¡Hola!
Aquí estoy de nuevo, esta vez con algo un poco distinto.
El fic es principalmente una colección de capítulos independientes, pero con una secuencia. Les dejo la primera parte, si les interesa por favor háganmelo saber.
Advertencias: Nada que sea demasiado para un fan de Saint Seiya, sin embargo, las escenas de combates son escasas. Este trabajo pretende ser un relato más bien introspectivo, que explora los sentimientos de los personajes. Principalmente romance y drama pero algo de comedia también.
Renuncia: No tengo ningún derecho sobre lo que concierne a Saint Seiya (Los Caballeros del Zodíaco) o sus personajes, todo ello pertenece a Masami Kurumada y su genio creativo. Si yo tuviera algo que opinar al respecto, Seiya y Shaina terminarían siendo pareja, y la verdad no veo que las cosas marchen por ese rumbo.
En fin, ¿si no para qué están los fanfictions?
COMPASIÓN
Un Fanfiction de Saint Seiya (Los Caballeros del Zodíaco)
1. Prólogo
Dime, mi Diosa… ¿Por qué he sido recompensado con el espejismo que es mi amante? ¿Acaso por fin hice algo bien en esta vida, o acaso fue en otra?
Mi dama de arena, mi amazona centellante. Mientras duerme sobre su costado, sus contornos delineados y fuertes son las dunas del desierto donde suelo perderme. Su piel está hecha de millones de infinitesimales joyas, armadas con múltiples bordes filosos como cuchillos. No opone resistencia alguna a mi avance, pero al deslizarse sobre mi espíritu, poco a poco va desgastando las asperezas. Lentamente… día con día, año con año, va puliendo mis cicatrices secretas. Ella quiere hacer que el dolor pare, quiere hacerme brillar de nuevo.
¿Por qué, por qué mi Diosa? ¿Por qué la indiferencia ante mis súplicas? Sólo necesito saber… ¿esto que ahora tengo es realmente una bendición, o solamente el preludio al infortunio que me dará el golpe final, acabándome por fin? No sé cuáles son tus pensamientos o cuál es tu plan para mí, pero ten en cuenta que tan alto como me dejes subir, así de terrible será la caída… y esta vez quedaré deshecho en tantos pedazos que nadie, ni siquiera tú mi amada, podrá juntarme de nuevo.
¿Que si estoy tratando de amenazarte?
No… no podría.
Es mi miedo a perderla, después de haberte perdido a ti. Hace tanto que no te veo, y no sé si vuelva a hacerlo (en esta vida, al menos)… Sólo sé que moriré si alguien la aleja de mi lado. ¿Me oyes, Atenea? ¡Me muero!
No me atrevería a amenazarte, jamás. Solamente te pido que lo tengas en cuenta: si dejas que esa arena se vaya de entre mis dedos, pasarán otros doscientos años antes que vuelvas a verme.
2. Jóvenes amazonas
Algo en ella comenzó a cambiar poco después de tu partida. Dejó de lado las tosquedades y los apodos. Dejó por completo esa insoportable actitud todopoderosa. Un día noté que podía saber cuando ella sonreía, aún con esa máscara nefasta sobre su cara.
Después de un tiempo dejó de usar la máscara durante el día, excepto ante los guardias del Santuario o de forasteros. Era contemplativa igual que siempre, pero ahora su trato hacia los subordinados era del el tipo que demanda obediencia por respeto, y no por miedo. Poco a poco creció en compasión mientras crecía como mujer. Más radiante cada día, como luz cálida del sol; cada día más llena de tu esencia. Yo me preguntaba qué fue lo que tú hiciste para transformarla, y pasaba mucho tiempo especulando sobre qué sería lo que ustedes dos tramaban…
Ella solía acompañarnos, a Shun y a mí, a la orilla del mar… contemplando… recordando. Llegaba con el rostro descubierto y se sentaba entre los dos. Tomaba mi mano en una de las suyas y la de Shun en la otra, y sonreía. Sus ojos brillaban por las lágrimas no derramadas.
Sabes que esas lágrimas que eran por ti, ¿verdad?
Por supuesto que lo sabes.
Ella decía que llorar ya no la avergonzaba, que la compasión en el corazón de sus Santos te hacía una Diosa feliz. Ella decía que tú querías vernos felices también. ¡Ah, Saori! ¡Cuánto sentíamos tu falta! No podíamos estar lejos del Santuario por mucho tiempo, pues solamente dentro de sus fronteras nos sentíamos cerca de tu presencia.
α
Yo sé que siempre tuve debilidad por ella, pero de ninguna forma pude prever la forma en la que esa mujer sacudiría mi mundo desde su centro mismo.
Pero, creo que para darme a entender debo empezar desde el principio.
Hacía cerca de un año desde que Shun decidió echarse a andar por el mundo. Se fue con la idea de encontrar a Ikki, o a encontrarse a sí mismo, o quién sabe realmente a qué. –Volveré pronto, Seiya - murmuró-, pero primero es necesario que encuentre…
-No me hacen falta tus explicaciones, Shun -le dije. Su expresión me hizo ver que mi voz estaba cargada con un poco de amargura. –todos se van, ¿qué te detiene?
Él siempre resintió la dureza de mis palabras, debí tener un poco más de tacto. –Sabes bien que volveré -dijo él, con una resolución tal que destruyó mis intentos de pesimismo.
Y él volvió antes de lo que yo esperaba. No trajo de vuelta a Ikki, pero tampoco volvió solo. Luego de abrazarme hasta la asfixia, dijo algo así como –Seiya, ¿recuerdas a June?
Yo recordaba, desde luego que sí, a una niña flaquita y cataléptica que una vez Shun llevó en sus brazos cuando aún estábamos en Japón, antes que partiéramos hacia el Santuario por primera vez. Ella llegó tratando de disuadirlo de la tarea imposible que estábamos emprendiendo. Estoy seguro de que él volvió a verla de vez en cuando, y así también hablaba de ella… Pero nunca mencionó lo endemoniadamente atractiva que la chica se había vuelto. –Infeliz suertudo – murmuré, y luego me dirigí a la muchacha mientras me pasaba los dedos por el cabello en un lamentable intento de verme despreocupado –me da gusto verla, señorita.
June dijo que se iba a buscar a Marin y a Shaina, yo asumí que se trataba de algún asunto de amazonas, pero luego mencionó algo sobre ir de compras. Yo creí que había oído mal (su griego no era muy fluido en ese entonces), pero realmente no le puse mucha atención. Yo estaba muy entretenido con la forma en la que Shun la veía mientras ella se alejaba.
-Y, -decidí que era tiempo de romper el trance-, ¿por qué no damos una vuelta y me cuentas qué hay de nuevo?
-Sí, claro… Por qué no… -me respondió, ausente.
Caminamos mientras él me contaba sobre su búsqueda de Ikki, que fue completamente sin sentido, y de cómo la Isla de la Reina Muerte no era nada mejor de lo que Ikki describió. Sobre cómo buscó y buscó hasta finalmente reconocer que tal vez Ikki no quería ser encontrado. Creo que más preciso decir que tuvo algo así como una epifanía, a consecuencia de de una señora fiebre que se consiguió en alguna parte cerca de Malasia. Apuesto a que debió darle una buena sacudida a sus sesos, porque se necesita algo de ligas mayores para hacer desistir a Shun. Como sea, me contó de cómo llegó a la Isla de Andrómeda, para ver cómo iban las cosas por allí. Encontró que la paz de Atenea les había llegado de alguna forma, pero luego de las proverbiales visitas de los Caballeros Dorados, los isleños necesitaban algo de motivación. Decidió quedarse allí algún tiempo… eso sí, la isla no fue la única razón, pues allí fue que también encontró a June.
Paramos a descansar bajo la sombra de un árbol, en un sitio desde donde veíamos de lejos la orilla del mar. La vista de Shun se perdía en el azul del agua que brillaba bajo la luz insistente del sol, yo por mi parte permanecí en silencio, tratando de no arruinar el momento. Creo que esta comprensión silenciosa entre él y yo debe venir de la era mitológica, no tengo otra explicación. Estuvimos un rato en silencio, me sentía muy bien estando sólo así, y cuando finalmente habló me encontró con la guardia baja.
Según recuerdo, nuestra conversación fue algo parecido a esto:
-Seiya… Ehem… Yo… me voy a casar con June.
-¿Uh?
-Dije que voy a ca…
-No. Te oí la primera vez.
-Ah, sí, claro… -él enmendó. -Pues… Me preguntaba si quisieras ser nuestro testigo. Sería un gran honor para nosotros.
-¿Yo? –Todavía no me recuperaba de la noticia, ¡y luego me tiraba esto encima, como si nada! – ¿Y qué hay de Hyoga?, es decir, seguramente se molestará si no lo tomas en cuenta.
-Ah, él está avisado y prometió que vendrá, al igual que Shiryu –dijo alegremente.
Y entonces entendí que era él último en enterarme, ¿por qué no me sorprendía? No quería seguir hablando, pero Shun insistió.
-Y bueno, ¿qué dices?
-No sé…
-¿No?
-No sé qué decir.
-Ah, ya veo.
Y allí estaba de nuevo esa mirada herida de él… no tiene idea de lo que hace conmigo… o tal vez sí sabe y siempre supo… no que importe ahora. Sabía que no estaba siendo justo con él y comencé a sentirme mal al respecto, no era mi intención romperle el corazón cuando me lo estaba confiando. –Hmmm, entonces… ¿ya tienen fecha? -pregunté, y su cara volvió a relajarse.
-Bueno… -dijo tímidamente –estaba pensando en… ¿mañana?
Ahora, o escuché mal o estaba alucinando. -¡¿AH?! –grité, mis ojos se abrieron para darle la mirada de “¿Hoy sí se te botó la canica o qué?”.
-Yo sé que es pronto, espero que Hyoga y Shiryu logren venir… pero si no, supongo que podríamos esperar un día o dos…
-¡Pero Shun! ¿Tienes qué? ¿Dieciséis años?
Él se rió alegremente –Seiya, soy mayor que tú, aunque no por mucho, pero sabes bien que no tengo dieciséis.
Pues sí, tenía razón, pero yo era muy joven para estar pensando en casarme, y él también.
–Bueno, pero… ¿por qué la prisa? No es como si nos fuéramos a la guerra la semana próxima, o que el mundo se fuera a acabar… -esto último me salió algo chistoso, tomando en cuenta la historia de nuestras vidas-, o a menos que hayan metido las patas o algo así…
Estaba esperando que me mandara a cerrar la boca, o al menos que se riera un poco, pero nada. Por un segundo sentí congelarme, cientos de imágenes terroríficas pasaron por mi mente: guerra, desesperanza… la tierra bebiéndose tu sangre como dulce néctar… junto a la sangre de todos nosotros. Cuando volteé a verlo pude distinguir el sonrojo en sus mejillas, y no volteaba a verme. Sentí que el alivio que me caía encima como una cascada, refrescándome. No pude evitar reírme un poco –Oh. Mi. Diosa… ¡ESTÁN EMBARAZADOS! -ni soltar en seguida la carcajada-, ¡Estáas en probleeemaas!
-¡Seiya! -me regañó, su cara estaba mostrando una variedad de tonos de rojo que hubiera avergonzado al catálogo de la tienda de pinturas. Luego de un par de minutos de risa escandalosa, logré calmarme lo suficiente para recuperar la compostura. Estaba encantado, hacía mucho tiempo que no reía tan gozosamente. Él volvió la vista hacia mí y sonrió, se veía feliz… realmente feliz. Su sonrisa siempre me hizo mucho bien. Seguimos sentados en confortable silencio, el sol se estaba poniendo y regalándonos el más increíble espectáculo de nubes coloreadas.
-Por supuesto que seré tu testigo. Eres mi hermano, no necesitas preguntar.
-¡Ah, qué bueno! -exhaló con alivio.
-Pero sabes, voy a extrañarte. –Dije, aunque estaba sonriendo. Él tenía el mismo derecho a la felicidad que los otros, sólo porque yo era un necio y no podía mantenerme lejos del Santuario no significaba que él tuviera que hacer lo mismo. Ahora él también se iría, y yo me quedaría… y ésta vez de veras solo. Era natural… debí haberlo anticipado, pero ¡Dioses! ¡Sí que dolía!
-¿A qué te refieres? –se veía confundido.
-Cuando tú… ya sabes… te vayas. A vivir con ella en tu casita de la pradera, con un cerco blanco rodeado de flores, y pajarillos cantando…
-¡Ah! –se rió. –De hecho, esperábamos poder quedarnos aquí. Me imaginé que no te importaría que tomáramos mi dormitorio… Desde luego que pensaba consultarte primero, no es mi intención imponerme… -y luego siguió parloteando pero no le puse atención.
-Entonces, ¿piensas quedarte? Le interrumpí, sólo para estar seguro.
-Sí, Seiya. Yo… tú… me has hecho mucha falta. –Dijo tímidamente, -es que ha sido así por un largo tiempo, sólo nosotros dos… y no podría dejarte aquí solo… Es decir, si estás de acuerdo.
-Hm. Déjame pensarlo por un momento. –Hice una mueca de falsa reflexión-, serías tú, la señora, el pequeño y chillón capullito de alegría… y yo. Creo que puedo vivir con eso.
Esta vez su sonrisa no cabía en su cara, y su alegría era contagiosa. No pude evitar sentirme conmovido y agradecido de tenerlo de hermano. Salté hacia su lado, atrapándole el cuello con mi brazo izquierdo mientras le alborotaba bruscamente el cabello con los nudillos de mi mano derecha. – ¡El tímido de Shun va a casarse! ¡El mundo está chiflado! –me burlé, y luego reí un poco más.
-¡Ya basta, Seiya! Se quejó, pero luego él también se echó a reír.
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Hyoga apareció al día siguiente. Con sus tendencias a la soledad igual que siempre, no quiso hablar sobre su vida en el Gran Hielo. Se veía bien, la cicatriz en su ojo derecho estaba comenzando a desvanecerse. O tal vez era que ya no podía verla, porque cada vez que nos encontrábamos, su cabeza estaba más arriba. Es decir, ya había pasado los veinte años, ¿no era como hora de que parara de crecer? Supongo que no le llegó el recordatorio de “ya estás suficientemente alto, ahora puedes parar de crecer”… y el asunto ya se me estaba volviendo cansado.
Esa misma tarde llegó Shiryu, confieso que fue muy bueno verlo de nuevo. A su lado estaban Sunrei, siempre encantadora, y su hijo Long. Ese pequeño contagia la alegría a donde quiera que vaya. Pasamos una velada agradable en mi casa, conversando y recordando los viejos tiempos. Hacía tiempo que no estábamos juntos los cuatro, fue muy bueno tenerlos cerca.
La boda fue al día siguiente. Fue una ceremonia muy simple y privada, en la alcaldía de un pueblo vecino al Santuario. Ellos dos sí que eran una pareja extraordinaria, ninguno de los dos necesitaba mucho arreglo para verse como los modelos en la portada de una revista de moda. La diferencia es que estos dos estaban genuinamente felices.
Con todo, la verdad es que a penas si recuerdo algunas cosas, pues algo más estaba ocupando mi atención.
Marin y Shaina también asistieron a la boda. Marin llevaba un vestido muy formal y discreto, y la máscara. Fue la primera vez que la vi vestida con algo así, pero no era nada que no pudiera manejar. Shaina en cambio… ¡Ah, mi querida Diosa! Traía aquel vestido sin mangas, de color azul celeste. Puedo jurar por todos los dioses (excepto por ti, por supuesto) que no estaba tratando de averiguar más de la cuenta, pero es que la tela se ceñía a su cuerpo de una forma que debería estar prohibida por la ley. Se veía un poco más pequeña, aún con el cabello sujetado arriba, mostrando la longitud completa de su cuello. Después me di cuenta que era porque llevaba unas sandalias de suela plana. Creo que ella no se sentía nada cómoda, tal vez esperaba que nadie en el pueblo (además de nosotros) la reconociera, vestida como estaba. Supongo que solamente llegó a la boda ante la insistencia de June, porque no quería decepcionar a una colega Amazona. O tal vez solamente estaba tratando de volverme loco. En cualquier caso tuvo éxito.
Yo, por mi parte, fallé miserablemente. Fingí estar poniendo atención al par de tórtolos intercambiando sus votos. Traté sinceramente de seguir la secuencia de los eventos, y recuerdo que en algún momento firmé algo, y solamente espero haber escrito bien mi nombre. Traté de no admirarla desvergonzadamente, pero todo era de por gusto. Shiryu y Hyoga se intercambiaban miradas socarronas, y yo estaba seguro que no eran a causa de los recién casados. Me sentí expuesto por los ojos indiscretos de mis más queridos amigos. Sucios traidores, ya se las verían con migo más tarde.
Después de la boda fuimos a almorzar a un sitio todo elegante. Creo que la Fundación Gaude pagó por todo, porque no me acuerdo de haber visto siquiera la cuenta. A quién le importaba, de todas formas… I aunque me importara un DIABLO, tampoco estaba de humor para una escena. Además, el asunto de “Shaina en el vestidito azul” me estaba haciendo pasar un mal rato. Ella estaba sentada a mi lado. Maldición, a esa distancia podía sentir su aroma. No se había puesto ningún perfume, era sólo su aroma. Ese mismo que yo recordaba de las peleas, de las batallas… y de todas las veces que usó su cuerpo como mi escudo. Aquel día su aroma me aseguraba nuevamente que era ella, la mujer que profesó su amor por mí, años atrás. Me pregunté si detrás de esa mirada fiera, la amabilidad que pude ver en sus momentos vulnerables todavía estaba allí. Ella sabía… sabía que yo conocía ese lado suyo. Me preguntaba por qué lo negaba con tanta vehemencia. Tan orgullosa… y tan bella… Sin embargo, hubo un tiempo en el que no mostró que le importara que todos presenciaran su entusiasmo de morir por mis manos. Me alegra que no se haya salido con la suya, que desperdicio tan terrible hubiera sido.
Pasamos allí la mayor parte de la noche, tal vez hablando, bebiendo, bailando… honestamente no recuerdo más que mis pensamientos viajando hacia la mujer sentada a mi lado. Después de muchas horas y varios tragos, las apariencias dejaron de importarme y me dediqué por completo a estudiar sus gestos y ademanes. Aparenté estar enfocado en sus palabras y sus conversaciones con los otros, pero la verdad es que estaba en un trance inducido por los movimientos ágiles de sus labios y la danza de sus pestañas. No hubo más qué discernir por el resto de la velada.
Antes del amanecer nos despedimos de Shun y June cuando anunciaron que tenían un bote a Italia que tomar. Iban a pasar allí algo así como un par de semanas, y luego regresarían a casa para comenzar con su vida (mejor dicho “nuestra vida”) juntos. El resto de nosotros caminó de regreso a mi casa, todos muy cansados y listos para dormir toda la mañana. La mayoría cayó inconsciente al nomás llegar, con excepción de Marin que desapareció en alguna parte del camino, y Shaina, que se despidió y emprendió el camino hacia su casa. Esperé un momento muy breve antes de darme cuenta que nadie estaba interesado en lo que yo hacía, y fui tras ella. La alcancé en menos de un minuto -¡Hey! –Grité-, déjame que te acompañe.
Ella volteó para verme, sus ojos verdes y somnolientos me rogaban por un momento de paz. No que fuera a dárselo. Caminé a su lado en silencio. Me pregunté qué pasaría si tratara de tomar su mano… ¿Me dejaría? ¿Me haría saborear el polvo del camino? Cuando estaba considerando que un poco de tierra en mi boca no era un precio tan alto que pagar, ella se volvió hacia mí y habló.
-Mira Seiya, está amaneciendo.
Y así era, ciertamente… dentro de mi alma.