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El Mito del Santuario


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809 respuestas a este tema

#141 Killcrom

Killcrom

    Paso a paso

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Publicado 04 noviembre 2014 - 09:33

¡Buenas tardes, Don Felipe! ¿Qué hay?

 

He visto que tienes dos historias en primera página, aunque según he leído, has publicado más. Aunque esta fue la que comencé a leer primero, quería preguntarte si prefieres que empiece a leer otra. Me parece importante preguntarlo sobre todo porque puede que la importancia que des a esta saga puede ser menor que la que des a Alpha. Ahí lo dejo...

 

Bien, he leído el primer capítulo de Seiya. Así, a grandes rasgos, está bastante bien. Si tuviera que ponerle algún defecto, sería que a pesar de las sorpresas, sé las líneas generales que tendrá el argumento (por eso de ser un recuento del Saint Seiya "original"). Eso le quita parte de emoción, lo que no significa que pueda haber otras sorpresas y cambios en los eventos, que estoy seguro de que los habrá (lo dijiste en el primer post creo).

 

Sobre este capítulo, hay varias cosas a mencionar. A partir de aquí, las señalaré como lo hiciste tú en el comentario que me diste. Así queda más organizado.

 

1.- Lo más importante, y sé que soy pesado, es que utilizas demasiadas comas. En vez de tener frases más cortas, las unes y bueno... la puntuación se estropea, porque las ideas no tienen una relación que pueda justificar esa coma.

 

No sé si me explico, porque soy horrible para explicar en estas cosas. Sería como por ejemplo decir "Marin era guapa, el agua tranquila reflejaba el brillo de la armadura de Pegaso". Son dos ideas diferentes.

 

2.- Del tamaño del capítulo: perfecto. 2000 palabras es lo ideal. Ni mucho, ni poco. Aunque debo confesar que se me hizo muy corto...  :unsure:

 

3.- Al principio del capítulo, los dos primeros párrafos son muy similares. Podrías mezclarlos en uno solo, porque queda muy redundante lo que narras en ellos.

 

4.- Esto en realidad es una opinión... Sobre el entrenamiento de los santos, creo que Kurumada se pasó. Imaginarme a un niño de 12 años haciendo cientos de abdominales o levantando pesos tan altos se me hace extraño. ¿Cuál será el secreto del entrenamiento del Santuario, que en dos años supera los logros del humano "común" más fuerte del mundo?

 

5.- El comentario que hace Seiya sobre Marin de "será tan fea..." me recordó a una imagen en humor del Zodiaco donde Shaina paseaba delante de Cassios y Aioria (creo) con aires de tía buena, y luego en su casa se quita la máscara y parece deforme.  :lol:

 

6.- Que digas "puede que a causa de las lágrimas el recuerdo fuera borroso" me pareció genial. Ahí veo una de las mejores frases, si no la mejor, de todo el capítulo. Definitivamente haces un juego muy bonito ahí, y me gustaría verlo en el futuro (con otras palabras, claro). 

 

7.- Quería preguntarte por Seiya. Él no se cree que haya una diosa en el Ateneo. ¿Es simplemente porque es incrédulo, o hay ya algún otro motivo que le lleve a sospechar? Imagino que es la primera, pero conociendo ya a Saori, puede sospechar algo...

 

8.- Esto es otra pregunta, esta vez sobre el reloj del Santuario. ¿No se suponía que se veía desde todo el Santuario, o era tan solo desde las 12 casas? En mi historia se ve desde todo el recinto (menos un valle). Esto lo hago porque pensaba que el reloj se veía en TODO el Santuario...  :unsure: Bueno, ha podido haber obras... ¿no?

 

9.- Dos errores que seguro han venido por descuido: el primero, cambio entre presente-pasado que no debería existir. El segundo, la coherencia de una frase. Aquí los listo por el mismo orden en que los mencioné. 

 

a) "Con sigilo, y el esfuerzo de la prudencia, levantó la vista para ver la fuente de la luz, y casi se cae de espaldas al ver que no era una, sino muchas luces, las que se habían encendido en el cielo nocturno."

 

*Como el editor de texto me está troleando, ignora el color rojo en "a" y fíjate en el azul (pasado) y el rosa (presente). Debería estar todo en pasado para mantener la coherencia con el resto del relato.

 

b) "Después de tres bloques montadas como pirámides..."

 

10.- En la parte en que aparece Aioria, de verdad parece amenazante y agresivo. El cambio que luego da se nota realmente, es decir que no solo lo dices, sino que lo expresas. Esto es un punto a tu favor, pues no siempre es posible hacerlo bien.

 

11.- En el último párrafo -y creo que esto se debe a la diferencia de palabras entre países-, algo que escribiste me sacó una sonrisa. Dices que Marin tiene el pelo "enrulado". Me imaginé a Doña Florinda, del Chavo del 8 con los rulos puestos. Ah, sé que te referías a los rizos... ¿no? ¡Pero me hizo gracia!  :lol:

 

Bueno, hasta aquí llega este pequeño (o no tan pequeño) comentario. Creo que a ambos nos gustan los comentarios largos, así que esta vez no te pediré disculpas. Solo espero que te sirvan de algo estas palabras. 

 

Por lo demás, buen capítulo y buen estilo. Necesitas pulir cosas, al igual que yo, pero tienes constancia y talento, ¡así que sigue trabajando mucho! Y ojo... ¡no te confíes! 

 

Un abrazo.


Editado por Killcrom, 04 noviembre 2014 - 09:40 .

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(Parte 3 de 3)

Publicado: ?? de ? de 2018


#142 -Felipe-

-Felipe-

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Publicado 04 noviembre 2014 - 15:59

Gracias por el comentario Killcrom, como dices, es lo que ayuda al escritor. Una buena crítica, sea positiva o negativa. Sobre el defecto que mencionaste, bueno, es obvio, pero mi idea fue cambiar algunas cosas. Por ejemplo, cuando llegue a la saga de Hades, prácticamente va a ser otra comparada con la de Kuru, y en los otros arcos también habrá algunos cambios (aunque no tanto como en Hades)

 

Para dar respuestas.

1. Soy consciente de ello, en los últimos capítulos publicados he puesto un esfuerzo extra en evitar el tema de las comas.

 

2. Los capítulos son de distinta duración, algunos son muy largos y otros más cortos.

 

3. Oh, no me había fijado, gracias :)

 

4. Justamente por eso le subí las edades a los personajes. Por ejemplo, Shura ya no mata a Aiolos a los 10 años, sino que 17. Seiya comienza a entrenar a los 12 y no a los 8, aunque obviamente sigue quedando extraño, pero es lo que pude hacer para mantener el hecho de que son adolescentes.

 

5. xD

 

6. Thank you, sir.

 

7. En el manga original Seiya, entrenado en Grecia, no tenía idea quién era Hades. Ahí está la respuesta jajaja

No, pero en serio, es para darle un cierto toque de "realismo". Incluso en algún punto algunos Santos de Oro mencionan que les era difícil de creer al principio que hubiera de verdad una diosa en el Santuario, ya que no la habían visto, pero creían ciegamente en el Pope. Y Seiya no sospecha de ninguna forma que Saori es Athena, era una niña petulante y maltratadora, no tan molesta como Alisha, pero algo parecido jeje.

 

8. El reloj en esta historia también se ve desde todo el Santuario, pero SOLO desde el momento en que subes por las escaleras. En este fic, la montaña que sostiene las 12 casas es como una dimensión paralela (similar a la de LoS), se convierte en una cadena de cerros laberínticos al interior, algunas cosas cambian de lugar a medida que vas subiendo, como la posición del sol o la torre meridiano.

 

9. Admito que tengo un grave problema con lo del presente-pasado, y a diferencia de lo de las comas, no he sido muy consciente en repararlo.

 

10. Es una de las cosas que resultan al meterse en la cabeza del personaje PdV, creo. Aunque meterse en el cráneo de Seiya es... eh... desorientador.

 

11. Ah, sí xD Aquí en Chile se menciona a veces como enrulado, pero ciertamente suena mejor como "rizado". Un día de estos lo cambio, jaja.

 

 

Muchas gracias por el comentario, sirve muchísimo para seguir mejorando.

 

 

***

 

O, lo olvidaba, sobre lo de Alpha. Pues verás... creo que le tengo más cariño a ese fic, pero es más de entretención que otra cosa. No tiene tanta profundidad en los personajes, ni se desarrolla la historia tanto ni nada, es simplemente una guerra de combates uno tras de otro. Debo admitir que al principio no está bien desarrollado, ni nada, con imágenes que tampoco sé si ayuden mucho, recién lo he mejorado en los últimos meses. Es un fic más bien "corriente", pero al que le tengo cierto cariño por ser el primero (aunque no el primero que terminé de publicar, ese sería el Prologue de Omega)

 

Preferiría que, si vas a seguir dando reviews, fuera en este, que es más "profundo" y al que le pongo más estudio, análisis y... etc.


Editado por Felipe_14, 04 noviembre 2014 - 16:08 .

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#143 -Felipe-

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Publicado 07 noviembre 2014 - 20:29

Gracias, T-800, estoy en proceso de redibujar a Saga xDDD

 

Sí, fue uno de los cambios que se me ocurrió. No veo por qué no mostrar al santo de géminis con todo y rostro descubierto, que sea una armadura vacía con un rostro cubierto y misterioso solo plantea preguntas innecesarias, ya que la identidad del sumo sacerdote fue un enigma hasta que se reveló ante Seiya.

 

 

 

Ahora, ¿Qué pasa en el otro camino de Géminis?

SHIRYU I

 

12:35 p.m. del 11 de Septiembre de 2013.

Sentía un Cosmos muy extraño en el Templo de los Gemelos, pero nada de Hyoga ni Shun. No se topó con ellos en los diez minutos que llevaba corriendo, y aunque no esperaba que se encontraran a los tres segundos, sí era extraño que no hubiera presencia de ellos, como si se los hubiera tragado la tierra. Shiryu había escuchado que los Santos más poderosos podían manejar ilusiones a gran escala, y ese pensamiento le venía a la cabeza cuando sus entrañas se revolvían a causa de la sensación luminosa que se cruzaba con la oscura con cada paso que daba. A pesar de que sus pies le decían que estaban corriendo en línea recta, era evidente que en algún momento torcían el camino, a menos que existiera una persona avezado en doblar el espacio...

—Shiryu, parece que estamos corriendo en círculos, antes no tardamos tanto en salir —dijo Seiya con marcada frustración en la voz.

—No te dejes engañar —repuso, seguro de que era imposible—. Quien nos hace esto es un maestro ilusionista, alguien que puede jugar con las percepciones. No debemos llevar mucho tiempo corriendo...

—¡Espera, Shiryu, hay alguien ahí!

—¿Eh? —Oyó a Seiya detenerse y su respiración cansada. Sintió su Cosmos encenderse, pero nada más que eso, no podía percibir ninguna otra presencia allí—. ¿Quién es, Seiya?

—Es... el Santo de Oro de Géminis, creo... Shiryu, él está...

—¿Qué pasa? —Pero no necesitó que le respondiera, pues en ese momento logró oírlo: un sollozo, un gimoteo a lo lejos, hacia la derecha, aunque bien podía ser el viento, no le constaba que hubiera una persona ahí.

—Llorando. —Seiya apagó su Cosmos súbitamente y le habló en voz baja—. No lo ves, pero está sentado en un escritorio que no habíamos visto, y no parece haber notado nuestra presencia, o quizás no le importe. Y está... llorando, con la cabeza entre los brazos.

—¿Estás seguro?

—Sí, puedo ver su cabeza oculta en...

—¿Estás seguro que hay alguien ahí? —Era extraño. ¿Sería que dependería demasiado de los ojos todavía? Pensó que ya se había acostumbrado, pero al parecer no era el caso, ya que realmente no sentía a la persona que Seiya miraba, aunque oía el quedo gimoteo, pero no venía de nadie en particular—.Dime si hay alguien ahí...

—Oye, sin ofender, pero estás ciego, así que tendrás que depender de mis ojos. El Santo de Géminis está ahí adelante, llorando sobre una mesa y... creo que se está levantando. Nos vio.

—¿Qué hacen aquí, Santos? —lo oyó preguntar, aunque más parecía un eco que retumbaba en toda la casa más que provenir de alguien real. Era una voz grave, áspera y sumamente triste.

—Necesitamos pasar por los doce Templos para ir con el Sumo Sacerdote.

—¿El...? ¿El Sumo Sacerdote? Yo...

—Sí. Te has divertido con nuestros sentidos, ¿verdad? —dijo Seiya, aunque Shiryu no podía asegurar que le estaba hablando a alguien—. Será mejor que dejes de jugar y nos dejes atravesar este Templo, tenemos prisa.

—¿Atravesar el Templo de los Gemelos? —preguntó la voz—. Pero... se supone que no debo permitirlo. ¿Qué debo hacer?

—¿Ah?

Pudo imaginar la mueca perpleja que debió poner Seiya en ese momento. La voz del Santo de Oro era confusa, indicaba que no sabía qué hacía ahí... Y Shiryu tampoco, ni siquiera lo percibía.

—Váyanse de aquí, será lo mejor por ahora...

—¿Qué? Muy bien, será a la fuerza, como supuse. —Shiryu sintió encender el Cosmos de su amigo, y rápidamente le puso una mano sobre el hombro antes de que hiciera algo estúpido.

—No ataques.

—¿Eh? ¿Cómo que no lo ataque? ¿Qué te pasa, hombre?

—No hay nadie a quien atacar. Si lanzas tu Meteoro, de seguro chocará con una pared o... se te devolverá, por culpa de este laberinto a nuestro alrededor.

—¿Crees que fallaré? No me subestimes, Dragón —se ofendió Seiya. No lo entendía, ni iba a entenderlo fácilmente.

—No se trata de eso, Seiya. No hay nadie a quien atacar —repitió, poniendo énfasis en las palabras «no» y «nadie». Debía conocer bien la situación primero, pensarlo con rapidez y claridad.

“El pensamiento es como perforar un pozo. Primero el agua es turbia, pero luego se clarifica”, decía su maestro.

—No lo ves por obvias razones, Shiryu —farfulló Seiya entre dientes—, pero el Santo de Géminis... eh... ¿Cómo te llamas?

—Saga... de... Géminis... —respondió el otro con voz entrecortada. El raro Cosmos del palacio comenzó a hacerse más pesado, y realzaba que pertenecía al Templo de los Gemelos, no a una persona. Era como el aura de un bosque, o una cascada, aunque más cargado, pero no el de un ser humano.

—Eso. Saga de Géminis. Este tipo nos va a atacar en cualquier momento. Algo le pasa, sus ojos...

—No hay nadie ahí.

—Lo estás oyendo, ¡está ahí y quiere atacarnos! Se está poniendo en postura de batalla, ¿crees que voy a...?

—Descríbemelo, Seiya.

—¿Ah?

—Descríbeme a Saga.

—Pues... es alto y robusto, de cabello negro y rostro grueso. Sus ojos eran verdes, pero ahora están brillando como el fuego y...

—No. Cierra los ojos y después descríbemelo.

—¿Estás loco? Nos atacará si los dos estamos ciegos, nos hará trisas.

Shiryu se puso delante de Seiya y frente al supuesto enemigo. Alzó el escudo y concentró su energía allí, conjurando el Dragón Eterno.

—Ahora hazlo.

—No sé qué tramas, parece que la ceguera te volvió... ¿Pero qué...? ¿Qué es esto? No entiendo, aquí no...

—¿Ahora te quedó claro? Al cerrar los ojos te debe parecer que solo los dos estamos aquí, nadie más.

—Pero... pero... esto es...

—Los enviaré a Otra Dimensión, niños de Bronce. —La voz triste de antes se tornó en una violenta y bruta, llena de odio, pero seguía viniendo del vacío.

—¡Maldición, hazte a un lado, Shiryu! —Sintió a su amigo correr por su lado y escuchó como preparaba sus Meteoros.

—¡No, Seiya! —Lo tomó del brazo con solidez para detenerlo antes de que lanzara cien golpes en el primer segundo.

—¿¡Qué haces!?

—Si lo atacas, tus Meteoros se nos devolverán a ambos.

—No digas estupideces, Shiryu, este hombre es peligroso, un Santo de Oro. Dijo que nos enviaría...

—Correremos hacia él, y entenderás. Recién en ese momento creerás en mis palabras, Pegaso.

Podía verlo aunque sus ojos no actuaran. Delante de ellos había un portón, sentía el aire correr a través de alguna apertura en él, le parecía hasta distinguir las escaleras unos metros más allá, la energía de las montañas lejos de la piedra de uno de los templos de la Eclíptica.

—¿Qué? Cómo es eso de que vamos a... Shiryu... ¡Shiryu, alto! ¡¡¡¡Altooo!!!!

Lo arrastró con todo su Cosmos y fuerzas físicas, doblándole la muñeca para que no opusiera resistencia ni con los zapatos enterrados en el piso. Corrió hacia el portón que Seiya confundía con un Santo de Oro, oyendo solo los gritos del chico y no la respiración de ese ser extraordinario que los había amenazado tras llorar.

No había nadie ahí más que ellos dos, aunque el Cosmos extraño seguía presente, y la voz era horripilante.

—¡Parece que quieren morir rápidamente! Me parece bien...

—Detente, Shiryu, ¡detente!

—¡Tranquilo, Seiya!

—Irán a Otra Dimensión...

—¡Shiryu!

Empujó algo sólido con el Dragón Volador y escuchó el estruendo de ambas puertas derribadas sobre las piedras.

 

El aire se sentía cálido a esa hora de la tarde, aunque también le parecía que el camino más adelante sería más dificultoso. El viento pasaba de forma entrecortada por las rutas laberínticas entre las montañas extradimensionales.

—La Eclíptica se deforma de aquí en adelante, ¿no, Seiya?

—Eh... ¿Eh?

—¿Seiya?

—Yo... lamento no confiar en ti, Shiryu. Esta es la salida del Templo, arriba no están los ángeles ni la inscripción, ni nada. Estamos afuera, tenías razón, no había Santo en el Templo de los Gemelos.

—Es muy extraño, Aldebarán ha sido engañado también por esa ilusión que enfrentamos, entonces, con todas las advertencias que nos dio.

—Eso parece. Lo oíamos, lo veía, pero en realidad no había nadie ahí, y si no fuera porque estás ciego...

—Jamás habríamos salido.

—Pero... eso significa que Shun y Hyoga... —Shiryu sintió a Seiya voltearse, y le puso la mano sobre el hombro otra vez, aunque gentilmente en esta ocasión.

—Debemos confiar en ellos, Pegaso.

—Pero...

—Recuerda lo que dijimos al subir. Al menos uno debe llegar al final, y si alguien queda en el camino, no debemos mirar atrás, sino que seguir adelante. Estoy seguro que Shun y Hyoga lograrán encontrar la forma de salir de este laberinto. Además, si entramos por la salida no es seguro que los encontremos.

—Tienes razón. La tercera llama está a punto de extinguirse...

—Démonos prisa, entonces. Parece que el camino se deforma desde aquí —repitió su comentario del principio—. Tengamos fe ciega en ellos.

—¿Fe cie...? ¿Acabas de bromear contigo mismo, Dragón?

Ambos emprendieron la marcha a toda prisa, tenían suficientes energías aún para mantenerse corriendo a esa velocidad.

—No hay un camino parejo como antes, como dijiste. De aquí a Cáncer hay solo cerros y rocas, nada de verde, es una ruta sumamente oscura. Y si mi vista no me engaña hay un par de precipicios también, la Eclíptica se corta en el tramo.

—¿Será ese el camino correcto?

—La escalera continúa más allá, así que supongo que es el caso.

—Se siente un aura... extraño.

—¡Ese olor! Shiryu, huele como el monte Fuji.

—Es la esencia de a muerte, Seiya. Cáncer... —Recordó algunas cosas, y se dio cuenta de que su amigo no tenía nada que ver en esos asuntos—. Seiya, cuando lleguemos al Templo del Cangrejo, quiero que sigas adelante sin mirar atrás, ¿bien?

—¿Qué? ¿Por qué?

—Tengo una cuenta pendiente con su guardián. Ayer nos atacó en LuShan a mí, a mi maestro y a Shunrei. Si no hubiera sido por Muu, yo nunca habría llegado al Santuario. No vivo, al menos.

—Pero, Shiryu...

—Tranquilo, no voy a morir tan fácilmente, menos luchando contra un enemigo tan poco honorable como ese.

Tras aclarar su plan, Shiryu y Seiya brincaron sobre el primer precipicio.


Editado por -Felipe-, 20 febrero 2016 - 14:35 .

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#144 carloslibra82

carloslibra82

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Publicado 07 noviembre 2014 - 20:58

Guau, q bien, Felipe, mostraste a la "ilusión" de Saga con sus dos personalidades. E insisto q me encanta esa atmósfera especial q le das a las 12 casas (o la Elíptica). Sigue así, quiero ver q pasa con Shun y Hyoga!!



#145 Patriarca 8

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Publicado 07 noviembre 2014 - 22:57

me parece buena idea que lo mostraras con sus dos personalidades.

 

la ceguera de shiryu fue provechosa en esta saga.claro que después ya fue costumbre que su vista

apareciera y desapareciera XD


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#146 -Felipe-

-Felipe-

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Publicado 09 noviembre 2014 - 18:58

Gracias por los comentarios :)

 

Primero, he rediseñado a Saga... y sigue sin salirme como quiero!!! xD La Cloth de Géminis es muy jod*da jaja

 

YA, LO ARREGLÉ UN POCO MÁS XD

Spoiler

Segundo, el final del combate en Géminis. Favor de leer al final oyendo "Nebula Chain" jaja. Pero eso sí, este capítulo lo hice muy parecido al manga original, así que como advertencia previa, no sé si haya muchas sorpresas, pero es que no encontré muchas fallas en el desarrollo de ese combate.

 

Igual disfrútenlo :D

 

SHUN II

 

12:50 p.m. del 11 de septiembre de 2013.

Desplegó casi por instinto ambas cadenas y las ató al primer par de pilares firmes que vio entre medio de todos esos planetas flotantes. Saga de Géminis se reía sin parar mientras Hyoga se alejaba cada vez más, nadando a la deriva.

—¡Hyoga! Toma mi mano, ¡Hyoga! —Estiró el brazo lo más que pudo, pero el Santo de Cisne estaba inconsciente, no podía oírlo ni tenía forma de salvarse de la tenebrosa técnica de Géminis.

—Los enviaré a una dimensión muy especial, ju, ju, ju, no tiene ni sentido del tiempo ni del espacio, es un lugar en el que vagarán por toda la eternidad, sin poder hacer nada para evitarlo. Cisne será el primero, y tú pronto lo seguirás, Andrómeda, ¡esas cadenas no te salvarán para siempre!

Shun escuchó un crujir, miró más allá de Saga y notó que uno de los pilares comenzó a trisarse. Pronto se despedazaría y la cadena no podría seguirlo ayudando, porque no había más columnas cerca, y eso que antes estaba repleto de ellas, como si nunca hubieran estado allí. Le pidió a Andrómeda que resistiera lo más posible, pero la capacidad de succión de la Otra Dimensión era impresionante, su arma no aguantaría ese poder.

—No, debo salvar a Hyoga...

—¡Él no puede ser salvado! Míralo, ya se está perdiendo, apenas es una manchita lejana detrás de esas estrellas, ja, ja, ja... ¿Qué? —Saga detuvo su risa de pronto, y su cara tornó a sorpresa. Las redes luminosas de la extraña dimensión detuvieron su continuo y cilíndrico vaivén, pero Shun se mantuvo flotando en el aire. Las cadenas tenían tiempo para amarrarse mejor—. ¿Por qué te metes en esto, anciano? —inquirió en voz alta, como si hablara con alguien invisible, esta vez con el rostro enfurecido y los ojos soltando ascuas—. No, no tienes ningún derecho, has estado ausente por siglos y ahora vienes a... ¡Maldición!

—¿Con quién está hablando? —se preguntó Shun, incapaz aún de avanzar hacia el piso. El tiempo se había detenido, pero al menos no era succionado como el Cisne. «¿Qué anciano...?», era la pregunta que golpeaba incesante en su mente.

—¡¡¡No te creas tanto, viejo, te las tendrás que ver su maestro!!! —Sus ojos rojos ardían de furia más que antes, salía algo de espuma de su boca y su Cosmos ardía como una llama iracunda azotada por el viento—. Y ya que sé que interferiste, no podrás volverlo a hacer, y lo sabes. No salvarás a Andrómeda de la misma forma que a él, será atrapado en la Otra Dimensión para siempre.

Las redes retomaron su recorrido a través del espacio negro, y los planetas y estrellas retomaron su movimiento aleatorio. Shun volvió a ser absorbido por lo más profundo del espacio que se abría ante él.

Ya no servía de nada conservar su Cosmos en el cuerpo, así que lo concentró específicamente en sus manos y las cadenas, las cuales aguantaban cuánto podían, pero habría un límite, y las columnas se harían pedazos por culpa de la presión de sus mismas armas.

—¿Crees que esas cadenas son tu salvación? Cuentan con habilidades de verdad espectaculares, pero siguen siendo de Bronce, ¡no son nada para mí! —Saga alzó el brazo y un destello dorado recorrió el vacío en silencio.

La cadena con punta de prisma se cortó en dos, Shun pegó un grito que no pudo oír, y se aferró instintivamente a la cadena que le quedaba con la mano libre.

—¡No puedo morir aquí! —«El Pez dorado. Debo enfrentar al asesino de mi maestro, tomar mi venganza, se lo prometí a June».

—¡Adiós para siempre, Andrómeda! ¡Ahhh! —bramó Géminis después de cortar con suma facilidad la cadena que culminaba en la argolla. ¿Fue un grito de victoria? Shun chocó pesadamente contra algo sólido, otra vez presa de la gravedad.

 

 “Más bien al contrario. Solo recuerda una cosa, Shun. Donde esté Atenea, allí debes estar tú junto a ella. Siempre”, le había dicho su maestro durante el rito en que se le entregó Chamaeleon a June, pocas horas antes de que Aphrodite de Piscis arribara a la isla de Andrómeda.

Estar junto a Atenea siempre. Estar junto a la señorita Saori[1]. Recordó esas palabras también cuando ella mostró el primer indicio de su poder durante el intento de asesinato de Hyoga. Estaba ahora en el Templo del Carnero, luchando por sobrevivir, por aguantar las horas que le quedaran de vida confiando en que sus Santos la rescatarían...

No. Saori no era así, no esperaba sobrevivir, sino que los Santos completaran su misión de evitar que el Sumo Sacerdote tomara el control del mundo usando el Cosmos de la diosa. La señorita Saori no temía morir..., mas Shun sí. Al principio no lo admitieron ni comprendieron bien, pero la misión primordial de los Santos era proteger a la diosa, ya que ella mantenía equilibrado el universo y evitaba que el caos dominara con su orden. Sin ella, el mal no tendría problemas de apoderarse del planeta, pues ella dirigía a los Santos en las misiones de paz, y con su presencia en la Tierra la naturaleza crecía.

Se decía que Atenea bajaba a la Tierra cada doscientos años. Durante éstos, el Sumo Sacerdote cumplía con su trabajo, ya que el mal principal, fuera cual fuera ese, también aparecía tras ese intervalo de dos siglos, la llamada Venida de la Oscuridad. El Pontífice se encargaba de mantener el orden en la Tierra mientras esperaba el nacimiento de Atenea, que coincidía con la de la fuerza que traía muerte.

—Pero ahora Atenea recién está empezando a conocer sus poderes, y el Sumo Sacerdote es malvado —dijo June la tarde antes de que viajara de regreso a Etiopía para recuperarse y volver a entrenar.

—¿Qué pasa cuando las dos personas que deben mantener el orden no son capaces de ello? —le preguntó. Atenea lejos del Santuario, y el Sumo Sacerdote con sus propios planes egoístas que involucraban matar a la primera.

—Supongo que es ahí cuando nos necesitan —respondió ella con seguridad, como siempre.

Hyoga se había esfumado entre aquellos planetas, y aunque parecía que el Santo de Géminis había tenido algunas complicaciones o interrupciones, era claro que no volvería a ver a su frío compañero. Estaba en Otra Dimensión. Pero él...

 

Él aún podía combatir por la señorita Saori, gentil y piadosa, que como diosa de la guerra luchaba dignamente por proteger a los suyos. Shun abrió los ojos para ver las escaleras ascendentes más allá del Templo de los Gemelos. La puerta de salida parecía haber sido golpeada fuertemente, estaba resquebrajada en el suelo. Vio más allá la cadena de cerros laberínticos, la luz del sol tiñéndolos de amarillo pálido, y el cielo azul indicándole que estaba en la dimensión correcta todavía.

—¿Aún estoy aquí? —se preguntó.

Se volteó rápidamente cuando escuchó un quejido.

Géminis, en una postura encorvada, presionaba su mano contra su frente, parecía que le dolía mucho la cabeza, roja y sudorosa. Tenía los ojos cerrados y los párpados temblorosos, igual que la otra mano que sujetaba su capa.

—No pensé que estuviera vivo, ni menos que aparecería ahora para salvarlo...

«¿Alguien me salvó?». En ese momento notó, solo por un ínfimo instante, un pellizco de Cosmos, una gota de energía cálida como una brisa de verano, que se fue sin dejar nada detrás, aparte de una cierta familiaridad y nostalgia emotiva; los ojos de Shun se empañaron sin entender el motivo, como si hubiese tenido un recuerdo invisible que le oprimía el corazón.

—No has... salido del Templo de los Gemelos, Andrómeda—. Saga lo miró con sus ojos carmesí, temblorosos e irritados, como si hubieran despertado de un largo y tenebroso sueño. El Cosmos extraño que había desaparecido hacía un rato, volvió vehemente, inundando todo el palacio con su presión pesada y confusa. La salida desapareció, fue reemplazada por una pared y varias columnas que parecían multiplicarse con cada segundo que transcurría.

—No, necesito asegurarme de que Hyoga está bien. ¿Dónde está?

—Qué tonto eres, el Cisne ya no está en este mundo, ¿o crees que mi técnica es algo tan simple, solo una ilusión? Lo envié de verdad a Otra Dimensión, y estará vagando en una desprovista de espacio y tiempo para siempre, ja, ja, ja. —La risa también regresó, pero Shun notó cierto nerviosismo en su voz, como si no sonara seguro de sus palabras.

—¿No hay alternativa? —dijo más a sí mismo que a Saga.

—Ahora te toca a ti, Andrómeda. Te enviaré a una dimensión al otro lado del universo donde vaga Cygnus, y no tendrás opción para salir, así aprenderás a no romper las leyes del Santuario.

Saga extendió los brazos y lanzó dos rayos, uno de luces blancas y otro de sombras violetas. Rasgó el  espacio y una zona oscura inundada de redes luminosas, planetas y estrellas gigantes se abrió ante Shun.

—Esta vez pelearé... —dijo mientras comenzaba a ser succionado. Esta vez no intentó resistirse, encendió su Cosmos, lo enfocó de forma ofensiva, y desplegó sus cadenas cortadas. O más bien, una de ellas.

—Las dos personas que me interrumpieron antes han sido anuladas, la única forma de anular mi técnica es superando mi Cosmos. Eres conocido como el más débil y sensible de entre aquellos rebeldes de Bronce, y además no tienes tus cadenas. Como puedes ver, no hay forma de que... ¿Qué?

—Mis cadenas son infinitas, Géminis. Ahora te mostraré las consecuencias de ello. —La argolla de la izquierda llevó al resto de los eslabones a rodear a su amo, trazando círculos alrededor de su cuerpo, formando un remolino.

—¿¡Pero qué es esto!? Se ha detenido en medio del aire, la Otra Dimensión no lo está absorbiendo.

—He creado un vacío de Cosmos al interior de este tornado, por eso no me está afectando tu técnica —explicó con tranquilidad. Sentía total confianza no en sí mismo, sino en sus cadenas, en su Manto de Bronce.

—Imposible, las cadenas se repararon a pesar de que yo mismo las corté, y ahora están mostrando habilidades que antes no... —Los ojos del Santo de Géminis ardían como rubíes al fuego, pero había una preocupación en su voz.

—¿Sabes por qué tengo dos cadenas?

—¿Qué?

—Parecen iguales, y hasta ahora había usado ambas con la misma intención, usando dos técnicas: la Cadena Nebular para el ataque, y la Nebulosa para la defensa, pero en realidad mis armas son muy distintas.

—Su Cosmos está creciendo... pero... —Saga extendió más los brazos, las ondas de luz y sombra que recorrían el espacio incrementaron su velocidad de recorrido, pero seguía sin hacer efecto. Shun se mantuvo flotando en el vacío.

—Mientras más arde mi Cosmos, más se distancian sus propiedades entre sí. La cadena de mi brazo izquierdo, aquella que termina en un anillo, sirve para la defensa, se llama Cadena Circular, y con ella puedo utilizar esta Defensa Giratoria[2], la cual se convierte en un muro de hierro que me protege de cualquier ataque enemigo girando a altísima velocidad.

—No es posible, ¡no había mostrado tanto Cosmos antes!

—La de la derecha es la Cadena Cuadrada, la cual termina en este prisma. —Shun levantó la diestra y sujetó con cariño la pieza piramidal entre sus dedos—. No me gusta luchar, preferiría jamás herir a nadie, pero en esta batalla por los doce Templos, cuando la vida de mi diosa está en riesgo, igual que el orden en la Tierra, he decidido combatir y pasar a la ofensiva por una vez.

Shun recordó lo que había pasado hasta ese punto al mismo tiempo que parpadeaba. Todos los ataques de Hyoga eran devueltos como si hubieran chocado con algo, la electricidad de la Nebulosa no había tenido efecto como si el enemigo no estuviera presente, y el extraño Cosmos que seguía cubriendo el palacio no era detectado como presencias violenta por su armadura, y tuvo que obligarla a pelear.

—Séptimo... —dijo Géminis, dando un paso hacia atrás.

—Con la Onda de Trueno[3] puedo encontrar a mi enemigo sin importar dónde se oculte. Incluso si es a millones de años luz de distancia, mi cadena lo atrapará.

—¿¡Ocultarse!? Ja, ja, ja. —El párpado de Saga tembló, pero debía saber de qué hablaba, Shun lo había atrapado—. ¿De qué hablas...?

—Cadena de la constelación de Andrómeda, el enemigo no está frente a nosotros, sino en otro lugar controlando lo que vemos como un titiritero a su fiel marioneta. Te ordeno que lo busques, lo encuentres y lo ataques, sin importar qué tan lejos esté. —Shun arrojó la cadena hacia arriba, y ésta rápidamente cumplió con el mandato entregado. Trazó una línea parecida a un rayo, en zigzag, de arriba hacia abajo y de vuelta.

El prisma se dirigió hacia el rostro de Saga, entró a su boca abierta a toda velocidad, y en vez de pasar a través de un cráneo, siguió extendiéndose, más y más, bajo la mirada atónita del Santo de Oro y sobre su lengua afuera.

 

Pasó casi un minuto. El laberinto de Géminis desapareció, y el Templo de los Gemelos ocupó su lugar, un palacio enorme sin muebles de ningún tipo. Tampoco quedó rastro del extraño Cosmos. La salida se hizo totalmente visible más allá de un portón derribado, por donde se notaban las escaleras que ascendían por la montaña.

Shun retrajo el arma de su brazo derecho. En lugar de salir de la boca de un hombre de ojos rojos, lo hizo desde la ranura en el yelmo de un Manto de Oro. La armadura de Géminis se había rearmado en su forma original de un instante a otro, y había tomado el lugar del supuesto Santo. Jamás había visto un Manto así, parecía representar dos siameses, un par de hermanos pegados entre sí con dos rostros, uno a cada lado del yelmo dorado. Haciendo juego con las figuras en relieve de la entrada que tantos problemas habían dado, ambas máscaras se expresaban distinto: la de la derecha tenía un rostro triste, de penosa calma, con un sol en la frente, mientras que el de la izquierda sonreía macabramente, sus ojos estaban curvados de forma que aparentara arrogancia, y una luna se asomaba sobre ellos.

Cuando el prisma llegó hasta su mano, Shun notó que algo se había atorado entre los eslabones.

—Un rosario...

De distintos colores, las cuentas revelaban inequívocamente de qué objeto se trataba. Seguramente era del amo de las ilusiones en Géminis...

Shun de Andrómeda cruzó las puertas dañadas. Sintió el Cosmos de Shiryu en ellas, él las había golpeado, a pesar de que en ningún momento lo vio. Tomó aire, el viento soplaba con fuerza, y el sol iluminaba la Torre Meridiano cuyo tercer fuego parecía haberse apagado hacía un buen rato.

«Hyoga, confío en que volveremos a verte pronto».


[1] Saori-san, en japonés. Shun la llama de una manera más formal que sus compañeros.

[2] Rolling Defense, en inglés.

[3] Thunder Wave, en inglés.


Editado por -Felipe-, 20 febrero 2016 - 14:36 .

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#147 Killcrom

Killcrom

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Publicado 14 noviembre 2014 - 12:32

¡Bueas tardes! ¿Qué hay de nuevo? 

 

Perdona por haber dejado tu review para el último de esta tanda (sí, doy los comentarios de la misma forma en que Kufumada saca capítulos del ND). Sé que lo hago siempre. El motivo es, sencilla y llanamente, que tus capítulos se me hacen fáciles de leer (de comentar, un poco menos. Me cuesta decirte cosas que puedan resultarte útiles).

 

Con esta pequeña presentación, paso a leer el primer capítulo de nuestro mariquita personaje afeminado favorito: Shun. 

 

Lo primero que encuentro es que la primera parte sobre todo, pero en general este capítulo, está surcada por diálogos, quedando las descripciones en un segundo plano. Sé que esto es cosa del estilo de cada uno, pero a mí me gusta mucho encontrarme con varios párrafos de descripciones seguidos, para poder hacerme a la idea de cómo es el sitio en que están los personajes (aunque un desierto sea un desierto, no es lo mismo decirlo que describirlo). 

 

Me da un poco de lástima la forma en que tratan a Shun en la isla solo por ser más gentil que los demás. Incluso te diría que siempre me ha molestado ver cómo suele ocurrir en la vida real que a las personas más buenas se las toma por tontas. ¡Eh! ¡Ser bueno no tiene nada que ver con ser tonto! ¡Malditos idiotas!

 

Tienes un personaje cuyo nombre es Caph. En tu caso es una maestra. Yo también tengo un personaje con ese nombre y probablemente tendrá relación con las armaduras de la familia "Andrómeda". Sé que entiendes lo que digo. Esta Caph llevó armadura. ¡Incluso podrían coincidir! 

 

Supongo que no tengo que decirte a quién me recordó Saori lanzando el (probablemente caro) celular, ¿verdad? ¡Niña malcriada! ¡Le vendría bien que la secuestraran o le dieran un flechazo en el pecho!

 

Siempre he pensado que tal y como hizo Mitsumasa las cosas, debía tener algún tipo de trato con el Santuario. Es imposible que lo hiciera todo por sí mismo sin que Saga se hubiese enterado de ello. Me gustaría que profundizases en esa relación, porque de otra forma... ¿cómo podremos saber qué hizo Kido para ocultar la armadura de Sagitario? Esa excusa del cambio de forma... no sé, creo que queda un poco coja. Además, la caja de Pandora es la misma.

 

Y por último, sobre la prueba de Andrómeda, me gustó la forma de relatarla. No recuerdo si ocurrió así en la historia principal o no. Hace bastantes años desde que pasé por esa parte de la historia por última vez. De todas formas, siento que tiene fuerza, pero como dije, le falta un poco de descripción. Al menos, yo la habría metido. Pero quién sabe... ¿Y si tu estilo es más acción que narración?

 

Sea como sea, nos leemos pronto. ¡Abracitos!  :lol:


Editado por Killcrom, 14 noviembre 2014 - 12:35 .

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(Parte 3 de 3)

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#148 -Felipe-

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Publicado 14 noviembre 2014 - 20:42

Gracias, Killcrom :D

 

Spoiler

 

 

 

 

 

Y ahora, el siguiente capítulo, ¿Qué pasó con Hyoga?

HYOGA II

 

13:00 p.m. del 13 de Septiembre de 2013.

El piso estaba tan frío que hasta a él le incomodó. Solo había sentido algo así sobre las frías capas de hielo en Siberia, durante los entrenamientos. Cuando Hyoga abrió los ojos se encontró en una estancia amplia llena de columnas dóricas y de forma pentagonal. De los muros, de tono verdoso, colgaban algunos pergaminos como los que se usan en los dojos de artes marciales, con varias leyendas en chino que no podía entender. Las ventanas tenían forma octogonal, la luz del día pasaba débilmente a través de ellas alumbrando sutilmente algunas zonas del salón, sus muebles y las puertas a otras habitaciones. En el muro de enfrente se hallaba una enorme balanza plateada, cuyos platillos gigantes estaban desequilibrados: el de la derecha casi tocaba el suelo, mientras que el de la izquierda se mantenía cerca del techo de donde colgaba el instrumento.

«¿Acaso estoy... en uno de los doce Templos?»

—¿Por qué lo trajo aquí? —preguntó una voz severa. Buscó la fuente con la mirada y encontró a un hombre sentado en una mesa en un pasillo a la derecha. No podía ver su rostro, quizás por la oscuridad del palacio o por lo aturdido que quedó después de su combate con Saga, pero estaba seguro de que le era familiar, aunque no podía reconocerlo.

—Porque era lo correcto, no merecía morir así —respondió un anciano con palabras cansadas. Recién en ese momento se percató de su presencia, aunque le pareció que la luz lo atravesaba, como si fuera transparente. Era muy bajo, lucía una larga barba blanca, una trenza atada con un lazo verde, y ropas de color azul marino típicas de artes marciales. Le daba la espalda, por lo que no podía reconocer en sus ojos si era o no amigo. Por sus palabras, podía suponer que era lo primero, pero no iba a confiarse así como así.

—No tiene incumbencia en este asunto —insistió el primero. Su voz era algo monótona, sin emociones, absolutamente fría. Aun así, le hablaba con el merecido respeto a un hombre mayor.

—Claro que la tengo, esta es mi casa, puedo traer a quien desee.

—Pero no un enemigo. Con esto, usted está traicionando al Santuario.

—Hace mucho que lo hago, y lo sabes.

«¿Un traidor?». Hyoga se trató de poner de pie, pero los huesos le dolían un montón después de ser golpeado por sus propias técnicas. Tropezó y volvió al suelo; el anciano lo miró pero rápidamente se volteó, mientras que el otro siguió sentado en la mesa. En su oscura silueta se divisaba la figura de un Manto Sagrado y su capa.

—Rebelarse contra las órdenes del Sumo Sacerdote y ocultar a un traidor en el Templo de la Balanza. Tras dos siglos, ¿seguro que desea que esta sea su primera acción al regresar al Santuario?

—Sí, aunque como puedes ver, aún no he regresado.

—Es alta traición...

—Soy un traidor ante las órdenes del actual Pontífice, sí.

—Soy yo quien debería encargarme de Hyoga, usted no tiene derecho. —Al escuchar su nombre, un fuerte sentimiento de nostalgia se apoderó de Hyoga. Ese hombre lo conocía, y era mutuo. Si era quien creía que era, entonces Isaak siempre tuvo razón.

—Te permitiré juzgarlo personalmente, ocupa momentáneamente mi hogar. Así sabrás por qué le salvé la vida. Tal vez con ello también sepas más de ti mismo y de los que te rodean.

—Usted tiene un discípulo. Pero decidió salvar a otro Santo de Bronce, más débil de corazón que Hyoga, y le ayudó a continuar la lucha en el Templo de los Gemelos. ¿Por qué no salvó a su discípulo también?

—Porque Shiryu no necesita de mí aún, y Shun es más fuerte mentalmente de lo que piensas. El Cisne, por otro lado, debe elevar las alas nuevamente, y para eso requiere de su maestro.

—No dudaré en matarlo por traición...

—Ya veremos, Camus.

Y el anciano desapareció en un abrir y cerrar de ojos, la luz golpeó el piso sin encontrar obstáculos. Solo quedaron dos Cosmos en el Templo de la Balanza.

Por unos segundos que parecieron horas, ninguno de los dos hizo el más leve gesto. Hyoga ni siquiera intentó volver a levantarse, estaba concentrado en ver los movimientos de aquel que seguía sentado en la penumbra del oscuro palacio con las antorchas apagadas. Además... hacía tanto frío...

—¿Por qué viniste? —preguntó. Hyoga parpadeó, y luego lo vio de pie a un metro de él, se había movido sumamente rápido a un lugar donde la luz de la ventana sí lo alcanzaba.

—Maestro Camus...

Tenía una mirada tan gélida y apática que, cuando niño, Hyoga soñaba que él era un robot. De largo y liso cabello rojo, ojos celestes como témpanos bajo un par de cejas finas, el hombre que le enseñó todo lo que sabía era alto y de contextura atlética. Su piel era blanca, casi pálida, en conjunto con un rostro severo y duro. A pesar de la bajísima temperatura en Siberia siempre lo veía con ropas ligeras, pero ahora lo admiraba por primera vez con su Manto Sagrado.

 

—¿Usted también es un Santo? —le había preguntado durante los primeros días de su entrenamiento.

—Sí.

—¿Cuál es su constelación guardiana?

—Mi vida como Santo no tiene incumbencia en tu entrenamiento, solo debe preocuparte tu propio crecimiento —le había respondido. Durante los siguientes años, solo repitió la pregunta un par de veces más, pero siempre obtenía vagas respuestas de retorno. Camus no deseaba que nadie supiera de su vida ni trabajo, solo le importaba cumplir con las órdenes del Santuario y respetar las leyes.

Por eso, verlo llevar ese Manto brillante como el oro dejó paralizado al alumno unos segundos. Era una armadura sumamente elegante, de brillos dorados y aguamarina, bordes redondeados como si imitaran una fuente, dibujos grabados de flores y gotas de agua. Sus brazales y perneras imitaban vasijas, y su casco contaba con alas pequeñas escoltando un copo de nieve dorado en el centro. En el faldón, largo y de tres secciones que imitaban copas, se hallaba el símbolo que revelaba al fin su constelación guardiana.

—Camus de Acuario. ¿Un Santo de Oro? —Eso explicaba tanta habilidad, en especial el haberlo visto moverse tan rápido como la luz en ocasiones. Isaak, su compañero de entrenamiento, ya había aventurado que ese era el rango de su figura paterna, y la importancia que tenía en el Santuario.

—Repetiré la pregunta solo una vez más. ¿Por qué viniste? —Camus hizo caso omiso de la sorpresa de su discípulo. No solía preguntar dos veces, así que se apresuró a contestar.

—Fui... atrapado por la Otra Dimensión de Saga de Géminis, aunque no estoy seguro de por qué...

—El exiliado Dohko de Libra te salvó con su Cosmos de la técnica de Saga, desde LuShan, en China. Hizo una perforación en el desdoblamiento del espacio y conectó ese punto con el Templo de la Balanza. No sé por qué interfirió, pero claramente te consideró débil para sobrevivir a la batalla.

—Ya... ya veo... —Hyoga bajó la mirada con tristeza, hasta que un carraspeo débil de su instructor le recordó que nunca debía hacer eso.

—Pero no te pregunté por qué viniste a este palacio, sino al Santuario.

—Yo... yo... —titubeó Hyoga con profundo temor en su corazón, hacía años que no se sentía así—. Cumplo con mis deberes como Santo. Es lo que usted me enseñó, maestro.

—Nunca te enseñé a traicionar al Santuario.

—Pero maestro, el Pontífice es malvado, quiere apoderarse del Cosmos de Atenea, que yace agonizando más abajo en...

—Somos soldados, guerreros de Atenea que defienden a los inocentes y mantienen el orden en la Tierra, es nuestra única misión —respondió Camus sin cambiar un ápice su expresión rigurosa, solo sus labios se movían, ni aparentaba pestañear—. Discutir sobre conspiraciones insulsas es irrelevante. Hyoga, no debiste venir al Santuario.

—Pero Atenea...

—Vete de aquí y cumple tu trabajo como Santo de la constelación de Cisne. Es una orden, Hyoga.

Arrastró las rodillas hacia atrás cuando Camus terminó de hablar, y por vez primera se dio cuenta de que siempre hizo lo mismo cada vez que su maestro le ordenó algo, una conducta que había absorbido como un reflejo automático. Le costó mucho ponerse de pie y volver a su lugar, pero aprovechó el retroceso de su pierna para ayudarse.

—Aunque sea una orden... no puedo cumplirla, lo siento. Debo recorrer la Eclíptica, derrocar al Pontífice y salvar a la diosa cuyo tiempo de vida está contado.

—¿Diosa? Debería demostrar que lo es, primero que todo.

—Sentí su Cosmos.

—Qué débil has sido para caer en tantos engaños, has faltado una y otra vez a tus órdenes durante estas semanas.

—Maestro...

—Tendré que detenerte a la fuerza. —Camus izó la mano y concentró un Cosmos tan frío allí que los dedos de su alumno se entumecieron antes que hubiera atacado aún. Cuando lo hizo, Hyoga quedó estampado contra un pilar con el cuerpo paralizado unos instantes, sin captar qué lo golpeó exactamente.

—Increíble... A pesar de haberme entrenado en mi país natal, no puedo soportar bien esta temperatura tan baja...

—Si quieres seguir con este suicidio, vamos, atácame. Incluso, por esta vez, te permitiré usar la manipulación de cristales.

Hablaba del arte prohibido para los Santos de Hielo, no congelar los átomos del oponente, sino los del aire para generar cristales y dañar con ellos internamente al oponente. Un recurso final en el pasado, pero que Camus consideraba demasiado indigno y sucio.

—Lo dice como si lo fuera a hacer de verdad, no puedo atacar en serio a mi maestro —objetó, poniéndose de pie y limpiándose la escarcha del peto. Sintió a Cygnus quejándose por el frío.

—Qué niño tan tonto eres todavía... Pensé que al deshacerme de lo único que te aferraba a tus sentimientos te haría madurar.

—¿Qué?

 

***

Antes de partir a Japón a reunirse con Saori para ir al Santuario, Hyoga había hecho una parada en Siberia oriental, en Rusia. Su madre descansaba eternamente en su tumba congelada bajo la capa de hielo, en una habitación del barco con el que se había hundido más de diez años atrás. Siempre le dejaba flores atadas en su cabello; bajo el agua helada todo se conservaba en un estado perfecto, así que su madre se mantenía tan bella como siempre cada vez que la visitaba.

—¡Hyoga! —gritó Jacob, el hijo del dueño del almacén vecino, cuando lo vio llegar. Lloraba a mares, todo su cuerpo temblaba por el miedo a una represalia—. Perdón, por favor, perdóname, Hyoga...

—¿Qué pasa, pequeño, por qué estás así?

—Tú madre, Hyoga. De verdad lo siento, no pude hacer nada, perdón, perdón, perdón —repitió una y otra vez.

Lo siguió hasta el mausoleo natural que se había formado a unos kilómetros de su lugar de entrenamiento, y Hyoga lanzó un grito silencioso apenas llegó. En vez de la capa de hielo había un enorme cráter que daba una vista detallada a un tornado en el mar. Un rastro de Cosmos se conservaba en los cristales repartidos a lo largo y ancho del lugar, pero era irreconocible.

—No pude detenerlo, un rayo de luz cayó aquí y destrozó todo. Lo siento, lo siento tanto... —siguió llorando el chico, pero Hyoga no le hizo caso y saltó al mar frío. Nadó enfrentando las fuertes corrientes hasta que se encontró con aquello que temía: del barco solo quedaban algunas piezas del casco, el resto se había destrozado o hundido más al fondo por un acantilado submarino creado recientemente, tal vez por la naturaleza o por el misterioso rayo, un lugar donde la presión era tan terrible que imposibilitaba el nado.

Trozos de cuerpos humanos congelados flotaban o eran llevados por las temibles corrientes que unos años antes no había podido superar; los cadáveres de los pasajeros habían sido víctimas también del feroz y misterioso ataque, y no halló rastro del cuerpo de su madre...

Al subir abrazó al pequeño y le aseguró que no era su culpa, que nadie podía haber evitado eso. Lo llevó a casa y le preparó chocolate caliente, mientras evitaba con todas sus fuerzas que las lágrimas no lo azotaran. Poco después viajó a Tokio con la esperanza de encontrar en el Santuario al culpable del ataque que le había arrebatado lo más preciado que tenía.

***

 

—¿Fue usted? —preguntó sin poder, ni querer, creerlo. Todo su cuerpo temblaba, y no solo por el frío que emanaba del Cosmos de Camus.

—Sí.

—Pero... no entiendo, usted sabía lo importante que era para mí, nada era más querido. —Hyoga sintió como las lágrimas se agolparon en sus ojos, y esta vez no le importó—. ¿Por qué me hizo eso? ¿¡Por qué!?

—Baja tu tono, Hyoga. Lo hice justamente por eso —apuntó a sus mejillas empapadas con su dedo pálido, todavía no lo veía pestañear—. Me enteré que no cumpliste con las órdenes del Santuario de castigar a los rebeles de Bronce, y peor, que te habías vuelto muy blando. Esto lo prueba.

—¡Me quitó a mi madre!

—Estaba muerta —respondió con un tono tan acostumbradamente frío que a Hyoga le extrañó por unos instantes que le hirviera la sangre.

Encendió su Cosmos de inmediato, casi por instinto.

—Aunque estaba muerta, en ese lugar podía tener algo de paz, la podía ver cuando quería... Pero ahora es imposible, está al fondo del océano ártico, quizás despedazada,  ¡nunca la volveré a ver!

—Qué egoísta es usar un cadáver para ablandar tu culpa por sobrevivir al incidente. Eliminé tu único punto débil, Hyoga, eso debería hacerte invencible. —El maestro Camus cerró los ojos con desdén y desprecio—. Obviamente no funcionó. Te da rabia, deseas atacarme y matarme con todas tus fuerzas en lugar de cumplir con tus obligaciones y actuar racionalmente.

—No voy a perdonarlo... No, ¡no voy a perdonarte, Camus! —Hyoga bajó la temperatura al límite de sus capacidades y disparó el Polvo de Diamantes con tanta vehemencia que se le rompió un músculo del brazo, pero Camus...

—¿Me atacas con la técnica básica de los Santos de hielo que yo mismo te enseñé? —Sin siquiera abrir los ojos, Camus detuvo el ataque sosteniéndolo en su mano, percibiendo exactamente por dónde iba dirigido. El aire frío se concentró allí y no parecía incomodarle en lo más mínimo, pues lo convirtió en un vaho nuboso poco después.

—No puede ser, congelé mi puño hasta el límite...

—Con una técnica así de patética jamás podrías haber atravesado estos doce Templos. Como dije, debiste regresar. Mira, este es el verdadero Polvo de Diamantes.

Lo próximo que notó fue estar colgando del platillo alto, y que el brillo que atravesaba el tragaluz en el segundo piso le daba directamente en la cara. Cygnus estaba congelado e inerte, y su cuerpo era incapaz de moverse.

—Maldición... ¡Maldita sea! —gritó, dejándose caer nuevamente al piso frío. Las lágrimas también se le habían enfriado, pero siempre eran reemplazadas por algunas nuevas.

—Sigues llorando por lo de tu madre —le sermoneó Camus, otra vez—. Te diré algo, Hyoga: en mi vida jamás he culpado a aquellos que no pueden olvidar ni despegarse de sus pasados, son personas con emociones intensas que viven de esa manera, y nunca los reprobaría por eso. Al contrario, creo que son las personas que más debemos proteger. Pero en tu caso es distinto, no puedo tolerarlo. —Abrió los ojos de golpe, y dos estelas blancas y granizadas ascendieron desde sus párpados gélidos—. ¡Se supone que eres un Santo!

—No, ni a mi maestro podría perdonarle que hiciera algo así. Nadie toca a mi madre... ¡Ni tú ni nadie! —Se levantó otra vez apoyándose en una silla congelada. Con el brazo derecho roto, concentró esta vez el Cosmos helado en el izquierdo; usaría la técnica que Camus no podría bloquear por conocimiento.

Al gancho le siguió el remolino, y los muebles del Templo de la Balanza se despegaron del suelo azotados por los fríos vientos, pero Camus se quedó inmóvil en su lugar, apartado de los sufrimientos vulgares.

—Así que esta es la técnica que creaste, el Tornado Frío... Admito que no es un mal truco, pero no sirve de nada contra un Santo de Oro.

—¡Imposible! —Solo se mecían el cabello y la capa de su maestro, pero lo demás aguantaba con absoluta destreza y frialdad. A Camus nada parecía afectarle, ni física ni mentalmente.

—Tus sentimientos deben ser eliminados —le advirtió un segundo Camus que estaba a la derecha. Había otros que seguían apareciéndose a lo largo y ancho del salón pentagonal, en colores cristalinos. Uno de ellos disparó una descarga de Cosmos puro que lo arrojó hasta estrellarse contra el techo.

«Utilizó su versión de la Tierra de Cristal mientras yo ejecutaba mi Tornado Frío. Ni siquiera lo noté». La sangré era lo único caliente en el palacio y en su cuerpo, el resto era un témpano, ni siquiera en los entrenamientos lo habían atacado con una temperatura tan baja.

—Vamos, levántate.

—Mi madre... —persistió Hyoga, aun dolido—. Usted...

—¿Sigues con eso? Tienes emociones absolutamente innecesarias, nunca te habrían servido en la lucha con los Santos de Oro. Ni siquiera tus compañeros son tan débiles sentimentalmente. Dime, ¿qué se necesita?

—¿Cómo?

—¿Qué se necesita para vencer a un Santo de Oro? ¡Dímelo!

—El... Séptimo Sentido —le respondió con el mismo respeto que cuando era niño, pero recién ahora comprendió que era miedo. Le temía muchísimo a alguien tan superior a él.

—Exacto, ¿y creíste que podrías despertarlo con un corazón tan frágil? Estoy seguro que a todos les dabas la impresión de ser frío y sin sentimientos, un hombre dedicado completamente a la batalla, pero en realidad eres quien tiene el corazón más emocional y débil. Tienes un problema psicológico tan típico...

—¡Ya basta! —se enfureció Hyoga y volvió a erguirse. No solo le quitaba a su madre, también se burlaba de él—. ¿Dices que para alcanzar el Séptimo Sentido tengo que dejar de pensar en mi madre? ¿Abandonar su recuerdo?

—Sí. Eres un Santo de hielo, tu corazón debe ser adecuadamente frío para que puedas convertirte en el mejor.

—¡Imposible! —repuso Hyoga antes de llorar de nuevo. Movió la cabeza con desesperación de un lado a otro agarrándose los cabellos con las manos heladas—. No puedo hacer eso, no puedo olvidarme de lo único significativo que tengo en el mundo, de mi madre... Aunque sea un cadáver frío como dices, en mi corazón sigue viva, y no voy a... a...

Se quedó mudo a la vez que caía de rodillas. ¿Cuántas veces se había derrumbado ya? De lo que estaba seguro era que no se desprendería de eso, era imposible que fuera la única manera de luchar contra los Santos de Oro. Se negó a creerlo. Debía ser capaz de vencer a Camus y a cualquiera que lo enfrentara, a la vez que mantenía los recuerdos y sentimientos por aquel ser tan querido.

—Temí que dijeras eso, pero lo intenté todo. —Camus suspiró, un gesto totalmente nuevo en él, y cerró los ojos con su versión personal del pesar—. Con su permiso, Dohko, dejaré a mi discípulo en este Templo por toda la eternidad. Ya vio usted que yo tenía la razón...

Hyoga encontró a su maestro en una curiosa pose, con las piernas separadas, los brazos sobre la cabeza, y las manos atadas formando lo que parecía ser la figura de una vasija. Su Cosmos se elevaba aún más que antes, inversamente proporcional a la temperatura que descendía más y más.

—¿Qué es esto?

—Lo máximo que puede lograr un Santo de hielo es bajar su temperatura hasta el Cero Absoluto[1], la detención completa del movimiento de los átomos. Mi mejor técnica, la Ejecución Aurora[2], es la única capaz de hacer uso de esa temperatura tan baja, y solo se puede obtener con el Séptimo Sentido que eres incapaz de conseguir, además del Cosmos en su paroxismo.

—¿Ejecución Aurora? —La legendaria técnica de los Santos de hielo, una que pensó era imposible de hacer, ya que requería de la temperatura mínima, el Cero Absoluto, que detenía completamente los movimientos de las partículas. Ni con los avances científicos más modernos se había logrado replicar esa temperatura.

—Si seguías por este camino terminarías muerto, Hyoga, así que haré lo que corresponde: acabaré con tu vida yo mismo porque eres mi discípulo. —Camus bajó los brazos, y su Cosmos se convirtió en una cascada congelada, una descarga de aire frío tan intensa que Hyoga supo su futuro de inmediato.

«Perdóname, Saori, no voy a poder ayudarte, no soy digno como los demás. Seiya, Shiryu, Shun..., también lo siento por haberlos intentado matar, pero esto será lo mejor, ya que sé que ustedes sí serán capaces de ayudar a los que viven con intensos sentimientos».

Sintió su cabeza impactar contra el suelo sin ningún dolor. «Adiós, me voy a reunir con mi madre», fue su último pensamiento.

 

 


[1] El Cero Absoluto, la temperatura teórica más baja, -273,15º C, o 0 K.

[2] Aurora Execution, en inglés.

 

Y la imagen de Iceman, quizás el dorado que más me gustó como quedó.

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Y no se pierdan el próximo capítulo, por ciertos detalles es el más tétrico y desagradable de escribir que he tenido.


Editado por -Felipe-, 20 febrero 2016 - 14:37 .

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#149 Patriarca 8

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Publicado 14 noviembre 2014 - 21:17

Te quedo genial el dibujo

pobre Hyoga hasta su maestro le hace bullying XD

y la mejor parte es en la que el anciano dohko bloquea la tecnica de saga ,sera posible que en este fic sea el dorado mas poderoso de todos con un cosmos que atemoriza incluso a los olimpicos XDDDDDDDDDDDDD


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#150 carloslibra82

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Publicado 14 noviembre 2014 - 23:58

Oohh, q bien, vamos a decirle a la Toei q lance otra vez la serie clásica, pero con tu guión, Felipe, porque explicas todas las incoherencias de Kurumada y de la misma Toei. Siempre me había preguntado: porque Hyoga apareció en Libra, si había quedado atrapado en la otra dimensión? Porque Camus sólo pensaba en Hyoga, sin decir nada sobre el patriarca o los caballeros de bronce? Tú lo explicas muy bien. Felicitaciones, y sobre el próximo capítulo, me imagino q debe ser tétrico, ya q toca Cáncer, no? Saludos!!



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Publicado 15 noviembre 2014 - 09:12

Saludos

 

La personalidad de Camus quedó estupendamente... Hasta que menciona que cualquier psicólogo podría ver la debilidad de Hyoga. No sé, esa frase me sacó de la atmósfera que habías creado, sentí que un santo de oro no lo diría de esa forma. Algo similar me ocurrió cuando Hyoga dice (más o menos) que "nadie se mete con la madre de Cygnus", casi me río en esa parte, y sin saber si esa fue la intención, no creo que deba ser así, porque el resto del capítulo expresa mejor la impotencia de Hyoga y la tragedia de su debilidad. 

 

Comento esto de cara a cuando escribas el Camus Vs Hyoga Round 2, pero procuraré no ser tan subjetivo y ambiguo cuando me toque dar reviews de verdad. Yo sólo pasaba a votar porque el capítulo de Deathmask Vs Shiryu no sea un musical. ¡Puedo vivir con el Aldebarán glotón, pero no con el musical y el Mazinger Saga!


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#152 -Felipe-

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Publicado 16 noviembre 2014 - 11:00

Te quedo genial el dibujo

pobre Hyoga hasta su maestro le hace bullying XD

y la mejor parte es en la que el anciano dohko bloquea la tecnica de saga ,sera posible que en este fic sea el dorado mas poderoso de todos con un cosmos que atemoriza incluso a los olimpicos XDDDDDDDDDDDDD

Nah, nunca tanto, no soy pciterio jaja. Pero sí tengo en mis planes en reinvindicar a Dohko, en darle el puesto que supuestamente merece en cuando a poder. Me es difícil, porque por culpa de jade terminé odiándolo xD pero trato de olvidarme de eso para darle nivel al Tigre.

 

Oohh, q bien, vamos a decirle a la Toei q lance otra vez la serie clásica, pero con tu guión, Felipe, porque explicas todas las incoherencias de Kurumada y de la misma Toei. Siempre me había preguntado: porque Hyoga apareció en Libra, si había quedado atrapado en la otra dimensión? Porque Camus sólo pensaba en Hyoga, sin decir nada sobre el patriarca o los caballeros de bronce? Tú lo explicas muy bien. Felicitaciones, y sobre el próximo capítulo, me imagino q debe ser tétrico, ya q toca Cáncer, no? Saludos!!

Fue algo que deseaba bastante arreglar. En un momento pensé en enviar a Hyoga a una "dimensión de hielo" con Camus, o incluso directamente a Acuario, como en LoS, pero al final decidí que Dohko ayudara y así darle una pelea más a Hyoga (Milo) como corresponde.

 

Saludos

 

La personalidad de Camus quedó estupendamente... Hasta que menciona que cualquier psicólogo podría ver la debilidad de Hyoga. No sé, esa frase me sacó de la atmósfera que habías creado, sentí que un santo de oro no lo diría de esa forma. Algo similar me ocurrió cuando Hyoga dice (más o menos) que "nadie se mete con la madre de Cygnus", casi me río en esa parte, y sin saber si esa fue la intención, no creo que deba ser así, porque el resto del capítulo expresa mejor la impotencia de Hyoga y la tragedia de su debilidad. 

 

Comento esto de cara a cuando escribas el Camus Vs Hyoga Round 2, pero procuraré no ser tan subjetivo y ambiguo cuando me toque dar reviews de verdad. Yo sólo pasaba a votar porque el capítulo de Deathmask Vs Shiryu no sea un musical. ¡Puedo vivir con el Aldebarán glotón, pero no con el musical y el Mazinger Saga!

En varias partes de este fic he querido darle un toque de "vida real" a las situaciones con los personajes, como los periodistas en la mansión Kido, los relojes mientras avanzan por las doce casas, etc. EN este caso, los grandes conocimientos que tiene Camus sobre básicamente todo, así que al menos a mí no me molestó escribir lo del psciólogo (que además me hace identificar ya que eso es lo que estudié hace varios años)

Sin embargo, la línea sobre "la madre de Cygnus", eso sí, estoy de acuerdo, nunca estuve seguro si ponerla o no. La borré y volví a escribir varias veces, justamente porque sonaba poco serio, pero lo que quería era plasmar que Hyoga está diciendo muchas tonterías por su confusión y todo lo que pasa con Camus destrozando el cuerpo de su madre. Admito de todas formas que no quedó muy bien, y que no era suficiente la situación para que Hyoga dijera eso, mis disculpas.

 

 

******

Ahora, el capítulo donde las batallas comienzan a darse más en serio. DeathMask de Cáncer y su hogar de muertos.

 

SHIRYU II

 

13:05 p.m. del 11 de septiembre de 2013.

—¿S-sentiste eso, Shiryu? —le preguntó su compañero, alarmado.

—Sí. El Cosmos de Hyoga desapareció —contestó con tristeza. A pesar de no sentir ninguna presencia en el Templo de los Gemelos, había logrado detectar a su compañero, durante breves minutos, en algún punto más arriba del laberíntico Santuario. Pero ya no había rastro, se había esfumado de golpe, como la llama viva extinguida por el apagavelas.

—No creo que esté muerto, es quizás el más fuerte entre nosotros.

—Tienes razón, no debemos perder las esperanzas. Tal vez esté en peligro, pero estoy seguro que está vivo —mintió Shiryu. Lo más probable es que fuera la situación contraria, pero si alguien no debía perder el espíritu de batalla en la guerra contra el Santuario, ese era Seiya de Pegaso.

—Sí, creo que tienes ra... ¡Oh, por los dioses! —gritó Seiya, acompañándolo con una tos poco elegante.

Shiryu sintió algo fétido mezclarse con el aire, escuchó el desayuno de Seiya caer por un precipicio, y olió el aroma de los cadáveres acumulados, la esencia que bañaba al monte Fuji. Usó toda su fuerza interior para no imitar a su compañero, y  a pesar de sus sentidos confundidos, logró deducir dónde se encontraba.

—¿Estás bien, Seiya? —La última palabra casi le hace desmayar por culpa de la nauseabunda sensación en el ambiente.

—Más o menos... Qué diablos... ah...

—¿Ya llegamos, cierto?

—Sí. El Templo del Cangrejo está frente a nosotros, y... cof, cof, Shiryu, parece una fosa común, es asqueroso.

—Debemos entrar, sé quién está ahí. Pero respeta lo que acordamos, ¿sí?

—Ya lo sé, te dejaré solo, cof, cof.

 

Al interior el olor era mucho peor, parecía que cada vez que daban un paso se adentraban más en un cementerio. Según Seiya, visualmente era un palacio normal, como el del Carnero o el Toro, con habitaciones, decoraciones y antorchas encendidas, pero éstas apenas iluminaban y las ventanas tenían cortinas rojas como la sangre, que unidas al negro de los muros, le dio a su compañero una impresión bastante tétrica del lugar que Shiryu pudo recrear en su mente con facilidad, tras ya haber conocido al dueño de casa.

—Bienvenidos, niños, al Templo del Cangrejo —dijo la voz que esperaba oír. Seguía siendo tan brusca y arrogante como el día anterior.

—¿¡Eres tú el guardián de este lugar!? —preguntó Seiya con rabia acumulada por la mala sensación del lugar. El eco de su voz alta se agravó en lugar de agudizar.

—Así es, pequeñín, soy DeathMask de Cáncer. Ustedes son... aquel que mató al Lagarto, y el que se deshizo de la Gorgona, ¿no? Es un honor tener a tan grandes niños de Bronce en mi hogar, ja, ja. Les cantaría algo para animarlos, pero no tengo muy buena voz...

—¡Deja de burlarte! Qué tipo tan molesto, no pareces querer dejarnos pasar así que te enfrentaré con todo mi poder y...

—¡Seiya! ¿En qué quedamos? —le recriminó.

—Este tipo tiene la capa manchada de sangre, y según me contaste, atacó a Shunrei en LuShan. No es como Aldebarán, tiene un Cosmos lleno de maldad, tanto que no sé cómo es capaz de llevar esa armadura...

—Ya lo sé. Él mismo dijo que es consciente de los planes del Pontífice. Por eso me encargaré de él. Como te dije tengo una cuenta pendiente, y al menos uno de nosotros debe llegar al final, ¿te acuerdas? Shun está más abajo, y sin Hyoga, tú eres el más adelantado. Así que vete, Seiya.

—¡Ja, ja! Bravo, hablan como si fuera a dejar pasar a uno de ustedes.

—¡Así será! —Shiryu concentró su Cosmos en el puño derecho y descargó su Dragón Volador a toda velocidad. Como supuso, DeathMask lo detuvo con solo una mano, pero Seiya reaccionó a tiempo y Shiryu pudo oír sus pasos alejarse al trote, por el corredor—. ¡Corre!

—¡O mio dio[1], qué veloz es! ¿Será esa acaso la velocidad de un poni? ¡No creo que pueda atraparlo, ja, ja, ja! —rio Cáncer. Agarró a Shiryu de una hombrera y lo arrojó hacia una columna con una fuerza que pareció mínima—. Tendré que dejar que alguien más lo haga, vaya.

—¿Q-qué?

—¡¡Ah, maldita sea!! ¿Qué es esto? —chilló Seiya, a lo lejos—. ¡Ah! ¡AHH!

—Seiya, ¿qué pasó? ¡Seiya! —gritó Shiryu, desde el piso.

—Hay alguien más aquí, es un... un... N-no, no puede ser...

—Él es Morenotto[2], fue un herrero en Sicilia, mi ciudad natal. Murió cuando le cayó una viga en la cabeza durante mi batalla con unos mafiosos, je. Una pérdida lamentable, vaya.

—¿De qué hablas? ¿¡Seiya, qué ocurre!?

—Está muerto, Shiryu. Es el cadáver putrefacto de un hombre sentado en el camino, bloqueándolo. Es... parece algo humana, tiene piernas y brazos, pero si no fuera por el rostro bien podría ser un animal. El rostro... ¡No puede ser!

Shiryu oyó gemir a la criatura, era un lamento tan profundo y grotesco que le revolvió el estómago. Otros quejidos se sumaron al de Morenotto, se oían de todos los tonos y edades; unos gritaban, otros lloraban, otros chirriaban los dientes.

—¡Están saliendo de todos lados, Shiryu! Son iguales, pero sus rostros los diferencian... Cof, cof, parecen reales, no creo que sea una ilusión.

—No se asusten, niños, de verdad no son cadáveres —dijo DeathMask, pero Shiryu sabía que diría algo horrendo después—. No como tal. Son almas.

—¿¡Qué!?

—Les explico, aquellos que ven aquí... bueno, aquellos que uno de ustedes ve aquí, ja, ja, son los que murieron durante mis batallas, quienes fueron asesinados por obra de mi gran poder.

—¿Los mataste? ¿A todos ellos?

—No es que les apuntara, claro, pero estaban en el lugar equivocado en el peor momento. Cocineros, doctores, profesores, vagabundos, carniceros, criminales y policías, hay de todo aquí, deberían ver a Gordino[3] en la cocina, tiene una expresión tan graciosa, je, je.

—¿Son inocentes?

—¿Parte del fuego cruzado?

—Sí, no fueron capaces de huir muy rápido de mis ataques. Y hay varias de esas a lo largo de mis veinte años como Santo de Oro.

—¡Pero no entiendo! —protestó Shiryu. Se hizo repentinamente hacia atrás cuando una mano le tocó el pie, pero trató de no pensar en ello—. ¿Por qué están aquí sus almas?

—Ah, pues ver... eh... oirás —se corrigió el miserable, todavía burlándose de todo—. Cuando murió el primero, un anciano... ah, ¡siempre olvido su nombre! Es el que vive en el segundo piso... Bueno, lo encontré tan patético, no era capaz de defenderse, era tan débil, no me pude resistir. Decidí coleccionar sus almas, tengo cientos. He pensado en poner un tercer piso para que tengan más espacio íntimo.

—¡Maldito demente! —gritó Seiya. No siguió avanzando, aunque Shiryu entendía y compartía la razón.

—Los que llevamos este Manto tenemos conocimientos nigromantes. Uno de mis predecesores era un payaso que ayudaba a los muertos a ir al más allá, pero lo considero un esfuerzo tan vano. ¡Ya estaban muertos, eran débiles! —gritó de súbito el Santo, y todo el palacio tembló con su cambio de ánimo—. ¿Por qué ayudarlos? Yo traigo estos cuerpos sobrantes del Yomi y les coso los rostros de los cadáveres que caen bajo mi mano. Por eso mi apodo, DeathMask, ¿entienden la broma?

—Imposible... Este tipo...

—De esa forma pasan a ser parte de mi palacio. Deambulan eternamente por los negros muros de mi... ¡Oh! Miren, Timmy vino a verlos, qué tierno.

—¿Timmy? —Shiryu oyó un murmullo, un gimoteo débil, y al acercársele —no supo por qué lo hizo—, tropezó con algo pequeño... y oyó un llanto—. No puede ser... n-no m-me digas q-que... ¡Seiya! ¡SEIYA!

—Shiryu... aléjate, eso es... ¡No! —Shiryu oyó a su compañero vaciar otra vez sus intestinos, y estuvo a punto de hacer lo mismo.

—¡Oh, por favor! Lavé esa alfombra hace tres días —se quejó DeathMask, pero su tono de voz indicaba deleite total.

—¡Seiya, por todos los dioses, dime qué...!

—Es un bebé... Una mujer está a su lado... —respondió Seiya con la menor intensidad que nunca le había oído, tuvo que esforzarse para descifrar palabras tan débiles y desganadas.

—¿Un qué? —Shiryu se volteó hacia DeathMask, que todavía se reía por lo bajo—. ¡Un niño, perverso enfermo! —se oyó gritar. Nunca había hablado así, pero su corazón se desbordaba de ira—. ¡Malnacido demente!

—Oh, gracias por tantos adjetivos. Sí, es Timmy, él y su mami vivían aquí cerca, en Roma, pero hace unos meses yo...

—Vete de aquí, Seiya, ¡ahora! —interrumpió Shiryu otra de sus tonterías.

—¿Qué dices? También pelearé, no puedo tolerar que...

—Vete... de... aquí... ahora —repitió, y encendió su Cosmos. No escuchó la respuesta, pero si las botas a toda velocidad por el corredor. DeathMask trató de perseguirlo, pero Shiryu se interpuso rápidamente en el camino, guiándose por lo afinado de sus sentidos.

—Oh...

—No vas a ningún lado.

—Sabes que podría pasarte sin dificultad, ¿no? Ya sabes, la velocidad de la luz y todo eso.

—No vas a ningún lado —reiteró.

—Como sea. De todas formas, como están las cosas, el poni no pasará del próximo Templo.

«El siguiente guardián es Aiolia de Leo, un amigo de Seiya, un aliado. ¿Por qué DeathMask...?». Aunque no importaba en ese instante

—Digas lo que digas, esto termina aquí. Te venceré y seguiré a Seiya, me vengaré por todos estos inocentes que no has tenido reparos en asesinar.

—Nadie les manda a vivir en una ciudad en plena batalla.

—¡Silencio! No tienes ningún derecho a llevar un Manto de Oro, Cáncer. Yo, como discípulo de Dohko de Libra, te venceré en nombre del honor de los Santos.

—Sí. Lindas palabras, me harás llorar. —DeathMask encendió su Cosmos también, y hasta su aura apestaba a sangre.

Luego, Shiryu sintió su cuerpo arder. El calor recorría sus brazos y piernas, Draco se quejaba también por el fuego que amenazaba con calcinarlo en cualquier momento, y no era capaz de apagarlo con los brazos. Eran llamas, ascuas de fuego, y se encendían cada vez que parecía apagarlas.

Llamas Azules del Pesebre[4]. Funcionan mejor al otro lado, pero necesitaré debilitar tu alma un poco primero. —El fuego se volvió insoportable, con quitarse la ropa no bastaría, tendría que arrancarse hasta la piel para refrescarse aunque sabía que las llamas no lo estaban quemando, no olía el aroma característico—. Ahora, ¿qué te parece si te quedas para siempre en el Yomi, niño? La vez anterior mis Ondas Infernales no lograron absorberte por completo, gracias a Muu, pero ahora no hay carneros hippies que interfieran. ¡Que te vaya muy bien, ciao!

Y sintió a la oscuridad incrementarse, igual que en LuShan, una energía de muerte, unas manos que lo arrastraron hacia adelante sin que pudiera resistirse ni con toda la fuerza de sus pies. Se oían chillidos de pesadilla que nunca olvidaría.

 

Rocas oscuras, colinas escuálidas y deformes. Un paisaje desolador y vacío. El silencio reinaba por doquier, con excepción del ruido de las flamas al danzar, de un color azul espectral, que se dispersaban por todo el terreno negro y polvoriento, aparentemente infinito. A donde fuera que viera solo encontraba más llamas azules, más cerros grises, más cielo sin estrellas, y más...

—¿Puedo ver? —se preguntó en voz alta. Hacía poco que había perdido la vista, pero aun así no se percató de inmediato que su sentido volvió de repente, y que abrió los ojos solo por instinto. «¿Dónde estoy?», se preguntó. Parecía ser una cadena montañosa, pero ahí era de noche, no de día como en el Santuario. Además estaban las llamas azules, que hacía todo más raro.

Algo llamó su atención. Una larguísima hilera de personas marchaba por las espectrales colinas con un paso lento, acompasado y desganado, como el reo antes de su ejecución. Se dirigían a la montaña más grande que hubiera conocido en su vida, no era capaz de contemplarla por completo, solo era una inmensa mancha negra. Por su forma, con el cráter en la punta, podía ser tomado como un volcán.

En algunas salientes de las rocas se hallaban enormes bestias encadenadas, difíciles de distinguir por lo sombrío de su color de pelaje, pero reconoció sus garras y colmillos brillantes. Dormían. Tenían un hocico largo y mucho pelo, además de una cola que parecía ser un animal en sí misma. Quizás era guardianes, pensó. Los más bizarros guardianes de la historia.

La gente caminaba en completo silencio. Vestían desaliñados harapos negros, tenían la vista hacia abajo y arrastraban los pies por las púas de la tierra. Ninguno interactuaba con otro o se quejaba, solo iban, como si fueran sonámbulos, pero sus ojos estaban abiertos de par en par.

«Están muertos». Eran almas, espíritus que se dirigían con pesar inevitable a su destino final, lanzándose por el cráter de esa gigantesca colina. Un mito chino que se hacía realidad, no parecía ser una ilusión. Era la Colina del Yomi, la verdadera puerta al Más Allá.

Trató de avanzar más pero el fuego que antes le quemaba en el Templo del Cangrejo volvió a encenderse como por arte de magia. Las Llamas Azules que no le permitían ir hacia el túnel negro que se mostraba a unos metros de él y que tomó por una salida. Sentía que le estaba ardiendo el alma.

 

 


[1] Oh, por Dios, en italiano.

[2] Algo así como Morenito, en italiano.

[3] Algo así como Gordito, en italiano.

[4] Sekishiki Kisoen, en japonés.


Editado por -Felipe-, 20 febrero 2016 - 14:38 .

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#153 carloslibra82

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Publicado 16 noviembre 2014 - 16:08

Uff, vaya Felipe, hiciste algo q pensé q no era posible: DeathMask aún más demente, ya q hasta les puso nombres a sus muertos. Y también lograste q lo aborreciera aún más. Felicitaciones, Felipe, quiero ver q hace el Dragón ahora



#154 Patriarca 8

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Publicado 17 noviembre 2014 - 19:26

el DeathMask de tu fic esta recontra loco XD

menos mal que decidistes no hacerlo cantar eso hubiera sido un recontra fail y muy propio de kuro o de trolei


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#155 -Felipe-

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Publicado 20 noviembre 2014 - 15:57

Gracias por los reviews :D

 

SAORI I

 

13:25 p.m. del 11 de Septiembre de 2013.

«Debo hacer algo». Saori se lo repitió una vez por cada paso que daba hacia la puerta de la habitación en que Muu la había refugiado. Le estaba agradecida, pero no podía quedarse durmiendo o descansando mientras Seiya, Shiryu, Hyoga y Shun se dirigían a sus posibles muertes a toda prisa, por salvarla a ella.

Jamás se perdonaría si alguno de ellos perdía la vida en la batalla por tratar de llegar en menos de doce horas sin darse tiempo para descansar. Además, ¿qué clase de diosa sería si permitía eso? Se suponía que sería la diosa encargada de la paz en la Tierra, la que velaría por el bien de todos los hombres y mujeres, no una damisela en peligro que no hacía nada mientras esos jóvenes luchaban sin parar.

Cayó de rodillas cuando la flecha en su pecho ardió de repente. Se dio cuenta que ni siquiera había avanzado la mitad del trayecto hacia la brillante puerta de cristal. Respirando entrecortadamente, sintió una manita pequeña en su hombro.

—Señorita Atenea, por favor, quédese en la cama. No puede salir de aquí.

—Kiki...

El pequeño ayudante de Muu. Lo había visto bromear con Seiya y los otros, pero con ella se comportaba con dulzura, cuidado, y hasta una graciosa elegancia inocente. Realmente se preocupaba por ella, lo veía en sus ojos violetas, por lo que también era una víctima de su inutilidad.

—La flecha atraviesa cada vez más su corazón. Su Cosmos es absorbido, no sabemos a dónde o quién va a parar. Pronto no tendrá fuerzas...

—Entonces no importa lo que haga, debo ayudar a los chicos. —Saori trató de ponerse de pie, pero la saeta volvió a arder, y tras parpadear de dolor se vio esta vez en la cómoda cama acolchada. Kiki la había desplazado con telequinesis con tanta sutileza que ella no lo notó.

—Tiene unas ocho horas. Estoy seguro que Shiryu y los otros llegarán con el Pontífice y la salvarán, pero si se mueve perderá sus energías con más rapidez, y el tiempo será menor. Por favor, quédese aquí...

—¿Qué clase de diosa de la Tierra soy si dejo que esos jóvenes mueran por mí? —le preguntó. El niño era bastante sabio para la edad y conducta que tenía, pero en esta ocasión se quedó sin palabras por un momento.

Comprendió, tras unos segundos, que Kiki lo estuvo meditando.

—Yo... no lo sé. Solo estoy seguro de que se puede confiar en ellos. Sé que quiere ayudarlos. A mí también me gustaría, todos están peleando pero no soy capaz de ponerme a su nivel. Recién estoy entrenando con mi maestro, me siento inútil —reconoció con los ojos lacrimosos. Saori se sintió pésimo cuando los vio.

—Kiki.

—¿Se lo imagina? Yo, llevando un Manto de Bronce, incluso uno de Plata si me esfuerzo lo suficiente, peleando contra el mal, lanzando cien golpes en menos de un parpadeo, o con unas cadenas que piensan por sí mismas, o con un escudo indestructible, o con la capacidad de congelar las cosas. Sería genial, ¿no lo cree? —sonrió como solo haría un soñador. Kiki estaba en uno de los doce Templos como un niño en medio de una guerra—. Quiero ayudarlos, y me han dado un deber. Ese es evitar que usted muera antes de tiempo.

—¿Eh?

—Quiero decir, no es que quiero que muera, pero puede que muera, y no quiero que sea antes de que... de que tal vez muera si no le ayudan, y... —Kiki se mordió la lengua, se agarró los cabellos y pegó un grito al no encontrar las palabras correctas. Ella entendió desde el primer momento, pero su reacción fue tan adorable que no pudo evitar sonreír. Ese gesto evitaba que la flecha penetrara con más ardor.

—Tranquilo, Kiki. Te lo agradezco mucho... Sé que serás un gran Santo en el futuro —le dijo Saori. Sinceramente era de esperar, el pequeño tenía un Cosmos intenso y mucho potencial, podía sentirlo en el aire, y además estaba ganando la experiencia necesaria —aunque tal vez no de la mejor manera—. Sin mencionar la inherente buena voluntad y las ganas de justicia.

—Quiero cumplir con mi misión, y creo que usted también debería. Seiya y los demás cruzarán los doce Templos y la salvarán, y en ese momento usted podrá hacerse cargo de su... ¿Cómo lo dice el maestro? Eh... ¡Su destino, eso es!

—¿Mi destino? —Convertirse en la protectora de la Tierra que mantiene el equilibrio de la humanidad, a eso se refería.

—Si exige su cuerpo le hará la tarea más difícil a Shiryu y los otros, creo. Mi maestro dice que doce horas es poco tiempo para atravesar los doce Templos, así que necesitarán todas sus energías y despertar su Séptimo Sentido, sin distracciones.

Saori comprendió entonces que no los estaba ayudando. Le costó varios minutos tratar de llegar a una puerta desde la cama, y presentía que cada vez estaría peor, sentía su calor interno apagándose, su piel más pálida y sus músculos inútiles, como si parte de ella se desvaneciera. Los chicos se esforzaba para completar un viaje dentro de doce horas, una por cada signo del zodiaco, y nada de lo que había dicho les hizo cambiar de parecer, segundos después de que el Santo de Sagitta le clavara la saeta.

Su abuelo, Mitsumasa Kido, la había protegido por más de diez años, ocultándola de los asesinos del Santuario a la vez que le enseñaba sobre los Santos y el Cosmos. Seiya arriesgó su vida en la pelea contra el Cuervo de Plata. Shun, Shiryu y Hyoga ponían toda su fortaleza también. No permitiría que fuera en vano, aunque no soportara reconocer el hecho de que el motivo de tanto sacrificio fuera ella.

—Pero necesito ayudarlos.

—Lo sé. Todos pelean por ayudarla, incluso ahora algunos guardias y varios Santos de Bronce han tratado de ingresar a la Eclíptica para deshacerse de usted, pero la siguen protegiendo.

—¿Tu maestro?

—No, él se ocupa de la protección total del Templo del Carnero. Me refiero a los otros Santos de Bronce, esos que no vinieron con usted. Está el que siempre la miraba tanto...

—¿Jabu? ¿Él y los otros llegaron?

—Recuerdo que eran más. El Santo de Unicornio fue el primero en llegar, y en este momento está peleando con los guardias. También llegó una chica rubia muy bonita que... —Kiki se detuvo, ruborizado, miró a otro lado y siguió el relato como si nada—. Ella también llegó, y un gigantón fue el último que vi.

—June y Geki. Los otros también vendrán, de seguro; se siguen sacrificando porque soy Atenea —lamentó Saori. Si se asomara por alguna ventana frontal del Templo quizás podría verlos, pero cualquier movimiento que simulara el levantarse hacía que la flecha ardiera, incluso el pensarlo, y su cuerpo se paralizaba—. ¿Cómo puedo ayudarlos?

—No lo sé, lo siento... Mi maestro dice que se han vuelto muy fuertes, aún tienen muchas energías para pelear con todos esos ineptos guardias... ¡Oh, señorita, se está poniendo roja como manzana!

Le tocó la frente con la tibia manita. Lo había sentido ya, pero no quería decir nada para no preocuparlo más. Falló.

—¡Está ardiendo en fiebre! No debió levantarse, ¡no debió levantarse!

—¿Sabe tu maestro como están los demás? —preguntó para calmar al chico que ya daba vueltas por la habitación como león enjaulado.

—Dice que sintió los Cosmos de los tres repartidos entre los Templos de los Gemelos y el Cangrejo, eso significa que van acorde con...

—¿Tres? ¿Cómo que tres?

—¿Eh? ¡Oh, no! —Los ojos de Kiki se abrieron más que nunca, llenos de terror y vergüenza, había claramente dicho más de lo que debía, pero no retomó su camino a través de la habitación, se quedó paralizado—. Oh, no. Oh, no.

—¿A qué te refieres con eso, Kiki? ¿Quién...? —Se le hizo un nudo en la garganta y se le llenaron los ojos de lágrimas más rápido que nunca—. ¿Quién... fue?

—Yo... Mi maestro me dijo que...

—¡Kiki! —Saori reunió todas las fuerzas que le quedaban para alzar la voz.

—El Cisne, señorita Atenea —respondió al fin, y sus palabras fueron como una cachetada—. Su Cosmos se esfumó en el Templo de los Gemelos, aunque Shun logró salir de ahí. Tal vez todavía esté vivo, es solo que...

—Hyoga... —El muchacho frío pero de corazón justiciero, el que más velaba por hacer lo intrínsecamente correcto, fue la primera víctima de sus manos. Su vista se nubló, no supo si por el sollozo que empañaba sus ojos como una ventana ante la lluvia, o por la flecha de oro que rompía aún más su corazón.

—Señorita, ahora solo tiene que... ¡Señorita, señorita Saori! —gritó Kiki, desde cada vez más lejos.

—¿Dónde están los otros...? —alcanzó a preguntar, y su propia voz se hizo ajena, pero necesitaba asegurarse del paradero de los chicos antes de que el sueño la cobijara otra vez.

—Seiya va de camino al Templo del León y Shiryu está...

 

No logró oír más que un débil eco que luego se transformó en silencio. Sus ojos estuvieron cerrados por lo que le parecieron varios minutos, en los que solo tuvo la imagen de Hyoga en la oscuridad de sus párpados; pero cuando los abrió, la sombra seguía siendo reina en un cielo sin estrellas.

Al mirar a la derecha notó que sostenía su báculo de oro, que vio por última vez cuando le clavaron la flecha. Supuso que Muu lo había guardado en un lugar seguro, pero allí estaba, de nuevo en su mano. Su vista se comenzó a acostumbrar a la oscuridad y pudo divisar de mejor manera el lugar en el que se encontraba. Solo pudo describirlo como un sitio tétrico.

Había oscuras montañas hasta donde alcanzaba la vista. Los largos senderos sinuosos estaban adornados con cientos de flamas azules que danzaban al ritmo de los pasos en la infinita fila de muertos que marchaban pesarosos hacia el gran cráter del volcán para su final.

Un gruñido la hizo saltar. Desvió los ojos hacia la izquierda y rápidamente retrocedió asustada cuando vio a la gigantesca bestia que aulló a su lado. Era peluda, gris y algo azabache, su hocico era el doble de largo que el de un zorro, derramaba espuma sin parar de sus fauces llenas de sables. Sus ojos eran totalmente blancos, como los de los muertos que caminaban hacia el volcán. Su lomo estaba encorvado y lleno de pelo erizado; sus patas se prolongaban más que el torso, se doblaban hacia atrás y culminaban en garras enormes de más de cinco dedos que de seguro podían destrozarla como a una tela de seda, sin dificultad. Bramaba con desesperación, tenía las patas encadenadas y parecía hambriento.

Cuando el hocico se acercó a centímetros de ella, Saori alzó el cetro dorado y encendió su Cosmos. El pobre animal aulló horrorizado y retrocedió gimoteando al sitio donde se recostaba. En ese preciso instante Saori comprendió toda la situación con tanta claridad como si siempre la hubiera sabido.

Un Cosmos familiar alejó su atención de la bestia hambrienta. A lo lejos, un joven de largo cabello negro y armadura de jade subía lentamente por la colina hacia la hilera de almas. Su cuerpo estaba rodeado por llamas azules

«Shiryu». Supo por qué estaba allí apenas recordó su nombre. Cerró los ojos y deseó estar a su lado, poder ayudarlo al menos a él. No iba a soportar que alguien más sufriera el destino de Hyoga.

—Tal vez pueda ayudarlos —musitó Shiryu, débilmente—. Este lugar debe estar así por obra de DeathMask y quizás yo...

—¡Shiryu! No camines más. Detente —le advirtió ya estando a su lado, a mitad de la montaña. Con su presencia, los fuegos rápidamente se apagaron.

—¿Qué...? ¿¡Saori!? —preguntó su escolta con los ojos muy abiertos. Su vista había regresado; algo lógico, ya que allí no se necesitaban los ojos físicos para ver. Shiryu era un alma en ese momento.

—No puedes ayudar a los que están muertos, porque su camino ya ha sido decidido. —Al terminar la oración, Saori sintió que su tiempo ahí no duraría mucho más, y un escalofrío le recorrió de pies a cabeza, como un viento helado.

—Pero ellos... tú...

—No debes compadecer a los muertos, sino a los vivos. —Saori repitió unas palabras que su abuelo le dijo mientras agonizaba, y que pensó haber olvidado.

—Esta es la colina del Yomi, significa que estoy muerto también.

—Ningún humano tiene la capacidad de matar a alguien con tanta facilidad, y DeathMask no es la excepción. Los Santos de Oro pueden realizar técnicas que se asemejan a las de un dios, pero no pueden imitarlos, pues traen consigo un costo.

—No... No entiendo.

—Mira allá —apuntó con su báculo al conducto oscuro que yacía al pie de la colina. Era primera vez que lo veía, pero sabía perfectamente lo que encontraría allí con su mirada—. Si tomas ese camino regresarás al Templo del Cangrejo, ya que tu cuerpo sigue allí.

—¿Soy un alma? —Shiryu se miró detenidamente, pero a sus ojos no debía encontrar diferencia alguna.

—Así es. Pero DeathMask no tiene la facultad de enviar el alma de un ser humano directamente al inframundo, solo puede traerlo a este lugar, un sitio que sirve como límite entre la vida y la muerte. Cuando diste tu sangre para reparar a Pegasus y Draco estuviste aquí, pero tu mente bloqueó esos recuerdos.

—¿Por eso estás aquí también? ¿Podrás salir?

—Aún no estoy muerta. Ni tú tampoco, y eso es lo importante. DeathMask realiza su técnica esperando que la víctima se acerque a esta fila de muertos, ya sea por curiosidad, por ayudar o pedir asistencia, y en ese momento estas llamas azules lo transforman en uno más. Debió pagar un coste altísimo para lograr un truco así.

La atención de Saori se desvió a un espíritu que vagaba en soledad, sin rumbo alguno, a lo lejos. Sintió lástima y volvió a poner los ojos en Shiryu.

—¿Entonces puedo regresar?

—El conducto al mundo terrenal no se ha cerrado aún, es uno de los pagos para utilizar las Ondas Infernales. Vence a DeathMask, Shiryu, regresa al mundo de los vivos, y cumple con tu misión.

—Saori... no. Atenea. Usted...

—No te preocupes por mí. Te daré una sola orden.

—Haré lo que diga. —Shiryu bajó la cabeza respetuosamente.

—No mueras.

 

13:35 p.m.

Aunque no tenía los ojos cerrados cuando se separó de Shiryu, los tuvo que abrir para encontrarse con la mirada afligida de Kiki. La luz que entró por el tragaluz fue muy molesta e intentó cubrirlos, esta vez con su brazo, soltando un quejido de dolor en su fracaso. Quedó en una postura poco fina para la diosa de la Tierra.

—Señorita, gracias a los dioses, pensé que... pensé... —El pequeño estaba a punto de volver a llorar, se notaban las cicatrices de la sal en sus mejillas. Pensó que estuvo a punto de fallar en su misión de protegerla

—Gracias, Kiki, si no fuera por ti y tus cuidados estaría muerta, y el trabajo de los Santos sería en vano. —Le dolía mucho el pecho, apenas podía mover los dedos, pero Kiki no solo le ayudó a bajar el brazo, sino que le dio energías.

—Lamento lo que pasó con Hyoga y que no podamos ayudarlos.

—Pero puedo ayudarlos, Kiki —corrigió Saori, sonriendo alegre—. Acabo de descubrirlo. Parece que mis habilidades de diosa van más allá de lo que pensaba. Cada vez que me necesiten estaré allí para ellos, aunque deberé dormir para que eso ocurra. No debes preocuparte más de la cuenta cuando sea el momento.

Kiki lo pensó unos segundos, y finalmente le devolvió el gesto con la más tierna de las medialunas en su carita.

—Sí, señorita Atenea.

Al cerrar los ojos, un pequeño búho reemplazó a Hyoga en la oscuridad tras los párpados, y la observó con curiosidad.


Editado por -Felipe-, 20 febrero 2016 - 14:39 .

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Publicado 20 noviembre 2014 - 21:32

Al parecer la saori de tu fic no es tan inutil como la del clasico XD

 

esperando el proximo capitulo


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Publicado 21 noviembre 2014 - 16:50

Una Saori más activa, y que no está todo el tiempo inconsciente, y que además ayuda a sus caballeros. Se parece más a Atenea q la del clásico, como dice T-800. A esperar el desenlace de Shiryu contra Death Mask



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Publicado 24 noviembre 2014 - 07:06

Saludos, Felipe. ¡Espero que todo te esté yendo bien en estos días que pasan!

 

No sé si te lo dije ya, pero por si acaso, mencionar que yo acostumbro a escribir "Aioria". No sé si será correcto o no, pero me gusta más. Me dirigiré a él por ese nombre. Y lo digo porque hoy me toca leer el capítulo "Aioria 1". ¡Vamos a ver qué hace el gato!

 

He tomado unas notas rápidas que pasaré a convertirlas en mi review. Como siempre, lo haré por puntos. Pero no esperes que te diga muchas cosas que puedan servirte. Solo serán preguntas o meros comentarios.

 

1.- Lo primero es que nada más empezar, en apenas dos frases seguidas, repites la expresión "y es que". ¿Sabías que eso me pasa también a mí, con la misma expresión? ¡Somos un desastre!  :lol:

 

2.- Algo que particularmente me gustó fue la reflexión que hace Aioria sobre la edad del Patriarca. Es cierto que debería mostrar el rostro por muchas arrugas que tuviese. Parece algo indigno de una persona con más de dos siglos que dé unos motivos tan ridículos para ocultarse. Es una pena que los santos no sepan que en realidad es un traidor, y que sin la máscara, se desvelaría quién es en realidad...  :s96:

 

3.- Luego, ¿por qué dices que Milo desprecia a los rangos bajos? Lo hizo porque no le parecía adecuado enfrentarse a los bronces. Eso no quiere decir necesariamente que los repudie... ¡un respeto! Espero fanservice del alacrán.  ^_^

 

4.- Quería hacerte alguna pregunta sobre Cassios. Queda claro que es autodidacta, ¿pero eso implica que ya no tiene relación alguna con Shaina? ¿Ni tan solo algún consejo puntual por parte de ella? Sí he de reconocer que esto tiene mucha más coherencia. Shaina jamás habría enseñado a Cassios tan mal como lo hizo en el manga. Es una grata sorpresa ver a este Dante. 

 

5.- Me alegra ver que las máscaras son un fastidio también para ti. Aunque creo recordar que esto ya lo hablamos. Lo dicho: ¡abajo las máscaras!

 

6.- Luego, esto de los torneos por conseguir una armadura... me encantaría hacer uno, pero siento como si me fuese a llevar una eternidad hacerlo. Además, no tengo motivos para ello, y conforme avance la trama en mi fic, será más y más complicado crear momentos de transición. Creo que me quedaré con las ganas. Una pena. Para consuelo, me quedo con este combate Dante vs Seiya.

 

7.- Sobre el perdedor de la final de un torneo de candidatos (también es aplicable a otros aspirantes que perdieron), ¿pensaste en la posibilidad de que pudieran seguir entrenando y presentarse a otro torneo? Me parece un desperdicio que el Santuario mande a la guardia a gente tan capaz como este Dante. Como él, imagino que habrá otros casos.

 

8.- Un apunte. Tu Seiya me cae bien. Espero que no se vuelva repelente como el Seiya made in Kurumada.

 

9.- El final del combate me pareció un poco abrupto. Lo justifico porque es Aioria quien está viéndolo, y en ese momento habla con Cassios. Puede ser una de las ventajas y a la vez, desventajas de tener un punto de vista único para cada capítulo. En mis capítulos no hay solo un punto de vista, sino un narrador omnisciente. Creo que es algo más flexible en ciertos eventos como por ejemplo un combate que está siendo presenciado por un personaje principal.

 

10.- El Papa es un cínico. Mira que aludir a Atenea...

 

El tema de las comas y los puntos ni lo toco. No me parece justo criticarte por algo que hiciste en el pasado y de lo que ahora eres plenamente consciente. Siendo así, nada más que decirte que un buen capítulo, y ligero de leer. Sin duda, un ejemplo que debería tomar. 

 

Un abrazo, Felipe. ¡Nos leemos!

 

 


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(Parte 3 de 3)

Publicado: ?? de ? de 2018


#159 -Felipe-

-Felipe-

    Bang

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Publicado 29 noviembre 2014 - 14:31

Bueno, no había tenido internet, ya volvió, y también el fic.

 

Primero, para T-800 y carlos, sí, la idea es hacer a una Athena que de verdad sea la diosa de la guerra y la sabiduría y no la princesa a cargo del mundo hippie. Gracias miles a ambos por seguir leyendo.

 

Segundo, para Killcrom, vamos por parte.

Spoiler

 

 

 

Y ahora, el desenlace del Draco vs Cancer

SHIRYU III

 

13:40 p.m. del 11 de Septiembre de 2013.

Abrió los ojos pero la oscuridad regresó para quedarse. Los que tenía antes eran espirituales, pero su cuerpo físico permanecía ciego desde la pelea con Algol. Se hallaba nuevamente en el Templo del Cangrejo, tan escalofriante como antes. Ya no se oían los gemidos de los muertos con rostros cosidos, pero sí se había sumado un curioso aroma a alcohol...

Algo de vidrio, como una botella, se quebró ruidosamente en el piso.

—¡Oh, con un...! ¿V-volviste, niño? —La voz de Cáncer se oía algo diferente, como si le costara pronunciar algunas palabras.

—Parece que tu técnica no es lo suficientemente digna del Santo de Oro más poderoso entre los doce —se burló un poco mientras hacía grandes esfuerzos por levantarse. DeathMask seguía siendo repugnante, el pobre Manto de Cáncer debía sufrir mucho por no poder romper la voluntad del Santo.

—Miserable niñato, ¿por qué no te volviste un muerto como ellos? Jamás alguien había escapado de mis Ondas Infernales —dijo, aplastando pedazos de vidrio con las botas.

—Ya estuve ahí una vez, supongo que no le caigo bien a la muerte. Por lo pronto, tengo mucho que hacer. Te enviaré a la colina del Yomi yo mismo para salvar a una persona muy importante que está cerca de llegar allí.

Shiryu enfocó toda su fuerza en el próximo asalto, pero antes de realizarlo ya estaba estampado contra uno de los muros. Oyó el agua correr, debió ser una cocina o un baño, pero bien pudo ser un sarcófago; unas manos frías y temblorosas le agarraron el cuello por detrás.

—¡Maldición! —Las almas de Cáncer volvían a aparecerse, el que lo tenía tomado gimoteaba como un niño. Aún no podía controlar bien las náuseas.

—Parece que Junior te extrañaba, niño. Lamentablemente tendré que volver a separarlos, vaya. Me aseguraré de que no salgas del Yomi nuevamente.

Shiryu escuchó un último gimoteo antes de separarse de su cuerpo.

 

Todo le dio vueltas, ni siquiera intentó oponer resistencia a la tenebrosa succión que lo arrastró nuevamente al límite entre la vida y la muerte. Volvió a ver la oscuridad eterna, las inmensas colinas, las bestias encadenadas a lo lejos, la cadena de muertos y el titánico volcán sin humo. Pero hizo caso omiso de todo ello cuando una voz dulce le acarició el lóbulo de la oreja.

Protégelo. Lo oyó solo una vez, fue casi un susurro en el viento, pero en ese lugar no había tal cosa. Reconoció la voz, la plegaria a los dioses de parte de aquella que tanto amaba. «Shunrei...»

La había conocido seis años atrás, cuando vio la Gran Cascada de LuShan por primera vez. Mientras se presentaba ante su maestro ella estuvo oyendo detrás de un árbol, riendo dulce y tímidamente. La hija adoptiva que Dohko de Libra había encontrado cuando era bebé, abandonada en un arroyo. La criatura más linda que había visto.

Desde ese día primer siempre lo cuidó, veló por él, sanó las heridas de su entrenamiento, intervino para detener las pocas disputas que tuvo con Genbu y, con el tiempo, la relación se volvió mucho más intensa, profunda y cercana. Shunrei, que le recordaba con sus ojos que debía seguir vivo, incluso en ese momento seguía rezando por él...

—Entiendo. En este lugar hay una conexión con cada punto de la Tierra, y por eso puedo oírla rezar, pero... ¿Por qué solo la escuchó a ella? ¿Acaso es por la conexión entre nuestras al...? ¡Ah! —gimió cuando alguien le pateó y arrojó al piso rocoso y frío, aunque repleto de ascuas celestes.

—Niño idiota, es porque esa chiquilla insolente desea molestarme. Ah, reza con demasiadas fuerzas, sus plegarias van directo hacia ti... Repugnante, también las puedo escuchar, ¡qué molestia!

—¡DeathMask! ¿Cómo es posible que estés aquí? —Shiryu se giró antes que las llamas lo alcanzaran y vio a su contrincante por primera vez.

 

Su Manto Sagrado era de rasgos agresivos como él, contaba con varias púas, filos y gemas de un violeta muy oscuro. Las hombreras y rodilleras imitaban tenazas de cangrejo; patas pequeñas lo abrazaban por la cintura, lucía una coraza pentagonal en el peto marcada a fuego con rasguños, y su casco era prácticamente un crustáceo en su cabeza. La capa dorada estaba pintarrajeada de rojo.

Tenía cabello gris, corto y muy desordenado, rostro huesudo y cuello largo. Una pequeña barba del mismo color apuntaba bajo esa sonrisa engreída y burlesca. Sus ojos eran pequeños puntos demoníacos sobre sombras negras en vez de ojeras.

Stupido, este sitio es para los Santos de Cáncer como un parque de juegos. En particular, yo vengo aquí de compras constantemente.

—¿De compras?

—Sí. Son difíciles de encontrar, pero este lugar infinito está lleno de cuerpos sin alma, cadáveres de carne que decoro con los rostros de mis víctimas y que se convierten en esos que ahora se alojan en mi Templo. Hace unos años hubo una oferta deliciosa aquí, ja, ja, cinco hermanos por el precio de tres, una ganga...

—Maldito enfermo...

—Los Santos de Cáncer podemos ir y venir por aquí, es una de nuestras muchas habilidades —explicó al fin el Cangrejo.

—Hacer una técnica de este calibre debe tener un coste. ¡¡Ah!! —gritó Shiryu cuando su enemigo empezó a pisotearle la espalda. Recién lo tenía enfrente, no supo en qué momento se movió.

—¡Claro que sí! El Pesebre queda abierto al mundo de los humanos, pero pocos logran verlo. La mayoría decide subir a la fila de muertos para ayudar, por curiosos, o simplemente por idiotas, y ahí se quedan estancados, je. Supongo que tu recuperado sentido de la visión ayudó a que lograras ver el canal con mayor facilidad que mis otras víctimas.

—No, ¡ah! —negó con un quejido. A pesar de ser un alma se sentía agotado, y la fuerza de su rival era tan aplastante que no le permitía ni el intento de ponerse en pie. En sí, ¿cómo era que lo estaba golpeando? Era solo un alma—. Es cierto que vi el Pesebre, pero no pude acercarme a él hasta que Atenea llegó a ayudarme.

—¿Atenea? —desconfió DeathMask. Se acarició la barba con un movimiento giratorio de su mano que imitó su pie, quebrándole las vértebras ruidosamente—. Ahora entiendo, vaya; la pobre, al borde de la muerte, pudo llegar aquí por unos momentos para salvar a su leal guerrero. Pero ya no siento su presencia.

—Ya me dio el ánimo suficiente para acabar contigo. —Shiryu, rojo de ira, se puso de pie para que el Dragón Ascendente rugiera, pero DeathMask lo atrapó con una sola mano y suma facilidad, quemándole el puño, de paso. Seguía sonriendo con arrogancia, aún no se acostumbraba a verlo.

—Sí, claro. La cosa es que regresaste al mundo de los vivos gracias a ella, pero estando ausente, no hay forma de que escapes a tu destino esta vez. —Cáncer le comenzó a quebrar la muñeca ardiente, y Shiryu era incapaz de soltarse—. Aquí sientes el mismo dolor que en tu cuerpo físico, tú, yo y nuestras armaduras somos proyecciones de las cáscaras que permanecen en el Templo del Cangrejo; sufrimos lo mismo que ellos, e incluso peor, así que no retrases lo inevitable.

—¿Crees que me uniría a esas almas a sabiendas de lo que ocurriría al llegar? —preguntó, adivinando la respuesta inmediatamente después.

—Te llevaré allí personalmente, por supuesto.

—¿¡Qué!? Claro que no permitiré que...

Con la mano libre, DeathMask le dio un potente puñetazo en la cara que hizo que perdiera las energías de súbito. Sin perder tiempo, el Santo de Oro empezó a arrastrarlo lentamente, jalando de la pierna, hacia el cráter del Yomi como si fuera un saco de papas. Las piedras le dañaban el cuerpo a medida que avanzaban, y las llamas danzantes hacían lo propi con su alma.

 

Mientras lo tiraban y comenzaban a subir por la ladera, Shiryu descubrió que no había una sola fila. La montaña era tan inmensa que decenas, o quizás cientos de hileras ascendían por la colina, venidos de todas las direcciones del mundo terrenal. Actuaban de la misma manera, arrastrando los pies con pesar, la cabeza gacha y los ojos en blanco, soltando algún gemido flojo de vez en cuando.

—Veo unos cuantos fiambres por allí botados, justo lo que necesito para los seis rostros que aún tengo guardados, vaya.

No pudo responderle esta vez. Aunque era un alma, habían logrado dañarle gravemente la quijada, y la cabeza aún le daba vueltas. Parecía que las heridas físicas se perpetuaban en el espíritu del Yomi. El sonido de un mordisqueo misterioso hizo a Shiryu mirar hacia un lado, cerca de un barranco solitario.

Un alma parecía haberse separado del resto del grupo hacía mucho tiempo. Comía con ansias hambrientas, sentado sobre los desperdicios de un animal, un par de piedras sucias. Era tan delgado que parecía un esqueleto, tenía diez o veinte cabellos grises en su calva, un rostro afilado, y piel negra y polvorienta. Vestía con harapos oscuros como los demás, pero mucho más maltratados. Sus pies descalzos se enterraban en las numerosas rocas afiladas, aunque no parecía importarle.

—No... puede... ser... —susurró Shiryu con dificultades cuando se percató de la sombra en sus ojos.

—Oh, viste a mi amiguito, al parecer. No sientas lástima por él; aunque no lo parezca, está comiendo las más finas piedras de todo este lugar, ja, ja.

—Él es...

—DeathMask de Cáncer, sí. Al menos, parte de mí. O de mi alma, para ser más preciso.

—¿Qué? —La cabeza de Shiryu se raspó con una roca a pesar de llevar el casco, pero estaba demasiado pasmado como para tomarle atención.

—Manigoldo, Sage, DeathToll, Ánima, DeathWish, y todos los demás Santos de Cáncer que vinieron antes de mí usaban las Ondas Infernales para traer el alma del oponente a este lugar. Viene en el pack de la armadura. Pero siempre dejaban abierta la puerta que conecta con el mundo de los vivos, el Pesebre, aunque los humanos raramente tomaban esa vía. O no lograban verla, o decidían acercarse a la fila donde caían en la trampa, pero no era mérito de los Cáncer. La técnica era más para asustar al enemigo y dañarlo psicológicamente al ver todo este hermoso paisaje que para ponerle fin, realmente.

»Sin embargo, en el caso de los Santos —las raras veces que se enfrentaron entre sí—, muchas veces lograban regresar a través del túnel, pero demasiado traumados como para seguir luchando. El dejar la vía abierta es un coste demasiado pequeño, en mi opinión, para una técnica tan espectacular, ¿no opinas igual?

—No me digas... que... esa cosa...

Él es mi coste. Mis Llamas Azules queman el alma del oponente, las usé sobre ti para debilitarte hasta la muerte. Hace veinte años la usé en mí, jurándome cumplir una condición: por el pago de encadenar la mayor parte de mi alma aquí por toda la eternidad, mi Cosmos me permite evitar que los Santos regresen por el canal oscuro que dejan las Ondas Infernales. A menos, claro, que su Cosmos supere el mío, pero ya te habrás dado cuenta que esa es una situación muy extraña. Solo un dios podría llevar a cabo esa proeza, como probó Atenea hace un rato.

—D-diste tu pro, cof, propia alma... ¿C-cómo es...?

—¿P-p-posible? —se burló DeathMask, imitando la voz grave de Shiryu—. ¡Bah! ¿Qué es un alma, al fin y al cabo? Nada más importante que un dedo, en mi opinión; si lo pierdes, puedes compensar haciendo más poderoso tu cuerpo.

—Eso es una... ¡Ah! —Esta vez el golpe fue profundo en el estómago. Lo tomó del cuello y lo precipitó con fuerza hacia arriba.

Shiryu ascendió varios metros hasta llegar casi a la cima del cráter, donde aplastó a uno de los muertos que marchaban, sacándolo de la fila. Ya no para su sorpresa, el espectro se levantó y retomó su camino como si nada hubiese sucedido.

Trató de no pensar en haber dañado un alma, así que aprovechó su libertad para contraatacar, pero cuando miró montaña abajo, un torbellino de fuego azul lo alcanzó y rápidamente lo sumergió en un calor abrasador. Parecía que lo habían metido en una caldera hirviendo ante una técnica que por definición ataba almas, lo que él era en ese momento. Descubrió que Draco no era solo una proyección de su cuerpo en la Tierra, sino que tenía algo similar a un espíritu, y que estaba asumiendo la mayor parte de la dolencia. No tuvo tiempo para reflexionar sobre la revelación, pues su alma estaba a punto de convertirse en cenizas.

—Vamos, debes hacerlo mejor. Mis Llamas Azules queman todo lo que eres, así que apresúrate si quieres intentar algo, ja, ja, ja. —DeathMask corrió hacia él y le dio una patada que, de ser físico, le habría arrancado la cabeza del cuello. Perdió el yelmo, y recibió cientos de patadas en el rostro y el estómago en un segundo. No derramó sangre, pero la aflicción era tan dolorosa como para quitarle toda la de su cuerpo. El incendio de su alma le quitaba energías para defenderse.

Protégelo, le pareció oír una vez más, pero ya no tenía fuerzas. La diferencia de poderes entre un Santo de Oro y uno de Bronce era notoria, no había manera de resistirse. No quería rendirse, pero tampoco podía nadar contra la corriente.

DeathMask le propinó una patada tan potente que lo levantó varios metros del suelo; llegó tan arriba que desde allí pudo admirar decenas de hileras y cientos de bestias, e incluso logró ver partes de la parte oculta del volcán. Cuando descendió, aterrizó sobre la palma abierta del Santo de Cáncer, cuyo brazo estaba listo y en vertical para recibirlo.

Lo siguiente era arrojarlo fácilmente al cráter que llevaba al inframundo, era un movimiento evidente.

—Ahora sí que te convertiste en un muerto, niño. Mis Llamas Azules, mucho más efectivas en este lugar que en el plano terrestre, calcinaron tu voluntad. Te han dejado imposibilitado para mover siquiera un dedo de la mano. Te arrebataron el espíritu, en todos los sentidos posibles de la palabra, ja, ja, ja.

Salía un fuerte viento desde el cráter, el único en todo ese sitio, y era frío y nauseabundo, como el olor en un cementerio de noche. En el borde, DeathMask de Cáncer resistió con facilidad su alma sobre la mano dorada. Shiryu quiso encender su Cosmos, pero fue incapaz, y ni siquiera intentó mirar al agujero por donde todos estaban precipitándose y desde donde saltaban tantos alaridos agónicos.

“No mueras”, le había ordenado su diosa.

—Perdóname... —fue lo único que pudo susurrar ante el silbido del viento negro. Le había fallado, a ella y a todos.

—Cuando caigas aquí no habrá vuelta atrás. Ni siquiera yo podría salir de este agujero, lleva directamente al mundo de los muertos, el inframundo del que solo el dios Hades podría sacarte. Y con muuuuucha suerte, ja, ja.

—Perdónenme. Saori, Shunrei, Seiya, maestro...

—¡Hasta nunca, niño! —El Cangrejo hizo el ademán para arrojarlo, Shiryu sintió la mano despegarse de su espalda, pero algo lo hizo detenerse.

 

Un murmullo... Una caricia... Una plegaria.

Dios mío, protégelo.

—Shunrei... —Ni siquiera eran realmente letras, pero el viento parecía haber aprendido a hablar, e imitaba a la perfección el tono de voz de Shunrei.

Protégelo, cuídalo.

—¿¡Pero qué demonios es eso!?

Te lo suplico, protégelo, Dios mío. Haz que regrese conmigo.

—Shunrei sigue... rezando por mí.

—¡Pero qué chiquilla tan molesta! Sus emociones son tan intensas hacia este imbécil que llegan incluso aquí, a la Colina del Yomi. ¡Ni siquiera tiene lógica eso!

Protégelo.

—No... Silencio, Shunrei, por favor —rogó al sentir el Cosmos del Santo de Cáncer encenderse con violencia, hizo arder su espalda y armadura con flamas de zafiro, pero no le dolió tanto como la perspectiva de un Santo de Oro atacando a un ángel indefenso en LuShan.

Cuida de él.

—¡Niña imbécil! ¡Ah, los rezos son tan irritantes! ¿De qué pueden servir, cuando los humanos son cucarachas para los dioses? ¿De verdad creen que los oyen desde sus cómodos asientos en el Cielo, Olimpo, o de dónde sea que nos escupan? —De pronto, el tono de voz colérico de DeathMask tornó a uno casi travieso—. Le tendré que dar una lección final de vida, je, je.

—DeathMask, alto...

—Ya se interpuso en mi camino en LuShan, niño, no dejaré que una simple chiquilla me moleste de nuevo. Ja, ja, este lugar está conectado con cada punto del planeta al mismo tiempo, no me será difícil encontrarla.

—¡No! Espera, DeathMask, ¿qué vas a...?

—¡Desaparece del mapa, nenita!

Protege a Shi... ah... ¡Ahhhhhhhhhh!

—¡¡¡Shunrei!!! —gritó Shiryu con todas sus fuerzas cuando el viento se volvió vendaval e hizo estremecer sus oídos. Después, como antes, regresó la calma y la única corriente en toda esa dimensión era la vomitiva que brotaba del cráter.

—Je, je, je, no sé qué hacía rezando tan arriba. Su caída debió ser muy dura por la catarata. ¡Oh! —clamó DeathMask de pronto, con rostro infantil, sin parar de lanzar, casualmente, pequeñas ascuas azules sobre el alma de Shiryu—. Parece que un día de estos tendré que viajar a LuShan por un rostro, vaya. Se verá muy bonita esa chinita saliendo de la cama de mi habitación, ¿no lo crees?

—¡DeathMask! —gruñó Shiryu. Ante sus ojos, el cielo infinito sin estrellas temblaba, y sentía las venas a punto de estallar. El fuego azul no se comparaba con el que ardía en su interior, color de jade.

—Tranquilo, los dos irán juntitos al otro mundo, te lo prometo. Así que... ¿Eh? ¿¡Pero qué...!? ¡¡¡Ah!!! —gritó el Cangrejo, alarmado, soltándolo en el suelo—. ¡Ah, ah! ¡Mi mano! ¡¡¡AHHH!!!

 

—DeathMask de Cáncer... —Shiryu, de pie, vio a su oponente quejarse de un fuerte dolor en la mano, pero todo lo que le importaba era planear cuán lento iba a asesinarlo. El Cosmos de Draco se elevaba a la par que el suyo, más y más, al igual que la furia en su corazón.

En su mente apenas se divisaba su contrincante, como en sus ojos, sino que se hallaba la imagen de su querida Shunrei. Abrazándolo, besándolo, sonriéndole, rezando por su seguridad, cuidándolo, compartiendo tanto su cuerpo como su alma. Eso le ayudaba a proyectar mejor la muerte del Cangrejo, no había otro destino para un animal como ese.

—¡Quemaste mi mano! —Esta vez no solo parecía una burla, sino que realmente debía sentir el fuego en su cuerpo. De verdad le quemó la mano con sus llamas esmeraldas.

—No lo entiendo, explícame, DeathMask... ¿Por qué alguien se esforzaría tanto en hacerme perder la calma? ¿Por qué alguien querría hacerme enojar tanto por primera vez? No soy capaz de comprender algo así...

—E-el C-Cosmos de este niño está c-c-creciendo, aunque recién era casi un cadáver más —balbuceó Cáncer, muy lejos de su confianza anterior—. ¿Pero qué está pasando?

—He combatido muchas veces, pero ni siquiera a mis enemigos los había llegado a odiar, hasta este día. Puedo decir sin temor a equivocarme que te odio. ¡Te odio! No solo has asesinado, bajo el pretexto de pelear por la justicia, a cientos de inocentes, sino que has encerrado sus almas como si fueran objetos de colección.

—¿Q-qué pasa con este Cosmos? N-no puedo acercarme a él. —Una gota de sudor resbaló por la cara de DeathMask, que ya tenía varios blancos pintarrajeados, y varias la siguieron.

—Pero lo peor de todo es que te atreviste a tocar a la persona más preciada para mí en este mundo. ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué ganabas? Atacaste a mi querida Shunrei, un alma pura y lleno de bondad, sin compasión... Nunca me habían hecho enfadar así antes, ¿por qué hacerlo de esta forma?

—N-no p-puedo ac... a-acercarme a él... —tartamudeó, todavía sobándose la mano mientras se ponía en guardia—. Este niño...

—Por ella y por todos los que has masacrado sin piedad, mi Cosmos hierve al igual que mi cólera. He decidido acabar con tu miserable vida.

—¿Mi vida? Ja, ja, t-tal vez has aumentado un poco tu Cosmos, pero...

—¡Te condeno a la pena de muerte, Cangrejo! —Shiryu se arrojó hacia él, sin pensar en las circunstancias, las consecuencias, ni las peleas pasadas, pero aun así le sorprendió un poco que su puño llegara a puerto. Con sus nudillos le rompió la quijada a DeathMask.

—¡Ah! ¿Pero qué es esto, cómo pudo alcanzarme? —Cáncer se agarró la boca como si fuera a caérsele, y Shiryu tuvo que hacer esfuerzos extra desde ese momento para entender lo que decía—. Acaso este chico... ¿Será que despertó el...? ¡¡¡AHHH!!!

—¡Se dice que aquel que le roba lo más preciado a un dragón despierta toda su furia! —Cada palabra venía acompañada de decenas de golpes que repartía por todos los puntos débiles que descubrió fácilmente en su enemigo; la armadura no ofrecía ninguna resistencia y DeathMask solo se dedicaba a quejarse por el dolor—.  ¡La razón de ser de la bestia se vuelve la venganza, cada célula de su cuerpo vive únicamente para contemplar la destrucción de aquel que le hizo daño! ¡¡¡Lamentarás lo que hiciste!!!

—¡Ah! ¡Uh! Maldito seas... ¡Ahh! Ya verás, mis... ¡Uh! Mis Llamas Azules terminarán de consumir tu alma, y ese será tu fin. —Sorteando un golpe que calculó mal hacia la cadena, DeathMask las arrojó con el dedo de la mano, pero el Dragón Eterno hizo de forma magistral su trabajo, las despejó y le permitió a Shiryu seguir atacando una y otra vez. El fuego ni siquiera había comenzado a calentarse, solo se convirtió en vapor la primera oleada.

—Me privaste de la persona que más contaba conmigo, mi razón de querer seguir viviendo. ¡Me quitaste a Shunrei para siempre! Mi ira no se apagará hasta que toda tu sangre la haya apagado como el agua al fuego. ¡¡Hasta que te mate mi furia no será saciada!! —Aunque no entendía por qué el Manto de Cáncer se había vuelto tan frágil, lo aprovechaba sin piedad. En su mente la imagen de Shunrei se iba apartando de él cada vez más rápido.

Ella había muerto y nada la podía traer de vuelta, tal como Saori le dijo antes. El pecado de ese hombre era merecedor de toda la explosión de su Cosmos, sin importar cuántas reglas debía romper al destruirlo.

—¡Chiquillo insolente! —DeathMask saltó hacia la hilera de almas y agarró varias entre sus brazos. Liberó algo de su Cosmos y convirtió a los muertos, que no parecieron percatarse de nada, en esferas azuladas idénticas a los fuegos fatuos que, se dice, salen de los cadáveres cuando la vida los abandona.

—¿Qué es eso? ¿¡Qué les estás haciendo!?

Ondas Enterradoras de Almas del Pesebre[1]. Esta técnica me permite usar esta basura como pólvora, tu alma hará explosión apenas te toquen. —DeathMask arrojó las esferas luminosas con toda su humillación y furia, pero debía ser la técnica más inútil que Shiryu había visto.

Estallaron en el aire. Fue una detonación fuerte, incluso algunas almas de la fila se tambalearon y cayeron, pero no llegaron a tocar a Shiryu.

—Veo que ellos no están de tu parte.

—¿Qué? No lo entiendo, jamás habían hecho algo así. ¿Por qué no me obedecieron? ¿¡Por qué decidieron explotar por sí solas!?

—Te explicaré. Solo basta un golpe. —Desencadenó el Dragón Volador sobre DeathMask, a la siguiente décima de segundo éste intentó bloquear el ataque con el brazo gracias a unos reflejos impecables. Pero el resultado fue un Santo derribado varios metros abajo por la ladera. Todos los huesos de su extremidad desnuda se rompieron al recibir la ira del dragón.

—¡¡¡Ahhhhhh!!! ¿Qué pasó? ¿Acaso destruyó de un solo golpe el brazal de un Manto de Oro? ¡Es imposible! —rugió DeathMask, sujetándose el brazo con la otra mano, la quemada, retorciéndose de dolor en el suelo.

—No, Cangrejo. Mira bien. —Apuntó hacia un lado donde el brazal de oro se hallaba recostado en un saliente de la montaña, brillante y orgulloso.

—¿Qué? ¿Acaso soltaste las amarras y me golpeaste a tanta velocidad? ¡Pero si no pude notarlo!

—El brazal te abandonó, imbécil, yo solo te golpee... Igual que ahora. —Dio un puntapié a la pierna del miserable, y esta vez el fémur tronó.

—¡Ahhhh! ¡Duele! —La extremidad quedó flácida, y la pernera también yacía a un costado de él, libre de la crueldad de su amo.

—¿Ahora te das cuenta? —preguntó Shiryu. Su enemigo se puso de pie con dificultad, pero la armadura temblaba sobre su cuerpo.

—Imposible, el Manto me abandona. —Finalmente las piezas de Cáncer cumplieron su promesa y se cayeron una detrás de otra ante sus pies, dejándolo solo con unos pantalones raídos—. ¿Qué demonios es esto...?

—Veo que no lo has entendido. Hay tres cosas que provocaron esto. —Lo golpeó fuertemente en el cráneo, haciéndolo rugir de dolor ante la ausencia de yelmo, y le quebró varios dientes—. La primera es que, al sentir mi Cosmos, tu miedo hizo disminuir tu voluntad, poniéndose por debajo del de Cáncer.

—¿Voluntad? ¡Ah! —gritó el demente cuando le atizó tan fuerte en la boca del estómago que estuvo seguro que lo haría vomitar, tal como estuvo Shiryu ante todas esas pobres almas que no encontraban la paz.

—La segunda es que tus víctimas anteriores habían sido parte del fuego cruzado durante tus batallas. Aunque no sentías remordimiento y te aprovechabas de sus almas, no las asesinaste directamente, y eso la armadura no lo podía juzgar correctamente. Pero esta vez... —Sintió las lágrimas correr por sus mejillas, pero se mantuvo firme y su voz no lo defraudó—. Esta vez asesinaste a alguien inocente a propósito, sin ningún tipo de piedad, directamente. Eso un Manto Sagrado no lo puede aceptar.

—Esa niña me irritaba, rezaba demasiado, ¿qué más podía...? ¡Uh! —chilló el Santo desprotegido cuando Shiryu pasó junto a él y le dio un fuerte manotazo de revés sobre la espalda.

—Y la tercera es que tu estupidez despertó mi Séptimo Sentido, ¿verdad? Me he puesto al mismo nivel que tú, y después te superé. El cangrejo no es nada para el dragón enfurecido.

Las piezas metálicas del Manto de Oro se rearmaron y formaron la figura del cangrejo dorado, quien hizo chocar las pinzas, saltó y se quedó flotando mirando la batalla como un testigo brillante como el sol en ese país de penumbras.

—Es imposible... Trato de llamarla, pero la armadura no me obedece, he perdido todo control sobre ella. —DeathMask sudaba y temblaba descontrolado. Su mirada mostraba ira, miedo y confusión, jamás había estado en una situación así, en veinte años como élite del Santuario.

—Por eso los golpes que te daba te dolían tanto, el Manto ya había anulado la resistencia, y hasta los muertos te desobedecen. No eres nada. Pero...

—¿Eh? ¿Qué haces?

—No me gusta pelear de esta forma. Mi maestro me enseñó algo que tú desconoces: el honor de la batalla. Debo luchar en igualdad de condiciones. —Con eso claro, en la ladera, bajo el cangrejo dorado, se formó el dragón esmeralda. Se había negado al principio, pero terminó respetando la decisión honorable de Shiryu.

—¿Te quitaste la armadura, estúpido? Eso te pone inmediatamente debajo de mí, ¿no te das cuenta? ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

—Ya veremos. No dependeremos de nuestras protecciones, sino del valor de nuestros Cosmos, nuestro poder y deseos de justicia. Ganará el mejor.

—¡Mis Llamas Azules te rostizarán ahora que no llevas a Draco! —El fuego fatuo brotó de sus manos, pero Shiryu encendió su Cosmos recién despierto y como el fuego de la Tierra, las flamas se convirtieron en humo negro después de conectar con todas sus fuerzas el Dragón Ascendente.

—No necesito mi escudo para deshacerme de unas llamas con una voluntad tan baja. A diferencia de otros Santos de Oro que se adaptarían a esta situación y darían todo de sí, tú te acostumbraste a depender de Cáncer. Eres un charlatán de tercera, no un Santo de Oro que valga la pena.

—Entonces te haré estallar con mis Ondas Enterradoras de Almas, la mejor de mis técnicas, su potencia depende del valor de las almas que haga detonar, ja, ja, ja.

—Esa técnica es la peor —corrigió Shiryu, preparándose para el impacto—. No solo asesinas inocentes, también te aprovechas de sus almas. ¿Cómo alguien así podría derrotarme? Además, ningún alma te obedece, Cangrejo.

—Uno sí...

—¿Qué? ¡No, imposible!

—El alma de un Santo de Oro. ¡Ven ahora! —Y ante la orden desesperada, el otro DeathMask, desde mucho más abajo, subió corriendo con la mirada vacía. Se parecía a una sombra que se desplaza bajo el sol recorriendo su ciclo diario, pero a una altísima velocidad.

—¿Qué haces? ¡No seas tonto, DeathMask!

—Obedece a tu amo, alma dorada, ¡y conviértete en pólvora! —mandó el despiadado Santo de cabellos grises, y su doble lanzó un horrible chillido antes de convertirse en una esfera azul, brillante como un zafiro.

DeathMask lo tomó entre sus manos y lo arrojó con todas sus fuerzas hacia Shiryu, a una velocidad que no podría evitar, lo supo de inmediato, no dominaba la velocidad de la luz de su alma.

«Tengo que enfrentarlo... Un ser sin alma no vale la pena».

—¡Suban hasta el cielo, dragones esmeralda! —Su brazo era espiritual, pero había poder allí, que enfocó completamente en el puño dejando descubierto todo lo demás. El dragón aún no saciaba su sed de venganza, deseaba aun devorar a presa.

La explosión lo mareó, Shiryu sintió perder sus piernas y su otro brazo; su fuego interno se apagó como un incendio ante un huracán, pero logró que el Dragón Ascendente, al menos una vez más, rugiera.

Sus ojos también se extinguieron después de ver, por un instante, cómo caía un hombre de ojos crueles en el interior de un enorme cráter, gritando desesperado. Era solo un trozo de alma...

 

14:11 p.m.

—Shiryu, ¡despierta, Shiryu, por favor!

Abrió los ojos, la oscuridad regresó, pero la voz le fue familiar.

—¿Shun?

—Qué bueno que despertaste, Shiryu —suspiró su compañero.

—¿Dónde... dónde estoy? —La cabeza le daba vueltas, y aunque no le dolía tanto el cuerpo, sentía un extraño ardor en su interior, algo que le costaba explicar, como el más raro resfrío, lo desanimaba y le obligaba a tragar saliva constantemente para refrescarse.

—En el Templo del Cangrejo. Pensé que no despertarías; respirabas, pero no sentía energía en ti.

—DeathMask de Cáncer envió mi alma a la Colina del Yomi, pero logré acabar con él. Con él y todo su espíritu...

—¿DeathMask? Supongo que es ese que está allí, ¿no? —Shun lo ayudó a levantarse y Shiryu tocó con el pie el cadáver sin vida del Santo de Cáncer, no llevaba armadura alguna.

—Está muerto, como merece.

—El Manto de Cáncer también está aquí, frente a nosotros, pero inmóvil, como si nos estuviera permitiendo el paso por este palacio.

—Es uno de los Mantos que guardan la justicia. Siempre ha sido así. Dime otra cosa... ¿Ves algo más en este lugar?

—¿Algo más?

—Sí. ¿Cadáveres, rostros, muertos, algo así?

—No, no veo... ¡Oh, Shiryu! Hay unas llamas azules flotando en el techo, no me había percatado. Ahora lo están cruzando, danzan hacia más arriba.

—Entiendo —sonrió Shiryu. Las almas que DeathMask había atrapado no podían volver a vivir, era imposible, pero al menos lograrían encontrar la paz eterna ahora que su carcelero había dejado el Templo del Cangrejo. Los cuerpos debieron descomponerse hasta desaparecer—. Este palacio ha vuelto a ser un Templo de la diosa Atenea.

—Shiryu. —Una voz grave surgió de todos lados a la vez, pero se dirigía directamente a su Cosmos—. ¿Me oyes?

—¿¡Eh, quién es!? —exclamó Shun. Se puso en guardia, pero sus cadenas no vibraron. Solo lo harían contra un enemigo.

—Tranquilo, Shun. Sé quién es. Mi maestro, Dohko de Libra.

¿Me oyes, Shiryu?

—¡Sí, maestro! —De pronto recordó lo que sucedió con su amada Shunrei, y sintió deseos de llorar. Le había fallado a su maestro, quizás había descubierto el cuerpo de esa joven llena de pureza y por eso lo estaba llamando.

Has vencido a DeathMask.

—Sí, maestro, pero a un alto costo. Yo... lo siento mucho, mi corazón está roto. Shunrei ha...

Shunrei está bien —respondió Dohko con tono alegre. Esta vez, Shiryu no detuvo las lágrimas.

—¿Qué cosa? ¿¡Está viva!?

La atrapé antes de que tocara el agua. DeathMask tenía que ser un imbécil para creer que dejaría morir a mi hija estando presente. Así que no debes preocuparte más.

—Muchas gracias, maestro. —Se arrodilló respetuosamente mientras Shun le ponía una mano gentil sobre el hombro—. Muchas gracias.

Aún tienes mucho que avanzar, no pierdas tiempo, Shiryu. También tú, Shun. Deben elevar sus Cosmos y salvar a nuestra diosa.

—¡Así lo haré, maestro!

—Gracias, Dohko de Libra —dijo Shun. El Cosmos del anciano maestro desapareció, y eso marcó la hora de avanzar.

—¡Vamos! Tenemos mucho camino que recorrer. Alcancemos a Seiya en el Templo del León.

—¡Sí!

Cruzaron el oscuro Templo del Cangrejo sin que Cáncer opusiera resistencia. Estaba libre de la crueldad de uno de los peores Santos de la historia, esperando que llegara un digno nigromante con alma justiciera, que quizás pudiera ayudar a las almas a cruzar al Más Allá, no a atraparlas en las sombras...

 

 


[1] Sekishiki Konso Ha, en japonés.

 

 

***

Mis disculpas por la referencia a la mano quemada del clásico, pero era estrictamente necesario. Llamémosle... "necesidades del guión" xDDD


Editado por -Felipe-, 20 febrero 2016 - 14:40 .

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Publicado 29 noviembre 2014 - 15:16

Saludos

 

Empiezo a ver hasta qué punto la Saga de Hades va a diferir de la del manga/anime, porque no me imagino a ese Deathmask redimiéndose... Aunque nada está dicho sobre ese tema de los villanos y las redenciones, si considero que la más famosa corrió a cuenta de un hombre que aprobó la destrucción de un planeta entero XD. Su última acción la sentí más patética que cruel; a saber lo que le espera en el Hades. 

 

Visto lo que has hecho con DeathMask, sólo me queda hacer una pregunta: ¿también odias a Afrodita?  :lol:


Editado por Rexomega, 29 noviembre 2014 - 15:34 .

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