CAPÍTULO 2:
DENON
¿Qué es lo que motiva al hombre a luchar? Desde que el hombre apareció sobre la Tierra, el conflicto ha estado presente. El poder, el hambre, el miedo, son las razones que pueden llevar a un enfrentamiento. Pero en aquellas interminables peleas entre dioses ¿Qué es lo que mueve a los guerreros que defienden los intereses de estos seres superiores?La torre cayó, y un castillo se levantó. La sangre cubrió el blanco campo, y la oscuridad invadió un corazón puro. El enemigo resurge de las entrañas del Infierno.
Ese enorme castillo que emergió del suelo, representa la llegada de Hades a la Tierra, y sirve como hogar para el Emperador del Inframundo y sus fieles guerreros, los Espectros. Aparece uno diferente en cada guerra, sin embargo, éste en particular poseía características un tanto curiosas. En su mayoría hecho a base de mármol, color blanco como la nieve que cubre los campos en invierno, haciendo contraste con la oscuridad infinita que se vive en la Tierra de los Muertos, y con bordes de oro en cada orilla y segmento que lo compone, teniendo un total de tres barras doradas. En la parte del frente cinco grandes ventanas, circulares en el caso del tercero y el cuarto piso, éste último de forma triangular, en cuya parte más alta se alza una brillante cruz dorada.
Solamente existía una forma de tener acceso a tan imponente edificio, cruzando las dos gigantescas puertas de plata y marfil de la parte frontal. Las dos puertas permiten el paso al salón principal del primer piso, en el cual se encuentra un monumento de mármol, adornando el centro del lugar, con la figura de Garuda. Las zonas laterales de las hornacinas y los óculos ovalados indican el espacio de las habitaciones laterales. Una vez que se llega al cuarto y último piso del castillo, un largo pasillo alfombrado de blanco y rojo conducía al trono de un dios. En aquel momento, el trono no estaba ocupado.
En la parte más profunda del castillo, tras una puerta de metal dorado, se encontraba un enorme estanque, y dentro del agua limpia y cristalina que contenía, el desnudo cuerpo de un joven de cabello blanco y ojos azules. A su lado estaba una mujer de larga cabellera negra, mujer que una vez que entró a la habitación, tomó un manto blanco y se introdujo al estanque.
— Es necesario purificar su cuerpo, señor Hades. –
dijo la mujer, al momento que humedeció un manto blanco. Su alma permanece tan pura como el día en que nació, sin embargo, el hecho de vivir tanto tiempo entre los humanos, ha llenado de suciedad su cuerpo. –
decía la mujer mientras que con el manto blanco frotaba el cuerpo desnudo del joven de los ojos azules.
— Mis ojos… -
musitó el joven, mientras contemplaba su rostro en el agua. Pandora… mis ojos han perdido su brillo.
— Señor Hades… ¿Acaso usted… ? –
preguntó la mujer de ojos púrpura, y dirigió su rostro hacia la mirada perdida del joven de cabello blanco.
Una vez que Hades purificó su cuerpo, se vistió con elegante túnica de ceda color negro y violeta, dejando atrás los harapos que hasta hacía unas horas, vestía el hambriento Lazarillo, y se sentó en su trono. A su lado, estaba Pandora, quien con gesto de admiración, acercaba su rostro a la mano del joven sentado en el trono, tocándola con su mejilla. Y frente a él, su enorme ejército, comandado por los tres Jueces del Infierno, quienes habían hecho acto de presencia ante la llegada a la Tierra de su dios, Hades.
— Espectros… -
dijo Hades, con una fuerte e imponente voz que resonó por todo el castillo. Esta es la última de las guerras. Ha llegado la hora de poner fin al reinado de Athena sobre la Tierra. A partir de hoy, empezará el reinado de Hades, Dios del Inframundo. Demuestren el poder del mundo gobernado por las tinieblas, y castiguen a todo aquel que se atreva a oponerse a nuestros planes.
En los límites de Atenas, capital de Grecia, tras elevadas e incontables colinas que fungen como gigantes de hierro protegiendo una fortaleza, se levanta un recinto sagrado, que desde tiempos mitológicos ha sido en la Tierra el hogar de Athena, Diosa de la Sabiduría y la Guerra Justa, y de sus valientes guerreros, los Caballeros. Éste lugar, es conocido como “Santuario”, y se extiende por varios kilómetros.
Más allá de las colinas, se han establecido pequeñas poblaciones que desempeñan tareas específicas a favor del Santuario, entre las cuales destaca la edificación de templos y monumentos. A pesar de que en apariencia son pueblos comunes y corrientes, sobresalen de otros por estar dentro de los límites de la fortaleza sagrada de Athena, y servir directamente a ella y a sus Caballeros.
Una vez que el hombre de azulada cabellera y armadura de oro cruzó las colinas y atravesó Sireo, uno de los varios pueblos que rodeaban el Santuario, llegó ante una inmensa torre de piedra, que tenía la imagen de un ave tallada en el centro.
— Es la torre Cisne del Oeste. –
dijo el hombre de la armadura dorada. Nunca antes se me había hecho tan largo el camino… pero finalmente he llegado al Santuario.
— Bienvenido, señor Deos de Sagitario. –
gritó un hombre desde la cima de la torre.
— ¿Eres tú… Yago?
— Así es. –
respondió el hombre de la cima de la torre, e inmediatamente dio un salto, que lo dejó justo frente a Deos. Soy yo, Yago de Cisne. –
añadió el joven hombre que había descendido de las alturas, mientras decenas de soldados rasos se reunían en el lugar.
— Veo que están bien preparados para un posible ataque. –
comentó Deos, mientras observaba al medio centenar de soldados rasos.
— Como usted debe saber, existen 4 torres alrededor del santuario, situadas en puntos específicos para vigilar y detectar cualquier movimiento sospechoso. –
dijo el joven de la torre. Paloma en el Norte, Tucán en el Este, Cisne en el Oeste y Fénix en el Sur. Yo soy el guardián de esta Torre, y es mi deber estar preparado ante cualquier imprevisto, señor. Y con mayor razón ahora que Hades ha tomado posesión de un cuerpo humano. –
agregó el joven de la torre, al momento que dirigió su rostro hacia el caballero dorado, mostrando un gesto de burla.
— Será mejor que no intentes pasarte de listo, Yago. –c
omentó Deos, quien al instante cambió su actitud de amabilidad con la que llegó, por un tono serio.
— Tiene razón señor, me disculpo. –
respondió el joven Yago, e hizo una reverencia. No soy nadie para que tenga que darme explicaciones. Creo que eso tendrá que hacerlo con mi maestro, que está por llegar.
— ¿Denon? ¿Vendrá a éste lugar? –
preguntó el caballero dorado.
— Cada determinado lapso de tiempo, un caballero dorado debe realizar una visita a cada torre, siendo el señor Denon mi maestro, es natural que se encargue personalmente de esta, Cisne del Oeste.
— Que fastidio. En ese caso mejor me largo antes de que llegue. –
comentó Deos, dándose la vuelta, dispuesto a retirarse. No estoy de humor como para tolerar su palabrería aburrida y sin sentido.
— ¿Por qué huyes Deos? –
gritó un hombre desde las sombras. ¿A qué le temes? –
preguntó, dejando ver su brillante y resplandeciente armadura dorada, por la cual caía una larga cabellera rubia.
— Denon de Acuario… ¿Siempre tan oportuno, no? –p
reguntó Deos, que siguió avanzado en dirección al Santuario.
— Estaba interesado en saber si volverías al Santuario. Muy pocos lo harían después de haber fallado miserable y ridículamente en una misión, como lo has hecho tú. –
respondió el caballero dorado de rubia cabellera.
— ¿Qué dices? –
preguntó Deos después de detenerse.
— Debiste buscar una enorme roca y esconderte bajo ella. –
respondió Denon. Y quedarte ahí, con los de tu clase, los insectos.
— Denon… -
musitó el caballero de cabello azul. Un día de estos terminarás con mi paciencia, y te haré tragar cada una de tus palabras.
— Cuanta agresividad. –
con ironía respondió Denon. Esa es la actitud que deberías tener para con tus enemigos. Y no doblegarte ante el llanto, o alguna otra estúpida forma de sentimentalismo.
— ¿Y ahora qué tonterías estas diciendo, Denon?
— A mi no me engañas Deos. –
Comentó el caballero dorado de Acuario. Soy increíblemente más listo que tú. –
agregó y se acercó al caballero dorado de sagitario.
— Increíblemente más ególatra también. Había olvidado ese delirio de grandeza tuyo, que te hace tan especial. –
comento el caballero de sagitario, quien soltó una fuerte carcajada.
— Por muy mediocre que seas, no podías haber fallado en una misión tan sencilla. –
dijo Denon, y sonrió.
— ¿Qué dices?
— Fallaste en tu misión, por que no fuiste lo suficientemente frío. ¿Creíste que nadie se daría cuenta? Eres una vergüenza para los caballeros dorados.
— Salvé la vida de una persona inocente, que no merecía morir. Se supone que esa es nuestra misión como Caballeros de Athena, Denon. Salvar a personas inocentes, no matarles.
— Eres un hipócrita de porquería. –
respondió Denon con molestia. Por eso es que siento la necesidad de vomitar cada vez que te veo ¡no soporto tu hipocresía!
— ¿Y ahora qué dices, imbécil? –
preguntó Deos, también molesto.
— ¿Tienes excrementos en lugar de cerebro? ¿Acaso eres tan idiota que no puedes entenderlo? ¡Eres un hipócrita!
— ¡Cierra la boca! Tú no puedes saber lo que yo siento.
— Por supuesto que lo sé. No eres más que un pobre infeliz con complejo de héroe. –
respondió Denon, con una sonrisa burlona en su rostro. Sí, salvaste a una persona inocente, pero dime imbécil, ¿cuántas personas, también inocentes, crees que van a morir a partir de ahora?
— ¿Qué dices?
— Miles de personas inocentes morirán a causa de tu estupidez. Tú no eres una buena persona, tú no eres un héroe. Solamente eres un hipócrita, al que no le importan las vidas inocentes que se puedan perder en una guerra, siempre y cuando no seas tú quien tenga que quitarles la vida, pues ya no estará en tu conciencia ¿verdad?
— Yo… yo solo hice lo que creí correcto –
dudoso, respondió Deos, al momento que dirigió el rostro hacia su hombro, escapanado de la mirada acusadora del rubio Caballero de Acuario..
— Pues no lo fue. Y ahora tendrás que vivir con ello. –d
ijo Denon, abandonando el lugar.
— ¡Maestro! –
exclamó Yago ante la partida de su maestro, pero no obtuvo respuesta.
Deos estaba lleno de furia, de cierta forma había sido humillado por las palabras de Denon, y no solo eso, sino que ocurrió frente a Yago de Cisne y los soldados rasos. Deos sentía una ira profunda en su interior, rabia en contra de Denon, con quien ya había sostenido encuentros violentos en ocasiones anteriores. Pero aún así, no podía evitar pensar que el frió y arrogante caballero de Acuario quizá tenía razón. Había salvado la vida de Lazarillo ¿Pero a cambio de qué? A cambio de miles de vidas inocentes. Deos comprendió que su decisión había sido egoísta, y temía enfrentarse a las consecuencias de sus actos, que tarde o temprano, tenían que llegar.
— ¿Qué es esa cosa? ¿Una mariposa? –
comentó uno de los soldados rasos.
— Éste cosmo… -
musitó Deos, después de observar esa extraña y brillante mariposa de colores que apareció revoloteando por el lugar.
— Ju, Ju, Ju.
— ¿Y esa risa de dónde viene? –
preguntó Yago dirigiendo la mirada a toda dirección posible. ¿Qué rayos es esa cosa repugnante de por allá? –
nuevamente preguntó, señalando a lo lejos.
De entre los pilares, arrastrándose por el suelo y dejando un rastro de líquido viscoso, salió una enorme y grotesca masa gelatinosa color púrpura. El fétido olor de esta repugnante criatura, hizo que varios de los presentes, incluido Yago, se llevarán la mano al rostro, cubriendo su nariz ante el desagradable aroma que expedía el nauseabundo ser.
— Ju, Ju, Ju. Parace que hay un buen número de víctimas. –
exclamó la pestilente masa burbujeante. Cincuenta y dos… ¡Son cincuenta y dos! Ju, Ju, Ju.
— Aquí la única víctima serás tú, criatura hedionda. –
dijo el joven Yago de Cisne. Yo me encargaré de reducirte a copos de nieve.
— ¡Aléjate de esa cosa, Yago! –
gritó Deos.
— ¿Pero qué dice? ¿Acaso cree que no soy capaz de hacerlo? –
preguntó Yago, al momento que dirigió su mirada hacía el Caballero de Sagitario.
— Tú serás el primero, niño insolente. ¡Erupción de Fealdad!
— ¿Qué es eso? –
preguntó Yago, quien demasiado tarde devolvió su atención hacia la criatura.
Las pequeñas esferas que se encontraban incrustadas en la masa púrpura, empezaron a lanzar chorros de extraño y amarillento líquido pegajoso. Uno de estos chorros alcanzó el rostro del joven Yago de Cisne, quien inmediatamente colocó su mano sobre él, e intentó quitarlo. El dolor que Yago sentía era indescriptible, pero no podía emitir sonido alguno pues su boca había sido cubierta por esa viscosidad amarillenta, y su mano había quedado pegada al rostro mientras intentaba liberarse de tan asqueroso líquido. Cuando logró desprender la mano de su cara, con esta se vinieron pedazos de carne y piel, que lenta y dolorosamente se derretía, provocando también, que uno de sus ojos saliera de su órbita.
Ante el desconcierto de Deos, Yago caía lentamente al suelo, quizá muerto. Pero aunque no muriese en ese instante, tarde o temprano lo haría, debido a la gravedad de las heridas provocadas por la pestífera masa espumante.
— ¿Éste es el fin? –
pensó Yago en su agonía. Yo solo… yo solo quería demostrarle a mi maestro… que soy un verdadero Caballero de Athena… yo solo…
— ¡Señor Yago! –
gritaron al unísono los aterrados soldados.
— ¿Quién es el siguiente? –
preguntó el repulsivo ente, mientras se deslizaba de un lado a otro.
— ¡Tú, tú eres el siguiente! –
exclamó el furioso caballero dorado. ¡Trueno de Impacto Atómico!
Una poderosa descarga eléctrica empezó a recorrer el brazo de Deos, y posteriormente una serie de relámpagos fueron lanzados en dirección a la criatura rastrera, quién no pudo evitar el impacto.
La electricidad producida por el ataque del Caballero, provocó que la masa lentamente se fuera desintegrando, sin embargo, algo parecía estar dentro de ella, algo que salió volando por lo aires sin verse afectado por la descarga.
En cuanto esa cosa rara cayó al suelo, dejó ver su apariencia, tan grotesca como la anterior, pero ahora en forma de una horripilante larva púrpura.
— ¡Señor Deos, tenga cuidado! –
gritó uno de los soldados rasos.
— ¡Aléjense de aquí si no quieren morir! –
exclamó Deos, impidiendo el avance de los soldados.
— No importa lo que hagas pobre Caballero de Oro, todos morirán. –
con una horrenda voz, dijo el ente. ¡Hilo de Seda! –
de su repugnante boca, miles de hilos de seda empezaron a salir, cubriendo los cuerpos de Deos y los soldados.
— Nos está… ¡nos está aprisionando con éste hilo! –
exclamó el caballero dorado, ante la imposibilidad de salir de la trampa de seda, que poco a poco cubría su cuerpo.
En un instante, todo era oscuridad, Deos quedó completamente atrapado entre los hilos, había sido encerrado en un capullo de seda. No podía moverse, no podía respirar, estaba ante la situación más desesperante de su vida, sabía que si no hacía algo, terminaría por asfixiarse, pero sin la completa movilidad de su cuerpo, poco podía hacer. Estaba a punto de perder el conocimiento… si esto pasaba, sin duda sería el fin. Pero no se rindió, y en un último esfuerzo, logró romper la gruesa capa de la prisión, y consiguió salir.
— Un instante más, y habría perdido el conocimiento. –
musitó Deos entre jadeos, con dificultad para respirar. Los soldados… ¿Dónde están los soldados? –
se preguntó. ¡No puede ser!
Con horror, Deos contempló el macabro paisaje, cada uno de los soldados había recibido el mismo ataque, cincuenta capullos de seda adornaban el lugar, esparcidos por el suelo.
Rápidamente el caballero dorado se dirigió hacia uno de los capullos, lo rompió y sacó el cuerpo de un soldado, pero era demasiado tarde, había muerto. El terror que el hombre vivió en tan sólo unos minutos, quedó reflejado en su piel que había adquirido un tono morado, en sus ojos que habían derramado lágrimas de sangre y permanecían abiertos, en sus manos, cuyos dedos torcidos quedaron colocados sobre su cuello en busca de oxígeno, justo bajo aquella boca abierta y retorcida, que aún parecía emitir sollosos de desesperación.
Después de notar con horror la terrible muerte del soldado, el caballero peliazul se dirigió a otro de los capullos de seda, y a otro más, pero el resultado era el mismo, todos estaban muertos. No lograron resistir tanto tiempo dentro de la mortífera trampa.
— No puede ser… ¡No puede ser! –
exclamó el caballero dorado. ¡No pueden estar todos muertos! –
y siguió buscando.
— Es inútil, no tiene caso, no sigas buscando, ya todos están muertos Ju, Ju, Ju.
— ¿Dónde estás miserable? –
preguntó Deos, recorriendo el lugar con la mirada, buscando al monstruo que había acabado con tantas vidas.
— No te preocupes, en un instante te mostraré mi verdadera forma.
— ¿Tu verdadera forma? –p
reguntó Deos, y dirigió su mirada hacía un capullo en especial, más grande que los otros, y que estaba pegado en lo alto de la torre Cisne del Oeste.
— Nunca había conocido a alguien que estuviera tan ansioso de morir, Caballero de Oro. Pero ahora mismo voy a cumplir tu deseo.
El capullo en el que, aparentemente se encontraba el monstruo, había empezado a emitir un poderoso cosmo, y a emanar una resplandeciente luz. Pronto el capullo comenzó a romperse, dejando ver poco a poco un oscuro y brillante metal, que sin duda era parte de un surplice, la protección de los guerreros de Hades. Cuando el cascarón de seda se rompió completamente, el monstruo que primero fue una repugnante masa gelatinosa, salió, mostrando su verdadera forma, que era igual a la de un humano.
— Soy Myu de Papillon, estrella Terrestre de la Muerte Cruel. –
dijo el espectro de alas de mariposa apenas salió del botón que lo contenía.
— Asi que eres un Espectro…
— ¿Qué dices? Apenas lo has notado Ju, Ju, Ju.
— Hades no pierde el tiempo… ya ha empezado a enviar a sus guerreros. Pero cometiste un error al venir solo, te juro que de aquí no vas a salir con vida.
— Te has equivocado en todo, Caballero de Athena. No ha sido el señor Hades quien me envió, he venido por cuenta propia. En realidad eso de luchar por los ideales de nuestro dios, no va conmigo. Yo siento necesidad de matar… es por eso que te he seguido hasta aquí. En realidad tú jamás representaste reto alguno para el señor Hades, de haber dado él la orden, jamás hubieses salido con vida de su territorio Ju, Ju, Ju. El verdadero ataque de Hades llegará a su debido tiempo, pero no te preocupes, tú no sufrirás por ello, ya que para ese entonces estarás muerto Ju, Ju.
— Eso está por verse… ¡Trueno de Impacto Atómico!
Nuevamente Deos utilizó el poderoso ataque eléctrico, pero resultó inútil, el espectro pudo esquivar cada uno de los relámpagos, parecía tener completo dominio de la teletransportación.
— ¿Teletransportación eh? –
preguntó Deos. No podrás huir eternamente, en algún momento el impacto de los relámpagos te alcanzará.
— En ese caso tendré que impedir que sigas atacando. -
replicó el espectro de profundos ojos púrpura, y sonrió.— ¿Cómo?
El suelo empezó a templar, la torre Cisne del Oeste estaba siendo arrancada desde sus cimientos. Las habilidades mentales de Myu de Papillon eran asombrosas, además de dominar perfectamente la teletransportación, podía levantar una torre de piedra cuyo peso aproximado era de 90 toneladas, y no solo logró desprenderla del suelo, sino que la hizo levitar, todo sin siquiera tocarla. Deos estaba sorprendido de ver flotar por los aires semejante pedazo de roca.
— Voy a aplastarte como a una cucaracha. –
dijo Myu, al momento que lanzó la torre en contra del caballero dorado.
— ¡Trueno de Impacto Atómico! –
gritó el joven dorado, y un poderoso relámpago se estrelló contra la roca flotante, partiéndola por la mitad. Necesitarás más que eso para derrotarme. –
dijo el Caballero, mientras toneladas de roca y polvo caían a su alrededor.
— ¿Algo como esto? Ju, Ju, ju. –
preguntó el espectro, quien de forma repentina apareció detrás del joven caballero.
— No… no puedo moverme… estoy completamente paralizado. –
dijo Deos, quien por más que trataba de moverse, no lo conseguía. Que poderosa psicoquinesia es esta…
— Ahora estas bajo mi control, no podrás hacer nada que yo no quiera. –
decía el espectro, mientras sonreía sádicamente. Te estrellaré contra el suelo hasta que mueras.
Con sólo el movimiento de su brazo izquierdo, Myu arrojó a Deos por los aires, a una altura considerablemente alta, después, lo hizo caer a toda velocidad. Deos estaba completamente paralizado por el ataque psíquico de Myu, por esa razón no pudo evitar el impacto contra el suelo.
— argh… arghf –
Deos emitía extraños sonidos, ni siquiera podía hablar, pues el impacto lo había hecho vomitar sangre.
— ¿Aún estás vivo? –
preguntó el espectro, e inmediatamente lo lanzó a los aires, a una altura mayor que la vez anterior.
— Aún… aún… aún estoy vivo… -
musitó Deos tendido en una enorme grieta, causada por el impacto de las caídas.
— Pues vuela una vez más…
Nuevamente Deos fue lanzado al cielo, y nuevamente se impactó contra el suelo. Ya no emitía sonido alguno, pero su mirada… su miraba indicaba que aún estaba vivo, aún estaba dispuesto a luchar.
— Sin duda has sido el mejor de mis oponentes, me alegra que entre mis víctimas se encuentre alguien de tanto valor. Ahora mismo se apagará esa mirada llega de furia… recibe esta erupción de fealdad…
Como si de un sapo se tratase, una repugnante inflamación empezó a notarse en la garganta del espectro, pronto su cuello estaba completamente inflado. Ante el cuerpo inmóvil del Caballero de Sagitario, el espectro expulsó de su boca un exorbitante chorro de líquido viscoso y amarillento, similar al que ya había lanzado estando en su primera fase.
El asqueroso líquido pegajoso que rápidamente se dirigía hacía Deos, pronto comenzó a disminuir su velocidad, y en un instante, quedó completamente cristalizado.
— ¿Qué? ¿Se congeló? ¿Cómo pudo ser eso? –
se preguntaba el espectro de la Muerte Cruel. ¿Quién ha hecho esto?
— Fui yo, Denon de Acuario. ¿Qué piensas hacer Espectro? -
dijo un hombre de brillante armadura dorada y larga cabellera rubia.
— Insolente. No puedes interrumpir una pelea de esa manera. ¿Acaso los Caballeros no tienen modales?
— ¿Hablas de modales cuando has provocado toda esta destrucción en el Santuario? Que estupidez. Incluso veo que mataste a mi discípulo.
— Ju, Ju. ¿Y qué harás al respecto?
— Te mataré por supuesto. Si resulta que eres un oponente de buen nivel, entonces me encargaré de que mi discípulo tenga el funeral que se merece. En caso contrario, si no eres más que basura, dejaré que su cuerpo sirva de alimento a las aves de carroña. Una de las tres cosas que menos tolero, es la mediocridad.
— Yo creo que tanto tú, como tu alumno y el Caballero de Sagitario, serán alimento de esas aves Ju, Ju. –
dijo el Espectro, que comenzó a emitir ondas psíquicas tratando de paralizar el cuerpo del caballero dorado.
— Lo siento, pero dudo que tu parálisis surta efecto alguno en mí.
— ¿Qué dices? ¿Por qué no funciona? –
preguntó el espectro desconcertado. Una espiral de viento helado cubre su cuerpo, seguramente es eso lo que ha repelido mi psicoquinesia. –
pensó Myu. Bueno, no te preocupes, aún no has visto todo lo que soy capaz de hacer. –
dijo el espectro, mientras su cuerpo empezó a multiplicarse.
En un abrir y cerrar de ojos, de un espectro aparecieron seis más, haciendo un total de siete, y todos con la misma apariencia. Era una extraña técnica de multiplicación de cuerpos.
Myu estaba ansioso de pelear, y no dejó pasar tiempo pues inmediatamente comenzó el ataque, los siete idénticos espectros se abalanzaron sobre el Caballero de Acuario, lanzando un golpe tras otro. No parecían ser simples copias, pues sus golpes eran verdaderos. Era algo que Denon podía sentir mientras los esquivaba.
— ¿No pensarás que seguiré evitando a cada uno verdad? –
preguntó el caballero dorado, y con un saltó se apartó del espectro multiplicado.
— Jamás podrás adivinar cual es el verdadero cuerpo. ¿Qué es lo que piensas hacer? –
preguntó el espectro de alas de mariposa.
— Algo tan simple como esto, supongo. –
dijo Denon al momento que extendió su brazo, emanando aire congelado, formando así una ligera niebla.
— Ju, Ju, ju. Con esa simple neblina no podrás detenerme. Creo que te sobreestimé Caballero de Acuario.
— ¡Polvo de Diamante! –
exclamó Denon, y un conjunto de cristales de hielo salió disparado de su puño impactándose contra uno de los espectros.
— ¿Cómo? ¿Cómo pudiste adivinar? –
tendido en el suelo preguntaba Myu, mientras cada una de las copias desaparecía entre la neblina.
— Debes saber que es una reacción natural del cuerpo exhalar vaho cuando la temperatura ambiental baja. Te ocurrió a ti hace un momento cuando bajé la temperatura del ambiente con mi cosmo, pero no prestaste atención a ese simple detalle, por lo que no lo proyectaste en tus copias.
— Ya veo, eres muy listo… por esa razón tendrás el honor de morir con mi técnica más poderosa. –
dijo Myu, quien después de incorporarse, extendió su brazo en dirección a Denon, mostrando a una mariposa posada en su dedo índice. ¡El Suspiro de las Hadas!
Cientos de brillantes mariposas aparecieron en el lugar, rodeando completamente a Denon. Estas mariposas eran diferentes a las que comúnmente se pueden ver, tenían colores resplandecientes, y parecían estar hechas de cristal fino.
— Estas son las mariposas del Hades, también conocidas como hadas. Ellas se encargarán de llevar tu cuerpo al otro mundo, Caballero de Athena.
— Siento lástima por ti, parece que aún no lo entiendes. –
dijo Denon mientras un hada se posó en la palma de su diestra. Tus ataques no tienen efecto alguno sobre mí. –
agregó, mientras el Hada empezó a congelarse hasta convertirse en una pequeña figura de cristal de hielo, la cual Denon rompió al empuñar su mano.
En un instante, cada una de las Hadas había sido congelada, y caían al suelo en forma de pequeños cristales congelados.
— ¡No puede ser! –
exclamó el de la estrella de la muerte cruel. ¿Cómo pudo hacer esto?
— Hasta nunca. –
dijo Denon, juntando sus brazos y levantándolos, preparando el último ataque. ¡Relámpago de la Aurora! -
exclamó el Caballero de Acuario, al instante que lanzó un poderoso rayo de aire congelado en contra de Myu.
El poderoso rayo impactó completamente al espectro de alas de mariposa, cada parte de su cuerpo fue congelada. Cuando cayó al suelo, se rompió el miles de pequeños trozos de hielo, que quedaron regados por doquier.
Una vez que el Espectro fue derrotado, Denon se dispuso a marcharse, pero algo lo detuvo.
— ¿Por qué? ¿Por qué me salvaste Denon? –
musitó el moribundo Deos desde la grieta en la que se encontraba.
— Te salvé por que eres una persona que detesto Deos.
— ¿Serás imbécil? ¿Cómo es que… cómo es que me has salvado si dices que me detestas? Que te repugna mi presencia…
— Precisamente por eso. Para mi es un placer ver humilladas a esas personas por las cuales siento desprecio. Estoy seguro que tú también me odias.
— ¿Y eso… eso que tiene que ver? –
preguntó el caballero de Sagitario, respirando con dificultad.
— ¿No te parece suficiente humillación el hecho de ser salvado por alguien que odias? Ahora, cada que veas mi rostro, verás a esa persona a quien le debes la vida, y que por lo tanto debes de agradecer, lo cual será algo difícil pues es alguien a quien detestas. Y yo te miraré con lástima, justo como estoy viéndote ahora, sumido en esa grieta, sucio y ensangrentado. Te juro por Athena que te sentirás la persona más mediocre e infeliz sobre la Tierra, y desearás mejor haber muerto.
Ya sea por el sentimiento de actuar siempre con justicia, por el hecho de querer mostrarle a sus superiores cuánto vale, por la sensación de pelear que pronto se convierte en una necesidad corporal, o por la simple razón de mostrar superioridad sobre tus semejantes, el hombre siempre luchará, muchas veces anteponiendo sus propios deseos, dejando de lado aquellos fríos y egoístas propósitos de aquellos seres que, desde la época mitológica, controlan sus vidas.
"
El mundo es tan bonito y valioso que se lucha por él" —
Ernest Hemingway.
Editado por Cástor_G, 29 agosto 2009 - 21:44 .