CAPITULO 8.- SATSUI NO COSMO
“EL COSMO DEL ASESINO”
1.-EL REGRESO DE UN DEMONIO
El término de los combates con los santos negros parecían haber finalizado, pero el daimon, Longinus de Homados, había resucitado prácticamente con un cosmoS mucho más agresivo y fuerte que antes, frente a Enoc que se encontraba inconsciente y Draciel, quien era el único que se mantenía en pie.
―Yo Longinus de Homados, espíritu del fragor de la batalla he despertado el satsui no cosmo, ahora me he convertido en un asesino sin límites ―decía el daimon de ropaje carmesí.
―¿Satsui no cosmos?
―Fue todo gracias al sacrificio de guerra, que ustedes mismos me ofrecieron.
―De que estás hablando…
―Cuando un daimon es derrotado, puede volver a la vida mucho más fuerte, como un demonio asesino para derrotar a su oponente en una nueva oportunidad, solo si se le brinda un sacrificio de guerra. El cual es un ritual sangriento, en el que nuestra armadura makhai, absorbe las energías sutiles de los combates a su alrededor para despertar el cosmos de un asesino. Así nos referimos a nuestra etapa más fuerte, donde podemos hacer arder nuestro cosmos sin un desgate físico, además nuestro espíritu se convierte en un demonio salvaje, solo con ganas de pelear ―explicaba el daimon de cabellos grises.
―Ya veo, sin embargo. Tú oponente ha desaparecido y solo estoy yo, Draciel de dragón marino.
―Seiryu del dragón, lo subestime en un principio, no creí que la experiencia de un guerra lo haya vuelto tan fuerte, pero ahora estoy seguro que puedo vencerlo, a él o cualquier sobreviviente ―le dijo el arrogante―. Supongo que tendré que confórmame con asesinar a su amigo, el santo de libra.
―Ellos te perdonaron mientras tú estabas inconsciente, ahora tienes la oportunidad de devolverles la mano, correspondiéndole igual ―añadió Draciel.
―¡Que idiotas!... Nosotros los daimon no tenemos piedad.
―Entonces yo tampoco la tendré… Recibe mis colmillos afilados.
Draciel extendió sus brazos, los cuales se cargaron de un verdoso cosmos hasta extender la punta de sus codos, los cuales tomo como hojas filosas y las lanzó para clavarlas como lanzas y en el proceso, estas se multiplicaron, haciéndose más finas y filosas, perforando las extremidades de la victima.
―Nadie es capaz de moverse con todas esas espinas perforando su cuerpo, si lo intentas, solo aumentaran las hemorragias internas, produciendo una muerte por desangramiento ―explicaba Draciel.
Pero por muy difícil que pareciera, el daimon se movió sin siquiera derramar una gota de sangre. Longinus se movía lentamente, como si no sintiera las espinas del dragón interrumpiendo sus extremidades.
―Es como si no sintiera dolor ―expresó Draciel asombrado.
―Exactamente, como te dije, es una de las habilidades nuevas, una vez despierto el satsui no cosmos, no sentimos el dolor sensorial ni emocional. Por lo tanto no tengo vulnerabilidades físicas o psicológicas que me afecten… ¡Observa esto! ―exclamó el daimon, levantando sus brazos, cuando expulsó un gran cosmos, haciendo qué una onda expansiva desintegrara las espinas.
―Te enseñaré como se debe perforar el cuerpo de un oponente, aunque perdí mis armas. Ya no las necesito, ahora puedo usar sus habilidades sin necesidad de transformar mi cuerpo en un arma ―dijo el daimon se mofó.
―Tendrás que demostrarlo con hechos y no con palabras.
―Siente mi nueva variante de mis técnica asesina…
—¡¡Spears Demons!! —
“LANZAS DEMONÍACAS”
Longinus extiende su brazo hacia arriba de forma recta, para que de su extremidad se liberen una gran cantidad de manos espectrales que vuelan alrededor del enemigo haciendo movimientos circulares, produciendo que este ataque se asemeje a un ciclón horizontal. Cuando se aproximan a el cuerpo del marina, todas las manos convergieron en un solo punto y pasan a través de él. Golpeándolo directamente, traspasando su armadura como si no estuviera allí.
―¿Qué es esto?... mi escamas no sirve de nada.
―Mi nueva técnica causa daño al enemigo en el interior, directamente a sus órganos internos y vasos sanguíneos. Como unas dagas fantasmas.
El marina sintió como un líquido viscoso carmesí le recorría el cuerpo sin ninguna silueta de daño físico, sin embargo solo parecía con daños superficiales y no derramaba grandes cantidades de sangre, después de tantos golpes.
―¿Que sucede? ―se preguntó el daimon, alegrándose demasiado pronto.
―Las escamas de un Dragón son como escudos de hierro, se dice que ningún arma puede perforarlas ―se mofaba el atlante de ojos rasgados.
―Ya veo, ahora recuerdo algo acerca de vosotros los atlantes. Alguna vez escuche que su cuerpo tiene un biología más densa que los humanos, ahora veo que es cierto ―reflexionaba Longinus.
―Es mi turno, para contraatacar…
―¡Storm of Leviathan!―
“Tormenta de Leviatan”
Draciel cruzó sus brazos cargando sus codos de haces de luz esmeralda, produciendo una ráfaga que originó un intenso tornado horizontal acuoso, tal corriente parecía rebanarlo todo en una intensa velocidad.
―¡Imperial Shield!―
“Escudo Imperial”
Longinus hizo que su cuerpo se recubra por completo de un cristal rojizo. En el cual, todo el metal de su armadura se extendió y cristalizo todo su cuerpo, fortaleciéndose virtualmente. Haciéndose inmune a al ken de Draciel, quien no pudo traspasar su defensa.
―Ya conozco esa técnica, creas una corriente marina con el agua contenida en la atmósfera, para acelerarla a tal grado que desintegre cualquier cosa, después de todo se dice que el agua a presión es capaz incluso de cortar el diamante, pero el sacrificio sangriento no fue lo único que me regalaron los santos negros ―tras descifrar la mecánica de la técnica del atlante, Longinus reveló lo que ocultaba en su mano, un órgano ocular.
―¡Ese ojo, es del lince negro! ―exclamó enérgicamente el marina.
―Se dice que todo lo que ves por última vez, antes de morir queda atrapado en la retina. Gracias a este ojo pude comprender la mecánica de tus técnicas ―reveló el daimon sonriendo.
―Aunque tengas los ojos de un dios para predecir mis movimientos, te puedo asegurar que un dragón nunca muere solo ―vociferaba el atlante muy seguro de sus palabras.
―Entonces te extinguiré con el gran resplandor de mi escudo que lo pulveriza todo ―el daimon, elevo el símbolo de su escudo hexagonal, un pentagrama en un círculo en su abdomen.
―¡Imperial Excution!―
“Ejecución Imperial”
Del pentagrama salió un gran resplandor rojizo que parecía desintegrarlo todo, en su devastador avance. Inesperadamente, chocó contra dos escudos circulares que amortiguaron el impacto.
―¡Enoc despertaste! ―exclamó Draciel.
El joven santo de oro hizo levitar los escudos, haciéndolos girar para desviar la ráfaga destructiva hacia los lados, pero tal improvisada defensa no fue tan efectiva ya que llego en el clímax del resplandor escarlata.
―Maldición creo que es muy tarde.
Enoc salió volando junto con Draciel, recibiendo el resto de la técnica que los estrello ferozmente contra unos muros.
―Me ahorraste el tiempo Libra.
Draciel se puso de pie con dificultad para ponerse delante de Enoc, quien aún se encontraba debilitado. Ahora todo parecía haber acabado, solo restaba el golpe de gracia.
2.-FORTALEZA MÁXIMA
Enoc miraba con precisión al hombre de piel pálida y de cabellos grises, portando un ropaje carmesí, quien parecía otro hombre gracias a su nuevo cosmos, era como si intentara recordarlo con más detalle, pero no conseguía encontrar algún significado a tal mirada intrigante.
―Longinus si es que ese es tú nombre, vosotros los daimon son seres muy avaros, a pesar de rebelarse contra Athena como los caídos en la rebelión del santuario y convertirse en mercenarios, ahora todavía quieren más poder, no puedo creer que hayas sido un aspirante a santo de oro ―le reprochaba con decepción.
―Veo que ahora sabes quienes somos, pero no tengo por qué explicarte mis motivos ni mi verdadera identidad a un mocoso recién ascendido inescrupulosamente ―respondió el daimon.
En ese entonces Draciel, lo detuvo de seguir discutiendo y se puso delante del joven de Oro.
―Gracias, muchacho pero ya es suficiente. No necesitaba de tu ayuda, aunque estoy debilitado y ya no puedo usar mi velocidad, tengo una faceta mucho mejor, la cual es la mejor defensa en un combate ―afirmaba el atlante.
―Estúpido esta vez mi ejecución imperial acabara contigo sin dejar rastro.
―Espera que harás Draciel, ni los escudos de libra pudieron esta vez con su técnica ―le dijo Enoc muy preocupado.
―Las armaduras doradas se fortalecen del sol, pero nuestras escamas se nutren de el agua más pura en la atmósfera ―comparaba Draciel las fortalezas de ambas armaduras, haciendo que su cosmo manifieste diminutas chispas azules en el aire―. El agua a presión, es lo que fortalece el mejor de los metales.
―Las armaduras Makhai de los daimon, se alimentan de las emociones hostiles y los sentimientos negativos, por eso nuestra energía es eterna y es la mejor…
―Imperial Excution―
“Ejecución Imperial”
Nuevamente Longinus disparó su gran resplandor de luz carmesí, pero esta vez Draciel, levantó un muro defensivo de agua que ascendía muy rápido hasta el cielo.
―¡Fortress Dragon! ―
“Fortaleza del Dragón”
―Increíble la presión es tan rápida que parece fundir el ataque de ese tipo ―reflexionaba Enoc.
―Esa técnica no la reconozco ―vociferaba el guerrero de ropaje carmesí.
―No tuve necesidad de usar todo mi arsenal contra los santos negros hasta ahora ―respondió el marina de ojos rasgados, pero rápidamente se disolvió su gran muro ascendido, que era como el fluido de una cascada invertida.
―Ya no tienes energía, el muy idiota solo fanfarroneaba ―comentó el damon sonriendo.
―En realidad solo quería enseñar una última cosa a Enoc, con esto ya es suficiente, ya no necesito seguir extendiendo este combate ―respondió Draciel, cuando inesperadamente incendio su cosmos.
―Acaso planeas atacarme de nuevo, sabes que no podrás traspasar mi defensa, pero a diferencia tuya que has agotado tú cosmos, mi cuerpo no sufre del desgate del tiempo, gracias a que he despertado el satsui no cosmos ―explicaba el daimon―. Es lo que ha definido nuestro combate.
―El satsui no cosmos, estoy seguro que escuche eso antes ―añadió Enoc.
―Es tarde para ustedes ―les aseguró el daimon.
―Es tarde para ti ―respondió irónicamente el atlante, cruzando sus brazos.
―Esa pose, acaso intentaras nuevamente tú tempestad de Leviatan. Que insensato eres, será en vano.
Una figura de un plesiosauro de cuatro aletas gigantes se visualizó detrás del marina, cuando Draciel intensificó la corriente que lo rodeaba, entonces de sus codos afilados de cosmos, lanzó como una cruz en el cielo que rompió el espacio, abriendo una apertura hacia otra dimensión.
―Es el triángulo espacial ―dijo Enoc.
Draciel se lanzó directamente contra el daimon, quien se revistió de su cristalizada defensa para soportar la corriente desgarradora que estaba acumulando el marina en sus puños. Sin embargo, este fue tan veloz, que no lo atacó sino que lo sujeto por detrás.
―Idiota, ¿qué haces? ―dijo Longinus, intentando zafarse, cuando la corriente de Draciel se manifestó rodeándolo en forma de torbellino―. ¿Intentas asfixiarnos?
―Esta es mi última técnica…
―¡¡Dragon's Descent!! ―
“El descenso del Dragón”
La corriente se maximizaba en un pequeño tornado, dejando el cuerpo del daimon estatico, sin que pudiera liberarse, mientras Draciel miraba el joven santo dorado.
―Enoc, ahora ya es tarde para mí, pero no para ti. Protege los tesoros imperiales de nuestros enemigos, así como nuestra hermandad del hombre, no se limita solamente a reclutar santos, sino cualquiera que siga nuestros principios, nuestros enemigos de nuestra sociedad, también están en todas partes ―le advirtió Draciel en sus últimas palabras.
Justo en ese entonces la corriente de Draciel se maximizó en una especie de caparazón a presión que los encerró a ambos, haciendo que sus cuerpos comenzaran a ser atraídos por la presión de la apertura dimensional.
―Estúpido… ¿acaso intentas suicidarte?
―La presión que nos rodea te tiene paralizado, por lo que seguiremos cayendo en un abismo sin fondo, mientras aumenta la velocidad, terminaras fundido por la terrible presión ―explicaba Draciel.
―¡¡Entonces tú, maldito…!! ―exclamaba el daimon frustrado.
Cuando finalmente la apertura dimensional se cerró, volviendo a la normalidad, dejando en
solitario a Enoc, quien recogió el espejo imperial, escondiéndolo en su antebrazo.
―Quizás antes de volver deba prepararme…
3.-LAS TRES PUERTAS
Mientras en la cúspide del santuario de Athena, no todos estaban tan tranquilos, pues a distancia habían sentido los terribles enfrentamientos y la presencia perturbadora de un mal augurio en los cielos. En el templo del papa, dos caballeros de oro, se hallaban tomando una audiencia con él. Uno era un joven de larga melena lisa, de cabellos dorados, teniendo dos puntos bermellón en la frente, mientras que el otro, era un hombre un poco más alto y maduro, de tez más bronceada, de cabellos marrones y ojos azules, sosteniendo su casco de agudas pinzas hacia los lados.
―El ataque a la cascada de Rozan, solo quiere decir que un nuevo enemigo ha aparecido y ha descubierto una de las puertas de los cuatro reinos, por lo que debemos tomar precauciones de inmediato ―dijo el sumo pontífice sentado en su trono.
―Hay algo que no entiendo su santidad, ¿Cómo es posible que nos hayan invadido nuevos enemigos?... si todas las puertas estaban selladas por los tesoros imperiales ―se cuestionaba el muchacho de cabellos de oro.
―Eso no importa, lo importante ahora es asegurar que nadie más nos invada de un reino extranjero, ahora que la puerta al reino submarino ha sido profanada en la cascada de Rozan, debemos enfocarnos en las demás, yo pido permiso para asegurar la puerta del reino del Hades su santidad ―contestó el otro santo de oro de casco con agudas pinzas.
―Dante de Cáncer, tú eres el más indicado para ese lugar. Es por eso que los llame a ambos, los otros dos tesoros se encuentran muy separados los unos de los otros, el tesoro que tiene cerrada la puerta del Hades en la tierra, se encuentra en el tibet, en la india. En la gran torre de la tierra sellada, mientras que el otro tesoro se encuentra más cerca del santuario, en la región del Cáucaso, se encuentra el sello del reino de los cielos ―explicaba el papa.
―Ya que intentaron profanar la entrada al reino submarino donde Enoc fue, no debemos dejar que se acerquen a los tesoros imperiales, yo me haré cargo del tesoro que se encuentra en el Cáucaso, su santidad ―afirmó el santo de cabellos de oro.
―De esa región venían tus ancestros Edward, tú como el santo de Aries la conoces mejor que nadie, es por ello que te llame a ti también, ahora es su turno de proteger ese lugar.
―Tengo entendido que había guardianes, lo que no comprendo es por qué no sabemos quiénes son ―le preguntó Edward de Aries.
―Es probable que ni siquiera sigan su misión de guardián, ya que nunca se reportaron a mis llamados, no debemos confiar en ellos ―les sugirió el papa.
―Yo nunca confió en nadie su santidad, lo que si estoy deseoso de partir ―añadió Dante de cáncer.
―No tan rápido, Dante. Quiero que cada uno vaya con un santo de apoyo, que sea uno de sus discípulos, que les sirva de experiencia, para salir del santuario.
―No será muy peligroso ―cuestionaba una vez más el santo de aires―. En mi caso puedo llevar a mi discípulo que es un santo de plata, pero el discípulo de Dante tengo entendido que solo lleva un mes de haberse convertido en caballero bronce ―comentaba el joven de cabellos de oro.
―El que debería tomar esa decisión soy yo, al todo caso. No me es necesario un escudero su santidad, para mí sería un estorbo ―respondió Dante.
―¡Es una orden! ―exclamó el sacerdote.
―Entonces permita que sea yo, quien vaya en lugar de Dante, su santidad ―dijo una voz desde atrás.
Un hombre de larga melena gris y ojos celestes se acercaba, era un caballero de Oro tan alto como Dante y con una mirada muy pacífica que no parecía representar a su constelación guardiana.
―¡Miguel de Leo!... ¿Cómo supiste de esta audiencia?
―Usted sabe que la naturaleza me avisa, cuando presiento el peligro, a mí o a uno de los que me rodean, es por eso que vine y justo a tiempo por lo que veo, quiere enviar al discípulo de Dante fuera del santuario ―contestó Miguel.
―Es cierto, ahora recuerdo que el discípulo de Dante, el santo de la constelación del Cangrejo Menor, es vuestro pequeño hermano, pero no deberías preocuparte, ya que después de todo, Dante y tú son los discípulos más fuertes de mi hermano, el caballero de Tauro ―recordaba el sumo pontífice.
―Para que mi condiscípulo haya abandonado su cueva de la que nunca sale, es algo muy raro ―dijo Dante sonriendo―. Creo que cambie de opinión, ahora sí quiero llevar a mi discípulo, es más partiré enseguida.
―Entonces ya está decidido ―afirmó el pontífice―. Además prefiero que vuestras capacidades instintivas se queden aquí para avisarnos del peligro, Miguel. Después de todo, tú sientes la amenaza antes que cualquiera en el santuario ―explicaba el papa.
―Señor que sucederá con Enoc ―preguntó Edward de Aries.
―Creo que regresara muy pronto, pero ustedes no podrán esperarlo, así que deberán partir de inmediato ―respondió sacerdote.
Una vez terminada la audiencia, todos se retiraron y el papa se quedo solo en la sala, sentado en su trono en silencio.
―Puedes salir viajero, no hay necesidad de esconderse entre tus camaradas ―expresó el papa, mirando atrás de su trono.
Una figura trasparente se reflejaba escondido detrás de la cortina del trono, era la apariencia de un caballero de Oro, de cabellos negros y ojos cerrados, sentado en forma de loto.
―Me gusta pasar desapercibido su santidad, pero lo que nos convoca es más importante, Enoc regresará muy pronto y seguramente pedirá explicaciones de lo que los santos exiliados le han dicho, no creo que mandar a otros santos de Oro donde los demás santos exiliados sea buena idea, podría hacer que tomasen la misma aptitud que Enoc, a menos que sean caballeros de su máxima confianza como yo ―le advertía el santo de oro de apariencia astral.
―Todo está saliendo de acuerdo a mis planes, tú solo encárgate de seguir mis órdenes, debo reunir los tesoros imperiales, antes que sea demasiado tarde y los caballeros exiliados juegan un gran obstáculo, es por eso que los daimon de Ares nos harán un gran favor para acabar con ellos sin que se den cuenta ―le explicaba el astuto sacerdote.
―Como usted diga, su santidad. Por cierto, como se encuentra la señorita Athena ―preguntó el caballero de apariencia astral.
―Aislada de todo esto, y segura en el lado opuesto del santuario, en el oasis de Temiscira ―respondió el sumo sacerdote.
―Pero si el santuario occidental es protegido por los caballeros de Oro, que mejor defensa para ella que la élite de su orden. ¿Quien se encuentra en el lado oriental para protegerla, creí que era un lugar abandonado.
―No necesitas saberlo, ella debe mantenerse aislada hasta que yo consiga los tres tesoros y entonces nuestra diosa, podrá iniciar la siguiente guerra sagrada, personalmente ―contestó el sumo sacerdote, sentándose en su trono.
FIN
Editado por ALFREDO, 03 enero 2016 - 22:16 .