Moradores famosos perturban la paz de cementerio francés
Por Joelle Diderich
PARIS (Reuters) - El encargado de preservar el cementerio más famoso de Francia desearía que Jim Morrison se fuera de allí.
El ex líder del grupo de rock The Doors, quien murió a los 27 años en 1971, es la mayor atracción del cementerio Pere Lachaise en París y eclipsa a otros moradores famosos como el escritor irlandés Oscar Wilde, el compositor nacido en Polonia Federico Chopin y la cantante francesa Edith Piaf.
Pero para el historiador Chiristian Charlet, responsable del mantenimiento del cementerio poblado por 70.000 tumbas, las multitudes que llegan para estar en contacto con sus ídolos difuntos no son más que un costoso dolor de cabeza.
"Nos gustaría echar a Morrison porque no lo queremos, ocasiona muchos problemas," dijo Charlet a Reuters en una entrevista. "Si nos pudieramos deshacer de él, lo haríamos inmediatamente, pero los estadounidenses no lo quieren de vuelta," agregó.
En una soleada tarde de abril, visitantes de todas las edades estaban congregados alrededor de la simple tumba de Morrison, vigilada por un guardia de seguridad.
Pareciera que incluso muerto, el roquero ha sido un imán para atraer problemas. Antes de que se instalara el guardia, los fanáticos se reunían en su tumba para beber cerveza y fumar marihuana, o incluso tener relaciones sexuales entre las tumbas, en una especie de comunión macabra.
"La gente no viene aquí para recordar a los muertos, piensan que pueden hacer lo que quieren, como si fuera una fiesta 'rave,"' dijo furioso Charlet. "Los turistas no tienen respeto por nada," agregó.
LEYENDAS DE MUERTOS
Mientras se prepara para celebrar sus 200 años de existencia este mes, el cementerio Pere Lachaise es más popular que nunca. La necrópolis atrae dos millones de visitantes por año, un tercio de los seis millones que visitan la Torre Eiffel.
El cementerio, un extenso parque repleto de esculturas espectaculares, es un oasis de tranquilidad a pocos minutos de la ciudad.
Pere Lachaise cuenta con 100 personas que entierran a los muertos, restauran las tumbas y podan los 6.000 árboles esparcidos en las 44,5 hectáreas situadas al pie de las colinas, en el noreste de París.
Pero la tranquilidad a veces se pierde por la multitud de turistas que tratan el lugar como un lugar de adoración al aire libre y llenan las tumbas con recuerdos, o tratan de romper los dedos de las estatuas para llevárselos a sus casas como "souvenirs."
"Es una verguenza que todas las antiguas lápidas estén marcadas con nombres," dijo el visitante alemán Daniel Koestlin, de 31 años, mientras buscaba a Chopin en una callejuela tranquila.
La fascinación del público ha sido incentivada por las leyendas que rodean los lugares de descanso de escritores como Moliere, Marcel Proust y Honore de Balzac, además de la diva de la ópera María Callas y los actores Yves Montand y Simone Signoret, por nombrar algunos.
La tumba de Wilde, que tiene una deidad alada realizada por el escultor Jacob Epstein, está cubierta de marcas de lápiz labial púrpura. El pene de la estatua fue cortado, presuntamente por un coleccionista.
RESIDENCIA DESEADA
Cuando abrió en 1804, el cementerio era rechazado por los parisinos, en una época en que los cuerpos sin vida solían ser arrojados en fosas comunes.
El gobierno de Luis XVIII intentó llamar la atención en 1817 al transferir al sitio los restos de los amantes Abelardo y Eloisa, junto con los de Moliere y los del poeta Jean de La Fontaine.
Pero el cementerio se convirtió en lugar de moda para comprar una parcela sólo después de que Balzac situara a Pere Lachaise en una escena clave de su novela de 1835 "Le Pere Gariot."
Monumentos conmemorativos de todas las formas y tamaños son testigos de la diversidad cultural del cementerio, que desde el principio aceptó a católicos, protestantes y judíos, y rompió con el monopolio de los lugares masivos de entierro de la Iglesia Católica.
Hay monumentos en honor a los muertos en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial, junto con los muertos del Muro de los Comunes donde 147 miembros de la comuna de París fueron muertos en 1871 después de la derrota de su breve y revolucionario gobierno de la ciudad.
Igualmente, para algunos familiares de los muertos, la presencia de los turistas es un placer más que un inconveniente.
"No me molesta en lo más mínimo," dijo la residente local Manuela Eckes, de 66 años, quien visita a su esposo una vez por semana. "Por el contrario, la gente debería acercarse. Es más agradable. Tambíen para los muertos, es agradable tener gente alrededor," agregó.
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