Título: Saint Seiya: Santuario sin escudo.
Escrito por: Raissa Ozsari [Alalá].
Género: Shonen/Seinen.
Advertencias: Escenas de violencia.
Personajes: Asker de Lira, Tigern de Libra, Sonechka de Piscis, Tâleb de Flecha, entre otros.
Resumen: Athena ha reencarnado una vez más después de casi setenta años al haber vencido a Hades en los años ochenta. Llenos de intriga, los caballeros del Santuario creen que se avecina una guerra, pero no logran saber mucho por parte de la deidad. Investigando, la sorpresa es más que solo una simple guerra, llevándolos a tomar una triste decisión.
Agradecimientos: A mi esposo por ayudarme a desarrollar la idea.
Créditos: A Masami Kurumada por la creación de Saint Seiya.
Capítulos: 1/??
Información extra: Hacía mucho que no escribía. Tengo un par de fics abandonados a pesar de tenerles la idea. Sin embargo, esta idea me parece aún mejor y quiero desarrollarla aprovechando que tengo tiempo libre.
Mi intención es dejar de lado lo que tenemos por común en Saint Seiya y cambiar el esquema que tenemos en la cabeza. No sé si hayan más fics así, pero espero tener al final un escrito agradable y que les guste a muchos más adelante.
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Capítulo I: El regreso de nuestra deidad.
La tarde caía en el Santuario de Athena. El día se daba por terminado y los caballeros de la deidad terminaban sus entrenamientos para obtener su merecido descanso.
Algunas estrellas se podían visualizar ya en el firmamento. El verano pronto iba a terminar y los árboles se notaban ya marchitos.
Para Asker, un joven turco, era relajante aquel ambiente. Se preguntaba cuántas veces habría disfrutado de tal paisaje su antecesor Orfeo junto a su amada Eurídice.
Tocaba la lira acompañándose del sonido que ocasionaba el andar del río y el cantar de los pájaros. Mantenía sus ojos cerrados.
Mas algo calló el silbido de las aves. Alzando su vista ámbar, el caballero de visualizó un resplandor que fue acompañado de un fuerte ruido, acercándose a toda prisa hacia el espeso bosque donde él se encontraba. Un estallido ocasionó una gran nube de polvo, llevándose al mismo tiempo la atención del joven mediterráneo que buscó a toda prisa saber qué ocurría.
Allí encontró un cráter. Mas no es eso lo que ocasionó su sorpresa, sino un cuerpo envuelto en finas telas y decorado con las mejores joyas.
No había duda, tenía que ser ella.
—¡Caballero de plata!—Exclamó la joven de quizá doce o trece años, alargando su mano algo mareada.
Dudando un poco, el hombre desciende para ofrecer su ayuda a la dama. El característico color de su cabello era inconfundible. No lo pensó dos veces antes de llamar a la chiquilla por aquel nombre singular.
—Señorita Athena, ¿de verdad es usted?—Indagó formal, con la voz un tanto temblorosa y cierta timidez por estar ante la presencia de la diosa que juró proteger.
—Por supuesto—corroboró con cierta molestia, quitándose el polvo del vestido y acomodándose su largo cabello—, si no, ¿quién más sería?
—Discúlpeme, mi diosa. Su llegada me toma por sorpresa, como seguramente a más de uno en el Santuario. Permítame dirigirla hasta sus aposentos. Su presencia reconfortará a los guerreros afligidos por la reciente partida de nuestro patriarca.
Sin hacer gesto alguno, la chica fue guiada hasta la parte superior del Santuario. Escoltada por Asker de Lira, llegó a la recámara una vez el cielo ha oscurecido.
Allí se encontraban dos de los doce caballeros de oro, quienes intentaban averiguar sobre el ruido ocurrido poco antes.
Los dos hombres de más alto rango, observaron aquella mirada azul y sin pensarlo bajaron sus cabezas, saludando a la nueva reencarnación de Athena.
—Estamos preparados para cualquier evento que se presente. Siempre listos para protegerla, mi diosa.
Athena ofreció una sonrisa, agradeciendo a sus caballeros su lealtad.
Siendo ya tan tarde, la deidad ofreció realizar una reunión al día siguiente, para mostrarse ante todo su ejército.
Ella descansó en su lecho mientras los dos caballeros resguardaron la entrada principal.
—Ey, tú. Caballero de plata—indicó el caballero de Libra—, ¿qué sucedió?
Pidió explicaciones el sueco. Algo le parecía extraño pero quizá era solo su actitud sigilosa. Asker contó tal y como sucedió, pero no ofreció demasiados detalles.
El otro caballero, Piscis, recordaba que las reencarnaciones llegaban como un bebé y eran cuidadas por el patriarca, o de ser el caso, por caballeros o alguna dama del pueblo que estaba cerca, Rodorio.
A Tigern también se le hizo curioso, pero siendo el caballero que mejor intuía, creyó que con la ausencia del patriarca, Athena optó por volver en una forma más adulta en comparación con sus anteriores llegadas.
—Por supuesto, según el mito, Athena nació como adulta la primera vez—indicó Sonechka, el caballero de Piscis quien más sabio era.
—Sin embargo, lo que más me preocupa es que su pronta llegada sea por causa de alguna vecina guerra. Hades fue vencido ya hace cerca de setenta años y no es posible que logre liberarse tan pronto—habló de nuevo Asker, acomodándose su cabello rojo.
—No hay que temer. Aunque no estemos todos los caballeros de oro, contamos con caballeros de plata y bronce que sin duda se están convirtiendo en grandes luchadores—posando su mano diestra sobre el hombro de Asker, indicó Libra.
3 años después.
Santuario de Athena.
La deidad se posaba en su trono, esta vez en la recámara del patriarca. Había decidido ser ella quien guiara a los caballeros, pues indicaba que no hacía falta alguien más para hacerlo, ni que tampoco había alguien digno de tal puesto, ni siquiera el caballero de Virgo, quien era el mayor de todos si es que la experiencia era lo que justificaba la decisión de la diosa.
Aquel día, ya casi después de tres años de la llegada de Athena, un caballero de plata recibiría su armadura. Por supuesto, si primero lograba vencer a su contrincante.
La cloth a tomar era Flecha. Los dos guerreros verían por primera vez el ropaje y también a la deidad.
El espectáculo comenzaría dentro de poco. Se rindieron honores al ente mayor y todos exclamaban a su peleador favorito.
Desde lo alto se posaba Athena con su cetro y el coliseo sentía un ambiente tenso. Mas antes de siquiera tomar sus poses de batalla, el guerrero de cabello violeta se le quedó mirando a la deidad de una forma extraña.
—¡Vamos, comiencen!—Pidió la diosa, extasiada.
Con furia, el peleador alumno de Piscis se abalanzó sobre el distraído de cabello violeta. Estaba dispuesto a luchar solo con sus golpes y sin utilizar una técnica especial, pues estaba confiado de sus habilidades, considerando al mismo tiempo inútil a su por ahora enemigo.
Asestó un fuerte golpe en el corazón de Tâleb, el cual sangró de inmediato por la boca. Pero estando tan cerca de su rival, sujetó el brazo del alumno de Sonechka, y aprovechó para lanzarlo hacia el otro lado del coliseo. Leko terminó en el suelo con la cabeza golpeada, impresionándose de la fuerza que poseía Tâleb. Se molestó y sin pensarlo, una vez se levantó corrió a toda velocidad para derribar al de ojos amarillos.
Una onda provocada por el choque llenó algo de emoción a Athena que se encontraba aburrida hasta ese momento. Los dos rivales se sujetaban de los antebrazos empujándose mutuamente para demostrarse su fuerza entre sí.
—¿Qué crees? A esta batalla le queda menos de un minuto para terminar—con sonrisa maliciosa, indicó Leko, quien aumentaba su cosmos solo para dar de nuevo un golpe en el pecho del árabe.
Sintiendo su mala intención, la de quererlo matar, Tâleb intentó alejarse de Leko, quien parecía ser el más veloz de todos los alumnos. Con toda la fuerza que poseía en sus brazos, el árabe quiso alzar hacia el cielo al italiano quien buscaba el momento exacto para atacar el desprotegido pecho de su rival.
El de ojos amarillos se notaba nervioso, sentía que se encontraba en terrible peligro, así que intentó alejarse y evitar ser golpeado. Pero Leko, entendiendo que no podía utilizar sus brazos, dio un salto y golpeó con ambas piernas el tórax de Tâleb. Para hacer el golpe aún peor, evitó soltar los brazos para aumentar el impacto.
El árabe volvió a toser, llenando su camisa con sangre y saliva.
Leko no perdía tiempo. Le devolvió el golpe contra el suelo a Tâleb, agitándolo desde los brazos y estrellándolo contra la tierra, alzando así grandes trozos de rocas. Lo repitió un par de veces más, lastimando el rostro del saudí, causándole contusiones notorias.
Athena aplaudía, contenta del espectáculo que le ofrecían. El coliseo se llenaba de gritos, tanto de ánimo como de horror. Asker, el caballero de Lira, estaba curioso sobre la forma en que reaccionaba la deidad. Para el de ojos ámbar, la cabeza se le llenaba de dudas y no podía evitar fruncir el ceño. Esperaba que tal gesto fuera solo una manera de animar a sus caballeros por obtener la preciada armadura.
Continuando con la batalla, Leko parecía el ganador. Sonechka estaba observando, un poco molesto por la manera en que su alumno trataba al otro joven, incluso pensaba en querer detener la pelea, pero ver a Athena tan contenta le evitó hacerlo.
—¡Ten cuidado, Leko, ya has demostrado ser fuerte!—indicó el de cabello verde, demostrando en su rostro que le era más que suficiente.
El italiano se detuvo, dejando a Tâleb enterrado en la tierra. El árabe tosía mientras el líquido rojo terminaba de manchar su rostro. La deidad se mostraba satisfecha, y pensando que la batalla había terminado, dio por ganador a Leko.
Sin embargo, antes de mencionarlo a su público, Athena observó que Tâleb se levantó.
El herido árabe logró ponerse en sus pies, agarrando en sus manos un puñado de tierra, el cual, gracias a su cosmos, formó una especie de afilada flecha y la lanzó en medio de la espalda de Leko.
El árabe se había enojado al ser humillado de tal manera, y disfrutó ver la fuerte caída de Leko. Pero estaba cegado, sin saber qué era lo que hacía.
Reaccionó sin darse cuenta de que había matado a Leko, pero Athena le aplaudía llena de júbilo. Sonechka fue en auxilio de su alumno, pero era tarde.
—Llévenselo—indicó la deidad señalando al italiano, al mismo tiempo que con la mano le pedía a Piscis alejarse—. Este es nuestro ganador, y es la única persona que nos importa en este momento. De ahora en adelante serás conocido como Tâleb, caballero de plata de Flecha—sonrió mientras se acercaba hacia el árabe, quien estaba de pie confundido.
—Pero, ¿Leko?—murmuró, observando cómo se lo llevaban.
—En las guerras no habrá oportunidad de pensar si es correcto dejar vivir al enemigo. Muchos de los caballeros mueren en el entrenamiento, o en esta fase tan importante. Solo quien llega más de este encuentro es digno de ser mi servidor. No tienes que preocuparte por nada más, solo por seguir. Ahora viste la armadura, desde ahora ya no eres solo un hombre—señaló, mostrándole la caja de la cloth al árabe, la cual se posaba en una columna bajo el trono donde se sentaba Athena hacía poco.
El silencio se hizo presente unos momentos, mientras Sonechka estaba igual de confundido que el contrariado árabe. Athena hizo un gesto y se marchó, al igual que otros de los espectadores.
—Mañana te veo en la recámara del patriarca. Tienes cosas que hacer—indicó la de cabello lila justo antes de desaparecer.
—Esto no me gusta nada—habló el caballero de Libra apareciendo desde atrás de su compañero de oro—, Athena parece diferente de costumbre. No sé cómo haya llegado aquí, ni quién la tuvo bajo su cuidado, pero parece que olvida sus responsabilidades como diosa. Han pasado tres años y solo se ha causado un caos. Parece una adolescente que solo quiere hacer lo que quiere.
—Tigern, no te preocupes por eso—le instó Sonechka, intercambiando su vista entre Libra y el recién caballero de Flecha—. Necesitamos guiarla, solo eso. Es algo tosca cuando le intentamos hablar, pero ya cederá, ya verás.
—Espero que sea antes de que ocurra algún evento bélico, muchos son inexpertos.
Una hora después de terminada la batalla por la armadura de Flecha, Athena pidió estar a solas, pero una sombra cruzó la puerta. Se mantiene de pie con aire arrogante, pero la deidad le sonrió como si le conociera de toda la vida.
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Espero les sea de su agrado. Un saludo.
Editado por Raissa, 09 agosto 2016 - 18:53 .