Roma, 1830, es época del festival de máscaras en la pintoresca ciudad romana, el perfume y los colores inundan el ambiente, la alegría y la tristeza se entremezclan en el aire, no hay nada en el mundo donde se represente con más ahínco a los seres humanos que un carnaval, una mujer seduce a un hombre en una esquina, un hombre estafa a otro en un juego de tiro al blanco y por halla se puede ver a un borracho llorando en la calle, en medio de esta vorágine de diversión, excesos y tragedias, dos figuras masculinas caminan lentamente, visten ropas elegantes y en sus espaldas llevan una especie de cajas con una forma cubica perfecta, lucen bastante sólidas, como si estuvieran hechas de algún metal o madera, sin embargo es imposible afirmarlo ya que van envueltas en telas, uno de ellos porta una máscara con forma de lobo, el otro una mascara sonriente, a decir verdad, algo tétrica, a diferencia de los demás enmascarados, no van gritando ni haciendo despropósitos, no van levantando las faldas de las mujeres ni cantando con voces desafinadas, sino que caminan buscando no llamar mucho la atención.
-¿Cómo se llama el hombre al que estamos buscando Albert? –pregunta el hombre de la máscara de lobo.
-Su nombre es Luigi Vampa –le contesta el hombre con la máscara sonriente –como te habrás de imaginar, mi buen amigo Franz, nos será algo difícil encontrarlo en este carnaval.
-¿y por qué un simple bandido llama la atención del santuario? Al grado de convocar a dos caballeros de plata en su búsqueda.
-No es un simple bandido –le contesta Albert mientras se acomoda la máscara –es uno de los últimos seguidores del infame Ali Pasha.
-¿Ali de orión negro? ¿Ese mismo Ali Pasha?
-Ni más ni menos querido Franz, Ali “el terror abismal” el hombre que lidero el ejercito de caballeros negros más poderoso de la historia, el mismo que hace unos pocos años puso en jaque al santuario, y que de no ser por mi padre, Fernand, quizás aún seguiríamos en guerra.
-siempre orgulloso a la hora de hablar de tu padre –se ríe el joven de mascara canina, la carcajadas hacen que su careta se desacomode un poco –la historia de ese hombre, orión negro, siempre me ha parecido muy interesante, es increíble como cayo en la corrupción el hermano gemelo de aquel gran hombre, Aldebarán, quien en su época era el caballero dorado más poderoso del santuario.
-el caballero de tauro sigue siendo el más poderoso de los doce –afirma con algo de arrogancia en su voz Albert –En fin, este tal Luigi Vampa también es un caballero negro, se cree que formo una especie de secta, por lo que buscar en los edificios que parezcan iglesias me parece que es lo más apropiado.
-ya le hemos dado la vuelta a todas las iglesias de Roma y no hemos encontrado una sola pista –se quejó Franz –sería más fácil que dejáramos el incognito y buscáramos como santos de Athena.
-¿Y tú crees que sería más fácil si hiciéramos eso? Solo conseguiríamos ponerlos en alerta.
Los muchachos continuaron su camino en silencio hasta llegar a una fuente elegante, adornada por la escultura de algún dios romano, probablemente Neptuno, Albert, algo agotado, se sentó en su orilla, y humedeció su mano derecha con agua, Franz, al ver la acción de su amigo, también se sentó en la fuente, sin embargo el no solo toco el agua con una sola de sus manos, sino que se quitó la máscara y se hecho agua en la cara. Las facciones del rostro de Franz son como si fueran las de un joven aristócrata, cabello rizado, tez blanca y ojos azules, el orgullo del perfil griego, sin embargo sus ojos mostraban un brillo pálido, en cuanto a Albert, él también se quitó la máscara, pero no se mojó su rostro, su cara era más vulgar que la de Franz, tenía una cicatriz por debajo de su ojo izquierdo, su cabello lacio le llegaba por debajo del cuello, sus facciones eran una mezcla muy peculiar entre lo tosco y lo delicado, en cuanto a su piel, era de un tono cobrizo muy parecido al de los gitanos que recorren toda Europa, sus ojos, marrones, a diferencia de los de Franz, eran muy vivos y alegres.
-y dime Albert, ¿Qué sabes de Montecristo?
-¿El aristócrata que va a llegar la próxima semana al santuario? No mucho, solo que es una especie de conde en Bluegard, la gente dice que es tan rico que podría comprar un país pequeño, otros dicen que no es rico, pero que su familia es tan distinguida que en todos lados lo reciben con honores, por lo que no necesita dinero para vivir bien.
-Como siempre, chismes de la gente que no tiene nada que hacer.
-En lo único en lo que coinciden todos los rumores es que se trata de un hombre bastante excéntrico.
-Excéntrico o no, debe de ser muy importante en Bluegard como para representarlo en los tratados de paz Santuario-Bluegard-Asgard
Bluegard, Asgard y el santuario con sus centros de entrenamiento son las únicas “naciones” en el mundo que poseen entrenamiento de cosmos, una herramienta bélica muy peligrosa que ninguna otra nación a parte de ellos debe poseer, es normal que en la historia y en más de una ocasión, distintos países hayan intentado formar alianzas con estas tres potencias en el cosmos, siendo Bluegard la más propensa a aceptarlas, la última fue en la revolución francesa, donde causaron tal caos en el campo de batalla, que el santuario mismo tuvo que intervenir para evitar una masacre de humanos, en la actualidad, Francia aún sigue pasando por algunas crisis políticas y socioculturales a causa de la intervención de Bluegard. Algunos eruditos del santuario afirman que la guerra del “terror abismal”, liderada por orión negro, tuvo como principal apoyo el gobierno de Napoleón, quien a falta de los guerreros azules, y desesperado en sus últimos días por afianzar su gobierno, organizo una conspiración para liberar a Ali de la isla de la reina muerte junto con sus seguidores negros, estos sabios se basan en el hecho de que Ali poseía sus principales bases militares en territorio francés, aunque jamás se han encontrado pruebas que afirmen a ciencia cierta el apoyo de Napoleón a los caballeros negros ni de cómo consiguió liberarlos de la isla en caso de que las historias sean ciertas.
-Bueno bueno Albert –le dijo Franz con un bostezo –Estoy algo cansado y me iré a dormir ¿no vienes tú también?
-Adelántate al hotel Franz –le contesto el joven mientras se volvía a colocar la máscara sonriente –Yo buscare un poco más y después me iré también a dormir.
Los dos jóvenes se saludaron amistosamente y se separaron, mientras caminaba, Albert se preguntaba en donde más podría buscar, las palabras que Franz le había dicho con anterioridad llevaban algo de verdad, ya le habían dado la vuelta a todas las iglesias de la ciudad romana y no había pista alguna de Luigi Vampa, quizá debería rendirse con el tema de las iglesias, iba tan absorto en sus pensamientos, que no noto cuando había llegado frente al coliseo romano, mudo testigo de la ingeniería humana antigua, el santuario poseía una arquitectura exquisita, pero había algo en ese coliseo que lo maravillaba, quizás la arquitectura, quizás la voluntad de los gladiadores por vivir que aún seguía impresa en las rocas, el no sabía qué, pero necesitaba entrar y ver el interior de tan preciosa estructura, así que sin más, entro en el viejo edificio, el interior era sencillo pero maravilloso, el área en la que antaño los gladiadores se batían con otros gladiadores o con bestias, era bastante amplio, se parecía y a la vez no se parecía al que poseía el santuario, donde en algunas ocasiones algunos caballeros combatían entre sí para ganar el derecho de obtener alguna armadura, ahí parado se encontraba observando todos los detalles cuando de manera improvista, Albert sintió un cosmo
-¿Qué fue eso? –Se dijo así mismo en voz baja el muchacho -¿habrá sido mi imaginación?
De nuevo esa sensación inconfundible de un cosmo, ya no cabía duda, Albert cerro sus ojos, se concentró y siguió ese pequeño cosmo que se sentía en el aire, la energía lo guio a una pequeña compuerta en medio del coliseo romano, la abrió, y bajo por unas antiguas escaleras, lo que vio abajo lo dejo sin habla, en un pequeño cuarto oscuro, diez hombres estaban inclinados con el rostro al suelo, frente a una estatua de alguna deidad de seis alas con un perro de tres cabezas a su lado, el perro estaba fabricado con una piedra más negruzca que la del dios, frente a esos diez hombres se encontraba uno de pie, mirando detenidamente la estatua, era calvo, de una complexión robusta y sobre su cuerpo llevaba una armadura negra parecida a la de Perseo.
-Hermanos negros, nosotros somos los últimos que el gran Ali dejo atrás, nosotros nos vimos obligados a escondernos durante años, pero ahora ha llegado el momento de que el santuario nos vuelva a temer, con la ayuda de nuestro gran Dios, traeremos de vuelta a la vida al gran Ali, y con su guía, destruiremos el santuario.
-¡Si! –gritaron los hombres aun inclinados.
-debo de ir por Franz –pensó Albert escondido entre las sombras, ahora que lo tenía más de cerca, no le quedaba duda alguna de la fuerza de Vampa, quizás igual a la de un caballero dorado, no podía morir ahí sin que se supiera el lugar exacto de la guarida de Luigi, así que sin hacer ruido, comenzó a ascender la escalera, cuando el grito de una mujer lo detuvo en seco.
-Para traerlo de vuelta, nuestro Dios nos exige como precio otra vida –Vampa tomo a la mujer atada de los cabellos y la alzo con violencia –Esta mujer será el sacrificio al dios de los muertos.
-Maldita sea –Pensó Albert, quien, sin poder contenerse, se colocó su armadura y entro estrepitosamente al cuarto, liberando de sus ataduras a la mujer, quien, aprovechando el momento salió huyendo del lugar –Todos ustedes, serán castigados en nombre del santuario por mí, Albert de orión.
-¿orión? –Cuestiono Luigi Vampa –vaya, cuantos recuerdos me traen esa armadura plateada que traes sobre el cuerpo, no eres digno de portar esa armadura
-Ustedes caballeros negros, no son nadie para llamar o no digno a un auténtico caballero de Athena –fuego azul comenzó a rodear el cuerpo de Albert –recibe la más grande técnica de orión, “¡fuego de las estrellas!”
El cuerpo de Vampa y el de sus seguidores se rodeó de fuego, algunos de los hombres gritaban de dolor, dos de ellos cayeron muertos al instante, pero Vampa permanecía impasible, observando a Albert con incredulidad
-No puedo creer que compartas la misma constelación que mi maestro –Luigi unió sus manos y las puso por encima de su cabeza –recibe la técnica de Perseo negro ¡crisis de medusa!
Ante un cosmo tan grande, las llamas azules se apagaron, las extremidades de Albert se paralizaron completamente, sentía como su sistema nervioso era un caos en su interior, por más que trataba de darle órdenes a su cuerpo, este no le respondía.
-ya que estropeaste mi ritual, tu serás el nuevo sacrificio –Vampa tomo una daga que reposaba frente a la estatua del dios de múltiples alas, y la acerco peligrosamente cerca del cuello de Albert
–Despídete de este mundo muchacho
-No le tengo miedo a la muerte –le respondió Albert con convicción, en su mirada no se vio ni un solo atisbo de temor –si yo caigo, otro más vendrá y detendrá tu ambición.
-Bien dicho muchacho –dijo una tercera voz, todo fue muy rápido, el interior del cuarto lo inundo un frio extremo, en un abrir y cerrar de ojos, Vampa y sus seguidores estaban encerrados en bloques de hielo, y en medio del cuatro, un hombre elegante se encontraba de pie, era alto, de piel pálida, cabello negro largo y una barba de candado en su rostro, sus ojos eran de color miel y sobre su cabeza llevaba un sombrero de copa, tenía un saco negro grande, abierto, por debajo del saco se podía ver una hermosa armadura azul, sobre las mangas llevaba los brazos de la armadura, y sus piernas también tenían la azulada protección, Albert había visto armaduras azules con anterioridad, pero esta era distinta, presentaba algo de transparencia, como si en lugar de metal, estuviera hecha de algún hielo o cristal
-Gracias –articulo Albert, no sabía que había pasado, pero estaba seguro que el hombre en armadura azul lo había rescatado.
-No hay nada que agradecer muchacho –le dijo el hombre quitándose el sombrero y haciendo una reverencia –Es un honor para mí conocer a un caballero de Athena, mi nombre es Montecristo, Montecristo de la cruz del mar.