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Némesis Divino I: El juicio de las Horas


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549 respuestas a este tema

#201 Lunatic BoltSpectrum

Lunatic BoltSpectrum

    ¡Sagrado corazón de Jesús en vos confío!

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Publicado 02 marzo 2015 - 12:08

muy buen capitulo como siempre

 

espero ver pronto la continuacion de la historia

 

saludos

 

:s50:



#202 Killcrom

Killcrom

    Paso a paso

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Publicado 04 marzo 2015 - 13:30

Buenas tardes y feliz marzo. Responderé vuestros comentarios antes de publicar la siguiente parte de Némesis Divino. ¡Gracias por vuestro apoyo!

 

Buen fic hermano, sigue así!

 

Gracias por tus palabras y ayuda. Esta semana le di vacaciones a Rexomega, que acaba de salir de los exámenes. ¡Abrazo!

 

siiii buenn ficccc sigue sigueeee

 

Muchas gracias, Lord Zeus. Pronto llego de regreso a tu fic. 

 

tengo que admitir que al inicio del capitulo no

entendia lo que pasaba

 

¿como es que Diké permitia que que se le hablara de esa forma?

ya después se mostró que asi es como recluta a personas para su ejercito

 

se ve que el proceso es doloroso para que se forme una armadura de las Horas

 

me pregunto como lo logro Ístvan si el ritual parece exclusivo para las mujeres

 

 

 

bueno esperando el prox capitulo

ya quiero saber lo que le pasara a la dorado de virgo 

 

Gracias, T-800.

 

A veces me da por hacer fumes como ese. Lo siento. 

 

Diké no es muy exigente cuando está de buen humor. Como quería a Ánfora, se dejó insultar un poco. Hubiera podido convertirla en aliada de cualquier forma, pero si puede evitar una escenita, la evita. ¿Prudencia?

 

El proceso es doloroso. Ya viste. Sobre Ístvan... dejaré eso a la imaginación de cada uno de vosotros... ¡Jaja!  :lol:

 

1. ¡Minerva! Wow, eso sí es interesante. El otro nombre de Athena, actuando como la Saori niña. En sí, bien curioso el trío: la antipática, la tanque, y la lolita, o en otras palabras, el típico "gordo, el alto y el bajo". Ave es un extraño nombre, debo admitir. Pero ¿Ánfora? Eso es más bien llamativo, de hecho me interesa bastante lo de los Cuervos Carroñeros. (Influencia de Martin, supongo xD)

Una pregunta. Athos tiene que ver, de pura casualidad, con el líder mosquetero? O es coincidencia?

 

2. En esta línea

—Muy bien, Ánfora, si has venido aquí es porque Ave ha considerado que mereces tener poder. ¿No es así? —inquirió, preguntando a su sirvienta.

Creo que debería salir el nombre de Diké después de "inquirió", aunque si bien es obvio que es ella, pero ahí queda como que está hablando el narrador, o incluso un PdV.

 

3. Es interesante eso de que Ístvan ha sido el único hombre en este ejército. ¿Qué tenía de especial, si es que puedo preguntar? O quizás se revelará más adelante. Y es que uno queda con la sensación de que Diké es una especie de Hipólita (la mamá de Wonder Woman), una reina de amazonas, entonces ¿por qué de repente un hombre?

Ahora, esto lo pregunto porque me da la impresión que antes de Minerva hubo otras muchas. Si son la primera generación, entonces retiro el cuestionamiento.

 

4. Aunque no entiendo. Ella se hacer llamar primero "Ánfora de Athos", yo pensaba que ese era su nombre de Hora, e iba a cuestionar eso, pero ahora resulta que su nombre será "Ánfora de Mesembría". Entonces... ¿De dónde salió lo de Athos? Si era una ladrona, ¿por qué ese nombre típico de los miembros de ejércitos?

 

5. Eh...

 Además de la esfera, un pequeño manantial de sangre empezó a brotar de su entrepierna, manchando y filtrándose a través de los pantalones.

—¿No es hermoso? El nacimiento de tu propia vestimenta sagrada…

«Hermoso fue lo que ocurrió con Ístvan —pensó Minerva ruborizándose

Ni siquiera sé qué comentar sobre esto. De partida puedo suponer que esta fue la menstruación más rara de la historia, o el parto... o ambas. Pero sobre lo que le pasó al hermano del bicho... no sé qué comentar, de verdad jajaja Aunque comienzo a hacerme una idea de por qué era una banda de solo chicas jeje

 

6. —Entonces, cumple tu deseo. Purifica a las fuerzas del orden; devuélveles su más santa potestad. —La majestuosa fémina de vestido marino y cortísima melena de ondas rojas regresó a su trono y pronunció un nombre—. Astrea de Virgo.

La verdad esta línea no me quedó claro. ¿Ánfora es Astrea?

 

 

 

En fin. Fue un capítulo interesante, no uno que leería mientras almuerzo o tengo relaciones, pero entretenido a su manera xD

 

 

Espero ansioso la aventura de la Virgo girl.

 

Como siempre, gracias por tu comentario, Felipe. 

 

1.- Este grupo provisional de Horas es justo como dices: el típico grupo. Habrá que ver si en el campo de combate actúan juntas o separadas... Bueno, yo ya lo sé, pero vosotros tendréis que esperar...  :devil:

 

Si Ave es nombre extraño, agradece que no haya usado el anterior, que era Simetea. El nombre de Ánfora no esconde nada detrás. Y el tema de los Cuervos Carroñeros, cuando escribí esto creo recordar que leía Festín de Cuervos, así que probablemente se debe al título. 

 

A Minerva le tengo bastante cariño como personaje. En esta versión tendrá algo más de protagonismo. No digo nada más, que arruino la sorpresa.  :lol:

 

Y Athos... pues coincide con el nombre del mosquetero, y es intencionado, pero no tiene nada que ver con la obra de Dumas.

 

2.- Añadiré el nombre "Diké" a la corrección antes de publicarlo en pdf. Gracias por notar estos detalles. 

 

3.- Podría responder a esta pregunta, pero sería un spoiler masivo que arruinaría el argumento de la trama. ¿Es Ístvan tan importante? No. Pero sí que lo es el motivo por el que se convirtió en Hora. Por otro lado, no lo diré de forma explícita en el fic. Es algo que el lector tendrá que imaginar. Quizá sí que llegue el momento de decirlo, ya que no es el único caso de personaje "desubicado". 

 

Creo que introduciré algún "Horo" más para que no quede la impresión de ser un ejército femenino. En realidad, las historias de las Horas ya están fijadas, y el género no es un problema salvo un par de casos, como el de Minerva y otra que aún no aparece. 

 

Antes de Minerva hubo otras Horas. Pero tan solo es una mención, jamás pensé en ellas. Muy probablemente fueron mujeres la mayoría, pero no descarto que pudiese haber algún hombre también.

 

4.- Athos es mencionado tan solo como su ciudad natal. No se explica porque creo que carece de importancia, pero añadiré una nota para aclararlo. Una vez se convierte en servidora de Diké, hereda el título de Hora Sexta, que es Mesembria. Esa mención sería como decir "Soy Aioria, del Santuario" o "Soy James, de Londres". No era mi intención ir más allá de eso.

 

5.- Si Minerva hubiese nacido en nuestros días, se habría convertido sin lugar a dudas en una fujoshi, o algo peor. Ánfora parió la armadura. Ístvan tuvo que hacer lo mismo... pero ¿cómo pare un hombre? A Minerva parece que le gustó. Yo no diré cómo; lo dejo a tu imaginación. Y sí, yo sí sé cómo.  :lol:

 

6.- No. A Ánfora se le ha ordenado purificar a Astrea. Siento si no logré hacerme entender con esta línea. Quizá deba revisarla.

 

Ya viene la parte que sí puede leerse comiendo, así que disfruta. ¡La Blue Virgo Girl llega cargada de fuerzas!

 

buen capitulo veamos como se desarrolla la aventura de la santa de virgo

 

Gracias, compañero. Te digo igual que al resto de compañeros escritores: sigo avanzando en la lectura de vuestros fics. Ya he dado algún review. Pronto llegaré a tu obra.  :lol:

 

muy buen capitulo como siempre

 

espero ver pronto la continuacion de la historia

 

saludos

 

:s50:

 

Muchas gracias, amigo Espectro. Ahí estaré publicándola en un rato.  :lol:


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(Parte 3 de 3)

Publicado: ?? de ? de 2018


#203 Killcrom

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Publicado 04 marzo 2015 - 14:28

¡He vuelto! ¡Vamos a publicar el capítulo 9, parte 1! Debo decir que este capítulo es otro de esos que salen descompensados. La primera parte es mucho más larga que la segunda. Espero que la disfrutéis. 

 

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RESUMEN DEL CAPÍTULO 8 (PARTE 2)

 

Spoiler

 

PERSONAJES RELEVANTES

 

Astrea: recién nombrada santo de Virgo. 

- Therón: santo de plata de Perseo. Mula de carga de Astrea. 

- Baltsarós: caballero desertor de Leo.

- Beatrice: la mujer por la que Leo desertó. 

 

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(Capítulo 9. Parte 1 de 2)

 

21 de enero de 1492

 

Las ráfagas de viento tormentoso seguían dificultándoles el camino. Para colmo, la nieve caía con furia en diagonal, moteando el entorno y haciéndoles imposible reconocer lo que tenían más allá de las narices. Therón pudo distinguir algo en la lejanía, aunque no supo decir de qué se trataba.

 

—Con un poco de suerte será Melitón. ¡Ya deberíamos haber llegado hace tiempo! —Exclamó el varón, que aun encorvado y tapándose el rostro con un brazo, superaba a Astrea en envergadura. A su espalda llevaba dos Cajas de Pandora; la plateada de Perseo, y la otra, dorada, de Virgo.

 

—¿Cómo dices? —Gritó la joven, cuyo cabello revoloteaba descontrolado, azotándole el rostro, la espalda, los brazos… Estaba tan mojado como su ropa, que se le pegaba al cuerpo. ¡Qué sensación tan desagradable!

 

—¡Que creo que eso es Melitón! —señaló el fornido hombre, entre vientos ensordecedores. Astrea pudo intuir una masa más oscura que el manto blanco sobre el que llevaban andando por horas.

 

—¿Melitón? —Las ráfagas ventosas hacían casi imposible la comunicación. La muchacha, intuyendo el mensaje de su compañero, sintió cierto alivio. Una vez llegasen a la ciudad, por muy destruida que estuviese, podrían encontrar algo que les sirviera como refugio.

 

Sin más dilación, la pareja siguió caminando no exenta de problemas. La meseta de Omalos, tan abierta como era, se mostraba difícil de dominar ante una tormenta de tal envergadura. A pesar de todo, trataban de guarecerse en los escasos árboles que iban encontrando para recobrar el aliento. Tras una docena de paradas, estuvieron seguros de hallarse ante la vieja urbe.

 

—¡Sí que era Melitón! —declaró Therón, victorioso. Sus energías parecieron restaurarse al verse a apenas varios centenares de pasos de la muralla de la ciudad, tan ruinosa como había imaginado. Para suerte de la pareja, la tormenta amainó lo suficiente como para hacer la marcha más llevadera. Se encontraron a los pies de una enorme puerta enterrada en nieve tras los últimos minutos de lo que fue el suplicio de su viaje.

 

—¡Mira, Therón! ¿No es aquello una torre?

 

Tal y como apuntó Astrea, a apenas veinte pasos del arco que daba acceso al interior de la población, un pequeño torreón se alzaba con timidez. A la legua podría verse el mal estado en que se encontraba; no tenía techumbre y la mitad de su muro se había venido abajo mucho tiempo antes. A pesar de todo, les serviría como refugio hasta que la tempestad cesase. La pareja caminó hasta verse protegida por los curvos muros que aún quedaban en pie.

 

—¡Menudo viajecito! —El santo dejó ambas Cajas de Pandora en el suelo y dio un par de golpecitos con el nudillo en la de Virgo—. No tendrá quejas conmigo, ¿eh, señorita? ¡He llevado todo el camino su armadura! Aunque quizá hubiera sido más fácil vestirla. No es que pasemos desapercibidos con las cajas precisamente… Y al menos nos habrían protegido algo de la nieve…

 

—Deja de hablar así, por favor. —Astrea descubrió que desde que se había convertido en santa, todo el mundo tendía a hablarle con un respeto que le molestaba más de lo que dejaba entrever. Aun Therón, el enorme hombre que le sacaba más de una cabeza de altura, se había empeñado en tratarla como a una princesa o algo por el estilo—. De verdad, trátame con confianza. No soy…

 

—Lo sé, señorita, pero me gusta hablar así. ¿Tanto le molesta?

 

—¡Haz lo que quieras entonces! —acabó por decir ya aburrida; aquella debía ser la quinta o sexta vez que se lo había pedido en el viaje—. Lo importante es que ya hemos llegado. ¿Vamos a buscar al Príncipe con lo que está cayendo?

 

—Esperemos a que cese la tormenta. La nieve sigue entrando, pero el muro impide que nos moje. Además, hay algo que no me gusta de este sitio. Es como si tuviera el corazón oprimido.

 

—¿Te has dado cuenta también? No sabría decir qué es, pero me siento nerviosa desde que atravesamos el arco. —La joven se sentó sobre su Caja de Pandora y cruzó las piernas. La desagradable sensación de la ropa pegada en su piel la hizo chistar a la vez que trataba de despegarla mediante pellizcos—. Ni las capas han servido para no acabar calada hasta los huesos. —Estornudó.

 

—Hay quien dice que la gente que domina el cosmos tiene cierto sexto sentido. No es de extrañar que percibamos esto. Parece como si una energía residual habitase en todo el lugar. —Tras mirar los bloques de piedra, siguió hablando—. Como si en cada grieta de este lugar habitase un sentimiento…

 

—¿Has oído hablar de algún lugar encantado? —preguntó Astrea, mientras se acicalaba el cabello y lo recogía en una enorme coleta. Lo amasó con los puños para tratar de escurrir el agua que deformaba sus perfectos rizos dorados.

 

—¿Historias de fantasmas? ¿Cree en ellos, señorita? —A pesar del tono de reproche de Therón de Perseo, no mostró indicios de burla en su ilegible rostro de facciones severas. Hizo lo mismo con su melenita cenicienta. Si bien apenas superaba la treintena, podían distinguirse ya algunas canas en ella.

 

—No se trata de eso —explicó—. No son fantasmas. Hablo de…

 

—¿De rencor? ¿De algo que quedó atrás? —interrumpió—. Creo que lo entiendo. Al menos, es lo que yo siento. Algo me oprime el pecho, como si aquí hubiese sucedido una catástrofe. Esta ciudad está en ruinas. Lo que no sabemos es qué sucedió. ¿Simplemente fue el paso de tiempo y el abandono? No lo sé. He tenido ocasión de visitar otros lugares abandonados sin sentir esta soledad tan peculiar.

 

»Sin duda, me atrevería a decir que los habitantes de Melitón fueron ejecutados de alguna forma. Puedo sentir el rencor. Es como pena, como si esta energía quisiera decir que aún les quedaba mucha vida por delante.

 

Virgo asintió y se puso en pie. Tras sacudirse el vestido de tela verdosa y cubrirse con la capa, se alejó unos pasos del torreón atravesando una enorme grieta en la pared. Algunas piedrecillas cayeron cuando se apoyó en el muro.

 

Ya nevaba menos. Parecía que el temporal estaba cesando. Ahora era posible ver Melitón, cuyos maltratados edificios luchaban por erguirse y no caer finalmente contra los adoquines erosionados y cubiertos por la nieve. El sentimiento de opresión se hizo más intenso para Astrea, quien quedó eclipsada contemplando las ruinas. Podía ver algo; escuchaba una voz. ¿Estaba alucinando?

 

—Hija de Virgo, hija de Virgo…

 

—¿Quién habla? —De repente, una soledad irreal abrazó a Astrea por todos lados. Se supo abandonada en mitad de la ruinosa Melitón, pero para cerciorarse, regresó al interior de la torre, en la que ya no estaban ni Perseo, ni las cajas de Pandora—. ¿Pero qué está ocurriendo? — Volvió a salir y corrió por el suelo nevado dejando atrás varios edificios casi caídos. Se topó con una silueta envuelta en luz, pero no se sorprendió. De alguna forma, sabía que aquello le era conocido…

 

—No temas, ya nos hemos encontrado antes, Astrea. ¿No me recuerdas? —La luz dorada se hizo más tenue. Para cuando cesó, podía distinguir perfectamente a aquel hombre delgado, larguirucho y con semblante enfermizo. Su palidez rivalizaba con la nieve en derredor. Lucía enormes ojeras y su mentón y mejillas eran tan huesudos que parecía casi un esqueleto andante. Eso sí, un esqueleto con armadura de oro; más en concreto, la de Virgo.

 

—¡Usted es…! ¡Le vi! ¡Le vi cuando vestí a Virgo en mi ceremonia!

 

—Así es, joven muchacha. Soy tu predecesor. Mi nombre es Iarcas. —El macilento varón caminó hacia la confusa muchacha empapada. De nuevo y para su sorpresa, la abrazó con tal cariño que se sintió vulnerable—. Pero yo no soy real. Que me veas es gracias a una destreza que hemos legado de generación en generación: la visión del pasado. No es algo que puedas controlar, al igual que yo tampoco pude, pero tan solo quería decir que lo aproveches. Es la herencia de Virgo, niña.

 

Antes de que Astrea pudiese responder, el llamado Iarcas volvió a brillar. Su luz se disolvió en decenas de esferas amarillentas y doradas. Cuando desapareció, los muros de Melitón se habían restaurado por completo; los adoquines no estaban ya erosionados; no había nieve en el suelo. En el cielo, despejado, resplandecían las estrellas.

 

Tampoco percibía ya la angustia que había compartido con Therón de Perseo, quien seguía sin aparecer. Por el contrario, una multitud de personas que parecía no notarla apareció ante sus ojos. Tres mujeres caminaban susurrándose entre risitas, un anciano las miraba sentado en una silla de madera vieja. Una madre con su hijo se cruzó con las señoras y las saludó. La vida volvía a fluir en las calles de Melitón.

 

Astrea se dio media vuelta para comprobar si la muralla de la ciudad también se había restaurado. Sus temores se hicieron realidad, y justo en ese momento las puertas se abrieron y una pareja, acompañada por un soldado con pica, las atravesó. Pudo escuchar cómo les daba indicaciones.

 

Llamó la atención de la adolescente esa enorme caja de color dorado que el hombre llevaba a su espalda. Podía ser… ¿una Caja de Pandora? De ser así, aquel hombre no podía ser más que el Príncipe desertor, Baltsarós de Leo. O más bien, como pensó Virgo, su imagen en el pasado.

 

—Tú eres… ¿Baltsarós? —le preguntó tras aproximarse al dúo. No recibió más respuesta que un gruñido de la acompañante, pero tenía la extraña certeza de que no lo había dirigido hacia ella. ¿Es que no podían verla? Al parecer no iba a serle posible interactuar con el entorno; tan solo contemplar todo lo que el legado de Virgo quisiera mostrarle.

 

Lo cierto es que aquel Baltsarós no aparentaba más de 30 años a pesar de que su rostro lucía demacrado. Podía leerse en la profundidad de sus ojeras y la palidez de su piel que estaba agotado. Además, su ropa era un desastre maltrecho; deshilachados por doquier, un agujero en la rodilla y la manga izquierda de la blusa de lino rasgada.

 

La acompañante del desertor, algunos años menor, no tenía mejor aspecto: ya de por sí era extremadamente delgada y una cabeza más baja que él. Su mirada era un pozo insondable que evocaba la tristeza más desgarradora. Y sus vestimentas, unas togas sucias y gastadas de color rojizo, le hacían parecer una vagabunda enferma. Para colmo de males, su cabello negro, liso, era una maraña de enredos y grasa. Caminaba arrastrando los pies y cabizbaja.

 

—Nuestra libertad —musitó el hombre. Aunque Astrea jamás hubiera podido escuchar su voz, el mensaje resonó en su mente—. Se acabó sufrir. Se acabó vivir en ese lugar maldito, Beatrice. Ya hemos llegado. —La chica de cabello negro frunció el ceño y apretó los dientes con fuerza. Se detuvo y miró a su acompañante con desprecio… ¿O era pena?

 

—No entiendes nada. ¡Yo no te pedí esto! —Cuando gritó, el soldado que les había orientado ya había atravesado la muralla.

 

—Beatrice, ¿no te das cuenta? ¿Acaso no te das cuenta de que lo he abandonado todo por ti?

 

—¡Pero aún llevas ese objeto maldito! ¡Esa armadura que tanto daño ha hecho! ¡La odio! —Los gritos de la mujer llamaron la atención de los ciudadanos, que empezaron a mirar guiados por la curiosidad. Algunos incluso se atrevieron a acercarse a la pareja, gesto que molestó a Baltsarós aunque lo tratase de ignorar.

 

—Lo llevo. ¿Sabes por qué? —Ante el silencio de Beatrice, insistió—. ¡¿Sabes por qué?! ¡Porque lo que he hecho por ti me ha puesto en contra de todos! ¡He traicionado a Atenea! ¡Te he salvado la vida traicionándola!

 

—¿Traicionándola? ¿Tú? ¡Maldita sea, sois todos unos asesinos! —La joven empezó a llorar, cayendo de rodillas al suelo. Para evitar que el espectáculo continuase, Baltsarós gritó a los ciudadanos que se marchasen. Agarró a su compañera y la llevó a hombros hacia donde el guía les había señalado.

 

Todo se volvió oscuro. Más oscuro que la noche. Astrea empezó a percibir un cosmos desolado por la desesperanza. La angustia se instaló en su corazón creándole un nudo en el estómago y dándole ganas de llorar. Un destello blanco impidió que siguiera profundizando en aquel sentimiento. De inmediato, lo acompañó un terrible estruendo que no podía ser más que una explosión.

 

Cuando alzó la cabeza se vio sobrevolando Melitón debajo de la imagen del planeta Marte, que parecía haber descendido a la Tierra, pues su tamaño ocupaba casi todo el firmamento. En el centro de la imagen le llamó la atención una figura femenina que flotaba en el vacío. Bajo ella, la ciudad brillaba con timidez gracias a las lejanas luces nocturnas: velas y antorchas.

 

Astrea volvió a escuchar voces en su propia mente. Gritos que maldecían a los dioses, personas que no podían creer lo que estaban viendo. Marte sobre Melitón era un espectáculo que no presagiaba nada bueno, y el pánico cundió como si los habitantes de la urbe lo presintiesen. A lo lejos, muy por debajo de Astrea, una luz dorada destelló, y el cosmos desolado ardió con intensidad. Debía ser Baltsarós con la armadura de Leo. ¿Acaso iba a luchar contra la mujer que flotaba bajo el planeta? ¿Pero no era ella…?

 

El rostro de la mujer no tenía nada del que vio Astrea instantes atrás. Sus ojos, desorbitados, rebosaban ira, dolor, odio. El ceño fruncido casi parecía agrietar su cara.

 

De repente, Beatrice empezó a reír como enloquecida. Agarró su larga melena azabache con asco y la desgarró con las cuchillas del guantelete izquierdo de su armadura. Cuando el resto de su cabellera volvió a su sitio, un mechón rebelde resbaló, tapándole el ojo derecho.

 

—Amor, felicidad, deseos arrogantes de un pobre estúpido —la voz de la mujer no era la misma—. ¿Qué vale todo ello cuando no se desea vivir? ¡Nada! ¡Nada! Tan solo desesperación. Ser amada por la persona a la que más odias, y odiar a la persona a la que más amas. Los corazones se rompen. Nada es eterno, y menos tú. ¡Tú me has convertido en esto! ¡Tú! ¡Tan solo tú y tu egoísmo! —Beatrice profirió un grito desgarrador. Los oídos de Astrea comenzaron a pitar cuando cesó. Toda Melitón rugió con pavor y miedo. Mientras tanto, el cosmos de Leo seguía ardiendo—. Pero yo no estaré ahí. No para ti. Si no puedo morir, haré de mi existencia un infierno para recordarme lo mucho que te debo y lo mucho que desprecio la vida que salvaste.

 

La bestia en que se había convertido Beatrice estremeció a Astrea, que no era más que un espectador impotente. Sabía lo que iba a suceder; lo había imaginado desde el mismo momento en que pisó Melitón junto a Perseo. ¡Fue ella! ¡Seguro que ella fue quien arrasó la ciudad! Y entonces vio cómo ocurrió la tragedia.

 

—El tormento de la guerra, bandera de Ares e himno de Marte. Baltsarós, contempla con tus ojos lo que has creado. Te odio con todo mi corazón… —Una sonrisa melancólica se dibujó en Beatrice—. ¡Tormentum Belli!

 

Una melodía de voces humanas comenzó a ascender desde todos los rincones de Melitón hacia el cielo; parecía como si un manto de energía añil ondease formando un huracán invertido. Cuando les fue drenada su esencia vital, los cuerpos de los habitantes de Melitón cayeron al suelo al unísono. Aunque Astrea no podía ver a Leo, sí que sentía algo parecido a la desesperanza en su cosmos. ¡Ella misma, una simple espectadora, era afectada por la sola presencia de Beatrice!

 

La danza de vidas robadas, convertida ahora en una espiral de azules, empezó a arremolinarse en torno al cuerpo de la enloquecida mujer. El cosmos se hizo tan intenso y agresivo que Astrea sintió arcadas. La que flotaba bajo Marte abrió la mano condensando la energía en un cristal marino, que explotó causando una lluvia de luces blancas, amarillas, rojizas, azules, moradas… ¡Un festival de color con violencia superlativa! A cada destello se iba sucediendo otro, y siempre, un par de segundos tras cada uno, una explosión opacaba otra, y otra, y otra. Melitón fue envuelto por un manto de polvo, tierra y ruido. Todo temblaba con ira. Los edificios fueron destrozados. Sus escombros saltaban por todas partes tornándose en arena devastada. Los cadáveres eran carbonizados, evaporados. Todo, absolutamente todo fue devorado por Beatrice y su Tormentum Belli. Ni el cosmos de Leo sobrevivió al espectáculo macabro que fue la destrucción de la ciudad.

 

Astrea gritó llevada por la gran conmoción que le supuso ver aquello, y cayó de rodillas al suelo, tras lo que las lágrimas empezaron a brotarle de los ojos como cargadas de inutilidad. Si no hubiera estado todo cubierto de nieve, la tierra bajo su rostro se habría teñido de pena.

 

—¡¿Qué ocurre?! —Therón salió de la atalaya en ruinas por la grieta de la pared para encontrar a una Astrea patética y sollozante que besaba el suelo nevado —. ¡Astrea! ¡Astrea! ¿Qué ocurre? —La muchacha se llevó la mano a la frente para echar el pelo hacia atrás. Respiraba como si acabase de hacer un esfuerzo sobrehumano.

 

Perseo se encontró extrañado. ¿Virgo abandonaba la torre, y segundos después gritaba y parecía exhausta? Preocupado, se acercó a ella y, agarrándola, le dio la vuelta apoyándola en su pecho y brazo izquierdo. Le impactó ver aquellos ojos llorosos y vacíos. Con la diestra, limpió las lágrimas que le resbalaban sobre la mejilla.

 

—¡Vamos! ¿Qué le pasa, señorita? —El santo de Perseo no dejaba de zarandearla con suavidad. Poco a poco, la joven empezó a recuperar la conciencia, y con ella, el juicio en sus empañados ojos. Se incorporó sentándose sobre la nieve y miró al cielo, de nuevo encapotado por nubes grisáceas. Entonces cayó en la cuenta: había estado viendo el pasado.

 

—¡Ha sido horrible, Therón! —El hombre la ayudó a levantarse mientras escuchaba su historia. ¡Lo he podido ver todo! explicó, la ciudad, sus gentes, al propio desertor, ¡e incluso a quien destruyó la ciudad…! ¡Pude sentir la explosión! Incluso noté cómo se movían mis… mis entrañas… cuando todo explotó.

 

Entre pasos torpes, Therón acompañó a Astrea de regreso al torreón. Ella, mientras tanto, recordó la visión sobrecogedora de Marte sobre Melitón, y a la mujer que había en su nadir.

 

La Beatrice que vio hablando con Baltsarós había cambiado tanto que, al verla, no pensó que fuese ella. Flotando en el cielo, y con aquella armadura descomunal, le pareció más una bestia que una mujer triste y enfermiza.

 

La armadura. ¿Qué era? No pertenecía a la orden de Atenea y tampoco tenía ese toque elegante que las caracterizaba. De hecho, las placas que la componían eran bastos amasijos de herrumbre agolpados sobre su cuerpo. Las perneras tenían forma de falda de metal oxidado que cubría desde el cinturón a los tobillos. La coraza la formaba una cota de escamas carcomidas sobre la que tres máscaras de tragedia dibujaban una «u» invertida: la de la izquierda, sonriente; la de la derecha, triste; la central, tan solo un ojo rasgado. Las hombreras tampoco se quedaban atrás en exageración: parecían sendas mitades de estrellas picudas teñidas en sangre, y caían arqueándose sobre los brazos hasta llegar a los guanteletes, de los que nacían garras afiladas de más de un palmo de distancia sobre los nudillos. El único detalle fácil de mirar de la prenda era el casco, una suerte de corona cuyo color bailaba de un carmesí hasta el anaranjado propio de la forja más candente. Y el emblema, esa pieza extraña que palpitaba en la cintura con luces bermellón… ¿dónde lo había visto antes?

 

Vamos, señorita, siéntese. Tome su capa. —Perseo interrumpió los pensamientos de Astrea.

 

Ha sido horrible. Virgo apoyó la frente en sus manos mientras se reclinaba. Melitón fue arrasada por una mujer.

 

¡Y qué mujer! exclamó una tercera voz desconocida para ambos… o quizá no tan extraña, al menos para Astrea.

 

¿Quién es? preguntó la joven. Con la guardia alta, levantó y dio un saltito para colocarse encima de su caja de Pandora. Cuando sus pies tocaron la superficie metálica, él entró en la ruinosa torre.

 

No esperaba visita, la verdad reconoció. Tanto Virgo como Perseo le miraron con desconfianza. El santo de plata alzó la guardia y mostró un rostro de pocos amigos. ¡Oh, vamos! ¿Venís a mi ciudad y encima me ponéis esas caras? ¿Qué demonios le pasa al Santuario? ¡Hace unos años la gente era más simpática! se quejó. ¡Incluso tú, Perseo! ¡Qué decepción!

 

—¿Os conocéis? preguntó Astrea. En caso de ser así, podría habérselo dicho antes… De todas formas, si se conocían, ¿por qué parecía tan tenso?

 

Más o menos, mocosa contestó el león sin dignarse a mirarla. Astrea no se atrevió a quejarse; había algo en él que no le gustaba un ápice. Digamos que le perdoné la vida hace un tiempo. ¡Pero entonces era más simpático! Y muy severo. Siempre velando por el cumplimiento de las leyes del Santuario… añadió con cierto resentimiento.

 

Si bien el Baltsarós de la ilusión de Astrea se veía agotado y débil, este parecía justo lo opuesto. Sus aproximados cuarenta años no mostraban debilidad alguna. Ya no lucía ojeras, y sus iris grises casi ardían con fuego eterno. Más alto incluso que Perseo, y de envergadura musculosa, entonó una sonrisa tan afilada como el resto de sus facciones.

 

—¿A qué habéis venido, pareja? ¿Escuchasteis que aquí vivía un viejo caballero y decidisteis hacerle una visita? ¡Qué considerado! Pero no creo que sea eso, ¿verdad? Una ráfaga de aire se coló por entre los muros devastados de la atalaya zarandeando la delgada coleta negra que lucía Leo. Supongo que habéis venido a por mí…

 

—¡Así es! ¡Tenemos órdenes de llevarte…

 

—¿De llevarme? interrumpió—. ¡No digas tonterías! ¿Acabáis de llegar y ya queréis llevarme? ¡Vamos! ¡Acompañadme a mi humilde castillo! El hombre se dio media vuelta, gesto que su toga negra imitó. Comenzó a caminar sin esperar a sus invitados, que se vieron forzados a seguirle. Therón cargó ambas cajas de Pandora y caminó tras Astrea a paso ligero.

 

-------------------------------------------

 

¡Hasta aquí llega la primera parte! ¿Saldrán todos con vida de Melitón? Y lo más importante... ¿podrá evitar Astrea que un sinfín de tentáculos la atrapen y le hagan cosas feas? 

 

¡Todo esto y más (o menos) el día 14 de marzo!


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(Parte 3 de 3)

Publicado: ?? de ? de 2018


#204 carloslibra82

carloslibra82

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Publicado 04 marzo 2015 - 14:32

Hola, killcrom, tanto tiempo q no pasaba por tu fic, es q estuve un mes de vacaciones y sin acceso a internet. Y ya me puse al día. Veo q hay algunos cambios con la versión anterior. Esa Alisha es complicada, pero como dicen varios y tu mismo, se la quiere y ama. Igual, me da pena que parezcan no tomarla en cuenta. Me pregunto si todas las Ateneas criadas en el Santuario (la excepción es Saori, obvio) pasaron por lo mismo, no sé como lo ves tú.

En relación a Astrea, me encantó como obtuvo su armadura, el reconocimiento de sus compañeros, y las sensaciones que tuvo. Eso no lo habías hecho antes, pero te quedó genial

Es  idea mía o ahora Astrea es más inmadura que antes?? A lo mejor me está fallando la memoria, jajaja. Espero que sea una digna Virgo, aunque tenga otras técnicas

A Diké no le importan cosas comola hermosura o la presencia, al parecer, sólo el poder y el cumplir sus objetivos. Me pregunto que pasará con todas las horas

Bueno, eso sería, espero seguir con este apasionante fic. Saludos, amigo killcrom!!



#205 -Felipe-

-Felipe-

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Publicado 04 marzo 2015 - 15:51

No tengo mucho que decir, más que excelente capítulo. De verdad.

Las descripciones del viaje de ambos chicos fue fantástica, y reconfortantes en mi caso (estoy en pleno verano, odio el verano)

 

Eso de que llevaran las armaduras puestas... no pude evitar reírme al recordar la forma "brillante" en que Aiolos quiso pasar desapercibido entre mil guardias con una gigantesca caja encima jaja

Aunque no entiendo por qué no pudo ella llevar la Caja. Es una Santo, capaz de romper estrellas con los puños y rasgar el suelo con los pies, y todo eso...

 

Eso de que el anterior Virgo apareciera, ¿es solo cosa del signo, no? ¿Tienes alguna influencia en la aparición fantasmal de Asmita ante Deuteros, o de Shaka ante Shijima?

Lo único que espero es que esta nueva habilidad no sea un simple plot device para que seamos testigos del pasado de lo que ocurrió en la ciudad, estoy seguro que hay motivos ocultos en incluir esta capacidad virguista.

 

¡Uh, pelea de dormitorio! Interesan..., ¡WTF! ¿La novia está volando? o.O ¡¿Marte está sobre la Tierra?! Estoy seguro que ya vi eso en SS una vez, pero esta versión es mucho más espeluznante. Muy bien.

Aunque, si mencionas Ares y Marte, imagino que te refieres al dios y al planeta (o al Astra Planeta) respectivamente, pero no al cabeza de fuego de Omega, ¿verdad? xD

 

También mencionar la gran creatividad que tienes para imaginar esas extrañas armaduras, tanto de la Horas como de... ¿la dama de Dante? jaja. Son sencillas de visualizar (por tu capacidad de descripción) pero al mismo tiempo difíciles (por lo raras que son), pero estoy conforme, por más que de repente piense que la gravedad tiene menos fuerza de la que aparenta.

 

Y, por lo pronto, no me cae mal el León. Ojalá se mantenga, y que pueda ver a Astrea cerca de un bulbasaur.

 

 

 

:D


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Publicado 04 marzo 2015 - 16:29

buen capitulo a ver si todo sale bien o ese leo termina atacandolos xD



#207 xxxAlexanderxxx

xxxAlexanderxxx

    Seras una excelente marioneta....

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Publicado 04 marzo 2015 - 20:16

Buen cap amigo, y no, no lo lograstes tampoco me gusta este leo, ¬¬" me gusta bastante como manejas eso de la forma en como describes las armaduras me parece bastante genial espero lograr algo asi muy pronto, por cierto, no me quedo claro lo de la mujer de el león, es ella el recipiente de Ares o es otra cosa? Me intriga saberlo, ya que se me ves un poco extraño que un dios masculino renazca en un cuerpo femenino, sobretodo esto me pareció muy raro en lc, pero bueno espero me aclares esta duda. Buen cap y esperando el siguiente, saludos y un abrazo psicológico

PD: Hubo una parte em donde pusistes larguirucho y creo que es larguiducho no? Aclare esto tambien saludos!!

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#208 Patriarca 8

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Publicado 04 marzo 2015 - 20:20

buen capitulo

 

interesante la historia de la ciudad Melitón

 

parece que se puso de moda que los virgos de distintas generaciones se encontrasen XD

 

 

ojala que en el prox capitulo el caballero de leo explique un poco mas acerca de la

historia de la loca atomica mujer llamada Beatrice

 


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#209 Tetzauhteotl

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Publicado 04 marzo 2015 - 22:09

Buen fic, sigue así!


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#210 Lunatic BoltSpectrum

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Publicado 05 marzo 2015 - 13:47

esta genial el capitulo

 

quiero ver como es ahora esta parte de la historia

 

quedo a la espera de la continuación del capitulo



#211 zeus god king

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Publicado 06 marzo 2015 - 11:02

..... increible historia  kill  ..

 

 

la aparicion  larcas es mas como  algun tipo de residual que tiene el en  la armadura de virgo??.. o de donde salio del templo ? o es como decian ahi es como un fantasma ?


Editado por zeus god king, 06 marzo 2015 - 11:04 .


#212 xxxAlexanderxxx

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Publicado 14 marzo 2015 - 11:25

Ya es 14 killcrom aparece ya!!!!

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#213 Killcrom

Killcrom

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Publicado 14 marzo 2015 - 12:09

¡Estoy aquí!

 

Sí, es verdad, es día 14. Y toca publicar otro trocito de esta historia. Para hoy tenemos el cierre del capítulo noveno. De aquí en adelante, las cosas se pondrán serias. 

 

Inserto en spoiler la respuesta a los comentarios que me habéis dejado. Muchas gracias, compañeros. 

 

Spoiler

 

Ahora sí, ¡procedo a publicar!

 

----------------------------------------

 

RESUMEN DEL CAPÍTULO 8 (PARTE 2).

 

Spoiler

 

PERSONAJES RELEVANTES

 

Astrea: recién nombrada santo de Virgo. 

Therón: santo de plata de Perseo. Mula de carga de Astrea. 

Baltsarós: caballero desertor de Leo.

Beatrice: la mujer por la que Leo desertó. 

 

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(Capítulo 9. Parte 2 de 2)

 

21 de enero de 1492

 

Atentas a todo cuanto se movía en la ruinosa ciudad, las dos mujeres caminaron raudas por la muralla de Melitón. Apenas se las distinguía de la nieve aposentada gracias a sus vestimentas blancas, de capuchas holgadas. La primera, grande y musculosa, encabezó la marcha con presteza mientras que su acompañante, regordeta, la siguió en silencio.

 

Desde encima de aquellos muros podía verse a lo lejos un enorme cráter que ocupaba más de la mitad de la superficie que en el pasado debió haber sido la urbe. Comprendieron al instante que Melitón debió ser escenario de una encarnizada lucha.

 

«Y en el presente volverá a presenciar nuevos enfrentamientos —se dijo la fornida mujer que parecía liderar el dúo.»

 

Tras avanzar un rato, concentradas, ambas se detuvieron sobre un arco que milagrosamente no había sido presa ni de la violencia, ni del tiempo. Bajaron sus capuchas a la vez y se miraron.

 

—Definitivamente, ya están aquí —observó la más baja—. Pero no podemos irrumpir. No debemos…

 

—No sabía que fueras tan cobarde, Ave —rio Ánfora, la nueva Hora de Diké. 

 

*  *  *

 

La habitación le recordó a las casas del Santuario en que vivían muchos de los santos de plata: pequeña, de muros grisáceos y con apenas decoración. A pesar de todo, le parecía un lugar acogedor. Pobre sin duda, pero acogedor. Había esperado más de alguien a quien llamaban Príncipe, pero cayó en la cuenta de lo que le dijo Licaón de Géminis: «Baltsarós no es una persona agresiva. Escapó por motivos personales, pero le necesitamos. Le gusta negociar. De ahí su sobrenombre.»

 

—¿Por qué le llaman Príncipe? —se aventuró a preguntar Virgo, a quien le pudo la curiosidad.

 

—Porque soy muy guapo —respondió con una sonrisa algo triste—. ¿Y a ti? ¿Te llaman princesa? Pareces más una princesa que una guerrera, si me permites —observó.

 

Una ráfaga de aire dejó la habitación a oscuras antes de que Astrea pudiera quejarse de lo mucho que le había molestado el comentario. Baltsarós se levantó de su sillón lleno de arañazos para acercarse a la vieja mesa que coronaba el centro de la casa. Chasqueó los dedos y apareció una llamita anaranjada que proyectó sombras con su luz tímida. Señalando, dirigió el fuego hacia el cirio rojo, que alumbró la estancia con destellos acogedores.

 

—¡No soy ninguna princesa!

 

—Pues lo pareces. No soy yo quien se ha tumbado en la cama diciendo que estoy cansado, ¿o sí?

 

—¡Usted me lo ha ofrecido! —se quejó, incorporándose. Therón, que miraba desde una silla en la pared opuesta de la casa, recordó que el santo de Leo siempre había sido un tanto irritante. Se llevó la mano a la frente y suspiró; como previó, sus estúpidos comentarios no tardaron en llegar.

 

—Tú lo has aceptado, niña —dijo tajante. No hubo más respuesta.

 

La vela penetró en los rincones con intensidad suficiente como para mostrar lo deprimente de la casita. Aunque era acogedora, no podía negarse que daba pena: en las paredes sólo decoraba un único reloj de péndulo que de destartalado, parecía haber dejado de dar la hora años atrás. Las ventanas, con sus cortinas raídas y algunos cristales rotos, filtraban el aire gélido del exterior, haciendo que silbidos de viento pusieran música de fondo.

                                            

—Siento lo de la vela. Mi casa no está preparada para el invierno —apuntó el león de cabellera negra.

 

—Lo cierto es que hace frío —dijo Therón, quien tras levantarse de la silla, caminó hacia las apiladas cajas de Pandora de Virgo y Perseo.

 

—Siento no vivir en un palacio como vosotros. Esto es todo lo que tengo. No, miento —se corrigió al instante alzando el dedo índice—, ¡podemos volver al torreón! No, espera, ese lugar es mucho mejor para el verano. —Sin esperar respuesta, exclamó al ver entrar a su fiel amigo por uno de los ventanales rotos—, ¡Ah! También le tengo a él —señaló. El gatito negro dio un ágil salto y se posó en la mesa de la habitación, tras lo que se sentó y lamió su patita para acicalarse. El animal no parecía extrañado por la presencia de los desconocidos.

 

—¿Un gato? —inquirió Astrea al ver a la graciosa criatura. Empezó a hacerle gestos con la mano, pero el animal la ignoraba; seguía ensimismado en su aseo.

 

—Mi vida cambió hace bastante tiempo, Perseo. Nadie mejor que tú debería imaginarlo, ¿no? —Virgo no se dio cuenta de la doble intención del comentario. Por su parte, el santo de plata no siguió el juego a su anfitrión; sabía que aquello era un reproche.

 

El hombre de coleta negra se dejó caer de nuevo sobre el pequeño sofá raído por el tiempo y las uñas de su amiguito felino. A pesar de su comodidad cuestionable, él parecía sentirse a gusto.

 

—¿Estás ya mejor, niña? —preguntó a Astrea. Esta, con la espalda apoyada en la pared, hizo una mueca con los labios—. «No, no lo está» —dedujo Leo—. ¿Por qué no te duermes un rato? No os voy a matar mientras estéis bajo mi techo —sonrió.

 

—Es un alivio saberlo —murmuró Therón, que empezaba a cansarse de los comentarios de Baltsarós.

 

—No, gracias. ¿Cómo se llama el gato?

 

—Beatrice.

 

—¿Beatrice? Pero si es… —Astrea señaló a los genitales del animal, que se los lamía.

 

—¿Y qué importa que sea macho? —espetó— El gato es mío y lo llamo como me da la gana. ¿Por qué te llamas tú como te llamas? Porque tus padres lo quisieron, ¿verdad? ¡Pues lo mismo pasa con mi gato! 

 

El trío siguió hablando un rato de tonterías mientras se relajaba en la humilde casa. El viento mecía a veces la llama del cirio rojo, y entre vaivenes, fue cayendo la noche. Mientras que Therón y Baltsarós aprendieron a tolerarse mejor, Astrea jugó con el gato negro, que no dejaba de arañarla y morderle la mano cuando trataba de acariciarle el vientre o la cola. Era un animal traicionero, pero le gustaba el tacto de su pelaje.

 

Tras un rato, aburrida, el sueño la venció y quedó inclinada sobre la pared, tapada por su melena aún húmeda. Baltsarós se dio cuenta y, con gentileza, la cargó en brazos para meterla bajo las mantas. Notó el rostro sonrosado de la muchacha y su respiración pesada. Una vez la hubo tapado, le tocó la frente y sintió que tenía algo de fiebre.

 

—La princesa está malita. ¿Es siempre así de frágil? —preguntó el anfitrión.

 

—No lo sé. Nos conocimos apenas hace unos días. Pero estamos de acuerdo en que es demasiado joven. Está más verde que la primavera.

 

—¿Y en qué demonios piensa el viejo para haberla enviado a ella a por mí? —Baltsarós se refería al Patriarca Kishut, pero al ver que Therón no le respondía, hizo como que dudaba—. ¿Sigue siendo Kishut el Sumo Pontífice?

 

—Sí, lo es. Y no sé por qué la ha mandado a ella. Sinceramente, creo que conmigo habría sido suficiente.

 

—Puede que fuera por miedo —pensó en voz alta el león—. Quizá el viejo haya olvidado que soy un hombre de palabra. Pero de ahí a que contigo hubiese sido suficiente… —dijo ahogando una carcajada divertida—. Si hubieras venido tú solo, te habría pagado la deuda que tengo contigo… entera —sonrió mostrando sus dientes, anaranjados a la luz de la vela.

 

A Perseo le incomodaba la vanidad de Baltsarós, pero tuvo que aguantarla, pues al fin y al cabo, aquel hombre era superior a él. En caso de luchar, no le sería posible resistir los ataques de un caballero dorado por mucho tiempo, y menos aún del Leo que fue parte de los Cuatro Grandes hasta su deserción. De todas formas, era absurdo pensar que les atacaría; tal y como les habían advertido, no se trataba de una persona agresiva. De hecho, aunque un poco ácido en su humor, Baltsarós era una persona tranquila e incluso amigable. Se dio cuenta de ello observando cómo el "terrible" Príncipe limpiaba el sudor de la frente de Virgo con la manga de su raída camisa caoba.

 

«Por cierto, si ella está sudando, debe tener fiebre de verdad —pensó el plateado.»

 

—Por la noche la fiebre sube. No te preocupes, Therón —explicó, como si hubiera leído el pensamiento de su no-tan-querido compañero. No pudo evitar que Beatrice se subiera a la cama y, tras ronronear, se recostara al lado de la febril adolescente.

 

—No me cabe duda de que esta niña tiene el cosmos de un caballero dorado, pero como bien has dicho, experiencia ninguna. Es evidente que no sabría qué hacer en el campo de batalla.

 

—Por el contrario, usted parece bien curtido en batallas —elogió Therón. Sintió ganas de decirlo, aunque se arrepintió al instante de haberlo hecho.

 

—Puede ser. Pero los santos dorados adquirimos experiencia muy rápido. Piensa que cuando luchamos junto a bronces y platas, el peso del combate recae sobre nuestros hombros. Si no queremos que os maten, no nos queda más remedio que aprender pronto. En caso de que tuvierais que pelear contra mí, porque no iré al Santuario sin más —acotó amenazante—, espero por tu bien que sepas adaptarte a la mocosa. De lo contrario, os mataré sin problema —volvió a sonreír con placer al ver cómo Perseo tragaba saliva.

 

«¿A qué demonios juega? ¿Primero la cuida y ahora nos amenaza? —Aquella petulancia que, de forma casi natural, no dejaba de golpear a Therón, era demasiado molesta. Baltsarós era como dos personas: la amable y comprensiva por un lado, y la vanidosa e imprevisible por el otro. Mirando al gato negro, asumió para sí que eran exactamente iguales. El caballero de Leo era como un gato, cariñoso con hambre, pero traicionero una vez saciado.»

 

—Sin duda usted es digno caballero de Leo —apuntó el de plata—. Como un felino.

 

—Muchas gracias. Porque supongo que eso no lo has dicho con ganas de ofenderme, ¿verdad? Volviendo al tema del Santuario, un error por su parte pensar que accedería a volver con vosotros. ¡Aquí lo tengo todo! ¡Cuatro paredes! ¡Un amigo que solo me quiere cuando tiene hambre! ¿Qué más puede pedir un hombre? —Leo se mesó la rala barba desaliñada que le surcaba el mentón. A continuación, empezó a reír sin poder contenerse. Aunque se puso la mano delante de la boca para no hacer demasiado ruido (no quería despertar a Astrea), no pudo evitar aquella estridente carcajada. Tuvo suerte, pues la muchacha pareció no escucharle—. ¡Oh, perdón! ¡Soy muy bromista! ¡Ya te habrás dado cuenta!

 

«Lo que eres es un payaso —pensó el santo de Perseo. Tras ver cómo el león se rascaba la nuca, observó la mirada seria que echó a las cajas de Pandora.»

 

—¡Lo siento de verdad! —reiteró. Tal y como esperaba Perseo, Leo señaló hacia las cajas de las armaduras—. Quiero preguntarte algo, Therón. Pero por favor, necesito que seas sincero.

 

—Haré lo que pueda —respondió al mirar a la casi niña que era su superiora. Lo cierto es que se sintió aliviado al verla descansar. Aunque tenía fiebre, no parecía ser nada más grave que un poco de frío, o un resfriado a lo sumo.

 

—Me he dado cuenta de algo y quiero que me lo confirmes… La fiebre es algo de ahora, ¿verdad?

 

—¿Cómo dice?

 

—Sí, que la fiebre le ha venido ahora, ¿no? Es decir… en vuestro trayecto hacia mí ciudad, ella estaba bien, ¿verdad?

 

—Así es. ¿Por qué pregunta eso?

 

—No pude evitar escuchar lo que te estaba contando cuando os encontré por primera vez. Decía algo de que una mujer destruyó esta ciudad, ¿no? De ser así, debo deducir que tiene la misma habilidad que otros santos de Virgo anteriores: ver eventos del pasado.

 

—Ahora que lo dice, parece que es cierto. Me dijo que había visto lo que pasó en la ciudad.

 

—Bien, te voy a ser sincero, Therón. Tenemos un problema. —Por primera vez, el rostro de Baltsarós parecía honesto. Su mirada firme, la uve invertida de sus labios… Había algo que le preocupada sin duda—. Si puede ver el pasado, es más, si ha visto lo que pasó aquí hace seis años… ¿qué te hace pensar que no podría ver lo que nos pasó antes de mi deserción? Porque si mal no recuerdo, tú eres quien me delató, ¿no?

 

—A-así es. —Aunque le había cogido por sorpresa la afirmación, Therón ya se había dado cuenta de que Leo lo recordaba todo por sus constantes indirectas. No se supo en peligro por su parte, pero tampoco llegó a comprender el motivo de aquella afirmación—. ¿Por qué dice eso? ¿Por qué tendríamos que tener problemas?

                                                                                       

—Tenemos delante a una muchacha con fiebre que puede descubrir nuestro oscuro secreto —dijo, recobrando su particular sentido del humor—, y para colmo de males, dos cositas que nos están espiando desde las murallas. ¿No sientes sus cosmos? Intentan ocultarlo, pero es inútil.

 

—Yo no siento nada, la verdad —Perseo fue sincero. Le resbaló por la mente la idea de que Baltsarós quisiera aprovechar las circunstancias para escapar.

 

—Pues es así. Debo ir a por mi armadura. Puede que esté muerta, pero es mejor que pelear con el cuerpo descubierto…

 

—¡Espere! ¿No estará pensando en…!

 

—No. No me voy a ir. Ya te he dicho que este sitio es mi hogar. Soy un desertor, sí… pero todavía tengo palabra. No os voy a abandonar… —tras caminar hacia la puerta y abrirla, el viento se coló con rapidez en la pequeña habitación, acompañado de varios copos de nieve. Baltsarós se dio media vuelta sin soltar el pomo—. Prepárate. Ponte la armadura. Espera a que te llegue el turno… —El santo desertor abandonó la casa y cerró la puerta con delicadeza.

 

Therón de Perseo levantó nervioso y miró a través del ventanal roto cómo se alejaba Leo. Caminó hacia la cama donde descansaba Astrea y se quedó mirándola sin proferir palabra. Trató de concentrarse. Si Baltsarós había sido capaz de percibir dos energías, él debería ser capaz de hacerlo.

 

Le costó un rato de escudriñar en las solitarias calles de Melitón, pero finalmente pudo sentir cómo pulsaban dos vidas ajenas más allá de las avenidas y plazas ruinosas. Estaban lejos, pero sin duda en la ciudad. No sintió nada bueno de sus presencias. Apuró un poco más su concentración para percibir dónde se encontraba el dueño de aquella casa en que se encontraba, y pudo leer su energía todavía cerca. A pesar de la inminente amenaza de la que le había advertido, Leo se encontraba tranquilo, o eso sintió en su lectura…

 

Sin dilación, el santo obedeció al león desertor y tomó su caja de Pandora, que estaba encima de la de Virgo. Se la echó a los hombros. Justo antes de dejar la casa, miró a Astrea con cierta preocupación.

 

—Estoy aquí para protegerla, señorita. Sueñe y descanse —susurró.

 

Cuando los goznes de la puerta de madera crujieron, la vela de la mesa se apagó. Astrea quedó junto a Beatrice, que dormía a su lado, en la oscuridad. Y allí, en aquella casa vieja, triste, y quizá delirando, balbuceó el nombre de su primer maestro:

 

 

—…der… Evander, no me abandone… 

 

----------------------------------------

 

Hasta aquí llega el capítulo noveno, y con él se va la calma que habíamos tenido en los últimos capítulos. ¿Qué ocurrirá desde ahora? Sea lo que sea, garantizo golpes, más golpes, ¡y trozos de armadura volando!

 

Por otro lado, seguiré escribiendo lo que viene allá por el capítulo 20. Estoy teniendo bastante problemas reformulando esa parte. ¿Alguna sugerencia para cuando una parte se hace más pesada de escribir de lo que debería?

 

¡Un abrazo y hasta pronto!  :lol: 


Editado por Killcrom, 14 marzo 2015 - 12:43 .

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#214 Tetzauhteotl

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Publicado 14 marzo 2015 - 13:23

Gran fic, amigo, Baltasar es genial.


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#215 Patriarca 8

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Publicado 14 marzo 2015 - 20:21

la personalidad del dorado es muy impredecible

me cayo bien en parte pero eso de ponerle el nombre de

una mujer a un gato macho fue un poco..............extraño

menos mal que no adopto un niño

 

me pregunto si la fiebre que tiene la novata no interferirá demasiado en caso

tengan que luchar contra las horas

 

esperando el prox capitulo

 


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#216 xxxAlexanderxxx

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Publicado 15 marzo 2015 - 12:46

Puaaaaghh Los leos siempre son asi la mayoría, insoportables ¬¬" valla, me pareció interesante la mención de que la armadura de leo esta muerta, me imagino que la mato la astra planeta! ^_^ dios se viene una buena pelea, ese secreto que incumbe bastante a persep wuaaa excelente manera de hacerme entrar para saberlo, gracias por el consejo practicare bastante espero verte por mi fic, "la batalla del di de los tiempo" necesitos de tu comentarios asi como el de los otros por allá, pronto actualizare el siguiente cap ya que no he tenido tiempo por mo tesis :(

Vemos a otras horas, ósea, las horas y los astra planetas, que te puedo decir quiero ver sangre y un intercambio de golpes tipo dragón baño jajaja

En el intercambio de palabras entre astrea y baltasaros, me recordó mucho a la relación entre Patch y Nora de un libro que estoy leyendo llamado hush hush, habrá romance hay? Jajajana lo dudo mucho

en fin quisiera seguir pero, creo que con esto es mas que suficiente, saludos y un abrazo psicológico

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#217 unikron

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Publicado 15 marzo 2015 - 21:18

buen capitulo



#218 -Felipe-

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Publicado 15 marzo 2015 - 21:25

Buen capítulo, sinceramente se me hizo mucho más grata de leer que la parte anterior que noté (aunque creo que no lo mencioné en su momento) algo pesada.

Una conversación a la luz de una fogata bajo el absolutamente agradable de leer frío tormentoso, amenazas indirectas y otras no tanto, desarrollar un poco la personalidad del león y mostrar un gato travestido. Hablo en serio cuando digo que me gustó esta parte.

 

Aunque para ser franco, me sorprendió viniendo de ti la sobrepoblación de comas que tienes en el texto, hubo muchas que pudieron haberse evitado y algunas que estaban mal puestas. Cosa que me llamó la atención porque, como bien sabes, tuve ese problema muchísimo en los primeros capítulos de mi fic (y aún tengo, en realidad, aunque a menor escala porque me puse paranoico con eso jaja) Creo que esa paranoia fue la que me hizo notarlo en este capítulo.

 

Por lo demás, me está agradando cada vez más la señorita de Virgo, y el León me está hasta cayendo bien xD A Theron no lo veo muy desarrollado en cuanto a personalidad todavía, pero confío que es cosa de tiempo para que se le pueda evaluar en ese ámbito también. Una pregunta: esos cuatro fantásticos dorados, ¿vas a revelar algún día quienes son, cierto? Podría imaginarme el típico poker Géminis, Virgo (el anterior), Sagitario y Aries/Leo/Libra, pero veo que aquí puede que cambie eso. De partida no sabría como considerar en ese grupo al tipo ese que primero se fija en los encantos de una mujer antes de saber si al menos es una xD


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#219 zeus god king

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Publicado 18 marzo 2015 - 18:57

geniaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaal ...............que buenos capitulos  kill ........................no te demoresssssss tantooooo



#220 Lunatic BoltSpectrum

Lunatic BoltSpectrum

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Publicado 23 marzo 2015 - 20:22

como siempre un muy buen capitulo

 

me gusto la volver a leer la personalidad de Baltsarós

 

 

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esperando la continuación de la historia






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