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El Mito del Santuario


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803 respuestas a este tema

#301 Πραχια δε ζεō

Πραχια δε ζεō

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Publicado 29 junio 2015 - 12:37

Hm... no se lo tomen a mal, chicos, pero preferiría que discutieran ciertas cosas fuera de este tema, como el momento de despertar el séptimo sentido de los protas. Recuerden que este fic es un remake, por lo que las cosas que mencionan no ocurrieron de igual manera en esta historia, o incluso no ocurrieron, y puede llevar a confusiones de los que leen.

 

O peor. Que yo me confunda! xD

 

 

 

Gracias por su atención :D

 

Te quejas, pero empezasteis Mitsumasa y tú con las entrevistas.

 

Ains, voy por el momento Satán Imperial a Aioria, pero creo que debo un respiro a la lectura para empezar con mis reviews, aunque no sé si a estas alturas te interesan ya.  :unsure:


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#302 -Felipe-

-Felipe-

    Bang

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Publicado 29 junio 2015 - 14:27

Da la impresión de que crees que me molesté o algo así. Para nada xD Y no veo por qué no me interesarían tus reviews...

 

 

 

Mi comentario fue, en gran parte, una broma a mí mismo, que confundo a veces mi historia con la de Kurumada, ya me ha pasado unas cuantas veces y he tenido que andarlo corrigiendo en los capítulos que publico y en mi archivo word. Por eso agradezco mucho que notaras el detalle de las entrevistas :)

 

 

Todo bien :D

 

 

 

-----------------------------------------------------

 

También dejo lo que va a ser la portada del primer volumen, corregido y en pdf, al que le faltan solo algunos detalles.

Spoiler

Editado por Felipe_14, 29 junio 2015 - 14:37 .

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#303 Patriarca 8

Patriarca 8

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Publicado 30 junio 2015 - 18:08

bueno en conclusión shun es fuerte y debe pelear sus batallas solo

 

Pd:esperando el prox capitulo

 

 


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#304 Ivan de Virgo

Ivan de Virgo

    El Caballlero Dorado Legendario de Virgo

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Publicado 02 julio 2015 - 14:19

T- 800 TIENE RAZON 

PARECE QUE TE HAS ESMERADO EN TU FIC


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#305 carloslibra82

carloslibra82

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Publicado 02 julio 2015 - 23:17

Me gusta la actitud de este Shun, decidido a pelear cuando es necesario, a pesar de que no le gusta. Espero q Shaina esté bien, me pareció q una santo de plata tan experimentada y fuerte como ella cayó muy fácil en el hocico del Ceto. Creo también q está muy bien distribuída la actividad de cada santo. Supongo q después se sabrá el rango de Apias, creo q podría ser perfectamente una Capitán, ya q puede pelear con un santo de plata. Esperando con ansias el siguiente capítulo de este gran fic



#306 -Felipe-

-Felipe-

    Bang

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Publicado 03 julio 2015 - 21:03

 

-Lo bueno del capitulo:

 

-la aparicion de mostruos marinos

-el buen uso del mito de andromeda

-que shun este dispuesto a pelear sin tener que depender de su hermano

-La forma que se organizan los caballeros para poder pelear mejor

-el personaje del  Santo de Delfín  es un personaje con gran dosis de humanidad y me parece un buen detalle que piense en su familia

 

-Lo Toei ...................no tan bueno:

 

-shaina imitando a saori siendo secuestrada XD (a lo mejor espera que seiya la rescate)

 

-Shun se pasa de........................distraido e inocente ,June le envio una indirecta muy directa y

el no se da cuenta.(Ikki dberia hablarle de ciertos temas a su hermao XD)

 

Gracias como siempre!!

Qué bueno que te haya agradado lo de los monstruos marinos, la verdad fue un recurso que dudé mucho en usar, pensé que sería demasiado fantástico, así que traté de darle la explicación de la mejor manera, mencionando que siempre pasa cuando un dios se manifiesta en la Tierra y todo eso.

 

Shun ha crecido (de hecho, tiene un año más que cuando empezó el fic), y madurado después de sobrevivir a la pelea con el pescado (aunque ni siquiera Saori tiene explicación para ello), y ello lo ha llevado a ser un poco más "arriesgado".

 

Lo de Delfín... me pregunto si habrás descubierto la pista. ¿Quién es Alicia, la hija de Venator? Aunque eso solo podría responderlo alguien que ha leído cierto manga reciente de SS xD

 

Lo del secuestro de Shaina... lee este capítulo jaja

 

Y sí. Ikki debería hablarle de ciertos temas para que no sea tan ingenuo, pero el problema es que a diferencia del animé clásico no han tenido tiempo de estar juntos (este sería el momento ideal, pero ya sabemos que Ikki esta de viaje a Reina de la Muerte y no quiere que Shun sepa que está vivo). Tengo que decir que me gusta hacer a esta June tan... "ansiosa" jaja

 

T- 800 TIENE RAZON 

PARECE QUE TE HAS ESMERADO EN TU FIC

Sí. Le he puesto muchas ganas a esta historia. Más que Kurumada xD

 

 

Me gusta la actitud de este Shun, decidido a pelear cuando es necesario, a pesar de que no le gusta. Espero q Shaina esté bien, me pareció q una santo de plata tan experimentada y fuerte como ella cayó muy fácil en el hocico del Ceto. Creo también q está muy bien distribuída la actividad de cada santo. Supongo q después se sabrá el rango de Apias, creo q podría ser perfectamente una Capitán, ya q puede pelear con un santo de plata. Esperando con ansias el siguiente capítulo de este gran fic

Gracias como siempre Carlos. Y no te preocupes, Shaina está "bien" ya que el próximo capítulo será de ella, y será explicado qué le pasó. Recuerda que cuando Asterion y los otros matan al Ceto, no encuentran nada adentro.

 

En este capítulo se revelará el rango de Apias, aunque no creo que sea tan spoiler decir que sí es Guía del Mar (Capitán en SSAlpha, me alegra que lo recuerdes :D)

 

 

 

Este capítulo es largo, pero yo lo veo bastante interesante.

 

 

SHAINA II

 

22:40 p.m. del 2 de Enero de 2014

El cabello le caía sobre los ojos, empapado y lleno de baba de monstruo, pero eso jamás la había detenido antes. Ella podía ver con el Cosmos.

Cuando recuperó el control de su cuerpo, levantó la vista y puso la mano sobre la piedra más firme que encontró. El mar la azotaba desde la cintura hacia abajo, sus piernas estaban dañadas a pesar de estar cubiertas por perneras de plata, y ese monstruo casi la tomó como cena. Esperaba que ya hubiera sido destrozado por Asterion, o Andrómeda, o cualquiera de ellos. Debían estarla buscando en ese momento, pero ella aún tenía otro asunto pendiente.

Arriba, la noche seguía adornada con resplandores blancos, excepto una parte hacia el sur que era totalmente negra. También algo alto y sombrío, en su punta se revelaba la silueta de unas columnas levantadas hace miles de años.

«Regresé». A Grecia. Estaba en la parte baja del cabo de Sunión. Había esperado que las olas la llevaran cerca después de escapar de las fauces del Ceto, pero jamás pensó que tendría tanta suerte. Si había un lugar con pistas sobre el paradero de la base de los Marinas, era ese, el antiguo lugar de reunión para los fanáticos del hermano mayor de Zeus. Quizás no era solo un faro como habían pensado todos...

Iba a descubrirlo.

 

Se sumergió y nadó a contracorriente hasta llegar a la entrada de uno de los lugares más secretos regidos por el Santuario. Si bien en principio el promontorio sirvió como base de Poseidón, después de la última guerra en el Ática pasó a manos de Athena.

Bajo el mar había una gruta, un túnel por donde podían pasar más de tres personas nadando al mismo tiempo. El agua estaba fría, la corriente intensa y no se veía nada en la oscuridad, pero eso no sería inconveniente. Le habían enseñado hace muchos años cómo funcionaba el lugar, cómo estaba construido, y ella se lo había aprendido de memoria. Su maestro se había arriesgado bastante en contarle todo desde tan joven a pesar de estar prohibido, pero ella no lo había traicionado.

 

Cuando notó un cambio en el flujo de los Cosmos, ascendió.

Un trío de lanzas apuntaba directamente a su cuello, lo último que salió de la laguna subterránea. Al haber dejado el casco en la Caja en Andros, no era de extrañar que la tomaran por una intrusa.

—¡Di tu nombre! —gritó uno de los atacantes vestido con la indumentaria clásica de los guardias del Santuario.

—Soy yo, tontos —sacó su brazo del agua y les mostró la serpiente violeta enroscada alrededor del brazal de Plata—. Guarden esas cosas.

—Es... ¡una Santo!

—Es cierto, una Santo de Plata.

Mientras la ayudaban a salir de la laguna pensó en el porqué de que no la reconocieran. Como había supuesto, se debía a que eran soldados especiales que vigilaban específicamente el cabo de Sunión. O más bien, la prisión en su interior.

Athena había ordenado construir una serie de mazmorras bajo el gran promontorio, las que estarían destinadas para los traidores y los prisioneros de guerra. Muchos hombres y mujeres habían pasado meses y años allí, algunos antes de salir y ser perdonados por la diosa, y otros antes de la muerte. Sus cuerpos eran arrojados sin honores al mar.

En una serie de cavernas rocosas solo iluminadas por el fuego anaranjado de las antorchas incrustadas en las paredes grises, se había construido una docena de cárceles abarrotadas para esos reos. La cárcel del Santuario era el sitio del que nadie hablaba, una prisión tortuosa que iba en contra de los ideales pacifistas de la diosa, pero un sitio necesario, como era evidente. Aunque era su primera visita a los calabozos ya tenía bastante información sobre los mismos, a diferencia de Saori Kido, quien definitivamente no estaría muy a gusto con el lugar.

No eran celdas cómodas. Eran frías y húmedas, espacios rocosos circulares rodeados del agua que entraba por las fosas laterales. En esos espacios solo había lugar para una cama de piedra, una mesita con una única vela que se cambiaba cada dos semanas, y un inodoro hueco conectado hacia las profundidades; aunque el espacio total era bastante mayor, solo que en gran parte era el agua de las fosas que chocaba contra las paredes y los barrotes de gamanio puro, dorado como los Mantos de Oro. A los reos se les otorgaban alimentos dos veces al día, y podían ejercitarse en el agua; también se les entregaban libros a aquellos de conducta aceptable, pero en general no se diferenciaba tanto de las peores cárceles sobre la Tierra. Traicionar o atacar a la diosa del mundo no era la mejor de las ideas.

Se preguntó si Saga hubiera sido aprisionado allí en caso de vivir. Había rumores que indicaban algún tipo de enfermedad mental...

—Hace tiempo que no venían Santos por aquí —dijo el guardia que le había tendido la mano para salir del agua.

—Soy Ophiucus Shaina, vine aquí por órdenes de Athena —mintió. Bueno, en cierta forma sí había recibido sus órdenes, pero jamás dijo nada del cabo.

—¿Athena? ¿Entonces es verdad? —preguntó un soldado joven antes de recibir un manotazo en la nuca.

—¡Por supuesto, imbécil! Discúlpelo, señorita, es nuevo en esto —se excusó el otro—. Como sabrá, nosotros pasamos la mayor parte del tiempo aquí.

—¿Hay muchos prisioneros?

—Pocos, en realidad. El Sumo Sacerdote anterior no enviaba mucha gente.

«Por supuesto. Él los asesinaba».

—Necesito hablar con el alcaide, es un aviso urgente de Athena —sacó un pergamino enrollado del estuche de su falda, siempre llevaba alguno a misiones como esa. Estaba completamente en blanco, pero no tenían por qué saberlo.

—Enseguida, señorita Ophiucus.

Se adentraron por una cueva al lado opuesto del pasillo de las celdas. En instantes llegaron a una puerta de hierro que parecía incrustada en la roca, hasta le pareció difícil que pudiera moverse. El guardia más viejo tocó la puerta.

—¿Sí? —llamó una voz cansada desde su interior.

—Señor Marsik, la Santo de Ofiuco está aquí.

—Oh. Háganla pasar.

Abrieron la pesada puerta con una llave grasienta y oxidada, tal como había supuesto costó mucho desplazarla al rozar con las piedras debajo. Sin embargo, adentro todo era distinto: un amplio salón iluminado desde el centro por un candelabro encendido sobre un mesón; tenía cuatro paredes pintadas de blanco y estaba repleto de distintos muebles de diversas alturas, todos parecían contener cientos de papeles. No. Quizás miles. Ordenados y en muy buen estado, era algo así como la cuarta biblioteca (no oficial) del Santuario.

En el escritorio principal al otro lado de la puerta estaba sentado un viejo pequeño de cabellos canos y tez oscura. Vestía con ropas holgadas y humildes, una toga gris atada con una cadena de plata, y otra de bronce colgada al cuello; tenía una sonrisa gentil y ojos de un azul apagado. Pero la apariencia fue lo primero que juzgó mal cuando lo conoció, trece años atrás. Bajo esa apariencia débil vivía en realidad un hombre vigoroso, un ex Santo de Plata. El “cambio de piel” del que tanto hablaba, aunque Shaina nunca aprendió el truco. Era su predecesor, su maestro también, Al-Marsik de Ofiuco.

—Shaina —dijo levantando la vista de todos los papeles que tenía sobre el escritorio tan limpio y pulcro, y que proyectaba un perfecto reflejo del techo.

—Necesito hablar con usted, maestro —dijo con una inclinación respetuosa de la cabeza. A pesar de haberla entrenado jamás la había llevado allí, pero sabía que consideraba ese lugar como su hogar, su propio santuario.

—¿Qué te preocupa?

Era el alcaide de la prisión desde hace veinte años, cuando dejó el cargo de Santo, pero siendo algo ermitaño podía ser que no estuviera muy bien informado de lo todo lo que ocurría. Aparte de los temblores y la declaración de guerra, no debía tener tantos datos como el resto del Santuario, y eso se evidenciaba en su sonrisa eterna.

—Los Marinas atacaron la Fuente, y Athena estaba adentro. No sufrió daño, pero así nos enteramos que Poseidón había despertado.

—Eso es de verdad difícil —contestó Al-Marsik subiendo las cejas como toda muestra de sorpresa—, ¿dices que pudieron entrar al terreno sagrado así como así?

—Sí. Obviamente conocían el camino, pero los Santos de Oro no quieren sospechar de nadie. Además, tuvieron que venir de alguna parte, pero nadie los vio ni en Rodrio ni en los alrededores.

—Y crees que pudieron salir de aquí.

—Llevé a algunos Santos a investigar en las islas egeas. En este momento deben estar combatiendo contra los soldados de Poseidón.

—Y los monstruos.

Eso la tomó por sorpresa.

—¿Sabía del Ceto?

Cetos, querida. Los Cetos. Desde hace unas horas están asolando las islas cercanas, he enviado algunas tropas a vigilar, por eso fueron tan poco corteses cuando apareciste en el lago.

—¡Maldición! —¿podía dejarles esa tarea a esos jóvenes de Bronce? Shun aún no sanaba completamente, y June no tenía tantas batallas encima. Si había más de esas bestias en los mares del mundo, entonces su deber era ayudar... pero...

—Creo que hay que confiar en ellos —dijo Al-Marsik como si hubiese leído sus pensamientos—. No estaba al tanto de la aparición de esos hombres cerca de la Fuente, así que creo que será bueno investigar. Vamos.

Y a paso firme y velocidad de joven, el anciano salió por la puerta de hierro y ella lo siguió rauda.

 

Tal como le habían dicho, pocas eran las celdas con gente adentro. En gran parte eran los soldados que se habían negado a apoyar a Athena, aquellos con demasiado orgullo como para aceptar que habían peleado por un loco con doble personalidad. O quizás lo consideraron realmente como la mejor opción, ¿quién podría saberlo? Con ropas sucias y la carne herida, se percataron de la presencia de Shaina y extendieron los brazos. No podían pasar más allá de los barrotes, el Cosmos divino en ellos se los impedía, pero tampoco era su intención pedir algún tipo de ayuda.

—¡Señorita Shaina! Así que viene a burlarse...

—¡Nosotros sí tenemos la dignidad para pasar por esto en vez de defender a una chiquilla japonesa! Pensé que usted era distinta.

—¡Es como todos los Santos! Mientras tengan qué comer, no les importa defender nada, por eso están protegidos por sus armaduras y todo.

No les hizo caso. Siguió avanzando detrás de su maestro, quien con cada paso hacía sonar los eslabones de su cadena en el cuello.

—Son hombres perdidos, costará mucho que acepten a la diosa.

—Imagino que sí... —no iba a pensar en eso, ella misma había negado a Athena tiempo atrás, así que cambió el rumbo de la conversación—. ¿Hay alguna manera de que pudieran salir los Marinas por aquí?

—Es muy difícil. El cabo de Sunión ya no está protegido por el Cosmos del Emperador Poseidón como antaño, sería tan difícil escabullirse desde los mares como para cualquier ser humano.

—Al parecer son capaces de respirar bajo el agua. Y allí está el Cosmos de Poseidón, no en el cabo.

—Eso es cierto —el viejo se volteó a medias para sonreírle nuevamente mientras caminaba, aunque a veces esa sonrisa significaba mucha preocupación. Era su rostro habitual, con eso disfrazaba sus pensamientos—. De haber un traidor sería más fácil, pero dices que los Santos no lo aceptan.

—Imagino que Milo sí piensa eso todavía, con lo paranoico que es. Y quizás Shaka, aunque de él es difícil saber cualquier cosa.

—Es difícil admitir la opción de que haya traidores en el Santuario —dijo mientras revisaba minuciosamente una pared en una celda vacía. El agua caía a goterones en su interior—. Allí todos somos hermanos, y en la traición, por tanto, hay dolor.

—Pero existe la posibilidad, ¿no?

—Bueno, es evidente. Para algo existe este lugar.

Shaina resopló perdiendo las esperanzas. Aunque conversaran, su maestro era capaz de hacer otra cosa al mismo tiempo aún con más precisión. Mientras las palabras salían de sus labios rugosos, sus ojos revisaban cada centímetro de las paredes, los barrotes, los techos. Si no decía nada es porque no había encontrado nada, no por otra razón. Pero para ella todas las celdas se veían iguales: lúgubres, húmedas, solitarias, tristes...

De repente algo captó su ojo, aún con el cabello encima. A su derecha se hallaba una cárcel diferente: no tenía mesa ni cama, estaba maltrecha, sucia como si el agua jamás tocara el piso de piedra. La pared trasera estaba marcada por los símbolos palmarios de los puños contra la roca, la muestra de un entrenamiento frustrado para no perder la cordura.

—¿Shaina?

—Maestro... ¿qué pasó aquí?

Cuando puso más atención, al detenerse, vio que los puños de la persona misteriosa estaban ordenados como con una regla de manera horizontal. En los de más arriba había sangre reseca y más profundidad en la roca, mientras que los de abajo parecían haber sido efectuados sin energías.

—Oh. Este lugar... ¿Podría ser...?

—¿Qué, maestro? Dígame quién estuvo aquí —exigió Shaina, notando el cambio de voz de su instructor, a pesar de su rostro inmutable.

—Pues... si soy sincero no lo sé. Verás, hace dieciséis años, Saga de Géminis trajo un prisionero aquí. Era un hombre de gran contextura, se sentía un poderoso Cosmos en él, pero su rostro estaba cubierto por una máscara de hierro.

—¿Una máscara?

—Sí. El Santo de Géminis demandó que, por órdenes del señor Sion, ese hombre no tuviera ningún privilegio, ya que era un pecador que había atentado contra la vida de Athena, quien acababa de caer en la Tierra.

—¿Cuántos días pasaron entre su llegada y el nacimiento de Athena?

—¿Días? No, querida, fueron horas. Ocurrió el mismo día durante la tarde, un par de horas después de la caída de la estrella fugaz. Ahora que lo pienso, que el Sumo Sacerdote muriera poco después a manos de Saga pone todo tan raro...

Eso la tomó desprevenida, pero supo que el tambaleo que sufrió fue por otro motivo. Algo había golpeado fuertemente el mar en las cercanías, y todo el cabo de Sunión tembló.

—¡¿Qué rayos fue eso?!

—Será mejor ir a verificar y...

—No. Espere, maestro, esto es importante —no iba a dejar pasar esa chance única, debía ser la primera en enterarse de ello ya que nadie lo comentó antes—. ¿Quién era ese hombre? ¿A quién trajo Saga?

—No lo sé... es decir, creo que no lo sé —se corrigió Al-Marsik apoyando su mano, cansada de pronto, en la pared de esa celda misteriosa. El hombre que había seguido el destino de la constelación de Ofiuco, aquella que según él había traído tantos problemas en los primeros días del Santuario, ahora no parecía un ex Santo de Plata.

—¿Cómo es eso?

—Por más de dos años, ese hombre apenas probó bocado, y eso que la máscara tenía espacio para ello. Solo golpeaba a puñetazos la pared de atrás durante la noche, y se sentaba en silencio al centro de la celda durante el día. No hablaba y jamás lo vimos dormir, su Cosmos era odio puro, venganza, ira...

—¿Y así murió?

—¿Morir? No sé si eso habrá ocurrido —al percibir su cara confusa, su maestro continuó el relato—. Ni siquiera Alcatraz tenía tanta seguridad como esta prisión, querida. Nada podría salir de aquí con el Cosmos de Athena tan cerca desde tiempos mitológicos pero... durante la noche de Navidad del 2000, tres años después de su encierro... él ya no estaba. Había desaparecido, se había escapado.

—¡Imposible!

—Eso pensamos, pero claramente no fue el caso. Gemini nunca volvió a aparecerse por estos lados, y el Santuario jamás se pronunció al respecto. Así que nosotros... bueno...

—Lo dejaron en secreto.

—Sí. De haber sabido todo este asunto de la traición de Saga y la muerte del señor Sion el mismo día... Ni siquiera Aiolos llegó aquí, pero horas antes aparece este hombre con la máscara.

—Ocultar el rostro de un prisionero significa que alguien no quiere que reconozca su cara.

—Así es, querida —había algo en el rostro de su maestro, como algo que tiene en la garganta pero no se atreve a decir, jamás lo había visto así. ¿Vergüenza, orgullo, culpa? El ex Santo de Plata apoyó su espalda sobre los barrotes, abatido—. Ahora que lo pienso, si precisamente Saga no quiso que se supiera la identidad del reo... tal vez...

De repente Shaina vio manchados su rostro y su Manto de rojo. El escarlata de la sangre fresca. Cinco dedos de rubí salían por el pecho de su maestro que perdió por primera vez la sonrisa. Ríos de vida salían por la comisura de sus labios mientras oía la risa de una presencia invisible detrás de él.

—Hola de nuevo. Vaya que eres difícil de matar, pensé que el Ceto había acabado contigo.

—Tú... —aunque al fin podía verla, era solo una silueta en un rincón oscuro de su mirada. Sus ojos estaban fijos en el hombre que caía de frente al piso rocoso de la prisión.

—Apias de Náyade, Guía del océano Índico, será mejor que lo recuerdes. Y no pongas esa cara, me haces desear que no dejara mi cámara en esa isla...

—A-Athena... —musitó el anciano sobre el charco carmesí en que había caído antes de desprenderse de su cuerpo mortal—. Te entrego mi... vida...

—Oh, qué dulce viejito. ¿Lo conocías, Ofiuco?

 

Todo el mundo estaba exactamente en la misma posición que cuando Al-Marsik fue herido de muerte. Shaina recordó que la parálisis era algo que ella debía producir, y no al revés. Descargó el Trueno a través de sus dedos ya nunca más temblorosos.

La prisión en la que estaban estalló cuando sus Cosmos chocaron. No supo prevenir lo que sucedió, no sintió la energía enemiga hasta que apareció dentro de la celda... cuando asesinó a uno de los más orgullosos Santos de Plata que tuvo el Santuario de Atenas.

Apias arrojó lanzas de agua solidificada apenas salió de la zona protegida por el Cosmos de Athena. Pudo esquivarlas con algo de dificultad, aunque algunas dañaron dolorosamente su piel mientras saltaba para atacarla con sus dedos relampagueantes. Sintió como rajó su armadura, la que los Marinas llamaban Escamas, pero no fue suficiente como para detener su risa horrenda, su grito de guerra submarino. También su Manto de Plata, Ophiucus, recibió perforaciones en las perneras y brazales que no dolieron tanto como esperaba, tanta era su ira y deseos de venganza.

Se enfrascaron en una lucha cuerpo a cuerpo a través del pasillo mientras los reos gritaban y pedían auxilio. Apenas podía distinguir a su contrincante en un espacio tan pequeño, así que agudizó sus sentidos para guiarse por la audición y el tacto contra la piel detestable de la mujer de revuelto cabello negro. Recibió un codazo en la nariz y una bota escamosa le rompió algunas costillas, pero Shaina le quebró el tabique con la cabeza y penetró con sus uñas su estómago, canalizando su Trueno a través de ella.

Sintió en el vaivén caótico algunas presencias acercarse. Comprendió que eran los guardias, pero ninguno tendría oportunidad contra la Náyade incluso si atacaban todos juntos. Cuando se volteó para alertarles, recibió un fuerte golpe en la nuca que casi le hizo perder el conocimiento.

«¿Para qué rayos dejé el yelmo allá?» Abrió los ojos y todo daba vueltas, especialmente los soldados que eran atravesados por las lanzas que Náyade llamó Muerte Marina. El más experimentado de ellos cruzó su espada por delante de su cuello, pero ella levantó una mano y el soldado soltó el arma, repentinamente angustiado. Abrió la boca con terror y se llevó las manos al cuello, sus ojos se desorbitaron y salió espuma desde su interior.

Lo estaba ahogando.

—¡Suéltalo!

—¿Qué? ¿También quieres probar? —obedeció y lo arrojó contra un muro, Shaina trató de mantener la concentración y corrió hacia ella—. Qué encantadora, esta es la Muerte de Agua Dulce (Macaan Biyo Shimasho) —Apias hizo un veloz movimiento con las manos...

...Y Shaina se detuvo.

Se llevó rápidamente las manos a la garganta, intentando quitarse las del ser invisible que se la aprisionaba con garras asfixiantes. Miró a Apias, se veía borrosa como a través de una ventana empañada, y abrió la boca para preguntar qué le había hecho, pero se topó con un grupo de burbujas que ascendieron desde su interior y se reventaron unos centímetros por sobre su frente.

«¿Qué me ha...?»

—Diría que te falta, umm... un minuto para que te ahogues, con eso de haber abierto la boca, querida. No importa lo que hagas, no podrás deshacer esa burbuja en la que te he encerrado, disfruta tus últimos momentos como puedas.

«¿Eso es todo...? ¿Voy a morir así?». Shaina cerró los ojos e intentó pensar en una solución rápida. No iba a caer en esa batalla, era imposible.

 

—¡Aún no!

Shaina vio un manotazo más veloz que el sonido, escuchó el silbido del viento dentro de la prisión, y pudo respirar nuevamente el aire ahora tóxico de un lugar dedicado a Athena desde hace siglos. La burbuja asfixiante en la que había sido encerrada se rompió como el cristal y cayó como trozos de vidrio quebrados por la fuerza del Cosmos, la energía capaz de destruir los más pequeños átomos.

Una sombra difusa atacó a la bruja del mar, lanzó un sinfín de destellos de luz que Apias esquivó sin dificultades. Pero el Meteoro que recordaba era azul, no de ese tono amarillo...

No. No era Seiya.

—A-Asterion...

—Parece que llegué a tiempo, había varios soldados de Poseidón haciendo guardia afuera y me retrasaron —dijo el Santo de Plata de la constelación de Lebreles, empapado y algo fatigado por el viaje a nado que debió dar desde la isla de Andros. Aun así, apuntó a su oponente con un dedo firme—. Tú, ¿acaso vas a enfrentar a dos Santos de Plata al mismo tiempo? Si fueras inteligente, desistirías de esa idea.

—Ju, ju, qué tontería —rio la Náyade de Poseidón acariciándose el cabello negro con cierta gracia, ya no se parecía a la niña boba de las fotografías—. Soy miembro del rango medio en el ejército de mi gran señor Poseidón, por lo que es lógico que conozca algunas cosas sobre la contraparte ateniense. Y tengo la impresión de que ustedes no son ni Orphée de Lira ni Daidalos de Cefeo.

—Cualquiera de nosotros podría acabar contigo —dijo Shaina poniéndose de pie, rechazando la mano tendida de Asterion—. No te metas en esto, Sabueso.

—Pero...

—Esta es mi pelea.

—Como quieras —resolvió finalmente después de dudar unos segundos—. Pero me debes una por salvarte.

Se puso en guardia cuando el Santo lector de mentes se hizo a un costado, dejándole espacio, comprendiendo sus intenciones. Las batallas de los Santos eran uno contra uno, siempre habían sido así desde la era mitológica, y ella prefería ese sistema particularmente.

Caía polvo y gravilla desde las deformidades desquebrajadas de la cueva, cubriendo los cadáveres de los guardias con capas grises. Todos habían caído bajo el poder de la mujer capaz de convertir el agua en agujas filosas, incluyendo a su maestro, un viejo Santo de Plata. No iba a llorarlo, en la guerra la gente moría, debía mantener el control de la ira que minutos antes casi le cuesta la vida... pero al menos iba a vengarlo, y así evitar que el suceso se repitiera con otras personas.

El corredor estaba repleto de escombros que se desprendieron del techo y el suelo. Las paredes, antes de color negro y gris, estaban teñidas con manchas de un oscuro tono rojo que descendía por las fisuras y agujeros como un llanto escarlata. Pero las celdas no habían sido tocadas. Los prisioneros seguían adentro, protegidos por el Cosmos perpetuo de Athena, manoteando algunos y agazapados atemorizados en sus camas otros. Entonces, ¿cómo pudo Apias de Náyade entrar con tanta facilidad a la prisión saliendo de una de las jaulas?

«Poseidón». Esa era la respuesta obvia. El Cosmos del Emperador de los Siete Mares había recuperado parte de lo que antes era suyo, el cabo de Sunión. También incrementaba el poder de sus soldados, siempre que estuvieran cerca del mar, lo cual era una tremenda desventaja para los Santos.

—¿Es una broma? ¡Ja, ja, ja, ja! ¿Por qué rechazaste la ayuda de tu amigo? No estás en condiciones de dártelas de valiente u honorable, acabaré contigo igual que hice antes.

—-Asterion...

El Sabueso le leyó la mente, y lo comprendió. Encendió su Cosmos y se cubrió con una capa de energía para aguantar lo que se vendría. Sin embargo, Apias no alcanzó a reaccionar a tiempo...

«Fragor de Asclepios». Extendió las manos hacia los lados y dejó salir su Cosmos como un impulso electromagnético. La técnica de la armadura de Ofiuco que ni siquiera necesitó que le enseñaran, puesto que bastó con pasar un par de años vistiendo el Manto para aprenderla.

El resplandor hizo que los reos se cubrieran el rostro y cerraran los ojos, tal como Apias de Náyade. Ella no debió esperarse ese movimiento, no era capaz de saber siquiera lo que era posible hacerse en una batalla de Santos.

Shaina resopló y la Guía bajó los brazos con dificultad, como si moverse fuera doloroso. Detrás había una cara torcida en una mueca desagradable, mezcla de confianza y mofa.

—¿Eso es todo? —encendió su Cosmos y dio un paso tambaleante hacia adelante—. ¿Esa es toda la capacidad de un Santo de Plata? ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

—El Fragor de Asclepios causa una parálisis en aquellos que se encuentren en un radio de alrededor de cinco metros, pero veo que tu fuerza de voluntad pasó por encima de ello.

—Si esa es tu mejor técnica entonces estás acabada, Ofiuco.

—Ya veremos... —Shaina levantó un brazo y se volteó. Se concentró, miró más allá de lo físico... Descargó una gran cantidad de Cosmos en la pared del frente contraria al corredor de las celdas, en dirección a la gruta de entrada a la prisión. Golpeó tan fuerte el muro de piedra y concreto que todo el cabo tembló, y se formó un túnel ascendente en diagonal por donde entró la oscuridad de la noche, nublada por la polvareda que enterró los cadáveres dejados atrás. Al fin y al cabo, ninguno de ellos iba a quejarse.

Cruzó como un rayo a través del túnel usando todo el Cosmos de ambas piernas, aprovechando el factor sorpresa, la momentánea parálisis, y la distracción que seguramente dejó Asterion con su Millón de Fantasmas (o más bien, el de sus clones), tal como le pidió mentalmente. Mientras se agarraba de barro y rocas salientes, sintió la presencia de su compañero de Plata detrás, subiendo a toda velocidad. El de la Náyade tardó lo que había esperado, y empezó a subir cuando ellos ya iban en la mitad.

 

De un salto salieron a la noche, fría y húmeda a partes iguales, guiados por el instinto básico y los años de férreo entrenamiento. En los breves segundos en que estuvo en el aire frente al horizonte confundido con el cielo oscuro, sus ojos se toparon con horrendas y gigantescas siluetas de criaturas mitológicas en las lejanías del mar. Debían estar alzándose por todo el planeta si la mitad de lo que se decía del hermano mayor de Zeus era cierto, pero las más cercanas, los que su vista percibía, estaban siendo derribadas.

En ese pequeño instante antes de voltearse hacia el coloso de Sunión, vio el tornado generado por aquel que ansiaba sobrevivir para volver con su pequeña hija, destinada a permanecer alejada del soldado Delfín; también vio a la pareja sobreviviente de la isla de Andrómeda acabar juntos con un Ceto en una isla aledaña haciendo uso de las armas en sus respectivos Mantos Sagrados. Había tanto sentimiento entre ambos, tanta comprensión, tantos pensamientos y deseos, tanto que ella nunca podría vivir con otra persona..., todo dejado de lado para cumplir la labor de la guerra.

—¡¡¡No escaparááááás!!! —sonó una voz estridente al interior del túnel, como un eco submarino, iracundo como el de un demonio. Las náyades eran espíritus del agua, ninfas bondadosas de los ríos. Pero Apias no era nada más que una asesina enviada por Poseidón.

—¡Ahora, Shaina!

 

Usó todo su poder en su Trueno, la fricción con el aire y las nubes negras encima generaron una descarga eléctrica sumamente potente que guio a través del agujero que conectaba a la prisión. Fue como una lluvia azulada o una danza de destellos, un arte surgido del entrenamiento con Al-Marsik de Ofiuco.

Un grito desgarrador inundó el cielo y el mar como el rugido de una bestia. De la grieta en el titán de roca salió una humareda gris, densa y con olor al metal quemado, bailando mientras ascendía.

Junto a Asterion aterrizaron en la orilla del promontorio, sobre unas rocas. La vista del templo de Poseidón se perdió detrás de la cortina de humo, los astros eran puntos grises difusos entre las motas de polvo quemado.

—Shaina..., todavía siento...

—Sí. Esto aún no termina.

Un segundo y medio después, la Guía del ejército submarino salió como un bólido de fuego azul desde el conducto en la pared. Tenía su aura encendida e irradiaba furia asesina. Sus Escamas estaban chamuscadas por el impacto, pero en gran parte seguían en su lugar sin fisuras. Su piel estaba negra y llena de polvo, si sangraba era imposible de ver, aunque nada de eso importaba si consideraba lo que ocurriría después.

—¡Ya ocupaste todo tu poder! —Náyade reunió su energía en las manos mientras descendía, lista para usar una de sus técnicas, esperaba que la correcta—. Ahora quedará claro que los únicos que se pueden comparar con nosotros son los Santos de Oro, el resto del ejército ateniense no tiene ninguna...

Materializó unas agujas. Gran error. Asterion ni siquiera se inmutó.

—No debiste matar a mi maestro —Shaina desplegó un pequeño impulso electromagnético hacia las partículas de agua que subieron para convertirse en armas desde las mareas oceánicas. Al llegar a su mano, el grito fatal no tardó.

—¡¡¡Ahhhh!!! Pero qué... ¡Mi Muerte Marina me está atacando!

Si bien las lanzas salieron de su guantelete, al avanzar un par de metros se detuvieron y devolvieron como llevados por magnetismo, se pegaron a Apias que no pudo hacer nada para detenerlas. Su plan había resultado. La atravesaron por todas partes tal como ella hizo con esos guardias y pensó hacer con ellos. La humareda que se mecía hacia el viento se convirtió en una nube roja, y la esencia de la muerte inundó todos sus sentidos.

—Física básica —dijo, sacándose el cabello de la frente, cuando la enemiga aterrizó como un bulto sobre las olas y los peñascos puntiagudos—, fue algo que me tomó años conseguir, pero Al-Marsik fue un gran maestro.

—¿Qué... demonios...? —la Guía usó todas sus fuerzas para aferrarse a una roca y no ser llevada por las marejadas a su tumba submarina. Y es que no había nada que pudiera ser para evitarlo, la protección de Poseidón podía incrementar la resistencia a los golpes y el nivel del Cosmos, pero no alejaba la muerte. Además...

—Con el primer Fragor de Asclepios cambié la polaridad magnética de tu Cosmos, y luego hice lo mismo cuando nos atacaste ahora. Soy capaz de generar descargas eléctricas, y tú de controlar las aguas, por lo que la conclusión fue obvia. Como polos opuestos, tu ataque magnetizado regresó contra ti, quien estaba más cerca de los cielos y menos de los mares controlados por Poseidón; sin contar el Trueno que te arrojé, que lo hizo peor.

—Pero... no puede ser, eso solo funcionaría si... —Apias se interrumpió para vomitar sangre. El gas que salía de ella parecía el vapor de un mar hirviendo.

—Sí. Tuve que arriesgarme —reconoció Shaina. También puso en riesgo a Asterion, aunque él confió ciegamente en su plan después de leer su mente—. Si hubieras usado tu Muerte de Agua Dulce, nos habrías asfixiado, no sé si hubiera podido magnetizar esa técnica. Sin embargo, pensé que atacarías apenas salieras del túnel, y confié en que la distancia te llevara a utilizar tu Muerte Marina.

—Vas a morir, Apias de Náyade —dijo el Sabueso, saltando a una roca cercana. Ella podría haber aprovechado para atacarlo, pero el que no lo hiciera solo confirmaba lo evidente: ya no podía más, todo su sistema nervioso debía estar hecho cenizas—. Haz lo correcto antes de eso, muchas vidas van a perderse sin sentido ni necesidad, ya habido demasiadas.

—Ah... tú eres el que... vi abajo, eran tantos iguales... —y ese fue el primer síntoma de la locura por la falla en las conexiones mentales.

—El Cosmos de Poseidón en estas Escamas evitaba que leyera tu mente antes, vamos a comprobar si eso continúa ahora que tu armadura es un montón de chatarra. Me dirás cuáles son los planes de...

—No... —Apias levantó una mano chamuscada y extendió uno de sus dedos casi paralizados hasta la máxima altura que podía, junto a su cuello.

—¡Asterion! —alertó. Muy tarde.

Un rayo de luz atravesó la garganta de la muchacha mientras ella le sonreía al Sabueso, quien solo alcanzó a extender las manos para intentar detenerla. ¿Qué clase de sonrisa era? Algo entre burlesca y confiada, nuevamente, a pesar de que ya no pensaba con claridad.

Sin embargo, fue lo suficiente como para pensar en suicidarse antes que le leyeran el cerebro. Los soldados de bajo el mar podían hacer cosas así por su dios. ¿Serían ellos, los Santos, tan extremos? ¿Lo permitiría siquiera la nueva Athena? ¿Se suicidaría ella misma? A pesar de todos esos pensamientos, solo dos palabras salieron de sus labios.

—¡Maldita porqueria! —azotó el agua ya roja como el vino tinto con sus botas de Plata. Las bestias de Poseidón ya habían salido de cacería y no consiguieron más que muerte y la destrucción de gran parte de la única prisión en el Santuario. Aunque estaba el tema del reo misterioso y...

—Tranquila, veré qué tenía que decirnos.

—¿Qué dices?

Los ojos de Asterion brillaron cuando se posaron fijamente en el cuerpo sin vida de Náyade que se negaba a despegarse de la roca de la que estaba sujeta. O más bien, enganchada.

—Hm..., no hay mucho, qué lástima.

—Pero qué clase de monstruo... ¡¿Puedes leer la mente de los muertos?!

—Ja, ja, Mozes me hizo la misma pregunta durante nuestra última batalla juntos contra Andrómeda y Camaleón. Solo puedo ver los últimos pensamientos del cadáver, quedan grabados por las conexiones sinápticas de la corteza de...

—¡Como sea! —interrumpió, ya hastiada. Realmente deseaba volver a su cabaña en el Santuario y darse una buena ducha caliente—. ¿Qué hay?

—Bueno, como le dañaste tanto el cerebro con tu Trueno es difícil ver algo interesante. Sin embargo, logró responder parte de la pregunta que le hice. En su mente había dos tridentes, uno muy grande y decorado, y el otro envuelto en un halo púrpura que parecía el aura del Cosmos, pero según ella era otra cosa. Además vi una idea.

—¿Una idea? ¿Cómo es eso?

—Sí, una palabra que se repitió cuando le pregunté por los planes del dios Poseidón: Domo.

 

***

10:10 a.m. del 3 de Enero.

Athena envió guardias rápidamente apenas se enteró de la noticia, para reemplazar a aquellos que cayeron en batalla y cuidar (y reconstruir) la prisión en el cabo de Sunión. Todos fueron llevados en una carroza negra guiada por cuatro enormes caballos de pelaje de ébano, conducidos por el Santo oficial a cargo del cementerio del Santuario. Como era habitual, no pudo verlo bien, siempre iba con una capa oscura que lo tapaba de pies a cabeza, y era tan silencioso como las tumbas que vigilaba. Sus acompañantes le sugirieron que fuera con él para el entierro de su maestro, pero ella no tenía ninguna intención de recordar al ex Santo Al-Marsik de Ofiuco como un montón de huesos roídos por la edad y carne perforada por un espíritu marino, sino que en su mente la imagen era muy diferente: un guerrero, igual que ella.

Sin embargo, Venator y Asterion fueron con los cuerpos para reportarse ante Athena, y así el Delfín aprovecharía de ver a su hija de una maldita vez. Al fin y al cabo, no hubo mucho que hacer después de regresar de la cacería de Cetos, los Santos de Bronce acabaron con todos los que asolaron las islas cercanas en el Mediterráneo, pero ya corrían los reportes de que las mismas criaturas estaban apareciendo en todo el globo.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Shun, sorprendiéndola en medio de sus pensamientos mientras miraba el océano desde el templo que alguna vez se construyó en honor a Poseidón. El sol brillaba radiante sobre ellos, una esfera que iluminaba el rostro de aquellos que no iban a morir por el capricho de un dios aburrido en el fondo del mar. El ruido de las olas mañaneras ayudó a ocultar la presencia de ambos chicos de Bronce.

—¿A qué te refieres?

—Tendríamos que separarnos, ¿no es así? —dijo esta vez June, cubierta de parches y vendas igual que su compañero, cargando su Caja de Pandora—. Hay que terminar con los demás Cetos.

—Seguramente Muu desplegará grupos de Santos por todo el mundo, no tienen que preocuparse por eso. Ellos se encargarán.

—Si le soy sincero, Shaina, no estoy con muchas ganas de descansar. Esto ha sido solo el inicio, me temo.

Shaina tocó el borde de una columna a su izquierda, sostenía el principal de los templos dedicados a Poseidón, no había sufrido daño alguno a pesar de todo el ajetreo debajo.

—Andrómeda, puedes quedarte aquí si quieres. Vigila. Aún tienes muchas heridas que sanar, y hay tiempo para relajarse un poco.

—¡Pero...!

—No me hagas darte una orden. Camaleón puede quedarse también, es el momento y lugar indicado para... descansar —les dio un rápido vistazo. Eran tan jóvenes, tal vez más poderosos que lo que sus cuerpos podrían soportar, con tantas esperanzas y posibilidades de... tanto. No era justo que los demás tuvieran que aguantar lo pesado de la vida como ella.

—Shaina, ¿acaso vas a...?

—Voy a perseguir a esos monstruos, sí. Por algo soy una Santo de Plata, así que ustedes vigilen los movimientos del enemigo aquí en las islas cercanas —«¿Se los digo? ¿Acaso serviría?... Bueno, qué diablos»—. Concéntrense principalmente en la celda vacía allá abajo.

—¿Celda vacía?

—Sí. Vigílenla bien —«¿Creen que voy a decirles todo? Investiguen un poco ustedes mismos, chiquillos».

Aunque de todas formas había cosas que ella debía resolver por su cuenta. ¿Quién era el hombre de la máscara de hierro que Saga encerró dieciséis años atrás? ¿Cómo fue que escapó? Evidentemente Al-Marsik sospechaba algo de él, ¿pero qué? ¿Qué más podría ocultar el Santo de Géminis?


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#307 carloslibra82

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Publicado 03 julio 2015 - 22:28

Como siempre, un gran capítulo. Me gustó la batalla entre Shaina y la guía, muy equilibrada, y q da cuenta de las equivalencias de rango. También estás incluyendo los otros rangos del ejército de Poseidón, me parecía raro en el clásico q sólo estuvieran los Generales. Los q me cayeron muy mal son esos soldados q no quisieron obedecer a Athena. Si todos los santos sobrevivientes la habían aceptado, q se creían ellos para rechazarla?? No sé si ellos también murieron, pero si es así, se lo tenían merecido. Me gusta tu fic, pq si bien es sobre lo q todos conocemos, no sé q pasará a continuación, eso es genial. Una pena lo del maestro de Shaina (otro gran acierto el incluirlo), pero Shaina lo vengó con inteligencia (mucha, en realidad, jajajaja) y poder. Sigue así, te estaré leyendo con muchas ansias!!



#308 Patriarca 8

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Publicado 05 julio 2015 - 10:21

me agrado el combate de shaina

 

al parecer en tu fic es inteligente  y estratega  XDD

 

 

eso de ponerle una máscara de hierro a su hermano gemelo,creo que saga

saco la idea de una obra XDDD

 

 

buen capitulo


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#309 -Felipe-

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Publicado 10 julio 2015 - 16:58

Como siempre, un gran capítulo. Me gustó la batalla entre Shaina y la guía, muy equilibrada, y q da cuenta de las equivalencias de rango. También estás incluyendo los otros rangos del ejército de Poseidón, me parecía raro en el clásico q sólo estuvieran los Generales. Los q me cayeron muy mal son esos soldados q no quisieron obedecer a Athena. Si todos los santos sobrevivientes la habían aceptado, q se creían ellos para rechazarla?? No sé si ellos también murieron, pero si es así, se lo tenían merecido. Me gusta tu fic, pq si bien es sobre lo q todos conocemos, no sé q pasará a continuación, eso es genial. Una pena lo del maestro de Shaina (otro gran acierto el incluirlo), pero Shaina lo vengó con inteligencia (mucha, en realidad, jajajaja) y poder. Sigue así, te estaré leyendo con muchas ansias!!

Muchas gracias :D

Sí, a mí también me pareció siempre raro que Poseidón, uno de los dioses más poderosos, tuviera un montón de soldados rasos y solo 7 tipos fuertes. Más me llamaba la atención Tethys, única de su rango, así que por eso cree a estos Guías (los Capitanes que viste en Alpha, fic donde los usé por primera vez).

Ahora, lo de los soldados se debe a que ellos no sienten el Cosmos ni presencian las batallas de la misma manera que los Santos. Desde su punto de visto (de los que están encerrados), los Santos están muy protegidos y ellos son peones, carne de cañón que no logró conseguir armaduras. Y lo saben, por algo aceptan ese trabajo, ¿pero como van a reconocer a una chiquilla de 16 años como líder de la noche a la mañana? Milo, Shaka, Aldebarán y los Santos de Plata y Bronce los aceptaron después de muchas peleas y dificultades, a Shaina le costó un montón como se vio en sus capítulos de las partes 1 y 2 del fic, pero los soldados tienen aún más problemas. Y a tu pregunta, solo algunos pocos sobrevivieron. Muy pocos.

 

 

me agrado el combate de shaina

 

al parecer en tu fic es inteligente  y estratega  XDD

 

 

eso de ponerle una máscara de hierro a su hermano gemelo,creo que saga

saco la idea de una obra XDDD

 

 

buen capitulo

Shaina es una Santo de Plata, y como tal es una experta guerrera y estratega como (casi) cualquiera de ellos. Lo que pasa es que es tan apasionada, y su rival (Marin) es tan joddamente inteligente y estratega que la pobre Ofiuco queda opacada, pero de que es una estratega, lo es.

 

Lo de la máscara de hierro... sí, lo saqué de cierta obra, basada en cierto mito urbano de la Francia de hace unos siglos. Aunque no sé a qué te refieres con "hermano gemelo", ¿cuál hermano?

 

 

 

 

:ph34r:

 

 

 

 

 

xD

 

Gracias como siempre, amigo :D

 

 

 

Ahora el arco de Sinigrado. Este será muuucho más largo que el de Aiolia/Seiya y el de Shaina/Shun, separado en cuatro capítulos distintos. Por lo pronto, me gusta bastante como quedó.

 

MILO II

 

15:20 p.m. del 2 de Enero de 2014.

   Podían ser las tres de la tarde, pero ya le habían dicho que allí era más de noche que de día. Y para peor, se sentía como tener a Camus cerca todo el maldito tiempo: un frío extremo bajo una tarde de cielo negro y gris.

   Sin embargo, todo lo demás era blanco. Blanco nieve. Eso era Sinigrado, capital de Asgard, un país-isla en el extremo noreste de Europa limitando al sur con Rusia, al oeste con Finlandia, y al este con el Mar Blanco. Era un mundo congelado en el tiempo, tanto literal como metafóricamente, ya que el hielo, la nieve y las frías tormentas eran la visión común desde cualquier ángulo: todo era montes albos, altas colinas congeladas, llanuras inhóspitas, y cataratas que parecían de zafiro, resplandeciendo con nostálgicos y deprimentes tonos azules; además lucía estancado en una vibra medieval, se reflejaba en la arquitectura de las casas, las ropas de la gente, las costumbres olvidadas…

   —¡Señor Milo, mire aquí! —llamó Ichi de Hidra desde lo alto de una colina blanca, en su primera oración hilada sin tiritar desde que llegaron a la ciudad. Se había ataviado con jeans de color morado y gruesas botas de cuero negro, además de un enorme chaquetón verde pálido que lo hacía ver más extraño e inquietante de lo normal. Sobre la calva llevaba un gorro de piel con orejas que caían por los costados, rozando sus mandíbulas esqueléticas.

   Aunque menos que a sus dos compañeros, le costó subir hasta allí. Sus pies se enterraban en la nieve, la tormenta azotaba su rostro como látigos congelados, su nariz ya congelada tenía problemas para captar olores, y la Caja de Pandora parecía haber aumentado su peso. Detrás de él, Gliese de Tucán tenía muchas dificultades para mantener el equilibrio, pero no se quejó, como corresponde a cualquier Santo de Athena.

   Era una muchacha alemana, menuda y de tez tan blanca como el entorno asgardiano. Tenía ojos negros como pozos sin fondo, labios finos, nariz afilada y cabello castaño como el chocolate, corto y peinado a su lado derecho. Llevaba un largo abrigo gris que alcanzaba sus pies, una bufanda roja alrededor del cuello, y guantes del mismo color. Aguantaba la baja temperatura mejor que ellos, pero admitía que la fama de Asgard como el país con el clima más cruel en el mundo estaba bien ganada.

   —¿Qué pasó? —inquirió Milo al llegar arriba. Sin embargo, no necesitó que Ichi le contestara.

 

   Desde ese punto se veía la ciudad en toda su majestad. Un valle oscuro golpeado por ventiscas claras, adornado con bosques de coníferas en la periferia y decenas de cabañas en sus calles casi desiertas. Era la llanura Ida, el centro de Sinigrado, y uno de los pueblos más pobres de Europa.

   Pudo ver un enorme lago casi congelado al oeste, con pequeños icebergs blancos como islas flotantes. Pero nadie pescaba allí, pues nada podía sobrevivir bajo esas aguas tan frías. Al este también se vislumbraba lo que parecía ser un volcán, pero no estaba seguro.

   Y entre el lago y el mar furioso, bajo el cielo nuboso que ocultaba el sol, se encontraba una gran montaña gris, rocosa, cubierta de nieve y erosionada en su base por los fríos vientos, más allá del valle Ida. Y en su cumbre, cerca del cielo, un majestuoso palacio por encima de las ruinas de gloria del pasado. Alcanzaba a divisar puentes y torreones, altísimos muros de colores granates y marrones. Y aún más arriba, una figura gigantesca y humanoide, una estatua negra oscurecida por la sombra del castillo.

   Era el palacio Valhalla, donde Hyoga debía estar ya.

   —¿Qué noticias tenemos? —preguntó.

   —Lo siento, señor Milo, su teléfono está fuera de servicio —contestó Gliese, intentado mantener su celular quieto en su oído—. No se ha reportado todavía.

   —Q-q-quizás f-fue atrapado p-p-por los Marinas —aventuró Ichi, sobándose las manos una contra otra para darse calor.

   —No, no creo, no he visto movimientos de nuestro enemigo. Sin embargo, puede que los asgardianos tengan algo que ver con esto.

   —¿No son nuestros aliados? Por eso Hyoga vino en primer lugar, ¿no?

   —No lo sé, ¡pero yo sabía que no debía adelantarse!

 

   El país de Asgard, tal como dijo Gliese, era un antiguo aliado del Santuario. A pesar de venerar a un dios distinto como Odín, siempre hubo buenas relaciones entre ambos gobiernos, e incluso lucharon juntos en alguna que otra Guerra Santa en el pasado. Su ejército tenía grandes soldados, los Guerreros Azules, escogidos directamente por Odín a través de un sacerdote.

   Sin embargo, unos dos años atrás, un nuevo gobernante subió al trono y cortó toda relación con Atenas. No le daría importancia si no fuera porque Asgard era vital en cuanto a la lucha contra Poseidón que había surgido. Después de la última batalla entre el Emperador de los Mares y Athena, él quedó prisionero en un ánfora sagrada que se guardó en lo más profundo del Valhalla, al cuidado de los asgardianos como signo de confianza, después de su apoyo en la contienda. Si Poseidón había sido liberado, Asgard debía saberlo, y era su misión averiguar por qué no habían informado nada.

   Pero cuando el Santuario anunció que visitarían ese país, la respuesta fue bastante antagónica, y el gobernante amenazó con tomar acciones hostiles contra los Santos que osaran acercarse al territorio asgardiano. ¿Por qué tanta negativa? Lo primero que se le ocurrió es que quizás estaban trabajando con los Marinas, por más que Muu y Aiolia recriminaron su forma de pensar.

   Por eso envió a Hyoga a averiguar en primer lugar, dado que había visitado Sinigrado en su niñez. Pero aún estaba débil…

   —¿Qué hacemos?

   —Avancemos —ordenó, comenzando a bajar por la pendiente nevada—. Si Hyoga está en problemas, es nuestro deber ayudarlo. Pero recuerden su misión: debemos averiguar por qué Asgard no informó sobre la liberación de Poseidón, y cuál es el estado de la prisión donde debería estar su alma.

   Así que se cubrieron con gruesas capas grises para ocultarse, y empezaron la carrera hacia el Valhalla. Tenía que mantenerse a ritmo con sus compañeros de Bronce, y con la tormenta, la nieve donde se enterraban, y las enormes Cajas de Pandora, estimó que les tomaría al menos un par de horas el llegar al castillo.

 

   Después de unos minutos, se detuvieron al pie de la costa junto al mar rebosante de hielo. El suelo de nieve cambió a roca, pero el frío seguía tan incontrolable como antes. Era necesario inspeccionar también el Mar Blanco, si es que algún Marina aparecía en los alrededores. A unos metros se erguía un puente de piedra muy largo, escalonado, sobre las aguas oscuras; llevaban hasta lo que parecía una mesa, quizás un pequeño altar cerca de los icebergs, sobre una roca.

Aparte de eso, solo veía mar bajo un cielo oscuro sin sol. Las aguas estaban calmas, quietas como la muerte.

   —¡Ya te disculpaste, déjalo! —dijo Gliese, detrás de él.

   —Pero n-n-no me has di-dicho, “estás d-disculpado” —rezongó Ichi, al borde de una gripe, acercándose cada vez más a la muchacha con movimientos sinuosos como los de una serpiente.

   —De acuerdo, estás disculpado… —la Santo de Tucán fingía observar el mar, pero sus ojos no lo engañaban. No miraba nada en particular, cualquier lugar que no fuera Hidra servía. Estaba enfadada, y no la culpaba por ello; sus habilidades eran útiles pero el muchacho era extraño.

   —N-n-no fuiste since-since… ¡Achís!

   —¡Por los dioses, estornuda para otra parte!

   En ese momento recordó que durante la guerra civil, Ichi de Hidra asesinó a uno de los compañeros de Gliese. Si no recordaba mal, el Santo de Boyero. Un amigo muerto, esas cosas sucedían en la guerra, pero eran humanos, y era difícil ocultar los sentimientos. No todos eran Camus.

   Por otro lado, ella no iba a vengarse tampoco, era una chica con principios, aparentemente. Sin embargo, de que había distancia entre los Santos de Bronce más viejos y los jóvenes que recorrieron la Elíptica, era evidente. Si alguien quería atacar el Santuario, era el momento más propicio.

   —Dicen que en Sinigrado hay m-m-muchos buenos ba-bares y ca-cantinas —tartamudeó Ichi, limpiándose la nariz, y sonriendo como un bufón. Milo no podía evitar que le hiciera gracia, era más interesante de observar que un mar silencioso como el que tenía enfrente—. Podríamos ir a c-c-conversar.

   —Dussel… —respondió ella, pero rápidamente se puso en guardia y pareció olvidar la conversación cuando sintió un cambio evidente en el flujo del Cosmos.

   —¡Hay a-a-alguien aquí! —Ichi la imitó, además sacándose la capucha. La Caja blanca relució como la nieve alrededor. Si lo que dijo Gliese significaba algo similar a idiota, no se equivocaba.

   Una presencia hostil. Unas, más precisamente.

   —¡¿Quién está ahí?! —gritó, intentando que sus palabras no se las llevara el viento norte.

   —Se pa disse boksene… —dijo alguien, detrás de una colina.

   —De er gresk —comentó uno más, que se asomó primero. Era grandote, llevaba una armadura negra que cubría casi todo el torso, por encima de una camisa de piel de oso, tal vez. Usaba hombreras redondas, brazales sencillos, y un cinturón de estilo vikingo, junto a un gran casco con largos cuernos de bisonte.

   El otro hizo lo mismo, y una decena más surgió de las sombras, todos con los ojos fijos en ellos, cargando puñales, lanzas y escudos de madera.

   —Nos reconocieron como Santos —tradujo Gliese, mirando a Ichi de reojo con acusación.

   —Son los s-soldados rasos de A-A-Asg… ¡Achís!

   —Diles esto: ¡venimos en busca de un compañero, un Santo como nosotros! ¿Lo han visto en alguna parte? —quería que quedara claro que antes de iniciar una pelea inútil, había intentado parlamentar.

   —Saints kan ike ga inn Asgard! —gritó uno con una larga lanza afilada. No necesitó que le dijeran que eso significaba “váyanse”.

   —¡Ichi, Gliese!

   —¡Sí!

   Y ambos Santos de Bronce se colocaron sus armaduras. La de ella, rojiza como cresta de gallo, con hombreras curvas y un yelmo con pico; el de él, gris y repleto de escamas por todos lados.

   Gliese liberó su Nube (Wolke), una humareda gaseosa que se expandió en un radio de varios metros rápidamente. Al interior de esa barrera era capaz de lanzar su Cosmos con una facilidad mayor.

   E Ichi sacó sus garras, pero fue lo suficientemente consciente de no liberar veneno por ellos. No querían iniciar una guerra contra Asgard matando soldados rasos…, al menos no todavía.

   —Ya sal, no sería para nada cortés que me atacaras por la espalda.

   —Je, je —rio un hombre que apareció a su izquierda, intentando sin éxito ocultar su Cosmos—. Dette blir moro.

   Era delgado, pero musculoso. Tenía piel morena, y cabello despeinado de tono plateado; con un rostro huesudo y ojos color cobalto. Llevaba una armadura azul oscuro que en vez de yelmo tenía una diadema parecida al rostro de una bestia, con cojos celestes en la frente; tenía un peto de una pieza desde las hombreras hasta el cinturón, desde donde caía un taparrabos de piel animal blanca; la misma decoraba los codos antes de los brazales, las rodillas de las robustas perneras, y una larga capa que llegaba hasta sus talones.

   De pronto, a una velocidad sorpresiva, sacó una espada desde una funda tras la capa. Era larga y brillante, una espada bastarda que desprendía chispas rojizas como ceniza. Tenía un gavilán en forma de cruz de oro, y una empuñadura negra, con joyas rojas incrustadas.

   —No vayas a cometer una estupidez —concentró su Cosmos en sus dedos para tornar sus uñas de escarlata—. No te acerques.

   —Je, je —rio otra vez. El hombre alzó la espada, pero no parecía tener intenciones de avanzar hacia él. La colocó con el filo hacia abajo, y la incrustó con fuerza en la roca.

   La tormenta de nieve arreció con mucha más fuerza, y cuando el extraño arrastró la espada incrustada hacia adelante, una llamarada salió desde el interior de la piedra. Llamas que no pensó vería en la tierra de Asgard, que entregaron calor y formaron una línea recta en la fisura que se abrió hacia él. Cuando trató de esquivarlo, un pie se le quedó estancado en la nieve, y no le quedó de otra que extender su Cosmos y formar una barrera para protegerse.

   «¿Qué demonios pasa con estas llamas?». No se acababan, continuaban machacando la barrera de Cosmos que había creado, y pronto comenzaron a consumir sus ropas. Su chaqueta de cuero se hizo cenizas rápidamente, aunque al menos ya no tenía frío. «Es fuerte, lo subestimé».

   —¡Señor Milo! —gritó Gliese, pero no tenían por qué preocuparse.

   —¡Scorpius! —llamó Milo.

   Y el Manto Sagrado de Oro salió de su jaula, se separó y cubrió su cuerpo con su brillo incandescente y su cándida energía dorada. El enemigo abrió los ojos, sorprendido, pero rápidamente volvió a su sonrisa confiada habitual.

   La nieve en sus pies se derritió y logró escapar de la llamarada producida por la espada bastarda. Lanzó tres Agujas Carmesí para amedrentar al enemigo, pero sorprendentemente se deshicieron a centímetros de la espada que usó como escudo esta vez.

   —¡¿Qué?!

   —¡Ja, ja, ja, dette er Muspells!

   Ya estaba detestando su risa. Corrió hacia el enemigo mientras la tormenta se hacía cada vez más lenta. Reaccionó bien, moviendo instintivamente la espada de manera horizontal, pero la esquivó y atravesó su armadura tres veces con su Aguja Escarlata. Su grito fue corto, pero notoriamente doloroso.

   —¿Cuántas más quieres? —preguntó al voltearse, preparando la otra mano.

   —Dritt! —el espadachín se levantó tambaleándose, y encendió su Cosmos. Se estaba incrementando, y de pronto el sable empezó a rodearse de flamas.

   —Stoppe, Ullr! —exclamó alguien.

 

   Una hermosa y lujosa carreta cargada por caballos blancos apareció por el oeste, bordeando la bahía. No se hubiera detenido de no ser por el alucinante Cosmos que provenía de la carroza.

   El cochero, que había paralizado al tal Ullr, vestía una larga túnica plateada atada a la cintura con un cinturón negro adornado con una gema dorada; encima llevaba una capa blanca con hombreras azules. Se veía extremadamente alto, tenía cabello rubio y corto, con cejas tupidas sobre un par de ojos verdes; era de tez blanca y rostro redondeado.

   Sin embargo, el Cosmos gigantesco no venía de él.

   —Men, herr Freyr… —dijo Ullr con evidente cara de queja.

El hombre alto bajó de la carroza, y avanzó imponentemente hacia Ullr. Los soldados rasos retrocedieron y desaparecieron tras las colinas de nieve. Las puertas de la carreta se abrieron, y un aura magnánima surgió de un zapato como de cristal que se asomó tras la rueda, y una mano blanca como el marfil.

   —Gar du, Ullr —dijo una mujer que, por un instante, se vio idéntica a la diosa Athena. Hasta estuvo a punto de arrodillarse ante ella, antes de darse cuenta que su cabello era plateado, no castaño, y mucho más liso; que era más alta, de piel más nívea, y de ojos violeta, no verdes. Tenía labios de un rosa pálido, y de sus orejas colgaban pendientes plateados. Vestía con una túnica de seda similar a la del hombre, pero de color celeste, con un collar ancho de oro sobre los hombros, con un rubí en el centro.

   —Le pidió cortésmente que se largara al muy imbécil —tradujo Gliese, quien venía sin un solo rasguño. Ichi también se acercó, parecía haber entrado en calor.

   —Ja, lady Hilda —dijo Ullr, y de un salto se esfumó en la humareda de la Nube generada por Tucán que aún no cesaba.

Ahora sí parecía momento de parlamentar. Le pidió otra vez a Gliese su asistencia con el idioma.

   —Lamento que haya sucedido esto, pero…

   —No se preocupe, Santo de Athena —intervino la dama llamada Hilda, con una sonrisa tan dulce que competiría fácilmente con su diosa, y en un perfecto griego que paralizó a Tucana—. Somos nosotros quienes lamentamos este breve incidente, espero que podamos olvidarlo.

   La dama hizo una elegante reverencia y puso los ojos en el altar sobre la roca en el mar. El hombre alto se acercó.

   —¿Vas ya, hermana?

   —Sí, Freyr. Lleva a nuestros invitados al Valhalla, debe haber un motivo muy importante para que estén aquí. Volveré en una hora o dos.

Y así, sin más, la dama avanzó lenta y graciosamente hacia el puente al este.

   —¿A dónde…?

   —Por favor, suban las armaduras a la carroza y acompáñenme —invitó Freyr con cortesía, y ninguno de los dos chicos de Bronce dudó. Milo sí, pero al final se estaba dando la situación que buscaba, así que decidió acompañarlo. Subió junto a él en la silla del cochero, y se puso unas mantas para reemplazar la ropa rota.

 

16:05 p.m.

   Se adentraron en la zona residencial de Sinigrado, aunque poca gente pudo vislumbrar; todos vestidos con ropas humildes, algunas mantas de piel y prendas de lana. Pensó en criticarlo al único de la nobleza presente, pero para su sorpresa, Freyr tenía un rostro disgustado, avergonzado y apenado al mirar la pobreza afuera. ¿Por qué no hacía nada para remediarlo, entonces?

   Los caballos no parecían sentir el frío, cabalgaban a paso firme sin vacilar un segundo, eran robustos y mansos. Entrenados. Guiaban dócilmente el carruaje en dirección a la imponente montaña de fondo, cuya cima en la forma de un castillo y una gigantesca estatua sombría tocaban el cielo gris.

   —Seré directo —comenzó después de media hora en completo silencio—. Vine aquí para cumplir una misión del Santuario, pero no a buscar pelear.

   El joven le sonrió de vuelta, con gentileza y sosiego. No aparentaba más de dieciséis o diecisiete años.

   —Como mi hermana dijo, lamentamos de verdad el incidente. Él era Ullr de Surtr, uno de nuestros mejores Guerreros Azules, capaz de generar llamas con su espada de Muspell; pero solo cumplía las órdenes de mi padre, no era nada personal contra ustedes.

   —¿Tu padre?

   —El gobernante de Asgard, Drbal de Heimdall. Sé que cortó relaciones con el Santuario de Atenas, pero no por eso tenemos que ser hostiles entre nosotros.

   —Créeme, a mí poco me importa el asunto de política entre el Santuario y Sinigrado, pero esta es una situación crítica; ustedes son los guardianes del sello de Poseidón, pero el dios se está liberando poco a poco.

   —¡¿Poseidón?! —dijo el joven, alarmado como si nunca hubiera escuchado el nombre—. ¿El dios griego de los océanos?

   —Pues… sí. El que está sellado aquí en Asgard —«¿Qué rayos…?—. Se está escapando, y si lo logra, pondrá bajo el agua toda la Tierra. ¿No se han sentido sus temblores aquí?

   —No ha habido tal cosa, lo siento —de repente, mostró una expresión de desconfianza obvia—. Pero yo soy uno de los sacerdotes de Sinigrado, de los que eligen a los Guerreros Azules y rezan por el bienestar de nuestro país. ¿Cómo es que nunca supe de tal situación?

   —Quizás es información que solo se le da al gobernante —intervino Gliese, desde el interior del coche. Tenía un pie enterrado en el cuello de Ichi, a quien se le notaba la marca de una mano abierta en la mejilla y parecía inconsciente—. A tu padre, ¿no?

   —En realidad es nuestro padrastro, milady, pero estoy seguro que al menos esto nos hubiera dicho, si fuera verdad —miró nuevamente a la gente, un par de leñadores llegaban con madera desde un bosque de coníferas al norte—. Creo que lo mejor será hablar con él, dudo que los expulse después de notar su urgencia.

   —Hay otra situación. Uno de nuestros compañeros se adelantó, pero no se ha reportado.

   —¿Un espía?

   «¡Pero qué pregunta! Bueno…, sí».

   —Alguien que no gusta de trabajar en equipo —mintió para evitar una confrontación probable—. Me pregunto si lo habrán confundido con un enemigo.

   —¿Es un Santo como ustedes? —Freyr esperó a que asintiera—. Siendo así, yo lo sabría.

   —Es un chiquillo rubio, sin emociones —intervino Ichi, asomándose por encima de una iracunda Gliese—. Viste una armadura blanca, de pato.

   —Lo siento, de verdad no he sabido nada de alguien así. El líder de los Guerreros Azules, Loki de Fenrir, tiene una actitud irrespetuosa y arrogante, pero siempre me informa de…

 

   Crac.

 

   La nieve cubrió sus ojos, y un estruendo resonó en sus tímpanos.

   Un crujido fue seguido por el relincho desesperado de los caballos, y la carroza se tambaleó poco después.

Gliese destruyó los muros, tomó a Freyr y saltó fuera de la carreta, junto con ellos. Afuera habían desaparecido las casas, la gente y los árboles. Se oyeron ladridos de perros pero no pudo divisar ninguno de ellos.

 

   Encendió su Cosmos para iluminar el entorno, y se quitó la insoportable nieve del rostro. Un hombre con armadura púrpura, acompañado de un séquito de hombres-peces, estaba frente a ellos mezclado con la bruma. Aún tenía poder para desatar una tormenta mucho peor, que le hizo perder por completo tanto el suelo como el sentido de orientación.

 

 

 

 

 

 

Y aquí un pequeño mapa de Sinigrado, Asgard, para guiarse. No recuerdo de dónde lo saqué, lo siento.

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Publicado 10 julio 2015 - 17:58

¿Hay más rangos en el ejército de Poseidón? ¿En serio?

 

Jooooooooooo, yo todavía por donde Shiryu tiene un flashback en el que Roshi le explica qué es el Dragón Celestial.

 

Me queda muuuuuuuuuucho para llegar a don Pose y eso que leo todos los días.

 

 

Cuando termine el arco del Santuario haré mi review sobre cada personaje... Que hay muuuuuuuucha tela que cortar. Tu amado Dolly me ha dejado a cuadros escoceses.


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Publicado 10 julio 2015 - 21:28

me pregunto si los caballeros llegaran al palacio de  Warujara  Jajaja

 

   —Dicen que en Sinigrado hay m-m-muchos buenos ba-bares y ca-cantinas —tartamudeó Ichi,

 

 

Jajaja ese ichi queriendo imitar al heroico

 

 

 

No se supone que los guerreros azules son guerreros de  bluegard  y no de asgard

 

 

 

 

 

me parecio un capitulo aceptable


Editado por T-800, 12 julio 2015 - 07:14 .

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Publicado 19 julio 2015 - 16:49

1. PDF

2. Reviews

3. Nuevo capítulo

 

1. Muy bien, me tardé un poco más de la cuenta, pero fue porque estaba terminando otra cosa. FINALMENTE está listo el PDF del primer volumen de Mito del Santuario, llamado "Fantasía del Soldado" con mi seudónimo artístico (lol) Lyra, que narra desde el intento de asesinato a Saori hasta su regreso al Santuario junto a Seiya, Shun y Hyoga.

 

MITO DEL SANTUARIO - I - PDF

https://mega.co.nz/#!9IpAFQIJ!UvrRLSccC7_27K1RYFXLMKEUP6W9wRo-mp9VMUxMhu0

 

Está totalmente corregido, agregué algunas cosas, varios detalles más, revisé las muuuultiples faltas de ortografía y gramática (gracias por todos los consejos, Killcrom), prácticamente me la pasé en páginas de la RAE... y aún así deben quedarme hartos detallitos que espero (y es la idea de esto, en todo caso) ir mejorando con el tiempo.

Lo voy a dejar en el primer post también.

 

Así que eso. Ojalá vean la versión final de los primeros 41 capítulos y den su opinión del mismo también :D

 

 

2. Ahora los reviews.

 

¿Hay más rangos en el ejército de Poseidón? ¿En serio?

 

Jooooooooooo, yo todavía por donde Shiryu tiene un flashback en el que Roshi le explica qué es el Dragón Celestial.

 

Me queda muuuuuuuuuucho para llegar a don Pose y eso que leo todos los días.

 

 

Cuando termine el arco del Santuario haré mi review sobre cada personaje... Que hay muuuuuuuucha tela que cortar. Tu amado Dolly me ha dejado a cuadros escoceses.

Sí, era totalmente necesario tener más rangos, no de puede dejar a uno de los tres grandes Olimpicos así. Es como si los tres grandes de DC Comics fueran un superhombre con todos los poderes del universo, una supermujer indestructible experta en la guerra y el último fuera un tipo X vestido de murciélago...

 

En fin, me alegra que sigas leyendo, espero ansioso tus reviews. Y hablando de cuadrados, los escoceses son los mejores, así que ojalá los pueda leer pronto xD

 

 

me pregunto si los caballeros llegaran al palacio de  Warujara  Jajaja

 

   —Dicen que en Sinigrado hay m-m-muchos buenos ba-bares y ca-cantinas —tartamudeó Ichi,

 

 

Jajaja ese ichi queriendo imitar al heroico

 

No se supone que los guerreros azules son guerreros de  bluegard  y no de asgard

 

me parecio un capitulo aceptable

Gracias como siempre :D

Pero dime, ¿quién no querría imitar al heroico? Ichi solo hace lo más lógico, jaja

 

Sobre los Guerreros Azules, esto fue algo que discutí con algunos muuuuuuuuuuuchas páginas atrás. ¿Qué hacer después de las 12 casas y antes de Pose? Al final decidí hacer estas misiones, pero me sentí en la necesidad de meter o al Bluegrad del manga o al Asgard del animé. Opté por mezclarlos, la base principal sería el Asgard animado PERO EL DE LA PELÍCULA, si bien contiene personajes del animé. De todas maneras como este fic toma principalmente el manga, decidí mantener el nombre de Bluegrad como la capital de Asgard, además que también es el que usa el Canvas con el evento de Kardia y Degel, al cual se hará referencia durante estos cuatro capítulos.

Ahora, ¿por qué Guerreros Azules? Porque me parece un mejor nombre, porque sus armaduras son todas de ese color en distintos tonos, y porque "God Warriors" me parece demasiado arrogante jaja Pero son básicamente lo mismo aquí.

 

 

3. El nuevo capítulo.

HYOGA I

 

16:20 p.m. del 2 de Enero de 2014.

  —¿Qué demonios intentas hacer, Hyoga? ¿Te volviste loco? Volverte un Santo solo para ver a tu madre otra vez…

  —No me detendrás, Isaak.

  —¿Acaso en todos estos años no has aprendido nada lo que Camus, nuestro maestro nos ha enseñado? ¡Sigues teniendo esas inútiles emociones! Un debilucho como tú nunca podrá volverse un Santo.

  —He deseado volver a verla todo este tiempo, ni siquiera mi maestro podrá detenerme, ¿está claro?

  —¡Entonces yo mismo tendré que matarte, Hyoga!

 

  —Hyoga… ¡Hyoga!

  «¿Quién me llama? Suena familiar…»

  Había un olor nauseabundo en el ambiente, y aparte de la voz, parecía haber ratas cerca, las oía mordisquear algo. Le dolían mucho los brazos.

  —¡Hyoga, despierta!

  «¿Isaak? No, es una mujer. ¿Mamá?»

  Abrió los ojos. Todo estaba borroso, como si estuviera mirando a través de una cascada. Al frente parecía haber una mujer con un largo vestido blanco, le llamaba a viva voz.

  —¡Hyoga! ¿Estás bien?

  «¿Saori?»

  Pero la chica frente a él, aunque se parecía, no era la reencarnación de la diosa Athena. Era de baja estatura y rostro redondeado, con pómulos circulares y sonrosados; tenía ondulado cabello rubio que caía en bucles por su espalda y sobre los hombros, adornado con un cintillo púrpura con orejeras. Era de tez blanca, y tenía grandes ojos de un hermoso color turquesa, entre verde y celeste; labios rosa y una nariz respingada. Vestía con un largo vestido blanco con detalles azules en las mangas y parte superior del pecho.

  —Tú…

  —Hyoga, sabía que eras tú, me alegro tanto que estés bien —dijo la chica, dueña de una sonrisa tierna y bella.

  —Eres… ¡Freyja!

  Llegaron a Hyoga recuerdos de un pasado lejano, cuando era niño y aún vivía con su madre en una mansión de las heladas tierras al este de Siberia. Como parte del gobierno ruso, Natassia hacía constantes visitas a los pueblos amigos, así como a los países vecinos con los que buscaba la paz.

  La acompañó en uno de los viajes a Sinigrado, unos meses o un año antes de su fallecimiento, y allí conoció a los tres hijos del benevolente gobernante de Asgard: la mayor, Hilda, tan hermosa y sabia como su madre a pesar de su edad; y los gemelos Freyr y Freyja, que jugaron con él en los bosques de los alrededores y los pasillos del palacio. Ella en particular fue una muy buena amiga, o una de las pocas que tuvo, en realidad; le envió a Hyoga una carta de condolencias una semana después del accidente de su madre.

 

  Y nuevamente estaba junto a ella, la reconocía a pesar de cuánto había crecido. Además, desde el momento en que puso un pie en Asgard supo que podría encontrarse con ella en cualquier momento. Sin embargo, no esperaba que fuera en esas condiciones.

Tenía los brazos atados con gruesos grilletes de hierro, cuyas cadenas estaban incrustadas en el muro detrás. Se hallaba en una mazmorra, gris, llena de polvo y hielo, después de sufrir la emboscada de los Guerreros Azules.

Sentía frío.

  —¿Cómo me encontraste?

  —Te vi desde la ventana de la torre —explicó la muchacha, arrodillándose frente a él—. Todas las mañanas, Loki llega al palacio con los que toma prisioneros durante la noche, encadenados entre sí, para encerrarlos aquí; normalmente no me gusta ver eso, pero hoy lo hice y me pareció reconocerte entre ellos, arrastrado inconsciente por los guardias.

  —¿Me reconociste desde esa distancia?

  —No me olvidaría de alguien como tú, Hyoga. Pero no entiendo nada, ¿qué haces aquí?

  —Pues…, verás… —¿Cómo empezar? ¿“Soy un Santo de Athena enviado desde el Santuario para espiar al gobernante de Asgard”?

  —No te molestes tanto, sé quién eres, mas no sé qué haces aquí. —Al notar su rostro de confusión, procedió a explicar—. Mi madre recibió noticias hace un par de años de que te estabas entrenando para ser un Santo de Athena, renunciando a la herencia de tu familia. ¿Acaso el Santuario te envió aquí?

  —Sí. —Decidió ser directo. No había tiempo que perder, y tenía que reportarse lo más pronto posible con Milo—. Freyja, necesito hablar con tu padre, un mal ha despertado en este mundo y se ha originado aquí en Sinigrado.

  —¿Qué?

  Se oyeron pasos afuera. Pasos rápidos, múltiples y acompasados, los típicos de un ejército que se acerca. También algunos gritos se proyectaron por los muros de piedra y escaparon por la única ventana de la cárcel.

  —¡Me atraparon! —exclamó Freyja, quien sostenía una llave de hierro en la mano que no había notado antes.

  —¿Acaso te robaste eso? —la verdad es que le sorprendía la destreza y la astucia de su vieja amiga, pero también le iba a causar problemas.

  —Conozco este palacio como la palma de mi mano, Hyoga, pero no lo hubiera hecho de no ser porque eras tú —la chica se puso de pie, alarmada, cuando los guardias comenzaron a golpear la gruesa puerta blindada de la prisión—. Pero si vienes a iniciar una guerra…

  Aunque le daba la espalda, pudo notar el rostro afligido y nervioso de la muchacha, quizás incluso decepcionada; sus ojos llorosos y sus labios temblorosos. Ella había venido a liberarlo, y lo había despertado. No iba a defraudarla.

  —¡Señorita Freyja, salga de ahí, por favor!

  —¡Es muy peligroso, salga!

  —¡No haga enfadar más a su padre, señorita Freyja!

  Vaya, eran bastantes, y se oían enfurecidos. Pero no estaban desesperados por tener a la princesa de Sinigrado en una prisión, sino porque estaban con él. Sabían que era un Santo de Athena, y lo que podía hacer si lo despertaban.

  —Parece que estás en problemas.

  —Ambos lo estaremos si logran entrar. Ya me he rebelado mucho contra Padre, esta vez no lo aguantará; he ayudado a uno de sus enemigos.

  Los estruendos se hicieron más fuertes, estaban forzando la puerta y la golpeaban con algún objeto pesado.

  —Bien, te ayudaré con esto, entonces. —La pelea que había tenido en las montañas no lo había debilitado demasiado físicamente. Había podido con el líder de los Guerreros Azules y sus soldados, pero fue ese Marina quien lo durmió con un solo golpe bien dado por sorpresa en el cuello.

  Eso significaba que aún tenía la mayoría de sus energías. Congeló los dos grilletes de sus muñecas y luego tiró de ellos. Se deshicieron fácilmente en el piso como polvo de nieve.

  —I-increíble…

  —Es hora de irnos, pasaremos a través de ellos, así que ponte detrás de mí y no te retrases. —Le costó ponerse de pie, pero lo logró. Se ubicó delante de ella y encendió su Cosmos para enfrentar lo que viniese.

  Pero no esperó ver eso.

 

  Primero oyó una explosión, y el instinto le hizo voltearse para proteger a Freyja de los misiles que se avecinarían. La puerta se hizo pedazos al igual que gran parte del muro, y un temblor ruidoso hizo tambalear el piso de piedra; el viento congelado se hizo paso con mayor fuerza a través del aire como una tormenta que le hizo erizar la piel.

  —Oh, no… —escuchó decir a Freyja, entre sus brazos. Miró hacia atrás para ver de quién provenía ese Cosmos tan agresivo.

  El monstruo que apareció por el boquete en la pared era un gigante tan alto como Aldebarán, robusto y musculoso, con un rostro cuadrado de rasgos duros y experimentados. Tenía cabello blanco y una barba gris y enmarañada que colgaba de su barbilla; ojos negros poco visibles bajo el gran yelmo cornudo. Su armadura, llamada Ropaje Azul (Blue Robe) era de un tono azul purpúreo, y llevaba un peto integral que iba desde el cuello hasta las caderas, adornado con joyas rojas; un par de hombreras dobles superpuestas; gruesas protecciones cuadradas para los brazos y codos, piernas y pies; y un enorme cinturón con hebilla circular del que caía una falda seccionada cubierta por piel de animal, de la que colgaban dos filosas armas curvas, como búmeran.

  —Detrás de mí, señorita Freyja, no debe salir lastimada.

  —Es Rung de Thrym, uno de los Guerreros Azules más fuertes —explicó la muchacha, con notorio miedo en la voz.

  —Oye, soy el Santo de Cisne, Hyoga, llévame con el gobernante de Asgard.

  —¿Llevarte con el señor Drbal? ¡No me hagas reír!

  —¿Drbal?

  Ese no era el nombre del padre de Freyja, pero tampoco era nadie que conociera de su familia. El gobierno de Asgard recaía en la herencia, ¿entonces qué había sucedido?

  —¡No quiero más peleas, Rung! —Freyja se ubicó delante de Hyoga y abrió los brazos en señal de protección—. Por favor, di a Padre que Hyoga viene en paz, solo tiene algunas preguntas que conciernen el bienestar de todo el mundo.

  —Con todo respeto, señorita, usted no me da órdenes, pero el señor Drbal sí. Y la orden es acabar con todos los Santos que han venido del Santuario.

  Vio el ademán que había presenciado tantas veces en el pasado, el de aquel que cumplirá con sus órdenes sin importar quién esté enfrente. Rung alzó una mano y disparó una ráfaga de Cosmos tan potente que destruyó el muro de la prisión que tenía detrás. Pero la energía que Camus de Acuario ayudó a perfeccionar a cambio de su vida los protegió del ataque.

  Hyoga saltó junto a Freyja hacia el cielo grisáceo y la tormenta de nieve que golpeaba las rocas de la montaña. La chica cerró los ojos y lo abrazó fuertemente, pero no intentó soltarse. Tal como recordaba, la cárcel estaba en una de las torres.

  Arriba, Rung también saltó y descendió como una estrella fugaz. Pero eso sería su perdición, era un objetivo perfecto. Aterrizó en una pendiente a medio camino de la montaña, y allí dejó a su amiga, quien se aferró con fuerza al muro para no ser derribada por el viento.

  —Hyoga…

  —¡Quédate ahí y no te muevas por nada!

  Desde allí podía verse el esplendor de Sinigrado: los bosques, las montañas, el lago, el volcán y el mar, pero sus ojos quedaron fijos en su oponente que bajaba a toda velocidad; y su Cosmos en el puño derecho que arqueó hacia atrás.

  Tornado Frío.

  No importa qué tan ágil, veloz o flexible seas, es básicamente imposible esquivar un ataque ascendente cuando vas en caída libre. Así que el Guerrero Azul fue atrapado por su ventisca vertical, azotado por los vientos rusos que imitaba su Cosmos; las estrellas de la constelación guardiana que no podía ver en ni Grecia ni en Japón, brillaron y le dieron fuerzas. Todo se cubrió de nieve y hielo, el cuerpo de Rung se perdió de vista.

  —Bien, vámonos. —Tomó su mano. Estaba fría, pero desprendía confianza.

  —Hyoga, si lo que dices es verdad, entonces las sospechas de mi hermana son ciertas: Padre quiere iniciar una guerra contra el Santuario.

  —¿Tu hermana Hilda?

  —Deberíamos ir con ella, debe estar en…

  Pero Freyja se interrumpió con un grito aterrado, y él sintió el agudo dolor y el cálido toque de la sangre en su cuerpo. Su propia sangre, fruto de un búmeran enterrado en su pecho, cerca de su hombro izquierdo.

  —¡Qué demonios…! —Fue preciso, muy cerca del ataque recibió por horas atrás por sorpresa. Se la quitó y la lanzó lejos.

  —¡¡¡Es Rung!!! —-aclamó Freyja.

  Miró hacia arriba y se encontró con el Guerrero Azul, intacto a pesar de recibir su Tornado Frío, atravesando la cortina de nieve. Antes de que destruyera la superficie donde estaban. Hyoga saltó nuevamente con Freyja, dispuesto a caer donde fuera lejos de ese hombre tan fuerte.

  «O quizás yo estoy débil».

  —Señorita Freyja, ¡será considerada traidora ante los ojos de Odín y de su padre el señor Drbal! —Thrym arrojó con mucha potencia el búmeran restante de su cinturón, y Hyoga lo esquivó con lo justo para que solo le arrancara algunos cabellos. El proyectil se perdió en dirección este, pero como esperaba, se devolvió girando después de unos metros.

  —Escaparemos, tranquila. —Encendió su Cosmos. A diferencia del de sus compañeros, no generaba calor, sino que frío. No molestó a la muchacha, quien cerró los ojos nuevamente mientras descendían por la cuesta.

  Con un Polvo de Diamantes se sacó de encima el proyectil que venía hacia ellos, y luego generó una Tierra de Cristal sobre las rocas. Las agujas heladas brotaron como piedras azules, una serie de picos helados en el camino de Rung, quien chocó escandalosamente con algunas.

***

 

17:40 p.m.

  Abrigados con mantas que Freyja recibió de una pareja de ancianos en las inmediaciones del castillo, lograron escapar. A esa hora ya nadie andaba por las calles, y después de un rodeo, regresaron al castillo por la puerta principal. Si los buscaban, ese sería el lugar menos probable. No tardaron en tomar rumbo a la biblioteca, Hilda debería haber vuelto ya del mar donde le rezaba a Odín por el bienestar de su pueblo, para evitar el descongelamiento de los hielos y rogar por un sol más ardiente y constante. Era la principal de las sacerdotisas de Sinigrado, y el pueblo la adoraba, la proponía como gobernante en lugar de Drbal.

  Freyja le relató que después de la muerte de su padre, su madre se casó con un buen hombre, el líder de los Guerreros Azules, Drbal de Heimdall. Parecía un buen padrastro, se comportaba bien con los tres y trataba con cortesía, amabilidad y un aparente amor a su mujer, pero cuando ella murió (dejándolo como regente de forma automática), decidió cortar relaciones con el Santuario bajo la premisa de que buscaban atacarlo. Sus hermanos Freyr e Hilda sospecharon que Loki de Fenrir, el nuevo líder, manipulaba a Drbal para que organizara una invasión a las tierras griegas para darle a su pueblo un mundo lleno de luz y calor, pero su hermana ya estaba llegando a pensar que Loki no era la mente maestra detrás del asunto, y que su padrastro era el mismísimo culpable, aunque Freyja admitió que le costaba creerse eso.

  Ingresaron junto a los criados del castillo que venían de buscar madera. Tuvo que cortar unos cuantos árboles para que fuera convincente, y lograron adentrarse en las entrañas del Valhalla, lentamente para no abrir las heridas que se habían causado con tanto ajetreo. Cruzaron un largo puente levadizo de piedra, y después un pasillo cubierto de nieve lleno de columnas negras, al pasar por los portones de hierro. En una curva, gracias a los conocimientos del castillo, Freyja lo guio detrás de una cortina donde se ocultaron mientras los guardias terminaban de llevar a los aldeanos, y así pudieron escabullirse en la parte baja del palacio, donde estaba la biblioteca de la que su madre decía que contenía todo el conocimiento del mundo.

  —¿Estás segura que estará aquí?

  —Es posible, a veces tarda más en sus rezos, pero ya van a ser las seis. Ojalá Hilda ya este aquí.

  Hyoga verificó la hora por instinto en su teléfono, pero estaba destrozado y congelado. Quizás tenía algunas llamas perdidas de Gliese, pero si todo resultaba bien, se encontraría con ellos más adelante. Por el contrario, el dolor en su pecho no disminuía ni un poco, esos búmeran no eran cualquier cosa.

 

  Cruzaron un puente largo al aire libre entre los macizos muros del palacio, donde la tormenta no arreciaba y el cielo seguía tan oscuro como siempre. Se tuvo que detener cuando contempló algo que se había perdido en sus recuerdos, pero que no redujo su impacto.

  —¿Hyoga? —preguntó Freyja adelantándolo por primera vez.

  —Había olvidado eso…La estatua.

  Hacia arriba, más allá del sinfín de habitaciones del Valhalla, sus patios, almenas y torres estaba la gigantesca estatua del dios protector de Asgard. Odín. Así como la de Athena en la cima de la Elíptica, la de Odín estaba en lo más alto del reino, velando por su gente.

  Tenía unos ochenta metros, pero el vikingo se veía tan imponente como si midiera unos mil, o fuera como aquella estatua que desafiaba las leyes de la física en la punta del Santuario. Esculpida en la montaña más allá del patio de oración, lo representaba con larga barba blanca y sencillos vestidos de batalla vikingos. Un casco alado cubría su cabeza, y estaba de pie sobre un barco de remos de piedra; portaba un cinturón gigantesco que parecía de oro, una impresionante espada en la mano derecha apuntando hacia abajo, rodeada por un aura semitransparente que no escapó a sus ojos; y un escudo redondo en la izquierda, con el borde hacia atrás.

  —La espada es Balmung —dijo Freyja al notar su mirada—, se dice que solo el elegido por Odín podría despertar a la verdadera hoja de las entrañas de Asgard y usarla contra el mal. Pero dices que Padre usa a nuestro dios como excusa para intentar llevarnos a un mundo de luz por medio de la guerra. ¿Crees que el fin justifica un medio así? —le preguntó con voz triste.

  —Los grandes poderes siempre usan a los dioses para manipular las mentes de las personas —respondió, recordando el gobierno de Saga de Géminis del que incluso él había sido víctima. Bajo la bandera de una falsa diosa Athena había intentado asesinar a sus compañeros, y en la guerra civil resultante tomó la vida de su propio instructor, aquel que fue como un padre.

  —Yo no creo en el poder de los dioses —dijo la muchacha, sorprendiéndolo de pronto—. A diferencia de Hilda y Freyr, creo que nosotros mismos tenemos el poder de gobernar y cambiar nuestro destino, o aceptar el que la naturaleza nos ha dado. Recuerdo que Drbal era un buen hombre hasta que mi madre murió, y fue quizás el peso del gobierno o la influencia divina la que lo llevó a ponerse así, si es que tienes razón…

  —O tal vez siempre los manipuló. Créeme, he visto eso antes. Por culpa de los dioses han ocurrido horribles calamidades.

  —Pero eres un Santo. ¿Por qué peleas por una diosa, entonces?

  —Porque uno tiene que hacer lo que tiene que hacer —respondió alguien más. Una mujer de cabellos como plata y ojos como azulejos. Estaba sola, al otro lado del puente, pero su Cosmos era tan grande que podía pertenecer fácilmente a varios guerreros juntos.

  —¡Hermana! —saludó Freyja, corriendo hacia ella con los brazos abiertos—. ¿Cómo nos encontraste?

Hilda, la heredera del Valhalla, sacerdotisa de Odín, se veía tan elegante y llena de serenidad y calma como en el pasado, pero mucho mayor, claro. Calculó que debía tener unos veintiún años, aproximadamente. Pudo reconocerla con cierta facilidad, pero no parecía ocurrir lo mismo a la inversa.

  La mujer vestida de blanco clavó sus ojos juiciosos sobre Hyoga sin dar respuesta a la pregunta de su hermana menor.

  —Otro Santo de Athena…

  —Hermana, es Hyoga, el hijo de Lady Natassia, ¿no lo recuerdas?

  —Sé quién es, pero me sigo preguntando por qué tienen la manía de entrar a nuestro país de esa forma —dijo Hilda sin un ápice de certidumbre en la voz—. Si fuera de otra manera, los recibiría mejor.

  —Es decir que conociste a Milo y los demás. ¿Dónde están? — reconoció que sentía dudas también. Podía confiar a Freyja, ¿pero qué tal si Hilda tenía los mismos deseos megalómanos de su padrastro? Porque era evidente que lo de tener un mundo de sol era una máscara; por algo habían cortado relaciones con el Santuario e intentaban asesinar a cualquiera que viniera de allí.

  —No sé dónde están, pues se fueron con Freyr. Sin embargo, no he sabido nada de mi hermano ni de ellos, así que no me culparás por desconfiar de esos hombres, en especial de aquel que vestía de oro. Quizás fui demasiado confiada con ellos.

  —El Santuario no desea ser enemigo de Asgard, pero necesitamos algunas respuestas en relación a Drbal, y su falta de aviso sobre un asunto importante con el que se había comprometido desde que se hizo representante de ese dios —dijo Hyoga, apuntando a la estatua con su dedo alzado. Hilda no desprendía un aura malévola, sino todo lo contrario, pero tampoco la convencería con palabras dulces.

  —¿Qué asunto?

  —Hyoga dice que un mal se ha liberado en la Tierra, y que su origen está aquí —intervino Freyja antes de que él explicara.

  —¿Un mal? —Por primera vez el semblante de la mujer se tornó levemente hacia la duda.

  «¿Quizás ella sabe algo? Pero no puedo arriesgarme tanto».

  —Un sello. Un sello importante en el corazón de Asgard se ha roto, y el gobernante de Sinigrado debió haberlo informado.

  —¡¿Qué?! —preguntó Hilda, visiblemente alarmada. A diferencia de Freyja, el frío y el viento no parecían afectarle, pero sí las noticias de Hyoga—. ¿El sello de Poseidón se ha roto?

  «Sí sabe».

  —¿Poseidón, el dios griego de los mares? No entiendo nada… Hyoga, por favor explícame. Hilda, ¿qué es lo ocurre?

  —¡Imposible! Si así fuera yo lo sabría, Padre me lo hubiera dicho —no sonó para nada convencida, sus ojos estaban muy abiertos y sus labios estaban torcidos en una mueca ligera de disgusto.

  —Así que sabes sobre Poseidón; entonces me gustaría que me hablaras del estado actual de su alma.

  —¿Alma? Por favor, dime qué ocurre, Hilda.

  —¿Buscas… destronar a Padre con esto?

  —No lo sé, ¿acaso es lo que deseas, tomar el gobierno?

  —No me interesa ninguna otra cosa más que la paz de la gente —dijo Hilda, y se oyó bastante convincente.

  —Si Drbal busca una guerra contra el Santuario, entonces haré lo que sea necesario para evitarlo.

  De repente, la mujer de cabellos plateados miró hacia adelante, más allá de Hyoga, quien también sintió el cambio brusco en el flujo del Cosmos. Había guardias cerca, y quizás uno de los Guerreros Azules.

  —Síganme, por favor.

  En eso sí se oyó totalmente segura, así que no dudó en ir tras ella junto con Freyja. No se sentía con energías, había tenido demasiados combates seguidos y sus músculos aún no respondían adecuadamente después de que se le enfriaran tanto en el Templo del Ánfora.

  Además, había perdido a Cygnus durante el combate con los hombres de Loki, el líder de los Guerreros Azules.

 

  Cruzaron dos salones perfectamente vacíos, con excepción de las estatuas de héroes y valkirias cerca de las columnas, y los dibujos de los mismos en las paredes. Luego bajaron por una larga escalera de caracol, en cuyo final se toparon con una pareja de soldados asgardianos. Hilda les dio una sola orden, y ninguno dijo una sola palabra. Tomó una antorcha de la muralla, y avanzó.

  «Tiene su propio grupo de soldados leales».

  —Lamento tantas preguntas, Hyoga, pero temía que Loki nos estuviera espiando. Al principio pensaba que él era la mente maestra detrás de todo esto, y se lo dije varias veces a mi padrastro, pero luego las cosas cambiaron. Él es capaz de ocultar su Cosmos a voluntad —dijo Hilda mientras los guiaba por un amplio salón de muros azules que parecían tener zafiros incrustados entre sus piedras.

  —¿Fue una prueba?

  —No pude hacer nada con tu compañero, el Santo de Oro, puesto que Ullr estaba cerca, pero ya no podía esperar más. Freyr ha desaparecido, y lo mismo tus amigos, y temo lo peor.

  Freyja tomó la mano de su hermana con una ternura indescriptible.

  —Y decidiste que no había nadie espiando cuando los guardias se acercaron al puente.

  —Así es.

  —¿Entonces no estás del lado de tu padrastro? ¿Buscas tomar el gobierno de Sinigrado en nombre de tus verdaderos padres?

  —Como dije, no me interesa ese trono si no es para darle una mejor vida a esta gente. Pero se ha vuelto muy difícil con todos esos hombres del mar cerca.

  —¡¿Hombres del mar?!

  Había una pequeña puerta de madera al otro lado de la sala, sin detalles particulares, como si fuera tan importante como la mesa en la esquina o las sillas de mimbre. Pero una extraña sensación lo invadía mientras más se acercaban allí.

  —Hace muchos años, el Santuario y Asgard repelieron juntos un intento de invasión de Poseidón, dios de los océanos, quien intentaba revivir la Atlántida, su antiguo reino que fue tragado por las aguas durante la primera Guerra Santa, y a cuyas ruinas se accede a través de un portal antiguo aquí en Asgard —dijo Hilda, cuya voz como relatora hacía parecer las palabras como imágenes reales de los sucesos en su mente—. Con su triunfo, y como señal de amistad, se decidió que los Guerreros Azules custodiarían el alma de Poseidón, que quedó encerrada en una jarra en el corazón de Sinigrado. Eso es algo que solo mis padres y yo sabíamos en esta generación, y luego Freyr y Freyja compartirían ese conocimiento cuando tuvieran la edad suficiente. Sin embargo, y aunque en este país no ha pasado nada, he escuchado reportes sobre una multitud de temblores alrededor del mundo, justo al tiempo en que hombres extraños empezaron a presentarse en las estancias de mi padrastro.

  —¿Marinas?

  —Hombres vestidos con lo que parecen ser escamas, armaduras azules pero diferentes a las nuestras, a pesar que Drbal intentó hacerlos pasar como Guerreros Azules; si ahora me dices que Poseidón se ha liberado, entonces debemos saberlo.

 

  Fue una visión extrañísima, parecida a la que sintió cuando descubrió que la inmensa montaña más allá del Reloj solo era hasta el Templo de los Gemelos, y que la Elíptica era prácticamente otra dimensión.

  Detrás de esa pequeña puerta de madera humilde, y después de girar una oxidada llave de acero, se hallaba un gigantesco precipicio circular, cuyos muros estaban cubiertos de una escalera de caracol y una serie de libros imposibles de contabilizar. Desde el techo imperceptible hasta la oscuridad del fondo, todo era libros de distintos tamaños, colores y estilos. La biblioteca que contenía todo el conocimiento del mundo no era aparentemente una metáfora.

  —I-impresionante —dijo Freyja, que parecía visitar el lugar por primera vez. Al mirar hacia abajo, se mareó y casi pierde el equilibrio si no hubiera encontrado su brazo a tiempo.

  —Solo yo tengo acceso a este lugar en particular, ya que mi madre jamás le dijo a Drbal su ubicación. Es aquí donde descansa el alma de Poseidón, en la parte baja de estas escaleras.

  —¿Qué hay allá abajo?

  —Una gran puerta, totalmente bloqueada desde hace doscientos años cuando dos Santos de Oro y uno de nuestros ancestros la cruzaron. Dicen las leyendas de estos mismos libros, que más allá se encuentra el imperio de un gran rey antiguo.

  —El pasaje a Atlantis… ¿aquí tan al norte?

  —El mundo es un lugar misterioso, Hyoga, con sus propios métodos para confundir a sus enemigos. A veces para ir a oriente debes pasar por occidente, y para llegar a las profundidades del mar, en un continente sureño perdido, debes atravesar las heladas tierras del norte. —Hilda sonrió por primera vez, con gentileza y sapiencia que poco tenían que ver con su edad—. Además, tiene sentido que en cualquier mar haya un pasaje al reino del dios del océano, ¿no te parece?

  Los tres comenzaron a descender por la escalera de caracol, aunque Hyoga y Freyja no pudieron evitar detenerse de vez en cuando para leer algunos de los títulos en esa inmensa biblioteca. Algunos no los comprendió, pero poca cosa importaba si se tenía en cuenta la sorpresa y el impacto de la situación.

 

  Al final de la larguísima escalera, que tardaron lo que parecieron ser días en recorrer, se hallaron ante la puerta rectangular que ocultaba los misterios de los mares, según las leyendas. Se veía gruesa y firme, como el blindaje en una bóveda de un banco, y lo suficientemente sellada como para reconocer que era obra de una presencia superior. El portón estaba decorada con un símbolo majestuoso e imponente, un tridente que marcaba el arma de Poseidón, aquel que controlaba los mares y los terremotos.

  Y delante de la puerta, una serie de ánforas y vasijas sobre pedestales de piedra negra, en hileras a ambos lados. Parecía decoración, pero obviamente no era el caso, según toda la información que tenían.

  —¿Una de estas?

  —Justo esta de aquí. —Hilda se adelantó y tomó una de las jarras entre sus manos. Era de color plateado, decorada con detalles florales tanto en la base como en las amplias orejas. En el centro se hallaba un corazón pintado de rojo, y sobre la tapa, una inscripción de letras griegas que parecía arañada con los dedos. En sí no se destacaba por sobre las demás, ni tampoco parecía menos cosa. Era un escondite perfecto, y en el momento en que Hyoga acercó su mano a la vasija, un escalofrío recorrió todo su cuerpo.

  —Hay un gran Cosmos cerca…

  —Sí, pero… —el nerviosismo en el tono de voz de Hilda era evidente, sus labios temblaban y sus ojos estaban llorosos ante la luz de la antorcha—, esto no es para nada el aura de un dios, no como mi madre me lo describió.

  —¿Qué dices?

  —¡Hilda, ¿qué haces?! —gritó Freyja, justo cuando Hilda levantó la tapa de la vasija. Ni siquiera Hyoga pudo detenerla, fue un movimiento sorpresivo.

  Se había liberado al dios Poseidón ante sus propios ojos…

 

  O al menos eso creyó. Aunque su Cosmos se encendió y se preparó para lo peor, la verdad es que nada ocurrió. Hilda lanzó la tapa al suelo, y ante el asombro de todos, se quebró como la porcelana común.

  —¿Qué pasó? ¿Dónde está ese tal Poseidón?

  —No está aquí. Esta no es la vasija, ¡es falsa!

  —¿Cómo que falsa? ¿No te habrás equivocado de vasija, Hilda?

  —Claro que no, tenía la misma inscripción: Athena en griego, pero es una imitación. ¡Es falsa! No debería poder haberla abierto con mis propias manos.

  —Pero hay un Cosmos proveniente de esta vasija, puedo sentirlo…

  —Probablemente proviene de este anillo. —Hilda dio vuelta el ánfora y dejó caer una sortija en sus manos, con un aro que parecía de piedras doradas unidas de manera desigual, y un centro con un diseño escamoso, sin ninguna gema—. Su dueño debe ser quien cambió las vasijas y liberó a Poseidón.

  —No necesariamente —intervino una voz desde la oscuridad, parecía hacer eco en todos los muros y libros—. Ese anillo pertenece al mismísimo dios de los océanos, aunque quien lo puso ahí fue un hombre que se ganó la confianza del señor Drbal, alguien que cumplió su cometido. Se supone que sirve para imitar el aura que emana del alma de Poseidón, y así aparecer inadvertida su ausencia.

  —¡¿Quién está ahí?!

  —Supongo que con tanto viento y tanta gente se te olvidó mi voz, pero creo que reconoces mi Cosmos, ¿no?

  —Claro que sí. Aquel que lidera al ejército que debería cuidar el sello puesto por Athena a Poseidón desde hace tantos siglos, y quien se reconoció como parte de un plan para hacerse con el Santuario de Atenas…

  Un hombre de porte orgulloso, de cuerpo alto, delgado y musculoso. Con cabellos rubios y despeinados como los de una fiera, rostro afilado y confiado, nariz de espada y ojos como piedras de jade; su Ropaje Azul era verde azulado, con un casco a modo de corona adornado con rubíes que imitaban los ojos rojos salvajes de un lobo; su peto era plano con excepción de una pieza triangular invertida desde el cuello hasta el centro del pecho; hombreras en punta y amplias, brazales y perneras compuestos de varias placas entrelazadas con correas de cuero junto a garras de plata en los codos y rodillas; su cinturón lucía el rostro de un lobo tallado en piedra negra, y llevaba una capa blanca tras su espalda.

  —Parece que no debí subestimarte tanto, había pensado en presentarte ante el señor Drbal para que te juzgara, no creí que escaparías de la prisión.

  —Loki de Fenrir, lo que sea que estés pensando, desiste de inmediato —dijo Hilda con imponente voz de mando.

  Pero Loki solo sonrió con orgullo.

  —Sería bueno que te callaras de una buena vez. Ninguno escapará de las garras del dios lobo.

  Pero esta vez, Hyoga no intentaría entrar de infiltrado al palacio Valhalla. Esta vez había dos personas de su pasado que proteger, que no dejaría morir; y un misterio de un ánfora perdida…


Editado por Felipe_14, 19 julio 2015 - 16:51 .

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#313 carloslibra82

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Publicado 20 julio 2015 - 15:12

Dos muy buenos capítulos, espero q Milo no deje mal parados a los santos de oro, aunq no lo creo. Seguro tiene un as bajo la manga. En realidad, me confundo un poco con la mezcla de los guerreros azules y saga de Asgard del clásico, pero es problema mío, no domino mucho la historia de Hyoga en el país de los hielos del manga. Pero fue muy impactante y atrapante la forma en q Hilda les muestra el lugar del supuesto sello de Poseidón. Me gustó también la mención indirecta a Kardia y Degel. Tu fic tiene como guerra santa anterior la del Canvas, no es cierto?? (seguro ya lo señalaste, pero no lo recuerdo). Me intriga mucho saber q pasó con Milo y sus compañeros, y lo q ocurrirá entre Hyoga u Loki. Como siempre, dejas con deseos de leer más, saludos!!



#314 Patriarca 8

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Publicado 20 julio 2015 - 22:28

Me agrado el capitulo aunque también

me dio un poco de risa (en el buen sentido de la palabra)

 

Estas escenas:

 

1.—¿Acaso en todos estos años no has aprendido nada lo que Camus, nuestro maestro nos ha enseñado? ¡Sigues teniendo esas inútiles emociones! 

 

1.si supieran que su maestro es peor que Hyoga, (Toei eres un.......... )

 

 

2.Esta vez había dos personas de su pasado que proteger, que no dejaría morir

 

2.Que me late que el cisne va a causar directa o indirectamente sus muertes  :t420:


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Publicado 21 julio 2015 - 10:15

Saludos

 

En los últimos meses, siempre que pienso en comentar algún detalle, lo dejo pasar y de pronto hay un nuevo capítulo, pero sigo leyendo esta historia. A ver si recuerdo algunas cosas:

-Ese momento en el que nos damos cuenta de que Aiolos era Tywin Lanninster; por una frase que Aioria recuerda mientras enfrenta a Eolo. También Hilda es cuate Quaithe... La verdad es que fue un muy buen momento para colocar una frase similar, no me estoy quejando (?). 

-Que nadie te haga creer que hay algo malo en poner monstruos en una historia de SS. Es la mejor forma de hacer que se note que hay batallas por todo el mundo sin necesidad de dar personalidad a los enemigos, o sacar soldados rasos que nadie se cree que realmente importen. Supongo que no lo dije porque nadie criticó a los Cetos :lol:. 

-Cuando Shaina se reserva información relevante para que Shun (creo) trabaje un poco, me pareció mal. Están en una guerra, no en un entrenamiento. Pero es Shaina, así que no importa. Por cierto, como fan, agradezco cada capítulo que le dedicas a la mejor mujer de Saint Seiya amazona; desconozco si las explicaciones que dio en la pasada batalla realmente aplican, pero siempre es bueno cuando las técnicas tienen un fundamento en la física y/o mitología, cuando Saint Seiya es Saint Seiya y no Dragon Ball. 

 

De lo más reciente me llamó la atención cómo decidiste introducir Asgard en tu remake. En parte porque es más creativa que simplemente escribir tal cual la Saga de Asgard, pero sobre todo porque entre la infinidad de ideas que tengo para mi historia estaba que los ocho santos que según el Hipermito (o lo que Internet dice que es el Hipermito) se convertirían en los Blue Warriors, con el tiempo se retirarían a una tierra que conocemos como Asgard. Uno se quedaría atrás, en Blue Graad (antecesor de Piotr, Natassia y Alexer), y los otros siete serían los primeros guerreros divinos, antecesores de varios de los que conocimos en el anime. Y si recuerdo bien, Hilda y su hermana iban a ser las hijas de Dolbar. 

 

Por aquel entonces no tenía todo el sentido que debiera (entre otras cosas, porque decía que los guerreros de un país que encarna una mitología distinta a la griega son descendientes de guerreros que sirvieron a una diosa griega), y a día de hoy sigue sin tenerlo. Me está gustando la forma en que uniste estos las historias de Asgard y el País de los Hielos, más sencilla y apropiada. Eso sí, creo que sería bueno ver alguna vez una historia sobre Asgard en la que el deseo de ir al Sur se deba a auténtica necesidad, y no porque las fuerzas del mal se han apropiado del trono. 

 

En realidad, lo que me está gustando de esta temporada es cómo se separa del camino que eligió SS luego de las Doce Casas. Tarde o temprano te tocará caer en una variación del recorrido por los templos, sólo que con los Pilares del Océano, pero mientras tanto tenemos esta serie de misiones que dan la impresión de dinamismo a la historia. Fue eso mismo lo que me llevó a leer LC en su momento a pesar las reservas que tenía sobre el manga. No sé cómo harás para que la Saga de Hades compita con este desarrollo, ni cómo le darás fuerza a la batalla con los Generales del Mar, ni mucho menos cómo podrás hacer que me crea que los protagonistas están luchando con un dios (Kurumada nunca lo logró para mí, con el perdón del fandom), pero estaré al pendiente. 

 

¿Acaso te robaste eso? —la verdad Primero oyó una explosión, y el instinto le hizo voltearse para proteger a Freyja de los misiles que se avecinarían. 

Me imaginé a Rung con un bazuca  :lol:. 

 

 

  —¡Qué demonios…! —Fue preciso, muy cerca del ataque recibió por horas atrás por sorpresa. Se la quitó y la lanzó lejos.

 

 

 
Esto me sonó extraño, incluso añadiendo "que" entre "ataque" y "recibió". Entiendo lo que dice, pero tengo un problema con cómo lo dice. 

Editado por Rexomega, 21 julio 2015 - 10:16 .

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#316 Presstor

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Publicado 23 julio 2015 - 11:53

hola! me alegra que lo pusieses en  en pdf,esta historia tiene mas pasion que la original

y eso como fan se agradece,lo volvere a leer y a ver que me dicen mis allegados que se animen a leerlo

 

me eh puesto al dia con los arcos,y es una idea tremendamente buena hacerlos enfrentarse a bestias mitologicas

y si estas bestias la estan liando parda a lo largo y ancho del planeta y ahi si se veria lo util que puede

ser una organizacion como la de los caballeros.

aqui tambien espero que busques una manera de evitar ese suceso sin ningun tipo de logica

de que los dorados se queden en el santuario tomando te,mientras los bronceados y athena se estan curtiendo el lomo

con poseidon y sus marinas,aqui tambien te felicito por poner mas rangos en el ejercito de poseidon

era tan de cajon que no se entiende que no huebiesen en la historia original.

 

seiya y arioria estuvieron bien en su aventura,aunque me gusto mas shun,june y shaina,aqui te luciste con ella

mola mucho como la estas poniendo y tamben me gusta la participacion de otros caballeros

y ver como se sienten con lo que cruzaron la eliptica.

 

y este tercer arco esta muy interesante,tu vision de la saga de asgard mesclando con esa aventura de hyoga en el manga

esta muy bien,bueno si hay que me gustaria leer es hyoga luciendose contra este rival que tiene pinta de fuerte

 

bueno,un saludo y nos leemos en el proximo capitulo...



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Publicado 23 julio 2015 - 12:04

Carambas este fic! me parece como interesante! empezare a leerlo y tratar de alcanzar desde la pagina 1 hasta esta pagina jaja Saludos pinta bueno ojala me quede gustando.


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Publicado 24 julio 2015 - 20:31

Ok, hoy me tocó escribir un capítulo que me dejó bastante deprimido y que me tocará publicar en poco más de dos meses, según mis cálculos. No fue lindo, quedé triste, y estoy hasta algo molesto. Así que nada de comentarios negativos hoy, ¿está claro?

 

xD

 

Como siempre, empiezo con los reviews.

Dos muy buenos capítulos, espero q Milo no deje mal parados a los santos de oro, aunq no lo creo. 

Ojalá que no, Carlos xD Y lamento eso de que te hayas confundido, pero toma como idea que el término Guerreros Azules y la ciudad de Bluegrad (Sinigrado) son las únicas cosas que he tomado del manga, así que no importa si no manejas lo de Hyoga en el País de los hielos. Y si bien tomo personajes del anime, la influencia mayor para esta parte es la película de Asgard, no el anime ni el manga.

 

Sí, en mi fic la historia del LC (algo modificada, pero en general en su totalidad) es la Guerra santa anterior, así que sí, se hace referencia implícita a Kardia y Degel (que ya había hecho Shaka unos cuantos capítulos atrás durante la reunión dorada). Como siempre, amigo, muchas gracias por tus comentarios :D

 

 

Me agrado el capitulo aunque también

me dio un poco de risa (en el buen sentido de la palabra)

Jajajaja, sí, todas esas opciones son probables. Yo nunca pondría mi vida en las manos de nadie que venga de Siberia xD

Gracias como siempre por pasarte a leer continuamente y comentar :D

 

 

 

Saludos

 

En los últimos meses, siempre que pienso en comentar algún detalle, lo dejo pasar y de pronto hay un nuevo capítulo, pero sigo leyendo esta historia. A ver si recuerdo algunas cosas:

 

Tranqui, no hay problema :) Lo más importante es que lo leas... (y luego comentes ¬¬) xD

Voy a ser sincero, no sé a qué frase te refieres de Lord Tywin, y si la puse debió ser inconsciente jaja. ¿La de Quaithe? Esa sí que sí :D

Por el momento nadie ha criticado a los Cetos, y eso es bueno, porque justamente lo hice para no hacer a tantos enemigos durante estas misiones. Bien que se note.

Sobre las técnicas de Shaina, siempre me gusta investigar algunas cosas antes de ponerlas en el fic, me gusta que todo tenga cierta lógica y coherencia (cuando se puede. Que porque la sangre fluya al revés cuando Shiryu hace el Shoryuha y por eso los golpes le duelen más es una de las excepciones) Sobre lo que dices de que debió decirle las cosas a Shun y June... y siendo yo también fan de la encantadora de serpientes... sí, puede que estuviera mal, pero es que ni siquiera ella sabe algunas cosas. Nadie sabe quien estaba en esa prisión, y si Shun o June lo investigan mejor que ella, pues bien. Ella misma ha aceptado de mala gana que gente como Algol y Marin resolverían las interrogantes mejor que ella.

Curioso que menciones lo de los 8 Santos. Esos 8 aparecen en otro de mis fics, SS Alpha, donde son los que van a destruir la Atlántida. Pero en sí como jamás me ha gustado la historia del país de los hielos (porque el prota es el que menos me gusta, porque todos menos Alexei son clones sin personalidad, y porque nadie menciona sus tremendas incoherencias cuando critican lo que no es canon), no seguí esa ruta de la historia. Por otro lado, me gusta bastante la idea que tenías, ¡y también tenías a HIlda y Freya como hijas de Drbal! (Aunque yo las tengo como hijastras).

Para la saga de Hades tengo planeado muuuuuuuuuuuuuuuuuchas cosas. Espero poder llevarla bien. En cuanto a lo actual, si bien hasta ahora he cambiado bastante la saga de Poseidón (agregando mil cosas entre Santuario y la saga como tal del manga) luego creo que seguirá un curso bastante similar. Pero eso sí, lo de mostrar a Poseidón como un dios como tal (ya que estoy de acuerdo en que Kuru no lo hizo bien) será uno de mis grandes desafíos, todavía estoy craneándome cómo lo haré. Por ejemplo, Killcrom en su historia lo hace muy bien, pero yo no sé si pueda manejarlo igual o semejante, porque ya Kuru plasmó una idea de Poseidón y al cambiarla puede que modifique otras cosas. Mi plan es hacerlo mucho más imponente, temible y fuera de liga, ojalá que resulte.

Sobre las citas... la verdad es que ese capítulo poco lo revisé antes de publicarlo, ya que estaba demasiado metido con el PDF del primer volumen, así que que no te extrañe que en estos capítulos haya muchas fallas similares.

 

Por lo demás, muchas gracias :D

 

hola! me alegra que lo pusieses en  en pdf,esta historia tiene mas pasion que la original

y eso como fan se agradece,lo volvere a leer y a ver que me dicen mis allegados que se animen a leerlo

Bueno, Presstor, ojalá harta gente lo lea y de su opinión. Es lo que ayuda a mejorar al que escribe, así que sería básicamente pedirte un favor a cambio de entregar una historia que sea interesante de leer.

Lo de los Dorados, SÍ, habrá una explicación, de hecho tiene mucho que ver con ese capítulo que escribí hoy que me tiene cabizbajo. Ojalá resulte la idea, pero es una de las cosas ultranecesarias que cambiar ya que tampoco le encontré lógica jamás.

Lo de los rangos fue una idea que hice primero en Alpha para que Tethys tuviera un motivo de existir y para que Poseidón no parezca el peor de los tres hermanos. Se supone que tiene ser su igual.

 

Muchas gracias por el apoyo, los comentarios y la lectura :D

 

 

Carambas este fic! me parece como interesante! empezare a leerlo y tratar de alcanzar desde la pagina 1 hasta esta pagina jaja Saludos pinta bueno ojala me quede gustando.

¡GRACIAS!  Y curioso que lo menciones, ya que aprovecho de informar que edité los primeros 41 capítulos para que queden como están en el PDF, revisados, con un buen porcentaje de faltas ortográficas y gramáticas menos y todo eso. Lamentablemente de ahí para adelante incluso en el que voy a publicar ahora seguirán medio... feos... pero es cosa de tiempo para que sean revisados y actualizados también. Ojalá puedas leer y te guste.

Saludos! :D

 

 

Ahora el capítulo. Este sí me entretuvo escribirlo.

MILO III

 

19:45 p.m. del 2 de Enero de 2014.

Por más que lo intentó no pudo perseguir al causante de esa tormenta de nieve. Los Marinas de Poseidón jugaban sucio, atacaban y luego huían, eran de verdad despreciables. Y con esa tormenta que causó, perdió de vista a Ichi, Gliese y a Freyr, quienes tal vez fueron secuestrados (o descuartizados) por los soldados, ya fueran los de Asgard o los del mar.

Pero al menos había logrado verlo. Era de baja estatura y cabello rojo como flamas. Sus hombreras eran triples, superpuestas entre sí, y llevaba un gran yelmo integral que cubría casi todo su rostro. El peto robusto llegaba hasta casi la cadera, y lo cruzaba una franja de tono índigo de manera horizontal; el resto eran piezas sencillas que dejaban al descubierto gran parte de las piernas y cintura. Uno de esos Guías del mar, como Kaldur de Behemot.

Pero ya era el colmo, no iba a esperar más tiempo. Así que se adentró entre las montañas, cruzó los bosques sin que le importara nada de lo que dijera la gente (tampoco es como si les entendiera), y subió la colina del Valhalla. La tormenta de nieve no había amainado, y ahora se mezclaba con una suave lluvia que solo lo enfurecía más, pero el calor que le brindaba el Manto de Oro entibiaba su alma, y su peso le ayudaba con el equilibrio.

Por doquier había torres rectas y marrones, fortines medievales de piedra erosionada, e imponentes muros escarpados de ladrillos pintados con lágrimas de nieve. En el puente levadizo se encontró con unos diez guardias que sacaron lanzas y espadas para detenerlo.

Stoppe i navnet til Herren Drbal!

—Silencio…

Los dejó paralizados de rodillas con la Restricción, y avanzó. Ni siquiera el viento nórdico sería capaz de moverlos de su sitio por un buen rato.

Entre un par de estatuas de grifos de piedra gris había un gran portal con rejas de hierro que cruzó doblando los barrotes con las manos. Se adentró en el palacio y atravesó un larguísimo corredor oscuro. Al final, dos Guerreros Azules lo esperaban en silencio, con su aura encendida y una postura defensiva perfecta. Uno tenía largos flecos rubios y tez oscura, con una armadura azul plateado; y el otro llevaba un yelmo con forma de cabeza de tigre, con un Ropaje de colores negros y azules.

A ninguno le dio mucha importancia. Apenas intentaron detenerlo con un Cosmos de aire frío que Camus consideraría adorable, los hizo a un lado con sus Agujas Carmesí, y los clavó en las murallas a los costados.

—¡Quiero hablar con Drbal de Heimdall! —anunció a toda voz, lo suficiente como para que cualquier extranjero le entendiera—. ¡Ahora!

Extrañamente, uno de los que estaba incrustado se soltó, y su aura fría se tornó en llamas incandescentes a pesar de la mueca de dolor en su rostro. Milo preparó su mejor técnica, hasta que un vozarrón los detuvo a todos.

La ham ga!

Los dos guerreros titubearon, se miraron uno al otro y luego a Milo, con el semblante marcado por el resentimiento. Finalmente, se quedaron en sus puestos tratando de mantener el equilibrio, y lo dejaron pasar. Un tono de voz así, con un anuncio tan enérgico, sumado a la reacción de los soldados, solo podía significar algo similar a “déjenlo entrar”, o “apártense”.

Abrió la gran puerta de roble con la fuerza de sus brazos, y puso sus pies en la sala del trono. Una sala amplísima, con muros de piedra negra y rodeada de pilares azules; tenía un piso de adoquines grises que en su centro estaba adornado con una gran pira circular con flamas azules enterrada en el suelo. Más allá de una escalera alargada estaba el trono en lo alto; la silla parecía de madera blanca, y estaba tapizada con una tela de terciopelo roja; los reposabrazos representaban calaveras humanas, y el altísimo respaldo tenía la imagen de un rostro angelical. La sostenían dos estatuas de grifos como los de la puerta, tras los cuales había una larguísima cortina blanca que caía desde el techo de piedra; en su tela se hallaba dibujado el escudo de armas de la familia: un escudo hexagonal de color negro bordeado por un marco de plata donde se hallaba una estrella de cuatro puntas, dos cuervos negros con grandes alas a los lados, y una fantástica espada blanca sobre el emblema. No pudo evitar quedarse mirando el escudo en lugar de aquel que había hablado antes.

—Es Polaris, nuestra guía, la estrella más cercana al polo norte —dijo un hombre enorme en las escaleras notando su mirada, en perfecto griego. Apareció súbitamente frente a él, incluso su Cosmos fue imperceptible cuando entró.

—Vaya que he tenido problemas para tener una charla con usted —contestó Milo, tratando de no parecer sorprendido por la aparición—, Drbal de Heimdall.

El gobernante de Sinigrado medía fácilmente más de dos metros, envestido en una larga túnica turquesa con detalles blancos y un cinturón de plata sobre la cual llevaba una capa azul marino con hombreras doradas; también portaba una diadema con alas de cuervo a los lados sobre la corta cabellera blanca, y la misma estrella del norte en el frontis de la corona; tenía un rostro huesudo y piel pálida, con largas y encrespadas patillas cerca de la nariz ganchuda, bajo un par de ojos de color violeta. Detrás de él se erguía una sombra extensa y muy negra a la luz de las llamas azules que lo hacían ver imponente y terrorífico.

—Por ese aguijón en su casco, asumo que es el Santo de Oro de Escorpión, ¿o me equivoco? —preguntó con una sonrisa soberbia.

—Scorpius Milo, no tan a su servicio —se presentó quitándose el yelmo al que hacía referencia. Ese Cosmos tan agresivo e imponente le hizo estar alerta desde el comienzo.

—Veo que está cansado, señor Milo…

—No me recibieron muy amablemente, si soy sincero, señor Drbal.

—Lamento tan poco acogedor recibimiento, pero espero que comprenda. Di órdenes expresas para que los Santos del Santuario no se acercaran a estas tierras olvidadas por Atenea, y mis soldados son increíblemente leales; Loki en particular es alguien brusco, pero obediente. Acepte mis disculpas, solo cumplían con su deber. —Drbal hizo una ligera inclinación con la cabeza antes de sentarse en el trono. Las alas de su diadema alcanzaban mayor altura que las de los grifos a los costados de la silla.

—Pero aun así me pedirá que regrese, ¿no es cierto?

—He cortado toda relación política con el Santuario de Atenas, y espero que se respete esa decisión. Así que sí, señor Milo, preferiría que volviera a sus tierras soleadas.

—Créame, no hubiera venido a interrumpir su gobierno frío con mi presencia y piel bronceada por el sol si no fuera importante. Al final, es su culpa.

—¿Mi culpa?

Hubo un pequeño cambio en el flujo del Cosmos, casi imperceptible, pero lo suficientemente notorio como para tornar una de sus uñas de rojo.

—Poseidón, el dios de los océanos, está bajando nuevamente del Olimpo. Constantes terremotos y apariciones de Marinas a lo largo y ancho del mundo lo prueban, y su vía de salida es a través de cierto objeto sellado aquí en Sinigrado.

—¿Poseidón, el dios del mar? —Aunque su semblante mostraba confusión y dudas, sus ojos eran reflejos de burla insistente.

«Malnacido…»

—Sí, por favor le pido que refresque su memoria. El alma de Poseidón está sellado en Asgard, y me encantaría saber el motivo de que usted no informara a Athena que se ha estado escapando poco a poco, manifestándose en la Tierra.

—Oh, ya veo… —Drbal dio suaves manotazos a los reposabrazos de su trono blanco, mientras miraba el techo con descaro.

 

Dejó correr casi un minuto en que nada sucedía. Shaka o Mu podrían estar horas de pie allí esperando una respuesta, pero Milo no tenía tanta paciencia.

Carraspeó.

—Así que ha venido aquí a interrogarme sobre mi manera de hacer política y cuidar a mi gente.

—¿Su gente? La aparición de Poseidón es algo que incumbe a todos en el planeta. Envié a un Santo de Bronce en primer lugar, pues en su niñez había sido invitado en este palacio, pero tampoco he sabido nada de él.

—¿Santo de Bronce, dice?

—Hyoga de Cisne. —Ya era demasiado, el brazo de Milo temblaba ansioso por atacar a ese hombre cuyo Cosmos se volvía sutilmente cada vez más violento, aunque su actitud y postura indicaran lo contrario—. ¿No saben nada sus Guerreros Azules al respecto? Tal vez también podrían decirme dónde tienen a Ichi de Hidra, Gliese de Tucán y al sacerdote Freyr.

—Por lo que sé, ese ataque se debió a un hombre vestido de rojo; los míos usan armaduras azules. Y mi hijo debe estar perfectamente bien, solo debe estar perdido en algún bar, ya está en esa edad…

«Muy bien. Última oportunidad».

—Me gustaría ver el sello de Poseidón para asegurarme de su estado. Quizás está saliendo por otro lado y no por Sinigrado, y por eso usted no lo notó.

—Es posible, pero lamentablemente no puedo permitírselo.

—¡Es el enemigo de Athena!

—¡Y Athena no tiene nada que hacer en Asgard! —Súbitamente la sombra tras el trono se extendió, al mismo tiempo que el temible Cosmos de Drbal. No tenía nada de normal, era impresionante, similar al de un Santo de Oro.

¡Pero seguía creciendo! Su diosa le encomendó que no iniciara una guerra así como así entre ambos pueblos, debía tratar de parlamentar un poco más.

—Quizás… su capitán de guardia sepa algo sobre mis compañeros.

—¿Por qué será que todos se quejan de Loki? —Drbal diluyó su Cosmos, pero la sombra seguía amplia, aunque había detenido su crecimiento. Miró el piso con desesperación—. Mis hijos siempre andan diciendo que no confían en él, y que algo trama. —Suspiró pesadamente, y de pronto pareció un anciano normal, solo que con un Cosmos increíble—. Quizás sea bueno que hables con él, así se acabará todo este asunto de las sospechas. Quizás sí trame algo, no voy a negar la posibilidad y hacerme el ciego.

¿Se habría equivocado con él? Era un loco maleducado con pésimas ideas y decisiones respecto a la relación con el Santuario, pero no podía cerrarse a la opción de que Drbal no tuviera nada que ver con el despertar de Poseidón, y que Loki de Fenrir fuera el que trajo a los Marinas.

—De acuerdo, hablaré con el Guerrero Azul. —Milo hizo bailar su capa de oro, y se dio media vuelta para salir.

—Sí. Tienes mi permiso.

 

Algo en su voz le causó un escalofrío que recorrió su espalda como una ducha helada. El Cosmos temible se incrementó de golpe, y a sus lados vio la sombra propagarse por los muros como la noche tras el ocaso. También sobre su cabeza, en el techo, la oscuridad se había apoderado de las piedras.

Milo miró atrás, Drbal estaba de pie con los brazos abiertos, y en lugar del azul oscuro de antes, su capa brillaba con un resplandor rojizo y ondeaba a todos lados, expandiéndose como si midiera mucho más. Por un breve instante, captó una serie de estrellas y planetas allí, pero no pudo seguir contemplándolo cuando una ráfaga de energía oscura salió disparada de su cuerpo.

La velocidad de la luz alcanzó su pensamiento. ¿Podría esquivar ese ataque tan extraño? No, abarcaba demasiado espacio, era un resplandor gigantesco con una gran sombra, no se podía evitar. ¿Podría bloquearlo? No sabía cómo, ya que no parecía un ataque de potencia, era algo diferente, su instinto le decía que no se acercara a esa luz. ¿Contraatacar? Posible, pero no seguro.

Así que decidió dar un paso atrás e intentar escapar. Pero no pudo, una fuerza indescifrable lo atraía a Drbal como una aspiradora a una mota de polvo, sus botas empezaron a arrastrarse por el piso de adoquines. Entonces, en medio del resplandor, vio un espacio infinito, una zona del Cosmos sin cielo ni tierra donde las energías que percibía pertenecían a criaturas que no conocía.

«Otra dimensión» descubrió con una pizca de temor. La técnica de la que el Manto de Gemini era dueño, la que todo Santo guardián del tercer Templo era capaz de conocer, la capacidad de abrir un pasaje a otro punto del infinito. Pero… ¿Por qué?

—¡Serás sellado para siempre en el espacio de Odín por entrometerte en lo que no te incumbía, Santo de Athena!

No podía retroceder, bloquear ni evitar ese mundo sin fin. Solo quedaba una cosa por hacer…

—¡Vuela por el infinito, Aguja Escarlata!

Arrojó diez de una sola vez, convencido de que ese hombre tenía un poder al nivel de un Santo de Oro, o sencillamente superior. No sabía si alcanzarían su objetivo o se perderían en la dimensión extraña, pero valía la intentarlo para salir de allí y cumplir con su deber. Al menos una Aguja debía conseguirlo.

—¡Colmillo Espléndido (Gorgeous Fang)!

Una estrella fugaz púrpura bajó por la mancha de oscuridad y se acercó por la espalda luminosa de Drbal. Éste juntó los brazos, cerró la succión dimensional, y alzó una mano para disparar un rayo de energía roja a quien se había atrevido a romper su concentración. Cuando la luz se condensó en sus dedos, Milo entendió que la velocidad del gobernante no era constante, y cuando una proyección de su mano salió disparada hacia Ichi de Hidra para destruirlo, supo que debía elevar su Cosmos hasta el Séptimo Sentido si quería salvar a su compañero, y que tenía la posibilidad de hacerlo.

Saltó y agarró a Ichi de un brazo, jaló y juntos esquivaron el rayo de luz que se estrelló contra el muro izquierdo.

—¿Creen que pueden quitarme todo lo que he conseguido? ¡Ni ustedes, ni Athena, ni nadie va a arrebatarme mi mundo! —gritó Drbal, disparando otra vez, haciendo oscilar el nivel de su aura entre el nivel de un Santo de Oro y el similar a uno de Plata promedio.

—Buen trabajo, Hydra —felicitó a su raro (pero leal) compañero, mientras tiraba de él y se acercaban a toda velocidad a la salida. Detrás de ellos, los muros se habían pedazos—. Sobreviviste.

—Ssssí, sssseñor, lo hice… ¡Hay que sssalir de aquí! —le gritó al oído con una voz de serpiente, exagerando las S como cada vez que se ponía muy nervioso.

—¿Freyr?

—No lo he visto, ssseñor.

—¿Y Tucana?

—Afuera, sacando a la gente del castillo, ssseñor.

—¡Bien!

—No me quiso cerca de ella…

 

No les tomó importancia ni a guardias ni a Guerreros Azules, ni siquiera a los muros que se topaba en su camino. Su instinto se propagó a través de sus pies, y su voluntad por sus dedos rojos, incandescentes. Dejó a Ichi a salvo en la ruta de salida para que ayudara a Gliese mientras él se llevaba consigo la mayor cantidad de enemigos tras de sí.

De esa forma escaló los muros y subió las escaleras. Sintió el frío intenso en su rostro y la oscuridad de los salones dio paso a la de la noche. Había llegado al patio principal del Valhalla.

Era una amplia ciudadela cuadrada de dos plazas detrás del palacio, en su zona más alta, enfrentado las ventiscas y las lluvias árticas. Solo disponía de una decena de columnas cúbicas, y en la parte central frente a un acantilado, un bello y humilde altar de piedra de forma octogonal, levemente elevado por un monte y unas escalinatas, bordeados por seis pequeños monolitos congelados.

Y más allá, esculpida en el afloramiento rocoso como una protuberancia gigantesca, estaba la estatua del dios vikingo de la gente de Asgard. Llevaba una túnica larga y tallada, con una capa sobre los hombros y brazos que caía por su espalda, cuyos pliegues eran notorios gracias a la nieve que adornaba la imagen y le entregaba un brillo albor; los hombros eran cubiertos por una segunda capa de oro que alcanzaba la mitad del pecho, de la que colgaban sendos carámbanos de hielo, al igual que en el resto de la figura; del mismo tono y material era el cinturón, con una hebilla circular de increíble grosor.

En el brazo izquierdo, doblado por el codo, había un imponente escudo redondo atado a la extremidad con correas talladas en el antebrazo, en forma de cruz; su parte exterior estaba orientada hacia el barrando. En el derecho, alzado, sostenía una intrigante espada rodeada de un aura mística. Apuntando hacia abajo, y midiendo casi tanto como la estatua, Odín la sostenía por la base de la hoja esculpida desde la mano; y sobre esta se hallaban la cruceta con forma de V y la empuñadura congelada.

Su rostro tenía largo cabello cano, barba y bigote; sus ojos eran dos cuencas vacías donde estaban esculpidas las tupidas cejas, y sostenida en las orejas llevaba la tiara dorada. Incluía una protección para el tabique nasal, y se extendía por los lados por dos cuervos con alas extendidas. Sobre la cabeza alcanzó a notar unas protuberancias congeladas.

El coloso no tenía ni pies ni tobillos, llegaba visiblemente solo hasta las rodillas, y desde la izquierda salía la mitad de un drakar de madera, la quilla de un barco nórdico con una serie de remos hacia los lados, mientras apuntaba al frente; tenía una mancha gaseosa en la proa. No. No una mancha.

—¡Pero qué diablos! —Agudizó la visión para distinguir mejor.

Al igual que el mascarón de un galeón, en la proa del barco se hallaba la figura de una mujer, quieta y con los ojos aparentemente abiertos, atada a la quilla, aunque no se notaban amarras de ningún tipo. Pero no era un ornamento común de decoración, ya que su cabello blanco era mecido por el impetuoso viento del este, y de la misma forma su vestido blanco se movía con gracia, sin una pizca de nieve en su tela. Era una mujer de verdad… ¡viva!

«La hermana de Freyr… ¡Hilda!» descubrió con horror.

—¿Una visión fascinante, verdad? —preguntó alguien detrás de él.

Se volteó para encontrarse con un trío de hombres con Ropajes Azules, iluminados por el fulgor de su propio Cosmos iracundo. Uno de ellos eran un gigantón barbudo armado con bumerangs; otro era el tal Ullr, el espadachín; y el tercero sonreía con orgullo y altanería, portando una armadura azul violáceo en lugar de su túnica negra.

Protegía íntegramente su cuerpo, con perneras y brazales atados con correas oscuras; quijotes y guardabrazos culminados en puntas agresivas; un gran cinturón circular bajo las tres placas del peto, y encima de una falda vikinga roja. Llevaba una gola abierta en forma de V a los lados del cuello, tres emblemas sobre el peto, y un par de hombreras con puntas. Además, cargaba un sable medieval en el lado izquierdo del cinto.

—¡¿Qué diablos hiciste, miserable?!

—Curioso que lo preguntes, ya que lo habrías descubierto si hubieras sido atrapado en mi técnica.

—¿Qué le hiciste a Hilda? —volvió a preguntar.

—Su mente está atrapada en Otra Dimensión, y su cuerpo está allí, inmóvil y paralizado, fuera de la realidad misma; aunque sus ojos contemplarán los sucesos que llevarán a Sinigrado a conquistar un mundo de luz.

—¡Es tu hija!

—Hijastra —corrigió el malnacido, sacando el sable de su vaina—, y peligrosa sin duda. Ya estaba sospechando sobre mí, y quería tomar mi lugar como regente de estas tierras. Me he esforzado muchísimo para llegar a esta posición.

Sus dos Guerreros Azules dieron un paso al frente con actitud amenazante.

—¿Posición? ¿Esfuerzo? ¡¿De qué m.ierda hablas?! —Milo hizo crecer sus uñas y dio un paso adelante.

—¡Surtr Ullr, Thrym Rung! —bramó Drbal, y sus dos guardias se esfumaron en el aire.

Una navaja voladora apareció detrás de Milo, pero la esquivó con facilidad apenas percibió el más mínimo cambio en el viento. De pronto sintió mucho calor detrás, y comprendió que Rung había arrojado su arma para forzarlo a acercarse a Ullr y su espada llameante. Puso su energía en las piernas y dio un gran salto por encima del delgado Guerrero Azul, solo recibiendo algunas chispas en su cabello.

—¿Esto es todo lo que tienen? ¡Reciban el ataque carmesí!

Las Agujas Escarlata se incrustaron en Ullr apenas se dio la vuelta para enfrentarlo nuevamente; y cuando cayó al piso, el gigantesco Rung lo embistió por sorpresa con toda la fuerza de sus músculos hercúleos. Milo fue arrastrado un par de centímetros antes de agarrar el brazo del barbudo y levantarlo del piso.

Umulig!

—Sí, lo que digas…

Milo lo azotó contra el piso de piedra blanca, y le vio escupir su sangre a borbotones cuando le destrozó algunos puntos vitales con las Agujas Carmesí. En ese momento Ullr volvió a atacar, y con un movimiento giratorio y veloz de su espada generó un remolino de fuego que avanzaba a saltos hacia él.

—Creo que no debí subestimarte tanto antes. —Milo arrojó tres Agujas rojas directamente al remolino, que luego giraron siguiendo su ruta a altísima velocidad. Segundos después, se escaparon de la centrífuga y se clavaron en Surtr, cuando éste intentaba lanzar una segunda llamarada desde atrás.

El flujo del Cosmos cambió. Milo se volteó y evitó a tiempo un sorpresivo corte vertical de parte de un sable pequeño pero lleno de temible Cosmos. Drbal había aprovechado la pelea con los dos oponentes, y su obvia cobardía ya era algo despreciable. La Aguja Escarlata salió de su dedo y atravesó la rodilla de Heimdall dejando un haz de luz rojizo.

—¡¡¡Ah!!!

—¿Te duele? Saca a Hilda de ahí y haré que no te duela nunca más.

—¡Imbécil! ¿Te tienes tanta confianza? —Drbal temblaba y sudaba bastante después de recibir la Aguja en su cuerpo, lo que solo significaba una cosa. Levantó nuevamente la espada—. En nuestro estado, Ullr y Rung son tan poderosos como los Santos de Oro, y yo puedo superarlos.

«¿En este estado?»

—Los Marinas de Poseidón adquieren habilidades increíbles cuando están cerca del agua, ¿acaso también recibes esos beneficios?

—¡No podrás contra los tres al mismo tiempo! —gritó Drbal, a la vez que los otros dos descargaban su poder a través de sus armas.

—Y una mierd.a…

Esquivó una temible carga de energía de Heimdall con dificultades y le dio un rodillazo en la barbilla; antes de caer, disparó seis Agujas Carmesí para golpear el búmeran que ya iba a toda potencia, lo desvió hacia Ullr, y le dio una fuerte y veloz patada a Rung después de paralizarlo con la Restricción. Cuando Surtr evitó ágilmente el búmeran (aunque recibiendo daños por la corriente de aire), Milo le reventó el peto con sus Agujas Escarlatas y repitió el proceso con Drbal, a pesar de llevarse un dolorosísimo rayo de luz en el estómago que le revolvió las entrañas y le hizo tambalear.

Pero no iba a rendirse.

—I-imposible… —dijo Drbal, desde el suelo manchado de su sangre, la que salía a borbotones de las heridas múltiples que ya tenía en el cuerpo; intentaba recuperar la verticalidad con las extremidades temblorosas—. He hecho demasiado para obtener todo esto, y ese hombre me dijo que sería el gobernante de todo el Santuario. ¿Cómo puede estarme haciendo esto un Santo?

—¿Ese hombre? ¿De quién diablos hablas?

Ullr y Rung hacían todo lo posible por alzarse, pero si lo lograban sabía que no sería problema. En cambio Drbal estaba haciendo hervir su Cosmos más y más con cada segundo que pasaba, y si volvía a utilizar esa Otra Dimensión

—Odín no me ha entregado a Balmung a pesar de que quiero salvar a su gente y sacarla de este mundo tan frío… ¡¿Por qué?!

—Muy bien, vas a hacer dos cosas antes que la locura provocada por mis Agujas termine se devorarte. —Milo contuvo el dolor y extendió la uña de su dedo índice izquierdo—. Primero vas a liberar a Hilda, y después vas a decirme de quién estabas hablando, y quien te dio este poder. ¿Estamos claros, mise…?

Tuvo que callarse cuando sintió una punzada en la espalda acompañada de un frío muy intenso, tanto que lo paralizó por completo y lo dejó como presa fácil para el dolor que se extendía por todo el cuerpo.

Unos pasos lentos y seguros se escucharon a su lado, y movió sus ojos para encontrarse con una mano que se le posó en el hombro, y lo forzó a estrellarse de rodillas en el piso. Al fin pudo verlo… Cabello rojo, baja estatua, hombreras triples y un tono rojizo en la armadura, era el mismo que lo había atacado antes y que no pudo cazar.

Anillo de Ouroboros (Ouroboros Ring) —pronunció con calma el Guía del mar, mientras se ubicaba junto a Drbal (quien se puso de pie con facilidad, como si antes hubiese fingido) y lo miraba con fríos y duros ojos de azul cobalto.

—Te presento a Slange de Jormungandr, Escorpión. Él es el Guía, o Tolem, que se encarga de proteger el… eh…

Luk —musitó Slange, sin expresión gracias a que su yelmo casi tapaba toda la cara, solo dejando los ojos y parte de la nariz al descubierto.

—Exactamente. Lo que sería el océano ártico, y es dueño de un Cosmos frío que congelaría hasta estos mares.

—Él es… quien te ha ayudado… —dijo Milo con dificultades, sentía la lengua entumecida y el dolor recorría sus huesos. Su técnica era diferente al Anillo de Hyoga y Camus, pues no veía nada que lo paralizara, como si fuera el mismo aire.

—Él es el mensajero enviado para ayudarme a contenerlos a ustedes, un asesino de Poseidón, pero no es quien me brindó mi poder y habilidades.

Herr Drbal —dijo una voz grave y rasposa.

Un hombre de capa blanca, armadura azul verdosa y una corona con ojos de rubíes apareció desde la puerta del patio, y saludó con una ligera inclinación de cabeza. Detrás de él, dos guardias asgardianos arrastraban un joven rubio como si fuera un tronco.

—¡Hyoga! —El Santo de Cisne estaba magullado y debilitado, con la cabeza gacha y las rodillas dejando un camino escarlata, parecía inconsciente o muerto.

—Ah, Loki, qué bueno que llegaste a presenciar esto —dijo Drbal, poniendo una mano sobre el hombro del líder de los Guerreros Azules.

—Como lo solicitó, ya acabé con el joven peligroso que se le escapó a Rung, mi señor —dijo Loki en un pésimo (pero comprensible) griego, mirando de reojo y con una sonrisa altiva al gigantón barbudo que aún se quejaba de sus heridas—. Al principio pensé en encerrarlo junto con Freyr, pero consideré apropiado que este Santo de Oro lo viera.

—Buena decisión, así romperemos el espíritu de estos insolentes que se han atrevido a desafiar al dios Odín —congratuló el gobernante—. ¿Y Freyja?

—Cygnus sacrificó su cuerpo para que ella pudiera escapar, mis hombres ya están buscándola.

—Excelente. ¿Ves, Escorpión? Tus intentos han sido inútiles; después de su guerra civil han quedado debilitados, y nos entregarán el Santuario ya sea por su voluntad o por la fuerza, es su decisión.

El Anillo de Ouroboros era ridículamente frío, pero incluso las bajas temperaturas eran diferentes entre sí, dependientes del Cosmos. Un segundo hilo de aire frío meció sus cabellos.

—Llegaste a obtener todo esto… ¿Cómo es posible?

—Te lo diré mientras Odín determina enviarle su espada al vencedor de esta contienda, ya no tendrá como oponerse a mí, ni al Emperador Poseidón.

—¿Poseidón?

 

—Hace trece años yo era ya el líder de los Guerreros Azules, el más grande guerrero de la historia de Sinigrado que cuidaba de la familia real y de su gente; pero ni con todo mi poder podía protegerlos del invierno eterno de Asgard, ni del deshielo de sus mares, ni de la falta de luz solar. Por más que los gobernantes rezaran a Odín, e hicieran creer al pueblo que era una prueba que debíamos desafiar para un sinfín de tonterías, eso no cambiaba las cosas. Solo un poder superior podría salvarnos de este tormento de tantas generaciones…

Slange agarró a Hyoga de sus cabellos súbitamente, quizás llevado por un presentimiento o una gran percepción, pero después de inspeccionarlo un par de segundos, le dio un golpe en la cara y volvió a su lugar original.

Hva skjedde? —preguntó Ullr.

—Nada —contestó Slange, y Drbal prosiguió con su relato.

—Entonces apareció en el Valhalla un Cosmos subterráneo, intenso y muy impetuoso, digno de un guerrero del más alto calibre, pero que nadie en todo el castillo sintió, aparte de mí. Una voz en mi cabeza decía búscame, en griego, que si bien era una lengua que no entendía en esa época, en mi cerebro la comprendía perfectamente. Me guio a las entrañas más profundas del palacio, y gracias a mi estatus, nadie me detuvo.

—Los padres de Freyr…

—La voz me dijo que no les dijera nada, y por primera vez en mi vida fui en contra del protocolo establecido, y no me arrepiento. Llegué cerca de las bajas catacumbas del Valhalla, más allá de una biblioteca que jamás había visto, y cuya puerta se abrió por sí sola ante mí. Descendí hasta la zona más honda y me encontré frente a una serie de vasijas antiguas y una puerta inmensa, oxidada e imponente, como una inmensa bóveda. La voz extraña me dijo que tomara la jarra con el corazón dibujado y la inscripción en la cubierta… ¡y no me negué! Era un Cosmos lleno de luz, y el jarrón desprendía una calidez que nunca había sentido en Asgard; además la voz me decía que si hacía lo que pedía, jamás tendría frío nuevamente, y llegaría a ser el gobernante de Asgard, y mucho más.

—Maldito ambicioso…

—¡Una oportunidad única! Apoyé el jarrón en la puerta, y sentí una rara presencia al otro lado, como si otra persona estuviera imitando mis movimientos en un espejo. Después ya no sentí la misma calidez, pero sí el Cosmos de antes en un jarrón más liviano, pero tan extraño como el primero, que pasó a través de la puerta que años después descubrí llevaba a Atlantis. En la nueva vasija se hallaba un anillo que me entregaría su poder, y haría que nadie sospechara del cambio.

—¡¿Atlantis?! —preguntó, sintiendo que la ira pasaba a través de sus venas, y notando como la temperatura del ambiente cambiaba de súbito.

—Tiempo después un hombre se presentó en la puerta del palacio pidiendo una reunión conmigo. Un joven de contextura musculosa, de ojos astutos y llenos de misterio; se presentó como Jano, y decía ser un mensajero del dios griego de los mares, el Emperador Poseidón, quien me había escogido para que fuera uno de los salvados de un tal Mabelmok y para que guiara a los elegidos a las tierras de luz, haciéndome cargo del Santuario en su nombre, y de la Tierra.

—Miserable estúpido —dijo Milo por lo bajo. Había tantos hombres así por todas partes, pero pocos causaban tantos problemas.

—Jano me enseñó el plan de Poseidón: matar al gobernante de Asgard para casarme con su esposa desamparada, me enseñó un pequeño truco hipnótico para facilitar las cosas. Después debía esperar a que el Santuario fuera debilitado, y dijo que los planes de los dioses eran absolutos, que nada evitaría que ocurrieran. Con la muerte de la reina pasaría a hacerme con Sinigrado y cortaría relaciones con el Sumo Sacerdote de Athena, quien Jano dijo que sería el más grande impedimento para sus planes.

«¿Qué? ¿El Pontífice Sion? ¿O quizás Saga?»

—Hice como pidió, y esperé. Jano me enseñó a manipular el espacio y a enviar a las personas fuera de la realidad. También me indicó que cuando el momento llegara, Odín no podría oponerse a Poseidón y se pondría de mi lado, entregándome la espada Balmung para destruir el mal del Santuario que nos dejó abandonados después de la muerte de un par de Santos de Oro, hace dos siglos, en el breve despertar de Poseidón durante la anterior Guerra Santa.

—Y esperaste hasta que el Santuario quedó debilitado y el hermano de Zeus empezó a manifestarse en la Tierra. Sabías que vendríamos.

—Exactamente. Y ahora todos aquellos que se han opuesto han sucumbido ante mi poder. Tú lo has visto. ¡Y Balmung ya es mío! —Drbal alzó la mano y casi de inmediato, la estatua en lo alto comenzó a desprender un Cosmos simplemente extraordinario, a la vez que el hielo de la estatua empezaba a desprenderse.

Casi de inmediato. Por un breve instante antes, Milo oyó perfectamente un grito de guerra proveniente de lo más profundo del castillo que fue callado por el temblor que recorrió sus muros y torres, y que hizo juego con el tambaleo de la espada de piedra en la mano del coloso. Pero sabía que fueron eventos aparte, no tenía duda alguna.

Las rocas del risco empezaron a desprenderse, y el Cosmos de la tallada hoja congelada se alzó a niveles altísimos mientras el temblor se convertía en un terremoto, y todo hacía sospechar que una criatura se estaba haciendo paso por las entrañas de la Tierra, como el Jormungandr de Slange, que miraba pacientemente la fantástica escena.

Sorpresivamente, la espada gigante empezó a disolverse en piedras muy pequeñas, casi como arena a sus ojos, desde la punta hasta la base. Desde adentro salía una luz misteriosa, etérea, fría y espectacular, que componía un cuadro de fondo para la lluvia de granito congelado que antes era una espada completa. La hermana de Freyr, Hilda, estaba inmóvil, totalmente indefensa ante las piedras y carámbanos de hielo que caían cerca de ella como meteoritos.

—¡Ahí está! Al interior de la estatua debe estar guardada la verdadera Balmund, y Odín la ha entregado al mejor guerrero de Asgard. ¡Ven! —clamó el Guerrero de Heimdall a toda voz, mientras Ullr y Rung se tambaleaban sin poder controlar sus heridas tanto como el terremoto. Loki sonreía triunfante.

Milo oyó gritos en la periferia, la gente de Sinigrado que no tenía la menor idea de lo que ocurría, y que sufrirían al tener a Drbal de gobernante para siempre y a Hilda como una decoración de una estatua derruida.

 

Eso, claro, siempre que él no lo evitara.

La cara de consternación, confusión y terror de Drbal de Heimdall no tenía igual, quizás solo comparable a la expresión en los ojos de Slange de Jormungandr de miedo contenido. Obviamente no esperaba eso.

La mano de Drbal estaba totalmente vacía, no sostenía nada, al igual que la del coloso de hielo y piedra en lo alto de la montaña. El temblor se había detenido y la estatua de Odín había perdido gran parte de su constitución, en especial el arma en la mano derecha. Hilda seguía tan paralizada como antes, solo su vestido y sus cabellos se mecían al viento, pero por lo demás, ningún sable mágico había aparecido en las manos de un héroe escogido, al menos ninguno que pudiera ver.

—Pero… ¿Cómo? Esto no es p-posible —titubeó Drbal, con los ojos fuera de órbita y los labios curvados en una horrenda mueca.

—¿Qué pasó, escogido? —se burló, concentrando su Cosmos en el dedo índice de la mano derecha, libre de cualquier sello de Ouroboros, o cualquier estupidez parecida.

—¿Dónde está Balmung? ¡¿Dónde está mi arma?!

—Tal parece que Odín te ha tomado el pelo. Y deberías estar acostumbrado a ello, pues el Santuario y sus hombres son algo de lo que deberías desconfiar siempre —dijo Milo, a sabiendas de todo lo que sucedía, captando los cambios en el flujo del Cosmos.

—No intentes nada estúpido —amenazó Slange, mientras Loki agarraba a Hyoga de las muñecas como si sirviera para convencerse de su triunfo.

—Nada de eso. Solo necesitaba enterarme de la situación, del pasado y todas esas cosas, y ya lo logré, Muu estaría orgulloso, pero les diré dos cosas: Primero, soy un Santo de Oro, ni cien de ustedes al mismo tiempo podrían hacerme caer con Cosmos que no les pertenecen. —Milo encendió su Cosmos y se libró rápidamente de su prisión congelada.

—¿Qué es este poder?

—¿Cómo es que…?

—Y segundo, los Santos de Hielo son increíblemente tercos, no se rompen, igual que los Glaciares Eternos de Siberia, así que para la otra asegúrense bien de que de verdad estén vencidos, ¿no es así, Cygnus?

Cuando se voltearon ya era tarde. Hyoga había congelado uno de los brazos de Loki de Fenrir, y un segundo después se lo destruyó de un solo puñetazo.

 

 

 

Dejo esto también por aquí. No le puse tanto detalle ni nada, pero sentí que era necesario. Son los tres Santos que lucharon junto a Capella y Algol contra el equipo de Saori. Gliese de Tucán está ahora acompañando a Milo; Venator de Delfín (el rubio) es el padre de Alicia Benethol (ojalá lo hayan notado xD) y estuvo con Shaina y Shun en las islas egeas; e Izar de Tucán (el grandote) fue asesinado por Ichi durante esa batalla en que Shiryu queda ciego, razón de que Gliese lo desprecie más de lo que debería.

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Editado por Felipe_14, 24 julio 2015 - 23:35 .

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Publicado 24 julio 2015 - 22:42

Amigo Felipe, fue un capítulo extraordinario!!, por qué te dejó deprimido y te dolió escribirlo?? De hecho, para mí, ha sido el mejor de esta mini saga de Asgard. Pienso q MIlo se lució, dominando a tres guerreros azules y luego fingiendo su derrota, además de la gran actuación de Hyoga. Ya me parecía extraño q un guía fuera capaz de someter a un santo de oro con tanta facilidad. También me gustó la incursión de Jano en Asgard (es obvio quien es, pero no lo voy a decir de todos modos, jajajajajaja), es un manipulador experto. Espero con ansias el último capítulo de esta mini saga, q promete ser de lo mejor, saludos!!



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Publicado 25 julio 2015 - 08:09

joer que buen capi...mira que no soy de dorados pero este milo es la leche

y nunca falta el clasico de caballero de athena "me hago el derrotado para saber que cojones esta pasando,para luego

patear traseros hasta que el cuerpo aguante" XD

 

bueno,un saludo y a esperar el proximo capi






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