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Némesis Divino I: El juicio de las Horas


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549 respuestas a este tema

#501 unikron

unikron

    el iluminado

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Publicado 15 enero 2017 - 09:59

ese patriarca sin duda es una version del viejo hatome de mi fic solo que sin demencia  pobre nerites se ve que su desicion aun lo atormenta y a ver si lo que vienen le sirve a alisha para madurar un poco 

 

saludos


Editado por unikron, 15 enero 2017 - 09:59 .


#502 Patriarca 8

Patriarca 8

    Miembro de honor

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Publicado 15 enero 2017 - 12:19

22:

 

Ese patriarca es mas cruel que  Saga

 

El sueño de esa mocosa fue muy extraño

 

 


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#503 Killcrom

Killcrom

    Paso a paso

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Publicado 17 enero 2017 - 08:57

ese patriarca sin duda es una version del viejo hatome de mi fic solo que sin demencia  pobre nerites se ve que su desicion aun lo atormenta y a ver si lo que vienen le sirve a alisha para madurar un poco 

 

saludos

 

¿Madurar? ¿Alisha? ¿Lo dices en serio? ¡Jajaja! Un abrazo, amigo. Encantado de volver a estar por aquí. 

 

22:

 

Ese patriarca es mas cruel que  Saga

 

El sueño de esa mocosa fue muy extraño

 

Gracias por tu visita, amigo. Puedes contar con que participe en una de las próximas dinámicas una vez acabe mis exámenes. El sueño de Alisha es muy, muy importante. Sin decir mucho más... no es un sueño a muy largo plazo.

 

Abrazos. :)


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(Parte 3 de 3)

Publicado: ?? de ? de 2018


#504 ℙentagrλm ♓Sнσgōкι

ℙentagrλm ♓Sнσgōкι

    The Digger

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Publicado 23 enero 2017 - 16:22

6.1

 

Señor, llega usted aproximadamente dos años tarde para leer esto.

 

¡Pero qué pasa, pequeño gran capullo! Tiempo sin verme, ¿eh? Seguro que al ver esto saltas en tu silla, meneando la cabeza sorprendido, ya pensando que jamás volvería. Pues que lo sepa usted, un Pedro siempre cumple sus promesas (mentira) y aquí estoy para hablar aquí de lo que has hecho, o mejor dicho, lo que hiciste un par de años atrás, en dos mil catorce (ya estamos a dos mil diecisiete, ¡válgame el cielo!).

 

Definitivamente, no había olvidado la trama, ni a Átropos, la Moira de las garras largas, así como al escorpión sentimental de Iskandar y el valiente cabro.nazo de Ístvan de Hésperis, lanzando sobre su desprotegido e ingenuo hermano el temido Juicio de las Horas. Dos cosas voy a empezar diciendo, y es que, muy a tu pesar, Iskandar no podría caerme más mal. En el intento de convertirlo en un caballero poderoso, sentimental y no vacío por dentro que sé que intentaste, para mí construiste, quizás sin darte cuenta, un niño que no sabe para nada lo que quiere. Hay una relación poco clara entre lo que siente Iskandar y lo que hace. Es como si yo digo, "jo.der tío, cómo odio la cerveza" (cosa que nunca me verás decir) y al rato estoy tomándome una. "¿Pero no habías dicho?", sí, lo dije, pero qué más da, si lo que digo no lo pienso. Se contradice de tal manera que me dan ganas de aporrearle el cráneo con un rodillo de cocina. Sin embargo, no puedo evitar sentir una leve tristeza ante su vano esfuerzo de destacar, de lograr sus objetivos. Digo, porque sé lo que es darlo todo de ti por un fin que te interesa para, al final, acabar fracasando estrepitosamente en tus intentos. Digamos que es "empatía". Como ya te comenté la última vez que vine a hacerte una review, el romance que tienen estos dos, y hablo de Iskandar y Selina, me parece algo metido a calzador. Puede que me equivoque pero me embriagó esa sensación desde el principio, como si ahí fuese totalmente innecesaria dicha "relación" entre uno y otro. Pero bueno, supongo que buscabas algo para usar como ángel de Iskandar, aunque la manera de crear este recurso se dio de la manera más natural posible. De lo demás no tengo queja posible. Átropos es un personaje típico, con carácter de Dios arrogante y avaricioso, en este caso, avariciosa. Las Hermanas del Destino nunca se rinden en lo que quieren.

 

En cuanto a redacción, solo decir que has puesto "Isekandar" o algo similar.

 

Bueno pibe, me abro. Me tienes en Escaip para cuando quieras hablarme, que me tienes abandonado.


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#505 -Felipe-

-Felipe-

    Bang

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Publicado 23 enero 2017 - 20:12

Cosquilleo allá abaj... Oh vamos, por favor Kill!!!!

 

 

 

....Bienvenido :D

 

Alisha sigue siendo una enana malcriada, presumida y regalona que cree vivir en una peli mala de vampiros, todavía no veo el cambio prometido.

 

Kishut sigue siendo un maldito, un reverendo maldito. Ojala Piscis le hubiera reventado la boca, pero obviamente ya se sabía que no había ocurrido así.

 

Nerites cada vez me cae mejor, de verdad es mi dorado favorito de tu fic junto a Virgo. Tiene su corazón también, se revela un pasado con la misteriosa Layla de quien tanto hablaste, parece que están todos relacionados. Me pregunto qué más habrá escondido.

 

Hades....... muy interesante, me parece que es alguien conocido que todavía no despierta como el Rey del Inframundo. El sueño estuvo genial, me encanta cuando se retratan eventos o situaciones que se salen de la lógica o los parámetros de la realidad, como el sol negro más oscuro que la noche, del tamaño del cielo.

 

 

Sin nada más que decir, se espera tu regularidad, tus reviews, re bienvenido y mucha suerte en esta nueva etapa.


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#506 ℙentagrλm ♓Sнσgōкι

ℙentagrλm ♓Sнσgōкι

    The Digger

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Publicado 24 enero 2017 - 03:03

6.2

Two in a row! Increíble racha imparable que llevo, visitándote dos días seguidos de calendario, esta sí que es nueva de verdad. Vamos, que estoy camino a la facultad en bus y no se me ocurre otra cosa que ponerme a leer uno de los interminables testamentos que asolan Nemesis Divino. Aunque ni de lejos tan largo como el capítulo 6, parte 1. Como estoy desde el móvil, no puedo editar formato, así que tendrás que conformarte con este blanquecino tono.

En los capítulos anteriores no se había hecho tanto hincapié en el interés que suscitan las féminas a Éurito (¿con o sin tilde? A veces se la pones, a veces no). Lo que en principio no parece ser más que un guiño cómico y quizás innovador para la temática honorífica que asola a la figura del Centauro en Saint Seiya, quizás vaya más allá. He de decir que, a pesar de su guiño, las personas babosas me dan bastante asco, sobre todo, tal como lo has descrito: babeando por una niña de doce años. Sin embargo es original, algo que no había visto antes, y puedo decir con orgullo (quizás demasiado) que Éurito es el reflejo de mi abuelo, machista hasta el hastío. Sin embargo, es 1596, qué se le va a hacer. Tu Santuario me recuerda al Jardín del Edén, con ríos del tamaño de calzadas y praderas verdeantes, cuando el original fue emplazado en un lugar yermo de piedra pelada, parecido al Valle de los Caídos. Solo le faltaba al jefe poner una cruz gigante en el Templo de Atenea.

Que conste que yo también hago estas cosas y que estoy totalmente a favor del, a veces, necesario relleno, pero esta vez no entiendo qué nos has querido contar. ¿Que Iskandar se lleva a Milo consigo? Pues muy bien por él, pero no sé yo si eso debería ocupar un capítulo completo.

En fin, mi bus llega a su destino final. Ya nos veremos otro día, o antes.

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#507 Killcrom

Killcrom

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Publicado 29 enero 2017 - 19:58

PENTAGRAM

 

Hey, bro, gracias por pasarte por estos lares. Ya que te has tomado la molestia de hacerme una buena crítica de la que puedo aprender, te responderé con toda honestidad.

 

aquí estoy para hablar aquí de lo que has hecho, o mejor dicho, lo que hiciste un par de años atrás, en dos mil catorce

 

Cree que en estos dos años que han pasado habría decidido hacer otras cosas o manejarlo de otra manera. De todas formas, no hay retcon posible. Lo que hice es lo que permanecerá por los siglos de los siglos.

 

Spoiler

 

FELIPE

 

Hey, amigo, ¿qué tal? Al final he dejado el trabajo, el día 8 de febrero acabo los estudios y retomaré las clases como voluntario. Eso quiere decir que tendré de nuevo bastante tiempo libre. Vendré mucho más a menudo cuando acabe esos exámenes que me quedan (que vaya tres exámenes difíciles...)

 

Cosquilleo allá abaj...

 

Because... yes. Nah, pensé en omitir eso y la parte de la letra del diario. La de la letra la dejé para que, si hay alguien curioso, haga un estudio grafológico de la personalidad de Alisha (pues he tomado rasgos reales de libro para describir cómo escribe). Lo otro decidí dejarlo porque... ¿Alisha es narcisista? Supongo que porque está en la época del despertar sexual. Y porque me gustó, para ser sincero.  :s46:

 

Spoiler

 

PENTAGRAM 2

 

¡Yisus! me alegra verte por aquí. Te contesto en las siguientes líneas. 

 

No te preocupes por el tono de color. Yo lo veo completamente normal. 

 

Spoiler

 

¡Y el día 4 publicaré lo que viene!


Editado por Killcrom, 29 enero 2017 - 20:07 .

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(Parte 3 de 3)

Publicado: ?? de ? de 2018


#508 ℙentagrλm ♓Sнσgōкι

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Publicado 30 enero 2017 - 02:59

7.1

¡Es una casa de locos!

Mh. Perdón, estaba escuchando una canción en el bus para que los ruidos de fuera no me molestasen en mi lectura y me he motivado. Bien, vamos a ver, 7.1, qué tienes para mí.

Tenías razón ayer cuando decías que empezaba arco nuevo, y estoy contento con el brutal giro que ha pegado la trama. La conexión de los seis capítulos anteriores (en los que me demoré un año entero) con el séptimo, de tres partes, tiene una naturalidad abismal. Es decir, la aparición de los Astra Planeta (no veas cómo me molesta no poder ponerlos en cursiva...) se ha sentido nada forzada. Lo que me lleva a preguntarme varias cosas. Primero, qué son estos seres de vanidad aparentemente infinita, como los de los anuncios de colonia, cuál es su supuesto propósito, declarándose directamente "inferiores" a los mismos Dioses, llamándose "perros". Review algo corta, pero es que tampoco tengo para más.

Por parte de la ortografía, todo bien pero pusiste Narciso en minúsculas.

Llega mi bus: ¡me voy rampante!

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#509 Killcrom

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Publicado 04 febrero 2017 - 21:07

7.1

¡Es una casa de locos!

Mh. Perdón, estaba escuchando una canción en el bus para que los ruidos de fuera no me molestasen en mi lectura y me he motivado. Bien, vamos a ver, 7.1, qué tienes para mí.

Tenías razón ayer cuando decías que empezaba arco nuevo, y estoy contento con el brutal giro que ha pegado la trama. La conexión de los seis capítulos anteriores (en los que me demoré un año entero) con el séptimo, de tres partes, tiene una naturalidad abismal. Es decir, la aparición de los Astra Planeta (no veas cómo me molesta no poder ponerlos en cursiva...) se ha sentido nada forzada. Lo que me lleva a preguntarme varias cosas. Primero, qué son estos seres de vanidad aparentemente infinita, como los de los anuncios de colonia, cuál es su supuesto propósito, declarándose directamente "inferiores" a los mismos Dioses, llamándose "perros". Review algo corta, pero es que tampoco tengo para más.

Por parte de la ortografía, todo bien pero pusiste Narciso en minúsculas.

Llega mi bus: ¡me voy rampante!

 

Gracias por dedicarle tiempo a la lectura de "Relleno Divino"  :lol:. Te respondo, amigo Pe... ntagram. 

 

Spoiler

 

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4 de febrero. A dos días de un examen difícil y a cuatro del último, más difícil aún y que ni tan siquiera he empezado. El caso es que aquí estoy con la primera parte del capítulo 23. ¡Espero os guste! 

 

RESUMEN DEL CAPÍTULO 22:

 

Spoiler

 

 

PERSONAJES RELEVANTES

 

Kishut: el Sumo Sacerdote del Santuario de Atenea y caballero de Capricornio. Aficionado al vino y la lectura.

Nerites: santo de Piscis. Recto y justo, aunque demasiado tranquilo en ocasiones.

Alisha: diosa Atenea de la generación del siglo XV. Aún no ha despertado y es una malcriada.

Teris: santo de bronce de pegaso. De cabello gris y con un pendiente. Impulsivo y cabezota.

Elvashak: hermano mayor de Caph y santo de Lince. Astuto para su edad.

Caph: hermano menor de Elvashak y santo de Casiopea. Tímido.

Baltsarós: santo dorado de Leo. A veces un bufón, otras veces un gran compañero.

 

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(Capítulo 23: parte 1 de 2)

 

29 de enero de 1492

 

Acababa de amanecer en el Santuario. Como habían acordado el día anterior, Baltsarós daría una lección especial a los alumnos del Sumo Sacerdote. Se habían citado a aquella hora, por lo que los adolescentes deberían llegar de un momento a otro.

 

Tanto Alisha como Kishut ya estaban en el lugar, el templo de Capricornio, que se ubicaba en el centro de una enorme oquedad entre las rocas de la montaña. Su forma, similar a la de un grueso y alto pilar de piedra, parecía dar soporte al abrupto techo calcáreo. A su alrededor orbitaban dos hileras de columnas enhiestas y esbeltas, dibujando un anillo doble y simétrico. Baltsarós de Leo, que estaba justo enfrente de la descomunal estructura, lo contemplaba todo con la cabeza en alto.

 

—No te lo dije ayer, amigo, pero este sitio no ha cambiado nada. ¿No te aburres, siempre igual? —asintió con brío a la vez que se cruzaba de brazos—. ¡Y el ruido es insoportable! —protestó el león delante de la catarata del río Aguas Eternas.

 

»Yo sí he cambiado, me temo. —El hombre de coleta negra tenía que alzar la voz para ser escuchado, pues de lo contrario sus palabras quedaban opacadas por el rumor incesante de la caudalosa caída del río por entre los riscos, varios pasos a su espalda.

 

—¿Que tú has cambiado? —rio el Patriarca, Kishut, quien estaba apoyado sobre la columna más cercana a la entrada de la décima casa—. ¿Y en qué sentido dices que has cambiado? ¿Ahora eres más impertinente? —Su voz también resonaba enérgica—. No he venido hasta aquí para escuchar tonterías… Y menos tuyas, Baltsarós.

 

—Haber vivido seis años en una ciudad fantasma en la que no se escucha más que el viento hace mucho, viejo —respondió Leo sin hacer caso al trío de muchachos que se oían en la distancia, llegando por fin al rellano del templo—. Soy incapaz de soportar un ruido tan constante como el de la catarata. ¡Me va a volver loco! —gritó.

 

—Estos niños han aprendido todo lo que saben acompañados por su murmullo —explicó el Patriarca dándoles la bienvenida con una cálida sonrisa—. Deberías aprender a disfrutar de los sonidos de la naturaleza —añadió mientras miraba con sonrisa resplandeciente el pequeño reloj de bolsillo que lucía entre sus dedos.

 

»Es muy bonito, señorita Atenea. —Kishut se dirigió a la adolescente que tenía a su lado con tono condescendiente. Le acarició la cabeza con cariño, lo que provocó que ella se ruborizase y bajara la vista, avergonzada tras lo que había hecho con el otro reloj—. Muchas gracias por felicitarme ayer.

 

Alisha seguía sufriendo aquella extraña sensación en el pecho. Por más que le hubiera pedido disculpas a su maestro y casi padre, no podía dejar de pensar en la forma tan miserable en que había actuado. Tenía remordimientos y estaba arrepentida, pero le costaba aceptarlo con honestidad. Se preguntaba hasta cuándo se sentiría así de mal…

 

—Bueno, jovencitos —exclamó el león, interrumpiendo los pensamiento de la pubescente dama y dirigiéndose al trío que, por fin, ya aguardaba delante del templo circular—, quisiera ver el trabajo que ha hecho Kishut con vosotros. ¿Estáis preparados para la sesión de entrenamiento especial que os prometí ayer?

 

Aquellas palabras significaban que el santo dorado de Leo les mostraría de lo que era capaz. ¿Les merecería la pena? Teris, Elvashak y Caph asintieron al unísono, convencidos. Por excéntrico que fuera, seguía siendo un caballero de élite.

 

Mientras los hermanos de cabello negro, Lince y Casiopea, se mantenían muy serios a unos pasos de Pegaso, este último, jovial y ansioso como era, frunció el ceño con confianza.

 

—¡Muy bien! ¿Y qué nos vas a enseñar que no haya hecho ya el maestro Kishut? —Los avispados ojos azules del adolescente brillaban con ansias, con curiosidad. Se sentía atraído por el león, ya que por necesidad, tenía que ser poderoso.

 

El problema, o más bien su motivación, era que le había cogido cierta manía el día anterior y deseaba con todas sus fuerzas plantarle el puño en su cara vanidosa. ¿Tendría oportunidad de hacerlo? ¡Ojalá fuese así! Por mucho que se hubiera disculpado con Alisha, sus comentarios fueron groseros. Merecía un buen escarmiento, y con suerte, podría dárselo él mismo:

 

«Nadie insulta a mi Ali. ¡Te vas a enterar, Leo! ¡Que ella te machacase las bolas ayer te va a parecer una caricia en comparación a lo que yo te haré!»

 

—En primer lugar, poneos vuestras armaduras. Os tenéis que acostumbrar a ellas. ¿Acaso el viejo os hace entrenar con esas ropas de soldado? —preguntó alzando la voz para que le escuchase Kishut. Este le miró, más no profirió respuesta alguna; ignorar al león era parte de sus obligaciones, pensó irónico el barbudo.

 

»Sin las armaduras no podréis canalizar bien vuestro cosmos. Y así, por mucho que mida mis golpes, podrían mataros. ¿Es eso lo que queréis? —El santo dorado miró a la joven Alisha y se dirigió a ella con desparpajo—. Tú también, niña —le gritó—. Por muy diosa que seas, sigues estando tan verde como la primavera. ¡Necesitas este entrenamiento!

 

Alisha, que seguía al lado de Kishut, entrecerró los párpados y frunció el ceño antes de suspirar, hastiada. Le caía mal. Aquel hombre la ponía de mal humor. Negó enérgicamente con la cabeza, haciendo que el pelo se agitase nervioso alrededor de su cuello:

 

—Yo no tengo armadura —replicó la damisela con energía y visible desprecio. Sus labios terminaron una protesta inaudible cuando se cruzó de brazos.

 

—¡Claro que no tienes armadura! No eres un santo. Se supone que tú eres nuestra diosa. Pero eso no te libra de entrenar. Y por cierto, ¿qué ropa es esa para venir a un entrenamiento? —preguntó Baltsarós, haciendo alusión al vestido largo y ceñido de color nieve que envolvía a Alisha. Casi le parecía insultante verla vestida como una princesa—. ¡No puedes hacer eso, niña! ¡Precisamente tú, que tienes que ser la más fuerte, no puedes mostrar tal desprecio por tu maestro!

 

—¿Y en qué he despreciado a Kishut, exactamente? —retó ella con una mueca burlesca. El león quería provocarla, pero no hasta el punto en que le volviese a pisotear sus partes. Apreciaba su hombría demasiado como para permitir otro berrinche de la señorita. Debía medir sus palabras; lo justo para hacer que se implicase en la práctica—. Es que no sabía que íbamos a entrenar —protestó la muchacha, con los brazos en jarras—. Además, aun sin armadura, soy más fuerte que Caph y Elvashak no me gana. ¡Solo Teris es capaz de ganarme!

 

Alisha caminó con desgana al principio, pero rápido empezó a dar zancadas provocativas. El trío de santos de bronce la miraba con curiosidad. Teris sonrió para sí en silencio. Le encantaba aquella actitud; esa era la Alisha que disfrutaba. Los hermanos, por su parte, se miraron en silencio. Era evidente que su compañera quería incomodar al león de oro, pero… ¿tramaba acaso algo más?

 

Baltsarós se mantenía firme, a la espera de que su diosa terminase de una vez por todas de hacer el tonto. No comprendía sus intenciones. Se limitó a chistar y negar con la cabeza. Entretanto, el agua de la catarata a sus espaldas, que salpicaba al chocar contra las rocas,  seguía empapando su camisa blanca. No pudo evitar preguntarse qué le molestaba más: si la humedad en las vendas, o la voz resabida de aquella cría maleducada.

 

—¿Esperas que te felicite? —terminó por decir—. Sí, sí, por ser capaz de derrotar a un santo de bronce —El tono jocoso de Baltsarós no pasó desapercibido, y Alisha, dándose cuenta, se detuvo, afiló la mirada e inclinó el cuerpo hacia delante para protestar.

 

—En realidad sí tengo armadura. Tan solo no puedo utilizarla por ahora… o eso dice el viejo —explicó con chulería—. Si pudiera usarla, ni Teris sería rival para mí. —El aludido Pegaso, que se vio señalado por el delgado índice de su amiga, no estaba de acuerdo, pero asintió con la cabeza para no enemistarse con ella.

 

—¡Alisha es más fuerte de lo que parece, Leo! —añadió el muchacho de zarcillo y cabellera cenicienta.

 

—No sé si tratáis de convencerme de algo o si me estáis tomando el pelo. Me parece bastante obvio que la señorita no es capaz de ejecutar una técnica medianamente decente.

 

—¿Es que no tienes orejas, Princesa? —exclamó la niña, mofándose del propio chiste que había hecho el santo dorado cuando le pisoteó sus partes íntimas el día anterior—. ¡No soy una mocosa malcriada como todo el mundo piensa! ¡Estoy harta de que todos me toméis por tonta! ¡Sí que sé hacer cosas! ¡Puedo ganarles a ellos, que son santos, aunque lleven puestas sus armaduras! —Estaba bastante enfadada y su picardía, en consecuencia, iba convirtiéndose en un arrebato de escasos modales. Enervar a sus oponentes era algo que le encantaba a Leo, siempre y cuando pudiera protegerse la entrepierna.

 

Kishut de Capricornio, que se mesaba la barba, lo escuchaba todo desde atrás. No acababa de gustarle ni cómo hablaba su princesa, ni cómo el cosmos de Teris empezaba a alterarse. Pero decidió no actuar ni decir nada. Baltsarós podía ser un payaso, pero había trabajado suficientes años con él para saber que en esta ocasión no lo estaba siendo por placer. Era a todas luces obvio —al menos para él— que quería ofuscar a sus discípulos. ¿Qué haría después? Suponía que enseñarles algo, o eso esperaba. Decidió confiar en él, aunque rio para sus adentros:

 

«No vas a enfadar a Elvashak ni Caph. Te tendrás que conformar con esos dos. —Volvió a mirar el reloj de latón y sonrió entre pensamientos—. Por otra parte, veo que te encanta hacer amigos, Príncipe…»

 

—¡Escuchadme bien! —gritó Leo. Su potente voz intimidó al pequeño Caph, que bajó la cabeza—. Todo eso está genial, de verdad. Pero hay cosas que debéis saber. En primer lugar, para nuestra todopoderosa diosa: Alisha, ¿sabes acaso lo que significa ser la diosa de la guerra? No, no me respondas —se precipitó a decir cuando vio que la niña cogía aire para contestar—. Si piensas que es poder ganar a un par de caballeros de bronce novatos estás muy equivocada —declaró—. Con ese nivel de cosmos no serías capaz ni de vestir tu armadura. Te aplastaría. Literalmente. Y sí, claro que sé que tienes armadura. He escuchado algo de guerras santas anteriores aunque no lo creas.

 

—¿Entonces por qué… —antes de poder protestar, alguien la interrumpió:

 

—¿Novatos? —reprochó Teris. Aunque era cierto, no le gustó que se lo dijeran a la cara de forma tan clara. Elvashak le llamó la atención tocándole el brazo. Cuando Pegaso le miró, encontró en los ojos de Lince un mensaje claro: «no pierdas la calma».

 

La joven Atenea siguió rabiando:

 

—Con mi armadura podría ganarles. ¡A todos! ¡Incluso a ti! —Los puños de la muchacha se veían apretadísimos, y sus dientes casi rechinaban con violencia. Tenía unas ganas tremendas de golpearle, de arañarle, de escupirle. ¡Odiaba a Baltsarós con todo su corazón!

 

—No me hagas reír. ¿Primero dices que no puedes ganarle a Pegaso, y ahora que acabarías conmigo? —La carcajada estridente en que estalló Leo le obligó a arquearse y poner las manos sobre su barriga. Entre risas, siguió despotricando—. ¡Es ridículo! ¡Se te va la fuerza por la boca! ¡Tu armadura te convertiría en papilla de niña malcriada!

 

—¡Ya está bien! —Teris, iracundo, desoyó la segunda advertencia de Lince y pateó el suelo, agrietándolo. Su cosmos ardió en tonos plateados, rodeándole el cuerpo y alzando las piedrecillas que se desprendieron tras el golpe. Caph y Elvashak se alejaron un par de pasos—. ¡Ya está bien, maldita sea! ¡Lo único que has hecho desde que has llegado ha sido insultarnos! ¡Has faltado el respeto a tu diosa! ¡A Ali! —reiteró—. ¿Acaso no ibas a entrenarnos?

 

—¿A Ali? —inquirió Leo con malicia. Sus ojos se habían abierto como platos. No podía creer lo que acababa de escuchar—. Ya veo… ¡A Teris le gusta Ali! ¡Qué dulce!

 

Las mofas ya eran hirientes. Eran insoportables para el santo de bronce, que emitió un grito desgarrador, de desesperación. Tenía el puño listo, alzado. Su mirada, furiosa, se clavaba en la del despreciable león con garras de acero. El aura de cosmos que le envolvía se hizo más grande y, por fin, dio la zancada.

 

«Tenía que haberlo hecho desde el principio. ¡Nadie insulta a mi Ali!»

 

Cada uno de sus movimientos destilaba una ira descontrolada. El corazón le latía tan rápido que incluso le dolía. Delante del santo dorado, comenzó a arrojar sus puños de forma incesante. El primer golpe buscó su cara, el segundo le acertó en la mejilla, y los siguientes se repartieron por todo el torso. La lluvia de puñetazos se sucedió como una tempestad en la que truenos sonoros se desprendían cada vez que los nudillos tocaban a Baltsarós. La propia catarata tras Leo se sacudía impacto tras impacto.

 

El dorado, aun sin armadura, no se inmutaba. Levantó la mano y dio un revés a Teris, haciéndole caer de costado sobre el frío y húmedo suelo. Tras el impacto, quedó paralizado, boca arriba y agotado. Aun en el ruidoso rellano podía oírse su respiración agitada. También se palpaba la tensión en Elvashak, Alisha y Caph.

 

—No os estoy insultando. Estoy diciendo la verdad —declaró Leo, en cuya cara y camisa blanca había salpicaduras de sangre—. Mira a tus compañeros, Lince y Casiopea. Ellos no se enfadan porque, en primer lugar, han tenido la sangre fría de la que tú careces, y en segundo lugar, porque son sensatos. Tú eres un inconsciente. Y tú —señaló a Atenea con desdén—, si no eres capaz de vencer a este fracaso, no eres más que una mocosa incapaz. No mereces ser llamada diosa de la guerra.

 

Conforme Teris se erguía, fue palideciendo. Le había golpeado con ganas y toda su fuerza varias veces, pero él seguía allí, delante de ellos, con su discurso insoportable. No podía creerlo: Baltsarós, el león, no había retrocedido un solo paso. No mostraba ni un rictus de dolor. Seguía allí, impávido y jactancioso delante de él. Pegaso dedujo que la sangre en su oponente debía ser suya, de sus propios puños. Al mirarlos, se dio cuenta de que tenía numerosas desolladuras en los nudillos.

 

«No puede ser… ¿De verdad un caballero de oro es así de poderoso? —se impresionó el joven Pegaso—. No le he hecho nada…»

 

—Dijiste que tú eras el santo de bronce más fuerte, ¿no? —miró Leo con lástima. Su tono no podía ser más escueto—. Es patético. Te molesten o no mis palabras, tú las acabas de confirmar con tus acciones.

 

»Mírame —instó el varón de coleta negra—. Llevo vendas bajo la ropa. Estoy herido y no llevo mi armadura. No he necesitado ni utilizar mi cosmos para neutralizar cada uno de tus golpes. Y eres tú el que se ha destrozado los puños. Si en verdad nuestra diosa no puede contigo, que no pasarías de ser carne de cañón en una guerra santa, no hay esperanza para el mundo. ¡Y debería ser al revés! —alzó el tono con entusiasmo—. ¡Vosotros deberíais ser la esperanza del mundo!

 

Alisha caminó hacia Teris para ayudarle a levantar. Este le agradeció el gesto y se apoyó en su hombro pasándole el brazo por la espalda. Cuando el cabello de la muchacha le rozó los nudillos, notó aquel escozor punzante que tanto daño le hacía en el ego. Había sido completamente derrotado, y lo peor de todo, frente a la persona que más quería impresionar en el mundo.

 

Los hermanos seguían contemplando la escena. Elvashak se mostraba analítico, tocándose el mentón con los dedos índice y pulgar. Caph de Casiopea no dejaba de mirar con inseguridad hacia atrás; hacia la misma columna desde donde Kishut, su maestro, seguía observándolo todo. El pequeño exclamó para llamarle la atención, pero no obtuvo más respuesta que una mirada rápida y una negación silenciosa con la cabeza. Entonces comprendió que aquello era parte del entrenamiento.

 

—Hermano —susurró el niño—, el maestro nos está poniendo a prueba.

 

—Así es, Caph. Pero pensé que el entrenamiento iba a ser otra cosa —admitió el más alto de los hermanos—. Que el maestro no haya actuado todavía para poner paz es señal de que esto es parte de nuestro entrenamiento. ¿Pero qué tenemos que hacer? ¿De verdad quiere que enfrentemos a un santo de oro? Si ni Teris lo ha logrado… ¿cómo vamos a…? —No vio más opción que decir lo siguiente en voz alta:

 

»¡Las armaduras! ¡Necesitamos las armaduras!

 

—Por fin alguien sensato —elogió Baltsarós—. Fue lo primero que os dije cuando empezamos, ¿no? Debéis tratarme como si fuese un enemigo de verdad. Si en un combate real tardaseis todo lo que habéis tardado en daros cuenta, habríais muerto antes de comenzar.

 

—¡Maldita sea! —Pegaso, ya en pie y al lado de su Alisha, se agarraba el puño derecho, encorvado. Le resbalaba la sangre entre los dedos; gotitas que caían al suelo de piedra una tras otra. La quemazón era molesta, pero su orgullo había sufrido mucho más por aquel revés que le tiró al suelo.

 

—Retrocede, Teris —Lince invitó a su amigo a reflexionar antes del próximo movimiento. Si no utilizaban sus cloths, no tendrían la más mínima posibilidad de superar la prueba a la que los estaba sometiendo su maestro Kishut: sufrir la furia del santo de Leo. ¿Cuál podría ser la enseñanza detrás de todo aquello?

 

»Tenemos que usar las armaduras. ¡Vamos, vuelve! —insistía Elvashak.

 

Pegaso, herido, asintió. Comprendió que aunque no vistiese su prenda de oro, Baltsarós estaba a otro nivel. Eran tantas las ganas que tenía de darle un golpe, que se forzó a relajarse mediante la respiración pausada; si no lo hacía, le humillarían de nuevo. Y no podía permitirse quedar mal de nuevo delante de Alisha.

 

—Ali, atrás —dijo el muchacho con voz queda—. Tú no debes luchar. Para eso estamos nosotros.

 

—Ese ha sido y será el problema de los santos de Atenea. Prescindir del consejo y la fuerza de su diosa. Pegaso, en una batalla real, la posibilidad de morir por proteger a alguien es muy alta. Ella no necesita protección. No la necesitaría si fuese realmente una diosa y no una mocosa desvalida —matizó con maldad. Una sonrisa apareció en su rostro afilado al ver cómo la joven Atenea chistaba, enfurecida por la impotencia.

 

Caph se dio cuenta de que el maestro Kishut se había incorporado y caminaba hacia ellos con pasos relajados. El barbudo hombre se colocó entre sus discípulos y el astuto león, al que le dio la espalda. Comenzó a hablar con condescendencia:

 

—Baltsarós es un poco duro, pero escuchad sus palabras. Podréis aprender mucho de ellas. Señorita Atenea, vos también —asintió—. Aún tenéis mucho que aprender. Estáis llamada a ser nuestra diosa, y no dudo de vuestro potencial. Pero tenéis que trabajar.

 

»Teris, lanzarte a atacar sin medir tus posibilidades ha sido un acto estúpido. Deberías hacer caso a tu compañero Elvashak más a menudo. Su sabiduría es un buen complemento para tu fuerza.

 

»Para vosotros dos, Elvashak y Caph, quizá deberíais dejar de protegeros mutuamente. En el campo de batalla sois aliados, no hermanos. Si dejáis que los vínculos de sangre os dominen, seréis débiles. No podréis atacar con toda vuestra fuerza por miedo a que os hieran.

 

»Este entrenamiento que os está dando Baltsarós… quiero que reflexionéis sobre él y a mi regreso me contéis qué habéis aprendido. Por desgracia, yo debo preparar un viaje.

 

—Maestro, ¿nos deja solos? —preguntó Caph visiblemente preocupado. Su boca entreabierta y los ojitos alzados, casi llorosos, enternecieron al Patriarca, quien le sonrió a la vez que asintió.

 

—Estáis en buenas manos. Caph. Sois santos de Atenea. Tenéis que afrontar las dificultades. Por cierto, Teris, cuando acabe el entrenamiento, ven a verme al Ateneo. Lo más rápido que puedas, ¿entendido?

 

—Sí, maestro —respondió el adolescente de pelo grisáceo sin apartar la mirada de Leo. El Sumo Sacerdote ya se había dado la vuelta y comenzado a andar.

 

*  *  *

 

En realidad no estaba del todo convencido de que dejar a sus pupilos con Baltsarós de Leo fuese la mejor idea, pero no tenía demasiado tiempo. Quería zanjar cuanto antes los asuntos sin resolver que quedaban antes de preparar su viaje a Delfos. Supuso que, en el peor de los casos, el león acabaría por molerlos a golpes, pero no era la primera vez que lo hacía; ya tuvo la ocasión de enseñar a Éurito de Sagitario y, al parecer, aprendió algo. Decidió confiar en el buen criterio de su camarada, o más bien en que tuviese todavía ese buen criterio.

 

«Teris, me temo que te van a domar. Te vendrá bien para lo que tengo preparado para ti. Y señorita Atenea… por favor, aprended todo lo que podáis —pensó mientras comenzaba a ascender el angosto pasaje de escalones hacia Acuario.»

 

Si mal no recordaba, tenía que dar a los mensajeros esa incómoda misiva en que se indultase a Leo por su fingida deserción. ¿Cuántas copias de las redactadas por los escribas serían necesarias? Necesitaría una para cada santo dorado, de plata y de bronce a excepción de sus pupilos; otra para cada general de las legiones del Santuario, y quizá no fuese una mala idea enviar cartas también a los Tres Señores: el eje de equilibrio de Rodorio. ¿Superaría eso el total de setenta ejemplares que mandó redactar? Con suerte, estarían justas.

 

También tenía que reunirse con las dos partidas de santos que enviaría con objeto de ubicar el lugar donde Diké debía ocultarse. Podría preguntarlo en Delfos, pero eso le haría perder un valioso tiempo a su ejército. Y el bibliotecario, quien le había dado información al respecto, era el mejor investigando, por lo que prefirió confiar en él. Además, las Horas no parecían ser tan poderosas como para poder derrotar a un equipo de varios caballeros de plata y bronce…

 

Por último estaba su propio viaje. Debía acudir a Delfos para consultar al oráculo sobre la diosa Diké: la corrupción del juicio, la motivación tras sus actos y la forma de enfrentarla. Como pensó la noche pasada, había más cosas. Era una misión crucial, pero también peligrosa; si era asaltado por una de las doce Horas, se vería expuesto al Juicio por débiles que fueran. Volvió a asentir, confiado en que la elección de su escolta era la más acertada: Orión y Escudo.

 

Kishut se detuvo en seco. Apoyó la mano en uno de los laterales de piedra escarbados en plena montaña. Se sentía un poco mareado. ¿Acaso haber dormido tan poco le estaba afectando? No, no podía ser eso. Él dormía muy poco. Pasaba noches enteras en vela estudiando o sencillamente bebiendo vino junto a su ajedrez. Era algo diferente.

 

«¿Qué me sucede? Esto no es normal…»

 

Al alzar la cabeza, el Sumo Pontífice vio sobre sí una enorme luna roja. Pero no era posible. ¡Apenas había amanecido! Una luna llena tan grande y carmesí como aquella no podía ser más que un delirio o una alucinación. Para cerciorarse, miró a los lados, y cuando no encontró los muros pétreos por los que las escaleras discurrían se asustó. ¿Dónde estaba? ¿Por qué la luna era tan grande? Entonces, sintió un escalofrío al ver en el cenit del astro una sombra antropomorfa. Era demasiado pequeña para saber qué o quién era, pero pudo ver que flotaba y que portaba un mandoble entre sus manos. Y escuchó con voz desgarradora una canción que le era familiar:

 

Luna Roja, Luna Roja,

limpia los pecados, que nos has de renovar;

brillando, resplandeciente en el cielo nocturno

y esperando nuestras almas.

¿Quién será el que nazca de nuevo esta noche?

¿Quién será el que nazca de nuevo esta noche?[1]

 

—Alisha —murmuró. Aquella canción se la cantaba la mujer que le salvó en su infancia. Al terminar de escucharla todo volvió a la normalidad. De nuevo se encontró en el pasillo de escaleras ascendentes. El mareo había pasado. No era la primera ocasión en que, como Sumo Sacerdote, había tenido visiones semejantes, pero ninguna tan vívida y desconcertante como aquella. Se limitó a negar con la cabeza y seguir su ascenso. Tenía muchas cosas que hacer como para darle demasiada importancia a aquello.

 

 

----------------------------------

[1] Esta estrofa ha sido extraída y traducida de una canción que puede escucharse en Disgaea, Hour of Darkness. Aunque la traducción sí es mía, para nada me corresponde el haberla creado. La melodía pertenece a su respectivo compositor. Tan solo ha sido introducida en esta historia a modo de guiño.

 

______________________________________________

 

Esto es todo por ahora. La próxima parte, que acabará con el capítulo 23, llegará el día 14, san Valentín y día en que Alisha cumple años. ¡Hasta entonces! O hasta antes si dejáis comentarios, claro está.  ^_^


Editado por Killcrom, 04 febrero 2017 - 21:09 .

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ese pegaso todo un perro arrastrado que bueno que baltasaros lo puso en su lugar

 

hablandode baltsaros otro de tus personaje sque se parece al viejo hatome de mi fic con su forma de basurear  sus propios aliados aunque en el fondo los ayuda a su modo 

 

saludos



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Lo bueno:

 

La actitud de Baltsarós y la forma en que trata a la mocosa malcriada

 

Fue intrigante la vision del patriarca

 

 

Lo malo:

 

Kishut sigue de lamebotas con Alisha

 

Pegaso actua como Jabu de unicornio


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ese pegaso todo un perro arrastrado que bueno que baltasaros lo puso en su lugar

 

hablandode baltsaros otro de tus personaje sque se parece al viejo hatome de mi fic con su forma de basurear  sus propios aliados aunque en el fondo los ayuda a su modo 

 

saludos

 

 Hello, friend. Ya acabé los exámenes y estoy en casa. Siento haber tardado tanto. 

 

Baltsarós es un poco troll, pero llevas razón: su idea es ayudar a los jóvenes... además de molestarles. 

 

Un abrazo!

 

Lo bueno:

 

La actitud de Baltsarós y la forma en que trata a la mocosa malcriada

 

Fue intrigante la vision del patriarca

 

 

Lo malo:

 

Kishut sigue de lamebotas con Alisha

 

Pegaso actua como Jabu de unicornio

 

Gracias por tu comentario, T-800. De ahora en adelante podré inscribirme a más dinámicas, pues ya vuelvo a ser "libre". 

 

Jabu de Unicornio no tiene dignidad. ¿La tendrá este Pegaso? :D


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Hola Kill, un review corto. Antes:

—Bueno, jovencitos —exclamó el león, interrumpiendo los pensamiento de la pubescente dama

Se te pasó una s.

 

 El barbudo hombre se colocó entre sus discípulos y el astuto león, al que le dio la espalda. 

Tal vez sería mejor hombre barbudo. En sí, se nota que te gusta mucho usar sinónimos o distintos epítetos y adjetivos para no decir siempre lo mismo, pero creo que a veces queda un poco raro. La "preadolescente dama", "el varón barbudo", "el joven de cabellera cenicienta". A veces, creo, es mejor ir por el camino más simple nomas. Ya hay muchísimas formas de describir personajes como para agregar más, y no va a quedar muy raro si en un texto repites tres o cuatro.

 

 

Sobre el capítulo, no tengo mucho que decir. Se desarrolló a varios personajes, en especial a Lince y Casiopea (creo que lo habíamos discutido, pero también tengo a Caph de Casiopea en mi fic, solo que es una anciana jaja)... los imagino como Teneo y Salo del Canvas.

 

Alisha reclama que no es una mocosa malcriada como todos creen, pero resulta que sí lo es. Lástima que todavía falte para que se convierta en un personaje que me guste, aunque esa es justamente su gracia, no lo tomes negativamente. Leo me agrada mucho, es un tipo directo, brusco, troll, que dice lo que debe decirse cuando debe decirse, no parece tener filtro.

De hecho, eso de que Atenea no necesita protectores siempre me ha llamado la atención, no solo en SS, sino en toda obra donde hay un montón de guerreros que protegen a alguien que es muchísimo más poderoso que todos ellos juntos. A ver cómo desarrollas eso.

 

Luego, Pegaso es un tarado como todos los de esa constelación. Demasiado enamorado, para mi gusto, pero bueno, es un adolescente, y quién no ha estado en esa situación donde la persona que a uno le gusta tiene un montón de defectos evidentes para todo mundo menos uno mismo? Ojalá se le pase esa ilusión más adelante.

 

Lo más interesante es lo de Kishut y su visión, claro, pero creo que está de más preguntar, se verá más adelante.

 

 

Solo eso Killcrom. Saludos!


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#514 Killcrom

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Publicado 09 febrero 2017 - 21:58

Gracias por tu visita, Lord Felipe. Por fin vuelvo a tener una vida normal. Acabé los exámenes y ya no tengo trabajo... *suspira*

 

1.- Gracias por notar ese dedazo. Ni una segunda lectura ni mi beta Rexomegay pudieron evitarlo. El caso es que he ido a corregirla y... la "s" estaba ahí. Ni idea de qué ha podido pasar. 

 

2.- Si te soy sincero con el tema de los sinónimos/epítetos/adjetivos o lo que sea, es que NO soporto repetirme. Sé que todas las novelas abusan de los nombres, pero no puedo. Cuando leo el mismo nombre o adjetivo en menos de dos párrafos me vuelvo loco. Necesito cambiarlo. Llevas razón en que no es algo que vaya a lastrar la narración. En todo caso al revés, puede acelerarla. Pero a nivel personal no me siento bien; es como si estuviera haciendo trampas o copiando en un examen. No me gusta. 

 

Supongo que el tiempo me irá enseñando a ser más sencillo en esas cosas.

 

3.- Seh, recuerdo a tu Caph de Casiopea. ¿Qué posibilidades había de coincidir en nombre y constelación? No sé, quizás no tan pocas, pero...

 

Seh, son como Teneo y Salo. Eran los alumnos de Tauro, ¿no? Son algo parecido. El Pegaso es aún inmaduro, pero no puedo garantizar que vaya a llegar a madurar. Ya sabes, los elegidos de los dioses mueren jóvenes... JO, JO, JO.

 

A Leo debo intentar meterle menos comic relief y hacerle más cabr... más troll, ya sabes. 

 

Y nuestra amiguita favorita, Ali-chan. Lo cierto es que he pensado en el hecho de que ella debería ser MUCHO más poderosa que sus santos y no es algo que no vaya a tener explicación en la historia. ¿Se inclinará para el lado de los santos, o para el de Atenea? Yo sí lo sé. Puede que tú también. El caso es que no me parece que tenga mucho sentido que unos mocosos se tengan que romper la cabeza por salvar a una diosa inútil como Saori Kido. Así que sí, intentaré evitar ese problemón. 

 

La visión de Kishut... no es la primera vez que las ha tenido. No recuerdo si lo incluí en el capítulo o al final lo eliminé, pero el viejo Papa está acostumbrado a tener visiones como Sumo Pontífice. La trama sigue y dentro de poco habrá más información sobre esto. 

 

Un saludo grande para ti y un abrazo.

 

Supongo que pasaré otro san Valentín solo. Pero mejor solo que mal acompañado, ¿no? ¿Y por qué digo esto? :/ Supongo que porque el día 14 toca publicar... 

 

¡Nos leemos!


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Publicado 10 febrero 2017 - 02:57

De nuevo aquí. Diez de febrero, considérelo un regalo de San Valentín adelantado.

7.2

A ver, el nombre de este capítulo es bastante revelador en sí. Pone "Heredera de Virgo", supuse que sería por algo en particular. A pesar de la evidencia y de lo que esperaba, ha estado bastante bien. Los diez, quince minutos que he estado leyendo me han pasado rápido. No he tenido prisa ni nada de eso por terminar. Decir que el tipo que más curiosidad me causa es el hombre que cubre el ascenso a las estancias patriarcales me produce una gran incógnita, aún no sé por qué. De los demás, poco se ha visto o nada como para tener una visión y/o acepción, ya sea positiva o negativa. La nueva Santa también me produce sensaciones, supongo que es natural dudar al principio de algo tan gordo, pero ya se sabe que luego los Virgo están obligados a limpiar su corazón de todo rastro de duda. Descripciones y lenguaje perfeccionista, como siempre. No me esperaba otra cosa de vos, don Killcrom.

En fin, reseña escueta pero es todo lo que puedo rescatar ahora mismo. Tampoco es que haya habido un gran avance.

Un saludo. Nos vemos pronto. Supongo.

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Publicado 11 febrero 2017 - 14:09

Sanquiu berimucho, amigo Penta. 

 

¿Regalo de San Valentín? ¿Eres trucha o algo?  :lol: Nada, te lo agradezco, bro.

 

Este arco se volverá bastante loco, así que -amén de sus errores- creo que te gustará. ¿El hombre que cubre el ascenso a las estancias del señor Kishut es Piscis? Si es así, estoy haciendo bien mi trabajo. Sobre los demás, es como dices. Aún no llega su momento. No pretendo hacer del fic una versión alterna de Lost Canvas donde el protagonismo va cambiando entre personajes. La idea era esa al principio, pero con el paso de los años y los capítulos he llegado a otra forma de desarrollo de la historia. Por desgracia, es inevitable que estos dos primeros arcos sean así. De todas formas, ya con Astrea cambiará algo el tema del protagonismo. Y espero que te guste la sorpresa.

 

¿Virgo? ¿Rastro de duda? Se ve que aún no conoces al viejo Killcrom. Para él el canon significa lo mismo que los hombres para los dioses. 

 

La reseña es perfecta. No es necesario hacer un comentario muy largo. Ha sido clara y concisa. Y muchas gracias por ella, amigo. 

 

Un abrazo para ti. Espero volver el día 14 con el fin de este capítulo. ¡Desde el 24 viene lo... WTF! 


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Publicado 13 febrero 2017 - 04:34

Intenso, bastante intenso.

7.3. Heredera de Virgo.

Ha sido mucha información de golpe, como cuando un PC no puede retener todos los datos que se le quieren meter de golpe. Astrea... Metiste ahí ese flashback, bastante prudente y bien situado. El santo del águila, antiguo maestro de la nueva heredera de la cloth dorada de la Virgen. Por h o por b, justo después de ser nombrada tiene un sueño con ese mismo momento en el que cae a plomo, muerto (porque supongo que es ahí cuando la palma). La aparición súbita de Licaón, un Géminis que pinta de lujo. Es serio, parece severo, pero tiene tintes de ser un hombre justo a la par que sacrificado. Llámame loco. Y por fin aparece el famoso Baltsaros de Leo, alias el "Príncipe". Por cierto, genial detalle el hablar del "calor" que produce la armadura, casi lo sentí yo, porque iba a resguardo de la calefacción autobusística, si así pudiese llamársele.

En fin Killcrom. No te quejarás de cómo vengo, jejejeje, que tú no me visitas nada.

Un saludo, viejo cascarrabias.

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Publicado 13 febrero 2017 - 12:30

Hola, amigo Pentagram. Estoy desde el móvil así que no te extrañe ver algo troll cortesía del corrector. Decirte que te sonará a excusa, pero ayer de madrugada estuve viendo tu nueva obra. Me dije "bah, estará todo perfecto, así que lo leo por el móvil y le digo algo general. Pero no. Empecé a leer y ya en el primer párrafo tenía más comentarios que la cantidad de ideas que había leído. Y preferí no seguir para hacerlo en el ordenador. Recordé por qué no suelo dejar comentarios :no puedo omitir las cosas que veo reseñables para hablar solo de la trama. Lo 100to.

En fin, no puedo decirte mucho más del capítulo que andas leyendo, pero si te parece intenso, espera a ver lo que viene. Por cierto, Therón sí tiene personalidad, pero no está desarrollada en un capítulo, mucho menos en uno de pelea como presenté a la dinámica. Aun así, gracias, bro.

Nos vemos pronto en tu casa o aquí mismo.

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Publicado 14 febrero 2017 - 13:11

Hola, amigo killcrom, cómo estás?? La verdad es q ya no debes acordarte de mí, y eso es pq hace mucho tiempo (como un año y medio) q no comentaba en tu extraordinario fic. Soy lo peor, lo sé, y espero no te moleste q lo haga ahora. He vuelto, y espero comentar más regularmente. La verdad es q pasaron muchos meses sin q entrara al foro, por diversos motivos. Pero ya estoy de vuelta. Empecé a leer todo de nuevo, y voy por la primera parte del capítulo 12 (cuanto has avanzado)

En realidad, tu fic es genial. Si consideras esta parte lenta, no quiero ni imaginar como será después. Es increíble como el juicio de las horas corrompe y hace un efecto tan negativo en los dorados. Cuanto descontrol en Astrea, q ha sido poseída por un ente maligno, q se está aprovechando de todo. Ya quiero leer sobre el final de este arco, sobre los astra planetas y el resto de la historia

Sólo una pregunta: me acuerdo q en la primera versión había uno de los caballeros dorados q no necesitaba el juicio de las horas. Eso cambió o sigue asÍ?? Espero no haber hecho algun spoiler sin querer. Además de no comentar en tanto tiempo, no quiero además cometer ese error. Sigue así, yo seguiré leyendo y comentando periódicamente hasta ponerme al día. Saludos!!



#520 Killcrom

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Publicado 14 febrero 2017 - 20:47

¡Hola, Carloslibra! Claro que me acuerdo de ti, amigo. ¡No me puedo olvidar de alguien que se toma el tiempo para leer mi historia y comentarla! 

 

Claro que no me molesta que no hayas venido hasta ahora. Si te fijas, apenas he dejado comentarios últimamente. Yo soy el que de verdad tendría que pedir perdón al resto de autores. Sea como sea, puedo entenderte perfectamente. Sea por el motivo que sea, no has podido venir. Pues no hay problema. Aquí estás de nuevo, y eres bien recibido.  :lol:

 

He avanzado menos de lo que quisiera, ¿eh? A duras penas escribo el capítulo 26 todavía. 

 

Spoiler

 

RESUMEN DEL CAPÍTULO 23 (parte 1):

 

Spoiler
Leo se prepara para dar un entrenamiento especial a los discípulos de Kishut de Capricornio. Este último se marcha a preparar el viaje a Delfos y a enviar sendas partidas de exploración para descubrir la ubicación del Santuario de Diké. En el camino, tiene una enigmática visión... 

 

 

PERSONAJES RELEVANTES

 

Kishut: el Sumo Sacerdote del Santuario de Atenea y caballero de Capricornio. Aficionado al vino y la lectura.

Nerites: santo de Piscis. Recto y justo, aunque demasiado tranquilo en ocasiones.

Alisha: diosa Atenea de la generación del siglo XV. Aún no ha despertado y es una malcriada.

Teris: santo de bronce de pegaso. De cabello gris y con un pendiente. Impulsivo y cabezota.

Elvashak: hermano mayor de Caph y santo de Lince. Astuto para su edad.

Caph: hermano menor de Elvashak y santo de Casiopea. Tímido.

Baltsarós: santo dorado de Leo. A veces un bufón, otras veces un gran compañero.

 

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(Capítulo 23: parte 2 de 2)

En el templo de Capricornio, la tríada de bronce ya vestía sus armaduras. Todos parecían tensos. Alisha, quien se mantenía por detrás, a la derecha de Teris, también. Baltsarós asintió al verles tan centrados. No acababa a comprender por qué, pero le agradaba que aquellos niños problemáticos asumieran por fin su rol de alumnos.

 

—Muy bien. ¿Y tú? —preguntó señalando a la joven Atenea con un gesto de cabeza—. ¿Piensas vestir de princesa y mirar? ¿No puedes hacer nada? ¿Cómo vistes cuando luchas contra tus compañeros? ¿Igual que ahora?

 

—Sí —dijo, prudente. Aunque se le notaba el enfado monumental nada más con mirarle la cara, desde que se fue Kishut había preferido no ser tan arrogante. Odiaba al león, pero sin tener detrás de sí a su maestro se sentía en peligro.

 

De alguna forma, no veía en Baltsarós a un aliado. Por el contrario, aquel hombre de coleta negra le parecía un estúpido indeseable. Uno a quien no podían vencer y, por tanto, debían tolerar. Por desgracia, su sirviente Teris era tan inútil como ella en la situación en que se encontraban.

 

—¿De verdad el viejo te deja pelear vestida de niña mimada? —Las palabras rudas amedrentaron un poco a la joven, que bajó la cabeza y se mordió el labio. Casi de forma inconsciente, se pegó a su Pegaso y le agarró el antebrazo con la mano.

 

—Ali —respondió el joven muchacho de zarcillo en la oreja derecha—. Saca a Niké. Creo que no se detendrá hasta que aceptes pelear a nuestro lado. Siento decírtelo, pero… —El de bronce se quedó en silencio antes de terminar. No tenían más remedio que obedecer, y sabiéndolo, no quiso admitirlo en voz alta. Él también odiaba al león, tanto por haberle humillado como por haber insultado a su querida amiga.

 

—Correcto. Niké es la herramienta… no, es el arma de nuestra Atenea. Desde el principio de los tiempos ha servido a la diosa de la Tierra para enfrentar las numerosas amenazas que han sacudido a la humanidad —explicó Leo—. Date prisa. No tengo todo el día. Bueno, en realidad sí que lo tengo —acotó—, pero no quiero desperdiciarlo con vosotros. ¿O es que no sabes cómo?

 

—¡Sí que puedo! —respondió la muchacha con genio, soltándose de Teris.

 

La acobardada princesa del Santuario se alejó unos pasos del grupo y extendió en horizontal su brazo derecho. Lo hiciera como lo hiciese, no sorprendería al tirano león. Se lo veía venir: el mismo conjuro que sorprendía a sus compañeros sería tomado como objeto de burla por el odioso y asqueroso Baltsarós.

 

Luz violácea empezó a envolverla, surcándola entre trazos serpenteantes que acabaron por envolver su delgada mano. Entre los dedos comenzó a materializarse una vara de metal plateado que silbaba conforme iba extendiéndose. La punta inferior golpeó el suelo con una guarda de oro en forma de pica. La superior, cabeza del bastón, brilló con luz blanca antes de revelar un águila dorada de alas abiertas, unidas en la parte superior y formando una circunferencia perfecta. Tras un último pulso de luz, la niña lo sostuvo en vertical. El cetro debía medir casi un tercio más que ella.

 

—Ahora ya estamos todos. Podemos comenzar con esta lección que confío jamás olvidéis. En primer lugar, está lo que un simple vistazo puede revelar de vosotros. —El león herido caminó delante de los cuatro adolescentes con parsimonia, como dándose tiempo, mientras escudriñaba los rostros y posturas de cada uno de ellos, que esperaban inmóviles una palabra, o peor aún, un golpe a traición.

 

»Primero estás tú, Teris de Pegaso. ¿Por qué llevas ese pendiente? ¿Nunca te dijeron que esas cosas son de niñas? —rio al ver la mueca de desagrado del muchacho—. Sin duda eres fuerte, pero se nota que te falta experiencia. Tus ojos revelan tus sentimientos. Deseas machacarme, romperme en pedazos. ¿Me equivoco? No, no es necesario que respondas. La respuesta es evidente —se jactó.

 

»Sin experiencia y dejando ver todo lo que sientes, eres una presa fácil para cualquier enemigo con un dedo de frente. De hecho, si te dejas llevar por esa rabia que te devora, pegarás más fuerte, o no, pero no tendrás pleno control sobre tus acciones. Eso provocará que no puedas utilizar tu cosmos, pues lo estarás ahogando con sentimientos de rabia y frustración.

 

»Es la primera regla: enerva a tu enemigo. Si es lo suficientemente imbécil como para caer en la trampa, estará condenado. Y sí, te estoy insultando, muchachito. Guarda tu rabia y aprende de mis palabras.

 

»Sobre Elvashak, ¿qué decir de ti…? —Leo detuvo sus pasos delante del joven Lince, cuya armadura, azul marino y sencilla, le protegía el torso con una placa octogonal en cuyo centro brillaba un rubí. Sus hombreras imitaban sendas garras felinas esmaltadas en plateado—. Sin duda, eres el cerebro del grupo y el único al que yo trataría como a un igual. No porque seas poderoso, que no lo eres, sino porque tienes el porte de un santo: relajado, sereno, y observador.

 

»Pero al igual que tu hermano, tienes un problema: tiendes a protegerle con tu cuerpo. Antes, cuando Teris me atacó, diste varios pasos atrás y te colocaste instintivamente delante de Caph. Los vínculos de sangre o amor son debilidades en un combate. Te hacen centrarte en la defensa y perder la oportunidad que otorga el riesgo. Tu hermano es un santo, como tú; para haber obtenido su armadura tiene que ser capaz de defenderse a sí mismo. Olvídale. Limítate a cumplir con tu función, que es encontrar la debilidad de tu oponente y apoyar a Pegaso en la ofensiva.

 

»En solitario —añadió— serías un santo mediocre. Ya es más de lo que algunos pueden decir. Pero un consejo: evita pelear solo.

 

»Y de nuestro pequeño Caph… ¿qué decir? —Sabiendo que le intimidaba, Leo se acercó a Casiopea hasta estar a casi un paso de él. Se agachó para mirarle directamente a los ojos desde menos de un palmo de distancia. El niño, que podía sentir la respiración cálida y húmeda de Leo, ladeó la cabeza y cerró los ojos—. No das la talla. No sé qué ha visto Kishut en ti. Vas a ser infravalorado una y otra vez, y tú mismo te creerás, al igual que yo lo pienso, que no vales para nada.

 

»Hoy puede ser cierto; estás muy por debajo de la media. Pero no olvides dos cosas. Uno: como ya he dicho, has obtenido tu armadura. Debes tener algo de fuerza. Y dos: con trabajo y esfuerzo puedes llegar a ser un gran santo. Aunque tu punto fuerte no sea la ofensiva, habrá tareas que puedas desempeñar con dignidad.

 

—Pe… perdón —se excusó el chiquillo, que retrocedió varios pasos ante el gesto divertido de Baltsarós.

 

Viéndolo bien, el dorado pensó que aquella armadura no encajaba con su perfil. La vanidosa Casiopea de la mitología nada tenía que ver con el muchachito tímido y débil que portaba la armadura inspirada por ella. De hecho, habría sido más apropiada para él Andrómeda, el sacrificio.

 

Ambas eran armaduras muy similares: de cadenas en los brazales, las dos tenían pechos en la coraza. Tan solo se diferenciaban en el color. Andrómeda estaba esmaltada en un rosa que habría sido digno de la virilidad de Caph[1], mientras que Casiopea brillaba con elegantes destellos turquesa.

 

El orgulloso león volvió a posicionarse delante del trío —o del cuarteto, considerando a Alisha, que seguía algo desplazada—. La pequeña se quedó mirándole.

 

—¿Qué ocurre, niña?

 

—¿De mí no dices nada? —preguntó ella, curiosa. Imaginaba que no saldrían más que insultos de su boca, pero no podía evitar el deseo de escucharlos.

 

—¿Qué quieres escuchar? ¿Que tienes buen gusto para vestir? Creo que ya te lo dije antes. Necesitas hacerte fuerte. Ser capaz de vencer a todos y cada uno de tus santos. Hasta que no seas capaz de hacerlo, serás un fracaso.

 

Tras pronunciar aquellas últimas palabras, casi una puñalada para Alisha, el rellano de Capricornio quedó en silencio. Baltsarós les seguía observando. Pegaso seguía molesto; la jovencita mimada, también; el prometedor Lince correspondía con la mirada a Leo: parecía como si quisiera encontrar una debilidad en su cuerpo herido y vendado. Por último, Caph estaba hundido; había perdido la poca confianza que tenía en sí mismo.

 

—Bien, ahora quiero que me escuchéis. Este será el único ejercicio que haremos. Y solo tendréis una oportunidad. Vais a fallar, pero es parte de la lección que quiero daros.

 

»Alzad vuestro cosmos hasta el máximo y atacadme. Utilizad todos vuestros recursos. Elaborad una estrategia. Solo tenéis que darme un golpe. Y digo un golpe de verdad, no una birria como lo de antes, Teris —matizó—. Tiene que dolerme. Si no, habréis fracasado. En la vida real significaría vuestra muerte. Tenedlo en cuenta.

 

»Pensad con la cabeza. Demostradme que estáis compenetrados, que tendríais una posibilidad en un combate de verdad. Y esto también va por ti, Ali. —A Leo le encantó ver la cara de asco que la adolescente puso al llamarla de la misma forma que su valiente galán—. La unión hace la fuerza. Sobre todo si no sois más que carne de cañón. Recordadlo.

 

Otro insulto más. Cada minuto con el guardián de Leo era como soportar cien patadas en la boca del estómago. Teris no lo aguantaba. Utilizó aquel sentimiento de frustración y rabia como fuente de su cosmos, que empezó a alzarse, casi desbocado.

 

Elvashak cerró los ojos y, concentrado, imitó a su compañero elevando la energía. Alisha fue la siguiente; su halo en verdad era distinto al de los santos de Atenea. Tenía un matiz divino, una doble vertiente en que podía sentirse tanto una calidez extrema como el odio contenido hacia Baltsarós. Caph fue el último, y el ritmo al que aumentaba su cosmos era en realidad irrisorio. Si no se esforzaba más, sería el primero de ellos en morir. O eso pensaba el dorado.

 

La melodía eufónica que trazaron las cuatro energías al alzarse era como un canto dulce. Hermoso y poderoso, podían leerse notas de diferente color: juventud, vida e ilusión, que posiblemente proviniesen del pequeño de Casiopea; prudencia y sabiduría, que sin duda pertenecían a Lince; coraje y fuerza, la impaciencia de la juventud, eran las señas de Pegaso. Y Alisha encabezaba la marcha con el manto de tranquilidad en que por fin se convirtió su presencia. El odio pareció quedar en segundo plano, entre lenguas de energía que eran opacadas por la esperanza del cosmos del cuarteto.

 

«Sí, lo entiendo ahora, viejo —pensó Leo—. No les estás entrenando porque sean poderosos como individuos, sino porque confías en la unión de sus corazones. Es magnífico —sonrió—. Pero veamos si son capaces o no de sorprenderme. Aún les queda mucho por aprender.»

 

La columna de cosmos plateado se movió. Era Pegaso, que avanzaba raudo hacia Baltsarós con los puños alzados. El joven dio un salto para colocarse sobre el dorado y, tras extender los brazos, canalizó un torrente de energía enorme.

 

«Primer fallo. Precipitarse él solo. —Aunque se había movido más rápido que el sonido tal y como constató tras la explosión sonora que dejó tras de sí, para Leo era como mirar un cuadro; una imagen estática—. Detendré el golpe y le atacaré, por incauto.»

 

—¡Corcel Presto!

 

El joven proyectó su propio cuerpo imbuido con la energía que acababa de generar. Pretendía golpear a Baltsarós con la crudeza de un meteoro. El santo dorado detuvo la embestida con el revés de su mano, pero antes de decidir cómo golpearle, vio algo interesante. Las dos cadenas de Casiopea se enredaron en el tronco de Pegaso.

 

«Lento, pero bien pensado. ¿Acaso Caph pretende arrastrarlo a la línea trasera para evitar mi contraataque?»

 

Tal y como había imaginado, Teris fue atraído por las cadenas, dejándole en mitad de una nube de luz de plata y niebla. Pensando en que le habían cegado, un rayo enhiesto y endiablado intentó golpear a Leo en el pecho. Sin duda era obra de Alisha —o más bien de su báculo—. Aunque fue un buen intento, Leo lo encajó sin inmutarse con el antebrazo izquierdo.

 

Conforme el mar de energía de colores se iba disolviendo, llegó el turno de Elvashak, que atacó por los dos flancos: el derecho, mediante una técnica parecida a un zarpazo de cosmos; el izquierdo, con su propio cuerpo, acelerado casi tanto como Pegaso instantes antes. Leo giró un cuarto de vuelta y dio un codazo a Lince, que sollozó y cayó de boca al suelo.

 

«Se acabó.»

 

Pero una última sorpresa le hizo voltear la cabeza. Caph había usado las cadenas para volver a impulsar a Teris por encima del grupo. Desde las alturas, envestido en Pegaso, parecía un espejo bruñido y cargado de furia. El joven arremetió de nuevo como un toro embravecido.

 

—¡Jinete de Auras[2]!

 

«Sin duda es fuerte —observó el león, que veía precipitarse al santo de bronce contra su cuerpo herido. Era una embestida poderosa, fugaz y casi al nivel de un santo de plata, pero para él no significaba amenaza alguna. Ni en la peor de sus pesadillas sería alcanzado por algo tan lento.»

 

Baltsarós se encontró con ambos puños de Pegaso, humeantes, en sus propias manos. Había cortado de forma abrupta el violento avance del adolescente, que le miraba incrédulo, todavía sin tocar suelo. Aunque la técnica no le había movido un mísero paso, la caudalosa y ancha pared de agua que había a su espalda desapareció un instante: Una proeza considerable para un santo de bronce.

 

—¡No…! —masculló, lamentándose a la par que sus pies caían en tierra firme. Al caer el Aguas Eternas sobre las rocas, salpicó en todas direcciones con su agua inmaculada—. ¿Cómo lo has parado? —Detrás de él, Caph ayudaba a Elvashak a levantarse y Alisha tenía su cetro en ristre, preparando otro ataque que no llegó a conjurar.

 

—¡Está bien! Es suficiente —gritó el dorado—. No está nada mal. El viejo ha hecho un buen trabajo con vosotros. Veo que os ha enseñado a actuar en sincronía. Contra un rival de vuestro nivel habría funcionado. Seguramente le habríais derrotado —admitió—. Pero no todos los combates son justos.

 

—¿Hemos perdido? —Más que una pregunta, era un lamento de Alisha, que alzó la cabeza, suspiró, y dio con la base de Niké en la fría piedra. Con la otra mano se dio un tirón de pelo de pura frustración—. ¡No! —Su grito se prolongó unos segundos.

 

Teris permaneció delante de Leo tras haber fallado su golpe final. Asintió, admitiendo su derrota, y regresó en silencio junto con Elvashak y Caph, abatidos por completo.

 

—Os dije que ibais a fallar. No sé por qué os ponéis así. ¿Acaso se nace sabiendo, mocosos? —espetó con su habitual petulancia—. Sois críos. Apenas os han dado vuestras armaduras. ¿Qué esperabais? Tengo más de treinta años, llevo luchando más de media vida, y descubrí los secretos del Séptimo Sentido con seis años. No es posible que me golpeéis por mucho que queráis. De eso se trata ser santos de Atenea: de aprender. Y todo esto lo he preparado para enseñaros la más valiosa lección que vuestro maestro podría daros.

 

»Pero antes, ¿qué habéis aprendido de esto? ¿Alguno es capaz de dar una respuesta, o estáis tan cansados que ya no queréis ni hablar?

 

—Que eres idiota —se dijo Alisha para sí misma en un susurro tan débil que nadie pudo escuchar.

 

—Que hay combates injustos —declaró Pegaso con gesto sumiso. No le quedaba más remedio que tragarse su orgullo, por más ganas que tuviera de plantar su puño en el centro del irritante rostro de Baltsarós.

 

—Hablaremos de eso ahora mismo. Pero además, ¿qué habéis aprendido? —Elvashak alzó la mano y Leo asintió para cederle la palabra.

 

—Que no debemos ceder ante ninguna provocación del enemigo, o harán con nosotros lo que quieran. Si perdemos la calma, lo tenemos todo perdido por muy fuertes que seamos. —El león dorado asintió, satisfecho.

 

—Pero hay combates injustos. ¿Cómo podríais ganarme a mí? ¿Imagináis que ahora vistiese mi armadura y me dispusiera a matar a Ali? —preguntó—. Por supuesto no lo voy a hacer. Aprecio mis leones, como dice Teris —el hombre guiñó a Alisha con descaro y una sonrisa maliciosa. Ella hizo el gesto de meterse los dedos en la boca para vomitar—. Volviendo al tema, ¿seríais capaces de detenerme?

 

—No —admitió Caph, devastado por la derrota.

 

—¿Podrías dejar de llamarme Ali? —pidió la adolescente con una mueca de repugnancia.

 

—La respuesta es que sí, niños. Podéis vencerme aunque vista mi armadura de oro —contestó él sin hacer caso a la molesta niñata.

 

—Supongo que eso tendrá que ver con el Séptimo Sentido, ¿no? —Elvashak, tan observador como siempre, dio en el clavo. Se dio cuenta por la cara de satisfacción que dibujó su improvisado y cínico maestro.

 

—Así es. El Séptimo Sentido. La quintaesencia del cosmos. La capacidad de manejar la energía que tenemos no solo los santos de Atenea, sino todas las criaturas con vida en este mundo. Este sentido permite elevar el cosmos hasta límites inimaginables, pero aprender a controlarlo es tan difícil como mover una montaña para un recién nacido. Requiere mucha práctica, mucho estudio y mucha experiencia.

 

»A mayor desarrollo tengáis del Séptimo Sentido, más podréis alzar vuestro cosmos. El estadio final es el Paroxismo, un nivel donde vuestro poder, aunque seáis santos de bronce, podría igualar e incluso superar a un santo dorado. Es la prueba de que con esfuerzo puede alcanzarse cualquier cosa. Un Séptimo Sentido bien desarrollado es la diferencia entre ser carne de cañón o santos útiles.

 

—Y nosotros somos carne de cañón, ¿verdad? —supuso Alisha, tan altanera como siempre. Niké, el cetro, había desaparecido ya de entre sus manos.

 

—Me temo que sí. Yo dejé de ser carne de cañón a los seis años. No me habían salido ni los dientes de marfil y ya os daba cien vueltas a los cuatro unidos. Pero es la diferencia entre tener talento y no tenerlo —se mofó—. No os preocupéis, hay esperanza para vosotros. Habéis llegado lejos. Estáis comenzando, me temo, pero ya habéis recorrido un largo camino.

 

»Los santos dorados podemos vestir las armaduras de las doce constelaciones porque generalmente somos capaces, casi de forma innata, de manejar el cosmos como nuestras propias manos. Vosotros sois santos de bronce, pero aunque no hayáis nacido con el talento de un caballero de oro, podéis convertiros en uno. Tan solo tenéis que aprender a manejar vuestro Séptimo Sentido. Hasta ese entonces, me temo que no seréis más que guerreros mediocres, y por lo tanto, peones prescindibles para defender o bien a Atenea, o a una pieza de mayor valor que vosotros. Aunque para el viejo todos somos peones —acotó.

 

Alisha miraba la escena con desgana, jugando con su cabello castaño. Ya había escuchado aquella historia del Séptimo Sentido, y a decir verdad, le deprimía. Prefería no agobiarse, pero era imposible: acababa de descubrir que la diferencia de poderes entre ella y sus súbditos más poderosos era abismal. Casi para no mostrar su preocupación, empezó a chistar cada vez que el dorado la molestaba con sus palabras, gesto bastante frecuente. Lo peor de todo era que, en el fondo de su corazón, sabía que con su poder actual no podría vencer ni a su amigo y siervo Pegaso. Una realidad patética para una diosa como ella suponía que era. ¿Por eso la trataban siempre como a una niña?

 

Caph y Elvashak reaccionaron de forma opuesta ante el discurso de Baltsarós. Mientras que el menor de los hermanos parecía asustado y triste, la mirada en los ojos de Lince irradiaba determinación. Y era cierto: si otros habían podido, ¿por qué él —o mejor aún, ellos— no?

 

Pegaso no lo llevaba tan bien; no era tan optimista. Tras que sus puños fueran detenidos de aquella forma, no podía dejar de pensar en la enorme diferencia de poder que había entre un santo de bronce y uno de oro. Jamás sería capaz de llegar a ese nivel. Se atrevió a quejarse en voz alta:

 

—No puedo. No voy a poder alcanzar el nivel de los santos de oro —su voz era una amalgama de frustración resignada—. Es imposible. ¿Y encima el maestro dijo que había alguien más fuerte que él?

 

—Escúchame, Teris —dijo Leo tras ponerle una mano en el hombro y mirarle directamente a los ojos. Aunque al principio le costó, el adolescente mantuvo la mirada todo el tiempo que habló su interlocutor—. Nunca olvides esto, porque es una verdad dolorosa. Por mucho que alces tu cosmos, siempre habrá alguien más fuerte que tú. Tus únicas opciones… vuestras únicas opciones son ganar, o morir peleando. —Por la tristeza que pareció irradiar con su voz, parecía como si el león hubiese descubierto eso por las malas.

 

»Si sigues ganando y vives el tiempo suficiente, llegará el día en que seas digno de vestir una armadura dorada. ¿Cuál es tu horóscopo?

 

—El mismo que el tuyo —contestó el adolescente de cabello grisáceo—. Leo.

 

—Muy bien, Pegaso —contestó él—, pues lucha y gana hasta que yo muera peleando. Puede que ese día Leo sea tuya. Hasta aquí llega la lección especial que os teníamos preparada. Me marcho. Confío en que nos veamos pronto, niños.

 

Baltsarós no esperó respuesta ni se molestó en mirar por última vez a los jóvenes santos o a Alisha. Se dio media vuelta y caminó pasando la ruidosa catarata. Sus pasos le llevaron al sendero de escaleras que descendía hacia Sagitario hasta que, por fin, le hicieron desaparecer.

 

Los adolescentes se miraron entre sí sin saber bien qué pensar de aquel hombre. Era innegable su cinismo y la dolorosa la violencia de sus palabras, pero en el fondo era cierto que les había dado un buen consejo. Detrás de la fachada agria de Leo se ocultaba una sabiduría que no debían ignorar si pretendían ser algo más que peones; si pretendían sobrevivir como santos.

 

Teris frunció el ceño y bajó la cabeza. Chistó, ofuscado.

 

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[1] El tema de considerar el rosa como color asociado a las niñas es probablemente un anacronismo. Simplemente, quise escribirlo. Os ruego me disculpéis el chiste fácil y políticamente incorrecto.

 

[2] A las ninfas celestes se les conoce como «auras».

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Hasta aquí el capítulo 23. Espero publicar la primera parte del 24 el día 24, pero si os digo la verdad, no estoy seguro si poner los eventos en orden cronológico o como originalmente estaban escritos. Si me decanto por la primera opción seguramente tenga que acabar el capítulo actual antes... 

 

Y bueno, un pequeño regalo cortesía de mi amiga Mina Ferru. Ella será, por fin, la artista principal de Némesis Divino. ¡Muchas gracias, Mina!

 

Con ustedes, ¡Ístvan de Hésperis, versión canónica!

 

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Editado por Killcrom, 14 febrero 2017 - 21:00 .

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(Parte 3 de 3)

Publicado: ?? de ? de 2018





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