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11.Dinamica de Fics-2017:Guerrero (a) de Asgard

2017 saint seiya

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#1 Patriarca 8

Patriarca 8

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#2 Patriarca 8

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Publicado 23 enero 2017 - 23:33

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EL LEGADO DE ATENA

 

GUERRERO DE ASGARD:

BUD DE MIZAR

 

Escuchar a su hijo llamarlo con tanta desesperación destrozó el alma de Bud, con mucho más dolor que con el que las rocas habrían deshecho su cuerpo.

Bien se dice que cuando la vida está a punto de terminar, todo transcurre frente a tus ojos, ayudándote a recordar las razones por las que podrías ser admitido al paraíso, o las que te condenarían a los martirios de algún infierno.

Pesó en su corazón ese tiempo perdido en que odió a sus padres y a su hermano, pero decidió confortarse en los recuerdos más felices de su vida, siendo los últimos años los más dichosos, aquellos que compensaban con creces toda la tristeza de su nacimiento. El haber ganado el corazón de Hilda y compartido con ella la dulzura del matrimonio; la dicha de convertirse en padre, ese día en especial cuando su hijo nació y se decidió llamarlo Syd, en honor a su gemelo.

Bud aceptó el final aunque en su pecho lo embargara la angustia de abandonar a Hilda y a Syd ante el peligro que ensombrecía a Asgard, pero no podía hacer más por ellos… Lo lamentaba.

— Bud de Mizar, aún no es tiempo de que las puertas del Valhalla se abran para ti.

Escuchó Bud, una vez que la sensación de caer en el vacío desapareciera. Tras perder sus cinco sentidos por la cercanía de la muerte, lo único que pudo hacer fue escuchar esa voz que le hablaba directamente a través de su moribundo cosmos.

Tales palabras lo obligaron a darse cuenta que su corazón aún latía, débilmente. Ese bombeo era la señal que le indicaba que, de algún modo, se mantenía con vida.

— ¿Quién es… a quién pertenece este cosmos? —pensó, al ser incapaz de hablar para expresar su duda.

Tu destino está lejos de terminar dios guerrero de Mizar. Enciende tu cosmos una vez más y prosigue con tu sagrada misión.

— ¿Misión…?— Bud repitió confundido a la profunda y fantasmal voz, intentando darle una forma. De algún modo, como si un susurro le hubiera revelado la verdad clamó— … ¡Odín!... —sintiendo que el cosmos omnipresente del poderoso señor de Asgard se adentraba por sus poros, reanimando cada átomo de su cuerpo, regresándole el aliento perdido.

El pueblo de Asgard ha sufrido desde épocas remotas. Demasiada sangre y lágrimas se han derramado sobre nuestra patria, y ahora que finalmente se ha llegado a una era de paz y prosperidad, no permitiré que nada interrumpa su curso.

Bud cerró los puños con fuerza, las palabras de Odín estaban llenas de verdad. La gente de Asgard ha superado muchas dificultades, y después de siglos de decadencia, la retribución los había alcanzado… Nadie iba a cambiar eso… ¡Nadie va a apartar la luz que le ha permitido a Asgard brillar como nunca antes!

Adelante dios guerrero, levántate y enciende tu cosmos en mi nombre, como tu dios lo exijo, con mi corazón te lo imploro… Abandonar a Asgard no debes, el peligro acecha a aquellos que amas. Mi travesía a tu lado no terminará aquí, enséñame el coraje de los hombres, el valor que los impulsa a crear milagros… ¡Padre, levántate!

 

 

 

Capitulo 33. El vórtice de la tormenta. Parte IX.

Cese.

 

La sensación de caer en el vacío de la muerte no le fue desconocida a Bud, por eso no temió. Ya se lo había dicho la norna Skuld, dos veces ha tenido que morir pero dos veces alguien ha intervenido. Nadie podría ser tan afortunado para salvarse una tercera ocasión, o eso pensó en el momento que se entregó al sueño eterno.

 

Una vez más fue bendecido. Su cuerpo fue cubierto por la legendaria armadura de Odín, la cual borró todo mal de su ser, regresándole vitalidad y salud; reavivó la llama de su cosmos, devolviéndole todos los sentidos con un propósito: Debía proteger a Asgard y erradicar el mal que los invasores trajeron consigo.

Tal proeza podría resultar imposible de lograr si continuaba luchando por cuenta propia… pero ya no estaba solo. Bud sujetó la espada Balmung con ambas manos, alzándola en posición de ataque.

 

Caesar, Patrono de Sacred Python, observó detenidamente al dios guerrero, teniendo las mismas dudas que Dahack y Masterebus.

Los guerreros se reagruparon alrededor del Patrono de Sacred Python, buscando respuestas.

— Caesar… no me digas que él… es… —musitó Dahack.

— No —Caesar se adelantó a su conjetura—. Áxalon está reaccionando, pero no por él… El chiquillo sigue siendo su deseo —explicó, seguro de lo que le transmitía la espada al empuñarla con firmeza—. Yo me encargaré. Ustedes ya han hecho suficiente, apártense.

— Sí así lo prefieres… — el Patrono de Arges accedió a hacerse a un lado, a diferencia de Masterebus quien permaneció en su sitio.

 

Caesar avanzó hacia Bud, sosteniendo su espada dentada, la cual no tenía nada que envidiarle a la legendaria Balmung.

— Tú… Fuiste tú quien luchó contra Elke —supo Bud al estudiar su cosmos.

— Así que “Elke” era el nombre de esa mujer. Admiré su determinación al querer vencerme, y parte de mí lamenta que su sacrificio haya sido en vano —comentó Caesar para confusión de Bud—. No siempre se encuentran seres humanos con tal nobleza.

— No tienes por qué lamentarte, yo acabaré lo que ella inició —aclaró Bud—. Pero primero debo cumplir una promesa que hice antes —lanzando una mirada hacia Dahack quien le devolvió una sonrisa socarrona.

Caesar intuyó su deseo, mas permaneció como un muro que se lo impediría— Seré yo tu oponente.

El dios guerrero lo miró de reojo—. No desesperes, no me pienso olvidar de ti— dijo antes de impulsarse a la velocidad de la luz en su dirección. Caesar se alistó para confrontarlo pero le sorprendió que su enemigo se hubiera desviado en el último segundo hacia otro objetivo.

Dahack se supo blanco del feroz y resentido tigre de Zeta, por lo que se preparó para reanudar la confrontación.

— Veo que quieres que terminemos el juego. Me parece bien, ¡porque no importa qué clase de armatoste lleves encima, el resultado será el mismo! —espetó el Patrono, moviéndose a su súper velocidad, confiado de no poder ser alcanzado por Bud.

 

Caesar chasqueó los dientes, un tanto sorprendido por no haber podido interceptar al dios guerrero de Zeta. Sabía que si dejaba solo a Dahack éste moriría, era demasiado distraído para darse cuenta que no trataba con el mismo oponente de antes. Se dispuso a ir en su ayuda cuando el sonoro aullido de un lobo le alertó de un inesperado arribo.

El Patrono de Sacred Python habría reaccionado con violencia, pero pareció petrificarse en cuanto Sergei, dios guerrero de Épsilon, se plantara en su camino.

—Dejemos que ellos peleen por ahora, ¿por qué no dejas que sea yo tu oponente? — Sergei cuestionó con gesto hostil y desafiante.

 

Dahack y Bud se desplazaban en zigzag por la vasta explanada, el Patrono evitaba el combate directo con una sonrisa cínica mientras Bud permanecía centrado e impasible yendo detrás de él.

— ¿Qué sucede? ¿Acaso no puedes alcanzarme? —se mofó el veloz Patrono.

— Al contrario, creo que ya nos hemos alejado lo suficiente —respondió.

— ¿Qué quieres decir? —Dahack cuestionó.

El dios guerrero no respondió con palabras, en vez de eso desapareció de cualquier vista tras convertirse en una figura borrosa.

Dahack quedó pasmado al ver la estela fantasmal que lo atravesó y pasó de largo, resintiendo una intensa sensación gélida en el cuerpo que tardó en entender. Al mirar por encima de su hombro, vio la espalda del guerrero Bud mientras la visión se le nublaba.

En cuanto Bud sacudió la hoja de su espada para limpiarla de la sangre, Dahack lanzó un potente alarido, al mismo tiempo que su armadura estallara en pedazos y en su cuerpo se abrieran múltiples heridas sangrantes, cada una de ellas mortales.

Dahack cayó muerto al suelo para sobresalto de los presentes, envuelto por una lluvia carmesí generada por su propia sangre.

— No pensaba dejar que tu asquerosa sangre manchara la pureza de Odín en la Tierra —Bud musitó, instantes antes de buscar con ojos de desprecio a Masterebus. El guerrero oscuro entendió la indirecta por lo que aceptó continuar con la lucha que constantemente ha sido interrumpida.

 

Caesar contempló el acto en la distancia, irritado por ver morir a un compañero. No porque él apreciara al fallecido Dahack, sino por lo que tal pérdida podría causar en su señor.

Le asombró que el dios guerrero haya podido destruir la Stella de Arges con tal facilidad, se preguntaba si su propio Zohar podría ser dañada por el filo de la Balmung.

Cuando Sergei lo atacó de manera repentina, el Patrono sintió el leve roce en su mejilla, pero logró girar sobre sus pies para evitar el impacto y a su vez darle un codazo a su enemigo en la espalda.

Sergei dio unas volteretas hacia el frente para evitar caer, dándose media vuelta para atacar.

Caesar retrocedía y bloqueaba cada golpe con los brazos. Era una estupidez tener a un enemigo que lo atacara con las manos desnudas y sin protección de algún ropaje ¿era sólo valiente o estúpido?

Conforme Sergei continuaba atacando con simples golpes y patadas, comenzó a sentirse atrapado en un extraño Déjà vu. La manera en la que su enemigo contenía sus movimientos y respondía a sus ataques le transmitió viejas sensaciones e imágenes.

En un lugar como este, rodeado por altas paredes de concreto y metal, con nieve bajo sus pies, con un cielo gris perpetuo sobre él… un combate constante, el mismo oponente de todos los días…

 

Caesar esquivó el gancho derecho de su rival al agacharse. El brazo de Sergei perdió su blanco por lo que el Patrono estiró su mano y lo sujetó por la garganta, dándole un fuerte apretón con el cual lo alzó lejos del suelo.

Los ojos de Sergei se abrieron con asombro, sus labios temblaron en un rictus de completa perplejidad en cuanto el Déjà vu dejó de ser un recuerdo y se situó en su tiempo presente, hasta el ladrido lastimero de su lobo Aullido ocurrió tal cual en el pasado.

El dios guerrero sujetó la muñeca de Caesar en un vano intento de que lo soltara, la fuerza física del Patrono era superior.

Caesar tenía la capacidad para destrozarle el cuello tal y como lo hizo con la guerrera de Odín a la que enfrentó antes, pero el escuchar los constantes ladridos del lobo, tuvo un conflicto de emociones por las que terminó azotando a su enemigo contra el piso.

El impacto en su cabeza fue severo, Sergei sintió como el suelo firme se cuarteó bajo su cuerpo.

Con la vista descuadrada, miró al hombre que aún lo tenía sujeto del cuello, éste le dijo algo pero la contusión le impidió escucharlo con claridad, conmocionándose al ver cómo el Patrono se rascó una mejilla con mucha naturalidad y de manera muy discreta trazó una equis con los movimientos de sus dedos.

— ¡¿D-de verdad… e-eres tú?! —Sergei se esforzó en decir, espantado como si estuviera viendo a un fantasma.

En respuesta, Caesar lo volvió a levantar, sólo para arrojarlo bruscamente contra el muro más cercano.

 

 

 

Masterebus volvió a dividir sus alas en numerosas cuchillas que buscaron herir a Bud, mas el dios guerrero elevó su cosmos esgrimiendo la espada Balmung para defenderse. La espada sagrada repelió cada una de las afiladas extensiones, y con certeros movimientos Bud las cortó.

El guerrero con armadura de murciélago rugió adolorido, perplejo al ver que los trozos de sí mismo cayeron al suelo y se marchitaron hasta volverse polvo negro.

El peligro volvió a sacudir su ser, llevándolo a retroceder unos cuantos pasos al saberse  herido y vulnerable.

Bud sujetó la Balmung en posición defensiva, estudiando a su rival con cuidado.

— No he olvidado que pese a que perforé tu corazón posees otro escondido en algún lugar de tu ser —dijo Bud con tono analítico—. No sé qué clase de criatura seas, has logrado sobrevivir sin importar cuánto te han herido… pero es bueno descubrir que eres incapaz de eludir el poder de los dioses.

Masterebus bufó como un animal rabioso, haciendo que su armadura comenzara a presentar nuevos cambios para compensar lo perdido. Las garras que cubrían las manos del guerrero oscuro se alargaron todavía más hasta la medida de una katana.

Completamente desenfrenado, Masterebus se precipitó sobre Bud, quien lo enfrentó en un duelo veloz de espadas y cuchillas.

Aunque Masterebus intentó repetidas veces desarmar a su rival empleando agarres repentinos, el dios guerrero lo evitaba respondiendo con agilidad.

Al chocar sus espadas, volvieron a entrar en una competencia de fuerza muy reñida,  en la que Bud se sobresaltó al ser atacado por poderosas llamas negras que emergieron de los ojos destellantes de su oponente.

Las llamas oscuras lo cubrieron, girando violentamente a su alrededor. Bud se perdió momentáneamente dentro de ese tornado de fuego hasta que emergió después de un largo salto.

El dios guerrero tosió al sentirse sofocado después de eso. Admiró nuevamente la bendición de la armadura de Odín, pues se encontraba ileso pese a haber recibido el ataque de manera tan directa.

Masterebus no estaba complacido por ello, por lo que prefirió guardar distancia y desplazarse alrededor de su enemigo, buscando el momento justo para atacar.

Bud lo imitó, avanzando con cautela. Centró todos sus sentidos para ubicar sus latidos, sabiendo que debía acabar pronto con la pelea; Sergei no podrá frenar por demasiado tiempo al otro espadachín.

Sus pensamientos causaron cierta reacción en el ropaje y espada de Odín cuando éstos lo obligaron a elevar su cosmos. Bud pestañeó incrédulo en cuanto su vista transformara al hombre frente a él en un ser de estelas y humo negro; todo un remolino de caos girando alrededor de un cuerpo que carecía de un brazo y con un amplio boquete en el pecho.

 

Masterebus notó el extraño brillo en uno de los ojos del dios guerrero, decidiéndose a atacar al ver confusión en su oponente. Volvió a prenderse en llamas, transformándose una vez más en un ente de fuego negro.

 

Bud vio como ese tornado venía en su dirección, estaba inseguro de lo que debía hacer, pero en cuanto notó un fulgor rojo sobresaliendo de las sombras entendió todo. El dios guerrero corrió al encuentro de ese vendaval, sin temor de ser devorado por el vórtice oscuro.

Luz y oscuridad se estrellaron una vez más. Las sombras y destellos se esparcieron por el cielo acompañados de un apabullador alarido.

Bud clavó con fuerza la espada Balmung en el cuello del enemigo, y en cuanto la punta perforó ese punto, emergiendo por la nuca, una llamarada roja fue visible. Dicho resplandor escarlata se extinguió en un santiamén al mismo tiempo que el brillo en los ojos de Masterebus.

 

Masterebus se retorció de dolor unos breves momentos antes de que Bud extrajera la espada con un violento movimiento, preparando un golpe vertical con el que le daría fin.

La hoja de la espada Balmung dejó una línea de luz que se marcó en el cuerpo de Masterebus. De la resplandeciente herida crecieron fisuras luminosas que se extendieron por toda la armadura oscura del guerrero que crujió hasta que se convirtió en cenizas.

A los pies de Bud cayó el cuerpo inerte y sin vida de un hombre pelirrojo, el cual rápidamente comenzó a secarse hasta quedar como una momia totalmente marchita.

 

 

En cuanto Caesar se supo blanco de la mirada del dios guerrero de Mizar, dejó de darle importancia al tullido Sergei, quien emergió de la destrozada pared con dificultad.

— Listo, tienes toda mi atención —dijo Bud, procurando atraer a su rival hacia él.

— Vaya… tu espada es impresionante. Eliminaste a Dahack, uno de mis aliados —comentó Caesar, mirando los cuerpos de los caídos—. Y también a esa criatura… me dijeron que no podía morir, pero es claro que la inmortalidad es sólo una ilusión.

— Esto es entre tú y yo ahora.

— Parece que confías en que obtendrás la victoria, pero no eres el único que sabe cómo utilizar una espada —el Patrono aclaró, levantando su arma dentada.

— La victoria es segura cuando tienes a un dios de tu lado. No hay nada que la espada de Odín no pueda vencer.

Caesar intentó permanecer serio pero terminó por soltar una risa burlona—. Ya veo, así que es por eso que mi espada se encuentra tan ansiosa por cortarte… Está bien, habría preferido que el dios del que hablas dejara de esconderse y enfrentara su destino, pero en vez de eso decidió entregarte esa responsabilidad a ti... “Que los mortales peleen mientras yo observo”, típico de ellos —Caesar colocó su arma frente a él, cerrando la mano alrededor de su filo hasta sangrar—. Por el poder otorgado a mí, libero el primer sello —la sangre de Caesar provocó que de la espada naciera un intenso resplandor azul—… Áxalon, te privo de una de tus cadenas, ¡muestra tu furia!

Un estruendo alertó a Bud del nacimiento de un gran poder. El cosmos que emergió de la espada del Patrono dejó perplejos a todos los que se encontraban en la redonda.

Bud, Hilda y Sergei quedaron consternados al escuchar una serie de lamentos y gritos provenientes del interior de esa luz.

 

El Patrono elevó su cosmos, el cual armonizó con las flamas de su espada — ¿Te sientes intocable por estar respaldado por un dios? —preguntó, tomando una posición ofensiva—. Imagina cómo me siento yo al ser seguido por un ejército que ansía su destrucción.

 

Balmung y Áxalon chocaron en un primer y estruendoso golpe. Las espadas se repelieron con tal fuerza que casi escaparon de las manos de sus respectivos espadachines, pero tras un rápido giro ambos volvieron a recobrar equilibrio para impulsarse contra el otro.

 

 

Sergei de Épsilon avanzó hacia donde Hilda de Polaris se encontraba, sujetándola a ella y al príncipe para alejarlos del lugar. Los constantes golpes de espada desplegaban ráfagas de gran presión que estaban causando daños y vibraciones por la explanada, hasta las montañas parecían crujir por el enfrentamiento de ambos titanes.

El dios guerrero de Épsilon deseó ir en ayuda de su superior, pero Hilda se lo impidió, diciéndole que debían confiar en Bud y en la voluntad de Odín. Pero aun ante la petición de Hilda, Sergei no podía dejar de sentirse ansioso por sumarse a la batalla.

Le parecía una locura pensar que conocía la identidad del guerrero enemigo, ¡era imposible! Sin embargo, ¿sería el mismo sujeto que lo salvó de morir en el agua helada? ¿Aquel que lo llevó a casa de Asdis y vio por su bienestar? Si resultaba así… entonces existía una gran posibilidad de que un espectro de su pasado haya podido volver a la vida.

 

 

Caesar y Bud se movían con una agilidad y fuerza que como oponentes admiraron y respetaron. Mientras Bud era mucho más ágil, Caesar poseía un mejor dominio con la espada, llevándolos a lidiar con un duelo muy parejo. Los cortes luminosos desgarraban el aire, los choques metálicos resonaban por doquier. En un ataque simultáneo, Bud y Caesar  terminaron pasando uno junto al otro, esperando que sus espadas hayan herido a su respectivo rival.

Bud fue el primero en darse cuenta que en su brazal derecho apareció una delgada fisura.

El Patrono sonrió complacido al comprobar que el filo de Áxalon era capaz de rasgar una armadura como la que ahora protege al dios guerrero.

Bud por su parte no cambió su expresión para agregar— No sonreiría tanto si fuera tú —apuntando su espada hacia el pecho de Caesar—, yo estuve más cerca.

El Patrono miró pasmado el largo rayón que se trazaba en su ropaje, desde su costado inferior derecho hasta su hombro izquierdo. El fino trazo resaltaba en su armadura negra, Caesar supo que pudo haber sido un golpe fatal bajo otras circunstancias.

— Por tu expresión es evidente que es la primera vez que te pasa algo como eso.

— Mi Zohar… Ni siquiera los guerreros del Santuario fueron capaces de causarle un raspón a nuestras armaduras —Caesar palpó la marca en su peto.

— Haces mal en compararnos con el Santuario.

— ¿Y por qué no? Ambos son regímenes que veneran cosas absurdas —Caesar se mofó, alzando a Áxalón hacia el cielo con ambos brazos extendidos—. El hombre tiene la oportunidad de recomenzar su historia en esta nueva era, pero sus despreciables creencias se niegan a desaparecer… ¿Acaso no fueron los dioses quienes comenzaron con las guerras santas desde la antigüedad? ¿No fueron ellos quienes les mostraron a los mortales la habilidad de despertar sus cosmos? ¿Todo para qué? Para que los mortales bailen en su escenario mientras ellos observan cómo nos destazamos entre nosotros… Si fueran tan poderosos tal cual presumen, ¿para que necesitarían que hombres como tú los protegieran?...— cuestionó Caesar, concentrando su energía cósmica.

Bud contuvo la respiración al no saber qué contestar.

— ¿No puedes responderme cierto? Nadie ha podido… —el Patrono masculló con sorna.

El dios guerrero imitó a su oponente, elevando al máximo su cosmos— Estás queriendo decirme, ¿que tu objetivo es eliminar a todas las órdenes sagradas que existen? —indagó.

— Desde hace años ese plan se ha puesto en marcha —Caesar sonrió con malignidad, causando cierto temor en Bud—. Son pocos los que quedan, ¡y hoy llegó su turno!

Caesar estuvo a pocos instantes de descargar todo su poder contra Bud, con el cual esperaba fulminarlo. Sin embargo una aparición le impidió cumplir su deseo.

 

— Lo siento pero… temo que eso tendrá que esperar —fueron las palabras que congelaron la situación.

Caesar quedó inmóvil ante la susurrante voz que sopló sobre su oído. Bud frenó su embestida al ver a una figura sombría que de algún modo se abrió paso hasta allí, justo a un costado del Patrono, sin que nadie lo hubiera detectado.

Fue demasiado imprevisto, Caesar no logró reaccionar de manera correcta para evitar que esa persona lo atrapara.

Un tornado de sombras nació de los pies del misterioso individuo, desatando vientos huracanados a su alrededor.

Dentro del vórtice de la sombría tormenta, Caesar quedó inmovilizado por la terrible presión que engarrotó su cuerpo. El suelo se volvió completamente negro, donde un sinnúmero de manos negras lo sujetaron por las piernas y brazos.

El joven movió el brazo de manera diagonal, siendo la orden que forzó a todas esas extensiones a actuar.

— ¡¿Qué es esto?! —Caesar alcanzó a gritar lleno de frustración, viendo cómo es que esas extremidades estaban hundiéndolo rápidamente en el piso oscuro como si fueran arenas movedizas. Luchó por resistirse pero entre más lo hacía más extensiones negras lo envolvían y lo jalaban.

— ¡¿Quién eres?! —bramó al joven que se encontraba de pie como el centro de tal tempestad. El Patrono no llegó a comprender la razón por la que sus poderes resultaban inútiles, como si hubieran sido sellados de manera abrupta por ese maléfico entorno.

El joven no respondió, contempló en silencio cómo Caesar se perdió en las profundidades de la oscuridad que pisaba.

 

Bud retrocedió, expulsado por la energía oscura que emergió del cuerpo del misterioso guerrero. No pudo ver más allá del denso torrente negro que envolvió al Patrono y al extraño individuo, por lo que cualquier acontecimiento ocurrido entre ellos quedó fuera de su conocimiento.

Intentó acercarse, pero lo repelió una fuerza electrizante que tensó su cuerpo. Abrumado por tal sensación, Bud prefirió desistir y esperar algún cambio.

 

El tornado de sombras fue perdiendo intensidad y altura, succionado por el suelo que había sido cubierto por la oscuridad. Una vez que se desvaneció, la capa negra del piso fue achicándose hasta volver a su forma original: la sombra del misterioso joven.

Pero para Bud, Sergei e Hilda dejó de ser un extraño, aún en la distancia reconocieron el perfil y la complexión de uno de los suyos.

— ¿Aifor? —preguntó Bud, siendo el más cercano a él.

El joven tardó en reaccionar ante ese nombre, y con extrema pasividad giró el rostro hacia su superior.

En efecto se trataba de Aifor de Merak, quien por alguna razón había perdido su armadura sagrada. El chico lucía un poco sucio, pero ileso pese a que sus ropas maltratadas mostraban residuos de una cruenta batalla.

 

— Aifor… ¿cómo es que tú…? ¿Qué hiciste, dónde está el enemigo? —Bud preguntó, contrariado al no ver o sentir algún vestigio de su presencia.

— ¡¡No!! —escuchó a Sergei gritar al mismo tiempo en que el lobo Aullido ladraba de manera feroz. El animal corrió hacia Bud, impidiendo que se acercara al muchacho— ¡No se confíe, algo no está bien en él…! —Sergei no podía explicarlo pero, compartía con un Aullido el mismo presentimiento.

El lobo fue mucho más sensible a las fuerzas que ahora dominaban el cuerpo del dios guerrero de Merak, por lo que Sergei pudo percibirlo también a través del vínculo existente con Aullido.

Hilda estaba tan confundida como su esposo, pero entendía que algo estaba fuera de lugar. Aifor poseía grandes dones, es cierto, pero ¿llegar a tal alcance en tan poco tiempo?

— ¡Él no es Aifor! —terminó diciendo el dios guerrero de Épsilon.

Bud e Hilda miraron con asombro al silencioso joven.

Aifor prefirió sonreír con tranquilidad ante tal acusación —Me evitan la molestia de tener que mentir, es bueno porque me encuentro algo cansado.

— ¿Qué estás diciendo Sergei? —preguntó Bud, consternado al no creer lo que escuchó.

— Él tiene razón, no pensaba ocultarlo de todas formas —respondió el joven con la voz de Aifor de Merak—. Pero no tienen que preocuparse por mí, ya he terminado mis asuntos aquí, Asgard ya no tiene nada que sea de mi interés.

— ¡Espera! —clamó Bud, desplazándose con rapidez. Colocó el filo de Balmung junto al cuello del muchacho—. No vas a hacer nada hasta que me expliques qué significa todo esto —dijo irritado—. Si no eres Aifor, entonces ¿quién eres? ¿Qué fue lo que hiciste?

El chico miró sin temor alguno al dios guerrero que portaba la majestuosa armadura de Odín— Los he salvado a todos ¿no lo ves? —inquirió con sorna—. Ese hombre los habría matado al final… deberías agradecerme en vez de querer agredirme, humano.

— ¿Humano? —Bud repitió extrañado.

— Les he dado tiempo para que laman sus heridas. Por supuesto que no puedo garantizar que sus enemigos no regresen a continuar con su tarea, pero por hoy los dioses guerreros de Asgard se llevan la victoria. Yo se las he concedido, no lo olvides nunca —musitó prepotente.

— ¿Por qué harías algo como eso? ¿De qué lado estás? —Bud cuestionó, impaciente.

— No del tuyo por supuesto —Aifor respondió—. Mas no tengo interés en ustedes, no planeo siquiera volver a verlos. Lo que les suceda de aquí en adelante ya no me incumbe… Ese fue el trato —masculló airoso.

Aifor desplegó una corriente eléctrica que le permitió alejarse del alcance de Bud.  Se percató del intento de Sergei de Épsilon por atraparlo, mas lanzó al suelo un poderoso torrente de llamas anaranjadas y negras que se alzaron como un campo protector a su alrededor, impidiendo que tanto Bud como Sergei pudieran acercarse.

— En vez de preocuparse por mí, deberían estar más interesados en socorrer a aquellos que yacen moribundos por el palacio —decidió recordarles—. Para mí ustedes no son  nada, no tengo obligación alguna de satisfacer sus dudas… aunque podrían intentarlo con Clyde, claro si se atreve a contar la verdad.

Las paredes de fuego se cerraron como cortinas alrededor del joven, girando hasta transformarse en una nube de llamas, azufre e intenso calor que obligó a los guerreros asgardianos a cubrirse.

El cúmulo de fuego se alzó en el aire como un cometa, perdiéndose entre las nubes grises del horizonte.

 

Para cuando el calor intenso se aplacó, todo quedó en silencio. Sólo Sergei siguió inquieto, buscando con desesperación algo.

Bud aún se sentía inseguro y lleno de dudas ¿de verdad todo había terminado de manera tan abrupta? ¿Qué fue eso último? ¿Qué sucedió con el guerrero de Merak? ¿Qué tenía que ver Clyde en todo esto? Se preguntaba al escudriñar con sus sentidos el entorno. Como una respuesta afirmativa a la principal interrogante, el ropaje sagrado de Odín comenzó a brillar, anunciando la inminente separación.

 

La armadura divina abandonó el cuerpo de Bud, armándose en su forma original sobre el derruido altar, a los pies de la inmaculada estatua de Odín.

Cuando la espada Balmung tomo su lugar correspondiente, el estruendo simuló un cerrojo que le permitió a Hilda y a Bud saber que estaban a salvo… por ahora.

 

Las nubes de tormenta comenzaron a alejarse hasta perderse en el cielo, como si huyeran del brillo de la armadura de Odín, la cual permanecería allí hasta que el último de sus enemigos fuera derrotado.

 

FIN DEL CAPITULO 33


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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