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Saint Seiya: Dos Tierras


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80 respuestas a este tema

#41 -Felipe-

-Felipe-

    Bang

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Publicado 20 enero 2016 - 20:18

Interesantisisisísimo capítulo. Primero, unos detalles:

 

Conforme más se por sobre la ciudad,

Parece que aquí faltó una palabra.

 

El monstruo se abalanzó sobre la hormiga con una rapidez inesperada, y lo habría devorado junto al niño y la roca bajo sus pies si esta no hubiese reaccionado a tiempo

El tema del género. LA habría devorado.

 

 

 

 

 

Sonia  :wub:  :wub:  :wub:  :wub:  :wub: ¿Puedo preguntar qué significa Shabdiz?

 

 

Me gustó el pseudo-Kiki, estuvo muy bien caracterizado, un niño travieso que no entiende muy bien qué pasa a su alrededor. Interesante también que el despertar de su Cosmos se manifieste como telequinesis, cuando en la obra original se había implicado que eran cosas distintas. Me agrada que sean parte de lo mismo.

 

También se nota mucho la influencia "romana" en este capítulo, con la forma de referirse los soldados entre ellos, los términos de los rangos, el hecho de que estén basados en los Martians de Mars (con todo y Monte Olimpo)... Me gusta el cambio después del frío Asgard.

 

Lo más intrigante es lo de la guardia pretoriana, y los legados. Guerreros de distintos ejércitos que ahora son compañeros en una Tierra hecha m*erda, me gusta el concepto. Y... Oh, por Zeus! ¿Kiki y Raki?

 

¿KIKI Y RAKI?

 

Si hiciste lo que creo que hiciste, y por usar a Jano a pesar de ser una entidad completamente pública, estás denunciado, Rexo. Despedite de tu cuenta!

 

 

 

 

 

 

xD


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#42 Patriarca 8

Patriarca 8

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Publicado 21 enero 2016 - 08:54

Capítulo 3. Nuevo mundo, costumbres viejas.

 

 

-Esos  hormigas son muy misteriosos

 

-¿Sonia ? ¿es el mismo personaje de omega o es otra?

 

-¿Julio es lemuriano?

 

 


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#43 SagenTheIlusionist

SagenTheIlusionist

    Ocioso las 23:59 horas.

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Publicado 24 enero 2016 - 15:19

Leido el cap. 3

 

Puedo decir que me gusto el cambio de Asgard a estas tierras; Ahora tiene más sentido el título :ninja:

Sonia me recordó al personaje de Omega, al igual que estas "hormigas" ; Aunque la armadura roja... Me hace dudar (?

 

En general, un buen capítulo ^_^ 


Si deseas leer un fanfic, puedes echarle un vistazo a mi historia, se agradecería:

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                              "Los Reinos de Etherias"      Ya disponible hasta el Cap. 34

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#44 -ñ-

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Publicado 26 enero 2016 - 22:21

Pues ha pasado el día 26 de enero y no se ha publicado como prometió alguien...



#45 blackdragon

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Publicado 26 enero 2016 - 22:45

Rexo

 

Ya me doy.....estoy bien picado, hormigas, una asesina de lemurianos.....Julian en el bote......

 

Espero el capitulo......¡ESTOY PICADO!!! Jejejeje


Editado por blackdragon, 26 enero 2016 - 22:45 .


#46 Lunatic BoltSpectrum

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    ¡Sagrado corazón de Jesús en vos confío!

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Publicado 12 febrero 2016 - 09:34

la verdad quedo excelente el capitulo

 

sigo a la espera de como continua la historia

 

saludos



#47 Rexomega

Rexomega

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Publicado 22 febrero 2016 - 16:11

Saludos

 

Como voy a tener una semana algo ajetreada, decidí adelantar la publicación del capítulo 4 a hoy, 22 de febrero de 2016. Esto significa que no habrá capítulo el 26 de este mes.

 

Pero primero, lo primero. ¡Reviews! 

 

Cástor_G. Las hormigas son todo un misterio, pero al menos ya sabemos que los asgardianos no dedican su tiempo libre a librar batallas con los entrañables personajes de Antz. Como casi todos los elementos importantes de Dos Tierras, tarde o temprano lo sabremos todo de estos legionarios.

 

En este capítulo quedará más claro que es el mismo personaje, pero no la santa de Escorpio, así que siéntete libre de inspirarte en Red Sonja.

 

A veces les dicen muvianos y otras lemurianos, yo en su día creí que eran sinónimos pero luego supe que no. En todo caso, lo único que tiene de especial Julio es que puede utilizar el cosmos, no tiene nada que ver con Sion, Mu o Kiki. Al crearlo simplemente asumí que la mejor forma en la que un niño podría manifestar poderes sobrenaturales sin quedar forzado era con telequinesis. 

 

Recuerdo que hace años no estaba bien visto usar monstruos en historias de Saint Seiya, y me estaba preguntando si aquello había cambiado. Me alegra que haya gustado, y más aún que la batalla haya quedado bien (y corta, que es mejor, ¡con lo mal que se me da a mí resumir!).

 

Siempre tengo errores, pero haciendo memoria me parece que el capítulo 3 tuvo muchos cuando lo publiqué, y hasta tuve que arreglar varios con el capítulo ya publicado. Espero que no ocurra lo mismo con este.

 

-ñ-. Describir paisajes y personas es uno de mis puntos débiles, y quedo peor cuando decido ponerme experimental. Me anima saber que la batalla con el gusano quedó mejor, espero poder mantener el nivel (o superarme) en próximos combates. 

 

Con un menor en el capítulo no me permitieron poner alcohol y mujerzuelas... Por poco me detienen y todo.

 

Killcrom. Los cambios que hago post-test no suelen ser demasiados. El cambio importante ocurrió entre la desastrosa primera versión y esta, que al parecer quedó mucho mejor para ambos. 

 

Sobre las batallas... Debería tener presente que cuando dos personajes combaten no tengo que escribir el trágico destino de la cuarta piedra bajo los árboles gemelos, sí. La paradoja es que cuando voy al grano acabo preguntándome si me he quedado corto. En el caso de este capítulo creo que no, por fortuna.

 

Felipe. Los errores, oh, los errores. Agradezco que me los remarques, así los puedo arreglar para el PDF.

 

Según tengo entendido, Shabdiz significa "medianoche". 

 

Escribir sobre Julio me salió prácticamente natural, fue bastante divertido y un sople de aire fresco para lo que vino después. Sobre sus poderes, la verdad es que yo siempre los había superado, pero al tener entre mis manos a un niño y un cosmos durmiente lo mejor que se me ocurrió fue hacer que pudiera mover cosas de la mente en lugar de lo que ocurrió con Tenma (LC). Supongo que fue fácil teniendo en mente a Kiki en todo momento. 

 

Desde que decidí escribir Dos Tierras ya tenía en mente el contraste entre mitología romana y nórdica, así como entre sus tierras, y veo que funcionó perfectamente. Eso sí: al principio tuve la idea de escribir los capítulos en el Nuevo Mundo después de los capítulos de Asgard, pero afortunadamente todos me dijeron que no. 

 

No es la primera vez que creo una orden de guerreros que pertenecieron originalmente a distintas órdenes (cofcofAstraPlanetacofcof), pero suena acorde, ¿no? Que el dios de la guerra, aparte de un grupo de allegados, pudiera recolectar soldados de distintos ejércitos, y no necesariamente santos. La idea me dio vueltas cuando Sonia murió, y yo refunfuñaba que habría sido más interesante que muriera Edén y el grupo protagonista no fuera solo de santos. La negación, como quizá sepas, pega fuerte. 

 

No sé quién sea esa tal Raki, yo no he dado nombres... ¡No! ¡Mi cuenta no! ¡No ha sobrevivido a años de inactividad para esto!

 

T-800. Demasiado misteriosas son estas hormigas. ¿Qué estarán tramando detrás de las sombras?

 

Es esa Sonia en la que estás pensando, más o menos (la armadura, por ejemplo, difiere un poco), y Julio no pertenece a ninguna raza especial, simplemente manifiesta su cosmos mediante telequinesis. 

 

The Ilusionist. Para llamarse Dos Tierras llevábamos demasiado tiempo viendo una sola, la saca y fría (aunque espléndida, en el anime) Asgard. Sobre Sonia, seguramente tus dudas se verán más o menos resueltas en este capítulo. 

 

-ñ-. Me he marcado un Kurumada, y lo peor es que probablemente este mes también lo haga... ¡Soy un desastre!

 

blackdragon. Aunque suene trillado: ya estamos viendo los dos lados del tablero y las piezas del ajedrez. ¿Las principales, o solo la primera línea? Por un lado, los asgardianos y sus sacerdotes, por otro, las hormigas y sus generales. Aquí conocerás un poco más del lado rojo de la contienda, espero que lo disfrutes.

 

Lunatic BoltSpectrum. ¡Y no tendrás que esperar más! Es bueno que te esté gustando esta historia, porque aún apenas estamos en la introducción, el entrante, el pincho de... Bueno, se entiende. 

 

Muchas gracias a todos por sus comentarios, saber lo que va bien y lo que va mal me ayuda mucho, aunque entiendo que publicar cada mes puede quedar tardado. Sin más preámbulos, les dejo el capítulo 4 de Dos Tierras:

 

Capítulo 4. Hijos de la guerra

 

Las cabezas de los últimos herreros de Jamir rodaron sobre el altar de Jano, que era una sencilla elevación circular de piedra.

 

—¡Yo te invoco, Remo! Hijo de Marte y Rea Silva por la sangre, hijo de Lupa por el espíritu. ¡Hermano! ¡Acepta mi ofrenda y atiende mi llamado!

 

Al terminar aquel conjuro, Sonia contempló un rato la falsa puerta del altar, apenas un arco con la efigie de Jano en la pieza clave. Esperaba el juego de luces habitual, sonidos desgarradores que anunciaban la apertura en un portal en el espacio-tiempo… No ocurrió nada, y cuando empezaba a asumir que nadie acudiría, Remo simplemente apareció a un par de metros de ella.

 

Se trataba de un hombre inmenso —en más de un sentido—. Medía más de dos metros, y aun así se las había apañado para tener sobrepeso en apenas unos lustros de paz. La holgada toga que vestía hacía un buen trabajo ocultando su cuerpo, pero nada podía hacer con las regordetas manos o la notable papada.  

 

—Hermana —saludó el cónsul, representante en el sur de la voluntad del emperador—. Veo que has cumplido tu misión. No, has hecho más que eso.

 

Sonia siguió la mirada de Remo hasta la cabeza de la niña. No dio ninguna explicación. Sabía que Remo, como hijo natural de Marte, podía recrear cualquier batalla.

 

En ello estaba el cónsul del Sur. Sus ojos verdes atravesaron el tiempo y el espacio hasta poder ver la historia de aquellos muertos. El rebelde Kiki, el último maestro herrero, había escapado incontables veces de todo intento de captura, a menudo burlándose de hormigas y pretorianos por igual. Primero dejaba que lo localizaran mientras trataba de encontrar potenciales aprendices que pudieran reconstruir el ejército ateniense, y en el último momento, cuando parecía que no tenía escapatoria, recurría a la teletransportación yendo al otro lado del Nuevo Mundo mientras sus enemigos solo parpadeaban, incrédulos. Frecuentaba especialmente los pueblos recién construidos, pequeños asentamientos de unas pocas viviendas destinadas a las gentes que deseaban vivir de la tierra, lejos de las ciudades.

 

Dada la forma en que el emperador había dividido el gobierno y el ejército del imperio, con cada cónsul y guardia pretoriano limitado a un sector, resultaba imposible lidiar con alguien que podía aparecer y desaparecer a su antojo. Tampoco ayudaba que hubiese viejas rencillas entre los generales del ejército, antaño miembros de órdenes sagradas enfrentadas. Por ello, Sonia, sin el título que merecía por sangre o el rango que merecía por sus hazañas, fue la candidata ideal para resolver el problema, y su propuesta estuvo a la altura de las circunstancias: si no podían capturarlo, lo ejecutarían.

 

Habiendo recabado toda la información posible sobre Kiki y los fallidos intentos por atraparlo, Sonia posicionó hormigas en todos los lugares en los que el herrero había estado. Utilizó pequeños grupos, pues Kiki acostumbraba a escoger escenarios que le favorecían, o que al menos eran letales para los grandes ejércitos que los generales solían movilizar. Sin querer, Remo desvió su atención a algunos de aquellos fracasos: una centuria caminando por la ladera de una montaña, aplastada por una avalancha; cientos de legionarios ocupando túneles en los que abrir agujeros en el suelo o provocar un derrumbe era cuestión de un simple pensamiento para quien buscaban; una presa derramándose sobre un pueblo vacío, barriendo con una cohorte… No solía haber demasiados muertos, las hormigas tenían una resistencia sobrehumana, pero sin duda siempre había un fracaso.

 

Cabeceando de un lado a otro, Remo se concentró en lo que importaba. Sonia no se conformó con esperar a que Kiki cayera en alguna de sus trampas. El imperio tenía soldados más que suficientes para ocupar cada zona frecuentada por el herrero, pero con eso solo conseguía que este fuera más precavido, que buscase más lugares seguros en aquel vasto mundo, y como no era una persona violenta, solo las batallas en las que se defendía de sus perseguidores llegaban a los sentidos de los hijos de Marte.

 

Así que Sonia decidió romper el espíritu de aquel pícaro rebelde.

 

Cuanto más vislumbraba el cónsul, más pálida se le ponía la piel. La Regina buscó a los aprendices de Kiki —prácticamente todo aquel que tuviera cosmos y no formara parte del ejército—, y los ejecutó públicamente. Colgó cuerpos y cabezas en las plazas de los pueblos que el herrero frecuentaba. Asumía que tarde o temprano Kiki vería los cadáveres o escucharía alguna conversación entre los horrorizados aldeanos. Hasta entonces nadie había sido asesinado en el Nuevo Mundo, así que sin duda se hablaría mal y mucho sobre aquellas ejecuciones.

 

Pero no fue Kiki quien se dejó llevar por la rabia, sino su más aventajada alumna. En campo abierto, una niña pelirroja apareció de la nada para impedir la ejecución de un par de hermanos que corrían desesperados. Mediante un ataque invisible detuvo a la hormiga que iba a asestar el golpe fatal, paralizándola, pero el resto del contubernio le impidió poner a salvo a los jóvenes, quedando obligada a pelear para asegurar su huida. A Remo le sorprendió ver tanto poder en aquel cuerpo menudo: usando la telequinesis, no solo derribó a las dos hormigas que se le abalanzaron, sino que además hizo que las demás volaran por los aires, desarmándolas.

 

«No —pensó Remo—. No quiero ver eso. ¡No quiero ver algo tan aberrante!»

 

Por un momento sucedió un pulso entre las visiones llamadas por la sangre de Remo —la misma que la de Marte, dios de la guerra— y su voluntad. Vio un gran árbol arrancado del suelo, y luego lo vio girando de un lado a otro, golpeando con fuerza a las hormigas en toda clase de arcos. Al final, la voluntad de Remo triunfó, y no solo no tuvo que ver el resultado de la batalla, sino que el cadáver de la niña desapareció.

 

Ahora no había solo seis legionarios, sino más, muchos más. El campo de batalla estaba cubierto por una legión entera que había emergido desde la oscuridad del suelo. Seguramente eran los efectivos que Sonia había dispersado por el mundo para localizar a Kiki, pues en enfrente de aquel ejército se hallaba el rebelde de Jamir: un hombre de mediana estatura y desordenada melena roja. Lo rodeaba una esfera invisible que debía servirle de campo de fuerza, una variante del Muro de Cristal de su maestro.  

 

Como de costumbre, solo una hormiga se adelantó para tantear al enemigo. Sosteniendo la lanza con ambas manos, cargó contra Kiki y en el momento en que la punta chocó contra el campo de fuerza, el arma se encendió en un fuego mágico capaz de consumirlo todo. Remo supuso que el ataque sería regresado a aquel entregado legionario, advirtiendo al resto de que debían guardar distancias, pero algo inaudito sucedió.

 

La Esfera de Cristal se curvó como una burbuja apenas acariciada, y de su superficie cristalina surgieron pequeños orbes que, al hacer contacto con las hormigas que estaban cerca, se agrandaron convirtiéndose en prisiones esféricas que regresarían hacia dentro cualquier ataque realizado por sus prisioneros. La que había atacado se vio envuelta en las llamas que había querido utilizar contra Kiki, desintegrándola en cuestión de segundos antes de que la esfera explotara.

 

Esbozando una sonrisa burlona, el herrero de Jamir presionó el escudo que lo rodeaba y más orbes cristalinos emergieron de él. Las hormigas quisieron retroceder, pero eran demasiadas y estaban demasiado cerca unas de otras. La primera línea acabó encerrada en múltiples prisiones esféricas, y en cuanto estas rozaban el suelo, surgían más burbujas que se dirigían a cualquier enemigo que estuviera cerca, agrandándose al mero contacto y convirtiéndose en un encierro inexpugnable. De forma inaudita, el efecto dominó dejó incapacitada a la legión sin que Kiki diera un solo paso.

 

Inmediatamente después, una figura encapuchada surgió de la sombra de un árbol. Se trataba de Sonia, que había observado la corta contienda desde el pasaje oscuro que solo ella y las hormigas utilizaban. Sus hombres se hallaban en las alturas, flotando confundidos en el interior de burbujas cristalinas que daban al cielo la apariencia del océano. Sonia carraspeó: Kiki había sido lo bastante listo como para alejarlos del suelo, de cualquier sombra que pudieran usar para escapar.

 

—Esto es ridículo —espetó la Regina al contemplar aquel absurdo espectáculo.

 

—Este nuevo mundo es ridículo —dijo Kiki. La tranquilidad que mostraba era admirable, aunque solo era una máscara ocultando la furia que sentía; como la cima de un volcán dormido esperando a entrar en erupción. Sus ojos, inquietos y vivaces, parecieron ver la identidad de su enemiga a pesar del embozo—. Tu gente es ridícula.

 

Veloz, Sonia acometió contra el último herrero de Jamir. Las garras metálicas de la mujer llegaron a atravesar el campo de fuerza de Kiki, pero solo rasgó las vestiduras. El ataque, realizado para matar a un hombre desprotegido, no pudo hacer nada contra la solidez de la armadura dorada que ocultaban las prendas del revelado santo de Aries. Este, entendiendo enseguida la superioridad de la mujer en el cuerpo a cuerpo, desapareció en menos de un parpadeo.

 

Si Remo no hubiese visto la cabeza decapitada de Kiki con sus propios ojos, pensaría que aquel era otro de los tantos fracasos del ejército, que tanta muerte había sido en vano. Pero enseguida se supo equivocado: el santo de Aries flotaba en el aire, precavido. Tan pronto Sonia lo vio, lanzó desde sus dedos sendos proyectiles flamígeros, pero al santo dorado le bastó interponer una de las innumerables esferas que lo rodeaban. El ataque fue regresado a tierra, y entre la curva pared cristalina, una hormiga parecía querer disculparse por aquello.

 

El titánico duelo dio inicio. Remo, mudo espectador del enfrentamiento, no pudo sino admirar el ingenio de Kiki; cómo empleaba la telequinesis para hacer de todo una herramienta útil para el combate: desde cuanto había en la superficie hasta el suelo y el cielo mismo, lleno de escudos. Aparecía y desaparecía allá donde quisiera mientras que ponía todo el escenario en contra de Sonia, la mujer a la que debía apoyar. ¡Era imposible hacerlo! Estaba viendo a un heraldo de los héroes de antaño, quizá el último que la humanidad vería. En el fondo, algo en él deseaba que ganara; le conmovía la determinación del último herrero de Jamir, o más bien, del último santo de Atenea.

 

La astucia y habilidad de Kiki le permitieron prolongar la batalla durante horas. Una tormenta empezó y acabó mientras aquellos dos luchaban sin permitirse un respiro. Un rayo cayó entre ambos, iluminando a Kiki en las alturas, donde Sonia parecía una con las sombras, como si el mismo Júpiter aprobara los actos de aquel guerrero. Cuando el agua dejó de caer y las nubes empezaron a dispersarse, el santo dorado se cubrió de un cosmos solar, y las estrellas del cielo nocturno parecieron caer como hilos de luz.

 

«Revolución de Luz Estelar —pensó Remo al ver aquellos haces incontables asediar a Sonia, unos buscándola directamente, otros aprovechando el efecto rebote que permitían las Esferas de Cristal.

 

Impotentes, las hormigas vieron cómo Sonia lidiaba con la red de luz. Las ropas negras fueron despedazadas, revelando una armadura no muy distinta de la que portaban las hormigas, y solo una combinación prodigiosa de rapidez y agilidad le permitieron salir indemne. Aun así nada había cambiado: ella era fuerte, más fuerte que el enemigo, pero no podía alcanzar  a Kiki entre las cárceles esféricas que utilizaba como escudos.

 

Una hormiga pensó aquello durante largo rato, con las emociones ocultas por un velo de sombras, y mientras pensaba apretó la lanza con tanta fuerza que empezó a agrietarse. Miró a Sonia, que se preparaba para evadir un nuevo ataque, y miró a sus compañeras: ¡la legión entera había resuelto lo mismo! Una tras otra extendían los brazos al frente y presionaban con fuerza las lanzas doradas. Si vivir era un estorbo para la Regina, dejarían de hacerlo; si la muerte era la senda hacia la victoria, morirían. Al romper las armas, un infierno blanco se desató dentro de cada esfera, consumiendo por igual prisionero y prisión. En el último momento, destacando aun dentro del fulgor, los ojos de la hormiga que inició aquel suicidio buscaron los de Sonia, tal vez pidiendo a su Regina que siguiera el camino que había construido para ella.

 

Sonia no permitió que Kiki tuviera tiempo para realzar cualquier escudo. Se lanzó sobre él en un salto feroz en cuanto las llamas blancas dejaron de cubrir los cielos, y ambos cayeron en la tierra como un meteoro ardiente. Tras aquel revés, la batalla redobló en intensidad. Santo y Regina olvidaron cualquier otro recurso aparte de ellos mismos. Las patadas de ambos abrieron la tierra, y los puños entrechocaron desgarrando el cielo, todo en busca de poner acabar con el contrario.

 

Lo último que Remo pudo ver gracias a la sangre de Marte fue un hondo y yermo valle donde antes hubo un amplio llano. Los alrededores estaban llenos de cráteres a cuál más profundo, y en el fondo, lejos de los primeros rayos de sol, el brazo de Sonia atravesaba el corazón del santo de Aries. Este trató de decir algo, quizá pedir disculpas, pero de sus labios agrietados solo manó sangre. Al caer a la tierra árida, el líquido carmesí se tornó en cosmos dorado, y un espacio negro punteado de estrellas llenó el interior del nuevo valle, envolviendo a Sonia y el moribundo herrero de Jamir. Los fútiles y suicidas estertores finales de la justicia ateniense se manifestaron como una infinidad de luces.

 

***

 

Toda aquella visión ocurrió más allá del curso normal del tiempo. Para Sonia apenas habían pasado segundos en los que Remo solo cabeceó y parpadeó un par de veces.

 

—¿Cuántos inocentes tuvieron que morir para esto?

 

—Menos de los que habrían muerto dentro de veinte años, en otra inútil Guerra Santa —contestó Sonia—. Todo fue por el bien del señor Marte.

 

—En este mundo, solo las hormigas deberían pensar así.

 

—¿Cuál es la diferencia entre una hormiga y yo, exactamente?

 

—Tú tienes libre albedrío. Puedes elegir.

 

—¿Como eligieron los habitantes de este mundo?

 

—Nuestro padre no les quitó el libre albedrío —aseguró Remo, enérgico, aunque pronto su voz perdió fuerza—. Son genuinamente bondadosos. No debemos traer la batalla a las vidas pacíficas que ahora llevan los humanos.

 

—Es lo menos que merecen luego de haber sacrificado tanto —convino Sonia, sobresaltando al cónsul del Sur—. No es un secreto que la población de la Tierra era mucho mayor que la de este mundo. Mucho más.

 

—Él tuvo que elegir, y eligió a los dignos. Nos salvó. Debemos estarle agradecidos.

 

—Sí. Gracias a que alguien decidió dejar de respetar el libre albedrío de los hombres, la humanidad pudo salvarse. Parece que al final no era tan importante poder elegir.

 

Remo suspiró largamente, sin entender cuál era el punto de Sonia. Hablar de la criba a la que Marte sometió a la humanidad el mismo día en que confesaba haber asesinado a inocentes era como condenarse a sí misma. Cualquier otro, así fuera el más notable miembro de la Guardia Pretoriana, habría muerto fulminado por el emperador.

 

Uniendo las dos manos, recogió las cabezas de Kiki y su discípula y caminó hacia una de las doce columnas que rodeaban el altar de Jano.

 

—No las pises, por favor. —El cónsul caminó entre uno de los senderos de tierra que partían del altar, separando cuatro porciones llenas de amapolas y otras flores hipnóticas. Sonia obedeció, siguiendo al amplio hombre hasta la columna.

»¿Por qué no huyó? —preguntó mientras la tierra frente a él se movía por sí sola, formando dos pequeños huecos a modo de tumbas—. ¿Por odio? ¿Por venganza?

 

—Es un santo de Atenea —apuntó Sonia—. Luchamos por el alma de la mocosa. Si huía, las hormigas la arrojarían a los rincones más profundos del Erebo.  

 

—Era una niña —susurró Remo. La papada le temblaba, y los ojos se le humedecían sin remedio—. Eran niños. Demasiados niños.

 

—Yo también lo fui. Los niños crecen —espetó la mujer.

 

Al colocar las cabezas en las improvisadas tumbas, Remo removió los montoncitos de tierra por encima de ambas, y la aplanó con algunas palmadas. En el proceso se manchó una de las bandas de la toga, del púrpura y dorado que solo los cónsules y el emperador vestían. Otra prueba de la autoridad de Remo era el laurel que le ceñía la coronilla calva, y que al incorporarse estuvo a punto de caer al suelo.

 

—No me ensañé con nadie —aclaró Sonia, quizá por haber recordado quién era la persona con la que estaba hablando, quizá por ver a aquel semidiós llorando—. Excepto el santo, ninguno sintió dolor. Simplemente murieron.

 

Remo se limpió la cara con la manga, aunque más lágrimas se derramaron. Aun abajo, entre briznas de hierba y tierra, empezaba a fluir una fina capa de agua que Sonia atribuyó al poder del semidiós, especialmente al ver que el líquido se desviaba sin alcanzar las dos pequeñas tumbas.

 

—Ha terminado —dijo Sonia—. Ya no queda nadie que pueda reconstruir el Santuario.

 

—No —dijo Remo, rotundo—. No acabará hasta que nos libremos de ese planeta maldito. Esa caja de Pandora que mantiene vivo nuestro pasado vil y violento.

 

—La Tierra.

 

—Sí. Murió hace mucho, y sin embargo sigue atormentándonos. Es por culpa de Asgard. Esa tierra es el ancla que mantiene el Viejo Mundo conectado al Hades.

 

Sonia parpadeó, extrañándole las palabras de Remo. Sonaba a delirios, pero el cónsul no era la clase de persona que deliraba.

 

—¿Asgard? ¿El Hades? ¿Podrías empezar por el principio?

 

—Sería demasiado largo, hermana. Aunque puedo decirte algunas cosas —decidió de pronto—. Asgard es una teocracia que se halla en el extremo norte del Viejo Mundo. La dirigen sacerdotes de dioses distintos a los nuestros, que solo saben de la muerte y la batalla. Me gustaría decir que son solo bárbaros, y más o menos así es, pero son bárbaros con autoridad sobre el ciclo de reencarnaciones. A través de sus oraciones, mantienen el flujo de las almas de los hombres donde siempre ha estado, entre la Tierra y el Hades. Mientras esas personas sigan con vida, nuestros muertos nunca serán nuestros muertos. El alma de esa niña que mataste no ha hallado la paz aún, ni la hallará de ninguna forma si no hacemos algo.

 

—Así que por eso llorabas —entendió Sonia—. Pensándolo bien, ya he oído hablar antes de Asgard. Mykene fue destinado allí.

 

—Y ha fracasado una y otra… ¿De dónde sale tanta agua?

                            

—Pensé que tú la habías convocado —dijo Sonia. Remo cabeceó negativamente a la vez que pisaba molesto el suelo mojado.

 

Para alguien que podía conocer cualquier batalla que hubiese sucedido, resultaba hilarante que no se hubiese percatado del agua hasta tener los pies empapados. Sin embargo, Sonia no rio. Más bien, frunció el ceño al tiempo que miraba al altar de Jano. El río fluía desde ahí, como venido de ninguna parte, trayendo consigo piezas de metal negro, pedazos del tipo de armadura que llevaban las hormigas.

 

Mágicamente, el agua se alzó como un torrente allá donde estaban Sonia y Remo, tomando enseguida la forma de un hombre de rubios cabellos rizados y sonrisa perpetua. Un palo afilado que antes flotaba sobre el líquido acabó entre los alargados dedos de Anteros, encarnación del río Tíber.

 

—¡Cuánto tiempo, Sonia! —Un largo abrigo púrpura con motivos dorados cubría a Anteros, signo de su posición como cónsul del Este—. Hueles a sangre, ¿lo sabías? Deberías darte un baño. —La apuntó con el palo. Su punta afilada estuvo a un centímetro de rozarle la mejilla, y de ahí descendió a través de la barbilla y el cuello hasta llegar al pecho, protegido por la negra capa y una coraza carmesí—. ¿Qué te pasa con este trozo de madera? Tu corazón late muy deprisa. ¿Será por…?

 

Sonia pretendió callar a Anteros de un manotazo, pero este se deshizo en el momento justo. Atrás, el agua volvió a amontonarse hasta adquirir forma antropomórfica. Pícaro, el cónsul del Este removió el cabello de la mujer con aquel intento de lanza, sin duda la que Julio, el niño de Olimpia que quería ser soldado, se había fabricado.

 

—Siempre pasa igual contigo. Tienes un muñeco, perdón, un subordinado nuevo y te vuelves sobreprotectora. —Aunque Sonia se giró rápidamente, tan pronto lo hizo Anteros ya estaba de nuevo delante de ella, picándole en la espalda baja como si fuera un niño en el cuerpo de un adulto—. ¿No fue eso lo que ocurrió con aquella santa de plata? ¿Cómo se llamaba? ¡Oh, quién se acuerda de eso!

 

La Regina y el cónsul estaban frente a frente. Una observando molesta el palo que el díscolo gobernante toqueteaba, el otro sosteniendo con descaro el mentón de la mujer.

 

—Detente, Anteros.  —Remo había adquirido al fin el coraje para retar a la encarnación del ser que le salvó la vida.

 

—Vaya, vaya. Tu tono cambia mucho cuando no eres un bebé en una cesta a merced del curso de un río, ¿verdad? —Anteros fulminó al cónsul del Sur con la mirada provocando que retrocediera, y luego regresó su atención a Sonia—. Además, yo solo estoy jugando. ¿Recuerdas, querida princesa, cuando solo eras una niña y tenía que limpiarte la espalda porque mamá y papá estaban ocupados? —La figura del hombre se hundió en el agua antes de que Sonia reaccionara. Resurgió a centímetros de la mujer, abrazándola con delicadeza—. Yo soy un amigo, no pretendo mandarte al exilio con cuentos sobre la perversa Madre Tierra que nos vuelve conflictivos. Porque sabes que Remo te manda con los salvajes de Asgard para que nuestro paraíso tenga una perturbada menos, ¿verdad?

 

—Fueron demasiadas muertes —se quiso explicar Remo.

 

—En tu noble raza hay quienes pintan, quienes esculpen y quienes matan. Algunas formas de arte son más apreciadas que otras, supongo, pero yo no soy así. ¡Mucho menos con nuestra princesa! —Confiado por la pasividad con la que Sonia afrontaba su gesto, acercó los labios a la oreja de esta y susurró—: Si quieres tocar el acordeón con los intestinos de ese viejo sacerdote, yo seré tu público, mi pequeña loca.

 

Incapaz de soportar más aquella insolencia, Remo hizo ademán de intervenir, pero se detuvo antes de siquiera dar un paso. Un escalofrío le recorrió la espalda. De pronto el agua que le mojaba los pies y la toga se le antojó especialmente helada. Desde la sombra de Anteros habían surgido tres estacas negras, las cuales atravesaban a la encarnación del Tíber de lado a lado. Aparentaban ser sólidas, pero a pesar de que Anteros estaba aprisionado por estas, ni las ropas ni el cuerpo del cónsul del Este habían sufrido daño alguno: solo su alma era prisionera de aquellos picos espectrales.

 

—Me temo que el peor lugar desde el que pueden atacarme es la espalda. —Sonia contempló desapasionadamente a su prisionero. Anteros no podía simplemente fundirse con el agua, estaba anclado a aquel lugar y solo podía cambiar su apariencia. Sus facciones variaban constantemente, en forma y edad.

»¿Qué significa esto? —cuestionó, mostrando la lanza que le había arrebatado.

 

—Un niño de Olimpia vaga por la peligrosa llanura de Tharsis rodeado por seis máquinas de matar —se explicó Anteros—. ¿Cómo no iba a preocuparme?

 

Impulsiva, Sonia golpeó el rostro infantil que ahora mostraba Anteros. Le rompió la nariz, y la sangre manó profusamente hasta manchar las ropas púrpuras, oscureciéndolas. El cuerpo del hombre vibró; piel y vestimenta se ondularon como el agua de un estanque tras el paso de una piedrecilla.

 

—El chico está bien —aseguró Remo, cuyo motivo de preocupación había cambiado de un momento a otro—. Hermana, no es la mejor persona de este mundo, pero es el cónsul del Este.

 

Sonia miró a aquel hombre orondo con severidad. Tan pasivo, temeroso de cualquier conflicto que pudiera ocurrir. Débil. Sintió que las entrañas le ardían, y propinó otro puñetazo a Anteros, aunque esta vez este pudo detenerla.

 

—Quizá sí que sea una buena idea enviarte a Asgard. —Sonia trató de mover el brazo, pero la presión que Anteros ejercía era la justa para impedírselo—. Oye, ¿no le has oído? Soy el cónsul del Este, se supone que…

 

—No me importa —dijo, ahora rodeada por un aura flamígera. En torno a ella, la temperatura empezó a elevarse—. Hombres que malgastan el poder que tienen permaneciendo sentados, viendo cómo crece la hierba, no me importa esa clase de gente. —El aire rieló por el calor que la mujer emanaba, el agua en derredor comenzó a evaporarse, y el ardiente brazo de Sonia brilló entre tonos rojos, amarillos y anaranjados—. Sois demasiado débiles para cumplir la voluntad de Marte cuando algo sale mal, ¿y aun así juzgáis a quienes defendemos esta frágil paz? ¡Ridículo!

 

—¿No te importa la paz que tu padre construyó para ti? —Anteros seguía sosteniendo el brazo de Sonia, poco menos que una antorcha viviente. Remo imploraba que se detuviera, pero él gritaba más fuerte que el orondo cónsul: la situación le excitaba demasiado—. ¡Pues mátalos a todos! A los hombres y a las mujeres, a los ancianos y los niños. ¡A los perros, si es que hay perros en Asgard! ¡Mata a los sacerdotes, a los guerreros del Ragnarok y a esos que se hacen llamar einherjar estando vivos! ¡Mata a todo ser vivo en esa tierra y luego mata a la misma tierra! Tal vez si amontonas todos esos cadáveres y asciendes por encima de ellos puedas mirar los ojos de Marte.

 

—¡Simplemente apartaos! —clamó Sonia, antes de desatar el fuego que había invocado.

 

Una explosión se extendió por los alrededores del altar de Jano, borrando hasta la última gota de agua que Anteros había traído hasta allí. También lo que había debajo, el jardín de flores hipnóticas, fue calcinado en un instante a la vez que las columnas que lo delimitaban. El fuego fue mucho más allá, quemando por igual tierra y aire. Solo una zona quedó a salvo: la que servía de tumba para Kiki y su discípula, así como el pilar que les daba sombra. Remo se había interpuesto para protegerla; las palmas de sus manos, extendidas hacia adelante, presentaban severas quemaduras.

 

—Simplemente debéis apartaros —murmuró Sonia. Un amplio cráter de tierra rodeaba ahora el altar de Jano, el cual no había sufrido daño alguno—, mientras yo protejo el mundo que mi padre creó para vosotros.

 

Notando que la situación se había calmado, Remo bajó ambas manos, adolorido. Cerca, Shabdiz relinchó, pateando las cenizas que habían quedado por ahí. Para nadie fue una sorpresa que el caballo sobreviviera a la explosión. Después de todo, él era uno de los sementales que tiraban del carro de Marte desde tiempos mitológicos. Respiraba fuego. No existía llama en la tierra o en los cielos que pudiera quemarlo.

 

—Una exiliada no merece tan noble montura —dijo Sonia, acariciando al semental—. Nos volveremos a ver. Tal vez.

 

Remo solo reunió el valor para hablar cuando Sonia estuvo a tres pasos del arco que hacía las veces de puerta hacia todas las puertas.

 

—Mataste a inocentes. Atacaste a un cónsul. Incluso tú, hermana, deberás alejarte un tiempo. Ve a Asgard, ayuda a Mykene a acabar con esos bárbaros para que podamos reunirnos con nuestros muertos, y sin duda el emperador podrá concederte un indulto. Esta será tu última misión: ni la muerte ni la guerra son la herencia de Ludwig.

 

—No, pero sí son el legado de Marte —dijo Sonia antes de atravesar la puerta, desapareciendo de los ojos de Remo y del planeta Marte, el Nuevo Mundo.

 

***

 

Términos:

 

Rómulo y Remo: Encargados de fundar Roma según la mitología romana.

 

Rea Silvia: Madre, junto a Marte, de Rómulo y Remo.

 

 

Lupa: También llamada Luperca. Es la loba que amamantó a Rómulo y Remo cuando eran niños.

 

 

 

 


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#48 -Felipe-

-Felipe-

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Publicado 22 febrero 2016 - 18:22

Voy a dejar esto aquí.

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- Señor, permiso para llorar amargamente y hacerme bolita.

 

- Permiso concedido.

 

En fin.

Vamos con el review correspondiente :D

 

 todo en busca de poner acabar con el contrario

Fue el único error que encontré.

 

Me gusta el personaje de Remo, gentil y piadoso en una Tierra hecha puré. No solo soltó un conveniente -pero triste- flashback, sino que en un solo párrafo logró explicar parte de lo que motivara esta historia, aunque todavía no entiendo el tema de los muertos bien, pero se dio el puntapié inicial a esta potencial guerra entre asgardianos y romanos, ahora que ya no... snif, no hay Santos. Porque mataste al último. ¡Sí, lo hiciste! De puro HdP que soy voy a escribir un PdV de Shaina donde describiré detalladamente cómo la mata Nachi de un escopetazo...

 

 

 

...¿En qué estaba?

 

Ah, sí, gran capítulo, la historia comienza a tomar forma ahora que introdujiste a ambos bandos. Y a un tercero, pero claro, ya acabaste con él...

 

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Editado por -Felipe-, 22 febrero 2016 - 18:22 .

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#49 -ñ-

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Publicado 22 febrero 2016 - 19:12

Buena muerte, digo... combate, buen combate... Y buena entrada a escena.



P.D. Faltan mujerzuelas y sexo...

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Publicado 06 marzo 2016 - 18:20

Buenas, perdón por la demora para poner mi primer comentario, pero quise juntar algunos capítulos por una cuestión de continuidad y para no perder el hilo al leer una historia nueva.

Lo primero que hice (perdón Rexo por este sacrilegio) fue copiar todo y ponerlo en un formato más legible para mi gusto (esos horribles espacios en el interlineado eran dolorosos a la vista). Una vez así, leí todo, y en la 1ra lectura fui comentando al margen lo que me parecieron errores o cosas significativas o que me gustaron. Sé que es trabajo de los betas, pero realmente este (al menos en principio) es un trabajo de calidad, así que me pareció que debe ir hacia la excelencia. El texto comentado te lo mando por MP, por si estás de acuerdo con lo que pongo ahí.

 

La estructura de portada e índice creo que la he visto en algún lado... Por cierto, muy buena imagen, Killcrom.

El título es revelador, desde el principio nos pone en presencia de dos mundos y sus (esperables) conflictos.

La historia hasta ahora es buena. Hay intriga, cosa que mantiene al lector pendiente. Hay drama, acción y algo de comedia también (tal vez la parte más floja). Y todo esto en un conjunto que fluye bastante bien, no hay casi escenas que parezcan metidas a presión en la trama.

Está bien escrita, incluso mejor escrita (para mí) que otros trabajos tuyos anteriores. Conociendo tus otros escritos, tenía miedo de que fuera larga como un rosario (lo que no estaría mal, es sólo una cuestión de gusto mío), e hiperadjetivada (que eso sí me parece mal en cualquier escrito, yo mismo me doy cuenta lo feo que queda cuando lo hago en mi propia historia); por suerte no ha sido así y la lectura es fácil y amena. Excelente ortografía, aunque esto ni hacía falta decirlo con vos.

Me gusta la inclusión de términos específicos para Asgard o Roma, es ahí donde se nota el cuidado que pone el autor a su obra, investigando y estudiando.

Narrador omnisciente, conoce todo, aunque nos cuenta sólo lo que quiere que los lectores sepamos, una buena elección.

Los personajes principales están bien definidos, incluso hasta los secundarios y/o los terciarios. Hasta se encuentra algún estereotipo por ahí (Remo: gordo pelado y cobarde) que funciona muy bien.

Los espacios también están bien descriptos. Asgard y su frío omnipresente, y Marte... aunque es presentado recién al final del capítulo 4, se van dejando caer pistas para que el lector se sitúe correctamente en el "Nuevo Mundo".

El motivo se va presentando a cuentagotas, y creo que todavía falta definirlo completamente, pero por ahora se ve un conflicto y el antagonismo, lo que con tan pocos capítulos alcanza para querer leer más.

 

Prólogo: No hay mucho que decir, cumple bien con su función de obertura de la historia. La única pregunta que me deja (al leer los nombres del final) es: ya ocurrió el Ragnarok?

 

Capítulo 1. El hombre de blanco: Lo mejor de este capítulo sin dudas es Alberich (pienso que es el que conocemos... cómo volvió de la muerte? o es uno distinto que se llama igual?), indolente, irreverente y egoísta... muy bien. Que sea él (por ahora) un protagonista, da qué pensar, no es precisamente un jugador de equipo.

Lo que fue confuso hasta llegar al capítulo 4, fueron las referencias a invasores y a Mykene, que no habían sido presentados ni en el prólogo ni antes en el capítulo. Como recurso no está mal, pero en el momento esperé que el narrador aclarara a qué se referían.

Ya tenemos presentes uno de los escenarios (Asgard) y conocemos un poco de su gente y modo de vida.

La gran pregunta a responder, qué hace Julian Solo allí? Si fuera el antagonista no creo que hubiera invocado su "alianza" con Atenea.

El momento de comedia: no fue el del balde en la cabeza, sino matar al viejo que desafiaba con sus puños mediante la espada... muy mal Julian, eso no se hace!

 

Capítulo 2. Tiempos de guerra: Todo el capítulo en un largo diálogo... podría ser una mezcolanza terrible, ya que aparecen mezclados personajes de distintas historias de la franquicia (pasamos por todos los asgardianos habidos y por haber), hay muchas explicaciones (qué es un berserker, por ejemplo), todos dicen algo, cuentan algo, aclaran cosas... Pero no, se salva de ser un lío de una manera bastante elegante.

Plantea bien las relaciones entre los personajes, incorpora los elementos de cada historia de manera que no choquen entre ellos, y las explicaciones empiezan a mostrarnos de dónde viene el conflicto que va a contar Dos Tierras. Por momento puede ser algo denso, pero en su conjunto, es tan necesario este capítulo, que su lectura debe hacerse atentamente sin que llegue a ser algo pesado.

Aparece acá el concepto de hormiga como el enemigo (y cada vez que leo hormiga, mi mente me juega un truco y lee mirmidón, será así?) y de berserker como la solución asgardiana a eso. Cuidado con las definiciones de diccionario, yo ya tuve mi experiencia con Wiki-Virgo como para saber por qué lo digo, jeje.

Y cuando hay un enemigo, hay un conflicto... y por lo tanto, la búsqueda de la salida de ese conflicto, una estrategia, que es la que nos muestra este capítulo.

Que los cuerpos quedaran tirados en el capítulo anterior, sumado a la pequeña discusión sobre este tema aquí, recién se me aclara un poco en el capítulo 4 con algo que dicen de los muertos... algo hay allí a lo que tendré que estar atento, porque todavía no entiendo del todo.

Ya lo dije arriba, pero lo repito: el uso de personajes y términos de la mitología nórdica está muy bien amalgamado en el texto y no interrumpe nunca la lectura.

Creo (creo!!) que Julian está en Asgard para ayudar... pero qué espera para hablar? por qué hay un visitante misterioso a su celda? y por qué Andreas no lo nombra?... Huelo a traidor.

 

Capítulo 3. Nuevo mundo, costumbres viejas: Cambiamos drásticamente el escenario (y nos quedamos con todas las preguntas de los 2 primeros capítulos)... aparecemos en una ciudad marciana, con nuevos personajes (que siguen desfilando desde toda la franquicia). Me encantó la sutileza del narrador para presentar a Marte sólo con algunas pistas, casi que ni hacía falta nombrarlo al final del capítulo 4.

Lo que me sorprende acá es que hay un mundo, aparentemente regido por Marte, con un ejército beligerante como las hormigas... y que sea pacífico! Es cierto que esta gente viene huyendo de una Tierra devastada por las Guerras Santas, pero me choca mucho... acá hay gato encerrado.

Lo del gusano me sonó a Dune (o peor, a Tremors), pero fue el recurso para presentar en potencia y habilidades a los mirmidones... hormigas!! digo, hormigas!!! Son los soldados perfectos. Hacen solamente lo que se les mandan y piden permiso hasta para morir. Va a chocar leer si alguno se comporta con libre albedrío luego. La descripción del que murió me hizo acordar a una posesión.

Lo que no quedó tan bien creo que fue el personaje de Julio, me pareció una parodia de Kiki (qué ironía que se desmayara al ver lo que vio) a la que no le encontré mucha gracia. Odié al personaje inmediatamente. No me cayó bien su incipiente poder, ni siquiera su inocencia. Si vuelve a aparecer espero que se redima, porque así como apareció, se diluyó sin pena ni gloria. Sólo sirvió para que viéramos el poder de las hormigas y que Sonia aclarara algunas cosas... para eso, con el gusano alcanzaba.

Lo que fue un baldazo de agua fría, anti-climax total... fue la tranquila explicación del ejército marciano, en plena pelea con el gusano... Es el poder de Wiki-Virgo que trasciende las historias...

Buen personaje Sonia. Que las hormigas la llamen Regina es una delicadeza que se agradece.

El transportarse usando las sombras como portales está muy bien (creo que ya lo ví en alguna película), me gustó mucho ese recurso ya que da infinitas posibilidades (y de paso explica algunas alusiones en los anteriores capítulos).

Por último, nos muestra la organización marciana, y el final de los atenienses... y surge la pregunta: los atenienses se mudaron a Marte por propia voluntad o engañados? o para resistir alguna conspiración? Por qué luchaba Kiki contra el poder establecido, si hay "paz" en el Nuevo Mundo?

Destaco nuevamente el uso de términos específicos romanos... y la inclusión de Jano, un dios muy relacionado con Roma (y no con Grecia).

 

Capítulo 4. Hijos de la guerra: Obviamente el título hace referencia a Remo y Sonia como hijos de Marte, y acá se me plantea de nuevo la duda... Remo es pacifista o simplemente cobarde? Como hijo del dios de la guerra, se me hace muy raro su comportamiento. Sobre todo al contrastarlo con su hermana, la que tiene muy claro su objetivo beligerante y no se anda con miramientos a la hora de matar.

El maquiavelismo empleado en la búsqueda y posterior batalla contra Kiki, pinta muy bien la personalidad de Sonia. Resuelta, independiente, tenaz... y se viene contra Asgard, qué miedo!

La visión de Remo está bien, el combate se entiende y es dinámico, no hay mucho para decir, salvo que Kiki ya sabía que iba a perder de antemano. Mi impresión es que entró derrotado al combate. Pero la pregunta sigue... por qué era un rebelde merecedor de la muerte que le dieron? contra qué o quién luchaba? Mención para la técnica de las burbujas, muy creativa y digna de ser robada por otros autores.

Acá encuentro la referencia a la conexión de Asgard con el Hades y algún problema con el flujo de las almas y los muertos que todavía no termino de entender, y ya lo leí 3 veces... seguramente más explicaciones vendrán en el futuro. Pero creo que la base del conflicto está en esto, según explican. Veremos.

La aparición de Anteros como ser "líquido" está muy bien descripta, todo el tiempo lo tuve presente. Pero me sigue chocando que gente asociada al dios de la guerra no esté contenta con la guerra. Tanto que, en cierta forma, mandar a Sonia a ayudar a Mykene no es mandarla a una misión, sino mandarla al destierro, al exilio para sacarse el problema de encima.

 

Y bien, creo que con estos 4 primeros capítulos tenemos planteado el escenario, falta que el lector se entere de alguna cosas, pero son las que se verán con el devenir de la historia. La base de la historia, el conflicto y los antagonistas ya han sido presentados. Espero que el desarrollo siga tan interesante y bien escrito como hasta ahora.

Es importante la aclaración que leí por allí de que ni la serie de Asgard ni la película ocurrieron en este universo. SoG y Omega tampoco? Cuál es el antecedente "canónico" para este nuevo universo de SS?

Mucha suerte e inspiración en la continuación de lo que parece que será una gran historia!!

Y no sé como quede pedir esto acá, pero... te invito a seguir con tus comentarios en mi historia, que se extrañan las parrafadas de Rexo por allá.

 

  :ss6:


CdZ A.D. 5000 - Más Allá del Cosmos - Capítulo XXXVI: SENESCALES


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ICARO siempre presente. La Secta no olvida.


#51 Lunatic BoltSpectrum

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Publicado 08 marzo 2016 - 18:36

como siempre buen capitulo esperando la continuacion

 

saludos

 

la batalla de sonia estuvo genial



#52 SagenTheIlusionist

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Publicado 10 marzo 2016 - 11:21

Gran capítulo Rexo :lol:

 

La batalla quedo muy buena, que pena el desenlace de este, pero demostró seguir siendo fiel a Athena o tal vez... no serle fiel a otro dios simplemente (?

 

Muy interesante la variante del muro de cristal, y su efecto dominó

 

Vaya ya se nos han revelado dos cónsules, el del Sur y el Este. Algo me dice que Mykene tiene muchas posibilidades de ser un cónsul, o aún más, un guardia pretoriano, porque los cónsules parecen muy "pasivos".

 

Saludos :lol:


Si deseas leer un fanfic, puedes echarle un vistazo a mi historia, se agradecería:

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                              "Los Reinos de Etherias"      Ya disponible hasta el Cap. 34

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#53 ℙentagrλm ♓Sнσgōкι

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Publicado 10 marzo 2016 - 15:32

Bueno bueno, míster Rexo... Aquí vuelvo para dejar las opiniones irrelevantes de este joven novato.

 

¿Y si te digo que el capítulo que acabo de leer (el tercero) es el mejor y el más original que has hecho hasta ahora, cómo te quedas?

 

Llego aquí y pienso literalmente "pfff, vaya ladrillo que ha escrito el tío, como el capítulo anterior", pero según transcurre la acción quedo muy muy satisfecho con lo que esperaba de este. Todo da un giro muy muy Asterix y Obelix. Seguro que te estarás preguntando: "¿Qué c*jones dice el perroflauta este?", pues tal cual lo que te digo. La explicación a este argumento es que todo tiene un toque antiguo, rudimentario, oxidado y oscuro. A su misma vez, supongo que la ambientación es futurista; un universo demacrado por algún tipo de guerra termonuclear global o quizás la salida de otra temporada nefasta de The Simpsons, ¿quién sabe? En Asterix y Obelix me pasa lo mismo: todo es antiguo, pero tiene un toque a nuevo, a moderno que, obviamente, despunta.

 

Personajes quizás algo predecibles. Tenemos al niño impresionado por la aparición de un ejército que le maravilla, ya que, seguramente, se pase la vida jugando a Call of Duty 4: Modern Warfare, y tenga ganas de matar algo. Luego nos encontramos con la mujer de piedra: Sonia (que, por alguna razón, no puedo no relacionarla con Sonia de Escorpio, de Saint Seiya Omega), la malota de la historia. Es fría, es dura, y es, probablemente, portadora de un montón de traumas infantiles. Luego el alcalde que ni siquiera es capaz de mantener a su hijo en casa (no me quedó muy clara la parte esa: ¿es Julio hijo del secretario del alcalde o de ese hombre en cuestión?). Un ejército original: hormigas. ¿Qué sabemos de las hormigas? Menos que nada, gracias a Dios. Son oscuras, son dependientes de alguien o de algo, son creaciones inteligentes que ponen el listón más arriba.

 

Siendo serio: podemos deducir que tras Dos Tierras (que bien mirado ahora, ya entiendo más o menos de dónde salen esas dos tierras) hay un gran proceso de montaje tras él. Sé que eres un hombre ocupado, pero eso no te priva de seguir escribiendo una historia que, a pesar de algún topicazo puntual (en serio, ¿quién es el guapo que se monta una historia 100% original de Saint Seiya?) tiene una de las tramas más distintivas del subforo.

 

De escritura no te voy a hablar. Tienes una letra muy bonita, supongo. Además tu expresión es ligera y densa a la vez. ¿Cómo es posible? Densa en cuanto a palabrería, pero ligera en cuanto a contexto para explicar esas mismas palabras. No soy un diccionario, así que no sé todas las expresiones del universo, pero de la manera que te expresas, no es muy difícil adivinarlo.

 

Un saludo.


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Publicado 22 marzo 2016 - 12:35

Saludos, Rexo.

 

Vaya que ha pasado mucho tiempo desde que no leía una historia tuya. Desde el Juicio Divino y tu oneshot, no habías compartido algo.

 

Lo bueno es que la inspiración te ha llegado nuevamente, ¡y de qué forma!

 

Hasta ahora he leído el prólogo y el primer capítulo y debo decir que tu forma de escribir es muy buena. El relato es fluido y atrapa. Describes muy bien las escenas de combate y los diálogos dotan gran carisma a tus personajes, incluso a los que aparecían como secundarios (y que murieron del modo más salvaje, reflejo de la situación actual de Midgard y Asgard).

 

Sobre la historia en sí, me gustó bastante que nos presentes un mundo devastado. Aquello le da a la trama un aire más serio e inclusive oscuro. Me agradó también que no te hayas reservado las escenas violentas y sangrientas. Muy gráfica la descripción de todo, y eso es algo que se agradece.

 

Por último, capturaste muy bien las personalidades de Alberich y Julián.

 

Éxitos con este proyecto. Saludos desde Ecuador.

 

Kaze~


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Publicado 27 marzo 2016 - 21:44

Saludos

 
Recuperándome del primer retraso en el ritmo de publicación, aquí les traigo el capítulo 5, algo más tranquilo que los anteriores. Pero primero, lo primero.

 

Felipe

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Wind no Joseph.

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***

 

Gracias a todos por sus comentarios, y a cambio, con la friolera de dos días de retraso en la quinta entrega, les dejo el capítulo 5.

 

Capítulo 5. Dos caras de un mismo reino

 

En las profundidades del Valhalla, encaramadas en la falda de la montaña sobre la que el palacio fue construido, se hallaban las mazmorras, popularmente conocidas como Niflheim, hogar de la niebla.

 

Apenas existía diferencia entre estar en una de aquellas celdas o quedarse a pasar una noche en Asgard al raso. Las paredes, el suelo y el techo estaban formados por capas de hielo fortalecidas a través de los milenios. Para los prisioneros solo había oscuridad, una noche perpetua en la que no podían permitirse dormir, pues en aquel lugar sueño era muerte, y la muerte era el único y último sueño al que se podía aspirar.

 

Hacía ya mucho tiempo que nadie acababa encerrado allí, Aquella antigua prisión no fue construida para los hombres comunes. Según las leyendas, fue diseñada para enemigos que no podían ser contenidos por la piedra y el metal, quienes habían despertado el cosmos y podían destruir las más fuertes cadenas y los más amplios muros con las manos desnudas. A ellos, Niflheim les arrebataba el cosmos y el calor, devorando hasta la última onza de las fuerzas que invocaran para tratar de escapar, las cuales acababan convertidas en la niebla que imperaba en el lugar.

 

Desde que Alberich trajo a aquel extranjero presentándolo como Julian Solo, Hilda de Polaris había asumido que trataría de liberarse usando el cosmos, revelándoles cuánto de aquel viejo mito era verdad. Pero los días habían pasado y nada había ocurrido.  

 

«Además, él no conoce el cosmos. No hay otra explicación si mi padre no percibe nada en él —reflexionó la sacerdotisa mientras indicaba a Hrungnir, el imponente carcelero, que ella entraría sola—. Entonces, ¿cómo venció a Erik tan fácilmente?»

 

La puerta, un grueso bloque de hielo, se elevó mágicamente hasta desaparecer en una oquedad del techo, goteando lascas congeladas en el proceso. Al ser la única salida para alguien lo suficientemente peligroso como para ser encerrado Niflheim, que se abriera o se cerrara dependía de la voluntad de los dirigentes de Asgard.  

 

Hilda pudo haber dado el permiso a un intermediario. Hrungnir, por ejemplo. Pero ella, seguramente tan obstinada como el mismo Alberich, deseaba comprobar por sí misma la clase de hombre que era el supuesto Julian Solo.

 

«Tendrás a la responsable de tres días de tratos inhumanos según tus leyes. No se me ocurre un mejor momento para recurrir al cosmos… o a la magia —acotó, dispuesta a esperar lo inesperado.»

 

La entrada a la celda volvió a ser cubierta por el bloque de hielo en cuanto Hilda la atravesó. Una enemiga de Asgard habría quedado a ciegas de inmediato. La sacerdotisa de Polaris, por el contrario, recibió la bendición de una luz azulada que parecía nacer de las mismas paredes. Gracias al mágico fulgor podían verse la densa niebla que impregnaba el lugar, un par de cubos y un hombre cubierto por un maltratado traje blanco, con algunas manchas oscuras y cubierto de escarcha. La baja temperatura atenuaba en parte el nauseabundo olor de la celda.

 

Sacerdotisa y prisionero habían esperado otra cosa. Él se había acostumbrado al gigante Hrungnir, cada día profiriendo una nueva amenaza a la vez que evitaba tragarse la abundante barba gris en el proceso. Hilda había asumido que se encontraría a alguien fuera de lo común, alguien capaz de sobrevivir a Niflheim, donde los hombres comunes morían y los campeones de los dioses acababan convertidos en estatuas cristalinas, estáticas. El hombre que tenía enfrente se conservaba bien, solo la barba incipiente y el estado de sus ropas atestiguaban los días de encierro, pero más allá de eso parecía ser una persona común, no un guerrero. Ni siquiera se había levantado, aunque sin duda contaba con fuerzas para hacerlo.  

 

«Aunque esa mirada —se dijo Hilda, recordando la descripción que, según Alberich, Stenn y Sven habían hecho de aquel hombre—. Estaban en lo cierto.»

 

—¿Quién eres? —preguntó el prisionero. La repentina luz que ahora dominaba la celda no parecía haberle afectado. Ni siquiera parpadeaba—. ¿Hilda de Polaris? 

 

—Sí —asintió la sacerdotisa. No se molestó en preguntar cómo lo supo: un mago había visitado al prisionero, y Alberich era uno de los pocos asgardianos interesados en dominar el antiguo arte de la magia—. ¿Quién eres tú? 

 

El prisionero no contestó. Permaneció en silencio unos segundos, contemplando los gélidos muros con sin mostrar ningún interés.

 

—Asgard, Valhalla… —murmuraba, pensativo. Al notar la impaciencia en el rostro de la sacerdotisa, preguntó—: ¿Si te contesto, podrías sacarme de este lugar?

 

Por la mente de Hilda pasó la idea de mentir. La desechó de inmediato.

 

—Tu destino depende de Drbal, Sumo Sacerdote de Asgard.

 

—Cierto. Alberich mencionó a un señor Drbal. Es el hombre al que vuestros soldados deben rendir cuentas si quebrantan la ley —recordó el prisionero, haciendo gala de su buena memoria—. Sumo Sacerdote, ¿eh? Como el Sumo Sacerdote del Santuario.

 

—Sé que te dices un aliado de Atenea y los santos.

 

—Es lo que ella y yo acordamos —dijo el prisionero, esbozando una sonrisa leve y fugaz—. De donde yo vengo, ayudar a esos jóvenes guerreros es visto como estar del lado de la justicia. Me sorprende que aquí sean llamados asesinos.

 

—Alberich tiene la boca demasiado grande —supuso Hilda. El prisionero cabeceó afirmativamente—. La historia de nuestro pueblo es larga y compleja, y no es el momento para hablar de ella.

 

—Comprendo. Es por la muerte de tus hombres. Quieres venganza.

 

—Los sureños teníais esa idea, sí. Morir en batalla es un honor que muy pocos hombres obtienen cuando llegan vivos a la vejez. Salvaste a un buen hombre de morir postrado en una cama, ¿por qué querría yo venganza? —explicó.

 

El prisionero frunció el ceño, mostrándose desconcertado ante la lógica de la sacerdotisa. Hilda se esforzó en ser comprensiva.

                                                                                                      

—Desde lo alto, ellos te agradecen que les dieras la oportunidad de dar a conocer su fuerza y habilidad a los dioses. Gane o pierda, un guerrero es digno si cae en batalla.

 

—El capitán Erik, Stenn y su sobrino, Sven —listó el prisionero, indicando que recordaba a quienes había dado muerte—. Ellos no libraron una batalla gloriosa, simplemente se suicidaron.

 

—Así que te valiste de alguna artimaña para vencer a Erik.

 

—Siempre que haya la más mínima posibilidad de que sobreviva a algo que amenaza mi vida, la fuerza que protege a mi familia la convertirá en certeza. Fui entrenado para sobrevivir y defenderme, además, Erik me dio una espada de buen acero. En esa situación, simples soldados no tenían ninguna oportunidad. Ellos lo sabían en el fondo, y a pesar de ello se arrojaron a la muerte sin dudarlo.

 

—¿Dices que un entrenamiento básico te bastó para tener una posibilidad de vencer contra tres de nuestros hombres? —cuestionó Hilda.

 

—Siempre hay una posibilidad de sobrevivir, solo que a veces es tan pequeña que somos incapaces de verla. Mi maestro logró que aceptara esta verdad, y no sin esfuerzo. —El prisionero esbozó una sonrisa enigmática, como si acabase de contar algo que debía ser gracioso, aunque solo él pudiera entenderlo.

 

—Debió de ser un gran guerrero.

 

—Nació destinado a serlo. Un guerrero que lucharía por el mundo, no por el honor, la gloria o la satisfacción personal. Uno de los elegidos que derramarían la últimas gotas de sangre que serían derramadas. Un amigo —dijo al fin, descartando todo lo demás con un gesto, desganado—. Él es un amigo. Aún es extraño llamarlo maestro, aunque es cierto que él me entrenó. Yo no nací para combatir, pero cuando supe la verdad…

 

—¿Qué verdad? —dijo Hilda al ver que el prisionero volvía a quedarse callado.

 

—Todo el imperio de mi familia se basa en una alianza milenaria con un dios —contestó esbozando una sonrisa amarga—. Cuando él está ausente, la suerte nos sonríe, no permite nuestra muerte si no hemos tenido descendencia. A cambio de esa protección, en el momento en que decide manifestarse en el mundo nuestra voluntad deja de importar . El más joven de nuestra estirpe es marcado como recipiente de Poseidón, el dios del mar.

 

—Eres Julian Solo —dijo Hilda, esta vez el prisionero respondió de inmediato, cabeceando afirmativamente—. ¿Por qué no has hablado hasta ahora?

 

—Desconfianza.

 

Hilda no podía culparlo. Desde que lo trajo como prisionero al castillo, Alberich había mostrado un interés excesivo en la llegada de Julian Solo, y no dudaba de que hubiese actuado del mismo modo durante la captura.

 

«Algo se trae entre manos, y esta vez no ha tenido la prudencia de ocultarlo. —La sacerdotisa observó de nuevo al prisionero, dando una mayor importancia a su estado. No solo no estaba congelado, sino que ni siquiera había perdido color o sufrido quemaduras. A pesar de llevar tres días en Niflheim, Julian Solo lucía tan saludable como el más robusto asgardiano—. Alberich no trató de ocultarlo porque sabía que sería evidente. Solo los dones divinos podrían superar la magia de este lugar.»

 

—Tres buenos hombres cayeron por un títere, no un guerrero.

 

—Sería un hipócrita si renegara de la bendición que Poseidón depositó en mi familia —dijo Julian, quizá adelantándose a los prejuicios que notaba en la mirada de la sacerdotisa—. Antes de mí, quién sabe cuántas generaciones vivieron felices gracias a él. No rechazo la protección de un dios, pero deseo ser digno de ella, usarla para hacer algo bueno. Por eso pedí ser entrenado. La cooperación puede abrir nuevos horizontes.

 

—Un hombre que ni siquiera puede sobrevivir por sí mismo no es un hombre. No cooperas con un dios, eres un parásito.

 

Julian Solo respondió al juicio de aquellos ojos celestes con igual dureza. La niebla se escurría entre sus dedos, lo único en aquella celda que le provocaba escalofríos.  

 

—Esto son almas —afirmó, alzando la mano con brusquedad—. La gente que muere aquí, es devorada por este lugar.

 

—No imaginas la clase de seres que han muerto aquí.

 

—No lo hago —dijo Julian. Volutas de niebla lo rodeaban, como atraídas por el fulgor aguamarina de sus ojos—. Solo me pregunto cómo encaja esto en vuestra cultura salvaje. ¿Para qué ensalzar muertes sin sentido si en el fondo deseáis lo mismo que todos? Supervivencia, orden, paz…

 

—¿Muertes sin sentido?

 

—La gloria de la guerra es propia del Medievo y los discursos vacíos de gobernantes sin alma. Glorificar la muerte es un insulto al don que nos otorgaron los dioses.

 

—No es lo que aquí creemos, extranjero. Agradecemos el regalo de los dioses luchando por la vida que nos dieron día tras día. ¿Qué sería de nosotros si no lo hiciéramos? La comodidad nos debilitaría, y eso en Asgard es la muerte.

 

—¿Asgard descarta a los débiles, entonces? —cuestionó Julian, apartando con el brazo la niebla que lo rodeaba.

 

—Quienes luchan son salvados por el señor Odín y la señora Freya. Quienes dejan pasar la vida acaban en los dominios de Hel.

 

—Tenéis dioses crueles.

 

—Todos los dioses lo son —replicó Hilda—, pero algunos se valen de ello para fortalecer a quienes les son fieles. Todas las sociedades que rehúyen del combate se vuelven más vulnerables a las inclemencias de la naturaleza y los reinos de fuera. Entonces las personas ceden más poder a quienes les gobiernan y protegen, volviéndose aún más débiles, aún más necesitados de protección. No es así como un asgardiano quiere vivir, nadie aquí quiere ser un cobarde en el rincón de una casa con puertas y ventanas atrancadas, siempre temiendo que la muerte un día les llame.

 

—Debe haber una gran recompensa al final de esta vida si aceptáis con tanto ánimo una vida tan sacrificada.

 

—La hay —dijo Hilda, formando una sonrisa de lástima—. Pero los extranjeros no podéis comprenderlo. No si creéis que una vida de lucha es sacrificio.

 

Habiendo puesto a prueba la paciencia del prisionero —y la suya, aunque jamás lo reconocería—, la sacerdotisa se dirigió hacia la salida sabiendo que aquel hombre no albergaba ningún cosmos. Aunque se tratara de Julian Solo, frente a un obstáculo imposible de superar no era distinto de cualquier hombre.

 

«Él mismo dio la clave —recordó—. Debe haber una posibilidad, grande o mínima. La bendición que Poseidón dio sobre los Solo no bastaba para convertir cero en uno. Y si cuenta con esa protección, significa que el dios de los mares debe de estar ausente.»

 

Mientras el bloque de hielo ascendía nuevamente, Hilda dio vueltas a la idea de que pudiese estar mintiendo.

 

—¿Cómo alguien tan débil tuvo el valor de matar a tres hombres?

 

Julian Solo suspiró largamente. Por un momento Hilda creyó que no respondería, y caminó hasta salir del lugar sin oír nada.

 

—Fui el avatar de Poseidón. A través de mí, él inundó ciudades y puso fin a millones de personas desarmadas. Comparado con eso, matar soldados es algo simple. El único papel de quienes viven para la guerra es el de matarse entre sí.

 

El bloque de hielo tapó la entrada sin que se dijera nada más. Regresaron el silencio y la oscuridad de siempre, y Julian tuvo tiempo de sobra para pensar en aquella discusión. Sin proponérselo, siempre acababa regresando a un simple comentario sin importancia, algo que la sacerdotisa había dicho en pasado por alguna razón.

 

«Los sureños teníais esa idea, sí.»

 

La frase resonó en su mente poco antes de dormir.

 

***

 

Al despertar, Julian no se molestó en abrir los ojos. Permaneció un par de minutos tratando de recordar el sueño que había tenido, por si hubiese alguna pista que le sirviera para cumplir la misión que se le había encomendado.

 

Solo pudo ver algunos retazos, escenas que compartía con quienes decidían el destino de los hombres: Poseidón, manifestándose a través del mar Egeo, aceptó contarle la verdad; Saori Kido, encarnación de la diosa Atenea, escuchó atentamente su deseo de hacer algo más por el mundo, de luchar para que la humanidad no padeciera de nuevo el castigo de los dioses, pero se negó a liberar a Poseidón. Vio a héroes combatir, y a inocentes morir ahogados; escuchó sus gritos y se estremeció al saberse responsable de todo aquello. El resto eran imágenes inconexas de su pasado, y un día de playa, el último que tuvo antes de llegar al frío Asgard. Sorrento le llamó desde la lejanía, donde tocaba para un grupo de huérfanos, y dijo algo sin importancia que no pudo oír. Cuando regresó la mirada al mar tranquilo, este se alzó sobre él y lo devoró, otorgándole la misión que había estado esperando, la oportunidad de hacer algo por el mundo.

 

Entretanto, se fue haciendo evidente que había alguien más allí.

 

—¿Se supone que debéis mantenerme despierto?

 

—Se supone que pocos hombres pueden dormir aquí, y ninguno puede despertar. —La celda volvió a llenarse de una luz azulada, revelando por un instante al astuto Alberich, y luego se extinguió—. Pero vos no sois un simple hombre, ¿cierto?

 

—Yo solo cuento con la protección de Poseidón —aclaró Julian—. ¿A qué has venido?

 

—A traeros un regalo, por supuesto. —Entre las sombras, Alberich agitó una botella de hidromiel—. Lamento la falta de luz. Se supone que no debería estar aquí.

 

—Comprendo que alguien como tú actúe a espaldas de iguales y superiores —dijo Julian—. Lo que no entiendo es qué beneficio pretendes conseguir con esto. Primero evitas que me ejecuten, luego me arrastras hasta esta prisión en la que recibo más preguntas que respuestas, y aun así te diriges a mí con deferencia. ¿Por qué?

 

—¿No aceptaréis mi regalo? —Evitando la pregunta, Alberich acercó la botella a Julian, quien la aceptó por cortesía—. Ahora tenéis el hidromiel, más tarde vendrán las mujeres… O tal vez ya vino. Una mujer esbelta, de cabellos blancos como la nieve, piel suave como la seda y una mirada capaz de expresar la dulzura de una doncella o la determinación de una valkiria. ¿Y quién podría doblegar a nuestra futura soberana? ¿Y cómo? Tal vez sea necesario un anillo de leyenda, forjado con el oro del Rin y traído hasta estas tierras por la voluntad divina…

 

—Has bebido —supuso Julian. No podía ver a Alberich, pero no podía evitar sospecharlo al escuchar los disparates que decía. Aunque no parecía que le costara estar de pie. El asgardiano no se quedaba quieto, andaba de un lado a otro removiendo la niebla, inquietando a las almas allí encerradas.

 

—Algo —admitió Alberich—. Llevo demasiado tiempo bebiendo para lamentar lo que fue este reino, ya era hora de que bebiera para celebrar lo que será.

 

Aunque quizá lo haga luego… Llevo demasiado tiempo bebiendo para lamentar lo que fue este reino, ya es hora de que beba para celebrar lo que será.

 

—No creo que a tu señora le guste saber que lamentas el estado de este reino. Ella parecía estar orgullosa.

 

—Creo que mi señora está orgullosa de que sigamos vivos pese a todo lo que ha ocurrido. Hilda de Polaris es sensata y hermosa. ¿De verdad no podéis verlo? ¡Bebed, entonces! ¡Bebed para despertar vuestros sentidos y percibir la belleza del mundo! 

 

Julian podía ver una segunda intención tras las entusiastas palabras de Alberich, pero aceptó el consejo. La bebida fue inesperadamente cálida, distinta del calor que conservaba gracias a la protección de Poseidón. Agradeció el regalo con un gesto, asumiendo que Alberich podría notarlo de algún modo.

 

—¿Mejor? Decidme, ¿qué es lo que más deseáis ahora?

 

—Lo mismo que deseaba la última vez que hablamos: salir de este lugar. ¿Qué es lo que buscas tú, Alberich? Sé claro.

 

—Las mismas palabras que mi señora utilizaría. Ahora ella debe de estar galopando a lomos de Dagr rumbo al altar de Polaris, desde en el que tiempo atrás nuestro pueblo veló por el vuestro. Oraban a los dioses para asegurar que las almas no pasaran la eternidad en las tinieblas, para que los guerreros del pasado pudieran regresar al mundo a librar nuevas batallas y redimirse ante los severos jueces del Hades.

 

—¿Sois enemigos de Hades? —cuestionó Julian, interesado.

 

—Tal vez lo fuimos, tal vez no. Nuestros antepasados siempre tuvieron fe, lo único que en estas tierras puede anteponerse a la fuerza. Yo no me atrevo a aventurar hasta qué punto los mortales podemos ser enemigos de un dios, o siquiera un obstáculo. Lo dejaré en que fuimos guardianes de Midgard, y que ahora solo somos supervivientes. Vivimos con el único propósito de despertar el día de mañana, algo honroso si hablamos de un único hombre, pero no es suficiente para un reino. ¡Las sociedades se forman para lograr lo que los hombres no podrían hacer solos!

 

—¿Aceptaríais que los débiles sobrevivan recibiendo la ayuda de los demás?

 

—No os culpo por prejuzgarnos. No nacisteis en Asgard, no habéis vivido en esta tierra dominada por milenios de tradición. Y aunque eso es afortunado, quizá debería exponeros nuestra situación. ¡Sé fuerte o morirás! ¡Sé temerario o te volverás débil! ¡Lánzate a la batalla antes de que mueras en la cama! ¿A qué os suena? 

 

—La clase de actitud autodestructiva que hace que dioses como Poseidón deseen destruir a la humanidad. Una naturaleza salvaje, primitiva.

 

—Es un modo de verlo, sí —dijo Alberich, colocando la mano en el hombro de Julian. Al fin había decidido sentarse—. Yo pienso que es fuerza desperdiciada. Ese es nuestro problema. Tenemos mucha fuerza, pero nos falta un propósito. No el de un hombre, sino el de un reino.

 

—Focalizar la fuerza y el valor en algo productivo, no en batallas sin sentido o simple destrucción —aprobó Julian—. Si has pensado en eso, ¿por qué no te movilizas para conseguirlo? ¿Acaso eres el único en esta tierra que piensa así?

 

—Lo dudo —dijo Alberich, y la confianza que tenía en sí mismo era tan grande, que aun en las tinieblas podía sentirse que estaba sonriendo—. Es solo que se necesitan dos herramientas para lograr una revolución sin destruir Asgard en el proceso.

 

»En primer lugar, un enemigo que una al pueblo. Es el mejor remedio para evitar los conflictos internos y acallar a los grupos más pequeños. Lo encontramos en los invasores, las hormigas a las que hemos combatido y repelido durante años. Si el cambio ocurre mientras luchamos, ningún asgardiano tendrá tiempo para oponerse.

 

»En segundo lugar, un símbolo, alguien que reúna los ideales que están llamados a ser el nuevo cimiento de esta tierra. No basta con entender que necesitamos un propósito, ¡debemos conocer ese propósito! ¡Alguien nos lo debe decir!

 

—¿Alguien como tú?

 

—Soy un hombre inteligente, el mejor consejero de Asgard, pero lo que esta tierra necesita es un gobernante. Uno con el poder de aplastar al enemigo, con la justicia para salvarnos y la voluntad para ejecutarlo. Se dice que el mejor camino para convertirse en rey es desposar a la princesa del reino —bromeó, soltando una corta y pícara risa.

 

—Vosotros no tenéis un rey, y tampoco lo necesitáis. Un gobernante no basta para superar milenios de tradición; un hombre no puede cambiar la voluntad de un pueblo.

 

Hacía ya rato que había entendido cómo encajaba en los planes del astuto asgardiano, pero prefirió dejar que los expusiera; los sabios solían tener la mala costumbre de hablar demasiado, y él estaba dispuesto a aprovecharlo. Pero poco a poco empezó a ver algo más tras aquellos planes. Voluntad divina.

 

—Necesitáis un dios —concluyó. En ese momento, Julian Solo pensaba en la misión que Poseidón le había encomendado, la orden que le transmitió a través del mar que lo había arrastrado hasta aquel reino salvaje—. «Recupera lo que es mío.»


Editado por Rexomega, 27 marzo 2016 - 22:03 .

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#56 blackdragon

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Publicado 27 marzo 2016 - 23:01

Rexo

 

1.- Se echan al plato al pobre Kiki.....NI MODO!!!

 

2.- Ya me imaginaba que ahora a Julian le toca llevar el peso de salvar el mundo!!!, YA ERA JUSTO!!!, Digo seamos honestos la Sahori jamas iba a pelear al estilo los juegos del hambre, mucho menos en un monopoly jejejejeje, y Julian se nota de quien lo halla entrenado sabe que debe vencer o vencer, porque Don Pose no lo dejara morir hasta que tenga chilpayate, vulgo chamaco, populacho niño jajajajaja, claro con una femina

 

Buen capitulo, y te reitero ya me pique con tu fic



#57 Tetzauhteotl

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Publicado 28 marzo 2016 - 13:11

Feliz cumpleaños.


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#58 Lunatic BoltSpectrum

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Publicado 29 marzo 2016 - 15:11

muy buen  capitulo

 

cada vez me parece mas interesante la historia

 

esperando la continuacion



#59 Rexomega

Rexomega

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Publicado 29 marzo 2016 - 15:23

Saludos

 

No suelo responder comentarios hasta el momento en que publico, es una costumbre que me he impuesto y espero y no sea un problema para nadie. Aun así, haré una excepción hoy.

 

blackdragon. El último santo debía ser el aprendiz que conocimos en el manga, aun cuando eso solo volvió más desolador verlo caer. En lo que viene, no solo ha cambiado el escenario, sino también los actores principales, con nadie menos que Julian situándose en medio con una misión y la determinación de llevarla a cabo (Siempre que no se desvíe del camino y pierda la protección tal y como mencionas :lol:). Eso sí, lo que al parecer no cambia es la existencia de un conflicto allá donde hay dioses y guerreros sagrados que les sirven. 

 

Me alegra que la historia te mantenga picado. ¡Espero que siga así!

 

Lunatic BoltSpectrum. Poco a poco hemos ido viendo los dos mundos, ya le tocaba al turno a Julian Solo de presentarse y que llamarlo de decirle el hombre de blanco. Ahora que el escenario y los actores han sido presentados, ¿qué les deparará a todos? ¡Lo sabremos en próximos capítulos! (Si esto pareció sacado de una serie de los 90, en concreto el avance del próximo capítulo... Un hechicero lo hizo.). 

 

Tetzauhteotl. Mucho tiempo desde que el chat cayó, aunque ahora parece que vuelve a funcionar. ¿Por cuánto tiempo? Quién sabe. De un modo u otro, te agradezco el gesto, en verdad fue un día agradable :).  


Editado por Rexomega, 29 marzo 2016 - 15:35 .

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Publicado 29 marzo 2016 - 17:28

Bueno, bueno, compañero Rexo... Creo que tú y yo vamos a llevarnos bien de aquí en adelante.

 

Primero de todo, quiero felicitarte por tu talento. Solo he visto un error, que es el que señaló Felipe unos días atrás. Eso me facilita mucho la tarea de venir, leer y no preocuparme por los dedazos que, muy a mi pesar, me sacan de quicio. No creo que sea un lector fácil de satisfacer, y aun así, me conformo con no bostezar mientras disfruto de las historias. Compañero mío, con tu capítulo IV no he bostezado.

 

Lo primero que tengo que decir es "wow", literalmente. Tus personajes están tan llenos de vida, con tanta caracterización y tan metidos en su propósito de la historia que, simplemente, me llama a la batalla de las Dos Tierras. En VS se escandalizarían si leen que Sonia de Avispón ha matado a Kiki; ¡hasta yo lo hice! Ya. Siendo serios, es una parte que me ha llamado la atención y por eso quería resaltártela. Más cosas acerca de los personajes... Me ha gustado mucho la "humanización" de alguno de ellos. Por ejemplo, Sonia en Omega es como más... más agresiva, menos humana. Remo, como la personificación de uno de los hermanos amamantados por una loba que fundaron Roma y también el escudo de la AS Roma, tiene un corazón quizás un poco egoísta, pero al fin y al cabo tierno. A él le importan sus enemigos (cuando ve la muerte de Kiki por la sangre de Marte) y también sus aliados. Es consciente de que la guerra es un negocio duro, algo con lo que difícilmente uno puede lidiar en su día a día sin llorar, no como los personajes de Saint Seiya acostumbran a hacer. Los soldados no son más que títeres en una batalla con otros soldados a los que ni siquiera odian. Esto se refleja tan bien en Remo...

 

Me pierdo un poco en los cambios de escenario y, si me lo permites, te voy a hacer una pregunta: ¿Asgard permanece en la Tierra y las hormigas, a la par que los humanos, están en otro planeta como en la saga Killzone? Es que me hago la picha un lío en cuanto lo pienso un poquito.

 

Dos Tierras tiene grandes cualidades: buenos personajes, ambientes en los que te sumerges con facilidad, narración excelente... ¿Qué consejo te voy a dar yo que no sepas ya?

 

Un saludo, Rexo.


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