SKIN © XR3X

Jump to content

- - - - -

17.Fics-2017: Mejor héroe

Juegos y Dinamicas

  • This topic is locked Este tema está cerrado
5 respuestas a este tema

#1 Patriarca 8

Patriarca 8

    Miembro de honor

  • 16,112 mensajes
Pais:
Peru
Sexo:
Masculino
Signo:
Cancer
Energia:
Cosmos:
Ataque:
Defensa:
Velocidad:
Victorias:
0
Derrotas:
0
Total:
0

Publicado 07 abril 2017 - 17:55


lc107+kardia+rada.png



 


Editado por T-800, 05 enero 2019 - 21:13 .

fwoTpjp.pngd2846x5-c33eb060-952a-40e4-b79b-ac99f8b9

 

 

 


#2 blackdragon

blackdragon

    Miembro de honor

  • 504 mensajes
Pais:
Mexico
Signo:
Libra
Energia:
Cosmos:
Ataque:
Defensa:
Velocidad:
Victorias:
0
Derrotas:
0
Total:
0

Publicado 10 abril 2017 - 11:48

SAGRADO CORAZON

 

El caballero de Oficuo

 

Tercer libro

 

 

El día de la absolución

 

Capitulo 19

(Fragmento)

 

Ikki se enfrenta a Ares en un Ultima bellum

 

 

Musica sugerida de este capi

 

We will rock you

 

Queen

 

 

 

 

Limbo


Un golpe y sintió crujir partiéndose en astillas su armadura, pero aun así soporto el duro golpe....Ares se rió como si el combate solo fuese un chiste.....hizo emerger un cosmos terrorífico y maligno que envolvió a Ikki como si fuese fuego emergiendo del suelo.....este ahogo un grito de dolor....no le daría a Ares el gusto de verle sufrir...no....si era necesario moriría pero con la cabeza en alto...como el caballero Fénix que era.....


 

tumblr_o493qjQoFj1s6cql7o1_500.gif





- Eres necio Fénix..... - se rió dando otro golpe - realmente ¿No te cansas de esto?.... - lo miro curioso al decirlo, golpeo de nuevo el suelo y de la enorme mancha negra que emergió de la espada, saltaron 2 enormes mastines con las fauces abiertas, que se lanzaron con todo contra Ikki, derribandolo , este trataba de deshacerse de ellos a pesar de que los brazos estaban en las fauces de los 2 enormes animales....en eso riendo enloquecido Ares comenzó a golpear a Ikki con la espada que portaba, el filo le rozo la cara a Ikki que le causo una herida en una mejilla, estaba mas convencido que nunca que el dios de la guerra estaba completamente loco.....este reía mientras golpeaba a Ikki.....el Fénix haciendo un enorme esfuerzo lanzo a uno de los mastines que golpeo a Ares, allí fue cuando Ikki aprovecho con su mano libre tomo al otro perro y lo lanzo, se incorporo pese al dolor sufrido por el ataque de los enormes perros.....
 

 

Ares se deshizo del can y lo hizo atacar de nuevo a Ikki......quien al atacarlo por el cuello, derribo de nueva cuenta al Fénix...


- Bien mi firulais te llevara al despeñadero de la desgracia , la parte final de este limbo, te divertirás con tus desgracias emergiendo de tu alma al 100%  cada día, cada año por secula seculorum, haciendo que desees la muerte...y te quedaras por Quia in aeternum allí y yo.... - miro su espada pasando dos dedos de una de sus  manos como si la limpiara - iré por mi premio, una noche de éxtasis con la diosa mas hermosa.....Bon apetit cachorrito....... sonrió viendo al mastín arrastrar a Ikki al lado mas obscuro del limbo....



El mastín lanzo a Ikki al obscuro lugar y se lanzo a donde le había arrojado para devorarlo.....al no ver mas al Fénix, Ares comenzó a bailar festejando su victoria.......



- Voy por mi premio... voy por mi premio.... - canturreaba danzando en saltitos, mientras sostenía su espada con ambas manos... en eso un resplandor le hizo voltear....de ella emergió un muy lastimado Ikki que pese a eso se arrastraba para seguir peleando.....


 

ikki5.gif




- ¿PERO QUE TU NO ENTIENDES??? - Ares lo dijo mientras sus ojos radiaban de nuevo ese color rojo que brillaba mas al enojarse - Bien entonces seré yo quien te corte las alas..... - alzo hasta su pecho la espada preparando su ataque - te voy hacer pedazos infeliz.....


 

tumblr_nq3ygcXUIS1uwdaiko2_500.png




Ikki se arrastro por el dolor pese a tener las costillas rotas, pero en una de sus manos apretaba algo, algo con lo que había derrotado al mastín....al apretarlo mas ocurrió algo en el...sentía emerger un cosmos....este se le introducía en cada poro de la piel....Ikki respiraba con dificultad por que una mordida del mastín le había perforado un pulmón, pero....al apretar lo que tenia en la mano....sintió mejorar su respiración y como disminuía el dolor...., un enorme cosmos de luz blanco lo rodeo..... lentamente se incorporo arropado por ese cosmos.... miro hacia arriba y luego hacia lo que tenia en la mano, miro de nuevo hacia arriba y sonrió.... salio del cosmos protector caminando, emergiendo con su armadura como nueva, ante un extrañado  y sin poder creer lo que veía...Ares......

 

tumblr_n2a4mhwl5w1s6cql7o10_r1_500%2B%25





- ¡NO ES POSIBLE!!!! - Ares trataba de que su cerebro captase le que pasaba ante sus ojos - ¡MI MASTÍN Y YO YA TE TENÍAMOS POR MUERTO!!! - Ikki sonrió y le mostró lo que tenia en la mano.....


- Yo siempre tengo el as en la manga - el crucifijo se balanceo al abrir su mano y ser mostrado por el Fénix al hablar - y siempre lo tendré... - encendió su cosmos y pudo sentirlo, el poder del arca emergía de él, si el era el único portador del arca, ....el poder lo podía invocar al momento que deseara....¿Ares quería jugar?, bien, el le daría el juego de su vida.....pateo el suelo recordó el acorde We will rock you y lo hizo a la perfección - es hora de patearte el trasero......

 

tumblr_nsqr50hshT1shtjy7o3_r3_1280.gif
 





- ¿Pero que de....? - ni siquiera le dejo hablar a Ares....los golpes de Ikki le comenzaron a llover, enfurecido contraataco lanzando tajos con la espada, Ikki se inclino hacia atrás, el filo de la espada le paso rozando, sonrió...era su turno de nuevo, lanzo a Ares este cayo, pero se levanto asombrado del poder del Fénix...
 

inferno19.jpg





- ¿Así que eres un loco no? - Ikki sonrió al decirlo, por primera vez Ares sintió un escalofrió al ver la extraña mirada de Ikki -...te diré algo....si alguien se mete con mi familia...me transformo en un loco sociopata.... spicotico... y antisocial... - sonrió aun mas al decirlo . si leí mi expediente psiquiátrico al regresar con Shun cuando....derrote a ese caballero de la Llama... a la fecha soy el único en haberme infiltrado a leer en esos archivos....- sonrió aun mas - ¿Y sabes que?..... - miro a Ares y sonriendole de una manera escalofriante murmurando y..al mismo tiempo reunía todo su cosmos -...tienen razón.....


 

ikki4.gif

 

 






Lo ultimo que los ojos de Ares vieron fue una enorme bola de fuego y cosmo-energía, como nunca en los siglos que tenia reencarnando había visto....







Templo de Hypnos
Campos Elisios

al mismo tiempo...



La brea comenzaba a derretir pequeños pedacitos del campo de protección de Thanatos, Shun aterrado aferro mas a los niños , los jueces del infierno se pusieron adelante de el y los chicos...

- El que sobreviva... - dijo Minos en ese momento . saca a Andromeda y los niños de aquí, ¿Hecho? - miro a Aiacos y Ramadanthys al decirlo...

- Hecho - Aiacos estrello su puño con el de Minos al decirlo

- Hecho... - Ramadanthys hizo lo mismo al hablar....y estrello su puño con los de sus 2 compañeros


Thanatos respiraba alterado, esas cosas estaban empezando a desintegrar el campo de protección, se aferro mas a la hoz, cerro los ojos para aumentar mas su poder y justo cuando sentía que su cosmos empezaba a declinar.....la brea empezó a disminuir y a desaparecer tal cual había llegado...en eso sintió una mano conocida en su hombro....


- ¡LO LOGRO!!!! - Hypnos y el se miraron y comenzaron a reír, los jueces también, Shun no sabia si reír o llorar después de lo pasado, pero reacciono al abrazo emocionado de Kin. Xanath se bajo del sillón y camino hasta donde estaban Thanatos e Hypnos, el primero de rodillas de tanto reír....el ver a la niña esta le sonrió, y el sonrió igual, se levanto la cargo, con un mano con la otra levantaba el puño al mismo tiempo que....

- ¡LO VENCIÓ, LO VENCIÓ!!!! - reía la decirlo,  Xanath también empezó a repetir lo mismo, mientras la cargaba Thanatos y también levanto su pequeño puño como el......

 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Frases en latin

Secula seculorum

Por los siglos de los siglos


Quia aeternum

Por toda la eternidad
 
 
 
 
 
 

 




We will Rock You
Queen
 

Editado por blackdragon, 10 abril 2017 - 11:51 .


#3 ℙentagrλm ♓Sнσgōкι

ℙentagrλm ♓Sнσgōкι

    The Digger

  • 7,050 mensajes
Pais:
Espana
Sexo:
Masculino
Signo:
Geminis
Energia:
Cosmos:
Ataque:
Defensa:
Velocidad:
Victorias:
0
Derrotas:
0
Total:
0

Publicado 22 abril 2017 - 11:10

Historia: Rosas desde el Siglo XVIII

Personaje: Gheser de Piscis

 

Johannes

 

Habían pasado dos días desde que Gheser de Piscis saliera del Santuario rumbo a la misión encomendada por el Patriarca Sage. Para su sorpresa, tuvo un acompañante inesperado. Se hacía llamar Johannes, y llevaba a cuestas una Pandora Box[i] de hermosos tonos plata en la que estaban retratadas las tres cabezas del perro guardián de las puertas del Infierno. La de la izquierda miraba abajo, la del medio erguía el cuello y enseñaba los dientes con ojos furiosos y la de la derecha del todo rugía con la boca abierta en un gesto rabioso; bajo estas, un asa que servía como accionamiento, para que las piezas saliesen del armatroste y se amoldaran al cuerpo. Por las otras dos caras de la caja había varios dibujos decorativos simétricos tanto arriba como abajo, grabados que hacían bellas figuras curvadas. El hombre que la llevaba era joven, alto y esbelto, de buen físico y cabello castaño, corto pero revuelto. Andaba con la espalda muy recta y daba pasos largos, casi parecían zancadas de velocista, pero a un ritmo tranquilo. Ataviado con un chaquetón negro y largo, que le llegaba hasta las rodillas, lleno de bolas y desgastado, unas botas, también oscuras y de piel, y unos pantalones del mismo tono que el abrigo, caminaba al lado de Gheser con los ojos clavados en la extensa llanura que ambos tenían delante. De vez en cuando, y pensando que Piscis no se enteraba, lo recorría con una mirada de soslayo de sus ojos trigueños. Su rostro, inexpresivo, con facciones juveniles, hermosas y suaves, no expresaba ningún gesto, salvo el inevitable parpadeo.

 

Gheser, por otro lado, no se paraba a pensar en su fortuito acompañante, sino que su mente solo tenía lugar para Lugonis. Conocía de sobra a Krest, pues fue él quien lo llevó al Santuario desde una pequeña aldea al norte de Francia tras desaparecer sus padres en un desbordamiento del Sena cuando apenas tenía cuatro años. Para él, el santo de Oro de Acuario era como un salvador, como un Dios bajado del cielo, envuelto en un ropaje dorado, tan hermoso como el mismo sol; pero, así como un Dios es benevolente y cariñoso, también podía ser vengativo y cruel. Esa era la parte que más le horrorizaba de Krest, y es que su justicia era la fuerza bruta mezclada con un fino toque de longeva experiencia, algo que no lo hacía estúpido, sino aún más sabio. Sin embargo, era el único capaz de entrenar como era debido a su rebelde alumno. Leo y Escorpio eran demasiado jóvenes, y Capricornio…, no, eso era sencillamente una locura. En su ensimismamiento, Gheser no se había fijado que en el horizonte se había dibujado una aldea. Parpadeó un par de veces, intentando salir al mundo exterior de nuevo, y, sin girar la cabeza hacia su compañero, habló:

 

―Johannes ―El otro hizo un ruido con la garganta sin desviar tampoco la mirada del camino, en gesto de pregunta―. En unas horas se hará de noche, ¿te parece que busquemos alojamiento en ese pueblecito?

 

El santo de Plata afirmó de forma seca, sin mover la cabeza ni pronunciar palabra, solo un gruñido afirmativo. En cierto modo, la personalidad calmada y callada de Johannes agradaba a Gheser, que era un amante del silencio; además, disfrutar de aquellos parajes castellanos, de los que tanto había leído en libros de caballerías, era algo que no se podía hacer todos los días.

 

Los campos de color amarillento y marrón alcanzaban hasta donde la vista se perdía. Era como un desierto infinito de tierra. Mirasen a donde mirasen, no se veía un solo árbol o planta que no fuese un arbusto seco. Seguían un camino pedregoso de mala pisada, pues faltaban adoquines, y los que estaban no eran más que piedras de distintas formas, desgastadas por el excesivo tránsito de la gente o por el paso de los años. El sol pegaba con fuerza para ser un día de diciembre en el que casi se entraba al invierno. «Supongo que cuanto más al sur, más calor», pensaba Gheser al sentir el sudor en su frente. El cielo, azul como el mar más limpio, estaba vacío de nubes, y daba la sensación de estar viviendo un día de pleno verano.

 

A paso lento, Gheser, con las manos en las correas de la caja dorada que colgaba a su espalda, y Johannes, con estas metidas en los bolsillos de su viejo pantalón, llegaron al poblado. No eran más que cuatro o cinco casas grandes y esparcidas, sin ningún orden lógico en su colocación, envejecidas y mal cuidadas. Algunas gallinas picoteaban granos de maíz del suelo y correteaban con sus patuchas delgadas por entre la gente. Cuando los extranjeros llegaron, todos los miraron con miedo, clavados en el sitio como si fuesen alcayatas. Gheser, al tanto de la situación, se acercó a una mujer pequeña y vieja, con un pañuelo blanco en la cabeza.

 

―Somos viajeros que estamos de paso ―habló Piscis en un castellano bastante arcaico, poniendo un acento exagerado―, ¿podemos quedarnos en su casa? Tenemos oro. ―Y le enseñó una bolsa de piel llena de monedas que chocaban unas contra otras y producían un sonido delicioso.

 

Sin reparos, la señora se agenció el pequeño fardo de oro y, con palabras que Gheser difícilmente pudo entender ―ya fuese porque ella hablaba mal o porque él no tenía el nivel suficiente para comprender―, los dirigió a la casa más grande de la aldea.

 

―¿Hablas su idioma? ―preguntó Johannes atónito, intentando que no se le notase.

 

―He leído El Perro del Hortelano, el Amadís de Gaula y cosas similares en castellano. Leer es aprender ―respondió Piscis con una sonrisa blanca, dirigiendo una mirada gentil a su compañero.

 

Entraron por una puerta de madera comida por las termitas; el tacto rugoso y los múltiples agujeros que tenía la delataba. Siguieron a la mujer por un pasillo oscuro, sin ninguna luz, solo la que se colaba por unos ventanucos. El ambiente estaba muy cargado, con una mezcla de olor a heces de vaca y a algún tipo de cocido. El suelo estaba lleno de tierra, probablemente de las entradas y salidas que hacía la gente que vivía allí. Las paredes eran de piedra, apiladas unas sobre otras con poco arte. En la segunda puerta del pasillo giraron a la izquierda y la señora farfulló algo que Gheser no llegó a entender ―de nuevo―, para después salir y dejarlos con su nuevo hogar.

 

La habitación, si podía llamársele así, era un zulo de base cuadrada sin ventanas con el techo bajo, tanto, que Johannes, a pesar de medir cerca de un metro noventa, rozaba con la cabeza. Había dos camastros, uno al lado de la entrada y el otro, pegado a la pared contraria. Los somieres eran de madera, que estaba ennegrecida por la humedad, y el colchón tenía manchas amarillentas. En realidad, no había nada en la habitación que no estuviese invadido por la humedad. Las esquinas del techo, a pesar de estar tapadas con una densa capa de telarañas, tenían un tono oscuro, y la mesita que había entre ambas camas tenía unas pintas de moho por las patas.

 

A pesar del deplorable estado de la habitación, ninguno de los dos se pronunció al respecto. Dejaron las Pandora Box en una esquina y se tumbaron. Johannes se quedó con el lecho más cercano a la entrada. Gheser prendió una vela que había sobre la maltrecha mesita de noche y se hizo la luz en la estancia. Acto seguido, se fijó en su compañero de misión, que oteaba las miles, quizás millones de manchas negras que se juntaban en el techo que una vez fue blanco. Con las manos tras la nuca y una pierna cruzada sobre la otra, respiraba con calma mientras sabía que era observado. Ladeó la cabeza con indiferencia y la mirada se hizo recíproca

 

―¿Pasa algo? ―dijo Johannes con rostro inexpresivo y tono calmado, sin ser amenazante.

 

―Solo me fijaba en tu paz ―respondió Piscis sin darle importancia―. Es muy contagiosa.

 

Cerbero hizo de nuevo uno de sus sonidos guturales afirmativos y no dijo más. Siguió contando manchas o perdido en su mente.

 

―¿Es tu primera misión? ―siguió hablando Gheser, que se sentó en su cama, apoyando los codos sobre las piernas y los puños en el mentón.

 

―No. Debe ser como la treinta y siete. Quizás la treinta y ocho.

 

―Eres muy joven para tener tanta experiencia a cuestas ―inquirió Piscis con toda la tranquilidad del mundo; la tenue luz de la vela se estampaba contra el perfil derecho de su rostro.

 

―Solo hago mi trabajo lo mejor que puedo ―respondió desganado Johannes, perdido en el pequeño universo de humedades del techo.

 

―¿Para ti es un trabajo, una obligación?

 

El otro no objetó, simplemente hizo un ademán de girar la cabeza, como motivado por aquella frase; se dio cuenta rápido de que la charla que supuestamente había empezado de forma fortuita se había convertido en una especie de interrogatorio. No era la primera vez que le pasaba; su personalidad callada y solitaria llamaba la atención. La gente a la que acompañaba solían ser hombres y mujeres de su mismo rango, todos novatos que adquirían la cloth tras enfrentarse a diez, quince, veinte oponentes, y haberles vencido sin ningún reparo, sacándoles el corazón, destrozándoles el cerebro, todo para ser obsequiados con un puesto en la orden de la Diosa Atenea. Salían del Coliseo totalmente alienados, entrenados para matar, sin saber que el mundo real es y siempre fue mucho más real. Y es eso lo que los destruía. Su confianza los llevaba a la perdición. Estos nunca se fijaban en lo que había tras la dura faceta de Johannes. Solo se atribuían el liderazgo del grupo que formaban durante un tiempo y daban órdenes como si alguien los hubiese nombrado jefes. Y es que el otro nunca se oponía, dando la sensación de ser un debilucho que, por timidez o miedo, seguía la corriente.

 

―Pareces tener mucho interés en mí ―resolvió finalmente el santo de Plata―. Eres muy hábil con las palabras. Engatusas con facilidad a los demás con tu labia. Sin embargo, los que visten de oro no me caen bien. Sois arrogantes, os creéis superiores.

 

―¿Y a cuántos santos de Oro conoces para afirmar eso con tanta rotundidad? ―preguntó Gheser, curioso.

 

―Solo al de Escorpio. Ese Zaphiri. Y con lo que vi de él, es suficiente. El poder os ciega. ―Johannes hablaba sin mover la cabeza, con la mirada perdida en un punto fijo del techo―. Ni siquiera sé por qué estoy hablando de esto contigo.

 

Se hizo el silencio en la estancia, uno incómodo y pesado. El tic-tac de un reloj de péndulo que había en el pasillo, lo único hermoso que parecía haber en aquella casa, de madera pulida, lisa, con tonos dorados en las agujas del minutero y las horas en números romanos, rompía el crispante vacío que habían dejado sus voces.

 

Tan pronto como se vino la noche, y con ella la Luna, salió el Sol, dando paso al día. Tras desayunar unos chorizos con un chusco de pan recién hecho, los dos salieron del pueblo, pero dejando constancia a la señora de la casa de que volverían. Tras el fortuito encontronazo de la noche pasada, los santos no habían vuelto a intercambiar palabra alguna. Se habían dedicado al silencio más extremo. Johannes hizo un gran esfuerzo por dormirse, pues daba vueltas sin cesar, mientras que Gheser, a la luz de la vela, escribía algo en un libro de tapas de piel negra con una pluma que se había traído. Vestidos como el día anterior, se llevaron consigo sus Pandora Box, ya que eran necesarias frente a cualquier peligro y, además, demasiado valiosas para dejarlas en semejante lugar. El sol se había convertido, de nuevo, en un gigante ígneo que castigaba las tierras sin piedad; el calor del día anterior no era nada comparado con aquel. Siguieron en dirección Norte, según una brújula que Johannes siempre llevaba encima, por una calzada de aspecto romano que se conservaba muy bien. Regresaron a la noche, cansados y oliendo a sudor, sin haber encontrado nada. Se limpiaron en unos barreños que la señora les proporcionó y se fueron a dormir. Esa fue la rutina durante seis días. Salir, investigar y volver al pueblo. Seis días en los que apenas cruzaron cinco frases seguidas.

 

Llegó de nuevo el jueves. Había pasado una semana en la que habían recabado poca o ninguna información útil referente a la Zarrampla. «Esa condenada se esconde bien», repetía Johannes todos los días cuando se daban por vencidos en su búsqueda. Y es que habían recorrido kilómetros y kilómetros a pie, sin ningún resultado. Ni un rastro, ni un ruido, ni siquiera alguien que la hubiese visto. Pronto, aquellos parajes amarillentos empezaron a caerle pesados a Gheser, que deseaba perderlos de vista por una buena temporada; entre el calor, el terreno intransitable y la gente tosca y maleducada, aquella misión era todo un suplicio.

 

La mañana del veintidós de diciembre, todo transcurría con normalidad. Los santos se preparaban como de costumbre. Se vestían, se echaban algo de agua por la cara para quitarse las legañas, desayunaban y, cargados con sus pesadas cajas, salían a hacer el camino. El calor se había disipado y ahora las densas llanuras estaban cubiertas por una bruma blanca y espesa, que hacía imposible ver tres pasos delante de uno mismo. Era tal, que, aunque Johannes y Gheser caminaban uno al lado del otro, si se mirasen, difícilmente podrían distinguirse.

 

El suelo, al igual que el aire, estaba caliente. Era una sensación extraña, una mezcla de frío producida por la niebla, pero de calor por todo lo demás. El ambiente estaba pesado, tanto, que costaba respirar. Era como si hubiesen subido a Star Hill, o a una montaña de ocho mil metros. Para Gheser, un hombre fuerte y de fácil adaptación a otros terrenos, no supuso un gran cambio, pero Johannes empezó a rezagarse, incapaz de seguir el ritmo de su compañero. A los diez minutos de verse inmersos en la bruma, el de Plata tuvo que pararse y recuperar el aliento. Con paciencia, Piscis lo esperó, analizando la situación. Era la primera vez que se veían en algo similar. Su cuerpo se giró trescientos sesenta grados, recorriendo con la vista el lugar, pero era en balde pues le fue imposible averiguar nada.

 

Fue entonces cuando la tierra comenzó a temblar con la fuerza de un terremoto. El firme bajo los pies de ambos se agrietaba con velocidad. Gheser, sin pensárselo dos veces, saltó a su izquierda, dando una elegante voltereta en el aire. Johannes se apartó como pudo, corriendo y luchando contra su fatiga. Del suelo salió un gusano enorme, de color marrón y con una cabeza descomunal. Al verlo pasar, Gheser observó que estaba formado por unas bolas marrones unidas unas con otras, dando forma a su cuerpo. El suelo temblaba a su paso; debía de pesar toneladas. Sin esperar un instante, se volvió a meter bajo tierra cavando con su descomunal testa.

 

―¡Qué rayos era eso! ―grito Johannes sorprendido.

 

―La Zarrampla… ―susurró el otro, girando sobre sus talones como un loco, buscando a su objetivo―. ¡Vamos, Johannes! Aquí está nuestra misión.

 

El temblor no cesaba, cada vez se hacía más intenso. Notaban cómo algo se movía por las entrañas de la tierra, buscando una presa. Gheser se acercó a Johannes y le ofreció ayuda para levantarse, pero este lo rechazó. Se quitó la caja de la espalda y tiró de la anilla. Un brillo plata inundó la niebla, y las piezas de la armadura salieron disparadas hacia el cuerpo joven y fuerte de Johannes. Sus brazos se vieron cubiertos por unos guanteletes que llegaban desde los codos hasta las manos, dejando sin cubrir sus dedos. El pecho y los hombros fueron protegidos por unas piezas de tonos redondeados superpuestas una sobre otra, que cubría hasta el medio abdomen más o menos. Otra pieza se ajustó a las caderas, como si fuesen láminas de contrachapado. Por último, las perneras lo vistieron; estas estaban adornadas con unos cuernos en las rodillas y una especie de pinchos sobresaliendo de los tobillos. Pero lo que más impresionaba eran las largas cadenas que tenía entre sus manos; a ambos lados de la cadena había unas bolas con pinchos, de aspecto pesado, pero Johannes las movía como si fuesen de papel.

 

―Prepárate, bestia ―murmuró el de Plata sintiendo cómo las entrañas de la tierra temblaban con fuerza―. Vamos por ti.

 

Gheser presenció con asombro la escena. Johannes parecía un ángel envuelto en plata; brillaba como una estrella, y el aspecto tan limpio y suave que tenía la superficie de la cloth embelesaba a cualquiera que la mirase detenidamente por unos instantes. Lo observó de arriba abajo descaradamente, sin disimular. Le pareció ver a alguien hermoso, que brillaba con luz propia y transmitía su fuerza a pesar de la rudeza de su personalidad.

 

El santo de Piscis hizo lo propio y la armadura salió de la Pandora Box amoldándose a su cuerpo. Era como una especie de protección hecha de escamas, como si fuese la piel de un pez dorado, que brillaba como el mismo sol.

 

La niebla seguía siendo espesa, y si no fuese porque Johannes emitía un fulgurante tono plateado, sería difícil, por no decir imposible, discernirlo. El suelo seguía temblando con la fuerza de un terremoto. Podían sentir cómo aquel enorme monstruo excavaba con su cabezón bajo sus pies. Miraron a izquierda y derecha, arriba y abajo, pero les fue imposible distinguir nada que no estuviese frente a sus mismos ojos.

 

―¡A tu izquierda! ―gritó Gheser intentando avisar a Johannes, que, confiando en la palabra de su compañero, saltó con ímpetu hacia la derecha. La Zarrampla emergió del suelo como un topo, dejando tras de sí un enorme socavón.

 

Esta vez, el gigantesco gusano no se escondió, sino que les plantó cara. Ahora, frente a frente, ambos podían verlo con claridad. Su rostro era un deforme montón de arrugas y heridas, con dos ojos sin pupilas y una boca enorme, de la que caía un líquido verduzco y viscoso, que cuando chocaba contra el suelo lo agujereaba; debía ser ácido.

 

Sin perder un instante, Gheser alcanzó una de sus rosas, solo para probar al enemigo.

 

¡Royal Demon Rose! (Rosas Demoníacas Reales)

 

Las hermosas rosas rojas, con pétalos empapados en un rocío ligero, volaron a través de la niebla, cortándola junto con el aire como si fuese mantequilla. Se decía que el veneno de aquellas rosas era tan potente que su intensidad mataba con solo aspirar el aroma de estas. Sin embargo, la criatura no se vio afectada, pues las flores silbaron cerca de ella y no se inmutó siquiera.

 

―No debe tener fosas nasales ―dedujo Gheser sin romper la posición de defensa que había adoptado.

A su derecha, vio como Johannes movía las cadenas sobre su cabeza, mientras la bola de pinchos hacía movimientos giratorios muy rápidos. Sin duda, se preparaba para atacar.

 

¡Jigoku no Kōkyūsa! (Bolas de Acero del Infierno)

 

Como una lluvia de meteoritos, cientos, miles, quizás millones de bolas salieron disparadas hacia el gusano gigante. Estas impactaron sin piedad contra su durísima piel, levantando una polvareda que llenó de un marrón oscuro el ambiente, haciendo que ambos santos entrecerrasen los ojos, resguardándose de las motas de polvo que castigaban la vista con su molesta presencia. Ambos miraron a los lados, girando sus cuellos a velocidades anormales, oteando a través de la densa niebla: no se veía nada.

 

―Parece que ya está ―dijo Johannes sosteniendo sus pesadas cadenas con el pulso acelerado y la frente perlada de sudor; había algo allí que le robaba la energía, pues no era normal verse tan mermado con solo un ataque.

 

Y entonces Gheser lo notó; el cambio súbito de la dirección del viento, el repentino cese de una parte de la niebla, como si algo se moviese a gran velocidad, el calor que se disipaba. Miró a Johannes, que apoyaba sus manos sobre las rodillas, tomando aire con gran dificultad. Se lanzó a la carrera y le dio un empujón con el hombro, sacándolo a volar unos cuantos metros. De golpe, algo cayó sobre el santo de Piscis, como si fuese una pared gigante, con una fuerza que hizo retumbar el suelo en kilómetros a la redonda. En un visto y no visto, el cuerpo del gusano había aplastado como una mosca al santo de Piscis, que sacrificó su integridad física para salvar a Johannes.

 

Desde su posición, Cerbero lo vio sin ningún problema: cómo aquella masa de carne que se arrastraba caía con brutalidad sobre el caballero de la brillante armadura.

 

―¡Gheser! ―gritó Johannes en un acto inconsciente; alargó la mano hacia donde estaba, como queriendo ayudarlo, pero cuando se quiso dar cuenta la criatura ya estaba encima suya.

 

Arremetió con su cuerpo contra el suelo de nuevo, pero Johannes lo esquivó en un salto torpe y lento, mermado por aquella niebla que le quitaba la respiración. Pero su mente estaba fija en el hombre que le había salvado: ¿por qué? Pensaba que los de Oro solo pensaban en ellos mismos, pero Piscis…, había muerto por su culpa, por su debilidad. En sus viajes, había perdido a camaradas, pero todos ellos se habían buscado la muerte de una manera u otra. Esta vez fue distinto, porque la muerte lo había buscado a él y otro aceptó el castigo.

 

De las cadenas de Johannes comenzaron a salir llamas; un brillo plateado se intensificó y tiñó la niebla de ese tono. Las bolas empezaron a girar de nuevo a gran velocidad sobre la cabeza de Cerbero, mientras este las agarraba con fuerza iracunda.

 

―Gheser…, tu sacrificio no será en vano…

 

¡Jigoku no Atama no Gādian! (Cabezas del Guardián del Infierno)

 

Las bolas comenzaron a arder en un espectáculo de color rojo y plata. De nuevo, estas se multiplicaron por miles o millones y se abalanzaron sobre el gusano, que recibió de lleno el impacto. Esta vez, la fuerza de la técnica atravesó la dura y rugosa armadura que cubría su cuerpo, manchando el suelo de una sangre negruzca y densa, de un olor muy fuerte y desagradable, que cayó a los pies de Johannes.

 

El santo de Cerbero respiraba hinchiendo sus pulmones con grandes bocanadas de aire; su esfuerzo había tenido recompensa. Cayó de rodillas, agotado. Sus cadenas, una vez ligeras y gráciles, ahora pesaban como yunques a los lados que lo anclaban a la tierra, impidiéndole moverse.

 

―Eh, Gheser ―dijo el santo con una sonrisa ladina; una gota de sudor recorrió su mejilla―, ¿me has visto? Lo hice. Lo hice gracias a ti…

 

Pero vio cómo el gusano enorme seguía moviéndose frente a él. Movía su cuerpo herido con movimientos serpenteantes y dejaba un reguero de sangre por donde pasaba. Johannes lo siguió con una mirada de terror, petrificado. «¿Cómo es que ha sobrevivido a mi máxima técnica? Es imposible…», pensaba Cerbero, confiado en que aquellos serían sus últimos momentos de vida. Sintió cómo pegaba un salto y se abalanzaba sobre él para aplastarle, como había hecho antes con su compañero.

 

―¡Danzad, Rosas Negras! ―dijo una voz que venía de detrás suya; vio impresionado cómo, frente a él, unas rosas de un tono oscuro como el cielo estrellado de la noche formaban una barrera cuadrada.

 

Johannes giró la cabeza y observó impresionado cómo Gheser seguía en pie. Su rostro estaba cubierto de sangre, incluso el hermoso rubio de su pelo estaba teñido ahora de pintas escarlata. Podía ver cómo el hueso del codo sobresalía de su brazo izquierdo, era grotesco. Pero su cara, llena de cortes y con el ojo izquierdo cerrado, tenía un gesto heroico, una mirada desafiante, un brillo en sus ojos negros que incitaba a admirarlo. Se mantenía de pie sobre sus firmes piernas, y por su armadura fluían hilos de sangre, manchando el brillo dorado de un rojo color vino.

 

El gusano cayó sobre las rosas con violencia, pero fue incapaz de atravesarlas. Hizo un ruido sordo, como cuando un libro gordo cae sobre sus tapas, pero un millón de veces más fuerte. Gheser no dio un paso atrás. Apretó la mandíbula y, solo con su brazo izquierdo, se las arregló para mantener a raya al monstruo. Después, con el brazo derecho, y manteniendo alzada la barrera, elevó su cosmos. Johannes, al sentir aquella energía tan cálida, tan suave y bondadosa, pero a su vez tan intensa, tan brava, palideció de emoción, con los ojos fuera de sus órbitas por ver tan hermoso espectáculo: era el santo de Piscis en batalla.

 

¡Piranian Rose! (Rosas Piraña)

 

Por los huecos que dejaban las rosas al juntarse unas con otras salieron más. Estas golpearon con fuerza al gusano y lo lanzaron por los aires, despedazando su corteza exterior. Por la llanura se desparramaron trozos negros de un cascarón duro y rugoso. La barrera de rosas negras desapareció como había llegado, de la nada, y Gheser avanzó en dirección a su rival. Después, alargó el brazo izquierdo de nuevo, apuntando a la bestia con la palma abierta. Su energía cósmica fue en aumento. De pronto, la niebla blanca fue tomando un color escarlata, idéntico al de la sangre. Era como entrar en el río Stýx[ii] de cabeza.

 

¡Crimson Wind! (Viento Escarlata)

 

En la lejanía, por donde había caído el gusano, empezaron a oírse unos gemidos, unos gritos que la densidad de la niebla insonorizó. Pero Gheser y Johannes los escuchaban. Era como arrancarle las alas de cuajo a una arpía y esperar su brutal lamento, pero mucho más intenso y quejumbroso. A los segundos, este se desvaneció, dejando sorda la roja niebla que había inundado en cuestión de segundos la estancia. Piscis se giró hacia Johannes y, para sorpresa del santo de Cerbero, le dedicó una sonrisa. Era increíble, a pesar de haber sufrido tales heridas, él no dudaba en sonreír, aunque el momento no fuese para nada el que le favoreciese. Incluso habiéndose lanzado en brazos a una muerte segura para salvar a un simple caballero de Plata, su figura seguía infundiendo respeto.

 

―¿Estás bien, Johannes? ―preguntó Gheser, observándolo con su ojo abierto.

 

―Sí… ―respondió el otro, dubitativo.

 

Tras la respuesta, Gheser flaqueó sobre su pierna derecha y cayó de bruces al suelo, desmayado. Cuando se despertó estaba en el pueblo, en la cama. Ya no tenía el hueso por fuera y su brazo estaba escayolado y atado con un cabestrillo para que no se moviese. Los rayos del sol vespertino inundaban la habitación y le daban en los ojos a Gheser. Giró la cabeza con cuidado y vio a Johannes sentado en una silla, mirándolo fijamente.

 

―Vaya, al fin te despiertas ―dijo este en tono muy animado; era la primera vez que lo veía tan alegre―. Llevas cuatro días dormido.

 

«¿Cuatro días? Vaya…» dijo para sí Gheser. Le dolía el cuerpo horrores, y no solo su brazo roto, sino también sus piernas, y, sobre todo, el pecho, que estaba lleno de moratones.

 

―Te traje en brazos cuando te desmayaste tras derrotar a la Zarrampla ―continuó Johannes―. Después te puse el hueso en su sitio y lo cosí con hilo. Un trabajo muy difícil, pero estabas tan profundamente dormido que ni te enteraste.

 

―Vaya... ―respondió Piscis―. Has sido muy amable al cuidarme así, Johannes. Gracias ―Le dedicó una gentil sonrisa acompañada de una cálida mirada de auténtico agradecimiento.

 

―Aquí el único que tiene que dar las gracias soy yo. Me salvaste la vida ahí fuera. Si no llega a ser por ti, hoy estaría muerto en una tumba en este desierto ―dijo con tono suave, como si le avergonzase―. Arriesgaste tu vida, tú, un santo de Oro, para salvar la de un simple caballero de Plata… ¿Por qué?

 

Qui ne vit pas de quelque façon que pour les autres, pas vivre pour lui-même. Quien no vive de algún modo para los demás, tampoco vive para sí mismo. Michel de Montaigne. ―De nuevo, Gheser actuaba como profesor, dando lecciones de vida que otros jamás podrían llegar a comprender. Y eso era algo que Johannes admiraba, y admiraría siempre.

 


[i] Caja o cofre donde se guarda la armadura.

[ii] Estigia, o Estigio, en griego. El río Stýx es el que separa la Tierra del mundo de los muertos.


Editado por ℙentagram, 22 abril 2017 - 11:12 .

ib5Zs2uw_o.gif

Pincha en la foto para leer Rosas desde el Siglo XVIII

Ranking de resistencia dorada


#4 Patriarca 8

Patriarca 8

    Miembro de honor

  • 16,112 mensajes
Pais:
Peru
Sexo:
Masculino
Signo:
Cancer
Energia:
Cosmos:
Ataque:
Defensa:
Velocidad:
Victorias:
0
Derrotas:
0
Total:
0

Publicado 10 junio 2017 - 14:22

3325hd5.png


Editado por T-800, 05 enero 2019 - 21:14 .

fwoTpjp.pngd2846x5-c33eb060-952a-40e4-b79b-ac99f8b9

 

 

 


#5 Patriarca 8

Patriarca 8

    Miembro de honor

  • 16,112 mensajes
Pais:
Peru
Sexo:
Masculino
Signo:
Cancer
Energia:
Cosmos:
Ataque:
Defensa:
Velocidad:
Victorias:
0
Derrotas:
0
Total:
0

Publicado 11 junio 2017 - 19:50

:smile5:  :smile5:  :smile5:  :smile5:  :smile5:


Editado por T-800, 05 enero 2019 - 21:14 .

fwoTpjp.pngd2846x5-c33eb060-952a-40e4-b79b-ac99f8b9

 

 

 


#6 Patriarca 8

Patriarca 8

    Miembro de honor

  • 16,112 mensajes
Pais:
Peru
Sexo:
Masculino
Signo:
Cancer
Energia:
Cosmos:
Ataque:
Defensa:
Velocidad:
Victorias:
0
Derrotas:
0
Total:
0

Publicado 24 junio 2017 - 16:04

 
 
 
 
 
Imagenes-Candado-PNG-1.png

Editado por T-800, 05 enero 2019 - 21:14 .

fwoTpjp.pngd2846x5-c33eb060-952a-40e4-b79b-ac99f8b9

 

 

 





Also tagged with one or more of these keywords: Juegos y Dinamicas

0 usuario(s) están leyendo este tema

0 miembros, 0 invitados, 0 usuarios anónimos


Este tema ha sido visitado por 18 usuario(s)

  1. Politica de privacidad
  2. Reglas generales ·