Capítulo 8: Los muros de sangre
Albiore se encontraba en una habitación cuadrada dentro del Palacio de Valhalla. Era pequeña y estrecha, posiblemente la hubieran usado para guardar ropa o tal vez baúles, la cosa es que se encontraría vacía de no ser por Albiore quien estaba parado justo en el medio de esta. Él mismo había pedido que lo condujeran a un lugar en donde casi no se escuchara un solo sonido (aunque era casi imposible debido al silbido de la ventisca de afuera o por el movimiento y grito de las tropas de Asgard por todo el palacio y afuera de este).
Una vez que adquirió la concentración suficiente, encendió su Cosmos y este se "unió" al de otra persona quién también lo estaba elevando. Una vez que ambos se "conectaron" perfectamente, la habitación desapareció lentamente y en su lugar se podía ver el universo. Delante suyo estaba Aioros de Sagitario quién le saludo agitando su mano derecha.
-Recibí tu llamada.-dijo Albiore.-Esta piola esto de que podamos hablar así, ni por put@ hablo por teléfono con todas estas tarifas de hoy en día...
-Me parece bien.-respondió Aioros ahogando una risa.-¿Qué has estado haciendo?-preguntó.
-Estoy a punto de firmar una alianza con Asgard y Poseidón.-explicó Albiore orgullosamente.-Salvo un par de quilombos, todo joya.
-Y espero que siga así.-dijo Aioros seriamente.-Cuando recibimos la ayuda de los Caballeros Negros, muchos aquí estallaron en festejos. Es lo que necesitamos, nos ayuda a subir la moral de las tropas. Como diría Máscara de Muerte: "En una guerra las muertes son inevitables". Si tanto Asgard como las Marinas se ponen de nuestro lado, tendremos muchas más posibilidades de vencer y todos aquí tendrán esperanzas en ver un nuevo mañana.
-No te fallaré, amigo.-respondió Albiore con compromiso.-Lo prometo.
-Tan solo no te falles a ti mismo.-le dijo Aioros.-Esto es un tablero de ajedrez, no eres nuestro rey así que si te perdemos podremos continuar con esta guerra. Pero recibiríamos un duro golpe...-agregó disimuladamente al final, bromeando con Albiore.
-Soy la reina.-dijo Albiore sonriendo con orgullo.-Sí, lo sé, me necesitan.
-Quizás un peón que tuvo suerte diría yo.-respondió Aioros riendo.-Por cierto, saluda a Hilda por mi.
-Como si un saludo tuyo la sacara adelante.-le reprendió Albiore sarcásticamente.-Está resistiendo, es una líder natural.
-Ella es una madre.-dijo Aioros.-Y el pueblo de Asgard son sus hijos.-Luego miró seriamente a los ojos a su amigo.-Cuídala por mi.
-Después de todo te debo un favor.-respondió Albiore disimuladamente.
Aioros simuló que Albiore lo había herido al lanzar un gemido de dolor mientras se aferraba a su pecho. Luego lo miró fijamente.
-Oye...-dijo finalmente Aioros.-Más de uno.
-Si quieres, nos emborrachamos una vez terminada esta guerra.-le respondió Albiore en tono de broma.-Luego del escabio podemos tener una pequeña pelea en ese mismo lugar, siempre quise demostrar quién es en verdad el Caballero de Plata de Cefeo.
-Suerte.-dijo Aioros dando fin a la conversación.
La figura de Albiore se perdió en el universo. Pronto este se disolvió y Aioros apareció otra vez en la sala del patriarca, Dohko se encontraba sentado y lo observaba atentamente. Detrás suyo estaban Aioria, Shura, Milo y Aldebarán.
-¿Qué nuevas hay de nuestro haz de plata?-preguntó Dohko.
-Según él está por forjar una alianza con Poseidón y Odín.-respondió Aioros.
La noticia sorprendió a Dohko pero la aceptó con una sonrisa de satisfacción. Por otra parte, Aioria, Shura, Milo y Aldebarán comenzaron a darse monedas de oro entre ellos sin explicación alguna.
-¿Qué hacen?-preguntó Aioros extrañado.
-Apostamos sobre si Albiore lo lograría o no.-explicó Dohko mientras asomaba su cabeza para ver detrás del trono del Patriarca.
-¿Y tú...?-preguntó Aioros.
Dohko le mostró una moneda de oro haciendo que Aioros esbozara una sonrisa para luego marcharse. Una vez que Dohko se aseguró que Sagitario se había ido, le entregó la moneda a Aldebarán quién estaba eufórico.
-Ganaste.-dijo Dohko con amargura.
...
Sirius estuvo cavando durante días pero no encontró nada. No comió ni bebió, su única compañía eran los celosos rayos del sol, el astro mayor. Sus dedos estaban chamuscados, después de todo se valió de sus propias manos para desenterrar sea lo que sea que tenía que buscar. Su rostro estaba arrugado exageradamente, sus ojos eran don cuencas gigantescas que sobresalían de su rostro cuyos huesos se remarcaban.
Ya no tenía fuerzas para seguir cavando y cayó al suelo completamente abatido. Gritó nombres de todo tipo de comidas y postres mientras se retorcía en aquella escarpada llanura. Sin que se de cuenta, su compañero Algethi de Hércules reapareció con una bolsa de papas fritas en las manos. Ya se había devorado medio paquete.
-¡Aquí estás!-dijo Algethi sonriente mientras levantaba a Sirius.
Can Mayor ahora se encontraba tan flaco como una calcomania. Lo levantó con sus dos grandes brazos, le abrió la boca y le lanzó una ráfaga de viento con sus manos, utilizando el Cosmos. Esta "infló" a Sirius y poco a poco volvió a la normalidad.
-¿Dónde Scheiße estabas?-preguntó Sirius ("Scheiße" es como decir "mier...coles" en Alemán).
-En el Mc Ambur de acá en la esquina.-respondió Algethi con naturalidad mientras señalaba atrás suyo.
Sirius se asomó y pudo ver un Mc Ambur a no más de unos setenta metros.
-¡¿Qué?!-preguntó atónito.-¿Cómo Huren llegó eso ahí? Pero más importante todavía ¿Me guardaste una hamburguesa?
-Te dejé unas cuantas.-respondió Algethi extendiéndole el paquete de papas fritas.
Sirius se largó a llorar y se echó al suelo. Tuvo miles de alucinaciones, el sol se convirtió en la esvástica Nazi. A su lado estaba Hiter junto a Stanlin, discutiendo acerca de la Segunda Guerra Mundial.
-¿A cuantos metieron?-preguntó Hitler.
-500.000 sionistas.-respondió Stalin con orgullo.
-Solo imagínate que algún día hagan creer que metimos a seis millones de Judíos y no quinientos mil Sionistas en campos de concentración.-le comentó Hitler en medio de risas.-Y sobretodo que escondan que habían mandatarios Judíos en nuestro ejército.
-O que digan que éramos racistas.-dijo Stalin y ambos estallaron más de la risa.-¡Sólo imagínate que digan que odiamos a los negros de piel cuando nuestros aliados están repletos de ellos!
-¡O que digan que los muertos de Estados Unidos fueron los héroes de la Segunda Guerra Mundial!-gritó Hitler y ambos se sostenieron para no caerse al suelo de la risa.-Quizás con suerte los reconozcan por transportar y alimentar a la URSS que es carne de cañón.
-¡O que hagan una película en donde un grupo de ocho soldados de Estados Unidos se meten en territorio Alemán y rescatan a un soldado que debe ser devuelto con su madre!-dijo finalmente Stalin y ambos ya no pudieron resistir y se cayeron al suelo.
-¿En dónde rayos estoy?-preguntó Sirius mirando des concertadamente el "espectáculo".
Miró a su alrededor para percatarse de que no solo el sol se había vuelto una esvástica Nazi si no que el cielo se había tornado de color rojo. Se asomó un poco del relieve y pudo ver a lo lejos como soldados Nazis fusilaban a soldados de la Unión Soviética. Todos los soldados Nazis eran arios, ojos celestes, altos y superiores. Muchos de estos formaba y hacían un saludo de visera a su superior. Muchos soldados estaban quemando libros Comunistas en grandes hogueras. Un soldado Nazi llevaba a una niña la cual gritaba.
-¡Esta ladrona se robó un libro!-sentenció.-¿Que le hacemos a los que les gusta leer libros comunistas?-preguntó.
-¡La quemamos!-gritaron los soldados Nazi.
-¡La quemamos!-gritó Sirius emocionado.
El soldado se puso en posición para después arrojarla a la hoguera mientras todos los soldados Nazis aplaudían, gritaban de alegría y se daban abrazos amistosos.
-Que grupo tan unido.-dijo Sirius feliz.
Al lado de Sirius apareció nada más ni nada menos que Indiana Jones.
-¿Eso te parece bien?-preguntó Indy desaprobando la acción.
-Sipi.-respondió Sirius eufórico.
-Bueno, lo más importante es que salgas de esta pesadilla.-dijo Indiana Jones e hizo que Sirius mirara para atrás.-¿Ves ese portal de ahí?-preguntó.
Señalaba hacia un gran portal que se había abierto.
-Sí.-respondió Sirius un tanto desconcertado.
-Por ahí puedes salir.-le explicó Indiana Jones.-Y ten cuidado de no comerte a ese gran pavo que está al lado del portal.
Sirius pudo percatar de que había una deliciosa comida al lado de la salida. Era un pavo gigantesco que media cerca de dos metros y medio, estaba depositado sobre un plato y estaba rodeado de condimentos así como tomates y lechugas. La baba de Sirius se le cayó a cataratas y estaba a punto de dirigirse a comérselo hasta que Indiana le dio una cachetada y lo miró a los ojos.
-¡Contrólate!-le gritó Indiana.-¡Ve hacia el portal!
Sirius volvió a largarse a llorar y se dirigió al portal. Este lo succionó cuando estaba a una docena de pasos de él. Lo atravesó y todo se volvió negro. Sirius despertó justo en donde el "portal" se encontraba. A su lado estaba Algethi durmiendo.
-¡Casi me como a mi compañero!-exclamó Sirius.-Bueno... Volvamos al trabajo.
Siguió cavando con las manos por las siguientes cuatro horas. El sol le ardía desde arriba sin embargo no le dejaba quemaduras al igual que Algethi, tal vez se debía a una pequeña capa de Cosmos que les protegía alrededor. Cuando Sirius ya estaba por darse por vencido, los rayos de una gigantesca luz atravesaron pequeñas grietas que tenía la roca. Cabe destacar que aunque eran pequeños, la luz ya le había obligado a cerrar los ojos.
Sirius continuó cavando ahora más de prisa. Removió las rocas y la tierra (podríamos aclarar que ya era un gran agujero de 57 metros). Cada vez la luz se volvió más y más intensa hasta que obligó a Can Mayor a que cerrara los ojos. De pronto la luz dejó de brillar y el se percató de esto. Abrió de par en par los ojos y se encontró con una pequeña cajita con un sello que decía "Atenea" la cual tomó con sus manos.
-¡Por fin!-gritó Sirius.
Dio un gran salto y salió directamente del agujero (chocando con todas las rocas en el proceso). Una vez que salió completamente, se dirigió con Algethi y le despertó.
-¿Qué sucede?-preguntó Hércules somnoliento.
Cuando abrió sus ojos pudo ver a Sirius quién tenía moretones por toda la cara así como un ojo morado y un poco de sangre. Pero a pesar de eso, sonreía.
-Lo encontré.-dijo triunfal.-Este es el supuesto artefacto que tendrá un gran impacto en esta Guerra Santa.
Una vez dicho eso, elevó su Cosmos y todo su alrededor se convirtió tan solo en el inmenso universo. Intentó conectarse con Dohko pero al final apareció Misty desnudo mientras hacía gemidos de satisfacción.
-Bien, ahí, sigan así muchachos.-decía mientras se agarraba el cuerpo.
Sirius palideció y abrió los ojos al máximo. Antes de que Misty se de cuenta que estaba ahí, Sirius intentó comunicarse con otro Cosmos. Esta vez apareció en frente de Máscara de Muerte quién, al parecer, estaba enterrando un cadáver.
-Al reino de los muertos tú te va, al reino de los muertos tú te vas.-canturreaba felizmente mientras meneaba la cabeza.
Can Mayor volvió a salir de la comunicación y esta vez apareció en frente de Ichi de Hydra pintándose un par de ojos para que no parezcan oscuros. Luego Milo dándole el biberón a su mascota (un escorpión gigantesco).
-¡Llévame con Dohko de Libra!-exclamó Sirius molesto.
-Telecom informa que la característica recibida es inexistente.-dijo la voz de una operadora la cual resonó por todo el universo.
-Encima contratamos una compañía de telecomunicaciones Argentina...-comentó Sirius molesto. Luego se le ocurrió una idea.-¡Con el patriarca!
Hubo una pausa hasta que la voz regresó.
-La comunicación ha sido establecida, si quiere iniciar una conversación marque cuatro.-le dijo la operadora.
Sirius escribió un cuatro en el aire y el universo se tornó de un color verde por un momento.
-Iniciando conversación exitosa mente.-dijo la operadora y luego el universo volvió a la normalidad.
Al frente de Sirius apareció Dohko sentado junto a Aioros quién se encontraba parado a su lado.
-Hola Sirius.-le saludó Dohko con cortesía.-¿Cómo va la misión?-preguntó finalmente.
-Tengo lo que me pidieron.-explicó Sirius mostrandoles la caja.
-Excelente.-le felicitó Dohko.-Ven hasta aquí de inmediato.
Sirius estaba por responder hasta que apareció Algethi transpirando.
-¡Sirius!-gritó.-¡Nos atacan! ¡Son un ejército!
La noticia sorprendió a todos.
-¡Deben salir de ahí!-exclamó Aioros.
-¿Cómo?-preguntó Sirius.
-¡Simplemente lo que ti...!-estaba diciendo Dohko hasta que ambos desaparecieron.
-¿Qué sucede?-preguntó Sirius.
-Su saldo actual es de 0 euros con 0 centavos.-dijo la operadora.-Por favor, cargue su crédito.
-¡amolar!-gritó Sirius.
Tanto él como Algethi salieron del "universo" y regresaron a aquel relieve. Sirius se asomó y pudo ver como alrededor de ellos había un ejército de más o menos 2.000 Ángeles que vestían Armaduras Rojas las cuales no parecían ser hechas de una luz como lo eran las de los soldados de Apolo, estas eran rojas y estaban rodeadas de llamas.
-Dudo que sean Nazis aliados.-dijo Sirius preocupado.
Sus enemigos comenzaron a escalar el relieve, Sirius se había preparado para luchar pero Algethi lo detuvo colocando su mano en el pecho de su compañero.
-Vete.-le dijo Algethi.-Yo te cubro.
-¡Te matarán!-exclamó Sirius.
-¡Nos mataran a los dos si te quedas!.-exclamó Algheti.-Debes llevar esa caja al Santuario, es más importante que mi vida.
Sirius dudó por un instante pero finalmente le extendió la mano.
-Fue un placer, Hércules.-dijo Sirius.-Perdón por llamarte negro Africano.
-Perdón por no dejarte papas fritas.-le respondió Algheti con una sonrisa.
Una vez hecho esto, Sirius se escondió detrás de unas rocas. Algheti se asomó al relieve y llamó la atención de los Ángeles. Todo el ejército se reunió y comenzaron a atacar a Algheti, Sirius aprovechó esto y huyó rápidamente. Teniendo en cuenta la velocidad del Match 5 al ser un Caballero de Plata y que los Ángeles estaban ocupados en Algheti, nadie lo vio.
-¡Soy un Caballero de Plata! ¡Algheti de Hércules!-gritó orgullosamente mientras golpeaba a sus enemigos.
Derribó a varios de sus enemigos, su forma de luchar era suicida. Asesinó a cientos a través de golpes debido a su increíble fuerza. Posteriormente apareció el cabecilla portando una lanza hecha de un mineral divino al igual que la daga que asesinó a Sorrento. Esta hirió al Caballero de Plata. En un acto de valentía, Algethi cargó directamente hasta su enemigo y la lanza atravesó su ancho estómago, comenzó a sangrar y a escupir.
-¡Muerto!-gritó el cabecilla.
Sin embargo, Algethi le dio un fuerte abrazó y se arrojó al vacío junto a su enemigo. Realizó una técnica suicida y ambos se desintegraron en el aire. Cuando "cayeron" finalmente, no eran más que polvo.
-Algethi.-pensaba Sirius mientras se alejaba corriendo.-¡Tú sacrificio no será en vano! ¡Lo juro por mi Alemania querida!
...
La ciudad de Asgard había sido reforzado con murallas. Se crearon milicias de ciudadanos para proteger el territorio, estos hacían guardia las 24 horas. Muchos soldados habían sido apostados por en cima de los muros para poder tener una buena visión de alrededor y así estar informados sobre el avance del enemigo.
-¡Su ejército no es infinito!-aseguró Albiore mientras caminaba junto a Hilda al lados de las casas. Venían seguidos por soldados y un par de dioses guerreros: Fafner y Heracles.-¡Si los derrotamos aquí, sufrirán un duro golpe!
Habían reforzado toda la ciudad con soldados. En dónde había más movimiento era en el muro del sur (la retaguardia de Asgard y por dónde atacarían los Ángeles). Era justamente en el este dónde habían menos soldados apostados debido a que se encontraba un gran precipicio, lugar poco estratégico para las tropas enemigas.
-¿Cual será la estrategia, mi señora?-preguntó Albiore con respeto.
-Fafner elaboró una sustancia la cual absorbe el Cosmos de quién la toca.-explicó Hilda.-Los muros fueron bañados exteriormente por tal sustancia.
-La llamo "Aspiradora Vital".-comentó Fafner.-Con ella, nuestros soldados podrán luchar en igualdad de condiciones.
-También los soldados fueron equipados con zafiros de Odín.-dijo Hilda.
-¿Y los ciudadanos?-preguntó Albiore.
-Se resguardaran en el Palacio Valhalla.-explicó Heracles.
-Parece una estrategia sólida.-comentó Albiore.
...
-Así que por primera vez nos separaremos.-comentó Cristal.
Los tres Caballeros estaban en la Armería. Ya era de noche y los soldados se preparaban para la batalla. Se les había entregado espadas y lanzas mejoradas por Fafner, en sus Armaduras brillaba un zafiro de Odín que desprendía una tenue luz gris. Regresando con los Caballeros, Albiore ayudaría a proteger el muro del sur, Rafaelo el oeste y Cristal el precipicio del este.
-¿Asustado, Cristal?-preguntó Rafaelo con una sonrisa.-Esta vez no estaré contigo para salvarte el trasero.
-Habla por ti mismo.-respondió Cristal riéndose.-¡Te rescaté cerca de diecisiete veces!
-¡No inventes dos!-exclamó Rafaelo molesto.
Los tres se rieron juntos, estaban unidos por un lazo de hermandad muy fuerte a estas alturas.
-Guarda ¿Eh?.-les dijo Albiore mientras le colocaba una mano en el hombro de Cristal y otra en la de Rafaelo.
-Lamento que tengas toda la diversión para ti.-dijo Cristal simulando pesar.-El muro del sur, a mi me tocó un aburrido barranco en el este.
-Yo al menos veré más acción.-dijo Rafaelo.-Me comunicaron que un grupo de Ángeles cargará contra el muro del Oeste.
...
Le habían asignado un buen grupo de soldados a Albiore, nombre clave: "Pelotón Ario". Apenas estaba anocheciendo y por esa razón era común ver a algún puñado de guerreros merendando a estas horas. La ciudad estaba vacía a excepción de todo aquel que defendería a Asgard aquella noche.
Siegfried dirigía la protección del muro del sur (el mejor para lo más difícil). En el muro del norte estaba Ullr. En el oeste Hagen y en el este Alberich. Muchos soldados festejaban y comían antes de la batalla, obviamente era para aliviar la tensión. Habían muchas posibilidades de que el pueblo de Asgard fuera derrotado aquella noche. Pero Albiore sabía que no sería así, confiaba en Jango.
A las diez de la noche, todo aquel que estaba destinado a los muros subió. Los que no montaban guardia en estos. Los dioses guerreros coordinaban la protección de la ciudad de Asgard, bajo su dirección los soldados estarían agrupados. Hilda por su parte había sido obligada a esperar en el Palacio de Valhalla.
-Mi deber está junto a mis hermanos.-se quejó Hilda.-Cómo me gustaría estar allí con ellos.
-Por esa razón debe quedarse aquí.-le explicó Bud.-No podemos perder a un líder como usted.
Eran eso de las diez de la noche y el sol ya se había ocultado completamente. Los Ángeles usarían la oscuridad como estrategia para luchar contra sus enemigos con mayor facilidad. Se habían encendido antorchas y hogueras, para permitir ver durante toda la noche y para que los soldados pudieran lanzar flechas de fuego y abatir a sus enemigos con mayor facilidad.
-¿Estás nervioso?-preguntó Albiore a Siegfried
-Siempre lo estoy.-reconoció Siegfried mirando al suelo.
-No lo pareces.-observó Albiore.
-Un líder debe parecer sereno hasta el final.-declaró Siegfried.-Tan solo míralos.
Albiore notó un aura de duda en los demás soldados. Quizás también estaban aterrados.
-Si ven que su líder flaquea, no habrá esperanzas en sus corazones.-le explicó Siegfried.
Albiore recordó la Misión Suicida, todos tenían miedo pero Albiore siempre se mantuvo recto y firme. Cefeo le dio una palmada a Siegfried y regresó a su lugar asignado en el muro, unos metros más adelante. El muro era como las trincheras de Asgard, lo suficientemente ancho como para que seis filas de soldados pudieran caminar sin problemas. ¿Cómo lo construyeron? Quizás fue milagro del dios Odín, quizás debido a las fuerzas de los valientes guerreros de Asgard, igual eso no importaba ahora.
Se acercó a sus soldados quienes hicieron un saludo de visera, posteriormente se asomó para tener una mejor visión. En el extremo del muro habían vallas con pinchos afilados, Albiore tuvo cuidado y pudo ver lo que sería el campo de batalla. Reconoció la astucia de su enemigo, era un terreno blanco por la nieve cubierto por rocas las cuales posiblemente usarían para cubrirse de los ataques de los soldados de Asgard.
-No tiene miedo ¿Verdad señor?-preguntó uno de sus soldados.
-Un líder debe mantenerse sereno hasta el final.-respondió Albiore repitiendo las palabras de Siegfried.
-¿Cree que lo lograremos?-preguntó otro soldado, quizás el más asustado del grupo.
-No lo sé.-dijo Albiore y todos sus soldados agacharon la cabeza.-Aún así estoy seguro de que lucharemos hasta el último hombre. Considérense hermanos todos ustedes y lo lograremos.
-¿Eso de que nos ayudará?-preguntó otro soldado.
-Yo y mis "hermanos" pasamos por muchos quilombos y sobrevivimos, no por nuestras habilidades si no por nuestro sentido de hermandad.-explicó Albiore.
...
-Hubo veces en las que parecía que nuestro espíritu flaqueaba.-explicaba Cristal a sus hombres.-Pero siempre nos levantábamos juntos y nos ayudábamos los unos a los otros.
...
-Inclusive cuando todo parecía irse a la reverenda mier$@ ¡Ahí estábamos nosotros! ¡Pateandoles el trasero a todos los infelices que intentaban frenarnos!-exclamó Rafaelo mientras les contaba su anécdota a un grupo de soldados rasos.
...
-Permanezcan juntos y recuerden por que luchan.-dijo Albiore.-Recuerden a todos los hermanos que perdieron durante esta guerra. Recuerden a cada madre que perdió a sus hijos. Y recuerden a todas las que podrán volver a abrazarlos debido al sacrificio de ustedes, luchen por eso.
Pasaron minutos y nadie dijo nada, tan solo se escuchaba el silbante viento y las brazas del fuego de las hogueras. A lo lejos se pudo ver como una intensa luz se acercaba. Todos advirtieron rápidamente de que la luz venía seguida de pisadas, sus ecos recorrieron todo Asgard. Era un sonido de muerte.
Pronto pudieron verlos mejor: Ángeles, quizás entre 5.000 y 10.000. Todos vestían Armaduras luminosas las cuales reflejaban la luz del sol. Adelante de ellos venía el cabecilla, su cabello parecía una antorcha viviente y se meneaba sin ayuda. Cuando estuvieron a unos pocos metros del muro, ordenó al ejército que parara. Eran filas de cerca de 500 Ángeles. Una vez que pararon, se sintió un fuerte eco como el de un tambor.
-¡Pueblo del dios Odín!-gritó el cabecilla.-¡Ríndanse ahora y salvarán su vida para formar parte de la gran utopía que el Olimpo creará sobre esta tierra! ¡De no rendirse, morirán todos!
-¡Aquí está nuestra respuesta!-gritó Siegfried.-¡Ventisca valerosa del Dragón!
Sin embargo no lanzó ningún ataque, simplemente hizo ademán de hacer fuerzas. Luego de un rato, se tiró un gran problema el cual resonó por todo Asgard.
-Es uno de esos que viene con juguito.-les explicó Albiore a los suyos mientras se reían.
Una vez que terminó, Siegfried suspiró un poco y volvió a mirar a los Ángeles. Estos intercambiaban caras entre ellos y no sabían si estaba permitido reírse o no. El único que parecía completamente molesto era el Cabecilla.
-¡Entonces mueran todos! ¡No quiero un solo sobreviviente!-ordenó a su ejército el cual avanzó directo al muro.
-Esperen mi señal...-ordenó Siegfried a los suyos quienes preparaban arcos.
Cuando los Ángeles comenzaron a intentar golpear el muro, un aura verdosa los recorrió a cada uno para después perder sus fuerzas. Sus puños se destrozaron por el contacto con aquel muro sólido y por lo tanto gritaron de dolor. Pronto, las filas de atrás comenzaron a "contagiarse" con aquel aura y fueron perdiendo sus fuerzas.
-¡Fuego!-gritó Siegfried.
Los arqueros lanzaron cientas de flechas que abatieron en un instante a los Ángeles. Cuando se dieron cuenta de que todo era una trampa, el Cabecilla ordenó a su ejército que saltara el muro directamente. Sus soldados obedecieron y por lo tanto se pudo apreciar miles de siluetas en el cielo.
-¡Dragón escondido!-gritó Siegfried.-¡Fuego!
"Dragón escondido" era el nombre clave de un buen grupo de soldados que esperaban detrás del muro con flechas de fuego. Una vez que recibieron la orden, atacaron con todas sus flechas a las miles de siluetas en el cielo. Eran pequeñas bolas de fuego que entraban en contacto con una silueta para que después esta cayera al suelo. Albiore les atacó con su AK-47 derribó a muchos de ellos también. Las siluetas no solo cayeron dentro de los muros si no que también por encima del muro.
-¡Desenvainen!-ordenó Siegfried.
El eco de su voz repitió la orden. Casi todos los arqueros tomaron las armas cuerpo a cuerpo y comenzaron a envestir a los Ángeles. Los gritos y el sonido del acero fue todo lo que se escuchó por el momento. Albiore protegió a los suyos con la ayuda de sus cadenas. Pronto los Ángeles intentaron derribar el muro utilizando rayos Ken pero una misteriosa barrera protegió a Asgard.
-¡Obra de Fafner!-recordó Albiore.
Los Ángeles no podrían dañarlos con sus rayos ken a menos que estén dentro del muro. Y aunque lo estén, los soldados rasos no les darían respiro alguno. Lo más probable es que esta "barrera" fuera creada a través de los mismos zafiros de Odín que portaban los soldados.
...
-Así que tenemos "luz verde".-observó Poseidón.
El gran templo tan solo tenía en su interior el trono de Poseidón, las mesas y todos los adornos festivos ya habían sido retirados. Poseidón y muchos de sus súbditos estaban allí, observando Jango quién vestía la Armadura de Odín.
-Así es.-dijo Jango.-¡Debemos ir a Asgard a ayudar ahora mismo!
-Me parece que no.-respondió Poseidón lo cual sorprendió a Jango.
-¡Prometió ayudarnos!-exclamó Jango furioso.
-Cambié de opinión...-respondió Poseidón y cerró los ojos.
La piel morena de Jango palideció por completo. Miró a todas las marinas y estas se mantenían al margen. Temblaba y no podía articular palabras. Acto seguido, no pudo controlar su cuerpo y blandió con fuerza su espada. Un Cosmos superior controlaba sus movimientos.
-Poseidón.-dijo la voz de Odín.-¿Esa es tu respuesta final?-preguntó.
-Así es.-afirmó Poseidón abriendo los ojos.
Nadie pudo ver claramente lo que sucedió a continuación: Jango (controlado por Odín) cargó contra Poseidón blandiendo su espada en alto. Odín se defendió rápidamente con su tridente y ambas armas entraron en colisión. Posteriormente se atacaron mutuamente con rayos ken, provocando que el Palacio del Mar sea en parte destruido. Los súbditos de Poseidón observaban la batalla sin hacer nada.
Odín le lanzaba rayos a través de su espada, estos eran rechazados por la lanza de Poseidón. Luego ambos corrieron fuera del palacio y comenzaron a luchar afuera. Intentaron destruirse empleando telekinesis pero como ambos eran dioses y tenían poderes similares, estos tan solo rebotaban. Todo el Santuario submarino temblaba pero tanto Odín (Jango) como Poseidón se mantuvieron firmes.
A continuación ambos saltaron y se atacaron en pleno vuelo. Todo el Santuario vio tal confrontación desde el suelo. Ambos dioses intercambiaron golpes e intentaron asesinarse empleando las Armas. Luego comenzaron a caer y se volvieron en "esferas de luz" las cuales chocaban para destruirse entre sí. Luego se aproximaron creando una sola esfera y esta tocó suelo, generando un terrible temblor por todo el mar.
Cuando las Marinas se acercaron al cráter en donde ambos dioses habían caído, pudieron ver al fondo como Poseidón y Odín se sostenían juntos, ambos riéndose (a excepción de Jango).
-Pensé que te habías oxidado, viejo inútil.-le dijo Poseidón.
-Hago ejercicio comúnmente.-le explicó la voz de Odín.-Tu en cambio eres un maldito sedentario.
Ambos volvieron a reír y salieron del cráter juntos. Tenían quizás un par de raspones en el rostro pero por otra parte estaban completamente ilesos.
-Desplegaré mis tropas en Asgard ahora mismo.-le avisó Poseidón a Odín.-Ahora seremos aliados en esta Guerra Santa.
...
Habían pasado un par de horas desde que comenzó la batalla en Asgard. El muro del norte debió ser evacuado y Siegfried ordenó que todos se unieran a los guerreros que protegían la ciudad. Albiore y sus tropas defendían una iglesia dedicada al dios Odín, desde los tejados abatían a todos sus enemigos. Aún así no salieron completamente ilesos, Cefeo perdió por lo menos a una docena de los suyos. En eso se escuchó una fuerte explosión proveniente del muro del Oeste.
-¡Abrieron brecha en el muro Oeste!-gritó un soldado de Asgard.
...
-Espero que Rafaelo esté bien.-pensó Cristal.
Desde el abismo subían cientos de Ángeles quienes escalaban a una velocidad considerable. A pesar de que defendían la posición con flechas y rayos ken (o en el caso de Cristal, una MP5), estos pronto los superarían.
...
-¡Rafaelo!-llamaba Albiore con su cosmos a su compañero.
Este no respondía y Cefeo se preocupó por esto. Siguió defendiendo la posición hasta que escuchó una voz que le hablaba a su Cosmos.
-¡Estoy bien!-le dijo Rafaelo.-¡Por ahora estoy bien! ¡No están superando y posiblemente sea mi fin! ¡No podemos contenerlos! ¡Hagen ya ha caído!
-¡Voy para allá!-le dijo Albiore.
Cefeo ordenó a sus tropas a que vayan a ayudar al dios guerrero Surt quién luchaba cerca de allí. Albiore bajó de la iglesia y se dirigió hacia el muro del oeste. Cuando dio un par de pasos, fuertes estallidos se escucharon en el otro extremo de Asgard: El Sur.
-¡Cristal!-llamó Albiore a su compañero.
-¡No es nada, Albiore!-respondió Cristal en el acto.-¡Ve y ayuda a Rafaelo!
-¡¿Me consideras inútil?!-gritó Rafaelo.-¡Ve a por Cristal, yo puedo contenerlos!
-¡De ninguna manera!-le discutió Cristal.
Albiore se apoyó sobre un edificio derrumbado y comenzó a pensar. Solo podía ayudar a uno de sus compañeros y lo más probable es que el otro sea asesinado. Meditó por un tiempo hasta que volvió a hablar con su Cosmos.
-Tenía que tomar una decisión.-sentenció Albiore con pesar, sus dos compañeros lo escucharon.-Ayudaré a...
...
Cristal dirigía a un grupo de soldados, habían sido empujados del extremo este. Los Ángeles no paraban de llegar y no podrían resistir mucho por las bajas. Ordenó retirar a sus hombres y estos se marcharon al Palacio de Valhalla.
-¡Yo los contendré!-gritó mientras empuñaba su arma con fuerza.
Disparó a cada Ángel que se acercaba a asesinar a Cristal, pronto estos lo superaría. En eso escuchó una voz.
-Está hecho.-dijo Albiore hablándole desde su Cosmos.
-¿Rafaelo está bien?-preguntó Cristal en medio de la batalla.
-Así es.-afirmó Albiore.-Ahora nos vamos al Palacio del Valhalla.
-Lo entiendo.-dijo Cristal con una sonrisa.-Adiós compañero.
...
Quedaban tan solo 4.000 soldados de Asgard, estaban todos protegiendo el Palacio de Valhalla debido a que la ciudad ya había caído y fue tomada por los Ángeles. Albiore se reencontró con sus soldados quienes hicieron un saludo de visera, Cefeo ordenó que le siguieran. Los pasillos estaban infectados por heridos y soldados moviéndose a todos lados del Palacio.
Albiore, Rafaelo y los soldados se dirigían hacia un balcón en donde Hilda se encontraba asomada, discutiendo con el Cabecilla del Ejército. A su lado estaban Siegfried y Frodi observando toda la situación. Cuando llegaron la vieron a ella con un aire imponente a pesar de la situación.
-¡¿Entonces te rindes?! ¡¿Hilda de Polaris?!-preguntó el cabecilla.
-¡Odín jamás se arrodillaría ante sus dioses malignos!-gritó Hilda.-¡Por mi que se vayan al infierno y ustedes con ellos!
El cabecilla se rió. Su risa contagió a todos sus hombres quienes ocupaban la ciudad. El eco atemorizó a todo el Palacio Valhalla.
-¡Entonces muere!-sentenció el cabecilla.-¡Fuego a discreción a mi orden!
Todos los Ángeles se prepararon para atacar, apuntando directamente hacia el Palacio Valhalla. Los soldados de Asgard comenzaron a gritar, consumidos por el miedo y la desesperación. Justo cuando todo parecía perdido, una imperiosa voz se escuchó por todo Asgard. Una fuerte luz se pudo observar desde lejos, era un hombre que sostenía una espada.
-¡Es la espada de Balmung!-exclamó Siegfried atónito.
-¡Seres despreciables!-gritó la voz de Odín.-¡Ha llegado su final!
-¡Qué tonto! ¡Pudiste haber escapado!-exclamó el cabecilla.-¡Lo mataremos a él primero!
Todo el ejército de los Ángeles cruzaron la ciudad para dirigirse hacia donde estaba Jango. Albiore y Rafaelo observaron la escena atónitos. Nadie dijo nada mientras veían al ejército de Ángeles avanzar hacia aquel que portaba la Armadura de Odín. Este se encontraba sobre el muro sur mientras blandía su espada, firme. Pronto todo el ejército se encontraba en frente suya.
-¡Prepárate a morir!-le gritó el cabecilla.
-¡Hoy morirán muchos!-afirmó Jango.-¡Pero yo no estaré entre ellos!
-¿Tú y que ejército?-preguntó el cabecilla.
Él y todos los Ángeles comenzaron a reir. Por otra parte, Jango alzó su espada al cielo.
-¡Este ejército!-gritó.
Por la brecha que los Ángeles habían abierto entró Poseidón, este alzó su tridente y detrás suyo aparecieron miles de Marinas.
-¡Sin cuartel!-gritó Poseidión con furia.
-¡Por Io y Sorrento!-gritaron los Marinas.
La aparición de Poseidón y su ejército sorprendió a los Ángeles. En un segundo ya estaban luchando por sus vidas ya que fueron masacrados por las Marinas comandadas por los Generales Marinas.
...
-Vaya entrada.-observó Hilda mirando a Poseidón.
Tan solo habían dejado al cabecilla de los Ángeles con vida, este se encontraba rodeado por las Marinas y por los soldados de Asgard quienes lo miraban con ojos llenos de rabia.
-Vinimos a ayudar.-explicó Poseidón aunque eso ya estaba claro.
Hilda agachó la cabeza y perdió todo su orgullo.
-Gracias...-dijo finalmente con gratitud.
Poseidón le sonrió y se marchó junto al cabecilla de los Ángeles. Le apuntó con su tridente y comenzó a hablar.
-Dinos todo lo que sabes y quizás te perdone la vida.-dijo Poseidón imperiosamente.
-Pues claro.-dijo el Cabecilla con una voz cargada de odio.
Este generó una esfera de luz con su mano izquierda y se la mostró a Hilda.
-Aquí está todo lo que sé.-afirmó.
Hilda caminó lentamente hacia el cabecilla. Sin embargo este planeaba algo más... Con su mano derecha comenzó a generar un ataque de Cosmos cargable, listo para asesinar a Hilda. Cuando esta se hubo acercado lo suficiente, el cabecilla levantó su mano dispuesto para matarla. Hilda intentó cubrirse. Nadie se esperaba eso y por lo tanto actuaron tarde.
Cuando se dieron cuenta de lo que pasó, la mano del cabecilla se había congelado por completo así como también el resto de su cuerpo a excepción de su cabeza. Detrás de todos los soldados, Caballeros, marinas y dioses Guerreros reunidos, apareció una figura seguido por un pequeño grupo de Soldados de Asgard. Era Cristal quién tenía varias heridas, sin embargo parecía que estas no le infligía ningún dolor.
-¡Cristal!-exclamaron Albiore y Rafaelo quienes corrieron con su compañero.
Los tres Caballeros se dieron un gran abrazo mientras gritaban de alegría.
-¡No se olviden de mí!-gritó Jango quién aún portaba la Armadura de Odín.
Este se unió junto a sus compañeros y estrecharon sus manos.
-Pensé que habías muerto.-dijo Albiore sonriente a Cristal.
-Hieres mis sentimientos.-afirmó Cristal riéndose.
...
La ciudad de Asgard estaba en etapa de reconstrucción. El pueblo de Asgard, así como los Caballeros y los Marinas estaban reunidos afuera de la ciudad.
-Hoy recordamos a todos aquellos que murieron durante esta batalla.-dijo Andreas Rize quién estaba en frente de todo el mundo. Detrás suyo habían colocado una gran placa de hierro con los nombres de todos los caídos grabados en ella.-Un minuto de silencio por favor.
Nadie habló por un tiempo, algunos soldados lloraban y otros permanecían callados y serios. Los soldados de Asgard y las Marinas estaban juntos, así como los dioses Guerreros sobrevivientes y los Generales Marinas. Jango por su parte se había quedado con la Armadura de Odín.
-Señorita Hilda, si quiere decir algo...-dijo Andreas.
Hilda asintió y se colocó al lado de su compañero. Luego le hizo un ademán a Poseidón para que se acercara y este accedió.
-Hoy quiero comunicarles que el ejército de Poseidón y Asgard se unirán para luchar en esta guerra.-explicó Hilda.-¡Juntos enviaremos a estos canallas directo al inframundo!
Todos los presentes gritaron con valor.
-Mi hermano no dará basto con esto.-comentó Poseidón riéndose.
-¿También lucharán con el Santuario?-preguntó Albiore, acercándose junto a sus compañeros.
-Por supuesto.-afirmó Poseión. Hilda también asintió.-Tú nos uniste, ahora haremos el resto del trabajo...