Sé que es osado iniciar un fan fic cuando aun no termino el primero (y más aun habiendo regresado de un hiatus
de aproximadamente un año al más puro estilo Kurumada), pero esta es una idea que se me vino a la mente y que quiero hacer.
El estilo de narración será más cercano al de una novela, alejándose del estilo que utilizo normalmente. Trataré de hacerlo lo mejor posible.
Introducción
Es el año 2057 D.C.
La Tierra no tiene luz.
Después de que la Athena del Siglo XX, Saori Kido, viajara al pasado, arriesgando toda la historia, para salvar a un humano, ella y la Tierra fueron castigadas.
Athena ya no existe. Los Caballeros ya no existen. Las Armaduras ya no existen. No queda nada.
La Diosa Perséfone, la esposa del Rey del Inframundo Hades, tomó posesión del las 108 Estrellas Malignas, y, por lo tanto, del Ejército de Hades.
Con la ayuda de la mortal conocida como Pandora, y al no haber protección de Athena, logró tomar para sí misma la Tierra.
Ahora Perséfone gobierna la Tierra, esclavizando a los seres humanos. La Tierra es el nuevo Inframundo.
La Tierra no tiene esperanza… ¿O sí?
Capitulo 1
La luz
En las tierra conocidas anteriormente como El Santuario, en Grecia.
—¡Apresura el paso, humano!
El azote del látigo del capataz hiere la espalda del joven, de cabello castaño descuidado, sus ojos grises sueltan lágrimas, no de dolor ni de tristeza, sino que de impotencia. Su cuerpo lleno de cicatrices es cubierto con una mísera tela desgastada marrón, sus pies descalzos y heridos se desplazan lentamente por la tierra negra.
Otro azote del Esqueleto, otra cicatriz más en su espalda. Luego otro, y otro. Cinco cicatrices nuevas.
El joven trata, con sus brazos, mover el gigantesco bloque de piedra, subiéndolo por la colina hacia la zona de construcción.
—No me ayudas azotándome la espalda, ¿sabes?
Más fuerte que su cuerpo era su lengua, la cual siempre despedía de su boca palabras burlescas hacia el capataz. Era por esto que su cuerpo estaba lleno de cicatrices, se las merecía.
Más fácil sería comportarse como los otros, callados y sumisos. Ellos tenían menos cicatrices, las que se habían ganado era solo la ración diaria que el gigantesco capataz les daba a los esclavos.
Pero no, él prefería abrir la boca. Después de todo, si de igual forma te van a llegar azotes del látigo, que sean por una buena razón, ¿no?
Veinte azotes se ha ganado el joven en un lapsus de cinco horas. Su espalda estaba en carne viva, tardaría mucho en sanar, si es que lo hacían. El rojo de la carne y la sangre era el único color además del negro que se veía en este patético sitio.
El nombre de este joven, de quince años, es Matt. Sus padres, también esclavos, habían muerto hace algunos años. El padre fue quemado vivo debido a que trató de escapar, ya harto del trato, planeaba dejar a su familia atrás. Su madre había muerto debido al deplorable estado en el que se encontraba, enferma y hambrienta.
Su hermano mayor es un asunto aparte. Él, según se cuenta, desapareció hace siete años, y nadie lo volvió a ver. Lo más seguro es que esté muerto, así que no valía la pena pensar en él.
Con mucho esfuerzo, sacando fuerzas de donde podía, Matt pudo mover el bloque de piedra hasta le cima de la colina, llevándola a la zona de construcción, donde los hombres más débiles se dedicaban a tallar la piedra.
Llegó la noche, es hora de que el siguiente grupo de esclavos reemplazara a este grupo. Los cambios se producen cada cinco horas, rotando el grupo de diez esclavos. Cinco horas tenían para descansar y luego regresar al trabajo.
Matt sale de la cantera y se dirige, para llamarla de algún modo, la zona de enfermería. Ahí las jóvenes trataban las heridas de los trabajadores, pero debido al escaso conocimiento medico y al pobre material, apenas podían tratar heridas superficiales. Aquellos con enfermedades o heridas más graves buscaban un lugar donde morir, que usualmente era “El agujero”.
Una muchacha, de cabellos y ojos celestes ve sus heridas. Los azotes esta vez llegaron más profundos, no hay mucho que hacer.
— ¿Te rindes y te lanzas por el agujero, Matt? —Dijo la joven mientras tapaba la herida con la tela marrón y se giraba a tratar a otro muchacho.
— ¿Cómo me dices eso, Lissana? —Le respondió Matt con una gran sonrisa. — Aún puedo durar unos… cinco años.
—A este paso no llegarás a finales de este año. Usualmente los otros ya se habrían lanzado a la oscuridad. ¿Por qué eres tan terco?
—Lo terco lo saqué de mamá, supongo. Bueno, tampoco es que me parezca a alguien más. El viejo era un cobarde, vaya que ardió bien esa noche. Me apené mucho por mamá. Ella estaba destrozada, pero siguió adelante, al menos hasta donde pudo.
— ¿Y tu hermano? —Preguntó la joven enfermera mientras le indicaba al muchacho la dirección del agujero.
— ¿John?... Quién sabe. Hace años que no lo veo, ¿crees que esté muerto? Yo creo que sí.
—Según dicen, John logró escapar.
—No lo creo. Lo más seguro es que esté bajo tierra. Lo mejor que le pudo haber pasado es ser tomado como esclavo personal de Pandora.
—Es “Señorita Pandora”.
—Bueno, esclavo personal de la “Señorita Pandora”.
—Es verdad que ese sería un mejor destino, pero no creo que ese haya sido el suyo.
— ¿Qué piensas entonces? —Preguntó Matt con tono sarcástico.
—Yo creo que logró escapar—Le susurró Lisanna a, oído.
Un escalofrío recorrió la espalda de Matt. ¿Escapar? Eso es imposible, había que recorrer cientos de kilómetros a pie, y eso solo después de pasar las cercas y los guardias. No, seguramente esté muerto, no hay manera.
—Yo creo que sí la hay.
— ¿Y cuál sería esa manera, Señorita Esperanzada?
—Luz.
— ¿Luz? ¿Aquí? No hay luz, no hay nada.
—No me refiero a esa luz. Hablo de la luz de adentro, la del corazón.
— ¿Acaso hablas del…?
Lissana, antes de que Matt terminara su oración, le tapó la boca con fuerza. Afuera se había posicionado un Esqueleto, haciendo guardia. Luego de unos minutos, el Esqueleto se retiró, hacia la cantera.
—Estuvo cerca— Dijo Lissana mientras le retira la mano de la boca al joven.
— ¿Cosmos?
—Sí.
—Esa estuvo muy buena, Lissana. Eso no es más que una leyenda.
—Mi abuela me contó que su padre le había hablado acerca del Cosmos. Es la energía del universo, que se encuentra en cada uno de nosotros. El infinito.
—El infinito… Claro, cuentos de hadas. Mi mamá solía contarme lo mismo antes de dormir, que los Caballeros, que las Armaduras, que Athena… tonterías.
—No creo que sean tonterías. ¿Te imaginas que algún día, un Caballero de Athena nos libere?
—Sigue soñando. En lo que es yo, me iré a dormir. Espero que en cinco horas siga con vida… o mejor aún, me
muera.
Matt sale de la enfermería, con la cabeza en dirección al suelo. Camina hacia las cuevas, ahí está la roca donde suele descansar. Patea una pequeña piedra, que cae junto un bloque de piedra que otro joven está tratando de mover.
De pronto, una fuerte explosión se escucha a lo lejos, hacia el oeste. Varios Esqueletos corren con sus guadañas y corazas puestas en dirección de la explosión.
—¿Y eso?
Una segunda explosión se escucha, más cerca. También se logra escuchar varios sonidos extraños, de corta duración, uno detrás del otro.
—Nunca había escuchado eso antes…
Una sombra de gran tamaño salta por la cantera y cae cerca de Matt. Es una motocicleta. Ya no había de esas, o eso se sabía. Montado en ella, un hombre envuelto en una capucha de color negro observa hacia todas direcciones.
— ¡¿Ahhhh?! ¡¿Qué es esa cosa?!
El encapuchado saca de su capucha una metralleta negra y le hace una seña a Matt para que se suba.
Un grupo de Esqueletos llega corriendo, tienen muchos moretones y heridas de bala. El hombre les dispara con su metralleta, las balas ardientes perforan sus corazas y estos caen el suelo.
— ¡¿Qué es eso?! —Gritó Matt mientras observaba fijamente la ametralladora y al hombre encapuchado.
—Sube, no tengo tiempo suficiente—Dijo el hombre, con voz algo ronca.
— ¡¿Quién eres?! ¡¿Tienes idea de lo que estás haciendo?!
—Sí. Vine a sacarte de aquí.
— ¡¿Qué?! ¡¿Por qué yo?!
—Oh, estos mocosos de ahora…
El hombre chasquea los dedos y Matt es envuelto en una especie de aura amarilla, se eleva en el aire y cae bruscamente en el asiento de la motocicleta.
—¡¿Qué fue eso?! ¿Acaso fue…?
—Cosmos. — Dijo el hombre con tono firme y molesto.
De pronto, el hombre se gira bruscamente hacia el este. Matt no puede ver su cara, pero logra percibir que algo no va nada bien.
—¿Qué ocurre?
—Percibo un Cosmos oscuro, muy poderoso. Debe ser un Espectro.
Editado por Billy J. Cobra, 30 agosto 2015 - 20:12 .