de pensarlo todo muchísimo, costumbre que aún conservo en la actualidad. Siempre soy muy meticuloso en lo que hago, y creo que si ahora tengo un presente, es por haber hecho esto en el pasado.
Después de Ring ni Kakero el torbellino Kurumada continuaba soplando. Sus nuevas obras, Fûma no Kojirô y Otoko Zaka, toman nuevas temáticas; pero siempre desprendiendo la masculinidad que, con sus obras, Kurumada quería hacer llegar a sus lectores. Este también es el momento en el que en sus obras empieza a desbordarse la sangre.
MK: En el mundo del manga existe el mal presagio de la segunda obra. Se dice que la obra que sigue a un gran éxito será un fracaso, y ciertamente cuanto más éxito y popularidad haya alcanzado tu obra anterior, mucha más presión tendrás para desarrollar la siguiente, ya que hay expectativas que cumplir y mucha gente pendiente. Aquí es donde podríamos decir que se demuestra si la fuerza del autor es auténtica, es como una prueba o examen. En mi caso, cuando acabé Ring ni Kakero, estaba entusiasmado con empezar mi siguiente obra. Tenía tres posibles obras en mente: La primera era Fûma no Kojirô, otra era Otoko Zaka y por último, una sobre sumo, aunque esta nunca pensé seriamente en hacerla. Ni siquiera ahora me apetece dibujarla. (Risas) Finalmente me decidí por Fûma no Kojirô, con la intención de dejar vivos los puntos más interesantes de Ring ni Kakero. En un principio, la temática de Ring ni Kakero era simplemente el boxeo, pero acabó derivando en auténticas súper-batallas. Ahí se luchaba con guantes, y en "Fûma", digamos que con uniforme. En realidad no cambiaban tanto las cosas. (Risas)
Fûma no Kojirô evolucionó inevitablemente en Otoko Zaka, y es que, realmente, por dibujar una obra como esa fue que me hice mangaka. Desde que era un niño, desde que debuté, esta era la obra que siempre había querido hacer. Por eso, cuando empecé con ella, me invadía un gran sentimiento de satisfacción. Sin embargo, el resultado no fue el que esperaba. (Risas) Esta historia tuvo una vida muy corta, yo quería dibujar algo como Otoko Ippiki Gaki Daisho de Motomiya. Quizás me obsesioné demasiado en superarlo y fue todo lo contrario, no salió nada bien.
Más ardiente, el indomable espíritu de desafío de Kurumada le llevó a crear un invencible manga de acción. Después de Otoko Zaka llegó Saint Seiya, con la que de inmediato comenzó a caminar por las sendas del éxito.
MK: El basar la historia en la mitología griega fue algo que se me ocurrió sobre la marcha. En un principio mi idea original era muchísimo más sencilla. Como en la película Best Kid (Karate Kid), quería hacer un manga sobre un chico que practicase karate. En definitiva, una historia sobre el mundo del karate; pero también quería que saltasen chispas en los combates y que todo fuera muy masculino. Pensaba dar a los protagonistas una fuerza y un poder inmensos, así que pensé que si no llevaban una coraza o algo iban a acabar triturados, y así fue como empecé a desarrollar la idea de las armaduras.
Por otro lado, el escenario también era distinto. En un principio iba a desarrollarse en el interior de las montañas de Japón. El capitán del equipo de karate y una chica, la manager del equipo, se encontrarían con Seiya y se iniciaría la historia. Aunque ya tenía todo el proyecto con la editorial, de pronto me vino la otra inspiración. En principio no me parecía mal que el lugar de formación de los Saints fuera Japón, pero la verdad es que todo esto daba más sensación de oriental que de occidental, así que pensé que Grecia se adaptaba perfectamente a lo que tenía en mente. Aunque también dentro de este mundillo existe el mal presagio de situar una obra en un país extranjero. El título también era diferente al principio; no era Saint Seiya. Lo pensé muchísimo, empezando por Ginga no Rin ("Rin de la Galaxia"); después se me ocurrió Sei Senshi ("Guerrero Sagrado"), pero me pareció un poco vulgar; luego pensé en Sei Tôshi ("Combatiente Sagrado") y de ahí llegué a 'Seinto' ("Saint" en katakana), que sonaba como si fuese japonés, y terminó de convencerme. Luego, el nombre de Seiya (星矢: kanjis que significan "estrella" y "flecha"), al principio se escribía 聖矢 (kanjis que significan "sagrado" y "flecha"), pero me pareció que era un nombre demasiado puro para el protagonista. (Risas) Y por eso cambié el Kanji.
Saint Seiya no es sólo la suma de toda la épica de Kurumada, sino que muchos conceptos de ella, sobre todo los Cloths, son ideas totalmente innovadoras que superan todo lo que Kurumada había hecho hasta ese momento, dándole una nueva amplitud y atrayendo a numerosos nuevos lectores. Kurumada perdió todo su anonimato y se convirtió en el autor que avanza por la gloria del manga.
MK: Cuando ya tenía decididos a los protagonistas, sus caracteres salieron por naturaleza. Seiya es el tipo protagonista: apasionado y temperamental; Shiryû es el tipo que representa la justicia; Hyôga es del tipo "cool"; el rol de "niño lindo" lo desempaña Shun; y por último, Ikki es el lobo solitario. Creo que los nombres que les puse son muy apropiados. (Risas) Bueno, con el de Jabu me enredé un poco, y es que en principio iba a tener un carácter muy similar a Seiya.
Después vino lo de las armaduras de los protagonistas, al principio iban a ser una especie de 'kesa' (especie de túnica budista). (Risas) Lo estuve pensando muchísimo y, como ya había decidido situar la historia en Grecia, se me ocurrió que podían ser vestiduras sagradas de los tiempos mitológicos. Llamarlos Cloth (vestidura sagrada) me pareció lo más apropiado. A esas alturas ya estaba totalmente emocionado con la historia. El siguiente paso era concretar cómo serían los Cloths, no paraba de darle vueltas en mi cabeza tratando de basarme en la ciencia ficción o en recursos de anime, pero conocía muy poco. Entonces, un encargado de la editorial me dijo que podría ser buena idea que fuera una coraza que formase un caballo, y a mí me pareció estupendo, a pesar de que en un principio Seiya no iba a llevar el Cloth de Pegasus. Otro problema era ver como se hacían con ellas, como iniciar la historia. Esta es otra idea descartada, pero tenía pensado que el protagonista fuera hijo del dueño de un dojo, en un barrio céntrico de Tokio, y que al volver a su casa se encontrase con que alguien había matado a su padre. Esto ya no servía, y entonces me vino la idea de las constelaciones, la cadena de Shun, los Cloths, las armas... Después ya no tuve que esforzarme en sacar la trama.
El encuentro con los mangas anteriores vincula los éxitos del presente. Desde ahí el manga de Kurumada se abre a un gran futuro. Para el publico Kurumada es un autor que no sabe aburrir a sus lectores.
MK: El desarrollo de Saint Seiya, como ya he dicho, se basa en los mitos griegos y así seguirá siendo en lo sucesivo, tengo intención de profundizar aún más en ese mundo. Aún hay muchos mitos que pueden entrelazarse en la historia, es posible que sea una serie de tipo único. Aunque también hay que tener en cuenta que por muy popular que sea ahora mismo Saint Seiya, en la Shônen Jump, la lucha entre las diferentes series es constante y terrible, cada vez aparecen más y más nuevos autores con obras interesantes, y casi se ha convertido en una especie de competición o torneo por ver cuál es la más potente. Es decir, medir el poder de atracción de la obra. Para mantenerte escribiendo una obra larga tienes que ser preciso y contar la mejor historia, aunque a veces en la Shônen Jump no tienen mucho sentido. (Risas) Hay que mantener el poder de la obra semana tras semana, y para eso hay que tener siempre ideas frescas. En la Shônen Jump, si una de tus obras no tuvo éxito, el desafío de volver a resurgir es tremendamente difícil. Si apareciera alguien nuevo que me superase, creo que tendrá problemas. (Risas)
Pensando en eso, lo único que puedo decir es que si quieres dibujar manga tienes que entrar en este mundo, y la gente joven que lo consiga tampoco es que vaya a tenerlo fácil o tener alguna ventaja. Pero siendo así, lo más divertido es obsesionarse con esto. Si estas cosas te gustan, será mucho más fácil que triunfes en el mundo del manga; después de todo el manga es un mundo de obsesiones. (Risas) Esta vida es mucho mejor que la vida ordinaria. Te proporciona una divertida vida de adulto. Entrar en el mundo real es muy duro y difícil, para mí la vida ordinaria es mucho más pesada, indudablemente. En mi caso, cree Ring ni kakeroimpulsado por el ímpetu de la juventud; en Saint Seiya soy más técnico. En Ring ni Kakero me dejaba llevar por las emociones; por el contrario, en Saint Seiya, aunque también sienta esa voracidad en algunos puntos, soy más frío. Es posible que sean obras completamente distintas... Aunque no exteriormente.
Ahora veo que, aunque gaste todo mi entusiasmo en crear una obra, ya no creo en eso de ir más allá del propio manga y dejar en él un mensaje personal a los lectores. Que sea fácil de leer y que sea entretenido, eso es todo lo que debe de ser un manga; o dicho de otra manera, leerlo en el tren, pensar que es interesante y al llegar a la estación tirarlo. El manga no es más que un simple entretenimiento. Desde su primera publicación hasta ahora, la Shônen Jump ha aumentado considerablemente su tirada, y creo que es porque también ha acogido esa idea, así que ambos tenemos la misma filosofía. Dibuje lo que dibuje en adelante, esta es una idea que no cambiaré.
El sueño de Kurumada de dibujar no tiene fin, y pudo hacerlo completamente realidad. La confianza en la simplicidad del manga ha sido recorrida esplendorosamente por los lápices de Kurumada. Hoy y también en el futuro, mientras haya manga en este mundo, las épicas de Kurumada serán indestructibles.
MK: Cuando era un niño tenía un gran sueño que era que al convertirme en adulto no tuviera que soñar con algo que no pudiera realizar. Los niños ascienden a lo alto del cielo y pueden fusionarse con las nubes y el cielo azul. Ese gran sueño es lo que yo he querido dibujar.
Las obras de Kurumada son un gran sueño, y eso es algo que las personas que leen sus mangas saben mejor que nadie.