CAPITULO 61.- EN EL ABISMO.
menos mal que no cayo en la trampa
las palabra de Nike son muy enigmáticas
fue buena la batalla entre el caballero y la santia aunque algo corta
asi que Ares es un anarquista que quiere ver al mundo arder
a los dioses de tu fic les gusta usar a los humanos como peones para sus entreverados planes
¿la batalla con ares fue un sueño?
Hola t-800 Gracias por comentar...
Que bueno que te agradó la pelea, en mi historia los dioses son extremistas en las idelologias que siguen. Básicamente se dividen en dos corrientes los que están de lado del caos representado por Ares, Themis, Eris. Mientras los que están de lado del orden serían Athena, Nemesis, Nike. Aunque esto no quiere decir que el caos se el ma ni el orden sea el bien. Jujuju.
Lo q si todos coinciden en usar a los humanos como les plasca xd
Antes que me arrepienta de cambiar algo, decidí publicar ya que lo tenia listo hace rato este cap
CAPITULO 62.- REENCUENTRO EN EL INFRAMUNDO
Por fin habían dejado atrás la región infernal del rio flegetonte que separaba el límite del Tártaro y el Érebo. Este último, el dominio de Hades. Ahora por lo difícil que parezca después de venir de una región volcánica. Enoc y Juno sentían mucho frio, tanto que Juno descendió para caminar sobre un suelo cubierta de hielo. Los dos siguieron caminando mientras veían como se extendía un valle glaciar a su alrededor, se dirigieron lo más al norte posible en la zona elevada donde podían ver un estanque con una meseta en el centro, donde un árbol gigante se erguía, como el único signo de vegetación que parecía tener el lugar.
Enoc y Juno llegaron a un estanque de aguas grisáceas, situado en su centro un ciprés blanco. Un árbol gigante que parecía como una columna vertical por sus ramas elevadas. Los dos se sintieron tentados a tomar de las aguas debido de que venían de salir de un infierno asfixiante literalmente, donde en su interior se encontraban muy deshidratados y solo sus cosmos los mantenían estables para caminar.
En la misma zona central un palacio se veía a lo lejos como un santuario de mármol, el cual tenía un ángel en la entrada. Mas allá del templo a la derecha también podían ver que otro estaque de aguas que se extendía, donde se erguía un álamo blanco, un árbol gigante muy hermoso, que hacía ver sus aguas más cristalinas, totalmente en contraste con el ciprés que causaba intimidación al verlo.
Los dos se encontraban extrañados, ya que estaban experimentado un deja vu, ya que en el pasado visitaron un lugar semejante, con dos fuentes de aguas diferentes en el interior de la montaña de la colina de la luz, el Yomotsu Hirasaka Hikari. La antesala para subir al monte olimpo.
—Estos dos estanques y si no me falla la memoria deben ser las fuentes sagradas del Lete y el Mnemosine. Las aguas del olvido y la memoria respectivamente que hay al final del inframundo.
—Significa que llegamos a la zona más baja, ese santuario en su centro debe ser el del mismo señor de los muertos —agregó Juno.
—No conocemos bien esta región y para salir, no nos queda otra que pedirle permiso al mismo Hades para regresar a la tierra.
—Realmente crees que nos dejará volver.
—Bueno, no lo sé. De todos los dioses con el que Athena nunca ha tenido un conflicto es Hades.
—Tu optimismo ya no me alegra como antes.
—Si no conservo mi optimismo es como si perdiera las esperanzas de volver a la tierra.
—¿Qué extraño escuchar sentirlos esperanzados? Estando aquí en Giudecca —dijo una voz desde los cielos, dejando ver una silueta de alguien descendiendo portando un ropaje tenebroso—. Su olor los delata, ustedes están vivos en los dominios del señor Hades.
—¿Tú quién eres? —cuestionó Juno al ver que no era un dios. Ni ningún muerto.
Ya que el sujeto era un hombre de larga melena azulada y piel bronceada, vistiendo una armadura que nunca antes habían visto, de color oscura violeta pero brillante. Sin embargo, Enoc se quedó estático al verlo, pues parecía reconocerlo.
—Es imposible. Ese tipo es igual a uno de los santos exiliados, el primer santo que conocí cuando inicié mi aventura… ¡Seiryu del Dragón!
—¿Seiryu? Debes estar confundiéndome con otro, mi nombre es Radamanthys de Wyber. Uno de los tres jueces elegidos por el señor Hades para juzgar a los muertos.
—No puedes ser él, ya que su alma fue asimilada por mí.
—Ustedes son emigrantes extranjeros invasores sin permiso para entrar al Hades, no sé cómo llegaron tan lejos sin ser vistos. Sin embargo, tengo el deber de cuidar del estanque del Olvido, en especial del Árbol del duelo del señor Hades.
—No tenemos tiempo para esto, apártate Enoc. Debemos salir de aquí usando la fuerza —dijo Juno al ponerse en una posición de combate—. ¡Recibe mi patada destellante!
¡Jamping Stone!
El recién juez aparecido, se ocultó entre sus alas como un capullo al ver que la doncella de plata se le abalanzó para propinarle una feroz patada voladora. La cual no pudo moverlo, y de un rugido al desplegar sus alas la mandó a volar emitiendo una onda de presión con el movimiento de sus alas espectrales, tanto que Enoc se cubrió el rostro con uno de sus escudos.
Mientras Juno se reincorporó molesta, levantando su brazo derecho para imprimir una hoja cortante de cosmos que el Juez alcanzó a esquivar elevándose por los aires, por muy poco. No obstante, esta vez Radamanthys quiso devolverle el ataque, dirigiéndose violentamente hacia ella con una velocidad que antes de que elevara su brazo para cortar, él la detuvo.
—¿Qué, pudo atrapar mi hoja antes de que desenfundara mi espada?
—Se le llama defensa con las manos desnudas. Tú espada es mortal, el solo roce me hirió los dedos. Sin embargo, tu movimiento de ataque es predecible ya que solo atacas en línea recta.
Le explicó el juez al darle una voltereta que la impactó en la tierra, para luego volverla a levantar del mismo brazo mientras se elevaba con sus alas para asestarle un feroz golpe, pero fue detenido cuando su puño chocó con un escudo dorado en el aire, interviniendo Enoc en el clímax del ataque.
—Parece ser que tendré que recordarte usando la fuerza, observa esto Seiryu —dijo Enoc al engancharle desde ahí un puñetazo que elevó con una fuerza torrencial verdosa—. ¡Dragón Ascendente!
El juez se sorprendió de que lo atacara a corta distancia, y recibió el ataque de un dragón esmeralda de frente, aunque no quedó muy herido ya que solo consiguió hacerlo retroceder unos metros para salvar a Juno.
—Conoces esta técnica, es el ataque básico de Rozan, tu alma debe recordarla muy bien.
—¿Qué dices? No hay nada que recuerde —se encogió de hombros—. Mi alma fue purificada de mi vida terrenal bañándome en las aguas del Lete. Para servir al señor Hades.
—Debes recordar —exclamó Enoc, expulsando de su cuerpo el ropaje de su torso—. Observa la marca del heredo del Dragón. De seguro, tú tienes una en tu espalda también.
—¿Qué son esos dos dragones ascendentes en dirección opuestas? —preguntó Radamanthys asombrado—. De seguro podrás explicarme, porque lo único que conservo de mí es esto.
El nuevo juez del inframundo, solo se sacó el protector de la espalda para mostrar que también tenía un tatuaje de Dragón ascendente sin saber por qué lo traía, ni cuando fue que se lo hizo. Entonces ambos empezaron a emitir un fulgor.
—Es igual que con los cloth resuenan, solo que sus tatuajes brillan —añadió Juno.
—Solo los iniciados en las disciplinas de Rozan poseen estos tatuajes. Eres de la orden secreta de los hombres. Aquella que surgió entre los santos como una rama oculta para vigilarlos en caso de que se corrompieran.
—No sé de qué hablas —dijo al ponerse el ropaje—. Mi nombre ahora es Radamanthys de Wyber, yo morí hace mucho según me dijeron y mi alma fue elegida por el gran Hades para servirle.
—Ya veo, quizás el tiempo aquí transcurre de forma diferente al de nuestro mundo. Entonces al menos sabes que la tierra está en un grave peligro.
—Así es, ahora en la tierra Ares planea ejecutar su último recurso para gobernarla. Planea corromper a los seres humanos para que se revelen contra los dioses —añadió Juno.
—No puedes permitirlo, debes ayudarnos después de todo fuiste un santo de Athena, antes de ser juez del inframundo, debes pelear por la tierra para protegerla.
—Yo … —Se quedó callado por unos momentos pensativo, cuando sintió un gran cosmos en los cielos—. Alguien más está llegando.
—Este cosmos… Es el de ese sujeto.
Un vórtice de fuego se manifestó, revelándose un alto sujeto de manto rojizo con tonos purpura en su capa, con una diadema cuernuda el cual manifestó un cosmos asesino que lo intimidó a todos como si estuviera enojado.
—¡Deymos! —exclamó Enoc.
—He buscado por todos lados y no está. ¿Dónde está la Pithos?
—Todavía no la encuentras, si el santuario está desprotegido. Para el dios del terror, buscar una aguja en un pajar es complicado —dijo Juno sonriendo.
—¿Deymos dices? —frunció el ceño con extrañez, el juez se encontraba realmente confundido—. Me parece haberlo visto antes.
—Ahora mismo acabaré contigo —secundó Enoc poniéndose en una pose de combate, mientras encendía su cosmos—. ¡Pagarás el haberme hecho caer al Tártaro!
—Solo cayeron en su antesala cerca de la gran torre del señor Ares, no esperaba que salieran, de cualquier forma, me alegra pues debo sacarles la información que necesito —respondió el dios cuando miró fijamente con quien estaban a su lado—. Tú, no es posible se supone que estás muerto.
—Tú eres el dios del terror. Este territorio tampoco te incumbe, estás invadiendo el terreno del señor Hades.
—¿Qué? No me digas que fuiste revivido por Hades —añadió Deymos—. Se supone que tu cuerpo fue utilizado como recipiente de una semilla maligna de Eris y moriste por la mano de Tauro.
—Ahora es nuevamente utilizado por otro dios, qué tiene de valor su alma qué llama la atención de tantos dioses —se cuestionó Juno cruzando los brazos.
—Así es siempre me pregunté eso, Deymos por qué no lo mataste sí ya no era un elegido cuando me heredó su escudo imperial.
—Bueno, ya no importa. De cualquier manera, los mataré, los elegidos eran potenciales candidatos para nuestro señor Ares, es por eso que los queríamos de nuestro lado por ello logramos corromper a algunos, aunque él que más corrompimos para nuestro control fue el santo del Fénix.
—Maldito, recibe esto Deymos.
¡Libra Shoten Ha!
“Ascensión Celestial de la Balanza”
La columna de luz que originó el puño de Enoc abrazó todo el cuerpo del dios hasta consumirlo en su torbellino luminoso el cual se dispersó por dentro al ver que algo perforó la columna de luz. Los demás vieron como Deymos había sacado desde su capa una lanza de hoja diamantina que originó un campo de fuerza, entonces el dios una vez terminado ese ataque lanzó su lanza sobre el suelo dejándolos a todos paralizados.
—No intenten hacer nada, la lanza del pánico ha creado una barrera mágica que los detiene con un cosmos superior al que puedan moverse.
—¡Mi carne, mi propia piel es intensamente dañada como si sintiese mucho dolor!
—Tonto santo de libra, ya te lo dije es una barrera que afecta psíquicamente vuestros receptores de dolor. Sus nervios serán destrozados si se mueven.
Entonces Deymos sacó otra cosa que ocultaba, una caja pequeña la cual reconocieron como la urna que contenía todos los males de Pandora. Usando la caja pudo sentir una vibración que delató en Juno como si ocultara algo, pues su cuerpo comenzó a emitir la misma vibración que proyectaba la caja de Deymos.
—Esa es la otra caja de Pandora, la que contenía los males.
—Ahora lo entiendo, está dentro de ti. La contraparte de esta urna.
—Juno, ¿Cómo aprendiste a hacer eso?
—Cuando me sacaste la manzana dorada, aprendí que al ser una receptora de la sangre mestiza de Athena. Puedo usar mi cuerpo para sellar algunas cosas.
—Tonta, ahora sentirás un profundo dolor —dijo Deymos al acercarse un poco y extender su palma sobre ella, para atraer algo que le salió del pecho, ocasionándole una hemorragia.
—No tan rápido…
Juno fue capaz de agitar sus alas y detuvo la caja con sus manos al salir de su cuerpo, para dar una estocada con su brazo desangrado el cual partió en pedazos la lanza del pánico, dejando al dios totalmente anonadado.
—¿Cómo pudo?
No tuvo tiempo de decir nada cuando Juno gritó con fervor su más grande técnica sobre el dios del terror para atacarlo directamente con todas sus fuerzas.
—¡Higi Kenyoku Tenbusho!
“Danza Celestial de Alas de Destellantes”
Juno alzó su mano dando forma a una ráfaga de grandes proporciones que desintegró la capucha purpura del dios en una tempestad como si fuese un terrible viento tumultos que lo mandaría a volar, pero solo consiguió hacerlo retroceder unos metros.
Después de que la polvoreada se dispersara, la doncella quedó agotada desplomándose, sosteniéndose la caja de pandora, cuando vio que el dios solo había quedado sin su manto y ahora contemplaba su ropaje sagrado, una vestimenta escarlata de grandes protecciones que le daban una apariencia siniestra, con alas y garfios desde su espalda.
―Vaya eso fue sorprendente para una santia de Athena has logrado llegar al nivel de los santos de oro ―la alabó de forma irónica―. No obstante, nunca podrás hacerme el menor daño con ese nivel.
Deymos alargó sus garfios de su coraza con una velocidad que no le dejaron escapar, perforando sus cuatro extremidades, la inmovilizó haciéndola desangrar como si estuviera empalándola sobre sí mismo.
―Ahora sí, sentirás el verdadero horror en todo tu cuerpo―afirmó el dios al descargar sobre ella una feroz energía eléctrica que la hizo gritar de forma demencial―. Imagina tu peor dolor en la vida multiplicado por mil. Un estímulo directo a tus receptores de dolor, el cual no se terminará nunca hasta que tu cuerpo no lo soporte y termines como un cascaron vacío.
Mientras Juno era torturada. Enoc sacó una daga dorada de su pierna, la cual se transformó en una espada, lanzándose con un impulso feroz cortó los garfios del ropaje de Deymos, tomando el cuerpo de Juno en el aire saltando unos metros más alejado. No obstante, quedó expuesto a que el dios los atacara, pues él vio que había soltado la caja dejándolo a sus pies, por lo que les lanzó una descarga de presión de su cosmos que los mandó a volar a ambos hasta el gran árbol. Entonces cuando se disponía a tomar ambas cajas, se fundieron en una oscuridad perpetua que las ocultó de los ojos del dios sin que entendiera a que se debía, ahora ambas cajas de pandora habían desaparecido.
El dios se molesto y alzó su brazo para dar una corte de cosmos que apartó la oscuridad sin que viera a donde se fueron las urnas, solo contempló al juez del inframundo quien se mantenían emitiendo un gran cosmos.
―De nuevo tú, te interpones en mi camino no importa la clase de Dragón que seas. Eres solo un humano insignificante ante mí.
―Ya te dije estás en el territorio del señor Hades, todo lo que haya o llegue aquí ahora le pertenece, apártate de ese árbol.
―Maldito seas, entonces tendré que disculparme con Hades después de que te mate.
―No si yo te mato primero.
―¡Greatest Caution! —
“Gran Caución”
Radamathys separó sus brazos a 180 grados, haciendo arder su cosmos al máximo, lo concentró entre sus manos como una esfera que empezó a acumular energía, entonces la liberó como una onda expansiva, que se despliega a su alrededor en forma de círculos concéntricos, los cuales se extendían y avanzaban destruyendo todo a su paso. Mientras un aura de una cabeza de Wyvern aparecía tras él como si estuviera consumiendo toda la tierra.
La terrible onda de choque levantó atrinchero la tierra alejando al dios del estanque, entretanto Enoc recostaba a Juno y se disponía a ir a ayudar, cuando ella lo detuvo del brazo.
―Espera no vayas, te matará.
―¿Qué dices Juno? Debo ir, se lo debo.
―No, quiero darte algo más ―dijo la doncella recostada cuando sacó de su cinturón una daga dorada la cual estaba dañada―. Recibe la daga de la diosa. Quizás sea la única arma que pueda detenerlo.
―Juno esa es la daga del patriarca, cuando fue que la obtuviste.
―No hay tiempo para explicaciones. Quiero que uses mi sangre para que la daga vuelva a nacer.
―Ya estás herida, dar vuestra sangre te dejaría al borde de la muerte.
―No importa, ya estoy muriendo de cualquier forma. Si puedes usar mi sangre para restaurar la daga, mata a Deymos y recupera las urnas.
―No puedo perderte, ya no quiero ver morir a nadie más.
―Debes tomar una decisión. Por favor salva el amor que hay en la tierra.
Enoc prefirió no usar su sangre esta vez y la recostó sobre el tronco del árbol, sellando las heridas de Juno
golpeándola en su shinouten para darle más tiempo al detener la hemorragia.
Alejado de ellos, el juez del inframundo miró como el dios del terror, apareció flotando en los cielos con su ropaje dañado en el pecho, como el único rastro de estar herido, mientras que él ya estaba llegando a su límite. El juez se sacó el casco del Wyber, en señal de frustración al ver su gran esfuerzo solo sirvió para hacer enojar más al heraldo de Ares.
Pues ahora el cosmos de Deymos estaba ardiendo más intenso, pues empezó a cubrir todos los cielos con una niebla purpura.
―Después de todo es un dios, aunque sea un juez del inframundo soy inferior.
―Nuevamente has logrado tocarme levemente, por primera vez un humano me ha hecho enojar a mí que siempre he sido el heraldo más pasivo de Ares, esta es la primera vez que deseo castigar a unos humanos con toda mi fuerza divina.
Por primera vez el dios del terror, parecía irradiar un temperamento colérico al emanar un gran cosmos rojizo, quiso castigar al juez sin impórtale nada pues lo señaló con un dedo para originar desde la punta de su dedo índice un rayo carmesí.
¡BLOODY STREAM!
“Corriente Sangrienta”
Gritó con fervor el dios al golpearle con un finísimo rayo escarlata, como si fuera un latigazo mortal sobre el cuerpo de Radamanthys, quien se protegió con el blindaje de sus alas, pero el rayo plasmó en él una intensa descarga eléctrica que lo hizo sentir un terrible dolor por dentro.
Entonces no siendo uno suficiente, Deymos creó otro rayo sangriento con el que lo golpeó separándolo desde los antebrazos con coda latigazo, lo elevó sobre los aires mientras lo electrocutaba.
―¿Qué es esto? Siento un fuego por dentro como si me estuviesen incinerando hasta los huesos.
―Sientes esa corriente recorrer cada gota de tu sangre, pues tu misma simiente aviva mi Bloody Stream, hasta que esta no se incinere por completo seguirás sufriendo ―explicaba Deymos sonriendo.
Enoc al verlo sufrir se disponía ir ayudarlo, pero Juno lo detenía para que tomara una decisión cuando justo Deymos estaba creando otro látigo rojizo este se incrustó en un hilo invisible que lo detuvo, entonces un viento tumultuoso alejó la descarga sangrienta sobre el cuerpo del Wybern. Fue cuando el dios miró hacia la dirección de dónde venían esos contraataques para ver como dos hombres más habían llegado, con vestimenta semejante a la Radamanthys.
―Vosotros…. ¿Quiénes sois?
―No nos importa quien seas, pero al que estás lastimando es a uno de los tres jueces ―dijo un hombre de cabellos pelirrojos y casco cuernudo, ocultando la mitad de su rostro―. Tendrás que enfrentarme a mí también, Aiakos de Garuda.
―Si te metes con un juez, te metes con los tres. Minos de Grifo también te enfrentará ―añadió el más bajo de tez bronceada y cabellos marrones.
―Ustedes han venido por mí.
―Que esperabas, no podemos ser los tres jueces si llegas a morir.
―El señor Hades nos mandó para ayudarte al ver que el invasor es un dios, no es alguien que solo tú puedas manejar.
―El rey Hades piensa que con los tres jueces puede contenerme ―vociferó Deymos expresando una mueca―. Debe ser el más ingenuo de los tres grandes dioses Zeus, Poseidón y Hades, si cree eso.
―¿Qué dices? ―miró de reojo el juez de Grifo, al apretar los nudillos―. Te enseñaré a no faltarle el respeto frente a nosotros.
El juez de Grifo desplegó de sus dedos varios hilos los cuales brillaron evidenciando estar sujeto a las extremidades del dios. Cuando se dio cuenta que algo no permitía concretar su técnica especial.
―Ya veo, este hilo cósmico que creas fue capaz de desviar mi Corriente sangrienta.
El dios emanó de los hilos un destello que empezó a conducir una descarga rojiza que llegó al Juez de Grifo quien perdió la movilidad, perdiendo la concentración de su técnica empezó a sufrir de la misma manera que su compañero Wybern hace un rato. Cuando Aiakos alejó la descarga con un aleteo de sus alas para ponerse al frente.
―No te pongas de rodillas todavía solo fue un saludo ―agregó Deymos.
―Minos, ataquémoslo al mismo tiempo ―propuso Aiakos al cruzar sus brazos mientras una atmosfera de ojos gigantescos lo rodeaban―. ¡Toma esto!
¡GALACTICA ILUSION!
Aiakos lo transporta a un pavoroso y extraño mundo espacial, levantando las manos por encima de la cabeza, donde las dimensiones y espejismos se mezclan, grandes ilusiones de enormes ojos oculares parpadeando generando un impacto emocional por unos momentos sobre el dios desorientándolo y dejándolo vulnerable por unos momentos.
―¡Vuelve al Tártaro con este viento mortal! ―exclamó Minos―. ¡ALETAZO GIGANTESCO!
Grifo responde con una técnica semejante pero netamente física, a diferencia de la de Aiakos que era física y mental al mismo tiempo, la técnica de Minos consiste en mandarlo a volar con el aleteo de sus alas, en un terrible tornado gigantesco el cual parecía llevarlo hasta dimensiones lejanas. Sin embargo, el dios frenó el impacto final antes de salir volando, al desplegar dos de sus látigos rojizos sobre el árbol del Lete para sujetarse.
―¿Cómo se recuperó en el mismo momento para evitar salir volando?
―Pequeños jueces, solo me confundieron brevemente. Debo reconocer que si hubiera sido un mortal es posible me hubiesen matado, pero atacarme con ese pobre nivel ilusorio no conseguirán desorientarme para mandarme al Tártaro.
―Entonces esta vez, también yo me uniré ―dijo Radamanthys poniéndose al medio.
―Por mí pueden pelear los tres al mismo tiempo.
―Cuanta confianza tiene, para ser un dios de segunda nos subestima demasiado.
―No seas insolente ―dijo al momento de lanzarle una esfera de energía que le destruyo el casco, revelando que no era otro que él que una vez fue el mismo recipiente de su señor Ares―. Ya veo, también has revivido de parte de Hades. Amón del Fénix.
―Amón del Fénix es Aiakos de Garuda ―corroboró Enoc―. Entonces Minos de Grifo es… ¡Baihu del Tigre!
Dijo Enoc cuando un halo de energía lo envolvió desapareciéndolo del campo de batalla sin que nadie entendiera a donde se había ido, pero Radamanthys percibió que solo alguien podía teletransportar en el infierno.
―Ustedes murieron y fueron elegidos por Hades, vaya vuelta del destino no imaginé volver a reencontrármelos en el infierno.
―Ya habíamos conocido a este dios en la tierra ―agregó el Wyber a los demás.
Los otros dos se miraron extrañados, pero Deymos no quiso darles explicaciones. Cuando desapareció de la vista de los tres, quedándose perplejos por unos momentos, apareciendo por detrás del Juez de Grifo, como una sombra que lo atemorizó con la mirada dejándolo intimidado, tanto que no pudo moverse.
―Empezaré contigo…
¡DEAD SCREAM!
“GRITO MORTAL”
El dios emitió un finísimo silbido como si fuera un murciélago, lanzando una onda mágica de sus labios que lo paralizó al juez quedando estático tiñendo su piel de un gris muy pálido que lo dejó como un cadáver.
―¡Minos!
―Ahora sigues tú ―dijo Deymos al aletear sus alas espeluznantes de donde salieron incontables murciélagos negros―. ¡Recibe mi aletazo demoniaco!
¡NIGHT RAID!
“PESADILLA NOCTURNA”
Deymos dirigió una horda de murciélagos diminutos que en realidad parecían demonios voladores con ojos rojizos devorando todo a su paso convirtiéndolo en energía. El juez de Garuda intentó contenerlos con su aletazo de Garuda alejándolos en un tornado que se elevó en una columna hacia el cielo, pero no fue suficientes pues había tantos que parecían interminables que algunos alcanzaron al juez, intentando morderlo en manada sintió un agudo dolor por dentro que parecían como si los mismos murciélagos le extrajeran el alma a mordiscos.
Entonces Wyber atacó una vez más con su mortífera onda de choque, pero fue rebotada sin ningún esfuerzo por parte del dios, haciendo que el mismo reciba el impacto.
***
Entretanto Enoc llegó al otro lado del palacio de Hades, donde había un Árbol con forma de Álamo blanco sobre un lago de aguas cristalinas, el cual reconoció que había sido teletransportado por un cosmos muy poderoso, pero justo en ese momento tuvo una visión de lo que pasaba de lo otro lado, a los tres jueces sufriendo, pero por unos momentos pareció ver a sus tres amigos por un instante. Tanto Ganimedes, Surt y Gabriel en el momento que enfrentaron al papa. Entonces escuchó una voz en su mente que lo dejó pensativo.
―¿Quieres ayudarlos? entonces bebe del lago de la memoria.
Esa voz lo dejó pensativo con lo que le pedía, pero el tiempo apremiaba. Decidió arriesgarse acercándose para beber con sus manos un poco. Mientras que del otro lado el dios del terror continuaba torturando a los tres jueces, regocijándose de placer. Sintió un estallido de cosmos a lo lejos que se detuvo al ver como tres halos de energía salieron volando en dirección a los jueces que estaban en el suelo, tres esferas de luz las cuales se transformaron en una espada sobre Aiakos, un Orbe sobre Minos y un Escudo sobre Radamanthys.
―Esos objetos no puede ser, son los tres tesoros imperiales ―dijo asombrado al ver como estos fueron tocados por cada uno de los jueces, emitiendo un fulgor en resonancia― ¿Qué significa esto?
―Significa que hemos vuelto hacer quienes éramos. ¡Somos los santos exiliados!
Gritaron los tres al unísono al recordar sus identidades, manifestando un aura de fuego, verde y blanca. Tanto que pareció iluminar los cielos del inframundo por unos momentos.